La película que nunca haría Woody Allen Revisar la filmografía de un director que desde hace 44 años viene filmando ininterrumpidamente un promedio de película al año da para mucho más que un documental de dos horas de duración. Si ese director además es considerado uno de los autores más representativos de la cultura estadounidense, más influyentes, icónicos y controversiales hasta cierto punto, más que un documental se debería hacer una serie sobre su vida. El tema es que Woody Allen, es posiblemente uno de los realizadores que más se oponen a ser documentados, porque a pesar de su exhibicionismo, se trata de un director al que no le gusta ser entrevistado ni dar detalles sobre su vida privada. Para conocer la infancia de Allen no hace más falta que ver sus películas. Lo mismo que para conocer su pensamiento, ideología, referencias. No hay director más transparente en ese sentido que Allen, más autorreferencial e incluso autobiográfico...
Un lazo demasiado extenso Hay muchos cineastas contemporáneos que en los últimos años intentaron hacer un western. Se debe admitir que el género mostró una especie de renacimiento, una mejoría con respecto al decline posterior a Los Imperdonables, acaso la única obra maestra realizada en los 90s. Después eso, se deben contar con los dedos exponentes fieles, que a la vez fueran dignos. Kevin Costner se animó con Pacto de Justicia, Ed Harris con Entre la Vida y la Muerte (Appaloosa), y dejemos de contar. En el 2010, los hermanos Coen, hicieron sin dudas una obra épica y reflexiva llamada Temple de Acero, remake del mítico film con John Wayne, que supera en calidad al original, y que se debe tomar como lo mejor de un género que vio nacer al cine...
La Eternidad y un Día Hace un poco más de 18 años, Jesse, un estudiante de letras estadounidense emprendía un viaje iniciático y conocía en un tren de Viena a la extrovertida Celine. Entre diferentes observaciones acerca de la vida, la literatura, la política y el amor, estos dos extranjeros recorrían en menos de 24 horas la capital austríaca, descubriendo una atracción fugaz, casi utópica, instantánea, imposible, En el final de Antes del Amanecer, surgía un interrogante, una promesa. ¿Se reencontraría Jesse y Celine 5 años después?
Ayer, los extraterrestres, hoy los zombies, ¿mañana? “Me da risa que un zombi pueda correr ¿Cómo hace para estar en forma? ¿Se levanta de la tumba, empieza a tomar vitaminas y se inscribe en un gimnasio? ¿De donde saca las energías?” George A. Romero. ¿Existiría la ciencia ficción si no hubiesen existido un H.G. Wells o un Julio Verne? ¿Existiría el terror sin Poe o Lovecraft? La verdad es que el cine sigue tomando influencias de los autores clásicos para construir nuevas aventuras fantásticas. Y esto no está mal. O sea, los tiempos cambian y hay que adaptarse a los cambios, pero la esencia no cambia...
Back to School Si a Monster University le agregáramos un poco de sexo, otro poco de drogas y alcohol, sin duda estaríamos viendo una comedia universitaria de los años 80, del grupo National Lampoons. Pero, teniendo en cuenta que Pixar y Disney se encuentran detrás de esta producción es previsible que no nos vamos a encontrar con un relato iniciático – coming of age – apuntado a un público netamente adolescente, sino a una aventura familiar, que lleva la firma de la productora que desde 1995 viene demostrando que se puede conseguir un film animado, de notable e innovadora factoría visual que tenga diversas lecturas dependiendo la edad del espectador...
Lo admito, vi Ghosts y Triángulo, y a pesar de las benevolentes reseñas internacionales, ninguna me convenció. De hecho, la nueva escuela de cine alemán no me termina por enamorar. No critico que tienen un modo de narrar peculiar, una estética más transparente de lo usual y personajes creíbles, con grandes actuaciones, pero hay algo frío que me genera rechazo y depresión...
Veo Gente Muerta… A veces me pregunto que es lo que tanto nos entusiasmó hace más de diez años atrás del cine de M. Night Shyamalan. O sea, ¿que cambió, que se perdió en el camino? O acaso, fue siempre así, un vendedor de humo y no nos dimos cuenta. Desde que vimos Sexto Sentido, podíamos percibir que se trataba de un realizador atraído por el didacticismo, la moralina barata, los diálogos pretenciosos y situaciones al borde del absurdo y del ridículo. Pregunto nuevamente, ¿cambió el director o se aburrió el espectador? Quisiera pensar que la culpa provino de Shyamalan, aunque no se puede negar que después de Sexto Sentido todos esperábamos la siguiente obra de suspenso con grandes expectativas, ansiando la escena final donde posiblemente, el director nos sorprendiera con alguna imprevista vuelta de tuerca. Lo cierto es que sacando a La Aldea, nunca más hubo sorpresas en el cine de Shyamalan. Ni siquiera en sus mejores obras, como El Protegido o la subvalorada Señales. Es que en esencia, esta tetralogía de films “interesantes” se caracterizaban por tener personajes de carne y hueso, con dudas, ambigüedades y actitudes austeras, climas bien logrados, un ritmo más lento que el habitual para los cánones de Hollywood y alguna que otra situación algo ridícula que el director no pretendía ocultar bajo un manto de pretenciosidad. El problema vino a partir de La Dama en el Agua, film en el que siguieron las metáforas, pero esta vez en forma más explícita, y el ridículo traspasaba la barrera del humor para filtrarse en un tono absurdo que no provocaba gracias sino lástima. La pobre historia, los unilaterales personajes y el poco impacto visual tampoco acompañaba al film. Con El Fin de los Tiempos, algo mejoró. Fue difícil salir del ridículo con una historia clase B que incluía plantas asesinas, pero al menos había climas interesantes y mejores interpretaciones. El resultado no era bueno, pero zafaba. Todo se vino abajo con la paupérrima El Último Maestro del Aire. Fallida fue poco, aburrida también. La incoherencia e insulto cinematográfico de la adaptación del premiado animé no admite críticas benevolentes. Era mala y punto. Con Después de la Tierra, las expectativas venían bajas. A partir de una historia del propio Will Smith, como vehículo para que su hijo Jaden demuestre sus cualidades interpretativas, Shyamalan realiza una obra de ciencia ficción cuyo prólogo es demasiado similar al de Oblivion, el Tiempo del Olvido de Joseph Kosinsky con Tommy Cruise. La Tierra devastada, los humanos en otro planeta, la lucha con seres extraterrestres y el regreso al planeta. Padre e hijo son los únicos protagonistas de una historia que amaga con tener un mensaje ecológico, pero no. Como bien dice mi colega Tomás Maito, los protagonista podría haber caído en la Tierra o Pandora. Para la situación es lo mismo. Al igual que en Señales o El Protegido, el vínculo filial es el centro de la historia: un militar perfecto, herido que deposita su vida en la confianza de un hijo que demostró no tener las cualidades físicas que él pretendida. El hijo, por su parte, debe demostrar al padre que tiene coraje: madurar y poder sobrevivir en la selva, cuidándose de animales y salvajes, y postergando para el final, el enfrentamiento con un monstruo de otra galaxia. Papá Smith desde su nave, guía cual Yoda a su hijo a su destino final. Si bien la premisa podría ser interesante, la sobrecarga del discurso, sumado a innecesarios flashbacks que incluyen a una hermanita muerta, terminan por convertir al film en un obvio discurso aleccionador. La lucha por la supervivencia carece de suspenso y tensión, las fieras no generan miedo, los peligros son demasiado ingenuos y las metáforas son demasiado explicadas. Entonces, tenemos dos personajes simples, estereotipados, caricaturescos sin un relato que sostenga el conflicto en acciones concretas. Shyamalan ha perdido ese poder de concentrar la expectativa del espectador gracias al uso del fuera de campo. Solamente lo utiliza en dos escenas, donde el punto de vista del protagonista es esencial para conseguir un poco de misterio. El problema, es que a veces confunde dicho punto de vista, y no entiende que es innecesario mostrar tantas veces a Will Smith sufriendo en la nave. Las interpretaciones tampoco ayudan. Smith padre debe poner cara seria todo el film, pero no resulta verosímil. De hecho parece aburrido. Smith Jr. en cambio está sobreactuado, exagerando cada gesto de miedo, para enfatizar su inseguridad. En esta perspectiva es que Shyamalan parece tomar el pelo al espectador. No necesitamos ver el sufrimiento constante de ambos personajes. El resto es el joven Jaden corriendo por la selva sorteando peligros como si fuera un video juego o el protagonista de Apocalypto. A pesar de todo – de que el film hace agua en todas partes, aburre, copia para mal una pelea de El Señor de los Anillos: Las Dos Torres – se nota una mejoría en Shyamalan, a comparación de sus últimas películas. No sé como explicarlo, pero pareciera que algo se está recuperando con respecto a la visión temática. Nuevamente vemos una relación padre-hijo distanciada, donde el conflicto está en que el padre reconozca a su hijo como adulto, y a la vez el menor se reconcilie con su padre. Por otro lado, el nivel de ridiculez ha disminuido. El absurdo queda escondido. Es como si el director pretendiera demostrar que está para cosas serias nuevamente. Si bien este no es el caso, confío que en próximas obras, este director, de origen hindú, fascinado por el mundo espiritual, las relaciones intimistas y el suspenso dramático nos va a volver a confirmar porque en algún momento, lo consideramos un autor industrial para tomar en cuenta. Hay señales dispersadas en Después de la Tierra, que se escapan a una interpretación concreta. Digamos que es intuición… o llamémoslo sexto sentido.
Desprestigiados El Gran Truco. Acaso uno de los mejores y más subvalorados films de Christopher Nolan. Una obra personal, compleja, meticulosa, que además de hablar de magia… habla de cine. En ella, Michael Caine – intérprete fetiche del realizador – nos introducía en la película y en el mundo de las ilusiones relatando, los tres actos que tiene un truco de magia: la presentación, donde el mago nos muestra algo ordinario, pide que lo examinemos y nos demos cuenta que exactamente se trata de algo normal. La actuación, el acto en sí, donde el mago convierte eso ordinario en algo fantástico o extraordinario… y el prestigio. Esta es la parte más difícil, porque el mago debe convertir lo extraordinario nuevamente en ordinario. Reaparecer las cosas, por así decirlo.
Una Relación Particular Inspirada en la historia real de Mark O’ Brien, esta película del veterano director televisivo Ben Lewis, pretende ser el típico estreno inspirador de la semana. No quiero que se tome a mal lo que voy a decir, pero me la imagino a Virginia Lago presentándola un sábado a la noche en televisión. Lo más interesante, acaso, es que sin ser un gran film, con una estética netamente televisiva, logra trascender gracias a la ausencia de golpes bajos, pero sin caer en golpes efectistas comunes relacionadas con la enfermedad del protagonista o agrandando la ironía de la situación, explotando los poco gags que tiene el guión o pretendiendo emocionar gratuitamente. Seis Sesiones de Sexo, es ante todo un film iniciático. Similar en cuanto a ideas a Vuelo en Busca del Amor, dirigida por Paul Greengrass, realizador ignoto en su momento, Seis Sesiones… narra la historia de un hombre, que desea debutar sexualmente, pese a su incapacidad muscular a los 37 años. Para esto recurre a una terapeuta sexual, casada y con un hijo, bastante insatisfecha con su propia vida conyugal. El conflicto no sucede, por el descubrimiento sexual, sino por la búsqueda de una relación amorosa correspondiente, y el enfrentamiento ideológico – religioso que sobrelleva el protagonista, a través de una banal subtrama, donde le confiesa y relata sus experiencias a un cura bastante liberal, interpretado por William H. Macy, con su habitual gracia. El tema religioso es relevante, pero no tiene sustancia, ya que de hecho, el punto de vista de Lewin es bastante afable con respecto a los dogmas y la función de la iglesia en el film. La tensión acaso pasa por la evolutiva relación que entablan Mark y Cheryl, atravesando el miedo al rechazo y la posición que toma la protagonista en relación a una posible infidelidad. La química entre John Hawkes y Helen Hunt es el principal factor positivo del film de Lewin, ya que de hecho todas sus escenas tienen una impronta semi teatral. Hawkes logra transformarse físicamente y consigue una actuación notable, lejos de la sobreactuación y cercana a la profundidad psicológica que tenía Daniel Day Lewis en Mi Pie Izquierdo. Helen Hunt en cambio arma un personaje a su medida, similar en parte al que interpretara en el film Mejor… Imposible de James L. Brooks por el cuál consiguió su único Oscar. Acaso los elogios pasan más por el “coraje” que tiene de mostrarse completamente desnuda en múltiples escenas, lo que para el espectador y la crítica media estadounidense, siempre es un factor de riesgo. Pero Hunt lo encara con la naturalidad que el trabajo lo amerita y los desnudos están justificados. Hay historias paralelas que poco aportan a la principal – como la relación de la cuidadora de Mark con el conserje de un hotel – y la poca profundidad de estos personajes es notable. Sin embargo la película es simpática, consigue emocionar, entretener y divertir por momentos, sin caer en los típicos golpes de efecto. No hay que esperar mucho más de lo que se muestra en la superficie. Y a veces, eso alcanza.
Auxilio, necesito un final Hace bastante tiempo que Halle Berry no hace un producto decente. Ni siquiera aquellas obras, donde forma parte de un gran elenco, también estrenadas este año como Proyecto 43 o Cloud Atlas, el trabajo de la actriz de Pasajero 57 estuvo a la altura de las expectativas. Mientras espera su ansioso regreso como mutante en el 2014, la actriz protagoniza este decepcionante thriller dirigido por Brad Anderson, realizador que tuvo algunas obras interesantes en su pasado y ahora ha perdido el rumbo de su carrera. Parece que lo único que justifica el estreno del film en nuestro país es la visita que está haciendo Berry en el país, porque sino es completamente incomprensible que teniendo mejores propuestas, la distribuidora haya optado por este film menor, que debería haber ido directo a DVD/ Pero acá no estamos para juzgar el accionar de los distribuidores nacionales, sino el film en sí. Jordan – Berry- es una operadora del 911 de Los Angeles. Todo el día se la pasa atendiendo pedidos de auxilio o llamadas de convictos que necesitan escuchar una voz atractiva. Una noche, escucha como una adolescente que llamó pidiendo ayuda es secuestrada por un hombre. Más tarde la joven es hallada asesinada. Jordan queda con el cargo de conciencia de no haber podido ayudarla y encima haberle dado una pista al asesino sobre el paradero de la joven. Varios meses más tarde, la situación vuelve a repetirse, pero esta vez, el secuestro sucede en un Shopping y la adolescente – Abigail “Little Mis Sunshine” Breslin – es llevada en el baúl de un coche al mismo tiempo que sigue hablando con Jordan por teléfono y esta intenta ayudarla, al tiempo que la policía sale a la persecución del captor. Planteada como un thriller similar a Celular – básicamente el 70% sucede en el coche y la oficina del 911 – la nueva película del director de El Maquinista y Transsiberian, dos películas subestimadas injustamente que salieron directamente en DVD, se plantea como una obra de caza de gato y ratón clásica. Lo mejor acaso, es la persecución en sí por la autopista, donde Berry se debe ingeniar como guiar al personaje secuestrado para liberarse o acaso darle pistas a la policía sobre su paradero. Hay bastante tensión y Anderson mete la cámara en cada recoveco que puede dentro del auto, intentando transmitir la sensación de claustrofobia del personaje atrapado. Hasta ahí bien. Incluso la absurda subtrama romántica, los clisés, los estereotipos y lugares comunes de este tipo de films, eran perdonables frente a una persecución inteligente, bien lograda, pese a las mediocres actuaciones (excepto de Breslin). El problema viene cuando Jordan sale de su oficina y se convierte en una especie de Clarice Starling que va detrás de Buffalo Bill en El Silencio de los Inocentes, y cuando el secuestrador pasa de ser un simple criminal a ser un trastornado secuestrador demasiado parecido al personaje de la película de Jonathan Demme o de Norman Bates. En la última media hora, el film se pone realmente ridículo – como sucedía en el último film de Anderson que lamentablemente sí se estrenó comercialmente, La Oscuridad – y no solamente toma decisiones patéticas a nivel estético (aunque hay una lograda escena de suspenso dentro de un placard, homenaje puro a Psicosis), sino incluso a un nivel moral irrisorio y que le termina dando un tono fascista incluso a toda la narración. Una lástima, porque pasa de ser un thriller meramente entretenido a una farsa remanida. Realmente no se sabe que les pasa por la cabeza a los guionistas estadounidenses que últimamente no pueden brindar un desenlace creativo y original a sus historias, y terminan cayendo en los peores lugares comunes. Quizás el 911, pueda brindarles un poco de ayuda.