Tengo emociones encontradas al reseñar esta peli. Nadie puede desconocer la importancia de esta saga… tuvo su impacto hace unas décadas atrás. La rompió en Japón y tuvo sus versiones en inglés. Luego se volvió a reiniciar y… la verdad… estamos en una época donde este personaje tiene necesariamente que aggionarse. Y debería haber sucedido, de una forma moderna pero manteniendo la premisa original. Pero esta nueva entrega de la saga de «Sadako» (la chica del pelo largo que emerge del pozo, para los noveles), busca traer el personaje del VHS al mundo digital. La tarea era (supongo), crear ese lazo que envía a la sufrida mujer de un viejo cassette a la web, de alguna manera. Se realiza en «El Aro 4», pero no es de una manera afortunada y el desarrollo de ese pasaje no es sustancioso ni coherente. En sí, la cinta posee una falencia central: apela de a ratos al humor y desdibuja el horror que generaba la premisa original, ofreciendo un producto que desconcierta a lo largo del metraje. En esta oportunidad, el escenario es el país oriental, en el cual se están produciendo muchas muertes extrañas en forma simultánea. En la tevé, dos especialistas en un programa en el que se debate el tema, tratan de conjeturar que puede estar sucediendo. Y es ahí donde una joven, formada, profesional, decide iniciar un proceso de investigación para conocer más de lo que sucede. La trama se acelera cuando la hermana de la protagonista se transforma en víctima y el tiempo de vida que le queda, baja para este reboot de 7 días a 24 hs… lo cual es un cambio importante. Sin embargo, con el correr de los minutos, la historia toma un cariz desconcertante. De a ratos la cosa se pone seria. Por momentos, Sadako comienza a salirse del libreto clásico y la cosa se complica. No se entiende cual es el tono del film. O es algo que debe meter miedo o es una J-COM. No me queda claro. Pero para los que conectan con esta versión oriental de la saga, ya hay antecedentes poco felices con «Sadako vs Kayako» (2016), como para que vean que el camino para restituir importancia a la franquicia no estaría funcionando. Rubros técnicos regulares, una dirección (Hisashi Kimura) con poca presencia, banda de sonido nada sugerente y protagonistas que aportan poco en términos dramáticos. Puede suceder que si les gusta la cultura japonesa, el film si ofrece un escenario curioso y atractivo, pero la historia en sí, parece forzada y sin rumbo. Incluso en el cierre, podés ver que no queda claro si como espectador tuviste las emociones correctas al seguir la trama (sin spoilers!), porque Sadako, (estoy seguro) es un personaje que podría funcionar en este nuevo mundo interconectado. Pero no así. Seguro que no de esta manera. Muy discreta y por debajo de lo esperable.
Leí en alguna revista americana, la preocupación de los estudios para este fin de año. Muchos de los títulos fuertes de la temporada están programados para más adelante y los dramas fuertemente dominan la cartelera global en vísperas de la entrega de los premios de la Academia. En ese escenario, llegó a salas hacia fin de año (en el norte) y aquí, hace horas, «Plane», el nuevo trabajo del galo Jean-François Richet con los protagónicos de Gerard Butler y Mike Colter (Luke Cage, para los amigos/as!), con miras a ocupar ese espacio transicional en estos días, y concentrar el interés del público adulto. Butler, acordemos, tiene un carrera despareja. Ha irrumpido muy bien en la industria con «300» y a partir de ahí, fue alternando malas y buenas decisiones, pero buscando un posicionamiento propio dentro del rubro «actores masculinos maduros para género de acción». El rey de esa categoría, es, sin dudas, Liam Neeson. Pero hay lugar en el top 3, y ahí Butler la pelea. A veces lo vemos mejor, a veces no tanto. En «Plane», nos encontramos con algunas contradicciones en el guión (basado en una propuesta armada por Charles Cumming -que sabe del tema espías mucho- y J.P.Davis) generadas en virtud del sentido de la propuesta. ¿»Alerta máxima» es un drama (teniendo en cuenta todo lo que sucede en el accidente aéreo), una peli de acción (viendo las secuencias de enfrentamiento con los terroristas) o una de suspenso (la incertidumbre del rescate)? Bueno, ese es el tema aquí. No logro determinarlo. Siento que es un mix de varios géneros y eso le baja el precio al resultado final. Por defecto, Butler hace muy bien de héroe de acción. Pero no es un negado actuando, entonces el film le ofrece un resquicio para mostrar eso, y es así que tenemos algunas escenas donde conocemos más de ese capitán de ese avión que interpreta y ahí es cuando la historia se vuelve menos intensa, y pierde tensión. Porque no hay tiempo, realmente para desarrollar la veta dramática (la peli transcurre a lo largo de medio día) y tampoco se dibujan bien los personajes, dado que en poco más de hora y media, todo tiene que estar resuelto. La trama presenta un vuelo en víspera de Año Nuevo, en Asia, desde Singapur a Hawaii. Es un viaje de unas 6 horas, con pocos pasajeros. Pero al preparar la salida, se le suma a ese grupo, un convicto con su guardia, que es trasladado con escalas, a Canadá. Todo parece normal hasta que el capitán (Butler) mira el estado del tiempo y ve con preocupación seguir esa ruta para llegar a destino. Pero la aerolínea le dice que para ahorrar combustible, (hay pocos pasajeros) debe volar dentro de la tormenta. Los pilotos asumen la tarea y en un toque, todo se complica, reciben el impacto de un rayo y deben aterrizar en una isla, de las Filipinas, dominada por terroristas. Ahí la tripulación deberá organizar a su pasaje para aguardar hasta la llegada de la ayuda, cosa que sucederá, más tarde que temprano. En ese punto, el drama de la caída del avión es reemplazado por la acción de los enfrentamientos con los díscolos de la isla. Los protagonistas se volverán aliados para rescatar a los rehenes mientras otro grupo se prepara para sacarlos de la zona de peligro. Sin anticipar mucho más, para mí, lo más destacable de la película viene por acá. Colter juega con pocas líneas en su libreto y el resto de los pasajeros y crew aportan lo mínimo y menos también. Butler se toma en serio su rol y pone lo mejor para llevar adelante el film. Y si no fuera porque esta no es una cinta de acción pura, lo lleva bien y hace lo suyo, aceptablemente. Sin luces, y desde ya, exclusivamente como pasatiempo de vacaciones. No es «Plane» un producto de alto voltaje. Aunque podría haberlo sido. Quizás con menos drama, más supervivencia y violencia, sería una hija posible a «Die Hard», sin dudas. Pero no. Elige otro camino y… está bien. Los resultados no son lo esperado pero cumple, si tu intención es tomarte un respiro de los dramas en carteleras y mirar algo entretenido para variar.
Damien Chazelle es un director de alto impacto en la industria. Dos de sus trabajos, («La la land» y «Whiplash») han desafiado las convenciones, en tanto a las historias románticas y de superación y presentado un formato dramático, feroz, intenso y profundamente artístico. Digamos, es un cineasta completo, atribulado y con una sensibilidad especial. Eso es innegable. Después, podremos discutir si nos gusta o no su cine, pero Chazelle es una figura que divide aguas, claramente. Y un poco de eso sucede en su última y ambiciosa producción, «Babylon». Creo que esta cinta es una muestra de lo que su creatividad puede lograr, con buenos intérpretes y un escenario temporal único y particular. La historia se sitúa en el tramo final del cine mudo y el inicio del sonoro (entre los 20′ y el arranque de los 30′), una época traumática y vital, donde Hollywood y su gente, marcaban el ritmo de los excesos y el desparpajo. La meca del cine moderno es el centro de gravedad de «Babylon», un espacio donde todo (y cuando decimos todo, es todo), puede pasar. Allí arranca la trama, con una secuencia inicial poderosa, incómoda, divertida, cruel, que establece claramente cual será el tono del film: si no estás dispuesto a vivirlo, siempre hay un pasillo hacia la salida bien iluminado para detener la incomodidad que produce lo que se ve en escena. Todo comienza en una fiesta llena de excesos, donde la estrella principal será un elefante lanzado a una atiborrada pista de baile. Allí conoceremos al trío protagónico, conformado por un actor de élite del cine de esos tiempos, Jack Conrad (Brad Pitt), a un mexicano que colabora en traslados y apoyo para eventos, Manny Torres (Diego Calva) y a una chica que busca ser estrella de la industria a toda costa, Nellie LeRoy (Margot Robbie). Los tres representan distintos sectores en ese juego y sus visiones serán interesantes puntos de vista para los sucesos que se desarrollarán a lo largo de la extensa trama. Jack y Manny se hacen amigos, Nellie comienza a despegar y ser reconocida y los tiempos avanzan, sin esperar ni dar tregua a nadie. Cada uno tiene una circunstancia particular que lo atraviesa, y en virtud de sus posibilidades y limitaciones, tratan de sostenerse en el difícil mundo de hacer películas. Pero el tiempo de los grandes cambios se avecina y eso será el huracán que desafiará a cada protagonista. Ya los tres establecidos, «surfear» semejante transformación no será fácil y sobrevivir y mantener el prestigio y el trabajo será una tarea titánica. Sí, «Babylon» es exceso. Total. Posee humor negro, notas sutiles y sensibles pero también belleza visual y sonora. Hollywood era y es (suponemos) una gran fiesta y Chazelle no tiene filtro para mostrarlo. La escena del rodaje en el desierto con todos los extras hambrientos y pobres, es perturbadora. Aunque presentada en un marco hilarante y crudo, es la muestra cabal de cómo la maquinaria del cine funcionaba en esos tiempos (y probablemente lo siga haciendo…) y del cinismo y frenesí que se vivía en esos tiempos. Sosteniendo al trío central, hay un grupo de secundarios muy destacados (Jean Smart, -quien tiene uno de los instantes más destacados del film en el cierre con Pitt-, Jovan Adepo, Li Jun Li y Tobey Maguire, entre tantos) que hace lo suyo con prolijidad y soltura. Sin embargo, el problema principal que lleva a «Babylon» a no ser un film superlativo, es la caracterización de los personajes. Si bien sabemos de ellos, hay un universo vacío de emociones en cada uno (excepto, hay que decirlo, en Robbie, quien trabaja toda su interioridad a pleno) que sorprende, más teniendo en cuenta la duración total de la cinta. Por momentos, la película se siente como un espectáculo total, pero mecánico, donde todos los engranajes funcionan bien, pero la sensibilidad está ausente. Y eso, no es habitual en el cine de Chazelle. Arriesgo que para ganar espectacularidad, sacrificó desarrollo de personajes. Y eso, el espectador veterano, lo siente en el cuerpo. Si debemos decirles, que «Babylon» posee grandes momentos y con todos sus desajustes, luce impactante y luminosa, es ruido y arte a la vez, estruendosa y particular. La reconstrucción de los sets de rodaje de los dorados años 20, las dificultades técnicas durante la incorporación del sonido, las diferencias sociales y la brutal necesidad de la industria por facturar, a como de lugar, son cuestiones que el cineasta quiere dejar claras y su esfuerzo, llega a buen término. En el debe, quizás también esta necesidad de contar demasiado y paradójicamente, no hacer foco en la interioridad de cada perfil, hacen que su duración sea difícil, incluso para quienes disfrutan la propuesta. El guión, a cargo de Chazelle, podría haber considerado algo de esto. Más allá de lo observable, es importante destacar que no saldrás de la sala indiferente. Difícil de conceptualizar, podemos decir que es una experiencia digna de ser vivida en salas. Intensa y desafiante, a la altura de este director aunque lejos de ser perfecta.
Nuestra cartelera habitualmente no recibe cine de muchas latitudes. Es más, la pandemia intensificó lo que ya era una tendencia: la mayor parte de lo que vemos en pantalla grande, viene de Hollywood. Por eso, cada vez que alguna cinta llega a nuestro país de otra geografía, es motivo de curiosidad. Precisamente esto fue lo que me llevó a adentrarme en esta nueva versión de «Cenicienta», «Tres deseos…» de la directora noruega Cecilie A. Mosley, realizadora cuyo mayor desempeño ha sido en series de TV locales. La premisa, en principio, parece haber sido respetar bastante la historia original de Cenicienta e incorporar mínimos elementos para explotar la profundidad de los paisajes y esbozar algún cambio para adecuar a los protagonistas a los tiempos que corren (de empoderamiento femenino) «Tre nøtter til Askepott» parece estar pensada para no ser disruptiva ni generar debate. Sencillamente presenta el conflicto clásico que todos conocemos y hemos visto hasta el cansancio, en un escenario distinto. Bello, bien fotografiado y con una cantante en ascenso como protagonista. Sí, me refiero a quien juega el rol de Cenicienta, Astrid Smeplass, una de las figuras del «Pop idol» noruego allá por 2013. Ella lidera las acciones, como la pobre niña a la que su familia trata de martirizar y molestar con tareas domésticas. Astrid se muestra como una mujer decidida, dispuesta a defender sus ideales y creencias, a tono con un perfil menos sumiso y más fuerte. Su coprotagonista es el príncipe que interpreta Cengiz Al, un simpático y decidido muchacho que queda deslumbrado no sólo por la belleza de la dama, sino por su ímpetu y convicciones. Y es aquí importante destacar que a diferencia de las historias al estilo Disney, hay menos magia y más paisajes helados. Es decir, el tono del film bucea en una historia más humana, y menos etérea. Esto no funciona en forma tan ajustada y se nota cierta confusión a la hora de avanzar con la trama. Lo esperable no se corporiza tan fácil excepto el rol de la villana, la impecable Ellen Dorrit Petersen, quien luce centrada, incluso dentro de su peinado, lo cual no es poco! El ritmo del film es adecuado y la canción principal, una delicia (pueden verla aquí: https://www.youtube.com/watch?v=qehdAKRYf9w ) y un gran hit de la Cenicienta noruega. Los rubros técnicos cumplen, con la fotografía como ariete principal, desde ya. En líneas generales, no considero que esta versión aporte algo distinto a las anteriores (aunque está basada en otra peli checa de 1973 que sí era original por su mix navideño) y no está bueno (creo) que sólo pueda verse doblada. Pero entiendo la necesidad del mercado para ser lanzada aquí. Considero que podría darsele una oportunidad de visionado, si están dispuestos a redescubrir un personaje clásico, desde una óptica nórdica. Podría funcionar.
No voy a mentirles. Guy Ritchie, me parece un director muy prolijo. Intenso, dueño de un gran manejo de cámaras, que se luce en filmes de acción y suspenso. Posee una carrera prolífica y siempre, esperamos un poco más de él. Una innovación en términos de exploración cinematográfica («Snatch», «King Arthur»), cierto refinamiento de intérpretes, alguna temática que no esperábamos («Aladdin»). Podrá gustarte o no… Pero Ritchie siempre es digno de ver. Claro, no siempre lo que uno espera, se da. Este es el caso. No es que «Agente Fortune» sea una mala peli, para nada. La cuestión es que no aporta nada. Realmente es una cinta correcta, bien ejecutada, suavemente irónica y elegante, como la mayor parte de sus productos. Pero nada más. Y eso que como siempre este viejo lobo de mar engarzó un interesante combo de actores / actrices y secundarios y vistió a su realización con el ropaje de la clásica película de espías al estilo inglés. Muchos escenarios, trajes ajustados, buenas coreografías de acción, mujeres exóticas (si así podemos llamar a Audrey Plaza!!), ritmo vertiginoso. Ideas nuevas, no. Te las debemos. Lo cual no quiere decir que este producto no se disfrute. Si tus expectativas son ver una peli de acción e intriga vertiginosa, saldrás satisfecho. Si como yo, esperás evolución de Ritchie como director, el resultado no es positivo. La trama arranca con nuestro viejo amigo Jason Statham (Orson «Fortune»), un trabajador indie del mundo de los mercenarios, a quien eventualmente llaman desde el espionaje inglés para pedirle algún trabajito «extra». La cuestión es que se robaron un portafolios que contiene algo… digamos… importante (aunque no podrán determinar qué al principio) de Odessa que podría complicar los intereses de la Corona a nivel global. Lo de siempre. Así es que convocado el hombre, arma su selección con algunos nombres conocidos (Bugzy Malone y como ya dijimos Aubrey Plaza que viene en ascenso) y el aporte del reaparecido (aún no sabemos qué hace aquí) Josh Hartnett (arghhh!), celebrity que prestará su colaboración para investigar a fondo la cuestión. Se cree que todo esto es una estrategia de un tal Greg Simmonds (Hugh Grant, quien ya está más allá de todo) que pasa su tiempo en negocios turbios mientras oculta algo, que puede ser la clave del asunto. Si bien no es el único que toca una nota sospechosa, ya la mesa está servida y la aerolínea va reservando los pasajes a capitales europeas para ir en busca de respuestas… ¿Qué más puedo decirles? Lo que crean que esta peli posee, lo tiene. Vale su entrada. Es un film de acción ajustado y glamoroso, británico hasta la médula (por más que coqueteé con el estilo hollywoodense de los grandes estudios) que cumple. Esperaremos entonces la próxima del gran Rich, «The Covenant», que llega a salas en abril de este año, a ver si seguimos en el camino de la evolución o seguimos facturando mientras eso llega.
Nuevo largo de Claire Denis, una cineasta francesa que es claramente, una de las figuras de la escena de su país en estos últimos años. «Avec amour et acharnement» llega a nuestras salas precedida de un galardón en el festival de Berlín de 2022 como mejor dirección, hecho que muestra a las claras, el destacado momento de Denis, quien se caracteriza por presentar un estilo descarnado, natural y transgresor, en todos sus trabajos. En lo personal, acuerdo que ella es muy talentosa y su cine es siempre motivo de interés. Excepto «High life» (2018), toda su producción me parece atrapante. «Con amor y furia», trae de vuelta parte del grupo de talentosos intérpretes con los que Denis ha trabajado, para montar un escenario crudo y áspero, la historia de un triángulo amoroso, que implica el derrumbe de una aparente pareja sólida. Lo primero que hay que reconocerle a esta directora, es que ha elegido un tema incómodo para el espectador. Al menos, al potencial público al que va dirigida la propuesta. No hay aquí tregua alguna para quienes serán testigos de esta compleja tríada, ya que la brutal honestidad de los perfiles presentados sostendrá con sobrado interés las casi dos horas de metraje. La historia es la de una pareja aparentemente equilibrada y feliz, integrada por Sara (Juliette Binoche) y Jean (Vicent Lindon), quienes abren el film en un paradísiaco espacio donde se los ve relajados y plenos. Llevan 10 años de matrimonio y nada haría sospechar un vuelco en dicha relación. Pero… algo no está bien. Algunos cuadros más adelante, y de forma accidental, Sara verá a François (Gregoire Colin), antiguo socio de Jean, que ha sido su pareja, justo en un tiempo donde su actual esposo dinamitó con su presencia ese vínculo. Denis no se detiene mucho a explicarnos en profundidad lo que Sara piensa, de todo lo que implica este reencuentro. La instala en una situación en la cual su ex se hará presente, primero en forma sutil y curiosa, luego, en su mente y pensamiento de una forma extraña, errática y descarnada. Jean es un hombre con temas en su vida. Fuertes, pero no anticipa en un principio el inicio de la debacle y eso es un acierto de Denis: todo el film transcurre como una topadora emocional que pareciera previsible pero es ilógica, en cierta manera. Sara, por razones que sabrá cada espectador apreciar, entrará en crisis e ingresará en una espiral donde nadie saldrá bien parado, porque el precio de cada decisión no sólo deja heridos en carne viva, sino también redirecciona el sentido de cada existencia . Ella siente, elige, vive, se enamora y se desenamora y está bien. La directora lo tiene claro y muestra esa circunstancia atravesada de dolor e incertidumbre. Deseosa de ser amada. Conciente de lo que hay en juego. Pero lista a asumir su elección. El peso actoral de la trama, obviamente recae en dos intérpretes excepcionales, que no decepcionan. Dominan cada cuadro y poseen una intensidad mágica, descomunal. Colin aporta oficio y piel pero lo que se juega en cada discusión entre Binoche y Lindon es tremendo. Digno de sus enormes capacidades. Es un dramón, por definirlo de alguna manera, pero da enorme placer verlo. Ser testigo de esta historia es, para mucha gente del espectro de esa edad, es anticipar o revivir algo de todo esto, indirectamente. Y quizás uno de los mejores aciertos de «Con amor y furia», es el peso actoral de la fibra que implica la colisión de un matrimonio y la batalla amorosa que desarma vínculos y redirecciona otros, pagando los precios correspondientes. Un trabajo, a la altura de su directora e intérpretes. Atrapante.
Y era esperable que uno de los personajes más carismáticos de la saga «Shrek» tuviera un recorrido cinematográfico propio, dada la falta de buenos proyectos en animación existentes en la industria en este momento. «Puss in boots» y las apariciones del gatito de Antonio Banderas en la franquicia principal de Dreamworks nombrada, habían funcionado y nada hacía pensar que pudiera ir mal de continuar la franquicia. De hecho, al día de hoy, ya triplicó la inversión hecha por los productores. Claramente, hay tela para cortar aquí. Detrás de las cámaras, una dupla relativamente nueva (Joel Crawford y Januel Mercado) en la dirección, con gran experiencia en el rubro pero haciendo sus primeras experiencias liderando un proyecto importante. El guión de Paul Fisher, necesario y central para la historia, es amplio, ambicioso y está bien estructurado. Y si, antes de contarles de que va la trama, es importante, reafirmarles lo que creo que es un hecho importante aquí: el Gato con Botas, es el mejor papel de la carrera de Banderas. En la piel de este felino, el veterano actor es Messi. Así de simple. La historia arranca con una secuencia bien lograda en una taberna, que termina con Puss muerto. Otra vez. Y el doctor que lo asiste, al despertar de ese accidente, le sugiere que cuente la cantidad de veces que ya ha fallecido y en ese racconto veloz, el gatito se da cuenta de que sólo le queda su novena vida antes de terminar su recorrido natural… Asustado por una parca sorprendente (incluso un poco fuerte para los más peques de la sala), se asila en la casa de una señora que alberga cientos de gatitos, resignado a pasar sus días en tranquilidad. Pero todo eso se dinamitará cuando los caza recompensas (su cabeza tiene precio) den con su paradero y vayan por él. A partir de ahí (destrucción de espacio incluído), Puss escuchará accidentalmente la teoría de que hay una estrella que concede deseos y pidiendole la restauración de vidas podría volver a su senda de aventuras. Con ese objetivo, se focalizará y armará su «dream team» de personajes, que incorporará un perrito muy particular, a su amada Kitty y otros simpáticos perfiles que desde ya, garantizarán diversión. La cinta ofrece un tratamiento visual distinto a lo tradicional, (un pseudo -estilo comic o similar de a ratos), logrado y vistoso. Pero como siempre, lo mejor es el humor que destila Banderas, irónico, tierno y sagaz a la vez. La platea infantil festeja la mayor parte de los gags y disfruta de la aventura, mientras el público adulto hace lo propio con entusiasmo. Este es un producto que funciona, en general. En el debe, hay momentos en que la trama se nutre de demasiados personajes y eso resta brillo al equipo principal. El resto, (los aspectos técnicos y artísticos), son efectivos de principio a fin. «Puss in boots, the last wish» es un producto familiar atractivo que consolida la franquicia del gatito y le da aire para próximas entregas.
Cuarto largometraje de Brendan Muldowney, cineasta británico que viene con cierto rodaje en el género en los últimos años y que, luego de trabajar para el streaming, regresa a las fuentes a probar una versión extendida del corto que le diera reconocimiento y prestigio: «The ten steps» (puede verse online aquí: https://www.youtube.com/watch?v=XpURRW80LnM ). En dicha propuesta, él explora cuestiones en torno a una presencia demoníaca en una casona, tema habitual de este tipo de cine y que a priori se ve complejo para presentar algo novedoso. La historia detrás de «The cellar» es bastante simple. Un matrimonio de publicistas compra una casa enorme en las afueras de la ciudad. Lleva a sus dos hijos allí, y ya en la primera noche algo sucede y una adolescente desaparece en circunstancias extrañas. Si bien es cierto que ella era una chica con problemas, la forma en que se desvaneció y el lugar donde sucedió, llama la atención a la madre, Keira (Elisha Cuthbert) quien comienza a sospechar que hay algo encerrado en la casa, y no es un gato precisamente… Al parecer, los antiguos dueños de la casa eran gente preparada que ya había tenido algún temita con símbolos demoníacos y portales… Bueno, se imaginan, ¿no? La cinta posee buenos recursos técnicos, aunque el guión parece escaso de ideas. La construcción de la trama es consistente, y los sustos van dejando un sabor extraño: hay cierta frialdad pero son efectivos. Aunque si bien es cierto que el recorrido va anticipando un climax fuerte, mucha de esa expectativa termina siendo infructuosa, porque el cierre es livianito y creo que podría haber sido trabajado más. Cuthbert despliega sus recursos para su rol y es perfectamente consciente de que la suerte del film depende de su tarea. Muldowney podría haberse alejado de los cánones clásicos pero elige jugar con el manual y eso le va quitando sorpresa al tema. «Escalera al infierno» es un film que sólo conformará a los fans del género, tal vez una oportunidad perdida de este director por consolidarse como una figura en ascenso dentro de su medio.
Nueva propuesta de género en cartelera, el turno es esta vez para la ópera prima de Parker Finn, un joven cineasta al que la industria captó por sus habilidades narrativas y visuales que llega a nuestros cines en pocas horas. Lo primero que hay que decir es que «Smile» (Sonríe), no está muy lejos de clásicos como «Final Destination» o «Hereditary» porque transita por tópicos donde a la industria le fue históricamente muy bien (cadena de crímenes con un lapso de tiempo para su ejecución o lazos familiares que transmiten maldiciones o presencias demoníacas). Este lanzamiento reversiona algunas líneas de esos recorridos y los plantea en el escenario de la psiquiatría y la asistencia al suicida. Aquí la trama presenta a una joven psiquiatra, Rose Cutter (Sosie Bacon, la hija de Kevin con Kyra Sedwick) quien recepciona una urgencia en la clínica donde trabaja. Ante ella, llegará una chica muy preparada, pero en estado de shock, completamente paranoica. Lo que aparece como una conducta predecible desde la psicología, se transforma en un escenario sangriento que desconcierta a Rose. Su paciente se suicida delante de ella, luego de advertirle que ve gente sonriendo que no es real y cuyo propósito es atormentarla hasta la muerte. Detalle importante a tener en cuenta: algo sucedió en las últimas horas de la víctima y eso podría ser el hilo que podría descubrir, de alguna forma, lo que sucedió. Rose tiene una vida ordenada (y más que eso también), está en pareja y ya ha pasado un tiempo analizandose por temas familiares. Cuando experimenta las primeras alucinaciones y accidentes varios, comenzará a darse cuenta que algo la persigue y si no logra resolver ese enigma pronto, sufrirá el mismo destino que la paciente que se mató delante de ella. Lo que veremos en la cinta se encuadra dentro de los cánones del género. Hay una estructura de progresión visible, escalable, realizada con precisión. Este es un film ajustado al que no le sobra ni falta ni un fotograma. Finn tiene claro cuál es su objetivo y no se detiene en nada que no sea graficar la angustia de Rose. La sigue y respira su misma desesperación pero elige siempre contrastarla con ambientes fríos y personajes que no la entienden ni ayudan. Esa forma de narrar le da a «Smile» un estilo propio, en el cual se acentúa la soledad y se subraya la calidad de su protagonista: Sosie es perfecta para este rol. Luce frágil, inestable, dubitativa, generosa y conflictuada, todo en su justa medida. El resto del elenco acompaña con mucho oficio (desde Kyle Gallner como su novio ex-detective, hasta Robin Weigert como la psiquiatra que la atiende en sus crisis) todos alineados para dificultarle la pesquisa a la intérprete principal. «Smile» es un producto sólido que se apoya en una intérprete que dará que hablar en los próximos años. Se deja ver y si bien su desarrollo es bastante previsible y transcurre sin sorpresas, entretiene y cumple su objetivo para el público seguidor de este género.
¿Qué cosa haríamos si inmediatamente después de morir, en el cielo nos dieran una extensión de hora y media para retornar a la Tierra? ¿Cuántas cosas se podrían hacer en ese corto lapso cuando sabemos que el final es inevitable? Sobre estos interrogantes gira la última comedia dramática de Daniele Luchetti, «Pequeños momentos de felicidad». Esta es la historia de Paolo (Pif, apodo artístico del actor), ingeniero palermitano (no, de acá no, de Italia!) quien desplazandose en moto imprudentemente por la ciudad, es atropellado por un camión. Está casado, tiene dos hijos y es, joven. Como consecuencia de haber perdido la vida, es transportado a una oficina en el Paraíso que funciona como aduana de quienes ingresan allí. Luego de una corta charla con los empleados de la «recepción», un funcionario le informará que debido a un error técnico, no se han computado unos minutos extras que deberían haber sido tenidos en cuenta y en consecuencia, se le bonificará eso, para ofrecerle un pequeño ratito para regresar a la Tierra. Acto seguido, le da unas breves recomendaciones y así es que nuestro protagonista tendrá que volver al plano que inexorablemente abandonará en nada menos que 92 minutos. La premisa sobre la que se estructura el relato es conocida, la hemos visto con anterioridad, pero su tratamiento es ligeramente distinto. Aquí, Paolo transitará por esos espacios, lleno de urgencia y sentimientos encontrados, alternando alegría y tristeza, en cantidades asimétricas, prevaleciendo esta última emoción. Nuestro personaje central será acompañado por un ángel, muy bien interpretado por Renato Carpentieri, quien le dará conesjos que el simpático y atribulado fallecido, desobederá prolijamente en su afán de cerrar algunas cuestiones de su vida, que ameritaban un tiempo mayor. La cinta transcurre entonces alternando momentos donde la ternura invade la escena, y otros que pueden desconcertarnos. En el estado de desesperación que posee Paolo, se mezclarán diversas historias, con su mujer, amantes, colegas…hijos. Se reviven recuerdos, infancia, relaciones. Todo dentro de un clima que inicia con alegría, pero en pocos casos se tiñe de sentimientos de pérdida y vacío. Sí, hay correctas actuaciones, sólidos recursos técnicos (quizás la OST podría haber acompañado mejor las transiciones) y el film, a pesar de su tono melancólico y apagado, se deja ver y fluye, naturalmente. Quizás no alcanza una intensidad mayor, profunda, más compleja, porque está en cierta manera, centrado mayoritariamente sobre los intereses románticos, y el nivel de velocidad que se juega para caracteriar estos vínculos en pocos minutos, sólo funciona para el rol de su esposa. Me hubiese gustado quizás también algo menos equilibrado y arriesgado, pero Luchetti elige un tono de pocos matices que vuela bajo y nos deja con ganas de más. Sin embargo, la candidez de Pif en su rol, permite que la propuesta se atraviese pacíficamente en toda su extensión. Esta comedia dramática, en definitiva, es un intento de exploración de un subgénero (el regreso a la vida después de la muerte) que sin dudas, espera una renovación mayor de la que aquí presenciamos.