John Cusack es uno de mis actores favoritos. Quizás por eso, esta res una reseña difícil de redactar. Hace tiempo, estaba consolidado como uno de los más competentes actores de su generación. Sin embargo, algo sucedió desde 2010 hasta aquí que todas sus elecciones de guiones fueron equivocadas y su perfil comienza peligrosamente a parecerse al de Nicholas Cage. Y ya todos sabemos de que hablamos cuando hablamos de él. Una película basada en un bestseller de Stephen King siempre debería ser interesante de ver. Lo que se presentaba a duda era el tiempo pasado de la obra original (2006). Hace 6 años que los zombies dominan la escena y las cuestiones apocalípticas con ellos, también. King participó del guión de este lanzamiento, pero su aporte no puede definirse como positivo. Sin embargo, “Cell” tenía su potencial. Los smartphones están muy extendidos globalmente y se cree que el 80 por ciento de la población del mundo usa un teléfono móvil. Es decir que si intentaramos algo con ellos, seguramente surtiría efecto, dada su popularidad. Pensar en un tecno thriller apocalíptico tenía fuerza a priori. “El pulso” habla de eso. De lo sencillo que sería atacar o dominar a la población mundial a través de algo que se filtra en sus portátiles. Y si piensan que el debate es interesante, están acertados. Lo que no sucede aquí es ese intercambio de perspectiva. Hay una riqueza en la discusión que nunca termina de aparecer y todo se limita a construir un drama de supervivencia muy básico. ¿Por qué? No lo sabemos, realmente. Clayton (Cusack) es un dibujante de historietas que acaba de vender los derechos de su trabajo a una gran compañía. Se encuentra a punto de reencontrarse con su hijo (quien vive con su madre) pero cuando está en el aeropuerto, se queda sin batería en el celular. Acto seguido, se acerca a un público y mientras desarrolla su llamada, comienza a ver como la gente se va contagiando de un fervor extraño que los lleva a enfrentarse entre sí. Los celulares han recibido una señal que logró afectar la mente humana de tal manera que todo, comienza a ser caótico. Estos son los primeros minutos de “Cell” y hay que decir que son los más interesantes de la cinta. En ese frenesí para escapar de la terrible confusión (aviones caen, autos colisionan, hay incendios y tableteos de armas), Clayton da con un acceso al subte, y allí se topará con Tom, un maquinista veterano (Samuel L. Jackson) con quien hará equipo para salir de ese infierno donde se encuentran. Luego de un trayecto corto, el grupo de supervivientes será un poco mayor ( Isabelle Fuhrman primero y luego un par más, nadie que proponga relieve) y partirán hacia las afueras de la ciudad, para resguardarse y buscar respuestas para enfrentar la amenaza. Cusack y Jackson actúan sin química y con paso errático. Las persecusiones y enfrentamientos fuera de la urbe están lejos de lo que ofrece hoy en el cable, #TWD y muchas otras series (algo pasa con la fotografía y no está bueno). Sólo nos queda entonces el debate filosófico de los peligros potenciales que acarrería un ataque de esta naturaleza. Y ahi es donde Tod Williams (director de “Paranormal activity 2”), el hombre detrás de las cámaras, tampoco encuentra el tono. Será su falta de roce con mejores presupuestos, o la manera en que trabaja el tiempo y el espacio. Lo cierto es que no funciona. En espacios abiertos Williams hace agua. No construye clima ni fricción y nada fluye. La peli quiere que entendamos, confusión como si fuera confrontación. No hay en el grupo muchas ideas sobre como avanzar y los apuntes con los que organizan su esquemática defensa de los afectados por las ondas, son previsibles de principio a fin. “Cell” podría haber sido un thriller oscuro y sólido, pero se convierte en una de las más flojas adaptaciones de Stephen King a la pantalla grande (aunque en varios países fue directo a ondemand, debemos decir). Una auténtica pena.
Hay personajes del mundo del cine que merecen un homenaje. Muchas películas en los últimos tiempos han recuperado para nuevas generaciones a figuras que de otra manera permanecerían en el olvido. Sin dudas Valerio Ruiz tenía en mente esta idea de poner nuevamente en la agenda a un emblmea del cine italiano cuando imaginó “Detrás de los Anteojos” (2015), una película potente sobre una mujer fuerte. El documental de Ruiz sobre la mítica realizadora Lina Wertmüller; no sólo nos trae a la primera mujer en el mundo en recibir una nominación al Oscar como Mejor Directora por su obra maestra “Pasqualino Settebellezze”, en 1975, sino que nos acerca una reflexiva historia. La decisión de hacerlo a partir del racconto y del relato en primera persona de la propia Wertmüller, permiten que “Detrás de los Anteojos” fluya naturalmente, con la incorporación de la misma, además, a los escenarios en los que rodó sus ya clásicos filmes. Durante casi dos horas, la primera mucho más digresiva y pausada, y luego una segunda instancia mucho más acelerada, Ruiz acompaña a la directora y a cada uno de aquellos personajes que formaron parte de su historia, para poder reconstruir, casi arqueológicamente, la memoria visual de una mujer que supo que en el tomar riesgo estaba la verdadera esencia de su actividad. Para el caso, y por citar sólo un ejemplo, Wertmüller rememora aquello que quería obtener de Sofia Loren, “yo quería que esas gaviotas que tenía alrededor de su rostro desaparezcan, quería obtener un templo griego de su cara”, y contrastando esas palabras, o ilustrándolas, el rostro de Loren impávido en fotografías de algunas de sus colaboraciones. Wertmüller recorre su carrera con anécdotas, desde la más divertida, que cuenta cómo fue que se la terminó institucioanlizando como la mujer de los anteojos blancos, a las palabras de asistentes, actores, productores, críticos, que memorizaron sus trabajos y su acercamiento a ella. Ruiz arma primero una puesta en escena plagada de lámparas o veladores vitró, algo que fascina a la directora, y luego ese motivo lo reitera en los sets en los que realizó cada una de las varias entrevistas de los invitados que convocó. Loren, Martin Scorsese, Harvey Keitel, Giancarlo Giannini, no solo darán su testimonio, sino que se apasionarán por los comentarios que viertan sobre la directora y su obra. Cada uno pensará en el trabajo mirando hacia atrás con amor, de una época liberadora del cine italiano en la que se permitía que una mujer pueda configurar un estilo propio, justamente, más allá de su sexo. Pero Lina Wertmüller también hablará de amor, de Nino Rota (tuvimos una historia de amor muy feliz, como la de los cuentos, afirma), del cine, del paso del tiempo, de la muerte y de su perdurabilidad eterna en la pantalla. Personaje entrañable, Ruiz la deja hablar y la acompaña, la lleva a recorrer cada uno de los escenarios en los que ella filmó sus filmes, en los que reflexionará y seguirá soñando en celuloide, a pesar que sienta que su ocaso está pronto por llegar.
Enrique Pichon Riviere, padre de la Psicología Social Argentina, es el sujeto de este documental de Miguel Luis Kohan. Para quienes no están familiarizados con esta figura del psicoanálisis local, hay que decir que el modelo teórico de Pichon, es reconocido en todo el mundo y su abordaje y perspectiva, lo posicionan como una figura de relieve e innovación en su ámbito. Extrañamente, Pichón escribió poco (aunque relevante). Todo lo que sabemos de su ECRO (Esquema Conceptual Referencial Operativo, lineamiento teórico basal de su óptica), lo conocemos por sus discípulos. Es por eso que Kohan (documentalista de experiencia en el género), decide lanzarse a la búsqueda de testimonios que permitan recortar al hombre en su contexto. Inicia una travesía por relatos que van dando cuenta de cómo Pichón Riviere, vivió su infancia, su adultez y cómo fue construyendo el perfil de profesional de fuste en su campo. Un hombre es su medio, sus expectativas, su formación, sus aspiraciones: el cineasta retrata con palabras y voces de gente que lo conoció que aporta valiosa información sobre su camino en la primera mitad del siglo pasado. Su niñez, el devenir de su adolecencia en Corrientes, el inicio de la medicina en Rosario, sus prácticas en Open Door, su compromiso con colegas a la hora de constituir la APA (Asociación Psicoanalítica y más tarde IADES (Instituto Argentino de Estudios Sociales), su matrimonio con la reconodia Arminda Aberasuty (gran divulgadora de la obra de Melanie Klein en sudamérica) y una idea primaria: la psicología debería estar al alcance de la gente, siempre. Es eminentemente social y no hay que enclaustrarla académicamente. Bajo ese lema fundará la Escuela de Psicología Dinámica, luego legendario ícono de la naciente Psicología Social Argentina y su técnica de grupo operativo, hoy elemento central en el que se forman muchos profesionales en nuestro país. Kohan consigue testimonios muy valiosos, desde Joaquín Pichon Rivière, a los hombres y mujeres que llevaron adelante y dieron forma a su cuerpo teórico: Alfredo Moffatt, Ana Quiroga (quien ocuparía el lugar afectivo de su mujer, luego de su divorcio y llevaría adelante la primera institución que transmitió sus conceptos en forma abierta y sistemática), Vicente Zito Lema. Todos son de interés para los seguidores de la obra de Pichón. En el debe, y conociendo del tema en profundidad, es importante decir que nos quedamos con ganas de bucear en la exploración de la actualidad de su creación. La herramienta que creó Pichón es extraordinaria (de hecho, hace poco estuve con universitarios de Finalndia que venía a estudiarla en profundidad) y aquí aparece poco presente. El sujeto, está bien delineado y el director logra orientarnos sobre sus inquietudes y sueños, pero lo que sí hubiese dado mayor impacto es entender la magnitud de su obra en la actualidad, a través de otro enfoque de este proceso. En el encuadre pautado, sólo los interesados profundamente en esta biografía, estarán atentos al devenir del retrato. "El francesito", es un documental correcto sobre una personalidad del psiconálisis que hizo historia. Sí, debemos decir (aunque sea tela para otra entrega) que lo rico también gira sobre cómo se expandió su marco teórico y cómo sus discípulos llevaron adelante la tarea de agentes muitiplicadores. He ahí un buen tema para una segunda etapa de esta investigación.
Una gran novedad ofrece la cartelera porteña esta semana. No es habitual ver cine europeo en salas y menos en vacaciones de invierno por lo cual a “Zvizdan” hay que prestarle atención. Lo primero que hay que decir es que sin dudas, esta es una gran oportunidad para acercarnos a un gran director croata, Dalibor Matanic. Hombre con una carrera ya importante, siempre supimos que la mayor virtud de Matanic para posicionarse como cineasta de primera línea era ser vocero de lo que en su tierra y en Europa Oriental sucede (cultural e ideológicamente). Ya sabemos que tiene un don especial para la dirección de actores y la construcción de pequeñas sociedades. Esta “Zvizdan” suya, es una arriesgada muestra de talento donde tres momentos de la historia reciente son elegidos para establecer recortes de un conflicto que no ha desaparecido aún en lo que alguna vez fue territorio yugoslavo. Aquí, la tarea es ardua. En “Bajo el sol”, hay una sola pareja de protagónicos en tres historias consecutivas. Todas se enmarcan en un territorio similar y son postales de una sociedad que sigue batallando en silencio, sin hacer caso del armisticio que se haya firmado en lo formal. Pareciera que la vida sigue, pero algo en los corazones sigue detenido y latente. Y como en todo momento de la vida del hombre, el amor se corporiza. Manifestación de vida que se resiste a desaparecer. Matanic escribe y dirige una película que pareciera habla de cómo se lleva adelante este sentimiento, cuando la etnia influye en tus emociones. Cuando te vence o te fuerza a luchar por o en contra de ella. Y si bien podemos decir que ese tópico atraviesa los tres episodios, lo cierto es que no se habla tanto de amor, como de sanación. Esta cuestión la percibo más física que los vínculos románticos que pueden o no jugarse. ¿Cómo se puede amar si tu corazón no tiene paz? Las tres historias tienen una referencia temporal que las distancia, lo cual ayuda a que vemos como espectadores, como el cineasta percibe que su sociedad va manejando este tipo de emergentes… la primera, en 1991 donde dos jóvenes de distintas aldeas se aman , Jelena e Iván - aka Tihana Lazovic + Goran Markovic, pareja principal en todos los episodios- pero lo logran afianzar su relación. Hay demasiado en el aire y viendo que su pequeño micromundo no puede aceptar lo que sienten, deciden escapar con destino a una ciudad distinta. Pero en esa estrategia, son descubiertos y deben afrontar la dura exposición de su decisión. En la segunda, el tiempo ha pasado. Estamos en 2001 y madre e hija (Natasha), retornan a su pueblo natal a reconstruir su casa luego de la guerra. Pero hay hombres (uno en particular, Ante) que nunca abandonaron su tierra y tienen mucho odio por quienes abandonaron ese espacio. Mucho más cuando hay muertes en la familia y heridas que no cierran, ¿cuál es el camino para seguir adelante? ¿El olvido a veces no es una herramienta válida para reconstruir las existencias mundanas? No hay amor en el sentido romántico puro aquí, pero podemos anticipar que esa tensión y enojo que circula debe materializarse para ser escenificado y puesto en valor. ¿Por qué algunos pueden perdonan y otros no? Ahí es donde Matanic se hace fuerte: elige que haya debate en las acciones de sus personajes. Quizás no digan tanto en sus diálogos, pero sus impulsos, los delatan y definen. El hombre detrás de las cámaras muestra oficio de sobra para contar historias donde el dolor, el odio y la impotencia, aparecen en forma casi inmediata y simultánea. Y aún no llegamos al final… En el tercer episodio, ya en lo que sería la actualidad, una nueva aguja en la piel. Un hombre regresa y con el conflicto ya en apariencia lejana, decide buscar a su ex novia que dejó embarazada al salir de la ciudad. Ese reencontrarse con ella en virtud a lo que sucedió, deparará otra interesante imagen sobre el gran conflicto silencioso q ue se da entre los que se fueron y los que permanecieron. Entre los que eligieron vivir el trance y quienes prefirieron y pudieron resguardarse. La cuestión es, otra vez, cómo elaborar tanto dolor y seguir adelante. “Bajo el sol” no es una cinta de las que uno sale indemne. Hay en ella una sutil reflexión en cada fotograma sobre la humanidad y su relación con la pérdida, el dolor y el desconcierto. Sus tres historias emergen con fuerza para presentarle al espectador un panorama veloz sobre que sucede en ese terruño con los corazones de aquellos que eligen amar y enfrentar el futuro. Muy buena.
El universo de los pre-históricos amigos , que ya ha sobrevivido a varios cataclismos, está de regreso. Una franquicia tremendamente popular, que comenzó siendo una buena idea, y desde hace un par de entregas, intenta oxigenar su propuesta con más personajes, sin perder la esencia que la hizo masiva. Un desafío importante, podríamos decir. Eso si, piensen que cada una de las entregas de esta saga devuelve a sus productores, entre 8 y 10 veces lo invertido. Números, que hablan de su vital importancia dentro del cine de animación familiar... La cuestión es bastante visible, ¿qué más puede sucederle a este grupo de amigos distinto a luchar contra la fuerza de la naturaleza que amenaza su extinción? Si, ya se. Ideas siempre hay. En esta oportunidad, "Ice age" intentará no sólo avanzar con lo que su gente espera (los gags físicos, los contrapuntos de Manny, la agudeza de Buck, los accidentes del torpe Sid, la búsqueda eterna de Scrat por poseer su bellota) sino de plantearse algunos apuntes originales. Más menciones sutiles en los diálogos para el público adulto (especialmente en la versión en inglés), una mejora técnica en el desarrollo de los escenarios y cierto espíritu juguetón que se apoya en una acertada banda sonora para configurar una historia divertida, previsible pero agradable. Es como si sus directores (Mike Thermeier y Galen T. Chu, veteranos ya que vienen en la factoría desde hace varias entregas) ya se hubiesen liberado a priori del destino de su producto y sólo pusieran el foco en garantizar que la historia fluya y que los gags sean suficientes. Y lo logran. A pesar de que esta es la quinta entrega de "La era del hielo" y que se percibe cierto desgaste en algunos engranajes de la historia, "Colisión de mundos" funciona. Será porque ya todos los personajes tienen recorrido, y es más simple dedicarse a afianzar la fórmula "amenaza-escape", adicionando pocos pero buenos elementos . En esta oportunidad, tendrán mucho protagonismo los mamuts (Manny, Ellie, Morita y su prometido, Julian) y Buck (increíble Simon Pegg) en detrimento de Diego y otros amigos ya conocidos. Todo comienza como en estas últimas oportunidades, con Scrat buscando a su bellota al iniciar la aventura... En una vuelta de tuerca original, nuestra prehistórica ardillita partirá accidentalmente al espacio con una nave, para iniciar un problema de dimensiones... cósmicas. Su accionar, modificará cursos, planetas y promoverá desastres, como la constitución accidental de un gran meteorito que irá derecho a la Tierra, a destruirla. Allí abajo, una primera lluvia de meteoritos pondrá en alerta al grupo y a poco tiempo de las primeras complicaciones, la banda dará con Buck, quien rápidamente entenderá que sucede y propondrá una estrategia loca para enfrentar el peligro. Sin demasiadas opciones, el grupo irá hacia la cima de un volcán para intentar una maniobra física-magnética que desvíe el curso de colisión y asegure la salvación del planeta. Dentro de esta "Ice Age" habrá lugar para elaborar el conflicto del nido vacío (ya verán el porqué), el valor de los ancestros y como siempre, suficiente espacio para el juego físico de Sid, uno de los puntos que los chicos más festejan y que como siempre, cumple (su abuela no se queda atrás). "Ice age" combate con armas nobles el agotamiento del conflicto principal de la historia y si bien todos sabemos como debería terminar el recorrido de estos amigos, lo cierto es que ya hay suficientes libertades temáticas para explorar casi cualquier cosa que el guion proponga. Mientras se aborde con sana diversión, seguirá siendo un enorme hit de taquilla y supongo que eso es lo que todos esperan para estas vacaciones de invierno. No defrauda, seguro.
Es realmente sorprendente darse cuenta de que con la globalización, ya hay geografías que no podrán disputarse la exclusividad de ciertos géneros. Hollywood siempre fue el rey del cine catástrofe pero ahora, lentamente, comienzan a verse algunos desarrollos en distintos países que gozan de gran solidez técnica y pueden rivalizar con éxito con muchos títulos que genera el gran país del norte. "Bolgen" (título internacional "The wave"), es uno de estos exponentes de calidad que dan placer de conocer, máxime cuando sepas que es noruego. Si es cierto que los países escandinavos tienen escenarios naturales propicios, pensar en una historia como esta, fue un tremendo acierto de Roar Uthaug (de quien se dice dirigirá el re-boot de Tom Raider, nada menos), director que se reconoce fan de los clásicos (ver Irwin Allen y sus recordados trabajos como cineasta o productor: "The Poseidon aventure", "The towaring Inferno","The Swarm", "Earthquake" sin ir más lejos) donde el heroísmo, la tragedia y la energía estaban entrelazadas de manera efectiva y potente. Aquí la historia se instala en torno a una montaña, Akerneset , que tiene una constitución que no la hace particularmente segura. Más cuando está instalada en una zona donde cualquier derrumbe, podría afectar la villa turística instalada en Geiranger ya que provocaría un maremoto de grandes consecuencias. Allí, hay un puesto de observación dirigido por geólogos (hecho que se da en la vida real, así como las locaciones, acierto de producción) que hace de guardia para detectar anomalías. El hombre que llevará la acción es Kristian Eikjord (Kristoffer Joner a quien vimos en "The revenant" en un rol secundario) , científico del grupo quien comienza a sospechar que un hecho similar ocurrido varias décadas atrás (en Tafjord, precisamente), podría tener lugar en Akerneset si ciertas condiciones se producen. Kristian está dejando su puesto para irse a la actividad privada, lejos, pero siente que algo sucede en esa montaña que no lo deja partir con tranquilidad. Su mujer, Idun (Ane Dahl Torp), conserje de un hotel top de la zona, no tiene esa sospecha. También está lista para partir, aunque todavía sigue en su trabajo hasta que la mudanza final termine. Sin embargo, la tragedia acecha: hay indicios de actividad en el pico que señalan la proximidad de un derrumbe. Pero estamos en un lugar de descanso y como siempre en esta película, los secundarios preguntan..."¿por qué alarmarse si todo está bien?" No lo está. "Bolgen" es una película estructurada bien al estilo de los 70'. Héroe incomprendido por sus compañeros y autoridades, escenario volátil, tragedia y rescate de heridos. Pero todo esto aquí tiene lugar de manera armoniosa, inquietante y sagaz. La trama es interesante y si bien, es demasiado lineal, cada elemento que la compone está centrado y funciona. Hay buena química en la familia y también un buen aporte del resto del cast. Pero la trama no funcionaría si la escena principal no fuera realmente movilizante. Y desde el punto de vista técnico, "La última ola" es un deleite para los ojos. Su delicada construcción digital y física hacen que el film, sea un agradable sorpresa de principio a fin. Una película destacada, atrapante y que recomiendo no dejar pasar (esta cinta fue pre-nominada al Oscar el año pasado, dato a tener en cuenta). Si te gusta el suspenso, las atmósferas naturales y el cine catástrofe (al estilo "Lo Imposible"), esta es tu película para la semana, sin dudas.
No se si tuvieron la oportunidad de ver "La larga noche de Francisco Sanctis", la peli ganadora del BAFICI 18 (Competencia Internacional), pero teníamos muchas ganas de conocer más sobre sus dos directores, Andrea Testa y Francisco Marquez. Su ópera prima conjunta fue una de las más impactantes locales de los últimos tiempos (cuando se estrene, no la dejen pasar), y aquí tenemos la oportunidad de ver cómo Testa aborda otra temática, la marginalidad, también compleja y llena de matices para conmover. Eso es, en pocas palabras, "Pibe chorro": un documental austero pero potente que no se queda en los planteos tradicionales de recopilación de entrevistas sobre un determinado hecho, sino que impulsa una selección de dispositivos modestos para apelar al espectador y transmitir más preguntas e interrogantes, que respuestas. Hay en la manera en que se presentan los contenidos de "Pibe chorro", un debate claro sobre cómo la sociedad ve y opera desde distintos sectores, la discriminación a los jóvenes de los sectores populares. Esa cara del ideario moderno instalado en la cultura (hay que reconocerlo), tracciona sensaciones fuertes, nos pone en contradicción y nos conecta con un vacío singular: el espacio donde sabemos que estamos obrando (por parte o por inacción) mal y no percibimos la otredad notoria de un perfil de sujetos que no deberían quedarse fuera de la sociedad bajo ningún punto de vista. Cuánto hacemos por estos chicos a los que vivimos recriminandoles por su accionar (los "pibes chorros"), desde nuestro rol ciudadano? Dejamos todo librado a la voluntad política de nuestros dirigentes? Imposible no hacerse esa pregunta. Qué sucede con las cárceles e institutos donde son confinados? Cuánta visibilidad necesita para hacerse carne en nosotros? Dentro de las voces que participan del doc, destacamos la del querido Vicente Zito Lema (lo mas relevante de este recorrido, en opinión de este cronista, por su conexión con el arte a través de los poemas) aunque todos los testimonios son valiosos, crudos y honestos, en un nivel pocas veces visto teniendo en cuenta lo movilizador de la temática. Este es un documental (y pienso en el audio de la entrevista a Alcides, un pibe que está en prisión y dice "lo más feo de estar privado de la libertad, es que te pasan muchas cosas y no tenés a nadie que te ayude") que logra afectar a la audiencia, y llevarla a cuestionarse su rol en la sociedad. Al menos, eso experimenté yo, y soy veterano ya de este género, debo decirles. Muy buena opción para los que además, les cuesta engancharse con este tipo de películas, lejos de la ficción predominante en la cartelera porteña. Testa se perfila como una de las más lúcidas cineastas del cine argentino en este último año (es capaz de manejar los códigos de la ficción y el documental, con frescura), a tener en cuenta su trabajo. Recomendada.
Si bien la prensa la emparenta con la laureada y cálida "Little Miss Sunshnie", "Min lilla syster" corre por otros rieles: los del cine dramático destinado a promover debate, en torno a uno de los grandes flagelos que asechan a los adolescentes (principalmente) en estos tiempos, los trastornos alimenticios. Sanna Lenken, la mujer detras de las cámaras, debuta con su primer largo, asociado invariablemente a su experiencia personal. Esta cineasta ya tiene un corto famosisimo sobre el tema ("Ata Lunch" del 2013) y es reconocida su militancia para divulgar los crueles alcances de este flagelo de nuestros tiempos. El tema de la imagen corporal, y más de un atleta de alto rendimiento, ha sido tratado en pocas oportunidades en la historia del cine. Ejemplos hay, pero no abundan y siempre es bienvenida la posibilidad de tomar contacto con un film de esta temática. Por ende, comenzamos en positivo con la sueca Lenken, quien además, va a dotar a su propuesta de un clima bastante personal, donde todo se subordina al conflicto principal y al vínculo entre las dos hermanas que serán el centro neurálgico de la historia. La trama presenta una clásica familia europea de clase media donde las cosas van bien y no hay presente demasiado conflicto en la superficie. Craso error: no es sencillo tener una hija bella, joven, talentosa y que se dedica al patinaje con aspiraciones de ascenso. Así como la danza clásica, son actividades de una enorme presión puesta en el hecho de mantenerse muy delgadas. Todo se centra en definitiva, en el vínculo entre Katja (Amy Diamond) y Stella (Rebecka Josephson), la primera, sin dudas "la hija perfecta" y la segunda, una niña distinta a su hermana, a todo nivel. Ella admira el éxito de Katja y ella pasa a ser su inspiración, dado el impacto que provoca su presencia en el pequeño mundo que las rodea... hasta que da con la cruda verdad. No todo es lo que parece y el descubrimiento de la enfermedad que sufre su hermana, pronto deja a Stella con una pesada tarea: decidir hablar o callarse. Y si bien ella elige un camino discutible, lo cierto es que la película no intenta subrayar desde lo moral ciertas decisiones, sino que sólo las pone en relieve en función de la tensión dramática del conflicto. Son, una familia con algunos problemitas. Y ahí, en esa trama vincular, donde los padres parecen recortados y ausentes, surge lo más valioso de la relación, el enfrentar los obstáculos desde lo más primitivo y natural que poseen las hermanas, su propio amor mutuo. Leneken propone un relato armonioso (con alguna tormenta bien resuelta), puro y transparente de cómo ella ve a una familia atravesando por este trance. Y si bien hay desniveles narrativos y una peligrosa parsimonia en algunos tramos (demasiada pobreza en las interpretaciones de los secundarios, por ejemplo), llega a buen puerto y cumple su objetivo. Correcta y útil, para adentrarse en una problemática específica, a la que no hay que dejar de prestar atención.
Gabriela Jaime cuenta que estaba en otro proyecto cuando accidentalmente dio con la historia de Alejandrina Barry, hija de Juan Alejandro y Susana, reconocidos militantes que fueron asesinados en un enfrentamiento producido en diciembre del 77 contra la fuerza entonces gobernante. Ella (Alejandrina) fue no sólo secuestrada, como sucedía con los niños de los militantes montoneros, sino que además, fue utilizada su historia, adulterada, y deliberadamente mentirosa, por una editorial local (Atlántida) que colaboró con esa estrategia de descrédito a través de la publicación en varias de sus revistas locales (Gente, Para Tí, magazines que vendían muchísimo en esa época). Contaron que sus padres, terroristas, habían la habían abandonado. A todo periodista, le cuesta, "La construcción...". Esa vieja leyenda que dice que hay libertad de empresa y no de prensa, retumba en nuestras sienes cuando comienza a proyectarse este documental. Y más que eso, cuando la prensa opera en conjunto con las fuerzas militares (o gobernantes, en la actualidad donde no hay fuerzas armadas en el poder), para socavar la verdad y persuadir a la opinión pública de algo que no es, la cuestión indigna. Pero no son (y no es mi intención justificar) cuestiones modificables. Son. Se puede denunciarlas, intentar esclarecerlas, rebatirlas. Pero existen. Poseen una fuerza tremenda. El cuarto poder, usado en las manos equivocadas, asusta. El documental de Jaime tiene dos aristas importantes. Por un lado se ocupa de reconstruir el hecho objetivo de enmarcar aquel enfrentamiento donde fueron secuestrados en Uruguay diez militantes y 5 niñas en un operativo conjunto del proceso a ámbos lados del Río de la Plata. Los detenidos tuvieron distinto y dispar destino. Algunos fueron enviados a la ESMA, otros tuvieron distinta suerte. Hay testimonios que reconstruyen cómo fue ese evento y sus consecuencias, dentro del marco político de su tiempo. Aunque lo más interesante del trabajo de la directora, es la búsqueda y exhibición de material gráfico y audiovisual de momentos donde el periodismo y la dictadura, trabajaban cuerpo a cuerpo en la construcción de una historia oscura, que no tenía nada que ver con la realidad que nuestra sociedad atravesaba. Ciertamente, una trama que tenía aristas peligrosas, donde una editorial (entre otras porque no ha sido la única, por cierto) aportaba herramientas para llevar adelante las estrategias tramadas por las conducciones de las AP (Acción Psicológica) de las FFAA, organismos dedicados al control de la información a la que accedía el pueblo, en esos años. "La construcción del enemigo" muestra como se puede desacreditar y destruir la memoria, con pocos elementos. Reflexiona sobre la responsabilidad del periodismo en tiempos adversos a la democracia y rescata la figura de una mujer (Alejandrina) quien lucha por hacer conocer su historia, como medio para tomar conciencia del poderoso valor de la palabra, cuando está unida a la verdad. Desde esta semana, a tenerlo en cuenta y como siempre, en el Espacio INCAA Gaumont de Congreso.
Nuevo trabajo de la prolífica directora francesa Catherine Corsini (para concerla a fondo, basta ver "Leaving" -2009-) protagonizado por la ascendente actriz belga Cécile De France llega a salas porteñas. Buena noticia, por supuesto. El cine galo tiene tradición contando poderosas historias de amor con sello propio y lo que tenemos en el menú, va en esa propuesta con los habituales cánones de calidad a los que esa geografía nos tiene acostumbrados. Verano del 71, época de mucha efervescencia social y aquí tenemos la lucha de dos mujeres que se cruzan en un momento crucial de sus vidas. Una vive en un medio rural, Delphine (Izia Higelin) y su existencia es bastante mundana, matizada con intensas escaramuzas con cierta muchacha del lugar. Una vez que esta chica le cuenta que va a contraer matrimonio, nuestra protagonista decide mudarse a la gran ciudad (París) a cambiar el rumbo de su destino. De forma fortuita se topará con una bella Carole (De France), una docente de castellano, activa militante por los derechos de la mujer, que la impactará. Ella sí está en pareja con un hombre de ideas socialistas, aunque viviendo crisis de falta de emoción. Carole se sorprende de la recién llegada y su singularidad, y rápidamente conectan desde lo físico y lo romántico. Lo que vendrá, es una clásica historia de amor, contra toda adversidad. Las dos enamoradas deberán batallar para defender lo que tienen, dentro de duros contextos (el rural es un claro ejemplo de esta perspectiva), apelando a su conexión pura e íntima, a lo largo de una historia sinuosa que puede deparar cierta sorpresa en su recorrido. Corsini se luce cuando rueda a sus amantes en distintos contextos. Logra captar con su lente toda esa energía y pasión en sus personajes y eso tracciona el motor del film. Al mejor estilo de "La vida de Adele", el sexo moviliza y derriba estructuras. Sin embargo, hay en esta historia un trasfondo social complejo, que se despliega, y juega, en la vida de los participantes de la trama. Es ahí donde aparecen las debilidades de la directora para dar correlato a las luchas, la militancia, la evasión y la discusión filosófica sobre que camino tomar. Cierta atención no logra sostenerse ahí y hasta funciona como elemento distractor de lo que realmente nos importa: cómo estas mujeres resuelven su coyuntura para vivir el amor que tienen y las atraviesa. En el correlato de la pareja, las ideas fluyen y están bien llevadas. Gran tarea de la pareja protagónica. La fotografía y la banda de sonido están acordes y todo cuadra de manera de disfrutar de un cinta romántica, auténticamente francesa. Si ya viste "Carol" y te gustó, además, es cita obligada.