En "La posesión de Mary" nada funciona. Ni su premisa trillada, su ejecución lamentable o su elenco con algunas estrellas. Una película lamentable desde el inicio hasta el final. Escrita por Anthony Jaswinski y dirigida por Michail Goi llega a los cines de nuestro país La posesión de Mary (Mary, 2019), una película de terror que se centra en la vida de una familia que por una cosa u otra siempre ha estado ligada al mar. Como eje central de la trama tendremos en primera persona el relato de cómo dicha familia cayó en la perdición luego de haber adquirido un barco bastante antiguo llamado “Mary” y que muchas bitácoras pasadas muestran que el destino de sus antiguos tripulantes siempre termino siendo el mismo: la muerte. Gracias a Sarah (Emily Mortimer), quien naufragó recientemente, podremos ver qué fue lo que le pasó a su familia y cómo casi todos sus tripulantes terminaron cayendo en la maldición del antiguo navío. La premisa de esta película no podría ser más simple: un barco embrujado y una familia que lo habita. A partir de allí y habiendo establecido un verosímil bastante frágil, lo mínimo que se le puede pedir a sus realizadores era una buena ejecución y un guion lo suficientemente estable como para no acabar siendo una película previsible y corriente. Pero no sólo estas dos últimas apreciaciones terminan siendo parte del metraje sino que incluso logran superarlas decretando una película que podría tranquilamente ser catalogada cómo una de las peores de la última década. En ésta nada funciona, ni el terror, ni la ambientación, los personajes o las situaciones que van más allá de la realidad. Yendo paso por paso, la cinta en ningún momento logra brindarle ningún tipo de propósito al espectador como para que se interese en la historia que se está contando. El ritmo es lento y su montaje torpe, produciendo un filme totalmente aburrido e insoportable. No contentos con eso, la edición de sonido es paupérrima siendo ésta sólo una mezcla de ruidos fuertes y estridentes como para que el espectador se “asuste” por ellos. Un método anticuado, obsoleto y ridículo que hace valorar cada vez más producciones como Midsommar (2019). En relación a esto último, la calidad de los jumpscares que se intentan generar no podría ser peor, literalmente no hay un solo momento en donde la tensión se haga presente y se pueda jugar de manera efectiva con la cordura del espectador. Todo es obvio, previsible y de muy mala resolución. Los personajes tienen un problema muy notorio y es que a nadie, nadie de verdad, le podría interesar lo que hacen o dicen porque no se logra construir esa relación con el espectador. En parte por la muy floja escritura de sus diálogos y también en el poco trasfondo que sabemos de ellos cómo para poder empatizar con cada uno de los protagonistas. Al mismo tiempo, las interpretaciones de los actores son cuanto menos pobres. No es comprensible cómo Gary Oldman o Emily Mortimer acabaron en esta producción e incluso ellos mismos, con su basta experiencia y comprobado talento, logran hacer de sus papeles algo, por lo menos, digno. Y si lo de ellos fue malo, lo de los demás es lamentable. La posesión de Mary es una de esas películas de terror que no provocan sustos, no provocan suspenso ni generan enigmas. Pero sí es una de las que logran que el espectador se pregunte a sí mismo : ¿Por qué la hicieron?
Poco ingeniosa y por momentos pretenciosa, La Hora de tu Muerte es una película que tiene una pésima ejecución por parte de su director a pesar de contar con una premisa que, aunque pueda sonar descabellada, tenía bastante potencial. El género del terror está atravesando un momento de alza gracias a, por ejemplo, directores del calibre de Ari Aster (Midsommar), Jordan Peele (Us) y Robert Eggers (The Lighthouse), sin embargo no todos los realizadores o estudios cuentan con las libertades, y con las ideas, con las que cuentan estos cineastas mencionados. Es por eso que como hubo películas tan “artísticas” en cuanto a realización se refiere, también las hay de las otras, aquellas que apuntan a un terror más convencional y que apuesta más al susto fácil, personajes sin tantas complicaciones y tramas simples pero que quizás terminen pisando fuerte en la cultura pop. Un ejemplo, positivo, de éstas últimas es Feliz Día de tu Muerte, con dos películas que supieron tomar conceptos del slasher más convencional y gracias a elementos de ciencia ficción se logró crear un producto que no se aleja del todo de las cintas de terror más “simples”, pero que sí apuestan más a alguna vuelta de tuerca retorcida. A su vez, e intentando seguir sus pasos pero sin pena ni gloria, pasó por los cines del mundo Verdad o Reto (2018) y confirmó que esa conjunción de géneros puede ser más difícil de lo que algunas productoras y, sobre todo, algunos desarrolladores pueden llegar a pensar. Siguiendo por este camino experimental del terror es que llega a los cines La Hora de tu Muerte (Countdown, 2019) una película escrita y dirigida por Justin Dec, quién dicho sea de paso hace su debut en la dirección, y que cuenta la historia de Quinn Harris (Elizabeth Lail) una pasante de enfermería que se encuentra a punto de ser promovida a la planta permanente del hospital. Todo marchaba tranquilo para Quinn hasta que un paciente llega gravemente herido a la guardia y ella deberá encargarse. El paciente le comentará que su vida está en grave peligro debido a que una aplicación en su teléfono llamada Countdown le indica cuánto tiempo le queda de vida y que para su pesar está próximo a morir y que no tiene escapatoria de semejante desenlace. Lógicamente, desconfiando de semejante excusa, Quinn no tendrá mejor idea que descargarse dicha aplicación y se dará cuenta de que lo que su paciente le mencionó no estaba tan lejos de la verdad y ella empezará a notar extraños sucesos inexplicables que tienen que ver con un pasado tumultuoso una vez que su marcador le de sólo tres días más de vida. La Hora de tu Muerte tiene todos los elementos para poder concretar una película de terror y ciencia ficción como para, por lo menos, ser una sorpresa. También, tiene todas aquellas cualidades que pueden decretarla inmediatamente como un fracaso y un desastre absoluto. Sin entrar en extremos, esta cinta está mucho más cerca de la segunda acepción que de la primera y por una característica que debiera ser algo fundamental como para encarar un proyecto: es aburrida. Sin ningún tipo de sorpresa y menos que menos recursos narrativos para lograr algún imprevisto, la película deambula por los lugares más comunes que el cine de género puede tener y así se termina decretando un producto de una hora y media que no tiene sabor a nada y que al espectador no le da ningún elemento, serio, como para hacerla memorable. Creando una mezcla entre muchas películas ya mencionadas como Feliz Día de tu Muerte y otras más clásicas como las de la franquicia de Destino Final, esta cinta no logra una identidad propia en ningún momento. Cuando mejor se pone la película es cuando se maneja un tono de comedia pero que, lógicamente, son escasos y a cuenta gotas. Sólo dos o tres momentos realmente le pueden provocar una carcajada al espectador y eso dice mucho del film en general. Este tipo de películas logra, generalmente, generar buenas sensaciones entre el público siempre y cuando la película sea consciente de lo que puede ser y con lo que puede jugar y éste no es el caso lamentablemente para todo el equipo encargado de que esta película viera la luz. Todas las actuaciones manejan un nivel mediocre menos, por cuestiones lógicas de tiempo en pantalla e importancia, la protagonista Elizabeth Lail que aprovecha su momento de estrellato gracias a la serie de Netflix You (2019) y demuestra que las ganas y la incentiva no le faltan. A ella se la puede notar comprometida con el papel y con causa pero poco puede hacer con un guion que cada dos por tres le da diálogos tan inverosímiles como ridículos y por momentos estúpidos. Por otro lado, la revelación y el mejor personaje es uno que tiene escenas contadas con los dedos de las manos, y sobran dedos, pero que es el único que logra despertar carcajadas en el espectador. El trabajo de Tom Segura realmente dan ganas desesperadas de que hubiese tenido más participación. La Hora de tu Muerte es una de esas películas que pasarán sin pena ni gloria por el mundo. La falta de ingenio para contar una historia con bastante potencial, sumados a un pésimo guion y actuaciones que dejan mucho que desear terminan decretando que ésta película tenga muy pocas cosas positivas para destacar pero muchísimas negativas para señalar.
El Robo del Siglo logra encontrar sus puntos más fuertes en la comedia y en sus actores principales creando así una experiencia totalmente disfrutable pero que podría haber sido una producción mucho más interesante si el desarrollo de las situaciones verídicas tuvieran una mayor profundidad. Corría el año 2006 y en plena recuperación post crisis económica y social, un nuevo evento sacudió a la sociedad argentina. El robo al Banco Río de la Ciudad de Acassuso fue robado casi en su totalidad gracias a un grupo de personas que idearon un plan tan meticulosamente que fue considerado cómo uno de los mejores robos jamás pensados en la historia. La particularidad de este atraco fue que los autores intelectuales y materiales lograron entrar y salir del banco sin tener ningún herido en su estadía dentro de la sucursal y para su salida hicieron una especie de túnel que conectaba la caja fuerte del banco con un desagüe de las alcantarillas de la zona y que posteriormente desembocaba en el Río de la Plata. Si bien la policía en su momento quedó en la mira de todos por no haber podido atrapar a estos delincuentes, meses después todos y cada uno de los miembros que hicieron este robo posible terminaron en las rejas. Hoy, 14 años después de semejante obra maestra del engaño, ésta historia llega al cine bajo el nombre de El Robo del Siglo y con Ariel Winograd (Mamá se fue de viaje, 2017) en la dirección y con un guión escrito por Alex Zito y Fernando Araujo. En ésta adaptación la película se centrará en cómo Fernando Araujo (Diego Peretti) craneó de buenas a primeras el famoso robo al Banco Río y como paso a paso fue reclutando a las personas perfectas para idear este plan infalible. Teniendo a Mario Vitette (Guillermo Francella), un ladrón 100% profesional y con una larga experiencia en el rubro delictivo, funcionando como mano derecha ambos deberán limar las asperezas que puedan llegar a existir dentro del grupo para poder llevarse uno de los botines más grandes de todos los tiempos. Si hay algo que es evidente es que Ariel Winograd tiene una gran forma de crear comedia. A pesar de que la mayoría de sus películas no son escritas por él, como en este caso, uno puede inmediatamente reconocer que Winogrand está detrás de ellas. El Robo del Siglo es un claro ejemplo de esto y se nota desde las escenas principales gracias al guion que logra captar esa esencia del director y a lo largo de todo el desarrollo de la trama el libreto otorga de manera memorable algunos momentos que son muy, muy graciosos. Ahora bien, yendo por fuera de la parte que pueda generar gracia al espectador, la historia en su totalidad no está lo suficientemente bien pulida cómo para generar una sensación de conformidad total. Da la sensación de que al tratarse de una historia real y al no poder contar con una versión 100% oficial de parte de cada uno de los involucrados en el acto, los eventos que tienden a funcionar como dramatización quedan flojos con respecto a los que son puramente ficcionados. Ahí es donde la película encuentra su disyuntiva más grande: contar los eventos verídicos deben lograr una conexión más fuerte para con el espectador y que las licencias que el guion se tiene que tomar, por cuestiones obvias, sirvan para que la experiencia cinematográfica sea disfrutable en su totalidad. La cinta apuesta a esta fórmula pero de forma inversa y ahí es donde encuentra sus fallas más grandes, a pesar de que nunca deja de ser disfrutable ni divertida. Por otra parte la cinta logra generar momentos de intriga en cuanto al desarrollo y a la idea del plan al mejor estilo de La Gran Estafa (2001) al utilizar el montaje cómo un arma fundamental para establecer el suspenso dentro del relato y que, a veces más a veces menos, logra generarse de buena manera. Siguiendo por este camino elegido por el guion es por donde transitan los personajes, que si no fueran por las interpretaciones de las dos estrellas principales con las que cuenta la cinta, Francella y Peretti, también serían cuestionables sus trasfondos y motivaciones. Eligiendo dejar de lado ese aspecto y apostando a que el espectador “compre” desde un primer momento lo que los personajes hacen la mayoría de los personajes logran tener sus momentos de gloria y crear excelentes segmentos de comedia pura encabezados por un Francella puro recordando sus mejor momentos en Casados con Hijos o en su antiguo programa de sketches, Poné a Francella. Peretti también logra tener sus momentos en donde acapara toda la atención pero en otro nivel y que dadas algunas de las características que tiene su personajes, no terminan de depositarlo a lo que podrían ser sus mejores aptitudes. Completando el podio de los que mejor se desenvuelven a lo largo de toda la cinta se encuentra Luis Luque que en otro rol, completamente secundario, da el antagonista que la película necesita para que la trama del robo funcione de manera correcta. Completando el elenco están Pablo Rago, Rafael Ferro, Mariano Argento y Johana Francella que dan actuaciones variadas en cuanto a calidad pero que en cuanto a desarrollo se ven muy alejados de los dos protagonistas (que tampoco tienen tanto). El Robo del Siglo termina siendo un digno film de atracos pero que por la magnitud del caso verídico termina dejando gusto a poco. La película termina siendo satisfactoria gracias a sus momentos de comedia pura y a la perfecta ejecución gracias sus dos estrellas protagónicas y a un montaje que aliviana los segmentos de planeamiento/ejecución de uno de los robos más emblemáticos de nuestra historia.
La adaptación de uno de los musicales más famosos y reconocidos de la historia hace agua en la gran pantalla y da la pauta de que no todo material es adaptable para el cine. Su gran repertorio de estrellas maquillan un poco la pobreza narrativa del director y las magníficas canciones hacen que la experiencia sea, por momentos, bastante disfrutable. En 1981 el compositor inglés Andrew Lloyd Webber y el letrista T. S. Eliot inauguraron en la calle teatral más famosa de Inglaterra “Cats“, una obra musical en donde se lograron adaptar una serie de poemas infantiles que el propio Eliot había escrito y logró reunir en “El Libro de los Gatos Habilidosos del viejo Possum” en donde básicamente se narraban historias de un grupo de gatos callejeros, denominados “Jélicos”, que debían completar algunos requisitos para poder de una u otra manera mejorar sus vidas. Un año después de aquel estreno, la obra llegaría a Broadway, el epicentro mundial del teatro, en donde supo permanecer en cartel durante casi 20 años estableciendo un récord absoluto en cuanto a permanencia siendo hoy por hoy, la cuarta obra en la historia que más tiempo tiene en dicha calle. Ahora bien, la obra tiene ciertas características que la hacen única en el sentido más amplio que se pueda encontrar de la palabra. Para bien y para mal la experiencia de Cats es algo que, los que suelen frecuentar las salas de teatro, debe ser vista. Ahora, gracias a estar transitando la época en donde casi cualquier material literario logra llegar al cine, Cats (2019) llega a las pantallas de todo el mundo en busca de ampliar su popularidad de la mano del director Tom Hooper (Los Miserables, 2012) y apoyándose en el libreto original de Eliot contando también con la ayuda del guionista Lee Hall (Rocketman, 2019). En ésta película la trama gira en torno de Victoria (Francesca Hayward), una gata que es abandonada en un callejón de Londres en donde se encuentra con una pandilla de gatos callejeros que se denominan a sí mismos como “Jélicos”. Estos buscan la aprobación de su líder la gata Gatusalem (Judi Dench) quién es la única que puede otorgar una chance para que un gato o gata determinada pueda cambiar para siempre su vida. Para conseguir semejante privilegio, los felinos deberán sorprenderla en un número de baile y canto que le demuestre a Gatusalem que son dignos de semejante premio. Pero como semejante premio es tan importante, no todos los gatos obrarán de la mejor manera y es por eso que Victoria también encontrará un adversario tan maléfico y poderoso para hacerle la vida lo más difícil posible, ni más ni menos que el gato Nefástulo (Idris Elba). Para cuidarse de él Victoria contará con muchísimos aliados que la ayudarán a descubrir su verdadera razón de ser y de ser posible, ganarse la aprobación de Gatusalem. Lo primero que hay que decir en cuanto a Cats es que la realización de una película con la premisa de la obra, y más aún teniendo en cuenta cómo funciona ésta, es que la historia no podría ser más bizarra de lo que suena. No obstante, no hay que perder de vista que en el teatro es una historia que funciona muy bien por diferentes motivos, pero que a la hora de pasarlo a un formato de cine ya se puede afirmar que la película no contará con la misma suerte que la obra. Si bien la cinta cuenta con exactamente el mismo formato que lo que se puede ver en el teatro, los recursos empleados son como mínimo cuestionables por un montón de motivos. Principalmente el desarrollo de la trama no tiene un hilo conductor lo suficientemente estable como para atrapar al espectador desde el inicio del filme, mucho tiene que ver esto con que el principal enfoque de la cinta es el despliegue técnico en los aspectos visuales (que ni por asomo son perfectos) y dejan de lado los recursos narrativos que una película debiese tener. Otra de las carencias de la película es que durante largos momentos de tiempo es aburrida, no hay sorpresa, no hay conecciones con los personajes (salvo en momentos esenciales). Pero quizás su peor característica no sea otra que el hecho de que es una película que no le genera al espectador ganas de verla. No está programada para que el espectador promedio la vea. El que sabe de que va la historia y cómo se desarrolla obviamente tendrá más paciencia y sabrá contemplar algunos detalles, pero es muy extraño que alguien que no posea estos conocimientos pueda llegar a pasarla bien viéndola y cómo nunca será una experiencia sumamente subjetiva. Uno de los aspectos que logran que la película no sea el desastre que la crítica internacional quiso hacer creer es el gran repertorio de canciones y números de baile que se pueden ver, a pesar de que no están lo suficientemente bien filmados y hay algunas decisiones por parte del director que le sacan un poco de valor a los números que Weber y Eliot supieron escribir. Canciones cómo “Memory“, quizás la joya dentro de toda la obra, no podían estar ausentes en esta adaptación y se hace presente de una forma muy buena llenando de sentimiento todo el ambiente y logrando una relación inmediata con su intérprete Jennifer Hudson. A su vez, también hay otros números que sólo logran despertar en el espectador la risa irónica más fuerte que se pueda por la ridiculez que puede llegar a parecer. De la mano con esto van la actuaciones del reparto que está consolidado por estrellas de primer nivel mundial. Algunos como actores y actrices y otros más relacionados con el teatro o baile pero todos saben aportar de lo suyo cuando tienen la oportunidad, todos salvo una actriz en particular, Rebel Wilson. La quien fuera protagonista de películas como Pitch Perfect (2012) o Bridesmaids (2011) en ésta ocasión va totalmente a contramano del resto del elenco y construye la peor actuación de la película y quizás de toda su carrera como actriz. El resto de los actores más famosos que tienen participación en la cinta son (al margen de los ya mencionados): James Corden, Ian McKellen, Taylor Swift que en sus breves participaciones logran sacarle jugo a los minutos en pantalla. A fin de cuentas, Cats (2019) es una película que debería ser evaluada de una forma demasiado particular dejándose a la libre interpretación de cada uno de los espectadores. Sin embargo y de forma objetiva, la adaptación de una de las obras de teatro más famosas y reconocidas de la historia no logra concretar ser una buena película. Por su poco ingenio narrativo y unos efectos especiales que dejan bastante que desear, la cinta como tal sólo logra cobrar algún tipo de sentido cuando los números musicales comienzan y la sala se llena de magia con las letras de las canciones, luego todo puede y debe ser criticado porque la esencia de la obra está ahí deambulando por el aire, pero su ejecución deja mucho que desear.
Jojo Rabbit encuentra la fuerza suficiente para satisfacer a admiradores y detractores del cine de Taika Waititi gracias a una puesta en escena de alto nivel, el guion que presenta una historia convincente y a las actuaciones a la altura de sus protagonistas y personajes secundarios. Gracias a su peculiar sentido del humor y a una puesta en escena que denota una propuesta autoral de inmediato, la filmografía de Taika Waititi ha tomado una relevancia preponderante para un sector cinéfilo bastante importante y se lo ha considerado a él como a uno de esos directores a los que siempre hay que tenerlos en cuenta cuando estrenan una nueva película. Con un crecimiento exponencial en cuanto a proyectos Taika supo superar la barrera del cine independiente para desembocar en, quizás, la productora más mainstream que exista hoy por hoy cómo es Disney, quien le dio la oportunidad de lanzarse a la fama mundial de inmediato luego del lavado de cara que le dio a Thor en su tercera película (Thor: Ragnarok, 2017). Pero ahora, el reto que se propuso Taika Waititi es aún más superior que el de convencer a los fanáticos de Marvel de su visión de un personaje clásico. Meterse de lleno en la consideración popular definitivamente es su misión y lo hará nada más ni nada menos que interpretando a uno de los verdaderos supervillanos que supo dar la historia como lo es Adolf Hitler pero de una manera que parecería ser perfecta para lo que el director: haciendo de un amigo imaginario de un nene de 10 años. Adaptando la novela “Cagin Skies” de la autora belga Christine Leunens, Taika Waikiki se encarga de dirigir, guionar y protagonizar Jojo Rabbit (2019), una historia que se centra en la Alemania nazi en la última etapa de la segunda guerra mundial y que tiene cómo protagonista a Jojo Betzler (Roman Griffin Davis), un niño que vive con el principal objetivo de ser un soldado nazi. Jojo, quién vive con su madre (Scarlett Johansson), está tan enfocado en su cometido que se la pasa pensando en cómo aportar en la guerra y él cuenta con la ayuda particular de tener como mejor amigo, de manera imaginaria, al mismísimo Adolf Hitler (Taika Waititi) quién lo alienta todos los días para que logre convertirse en ese soldado que él tanto pretende. Pero todo empezará a cambiar para Jojo cuando de buenas a primeras descubra que en su casa se encuentra escondida Elsa (Thomazin McKenzie), una joven judía a quién su madre decidió darle refugio. A partir de ese momento Jojo comenzará un debate interno sobre su nacionalismo ya que comenzará a darse cuenta de que sus presuntos enemigos no lo son tanto. Taika Waititi demuestra con este filme que está para producciones realmente importantes, ya que logra concretar una película que no tiene fisuras y que gracias al mejor guion de su carrera genera emoción y comedia en partes iguales. Tomando elementos de diferentes películas que tratan la segunda guerra mundial desde un costado diferente a los estrictamente bélico, cómo pueden ser Bastardos sin Gloria (2009) o La Vida es Bella (1997) y algunas cuestiones estéticas que pueden asemejarse a Moonrise Kingdome (2012), una de las mejores obras de Wes Anderson, Takiki logra combinar de la mejor manera los aspectos dramáticos para que el espectador logre emocionarse cuando es debido y que produzca las carcajadas necesarias cuando la historia lo amerite. Gracias a éste gran mix de géneros la película en ningún momento peca de pretenciosa ni de solemne y mucho menos de pesada, ya que la construcción del relato es dinámica y lo que puede verse en pantalla entretiene en todo momento. También hay que destacar la valentía que toma el director en ciertos momentos y que gracias al humor ácido y a los chistes negros esas decisiones cobran aún más sentido que en sus películas previas. El gran ganador de ésta película es el joven protagonista Roman Griffin Davis quien haciendo su debut en la gran pantalla demuestra que es un chico al que hay que tener en cuenta a futuro porque su techo parece estar ubicado muy, muy arriba. El logra transmitir en cada gesto y en cada forma de pronunciar sus diálogos la premisa tan compleja de poder representar a un niño que tiene un odio enorme pero al mismo tiempo un gran amor. Esa dicotomía que se produce en el guion se ve reflejada permanentemente en rostro y logra que uno desde la butaca logre por partes iguales empatizar con él y ver el lado más nefasto de la propaganda nazi y cómo se le “lavaba el cerebro” a la gente, siendo Jojo uno de ellos. El elenco logra estar a la altura de todas las expectativas y de una manera super armónica todas las partes de un laureado cast tiene el momento justo para brillar. A los mencionados Waititi, Johansson y McKenzie se les suman Sam Rockwell, Rebel Wilson, Alfie Allen y desde un rol mucho más secundario logran crear buenas interpretaciones para personajes muy complejos. Taika Waititi logra convertir a Jojo Rabbit en su mejor película hasta el momento gracias a una puesta en escena de un nivel superlativo y a la fuerza del guion para hacerle sentir al espectador sensaciones de todo tipo. Su gran elenco y una fabulosa interpretación de su joven e incipiente protagonista hacen que la película sea un disfrute puro de inicio a fin.
La nueva entrega de Jumanji está por debajo de su predecesora por cuestiones estrictamente del desarrollo de guion. Aún así la experiencia es gratificante por la aventura y los niveles de comedia que genera. Luego de su relanzamiento en 2017 con Jumanji: En La Selva, la franquicia de uno de los juegos de mesa más populares del mundo pareciera no tener fin en lo que adaptaciones cinematográficas se refiere y es por eso que este año, y cumpliendo 25 años de la película original, se estrena en Argentina la tercera parte de esta historia que supo mutar, para mejor y adaptarse a los tiempos que corren. Bajo el nombre de Jumanji: El Siguiente Nivel (Jumanji: The Next Level, 2019), los chicos que supimos conocer en la entrega anterior ya han seguido sus propios caminos lejos de casa y lejana en el tiempo quedó la aventura que supieron vivir previamente. Pero para pasar las fiestas de fin de año Spencer (Alex Wolff), Refri (Ser’Darius Blain), Martha (Morgan Turner) y Bethany (Madison Iseman) quedaran para verse y encontrarse y es por eso que todos deberán volver a sus hogares. Pero en plena reunión entre ellos el que extrañamente dirá ausente será Spencer y es por eso que sus amigos irán a su búsqueda y descubrirán que él decidió de forma intempestiva regresar a la jungla de Jumanji. De esta manera ellos deberán tomar la decisión de ir a rescatarlo pero debido a un mal funcionamiento de la consola se encontrarán con dos participaciones inesperadas dentro del juego ya que Eddie (Danny DeVito), abuelo de Spencer, y Milo (Danny Glover), viejo conocido de Eddie, serán abducidos por Jumanji. Así el Dr. Bravestone (The Rock), El Profesor Shelly (Jack Black), Mouse (Kevin Hart) y Ruby Roundhouse (Karen Gillan) volverán a cobrar vida pero de una manera más que particular. Ya desde su concepción la simple idea de estirar el concepto de Jumanji suena más a aprovechar las recaudaciones monetarias que a ideas que puedan servir para ampliar su universo de una forma en donde los intereses estén posados en desarrollar buenas historias. No sólo suena a eso sino que efectivamente la concreción de este filme así lo demuestra. Sin embargo y sin dejar de perder de vista ese aspecto, el grupo de guionistas compuestos por Scott Rosenberg, Jake Kasdan y Jeff Pinker logran confeccionar una película que derrocha aventura y entretenimiento durante toda la duración del metraje y por más preconceptos que uno pueda llegar a tener del filme el espectador termina sucumbiendo de manera inherente a lo que la película ofrece. Una de las grandes razones por las que la película logra salir bien parada de su propuesta es la honestidad con la cual los guionistas se manejaron a la hora de escribir la historia ya que la película es consciente todo el tiempo sobre lo que puede brindar, los límites que puede o no romper y cómo jugar con cuestiones narrativas para la atención del espectador no se enfoque en los errores y siga disfrutando de los buenos aspectos que tiene la película, que no son muchos, pero sí son buenos. Así mismo también se notan momentos que ya no tienen la frescura o la impronta que supieron tener en la película anterior y si un exceso de escenas que sirven de relleno absoluto de las que hasta el más despistado de los espectadores puede denotar. Junto a ellas hay múltiples decisiones de guion que son, cuanto menos, cuestionables y un desarrollo de personajes que no es parejo con todos. Otra de las cuestiones negativas es que en ningún momento el espectador puede imaginarse que algo malo pudiera suceder a los protagonistas y no hay sorpresa en ningún momento. Las actuaciones de parte de todo el elenco son las correctas y suelen ser bastante similares a las que los actores supieron otorgar en la película previa. Sin embargo hay casos en particular que merecen ser destacados porque sus rendimientos son superiores a la de los demás; Principalmente la performance de Jack Black vuelve a dar que hablar ya que él a lo largo de toda la película interpreta a tres personajes diferentes y en cada uno de esos segmentos él se esmera para hacer que cada interpretación sea diferente a la anterior y lo logra de una manera convincente y casi que de forma natural. Luego está la incorporación de la actriz y rapera Awkwafina que, al igual que Black, tiene el trabajo de tener que interpretar a más de un personaje y lo logra de gran manera magistral, apoyada en su simpatía, versatilidad y carisma inmediata. Por último pero no menos importante, la participación de Danny DeVito resulta muy gratificante de ver pese a sus escasos minutos en pantalla pero su relación con la comedia es realmente muy natural y en cada una de sus escenas logra robarse todas las miradas. Jumanji: El Siguiente Nivel está lejos de ser lo buena que fue su predecesora, sobre todo teniendo en cuenta un bajo nivel de creatividad en el guion. Sin embargo la aventura y la comedia son tan efectivas que la película es entretenimiento garantizado desde que uno se sienta hasta que se va del cine, eso sí, si luego uno se olvida de la trama sería lo mas normal del mundo puesto que la originalidad aquí brilla por su ausencia.
Una correcta secuela de la última gran película que Disney Animation otorgó. Sin la originalidad de su primera parte pero con un repertorio musical mejor diagramado y una despliegue técnico de mejor valía, esta cinta logra entretener y expandir su universo de manera correcta y dar un correcto cierre a la historia principal. Después de haberse convertido en el último gran éxito de la empresa del ratón, la secuela de Frozen (2013) al fin llega a los cines de nuestro país para contar qué fue lo que pasó con Ana, Elsa, Olaf y Kristof luego de su primera gran aventura. En Frozen 2 (2019), Elsa (Idina Menzel) ya está ejerciendo sus facultades como reina mientras que Ana (Kristen Bell) y Kristof (Jonathan Groff) siguen afianzando su romance y ya están en vísperas de formalizarlo un poco más todavía. Pero cuando la estabilidad del reino parecía haberse asentado, una extraña fuerza foránea empezará a contactarse con Elsa y mediante ésta conexión, ella descubrirá el origen de su pueblo y esa información también le permitirá descubrir un poco más sobre sus difuntos padres. De esta manera el grupo volverá a afrontar una aventura nuevamente hacía lo desconocido en busca de la verdad. Luego de seis años de espera, la dupla compuesta por Chris Buck y Jennifer Lee vuelven a hacerse cargo de la historia que ellos supieron llevar a la gran pantalla por primera vez y bajo un primer visionado se podría afirmar que la larga espera valió la pena. En esta oportunidad el guion cuenta con la participación de seis personas en donde los directores están incluidos pero también figuran Allison Schroeder, Robert Lopez, Kristen Anderson-Lo y Marc Smith, algunos haciendo sus primeras armas en Disney y otros con varios proyectos en el lomo. En la historia quizás se note desde un comienzo que el destino de la película quizás no sea para la misma edad de los niños que supieron ver la original pero si para aquellos que han ido creciendo con el universo de Frozen. Ese crecimiento se ve reflejado en el espíritu del filme y se nota claramente que ésta entrega es más oscura y profunda que la anterior, sin perder por supuesto la magia y humor que la caracteriza pero explorando aspectos más maduros. Si bien ese crecimiento es notorio desde un primer momento, también hay que decir que el guion, a pesar de ser entretenimiento garantizado, es muy obvio y cliché en cuanto a los caminos que se toman para contar la historia. Los elementos claves que conforman el núcleo central de la trama no son para nada originales y su resolución es algo que ya se ha visto muchas veces antes y eso le saca sorpresa. Obviamente que un aspecto que no puede faltar mencionar es la utilización de la música. Ya sabiendo que ésta película es un musical hecho y derecho y que su score previo fue un éxito estrepitoso con temas como “Libre Soy” o “¿Y sí hacemos un muñeco?”, mucho trabajo tenían los realizadores para, con suerte, alcanzar la calidad de esas dos canciones anteriores. Si bien en esta oportunidad la cinta no cuenta con un tema representativo por escándalo, la utilización de la música es mucho mejor y la composición rítmica es bastante más superior dándole una impronta estilística que se puede asemejar más con los musicales de Broadway que de una película musical. Otro de los mejores aspectos que pueden destacarse de esta cinta es la fotografía y la animación. En cuanto al primer aspecto, el trabajo realizado para crear una ambientación cuasi realista y paisajes que podrían existir tranquilamente es alucinante y tranquilamente podría decirse que es lo mejor de la obra. La cantidad de detalles que contiene cada uno de los personajes es de otro nivel, cada primer plano a cada uno de los elementos deja en evidencia que Disney siempre estará a la vanguardia en cuanto a la animación y a la creación de mundos enteramente digitales. Frozen 2 es una digna continuación de la película original pero que en cuanto a historia y hits musicales termina sucumbiendo ante su predecesora. El gran despliegue técnico y una mejora sustancial en cuanto a los segmentos musicales logran hacer de ésta historia una película entretenida de principio a fin.
21 Bridges puede no ser coherente y tener errores por doquier, pero gracias al buen ritmo que le imprime el montaje logra crear un entretenimiento efectivo. Vacío completamente e inmediatamente olvidable, pero efectivo. Andre Davis (Chadwick Boseman) es un detective de la ciudad de Nueva York que tiene la reputación de ser un policía con gatillo fácil frente a los maleantes, por ese motivo tan particular el resto de la fuerza lo ha marginado de cualquier tipo de grupo y es por eso que mayoritariamente realiza sus investigaciones de manera solitaria. Pero una noche deberá aliarse a como de lugar con la forense e investigadora Frankie Burns (Sienna Miller) porque en un atraco fallido a una “casa de drogas” dos incipientes ladrones terminan asesinando a un par de policías que inesperadamente estaban allí y ahora será trabajo de Andre y Frankie atraparlos con la particularidad de que deberán hacerlo en sólo un par de horas, antes de que amanezca, y para acelerar su captura el detective dará la orden de levantar los puentes de que conectan Nueva York con Manhattan para que los ladrones queden atrapados. Nueva York Sin Salida (21 Bridges, 2019) es la última película dirigida por Brian Kirk (My Boy Jack, 2007), tiene un guion escrito por Adam Mervis y Matthew Michael y tiene la “bendición” de los hermanos Joe y Anthony Russo en su producción. A lo largo de sus 99 minutos de metraje la cinta cuenta con problemas específicos y marcados que hacen de este vertiginoso film detectivesco una película muy poco creíble y que desperdicia todo su potencial en un crescendo notorio. El guion, siendo la base fundamental de toda obra, ahonda todo el tiempo en poner en ridículo a los personajes cuando se encuentran en situaciones limites, esto tiene un fiel reflejo cuando, con movimientos de cámara mediante, los protagonistas utilizan el dialogo para remarcar lo obvio o hacer algún comentario que los haga parecer héroes de manera instantánea. De esas que en la carrera de Stallone abundan, por ejemplo, pero utilizados de una manera dudosa. Más allá de ese aspecto, la cinta muestra incongruencias permanentemente en detalles que son notorios a simple vista. Se entiende que un película cómo ésta en donde los tiroteos se dan todo el tiempo, los que interceden en ellos en algún momento las balas deben acabarse y recargar sus armas pero aquí parece que no. La mezcla y la edición del sonido es otro de los puntos flojos ya que más que sonido de balas o persecuciones, sólo se escucha ruido estruendoso. Otra de las cuestiones flojas que se desprende del guion es el poco efecto sorpresa que mantiene y debido a eso el giro argumental que debería funcionar como clímax pasa sin pena ni gloria. Un punto a favor, si es que se lo puede considerar así, es que gracias al vértigo del montaje los minutos pasan de manera veloz y el espectador puede tranquilamente sentarse en su butaca y en ningún momento distraerse con la trama. En cuanto a actuaciones poco puede reclamarse ya que todos los actores están de forma correcta pero no hay alguno que de destaque por demás o que por el contrario esté en una sintonía diferente. Con un elenco que a demás de Boseman y Miller cuenta con JK Simmons, Stephan James y Taylor Kitsch, todos intentan llegar al máximo de sus capacidades y eso se ve, está reflejado en la intensidad que le imprimen a sus diálogos o a cómo se mueven en sus escenas. Nueva York Sin Salida es la típica película de acción que por su vertiginoso montaje y sus actores conocidos logra entretener al espectador de manera inmediata. Ahora para quienes busquen una cinta en donde la acción vaya de la mano con una historia bien planteada, narrada y resuelta le encontrará errores por todos lados y hacer foco allí le puede jugar en contra.
Clint Eastwood todavía está vigente y en esta dramatización lo demuestra. Emocionante y por momentos muy graciosa, El caso de Richard Jewell da la pauta de que las historias bien contadas, por más chicas o desconocidas que sean, pueden servir como entretenimiento y concientización en partes iguales. En 1996 Atlanta fue sede de los Juegos Olímpicos y debido a ello la cantidad de turistas que recibe la ciudad creció de manera circunstancial. Dentro de esos turistas hubo quienes no iban a visitar la fiesta más grande que puede brindar el deporte y en pos de lograr todo lo contrario, terroristas lograron plantar una bomba en medio del Centennial Park, uno de los lugares con más concurrencia en el mes olímpico ya que allí se realizaban diferentes espectáculos musicales y eventos artísticos. Por fortuna para los espectadores, un guardia de seguridad llamado Richard Jewell logró detectar a tiempo la plantación de la bomba y pudo evacuar casi totalmente el lugar donde el explosivo se encontraba dejando una mínima cantidad de muertos. Pero Richard no sólo se iba a encontrar con reconocimiento lógico de haber evitado una masacre internacional sino que también, debido a diferentes prejuicios y situaciones por fuera del hecho, las autoridades responsables de investigar el atentado y los medios de comunicación lograron poner a Richard en las primeras planas mundiales cómo el presunto organizador del atentado que él mismo detuvo. Clint Eastwood toma este suceso local para llevarle a todo el mundo El Caso de Richard Jewell (Richard Jewell), una película que muestra cómo fueron los eventos que sucedieron en el Centennial Park antes y después del atentado terrorista. En esta recreación se tomará como punto de enfoque la vida de Richard Jewell (Paul Walter Hauser) un hombre que a lo largo de toda su vida estuvo alineado con las fuerzas de la ley pero que debido a su personalidad un poco ingenua nunca logró entrar a la policía local. Cuando éste logre prevenir el atentado y luego de ser un héroe local por unos días el FBI, a cargo de Tom Shaw (John Hamm), y la periodista Kathy Scruggs (Olivia Wilde) lograrán mediante teorías con poco sustento y una habilidad sin igual para manipular la información, establecer a Richard como el principal sospechoso del planteamiento de la bomba. Ante la tormentosa situación, Richard deberá recurrir al abogado Watson Bryant (Sam Rockwell) uno de los pocos amigos que tiene y con el que tendrá que trabajar codo a codo para lograr limpiar su nombre. En sus películas más recientes Eastwood se ha encargado de llevar a la gran pantalla películas en donde los “héroes” son gente común y corriente que se ven afectados por alguna circunstancia especifica y ellos deben actuar. La historia que más podría asemejarse a ésta es la de 15:17 Tren A París (2017), en donde un grupo de turistas americanos detuvieron un ataque terrorista en un tren. Siguiendo por esa linea Eastwood vuelve a tomar un caso con el que pueda sorprender a los espectadores de todo el mundo y que desconocen por completo este evento. Con un guion escrito por Billy Ray y Marie Brenner, la película muestra y transmite una fuerte critica a los medios de comunicación y a la utilización de su poder para condenar o enaltecer personas según sus intereses, y también al sistema federal de investigación que muchas veces se encarga de sentenciar el futuro de una persona sin tener todas las pruebas necesarias cómo para hacerlo. Siendo esos sus pilares fundamentales para relatar la historia, la película es mucho más que una critica hacía esas dos “fuerzas”, la cinta logra combinar de manera exitosa el drama y la comedia generando momentos de tensiones muy fuertes y al mismo tiempo que el espectador pueda disfrutar de buenos chistes o situaciones hilarantes bien planteadas y ejecutadas. En los momentos en donde la búsqueda de pruebas para llevar el caso de Richard, los métodos que se utilizan son similares a los que se pueden ver en 12 Hombres en Pugna (12 Angry Men, 1957) una de las obras cumbres en la filmografía de Sidney Lumet y que tiene muchos puntos en contacto con la presente película de Eastwood. Quizás lo “reprochable” para esta película sean algunas decisiones de guion que muestran de manera abrupta y repentina el cambio de postura en algunos personajes y de la mano con eso un montaje que deja bastantes dudas con respecto a su ejecución. También esta es una película que tiene el sello de la filmografía de Eastwood en todas partes y eso para quienes no logran separar el trabajo del director con la manera de pensar del propio Clint puede encontrar en la película algunos indicios de su ideología en el relato. A lo largo de sus poco más de dos horas de duración, la película ofrece inmediatamente la posibilidad de empatizar con los personajes principales y ahí se destaca de manera elocuente la selección de los actores para interpretar a los personajes. Básicamente el trío compuesto por Sam Rockwell, Paul Walter Hauser y Kathy Bates hacen que la película tenga la fuerza necesaria cómo para hacer que el relato sea entretenido permanentemente. Lo mismo puede suceder con los personajes de Hamm y Wilde pero de la vereda de enfrente, ya que interpretan a dos personajes a los que se los puede detestar inmediatamente por los caminos y decisiones que toman y por el poco interés que demuestran en lograr conseguir la verdad. Sus interpretaciones son correctas pero da la sensación de que ambos pudieron haber hecho mucho más. El Caso de Richard Jewell da la pauta de que Eastwood tiene más hilo en el carretel y que para que se vea su retiro de la dirección aún falta un poquito más. Graciosa y emocionante, ésta dramatización funciona cómo una dura critica hacía la prensa y al sistema federal y que gracias a las actuaciones de sus protagonistas el espectador puede empatizar de manera inmediata y lograr verse representados en más de uno de ellos.
El Aro llega a un final impropio de lo que representa en la cultura popular. Vacía y sin ningún aspecto positivo, la franquicia que supo hacerse fuerte en los 90's termina su historia sin pena ni gloria. Mayu Akikawa (Elaiza Ikeda) es una joven doctora que debe ocuparse de una niña que, al parecer, padece de amnesia y que responde al nombra de Sadako. Esa niña, quién quedó huérfana luego de un accidente en su departamento con su madre, también ha despertado algunos poderes psiquícos que no puede controlar y que la atormentan con extrañas apariciones que no puede comprender. Junto a ellas también estará involucrado indirectamente Kazuma (Hiroya Shimizu), hermano de la doctora e incipiente “investigador paranormal” para las redes sociales, se meterá en el mismo edificio del que Sadako salió huérfana y comenzará a descubrir que hay un ente que se ha apoderado de ella y que va más allá de cualquier comprensión. Así cómo la trama es inentendible a pesar de que se repase una y otra vez ésta película, que sirve como conclusión de una de las sagas de terror más convocantes a nivel mundial, también lo es. El Aro (Sadako, 2019) vuelve a ser dirigida por Hideo Nakata y guionada por Koji Suzuki y Noriaki Sugihara (autores del surgimiento de la saga) y terminan decretando una pésima película en donde no se entiende nada y lo que se pretende explicar termina teniendo menos sentido aún que cuando se comienza. Pretendiendo dar un cierre a la historia que comenzó allá por el 1998, ésta obra no se cumple con el propósito inicial de una película: contar una historia por sí sola. Si bien las sagas suelen tener alguna relación entre sí, siguiendo una co-relatividad, siendo el MCU el mejor caso para exponer, ésta película no consigue ningún tipo de relación con lo previo y mucho menos con la historia que se quiere contar. No da miedo, no entretiene y sobre todo las cosas que pasan no causan el mínimo efecto en el espectador porque en ningún momento se crean vínculos con los personajes, puesto que ningún actor o actriz tampoco demuestra nada. Ni siquiera en cuanto a la estética es una película que de una paso al frente, ni la puesta en escena y menos que menos en ideas que tengan que ver con movimientos de cámara. La ¿última? entrega de El Aro es una muestra clara de que las franquicias que no terminan cuando la trama se agota corren el peligro de transformarse en esto: un producto sin alma y ningún valor estético.