Tirarse a la Pileta Gustavo trabaja como limpiador de piletas en varias casas de un country del conurbano bonaerense. Este es el trabajo con el que mantiene a su mujer, quien está embarazada. Ellos son ayudados por el padre de esta última, un ex-policía dueño de una agencia de seguridad, que ningunea a Gustavo. Las cosas empezarán a cambiar cuando reciba una propuesta de El Pejerrey, un cabecilla del crimen organizado de la zona, para que le entregue información sobre las casas donde trabaja. Barrefondo es un policial negro puro y duro de manual, que toma los modismos de los mejores exponentes norteamericanos del género y los adapta perfectamente a la usanza argentina, sin que parezca en ningún momento artificial. Es una historia perfectamente desarrollada de cabo a rabo sobre alguien que es empujado a la vida delictiva, no tanto por una ambición de ser rico, sino por la necesidad de demostrar que no es un don nadie. No obstante, también hay mucho de crítica social, y hasta podríamos decir sátira: casi todas las casas que entrega Gustavo son de gente que le falta el respeto, salvo la de un hombre que es más condescendiente que irrespetuoso (y cuyas “poesías” aportan una cuota de comedia) En el costado actoral, Nahuel Viale entrega una prolija actuación, medida, calma, que le escapa a todos los clichés. Sergio Borisentrega una carismáticamente siniestra interpretación del capomafia de la zona. Por el costado técnico no hay mucho que decir: la fotografía y el montaje no atraen atención sobre sí mismos, limitándose a apoyar al apartado interpretativo. Conclusión Barrefondo es un policial bien negro y bien argentino. Fluido, con gancho, sosteniendo el interés del espectador y haciéndolo preocuparse por lo que le ocurre al protagonista. Adaptando la novela de Felix Bruzzone, Jorge Leandro Colás pisa fuerte y seguro en su primera incursión en el cine de ficción. Que sea la primera de muchas.
El humor negro da la oportunidad de mostrar lo peor del ser humano en una clave no tan descorazonadora como lo sería con el drama. Tres Anuncios por un Crimen demuestra que este humor está más que vigente y no solo en la ficción, sino también en nuestra realidad. Y lo hace no tanto con las situaciones sino a través de la naturaleza de sus personajes. Tres Anuncios por un Crimen: Justicia Ácida En el poblado de Ebbing, Missouri, Mildred Hayes busca justicia por la violación y asesinato de su hija. Determinada a presionar a las autoridades para que se pongan a trabajar, decide alquilar tres anuncios cercanos a la escena del crimen para denunciar su incapacidad públicamente. Este será un punto de partida que progresivamente hará cambiar no solo a Mildred, sino al atormentado comisario del pueblo y a uno de sus intolerantes oficiales. El guion de Tres Anuncios por un Crimen es tremendamente sólido, con unos diálogos afiladísimos llenos de ironía y crítica. Es dueño de ese humor negro que muchas veces te va a hacer reír dada la ignorancia de los protagonistas de lo que ocurre a su alrededor, y muchas otras te hará sentir un poquito mal por estarte riendo de algo que en realidad es muy delicado. Es decir, donde uno siente que el humor negro apuntó y atinó en el mero centro del blanco. No obstante, el aspecto que hay que destacar del guion es el desarrollo de sus personajes. Nadie es un santo, ni siquiera la protagonista ávida de justicia, ya que la película se molesta en mostrarnos unos flashback donde actúa de un modo muy opuesto al que el inicio proponía de ella. Por otro lado, al comisario primero lo vemos con los ojos de la protagonista, pero a medida que avanza la historia nos damos cuenta que el caballero no es corrupto y menos que menos incompetente, sino alguien superado por las circunstancias que no puede dar las respuestas que el público quisiera. En definitiva, es una película que abarca largas distancias para mostrarnos los grises de sus personajes, y que la redención puede ser posible, pero no del modo que uno planea o desea. El aspecto técnico del film no tiene mucho para destacar, ya que está ahí para apoyar las labores actorales, que son precisamente el motivo de mayor peso para pagar boleto por esta película. Frances McDormand está por encima de todo, encarnando a una mujer sin pelos en la lengua que no va a dejar pisotearse por ninguna institución. Woody Harrelson da vida a un comisario atormentado, no tanto por la tarea que tiene en manos sino por otros motivos más personales. Una labor que vale la pena tomar nota es la de Sam Rockwell, quien logra una evolución notable con el desarrollo de su personaje a medida que evoluciona la trama. Conclusión Tres Anuncios por un Crimen no solo funciona por su efectivo uso del humor negro, sino por la enorme multidimensionalidad de sus personajes. Es una de esas películas donde el realizador consigue que no veamos una historia sobre personajes, sino una historia sobre personas.
No hay vuelta que darle: Liam Neeson continua cosechando los frutos sembrados en Búsqueda Implacable. Es de destacar que casi todas las propuestas que recientemente tienen al actor como cabeza de elenco, son historias de acción sencillas con metas claras, que en la mayoría de las ocasiones descansan en el carisma del intérprete irlandés. Algunas tienen menos agujeros que otras y algunas son más entretenidas que otras. Dentro de este último grupo es donde parece pertenecer El Pasajero. Se lo llevó el tren Michael McCauley, un ex-policía de Nueva York devenido a vendedor de seguros, toma el mismo tren todos los días para ir de su casa al trabajo y viceversa. No obstante, uno de estos viajes resulta ser distinto a los otros, no solo porque lo echan de su trabajo, sino porque una misteriosa mujer le ofrece una considerable suma de dinero para encontrar y matar a una persona a bordo del tren. Si no lo hace, le espera algo peor que no obtener el dinero: matarán a su esposa e hijo. El guion de El Pasajero es una propuesta que como thriller es desigual, pero se prueba prolija como aventura de acción. En concepto de lo primero, tiene tanto aciertos como desaciertos en cuanto a los giros sorpresivos que se propone introducir, mientras que en lo segundo goza de sendos obstáculos, marchas y contramarchas, consiguiendo involucrar al espectador en el dilema del personaje por todo lo que tiene en riesgo. Esta conexión es posible, en gran parte, gracias al meditado montaje que abre la película, donde en unos pocos minutos vemos las alegrías y tristezas cotidianas que experimenta el protagonista con su familia. Es necesario señalar que la historia no desperdicia oportunidad para hacer un breve comentario sobre los dilemas económicos a nivel mundial. Una escena que el personaje de Neeson tiene con un broker está entre lo más memorable del film, particularmente por el remate con que deciden terminarla. En materia técnica tenemos una labor de fotografía y dirección de arte prolijas, que no pretenden ser más de lo que son. Cuenta con una labor importante de efectos especiales en dos escenas en específico: una pelea realizada en plano secuencia, y un espectacular descarrilamiento. En materia actoral, Liam Neeson (como se esperaba) se lleva la película al hombro a base de carisma y presencia física. Vera Farmiga también suma los puntos necesarios en el rol de la enigmática mujer que entrega la tarea. Jonathan Banks, Patrick Wilson y Sam Neillson eficientes, pero tampoco tienen mucho para criticar o elogiar. Conclusión El Pasajero es una propuesta entretenida, que si bien araña la línea de meta como thriller, llega a muy buen puerto como película de acción. Liam Neeson se ratifica como una apuesta más que confiable dentro del género.
El cine de género latinoamericano está creciendo cada vez más. El nivel visual, sonoro, e interpretativo, madura con cada título que sale al mundo, aun a pesar de que su más grande desafío sea conseguir un desarrollo narrativo sólido desde el guion. No Dormirás es una propuesta que se inscribe como uno de estos intentos. El mundo es un escenario… Bianca es una actriz que desea consagrarse y encuentra la oportunidad para hacerlo en la nueva obra de Alma Bohn, una directora teatral tan excéntrica como exigente. Dicha obra tendrá su puesta en una clínica psiquiátrica abandonada, y posee un carácter experimental bastante peculiar: exige estar despiertos la mayor cantidad de tiempo posible, ya que su directora tiene la teoría de que el insomnio le permitirá a los actores acceder a un umbral de percepción que los adentra en lo sobrenatural. El guion presenta problemas. La primera mitad de la película, aunque introduce climas turbios propios del género, no muestra mucha evolución dramática. La segunda mitad agarra un poco más de vapor, intentando duplicar la apuesta a medida que se revelan los misterios y las verdaderas intenciones de ciertos personajes. Todo esto conduce a un desenlace que es una sucesión de giros sorpresivos hacia una resolución tan predecible como forzada. Infortunadamente, estas falencias no se comparan al que creo es el defecto mayor de la historia: en ningún momento se genera preocupación alguna por lo que le pueda pasar a la protagonista. No Dormirás En materia actoral, Eva de Dominici prueba un gran profesionalismo a la hora de encarnar su papel. El espectador sin duda le creerá, pero infortunadamente (y no pocas veces) ella es arrastrada por las falencias del guion hacia el desarrollo de su personaje. Por otro lado, una irreconocible Eugenia Tobal entrega una sorprendente performance como una de las compañeras de reparto de la protagonista. No obstante, quien se devora la película cada vez que el director le dedica un plano es Belén Rueda. La actriz española compone a su personaje con absoluta credibilidad y con una presencia que domina cualquier escena en donde se encuentre. El principal logro de su labor interpretativa es trasmitir la rudeza y los extremos a los que apela su personaje, con enorme naturalidad y hasta incluso con ternura, profundizando en un tono siniestro que ya existía por la sola premisa de su personaje. En materia técnica hay una buena labor de dirección de arte, particularmente en el diseño de la clínica psiquiátrica en la que se encuentran los personajes; se encuentra complementada por una excelente dirección de fotografía, jugando tanto con la luz como con la sombra. Hay una utilización de la cámara que, a juzgar por sus movimientos y composiciones de cuadro, es prácticamente como un actor más que acompaña al reparto en cada escena. Conclusión No Dormirás es una propuesta de género que goza de grandes aciertos a nivel visual e interpretativo. Por desgracia, sus desaciertos narrativos le juegan demasiado en contra para un saldo final positivo.
Con la música a otra parte… Aunque su familia prohíbe la música en todas sus formas, Miguel desea ser como su ídolo: la leyenda musical Ernesto de la Cruz. Cuando su abuela le destruye la guitarra que le permitiría participar en un concurso de talentos, busca frenéticamente una y no la encuentra en ningún lado, excepto en la bóveda donde está enterrado su ídolo. Al intentar tocarla, mágicamente se encontrará transferido al mundo de los muertos, y allí empezará su odisea por regresar al mundo de los vivos antes de que sea demasiado tarde. En materia guion, la historia está correctamente planificada. El arco del protagonista es bien desarrollado y se encuentra con obstáculos a cada paso del camino, consiguiendo ser una lograda aventura que no aburre en ninguna instancia. Por otro lado, esto no sería una película de Pixar si no se hiciera un énfasis en sus objetivos emocionales. Aunque la película indaga en cuestiones como el dilema entre la vocación personal y la priorización de la familia, el verdadero punto al que se dirige es el tema del olvido como la verdadera muerte. Sin embargo, me veo obligado a señalar una cuestión que a mi parecer le juega en contra a la historia: el personaje de Héctor. Este secundario, si bien tiene el objetivo concreto de materializar el tema de la película, aporta una cuota de predictibilidad que debilita a la trama como un todo. No solo eso, si uno empieza a hilar fino todo lo que hace, dice y propone el personaje (o lo que se menciona sobre él) no puedo evitar percibirlos como agujeros de guion. Ahondaría en específico, paso a paso, pero sería entrar en terreno de spoilers y eso no corresponde a esta crítica. Visualmente hablando la película es impecable; el sentido del color y el espacio efectivamente consiguen sumergir al espectador en otro mundo. Coco es el ejemplo más pleno de una de las grandes virtudes de Pixar: su implacable nivel de investigación para crear el verosímil de sus mundos. El compromiso con la cultura latina es asumido a tal extremo que se ve ilustrado en sus elecciones actorales. Es de destacar que prácticamente todas las voces en la versión original en inglés son de actores latinos o con ascendencia latina. Se percibe una fluida naturalidad cuando pasan del inglés a utilizar expresiones en español. Conclusión Coco se prueba como un efectivo entretenimiento. A pesar de algunas desventajas narrativas, resulta ser visualmente deslumbrante y está lejos de ser aburrida. No estará entre lo mejor de Pixar, pero es otro ejemplo rotundo del enorme compromiso artístico que el estudio pone película tras película.
Otro año y otra película de Woody Allen desembarca en las salas argentinas para el público asiduo a la obra del realizador. A pesar de que su calidad narrativa en lo que va de la década es bastante desigual (con la notable y Oscarizada excepción de Medianoche en París), La Rueda de la Maravilla tiene suficientes méritos para entrar en la columna de los aciertos, por modestos que estos puedan ser. Caballo de Calesita: Coney Island, 1950. Carolina (Juno Temple), la esposa de un mafioso, regresa a la casa de su padre, Humpty, quien vive con su esposa Ginny y su hijo. Aunque la relación no está en los mejores términos, acceden a acogerla pues a la mafia no se le ocurriría buscarla en la casa del padre que supuestamente la rechaza. Las cosas se complicarán cuando empieza a nacer un romance entre Carolina y un salvavidas que resulta ser el amante de Ginny. La Rueda de la Maravilla es un guion decente tanto en estructura como en desarrollo de personajes, indagando tanto en debates morales y frustraciones humanas. También apuesta en algunas instancias a que el espectador sume dos y dos en su cabeza, en particular con la resolución de la historia. No obstante, tampoco es lo que se dice un guion sobresaliente debido a tres detalles que no le llamaría defectos pero tampoco virtudes. Primero, la subtrama con el hijo pirómano de la protagonista no tiene mucho peso en la trama más allá de generar una ocasional humorada. Segundo, el salvavidas encarnado por Justin Timberlake se otorga un rol de narrador que conforme avanza la trama pierde relevancia y consistencia. Tercero, si bien trama y subtrama se terminan entrelazando para proveer a la película de un clímax satisfactorio, no pocas veces se siente que la segunda le gana terreno a la primera en cuanto a cantidad de escenas. En materia actoral, los cuatro actores protagonistas entregan dignos trabajos. En esta ocasiónJustin Timberlake es el alter ego de turno del director, entregando una performance muy capaz, mientras que Kate Winslet realiza una labor a la altura de una actriz de su categoría aunque está lejos de sumarse a la galería de sus trabajos más destacados. En materia visual, estamos ante una de las películas más coloridas de la carrera de Woody Allen. La Rueda de la Maravilla ratifica la solidez de ese gran matrimonio creativo iniciado en Café Society con el legendarioVittorio Storaro. El contraste del colorido parque de diversiones y los tonos desaturados del hogar de los protagonistas, no podrían reflejar más el estado de ánimo de los mismos. Un color, que como todo lo que lleva la firma de Storaro, es utilizado con ingenio. Claro ejemplo de ello es una escena en el muelle que tiene Kate Winslet junto a Justin Timberlake: esta le cuenta su historia y, a medida que progresa su narración, la luz y el color de su rostro van dando lugar a un tono pálido y desaturado. Un momento único donde actuación, fotografía y guión están en la misma página; el espectador puede apreciar el deseo y la frustración del personaje de Winslet. Conclusión: A pesar de algunos rellenos innecesarios, La Rueda de la Maravilla es un drama muy logrado en el papel, complementado por actuaciones decentes y un abanico visual de tremenda riqueza poco frecuente en la filmografía del director. No va a formar parte ni por asomo de lo mejor que hizo Woody Allen, pero tampoco junta los suficientes errores para figurar entre lo peor.
Jeepers Creepers apareció en el 2001 con una taquilla abrumadora. Su director, Víctor Salva, inventó deliberadamente la premisa del monstruo que viene cada 23 años a alimentarse durante 23 días, para esquivar la secuelitis aguda que ataca a Hollywood (hasta el día de hoy). Nunca vio venir la astucia de los ejecutivos que le propusieron una secuela que transcurra en otro de los 23 días del frenesí del monstruo. La misma vio la luz en 2003 con el mismo éxito, por lo que una tercera parte era inevitable. Su materialización iba a ser difícil y extensa: por un lado, United Artists, el estudio que financió las dos primeras entregas, entró en una de sus muchas bancarrotas, lanzando esta nueva secuela a las turbulentas aguas del financiamiento independiente; por otro lado, la cuestión del pasado delictivo del propio creador de la saga, puso a varias agencias de casting en estado de alerta. No obstante, a 14 años de la segunda parte, llega finalmente Jeepers Creepers 3, y la pregunta que se cuece es si mantiene la frescura y dinamismo de sus predecesoras, o si la larga espera le jugó en contra y estamos recibiendo muy poco y muy tarde. Hush, Hush, Hush. Here comes the Boogeyman: Una unidad anti-creeper llega al poblado de Poho County para reclutar a uno de los oficiales que sobrevivió el ataque del Creeper. Mientras tanto una joven debe lidiar no solo con la creciente amenaza de dicha criatura, sino con su abuela, que detrás de su demencia puede estar el secreto que les permita vencer al monstruo. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso son necesarias para ilustrar los problemas narrativos que presenta la película. En las dos entregas anteriores, si bien tenían un poquito de su mitología particular esparcida aquí y allá, el corazón radicaba en una historia simple y directa de “corré que te come el bicho” cosa que no se manifiesta en Jeepers Creepers 3. Esta tercera parte cuenta con un guion que parece más interesado en establecer la mitología del Creeper y el trauma arraigado en sus protagonistas, que en ilustrar su amenaza. Las escenas de muerte, aunque bien pensadas, no son lo que se dice bien ejecutadas. Tratan de transmitir una tensión que no está, la cual no se produce porque el guión falla en conseguir que nos interesemos por los personajes: estos, nuevamente, están bien ideados en su desarrollo pero la ejecución de su arco no produce otra cosa más que indiferencia. No es para nada una buena señal que tus protagonistas vivan reiterando exageradamente detalles de su pasado que no suman nada al avance narrativo, y que luzca más amenazante la camioneta del antagonista que el antagonista en sí mismo. En materia actoral, el desempeño del reparto, casi como un todo, es un 50/50: la mitad decente y la otra mitad sobreactuado. El “casi” lo digo porque si hay una actuación que destaca al menos lo suficiente, es la de Jonathan Breck como el Creeper. Su presencia y expresividad nos dicen todo de su hambre y lo que es capaz de hacer para saciarla. Ser el único personaje sin diálogos le beneficia y mucho. En materia técnica también hablamos de un 50/50. Oscila entre lo decente y unos planos en exteriores demasiado oscuros para su bien, sumado a un CGI que llama la atención por su pereza. Conclusión: Reiteraciones, exageraciones, mal timing, y un interés desmedido en priorizar la existencia de una mitología que no contribuye en nada al avance narrativo, son los puntos que le impiden a Jeepers Creepers 3 llegar a buen puerto. Uno no puede evitar sentir que perdió la magia y la eficiencia de sus predecesoras.
En el año 2003, el mundo conoció una historia que redefinió el concepto de lo que se conoce como “película de culto”. Tommy Wiseau, un caballero cuyo pasado está cubierto por un gran manto de misterio, dio a conocer su ópera prima intitulada The Room, un drama mal escrito y actuado, cuyo humor involuntario caló muy hondo en los espectadores que la vieron, terminando por colocarla en el más inesperado (y más alto) de los estándares. La realización de la película fue cubierta en un libro escrito por uno de los protagonistas, libro que James Franco adaptó bajo el titulo homónimo de The Disaster Artist. I did nahtt… Oh, Hi Mark The Disaster Artist cuenta la historia de Greg Sestero, un aspirante a actor muy tímido a pesar de ser lo suficientemente bien parecido para las agencias de talento. En una clase de actuación conoce al misterioso Tommy Wiseau, cuya actitud temeraria (desde el punto de vista de Greg) puede ser la solución a su timidez. Ambos se mudan a Los Ángeles con la mira de alcanzar el estrellato. Después de enfrentar sendos rechazos de parte de la industria (Tommy por temerario que sea no es lo que se dice un gran actor) deciden que la mejor manera de hacerse un nombre es filmar una película por su cuenta, una película cuyo rodaje estará plagado de excentricidades y sinsentidos, casi siempre atribuidos al nulo talento de Tommy para el guion y la dirección. The Disaster Artist es un guion plagado de carcajadas. Las situaciones de las que participan los personajes son una más ridícula que la otra. La frecuencia de los chistes es tal que, si viste la película, te vas a doblar de la risa; es uno de esos films que te deja doliendo el estomago de tanto reírte. Es lo más cercano que vamos a tener a un documental detrás de escena de The Room. Esa es su principal virtud y, en honor a la verdad, su principal desventaja. Pequeña, pero desventaja al fin. Me refiero a que se tiene que haber visto dicho film para poder entender aquí un gran porcentaje de los chistes. Quienes no la hayan visto o no estén inmersos en los pormenores de cómo se hace una película, se pueden quedar afuera. Dejemos claro una cosa: The Disaster Artist no es en absoluto un guion de mala calidad. Goza de tener una estructura prolija y un desarrollo de personajes básico; una formalidad para que incluso el espectador versado en la historia pueda seguir un hilo, ya que salta a la vista que el acento está puesto en ilustrar la locura que imperaba en ese set. James Franco pudo haberse limitado solo a esto, pero eligió no hacerlo, decantándose por seguir una narración tradicional. Quien esto escribe, por su parte, no podría agradecérselo más. The Disaster Artist es una carta de amor a la devoción que hay que tener para bordar el oficio actoral. El de nunca rendirse, incluso cuando te dicen en tu cara que no lo vas a lograr nunca. Por otro lado, ilustra cómo el deseo por conseguir la fama puede llegar a ser tan grande que el ridículo -más que humillante- se vuelve una nueva forma de alcanzar esa fama, incluso más inmediata. En el costado técnico, el único detalle que se puede mencionar es que se vale mayoritariamente de la cámara en mano para subrayar ese sentimiento documental al que apunta el film. En materia actoral, James Franco se devora la película en su encarnación de Tommy Wiseau. Su devoción es tan notoria que incluso va más lejos que el propio Wiseau para ilustrar su incapacidad actoral y que el caballero, por lo que se ve, no tenia los patitos en fila. Conclusión: The Disaster Artist es todo lo que los fanáticos esperaban y más: una comedia desopilante en todo modo, manera, o forma. Si lee esto y no vio The Room, corra a hacerlo antes de ver esta película. Si Wiseau te deja al borde del abismo, Franco te va a dar el empujón final. Disfrutable.
Con El Despertar de la Fuerza, J.J. Abrams le devolvió la diversión y el sentido de la aventura a una franquicia que parecía haberla perdido. Ahora, Rian Johnson toma la batuta de Abrams (hasta su regreso para la tercera parte) con Star Wars: Los Últimos Jedi, una instancia más oscura de esta nueva trilogía, que no pocos se animan a comparar con El Imperio Contraataca. ¿Será para tanto? Fuerza, pero apenas sale: La Primera Orden tiene en su poder un acorazado que le permite alcanzar a cualquier nave de la Resistencia que esté en hipervelocidad. Poe Dameron organiza una misión en busca de los recursos para destruirlo, encabezada por Finn, que recién despertó de su coma. Paralelamente, en una isla lejana, Rey tratará de persuadir a un reticente Luke Skywalker a que le enseñe el camino de la Fuerza. Si bien tiene a su favor que los 150 minutos que dura no pesan y ciertas escenas de acción son moderadamente logradas, tiene en contra el hecho de que muchas de las situaciones se resuelven mediante casualidades, y estas terminan por atraer la atención hacia sendos agujeros narrativos que tiene el guión. Son precisamente estos los que le impiden al espectador conectar con algunos de los momentos emocionales de la película. También debe señalarse su uso de la comedia, que si bien en algunas instancias genera genuinas carcajadas, en otras se siente como un recurso forzado. En materia técnica, la película tiene un logrado estilo visual, acentuado fuertemente por el color rojo en más de una escena, como lo vinieron prometiendo los trailers. Sin embargo, lo que debe destacarse de la puesta en escena son los sendos homenajes al cine clásico, que aquellos más versados en la historia del cine podrán notar enseguida. Por el costado musical, vuelve a decir presente la música de John Williams, haciendo equilibrio entre los temas conocidos desde siempre y los más exclusivos de esta nueva trilogía. Aunque no puedo dejar de señalar que es una labor no tan inmersiva, sino que se limita simplemente a subrayar momentos. En materia actoral, el reparto, en su mayoría, se mantiene decente y sostiene lo logrado en la película anterior. Dicha decencia también aplica a los actores nuevos que se sumaron a esta secuela. En definitiva, no hay mucho para criticar o para elogiar. No obstante, debo hacer una modesta mención al desempeño deMark Hamill. El actor trabajó con sutileza y naturalidad a este maestro ermitaño y desilusionado que es Luke Skywalker, en un contraste absoluto y nada forzado respecto al joven idealista de la trilogía original. Conclusión: Aunque sólida visualmente y decente en lo interpretativo, las resoluciones casuales de muchos puntos del guión es lo que reduce a Star Wars: Los Últimos Jedi a una propuesta entretenida y no mucho más. Si busca vertiginosidad y dinamismo en las escenas de acción, las encontrará sin duda, pero en cuanto a las conexiones emocionales, ya sea entre personajes o estos con el público, verá una intención pero no un desarrollo (y menos aún un resultado) satisfactorio.
La historieta argentina tuvo muchos exponentes a lo largo de los años. Algunos de ellos no necesitan presentación por la relevancia enorme que tiene el autor y/o el personaje que ha creado. No obstante, y sobre todo cuando la idea es la de hacer un documental, hay ciertos autores que sí necesitan presentación, porque si se lo da por sentado se corre el riesgo de alejar al público general y limitar su historia a un nicho específico. Esa es la cuestión en la que se encuentra metida Algo Fayó Las vicisitudes de un historietista: Algo Fayó cuenta la historia de Pablo Fayó, un historietista que se hizo conocido por la publicación de su obra en la revista Fierro, y posteriormente con la publicación de libros con personajes de su autoría. El documental pone el acento no solo en su obra, sino en su vida cotidiana. Particularmente, más lo segundo que lo primero. En materia guión, cuando el documental se concentra en el oficio del historietista es cuando tiene sus momentos más logrados, donde podemos apreciar a un autor con un punto de vista muy específico a la hora de crear un personaje. Vemos cómo todo un garabato hecho en lápiz, con el aporte de la tinta, se convierte en una ilustración. Luego vemos a ese autor comulgar o estar en desacuerdo con otros colegas sobre los pormenores del oficio, al igual que lo vemos lidiar con las cuestiones engorrosas de la publicación de su trabajo. Por otro lado, cuando intenta concentrarse en el que es a las claras su objetivo concreto, el de mostrar las facetas más íntimas del artista, es donde la película exhibe sus puntos flojos. Un punto a destacar porque estas cotidianeidades son las que gobiernan gran parte del metraje. Este es precisamente el punto donde se van a dividir las aguas y quien esté más versado en la obra del artista lo va a saber aprovechar más. Aquellos que no lo estén se pueden quedar afuera, y los primeros minutos de la historia van a darles la impresión de que la narración está dando vueltas sin establecer nada concreto. No van a estar viendo a un artista: van a ver a un tipo que toma mate, va al supermercado, etc. Lo que es una lástima porque el documental se toma verdaderas molestias en ilustrar todo el cuerpo de trabajo que este hombre tiene detrás. El costado técnico no tiene muchos miramientos; es una puesta sencilla que se vale casi siempre de la luz ambiente. Se limita a ubicar la cámara delante del sujeto y que su testimonio sea el que haga todo el trabajo. Lo mismo va para el montaje; se limita a pegar un segmento con otro, un momento con otro, sin mira alguna hacia un orden narrativo o intensidad emocional. Conclusión: Algo Fayó puede resultar de interés para aquellos ávidos consumidores y conocedores de la historieta argentina. Sin embargo, representa un desafío un poco más complejo para el publico general.