El cine de Lucrecia Martel es un cine sensorial, intuitivo, de experiencias y de mundos creados únicos. Su lucidez para reposar la cámara en la escena creada, el detalle de la descripción de sus personajes, la habilidad para imaginar lo inimaginable es de otro plano. En esta oportunidad recrea a Antonio Di Benedetto y la inabarcable épica de “Zama” recortando hechos, supliendo la voz interna por una narración paralela desde los otros, configurando así una historia sobre una época en la que todo estaba por hacer y las tentaciones podrían hacer dudar sobre la honestidad de los hombres. El viaje es preciso, la experiencia es única, ojalá que no haya que esperar diez años nuevamente para ver una obra de esta artista.
El cine de atracos es uno de los más apasionantes para narrar, principalmente, por las historias periféricas de personajes secundarios, que, hacia el final, tienen más peso, en algunos casos, que los protagonistas. En “La Estafa de los Logan” (2017) de Steven Soderbergh, que sigue una línea autoral con la que el director de “Ocean’s Eleven” reinventó, de alguna manera, las posibilidades de contar desde adentro la planificación de un robo, la clave para narrar es apoyarse en un guion sólido en el que todos los personajes son importantes para la resolución final. Protagonizada por Adam Driver, Channing Tatum, Daniel Craig, Riley Keogh, entre otros, acá los Logan del título, son una familia de la América profunda, y Soderbergh los muestra con sus miserias y con una misteriosa “maldición” que genera rechazo en todos aquellos que mantienen contacto con ellos. Y en el plan de romper con esa racha, deciden configurar un plan que incluye robar la recaudación de una carrera de NASCAR para salir de perdedores, pero claro, no lo podrán hacer solos, por lo que contactaran a un especialista que los ayudará a que todo salga como lo planearon. La detallada descripción de los actantes, como así también la caracterización de cada uno de ellos y el camino que desandan en el laberinto que se ven envueltos, no hace más que potenciar la propuesta. Y si de potencia se habla, la banda sonora elegida, no puede hacer más que reforzar cada momento y atmósfera creada, al igual que los ingeniosos diálogos con los que los personajes se van relacionando. Daniel Craig compone a ese astuto especialista en robos, que ayudará a los Logan a llegar a un buen puerto, y lo hace con una naturalidad que muestra facetas antes no vistas en sus interpretaciones. El detalle del cabello rubio oxigenado, su fanatismo por la sal y comer huevos duros, no hacen otra cosa que sumar al delirio generalizado de la propuesta realizada con solvencia y que transita a lo largo de su metraje drama, comedia, acción y suspenso. “La Estafa de los Logan” también bucea en el drama familiar, y eso consolida aún más el entretenimiento, porque Jimmy Logan (Channing Tatum), un desempleado que intentará recuperar el cariño de su hija, a quien ve cada vez menos por culpa de su madre (Katie Holmes), se convertirá en el anti héroe, con el que los espectadores seguramente se identificarán. El cocktail imaginado por Rebecca Blunt, que incluye múltiples referencias a la cultura popular, es adaptado de manera lograda por Soderbergh, quien además suma personajes actuados por estrellas como Seth MacFarlane, Brian Gleeson, Katie Holmes. Atentos además al celebrado regreso a la pantalla grande de Hilary Swank, quien compone a una investigadora y que con solo un par de escenas se roba gran parte de la película, un astuto entretenimiento que logra con el objetivo de llevar adelante su relato con empatía y grandes resoluciones.
De tal padre Mientras la comedia tradicional americana pasa un momento de estancamiento, sin lograr sorprender con nuevas propuestas, la animación infantil recupera la estructura clásica del cine de antaño. El caso de LEGO Ninjago: La Película, de Charlie Bean, Bob Logan y Paul Fisher no escapa a esta última línea, en donde los directores retoman la posta de Phil Lord y Chris Miller con una propuesta que emula la estructura narrativa de tres actos, pero que, a partir de giros, gags y frenéticos punchlines, refuerzan el dinamismo de la historia. La película habla de Lloyd, un joven que vive en la ciudad de Ninjago, un paraíso en el que todas las posibilidades de crecimiento y ascenso social están dadas para todos, excepto para él. El rechazo de su entorno por su filiación con el siniestro Lord Garmadon, un villano bastante torpe por cierto, que intenta conquistar Ninjago para poder sacar rédito y controlar todos los movimientos de los habitantes, es el principal obstáculo que tiene para su vida. Pero Lloyd resiste, a pesar de ser un excluido, y de contar sólo con el apoyo de su madre y un pequeño grupo de amigos, formando parte del equipo de Ninjas (a lo Power Rangers) que intentan, con éxito, detener a Garmadon. En ese grupo es el Ninja Verde, un experto en artes marciales, líder de los ninjas, una identidad completamente diferente a la que tiene en sus grises días. La película apela a recursos de otras películas y géneros, y mientras en una primera parte la estructura recae en un “drama estudiantil”, en donde el colegio es el escenario de las desventuras del protagonista, en una segunda instancia las similitudes con los blockbusters a lo Michael Bay, refuerzan su espíritu de entretenimiento. Lo curioso de las películas de LEGO es su capacidad para trascender la anécdota del juego de encastre más famoso del mundo, explorando la narración más allá de los límites que la misma materia podría imponerle. LEGO Ninjago: La Película, al igual que sus predecesoras, no se toma en serio, y eso permite que su frescura trascienda la pantalla, despertando risas y carcajadas con cada referencia a la cultura popular que hace, con cada escena en la que se emula, por ejemplo, a clásicos del cine. Y si bien su espíritu de película con moraleja deambula por el metraje, al utilizar un humor corrosivo, principalmente en la relación entre el padre y el hijo, terminan por desacartonar cualquier mensaje intrínseco que quiera transmitirse. Allí donde Disney, y otros estudios, intentan reforzar ideales y valores, la saga de películas de LEGO (y esta no es la excepción) corrompe la tradición, con su propuesta desenfadada, su humor ácido, y un sentido narrativo propio que se nutre de otros géneros cinematográficos y televisivos (la sitcom es su guía) para generar películas de animación que no sólo serán disfrutadas por los más chicos, sino, principalmente, por los adultos nostálgicos.
El cine que toma hechos verídicos relacionados al deporte ha configurado en los últimos tiempos un tipo de narración, épica, potente, desprejuiciada, que prefiere detallar tensiones, atmósferas, sentimientos, ideales, más que detalles factuales o una mera sucesión de datos cronológicos. Dentro de esta línea “Borg McEnroe La película” (2017) bien puede acercarse a “Rush: Pasión y Gloria”, de Ron Howard, que supo narrar la confrontación entre los pilotos de Fórmula 1 Niki Lauda y James Hunt. En este caso, ese choque entre figuras y personajes, disparador de la película, se da por el contraste entre los dos tenistas que dan título al film y que plagaron con sus triunfos las portadas de todos los diarios y revistas del mundo en los años ochenta del siglo pasado. Por suerte, el director Janus Metz Pedersen (“Armadillo”), reposa su mirada en la vida de Borg y su llegada al estrellato, pero además profundiza en las relaciones que este supo construir a lo largo del tiempo con sus vinculos más cercanos y con aquellos de los cuales decidió alejarse para evitar caer en tentaciones. La vida del tenista sueco, una celebridad por entonces, un ícono del esfuerzo y el triunfo, es narrada a partir de un presente plagado de dudas y un pasado lleno de autoexigencias y castigos, hasta que llega McEnroe con su disciplina y potencia a sacarle el lugar que con tanto ahínco consiguió. “Borg McEnroe La película” es narrada a través de planos detalles, flashbacks, raccontos, entre otros elementos, además con una precisión milimétrica que sorprende visualmente, apoyándose en las logradas interpretaciones de Sverrir Gudnason y Shia LaBeouf, quienes prestan no sólo el cuerpo, sino también, el espíritu de época a los dos tenistas. Mientras uno desanda sus propios fantasmas el otro repara constantemente en la mirada ajena para consigo y entre esas dos visiones particulares, una relacionada a la disciplina y la otra al espíritu (por decirlo de alguna manera) la película va desandando el célebre enfrentamiento entre los tenistas, pero también el espíritu de una época que ya no va a volver. La cuidada reconstrucción y el ambiente logrado es otro de los puntos a favor de la propuesta, que no queda en la mera utilización de elementos históricos, sino que se los incorpora como un elemento narrativo más. Todas las decisiones qué Janus Metz Pedersen va desplegando a lo largo del metraje son también necesarias para potenciar las ideas vectoras de este biopic, que en manos de otro director podrían haber erigido un sinsentido. “Borg McEnroe La película” es una trapante historia, tan apasionante como el duelo que despliega y sobre el que funda su narración, llevando a consolidar y configurar un relato necesario sobre el profesionalismo, el deporte, el esfuerzo, las metas y objetivos, pero también, básicamente, sobre los deseos postergados frente al triunfo y sobre la imposibilidad de escaparse de un circuito tirano, plagado de dolor y miserias.
Caso curioso el de Lucas Figueroa, realizador argentino que hace más de 20 años se encuentra en España desarrollando una carrera que le ha permitido dirigir una serie de cortos laureados y el filme “Viral” con el que consiguió, rápidamente, el respeto de la industria Ibérica y un lugar en ella. Caso curioso también el que haya decidido enmarcar su nueva producción en nuestro país, pero rodándola en España y con un elenco multinacional que suma a figuras de la talla de Imanol Arias, Dario Grandinetti, Miguel Ángel Solá y Hugo Silva, entre otros, exitosos intérpretes que aceptaron el reto de esta película llamada originalmente “Despido Procedente” (2017) y conocida aquí como “Retiro Voluntario” y que es un híbrido entre comedia y drama. Son de la partida también Paula Cancio, Luis Luque, y Juan Grandinetti, quienes hacen lo que pueden con un guion completamente inverosímil y plagado de lagunas, inconsistente por momentos y que retrasa en algunos planteos, pero mucho más en su mirada misógina del relacionarse con el mundo con supuestos gags y bromas sincopadas desconectadas del total de la narración. El plot es algo así como la imposibilidad de un workaholic, jefe de área en una empresa multinacional (Arias), de seguir empleado, y que verá cómo su suerte cambiará de un momento a otro al realizarse algunos cambios en su ambiente laboral. Figueroa dispara algunas puntas para comprender cómo es que este personaje llamado Javier (Arias) llega al momento decisivo en su trabajo y también cómo es que se relaciona con un misterioso hombre que a partir del preguntarle dónde queda una calle terminará por extorsionarlo para que le brinde una suma de dinero a fin de callarse cierta información que posee sobre él. En “Retiro Voluntario” todos los personajes son dibujados con trazos gruesos, estereotipados, ubicándolos en una época que bien podría haber sido los noventa de Menem, pero que se asemeja mucho a la coyuntura política y económica actual del país, una Argentina vacía de ideas, con medios de comunicación a merced de intereses empresariales y con muy poco que decir. Y ahí queda el único punto a favor que podría encontrarse a la propuesta, su capacidad de conectarse con un estadío real de la actualidad, para retirarse a un laberinto de improvisación, escatología y excesos que no termina por cumplir con ninguna de las funciones que como entretenimiento debería cumplir. “Retiro Voluntario” es un episodio largo de una mala serie coproducida con España, con actores que intentan ponerle algo de entusiasmo a aquello que les ofrecieron, pero que no terminan por encontrar el tono justo para decir nada. Por ejemplo, Luis Luque ridiculiza hasta el hartazgo aquel personaje que ya ha presentado en “Soy Tu Aventura”, un producto menor, pero que, en comparación con las pretensiones de esta prouesta, termina por elevarse a la categoría de cine, algo que ni Figueroa ni sus acompañantes han podido comprender en esta oportunidad, malogrando la oportunidad de celebrar el regreso de Imanol Arias al cine local, y de festejar que una comedia pueda reflexionar sobre la situación laboral actual.
Cecilia Atán y Valeria Pivato en esta película protagonizada por Paulina García y Claudio Rissi proponen un recorrido por la transformación de una mujer llamada Teresa quien ve cómo su mundo cambia de un día para el otro al ser reubicada laboralmente a miles de kilómetros de su zona de confort. En ese viaje conoce a El Gringo, un hombre que la conectará con sus deseos y sensaciones, pero que además la liberará de estructuras mientras planea su nueva vida. Narrada con honestidad y simpleza, la película es una épica historia, noble, sobre la esperanza de encontrar en el camino de la vida otras realidades y el amor.
El universo reflejado en la propuesta de Verónica Schneck, fuera del tríptico que se completa con el CD y la obra de teatro del mismo carácter, es uno en el que el esfuerzo se dirime entre el olvido, el triunfo y el fracaso. El agua como espacio para crecer, para existir, pero también como lugar de referencia para declarar identidades.
La historia de una madre, soltera, prostituta, que busca un lugar para vivir mientras lucha con los prejuicios, protagonizada por Sofía Gala y su hijo Dante, marca el regreso al cine de Anahí Berneri, una directora lúcida, efectiva y con una mirada particular sobre el universo femenino que brinda siempre propuestas dolorosas pero necesarias con sus películas. La cámara ubicada en lugares no tradicionales, el encuadre como manera de expresar la resistencia de la joven, son sólo algunos de los hallazgos de una película sobre la prostitución y su ejercicio sin lugares comunes.
Bienvenida esta revisión del clásico de Stephen King. Andy Muschietti logra con honestidad una de las películas más directas sobre la transición de la niñez a la adultez con sus complejidades, pero también con su microuniverso de sensaciones a flor de piel. Estamos ante una obra que trasciende el mero efecto y el género, que apuesta a la dimensión humana de sus personajes, y entornos, para construir un relato nostálgico sobre los miedos más profundos. Un clásico instantáneo.
Adaptación cinematográfica de la saga de best sellers de Vince Flyn que ubican a un principiante en medio de una red de conspiración mundial. En ese acercamiento al novato que debe relacionarse con una estructura ya establecida, claramente, no hay nada nuevo bajo el sol. Y menos en esta lineal puesta en escena, de la que, salvo las actuaciones de Michael Keaton, no hay otro punto interesante para destacar. Dylan O’Brien intenta darle verosimilitud a un rol con el que le queda demasiado grande. Hay buenas intenciones, pero se pierden en el camino de refritar otras propuestas similares.