Quienes transitamos el género terror como espectadores, tenemos un grato recuerdo de «The Orphan». Allá por 2009, la propuesta fue un hit realmente porque ofrecía una idea original, fresca, intensa. Una menor (o no tanto) dueña de un trastorno físico y un grave desorden mental, masacra a toda una familia, para conseguir sus retorcidos fines. La historia funcionaba bien y llevó a Isabelle Fuhrman a la fama, casi en forma inmediata. El tiempo pasó, y como siempre la industria, sigue buscando en las películas que funcionaron, material para continuar en forma episódica y seguir facturando. No hay en general más que un interés en seguir moviendo la maquinaria, lejos de la visión artística que debería tener cada proyecto. Se insiste incluso, en los casos en que las historias parecen cerradas. Asi es que los productores decidieron volver sobre «La huérfana» e insólitamente ir más atrás en el tiempo, para contar el origen del personaje de Esther. Las dificultades son evidentes, en virtud de que la protagonista ha crecido y es complejo resolver esos temas cuando su rostro ya no tiene ni de cerca, aspecto de niña… Pero el cine todo lo puede. Y así es que insólitamente, Fuhrman, con 25 años en esta precuela, ofrece la composición de una nena de 9. Si bien sólo al escribirlo suena raro, mucho más es verlo en pantalla. Sin embargo, «The Orphan: origin» no es un mal producto. Tiene sus temas, pero la dirección de un cineasta que viene de un buen trabajo previo («The boy»), William Brent Bell , es prolija y en cierta manera, atrayente. El conocía perfectamente las dificultades que implicaba el tema encuadre de imagen, el uso de dobles y demás, pero aceptó el desafío sin dudar porque se ve que creía en el potencial de su guión. La historia se remonta a la estepa ucraniana y allí veremos a Esther (Fuhrman), encerrada en un manicomio. Una mujer se apersona para verificar su condición porque tiene planes de adopción para ella, pero rápidamente la cuestión se complicará. Esther, artista de la evasión, ya está armando una fuga que se torna sangrienta y la dejará lista para pensar sus próximos planes, con tranquilidad. Nuestra protagonista investiga un poco en internet y decide hacerse pasar por una niña americana perdida. Así es que (lo se, lo se, bastante inverosímil) ella vuela a USA a encontrarse con «su» familia, quien no la espera y se sorprende bastante con su llegada. El guionista (David Goggeshall) entonces arriesga desde su rol, y en vez de plantear el mismo esquema de la entrega anterior, juega fuerte para sacudir la audiencia y volver a sorprenderla. Pocos minutos después del primer encuentro entre Esther y su «madre» (la competente Julia Stiles), nos damos cuenta que esta entrega de «La huérfana» no irá por donde todos creíamos sino que buscará cambiar el tono de la propuesta y volverse, en cierta manera, una pseudo comedia negra, oscura y violenta. Debo reconocer que si bien el golpe de timón al principio desconcierta, funciona y cumple su cometido. Todos se relajan, porque el escenario cambia y las actuaciones se posicionan desde esta premisa para alinearse con el guión y ensamblarse con solidez. Es importante dejar de lado para disfrutar esta precuela, no prestar demasiada atención al tema del aspecto físico de Esther, que nunca termina de cerrar pero que terminamos aceptando para seguir conectados con la trama. Sin anticipar mucho más, debo decir primero que Julia Stiles vuelve a mostrar que es una actriz potente en todo tipo de género. El resto del elenco, comparte el espíritu juguetón de esta entrega y hace su aporte para que lo que a priori parecía innecesario, no lo sea tanto. «Orphan: first kill» cumple ajustadamente con los parámetros básicos de entretenimiento para el género aunque… no esperamos próxima secuela con la edad que ya detenta la protagonista…
Matti Geschonneck es un director de oficio alemán, cuyo trayectoria mayoritariamente se centró en la producción televisiva. En este, su tercer largo, nos propone una mirada descarnada, fría y probablemente, bastante cerca de la real, de la reunión realizada por el alto mando nazi el 20 de enero de 1942 en la villa de Berlín-Wannsee. El motivo, de dicha reunión fue organizar y llevar adelante el marco organizacional del asesinato masivo y sistemático de 11 millones de judíos, el Holocausto. La película se presenta como un documento histórico de valor, porque tiene sus diálogos estructurados en base al único documento de registro de la conferencia, de las notas de Adolf Eichmann que después saldrían a la luz en el juicio de los jerarcas nazis en Nuremberg al final de la guerra. La trama es simple, todo transcurre en el mismo espacio físico y hay pocos planos para encuadrar la acción. Las actuaciones son gélidas, casi nada de emoción y mucho formalismo escénico, esperables en el contexto de la trama. Sin embargo, la potencia del film justamente se basa en el encuadre de lo que narra. Lo potente en «La conferencia» es el conflicto en sí, la trama moral que subyace e impulsa cada intervención de sus protagonistas. En otras palabras, es un film cuya mayor virtud es lo que se percibe y no se ve. Estos hombres estaban decidiendo un exterminio masivo, global y fuera del entendimiento humano, si me permiten. Y realmente, no alcanzan 90 minutos para poder escrutar esos fríos corazones y sus razones, por lo cual durante todo el metraje es difícil quitar nuestros ojos de la pantalla. La historia conmueve y afecta al espectador en cada tramo de la conferencia. Burócratas y altos mandos militares, hablan de costos, estrategias de mitigación emocional ante los fusilamientos que sus soldados realizan a judíos, recursos para medios de transporte de prisioneros, costos de alimentación para quienes se hallan en campos de concentración, todo, con una naturalidad inimaginable. Están convencidos de que los asiste un orden superior y se presentan lanzados a llevarlo adelante sin dilaciones, tratando de acordar de acuerdo a premisas directas. Esa energía, es lo que nos hace seguir con tensión el curso de los acontecimientos, a pesar de anticipar mentalmente todo lo que vendrá después de esta reunión. Matti Geschonneck, el director, ha contado en entrevistas que su padre fue un sobreviviente del Holocausto y eso lo ha llevado a querer retratar el momento que inicio esa macabra pesadilla para la humanidad. «La conferencia» es una película necesaria (así como lo es, menos teatralizado, el telefilm de 2001 que HBO produjo de Franz Pierson sobre el mismo tema), ya que nos recuerda el poder aniquilador e irracional de quienes se arrogan superioridad de raza, incluso en estos días.
El cine coreano, pero más aún sus series, están en gran auge global. No es un hecho nuevo, ya venía sucediendo en los últimos años, por lo cual es más frecuente que podamos acceder a productos de esa geografía desde nuestra tierra. «Bisang seoneon» o «Emergency declaration» (título internacional) es una película cuyo rodaje se dio en plena pandemia. Incluso, fue detenido en un tramo y tuvo que ser extendido a lo largo de todo el año 2020 para lograr ser finalizado. Lo paradójico es que el guión de esta realización, habla de transmisión aérea de un agente patológico y el desencadenante en un espacio cerrado… Idéntico, en cierta manera, al Covid 19 que tuviera al mundo en jaque los dos últimos años. Claro, aquí el brote viral surgirá dentro de un avión, con todos los aspectos dramáticos que ello incluye. Ham Jae-rin es un director oriental en ascenso, que ha alternado films interesantes («Deoking») con otros más flojos («Uahan Segye») pero conserva cierto crédito en la industria y fue el elegido para narrar la historia de un atentado en un vuelo regular a Hawaii y su consecuente periplo para aterrizar y poner bajo resguardo a pasajeros y tripulación. La historia presenta en forma simple y eficaz, a un joven científico que lleva adelante un extraño proyecto en solitario para transformar un virus que posee y convertirlo en arma mortal. Yim Si wan (Ryu) es un ser humano conflictuado que ha decidido llamar la atención de la gente, planeando un atentado biológico en un avión. No hay en él demasiada emoción, pero si decisión para elegir abordar y dejar su mensaje al esparcir el virus dentro del vuelo elegido. Su accionar, solitario y casi aislado, debe enfrentar a un pasajero particular del pasaje, Lee Byung-hun (Jae hyuk) quien viaja junto a su hija a buscar nuevos rumbos a la isla del pacífico. Lee sospecha de este extraño joven ya al verlo en el aeropuerto, por lo que su sentido de alerta no estará tan equivocado. Ya en el aire, el bioterrorista iniciará su ataque mortal, y la tripulación y todo pasajero/a, deberá organizarse para mitigar las consecuencias del virus en el aire y tratar de aterrizar lo más rápido posible para ser atendidos por personal médico. En tierra, se encuentra In ho (Song Kang ho, la estrella de «Parasite»), detective poco convencional que sigue el rastro del complot en tierra. El problema es que su esposa se encuentra en ese avión, por lo cual la búsqueda de la respuesta agrega dramatismo a la frenética tarea de detener el ataque viral. El film luce su mejor rostro cuando este personaje entra en acción. La adrenalina que le ofrece su actuación a «Emergencia en el aire» sacude al espectador y lo involucra empáticamente. Es cierto que su energía supera a la del resto del elenco y por eso, me gusta más lo que sucede en tierra que la acción dentro del avión. Más allá de eso, la cinta, ofrece actuaciones aceptables, buen ritmo y bastante realismo en las escenas más intensas dentro de la nave. Hay tensión y mucho clima de cine catástrofe de la escuela clásica. Sin embargo, el escenario prometía más. Los aspectos técnicos son discretos (hubiese sumado una OST más intensa) pero cumplen su labor. En cuanto a los personajes, excepto Byung-hun y Kang ho, el resto (son muchos y conocidos para el cine oriental) no muestra demasiados matices para dar el salto de calidad a la propuesta. Quizás el copiloto y alguna azafata ofrecen emoción en momentos críticos, aunque dentro de lo esperable. Hay atmósfera de tensión con disparidad de voltaje, pero sin demasiada sorpresa. Como todo exponente de la misma filmografía, es extensa y sobreexplica varias cosas que se entienden rápido. No ahorra guía para que nadie se pierda y se quede sin disfrutar el film. Todo se entiende y hasta hay lugar para algo de emoción y drama. En síntesis, un producto aceptable, que suma a una cartelera ávida de estrenos importantes y variedad temática. Creo que verla en una pantalla a su altura, permite mayor inmersión en la propuesta (no la ví en IMAX pero seguro sumale un punto a mi calificación si podés verla ahí). Si conocen a los intérpretes por su trabajo en series y films, probablemente la disfruten un poco más que yo, desde ya!
La verdad me sorprendió el hecho de que tuvieramos segunda entrega de la inglesa «Jack in the box». La original, se popularizó a través de plataformas pero originalmente su reconocimiento se dio al obtener un premio importante en el British Horror Film Fest de 2020 (mejor película, nada menos). Así fue que la productora volvió sobre esa idea, con el mismo director a la cabeza ( Lawrence Fawler, quien también la escribe) para bucear sobre el origen de la famosa y macabra, caja de sorpresas. La historia arranca con una buena secuencia donde en pocos minutos nos damos cuenta que el tenor de la trama, no va a dar tregua. Tenemos una anciana con una grave enfermedad, adquiriendo la más antigua y buscada «Jack in the box» para su colección. Desde ya, que el sentido de poseer dicho artefacto, no es para satisfacer un deseo infantil no resuelto. No, en realidad, la caja alberga a un demonio con quien se puede pactar vida, a cambio de ofrecerles víctimas para saciar su necesidad… Toda la acción transcurre en una clásica casona, llena de espacios potencialmente terroríficos, en los cuales el oscuro asesino, irá dando cuenta de sus víctimas. No es un típico «slasher», desde ya (aunque roce ese estilo). Tiene el sello galés del cine de los 70′, centrado en el suspenso psicológico donde la atmósfera lleva el mayor peso de las secuencias fuertes. En ese sentido, Fawler tiene pocos recursos técnicos pero mucha laboriosidad para enfrentar ese desafío: la película luce equilibrada y si bien, hay demasiada oscuridad en algunos tramos, no es predominante y hay sobresaltos y muertes para dejar conforme a los fans de este género. Las actuaciones son las esperables en un film chiquito y austero. Sin embargo destacamos a Matt MacClure, un actor que parece del montón pero que tiene sobradas condiciones para el género. Las expresiones de su desesperación y culpa por todo lo que sucede en la mansión con la caja, no tienen desperdicio. Hace todo bien y se ve que es una figura que promete. Si bien es cierto que el espíritu del film no es salirse de los cánones del estilo elegante y tenebroso británico, esta historia tiene sus momentos fuertes y no desentona ni desvía lo conseguido en la primera versión de la franquicia. Eso sí, no esperen un voltaje extremo, ni nada demasiado «gore». Hay una lógica sobre la que avanza el film que funciona, entretiene, con dignidad. Es un cine de atmósfera, claramente. No deslumbra, pero como ya dije, está modestamente hecha y funciona. Lo cual es positivo para quienes son habitués de este tipo de pelis en pantalla grande.
Llega a la cartelera porteña, el tercer largometraje de Scott Mann («Heist», «The tourment»), un director cuya fortaleza destacada es trabajar con escenarios explosivos, adrenalínicos, potentes. «Fall» se alinea bajo esa premisa. Al ver el trailer entenderás de qué va el film, por lo que se subirán a este «ascenso», a priori, espectadores que busquen vértigo, suspenso y tensión. Y debemos decirles que acertarán si esa es su inquietud. «Fall», debemos decir, es un producto serio, bien filmado y que los mantendrá expectantes en su butaca hasta el final. La historia arranca en una subida a mano limpia por la ladera de una montaña. Allí, un matrimonio y su mejor amiga, ascienden entusiastamente hasta que un hecho inesperado provoca la caída de Dan (Mason Gooding) y su muerte, arrastrando emocionalmente a su mujer, Becky ( Grace Caroline Murray) a un estado depresivo profundo, sin aparente salida. Hunter (Virginia Gardner), su coequiper, e influencer de redes sociales, pasado un tiempo, la invita a un nuevo ascenso, para soltar las cenizas de Dan en un lugar desafiante, en apariencia más seguro que el último, donde ocurrió el luctuoso accidente. La propuesta es de escalar una torre abandonada en el medio de un desierto, cuya primera parte, se producirá dentro de una estructura metálica, pero el ascenso final será a cielo abierto (hay fuerte vientos en la zona) hasta hacer cima en una antena a unos 600 metros de altura. Becky no está bien, no logra elaborar el duelo por su esposo y además, se pelea mucho con su padre (Jeffrey Dean Morgan) por lo cua,l internamente sabe que debe salir de ese estado. Así que, ante la insistencia de Hunter, aceptará el desafío de trepar la torre, con todo lo que ello implica. Sin anticipar mucho más, algo saldrá mal en el ascenso y las chicas quedarán en la cima, sin poder descender. De allí en más, la tarea será tratar de comunicarse para pedir auxilio (cosa que no será fácil), sobrevivir en un escenario mortal y organizar sus escasos recursos básicos. El film tiene dos aciertos importantes, a mi entender. Por un lado, las vistas panorámicas y la forma en que han sido logradas, enmarcan la acción estupendamente. Por el otro, hay en Mann cierta habilidad para lograr que más de una hora, toda la acción se produzca entre dos chicas, en un minimo espacio físico y que la misma sea intensa y atrayente. «Fall» tiene en su tramo final, algunas fallas en su guión, pero más allá de que el cierre no está a la altura del recorrido (que insisto, es muy bueno) debo decir que es de las películas más interesantes que he visto en el género, este 2022. Especialmente, porque está hecha con modestos recursos pero sus resultados son satisfactorios y garantizan entretenimiento de principio a fin. Aprobadísima.
Luego de la pandemia, la industria nacional comienza a cobrar velocidad y fuerza con un par de estrenos fuertes, que tendrán gran cantidad de pantallas en este mes. El primero de ellos es «30 noches con mi ex», debut en la dirección del popular Adrián Suar, quien se pone al frente de una producción local con buenos rubros técnicos e intérpretes con experiencia, pero con poco impacto a la hora del resultado final. Es cierto que Suar nunca se especializó en protagonizar dramas (si bien coqueteó como intérprete en la fallida «El día que me amen») ni en ningún relato donde los climas emocionales dominen la pantalla. Por el contrario, su línea fue hacer un tipo de cine directo, básico, poco rutilante, divertido (hay que reconocerlo) y con cierto resultado en taquilla. Quizás por eso sea una novedad «30 noches con mi ex». En su primer trabajo detrás de las cámaras, el director elige un relato que se presenta como comedia , pero posee una fuerte veta dramática que subyace y cobra fuerza en un determinado momento. Desafío resbaladizo para un experimentado hombre del humor familiar, que no salió tan bien como podría esperarse. La historia nos trae a «la loba», Andrea (Pilar Gamboa, solvente siempre), quien se encuentra en una clínica psiquiatrica, intentando volver al mundo social. Algo sucedió hace unos años y se separó de su pareja, «el Turbo» (Suar), al cual no ve hace tiempo. Pero ella necesita, por recomendación del profesional tratante, para completar el proceso de readaptación e inserción que busca, a su hija (que hoy tiene 20 años) y a su ex, quienes por un espacio de 30 días deberán recibirla y acompañarla a que retome actividades, intereses y rutinas. «La Loba y el Turbo» fueron una pareja intensa, pero algo hizo que en algún momento, se perdieran. Turbo vive constantemente pendiente de su actividad laboral y al principio la idea le cuesta, siendo que realmente hace tres años que no sabe nada de su ex, y tiene su propio ritmo y objetivos de vida. Pero a no engañarse, lo que tuvieron en su momento fue fuerte. En ese sentido, el punto alto del film lo aporta Andrea, una figura frágil, inquieta, anárquica, espontánea, ilimitada. Gamboa, actriz de raza y todoterreno, despliega su habitual solvencia y carisma para encaminar su personaje con acierto. Suar contrapone ese rol con el suyo, pleno de abundantes dosis de gags cortos, en ráfagas y situaciones disparatadas resueltas con oficio. Sin embargo, no hay tanta química en esta pareja y algunas situaciones se resuelven de manual, sin demasiado acierto y con trazos gruesos. Hay secundarios que hacen un aporte discreto (Campi, sin ir más lejos) pero eso es responsabilidad exclusiva del guión. Ese costado emocional de vulnerabilidad que se experimenta cuando el film promedia, suena forzado (este cambio que los protagonistas experimentan en relación a su nueva convivencia) y queda lejos del voltaje del inicio de la peli. Se que esa era la intención pero a pesar del esfuerzo de Gamboa, el resultado no es del todo satisfactorio. Suar es muy bueno haciendo reir, pero le cuesta transitar el «lado oscuro» con llegada. Creo entender que el Chueco (y seguimos con los apodos) se la jugó para proponer una comedia dramática novedosa para la escena local. Pero el resultado es desparejo. Hay en «30 noches con mi ex» buenas intenciones y algunos pasajes que entretienen aunque en el balance final salimos de la sala esperando más. Más allá de eso, es motivo de celebración que el cine argentino que moviliza, recupere lugar en cartelera. Con el tiempo, el camino de avance de la industria se diversificará en mejores propuestas de género, seguramente.
La verdad es que el cine post-pandemia, aún no ha decodificado los nuevos gustos del público en cuanto a géneros. Hay aficionados que se han quedado en la comodidad de su sofá, haciendo streaming, y otros que sienten que lo que allí anida, no basta para saciar su necesidad de entretenimiento. Bueno, «Bullet train» es un intento de la industria de volver a atraer gente que esté interesada en disfrutar en pantalla grande, una buena película de acción, con toques de comedia. Para ello, David Leitch (Deadpool 2, para que se den una idea), director en franco ascenso, se agenció los servicios de un actor carismático y taquillero: el viejo y querido Brad Pitt. Y partió de la idea de reversionar una novela de Kōtarō Isaka para proponer una clásica historia de persecusión y asedio en movimiento, utilizando el medio sobre ruedas más rápido en el mundo: el tren bala. La trama no necesita demasiada introducción. El protagonista (el rubio de oro), es un tipo con bastante mala suerte. Lo toma bien, pero claro, siendo un criminal hecho y derecho, eso puede presentar alguna complicación. La cuestión es que en teoría, Ladybug (así lo apodan) tiene que robar un maletín abordo y bajarse en una estación cercana. Parece fácil, pero no. No sería una película si así lo fuese. Pitt comienza a poco de perpetrado su pequeño delito a darse cuenta que la cosa empieza a ponerse mal… mal. Pero, al mal tiempo, buena cara. Nuestro veterano intérprete saca a relucir su sentido del humor y carisma, para matizar la enorme cantidad de escenas de acción que Leitch ha programado para el recorrido Tokyo- Kyoto y generar un clima festivo, logrado e intenso a lo largo de todo el film. No podrás acomodarte demasiado en tu butaca porque la sucesión de escenas físicas sostiene el interés y la tensión sin dificultades. Es importante decir, por otra parte, que la cinta, no es muy cara (unos 90 millones de dólares), pero ya en su primer fin de semana global superó el 60% de su costo, con lo que si me preguntan, les firmaría que la secuela tendría fundamento, porque claramente el público ha respondido a la propuesta con entusiasmo. Leitch pone su sello en espacios cerrados (lo cual es interesante) y en las coreografías que registra con esmero. Se apoya en su protagonista, para permitirse reflexionar irónicamente sobre la violencia, los malos augurios y la vida fuera de la ley. Pitt parece trabajar a reglamento pero aún así logra una tarea aceitada y operativa para las necesidades del guión. No se complica y trata de divertir. Lo acompañan en este tren, un puñado de actores y actrices interesantes (sin dudas, Joey King brilla con luz propia en esta faceta que viene teniendo en películas de acción con humor negro), y algunos famosos (¿tal vez una presencia que remita a «Speed»…?) y músicos que podrían bien no estar… y nadie los extrañaría. Solo aportan color. Más allá de eso, creo que «Bullet train» es un producto aceptable, dinámico y que augura un buen rato por más de dos horas. La verdad, es una buena propuesta para relajarse y acomodarse en la butaca. El cine de acción en pantalla grande, sigue respirando.
Cuando pensaba en la anterior entrega de esta naciente saga, me preguntaba cuál había sido su peso en la taquilla allá por el lejano 2020. Descubrí que la peli había arrancado muy bien, justo antes de los cierres mundiales de ese año, por lo cual los estudios sintieron que podrían continuar las aventuras del simpático y adorable personaje de Sega de los lejanos 80'. Siendo gamer de la primera ola, pasé muchísimas horas de mi vida jugando "Sonic" en todas sus variantes y conozco bastante de su universo, aquí representado en forma más libre y relajada. Al frente de la dirección tenemos otra vez a Jeff Fowler y su equipo técnico, gente aparentemente en ascenso, a juzgar por el pronto lanzamiento del retorno de "Pink Panther" que se espera para fin de año. ¿Ideas nuevas? Pocas. Expansión del universo. Sí, un par de personajes. ¿Diversión garantizada? Según la edad. La propuesta es bastante básica y no arriesga demasiado en transgredir lo esperado en este tipo de producciones. Sonic la pasa bien, en su casa y con sus "papás" (James Mardsen y Tika Sumpter, de vuelta), que lo cuidan y quieren. Juega a ser superhéroe por las noches y vive una vida sin demasiados problemas. Pero Robotonik, que estaba exilado en un planeta lejano, regresa por una circunstancia extraña junto a una versión clásica de otro personaje de la saga, Knuckles. El villano, gracias a ese evento descubre que hay un esmeralda verde que otorga poderes increíbles a su poseedor. Casualmente, Sonic es "el guardián" del mapa que conduce a donde la misma está y es el blanco de la acción de esta nueva asociación entre Robotonik y el poderoso Knuckles. A las circunstancias que se van generando, le sumaremos algunos secundarios nuevos (Tales) y el simpático Stone (Lee Majdoub), adorador del villano principal. Pero el corazón del film (si se pudiera definirlo) es el trabajo de Jim Carrey como el centro neurálgico del humor que respira la cinta. Su maléfico doctor está lleno de tics y rememora los mejores personajes grotescos del actor. El resto, entre animados y humanos, apenas cumple con lo mínimo. Carrey, en cambio, se toma la película en serio (o en broma, para ser justos). El guión es predecible, con predominancia de las acciones simples. No hay sorpresa en el recorrido y se extraña, mayor presencia de cuadros musicales o que hagan homenajes a otros marcos, que descontracturen al personaje principal. No se destacan los rubros técnicos y la cinta, solo transcurre. En síntesis, "Sonic 2" será aceptado por el público mas menudo de la sala, aunque dudo que suceda de la misma forma con los adultos que acompañen. Sí reconozco que lo más entretenido de las dos horas de proyección fue la actuación de Carrey. Es un producto demasiado convencional y esquemático, en una época donde transgredir, hace la diferencia. Ahí, se queda corta. No alcanza con lo que se presenta y su director, en mi opinión, queda en deuda. Como nota de color, al final, hay escena post-créditos, que algo de lo que viene, podría anticipar.
Mientras ingresaba a la sala a ver «The Cave», pensaba en cuantas oportunidades un evento dramático de gran difusión internacional, se transformaba en una oportunidad de contar una historia, a nivel cinematográfico. Esto sucedió en muchos casos («Los 33», «Horizonte profundo» -si, es un caso real-, «Lo imposible», etc) con suerte dispar. Habitualmente, yo creo que la gente y la opinión especializada prefieren los documentales antes que una ficcionalización del relato. Pero algunas han funcionado. «The Cave», no está mal, aunque su guión ha sido discutido bastante en el país donde ocurrió el incidente. En caso de que ustedes no hayan conocido la historia, «Milagro en la Cueva» presenta la búsqueda de un equipo de fútbol local y su entrenador, quienes se pierden en una excursión en un parque nacional, en el norte de Tailandia. Los 13 extraviados, serán buscados por los equipo de rescate del país, con gran preocupación, dado que al encontrarse en ese momento en época de lluvia, las chances de supervivencia eran bajas. Sin embargo, al confirmar que ellos estaban vivos, unos días después de su desaparición, el problema se complejizó. Al haberse desplazado buscando salida adentro de una montaña llena de cuevas inundadas, los chicos y su líder quedaron alejadísimos del punto de partida, haciendo el rescate una tarea imposible. Como bien describe la película, para intentar el mismo, tres alternativas estaban en juego y sin anticiparles cuál se usaría, si podemos decir que las fuerzas locales necesitaron apoyo de buzos profesionales para proceder al salvataje. «The Cave», dirigida por Tom Waller, un tailandés hijo de madre irlandesa, es un intento de poner en valor la cooperación ante la emergencia a través de un discurso liviano pero efectivo. En su tierra natal, a muchos no les gustó cómo se analizó el accionar de las autoridades y le han discutido el enfoque a Waller, pero realmente, y sin conocer demasiado sobre el tema en profundidad, desde lo fílmico, no se le puede reprochar nada. La historia está interpretada por un grupo mezclado entre actores y reales protagonistas del equipo de rescate, lo cual, por momentos no genera el dramatismo esperado aunque despeja las dudas sobre cómo se estructuró la compleja labor de organización en la zona. Las notas de color, basadas en todo lo que rodeaba al incidente (todo el marco religioso, por ejemplo) se presentan como necesarias, aunque se desearía saber más acerca de cómo fue la estadía de los perdidos, siendo que pasaron muchos días en oscuridad, sin alimentos y aislados, casi sin esperanza. Waller prefiere dejar eso de lado y enfocarse en la reacción de la gente y las discusiones políticas entre los equipos de rescate, en las que se encuentran opiniones extranjeras (de hecho, el principal personaje es un buzo que es traído desde Irlanda para ayudar a la solución). La película fluye natural aunque de a ratos parece un documental falso actuado sin demasiado compromiso. Pero donde si funciona, es en el andamiaje que contextualiza la difícil tarea. Se respira un aire de urgencia dinámico que colabora para resolver el esquemático guión. En líneas generales, «Milagro en la Cueva», ofrece una visión personal sobre un rescate mediático de gran impacto global. Tiene un ritmo frenético y sus rubros técnicos no descollan, pero tampoco defraudan. Las actuaciones son discretas pero la historia es tan emotiva, que no tendrás demasiadas quejas al respecto. Aprobada y entretenida, sencillamente cumple su objetivo principal, que es ofrecer una nueva mirada a un hecho público de relevancia mediática.
Quise tomarme unos días para reflexionar sobre «The Batman», porque realmente en todo el mundo han corrido ríos de tinta (digital y física) sobre el cambio del personaje central (sale Ben Affleck, entra Robert Pattinson) y la propuesta del talentoso Matt Reeves para relanzar al clásico personaje de DC. Y lo primero que creo importante decir, es que esta versión del encapuchado héroe tiene que leerse también en contexto. Es decir, Marvel luego de la pandemia afila sus garras y cuenta sus cuantiosas ganancias con la tercera entrega de SpiderMan mientras se prepara a facturar de lo lindo con más de Doctor Strange, abriendo las puertas cinematográficas de un multiverso, donde todo puede suceder. Entretanto, en las oficinas de Warner y DC parece haberse tomado una difícil decisión, que es no caer en los enfoques clásicos para sus personajes insignia, sino en ofrecer una variedad conceptual, que pueda acortar las diferencias con la trayectoria fílmica que viene desarrollando su gran rival. ¿Qué quiero decir con esto? Siento que «The Batman» intenta, primeramente, no parecerse demasiado a lo que ya conocemos (aunque mantiene el encuadre histórico del personaje), sino que explora la veta del impacto siniestro, presente en títulos como «The Joker». Es decir, hay suspenso, dolor, angustia, incertidumbre, oscuridad. Todo, enmarcado en un concepto que parece alinearse a los cánones del «film noir». Asesino(s) dementes, pistas intrigantes, asesinatos y tarea detectivesca. Por ahí va esta propuesta de Reeves. Lo cual, nos hace preguntarnos cómo reaccionará el público, porque este superhéroe tampoco parece a priori captar el interés de la audiencia juvenil. Dicho esto, creo que DC intenta algo distinto por acá. No pelear «golpe por golpe» sino probar con una producción más cruda, áspera y hasta en cierta manera, más personal. El director parece que se ha preocupado mucho en instalar una Ciudad Gótica infernalmente oscura y poner en el centro de la escena a un actor a quien el rol, quizás no lo favorezca, como Robert Pattinson. Quiero decir en su defensa, que me gusta como intérprete (en «Tenet» me encantó, por ejemplo), pero aquí lo tenemos recreando parte de lo peor de su repertorio: caras apagadas y enigmáticas, aire lacónico, escaso lenguaje corporal. Claro, Bruce Wayne es un tipo conflictuado. Era una tentación no usar lo que hay en el repositorio… Más allá de eso, hay que decir que este Batman tiene un cast muy interesante, pero ninguno descolla y eso que cada uno tiene suficiente espacio para hacerlo, dada la extensión de la peli. Reeves esquiva lo fácil y busca lo complejo: equilibrar la oscuridad (la fotografía me desconcertó, realmente) interna con la externa y dar continuidad a una trama más de suspenso que de acción y aventura. Dicho todo esto, no hay demasiado que pueda agregar a lo que puede decirse sin spoilear. En este nuevo «reboot» de Batman hay lugar para villanos que ya conocemos (fatal Colin Farrell!!, un poco mejor Paul Dano), romances imposibles (Zoe Kravitz en el rol de Gatúbela) y fuerzas amistosas y del orden reconocibles (Jeffrey Wright -que vuelva Westworld pronto!!- y Andy Serkis, a reglamento). El despliegue visual no es como quizás el que esperan (sigo diciendo que lo de Christopher Nolan en su trilogía es insuperable en este aspecto) y se agradecen algunas coreografías de combate novedosas, junto con cierta fría ironía a la hora de reflexionar sobre el sentido de la honestidad, puesto a prueba a cada momento. En líneas generales, considero que es un intento de hacer algo nuevo y eso es valioso. Se ve mucho esfuerzo de producción en todos los campos (la soundtrack es mortal) y eso, como espectador, se agradece. Sabemos que al público adulto le va a gustar. «The Batman» ofrece una nueva visión a un héroe del que sabemos todo (y eso le quita margen a las historias para evolucionar) y provee entretenimiento a la altura de una blockbuster importante. La próxima, por favor, mejoren la iluminación y revisen cómo editan para pantalla ancha porque seguramente, eso se puede mejorar.