Las brujas también sangran Confieso que esta nueva moda de adulterar los cuentos de los Hermanos Grimm – o cuentos de hadas en general - no me atrae mucho. El año pasado tuvimos que soportar dos adaptaciones mediocres de Blancanieves, el anterior una de Caperucita Roja y ni siquiera la aventura épica con Heath Ledger y Matt Damon dirigida por Terry Gilliam terminó siendo demasiado atractiva, más allá del gran diseño artístico típico del animador de los Monty Pithon, y el humor inglés que le pudo aportar a un guión bastante pobre en ideas. La primera película del noruego Wirkola – realizador de una obra de culto sobre nazis zombies que regresan en la actualidad – sobre suelo estadounidense (en sentido figurativo, porque fue filmada en Europa), se acerca un poco más a la película de Gilliam que a los exponentes adultos más recientes. Y esto, en cierta forma, resulta positivo, ya que si hay algo que no se le puede dejar de reconocer al director de Doce Monos, es que a pesar de todo nunca ha perdido el humor negro, y en ese sentido, Los Hermanos Grimm resultaba exitosa más allá de la sobrecarga de efectos especiales, el previsible guión o las superficiales interpretaciones (aunque gracias a esta actuación, Ledger demostró que podía interpretar a algo más que una cara bonita). A pesar de darle otra lectura al clásico cuento infantil, Wirkola diseña un guión demasiado obvio, lleno de lugares comunes y personajes esquemáticos, imitando modelos acartonados del cine Blockbuster estadounidense de los últimos años, héroes reos, antipáticos con pasados torturados que deben aprender a superar sus resentimientos en el presente de la historia. El prólogo de la película nos muestra en forma sintetizada, similar a La Leyenda del Jinete sin Cabeza de Tim Burton (incluida la música de Danny Elfman), la historia de los dos hermanitos que son abandonados en el bosque y encuentran una casa hecha de dulces para atraer niños. Adentro, descubren una bruja, a la que cocinan rápidamente. Nada de migas de pan. Varios años después, los hermanos son adultos, y al mejor estilo Van Helsing, Cazador de Monstruos, viajan cazando brujas de pueblo en pueblo con un arsenal de armas demasiado modernas para la época. Todo va bien hasta que llegan a un sitio donde desaparecieron varios niños. La culpa es de una Gran Bruja – Famke Janssen, en piloto automático de una Jean Grey enojada – que descubrió una manera para sobrevivir al fuego, el elemento más efectivo para asesinar a las mujeres de su clase. Hansel y Gretel deben competir contra un siniestro sheriff local – el siempre maravilloso Peter Stormare – para recuperar a los niños y derrotar a Muriel, la gran bruja. Lo que más llama la atención de esta adaptación es que Wirkola no quiso hacer una versión para adolescentes y jóvenes, sino decididamente apunta a un público mayor, fanático del horror – como Joe Johnston pretendió hacer con la fallida El Hombre Lobo - más que de la fantasía o la aventura. No solamente hay sangre, sino verdadero gore: cabezas que explotan, cuerpos mutilados, insinuaciones sexuales (con una sugerente subtrama incestuosa). Se hace un poco hincapié en la “virginidad” de los protagonistas para incorporar otros personajes que consiguen separar a la pareja protagónica y abrirle otras posibilidades de relaciones. Por suerte, esto se explica en forma más sutil que discursiva. Nunca se pone se juzga el comportamiento de los hombres frente a las mujeres, sean brujas o no: no hay prejuicio moral en pegarles, quemarlas o torturarlas un rato. Wirkola no le teme a explotar la utilización de efectos visuales para mutilar seres humanos y de fantasía, y tirarle al espectador, partes de los cadáveres, aprovechando el efecto 3D. Y acaso, el mayor logro del director, es justamente la falta de pretensiones, divertirse con el material que tiene en las manos, no tomárselo demasiado en serio, aportarle alta dosis de humor negro y efectiva tensión. Acaso, por la ausencia de solemnidad y la omnipresencia de remates cómicos habría que agradecerle a Will Ferrell y Adam McKay, que sorprendentemente son productores del film. Ni Jeremy Renner – que a esta altura no logra diferenciar si está interpretando a Aaron Cross, Hansel o Hawkeye – así como la fría Gemma Arterton – la princesa inmutable de Príncipe de Persia y la empetrolada secretaria de Quantum of Solace – logran transmitir genuina comicidad o carisma a sus personajes. Pero tampoco desentonan (aunque si ellos son alemanes, Schwarzenegger es italiano). Sin duda, lo mejor del elenco es un Troll diseñado con CGI e interpretado en Caption Motion por Derek Mears – el último Jason, parece que no consiguieron el teléfono de Andy Serkis – que le aporta un poco de humanismo irónico y calidez al reparto. Tanto por el diseño de su rostro, como por la “bondad” que inspira el personaje, parece que Wirkolda lo sacó del Laberinto de Jim Henson. Aún con sus falencias narrativas y pocas ideas ingeniosas – hay un efectivo chiste referido a la “enfermedad” del personaje de Renner - Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas, se deja ver, es entretenida, dinámica, divertida sin demasiadas pretensiones y con mucha artificialidad. En esta adaptación, las brujas no logran asustar. Esperen a ver la secuela, cuando los protagonistas deban enfrentarse a sus respectivas suegras y ya veremos.
Dejen de darle viagra a Pacino Que tristeza. Que desconsuelo. Si habría que hacer un recuento de las mejores escenas de actuación pura de la historia del cine estadounidense, Pacino tendría varias en un Top Ten. Esa mirada iracunda, pero reprimida en la cena con Bonasera antes de pegarle el tiro en El Padrino; la llamada de Sonny a su pareja en medio del asalto de Tarde de Perros; la consternación de la injusticia de un tribunal en Justicia para Todos… Sérpico, Sérpico, Sérpico… la transformación en Cruising… Que animal era Al Pacino. Pasaron 30 años. Si bien no es novedad que Al es solo una caricatura de sí mismo, un imitador de sus lugares comunes, de Tony Montana – acaso el único personaje desbordado que vale rescatar, junto al villano de Dick Tracy, pero se trata de películas de por sí caricaturescas – verlo en una camilla desorbitado con una erección, hace pensar que ya está definitivamente para el retiro. Tuvo algunas interpretaciones decentes en los últimos años – principalmente en televisión – que vale la pena resaltar como las que hizo para Michael Mann en El Informante y Fuego contra Fuego, pero esa sutileza, esa expresividad y creatividad para hacer fácil lo difícil, para transformar lo sentimental en un juego, en algo genuino y no caer en el tic, en la mueca… ha desaparecido. Pacino tiene 72 años, pero aparenta 10 más. Está destruido. Su cara, curtida por los excesos está peor que la de cualquier personaje envilecido. Tres Tipos Duros, es una demostración de lo poco que duran los últimos galanes en Hollywood. No quiero recordar los trabajos que tuvo que interpretar Brando antes de quedar completamente en la vía, pero Pacino parece seguir su camino. La nueva película de Fisher Stevens, un gran actor secundario, que tuvo un gran momento en la serie de culto Early Edition, es una obra completamente ausente de ideas, que pretende generar humor a partir de situaciones inverosímiles que se repiten constantemente hasta llegar al punto absurdo de que los personajes se cuestionen como pueden seguir despiertos, seguir comiendo o seguir cogiendo. Esta autoconciencia, que en otro contexto podría resultar divertida, acá solo demuestra los huecos narrativos de un guión viejo, aburrido, ávido de ideas, que acude al humor vulgar, escatológico con el uso menos ingenioso que se pudo llegar a inventar. Tan previsible es la resolución de los chistes que ni siquiera se puede hablar de una bizarreada, de una comedia pasada de rosca, de espíritu retro. No, porque lo que Tres Tipos Duros pretende ser es una comedia dramática sobre personajes en el ocaso de su vida. Y si a eso sumamos subtramas acerca de la reconciliación familiar que encallan de manera tan forzada como imposible, entonces solo tenemos una buddy movie, que funciona por momentos. Es que si Pacino está pasadísimo de rosca - ¿hacia falta verlo aspirar cualquier medicamento como si fuera un Tony Montana de geriátrico o hacerle decir Uja hasta el cansancio? – es Christopher Walken el que le da un poco de coherencia a esta ridiculez. Walken esta vez está contenido, más austero, transmite ternura. Tiene esa templeza y calidez, genera esa empatía que producía con el personaje de Atrápame si Puedes: el padre que fue por el mal camino y necesita redención. La química con Pacino existe y en ese sentido, hay que reconocerle sus méritos a Stevens. La relación entre ambos personajes es el eje del film, y al menos eso no es ridículo. Alan Arkin, en su reducida participación también le aporta un poco de calidez, pero su interpretación está en piloto automático. Siempre es un placer verlo, pero esta vez, al igual que Pacino recurre a varios tics conocidos. Es una pena que Mark Margolis, actor de la escena under neoyorkina tenga una participación tan intrascendente. Al menos se podría haber armado alguna escena con Pacino con un chiste interno, teniendo en cuenta que Margolis tiene una corta pero recordada participación en Caracortada y Tony le volaba la cabeza en medio de un auto. Ver a Julianne Margulies nuevamente vestida como doctora pretende generar alguna nostalgia posiblemente, pero realmente no es un chiste muy inspirado, y en ese sentido, de las actrices secundarias que participan en la película lo más destacable es lo de Lucy Punch, la británica que ya había tenido una interpretación soberbia Conocerás al Hombre de tus Sueños, una fallida comedia de Woody Allen, demuestra su habilidad humorística una vez más, aprovechando la frialdad e ingenuidad del personaje que le toca interpretar. Tres Tipos Duros es una película tan rústica, tan convencional y previsible, tan erróneamente construida desde la narración que tanto sea para bien o para mal, de lo único que me interesa hablar es de las actuaciones. Ya sea por la decepción que me provocaron o por el brillo de algunos artistas que se salen de lo ordinario. Y sin duda, que la banda sonora contenga temas “nuevos” de Bon Jovi – de voz irreconocible prácticamente – demuestra que el film de Fisher Stevens debería haberse estrenado hace 25 años, cuando todos sus integrantes tenían un presente un poco más digno. Hoy en día, ni los nostálgicos podemos hacerles el aguante.
Chistes para Abuelos Es una verdadera lástima que en una industria que ha tenido grandes nombres con obras particularmente maravillosas en lo que concierne a comedia familiar, como Steven Spielberg, Joe Dante, Richard Donner, y el primer Rob Reiner, se sigan realizando películas tan poco inspiradas como S.O.S. Familia en Apuros. Esta nueva obra del inoperante Andy Fickman, al igual que Steve Carr, un sucesor mediocre de Shawn Levy o Brian Levant que de por sí ya son mediocrísimos – a comparación, Jon Turtletaub es Ingmar Bergman – reafirma no solamente la falta de ideas, la repetición de fórmulas de la industria a la hora de crear películas que puedan ver padre e hijos – y abuelos – sino de la ignorancia, el desconocimiento del mundo infantil, cayendo en retratos pueriles, banalizando la inteligencia de los menores, estupidizando al mundo adulto hasta llegar a puntos tan ridículos que resultan inverosímiles y ávidos de humor. Ya no se trata de una crítica a los padres contemporáneos ni al recambio generacional, sino también un insulto a la credibilidad del espectador. Esta vez, el chiste está en mostrar a dos abuelos que tratan de combatir la edad demostrando que siguen siendo hábiles en sus trabajos, teniendo que cuidar a tres chicos demasiado mimados y cuidados por parte de padres muy modernos que viven en una “casa inteligente” que hace todo, y además asisten a clases “especiales” para destacarse y mejorar sus destrezas, a través de una educación basada en la psicología inversa. Si bien este planteo parece demasiado trillado, peor se va desarrollando la trama, cuando aparezcan previsibles chistes escatológicos, xenofóbicos – tomando como punto al dueño de un restaurante asiático – y gags que provienen de la década del ’30 y que hoy en día ya no causan gracia, debido al abuso que el género ha sufrido en las últimas décadas. Si esta comedia, que por supuesto tiene moralina conciliadora - cumplir los sueños, ser uno mismo, etc - de por medio, y es sobre explicada, discursiva y obvia, sale mínimamente adelante es por gracia y obra de la pareja protagónica: Billy Crystal y la admirable Bette Midler. No esperen que alguno de los dos interpreten personajes muy distintos a los que ya hicieron en las docenas comedias que se acumulan en las bateas de los dvd clubes, sin embargo, juntos conforman una pareja… simpática, y la química entre ambos se consigue a los pocos minutos de comenzado el film. Ninguno de los dos está en su mejor estado. Crystal, siempre quejoso ha dado mejores interpretaciones, más divertidas y con chistes más ingeniosos, mientras que Midler, artista más completa, talentosa, graciosa y versátil que su compañero, hace lo que puede con un personaje tan estereotipado… y lo hace ¡muy bien! “La rosa” sigue siendo una belleza, y su honestidad compra a cualquier espectador escéptico de este tipo de comedia. Solo tres escenas donde la actriz demuestra sus dotes como cantante alcanzan para robar unas sonrisas entre tanto humor insoportablemente estúpido. La película cae en tantos lugares comunes y clisés que se vuelve un tedio, una apología a la imbecibilidad y la ausencia de recursos narrativos. Aunque no cae realmente en golpes bajos, los momentos sentimentaloides son patéticos por una puesta en escena que pretende causar efecto lacrimógeno apoyado por una banda sonora redundante que manipula e incrementa la emoción en forma forzada. Los actores infantiles completamente sobreactuados tampoco logran conmover o caer simpáticos, y ni hablar de la forma en que Marisa Tomei se sigue ridiculizando, con su rol de adulta aniñada, que parece olvidar las magníficas interpretaciones que consiguió en los últimos años con El Luchador y Antes que el Diablo Sepa que estás Muerto. Esta no es una película ni para chicos, ni para padres, sino para abuelos que no conocen el lenguaje infantil y caen en los mismos prejuicios que los realizadores de la película, cuando llevan a sus nietos a ver obras tan retrógadas como S.O.S Familia en Apuros, y Andy Fickman necesita recibir en forma urgente un DG: “Director Guidance”.
El Último Gran Héroe Vamos a admitirlo. Extrañábamos a Arnold. Lo necesitábamos. Jason Staham es muy chiquito, no da miedo, no tiene un acento divertido. Pero Arnold es diferente. Su cuerpo ya intimida, su sonrisa pintada en el rostro aterra, su mirada fija pone los pelos de punta… y su acento, lo convierte en un chico travieso europeo con ganas de romper todo. Si bien, ya lo habíamos visto al lado de Stallone y los demás duros en Los Indestructibles, Arnold merecía una película hecha a su medida y su trayectoria. Confieso no ser demasiado fan de sus films de acción más clásicos, pero a partir de que empezó a relajarse y tomarse menos en serio, reírse un poco de sí mismo, el grandote me cayó bien. El Último Desafío no es una película escrita y pensada solo para que el austríaco de 65 años demuestre que sigue activo y es más popular como intérprete que como político, sino que también es un western contemporáneo como los de antes: artesanal, divertido, sencillo, con pocas explosiones y esenciales efectos digitales. Una película que no pretende ser más grande de lo que es, que no tiene connotaciones políticas e ideológicas, cuya única meta es divertir y entretener, dejar satisfechos a los fans del ex gobernador de California. Y lo consigue, con creces. ¿Por qué? Porque el cine coreano es el futuro del cine. Hollywood ya se dio cuenta. No hace falta que Psy haga el Gangnam Style frente a Obama, para que occidente exporte nuevas gemas de la dirección coreana. John Woo y Ang Lee son parte del pasado. Ahora, traen a Chan - Wook Park y Jee Woon Kim, consolidados realizadores en su país para que se conviertan en el refuerzo cinematográfico que la industria necesita. Jee Woon Kim se ha ganado ese reconocimiento. Hizo la remake coreana de Lo Bueno, lo Malo y lo Feo – The Good, the Bad and the Weird – que si se hubiese realizado en Hollywood habría sido un sacrilegio. En cambio, Jee le aportó una impronta dinámica, original, creativa, espectacular. Esto lo lleva a El Último Desafío, un western clásico, con reminiscencias de Duro de Matar, A la Hora Señalada y 3:10 a Yuma. Ray (Arnold) es el sheriff del pequeño pueblo de Sommerton. Un sitio pacífico, lleno de granjeros de armas tomar, donde lo más grave que puede suceder es tener que encerrar al típico joven rebelde por emborracharse. Sin embargo, el lugar se convierte en un punto clave para Cortés, un importante narcotraficante mexicano (interpretado por el español Eduardo Noriega), que se acaba de fugar de Las Vegas mientras era custodiado por el FBI – liderado por un Forest Whitaker que repite un personaje que ya hizo en el pasado - y pretende cruzar la frontera que limita con México para escaparse definitivamente. Pero Ray es un hombre de honor, con principios, demasiado viejo para ser comprado, por lo que desafia a toda la banda de Cortés – encabezada por el gran Peter Stormare – para implementar “justicia”. Cargada de gags y homenajes al género, Jee Woon Kim explota la imagen de su protagonista desde cada ángulo para resaltar su figura sin necesidad de mostrar sus músculos. Se trata de un sheriff a lo Burt Lancaster, pero también existe una autoconciencia y sátira a la historia personal del actor. El guión está escrito precisamente, para que Arnold con ese acento inconfundible, remarque frases, que en boca de otro – exceptuando Bruce Willis posiblemente – no generarían el mismo efecto. “Bienvenido a Sommerton”; “Soy el Sheriff”; “Estás bajo arresto”; "Estoy viejo". En la voz de Schwarzenegger cobra otro sentido, se convierte en un remate humorístico, son guiños para los fans. “Sos una vergüenza para los inmigrantes” es la cereza de la torta. Acaso una burla a las leyes inmigratorias que implementó durante su gobierno. Aunque sea una historia clásica, y contenga estereotipos y frases hechas, en el contexto que rodea al actor cobran otra relevancia. Es que Arnold lo permite y lo necesita. Jee Woon Park consigue que el film no se exceda, lo nutre de espíritu ochentoso, de violencia gráfica, de humor negro. Los caricaturescos personajes de Luis Guzmán o Johnny Knoxville – emulando a Murdoch de Brigada A – le aplican otra capa de comedia, de surrealismo necesario para no caer en el relato solemne. Es revitalizador, complace ver el espíritu de los héroes de antaño en este film que le debe mucho a Hill, Siegel – el colectivo de Harry, el Sucio - o Leone. Hay detalles literales, que confirman esto. Desde los encuadres hasta elementos escenográficos. Al film no le falta ni le sobra nada. Quieren persecuciones, hay persecuciones; quieren ver a Arnold apuntando armas sofisticadas, no se van a decepcionar. Incluso demuestra que todavía sigue activo en el combate cuerpo a cuerpo – y Noriega es un digno oponente. Esto es cine, muchachada. Cine clásico, espectáculo del bueno. Entretenido, divertido, y con Schwarzenegger en el mejor estado posible. Que importa si hace apología al derecho de cada individuo para tener armas. Es solo un film de acción. Arnold is back. Hasta la vista, baby.
Esta Película ya la Vi La historia de la mafia y los gángsters durante los años 40 en Los Angeles, Chicago y Las Vegas son fuentes inagotables de inspiración cinematográfica. Se pueden seguir exprimiendo al mismo tiempo que se sigan encontrando cadáveres en el desierto y James Ellroy continúe publicando novelas sobre el tema. De hecho, las mejores películas relacionadas con la pintura de esta década que se hicieron en los últimos años estaban inspiradas en dos exitosas novelas de este autor: Los Ángeles al Desnudo, de Curtis Hanson y La Dalia Negra, dirigida por Brian De Palma, que pese a no haber recibido demasiados elogios, tiene la identidad cinematográfica de su realizador, que no regresaba al tema desde Los Intocables. Fuerza Antigángster toma a un personaje constante en la literatura de Ellroy: Mickey Cohen. Sin embargo, Ruben Fleischer deforma la novela negra, el policial, y lo convierte en un folletín, en la representación cinematográfica de un serial de los que se compraban en los kioscos de revistas en aquella época. Esta elección podría haber sido interesante, sino fuera que el guión de Will Beall es realmente tan superficial como previsible. Los personajes están acartonados, son caricaturas sin profundidad ni historia. Fleischer deja que la película la lleven adelante estereotipos del cómic. La idea de crear una pandilla salvaje sin reglas, violenta, marginados de la ley para capturar al forajido Cohen fue llevada tantas veces al cine, que deja de generar emoción. Y no hablo solo del género de gángsters. Compararla con Los Intocables es caer en un lugar facilista. De hecho, guarda mayores reminiscencias con la película de Sam Peckinpah protagonizada por William Holden, Los Siete Magníficos - o Samurais versión original de Kurosawa – y Munich – con la que tiene mayores similitudes incluso – que con las películas de gángsters. También hay varias citas a Barrio Chino o las películas de John Huston, como el robo del agua o una persecución… por el Barrio Chino. O, incluso, robando el famoso plano secuencia de entrada al club de gángsters de Buenos Muchachos. La aparición de Carmen Miranda aporta muy poco a la historia. Posiblemente, habiendo incluido la escena de la matanza dentro del cine, habríamos visto algo que no hayamos visto en otras películas (la escena fue quitada tras la masacre en el cine de Denver, razón por la cuál hubo que postergar el estreno del film). En cambio todas las escenas parecen haber sido extirpadas de otras obras del género. Y, lo que es peor, esta pastiche de escenas, no logran tener una unidad visual. En una escena determinada, a Fleischer se le encapricha robar la estética cámara en mano de Michael Mann en Enemigo Público… porque sí, ya que todo lo visto previamente tenía una puesta completamente industrial. No es anarquía, es incoherencia. Honestamente, la poca inspiración de Fleischer a la hora de narrar esta historia es una decepción. Tierra de Zombies, su primera película era divertidísima, una obra llena de ideas novedosas que conseguía encontrarle una vuelta de tuerca a otro género demasiado transitado en los últimos años. Pero ya segunda película, 30 Minutos o Menos (que fue directo a dvd acá) era una comedia bastante estúpida y de resolución demasiado ingenua. Con Fuerza Antigángster sigue demostrando ausencia total de ideas. Esta pintura que parece emular a la Dick Tracy de Warren Beatty (1990), estrepitoso fracaso comercial en su momento, que aunque sea era más honesta y menos pretenciosa en su estética folletinera. Al duro Sargento O’Mara - con el que Josh Brolin logra una sólida interpretación a pesar de todo - solo le falta el reloj con pantalla para comunicarse con su jefe. En cambio, la grotesca caracterización de Sean Penn, completamente caricaturesca, remite al villano mafioso que interpretaba Pacino en la obra de Beatty. Pero mientas que el actor de El Padrino, le aportaba un humor genuino, en Penn, todo resulta forzado, poco creíble, pretencioso. El resto del elenco y los personajes está completamente desperdiciados: Nick Nolte, Robert Patrick y especialmente Emma Stone, aparecen para rellenar la escenografía. Más allá del cuidado estético con la fotografía y el diseño de producción recreando a Los Ángeles de los ’40 no hay otra arista para poder resaltar. Solamente Ryan Gosling y Giovanni Ribisi logran interpretaciones un poco más destacadas, personajes más creíbles y humanos. Si bien el relato no cae en la monotonía ni se vuelve moroso, al final queda un sabor agridulce, producto de la falta de imaginación de un director y un guionista para llevar adelante un material que daba para mucho más. Quizás si se hubiesen apegado un poco más a la verdadera historia de Cohen – lo único real del film – este habría sido más interesante. Queda solamente para destacar un final a puño limpio, entre Penn y Brolin, que había quedado pendiente de los tiempos de Milk.
Cine en Espera Hace unos años, cuando vi Música en Espera, ópera prima de Hernán Goldfrid, quedé gratamente sorprendido. Lo que a primera vista se trataba de una comedia romántica, en realidad, terminaba siendo una comedia en clave de thriller. Había un misterio que develar que llevaba a sus protagonistas a meterse en una serie de enredos casi hitchcoianos (el Hitchcock más romántico y divertido, como el de Para Atrapar un Ladrón o Tuyo es mi Corazón), planteada con escenas que le debían mucho a la estética de Brian DePalma (la secuencia inicial es un homenaje a El Sonido de la Muerte) y una historia de amor anticonvencional. La inteligencia de las situaciones, los ingeniosos diálogos y la maravillosa química entre Peretti y Oreiro (a partir de esta película empecé a notar el talento de la actriz uruguaya como actriz cómica, sin necesidad de caer en los estereotipos televisivos), generaban en mí, altas expectativas por ver el siguiente trabajo de la asociación Goldfrid/Vega en calidad de realizador/guionista respectivamente. Que en el medio, Vega guionara la subvalorada comedia Mi Primera Boda, hacía crecer dichas expectativas. Por lo tanto, un policial noir que tuviese el agregado de tener a Darín como protagonista vislumbraba un cambio positivo en el cine comercial de género. Nada más alejado de la realidad. Tesis sobre un Homicidio, no solamente es una decepción, sino que además es una película fallida sin importar los nombres rutilantes que se encuentran detrás de cámaras. La adaptación de la novela de Diego Paszkowski no logra enganchar, ya que su premisa se agota a los primeros minutos. Bermudez (Darín), un abogado retirado de la profesión, obsesionado con los homicidios en serie dicta un seminario para estudiantes de leyes. Al mismo, atiende un joven bastante creído, hijo de una amiga de Bermudez. Cuando una joven es asesinada frente a la Facultad de Derecho, el protagonista enseguida sospecha de su alumno. La tensión entre ambos – supuestamente – se incrementa cuando los dos desean a la misma mujer, la hermana de la víctima. Planteada como un thriller psicológico, la película empieza bien, pero va decayendo en interés cuando pierde el hilo policial y se empieza a volver previsible. Lo que podría haber sido un whodidit clásico se convierte en una trama llena de lugares comunes y clisés. Sin embargo, esto no es el principal problema del film. Más allá de falencias narrativas, la película es monótona, se va repitiendo y caen en un pozo denso, diálogos monocordes, sin ninguna progresión dramática y con actuaciones al borde del grotesco – Alberto Ammann es el más convincente del elenco – provocan que el film se vuelva… aburrido. Recién en los tramos finales aparece un poco de ingenio cinematográfico en una secuencia que recuerda mucho al final de La Conversación de Coppola. Nuevamente se nota la influencia de DePalma en el cine de Goldfrid, pero esta vez no está bien aplicado. La ausencia de humor y mayor suspenso o misterio, sumado a la nombrada previsibilidad, provocan que más allá de algunos momentos bien fotografiados y una banda sonora que aporta tensión, la película no esté a la altura de las expectativas. Posiblemente muchos puedan comparar el trabajo de Darin con el realizado en El Aura, pero que mientras en la película de Bielinsky, el meticuloso trabajo de puesta en escena, sumado al clima y ambigüedad ayudaban a que el film se destacara por encima de cualquier obra de suspenso nacional – o internacional, incluso – vista en mucho tiempo; acá la sobrecarga de explicaciones y la forzada incorporación de obvias referencias cinematográficas - Vértigo, Vestida para Matar, Doble de Cuerpo, Psicosis - terminan perjudicando el resultado final. Quedamos a la espera, por lo tanto que el próximo trabajo de la sociedad Goldfrid/Vega logre cumplir al menos las expectativas de este crítico que ha disfrutado mucho su primer trabajo.
El Hombre que Quería ser Rey del Cementerio “En la tumba no vas a ser ni más rico ni más pobre” – Dicho popular Si no es Vietnam, es Irak, si no es Irak es la crisis económica. Los estadounidenses necesitan explotar guerras o crisis que viven para tener material con que hacer catarsis y un poco de autocrítica. Una forma de decir al mundo… bueno, está bien. ¿Ven? No somos el mejor país del planeta. No somos perfectos. También los que mandan son corruptos. Pero tampoco somos el tercer mundo. Mentiras Mortales es un thriller económico no muy distinto a otros estrenados en los últimos tiempos como El Precio de la Codicia o Wall Street: El Dinero Nunca Duerme, que toman de referencia la crisis bursátil del año 2008 para analizar la avaricia, frialdad y negocio sucio que hacen los empresarios y accionistas. Esta gráfica ya la vimos recientemente en un tono más satírico y surrealista en Cosmópolis de Cronenberg, más oscuro y sangriento en Psicópata Americano, y acaso en una radiografía más realista y naif en El Nuevo Sueño Americano – Boiling Room, (2000). Nuevamente acá tenemos a un empresario que hizo una especulación financiera que no funcionó y para remontar la situación económica, y no ir preso por fraude, realiza una serie de malversación de fondos para salvarse el culo. En el medio de la venta de su empresa, y justo al cumplir 60 años, encima tiene un accidente automovilístico, donde muere su amante y corre el riesgo de caer preso por homicidio culposo, ya que abandonó la escena del crimen, hecho muy similar al que le sucedió a Ted Kennedy en 1969 con su “secretaria”. Jarecki va enlanzando inteligentemente ambas tramas alrededor del personaje de Robert Miller, para demostrar la manera en que estos empresarios banalizan la vida de su entorno – llámese familia, amigos, colegas, etc – priorizando su negocio. Y demuestra como todo su mundo se puede derrumbar cuando los afectos personales se mezclan con el poder. El relato es fluido y claro. La narración es transparente, didáctica, aunque un poco boba en e inverosímil en su resolución. Jarecki intenta demostrar que todos los personajes, a los cuáles no intenta villanizar al mejor estilo Oliver Stone con Gordon Gekko en Wall Street – la original, la mejor – son capaces de cometer actos de corrupción para lograr sus objetivos. Ya sea cambiando números o mentir (en el caso de Miller, el protagonista), ocultar información (la familia de Miller, que no es tan ingenua como él piensa), callarse la boca (caso del amigo que usa Miller para escapar) o modificar evidencia (el caso del detective), todos son culpables de ser corruptos o corruptibles. Ningún personaje esta libre de pecado, por más que el director decida crear empatía alrededor de ellos. Por esto mismo, el guión del film termina siendo más interesante que su fría e intrascendente resolución cinematográfica. Por más que el final es un poco arbitrario, también termina siendo efectivo con el mensaje y la moralina que pretende dar Jarecki. Si bien a nivel visual no despierta demasiado interés, la puesta de cámara está al servicio de la información que brinda el guión, las interpretaciones sacan un poco adelante la narración. No tanto de parte de Gere, que si bien es una elección adecuada para el rol, no deja afuera todas las expresiones y tics que hemos visto innumerables veces – solo rescato un par de buenas actuaciones – sino más que nada de la ascendente Brit Marling y Susan Sarandon, que con reducida participación y sutileza se vuelve lo mejor del elenco. Mentiras Mortales es una película del montón. No pretende ser original ni resaltar por nada en especial. Se deja ver, atrapa por momentos. Una obra que si no fuera por su elenco, habría pasado inadvertida como película hecha para televisión para ver un sábado a la tarde; una anécdota intrascendente, olvidable a los cinco minutos de salir de la sala. Esperemos que The Wolf of Wall Street, próximo film de Martin Scorsese con Di Caprio a la cabeza, aporte algo nuevo a la crítica al capitalismo salvaje, que a esta altura, es tan anticuada como las reglas del propio capitalismo.
No te metas con The Zec Cuando ya parecía que íbamos a tener que seguir sufriendo más y más secuelas, y remakes y precuelas, y orígenes de los mismos personajes de siempre, explotados, reformularizados a más no poder, a Tom Cruise se le ocurrió buscar alguno que todavía no haya sido adaptado al cine. Por supuesto que la tarea no es tan fácil como parece. Habiendo tantos modelos de espías, agentes secretos, detectives privados sueltos por ahí, siempre se cae en la comparación facilista. ¿Qué puede aportar un nuevo personaje a la pantalla grande? ¿Qué puede aportar Jack Reacher acaso? La respuesta es poco y nada en realidad. O quizás no sea tanto la culpa del personaje creado por el autor Lee Child, sino la visión de Christopher McQuarrie, que podría haber sido un poco más original, o posiblemente que Tom Cruise no haya adaptado la película para su potencial exhibición física, sus habituales tics y su aburrido carisma. Vale decir que al menos, esta vez, decidieron erradicar cualquier atisbo de romanticismo. A pesar de que el personaje resulta “seductor” para todas la mujeres que pasan a su lado – sin duda, el punto más inverosímil de la adaptación, Cruise ya tiene 51 años, no está para rodearse de pendejas de 20 – el personaje es frío y calculador. Un Sherlock Holmes de la policía militar. No está mal. Es inteligente, astuto, preparado físicamente para el combate cuerpo a cuerpo. Si Robert Downey Jr. no hubiese interpretado al personaje de Conan Doyle, hubiese sido mejor elección posiblemente. El argumento del film, la trama, no se aleja demasiado de un misterio que podría pertenecer a alguna serie policial de moda como NCIS, que justamente tiene como protagonistas a agentes paramilitares. Sin embargo, Christopher McQuarrie logran deslizar sutilmente – al menos en los primeros minutos - una crítica a la pena de muerte, el fanatismo armamentista y la violencia civil estadounidense especialmente entre el círculo militar y veteranos de guerra. Nada novedoso. Se ha mostrado bastante en los últimos diez años, pero McQuarrie decide que queden como subtextos de una trama en donde también quedan sin demasiado explicitar las relaciones entre las constructoras multinacionales corruptas y el ejército estadounidense. Toda esta trama está minimalizada a lo esencial. Lo cuál habla muy bien de McQuarrie como guionista. Ahora bien, sí es redundante la explicación del modus operandi mental de Reacher para resolver misterios. Si algunos critican a Nolan a la hora de explicar sus películas, McQuarrie es todavía más explícito aún. ¿Dónde quedó la sutileza y la sencillez narrativa de Los Sospenchosos de Siempre o Valkiria? – ambos guiones originales – ¿hay que darle mérito a Bryan Singer? Igualmente, el director tiene un excelente antecedente llamado Al Calor de las Armas, un film de gángsters bastante original con una buena dosis de humor negro. A Jack Reacher, el humor no le falta, y muchas escenas que podrían haberse cortado en la edición final porque no aportan demasiado al argumento se sostienen por el humor. Al mismo tiempo, McQuarrie sorprende con la ejecución de una escena de persecución que remite directamente – quizás por el planeamiento de las calles y la elección del Camaro como punto de vista – a las persecuciones de Bullit. Claro, que McQuarrie no tiene la audacia para filmar en calles reales como lo hacía Peter Yates, y Tom Cruise no tiene ese mirada potente que tenía Steve McQueen. Pero el intento vale la pena. Pero sin duda, si esta primera adaptación de Jack Reacher – Lee Child escribió hasta ahora 17 novelas con el personaje – logra trascender un poco, no es por ninguno de los elementos descriptos previamente, ya que a fin de cuentas es un thriller común y corriente bastante cuidado estéticamente – mérito de Caleb Deschanel, el director de fotografía – sino por tener un villano tan sombrío y oscuro como su protagonista. Tanto Reacher como The Zec son personajes de los que sabemos muy poco. Ni siquiera sus nombres reales. Son solitarios, no les importa demasiado el prójimo sino cumplir con lo que se les pidió. La frialdad de The Zec es bienvenida aporta un aura misterioso al argumento. No están todas las respuestas servidas. Y vaya uno a saber como fue que McQuarrie convenció al mítico director de Fitzcarraldo, Werner Herzog para interpretar a este villano. Herzog no se esfuerza, no se inmuta, y de hecho, su forma de hablar remite directamente a la narración de sus documentales. No solamente porque tiene un timbre de voz único, sino por el tono y la ironía que le regala a The Zec. El resto del elenco está en piloto automático. No hace falta a esta altura describir el naturalismo de Richard Jenkins o Robert Duvall. Cruise cuida un poco más sus muecas. Parece estar más cómodo con Reacher que con Ethan Hunt, y el personaje en sí es mucho más interesante. El problema es que McQuarrie no tiene todavía ese ingenio cinematográfico, esa creatividad visual para crear escenas memorables como la de los directores que realizaron Misión Imposible. Piensa mejor como guionista que como director. Si bien, repito, no hay pretensión moralista o bajada de línea política obvia, hay un mensaje contradictorio acerca de la pena de muerte en el principio y en el final del film. Lo cuál demuestra que ambiguos siguen siendo los estadounidenses a la hora de castigar a sus criminales. Posiblemente no le hubiese venido mal a McQuarrie ver Into the Abyss, filmada por su villano, antes de terminar con la edición. Por lo demás es un film, que aún siendo prolongado y tener algunos lugares comunes, entretiene y no termina por ser producto engolosinado con la acción de alto riesgo, las explosiones o el CGI. Un thriller noventoso clásico. Que no se pida más. Y si extrañan las franquicias a fin de año regresa Jack… Ryan.
Queríamos tanto a Wilson Hollywood tiene gran fascinación con Bollywood. Hace bastante tiempo, se dieron cuenta la cultural proveniente de la India, logra congeniar en forma, al menos artificial y superficial con la occidental. A los estadounidenses les encantan los estereotipos culturales y la hindú, entre su fe religiosa, sus bailes exóticos – para ellos – y sus colores, congenia con cierto espíritu american dream, que se ha perdido bastante en las últimas 5 o 6 décadas. Quizás tratando de recuperar ese sueño, salen a encontrarlo en otras naciones. Sin embargo, no se dan cuenta que solo ven colores, efectos especiales, y justamente, estereotipos. Regresando a obras como Quién Quiere ser Millonario – por ejemplo – podemos encontrar que esa fascinación nace de un deseo conservador clásico e inverosímil. Una Aventura Extraordinaria, se nutre de la mitología y folclore hindú, de la narración fabulesca, casi infantil – no muy diferente a la de El Curioso Caso de Benjamin Button – para mostrarnos un mundo muy colorido, pero al mismo tiempo irreal. La película comienza con un escritor canadiense que buscando historias para una novela, se encuentra con Pi, un inmigrante hindú que tiene “algo para contar”. Ese algo, es justamente, su vida, y el episodio que lo marcó por siempre. A través de un flashbacks que empieza con la historia del tío de Pi y la explicación de su nombre, y continúa con la crianza del personaje en el zoológico del padre. Ang Lee se regodea para exhibir el zoológico en toda su magnitud aprovechando el efecto 3D y proporcionando volumen a los animales, haciéndolos reales. El resto de la primera parte carece completo de este recurso. En el zoológico, Pi, conoce a Richard Parker, el feroz tigre del mismo. Tras describir su adolescencia demostrando su facilidad para salir de problemas, Pi debe viajar a Inglaterra con su familia, y los animales. El barco naufraga y el personaje queda a la deriva en una chalupa con Richard Parker, una cebra, una hiena y un orangután. El resto del relato es la supervivencia del protagonista en medio del océano evitando que el tigre se lo coma, tratando paulatinamente de amaestrarlo. El grave problema del film no es tanto su premisa – que en su relato simbólico y la relación de los protagonistas remite directamente a Naúfrago de Zemeckis – sino a su completa artificialidad. Ang Lee, que en otros tiempos supo aportar no solo un alto nivel estético a su cine, sino cierta humanidad, personajes sólidos, creíbles, se regodea y termina desnivelando el film hacia el punto de vista artístico perdiendo la pista de la narración, que después de media hora se vuelve morosa, previsible y repetitiva. Los efectos digitales son tan obvios y Richard Parker está tan animado, que no se llega a generar suspenso ni tampoco empatía por el relato. La pobre expresividad del joven Suraj Sharma no ayuda a crear un mínimo de preocupación. Los estados anímicos del protagonista no son creíbles. Los animales que los rodean no generan miedo, porque Lee no crea la suficiente tensión para generar suspenso, y en cambio se enamora más del carácter preciosista simbólico fascinante de las “maravillas” de la naturaleza. O sea, bajo el bote de PI, el universo submarino se parece más al de La Sirenita que a uno real. Demasiados colores, demasiado brillo. Peces que vuelan, suricatas que llenan la pantalla con sus extraños movimientos; una pintura admirable digitalmente, pero sin alma ni espíritu. Si la película se parece más a un libro para colorear o troquelado que a una narración es porque descuida completamente el concepto para centrarse en el espectáculo extendiendo situaciones simples, dándole un clima pretencioso. ¿Ang Lee busca otro Oscar acaso? Como si fuera poco, el pobre guión de David Magee – el irresponsable de otro bodrio sobrevalorado como Descubriendo el País de Nunca Jamás - termina con una moraleja religiosa predecible, una vuelta de tuerca que aniquila el sentido del film. Es inobjetable la calidad técnica y visual empleada al servicio del director, que debería volver a sus humildes homenajes en comedias menos pretenciosas como El Banquete de Bodas, Comer, Beber, Amar o Bienvenido a Woodstock o – en menor medida - los dramas intimistas como Secreto en la Montaña y Crimen y Lujuria. Pero estos intentos de quedar bien con Hollywood terminan siendo fallidos por su grandilocuencia y exceso audiovisual (demasiada influencia de Avatar). La neutralidad del elenco secundario tampoco aporta demasiado, incluyendo a un Gérard Depardieu completamente desaprovechado. Para ser fanático de los géneros como dice ser, Ang Lee necesita ver un poco más de cine de aventuras. Quizás podría empezar con el díptico El Tigre de Eschnapur y La Tumba India de Fritz Lang, que tiene los mismo elementos étnicos que Una Aventura Extraordinaria y sin recurrir a efectos especiales. No tengo dudas, entre un tigre vivo pero computarizado y una pelota de volley maquillada, la segunda es una compañera más real – y menos peligrosa - a la hora de naufragar. ¡Wilsoooooooooooooon!.
Preparen los pañuelos… A veces el melodrama genera prejuicios. Y no lo voy a negar, yo soy de los primeros en criticar cuando una historia se vuelve demasiado cursi, sentimentaloide y lacrimógena. Pero hay que saber diferenciar las situaciones. Una cosa es que la película fuerce las situaciones para crear un efecto sentimental, para emocionar gratuitamente al espectador con recursos obvios, lugares comunes y clisés. Otra muy diferente es que la historia y la construcción en la relación de los personajes en el contexto de un conflicto verosímil lleven a una asociación naturalmente lacrimógena, a una emoción genuina, en donde la frialdad, la austeridad y la distancia con los conflictos narrados carezcan de verosimilitud, sino vemos a los héroes de la historia llorando a lágrima tendida. Es lo que sucede un poco con Lo Imposible. Juan Antonio Bayona, consigue una narración que compromete emocionalmente al espectador llevándolo a través de situaciones límites reales, que además son cercanas temporalmente, y muchos podemos atestiguar que fueron reales. Ni bien comienza el film un cartel advierte que se trata de una historia real y subraya la palabra real. ¿Por qué dicha afirmación? Bueno, porque posiblemente si no fuera así, sería realmente muy difícil creer que los acontecimientos que se narran hayan sido tal cuál se muestran, en la vida real de esta familia. El único cambio que Bayona admite haber transformado es la nacionalidad de los protagonistas, supuestamente británicos (nunca se confirma, solo son anglosajones que trabajan en Japón), pero que en la vida real eran españoles. Por una cuestión de marketing y para brindar mayor llegada comercial internacional, pusieron actores reconocidos y entrar más fácilmente a más mercados. Debido a que la producción demandaba un alto presupuesto para recrear el tsunami y sus consecuencias en la población tailandesa, era obvio que se necesitaba realizar en coproducción con Hollywood. El cambio de nacionalidad no afecta en lo absoluto a la narración. Después de ver El Orfanato, film que funciona mejor como drama psicológico que como obra de terror/suspenso inspirado en el J-horror y compararlo con Lo Imposible, queda claro que a Bayona la relación madre – hijo le interesa mucho más que el contexto. Y justamente, si el film emociona no es porque es impactante la recreación del desastre que azotó las costas asiáticas, sino porque Bayona le mete mucho cuidado a esa relación para que sea un hilo narrativo que atrape al espectador y provoque cierta empatía. Con Nuria Silva hemos visto, que no solamente se trata de una historia de supervivencia, sino sobre la historia de un chico - Lucas – que debe cortar el cordón umbilical con su madre, plantear la madurez y el crecimiento a la fuerza y aceptar responsabilidades. En ese sentido, ese crecimiento infantil, la historia de una familia que a la fuerza termina estando dividida poco tiempo después de que planteara una división por obligaciones laborales – Henry, el padre plantea al principio del film una división sugerida por la crisis económica – parece haberse creado para la cámara de Steven Spielberg. Y Bayona se da cuenta enseguida de esto, por lo que toma a Lucas como protagonista absoluto de la historia, su visión “inocente” remite a la del Jamie – Christian Bale interpretando al J.G. Ballard – de El Imperio del Sol. La tensión y el suspenso que Bayona maneja usando la manipulación de la información que tienen los personajes sobre el destino de sus familiares, y la información que le brinda al espectador, es muy propio de Spielberg. Aunque suene risorio, el concepto de división familiar en circunstancias extraordinarias, está muy bien reflejado en Jurassic Park, y aunque no se puede comparar el hecho en sí, es la visión, la construcción de la puesta de cámara donde se ven las simetrías. Por suerte, Bayona, entiende que para crear un buen climax se debe aprovechar cada herramienta cinematográfica a mano: el montaje, los lentes – excelente el cambio de foco en la escena final – la fotografía y las actuaciones. Si bien es grato ver una reconstrucción tan realista y meticulosa, comparable a que hizo Clint Eastwood en Más Allá de la Vida – que la dirección de arte y la escenografía no pretenda destacarse ni tampoco tome protagonismo, pero al mismo tiempo, le aporte verosimilitud al universo del film, es más disfrutable ver como Bayona logra sacarle los estereotipos a Naomi Watts y Ewan McGregor – especialmente el segundo demuestra una madurez que no siempre es aprovechada – y generar empatía con muy pocos elementos. Las interpretaciones infantiles – sin duda el joven Tom Holland es el mejor actor del film – consiguen emocionar sin necesidad de acudir al efecto lacrimógeno tradicional hollywoodense. Bayona no manipula las escenas, no juega con los sentimientos, se trata de atar también al espectáculo, al entretenimiento y aprovecha el sonido para lograr una unidad entre el principio y el fin del film. Es verdad, que en el final se podría haber ahorrado un par de lágrimas y metáforas obvias – funciona muy bien sin embargo la simbología de la historia con la vida de las estrellas y la separación de las velas flotante – pero aún con eso es imposible no tener vibración con el relato, no sentirse dentro de la catástrofe o estar presente en el momento. Ver Lo Imposible por supuesto que va a generar varias dudas acerca de la verosimilitud del relato, por eso recomiendo ver las entrevistas a Ana Belón, el personaje que inspiró al de Naomi Watts, realizadas en España – donde el film se ha convertido en el mayor éxito de la historia de cine ibérico – y juzgar cada uno que creerle a Bayona. Cinematográficamente, el film es impecable y el guión de Sergio Sánchez logra con inteligencia evadir lo artificial para centrarse en el factor humano. En Estados Unidos, eso mismo, parece imposible.