RITUALES FALLIDOS El cine de terror crece poco a poco en Argentina, pero con películas como esta queda claro que aun está lejos de conseguir un nivel aceptable. Ya podemos dejar de decir que el cine argentino nunca ha incursionado en el cine de terror. De un tiempo a esta parte, y desde los márgenes hasta el centro, nuestra cinematografía ha buscado acercarse cada vez más a este género. Esas búsquedas no son loables en sí mismas, simplemente son búsquedas. El arte, mal que le pese a muchos, no se mide por las intenciones sino por los resultados. Con poco parecen conformarse muchos que han elogiado de forma desmedida esta película. Parapolicial Negro: Apuntes para una prehistoria de la triple A fue el film anterior del director y tal vez de los méritos de aquel film surja el paternalismo indulgente con el cual ha sido observada y criticada La memoria del muerto. Pero es ya una costumbre saludar con excesiva benevolencia las películas de terror locales. Sin embargo, y aun con la mayor buena voluntad, no hay prácticamente nada que se pueda rescatar de esta película. Qué el producto sea vernáculo es anecdótico, esta película fallaría en cualquier cinematografía del mundo. Los primeros minutos del metraje muestra ya ciertas debilidades, arbitrariedades y falta de pulso. Aun así, y como suele ocurrir, un par de golpes de efecto nos hace esperar un poco más. Cuando todo el elenco esté reunido en la casa donde ocurrirán las acciones, ahí queda en claro que las actuaciones no son el fuerte del título, aun con actores que han sabido brillar en títulos anteriores. Los diálogos y la forman en que se dicen son un escollo difícil de pasar. La viuda del muerto que da título al film reúne a aquellos que más lo quisieron en una rara ceremonia en su casa. Cuarenta y nueve días después de muerto –según el budismo tibetano el tiempo entre la muerte y el renacimiento- la esposa planea algo que los demás no saben. La excusa es una carta que el difunto ha dejado para leerle a sus seres queridos, pero hay un plan secreto con la intención que traerlo nuevamente a la vida. Es más interesante dicho que visto, porque de esta idea no se desprende nada interesante en las escenas posteriores. Cada personaje se enfrentará a sus propios muertos y traumas, cada uno tendrá su momento de terror mientras transcurre la noche. Sin embargo esto ocurre con tan poco criterio narrativo y con escenas tan carentes de terror que transforman en un tedio, casi en un trámite eterno, el llegar a la otra punta de la película. La memoria del muerto no termina de optar por el terror puro y se concentra en momentos dramáticos que producen vergüenza ajena y donde nos explican todos y cada uno de los conflictos de los personajes. Ni la música, ni la fotografía, ni el sonido consiguen plasmar climas o situaciones que movilicen al espectador. Posiblemente las limitaciones de guión y puesta en escena sean el problema principal y de ahí derive todo lo demás. De este paquete tan poco atractivo tan solo se puede rescatar un muy interesante y efectivo trabajo de maquillaje y algunos efectos especiales vinculados al mismo. Pero a no resignarnos, porque con tan poco no alcanza. La película aburre y se pierde, aun para los flexibles de verosimilitud del género las cosas no tienen sentido. La memoria del muerto no es un producto aceptable o digno, falla de punta a punta y no hay manera de rescatarla. Me gusta mucho el cine de terror, sea del país que sea, y no me molestaría que hubiera grandes exponentes de esa clase de cine en nuestro país, pero no se puede festejar cuando las cosas, como en este caso, no salen bien.
Ni para alivianar un viaje en micro Proyecto colectivo, con la dirección de Peter Farrely, entre otros, sobre un un grupo de nerds que encuentra videos raros que poco tienen de divertidos. Con referencias a varios films pero sin siquiera rozar sus resultados. Proyecto 43 es una película colectiva. Con un hilo conductor que no disimula la realidad de que en esencia se trata de la suma de una serie de sketches sin ningún sentido. O tal vez el sentido sea simplemente buscar la transgresión, el choque y la ruptura. ¿Pero hay realmente una ruptura? Desde lo cinematográfico la película es insufrible. El hilo conductor son unos nerds tontos que para vengarse de un geek que se ha burlado de ellos le hacen buscar un tal Proyecto 43. En esa búsqueda es que van encontrando estos videos raros. Pero claro, no son videos de Internet, sino cortometrajes, ya que no tienen nada de película casera o video prohibido. Es decir, un sin sentido. ¿Pero no podría ser que ese sin sentido sea una cuestión de estilo? Acá es donde viene la asociación que todos los críticos han descubierto. El film es un versión en tiempos de Internet de Mujeres amazonas en la luna (1987) de Joe Dante, John Landis y otros. Aquel film era imperfecto, pero tenía momentos en los que el espectador se podía reír a carcajadas. Nada de eso pasa acá. Las risas son pocas y el asco se impone en la mayoría de las historias. Pero las desgracias no terminan ahí –aunque empiezan ahí, porque una comedia que no produce risas…– sino que se multiplican. El primer sketch es un plagio en versión escatológica de una edición de Saturday Night Live. No será el único plagio, no será el único problema de ahí hasta el final. Plagiar chistes, volverlos asquerosos, mal actuados y sin gracia. Otro problema es lo previsible de la estructura. Todas las historias arrancan de forma tradicional para luego tener una sorpresa asquerosa, fuera de lo común, polémica. Una vez podría funcionar –salvo por el plagio–, pero muchas veces es difícil de tolerar. Algunos hallazgos actorales le dan movimiento a algunas escenas, pero no mucho. Una curiosidad extra termina por dar por tierra el largometraje. La versión que vemos en Argentina no es la misma que en Estados Unidos. Allá, en lugar de los chicos, hay un director de cine. De esa manera se justificaba mejor que los sketches estuvieran narrados como lo están. Pero dudo que haya una idea tan compleja detrás de esto. Si quieren reírse, esta no es la película. Y si son impresionables, tampoco lo es. La suma de tantos nunca antes había producido tan pero tan poco. No vale la pena ni para el cable, ni el DVD, ni en un micro.
De absurda es simpática Hace unos años un director prometedor como Stephen Sommers terminaba de arruinar su carrera dirigiendo la adaptación al cine de G.I. Joe. Fue uno de los varios films cuyo origen no había sido otro más que la juguetería. Claro que a su vez el juguete se basó en el apodo que recibieron los soldados de infantería anónimos durante la Segunda guerra mundial. Pasaron las generaciones y el juguete fue más que un tipo de soldado, se multiplicó, se transformó y lo que verán los espectadores al ir al cine hoy dista mucho de la representación tradicional de las fuerzas armadas. Los dibujos animados también le terminaron de dar forma a estos personajes que los fans reconocerán y que el público en general verá como bastante absurdos. Así que estamos frente a la segunda parte de un film basado en juguetes y dibujos animados. No es lo que se dice un punto de partida muy sólido. Pero justamente por eso esta película sobrevive. Su propuesta es pequeña, absurda y finalmente simpática. Carente de cualquier asomo de sangre o violencia impactante, la película multiplica escenas de acción inverosímiles y en muchos casos espectaculares. Algunas, como la pelea de espadas en la montaña son buenas en serio. Otros momentos, más dramáticos o intimistas serán menos fáciles de disfrutar. Pero con lo justo la película alcanza sus objetivos. El elenco tiene a los carismáticos Dwayne Johnson y Channing Tatum rodeados de actores del estilo de esta clase de films y la presencia de Bruce Willis y del veterano actor Jonathan Pryce le dan algo de lujo extra a esta producción. Tres o cuatro chistes bien ubicados terminan de cerrar bien el paquete. Nada del otro mundo, pero entretenida. Y los que la vean en 3D, tendrán momentos para agachar la cabeza tratando de esquivar las balas.
Con el encanto del cuento La película recrea la famosa historia de "Jack y las habichuelas mágicas" con una enorme producción. Un genuino elogio del coraje y la lealtad que ofrece asombrosos momentos. Acá lo hemos conocido como "Jack y las habichuelas mágicas" (o las habas). Se trata de un cuento anónimo de origen inglés que pertenece a la más pura tradición del cuento de hadas. Jack el cazagigantes es una versión cinematográfica moderna, que participa de esta moda de actualizar los cuentos de hadas para transformarlos mayormente en films de acción. Sea cual fuera su intención en este caso, la verdad es que estamos frente a una película que logra conservar el encanto de los cuentos originales a la vez que ofrece una producción enorme y espectacular. Para los que lo recuerdan, la película tiene la misma base que el cuento, es decir que Jack intercambia su caballo (en el cuento suele ser una vaca) por las habas mágicas y estas al brotar se elevan al cielo, donde hay un enorme castillo donde habita un gigante que posee un enorme tesoro. Acá lo único que cambia es que hay muchos gigantes y el tesoro no es el centro de la trama. Interesante e importante cambio por parte de los realizadores del largometraje. Acá lo que importa es que Jack es valiente y caballeresco. Su nobleza es su máximo tesoro. Hay una princesa que podría casarse con alguien que no quiere, hay un rey y hay unos leales caballeros que darían su vida por su rey y su princesa. El director de esta película es Bryan Singer, el mismo de Los sospechosos de siempre, X-Men, Operación Valquiria y otros títulos. El guionista es Christopher McQuarrie, quien trabajó varias veces con Singer y dirigió Jack Reacher. En la combinación de ambos y de un excelente elenco está el secreto de la efectividad de la película. Hay momentos asombrosos, de esos que le permiten al espectador volver a sorprenderse con el cine. Está en eso el encanto de Jack el cazagigantes, más allá del despliegue tecnológico que hoy todos los films permiten y que no siempre eso los hace mejores. Atentos al final, porque si todo cuento de hadas encierra muchas veces una enseñanza moral, la que aquí aparece es interesante y va mucho más allá de los bienes materiales. No tomemos esto como un dato menor, porque otra característica de esta película es su ausencia de cinismo y su genuino elogio del coraje y la lealtad como grandes valores humanos. Ojalá hubiera más películas así.
La historia de una crisis Las ambiciones que animan a Matrimonio no son pocas. Desde lo estético, el film plantea un comienzo con especial interés en el plano detalle, en parte para resaltar que todo, incluso un matrimonio, está hecho de dichos detalles. Pero en parte porque también quiere guiar al espectador por los caminos de un largometraje con dos puntos de vista. El realizador dice haberse inspirado en el Ulises de Joyce y aunque hay algunas referencias y punto de contacto, claramente es sólo una inspiración, ya que no reconocerá el espectador el libro en esta historia. Matrimonio es la historia de una crisis, la historia de Molly –como en el libro de Joyce– interpretada por Roth, y de Esteban, interpretado por Grandinetti. Son un matrimonio que parece haber llegado a un punto de no retorno y el film narra un día, el mismo día pero por separado, en la vida de ambos. No hay especial sutileza en el relato y hay cosas que quedan expuestas de forma demasiado directa. La inverosimilitud de muchas de las escenas y de los personajes secundarios que aparecen entran en contradicción con la crudeza realista con la que se describe la amargura de la vida conyugal. Son lo peor de la película los diálogos con esos personajes secundarios, lo forzado de la propuesta con el fin de que la lógica del relato cierre perfecto. Aun así, y con limitaciones y fallas, algunas de estas ideas llegan a encontrar un sentido no exento de emoción e inteligencia. Los actores protagonistas tienen sobrado oficio y pueden jugar bien los roles que sin duda sostienen la trama, pero eso solo no alcanza. Quien apuesta se arriesga a perder y aunque hay aciertos en Matrimonio, el arte se mide por los resultados y aquí hay que decir que son regulares.
Vivir más allá de la cueva El último film animado de Dreamworks muestra a una familia prehistórica que sale de su caverna decidida a explorar el mundo. Con mucha acción, sale perdiendo en los diálogos. La lucha por el cine de animación hace años que es sin cuartel. La taquilla de estas películas es enorme y el negocio tan grande que es difícil pelear por estar en la cima. En la Argentina, por ejemplo, la recaudación principal de cada año suele girar alrededor de estos films más que de cualquier otro género. Dreamworks es uno de los estudios que salió a ganar esta batalla. Dos sagas como las de Madagascar y Shrek fueron sus caballitos de batalla durante años. No sé si Los Croods se convertirá en saga, pero sí busca convertirse en un éxito de taquilla importante. Por si acaso elige también algo de similitud con La era del hielo, una de las sagas más famosas de los últimos años. La historia es la de una familia prehistórica, con un padre (con la voz de Nicolas Cage) que como única solución a todos los problemas tiene como respuesta la cueva. Pero Eep (Emma Stone), su hija, no tiene la misma idea. Ella quiere explorar el mundo, ir más allá, aun cuando ese mundo esté lleno de peligros. El film se basa en la tensión entre esas dos visiones y obviamente el conflicto que los obligará a moverse. El mayor elogio que se le puede hacer a Los Croods es su ritmo. La película no decae un minuto, arranca con toda la acción y no hay una sola escena donde esa acción se interrumpa. A su vez, el aspecto visual está muy cuidado y delata una gran evolución en la animación digital. La heroína femenina también es un gran personaje, una forma más interesante e inteligente de protagonista, una especie de antiprincesa de Disney. Pero sí sólo se tratara de estas virtudes, Los Croods no tendría nada objetable. Lo complicado es lo demás. Lo que no funciona es ese humor poco convincente y forzado típico del cine de animación sin vuelo. Tampoco funciona el guión en los diálogos y la rutina se apodera de todo. Y ese es el gran dilema de los cines de animación actuales. Tan sólo los de Pixar cumplen taquilla y resultados artísticos de calidad. Al ver Los Croods todo resulta frío, calculado, prefabricado. Se deja ver y es un entretenimiento real, pero no hay suficiente material aquí que le permita aspirar a ser un clásico. Se pasa volando, eso sí, y no hay nada molesto u ofensivo. Inocua y divertida, pero con poco riesgo. Más cerca del padre cavernícola que de su osada y luminosa hija.
Una denuncia que no pasa del ingenio El supuesto último trabajo del director Steven Soderbergh, que acaba de anunciar su retiro de la industria del cine, se centra en una historia que investiga los intereses ocultos de los laboratorios y los manejos de los médicos. Steven Soderbergh no para de filmar, y aunque haya anunciado su retiro, éste aun no se siente en los cines. Y hay que sumarle a eso que los caprichos de la cartelera local han permitido que en menos de un mes se estrenaran dos de sus películas. Magic Mike apareció en la cartelera y tres semanas más tarde llega Efectos colaterales. En un comienzo, esta nueva película parece estar en un tono más serio y profundo. Con el antecedente de Traffic –título que le valió a Soderbergh el Oscar a mejor dirección– se podría pensar que esta película tiene como objetivo la denuncia. Y algo de denuncia tiene, hay que reconocerlo. La historia que cuenta es la de una pareja que intenta reconstruirse luego de que él (Channing Tatum) sale de la cárcel, encerrado por tráfico de influencias. Pero la felicidad del reencuentro tiene su lado oscuro y ella (Rooney Mara) da señales de depresión. Un intento de suicidio la llevará a un psiquiatra (Jude Law) que conoce en la guardia, y allí se abre una interesante puerta para denunciar el manejo irresponsable de la medicación. Los intereses de los laboratorios, los arreglos con los médicos, y la irresponsabilidad de medicar sin medir las consecuencias parecen ser el centro de la trama. Y lo son, claro, hasta cierto punto. Hasta ese punto, la película es atrapante y expone dilemas éticos que hacen que la historia atrape más allá del suspenso. Al parecer, Soderbergh se conforma con esa piedra lanzada al comienzo y no lo lleva más allá. Creerá, tal vez, que alcanza con eso. Y alcanzaría, si la película no empezara a dar vueltas, cada una menos interesante que la anterior. Por suerte la caída de la película se produce en el último tercio y no arruina todo lo logrado, simplemente lo diluye. La actuación de Jude Law es lo que ayuda a sostener hasta el final Efectos colaterales. Su trabajo –muy superior al del resto del elenco– le otorga seriedad a un guión que la va perdiendo. Es una pena, porque aun en su condición de denuncia la película funcionaba como entretenimiento. Pero deja la denuncia y la sutileza de lado para lanzarse al efecto y el efímero golpe que sorprenda al espectador. Cambia inteligencia por ingenio y sale perdiendo, aun cuando no llegue a derrumbarse del todo. Al final, entonces, Efectos colaterales resulta divertida pero intrascendente.
Más allá de la muerte Los zombies y sus derivados le han dado al cine un material de indiscutible interés. Detrás de estas historias suele haber un trasfondo social que una y otra vez ha servido para denunciar el estado de la sociedad en diferentes lugares y épocas. Siendo George A. Romero, el director de La noche de los muertos vivos, el exponente máximo. Claro que el género ha ido creciendo y actualmente ha ampliado sus fronteras en ideas que dejan atrás su origen. Mi novio es un zombie (el espantoso título local que se le asignó a Warm Bodies en nuestro país) es uno de esos pasos más allá dentro del cine de zombies. ¿Una historia de amor entre un joven zombie y una chica viva? ¿Cómo es posible? Al comienzo del film sonará raro una voz en off de un zombie, teniendo en cuenta que su característica principal es la falta de pensamiento. Pero paciencia, esta incoherencia es sólo aparente. También verá el espectador que hay una clara asociación entre esta historia y la de Romeo y Julieta de William Shakespeare. El protagonista se llama R (no recuerda su nombre) y la protagonista Julie y el film, además de las diferencias sociales que los separan (metafóricamente hablando, porque en lo literal los separa la muerte), incluye la famosa escena del balcón. La película empieza con problemas pero luego va cobrando fuerza y sentido. Aunque nunca se convierte en una película importante, se ajusta a sus objetivos simples y los sostiene. El guión encuentra su rumbo y todo tiene su lógica a punto tal de volverse incluso emocionante en algunos momentos. Claro que tampoco tiene las complejas implicancias del clásico de Shakespeare ni la potencia de los films de zombies de Romero. Ni lo pretende, se conforma humildemente con combinar algunas cosas de ambos. Una mezcla que no deja de tener cierto encanto y simpatía, hay que decirlo.
Dos policías bajo riesgo Jake Gyllenhaal y Michael Peña protagonizan esta cinta que muestra, con el recurso de cámara en mano en varias secuencias, un agitado día en la vida de los oficiales. Las cámaras en mano se han vuelto casi obligatorias en el cine actual. Y cuando hablamos de cámara en mano nos referimos a aquellas que no están en trípode, que se mueven nerviosamente en cada escena generando confusión y tensión. En la mira tiene un uso y cierto abuso de este recurso. Este claustrofóbico e intenso relato de la jornada laboral y la vida de dos policías basa gran parte de su fuerza justamente en esta tensión y este caos que genera esta herramienta del lenguaje cinematográfico. Pero En la mira tiene otro elemento extra muy de moda en los últimos años y es el de las cámaras manejadas por sus protagonistas. Si bien el registro con cámaras del trabajo de la policía no es algo inventado por la película, hay que decir que En la mira se toma suficientes licencias poéticas sin sentido –como los traficantes con cámaras– que ayudan a la tensión por un lado y distraen la atención por el otro. La cámara en mano es una excusa también para no realizar un montaje impecable, encuadres perfectos y para evitar que el montaje sea también prolijo y exacto. A veces es una buena excusa para directores que no saben dominar el lenguaje del cine clásico. Para subsanar este disparate y estas sospechas los actores (Jake Gyllenhaal y Michael Peña) cumplen bien su trabajo y el director logra mantener el dramatismo escena tras escena. También resulta muy interesante la idea acerca del trabajo de los policías, de aquello que debe vivir a diario para luego volver a sus casas e intentar llevar una vida normal. Testigos de los crímenes más atroces, los protagonistas viven una jornada intensa y demoledora que la película logra en más de un momento captar. Preocupado siempre por describir la vida policial, el guionista y director David Ayer tiene en esta, su tercera película sobre el mismo tema, una mirada que deja atrás el cine de acción y busca más el drama. Ayer dirigió Harsh Times (2005) con Christian Bale y Reyes de la calle (2008) con Keanu Reeves y Forest Whitaker y Hugh Laurie. Ayer también fue el guionista de Día de entrenamiento (2001) con Ethan Hawke y Denzel Washington. Esa experiencia sin duda es la que permite que se pasen por alto algunas inconsistencias que tiene En la mira y se termine imponiendo con seguridad su descripción violenta y angustiante del trabajo policial. «
UN MISTERIO DENTRO DE OTRO MISTERIO En Hitchcock se intenta describir la personalidad del mítico director inglés y su matrimonio con Alma Reville, a la vez que se narra el proceso creativo que lo llevó a Psicosis. La superposición de temas resulta demasiado para este pequeño film. Meterse con Alfred Hitchcock es meterse en problemas. ¿Qué posibilidades tiene un director desconocido de salir airoso de un proyecto que tiene al director inglés en el centro? Pocas, sin duda. Nadie le pide a Gervasi que sea un genio fundamental de la historia del cine ni que haga una obra maestra. Qué nuestro amor por Hitchcock no nos lleve a odiar ni amar demás esta película. Hitchcock arranca con el estreno de Intriga internacional (North by Northwest, 1959) y las dudas posteriores del director sobre qué proyecto llevar adelante. El film cuenta este proceso, los riesgos que asumió y, esto queda claro, la genialidad que tuvo para seguir adelante contra todos los prejuicios. En paralelo la película bucea en los miedos del director y describe su personalidad con un poco de morbo pero siempre con cariño. También busca analizar su matrimonio con Alma Reville, tratando de reivindicar fuertemente la figura de ella. Demasiadas cosas al mismo tiempo, demasiados frentes muy complejos cada uno por separado, e inabarcables todos juntos. De dichos frentes el que mejor funciona es el del proceso de elección, desarrollo, filmación y estreno de Psicosis. Resulta incluso muy emocionante el momento del estreno. Y emociona porque nosotros sabemos que se trata de una obra maestra que cambiaría para siempre la historia del cine. Pero la emoción no es completa, como tampoco lo es el humor ni el interés por el protagonista. Esto se debe a varios factores, empezando por el protagonista, Anthony Hopkins, actor de probado talento que lamentablemente aquí realiza una de sus peores actuaciones (recordemos que también falló cuando interpretó a Picasso en el film de James Ivory). Pero hay dos elementos de punto de vista que destruyen la potencia del relato. Es un tema que realmente interesa el matrimonio Hitchcock-Reville. Recordemos que la desconfianza dentro del matrimonio es una de las obsesiones de la carrera de Hitchcock (Rebecca, La sospecha, La llamada fatal, Cortina rasgada, entre otros títulos) y por lo tanto es divertido llevar eso a su propia vida. Pero el film, en su afán de reivindicar a Reville, comete el error de abandonar el punto de vista del director y dividir el relato entre ambos personajes. Eso le quita fuerza a la paranoia de Alfred y le quita toda la gracia. Es insólito que, habiendo estudiado a Hitchcock, no hayan respetado las enseñanzas del maestro del suspenso. Pero lo peor es toda la subtrama del asesino serial en el cual se basó la novela Psicosis de Robert Bloch. Hitchcock despreciaba el realismo y que no había salido bien parado en la taquilla cuando hizo la película “basada en hechos reales” El hombre equivocado. Aquí, de forma lamentable, insisten sobre ese personaje de asesino de la vida real y lo hacen convivir con Alfred Hitchcock en la imaginación del director. Todas escenas son descartables y hasta me atrevería a decir que si se las quita del montaje no alteran la trama. Pasemos para cerrar a los puntos positivos. La mencionada emoción funciona a pesar de la sobreactuación lamentable de Hopkins, y el humor con el que abre y cierra el film, también. El elenco, fuera de Hopkins –y del innecesario personaje del asesino, interpretado por Michael Wincott- es brillante. Brillante y desperdiciado en gran medida, a excepción de Alma Reville (Helen Mirren sin intentar jugar a las imitaciones) y Janet Leigh (Scarlett Johansson en la mejor actuación de su carrera). Además de bien interpretado, Leigh es un personaje luminoso, bello, inteligente, generoso. ¡Qué bien queda Janet Leigh en esta película! Lujos extras son Toni Colette como la secretaria de Hitchcock, James D´Arcy como Anthony Perkins (parecido hasta lo inquietante) , Jessica Biel como Vera Miles y Danny Huston como Whitfield Cook (guionista de Pánico en la escena y Pacto siniestro). No debe haber proyecto más difícil para un director que retratar la genialidad de otro director. Alfred Hitchcock es, además, el más popular de los directores clásicos, con lo cual se hace aun más complicado. Hitchcock falla por las limitaciones del director y de la historia, pero no es tampoco una experiencia bochornosa. Siempre pensé como habrá sido presenciar el estreno de Psicosis. A partir de esta película ya lo sé.