Hay veces que con las intenciones se puede llegar muy lejos. Y en otras oportunidades es mejor asumir algún riesgo para generar algo diferente. Tal vez este fue el pensamiento de Juan Schmidt al momento de llevar a la pantalla grande "Polvareda" (Argentina, 2013), una película desprolija y técnicamente fallida, pero en la que se vislumbra una personalidad y una búsqueda que no termina de plasmarse del todo en la pantalla. “Polvareda” es un mix entre road movie y western que narra la historia de cuatro forajidos que llegan al pueblo que da nombre al filme, luego de robar un banco, a la espera de un trabajo profesional (unos pasaportes) que les permita continuar su viaje y escaparse con una suma de dinero. El chino, el mudo, el facha y el gordo, cada uno con sus particularidades y características que los diferencian del resto, vivirán un espacio ajeno a ellos y conocerán a una serie de personajes pintorescos que les complicarán un poco los planes de paz y tranquilidad que tenían pensado mientras esperan. Justamente en ese paréntesis temporal se les abren muchísimas posibilidades y en lo lúdico podrán generar un espacio de reposo y divertimento que, como suele suceder siempre, quizás sea el precedente directo de algo complicado que se va urdiendo a sus espaldas y entre ellos mismos. Es que en ese pueblo de tránsito, en el que nunca pasa nada, serán celosamente custodiados por Roque, el comisario del lugar, que sabe que detrás de esos cuatro amigos hay algo oscuro y que pese al esfuerzo que ponen para solaparlo, los delata. Pero a los forajidos esto no les será un impedimento y mientras esperan juegan, discuten, se amigan y en estas acciones se intenta generar una atmósfera grandilocuente y "cool" que nunca termina de cerrar del todo y que, aparentemente, sería la gran apuesta de Schimdt. El director parte de una premisa en la que seguramente intentaría hacer género, pero falla en la indefinición de los temas y básicamente en la técnica del filme, que sumado a la desafortunada entonación de algunos de los actores, que declaman como en un acto escolar sus parlamentos, todo termina como una inmensa parodia de algo que no llega a ser. Hay algunas frases y gags que funcionan, pero el resto de todas las situaciones, como así también las caracterizaciones y nivel de producción y vestuario le resta verosímil al filme. "Polvareda" podría haber sido una entretenida comedia paródica de género, pero al intentar seguir en una línea que se toma demasiado en serio, lo único que hace es auto fagocitar las pocas oportunidades de disfrute que podría generar en el espectador. Fallida.
La unión no hace la fuerza Basada en un historia real, la película de Niki Caro McFarland: Sin Límites (McFarland, 2014), trae a Kevin Costner como Jim White, el líder de un equipo de corredores que con esfuerzo y voluntad pudieron posicionar al pequeño pueblo de inmigrantes latinos del título entre los mejores de USA. White es un coach que ve como su carrera sufre altibajos como consecuencia de su temperamento. Ante la mínima falta de respeto de uno de sus alumnos brota de ira y termina siendo reubicado en otros escenarios. Al llegar a McFarland, entiende que tiene la última oportunidad de adaptarse a un ambiente lejano a él y su familia, donde no comprende el idioma, pero logra igualmente compenetrarse con sus vecinos tras la posibilidad de armar un equipo de cinco corredores para entrar a una competencia estatal. Cada uno de los jóvenes tendrá sus problemáticas y junto a él verán como con –mucho- esfuerzo se pueden superar los obstáculos y alcanzar las metas. McFarland: Sin Límites está llena de clichés y lugares comunes, al hacer del multiculturalismo una bandera políticamente correcta que termina por conformar un discurso poco jugado. Será sólo gracias a la presencia de Costner, María Bello (su mujer) y Morgan Saylor (su hija) que el film aporta algo interesante a los estereotipados papeles que interpretan. El contraste entre culturas, cargado de sentimentalismo, ubica al argumento en la línea de películas que intentan presentar al otro como un extraño pero que termina por ayudar al protagonista a definirse en su misión de vida. No hace mucho Disney estrenó Un golpe de talento (Million Dollar Arm, 2014), con el deporte como vector y la otredad como impulsor de la historia, y en la que también actúa una estrella (Jon Hamm) como principal atractivo. Hay una clara intención corporativa de presentar al trabajo en equipo de las clases más bajas como lo necesario para mantener un statu quo, porque si bien la pasión y el esfuerzo se logran comunicar, todo lo anteriormente mencionado le resta fuerza a una historia que ya ha sido contada infinidad de veces y que sólo suma por Costner y compañía.
AMO y ESCLAVO En apariencias "El Patrón: Radiografía de un crimen" (Argentina, 2014) de Sebastián Schindel es una película más sobre la explotación. Pero sólo en apariencias. Porque en realidad esta película posee una mirada particular sobre la tradicional relación entre jefe y empleado que se potencia con cada pedido que el patrón (Luis Ziembrowski) le realiza a Hermógenes/Santiago (Joaquín Furriel) y que este cumple sin decir nada. "Si trabajás duro conmigo, vas a progresar" le afirma, y él le cree, porque en su esencia está el siempre depender de otro para poder progresar. En cada tarea encargada, de mala manera pedida, pero respondida con vehemencia y pasión, el perfil de Hermógenes/Santiago, se completa, y la empatía con este personaje es instantánea. Pero, ¿cómo llegamos a conocer más de esta historia? es gracias a que un abogado (Guillermo Pfening), de muy mala manera, debe aceptar un caso para liberar otro que necesita ganar, y es así como se topa con la historia de este aprendiz de carnicero que de un día para otro debe asumir tareas que no le gustan hasta llegar al límite de su paciencia. En el derrotero de los pedidos del patrón, de cada tarea que se le exige a Hermógenes/Santiago y en cada gesto que Furriel le impregna al personaje hay, además, un trabajo de reconstrucción y exposición de la venta de carne en el país que denuncia un estado de vacío e irregularidad ante la comercialización, y que asusta. "Lo más importante de esto es la picardía del carnicero" le dicen, pero Hermógenes/Santiago no logra nunca comprender cómo en el vender carne podrida la picardía tenga algo que ver con eso. Hermógenes sigue adelante a pesar de todos los obstáculos que su patrón le va poniendo a lo largo del breve tiempo en el que mantienen la relación laboral, hasta que su mujer (Mónica Lairana) queda embarazada y ahí es como que intenta por un momento escaparse de todo. Pero claro está que el patrón no lo dejará y así es como deberá aceptar que éste le quite lo único en el mundo que le es propio, su mujer. "El Patrón..." es un filme simple desde lo visual, con poco juego de cámaras o planos que le aporten un vuelo a la trama, pero esto es necesario por la misma premisa desde que se inicia. El guión de Nicolás Batlle, Javier Olivera y el propio Schindel, profundiza más en la historia de Hermógenes/Santiago que en los detalles del proceso judicial que penalizará al carnicero, porque nunca se explica cómo el abogado (Pfening) cambia radicalmente de posición frente al defendido (más allá de lo que se pueda presuponer) o qué pasa con la mujer de Hermógenes cuando deja de vivir con él. Pero independientemente de esto, la película avanza a paso firme, con una cadencia y un tempo laxo que permite una vez más el acercamiento a la increíble interpretación de Furriel y al exceso de Ziembrowski en cada contrapunto que tienen. Cada uno de ellos le aporta lo justo a su actuación y genera el querer saber más de ellos en esos flashbacks/forwards que van presentando los antecedentes del caso. No es así el caso de Pfening, que compone al abogado desde el estereotipo. Hay algunos trazos gruesos que podrían molestar, como por ejemplo marcar la diferencia de clase desde las etiquetas de la ropa que utilizan los personajes, o el excesivo lenguaje coloquial para exacerbar el nivel cultural bajo de los protagonistas, pero esto se supera por la naturalidad de las interpretaciones. Apuesta al cine de suspenso que termina ganando y potenciando su propuesta "El Patrón: Radiografía de un crimen" cumple sus premisas y las supera. PUNTAJE: 8/10
La adaptación del best seller inspirador de Cheryl Strayed de la mano de Jean-Marc Vallée y Reese Whiterspoon encuentra el equilibrio justo entre drama y errabundeo necesario para despertar el interés en una historia de búsqueda personal y autoayuda. "Alma Salvaje" (USA, 2014) puede ser leída como el racconto de un viaje desesperado por los senderos de corrredores norteamericanos de una mujer llamada Cheryl (Whiterspoon) que intenta redimirse comouna excusa para poder saldar algunas cuentas pendientes con ella misma y sus seres queridos. Cheryl, perdida entre una vorágine de sexo y drogas decide cambiar su vida y necesita creer que caminando una larga distancia con cada paso se le podrá redimir de todo lo malo que hizo anteriormente. Cruza de "127 horas", "Comer, Rezar, Amar" y "La increíble vida de Walter Mitty", "Alma Salvaje" es una road movie visceral en la que su personaje principal, en el presente, intenta demostrarse a sí misma que la meta impuesta puede cambiar su estado actual hacia algo mucho mejor, y tal vez poder así recuperar algo de lo perdido en el pasado. Justamente es esa época la que se le aparece constantemente a través de flashbacks que la acosan y la hacen pensar aún más en despegarse de él, pero no puede. Su pasado es tan pesado como la gigantesca mochila con la que camina rumbo a la nada misma. Vallée además del flashback anteriormente mencionado, una herramienta reiterada hasta el hartazgo, utiliza escenas a base de hipérboles y sinécdoques que profundizan aún más en los tormentosos recuerdos de Cheryl. Es así como podremos conocer algunas memorias suyas, principalmente aquellas relacionadas a su madre, la bella relación que tenía con ella, su vida como hija y principalmente el proceso de deterioro y finalmente muerte de esta al serle detectada una enfermedad terminal. "Alma Salvaje" tiene mucho más esfuerzo en el cómo que en el qué se narra y se apoya en las logradas interpretaciones de Whiterspoon y Laura Dern para reforzar algunas escenas y temas que con otras actrices hubiesen caído en lugares comunes. Jean-Marc Vallée mantiene la tensión en el filme a través de imágenes lisérgicas y áridas, con un logrado tono ominoso y nebular que busca crear una atmosfera acorde a aquello que la protagonista intenta superar en su andar día a día y pese a los obstáculos que se le presentan. Película de tránsito, de cuerpos que deambulan hacia algo mejor, o al menos eso esperan, "Alma Salvaje" puede engañar a aquellos que solo piensan buscar una moraleja en la historia, que está presente, claro, pero que finalmente no termina por justificar tanto sacrificio y tanto dolor acumulado en cada uña encarnada o en cada paso mal dado por la vida. Intensa.
Rearmando la historia Tan sólo con ver las bellas imágenes que Matilde Michanie filmó para el documental Se acabó la épica (2014) podremos no sólo acercarnos a la poesía y prosa de un escritor de los considerados “malditos” y que con el correr de los años ha visto como el mito puede superar a la persona, sino que también asistiremos al intento de realizar cine documental desde otro lugar. De hecho, la historia de Néstor Sánchez, el escritor en cuestión del film, fue de tal complejidad que se necesitó un “rearmado” cronológico por diversos lugares del mundo para poder reconstruir o rearmar su vida y así poder comprender más sobre su obra y su figura. La directora plantea una sucesión de imágenes de las diferentes ciudades en las que Sánchez habitó y recorre con su cámara recovecos que, desde su posición, quizás el autor hubiese pisado o al menos es lo que se sugiere. Se acabó la épica plantea por un lado a la entrevista como lugar de posibilidad de reconstrucción de algunos hechos que, desde la anécdota, reflejen de alguna manera al escritor, pero también con las escenas de las ciudades y barrios hay una búsqueda estilística y personal de un vuelo que no sólo en lo estático aporte datos. El barrio que vio nacer a Néstor Sánchez, Villa Pueyrredón, es utilizado como puntapié para narrar, con sus casas bajas y calles de poco movimiento, pero con el ferrocarril como epicentro de la conectividad con otros espacios y luego el cosmopolitismo que tuvo el autor. En su casa natal el hijo de Sánchez recuerda cómo él se enteró que su padre, ya en Francia, era escritor, y en el detalle que en la actualidad detrás de los vidrios de un modular se acumulan ediciones, hay también una metáfora de qué hacemos como sociedad con los escritores (los archivamos). Y por eso la necesidad y urgencia de películas como ésta. De Néstor Sánchez se ha escrito y hablado mucho, por eso Se acabó la épica busca en los testimonios y hasta en sus propias palabras (leídas en off sobre imágenes) el camino para poder hablar de él sin caer en el lugar común o frecuente de principalmente su última etapa, cuando justamente lo dice el título del film se le acabó la posibilidad de escribir. De ese período y únicamente en la entrevista con una de sus psiquiatras, se recuerdan algunas “maniobras” que Sánchez hacía para evitar caer en loqueros o preso cuando por algún motivo “perdía” su rumbo, y Michanie prefiere, con buen tino, profundizar en la voz de aquellos que lo acompañaron durante su boom y cuando el reconocimiento, de la mano principalmente de Julio Cortázar le llegaron. Se acabó la épica es un film simple y a la vez introspectivo que intenta desnudar una parte del trabajo de escritor que se escapa al cliché del autor sentado frente a una hoja en blanco. El artista es una persona en tránsito que necesita de su entorno, en este caso hasta las ciudades, para poder seguir creando y pensando historias que sean consumidas por el público. Néstor Sánchez creo una manera particular de escribir y la directora trata de homenajear esto con un film que permite generar en el espectador las ganas de poder luego de verlo, y si aún no lo ha hecho, buscar alguno de sus libros para seguir profundizando en él.
EL OTRO Cuando Emmanuel Lévinas desarrolló la idea de "el otro" y de cómo en su mirada "me completo", a priori, seguramente imaginó que su teoría seria tomada por la cultura para generar discursos que teniéndolo como punto de partida se extendería en la concepción de una narración original. Así lo inverosímil podría consolidarse como algo sólido y la libertad expresiva terminaría generando discursos tan ricos como exagerados y radicales. Si "La mirada del amor "(USA, 2013) la ubicamos dentro de este contexto, la historia de Kitty (Annette Benning), enamorada dos veces de un nombre con los mismos rasgos y facciones no resulta tan alocada. Es que uno lo primero que puede llegar a pensar es como puede ser que sean iguales, pero luego esa inquietud se olvida y se pasa a un estado de compenetración total en la que desesperada historia de amor de una mujer viuda que encuentra en una persona igual al difunto otra oportunidad para amar, o al menos eso cree, no solo termina generando un thriller tensionante sino que además se presenta una historia en la que lo oculto y lo que Kitty no dice es más poderoso que aquello que Arie Posin muestra en la pantalla. Annette Benning impregna a su personaje de una lograda intención que además en cada escena va sumando características que generan empatía en su desesperación para poder sentirse "viva" una vez más, a pesar de esconderle a todo el mundo su nueva relación. El flashback para conocer más del fallecido, pero también para "comparar" con el nuevo amor, y algunas escenas en las que el desborde emocional de la protagonista confirman su decisión también flexibilizan la compasión hacia el personaje. En "La mirada del amor" además de Benning estará Ed Harris en el doble papel de esposo fallecido/amante y Robin Williams como un vecino que tiene segundas intenciones. Bajo su título y su arte de presentación nada hace suponer el profundo y desgarrador relato que con hondo dramatismo y una decisión estética de continuidad de escenas, cuidados travellings, planos circulares y envolventes, terminan por generar una grata sorpresa y un filme perturbador. PUNTAJE: 7/10
Espía y pandillero Cuando hace unas semanas asistimos a la parodia de las películas de espías con Mortdecai, el artista del engaño (Mortdecai, 2014), nada haría suponer que nuevamente visitaríamos el mundo de los agentes secretos en Kingsman: El Servicio Secreto (Kingsman The Secret Services, 2014). El director de Kick-Ass (2010), Matthew Vaughn, adapta su propio comic con frescura y originalidad como hace tiempo no se lograba. La primera referencia que viene a la cabeza cuando se habla de agentes especiales es por supuesto, James Bond (007), con su habilidad para dilucidar casos imposibles y enfrentarse a los más peligrosos villanos, además se evocar su particular cosmogenia relacionada al mundo que lo rodea (mujeres, autos, armas especiales, etc.) y que perdura más allá de quién lo interprete. Pero Kingsman: El Servicio Secreto además de tomar los estereotipos y claves del género para acercarlo a las nuevas generaciones, impone una dosis de humor -y del corrosivo- para potenciar su narración e historia con un ritmo trepidante y un dinamismo que crea su propio tempo dentro de este tipo de films. La película arranca cuando un miembro del ultra secreto servicio de espionaje, que da nombre al film, muere en pleno proceso de entrenamiento y como la tradición de la ancestral institución lo indica, el reemplazo será escogido de una serie de candidatos seleccionados por cada uno de los miembros del equipo. Así es como Harry (Colin Firth) guiará a su “elegido” Eggsy (Taron Egerton), un joven con el que tiene una deuda y para pagarla hará lo imposible por introducirlo en Kingsman. Pero Eggsy no estará solo, y mientras compite en una evaluación constante con otros postulantes, aparece una amenaza real que está “desapareciendo” a líderes y científicos de todo el mundo, nucleada por el súper villano de turno Valentine (Samuel L. Jackson). La película posee dos partes bien diferentes entre sí: una relacionada al proceso de selección, del cual finalmente sólo quedarán dos personas, y una segunda en la que ese proceso debe coincidir con una amenaza que pondrá en vilo al equipo “titular” de Kingsman. Entre Harry y Eggsy además se producirá una suerte de reversión de Pigmalión (o de Educando a Rita, tal como dicen los propios protagonistas) que llevará al extremo la decisión del primero por intentar introducir en Kingsman al joven, hasta poner su propia vida en juego y enfrentarse con Valentine y su misteriosa y letal asistente Gazelle (Sofia Boutella) en diferentes oportunidades. Kingsman: El Servicio Secreto se ríe de sí misma, y esa es su principal virtud, utilizando el estereotipo del espía y agente secreto como construcción de un verosímil particular e irónico sobre sí mismo. Pero la película también habla de otras cuestiones ajenas al espionaje, como la incomunicación en la familia, la misoginia, el exceso de la sociedad de consumo y la poca habilidad de los líderes para poder encontrar un camino hacia el bien común, temas pocas veces tratados en este tipo de film. Matthew Vaughn narra con ralenties, aceleramientos, efectos especiales, largos planos generales, paneos, y todo lo que encuentra en su camino con tal de hacer volar la pantalla (la secuencia inicial es de antología y un ejemplo de cómo los títulos pueden ser objeto de atención), además de otorgar una entidad particular a cada uno de los personajes que va más allá de una simple definición en un script o ficha de vestuario. Los personajes de Kingsman: El Servicio Secreto, al igual que los de Kick-Ass, son seres entrañables de inmediata empatía con el espectador, además de ser capaces de generar diálogos perdurables, que trascienden a la propia película a la que pertenecen. Una vez más, la habilidad del director está no sólo en poder generar una historia que nunca decae, sino que también toma de la cultura popular varios elementos para resignificarlos y así poder construir una nueva sinapsis que termina por explotar en la pantalla en cada escena. Kingsman: El Servicio Secreto es un film con una habilidad para el punchline y la ironía que terminan dotándola de una visión sobre el mundo de los agentes secretos, que supera a sus predecesoras pidiendo una secuela en el corto plazo.
La pícara huerfanita Si bien es inevitable la comparación con el film original, la Annie (2014) dirigida por Will Gluck, es una película que puede armar su propio universo, dotando de una impronta diferente a la clásica historia de la huérfana que, con sus canciones y alegría, ayuda a transformar a seres que necesitan cambiar su posición en el mundo. Annie B (Quvenzhané Wallis) es una niña que vive junto a otras huérfanas en una casa/asilo que dirige la alcohólica ex cantante de pop, Colleen Hannigan (Cameron Diaz), quien las explota durante todo el día y ante el mínimo atisbo de alegría o descanso, siempre tiene una tarea nueva para darles. Cuando el multimillonario y candidato a alcalde de Nueva York, William Stacks (Jamie Foxx), rescata a Annie B de un accidente automovilístico, su inescrupuloso asesor de campaña (Bobby Cannavale) ve la oportunidad de hacerlo escalar en las encuestas de intención de voto primero con un simple plan y luego con un siniestro planteo. Pero el personaje de William odia a los pobres, a la gente, al mundo en general y apenas permite que su asistente (Rose Byrne) lo ayude. Al interactuar con la niña, verá como su concepción de mundo estructurado se derrumba. Al ser una película enmarcada en el musical, las canciones están presentes, pero a diferencia de su versión teatral y la versión de John Huston de 1982, acá el género se parodia y se repiensan las melodías desde un mix que incluye sonidos reales o golpes (al mejor estilo Stomp) evitando caer en clichés. No por nada en varias de las intervenciones el personaje de Cameron Diaz pregunta “me estás cantando a mí”, o se exagera la “dulzura” del film original con una clase cantada y bailada que da a sus compañeros. Annie también se despega de los lugares comunes del género mediante una critica a las clases sociales, la ciudad de Nueva York, el consumo, y la burocracia, que supera a cualquier producción de su tipo, con un mensaje que va mucho más allá de la esperanza y persistencia. Annie toma canciones y estereotipos de su predecesora, pero los mezcla con películas más corrosivas como Adorable Criatura (Problem Child, 1990) o La pequeña pícara (Curlie Sue, 1991) y termina construyendo una comedia con algunos altibajos pero que en el fondo revisiona a la original y se afirma como una interesante propuesta, con un elenco que se entrega sin temor al ridículo. Mención aparte las participaciones de Rihanna, Mila Kunis y Ashton Kutcher como actores de la ficción “Moonquake Lake”, y la breve aparición de Michael Fox como el personaje que apoya al candidato opositor a William.
LA UNION HACE LA FUERZA "Selma: el poder de un sueño" (2014) de Ava DuVernay, narra los sucesos que expusieron al común de la gente el drama que estaban atravesando los ciudadanos negros de la pequeña ciudad de Selma. En su afán por independizarse de una vez de las viejas ataduras y liderados por Martin Luther King, este grupo de activistas intentó pasar por el puente que unía Selma con Montgomery pero les fue impedido el paso. Detrás de esa negación, con una violenta represión transmitida en directo por los medios de comunicación, el grito de personas comunes exigiendo igualdad se encarneció en una pequeña multitud que con el correr de los días comenzó a recibir adhesiones desde todos los lugares del país. Y si bien el acompañamiento desde la sociedad fue masivo, no así el de los políticos, quienes vieron cómo todo aquello que venían construyendo hace años, basado en la negación del derecho a voto, se comenzó a resquebrajar de un día para el otro. Ava DuVernay transmite con pasión el trabajo diario desde el detrás de la marcha, con imágenes de archivo que apoyan la acción pero principalmente por la enorme labor de David Oyelowo y Carmen Ejogo, como King y su señora. Más allá de la literalidad de algunas escenas y el relato simil telefilme, en la lupa que pone DuVernay sobre la relación de éstos, tambièn se impone un punto de vista particular que humaniza aún más el relato. Basta de biografías de bronce, nadie más expuesto a las miserias que aquellos que deben lidiar con presiones y aún así mantener sus vínculos intactos para poder subsistir. La mirada sobre las historias personales de todos los que participaron de la marcha, como así tambièn el foco sobre el cinismo de la política y la imposibilidad de decidirse, son los puntos más relevantes de un filme visto ya en varias oportunidades y que se muestra honesto frente al tema que trata. PUNTAJE: 6/10
La cámara que no asusta En Invocando al demonio (The possession of Michael King, 2014), dirigida por David Jung, todo se desencadena cuando a Mike (Shane Johnson) se le muere su esposa en un accidente y de manera sorpresiva. Nada hace suponer que terminaría involucrándose en una serie de acontecimientos que incluyen al mismísimo Diablo en la historia. Acongojado, deprimido y con ganas de saber a donde fue su mujer, Samantha (Cara Pifko), el protagonista decide embarcarse en una investigación personal para desentrañar el sentido de la muerte en algunas tendencias esotéricas que aseguran tener la verdad para poder comunicarse con el más allá. En su desesperado intento por saber, además, decide registrar toda su "investigación" colocando cámaras en cada uno de los ambientes de su casa y en compañía de un camarógrafo que poco cree en el proceso de Michael. Dejando a su pequeña hija a cargo de su hermana, se transforma en su máxima obsesión descubrir las "trampas" en los procesos que buscan comunicarse con espíritus, tentando al demonio en cada visita a especialistas y exponiéndose en cada prueba. Pero claro está que en un momento del film de David Jung, algo se transforma en Michael y aquello que anhelaba saber con profunda y desmedida pasión, se le vuelve en contra y el proceso ahora será inverso: desandar su camino anterior para revertir el fenómeno que se manifiesta en su interior. Invocando al demonio apela una vez más a la simulación del registro en cámara de las imágenes, con el adicional que en aquellas escenas que se desarrollan en la vivienda de Michael, la posición de las cámaras emulan a los encuadres de los reality shows que intentan trasmitir "la vida en directo". Michael es expuesto en el 99 por ciento de las escenas y hay un esfuerzo por impregnar las mismas de una cierta verosimilitud, que en esta especie de "video diario" van de la mirada y confesión a cámara a la sucesión de eventos con el intercalado de "interferencias" para generar un realismo y dinamismo al relato. Pero justamente es en estas escenas en las que nada fluye, por la sobreactuación de su protagonista, y la hiperbolización de todos los lugares comunes de los relatos de terror (principalmente de aquellos que se narran desde la cámara directa en movimiento), termina apropiándose de su identidad sin una resignificación. Invocando al demonio comienza riéndose de los films de terror, con esa posición enunciativa cuestionadora, pero en el propio camino que transita decide elegir la seriedad y volverse seria cuando justamente lo contrario hubiese salvado su propuesta.