EL HÉROE MELANCÓLICO Siendo Asesinato en el Expreso de Oriente un clásico whodunit (Who has done it? ¿Quién lo hizo?) era un verdadero misterio saber cómo se podía llevar a la pantalla un best seller de ese género que a su vez se ha llevado a la pantalla. Quien haya leído la novela de Agatha Christie (publicada como tan el 1934) o visto la película de 1974, jamás olvidará la resolución de la historia. ¿Si la respuesta al enigma principal se conoce, qué queda? Más allá de apostar a los cientos de miles que jamás leyeron el libro o han oído hablar de la escritora o de una película basada en su texto, queda claro que si este film no aportaba algo nuevo, quedaría para muchos como un mero ejercicio de género sin mayor profundidad. Pero la sorpresa es que de este encierro aparente, Branagh sale más que airoso, directamente sale consagrado. Asesinato en el Expreso de Oriente (2017) es una verdadera obra maestra. Tan notable es la esta nueva versión de la historia que la resolución del crimen pasa a un absoluto segundo plano en lo que a sorpresa se refiere. Es difícil, de todas maneras, saber cómo se ve esta película si uno no sabe el final. Pero mientras que la versión de 1974 era aburrida y superficial, el film de Branagh es de una profundidad y un nivel de emoción que incluso supera a la novela de Agatha Christie. El director y el guionista ponen todo el énfasis en dos cosas: el personaje protagónico, Hercule Poirot (interpretado magistralmente por Branagh) y la tragedia horrible que dispara todo el conflicto del film. Ver más de una vez Asesinato en el Expreso de Oriente confirma que no importa saber quien lo hizo ni como lo hizo, el crimen es una excusa para tratar otros temas. Poirot es presentado de forma jocosa y espectacular, a la vez que se establece su moral, sus ideas del mundo y su concepción de la justicia. El detective busca desesperadamente el equilibrio, lo perfecto, lo simétrico, lo que es correcto. Pero desde el comienzo muchas señales indican que el mundo es imposible de controlar, aunque se puedan resolver los enigmas. En los primeros minutos de película, y muy al estilo Branagh, hay un gran despliegue visual, un montaje veloz y también mucho humor. Poirot resuelve en caso y allí queda claro la talla de su talento como detective. Ahí recibirá una notificación para volver urgente a Londres, lo que lo colocará, gracias a un amigo, dentro del Expreso de oriente. Esto lo sumergirá en el asesinato que da título a la película y que será un antes y un después en su carrera. Olvidémonos de la novela, de otras adaptaciones, esta nueva versión tiene vida propia y puede y debe ser interpretada como una obra completamente independiente y solitaria. La información está en la película, no necesita referencias ni otros datos. Poirot es el mejor detective del mundo, eso queda muy claro, es un obsesivo por la perfección y el equilibrio, también queda claro. No acepta trabajar para un hombre de dudosa moral cuando dentro del tren le ofrece que lo ayude a saber quien lo amenaza. “Existe el bien y existe el mal, y no hay nada en el medio” dice el detective al comienzo de la trama. Es un héroe que lucha por equilibrar un mundo desequilibrado. Ve el crimen como una falla del sistema que debe ser corregida. Este héroe antiguo, de otra época, encuentra en el Expreso de oriente un marco ideal. El tren es el lugar perfecto, con el menú perfecto, bello, pulcro, sofisticado, impecable. Como ese bigote que Poirot intenta cuidar como una obra de arte, el tren es un viaje a otra época, la película enfatiza mucho su condición de pieza fuera de tiempo. Pero el crimen lo cambiará todo. El tren se descarrila, el mundo de Poirot entrará en crisis y el detective se verá obligado a resolver el crimen pero también a cargar sobre sus hombros el máximo sacrificio. Apasionado y entretenido con su novela de Charles Dickens, Historia de dos ciudades, guardando el retrato de una mujer amada pero lejana, el melancólico Poirot encuentra su felicidad en el restablecimiento del orden, en el equilibrio de la balanza. Toda la película está teñida de una profunda melancolía, reflejo de su protagonista. Clásica y fuera de moda, Asesinato en el Expreso de Oriente es un objeto proveniente del pasado, para una sensibilidad romántica ya olvidada. Pero a no confundirse, porque estéticamente la película tiene una narración clásica pero un estilo que sin problemas se integra al cine actual. Los actores, que parecían invitados a hacer cada uno su show, se comportan de forma sobria y equilibrada, al servicio de la trama y no buscando su lucimiento personal. El guión usa dos o tres trucos para que no sea tan fácil resolver el crimen y se las ingenia para que todo tenga un mínimo de lógica para los espectadores actuales. Con un poco de suerte, los espectadores serán capaces de disfrutar y valorar a estos personajes nacidos en otra época, en un mundo diferente al que vivimos hoy, aunque no ajeno a nuestras propias angustias. Algunos detalles estéticos de Branagh son un poco preciosistas y distraen, pero varios de ellos están relacionados con algunas ideas religiosas que el realizador busca agregarle a su historia. El Hercule Poirot de esta película es el gran personaje cinematográfico de este año. Un héroe melancólico de estilo fordiano. A nadie, tanto como a él, le afecta tanto la resolución del crimen. La resolución del misterio lejos de ser una sorpresa, es una enorme suma de emociones. Puede sonar raro, pero entre lágrimas –aun sabiendo cómo termina la historia- se va terminando de armar el rompecabezas que explica que fue lo que pasó. El ingenio de Poirot se despliega en la simpática escena inicial, pero en el final esto cambia por una mirada mucho más oscura y amarga. No solo renuncia a sus creencias, sino que también debe ocultar la forma brillante en la que resolvió todo. El fin de las certezas, el fin del blanco o negro, pero a la vez la confirmación de que el heroísmo todavía es posible. Lo era en la época en la que transcurre la película, lo puede ser aun hoy en la película de Branagh.
Más relato Sin duda alguna Te esperaré encaja perfectamente como otro ejemplo del cine político de propaganda que desde hace ya más de una década convierte al cine argentino es un bloque obsecuente con la política estatal llevada adelante por el kirchnerismo. A juzgar por lo que pasa en la realidad argentina, es completamente disparado que la inmensa mayoría, casi la totalidad, de los films nacionales se dediquen a expresar sistemáticamente las mismas ideas, algunas heredadas directamente de la década del setenta y otra revisadas por el tamiz ideológico del período 2003-2015. No hay otra cinematografía realizada en gobiernos democráticos que sea tan carente de crítica al presente y que idealice de forma sistemática y sin matiz alguno lo ocurrido en el pasado. No es lo que pasa en la sociedad, no es lo que se vive en Argentina. Pero los cineastas militantes se encargan de reproducir ese discurso sin importarles en lo más mínimo si sus películas son un éxito un fracaso, el negocio para ellos ya está hecho. Cada película, cada obra de arte, tiene derecho a mirar y mostrar el mundo como quiera, es la suma de los más de mil films realizados desde el 2003 hasta la fecha lo que da un promedio de bloque propagandístico infame. Las excepciones, que las hay, son muy pocas. Pero Te esperaré tiene algunos elementos diferentes, conceptos estéticos más cercanos al peor cine argentino anterior a los noventa, con diálogos impostados, actuaciones solemnes, bajadas de línea demasiado obvias. En ese aspecto tiene lo peor del pasado y lo peor del presente. La combinación no podría ser peor. El realizador Alberto Lecchi, interesado desde su ópera prima por los policiales, busca darle potencia narrativa por ese lado, pero es poco lo que puede producir allí. Otra vez aparece la dictadura militar, otra vez los desaparecidos, otra vez una mirada de cartón sobre la lucha armada. Nunca una crítica, un pequeño esbozo de autocrítica aunque sea, del accionar de las organizaciones armadas o del gobierno previo a la dictadura militar. ¿Para qué sirve tratar estos temas si no se los va a tocar de forma adulta y compleja o con un mínimo de honestidad intelectual? Acá el protagonista es hijo de un hombre que luchó en la Guerra Civil española, estuvo a favor de la revolución cubana y terminó siendo desaparecido al asociarse con los grupos militantes de los setenta en Argentina. Este héroe absoluto y sin matices es ayudado por un guión que mete en la misma bolsa tres situaciones y países diferentes. Hasta se da el lujo de decir que si le hubieran dados las fechas habría participado de la revolución bolchevique. Este hijo parece renegar de su padre, con quien tiene cuentas pendientes que se reavivaron al haberse encontrado sus restos. Al mismo tiempo, un escritor español que ha creado un personaje de ficción basado en este revolucionario, se encuentra con el hijo y se enfrentan con respecto a cómo ha sido retratado en los libros. El broche de oro es el nieto, que es quien lleva la voz cantante de la revolución, bajándole línea a su padre acerca de la importancia de los revolucionarios. Para ser una película tan chupamedia de la ideología reinante en el cine argentino, revolución es una palabra que le queda muy grande. Pero esa es una característica del mal cine, decir cosas que no suenan verdaderas, que no respiran credibilidad alguna. Tal vez sea demasiado hacer un análisis minucioso de una película simplemente torpe. Tal vez vincular los casos que mezcla el film con hechos de nuestra realidad sería pedirle demasiado a un guión que termina cerrando de forma ridícula. Un esfuerzo excesivo para esta película. Incluso las mujeres, adornos sin fuerza, personajes aun más chatos, parecen sacadas de un cine argentino viejo, rancio, ya abandonado hace muchos años. En cuanto a los temas abiertos y las discusiones que todo país tiene sobre sus temas más dolorosos, Argentina las podrá ir cerrando cuando desde uno de los sectores se dejen de discutir hechos concretos y se discutan ideas. Los hechos son indiscutibles, no importa cuando haya durado el relato y cuantas películas se hagan para reforzarlo. Te esperaré es, antes que cualquier otra cosa, una mala película, no solo una película más en la larga fila de films de propaganda que aun hoy debemos soportar.
LLEGA UN EXTRAÑO Durante la Guerra de secesión, un soldado de la Unión, herido, es rescatado del bosque por una niña y las demás mujeres que habitan en una gran casa sureña, es decir del bando contrario. Las mujeres habitan solas allí, los hombres ya no están. Pasan, sí, soldados Confederados, pero en su aislamiento ahora construyen su propio mundo. Aunque deberían denunciarlo y entregarlo, las mujeres toman la decisión de ocultar y ocultar al soldado. Allí comienza una relación de seducción y poder entre el hombre y las mujeres. No es la primera vez que la novela de Thomas Cullinan es llevada a la pantalla. En el año 1971, Clint Eastwood protagonizó y produjo la película dirigida por su maestro Don Siegel cuyo nombre acá fue El engaño. Ambas películas en inglés se llaman igual: The Beguiled. Vista hoy, a cuarenta y seis años de su estreno, El engaño sigue siendo una obra maestra, una de las películas más oscuras y siniestras del equipo Siegel-Eastwood. Descripta como misógina, hoy claramente puede ser vista como lo contrario, o incluso ir más allá y ser analizada como una interesante reflexión acerca del poder, la traición y finalmente la lealtad entre mujeres. Lo importante es que se trata de una película enorme que vale la pena ver nuevamente. La propia Sofia Coppola declaró que no se trata de una remake del film de Don Siegel sino de una nueva versión del libro. Tomemos su palabra para hacer lo que siempre se debería hacer: no usar la comparación para analizar los valores de una película. Más aun, porque en la comparación, la película de Coppola quedaría aun en peor situación de la que ya se encuentra. Es raro que siendo el material de origen en parte interesante para ella, la película termine resultando finalmente tan fría, distante, tan superficial y lejos de cualquier forma de empatía. Un trabajo preciosista en la fotografía no hace más que empeorar las cosas, las imágenes resultan particularmente forzadas, buscando todo el tiempo llamar la atención sobre la misma belleza en lugar de fluir. En un acto incomprensible de corrección política y cobardía, el personaje de la única mujer negra de la historia quedó afuera, para no molestar a nadie con el tema de la esclavitud. Es una pena, pero que tenía un enorme valor e incluso le daba más complejidad a los demás personajes. Una vez más, imaginemos que ese personaje nunca que existió y veamos la película como quien solo tiene la información de lo que está en la pantalla. Y lo que se ve son personajes sin interés, tal vez con intencional languidez, pero en brutal contradicción con lo que la historia relata. Sofía Coppola había demostrado ya muchas veces su habilidad para describir personajes y sus angustias existenciales. Pero esta vez no encontró el tono y esta es claramente su peor película.
Demoliendo héroes La sensación que produce cada escena de Thor es que los que realizaron esta película odian al personaje, detestan las películas se superhéroes y creen que burlarse todo el tiempo del material es la forma más inteligente de contar la historia. Así que no solo estamos frente a una película mediocre, sino que además tenemos que tolerar más de dos horas de alguien que cree estar por encima del material de origen y de los espectadores. Ya bastante agotadora es la avalancha de película se superhéroes como para además tener que encontrarse con estas tonterías caras. Es verdad que hay otros géneros y lugares más recurrentes que los superhéroes, es el tamaño y el espacio que ocupan estos films lo que las hace un poco más molestas. Oh, sí, podemos buscar las conexiones entre todas las películas de Marvel, la continuidad de los guiones, las referencias constantes y los cameos que no aportan absolutamente nada. También podemos hacer sofisticadas interpretaciones políticas y sociológicas acerca de los subtextos que la película tal vez contenga. ¿Pero para que hacer tanto esfuerzo cuando la base de la película, su guión y la forma en que está filmada no tienen el más mínimo encanto? Es más útil dedicarle energía a otros films que tengan algo de coherencia y respeto por los espectadores. Hay muchos chistes malos, hay algunos aceptables y al final del metraje se puede decir que hay demasiados. Thor: Ragnarok es una comedia que utiliza una franquicia como excusa. A mí me sigue pareciendo un misterio el motivo por el cual alguien decide hacer una comedia a partir de eso. Porque claro, no todo es comedia, también tenemos una buena dosis de escenas de acción sin la más mínima gracia o tensión. La comedia es mala, el drama lo es aún más.
EL CAMINO DEL EXCESO “Hay una distancia muy corta entre el arte elevado y la basura. Y la basura que contiene el elemento de locura es, por esta misma razón, más cercana al arte.” dijo Douglas Sirk, el incomparable cineasta alemán, el más grande creador de melodramas en la década del cincuenta en Hollywood. Cuando empieza Desearás al hombre de tu hermana se adivinan rápidamente elementos de delirio, exceso y dudoso gusto. Una nena tiene su primer orgasmo mientras mira una western en televisión junto con su hermana. Cae al suelo y su hermana desesperada llama a la madre que correr por la casa envuelta en una enorme serpiente. La escena inicial anuncia que no estamos frente a una película estándar, un producto comercial mediocre lavado y sin riesgo. No le lleva ni un minuto a la película inquietarnos, incomodarnos, ubicarnos en un espacio diferente. Pero este es solo el comienzo, porque toda la película irá por ese camina, generando siempre sensaciones encontradas. No se puede terminar de entender si estamos frente a un melodrama sirkiano o frente a uno más moderno como puede ser el almodovariano. Como sea, Pedro Almodóvar es heredero de Douglas Sirk, solo le agregó humor, producto de los tiempos modernos, incapaces de abrazar en serio el exceso. No son pocas las escenas en las que el humor es intencional y tampoco son pocos los momentos donde no sabemos si estamos frente a un momento dramático. Tal vez las dos cosas al mismo tiempo. Lleva unos minutos adaptarse a ese incomodidad, es cierto, y estar todo el tiempo al límite hace que la película se vuelva por momentos un delirio algo fallido. Pero la suma de estos momentos insólitos la va volviendo cada vez más coherente y poderosa. Bastaría ser consciente del título Desearás al hombre de tu hermana para entender en qué lugar se ubica la película. El título mismo se enfrenta al mandamiento que decía no desearás a la mujer de tu prójimo. De hecho al tratar de recordar el título de la película más de un espectador confundirá las palabras. Un trío de mujeres sexualmente complejas, intensas, desatadas, es algo poco común, mucho más raro en el cine argentino. La sexualidad es intensa y está presente en toda la película, no hay escena donde la sexualidad no irrumpa y forme parte, lo que también inquietará a más de un espectador. La incomodidad es comprensible, pensar que por eso la película es mala es otra cosa. La película apuesta a esa incomodad que el humor no hace más que subrayar. Como escribió William Blake en El matrimonio del cielo y el infierno:“El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría”. La película adquiere dimensión e identidad al abandonar el terreno seguro del film erótico estándar fácil de digerir. Sin duda perderá espectador, será víctima de burlas y el puritanismo le saltará a la yugular sin dudarlo. No es una locura, la película provoca todo el tiempo, nos saca del espacio seguro, genera escenas para movilizarnos, nunca se estabiliza o se duerme. El espectador tampoco puede quedarse tranquilo, también debe jugar el juego. Porque Desearás al hombre de tu hermana es un melodrama, un género que hoy parece olvidado, pero como ya mencionamos, ha dado obras maestras en Griffith, Sirk, Stahl, Fassbinder, Almodóvar, entre otros. El melodrama es excesivo, inverosímil, grosero, violento, con un gusto dudoso, pero siempre dominado por los sentimientos de los personajes que se apoderan de toda la lógica del relato y su entorno. La extraordinaria ambientación de la película, la locación elegida, la luz de la película, la banda de sonido que incluye varias canciones de los setenta, todo contribuye al tono de la película. Lo más perturbador para algunos, pero más luminoso para otros, es que la película se mueve de la moral del melodrama al volverse más libertina, lejos también del castigo que le correspondería a los personajes en una historia como esta. Hasta la última escena, la película juega entre el melodrama y la comedia y se eleva como una historia amor fraternal e incondicional entre dos hermanas. Esa es su estocada final a los espectadores más reaccionarios pero lo que la convierte en una obra vital, única, diferente a los códigos del cine nacional.
El payaso no asusta y eso es todo lo que realmente interesa saber de It (2017) versión del libro de Stephen King dirigida por Andy Muschetti. Pero tratar de entender las razones se puede explorar un poco más los motivos. Cuando a fines de 1990 se estrenó en Estados Unidos el telefilm (o miniserie, según como se lo vea) dirigido por Tommy Lee Wallace el fenómeno alrededor del libro se trasladó a la pantalla chica y más tarde al video. Itfue un clásico instantáneo en los videoclubes. Por ser una película para televisión y por algunas limitaciones que tenía aquella versión, parecía sencillo entender porque alguien querría hacer una nueva versión pero esta vez en la pantalla grande. Las comparaciones entre aquel film, el libro y la nueva versión sin duda serán una fiesta para cinéfilos, fans y demás seguidores que busquen obsesionarse con eso y pensar que en las diferencias está toda la valoración de las obras. EL PAYASO NO ASUSTA. It está contada con la habilidad técnica y las posibilidades del cine actual. Cualquier cosa que un cineasta sueñe (y no se vaya de presupuesto) puede ser plasmada en la pantalla. Entonces el mundo de las variadas pesadillas que acosan a los protagonistas del film puede ser desplegado con absoluta libertad y espectacularidad. Aun así es sorprendente como esto termina jugándole en contra a la película. Está claro que no estamos frente a un cine de terror clase B ni una de esas películas adocenadas que nos llegan todos los jueves para nutrir a los incondicionales seguidores del maravilloso género de terror. Y sin embargo toda la potencia visual del director para resolver muchas de las escenas termina siendo confusa y poco efectiva a la hora del terror. It resuelve bien todo menos el terror. En el terror (a diferencia de Mother, excelente película, también del mismo director) las situaciones son de efecto básico, el despliegue del villano se agota en los efectos especiales más que en el genuino terror. Todo está demasiado arriba siempre, todo a un nivel en el cual domina más el ruido que la construcción del genuino horror. A juzgar por el éxito descomunal a nivel mundial que ha tenido con esta película, lo más probable es que el director y el género sigan por esta misma línea. A veces el terror más simple y absurdo es más efectivo que el gigantesco despliegue que se plantea en esta nueva versión de It. En definitiva todos han pagado una entrada para ver la novela de Stephen King y al payaso inmortalizado por Tim Curry, Pennywise, convertido en algo completamente nuevo y a la vez parecido. Pero no caigamos en comparaciones, solo queda esperar películas de terror más originales y con estilo. Mientras tanto les repito: acá el payaso no asusta.
Presidente Blanco, corazón negro. Era impensable que alguien decidiera en Argentina realizar una película de ficción donde el protagonista fuera el presidente de la nación y que dicha trama transcurriera en el presente. Tal vez el cine argentino haya dado un paso más allá, sacándose de encima uno de sus peores defectos: La literalidad. Hernán Blanco, el presidente argentino, es un personaje de ficción y la historia que se cuenta está inventada para la película. El ejercicio de querer asociarlo a alguien en particular será inútil, no dará resultado alguno. La cordillera es una película que va mucho más allá. Estamos frente a una película atrapante, llena de ideas, de fuerza, con una realización de inusual calidad. La estética que utilizaba el director en su película El estudiante era la adecuada para retratar la vida estudiantil universitaria, pero para La cordillera, la historia de una cumbre de presidentes, Mitre arma una puesta en escena acorde al nivel de poder y la esfera política donde se desarrolla la película. Pocas veces en el cine uno tiene tanto deseo de saber que va a pasar a continuación, pocas veces una trama cautiva tanto que uno queda, como solía decirse, al borde de la butaca. Mitre, como todo gran cineasta, se debate entre repetir aquello que mejor hace y a la vez ofrecer algo nuevo. Todos los cineastas deben soñar con lograr ambas cosas y Mitre en La cordillera lo consigue. Cuando la película se acerca a la mitad y uno puede sentir que está viendo la versión elevada y madura de El estudiante, comienza una trama paralela que funciona como espejo de los demonios que habitan en el pasado y en el presente del protagonista. Películas y series de intrigas políticas son moneda corriente en la actualidad. De hecho, es más fácil hacer una intriga política en televisión, porque la obligatoriedad de sumar horas les permite desplegar vueltas de tuerca y laberintos que en dos horas de película necesitan mucho más talento y sofisticación. La cordillera es apasionante, como lo era también El estudiante y trasciende por mucho los temas que los personajes debaten. La cumbre que se realiza en un hotel de lujo en la Cordillera, allí, en lo más alto, varios presidentes latinoamericanos se reúnen, planean alianzas, se traicionan, el presidente de Argentina, Hernán Blanco (Ricardo Darín) llega acusado de ser un personaje irrelevante, sin identidad, sin fuerza. Su contracara es el poderoso y sólido presidente de Brasil Oliveira Prete (Leonardo Franco) que hasta físicamente se ve gigante y e invencible. Poco y nada importa el tema que debaten en esa cumbre, solo la idea del poder y los manejos que se realizan para ganar son lo que quedará al final de la historia. “No me gustan las metáforas” dice el presidente del Brasil y al espectador se le advierte así que La cordillera no busca tanto bajar una línea política concreta sino reflexionar acerca de la condición humana. Con una maestría que confirma a Mitre como uno de los grandes cineastas actuales, la película inquieta en su combinación de thriller político e historia de tono fantástico. Sin explicaciones para lo segundo, donde la ambigüedad se conserva hasta el final, pero con una contundencia demoledora para lo primero, con un final definitivo como el de El estudiante. Gran mérito de Mitre como director y como coguionista, acompañando en esta última por Mariano Llinás el conseguir una película en las altas esferas del poder que resulte convincente en su factura y en cada una de las situaciones que narra. Pero también enorme el mérito del casting, donde no es sorpresa que Ricardo Darín realice otra de sus extraordinarias actuaciones, tal vez una de las mejores, y el resto del elenco también esté a su altura, con especial mención para Dolores Fonzi, quien interpreta a la hija del presidente, y que encuentra el tono perfecto para desviar la trama hacia su costado más perturbador. Es ese costado el que le termina por darle a La cordillera su profundidad y sofisticación, justamente por su habilidad para convertirse en una buena ficción y en definitiva para ser buen cine.
La hora más luminosa. Dunkerque es la prueba de que el cine industrial sigue siendo complejo, diverso, lleno de ideas y grandes realizadores. Combina elementos de narración clásica con otros tantos de mayor modernidad, pero siempre de forma justificada, no forzada. Su director, Christopher Nolan, elige un camino y llega hasta las últimas consecuencias con él. No es Steven Spielberg, como tampoco es Clint Eastwood, Terrence Malick u otro director. No hay motivo alguno para compararlos, cada uno eligió una forma de contar eventos de la Segunda guerra mundial a su manera. El período histórico y el género cinematográfico los une, nada más. Dunkerque cuenta la historia de la batalla del mismo nombre, pero específicamente la Operación Dínamo o Evacuación de Dunkerque. Los últimos días de mayo de 1940 se rescató a los soldados Aliados atrapados en las playas de Dunkerque, Francia, una vez el ejército nazi los llevara a replegarse hasta esa posición. Este evento ya fue retratado en cine y en el mismo año en que se estrenó esta película también llego a las salas Las horas más oscuras, que cuenta los mismos eventos pero desde las decisiones políticas en Londres. La película es de una belleza y estilización particularmente impactantes. Desde el comienzo con la ciudad desierta y los papeles de propaganda cayendo del cine, queda claro que hay en esta historia un gran director que realiza un trabajo personal y atrapante. Nuestro primer antihéroe, no es el único, solo desea huir, como sea, de la ciudad y al llegar a la playa escaparse, sin la más mínima conciencia, hacia Londres sin importar si para eso debe adelantar lugares en la fila. Es humano y hace lo que puede. Lo mismo harán otros, claro está, pero también estarán los que harán el camino inverso, dejar la absoluta seguridad de su hogar para ir hacia un lugar de enorme peligro para sus vidas. Tres escenarios elige Christopher Nolan para contar su historia: una semana en tierra, un día en el agua y una hora en el aire. Así como los tiempos en los tres espacios son muy diferentes, la película los ordena para que se puedan entender esas diferentes sensaciones. Nolan hace un juego temporal sutil, subrayado por los carteles que anuncian esos tiempos, y decide que todo conviva aunque las líneas temporales de la historia no son las mismas que las del relato. Es decir. En poco menos de dos horas de relato vemos distribuidas las tres situaciones, pero en la historia estas difieren muchísimo, como ya fue establecido. El riesgo de realizar esto es renunciar a algunos momentos de suspenso y detener en algunas situaciones la emoción genuina que se podría obtener si la historia y el relato coincidieran de forma clásica en su ordenamiento. Pero a juzgar por el resultado Nolan nos convence de que no había otra manera de contarlo y conseguir que se pudiera entender a los personajes como corresponde. ¿Qué pasaría si los aviadores llegaran en los últimos cinco minutos del film? Queda claro que lograron resolver este problema a partir de la estructura del guión. Pero nadie podrá decir que Dunkerque es un film de guión tampoco, ni que basa todo su mérito en eso, al contrario. Lo memorable de la película es su aspecto visual. Como consigue que la ciudad, la playa, el muelle, el agua, los barcos, el cielo y los aviones se vean de manera impactante, memorable. El dramatismo de cada escena está logrado con méritos del lenguaje del cine, con un director lleno de ideas visuales, sin el menor atisbo de rutina en su puesta en escena. Y finalmente, la frialdad que podría provocar un film con esta estructura y este refinamiento estético, no es tal porque cuando llegan los momentos de emoción la película conmueve. Desde el primero hasta el último de los personajes logra que podamos conectar con ellos. Con el miserable, con el aterrado, con el heroico, con el noble, con el que hace sacrificios que nadie conoce, con el que obtiene un pequeño y a la vez enorme reconocimiento en el diario local. Hay mucha emoción en Dunkerque y también hay mucho cine.
SEMBLANZAS DEPORTIVAS Los tres cortos de animación dirigidos por Pablo Rodriguez Jáuregui bajo el título de Semblanzas deportivas y ubicados por separado dentro del largometraje son todo lo que vale la pena recordar de este largometraje. No es que las otras historias sean todas malas –algunas lo son- sino que son estos tres cortos los que tienen la identidad suficiente como para conmover al espectador. Lo demás es una seguidilla de cuentos adaptados sin demasiada gracia y que, en muchos casos, solo nos hacen pensar en que un texto más interesante les dio vida. Corramos un manto de piedad sobre esos cortos que van de lo irrelevante a lo malo y volvamos a Semblanzas deportivas. Jáuregui adapta el mundo de Fontanarrosa con una animación elemental, simple, idéntica a la de las historias del autor y logra con esa pureza que las historias se impongan, acompañadas por un estilo sobrio y respetuoso de su origen. Los tres protagonistas de estas semblanzas son uno héroes (o antihéroes, como se los quiera ver) tan grises como conmovedores. Desde lugares imposibles que combinan coraje, inocencia y generosidad, se imponen con sus actos y logran arrebatarle el corazón a los espectadores. Ojalá hubiera más historias así en esta película o en el cine. Con su tono inverosímil, casi fantástico, los cortos de animación son por lejos lo más humano y complejo de la película. El verdadero espíritu de Fontanarrosa y la muestra de un talento no pretencioso como el del director Pablo Rodriguez Jáuregui. Ellos deberían tener su propia película completa.
Costumbrismo rumano. Pocos días después del atentado contra Charlie Hebdo y cuarenta días después de la muerte del patriarca de la familia, su hijo Lary, un médico de cuarenta años, se reúne con su familia en memoria del difunto. La presencia tumultuosa de una familia en un oscuro y feo departamento a la espera de un sacerdote ortodoxo hace pensar que tal vez entre el drama claustrofóbico y la comedia costumbrista podría encontrar su tono Sieranevada. Muchos directores podrían haber hecho una maravillosa película con esto, pero la falta de timing que demuestra el realizador hace imposible que esto pase. El uso que hace del plano secuencia el realizador más que otorgarle una fuerte impronta cinematográfica enfatiza su teatralidad y a la vez condena al relato a una extensión que terminar resultando en su contra. El humor es tan gris y aburrido como el decorado donde transcurre el film. La repetición de diálogos y las vueltas sobre los mismos temas no logra jamás despertar interés, al contrario, termina por distanciar aun más al espectador. La supuesta objetivad que el punto de vista de la cámara produce es más bien ausencia de fuerza narrativa y corazón. Son tantos los buenos ejemplos de cine coral donde las escenas se van potenciando mutuamente que basta con pensar un poco para darse cuenta hasta que punto Sieranevada pasa por un terreno ya gastado sin sumar absolutamente nada. El realismo al que se aferra la película hunde todavía más a la película en una continua seguidilla de escenas sin brillo y sin gracia, difícil entender donde está el aporte del director en un film con tan poco vuelo pero que a la vez intenta, con el ya mencionado usado del plano secuencia, un esteticismo que no llega nunca a justificarse. La película no esquiva en lo más mínimo el costumbrismo, simplemente lo despliega con un formato más gris, dormido y de una forma pretenciosa. Como los peores ejemplos del costumbrismo, la película transita todo el tiempo por obviedades y falta de imaginación.