Pájaros Volando en los años ‘80 Llámenlo destino. Llámenlo competencia de distribuidoras, pero los años ’80 se vuelven a cruzar en nuestras vidas a partir de esta semana. Saquemos de lado Miss Tacuarembó, acaso la celebración más opulenta y original que se haya visto en mucho tiempo que se desarrolla en la década en que volvió la democracia, Argentina ganó el mundial y el primer Oscar de su historia. Si con Pájaros Volando, volvía el humor de las mejores comedias de Enrique Carreras, con Un Loco Viaje al Pasado vuelven todos los íconos de la moda y la estética estadounidense que se podían ver en las pantallas allá por 1988. Para muchos, veintidós años no es nada, pero para este grupo de amigos, significa la pérdida total de los sueños, de la esperanza. Adam, Nick y Lou (Cusack, Robinson y Croddry respectivamente) tienen 40 años y son infelices. Odian sus trabajos, están divorciados o sometidos por sus matrimonios, se encuentran pasando una depresión que parece imposible de remontar. A este grupo de perdedores se suma, Jacob, el sobrino de Adam, un nerd fanático de los video juegos. Para tratar de levantarle los ánimos a Lou, los cuatro viajan a un hotel con pista de sky junto a las montañas. Allá pasaron los mejores momentos de su vida cuando eran jóvenes. Después de una borrachera, los cuatro se dan un baño en un jacuzzi caliente. El tablero de mando se rompe, y todos viajan a 1988. Para poder volver al presente deben pasar todo un día en ese año y hacer exactamente las mismas cosas que hicieron el día en cuestión, ya que ante los ojos de los demás, ellos tienen la apariencia que tenían en ese año… menos Jacob, que mantiene misteriosamente su apariencia adolescente. Sin embargo, ven la oportunidad de cambiar lo que hicieron para que en el presente tengan una mejor vida. El mayor mérito de la película es la poca seriedad con que están tomados todos los temas “relevantes”. Aquel que quiera buscarle cierta coherencia o verosimilitud al viaje en el tiempo, no lo va a encontrar. De hecho la película se burla de todas las reglas y las películas relacionadas con el tema. Aquellos que recordamos la década, encontraremos citas por todas partes: desde la moda, la forma de hablar, las referencias musicales, etc. En cierta forma, es como Volver al Futuro… al revés. Todo está exagerado. Es fácil acusar de misoginia a la película, pero lo cierto es que estos “chicos” quieren divertirse con todo. Sexo, alcohol y rock and roll. Como si mezcláramos la saga creada por Robert Zemeckis (con Crispin Glover inclusive) con las burdas comedias que le siguieron a American Pie. Clisés y humor de traso grueso, no pasan desapercibidos, pero lo cierto es que la película no decae en ritmo en ningún momento, tampoco cansa y mantiene su humor delirante hasta el final de los créditos. Aquellos que entiendan las referencias que abundan en cada diálogo, cada decorado van a comprender mejor el humor que impera. No digo que el guión sea perfecto o sea la mejor comedia de los últimos tiempos, algunos chistes son más efectivos que otros, pero nunca terminan por desagradar o molestar los gags menos logrados. Pink (guionista de Tiro al Blanco y Alta Fidelidad, ambas películas con Cusak y director de Aceptado), muestra gran capacidad para manejar el timing humorístico sin caer en momentos sensibleros, ni en redundancias narrativas. Se apoya en una gran director de fotografía como Jack N. Green (habitual colaborador de Clint Eastwood) para crear una estética ochentosa creible y cinefila. Cusack deja un poco de lado el rol serio con el que trató de involucrarse en los últimos años y vuelve a ser el muchacho desilusionado románticamente de sus comedias de fines de los ’80. Además de Glover, se destaca en un rol imposible de describir, acaso, el humorista más popular de la década, el olvidado Chevy Chase. Pero sin duda es la locuacidad y personalidad desfachatada de Coddryn y Robinson, dos maduros descubrimientos de los últimos años, que se destacan sobre el resto del elenco. También dos jóvenes promesas vistas en Kick- Ass como Clark Duke y la hermosa Lindsy Fonseca logran solventes interpretaciones. Para divertirse sin pretensión alguna, para recordar los ’80 y reflexionar sobre como a veces, es mejor seguir nuestros instinto, nuestros impulsos, nuestros sueños. Nuestra vida será mejor, siempre y cuando tengamos amigos, twittagra y una lata de “Chernobly”. Si no saben que es, búsquenlo en Louggle.
El conflicto entre Irlanda del Norte, del Sur e Inglaterra aun deja secuelas en el presente. Hace unos años, cuando Ken Loach ganó la Palma de Oro en Cannes, por el film El Viento que Acaricia el Prado, declaró que “el trato que hizo Michael Collins entre las dos Irlandas fue vergonzoso”. Por dicha razón, Loach sigue impulsando la lucha del IRA y la independencia de Irlanda del Norte. Lo manifiesta políticamente en sus films, como queda bien en claro en la magnífica Agenda Secreta (1990). De esta manera, también criticaba al film de Neil Jordan, sobre la vida del líder irlandés, que lo posicionaba como un héroe, título muy discutido actualmente. El rol protagónico era llevado a cabo por Liam Neeson, quién vuelve a aparecer en este discreto, pero intenso film del alemán Oliver Hirschbiegel. El director de las sobrevaloradas, a mi parecer, El Experimento, La Caída y la remake de Los Usurpadores de Cuerpos, Los Invasores con Nicole Kidman y Daniel Craig baja un poco sus pretensiones artísticas para darle prioridad a los personajes principales y sus intérpretes. 1975, Alistair y un grupo de protestantes adolescentes deciden cometer un asesinato para lograr fama en su círculo de amigos. El blanco es un joven católico, acusado de ser miembro del IRA. El único problema es que deja un testido, el hermano menor de la víctima: Joe, quien posteriormente al hecho vivió signado por la culpa, echada por su madre. 25 años después, un reality show quiere confrontar a ambos para hacer una reunión conciliadora, con mensaje pacifista en un antiguo castillo medieval. Alistair (Neeson) se ha vuelto un hombre “serio” y “disciplinario”. Un gentleman en apariencia. Joe, (Nesbitt) en cambio, sufre de esquizofrenia. Es un hombre alterado, insoportablemente nervioso que quiere aprovecha la oportunidad, para vengarse de Alistair, asesinarlo, Tener los cinco minutos de gloria, que tuvo Alistair cuando era joven. En su primera hora, la película tiene un planteo interesante. Más allá de la exasperante interpretación de Nesbitt, al comienzo, la película juega con el montaje paralelo pasando de los recuerdos de ambos en 1975 a la realidad: los dos yendo llevados al castillo para realizarse la entrevista. La tensión se va incrementando a medida que llega el momento de la reunión, en cuanto vamos conociendo los planes de Joe, que relata a una asistente de producción (Marinca). “¿Qué hacer con el hombre que mató a mi hermano, darle la mano con una sonrisa o asesinarlo a sangre fría?” Esta pregunta provoca que el espectador reflexione acerca del lugar que deberá tomar en la historia. ¿Qué posición tomará la película? Si se pone del lado de la reconciliación caerá en la ridícula inverosimilitud del perdón fácil. Si se pone del lado de Joe, nos enfrentamos a una peligrosa apología acerca de la justicia por mano propia. ¿Y cuál fue la posición de la verdadera justicia? Alistair estuvo preso 15 años, aprendió su lección y trabaja como mediador de conflictos barriales, enseñando a los adolescentes las consecuencias de involucrarse en cultos o pandillas. Se trata de matar o dejar vivir. Hirschbiegel hace un interesante ensayo de cámara, montaje y actuaciones. Contrastes estéticos, uso y abuso de la voz en off. No deja pasar tampoco una crítica directa sobre el rol mediático de la televisión, que artificializa y manipula los acontecimientos con tal de lograr rating. La moraleja, en este caso, es que ciertos asuntos se deben resolver personalmente. Uno contra uno. Si bien, el guión de Hibbert es bastante discursivo, en sí, las situaciones durante esta primera hora, resultan intensos y verosímiles. El problema es la segunda mitad de la película, cuando tratan de resolver el conflicto, y darle un contexto más dramático y humano a los personajes. El thriller se convierte en melodrama y posteriormente en un film de acción. Si bien hay un cuota interesante de suspenso, parece que Hirschbiegel se aburrió de su propia película y trató de terminarla lo más rápido y ágil posible. No es un desenlace abrupto ni completamente inverosímil (supuestamente está basado en hechos reales), pero la última parte tiene mucho menos intensidad que la primera, y el planteo moral se resuelve de forma bastante simplista y banal. Neeson demuestra estar cómodo en su rol: profundo, austero, su interpretación impone respeto, intimida, pero a la vez conmueve en honestidad. Nesbitt, (visto en la gran Domingo Sangriento de Paul Greengrass) en cambio es completamente imparable. Tiene una prepotencia que lo convierten en un barril de pólvora a punto de explotar, y su caracterización bordea en lo sobreactuado o caricaturesco. Sin embargo, a mi parecer, y teniendo en cuenta que es un actor que siempre se mostró calmo en pantalla, dicho contraste no hace más que confirmar la versatilidad de este intérprete irlandés poco conocido en nuestro país. Poco hay de elenco secundario, más que algunos bolos mayores o menores. Entre estos, en Marinca, con un personaje sencillo, pero con más tiempo en pantalla que logra resaltar. Proyecto, que parece haber sido pensado en principio para televisión, pero que Hirschbiegel logra darle altura cinematográfica, sin embargo podría encontrar, mejor destino como obra teatral. A fin, de cuentas, se trata de un duelo interpretativo: personajes sólidos, ricos, profundos, contradictorios, enfrentados en un dilema moral. Con dos buenos actores (de la talla de Neeson o Nesbitt) se podría convertir en un clásico. El resultado cinematográfico no deja de ser discreto nomás. No estamos hablando de verdaderas representantes del tema como En El Nombre del Padre, Agenda Secreta o la citada Domingo Sangriento. Pero es cierto, que se trata de un film que deja reflexionando por rato largo y vale la pena discutirlo en grupo… durante más de 5 minutos.
Admiro a Diego Capusotto como comediante y el grupo que lo sigue desde Cha Cha Chá y Todo por $2, que dirigía justamente el mismo Néstor Montalbano, pero nunca fui un seguidor fidedigno de sus programas o unitarios televisivos. En cambio sí he visto Soy Tu Aventura, donde el dúo Luque / Capusotto era acompañado por el finado Luis Aguilé y El Regreso de Peter Cascada (aunque en realidad Montalbano debutó con el thriller Cómplices con Oscar Martínez y Jorge Marrale). Lo cierto es que las tres obras previas del director hacen hincapié, mucho más que su trabajo televisivo, en la nostalgia, en la cultura y humor argentino de fines de los ‘60s hasta mediados de los ‘80s. Lo cual no está mal. Los resultados son, quizás, dispares : por momentos vemos humor disparatado, bizarro, burdo, mezclado con escenas más sentimentales, oscuras, profundas, e incluso críticas con la identidad de los argentinos. Sus historias intentan rescatar la cultura de pueblo chico alterado por personajes de ciudad, que se escapan del contexto urbano y encuentra “un lugar en el mundo” en dicho pueblo del interior del país o personajes que regresan a sus raíces, y descubren que no pueden alejarse del sitio donde se criaron y se formaron . En este sentido, Montalbano es un nostálgico, sentimental incurable, en el buen sentido de la palabra, que transmite este “mensaje” en toda su obra, por lo cual deberíamos considerarlo como uno de los “autores” más subvalorados del cine argentino. Si bien hay bastante referencia de Enrique Carreras en sus películas, el director toma los mejores aspectos de sus obras, las mejores intenciones, las imágenes más recordadas, y las transforma en íconos de un cine sin retorno, que pareciera que muchos realizadores contemporáneos se niegan a admitir que existió. Soy defensor de la frase que dice: “un cine que no mira el pasado, no mira su historia, no mira sus orígenes, no tiene futuro”. Ciertamente, pocos se acuerdan hoy en día que el cine de Carreras fue el cine con el que se criaron. Pocos saben que no existiría hoy un Diego Capusotto, sino habría existido, por ejemplo, un Alberto Olmedo. Pero no nos vayamos por las ramas y hablemos de Pajaros Volando. Absurdo absoluto, mezclado con sensibilidad hippie, el guión del actor y humorista Damián Dreizik tiene una estructura bastante sólida, y nunca cae en golpes bajos, sentimentalismo barato o situaciones forzadas. Un abanico de personajes desfilan por el pueblo, evocando al extremo el carácter del estereotipo del hippie (Cantilo), el rockero, el socialista vegetariano anticapitalismo (el propio Dreizik), los artesanos provincianos, los músicos norteños (Oski Guzmán en una caracterización grotesca) o el gaucho (Mesa). Los personajes le aportan color, diversidad y múltiples subtramas que alargan un poco innecesariamente el relato. Todos estos , los cuáles algunos solo están incluidos para aportar gags, cómplices del conocimiento que tiene el espectador sobre el actor que los interpretan, pueden terminar agobiando un poco. Simplemente porque no todos los chistes son igual de efectivos y porque durante la segunda hora, algunas situaciones se tornan un poco monótonas y repetitivas. Aún así, por momentos afloran escenas de mucho ingenio (especialmente al final) y gags lisérgicos imprevisibles. El trabajo técnico es destacable. Teniendo en cuenta que la fotografía reposa en el veterano Marcelo Iaccarino, se puede apreciar un tono visual elaborado, mezclado con efectos especiales, en general muy bien diseñados. Si bien, las noches impostadas resaltan demasiado, las naves espaciales y la interacción de actores con animación es bastante creíble. El mayor problema de la película en sí, no son los aspectos cinematográficos, sino la sensación de podría haber sido todavía más bizarra, más grotesca, satírica, ocurrente y transgresora de lo que termina siendo. Si bien el personaje de Capusotto remite al trabajo que el comediante realiza actualmente en Peter Capusotto y sus Videos, el asiduo espectador sabe que el actor puede volar más alto aún. Tiene demasiada competencia desaforada de Luis Luque, que con su apariencia, completamente inusual a la que se le conoce, y la prepotencia que lo caracteriza termina “tapando” al protagonista. Para decirlo llana y directamente, Luque es un monstruo que se come la película. Entre los secundarios quedan muy bien parados, Verónica Llinás, que dentro de un mundo surrealista le aporta naturalidad a su personaje y Damián Dreizik, en un personaje que escribió a su medida. Desaprovechados aparecen Guzmán, Mesa y Flechner, como una comisaria que no termina de destacarse. Por otro lado, los pequeños aportes de Lola Berthet, el Ruso Berea, Cafiero y Victor Hugo Morales son mucho más acertados y efectivos en cuanto a comicidad. Más allá de sus desniveles narrativos, de tono y artísticos, Pájaros Volando es una comedia con remanentes del cine clase B y los primeros video clips, que viene a rescatar dos décadas perdidas del cine nacional; que apuesta por un lenguaje muy argentino, por la nostalgia. Que no tiene mayores intenciones que provocar risas fáciles. Teniendo en cuenta, que el resto de las comedias argentinas comerciales que se estrenan en esta época, terminan abrumando y aburriendo por su falta de imaginación, y sus remanentes televisivos, una película como la de Montalbano es un verdadero hallazgo, ya que a pesar de usar fórmulas que fueron efectivas en televisión, su director le agrega un lenguaje cinematográfico, lamentablemente inusual en este tipo de propuestas. Mejor pájaro en mano, que cine volando.
Atrapa al Pez Dorado Según David Lynch, las ideas flotan por nuestra mente como peces en el agua. Pescar una buena idea, la correcta, la adecuada, la original es como atrapar un pez dorado. No hay que dejarla escapar, exponerla lo antes posible. Lynch estaba tan seguro de esta definición que sacó un libro de autoayuda autobiográfico al respecto, antes que algún otro le robe la idea. Obviamente el libro se llama “Atrapa al Pez Dorado”. No es ninguna novedad que el cine de Hollywood se ha quedado hace rato sin ideas. Se inspiran en Best Sellers, cómics, series, clásicos, dibujos animados, secuelas (y precuelas), fórmulas demasiado remanidas para sacar nuevas películas. Es raro, a esta altura de las circunstancias encontrar una idea realmente original en Hollywood… o al menos un tratamiento singular. Cuando nos estábamos acostumbrando a ver siempre lo mismo, a contentarnos con las ideas de Pixar (que más allá de que siempre nos sorprenden también hacen secuelas de sus éxitos) sale Christopher Nolan a la superficie con El Origen… una idea original: surgida de su propia mente. Nada de cuentos de su hermano, Jonathan, nada de adaptaciones de cómics o remakes. Ni siquiera fue escrita en conjunto con otro guionista. El Origen es ORIGINAL. ¿Y de que trata?… justamente, de ideas: extraer ideas, instalar ideas, robar ideas… La película entera es una metáfora acerca del lugar que la película misma ocupa en la cinematografía contemporánea. Un concepto original con tratamiento original. Sin embargo, como pregunta Ariadne, la arquitecta de laberintos oníricos (que comparte el nombre con la creadora del laberinto del minotauro del mito griego), ¿acaso no creamos a partir de recuerdos verdaderos? Hay ideas de El Origen que pudimos ver previamente en La Celda (navegar por los sueños), Matrix (mundos paralelos, despertar en otras realidades, los orígenes filosóficos griegos, algunas escenas visualmente similares), Sueños de un Asesino, Abre los Ojos (o Vanilla Sky) Avatar (incluso uno de los actores, Dileep Rao, trabaja en ambas películas con personajes similares), así como referencias cronobergianas y justamente, lynchianas que otros colegas ya nombraron. Pero lo cierto es que la película asombra por su solidez narrativa, que me animo a decir, supera a todas las películas previamente nombradas. Pero tratemos de encontrar la salida al laberinto Nolan, por capas, como juego de cajas chinas. Un Psicólogo a la Derecha Lo que caracteriza al cine de Nolan por encima de todos sus rasgos formales y estéticos, es que no hay filmografía alguna que sea tan obviamente psicológica, y con esto no me refiero a que todas sus películas (incluso las de Batman) sean thrillers psicológicos, sino que realmente tocan los tópicos más comunes del psicoanálisis Fruediano y el análisis de la mente humana. Comencemos por su ópera prima, la cuasi desconocida Following. Su tesis universitario, es un ensayo sobre el comportamiento obsesivo compulsivo de un hombre que sigue personas sin razón alguna y termina con paranoia porque cree que lo siguen a él. Memento, la película que lo llevo de Inglaterra a Hollywood, es un inteligente, y en cierta manera, un original estudio acerca de la memoria, el inconciente y la culpa. Noches Blancas (inspirado en un film danés llamado Insomnia) justamente retrata las consecuencias psicológicas del estado de insomnio permanente que sufre el protagonista (Al Pacino, en una de sus mejores interpretaciones de los últimos tiempos). El díptico Batman Inicia / El Caballero de la Noche son incluso las más profundas y filosóficas de su filmografía. No solamente se tratan (aun hoy) de sus mejores obras, sino que además escarban acerca de los orígenes y confrontación de los miedos (Inicia) y la conciencia moral colectiva de la sociedad (El Caballero). Sobretodo, esta última termina siendo un relato existencialista de debate continuo en donde tenemos a un villano que está más allá del bien y del mal, un comodín, que se introducía en Ciudad Gótica para demostrar que el caos es posible y lo construyen los mismos miembros de la sociedad. No es una figura humana, sino completamente simbólica, interpretada inolvidablemente por el finado Ledger. Nolan se animó a usar una franquicia para exteriorizar sus preocupaciones psicológicas. Y hablando de ambigüedades, la esquizofrenia, la obsesión y el engaño (otro de los tópicos de su filmografía) se denotan en la subvalorada El Gran Truco. Pero lo más obvio acaso que atestigua la obsesión del director por la psicología es el factor que los espectadores nos metemos en la mente de los protagonistas, que atraviesan una inconciente sesión con un psicoanalista que los interpela a recordar constantemente lo que hicieron en sus vidas para llegar al momento donde inicia el film. No recuerdo otro director que esté tan fascinado con el recurso de los flashbacks, y de meter como juego de cajas chinas, un recuerdo dentro de otro recuerdo y así sucesivamente, hasta encontrar en la memoria, recuerdos en el inconciente de los protagonistas que le ayuden a la solucionar sus traumas. Irónicamente, en ninguno de los films hay un personaje que interprete un psicólogo. Cuéntame tu Sueño Quizás para encontrar la semiosis de los sueños en el cine debamos retroceder en el tiempo y remitirnos a Un Perro Andaluz, de Buñuel y Dalí. Pero, como siempre, el gran precursor del cine contemporáneo, Alfred Hitchcock, fue el primero en buscar criminales a través de los sueños con Cuéntame Tu Vida (1945) con escenas oníricas diseñadas por Dalí. En El Origen, Dom (Di Caprio) es un espía industrial de los sueños: debe robar ideas para empresarios antes que estas sean elaboradas, metiéndose en los sueños de los corporativos, a través de un sistema químico no demasiado explayado (un MacGuffin) y vendiéndoselos a su jefe (del cual no volvemos a escuchar nombrar durante el resto del relato, pero se explica algo más en una suerte de cómic que salió con el lanzamiento del film (ver acá). Sin embargo cuando una misión sale mal, la víctima de la misma, el Sr. Saito (Watanabe) le hace una contraoferta, depositar una idea adentro de la mente del hijo de un heredero empresario moribundo, Mr. Fisher (Cillian Murphy). Dom con su equipo intentará cumplir con su misión, pero deberá enfrentar un fantasma de su pasado: su ex esposa Mal (Cotilliard) que se aparece como oponente en sus sueños. Develar más información es matar la película, la cual en sus ¾ partes depara bastantes sorpresas. Irónicamente, su final no es tan elaborado como uno esperaría ver en un film de Christopher Nolan. Esto no significa que el guión no tenga una elaboración meticulosa. Esta vez, el director no solamente recurre a meter un flashbacks dentro de otro, sino literalmente meter un sueño dentro de otro. De hecho, esa es la misión. Este efecto provoca un sentido de desconfianza en el espectador. Uno duda, cuantos sueños vemos realmente, y cuanto, de hecho es realidad. Otra vez el juego del engaño que establecía en El Gran Truco. ¿Hasta que punto los personajes se engañan entre ellos y por lo tanto, involucran al espectador en ese engaño? Mezcla de Misión Imposible y Los Simuladores, donde cada miembro del equipo tiene una tarea específica, El Origen es sobretodo entretenimiento puro. Acción, suspenso, drama, romance, ciencia ficción, espionaje. A puro ritmo, Nolan logra su obra más atrapante y asombrosa a nivel visual y la más estimulante a nivel intelectual. Ciudades que se van modificando a medida que los personajes caminan, juegos de velocidades, enfrentamientos sin gravedad. Los efectos especiales, al contrario de Matrix, están al orden de la historia. Nunca pasan a primer plano. La banda sonora de Hans Zimmer aporta, al igual que en El Caballero de la Noche a intensificar los magníficos climas de tensión creados por el guionista / director. Técnicamente es una obra impecable. La fotografía y el arte aportan densidad visual en las escenas de acción y lirismo en las escenas sentimentales, que por suerte nunca desbordan hacia el culebrón dramático. Además, no queda afuera la fascinación que Nolan siente por la cultura y la decoración china/japonesa, como ya quedó demostrado también en El Gran Truco y ambas partes de Batman (por algo trabaja Watanabe nuevamente). Sin embargo, lo que se extraña es la poca profundidad, la unilateralidad, sinceridad, que tiene el elenco secundario. Sus personajes tienen poco cuerpo, no son más de lo que vemos. Si bien el protagonista Dom, con sus secretos y contradicciones está sólidamente trabajado, e incluso interpretado por Leonardo Di Caprio, que si bien no hace una actuación inolvidable, demuestra madurez actoral con cada paso al frente que da, el resto de los personajes, a excepción de Mal (hermosa y brillante Marion Cotilliard, a la que Nolan incluso homenajea con una canción), no aportan demasiado al argumento principal. Un par de consejos al protagonista, cumplimiento de órdenes y apenas un par de chistes. Esto no significa que las interpretaciones no sean elocuentes: Ellen Page, el ascendente Joseph Gordon Levit, Ken Watanabe y el desconocido (futuro Mad Max) Tom Hardy logran hacer creíbles estos acartonados secundarios. Poco aportan las apariciones de Murphy, Pete Postlewhite y los veteranos Tom Berenger (casi desconocido) y Michael Caine (¿lo habrá puesto por cábala o amistad?). Más allá que narrativamente funciona muy bien, Nolan se da cuenta que no puede dejar al espectador en una libre interpretación y decide de una forma elegante ir dosificando la información, explicando la trama lentamente para que no haya espectadores desprevenidos. Mucho no funcionó, porque varios críticos no llegaron a entender “la trama”. Sí en Batman, trató de ser lo menos discursivo posible, acá es todo lo contrario. Pero no importa. Se trata de una main stream de 160 millones de dólares, no de un film de vanguardia expresionista. Si se quiere recuperar la ganancia, hace falta que los espectadores entiendan de que se trata la historia. Hay varias preguntas, que por supuesto se solucionan de una manera más simplista y banal de lo que un aficionado a la ciencia ficción esperaría, pero lo cierto es que a Nolan le interesa más la historia de amor, que la de espionaje a fin de cuentas, y esto justificaría también porque no hay tanta vueltas de tuerca sorpresivas o un final abierto. Si por alguna razón, alguien siente una sensación de Deja Vu, viendo a Di Caprio corriendo por un laberinto mental, es porque la película, inintencionalmente guarda semejanzas con La Isla Siniestra de Martin Scorsese en más de un sentido. El Origen demuestra que todavía hay ejecutivos en Hollywood que saben reconocer un autor original capaz de mezclar los géneros, generar un productor comercial inteligente y artístico (probablemente el mejor descubrimiento desde Tim Burton). Para los seguidores de Nolan, probablemente sea una leve decepción: no se trata, en mi opinión de su película cumbre, ni la que les va a volar el cerebro o convertirse en la obra maestra del año, aunque quizás arrase en la entrega de los Oscars 2011, dependiendo de que otra oferta haya hasta diciembre. Si El Origen está unos peldaños debajo de las expectativas, es porque las Batman, son difíciles de superar, pero la película tiene sus propios méritos. Cerramos las cajas chinas. Celebremos que Nolan logró, al fin, exhibirnos, su reluciente pez dorado.
Andy Warhol decía: “la fama solo dura 15 minutos”. Pero algunos todavía no lo creen. O sea, ciertos actores y actrices, siguen vigentes después de más de 50 años de carrera. Pregúntenle sino a Michael Caine, quién agarra cualquier proyecto que le cae en sus manos, y no tuvo, al menos que yo recuerde, un periodo malo en su filmografía. Todos tienen sus altos y bajos, pero Michael Caine, no. La clave fue la renovación continua, que Caine hizo constantemente. Bueno, Nia Vardalos, tuvo solo un éxito, y a menos que se renueve, será el único. Allá por el 2002, esta comediante, que provenía del stand up, y solo había interpretado roles secundarios en sitcoms y alguna que otra comedia olvidable, escribió y protagonizó Mi Gran Casamiento Griego. Una simpática, pero demasiado sobrevalorada comedia romántica, sobre una chica no demasiado agraciada, torpe, pero graciosa que se pone en pareja con un galancito de telenovela (John Corbett) y lo lleva a conocer a su familia griega. Con elementos que recordaban a la serie La Niñera, y un humor similar, esta película producida por Tom Hanks y Rita Wilson, se convirtió en el éxito sorpresa del año. La clave, fue el excelente elenco de comediantes veteranos que componía la familia y la gracia de Vardalos, y no tanto la historia en sí. Quizás alguno pensó, que esto significaría un trampolín para Vardalos, y le dejaron que llevé la película a la televisión con una sitcom que no duró ni media temporada (incluso no se llegó a estrenar en Argentina). Pero Vardalos no renunció, y escribió 2 comedia más que tuvieron menos suerte aún: Connie & Carla (que contaba con la participación de Toni Collette) y Mi Vida en Grecia. Guiones no demasiado ocurrentes y precisos, directores con menos personalidad que De la Rúa, llevaron a Vardalos a tomar una decisión extrema por retomar sus 15 minutos de fama: dirigir su siguiente guión ella misma. Lo más sorprendente de Al Diablo con el Amor! es que la dirección no falla. De hecho, tiene un par de elecciones estéticas interesantes (el color pastel de cada escenario), un par de planos fijos interesantes. Digamos que Vardalos, leyó el manual del director primerizo y lo siguió al pie de la letra. Visualmente, puede tratarse de un director de comedias con 50 años de experiencia o de una ópera prima. No molesta lo visual. El problema es el guión. Vardalos no aporta una sola idea original. La historia es muy simple: la dueña de una florería es la consejera de citas del barrio. Pero según ella, las relaciones a largo tiempo no funcionan. Hay que salir 5 veces, y quedarse con una sensación de satisfactorio placer antes que las cosas se tornen pesadas. El problema es cuando llega un comerciante nuevo (Corbett nuevamente), abandonado por la novia, que decide ponerse un restaurante de tapas en el medio de Nueva York. Al igual que en Mi Gran Casamiento… ambos empezarán a salir a media hora de ser presentados, y el problema vendrá, previsiblemente, cuando las 5 citas se terminen. A Vardalos no se le escapa un lugar común o clisé del género. A falta de ingenio, recurre a meter personajes secundarios estereotipados (la madre kitch, los amigos gays de ella, el amigo misógino de él, etc) y solo se destacan un par de actuaciones de intérpretes que siempre son estereotipos de personajes duros y fornidos, mafiosos o policías como Mike Starr y Jay O Sanders. A su manera, Vardalos, resulta meramente simpática. Actoralmente no hace nada diferente que no haya hecho en el pasado, Interpreta una y otra vez, el mismo personaje. Ya se volvió en este aspecto más intolerable que Woody Allen (al menos, Allen sigue siendo ingenioso en sus guiones, al menos para mí). ¿Por qué John Corbett sigue trabajando en comedias románticas? Es un misterio. Desde Sex and the City hasta The United States of Tara, pasando por las películas de Vardalos, Corbett es el comediante romántico más inverosímil que se haya visto en el cine estadounidense. No se le puede creer una sola línea de diálogo, no transmite un solo sentimiento. Si dentro de tantas cursilerías (la mayoría coherentes con el tipo de relato), se pueden rescatar algunos gags, es probable. Se agradece que al menos, no caiga demasiado profundo en momentos sensibleros, o evite los golpes melodramáticos. Hay demasiadas subtramas forzadas, momentos de relleno, chistes que parecen esperar una risa grabada para que se termine la escena. Para comedias románticas sobre el día de los enamorados, me quedó con Garry Marshall, y su humor anticuado, antes que con este pastiche de situaciones demasiado copiadas de películas y series de Marshall. Mas que odiar el día de los enamorados (título original), Al Diablo con el Amor! provoca que digamos al unisono: yo odio a Nia Vardalos. ¿Dónde estarán acaso, los discípulos de Hepburn y Tracy? A la actriz de Mi Gran Casamiento Griego se le acabaron sus 15 minutos de fama hace rato. Que pase la que sigue.
Amantes en crisis (económica) La historia no presenta ninguna novedad: ama de casa burguesa con hijos adolescentes y esposo lleva una vida aburrida. Quiere empezar a volver a trabajar de lo que le gusta (kinesióloga), pero esto no significa que pueda quebrar la rutina. El marido le presta más atención a su consultorio, sus pacientes, sus amigos y sus fiestas. Suzanne necesita un cambio y será un albañil hosco pero honesto, amable, Iván quién le robe el corazón y la lleve por los románticos caminos del sexo sin edad y el riesgo… a ser descubiertos. Hasta aquí nada sale de lo convencional. Las mujeres franceses no soportan estar casadas a los 40 y agarran al primer catalán que se les cruza en el camino… y si es ex presidario, mejor. Veremos algo similar en el próximo estreno, Un Affair du Amoir. Sin embargo, cuando ya creíamos que teníamos la película vista y terminada, la guionista y directora, Corsini nos sorprende con un giro que a los argentinos nos acerca un poco más a la historia: Suzanne es una mujer honesta y decide decirle la verdad a su esposo, quien se niega a darle el divorcio y en venganza, le corta la cuenta corriente e ingresos a Suzanne, echa a la calle a Iván y gracias a sus amistades gubernamentales, les prohíbe conseguir otro trabajo.a ambos. ¿Cómo sobrevivir sin dinero? Del sexo solamente… no se puede. Ante un planteo inicial lleno de lugares comunes, climas reconocibles, clisés, nos terminamos encontrando con un film social, una sátira extrema a la crueldad de una burguesía dominante. De repente Suzanne, debe vivir con el sueldo de una obrera. La reina se tiene que bajar del trono para estar al lado de su amante. De forna sutil, Corsini va convirtiendo su melodrama romántico en un thriller psicológico en línea netamente chabroliana. Combinación perfecta entre la magistral El Carnicero y La Ceremonia, con elementos de La Dama de Honor, El Infierno y La Mujer Partida en Dos, la veterana Corsini homenajea al maestro del suspenso francés. Sin embargo los méritos no recaen solamente en la paulatina y sólida forma en que la directora lleva el relato, sino también en decisiones estéticas importantes, como elegir a la gran directora de fotografía Agnes Godard, para diseñar encuadres emotivos, líricos, o fotografiar el rostro de la protagonista, Kristin Scott Thomas de manera impecable para que cada arruga de su rostro denote un sentimiento y preocupación. El montaje tiene un ritmo inusualmente in Crescente para este tipo de películas, inusual. Al principio planos largos en duración van dan paso a cortes violentos y sin raccord (como en la nouvelle vague) con inesperados saltos de eje. Pero más allá de los toques estilísticos se destaca su trío protagónico. Tanto el israelí Yvan Atal como el catalán Sergi López están sólidos como es acostumbrado verlos en sus complejos personajes. López es un oso tierno. Lejos están los oscuros personajes de Harry, un Amigo que te Quiere Bien, El Laberinto del Fauno y Negocios Entrañables. Su Iván es parecido al protagonista de Ricky, pero con mayor profundidad dramática y búsqueda interior. Pero la verdadera revelación vuelve a ser Kristin Scott Thomas. La actriz de El Paciente Inglés ya se había destacado el año pasado en el film francés Hace Mucho que te Quiero, y en Partir, se la ve mucho mejor: más liberada, capaz de pasar del minimalismo gestual al desenfreno pasional, de la mirada sutil a la expresión más exagerada. Son difíciles los diversos estados de ánimo que atraviesa el personaje, y Thomas, con un fluido francés transmite emoción, risa e inocencia… y además demuestra ser una de las mujeres de 50 años más hermosas y sexis de la pantalla, sin necesidad de hacerse cirugías u ocultar su edad con maquillaje. Su excepcional trabajo enaltece la calidad del film. La directora logra mantener un clima de tensión latente a lo largo de todo el film. No tiene miedo de hacer escenas de sexo “osada” para un film de estas características. Poco importa si el final es o no previsible. A diferencia de otras películas la breve duración ayuda a que el impacto final deje reminiscencias en la conciencia del espectador.
Avelino, un humilde campesino del norte del país hace un recorrido a lomo de burro de muchos kilómetros desde el desierto hasta la ciudad durante una semana, hasta encontrar un hospital para salvar a su pequeña hija de una neumonía fatal. La niña muere. La noticia se difundió por todo el país. Francis Estrada reconstruyó el hecho, no en forma de documental sino ficcionalizando el viaje con los mismos protagonistas. Austero y crudo, denuncia el maltrato y la pobreza en el norte del país. Sin embargo, a pesar de las benevolentes intenciones, uno puede encontrar cierta demagogia y manipulación en los hechos. La reconstrucción del viaje es un poco torpe en la manera que está filmada y narrada. Interesante pero monótona. Estrada decide no hacer demasiado hincapie en la geografía rural, limitándose a mostrar el viaje, y los paisajes simplemente funcionan como contexto de las acciones de los personajes. Deja pensando sino hubiese sido mejor hacer un documental para televisión (Canal 7 o Encuentro). La película se exhibió en el BAFICI 2009 y el MARFICI 2010.
Todo Comenzó con un Ratón El primer hechicero del siglo XX se llamó Walt Disney. Algunos creen que fue el creador de los dibujos animados, pero eso no es verdad. Lo cierto es que bajo el ala de este hombre contradictorio, polémico, imaginativo se crearon obras maravillosas de la historia del cine, que nos hipnotizaron por su magia… y aún la sangre de Disney brota en el cuerpo de Pixar, quienes elevaron con identidad propia el estudio más importante de la historia del cine estadounidense. No vamos a ponernos meticulosos con la historia la compañía, pero vamos a recordar, uno de sus trabajos aún más bellos, armoniosos, arriesgados, personales de la historia, y lo admito, mi favorito. Fantasía (1940) son múltiples cortometrajes que combinan música clásica, ópera, ballet con animación, ordenada con motivos cronológicos, desde los albores de la humanidad (como 2001, Odisea del Espacio) atravesando momentos cumbres de la historia hasta los tiempos aledaños. En el año 1999, se estrenó una secuela, que no tuvo ni la repercusión ni el éxito deseado. Fantasía 2000 nos traía jazz, blues y otros temas. Pero de la obra original, es recordado especialmente un cortometraje llamado: El Aprendiz de Brujo dirigido por James Algar. El mismo se inspira en el tema musical que lleva el mismo nombre del corto compuesto por el francés Paul Dukas, que a la vez se basa en una balada escrita por Goethe (Fausto). Pueden verlo acá. Pasemos la Escoba Como en Disney nada se tira o se olvida, sino que se recicla… Y una atracción con juegos mecánicos en el Parque de Diversiones de Disney acerca de piratas, se transforma en una saga de aventuras, ¿como no podía existir el largometraje acerca El Aprendiz de Brujo? La idea cayó encima de Jerry Bruckheimer, al que la asociación con los estudios del viejo Walt le dieron frutos con la saga de Piratas del Caribe y La Leyenda del Tesoro Perdido. En el 2010, el ex socio de Don Simpson apostó Doble o Nada… y me parece que le salió… Nada. Hace 2 meses estrenó la versión cinematográfica del video juego Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo. Los resultados fueron bastante desagradables. Más allá de la artificialidad del relato, la película fue un fracaso comercial, y cuando los números no cierra habría que evaluar si vale la pena seguir por la misma senda. Un director con un pasado interesante como Mike Newell no fue suficiente para reflotar una película con apenas un par de efectos especiales y escenas aventureras. Para El Aprendiz… confió en el director de La Leyenda del Tesoro… para tomar las riendas del barco, y lamentablemente, en el mismo equipo de guionistas (e inclusive uno de los protagonistas) de Príncipe de Persia. Siempre se me ataca por ser un tipo frío, insensible ante los productos más manufacturados de e industriales de Hollywood, pero debo admitir, que en épocas remotas, fui seguidor del cine de Jon Turteltaub. No voy a decir que fanático, o que sus películas me encantaban, pero admito que a este comodín de Disney lo vengo siguiendo hace tiempo. Como dije, Turteltaub está casado con la empresa Buena Vista desde los comienzos de su carrera, a principios de los años ´90 cuando realizó la subvalorada y bastante divertida/entretenida: Jamaica Bajo Cero (1993), una de las últimas apariciones del gran John Candy, aunque debo admitir que también vi su segunda película personal: 3 Ninjas (1992). Estoy seguro que más de uno la habrá visto. Un clásico de artes marciales con chicos y el finado Victor Wong. Posteriormente, pero sin dejar la compañía agarró trabajos más “adultos”, cuestionables desde puntos de vista cinematográficos, pero que tenían buenas intenciones, moralina mediante, y trataban de relajar al espectador con humor sano, algo de romance y una cuota bastante más amplia de drama. El trío: Mientras Dormías (con Bullock), Fenómeno (Travolta) e Instinto (Hopkins). Son películas que dan un poco de vergüenza ajena, es cierto, pero que todos vimos e incluso nos emocionamos. Sin embargo ante pobres resultados en la taquilla, Turteltaub decidió volver a trabajar con chicos y nos trajó la lamentable Mi Encuentro Conmigo (¡que traducción!) con Bruce Willis. En esta oportunidad se combinaba fantasía, comedia y drama melancólico. A pesar de las pésimas críticas, esto sirvió para que el director vuelva a estar en la lista de favoritos del estudio. Se asocia con Bruckheimer y Nicolas Cage. Entre los tres sacan las dos entregas de los Tesoros Perdidos, y si alguna vez hubo algún atisbo de identidad cinematográfica, aun cursi, en Turteltaub, esta ahora había desaparecido: películas de aventuras light, (mal) imitada de Indiana Jones, con cuota de patético patriotismo. En El Aprendiz… la cosa empeora. Todo comienza con una secuencia alrededor del 1300. El mago Merlín (que originales para poner nombres), se enfrenta por última vez, a su archienemiga Morgana. Merlín tiene tres aprendices. Verónica (Bellucci), por tratar de destruir a Morgana queda encerrada junto con ella dentro de una muñeca rusa. Horvath (Molina) se pasó de bando y también queda encerrado en una capa superior. El único que sobrevive del enfrentamiento es Balthazar (Cage con otra ridícula peluca y sin camello). Merlín, antes de morir, le pide que busque a un mago que será su único sucesor. Durante siglos, Balthazar, viaje a lo Richard Alpert, poniendo a prueba a chicos hasta que consigue al adecuado en… Nueva York. Por supuesto, se trata de Dave (Baruchel), un nerd, perdedor con las mujeres, al que solo le interesa sacar adelante su proyecto de física. Horvath saldrá de su “muñeca” y tratará de revivir a Morgana, así ella puede esclavizar a la humanidad. Baltazhar debe entrenar a Dave y ponerle al tanto de sus superpoderes, mientras este trata de conquistar a su “amor” de la infancia, Becky (revelación Palmer, alias la doble de Naomi Watts). El guión del quinteto de escritores no logra crear un relato que no se escape de lo convencional: o sea, personajes estereotipados, chatos, previsibles, unilaterales, una historia previsible, una estructura dramática compuesta por persecuciones, idas y vueltas que ayudan a extender el metraje injustificadamente, secuencias de acción, efectos especiales, dragones, autos fantásticos, etc. Todo es creatividad… superficial. En el fondo hay poco para rescatar. Todas frases hechas, diálogos poco creíbles y pretenciosos, romance aburrido. Si bien entretiene y posee un par de diálogos divertidos y efectivos (con relación a Star Wars, Indiana Jones o los magos pop del momento) es poco lo rescatable de esta película que se vuelve monótona, de lo manufacturada que termina siendo. A diferencia de Newell, al menos Turteltaub le dio un poco más de lugar a la actuación y un poco menos a los efectos, pero aún así ni Cage ni Molina, logran permeabilizar sus personajes. Quedan estancados, rígidos en ellos. En cambio, el elenco más joven parece más suelto. Baruchel es un humorista consumado. Hace el personaje de “loser” de taquito. Pero se empieza a encasillar en el rol. Al igual que Michael Cera o Seth Rogen, que provienen de la misma generación, es hora de que empiecen a elegir diferente sus personajes, porque van a terminar aburriendo (es triste pero Rogen no sale del personaje de amigo fiestero ni siquiera en El Avispón Verde) Baruchel, por su gracia natural, se destaca sobre Cage, que pasa a un segundo plano, por culpa de sus gestos demasiado conocidos a esta altura. Lo mismo pasa en el duelo entre Molina y Toby Kebbell (que también trabajó en Persia, pero se destacó en RockandRolla). A pesar de tener corta participación, sus aportes humorísticos son más atractivos que los tics del actor de Frida. Por último se rebela Palmer, como la chica de turno. Esta hermosa rubia, hace verosímil la interpretación que muchas otras hubiesen sobreactuado. Pero la obra en sí decepciona. Todo funciona correctamente. No hay sorpresas (ni siquiera en el final post títulos con mensaje de secuela y homenaje a Mickey incluido). La mejor escena, irónicamente es la más aislada del argumento y montada más forzosamente en la película: una seudoreproducción en música e imágenes de El Aprendiz de Brujo original con escobas, trapos, hachas, esponjas, espuma y agua por todas partes. Sin embargo, injustificada inserción no levanta el nivel del film. Un guión endeble, personajes e intérpretes mediocres no sacan adelante una película de estas magnitudes y presupuesto. Turteltaub confirma, lamentablemente, que es solo un aprendiz de Disney, un discípulo de Bruckheimer y Cage que acata las órdenes sin manifestar oposición. Por amor a la fantasía, pasémosle el trapo a este Aprendiz de Brujo, y sigamos viendo a Mickey haciendo travesuras.
Elogio de la Estupidez: Diviértanse, Entreténgase, No Piensen y Olvídesen Otra vez la misma dicotomía: ¿es acaso bueno un film que cumple con sus primeros objetivos sin demasiadas intenciones o expectativas? ¿se puede pedir más de un producto tan prefabricado, tan visto, tan olvidable como termina siendo Encuentro Explosivo? Sí, es divertida, sí, entretiene, se pasa volando, no cae en lugares sentimentales, golpes bajos. No se desvirtúa en los géneros que propone desde un principio. Es una comedia de acción, de espionaje con dos carilindos un poco veteranos, pero aún así efectivos. La química de ambos ya fue probada y aprobada en Vanilla Sky. James Mangold es uno de los directores por encargo más “regulares”. Tiene mejores y peores películas, pero tampoco es bochornoso… y aún así es difícil encontrarle una identidad artística, ideológica, estética o visual. Y eso que siempre trabaja con Phedon Papamichael, que no es un destacado director de fotografía, pero tampoco se encuentra entre los peores. La mediocridad de Encuentro Explosivo se encuentra justamente en que no se trata de una película que termine siendo insultada, pero tampoco alabada. Es una película más… No es acaso horrible tal descripción. Imaginemos tener a James Mangold frente nuestro… Sí, felicitaciones por Encuentro Explosivo, para pasar el rato y no pensar estuvo bien… ¿Que tipo de elogio es ese? Todo funciona tan bien… está tan calculado que da asco recordarla. De hecho, ya no me acuerdo de que trataba… ah sí, el famoso Mac Guffin era una fuente de energía eterna. ¿Qué tipo de Mac Guffin es ese? Pero eso no importa… lo importante es generar una comedia de enredos en medio de una intriga internacional… Perfecto, seguimos con Hitchcock. Cameron Diaz, logra explotar su faceta humorística, su encanto, su ingenuidad. Nuevamente, la rubia tonta de buena familia, desilusionada amorosamente encuentra a su caballero ideal: un agente erróneamente acusado de ser ladrón (y seguimos con las citas hitchcoianas) Tom Cruise, en cambio, pone su típica sonrisa: “Confía en mí, sé exactamente lo que hago”. Por suerte esta vez no es un exagerado dramáticamente Ethan Hunt. Hay que reconocer que las comedias lo salvan un poco a Tom de la humillación. Burlarse de los personajes del pasado, no lo convierten en una mejor actor, pero al menos no está la pretensión de tomarse en serio sus personajes e interpretaciones. Por esto mismo es que la mejor actuación de su carrera la hizo en Una Guerra de Película. Lo que ambos comparten, además de haber trabajado en Vanilla… es que siguen siendo muñecos de torta refinando personajes que ya interpretaron en el pasado. La June Havens (Diaz) de Encuentro Explosivo parece melliza de los personajes que interpretó con mejor o igual solidez en La Boda de mi Mejor Amigo, En sus Zapatos, El Descanso, La Cosa más Dulce… y una larga serie de etc. ¿Dónde está la Diaz que ha sabido sorprender en ¿Quieres Ser John Malkovich? o en La Caja Mortal? Llega un momento en que las fórmulas empiezan a agotarse. Comedias de espionaje con guerra de sexos incluido venimos viendo en decadencia desde la maravillosa Charada de Stanley Donen con una de las mejores parejas desparejas que ha dado el cine industrial en su historia: Cary Grant y Audrey Hepburn, pasando por la cada vez más subvalorada, pero con momentos de inspiración y seducción sublimes como fue Mentiras Verdaderas de James Cameron. En la misma, la contrastante pareja compuesta por Schwarzenegger y Jamie Lee Curtis, lograban entretenernos y divertirnos gracias a la precisión del timing humorístico de Cameron, la habilidad de un as de la acción, la gracia de Curtis y varias escenas originales. Encuentro… sufre de la misma suerte (o incluso peor) que Sr. y Sra. Smith. Si bien, no hay tantos efectos especiales, aunque sí, varias persecuciones dignas del último film de Duro de Matar, esta vez falta inspiración en forma absoluta. Ni siquiera se destacan los paisajes de los países europeos, por donde la pareja transita sus aventuras/desventuras. No hay un elenco secundario capaz de destacarse sobre la pareja protagónica. Buenos intérpretes secundarios como Paul Dano, Peter Saarsgard (parece actuar como si estuviera hipnotizado el 100 % de la película), Viola Davis aparecen completamente desperdiciados. El villano principal, lamentablemente no tiene demasiadas escenas para destacarse: se trata del carismático traficante de armas español que interpreta el gran Jordi Molla. Las pocas escenas en las que participa no son suficientes para robarle la película al dúo protagónico, pero al menos supera al resto de los secundarios. Molla demuestra que pueda enfrentarse contra Cruise o Minujín (Juan, en Zenitram) sin despeinarse o cambiar la motivación. Los gags son efectivos, pero nunca logran trascender. Charada o Mentiras Verdaderas tenías escenas y diálogos inolvidables, que lograron mantenerse en el tiempo, que siguen divirtiendo… El guión de Patrick O’Neill (actor devenido en escritor) no logra una sola línea original. Todos los clisés y lugares comunes imaginables asoman durante los efímeros 108 minutos. A veces, ver una y otra vez lo mismo puede provocar gracias, si se usa en un contexto o con un argumento más original. Acá no. Todo parece una fórmula demasiado pretenciosa, preconcebida. A estos productos les falta calidez, espontaneidad, improvisación, carisma. Esto no es culpa de Cruise. Por primera vez en mucho tiempo, Tommy no tiene la culpa de haber generado un fracaso comercial – artístico. Pero sí de haber aceptado interpretarlo. Mangold que venía de haber hecho una muy digna remake de El Tren a las 3:10 a Yuma, confirma que los méritos de la misma provenían de haber tenido un buen guión entre manos, con profundidad interpretativa de parte de Christian Bale y Russel Crowe. Este director, que había sumado prestigiosas menciones en sus comienzos, y tuvo la tutela del gran Milos Forman, provoca que nos preguntemos como es que la identidad artística es muy relativa en Hollywood. Que los productores y jefe de estudios son demasiado poderosos para permitir que los realizadores se puedan salirse con la suya. O que realmente todo se trate de un bluff. Que las menciones de honor de las escuelas no significan nada. Que ser un potencial director, significa cumplir dignamente los objetivos del estudio. En Hollywood molesta más “bancar” a un Orson Welles que a un Uwe Bowll, pero después se dan aires de haber sido la cuna de los mismos. “Tuvimos un gran director como Orson Welles entre manos”. Sí seguro, pero se les escapó por suerte. En su momento no lo querían. Repito, en Hollywood un gran director es el que hace billetes. Mangold se convirtió en eso. Pueden cambiar los tiempos, pero las bases del cine pochoclero siguen siendo las mismas: un show de carne, entregas de premios descarnadas: la apariencia, lo discursivo y lo obvio. Y luego una horda de autohomenajes que piensas que sigue importando al público. Y lamentablemente así es. Debido a esta forma de concebir la producción cinematográfica es que sales “estos” productos. Al principio, todo es lindo… todo es espejitos de colores, pero cuando las máscaras se caen, queda el vacío absoluto, la incertidumbre, la insensatez. Y en esta onda expansiva, los críticos entramos en la vanguardia de la insensibilidad. En el debate si recomendar o no una película porque va a haber un público preciso al que le van a gustar estas películas. Un público que va salir diciendo… “Que buena película. Muy entretenida. Esto es cine”. Y los cinéfilos no podemos culparlos, no podemos cargar contra ellos, porque alguna vez fuimos iguales… y quizás aún lo somos en cierta forma. Expresamos nuestra gratitud ante un cierto tipo de cine y desechamos otro. Pero al final de cuentas, cada película tiene su público. Cuando salimos de ver una porquería como Encuentro Explosivo, tratamos de justificar lo que acabamos de ver diciendo: “Sí, estuvo bien… para entretener y nada más…” ¿Podemos ser acaso tan hipócritas? ¿Caer tan bajo? ¿Olvidar por que nos dedicamos a esto? No, yo no recomiendo Encuentro Explosivo para nadie PORQUE A MI NO ME GUSTO. Esperaba ver una película ASI y CONFIRME MIS EXPECTATIVAS. Que tristeza no sorprenderme… Quizás debería dejar de ver trailers, no leer absolutamente un renglón del argumento previamente a entrar en las salas. La banalización de la expresión artística sigue tocando nuestras billeteras, y seguimos regalando dinero a la banalidad. Estas películas son como placebos para el cerebro. Sucedió lo mismo con Brigada A Pero es difícil rechazar la tentación. Voy a seguir contradiciéndome, renegando conmigo mismo con igual ahínco porque en mí, el cine es una adicción. Y quiera aceptarlo o no el cine industrial hollywoodense es CINE. Y se preguntará, ávido lector, porque he llenado casi una carilla con palabras que poco o nada en realidad, tienen que ver con Encuentro Explosivo. La respuesta es muy simple: me gusta escribir, y si honestamente debería hacer una crítica concisa de la última película de James Mangold, habrían sido apenas dos renglones. Por que honestamente este film con la pareja Cruise / Diaz es un mandato de la estupidización que no puede sostenerse mediante un análisis más extenso que eso. Como diría el gran modelo del pensamiento humano del siglo XX en adelante, Homero Simpson: “Tu has un cheque, y yo sigo liberando más endorfina”.
Esos pequeños placeres que nos otorga de vez en cuando el cine. He confirmado con agradable placer que los directores octogenarios aportan vitalidad, juventud y sabiduría al cine, a medida que envejecen sus cuerpos. Debemos ser concientes de lo que significa tener todavía entre la comunidad cinéfila a verdaderos próceres de la historia cinematográfica mundial como Claude Chabrol, Jean Luc Godard, Jacques Rivette (de quien se presentó su última obra en el último BAFICI), Agnes Varda (de la que se pudo ver ese poema autorretrato biográfico llamado Las Playas de Agnes en Les Avants Premieres) y Alains Resnais. Se ha dicho que el director de obras cumbres como Hiroshima, Mon Amour; El Año Pasado en Marienband; Providence y Mi Tío de América se ha aburguesado. Decidió relajarse, crear comedias musicales, románticas menores. Pero desde Conozco la Canción, pasando por En los Labios No, y Corazones hasta llegar hasta esta, su última obra, Las Hierbas Salvajes, Resnais sigue creando historias que desafían visualmente el espacio y tiempo diegético como se lo suele ver en la mayoría de las películas, y sigue experimentando con la técnica. Es probable que los guiones que lo acompañan sean algunos más banales y sencillos que otros, pero conservan el lirismo que caracteriza a su obra completa. Las Hierbas Salvajes comienza con una narración en off que rememora a Hiroshima y Marienband… Un relato en presente… un pensamiento… una reflexión… una fábula, quizás. Esta fábula con tono de film noir narra el (des) encuentro entre Marguerite y Georges. Ella una dentista solitaria, soñadora que acaba de ser robada, y cuya billetera va a parar a las manos del segundo, un hombre de pasado misterioso, temeroso, con demasiadas dudas… solitario, a pesar de estar casado, con oscuras fantasías. Georges se obsesiona con esta mujer que no conoce, y pronto el sentimiento empieza a ser recíproco. Una historia de amour fou (como le gusta decir a los franceses) donde un gesto dice más que mil palabras… Una mirada suspicaz, un roce de manos… un cine de fondo… un rojo… un azul… Todo eso forma parte de la manera en que Resnais desfragmenta un pequeño incidente en consecuencias imprevisibles. La armonía con la que Resnais hace uso de la cámara, calculando los tiempos de cada movimiento de los actores para que sean exactos y precisos, y no haya una acción azarosa… El director nos envuelve dentro de este juego de personajes tímidos, con dulce melancolía, nostalgia, pero sobretodo mucho humor. Además de encariñarnos con los personajes, la química generada por la extraordinaria pareja que forman Azéma – Dussolier (que trabajaron en las anteriores películas de Renais) llevan al espectador a volar con ellos en esta aventura de sugestiones. Donde a pesar, de la meticulosidad con que están compuestos cada cuadro, cada plano, ellos nunca transmiten la frialdad de los actores que no saben donde están parados, porque no son ellos los que llevan la película. La magia de Resnais a la hora de dirigir consiste en equilibrar la puesta en escena con la narración de forma que los personajes sigan siendo los protagonistas de la película, y los actores tengan la libertad para hacerlos propios, y ser los conductores del relato. Nunca estética o intérpretes se pasan por encima, sino que colaboran para crear un híbrido natural. Emmanuelle Devos y Mattheu Amalric ayudan a crear pequeños personajes inspirados, trascendentes y demuestran con ellos, que ningún pequeño detalle se le escapa a Resnais cada vez que arma su propio universo, el cuál tiene un código personal, digno del realizador-autor, que será apreciado y distinguido por sus seguidores. La fotografía a contraluz del experimentado Eric Gautier y los decorados fluorescentes de Jacques Saunier, aportan a crear la atmósfera necesaria para entrar en este micromundo de personajes patéticos, melancólicos, tristes pero esperanzados en encontrar el verdadero amor. No es de extrañar que la mayor carga de tensión se lea en un primer plano, o un plano detalle de una mirada, de una mano rozando la superficie de un coche, de una boca temblando sobre el parlante de un teléfono… ya sea en silencio o una voz en off, los segundos de expectación emocionan. La música de Mark Snow, acompaña esos silencios y aportan suspenso a cada escena, aún cuando entendemos que no hay crimen de por medio, Resnais se encarga de engañarnos una y otra vez, alrededor del misterio y el miedo mismo que rodea a los protagonistas. Es posible que tras el primer encuentro real de la pareja, la narración decaiga apenas un poco, pero la belleza y el lirismo con que un maestro del cine da el broche final, la última pincelada a su pintura, provocan que olvidemos los traspiés habituales de los guionistas, y admiremos la sensibilidad de un poeta contemporáneo que a los 87 años sigue sorprendiéndonos con su juventud, vitalidad y sabiduría.