¿Ser o no ser comedia romántica? Bajo las órdenes del director Will Gluck (el mismo de Se dice de mí), Justin Timberlake y Mila Kunis (Cisne negro, That 70’s Show) llevan adelante una historia con enredos y situaciones que intentan evitar los lugares comunes. La comedia romántica es un género que vive en crisis. No por la taquilla, que siempre responde, sino por los realizadores, que no saben como hacer para ofrecer siempre lo mismo y a la vez algo nuevo. En esa tensión, semana tras semana, aparecen nuevas propuestas, todas buscando ser la diferente, la que sorprenda, la que reinventa el género. Pero el género no es tan fácil de reinventar, como seguimos comprobando incluso acá, en Amigos con beneficios, otra propuesta de renovación que se queda a mitad de camino. La película comienza con un ritmo vertiginoso que sostendrá con energía durante la primera parte del relato. Los actores, en particular la pareja central Justin Timberlake y Mila Kunis, cumplen con claro oficio con las consignas del director. Dylan y Jamie se conocen en Nueva York por motivos laborales y ambos vienen de duros reveces románticos. Esta decepción que ambos tienen los lleva a la conclusión de que lo mejor para ambos es formar una pareja sexual sin ningún tipo de compromiso. De ahí que su amistad contenga relaciones sexuales sinceras, directas, sin mentiras ni promesas. Por supuesto que para la comedia romántica, esta innovación es significativa, como lo es más aun que los personajes se burlen del género explícitamente y se quejen de todas sus mentiras. El problema es que la película es una comedia romántica, y como tal, tarde o temprano caerá en sus lugares comunes, anulando toda la alegría y la transgresión inicial. La mencionada velocidad se potencia aun más por los diálogos dichos con efectividad y excelente ritmo, por un montaje que enloquece aun más los tiempos de la película pero que, como ya dijimos, se detendrá abruptamente tarde o temprano. A ese corto abrupto del ritmo, hay que sumarle personajes secundarios que ya son otro cliché del género. Sin la promesa de una transgresión, muchas comedias románticas consiguen dar en el clavo, pero una vez hecha tal promesa, los espectadores generan nuevas expectativas. Siendo la segunda película de este año en encarar este tema –la anterior es Amigos con derechos, con Natalie Portman y Ashton Kutcher– queda claro que es un tópico que le resulta afín a una generación de espectadores. Lo que el cine aún nos debe es una verdadera comedia –no romántica– donde existan esas amistades. Mientras tanto, estamos asistiendo a una película de género que vestida con un traje diferente, termina siendo más lugar común que nunca.
Un casamiento mixto y caótico Natalia Oreiro y Daniel Hendler protagonizan esta comedia de situaciones que transcurre en una fiesta donde nada sucede como fue planeado. Grandes actuaciones y una búsqueda estética que acierta, sobre todo, en el timing. Una boda es un espacio rico para el cine. Tanto para la comedia como para el drama. Lo curioso es que en la dirección que tome, el punto de partida será siempre la locura de sumergirse en ese evento social lleno de tensión, alegría, secretas tristezas, excesos de comida, alcohol y baile. Mi primera boda narra la historia de un casamiento entre un joven de familia judía (Daniel Hendler) y una joven de familia católica (Natalia Oreiro). Serán ellos los narradores del film, los que a cámara vayan contándonos la historia y reconstruyendo los hechos insólitos y catastróficos que ocurren en el día de su fiesta de casamiento. Las acciones principales ocurren en una estancia, lo cual permite aislar a los personajes y producir algunas secuencias particularmente inspiradas y graciosas. El mérito más importante de Mi primera boda es el de ser una película más compleja de lo que parece y esconder, detrás de sus muchas situaciones divertidas, un trabajo arduo tanto de guión como de puesta en escena. Hay imaginación, talento y muchas ganas de dar calidad a cada momento. Es verdad que no todos los gags funcionan igual, ni que todos los personajes están bien logrados. Pero hay momentos de una gran ambición que sí logran llegar a buen puerto y que van mucho más allá del trabajo estándar de género. Incluso, inesperadamente, la película hasta se reserva un espacio para la emoción. Dos aciertos logran generar que, a pesar de sus falencias, la película tenga saldo positivo. Por un lado, el renunciar a cualquier forma de grotesco o de trazo grueso en el que suelen caer los films argentinos ambientados en esta clase de situaciones. Jamás se explota aquí el mal gusto ni se elevan las actuaciones por encima de lo necesario. Y el otro mérito es el de proponer, minuto tras minuto de película, cosas nuevas, momentos que muestran que hay un profundo deseo de hacer un cine de buen nivel. En estos días Mi primera boda será comparada con algunas comedias extranjeras recientes. No es justo, porque sinceramente Mi primera boda está por encima de esos títulos, y su nivel estético y profesional es indiscutible. Elogio final a la pareja protagónica. El maravilloso Daniel Hendler no falla y Natalia Oreiro muestra una vez más que sabe muy bien la diferencia entre el cine y la televisión. El director y el guionista de Mi primera boda, también. Y se nota, porque estamos frente a una buena comedia de cine.
El viejo truco de la habitación de la niña El debutante Troy Nixey es el director de este film de terror que contiene elementos clásicos como una antigua mansión, una pareja con una hija y una sensación onmipresente de peligro. El cine de terror ha visto siempre en la figura de los niños un aliado valioso para inquietar a los espectadores. En este caso, se trata de una pareja que se muda a una antigua mansión para restaurarla, este cambio sin saberlo llevará a la hija de uno de ellos –el padre– al centro mismo del peligro. Es que la pareja desconoce que año atrás han ocurrido hechos siniestros producidos por seres que aun permanecen en la casa. La película está dirigida por el debutante Troy Nixey, pero la identidad visual y temática parece estar dada por su guionista y productor, Guillermo Del Toro. El cineasta mexicano es el creador de films como El espinazo del diablo y Hellboy, y aun sin ser aquí el director podemos ver su presencia. No sólo por el género que tanto ama, sino también por la estética del film y por ese misterioso jardín que recuerda con mucha facilidad al de su El laberinto del fauno. La infancia en general suele aparecer en sus historias, y los eventos espantosos que narra los tienen a los niños como principales protagonistas. Sally, la niña en esta película, es hija de padres divorciados, con un progenitor que no termina de saber como educarla aunque haya decidido llevarla a vivir con él y su pareja, y con una madre fuera de escena de la que sólo se sabe que la sobreprotegía. Las cuerdas del suspenso están dadas porque Sally es retraída y está medicada por lo que se abre la posibilidad de que nadie le crea cuando comiencen los hechos sobrenaturales. Incluso el espectador llegará a desconfiar, tal vez, de su cordura. Aunque No le temas a la oscuridad brilla más en la creación de climas aislados que en la estructura general del relato, hay que decir que la tensión no decae y que el paso de sugerir a mostrar está bien logrado. Más allá de los detalles del argumento, la película se sostiene y no defrauda, aun cuando tampoco sea una película con aires de clásico del género. Una última aclaración es que a pesar de un gran momento sangriento en el prólogo del relato, el resto de No le temas a la oscuridad no se basa en lo sangriento para impactar, sino en ideas más sofisticadas y situaciones creadas desde el trabajo de dirección, los rubros técnicos y un sólido trabajo de los actores. En definitiva una propuesta humilde y efectiva que no pierde el rumbo en ningún momento. Aunque eso sí, el consejo que da el título del film, no es bueno. Tengan mucho miedo a la oscuridad.
Una nueva rebelión en el laboratorio El director Rupert Wyatt se anima con otra versión de este clásico y sale airoso. Con alto impacto visual, fuertes emociones y una gran destreza narrativa, la película se convierte en la más adulta e inquietante de la saga. En el principio fue una novela, llamada El planeta de los simios, escrita por Pierre Boullé en 1963. Luego vino la famosa versión cinematográfica de dicho libro, en 1968 y protagonizada por Charlton Heston. De esta adaptación surgieron a su vez cuatro películas más, convirtiendo a El Planeta de los Simios en una de las primeras sagas cinematográficas del cine industrial de alto presupuesto. Luego vendría una serie de televisión e incluso un dibujo animado. El eje del primer film, y sobre el cual giraban todos los demás, era la historia de un astronauta que descubría un planeta desconocido donde los monos habían evolucionado hasta convertirse en seres racionales que poseían el don del habla, dominaban el mundo y esclavizaban a los humanos. En el año 2001 el gran Tim Burton volvió sobre la novela con una versión que fracasó y no fue bien recibida por la crítica. Diez años más tarde el estudio 20th Century Fox, que posee los derechos de la saga, decidió volver a empezar. No adaptando la novela, sino tomando, sin acreditarlo, algunos elementos de una de las secuelas cinematográficas. En esta época de excesivas explotaciones comerciales, la noticia que sorprende es que esta nueva versión de El Planeta de los Simios es realmente muy buena, posiblemente la más adulta e inquietante de todas. En la búsqueda de una cura para el Alzheimer, un científico (James Franco) experimenta con monos en el laboratorio de una empresa. Descubre entonces que la inteligencia de la cría de uno de los monos se ha desarrollado de una forma sorprendente. Pero desde el comienzo, se adivina que estos experimentos bordean el desastre, y que sus efectos –como se verá– van más allá de lo que se puede controlar. Esta historia, de claras implicancias políticas y morales, es narrada con una habilidad fuera de lo común por el director casi desconocido Rubert Wyatt. La película tiene un montaje trepidante que hace que el relato avance de forma clara y entretenida, sin tomarse pausa alguna ni distraerse en elementos irrelevantes. La tecnología permite que César, el simio protagonista del film, sea un personaje completo, expresivo, lleno de vida. Lo mismo con los demás simios que aparecen en el film. La ausencia de diálogos de muchas escenas expone la destreza del director para contar con imágenes. Al mismo tiempo, el compromiso de la película de no volverse nunca liviana o infantil permite que se disfrute un espectáculo de emociones fuertes y alto impacto visual. Muchas otras lecturas, sobre todo sociales, pueden verse en este gran film lleno de escenas inolvidables y también de buenas ideas.
CABALLERO SIN ESPADA En su segundo largometraje como director, Tom Hanks muestra no sólo una calidad narrativa por encima del promedio, sino que además aporta una mirada lúcida sobre la realidad actual y reflexiona, con inteligencia y humor, acerca de los tiempos que corren. Tom Hanks en un actor inteligente. Quien no pueda verlo, simplemente no ha mirado con atención. Es propio de una aproximación apresurada el pasar por alto el talento de los grandes del cine norteamericano actual. Como director, Hanks ha demostrado ser también un artista con ideas y talento. Se ha mencionado mucho a Frank Capra alrededor de la figura de Hanks, y particularmente de esta película. Y lo cierto es que la mención es adecuada. Larry Crowne puede ser cualquier cosa menos una película pasatista y su mirada del mundo es lo suficientemente crítica y hasta oscura como para darle la categoría de película extraordinaria. El hombre común que interpreta Hanks es el mejor empleado que una empresa pueda tener, y aunque las cadenas de supermercados tienen mala fama, él se dedica con todo su ser a su tarea. Desliza su personaje una frase clave: “No sólo es la política de la empresa, es lo correcto”. Y así demuestra que es un personaje que no tiene la camiseta del lugar donde trabaja, sino la de hacer las cosas bien. La empresa, por otro lado, tiene distintos planes y Larry es humillado y dejado en la calle por un grupo de cínicos que están mejor ubicados en la empresa que él. Los universitarios lo dejan en la calle a él, que ha hecho siempre lo correcto, excepto prepararse en la universidad. Pero son épocas de crisis y para Larry, y por extensión para un país, y por extensión para el mundo, las personas comunes deben hacerse fuertes y volver a empezar. Película sobre las segundas oportunidades, sí; cuento amable sobre la capacidad de la gente para reinventarse, sí, también. Pero sobre todas las cosas Larry Crowne es un llamado a la rebelión, es una convocatoria al público para volverse fuerte, para abandonar el cinismo y prepararse para sobrevivir a las empresas y a los bancos. Larry Crowne ha quedado en la calle y para volver al ruedo elige dos caminos: una clase de oratoria, deseo expreso de comunicar de forma correcta. Y una clase de economía, para poder armarse frente a un sistema despiadado. Sin embargo Larry Crowne es una comedia, y no sólo una comedia, sino una comedia romántica. Es una película demodé, pero no por accidente, ni tampoco por error. Larry es calificado como alguien de “la década del 50”, y música de esa época escucha, y en esos años parece haber adquirido sus formas. Pero la película no es reaccionaria, no está enojada con los cambios del mundo, tan solo los describe con simpática ironía para finalmente mostrarlos con sus limitaciones y contradicciones. En las clases de economía el delirante profesor (interpretado por George Takei, el recordado Sulu de Star Trek) es claro con los celulares, que si bien son un valioso medio de comunicación, merecen ser limitados. Y no es una cuestión moralista lo que hace que Julia Roberts se enoje con su marido porque mira “porno” (son chicas en bikini) en Internet, sino la forma en que pierde tiempo en ese medio que tanto nos da pero tanto nos sigue quitando a diario. No sólo surgirá el amor con su profesora, sino que también Larry descubrirá un grupo de jóvenes que se convertirán en sus amigos. Estos jóvenes son – y así se llaman ellos mismos- una pandilla. Pero una pandilla en la que todos manejan scooters y se parecen más a Nanni Moretti que a una patota de motoqueros. Su saludo para incorporarlo al grupo es el chasquido de la pandilla de West Side Story. De esta manera se confirma la pertenencia de Larry a la década del 50, ya que la nueva generación es una película de los 60. Y esa pertenencia es también cinematográfica. Tom Hanks se siente cerca del cine de los 50, se identifica con el clasicismo narrativo que utiliza en su película, construyendo un relato perfecto, sin fisuras formales de ningún tipo. Con una ligereza que muestra que Hanks confía en sus ideas, la película es bastante dura y el final tiene la ambigüedad de los finales del cine de Capra. La victoria de Larry es moral, pero no termina en una mansión siendo el jefe de una gran empresa, sino empezando muy de abajo. Pero ha generado una red social, ha salido a la calle y se ha liberado de las imposiciones del sistema. Como Moretti, Larry viaja por la ciudad y es libre. Eso también es lo que ha ganado la libertad. Cuando su amiga le cambia el nombre lo apoda Lance Corona. Poniéndole en un solo nombre características de caballero andante y de rey. Eso es, después de todo, este pequeño hombre común que recibió un golpe del sistema y resistió y vivió para contarlo. Ese es el director Tom Hanks, tan ajeno a cualquiera de todas las formas de demagogias del cine actual, que emociona y enfervoriza verlo exponer tanta valentía estética e intelectual.
El nacimiento de otro héroe más El famoso personaje surgido en las historietas de DC Comics en 1940 finalmente llegó a la pantalla grande, con una producción de 200 millones de dólares. Como protagonista, está el ascendente canadiense Ryan Reynolds. Linterna Verde se suma a la larga lista de superhéroes que casi todas las semanas se asoman a la cartelera mundial. Este fenómeno está alcanzando su punto más alto y a pesar de estar al borde de la saturación, sigue consiguiendo suficientes espectadores como para seguir apostando a la misma fórmula. Linterna Verde, como Batman y Superman, pertenece al universo de los personajes de DC Comics. No hay un único Linterna Verde en el universo, sino que hay miles, pero la historia se centra en el que pertenece a la Tierra. En nuestro planeta será un superhéroe, pero será uno más entre todos los Linterna Verde que patrullan la galaxia. En Linterna Verde volvemos a presenciar todo el proceso de “nacimiento del héroe”. Esto, claro está, se lleva la mitad de la película. En cada uno de estos films, la aproximación al héroe va cambiando, las hay más efectivas y originales, como en Capitán América, o las hay aburridas y carentes de cualquier encanto, como ocurre aquí. Lo cierto es que si bien el film intenta construir con fidelidad el universo del personaje, no importa si lo logra o no, porque acá no estamos leyendo una historieta sino viendo una película. Fiel o infiel, si la película no funciona, entonces no sirve. Este héroe intergaláctico carece de todo carisma, la historia de amor está forzada de punta a punta, los villanos apenas si logran asomar como tales y se desdibujan a lo largo de una trama que nunca termina de arrancar. Aquí, el protagonista es Hal Jordan (Ryan Reynolds), un atrevido e irresponsable piloto de pruebas que vive con el trauma de haber visto morir a su padre, también piloto, en un accidente. Del proceso de superación de este trauma o de cómo se convertirá este joven en un superhéroe realmente la película no puede ni dar explicación ni hacerlo creíble. Se podrá argumentar que quienes hayan leído todas las historietas del personaje serán capaces de entender todos y cada uno de los detalles sutiles de la trama. Lo cierto es que sin leer ninguna historieta, los films de Batman siempre han funcionado, y lo mismo con otros héroes. Linterna Verde no tiene brillo propio, no arma nunca una historia que conmueva y no logra jamás que nos identifiquemos con el protagonista. Partiendo de esas limitaciones, es muy difícil llegar a construir una buena película.
LOS CAZADORES DEL CINE PERDIDO J.J. Abrams, director Misión: Imposible III y creador de la serie Lost, une fuerzas con el productor Steven Spielberg para llevar adelante una película que es tanto una recreación del cine fantástico de hace varias décadas como también una propuesta original basada en la más pura utilización del lenguaje cinematográfico. Ya es conocida la historia de la generación que en los setenta renovó la cara del cine industrial norteamericano. Una generación que se encontró, casi por azar, con todo el terreno libre para poder demostrar su talento. Talento que, claro está, tenían y de sobra. La caída del cine clásico de Hollywood llegó a su punto más claro a fines de los sesenta, no sólo por la victoria de la televisión en los ámbitos más populares, sino también por la muerte –literal- de muchos de los hacedores de aquella jamás superada edad de oro. Estudiantes de cine, críticos y jóvenes cinéfilos tuvieron en sus manos la posibilidad de hacer cine industrial sin renunciar a sus intenciones artísticas o de autor. Entre ellos hubo uno que brilló en su momento y que hoy, a casi cuarenta años de aquel período, lo sigue haciendo: Steven Spielberg. Luego del descomunal éxito del film Tiburón, Spielberg siguió revolucionando el cine popular con películas como Encuentros cercanos del 3er tipo, Los cazadores del arca perdida o E.T. El extra-terrestre. Por esos mismos años sería además el productor de Poltergeist, Gremlins, Volver al futuro, Los Goonies y El secreto de la pirámide, films realizados por otros talentosos directores que entendían el cine desde un lugar semejante. En aquel momento se hacía más hincapié en el dinero que ganaba Spielberg que en su gigantesco talento cinematográfico y su inequívoca capacidad de conectar con el público. Se lo llamaba “El rey Midas”, un elogio que parecía más un insulto que otra cosa, porque en el fondo se estaba despreciando su habilidad para entender al espectador como nadie. La respuesta de la platea frente a este cine solía ser no sólo masiva, sino también apasionada. El espectador se identificaba realmente con lo que veía en la pantalla y sentía que ese cine le hablaba directamente. Spielberg había recuperado el espíritu del cine popular del Hollywood clásico. No el prestigioso, sino el popular. No el que ganaba premios y pasaba en diez años al olvido, sino aquel que perduraba en el imaginario a lo largo de décadas. Aquel cine que supo ser popular pero a la vez inteligente, profundo, artístico. Considero que todo este prólogo es la manera más justa de presentar a Súper 8, dirigida por J. J. Abrams y producida por Steven Spielberg, una película a la altura de su ambiciosa intención de recuperar el corazón de todo este cine perdido. Estamos acá frente a un film como los de antes, no por antiguo, sino porque nos conecta con una mirada apasionada del cine, con un sentido artístico, con una profundidad emocional y con un inteligencia no exenta de una gran sentido del humor. Una forma que era la ambición del cine clásico de Hollywood y la ya mencionada generación del 70. Los chicos que protagonizan Súper 8 son personas apasionadas por el cine, por hacer una película pequeña y absurda en súper 8, pero destinados, como todo el que ama el cine, a vivir una aventura fuera de serie. No hay tragedia ni peligro que los detenga, ellos aman el cine, dos de ellos desde la cinefilia incluso, otros desde la idea misma del trabajo en equipo y la lealtad entre amigos. Todos se comprometen con la tarea. Y está claro que Súper 8 entra, desde el título, en la categoría de films que reflexionan sobre el cine mismo. Y el corto de zombies que ellos filman explica en parte el funcionamiento de la propia película y el costado emocional que en definitiva le da mayor dimensión a la historia. Abrams, Spielberg -y hasta George Romero, citado en el corto- saben que un film de zombies no busca retratar el mundo de los zombies y que el cine fantástico no hace otra cosa más que reflexionar sobre nuestra propia experiencia humana. Y eso es algo que muchos espectadores aún no terminan de entender. La muerte, ese tema sobre el cual el cine fantástico nos ha permitido reflexionar infinitas veces, es justamente lo que abre el film. Una fábrica donde ocurrió un accidente e inmediatamente después el velorio de la madre del joven protagonista. Esa muerte es el centro mismo de la película. Todo lo que ocurre a partir de ahí no es otra cosa más que la capacidad que tiene el arte de darle a un tema profundamente perturbador la forma amable de un relato fantástico. Muchos cineastas no son capaces de hacer esto, no tienen el talento ni la generosidad ni la valentía ni la humildad para hacerlo. Desde ese velorio hasta la escena final, lo que presenciamos es el proceso que realiza Joe Lamb (Joel Courtney) entre la desolación de haber perdido a su madre y la aceptación de ese hecho como algo inevitable de la vida. Los Lambs (corderos) son quienes cuidan a todo el pueblo. Elizabeth, la madre, era quien “cuidaba de todos” y murió en un accidente cubriendo el puesto de un obrero que había faltado, y Jackson, el policía que ha quedado viudo y debe proteger solo a todo el pueblo y a su propio hijo. Joel debe renunciar a su madre y enfrentar a su padre. Joel pasa de la niñez al mundo adulto. Y como muchos otros es ayudado en ese camino por el arte, por el cine. Así como también por el despertar del amor y la amistad de sus pares. Pero el amor por el cine no está sólo en el guión o en que el relato esté ambientada en 1979, época del esplendor de esta clase de films. Lo está, sobre todo, el hecho de concebir una historia original en el contexto del cine industrial actual. En no utilizar -por una vez- grandes estrellas, en no pertenecer a una franquicia, en no ser una remake, ni una secuela, ni una precuela, ni adaptar un libro, una historieta, un videojuego, un parque temático o una serie de televisión. La herramienta fundamental de Súper 8 es una y solo una: el arte cinematográfico. Una brillante puesta en escena permite que cada minuto del film sea un placer visual, un prodigio narrativo, consecuencia de saber filmar de forma clara, transparente, clásica, donde el virtuosismo jamás destruye la narración, donde nunca el efecto especial se adueña del relato, donde todo está al servicio del film y donde cada espectador puede comprometerse con la emoción en todas las escenas. J.J. Abrams dijo que Spielberg se involucró profundamente con todos los aspectos de la realización de este film. Pero no hay que atribuirle al productor más mérito que al director. Sí está claro que Spielberg, productor en los últimos años de films que incluyen obras maestras de Eastwood o los Coen y también bodrios innombrables, ha sentido gran afinidad con este proyecto en particular y conoce el paño lo suficiente como para aportar artísticamente. Pero creo que Abrams –también guionista aquí- ha demostrado con series como la ya mítica Lost, y films como Misión: Imposible III y la nueva versión de Star Trek, que no sólo es un gran narrador, sino que además sabe desarrollar personajes tridimensionales capaces de conmover al espectador. No la busquen en DVD, no esperen al cable, no permitan que alguien les cuente la historia, Súper 8 es una película para ver en el estreno, para dejarse sorprender por un relato de esos que llegan al corazón no sólo por la emoción, sino también por la belleza y la lucidez. No todas las películas son lo mismo, no todas entran y salen de nuestras vidas como si nada, y Súper 8 es una de esas que valen la pena disfrutar en todo su esplendor porque ha llegado para quedarse. Porque la película, sobre la que todos coinciden en que emula al cine de Spielberg y compañía de los 70 y 80, no es sólo un homenaje vacío y superficial sino una reflexión sobre la función del cine en nuestras vidas. Sin duda que esta película tendrá un efecto particularmente movilizador en la generación que vivió aquellos films o creció viéndolos en el momento de su estreno o después. Pero no es la nostalgia lo que hace que nos llegue tanto Súper 8. Para muchos de nosotros aquellos films de fines de los 70 y principio de los 80 han quedado muy cerca de nuestro corazón, porque empezamos a amar el cine gracias a esas películas o junto a esas películas. Y es muy interesante lo que hace Súper 8, porque busca parecerse a aquellos títulos, pero a su vez recupera sus auténticos méritos. Las películas que yo veía mientras descubría que me enamoraba del arte cinematográfico se parecen mucho a Súper 8 en la forma exterior, en el género, en muchos pequeños detalles. Sin embargo, lo que me hacer sentir aún enamorado del cine (que es en mi caso una vocación, una carrera y una profesión), y que se refleja en el film de Abrams, no es esa nostalgia. Lo que me conmueve es la forma narrativa, la construcción dramática, la emoción en alto grado, el humor adorable, el espectáculo y el entretenimiento en su máximo esplendor. Súper 8 no sólo nos recuerda el cine con el que crecimos. Súper 8 nos explica por qué vamos al cine, para qué nos metemos en una sala oscura y por qué es una parte fundamental de nuestra existencia.
VERDADES Y MENTIRAS El salto de Abbas Kiarostami al cine europeo es, en el fondo, un elemento anecdótico dentro de su nueva película, porque tanto en la superficie como en la profundidad, el director iraní mantiene una coherencia formal y temática absolutas. Abbas Kiarostami es una leyenda dentro del cine contemporáneo. Durante más de treinta años, y a partir sobre todo del éxito mundial de El sabor de la cereza, el realizador iraní se ha convertido en uno de los nombres más prestigiosos del cine. Varias obras clave dentro de la ficción, el documental y hasta el cine experimental, lo han posicionado como un referente indiscutido. Su obra, coherente y poderosa, se ha ganado por mérito propio ese espacio, y con Copia certificada parece dar un nuevo paso, aun cuando se trate de un film tan nuevo en su cine como parecido a sus obras más representativas. La filmografía de Kiarostami, tanto en su vertiente experimental como de ficción o documental, ha estado siempre muy cerca a ciertos temas e inquietudes estéticas comunes. Esto permite reconocer un film de Kiarostami con gran facilidad. Y es justamente eso lo que pasa con Copia certificada (Copie conforme, 2010), una coproducción entre Francia, Bélgica e Italia. En el plano que abre el film, todo espectador que conozca la obra de Kiarostami deberá ya sentirse seguro de que está frente a una obra del director. Porque no sólo se trata de un plano bello y sugestivo, sino que además anuncia lo que vendrá después. Copia certificada es un film sobre la representación, sobre el discurso, sobre el límite entre la ficción y la realidad, entre el original y la copia. Estos límites y estas ideas aparecen en varias de las mejores películas del realizador, como Detrás de los olivos o Primer Plano. Nunca falta quien aventure que estamos frente a un film donde no pasa nada, pero eso es, generalmente, un error de apreciación o un prejuicio del cual el cine iraní suele ser víctima. Porque en Copia certificada, como en toda la obra de Kiarostami, pasa mucho. Y esta idea de que no pasa nada, bastante irritante a esta altura, se refiere a que la película trabaja sus temas de una manera no clásica en la narración. Y busca mayormente un espacio teórico para los temas, pero igualmente plástico y bello en el encuadre. Si el primer plano que aparece en esta película es significativo, el plano final es de una belleza arrebatadora. En un mundo de tanto encuadre feo o irrelevante, Kiarostami consigue transmitir con puras imágenes gran cantidad de ideas. De Kiarostami se pueden decir muchas cosas, pero no que no habla a través del lenguaje del cine. La imagen en Kiarostami es la herramienta fundamental. Y aunque su cine es moderno en la estructura dramática, sus temas no lo son tanto. Salvando las distancias, el plano de apertura de Copia certificada es tan claro como el plano de apertura de La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Y los héroes de películas como La vida continúa, Primer plano o Detrás de los olivos, tienen el coraje y producen la emoción del más convencional de los héroes hollywoodenses. El cine de Kiarostami no es un cine de otro planeta, no refiere a una especie distinta a la humana. ¿No es el final de Detrás de los olivos el final de cientos de films románticos de la historia del cine? La respuesta es sí. ¿Entonces cuál es la diferencia? La diferencia es la manera en que Kiarostami lo filma, la diferencia está en la forma. Allí donde todos ponen un primer plano de él, un primer plano de ella y luego un plano de ambos, Kiarostami pone un plano general lejano, pero el tema sigue siendo el mismo. Pero si el ascetismo lo vincula con Ozu y Bresson, la originalidad en la puesta en escena suma a esa lista a Ford, Hitchcock y Welles. Porque si se presta un poco de atención –y los que dicen que en Kiarostami no pasa nada, no suelen prestar nada- se verá que ningún gran director filma de manera convencional, todos tienen ideas de puesta en escena que los vuelven irrepetibles. El ascetismo de Kiarostami parece simple y se ve simple, pero como bien dice el personaje protagónico: “No hay nada simple acerca de ser simple”. Copia certificada es una película simplemente apasionante, como lo son Y la vida continúa, Detrás de los olivos o Primer plano. Como en todos los films de Kiarostami –incluyendo el inolvidable documental Alumnos de primer grado- los personajes argumentan, explican y convencen, y nuevamente es el protagonista el que pone en palabras su envidia por la gente que simplemente cree en algo. Y luego agrega que lo complicado es tener que convencer a alguien más. ¿Hay algo más dramático que el tener que convencer a otro de una idea? ¿Hay ejercicio más complejo? En todas las sinopsis del film se repiten las mismas: “Es la historia del encuentro entre un hombre y una mujer en un pequeño pueblo italiano del sur de la Toscana. Él es un escritor inglés que acaba de dar una conferencia. Ella es una galerista francesa. Se trata de una historia universal, que podría sucederle a cualquiera, en cualquier lugar.” La sinopsis lo dice todo, y sin embargo no dice nada. Como siempre, pero mucho menos en este caso. No fueron pocos los que vieron una conexión entre esta película y Antes del amanecer yAntes del atardecer, de Richard Linklater, pero esa similitud me parece que está “en la sinopsis” más que en el corazón mismo de la película. Más significativo me pareció el vínculo con Con ánimo de amar, de Wong Kar-wai, en la idea romántica y amarga de actuar roles y dramatizar un conflicto de pareja. Pero una vez más, Copia certificada podrá copiar, inspirarse o simplemente parecerse a estos films (como también a Viaje a Italia, de Rossellini) pero su búsqueda es otra. Si un film de Hitchcock es más que un film de suspenso, y muchas veces es una reflexión sobre la naturaleza misma del cine, uno de Kiarostami realiza la misma operación. Los límites entre la ficción y la realidad -tema tan propio del director iraní- cobran aquí el mismo sentido complejo que en sus otros films mencionados. A medida que la trama avanza (atención: develaré cuestiones importantes de la historia) estos desconocidos que aceptaron actar como matrimonio comienzan cada vez más a mostrarse como un verdadero matrimonio, a punto tal que se podría sospechar que lo son, pero la película no lo aclara, y de hecho lo deja en un espacio de gran ambigüedad. ¿Son un verdadero matrimonio o son una copia de un matrimonio? ¿Es ficción o realidad? No por nada cuando se encuentran con una pareja y discuten sobre una fuente, el señor mayor que le da un consejo al protagonista es nada menos que Jean Claude Carriere, uno de los guionistas más famosos de la historia del cine. Un consejo romántico en manos de un guionista, un guiño casi secreto dentro de un film que de todas maneras juega con esas lecturas a lo largo de toda la trama. Como cierre me gustaría citar un gran film con el cual Copia certificada guarda muchas similitudes: F de falso (Vérités et mensonges, 1974), de Orson Welles. Ese (¿Falso?) documental de Welles es una de las joyas dentro de su filmografía y narra la historia, incluyéndose, de varios falsificadores. De muchas de las cosas que se habla en el film de Welles, se habla también en el film de Kiarostami. F de falso es una película barroca. Magia, cine, arte, estafa, verdades y mentiras, casi una comedia alocada por momentos. Pero en esencia comparte muchos temas con Copia certificada. Allí Welles afirma: “Sin dudas casi todas las historias incluyen alguna forma de mentira”, y viene al caso entonces citar a Kiarostami, quien afirma: “Para atrapar la verdad es preciso en parte traicionar la realidad”. Y estas afirmaciones no se refieren solo al arte en Copia certificada, sino que también hablan de la vida.
Un superhéroe de otros tiempos En el retrato cinematográfico más importante que se ha hecho del personaje de Marvel, la narración llega hasta nuestros días y cierra el ciclo de films sobre los héroes de la factoría, que en 2012 se reunirán en Los vengadores.El Capitán America fue un héroe de la década de 1940 incorporado años más tarde al universo de Marvel Comics. Esta nueva película basada en el personaje no es la primera, pero sí es la más importante que se haya hecho. La acción, por lógica, transcurre principalmente en la década de 1940, aunque desde el primer minuto de película sabemos que la narración llegará hasta nuestros días. El héroe es elegido primero por su valentía y su humanismo, ya que físicamente es un joven débil rechazado por el ejército varias veces. Pero una vez que acepta someterse a un experimento se convierte en el Capitán América, aunque su fuerza no será utilizada inicialmente para combatir, sino para convertirse en un personaje para vender bonos de guerra. Esto es un guiño al origen propagandístico que tuvo, para luego evolucionar en un superhéroe tal cual se lo conoce hoy. El encargado de narrar la historia del Capitán América es Joe Johnston, un gran director de esos cuyo nombre no es famoso pero sus películas sí lo son. Johnston dirigió films como Rocketeer, Jumanji, Jurassic Park 3, Cielo de octubre, Océano de fuego y El hombre lobo. Aquí, y a pesar de los efectos especiales y el despliegue visual gigantesco que la película posee, Johnston consigue narrar con hábil mano clásica, y con una reconstrucción de un estilo intencionalmente demodé. Esto le ajusta perfectamente al personaje y su historia. También los actores se ajustan a un estilo de otra época y el lujo del elenco permite que la película no sólo tenga acción sino también emoción. Al protagonista Chris Evans (el mismo de Los 4 fantásticos) hay que sumarle a Hayley Atwell (El sueño de Cassandra), Hugo Weaving (Matrix) y dos grandes como Tommy Lee Jones y Stanley Tucci.Capitán America es la última película de Marvel previa al ambicioso proyecto de Los vengadores (2012), donde el Capitán América se reunirá con otros personajes como Iron Man (Robert Downey Jr., Thor (Chris Hemsworth), Hulk (Edward Norton), Hawkeye (Jeremy Renner). La gran pregunta es si se podrá combinar el tono y el estilo visual de cada uno de estos films en una sola película. Y más complicado aun es saber si esta suma de personajes dará la mejor película de Marvel o si por el contrario los personajes fracasarán en su intento por trabajar en equipo. La respuesta la tendremos el año que viene, pero si se quedan hasta el final de los títulos, tendrán una primera pista.
El regreso del maestro del terror El director de Noche de brujas y La cosa vuelve al ruedo con este film donde narra la historia de una joven internada en una institución mental. Sin grandes efectos visuales, expone la angustiante fragilidad de la mente humana. Atrapada es una película dirigida por John Carpenter. Para muchos espectadores este puede ser un dato irrelevante, porque no conocen a este director. Por otro lado, para muchos cinéfilos se trata de un evento cinematográfico, ya que dentro del ámbito de la cinefilia Carpenter es considerado un maestro. Películas como Noche de brujas, La cosa, La niebla, Asalto al precinto 13, En la boca del miedo son varios de los títulos que han convertido a Carpenter en el maestro del cine de géneros, en particular del cine de terror. Muchos de los títulos mencionados ya han tenido aceptables o espantosas remakes –irónicamente algunos ya eran remakes, pero excelentes– y otros van camino a tenerlas. Es decir que aunque el espectador no conozca el nombre de Carpenter, si le interesa el cine de terror, debería saber que él es el maestro que han seguido muchos directores actuales. Atrapada cuenta la historia de una joven que es internada en una institución mental, punto de partida ideal para describir la indefensión del individuo frente al sistema. Pero quienes busquen un gigantesco show visual, carente de sentido pero vistoso como en la reciente Sucker Punch no se sentirán a gusto acá. Atrapada es una película con una puesta en escena de otra época. Si tuviéramos que buscar referentes estéticos deberíamos ir hacia la década de 1940 o de 1950, y pensar en directores de cine clase B y en películas como las que hacían los estudios más pequeños, carentes de estrellas y de altos presupuestos. A falta de ganchos comerciales, aquellas películas eran pura habilidad narrativa, imaginación y estilo. Y en eso brilla Atrapada, en su capacidad de mostrar un estilo visual que hoy el cine industrial ha perdido. No hay espejitos de colores acá, tan sólo puro lenguaje cinematográfico. La historia es muy pequeña y muy sencilla y no estamos frente a un clásico de todos los tiempos. Tampoco el guión atraviesa por los espacios más originales del mundo y tal vez no lo intenta tampoco. Sin embargo, y a pesar de sus limitaciones, Atrapada se impone por su potencia narrativa y por la descripción pausada y sutil que hace de la fragilidad de la mente humana. El terror, el verdadero terror que describe Carpenter, es el de la incertidumbre de no sabernos cuerdos o locos. La sensación de que tal vez el mundo esté conspirando contra nosotros o tal vez no. Y en esa duda se resume la angustia real que produce Atrapada.