El Desafío Berneri Antes de escribir sobre Por Tu Culpa, tercera obra de la realizadora argentina de 34 años, decidí ver Un Año sin Amor, la única de sus películas que no había visto todavía. Una de esas películas que no pude ver por circunstancias externas y postergaba y postergaba… Lo que reconozco, evaluando, en este momento toda la filmografía de Berneri, es que me resulta dificil de analizar. Más que nada, porque cada una es completamente diferente de la otra. Se pueden encontrar similitudes a nivel visual, y en el micromundo que rodea a sus protagonistas, ya sean Pablo Pérez, Erni o Julieta, pero aún así, si me dijeran que se tratan de realizadoras diferentes, yo lo creería. Con esto, no quiero decir que Berneri no se trate de una autora nata, sino que con apenas 3 películas ha logrado algo que ningún otro realizador del “Nuevo Cine Argentino” había hecho: poner a la obra encima de la dirección. Berneri, a pesar de su juventud se anima a jugar con opuestos. Por lo menos, a simple vista. Del desgarrador relato de Pablo Pérez enfrentando el SIDA con la búsqueda del verdadero amor, a través de la violencia sexual, o la actriz en decadencia que busca esa juventud perdida, o una madre perfecta siendo juzgada por descuidar a sus hijos. No parece haber encuentros estos personajes. Tampoco en lo visual, las películas se dan la mano. Mientras que Un Año… es oscura, Encarnación tiene un dejo de expresionismo, de realismo, y Por Tu Culpa es muy iluminada, siendo quizás la más oscura de las tres a nivel narrativo. No parece ser casual que una directora decida cambiar de Director de Fotografía de película en película. Y todos logran generar un clima distinto y a la vez apropiados para cada historia. Tanto la fotografía de Lucio Bonelli como la de Willi Benisch son excepcionales. No puedo analizar con demasiada propiedad la de Diego Poleri en Encarnación, ya que la vi hace tiempo y no recuerdo haberme impresionado demasiado. Pero uno puede reconocer una madurez narrativa y cinematográfica en su realizadora por la forma de narrar. Mientras que Un Año… puede comprenderse casi como una película de rutina, un diario oscuro con influencias del cine Martín Rejtman o Esteban Sapir, impulsadores del nuevo cine argentino, Encarnación es una película más femenina, jovial que se puede dar de la mano con el cine de Celina Murga o Ana Katz. Pero Por Tu Culpa tiene el tono de un melodrama clásico de la época dorada de Hollywood. Su antiheroína podría haber sido interpretada por Susan Hayward, una Doris Day o más recientemente por una Sally Field. Y a la vez, tiene esa preocupación, esa sinceridad, y emotividad de las madres italianas del neorrealismo. Por tu Culpa esta realizada por dos mujeres, en realidad: Berneri y la gran Erica Rivas, que si resultaba admirable en sus roles en comedias televisivas, y pudo sobrellevar roles secundarios con mucha naturalidad en producciones de menor suerte artística como El Corredor Nocturno y la aberrante e insultante Tetro del desconocido Francis Ford Coppola (no hablo en forma irónica, realmente es desconocido, la película es paupérrima), en esta película se puede explotar como una de esas actrices dramáticas que con apenas un gesto o una mirada logran cautivar. La inteligencia de Berneri en la puesta de cámara recide en la forma en la que no se despega de ella, de sus ojos perdidos en la vulnerabilidad. La película empieza con una secuencia violenta: juegos, peleas con dos chicos, realmente insoportables. Planos muy cercanos que pretenden demostrar que a veces un juego simple de hermanos con su madre, no siempre tiene una simpleza lúdica y cariñosa. Pero tampoco se trata de una violencia doméstica. Sino de un juego que termina mal, una serie de eventos desafortunados que terminan en una crudísima noche en un hospital privado. Berneri pudo haber sido demagógica y más dura denunciando la situación que viven los hospitales públicos, pero en cambio decide universalizar la situación. Mostrar la hipocresía, los prejuicios, el machismo del sistema médico en sí. Al final no importa si las paredes son más blancas, las camas más cómodas o las luces más brillantes. Si el servicio humano falla, uno está en las manos equivocadas, y sufre las consecuencias (en Un Año sin Amor, Pablo se atiende en hospitales públicos y la atención es mejor que en la clínica privada de Por Tu Culpa). Berneri no juzga en sí, la capacidad de Julieta para ser madre. Al contrario, la protagonista es atenta en un 99% de la películas y juzgada por el entorno, en el 1% que giró la mirada. Una heroína que tiene que enfrentarse con la hipocresía de un sistema creado por hombres y aristócratas, que tiene todas las de perder, que, a diferencia de las heroínas de Hollywood que pueden superar los trances psicológicos y las inseguridades, con tal de luchar y conseguir lo que persiguen, Julieta es muy frágil y tiene actitudes de madre real. El relato es atrapante, de una noche agitada… y real. Aquellos que hemos pasado noches enteras en guardias, comprendemos el suplicio , sufrimiento y expectativas de Julieta. No es fácil ser paciente. Ayudada por un excepcional diseño sonoro de Jéssica Suárez, la fotografía de Bennisch, el arte de Ailí Chen y el montaje de Eliane Katz, la película es un gran logro cinematográfico. Quizás por su sencillez, pocas pretensiones y perfil bajo, porque detrás de un accidente cotidiano, se oculta una preocupación enorme: la destrucción del núcleo familiar. Si bien, es notable la interpretación de Rivas, vale destacar la increibles actuaciones de los hermanos Galán (no son los Pimpinela), especialmente el más chico, Zenón. Es probable que haya pocas actuaciones destacable de un chico de dos años como la de Zenón (debería formar pareja con la actriz de la misma edad de La Pivellina, película italiana de inminente estreno comercial). La relación con Erica Rivas de ambos menos es verosimil en cada plano, versatil, nunca forzada. Parecen ser los hijos naturales de la actriz sin dudas. Mucho ensayo, excelente elecciones de tomas, un gran trabajo previo solo pueden lograr una realción tan natural. No puedo dejar de mencionar que elenco adulto secundario también aporta su grano de arena: Rubén Viani, Osmar Nuñez y Carlos Portaluppi, el amuleto de la filmografía de Berneri. Es probable que cuando llegue el final, uno se sienta un poco desilusionado. El final, coherente con el desarrollo, no tiene la intensidad del comienzo. Esto no es desfavorable, sino que tiene que ver con que la directora decide darle un desenlace natural y creible a los acontecimientos, dejar respirar a los personajes y al espectador… pero a la vez, interiormente se extrañan las primeras sensaciones encontradas. A pesar de esta reflexión la película crece y mejora en mi cabeza, a medida que la recuerdo. Esa sensaciones desconcertantes del universo Berneri, que generan malestar, identificación con los protagonistas, asimiliación, compasión, deseo que triunfen y puedan superar sus miedos e incertidumbres. No es un cine facilista. No se trata de una realizadora, de la cual se pueden sacar conclusiones rápidas, sino que da pie a la reflexión y la discusión. Un cine que inspira. Es un desafío para analizar. Así como Berneri, desafió las normas al llevar a la pantalla, una “polémica” historia como la de Pablo Pérez (vamos a ser honestos, que una joven embarazada de 29 años inspeccione el mundo leather de Buenos Aires en su ópera prima tiene su desafío) y lo transforme en una historia identificable, sin pretensiones de polemizar, que haya confiado que Silvia Pérez, una actriz y vedette poco tomada en cuenta para roles “serios”, pueda cargarse al hombro una película entera junto a una adolescente, y transformar a Erica Rivas, en una madre con todo el mundo encontra; nosotros, los cinéfilos no podemos tomarnos la obra de esta directora tan superficialmente. Espero haberle hecho justicia esta vez. Tendré que llevar conmigo la “culpa” de, en su momento, haber analizado tan superficialmente Encarnación. Pero el cine da revancha, siempre está la oportunidad de ver por segunda vez una obra y cambiar los preconceptos. Mientras tanto, espero haber superado el “reto” de entender el desafío Berneri.
Stella tiene 11 años y entra en una prestigiosa escuela parisina. Su relación con el resto de la clase no es buena. Stella vivió todas su vida en un bar de alcohólicos y pandilleros. Sus padres tienen una relación distante, nunca le ponen obligaciones ni límites porque se dedican más a atender clientes que a criarlas, por lo que ella tuvo siempre que defenderse sola en la vida, inspirada por hombres rudos y borrachos. Pero los chicos de su clase vienen la mayoría de familias aristocráticas y finas. Ella no se lleva con este tipo de vida. No presta atención en clase, no le gusta estudiar y sus notas son deficientes hasta que conoce a Gladys, la representante de los alumnos, la mejor de la clase. Ella es inmigrante argentina, y se supone (porque nunca lo dicen) que los padres llegaron a Francia, escapando de la dictadura, ya que, aunque nunca lo aclaran, la película sucede a fines de los ‘70s. Uno lo puede denotar por la moda, la música y la escenografía. Verheyde construye el diario personal de una niña que se siente diferente, que está creciendo, madurando, convirtiéndose en una adolescente. Eso conlleva el desarrollo del cuerpo, la primera menstruación, la curiosidad por el sexo opuesto y por experimentar el primer amor. Filmada completamente con cámara en mano y una fotografía, y colores que realmente dan la sensación que se trata de una película de los años ’70 (como sucedía por ejemplo con Jacky Brown), la directora no se deja influenciar solamente por la estética, la magnífica y versátil banda sonora, para meterse dentro de la mente una chica, nunca subestimándola, y seguramente con muchos componentes autobiográficos. Sin subrayados, ni obviedades, Stella es una película inclasificable genéricamente. No se trata de un melodrama ni de una comedia. Múltiples lecturas y discursos dan pie a la reflexión, pero nunca siendo redundante en el mensaje. Las situaciones son verosímiles, pero nunca llegan al extremo del grotesco o la farsa. El tono de actuación austero de todos los chicos intérpretes, especialmente de la pareja Barbara – Rodrígues es exacto. Ambas actrices auguran un prominente futuro. La oscuridad en la mirada de los adultos contrasta con el esplendor de la inocente pero inteligente visión de las chicas. El elenco adulto lo completan el cantante Benjamin Biolay en un sorprendente interpretación y el fallecido Guillaume Depardieu en una de sus últimas actuaciones, donde guarda un parecido físico que remite demasiado a su padre. Una agradable película que no debería pasar desapercibida.
Como pasa el tiempo… Si pudiera retroceder al pasado, y remontarme a la época, en la que por primera vez, a los 11 años, tocaba un PC… en el laboratorio de computación de mi querida escuela primaria… Monitores en blanco y negro, tiernos infantes, aprendiendo a usar el DOS, y al final de la clase, la recompensa era jugar 10 minutos, al Pac Man, el Galaxy (o algo similar) y, principalmente, el más desafiante de todos… El Príncipe de Persia… Que tiempos aquellos, parece que hubiese sido ayer: un joven con turbante caia en los túneles de una prisión y daba vueltas, tratando de no caer en trampas, con estacas metálicas, pósimas que daban o quitaban vidas, a la búsqueda de una princesa protegida por un malvado persa. No voy a mentir, tantas vueltas me terminaban mareando y aburriendo, y pasaba a jugar al Carmen San Diego, un juego donde ponías en práctica tus conocimientos de historia y geografía. Era tan divertido para mí, en ese momento, que incluso creé una historia, en base a él: con detectives que recorrían el mundo, buscando a la famosa ladrona del título. Lamentablemente, tres años después, Disney tomó el mismo juego, y lo convirtió en serie animada: trataba de un grupo de jóvenes detectives que buscaban a Carmen San Diego alrededor del mundo… Duró cuatro años, dicha serie. Ya tendré mi revancha… Pero aca no estamos para hablar de mi no tan tierna infancia o de Carmen San Diego… todavía. Sino de Príncipe de Persia, que irónicamente, también fue comprada por Disney para su adaptación cinematográfica, con la colaboración de Jerry “Dame Acción” Bruckheimer. Ambas empresas quieren empezar a planear una nueva saga de aventuras exóticas, por las dudas, que la cuarta y (esperemos) última parte de la saga de Piratas del Caribe, solamente con Johnny Depp y Geoffrey Rush del reparto original, bajo la dirección de Rob Marshall, se hunda antes de partir. Así que, se salto por la borda, y se cambio el escenario: el mar por el desierto. El Caribe por Medio Oriente. El paisaje es igual de bello, exótico… y artificial… Para la dirección de la adaptación, los productores eligieron a Mike Newell, que a los 68 años aceptó el “desafío” de llevar este producto pochoclero a la pantalla, o porque ya no le interesa el prestigio de su carrera, o porque la jubilación de los directores británicos no es demasiado buena. No se puede decir, que se trata del mejor director british que ha dado el Imperio en el último cuarto de siglo (Newell debuto a principios de los ’70, donde dirigió más de 30 series y películas para TV), pero nos ha dado algunas películas interesantes, como Un Abril Encantado, Cuatro Bodas y un Funeral, Donnie Brasco… Después se vendió a la gran maquinaria hollywoodense y realizó las paupérrimas La Sonrisa de Mona Lisa y El Amor en los Tiempos del Cólera… y por supuesto, en el medio, la cuarta parte de la saga del niño mago. Pero si en Príncipe de Persia, uno cree que finalmente va a encontrar al verdadero Newell… bueno, pues, se equivoca. Que la gente de Disney, hayan tratado como reyes a los corresponsales de prensa, regalándoles pochoclo, bebidas, relojes, mochilas, remeras y agendas, no cambia la opinión que tenga uno de la película, lamento informar. Agradezco (y admiro) la atención, pero el producto final es lo que realmente importa acá. No busquemos verosimilitud en el relato. Sabemos lo que venimos a ver… Pero lo cierto, es que cuando a un realizador británico le dan un trabajo por encargo en Hollywood, lo encara de la forma más fría posible. En piloto automático. Da lo mismo que la haya dirigido Newell o el propio Bruckheimer. El carisma de Gyllenhall (le quedan mejor los roles dramáticos) o la “hipócrita” simpatía y falsa sensualidad de Arterton no levantan esta obra escrita y forzada a tres manos bastante torpes. No solamente el guión cae en cada lugar común atravesado previamente por las 40 mil (y mucho más divertidas y originales) versiones de El Ladrón de Bagdad, Aladino, Ali Baba, Las Minas del Rey Salomón, La Tumba India, Indiana Jones (infaltable), sino que también se alimenta (y demasiado) de las recientes películas de La Momia con Brendan Fraser, pero con menos humor, menos resoluciones originales, y sobretodo, poco espíritu de aventura. Algunas peleas a capa y espada, y acrobacias en el aire no son el “género de aventuras”. Más bien se trata de una fiel adaptación o lo más cercano que un video juego puede hacer con el género. Gyllenhall salta esquivando obstáculos, de un edificio a otro, colgado de las ventanas… igual, igual que un video juego… ahora la tensión, el suspenso, el clima cinematográfico está completamente ausente. Los decorados, en su mayoría creados por CGI son poco convincentes, al igual que la fotografía, que parece haber sido diseñada en los ‘50s, cuando a nadie le importaba que todo fuera filmado en estudios. Volvimos a esos tiempos. Entretiene, sí, es divertida. Pero muchas películas divierten, pero al menos transmiten emociones al espectador. Príncipe no… Será porque no hay sorpresas: las traiciones son previsibles, los giros narrativos y reacciones de los personajes son obvias. El abuso de los clisés, lugares comunes y estereotipos, llegan a un nivel de previsibilidad que tornan al relato no solamente ridículo de seguir avanzando, sino que además, un poco monótono. Inclusive las interpretaciones de Kingsley y Molina rememoran, actuaciones pasadas. Como si hubiesen hecho un copiar / pegar, y nos mostrarán personajes que ya vimos. Especialmente de Kingsley. ¿Dónde quedó el gran actor de Gandhi? Nada alcanza para que salgamos de la sala deseando inmediatamente meternos en otro cine, a ver algo un poco más digno. Esta mezcla de batallas árabes y viajes en el tiempo, poco convencen (para eso vuelvo a ver Lost). Personalmente, solo me he reído ante las bastante obvias (aunque atrasadas, como advierte mi colega Tomás) referencias acerca del gobierno de Bush y la invasión a Irak: la inutil búsqueda de armas de destrucción masiva, la suba de los impuestos, la borrachera del mandatario, y las comparaciones entre el tío malo (Kingsley) y Dick Cheaney. Admito, que en esos momentos, pensaba que había otra película más allá de la que estaba viendo, una más sutil y autocrítica… que podrían hacer valer subir la calificación… que algunas escenas de aventuras atrapan mínimamente, pero ante un guión tan xenófobo, amateur, básico, explicativo e inverosimil dentro de la inverosimilitud (Dastan razona más rápido que Sherlock Holmes, y repite claramente todo lo que pasa, para que ningún chico salga del cine diciendo “no entendí”) que se me hace imposible poder recomendar este producto mediocre y manufacturado. De por sí, nunca me interesaron demasiado (a contracorriente de la fascinación mundial) los piratas fantasmales de Verbinsky, pero ahora los extraño. Y tras releer la nota, más que al Príncipe de Persia, me volvieron a dar ganas de jugar al Carmen San Diego, y volver a escribir la adaptación. En una de esas, Bruckheimer y Disney, algún día, me la compran. Les aseguro que será más interesante, que Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo… una película, que tan solo verla es una pérdida de tiempo, y merece enterrarse en la arena.
Luis Barone es un director extraño… y maldito dentro del cine nacional. Su filmografía no es precisamente destacable, aunque tuvo un meritorio reconocimiento gracias a Los Malditos Caminos (2002) un extenso y abarcativo documental. Pero también tuvo una interesante ópera prima: 24 hs, Algo está por Explotar (1997). Pero la maldición comenzó con El Tigre Escondido (2003), un thriller filmado en el Tigre, que nunca pudo estrenarse porque en la película actúa, Omar Chaban. Esta fue la insólita y única razón por la que la película nunca pudo exhibirse públicamente, Tras varios años de post producción, al fin se pudo estrenar Zenitram, ambiciosa co producción española sobre el primer superhéroe argentino llevado al cine oficialmente, abriendole las puertas a El Eternauta (¿la dirigirá Enrique Piñeyro?). Pero Zenitram está lejos de ser una película pensada para las masas y un público infantil adolescente. Entre un tono seudo bizarro, el clase B, el homenaje y la burla hacia los superhéroes estadounidenses, se filtrea una burda sátira social, que se ríe de los argentinos y nos describe de la forma más surrealista posible, anclándose en las costumbres, el vocabulario y las tradiciones icónicas. Se trata de una película costumbrista con elementos de ciencia ficción y mensaje ecologista (Barone estuvo involucrado en Sed Invasión Gota a Gota, documental de Mausi “Martinez” sobre la escasez del agua). La película nunca intenta trascender como una obra popular, capaz de ser el “éxito” de las vacaciones. Casi es lo opuesto, y el problema de la película es una falta de coherencia narrativa y de intensiones. Parecen viñetas de historietas aisladas. Divertidas ideas inviduales e independientes sobre un tema utópico (como sería un superhéroe argentino) a las que les falta un nexo. Excelentes, imaginativas y ocurrentes decisiones son resueltas a veces, con escenas insípidas, que no terminan de cerrar. Como el chiste que empieza bien y al final no alcanza el nivel inicial que tanto prometía. A su vez, no se logra comprender si Barone quiso crear una comedia bizarra pretenciosa al mejor estilo Alex de la Iglesia, o una propuesta clase Z como las joyitas de Farsa. Y por este motivo, por ser demasiado abarcativo en las subtramas, en personajes, en intenciones, en incluir chistes, es que la película se pierde… vuela demasiado alta, pero cae en pozos de aire. Uno recuerda por momentos a El Día de la Bestia o Acción Mutante, en otras escenas uno cree estar viendo Plaga Zombie, con el costumbrismo de Esperando la Carroza. Pero también tiene esa falta de cohesión que tenía, por ejemplo, The Spirit de Frank Miller. La estética, a la vez, mezcla el retrofuturismo de Superman (a la vez, hay citas textuales a la película de Donner de 1978 y la “remake” del 2006). Hay personajes que aparecen y desaparecen de la nada (El Presidente interpretado magníficamente por Daniel Fanego) y otros cuya aparición es demasiado forzada como The Thinner (¿Qué hace ahí Steven Bauer?). En cambio la misteriosa e inexplicable aparición del “empresario” que le da los poderes a Zenitram y nunca más aparece es un acierto… justamente por el misterio que despierta. Pero, a pesar de la confusión en la logística del guión, algo funciona de forma indefectible: el humor, la ironía, el sarcasmo. La burla hacia los símbolos. No se salva nadie, ni los recolectores de basura, ni las empresas extranjeras que nos roban el agua (¡Es cierto! Este futuro no me parece demasiado delirante), ni los Kirchner, ni los periodistas vividores, ni los conductores faranduleros… ni Maradona se salva. Realmente tiene escenas y ocurrencias desopilantes. Las interpretaciones son irregulares. Mientras que Minujin y Luque se lucen en sus roles protagónicos, al igual que Fanego y Jordi Molla como los villanos, es realmente una lastima que la lacónica, inexpresiva, aunque bonita, Verónica Sánchez sea “la chica” de turno. No convence ni un minuto su presencia delante de la cámara. Error de casting serio forzado por el convenio de co producción… y completamente desenfocado aparece Bauer, en un intento fallido por tener una “estrella” de Hollywood que pueda hablar español. Zenitram es un gran despliegue nacional que no sé si va a poder cubrir los gastos de producción. Se trata de un film, al que le va a costar encontrar su público. Porque entre los homenajes al cómic nacional, el humor político (definitivamente, el punto más alto de su argumento), la crítica a las empresas multinacionales y efectos especiales, tan absurdos y elementales al principio, pero bastante bien resueltos en el final, se encuentra una película entretenida, interesante, pretenciosa y al mismo tiempo nostálgica. Increíblemente extraña es la sensación con la que sale el espectador tras su exhibición. Satisfactoria, pero a la vez, incompleta. Varias buenas ideas con resultados ambiguos juntos en un experimento que uno intuye que podría haber sido mejor, pero a la vez mucho peor, mucho más solemne, grandilocuente y decepcionante. Este Zenitram no deja con la boca abierta, no es asombrosa y no se nota que haya sido esa la intención de sus realizadores. Sin embargo, no me extrañaría si de acá a 15 años (época en la que transcurre la historia), se convierta en una película de culto: mientras estemos pasando nuestras tarjetas de crédito por encima de las canillas para sacar un poco de agua, la basura cubra nuestras cabezas, alguien prometa limpiar el Riachuelo… diremos… como necesitaríamos, entre nosotros a un… Zenitram.
Esta película la vi en el cierre del BAFICI 2009, y mis opiniones las saqué de las primeras impresiones que tuve en ese momento y plasmé en un blog de mi autoría. Petzold viene de la llamada “nueva escuela de cine de Berlín”, de la que salieron directores interesantes como Faith Akin, que me gusta mas no me fascina, y otros, que personalmente no me atraen tanto como Maren Ade (Entre Nosotros). Petzold se inscribe en la estética depresiva y ominosa de esta última. Ya había visto en el BAFICI 2006 la película Ghosts de Petzold, que tampoco me había atraído demasiado. Un drama adolescente demasiado solemne y pretencioso. Irónicamente, no sabía que Triángulo era del mismo autor. Y el resultado fue decepcionante también. Mientras que algunos críticos se regodean hablando maravillas de este tipo de cine naturalista, pretencioso y mentiroso en cuanto a sus resultados, a mi me sigue siendo esquivo. Sus historias y tratamientos no me llegan. Me resultan forzadas tanto las resoluciones narrativas como las interpretaciones. La sequedad de sus personajes no me resulta atractiva en el contexto que construyen alrededor. Cada crítico o espectador tendrá su mirada, obviamente. Pero yo no veo aquello que otros adulan con tanto entusiasmo. Triángulo. A un hombre le fallece la madre. Viene del ejercito y no le dejo plata. Solo tiene unos euros ahorrados para pagar un deuda a la mafia. Le salva la vida a un distribuidor de comidas turco (con un restaurante similar al del protagonista de Soul Kitchen de Akin) y este lo toma como conductor, aprendiz y hasta como el hijo que nunca tuvo. El problema es que se siente muy atraído por la joven y sensual esposa del comerciante. La atracción es reciproca, y ella le pide un pequeño favor: matar al marido en un "accidente" y ambos vivir felices con su negocio. ¿Suena conocido?. Si, bueno. Lo hizo Rafelson con Nicholson, Visconti, y por supuesto Lana Turner: El Cartero llama Dos Veces, basado en la novela de James Cain. Estructuralmente no presenta ninguna novedad, solo que Petzold hace más hincapié en el drama y el dilema moral del protagonista, que en el clima denso, la tensión y el erotismo de las versiones anteriores. Atrás quedó toda referencia al cine negro, la decadencia de personajes miserables, el contexto socio económico. En esta versión, la cámara es transparente, la estética esta puesta en función de la historia, no hay demasiadas sorpresas y el repentino final facilista, termina por embarrar una película que no empezó mal, que proponía un clima interesante, una lectura diferente, pero que termina en el convencionalismo puro. Las actuaciones no ayudan, tampoco la música. Muy floja. Creo que mis impresiones no son tan erráticas con el paso del tiempo. No me gusta atarme al gusto de los otros ni a tendencias pendencieras de “nuevas escuelas”. Y así como aseguro que nunca fui un defensor acérrimo de la nuevas escuela de cine nacional, tampoco me ato a esta nueva tendencia del cine bárbaro. La escuela clásica siempre es más eficiente y emocionante. Que los nuevos críticos duerman con Petzold y Nina Hoss. Yo prefiero seguir soñando con Lana Turner y Luchino Visconti.
No tengo demasiada referencias del cine de Bruno Dumont, excepto que en sus películas trata de abarcar el ser, el conflicto de personajes que se hacen preguntas existenciales, relacionadas con la religión y la vida. Entre la Fe y la Pasión es un film denso y oscuro, que nos pone en manifiesto la incertidumbre de una joven, dentro de un contexto internacional real. No aísla a la protagonista del mundo contemporáneo, sino justamente nos muestra el peligro que representar llevar al extremo una ideología. Celine (intensa actuación de Julie Sokolowski) es una torturada hija de un ministro francés recluida por voluntad propia en un convento. Las monjas no soportan las flagelaciones que la joven se induce a ella misma. No come, no duerme, pensando en Cristo, amando a Cristo. Cuando la madre superiora decide echarla para que “viva la vida” en el mundo exterior, ella siente que debe recuperar el amor de Cristo porque no lo siente con ella. Paralelamente conocemos a David, un joven en libertad condicional, que hace arreglos de jardinería afuera del convento. Tras no reportarse a su custodio, David vuelve a la cárcel. Celine, encuentra un soporte emocional en los hermanos árabes Nassir y Yassine. El primero es un imán de la comunidad musulmana de los suburbios de París, el segundo, menor, se enamora de Celine. Pero este amor no es recíproco, porque su fidelidad, está con Dios. Dumont arma un lento entramado sobre lo aterrador que puede terminar siendo llevar un dogma a puntos límites. Mientras que el mundo se cae a pedazos, Celine, sigue con su amor ciego hacia Dios, sin darse cuenta de lo que está sucediendo a su alrededor. El director evita hacer una evidente bajada de línea política, para tomar el contexto con naturalidad y frialdad. Esta mirada austera, seca, se contrasta con las emociones de la protagonista, quien por momentos llega a hartar al espectador con sus declamaciones de amor. El final, un tanto previsible, desarticula, el clima, la intensidad dramática y emocional que el director venía manteniendo, sin caer en clisés o lugares comunes, e incluso insertando sutiles cuotas de ironía y sarcasmo, mirada crítica a la nobleza francesa y sobretodo a las instituciones religiosas que inculcan ritos y normas sobre mentes débiles. Se suele comparar a Dumont con Robert Bresson. El director negó las referencias. Es cierto, para Bresson era fundamental que los protagonistas de sus películas pudieran darse cuenta del crimen que cometieron, y buscaran el perdón divino. La redención. Dumont, en cambio, utiliza el tema en forma irónica, metafórica para criticar el pensamiento eclesiástico (de por sí, es prácticamente humorístico, que las monjas echen a la protagonista por ser "demasiado religiosa"). Una austera puesta en escena, con intervenciones fotográficas “divinas”, le aportan solemnidad al relato. Los encuadres, simétricamente diseñados demuestran un gusto plástico, pictórico, con puntos de fuga que exponen referentes de la pintura renacentista. Los paisajes rurales tienen un preciosismo medieval soslayado. Como si dijera que a pesar del paso del tiempo, hay ciertas tradiciones que no cambiaron en la Francia contemporánea. Inclusive, la casa del ministro tiene la arquitectura de un palacio del medioevo. Celine se convierte en una Juana de Arco moderna, capaz de sacrificarse en nombre de la religión, pero no por el pueblo. Si bien tiene varias líneas de lectura que confluyen armoniosamente, con interpretaciones muy creíbles de parte de un elenco de actores profesionales y no actores, el ritmo es lento. Por momentos cae en la monotonía: hay escenas que son demasiado largas. Dumont, apoyado por Bouchareb (director de Días de Gloria y London River, de estreno inminente) realiza un film que sigue escarbando sobre las paradojas religiosas en el mundo contemporáneo, el estado del miedo y la violencia en la sociedad, y como, a pesar de las nuevas tecnologías, seguimos siendo influenciados por las mismas instituciones que regían hace 800 años atrás.
En cierta época, el estreno de un film de Roman Polanski era motivo suficiente para ir corriendo a las salas de cine. Se trata de uno de los directores más transgresores del cine comercial de todos los tiempos. Un rebelde, un marginal, cuyas polémicas obras, solo fueron opacadas por su polémica vida. Se puede decir con certeza, que solo Roman Polanski puede hacer un film sobre su vida. La ironía, la tragedia, la oscuridad de la mente de este cineasta polaco septuagenario nos ha dado joyitas cinematográficas: algunas, obsesiones personales, miedos sobre el aislamiento, la claustrofobia, y la huída. Otras, trabajos por encargo, preconcebidos, que el director ha convertido en turbios relatos psicológicos con finales amargos. Y mientras esperamos que el gran director de Barrio Chino, Repulsión y El Bebé de Rosemary, salga de la prisión domiciliaria a la que está sometido hace casi medio año, y se proponga hacer una película sobre su tortuosa vida, de la que ya todos conocemos los detalles, disfrutemos de su último thriller. Polanski ha probado con todos los géneros, desde dramas épicos como la adaptación de Mac Beth (acaso un tratado sobre la violencia y la catarsis sobre la masacre del clan Mason y Sharon Tate), comedias absurdas (¿Que?, La Danza de los Vampiros), melodramas de época (Tess, El Pianista, Oliver Twist) y aventuras con piratas (Piratas), el género que mejor le queda es el thriller psicológico. Si bien las dos últimas obras (la que lo hizo merecedor del Oscar al mejor director y la Palma de Oro en Cannes, y la adaptación del cuento de Dickens), contienen muchos elementos personales, relacionados con su infancia; en el thriller, él se puede expresar mejor artísticamente, tiene mayor creatividad, ironía, se mueve con gran sutileza y efectismo No hacen falta demasiado tiros o explosiones para tensionar los nervios del espectador. Lo decía Hitchcock, y acaso sus tres mejores discípulos (Chabrol, De Palma, Polanski) lo entienden así. El Escritor Oculto, contiene elementos típicos del rey del suspenso: un hombre bastante patético que se involucra en un crimen involuntariamente. Persecuciones, suspicacias, complots con justificaciones mínimas (el Mc Guffin), una soberbia banda sonora que acompaña el excelente clima creado por el director y su cinematógrafo. No tiene golpes de efectos con un sonido exagerado ni efectos visuales de más. Un paisaje desolador, lluvia, frío… femmes fatales que enredan aún más al protagonista. Un escritor (Ewan Mc Gregor, convincente), del que nunca conocemos el nombre, que se dedica a redactar autobiografías de personas famosas, razón por la cuál es conocido como “fantasma”, recibe la tarea de reescribir el manuscrito de otro escritor fantasma que fue encontrado muerto en una playa. El protagonista de esta autobiografía es el ex primer ministro británico, Adam Lang (una de las mejores interpretaciones de Brosnan), que está siendo investigado por secuestrar y torturar supuestos terroristas paquistaníes. La tarea no es fácil, y menos cuando el escritor empieza a encontrar pistas que le hacen sospechar, que su predecesor fue asesinado, porque descubrió secretos oscuros del pasado de Lang. Paulatinamente Polanski construye un thriller seductor. Entre sospechas, humor, crítica política, engaños, personajes que aparecen y desaparecen, apariencias, etc, la paranoia se va inculcando en la mente del protagonista. Así como Repulsión, no sabemos los espectadores distinguir quien es real y quien no. Las conjeturas se vuelven certezas, pero aun así no toda la información termina siendo explícita y Polanski deja inteligentemente abierto el final, para que el espectador saque sus propias conclusiones. En cierta manera, el director continúa el hilo estructural de La Ultima Puerta. En ambas, los protagonistas, a través de un libro se introducen en un mundo oscuro, que supera a su conocimiento previo. Las consecuencias pueden ser fatales. Tensionante y divertida, tan atrapante como Búsqueda Frenética, se trata de un producto que no podría haber sido filmado por otro director. Sutil crítica a Tony Blair y la política de George W. Bush, Harris y Polanski tiran palos a todos los secretarios y agencias secretas de ambos gobiernos. Sin embargo, y a pesar de todo, pareciera que el director se apiada del inepto ex primer ministro, mostrándolo como un prisionero de sus propios actos. “Y ahora resulta que estoy preso en los Estados Unidos y no puedo volver a Inglaterra” dice Adam Lang en un momento dado. Con esa frase, el director larga una confesión sobre su vida, y da muestras que prefiere identificarse con el villano, en lugar de con el héroe. Además de mantener su timing intacto y la creación de climas, donde el estado meteorológico, es un verdadero aliado, Polanski elije un elenco soberbio. Se luce como nunca antes en su filmografía, Olivia Williams como la inteligente esposa de Lang, y mejor no revelar varios intérpretes reconocidos que hacen cameos. La banda sonora de Alexander Desplat, con reminiscencias al estilo musical de Bernard Herrmann aporta tensión. Visualmente fría y ominosa, Polanski no se deja tentar por incluir planos caprichosos y alocados (acaso solo una subjetiva en gran angular, de la mirilla de una puerta que remite a El Bebé de Rosemary, El Inquilino y Repulsión). Sin embargo, la mano artesanal del realizador de El Cuchillo Bajo el Agua, en la construcción de encuadres y planos secuencia se destaca en la escena final. Algunos aspectos inverosímiles, aunque muy sarcásticos del guión, en cuanto al manejo del Internet en la sociedad contemporánea, no le quitan solidez a esta obra. Las playas sirven de marco de este thriller clásico, un autohomenaje a Cul de Sac, y demuestran la solvencia de este narrador, que a los 76 años, y desde la prisión suiza ha terminado una película casi excepcional, sin pretensiones de obtención de premios, que mantiene el ojo cínico de un gran autor. Directores jóvenes de Hollywood que hacen bazofias de terror solamente con efectos especiales: aprendan de los veteranos. Siguen siendo los mejores.
Aunque las pesadillas se maquillen de rosa, pesadillas van a seguir siendo, y cuanto más se maquillen, peor van a ser. Sabrina Farji, co directora de Cielo Azul, Cielo Negro, y directora de Cuando Ella Saltó, le ha dado colores a la página más oscura de la historia argentina, y aún cuando sus intenciones sean honorables, este pastiche kitch y pop sobre dos jóvenes lidiando con los fantasmas de la última dictadura militar termina siendo un mamarracho cinematográfico y una confusa administración didáctica de información, acerca de los hijos de desaparecidos, nietos de Las Abuelas de Plaza de Mayo. Trato de luchar con mi conciencia que me pide que no sea tan duro, pero es que si al menos, el propósito final de la película sea legítimo, novedoso e imprescindible lo podría tolerar. Pero no es así. Las Abuelas de Plaza de Mayo auspician esta película que en la última escena, sin revelar detalles, parece banalizar su lucha de tres décadas en un diálogo paupérrimo y dramáticamente insulso y ausente de emoción, aun arriesgándose a caer en el sensibilísmo y lo cursi, esta solución hubiese sido más apropiada que la resultante. El padre de Lola (Emme, en una interpretación pobre y forzada a comparación de la soberbia actuación en El Niño Pez), el Oso (Jorge D’Elia desaprovechado) se intenta suicidar. En los ‘70s fue un militar represor de la dictadura, y se sospecha que Lola es hija de desaparecidos. Ella prepara un show circense – erótico junto a Eva, su amiga (Celeste Cid, que no derrapa pero está en el borde), cuyo padre fue torturado y asesinado. Ella quiere convencer a Lola de que se haga un análisis de ADN para descubrir su verdadera identidad. Ambas comparten otra incertidumbre que las deprime: la falta de un amor. Mientras que Lola trata de defender a su padre, Eva se enamora de Lucas (el paralelismo no es muy coherente), el chico que atiende el bar de la esquina. En el medio está la historia de Alma, la hija biológica de El Oso, quién tiene la carta de la supuesta “verdadera” madre de Lola, que prueba la culpabilidad de su padre. Ella también es una mujer solitaria, quien encontrará en Daniel (Awada, lo mejor del elenco junto con Willy Lemos) un alma gemela en quien refugiarse. Historia coral, donde el drama histórico, se mezcla con la comedia romántica, por así decirlo, y algunos números musicales aislados, Eva y Lola propone ser un híbrido didáctico, con discurso obvio y directo, pero información errónea. Porque a los graves y notorios errores cinematográficos, se le suman errores de datos (no hay 300 hijos de desaparecidos sino más de 500, y esto queda aclarado con un cartel en el final. Ahora bien, ¿por qué Farji si lo sabía no lo puso durante la película? Para decir que 100 años después de que terminó la dictadura se encontrarían todos. Es inaudito). Y más allá de eso, el guión hace agua por todas partes. Las intenciones dramáticas no quedan claras. El humor es forzado, torpe. La estética no se justifica con el relato. La fotografía de Marcelo Iaccarino, uno de los mejores directores de fotografía del país, no le aporta emoción a la historia. En cambio, parece como si Fito Paez, hubiese querido filmar una historia de desaparecidos… o peor aún, Diego Rafecas. Y estoy más que seguro, que ambos hubiesen hecho películas mejores. No, esto no tiene remedio. No se salva ni la veterana Claudia Lapacó. ¿Una publicidad… un video clip… un especial de televisión abierta sobre los hijos de desaparecidos? Honestamente no puedo definir yo que quiso hacer Farji: si tomarse el tema en solfa, de forma más liviana… si dar esperanzas… No entiendo. Lo único que queda claro, es que esto cine no es, y que en vez de ayudar a encontrar personas, las termina confudiendo.
Un escuadrón de soldados estadounidense vengativos, aburridos, sedientos de sangre, violencia reprimida, lujuriosos, encabezados por un soldado inestable psicológicamente, en terreno extranjero, en medio de la "nada", en una guerra, provocada por los propios estadounidenses por motivos económicos, viola y asesina a una adolescente nativa, inocente de cualquier crimen, excepto el de ser el chivo expiatorio elegido por dicho escuadrón, por ser ellos usados como carne de cañón de los dirigentes políticos de su país. Un soldado de dicho escuadrón se opone verbalmente, pero no toma acción en el asunto y tiene que vivir por el resto de su vida, con las imágenes en su conciencia de no haber impedido los crímenes de sus compañeros. En seis líneas se puede resumir Redacted, última película de Brian DePalma. Momento. Acabo de tener un deja vú. Esto ya lo vi. Ah cierto: Sean Penn y Michael Fox, y la guerra era Vietnam. El director: Brian DePalma también. ¿Será que DePalma tiene el síndrome de directores de su generación y está empezando a repetirse acaso? Lamentablemente, lo que se repite es la historia. Cambia la guerra, la década, pero nuevamente están los mismos protagonistas cometiendo los mismos crímenes. DePalma es un director demasiado inteligente para repetirse. Pecados de Guerra (1989) fue una película dura, cruda, que relataba otra caótica experiencia real vivida en Vietnam. Dicha película seguía la línea de Apocalipsis Now, El Francotirador, pero más similar desde un punto de vista temático a Nacido para Matar de Kubrick o Pelotón de Oliver Stone, de las que les separaba pocos años de diferencia. Redacted es una remake actualizada de la anterior, pero sucede durante la ocupación estadounidense en Irak, post caída del gobierno de Sadam Hussein. No es la primera ni será la última película que sucede durante dicha guerra. Pero sí puede que sea la más impactante filmada por un director estadounidense. No por nada, DePalma reside en Europa. Sacando todos los documentales impactantes sobre el tema, DePalma toca fibras sensibles en el espíritu estadounidense. Los soldados a los que se refiere todavía están allá y han pasado menos de dos años desde que sucedió el hecho inspirador. Con Pecados de Guerra habían pasado un poco más de 20 años. A pesar de todas las críticas hechas hacia el gobierno de Bush y el accionar de las tropas allí, ninguna fue tan cínicamente tan directamente crítica y despiadada como esta, al punto de que parece más hecha por un director iraquí que por uno estadounidense. En Venecia 2007 (hace tres años que se realizó y recién ahora llega a los cines), DePalma fue premiado con el León de Oro al mejor director y al mejor trabajo filmado con cámara digital. En EEUU, la mitad de los críticos vapuleó la película, y la otra mitad la trató con respeto, pero uno o dos le dieron el reconocimiento merecido. El público directamente la odió y algunos inclusive pidieron el linchamiento del director, por así decirlo. De este tipo de mentalidad habla la película justamente. A DePalma le encanta jugar con la doble personalidad, y trabajar con múltiples cámaras y múltiples puntos de vista. En Redacted trabaja con dos: por un lado, la filmación con cámara casera de un miembro, aspirante a estudiante de cine, del escuadrón a cargo de vigilar un Punto de Paso en Bagdad. Por otro, el de dos documentalistas franceses, con mayor "objetividad", de las acciones que toman dicho escuadrón. El soldado va mostrando la evolución psicológica de su escuadrón, especialmente dos soldados, desde que asesinan impunemente a una mujer embarazada iraquí hasta la violación en cuestión, tomando también las ideologías de cada uno, y como su carácter, no viene de su locura en la guerra, sino del medio en el que se criaron en su país. DePalma pone mucha atención a detalles en el vestuario de ambos soldados para mostrarnos que no hay "casualidades". Que los soldados no se vuelven criminales durante la guerra, sino que la cuestión viene incluso de familia: la xenofobia, el racismo, todo explota en medio de desierto. La tensión sexual que sienten los soldados es evolutiva. La violación no es una acto de venganza aislado. Desde un punto de vista más alejado, o sea el de los documentalistas franceses, DePalma muestra el papel de los medios de comunicación y las cámaras de seguridad. El otro punto de vista es el de los noticieros iraquíes, los videos de los blogs talibanes, los blogs de las esposas de los soldados estadounidenses, la difusión de videos y opiniones en youtube, y principalmente los registros de las cámaras de seguridad en los cuarteles estadounidenses: tanto las oficinas administrativas, con decorado árabe, como las salas psiquiátricas. Esto muestra una vez más que en EEUU no existe la privacidad y todo es grabado, y peor aun que todo puede llegar a los medios. El internet se muestra como un arma de doble filo: por un lado es informativo, por el otro, peca de cosechar seguidores y opositores a los grupos terroristas (sean talibanes o estadounidenses) usando imágenes morbosas. DePalma no se muestra neutro en el conflicto, y juzga a los pecadores. Puede parecer demagógico por momentos, y hace diferencias de bandos entre los soldados, así también como diferencia a los terroristas de los civiles inocentes, que mueren día a día porque los estadounidenses no saben (o no quieren) diferenciarlos. Es verdad, DePalma no se da con vueltas a la hora de condenar el accionar de los soldados jóvenes en la guerra, de aquellos que cometen crímenes, de aquellos que se callan por miedo, de los comandantes que deciden hacer la vista gorda del asunto. También hace hincapié en la censura estadounidense, desde los mismos títulos. En cierta forma la película funciona como material "editado" de lo sucedido realmente. Al mostrar documentos "supuestamente" reales, hay tachones negros sobre palabras claves, tachones que usa de metáfora sobre lo que los estadounidenses deciden no querer ver ni mostrar. Cínicamente, también lo usa para "tachar" marcas y los rostros de lo verdaderos protagonistas iraquíes. (Se podría comparar con la película argentina Iraqui Short Filmes de Mauro Andrizzi) DePalma es menos sutil que en Pecados de Guerra pero tiene menos pretensiones comerciales. Filmó en Alta Definición Digital para dar mayor realismo a su "falso documental". La mayoría de las veces con cámara en mano. Explora las diferentes iluminaciones digitales: infrarrojas para las escenas nocturnas, blanco y negro de seguridad, webcams, y de video grabación en las cámaras fotográficas. No por esto pierde su estética personal y registrada: no faltan las falsas subjetivas en planos secuencia, que ya había hecho en clásicos como Vestida Para Matar o Blow Out y en La Dalia Negra su anterior película. Hay planos que simulan pertenecer al documental de los franceses, pero es diegéticamente imposible que pertenezcan. Pero DePalma es un seguidor de Hitchcock, y poco le importan las críticas diegéticas. Así mismo, hay un par de giros narrativos, que si son bien pensados, no concuerdan con información previa. Pero a DePalma le interesa lo que se cuenta en el instante, y lo que va cultivando para remover la conciencia del espectador y, que vaya tomando una posición en el relato. Hay pocas sorpresas en la película, porque el director sabe como crear el suspenso. Tira pistas, información previa que crea tensión en el espectador atento. Tampoco faltan sutiles pinceladas de humor negro, muy crítico, y algo burlón hacia los soldados. El dramatismo y suspenso son constantes, nunca cae en recursos telenovelescos. Los 91 minutos de metraje se pasan rápido, pero el significado de las imágenes queda grabado. Para lograr mayor realismo, como sucede en todos los falsos documentales, escogió a un elenco desconocido de actores, algunos eficientes pero por momentos sobreactuados y desbordados. Aun así, DePalma vuelve a dar cátedra cinematográfica de como filmar un falso documental. Sin embargo, en Hollywood, incluso los llamados "liberales" se sienten ofendidos con este trabajo. Porque? Bueno, DePalma siempre fue crítico con la industria y por algo integra una lista negra no demasiado dada a conocer. Previendo esto, decide darles una patada casi al final de la película. DePalma no se guarda nada y nuevamente ataca. Pero sus balas, lamentablemente, son falsas imágenes, que tienen el mismo el mismo efecto que las palabras, en el actual gobierno: rebotan. Sin embargo, algún día, alguien va a recordar Redacted como hoy recordamos Pecados de Guerra, y se van a horrorizar con las violaciones y torturas, sucedidas durante la guerra de Irak, así como nos horrorizamos con Vietnam. Porque la historia se repite, pero la gente no olvida, el cine tampoco, y sirve como conciencia colectiva.
Ganadora de la Competencia Latinoamericana del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, La Hora de la Siesta, ópera prima de Mora con ayuda de Nestor Frenkel, desembarca extrañamente y con poca publicidad a las carteleras porteñas. Recuerdo que finalizada la función me quedó un grato gusto amargo. Busco críticas de colegas, que no han salido satisfechos. Mostrar la infancia desde un punto de vista tan lúgubre y pesimista, con desazón, pero sin caer en la demagogia o la manipulación sentimental no es fácil ni usual. Por la estética blanco y negro, bien uno podría comparar esta película con la primera obra de la dupla Rebella – Stoll: 25 Watts El padre de dos de los chicos protagonistas fallece. La familia se reúne para “celebrar” el velorio. La madre no sale de la habitación y los pobres menores deben soportar las condolencias y saludos. Pronto, mientras en el barrio, se celebra la hora de la siesta, ambos se escapan. El pequeño está curioso, infectado de los cuentos que le venden los adultos. La pre adolescente trata de comportarse como una adulta, asumiendo responsabilidades y contestando con soberbia e intelectualidad las preguntas de su hermano. Ambos tratan de repeler las lágrimas con frialdad, y mientras recorren el barrio se cruzan con un introvertido muchacho que vive en una vieja casona, cuasi abandonada. Será una aventura lacónica, poco emocionante, pero que llevará a la protagonista a replantearse las relaciones con su hermano y el resto de su familia. Mora, se embarca en crear un clima aún más oscuro y lacónico que la película uruguaya o la comedia melancólica mexicana, con la que comparte puntos en común, Temporada de Patos. Lo que juega a favor de esta obra sobre las demás es que no necesita de planos tan simétricos o de una estética tan buscada. Le escapa a la solemnidad para introducirse en la melancolía y la nostalgia del ser solitario, del ser marginado por el mundo adulto, de ser un chico que desea crecer, pero a la vez necesita seguir disfrutando de actos inocentes. No se trata de un film ni pretencioso ni moralista. El mensaje se encuentra en el modo en que uno juzga su propia infancia y como actuó en momentos de desolación similares. Mora no da respuestas, genera incógnitas acerca de cual es el camino correcto que deben llevar estos niños ante una pérdida de este tipo. Los sentimientos no resultan forzados, la represión es fundamental para entender el clima y los personajes. Película que bien podría analizarse como tratado psicopedagogo, La Hora de la Siesta, nos presenta a una directora, que al igual que como hizo Julia Solomonoff con El Último Verano de la Boyita, no subestima a sus protagonistas, destaca su inteligencia, su valor, su imaginación, creatividad y astucia por saciar las curiosidades existencialistas, que muchas veces los adultos tenemos y que por miedo a no pasar por ridículos, decidimos callar. El trío protagónico (especialmente Poviña), se comporta con gran naturalidad, y esperemos que siga un rumbo prometedor dentro del cine nacional. Con menos humor del que uno piensa que no va a haber al principio (y por suerte este código queda enseguida claro), con una monotonía angustiante, pero a la vez preelaborada y justificada, La Hora de la Siesta es un pequeño gran film, que da pie a mayores reflexiones de lo que aparenta en una primera mirada, y que nos advierte de que debemos observar mejor y preenjuiciar, subestimar menos, la psicología infantil.