Detrás de “Un viaje de 10 metros” (USA, 2014), de Lasse Hallström, no sólo está el oficio de un gran realizador que ama el cine, sino que, principalmente, con el apoyo de figuras como Steven Spielberg y Oprah Winfrey en la producción, el best seller de Richard C. Morais es adaptado con gran respeto hacia los espectadores y con buen gusto. Dentro de la corrección de Hallström, y en la línea de una narración que recupera las atmósferas que ya desplegó en “Las reglas de la vida” o “Chocolate”, por citar sólo dos ejemplos, en la historia de Hassan Kadam (Manish Dayal) un cocinero nato y autodidacta hay mucho del ideal de cumplir un sueño a toda costa y le pese a quien le pese. Escapando de India, Hassan (Dayal) junto con su familia, liderada por Papa (Om Puri) un viejo cascarrabias y muy testarudo, terminará instalándose por accidente en un abandonado restaurante en Saint-Antonin-Noble-Val, sur de Francia, lugar de aristócratas y nobleza que se sorprenderá con los recién llegados, principalmente Madame Mallory (Hellen Mirren), gerenta del “Le Saule Pleureur”, el exclusivo salón del lugar. El contraste entre la familia Kadam y Mallory (Mirren), que rápidamente decidirá recuperar el tiempo perdido abriendo frente a “Pleurer” el restaurante hindú Maison Mumbai, será el principal vector de una historia que reivindica la búsqueda personal, la amistad y la pasión por el arte culinario. Además el amor hará que entre encuentros fortuitos de Hassan con una chef del restaurante contrario llamada Marguerite (Charlotte Le Bon), que lo introducirá en la cocina francesa, y luego la incipiente atracción entre Mallory y Papa (Puri) doten de una fuerte variedad temática a la película. De dura adaptación del extranjero a un nuevo lugar, pasando por el esfuerzo por mantener la cultura bien cuidada frente al embate del otro, el amor entre opuestos y la guerra de restaurantes, todo desfila con naturalidad frente al lente de Hallström, que además aprovecha para criticar la creación de nuevas deidades que nada tienen que ver con las religiones tradicionales. Es que Hassan es presentado como un luchador nato, que a fuerza de enfrentamientos va consiguiendo todo lo que se propone, hasta el punto de traicionar a su familia y cruzar esos diez metros que separan ambos restaurantes para trabajar junto a Mallory y conseguir así el perfeccionamiento en la alta cocina francesa y las estrellas que necesita el salón para seguir vigente. Luego conseguirá el éxito y se alejará de la aldea para triunfar con la nueva cocina, tan insípida y artificial que al probar en un pasaje un bocado de comida hindú llorará como un niño sin parar. La transformación de los personajes, principalmente la de Mallory, quien de a poco verá como esos extraños ruidosos que pusieron un restaurante oloroso frente a su amado salón se irán acercando a ella sin ningún prejuicio o prurito, es uno de los puntos más altos de un filme que apuesta a recetas ya vistas sin exigencias. “Un viaje de diez metros” es un opulento plato de cine, bien presentado y con buenas actuaciones, que encontrará un público ávido en saber más de las aventuras de esos hindúes especializados en el arte de cocinar y hacer ruido (según Mallory) una fábula entretenida y bien narrada, con paisajes bellos y un exotismo que exuda desde la primera escena.
Respetando la clásica leyenda mitológica, Brent Ratner construye una adaptación para las nuevas generaciones de "Hércules"(USA, 2014), pero aprovechando al máximo la tecnología 3D para dotar a las escenas de acción de verosímil y realismo. Cuando hace un par de años la trasposición de "300" de Frank Miller trajo del nuevo al péplum, ese genero tan revisitado y que en "Spartacus" encuentra la obra culmine que mixtura la pura acción con una reflexión sincera sobre el trabajo en equipo y la lealtad. Hércules, en esta oportunidad interpretado por The Rock, es reflejado como un victorioso guerrero, casi un Dios, y que luego de cumplir sus tareas ve como su sueño de poder dedicarse a su familia (bella mujer y tres hijos pequeños) es truncado cuando es acusado en Atenas del asesinato de la misma. Ratner aprovecha este punto, y pese a las limitaciones actorales de The Rock, potencia la historia de la confusión sobre ese hecho con imágenes surrealistas que al menos reflejan con dignidad algunos seres de fantasía de libros históricos. Traicionado en varias oportunidades, pero principalmente por su propia mente, casi a ciegas, Hércules aceptara todas las tareas que se le encomienden, pero sin olvidar su deseo mas profundo, el de poder develar la verdad sobre las pesadillas que lo acosan y que continúan generando rumores en las tropas que dirige. En la superficie "Hércules" es un filme de aventuras mitológicas, pero analizando mas allá de este punto, se presenta como una reflexión sobre la condición humana y las posibilidades de poder superar obstáculos que el propio sujeto se coloca. Su fuerza, su deidad, su capacidad de superación solo pueden compararse con sus ganas de volver a ser aquel hombre a quien alguien esperaba en su hogar. "Hércules" es un filme de género, con todos los lugares comunes de este tipo de filmes, e intenta superar sus propias limitaciones con la incorporación del 3D para atraer a nuevos públicos a la ya conocida historia. Hay sangre, golpes, escudos y armaduras, también bellas recreaciones de los escenarios naturales en los que la historia del gladiador aconteció. Pero no mucho más que eso. “Hércules” se queda a medio camino entre la parodia y sólo se puede recuperar en aquellos pasajes en los que actores de la talla de John Hurt, Joseph Fiennes o Peter Mullan, ponen lo que hace falta para así poder superar un discurso que no sorprende y que terminará siendo recordado por su artificio exacerbado mas que por sus virtudes.
Detrás de toda adaptación literaria siempre hay un esfuerzo por ser fiel al autor o directamente inventar algo nuevo, claro está, teniendo como referencia algún ítem de la obra original. El caso de “Historias de Cronopios y de Famas” (Argentina, 2013), de Julio Ludueña, es bastante particular, porque si bien toma las historias del célebre volumen de cuentos surrealistas de Julio Cortázar, lo inasible de esa obra termina plasmándose en un irregular largo colectivo que no despega nunca y que termina acartonándose. Diferentes artistas como Carlos Alonso, Daniel Santoro, Antonio Seguí, Patricio Bonta, Crist, Ricardo Espósito, Luis Felipe Noé, Magdalena Pagano, Luciana Sáez y Ana Tarsia, ofrecen sus obras que interpretan el mundo del autor, pero que en manos de Ludueña no logran reflejar la intensidad con la que Cortázar escribió sus historias. El mundo de los cronopios y los famas es un universo en el que los excesos y la lucha de clases avanzaban sobre la cotidianeidad y las rutinas, contagiando de displicencia y abulia a todas las esferas sociales. Pero la disparidad de la calidad de los segmentos del largometraje (dividido en 10 episodios o capítulos inconexos), como así también un doblaje forzado y antinatural, hacen que algunas de las maravillosas creaciones de los artistas plásticos, para tomar un caso, las de Noé, por ejemplo, terminan por difuminarse en el inmenso magma desorganizados de toda la película. Igualmente no todo es error. Cabe mencionar que “Tema para un tapiz”, con ilustraciones de Crist, y con una lograda tensión fundamentada en la mítica samurái del cuento, como así también “Las líneas de la mano”, de Espócito, una historia de amor y desamor con imágenes símil Lichtenstein y unas líneas que van avanzando al igual que la historia, encuentran el punto justo entre guión e imágenes para contar su parte. El problema de “Historias…” no es tanto lo ambicioso y arriesgado de la propuesta, todo lo contrario, el error radica en intentar asir algo tan inasible como lo es la obra de Julio Cortázar, que si bien anteriormente fue llevada al cine en varias oportunidades, con “Blow Up” como hito, permanece tan esquiva a la interpretación unívoca y a la fijación en imágenes como desde el primer momento. Cortázar hablaba de los cronopios y famas para poder trascender la clásica narración ambientada en la lucha de clases y en el estricto control de los famas y el libertinaje de los cronopios se desnudaba una particular prosa que terminó siendo tan característica del autor. El capítulo “Lo particular y lo Universal” con dibujos de Magdalena Pagano es un claro intento de esto. Sus trazos simples y coloridos y una animación que supera el promedio de la película (en algunos casos con transiciones de movimientos muy burdas), en esa joven que decide relajarse por demás hay una voz diferente al resto de los capítulos que componen el filme, que en general posee un resultado fallido y termina aburriendo más de la cuenta.
Cambiando roles Muchas veces se utiliza la expresión “patear el tablero” frente a la situación en la que una persona decide hacer un cambio drástico sobre su vida de un día para otro. En Viva la libertá (Italia, 2013) de Roberto Andò, Enrico Oliveri (Toni Servillo), un político que ve como su carrera en completa decadencia podría llevar a su partido a una derrota histórica por su candidatura, se "escapa" de sus obligaciones durante unos días sin dejar rastro alguno. Su asistente (Valerio Mastandrea) comienza una búsqueda desesperada en la que nada parece acercarlo al paradero de su jefe, de quien creía saber todos sus detalles y anhelos más profundos, pero de quien descubre no saber nada. Cuando la organización del partido comienza a impacientarse y a pensar en un reemplazo de Enrico frente a la cercana fecha de elecciones, aparece Giovanni Ernani, hermano mellizo del desaparecido (recién salido de una institución psiquiátrica) y en el que vislumbraran la posibilidad, aunque sea momentáneamente, de mantener tranquilas a las hordas de simpatizantes y detractores políticos. Y mientras en Italia Giovanni logra subir en las encuestas y reposicionar al partido en los primeros lugares de intención de voto, Enrico se debate en una disyuntiva en la que la posibilidad de regresar y ocupar su rol podría alejarlo del reencuentro con una vieja novia suya (Valeria Bruni Tedeschi) que lo alberga en su hogar y que además lo conecta nuevamente con el mundo real. Película de contrastes, entre los que hacen y no hacen, de búsqueda personal, Viva la libertá alardea sobre una necesidad de lograr un equilibrio entre la vida personal y laboral, aun cuando esta última sea casi imposible si se trata de un político a punto de tocar fondo en su carrera. El enojo con la clase política y el rechazo a discursos armados, muestra un pueblo que ya no compra fórmulas repetidas, provenientes de épocas en las que la bonanza económica iba acompañada de un saqueo de las arcas del Estado acompañado de la retracción de la esfera pública. En la desestructuración de la vida y el descubrimiento de la posibilidad de rehacer una historia que al momento parecía ya destinada y sin posibilidad a un giro, es en donde Viva la libertá se afirma con honestidad más allá de cualquier comparación con discursos New Age. Una suerte de puesta al día de Príncipe y Mendigo, involuntario, en la que el mundo de la política, el cinismo y la displicencia fundamentan su guion, universalizando su alegato y llevando al máximo la propuesta de película basada en el cambio de roles y la transformación de los protagonistas.
Extraños en video Pensada como una reflexión sobre la vida marital moderna, Nuestro video prohibido (Sex Tape, 2014) abarca la vida de los protagonistas desde su lujurioso y juvenil romance (lleno de sexo en cualquier lugar) hasta la dura actualidad, en la que ni siquiera una intención de acercamiento puede estar por encima del agotamiento y el cansancio de la vida familiar. Jay y Annie (Jason Segel y Cameron Diaz) llegaron al punto de no saber ya siquiera como acercarse al otro para tener un encuentro intimo, debido a la rutina (Jay como musicalizador de una FM y Annie como escritora de un exitoso blog para madres con consejos) que los asfixia. Cuando hace unos meses Buenos vecinos (Neighbors, 2014) tomaba como disparador la problemática de una pareja con un bebe pequeño, que tampoco podía encontrar momento para la vida sexual y menos cuando sus vecinos se esforzaban por arruinarles los pocos momentos de lujuria, Nuestro video prohibido redobla la apuesta hacia la crudeza de imágenes que universalizan una realidad cada vez mas frecuente en las parejas adultas, la de postergar todo hacia un momento "ideal", sin chicos, familia y obligaciones, que, lamentablemente, nunca llega. Pero cuando Jay y Annie logran hacer cuadrar a todos los planetas, y así tener su ansiada noche de sexo, nada pasa y la otrora lujuria se transforma en un desconocimiento sobre el otro que sólo genera una fuerte incomodidad ante un beso. Casi resignados, y apelando a una ultima oportunidad, deciden filmarse teniendo relaciones, y para darse ánimos se entregan al tequila (por demás) para intentar copiar las miles de posiciones amatorias del libro setentoso “Joy of sex”. Al otro día vuelven a su rutina, sin siquiera pensar en lo que filmaron, hasta que un mensaje anónimo, en el celular de Jay, llega para advertirle sobre la subida a la web del video y de la inminente virilización del mismo. Allí la película cambia de dirección y, de un análisis de pareja, pasa a transformarse en una vertiginosa carrera contra reloj, en la que recuperar todos los dispositivos de entretenimiento sincronizados con el de Jay, y que, en manos de familiares y hasta un posible comprador del blog de Annie (interpretado por Rob Lowe), podrían estar reproduciendo la maratón sexual descontrolada. Mientras buscan, el matrimonio se acerca aun mas y en la exposición a situaciones embarazosas y ridículas con amigos y conocidos es en donde el film va generando el espacio para que Díaz y Segel ofrezcan un descontrolado y escatológico panorama en el que el humor y buenas actuaciones van de la mano. La dinámica edición y la capacidad para reírse de si misma es lo que favorece la visualización de un film, que podría haber caído en lugares comunes, pero que los evita entreteniendo, cosa que en manos de otro director y actores hubiese terminado mal. Secundados por Robb Corddry, Ellie Kemper y una participación especial de Jack Black, Nuestro video prohibido divierte y logra carcajadas a pesar de la incomodidad con la que se reflejan situaciones cotidianas de la vida marital.
Violencia contenida No hay nada más difícil que convivir con los vecinos, y menos en las grandes urbes, ya que las diferencias sociales, la envidia y el día a día pueden afectar al máximo los vínculos para transformar el simple saludo matutino en una amenaza de vida hacia el otro. En Sonidos vecinos (O som ao rededor, Brasil, 2012) de Kleber Mendonça Filho, la narración episódica, además, posibilita el acercamiento a las características particulares de los personajes protagonistas. Hay un ama de casa cansada de su rutina (Bia, interpretada por Maeve Jinkings), y que en sus pocos momentos de relajación (a través de sustancias ilegales) intenta desestructurase con una particular insistencia por hacer callar al perro del vecino. Porque justamente en eso es que encuentra y fundamenta su razón de existir. Por otro lado está João (Gustavo Jahn), un huérfano, sobrino de uno de los hombres más poderosos del barrio (Francisco) y que intenta sostener su relación con una joven a quien recién ha conocido, mientras se entiende con el resto de los vecinos en busca de alguna mejora grupal. Y también está Francisco, el otrora dueño del barrio, quien comienza ver como su "reinado" se desmorona ante la llegada de una empresa de seguridad encabezada por Clodoaldo (Irandhir Santos), que por 20 reales, ofrece la posibilidad de poder dejar el automóvil en la calle sin que nadie lo robe (un mal al que todos ya se acostumbraron). Entre estos personajes es que Kleber Mendonça Filho arma una compleja estructura de relaciones, en la que nada queda librado al azar, porque justamente es cuando sin quererlo que comienzan a interactuar y es cuando notamos el verdadero sentido de un film arriesgado, complejo y duro. Sonidos vecinos reflexiona sobre la vivienda, la familia, la sociedad y principalmente sobre un estado de alerta permanente y de amenaza constante sobre el otro en el que los seres comienzan a tensionarse. Nadie confía en nadie, ni en uno mismo, y en esa desconfianza es en donde se fundan los vínculos que luego se irán desmoronando ante la mínima intención de mirar hacia otro lado es sobre lo que habla la película. La progresión lenta y cansina, el virtuosismo y estilo de algunos planos, la ubicación de la cámara en algunas escenas y la construcción de situaciones descontracturantes (ama de casa más aspiradora) le posibilitan una narración que hasta último momento tiene algo para mostrar. Una de violencia contenida a la brasilera en la línea de las recientes Historia del miedo (2014) o la taquillera Relatos salvajes (2014) pero con la diferencia que las historias individuales si tienen una conexión fuera de la temática.
Leyendo Cuerpos Lo curioso de "APROX"(Argentina, 2013), de Víctor Kesselman, no es tanto el hecho de que por tratarse de un ensayo su visión se ajuste más a un ámbito académico que a una sala cinematográfica, sino que deja una huella y una impronta que sobrevive días después de verla. Sin quererlo, hace unas horas veía cada ejemplo de ese Manual del vendedor en imágenes de los años setenta, con indicaciones precisas, casi irrisorias, en una situación laboral propia. En los gestos, en los movimientos de piernas, de un grupo de ansiosos jóvenes que intentaban quedar bien con un seleccionador, algunos de los ejemplos de "APROX" se hacían realidad. Víctor Kesselman junto a un grupo de actores, entre los que se destaca Vivi Tellas, llevan al extremo situaciones en las que la teoría del amo y del esclavo generan, en espacios de poder, una dinámica en la que siempre alguien pierde. No importa si es el experimentado jefe, o el verborrágico e incontrolable vendedor los que mueven sus manos y manipulan al otro, tampoco si en la voz se puede llegar a percibir una mentira telefónica, o un deseo por el otro inquebrantable, en el análisis de los cuerpos y gestos, en la prosemica imperante, un presentador desnuda las miserias de las relaciones sociales y laborales del voraz sistema capitalista. "APROX" incomoda y mucho. Por sus planos, su música, sus separadores coloridos y saltos de eje y actuaciones que no logran un nivel aceptable, pero justamente en esa incomodidad va construyendo una reflexión que la hace trascender más allá de la proyección. Incómoda y Arriesgada, pero finalmente fallida. PUNTAJE: 3/10
"Relatos Salvajes” (Argentina, 2014), de Damián Szifrón, es un filme potente que expone a través de seis historias, la confrontación que en la sociedad actual se vive a diario y en la que los vínculos son vulnerados ante el mínimo indicio de indiferencia y desatención del otro. No importa si un fantasma del pasado sigue vigente en el presente, o si una injusticia genere malestar y penar hasta el punto de pensar en transgredir las leyes, los cuentos de los que habla el director son universales, porque más allá del escenario y vestimenta de los protagonistas, hay algo que remite a cierto lugar de reconocimiento en el que todos los espectadores se pueden reflejar. La tensión manifiesta y la latente, aquella que soterradamente pretende, cual olla a presión, mantener en segundo plano las pulsiones, son el eje temático para este impactante filme. Con un elenco encabezado por Ricardo Darín, y que incluye a un seleccionado de primer nivel actores (Oscar Martinez, Erica Rivas, Rita Cortese, Leonardo Sbaraglia y Darío Grandinetti), y una producción y cuidado muy pocas veces visto en la pantalla nacional, "Relatos..." transforma la vieja película de sketches en un manifiesto sobre la realidad, que sigue la sección policiales con el mismo interés que una ficción o tira diaria. Porque justamente el principal mecanismo del filme es la apropiación de lo salvaje como manera de vinculación, de ver al OTRO, no ya como aquel que me completa sino como ese que me amenaza en cualquiera de sus formas (persona, Estado, vehículo, etc.). Si bien algunas de las historias funcionan con mayor impacto y sinergia que otras, el filme en su totalidad es un cuerpo vigoroso y potente, que solo decae por la propia ambición del realizador de querer detallar aun mas las acciones y personalidades de los protagonistas y detener la progresión del relato. La elección de una banda sonora no tradicional (“Lady, Lady, Lady” de Joe Esposito, por nombrar solo un tema musical), una delicada y arriesgada a la vez dirección de cámaras y fotografía, y una interpretación por encima de lo esperado, hacen de "Relatos Salvajes" más que una película el evento cinematográfico del año.
Cuando Cristina Fasulino incorpora la temática de la dictadura en "El día fuera del tiempo"(Argentina, 2012), un policial clásico con algunos tintes sobrenaturales, entendemos la complejidad y la intensidad con la que maneja el oficio en, éste, su segundo largometraje. Porque por más que uno se sumerja en la trama y subtramas que la componen y construyen, lo latente en el filme y la amenaza de algo que nunca queda bien en claro qué es, es mucho más fuerte que lo que se cuenta en la superficie visible. En “El día…” hay un policía (Gonzalo Urtizberea), gris, abatido, con un grave problema de bebida, que como puede intentará descifrar las pistas e indicios sobre un misterioso caso de muerte en un colegio religioso del que nadie puede dilucidar nada. El hermetismo de la institución religiosa, sumado a las trabas propias de la complejidad del caso, pondrá al investigador ante una serie de personajes que nunca terminarán de brindarle el apoyo necesario para terminar el caso. Dos padres (Bernabé Rico y Mario Vedoya), dos hermanas (María y Paula Marull) y un variado grupo de secundarios, todos con secretos, intentaran ayudarlo o directamente obstaculizarle el trabajo. Y como nadie está libre de pecado hasta que se pruebe lo contrario (o algo parecido) el supervisor (Urtizberea) deberá dilucidar quién dice la verdad y quién miente para poder así encontrar al culpable, pero a medida que avance se encontrará con más preguntas que respuestas. Además, para completar el misterio, hay una niña llamada Ariadna, a cargo de una de las mellizas, y de quien se desconoce la identidad de su progenitor y que misteriosamente posee contacto con cada uno de los hechos oscuros que se van presentando en el colegio. "El día fuera del tiempo" posee elementos de policial de procedimientos (se nota que Fasulino conoce el género) potenciados por los trazos gruesos con los que impregna al personaje principal, pero también por el halo místico que rodea a las mellizas (una ambigüedad que se genera en la misma posibilidad de discernir quien es quien de las dos) y su relación con la Iglesia, principalmente con el padre interpretado por Rico. La subtrama política, que ubica la acción en el punto de inflexión que significó la transición hacia la democracia, además, posibilita un estado de tensión que se entrelaza con la acción y hechos presentados. La presentación de cierta imaginería religiosa e íconos claves del género, permiten a Fasulino profundizar sobre la idea tomada del calendario Maya que hay ciertos días “fuera de tiempo”, pero que en realidad son sólo la afirmación de la amenaza del mal agüero sobre los actantes. Si el filme posee algunos errores, como la actuación de algunos secundarios (exagerados y casi sin variaciones en los discursos que dicen), la elección de musicalizar exageradamente situaciones de suspenso, y hasta leves errores de edición (detectados en saltos de ejes) la intención de la directora permite hacer la vista gorda y generar las ganas de esperar su nueva propuesta a la brevedad. Un acercamiento a la temática de la dictadura diferente.
Cuando las ganas de recuperar un clásico de la cultura popular está por encima de todo, y un elenco no se toma en serio lo que está representando, es cuando una película como "Tortugas Ninja"(USA, 2014), de Jonathan Liebesman, puede salir bien parada de la ocasión. Basada en el primero comic y luego serie animada (2D y 3D), la cinta producida por Michael Bay (¡cuando no!) explora los orígenes de lo personajes desde su transformación en monstruosos adolescentes a héroes anónimos liderados por la rata Splinter. Miguel Ángel, Donatello, Rafael y Leonardo del subterráneo mundo serán descubiertas por la insistente reportera de segunda línea del canal seis April O'Neil (Megan Fox), quien a pesar de la negativa de su jefa (Whoopi Goldberg) y la reticencia de su compañero Vernon (Will Arnet) de creer en su historia sobre un justiciero enmascarado, que no serán otras que las gigantescas tortugas ninjas, intentará demostrar a todo el mundo la veracidad de su historia. Tras el develamiento hay un trasfondo mafioso, en el que la banda más peligrosa de ladrones, liderada por El Destructor y conocida como "El Clan del Pie", hace negocios sucios con Erick Sack (el experimentado William Fichtner), el antiguo jefe del padre de April, muerto en circunstancias extrañas. En medio de la acción, la búsqueda de la verdad como estandarte, sin dejar de lado el romance (Vernon nunca logra avanzar a April), la ironía y el humor, serán los ejes temáticos de un filme que supera a las anteriores adaptaciones cinematográficas. Por supuesto que la pizza y las múltiples referencias a la cultura y consumos populares (una de las tortugas en un momento clave del filme dice que no entendió el final de “Lost”, por citar sólo un ejemplo) estarán presentes, como así también las coreografiadas escenas de acción y las clásicas armas “ninja” para pelear contra los malvivientes. Si bien hay algunos baches en la trama y una línea argumental simple, que apunta a que los espectadores más jóvenes sigan la historia sin problemas, esto se suple con el apoyo de las actuaciones de los protagonistas y las imágenes generadas por computadora. "Tortugas Ninja" cumple con las premisas que propone, y en una época en la que la falta de convicción a la hora de reversionar un clásico es frecuente, esto no es poco. ¡Cowabunga!