El Ascenso de Skywalker es una película que vuelve a traer a la mesa conceptos que parecían quedar en el olvido con la entrega anterior. El desarrollo de esta ultima parte de la historia intergaláctica más famosa de todos los tiempos dejará sabor a poco, por lo que pudo haber sido y por lo que la franquicia se merecía. La franquicia más redituable y trasgresora en la historia de la ciencia ficción llega a su fin. O por lo menos de la manera tal cual la conocemos, ya que sabemos gracias a producciones como The Mandalorian (2019) que las variables para seguir investigando lo largo y ancho de la galaxia están lejos de ser finitas. Pero lo que tuvo un comienzo ahora debe tener un final, y lo que termina ahora es el arco principal de estas aventuras intergalácticas que solemos conocer como Star Wars o La Guerra de las Galaxias, en la que un apellido ha logrado repetirse a través de las épocas, los años y las generaciones: Skywalker. La historia que empezó con un joven esclavo vendedor de repuestos en Tatooine, que luego se centró en su hijo rebelde y más tarde en su nieto que eligió el camino equivocado llegó a su fin. A lo largo de 9 películas que desarrollan la trama principal de Star Wars es imposible no tener una cinta favorita, ya se en la trilogía original, en las precuelas (increíblemente) o en esta nueva saga de secuelas que comenzó en 2015 ya de la mano de Disney; y si bien todas tienen sus momentos buenos y otros que no lo son tanto, quienes consumen Star Wars saben que éstas películas van más allá de la aventura espacial. Amistad, esperanza, familia y legado son los pilares fundamentales con los que George Lucas logró establecer su imperio de aventuras espaciales, merchandising colorido y adeptos que supieron aprenderse cada nombre de cada especie de los personajes que supieron aparecer en cada película. Pero todo debe terminar y a la “Saga Skywalker” le llegó su momento. Luego de idas y vueltas en cuanto a quien sería su realizador y después de que el rumbo de la saga haya cambiado en su entrega número ocho de la mano de Rian Johnson, con quejas de muchos fanáticos incluidas, J. J. Abrams, quién fuera una pieza fundamental en ésta continuación de franquicia, regresa a la silla de dirección para darle el cierre definitivo a la historia de Anakin, Padmé, Obi-Wan, Leia, Luke, Han, Rey, Kylo Ren, C3PO y R2-D2 en Star Wars: El Ascenso de Skywalker (2019). Luego de los sucesos que acontecieron en Los últimos Jedi (2017), la Resistencia a cargo de Leia Organa (Carrie Fisher) está más diezmada que nunca y estos se encuentran planeando un último ataque contra las fuerzas de la Primera Orden. Ahora con la asunción de Kylo Ren (Adram Driver) como el Líder Supremo, Poe Dameron (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega) deberán encontrar en las tropas de la Primera Orden un espía que pueda brindarles la información necesaria para poder terminar con la opresión en toda la galaxia. Pero mientras todo este conflicto bélico sigue creciendo, una grabación empezará a hacer eco por todos los rincones del universo ya que dicho mensaje es enviado ni más ni menos que por el presuntamente muerto Emperador Palpatine (Ian McDiarmid). Kylo Ren intentará resolver el misterio que ésta grabación trae consigo y mientras todo esto tiene lugar, Rey (Daisy Ridley) continua con su entrenamiento Jedi, perfeccionando sus habilidades y esperando que la guerra no la lleve por el camino que conduce al lado oscuro. Si había algo que rescatarle a Los Últimos Jedi era el hecho de querer cortar con la solemnidad que se tenía con respecto al legado, a la polarización de los puntos de vista y a cortar con algunos términos y conceptos que venían quedando medio desactualizados para poder crear un punto y a parte y desde ahí crecer y renovar el universo Star Wars. Pero como a gran parte del fandom más riguroso de la franquicia esos cambios no fueron recibidos de buena manera, los ejecutivos decidieron regresar a lo que J. J. Abrams logró plasmar en El Despertar de la Fuerza (2015). Con un estilo mucho más clásico que rupturista y con mucha más cercanía a los momentos clásicos que a otros innovadores con ideas frescas. Con la vuelta de Abrams a la dirección y a su colaboración en la escritura del guión junto con Chris Terrio, El Ascenso de Skywalker (2019) baja el nivel narrativo de sus partes previas de manera considerable, tratando de borrar todo lo que sucedió en la película anterior e intentando crear un nexo directo entre la primera entrega de esta nueva trilogía salteando la que le siguió. Básicamente Abrams logra de una manera muy burda y descarada, borrar todos aquellos aspectos que bien supo construir Johnson en su película y vuelve a dedicarse a homenajear a la trilogía original más que a plantear escenarios nuevos que puedan servir como bases para un futuro en el “Universo Star Wars”. No contento con esto, la película tiene un arranque en donde el montaje muestra escenas que no tienen ningún tipo de relación con la trama que se venía manejando y de buenas a primeras se presenta una historia que desde el arranque está muy mal contada. Esas cuestiones que parecieran tener poco sentido, continúan a lo largo de toda la película y una vez establecido este escenario no tardan en llegar los huecos argumentales y personajes nuevos con poco sentido argumental y que para colmo están pésimamente desarrollados. Durante casi todo el relato Abrams pretende convencer al espectador utilizando la nostalgia como herramienta principal. Todos los momentos que pretenden ser emotivos, la mayoría no lo consiguen, van acompañados una vez mas de la banda sonora de John Williams y es sólo por esos maravillosos acordes que la emoción puede atravesar la pantalla. Algo similar pasa con el humor, un aspecto más que valorable de la trilogía original que supo envejecer de la mejor manera con el paso del tiempo, pero que en ésta última trilogía ha ido cayendo de una manera muy notoria. ¿Se deberá ese último aspecto a la intervención de Disney? quedará en cada espectador si las risas que le producen, pocas o muchas, son verídicas y memorables o pasajeras e inducidas. Algo muy positivo y rescatable de la película es que nunca se torna aburrida en sus casi dos horas y media de duración. En base eso se debe al montaje vertiginoso que tiene pero por sobre todas las cosas a una decisión plenamente de guion que es el de abocarse estrictamente a la aventura cómo pocas veces antes dentro de toda la franquicia. La cantidad de naves, criaturas, soldados, batallas y combates hacen de la película un entretenimiento garantizado más allá de todas las fallas que se puedan tener en la estructura. Eso sí, el replanteamiento de la obra una vez finalizada la función va a ser inevitable hasta para el fan más devoto. En lo estrictamente cinematográfico la puesta en escena, la fotografía y el manejo de cámara no logran estar al nivel que venían teniendo. Ni siquiera vale la comparación con Johnson, puesto que él es un autor hecho y derecho y eso se vio plasmado desde un primer momento en su película, sino que tampoco con los trabajos previos del propio Abrams. El aspecto visual es algo en lo que Star Wars siempre ha sido precursor, en cuanto a la implementación de nuevas tecnologías para crear escenarios, criaturas y demás, siempre han estado a la vanguardia. Osado sería decir que lo visual en ésta película no está a la altura pero si hay que marcar que no es la mejor versión de lo que el CGI o efectos pueden lograr. Hay partes en particular en las que lamentablemente rozan lo vergonzoso. Las actuaciones vienen por el mismo camino que las entregas anteriores teniendo a Adam Driver y Daisy Ridley como principales exponentes y aprovechando sus minutos en pantalla, que dicho sea de paso, tienen bastante menos que en las otras dos cintas. El resto del elenco no termina de convencer por cuestiones estrictamente de guion y desarrollo de personajes. Decisiones que se toman, cambios en personalidades y demás se adhieren a los actores y actrices y no se logra generar ni el mas mínimo vínculo con ellos. El desenlace de la histórica saga de Skywalker no logra ser el cierre que se venía prometiendo ni el que la propia historia venía pidiendo. Con factores que atentaron contra la realización concreta de la trilogía y con más de un cambio “ejecutivo” en el medio, el desarrollo de la trama para la finalización de una historia que engloba más de 40 años no logra ser el indicado y deja mucho que desear. Aún así la película logra entretener y es disfrutable pero inmediatamente cuestionable y debatible por los caminos que se tomaron para llegar a un final que busca más conmover desde los conceptos del pasado que abriendo las puertas hacía nuevos destinos. El futuro de Star Wars, en teoría, está lejos de la familia Skywalker veremos que rumbo toma la franquicia y que sector de esta galaxia muy, muy lejana veremos después.
Inteligente, divertida e intrigante. La nueva película de Rian Johnson es entretenimiento garantizado y su hermosa puesta en escena combinada con una maravillosa selección del elenco logran posicionar a esta película cómo una de las mejores del año. Rian Johnson suele ser un director que divide las aguas en cuanto a la consideración de sus obras ya sea en el público o en la prensa especializada. ¿Los motivos? Tener una visión diferente al resto, ni mejor ni peor, diferente. En ella la comedia tiene un papel preponderante sin importar el género que trate y por supuesto el uso de los colores es un “arma” estética que para Rian tiene mucha importancia (el rojo es su color predilecto). Pero como su visión no es para todos, Johnson también cuenta con una gran parte de público que defenestra en cuanto puede el trabajo que él realiza, casos puntuales hay dos y con mucha polémica detrás cómo Star Wars: Los Últimos Jedi (2017) o el famoso capitulo de La Mosca en Breaking Bad, que para muchos es considerado uno de los mejores episodios de la serie y para otros directamente el peor. Sin medias tintas y con todo el mundo agazapado y esperando expectante para venerar o defenestrar la obra del autor, llega Entre Navajas y Secretos (Knives Out), una película de misterio al mejor estilo de las novelas de Agatha Christie, en donde Johnson vuelve a imponer todo su estilo. El misterio de Knives Out comienza cuando Harlan Thrombrey (Christopher Plummer), un famoso y adinerado escritor de novelas de crímenes, es encontrado inesperadamente muerto. A pesar de que su deceso parece propio de un suicidio, la policía de la región empezará a realizar la pertinente investigación del caso entrevistando a la numerosa y problemática familia del escritor. Pero cuando todo pareciera indicar que no habría mayores sorpresas el Detective Benoit Blanc (Daniel Craig) aparecerá en escena para comenzar a atar algunos cabos sueltos en el caso y su principal punto de apoyo será Marta Cabrera (Ana de Armas), la enfermera y acompañante del Sr. Thrombey. Con su ayuda, Blanc no sólo comenzará a conocer más a fondo la noche en que se produjo la muerte sino también las debilidades y características que tiene la numerosa familia del ahora difunto escritor y empezará a cuestionarse si la muerte fue a fin de cuentas un suicidio o si alguien lo mató. A lo largo de las dos horas y diez de duración que tiene esta película, el guion de Rian Johnson demuestra que una cinta en donde la trama central es la resolución de un misterio no tiene por que ser algo solemne y oscuro, sino divertido y lleno de color. También da la nota en cuanto al eje central del misterio ya que a cada pre-concepto que puede ir generando el espectador Johnson da todas las vueltas de tuerca necesarias como para despistar a todos. Quizás ese sea su acierto más destacable, no caer en la fácil, siempre buscarle una vuelta para desorientar absolutamente a todos y de cómo consolidar un relato creíble y veraz sin perder ese touch “mágico” de un relato ficcional. Fuera de lo que es estrictamente de guion, Johnson también diagrama una belleza visual con una paleta de colores llena de vida y que en donde la utilización de cada color no es casualidad ni coincidencia. Lo mismo pasa con los planos y con la puesta en escena en cada encuadre. Todo tiene una significación extra, una doble mirada y una re interpretación posible. También hay que destacar que la película en ningún momento se torna pesada, si un poco larga por la cantidad de diálogos que posee pero nunca a tal punto que el espectador no logre divertirse viéndola. Un aspecto que le juega totalmente a favor a la película es la selección del elenco y la utilización de cada uno de los personajes que se ven en la cinta. Pocas veces una estructura coral logra ser tan eficaz en cuanto a su planificación y posterior ejecución. Todos tienen su momento de brillar y con todos se puede generar un vínculo inmediato por la naturalidad con la que cada uno de estos partícipes esta escrito, realmente parece una verdadera familia y eso es algo que no muchos directores o guionistas logran concretar en sus relatos. El elenco está compuesto por estrellas de primer nivel como : Christopher Plummer, Chris Evans, Jamie Lee Curtis, Toni Collette, Katherine Langford, Jaeden Martell, Michael Shannon y Lakeith Stanfield que adoptan con total normalidad su rol de personajes complementarios sin ningún tipo de problema. Aquellos que logran destacarse por sobre sus compañeros, por razones estrictamente de tiempo en pantalla, son Daniel Craig y Ana de Armas quienes en roles diferentes cada uno logra explotar al máximo sus habilidades y logran ser simpáticos desde el primer momento en que se los ve. Entre Navajas y Secretos es una de las mejores películas del año sin lugar a dudas. Inteligente y divertida, lo nuevo de Rian Johnson es una bocanada de aire fresco en un panorama en donde la industria ya no se juega por películas de este estilo.
Casey Affleck da muestras de que la distopía todavía puede ser un género a explorar gracias a un enfoque innovador y la química que él transmite junto con una incipiente actriz protagonista. Casey, el menor de los hermanos Affleck, se encarga de protagonizar, dirigir y escribir La Luz Del Fin del Mundo (Light of my Life, 2019), un drama que utiliza la distopía como enfoque central y que a partir de ahí plantea un futuro no muy lejano en donde las mujeres, o su mayoría, murieron en todo el mundo a causa de una pandemia global. Dentro de ese contexto, podemos ver cómo se encuentra este mundo abatido gracias a la supervivencia de un padre (Affleck) y su hija Rag (Anna Pinowsky) que a través de diferentes situaciones, en donde se puede ver cómo el mundo que se conocía ya no existe, el hecho de que Rag sea una mujer no es del todo una buena noticia para ella y tampoco para él. Simple, efectiva y conmovedora. Por ahí van los mejores adjetivos que pueden ser utilizados para describir este nuevo trabajo de Casey Affleck. De menos a más en cuanto a su ejecución, ésta película muestra como ahondar en mundos distópicos que no habían sido explorados previamente y que las ideas existen, sólo hay que buscarlas, encontrarlas y confiar en ellas. La película es una muestra de cómo un guion bien ejecutado puede hacer que una premisa a priori simple, pueda convencer al espectador desde el momento inicial con algo tan “sencillo” como una conversación entre un padre y su hija con todo lo que eso conlleva a pesar de que por algunos momentos esos diálogos, que son recurrentes a lo largo de toda la película, pueden terminar siendo un poco pesados por una cuestión de extensión temporal y a la poca utilización de medidas estéticas que pudiesen alivianar el relato. Aún así, la cinta tiene una puesta en escena muy interesante en donde la fotografía y sus colores tiene un sentido mucho más metafórico que llamativo a los ojos del espectador. Muchos planos o incluso escenas son más descriptivos que algunos diálogos y eso de una película que rodea la ciencia ficción habla más que bien de ella. También es verdad que a lo largo del desarrollo de la historia uno podría esperar que el tercer acto pudiera tener la misma fuerza e importancia que los dos previos, pero eso no se da. A lo largo de sus dos horas de duración, el film no termina de cerrar un panorama para los protagonistas y da la sensación de que con una utilización diferente del tiempo de metraje en algunos pasajes la impresión final del filme podría haber sido mucho más convincente. Las actuaciones del experimentado Affleck cómo de la incipiente Pinowsky convencen desde un primer momento gracias a la química inmediata que se nota entre ellos. Con ambos se logra una conexión inmediata y el desarrollo que llevan a cabo sus personajes terminan mostrando como se puede contar una historia enfocada en sólo dos miradas de una manera más que interesante. Si bien hay otros intérpretes en el elenco, algunos de mucha valía como Elisabeth Moss, ninguno logra tener la participación necesaria como para subirlo a un podio de evaluación. La Luz del Fin del Mundo termina siendo una película más que convincente que no logrará ocupar puestos altos de ningún ranking de fin de año debido a que su desenlace no condice con lo bueno que se supo construir en sus dos primeros actos.
Jugando con Fuego es de esas comedias que no pueden ser tomadas en serio ni por un minuto. A pesar de que su humor es ridículo y exagerado, la trama logra entretener lo suficiente como para no querer abandonar la sala de inmediato. El Subcomisionado Jake Carson (John Cena) es el jefe de un escuadrón de Aereo-Brigadistas, una categoría de bomberos que se encargan exclusivamente de rescatar o apagar incendios, ubicados en los bosques de California y que junto con su equipo de expertos se encargan, muy meticulosamente, de estar siempre atentos de cualquier situación que los requiera. En una jornada de rescate, Jake terminará salvándole la vida a tres hermanos que se encontraban en una cabaña sin sus padres. Ahora Jake y su escuadrón deberán hacerse cargo de los niños e intentar no perder la paciencia con ellos y apagar más de un incendio, pero dentro de su recinto. Dirigida por Andy Fickman (Paul Blart: Mall Cop 2, 2015) y escrita por Matt Lieberman (Los Locos Addams, 2019) y Dan Ewen, Jugando con Fuego (Playing with Fire) sigue con la corriente de película de su director y al igual que sus trabajos previos, esta comedia tiene como principal concepto que el humor brilla por su ausencia por el abuso de las situaciones absurdas y que no son sucedidas de ningún tipo de consecuencia concreta. El guion tiene una premisa simple y de enganche fácil pero tiene una ejecución no lamentable, pero casi. Este abuso de “humor” físico y situaciones hilarantes no logran establecer un patrón de comedia a lo largo de todo el metraje y junto con una estructura demasiado liviana todos los eventos que suceden, vienen de o van hacía otro de igual o mayor nivel de absurdo, casi haciendo que la película parezca un programa de sketches. Es más, casi impropio de la mano de su director, cuando mejor el espectador la puede pasar es cuando el absurdo queda de lado y los temas que se tratan con más “profundidad” están ejecutados mucho mejor que la parte que pretende hacer reír. Obviamente que los recursos cinematográficos no abundan y a pesar de algunos buenos momentos en donde se juega con la puesta, el montaje y la edición y mezcla de sonido, no hay demasiados elementos que se puedan destacar. Algo que merece ser destacado, dato no menor, es que la película a pesar de tener todas estas cualidades logra entretener al espectador, de una manera olvidable y pasajera, pero entretener al fin. Las actuaciones de todos los miembros del elenco son cuestionables, no hay un sólo protagonista que brinde una sólida actuación y mucho se debe a lo que le propone el guion pero también a las aptitudes que cada parte pueda brindar para hacer una interpretación sólida. John Cena evidentemente le gusta este tipo de películas y papeles, pero sus dotes de actuación no coinciden con sus ganas, lamentablemente para él y para todos los espectadores. Quienes ocupan un rol secundario son: Judy Greer, Keegan-Michael Key y John Leguizamo como parte del elenco “adulto” y todos son desaprovechados. Por el lado de los chicos, Brianna Hildebrand, Christian Convery y Finley Rose Slater hacen lo mejor que pueden pero a pesar de sus ganas poco pueden ayudar a que la película se salve. Jugando con Fuego es la típica comedía familiar insulsa que puede llegar a causar gracia y provocar risa por la exageración de situaciones y por el exceso de humor físico más que por ser estrictamente graciosa. A pesar de todo, el entretenimiento está garantizado a pesar de que una vez que los espectadores salgan de la sala muy probablemente el filme sea olvidado.
Boda Sangrienta es entretenimiento garantizado. Graciosa y delirante en partes iguales, la construcción del relato consigue la fuerza necesaria cómo para crear un campo totalmente veraz que también se ve reforzado y reflejado en la elección de su actriz principal. Samara Weaving es una actriz que desde hace algunos años viene asomando como una de las revelaciones más grandes en cuanto a actuaciones se refiere. Ella, hija de Hugo Weaving, ya estuvo en algunas producciones de bajo presupuesto como The Babysitter (2017) y Mayhem (2017) en donde sendas tramas parecieran que van por un lado y al final todo se torna mucho más bizarro y extravagante o comúnmente ahora llamado “falopa”, termino que hoy por hoy se usa mucho para definir aquellas películas que no tienen un aspecto distintivo sino que mezcla varias características para lograr una entidad propia. Y como se ve que ella tiene predilección por este tipo de films, ahora le toca protagonizar Boda Sangrienta (Ready or Not, 2019) una película escrita por Ryan Murphy y Guy Busick, y dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que cuenta la historia de Grace (Samara Weaving) y su futuro matrimonio con Daniel Le Domas (Adam Brody), el menor de una familia adinerada que supo construir una fortuna inconmensurable gracias a la comercialización de juegos de mesa. Si bien parece haber diferencias entre Grace y la familia desde un primer momento, la decisión de celebrar la boda parece ser inflexible al igual que una antigua tradición por la que todos los nuevos miembros de la familia deben pasar y esa antigua costumbre hará que Grace termine reconsiderando seriamente el si que dio en el altar. Mas que nunca ella deberá ser una mujer de armas tomar, antes que todos los Le Domas las agarren primero. La ventaja primordial que tiene este tipo de películas es muy clara y muy celebrable, el hecho de ser una producción que no se toma en serio a sí misma o a los diferentes géneros que abarca logran establecer desde un primer momento que la película va a jugar con el espectador de una forma muy poco solemne y transitando un camino totalmente absurdo como encantador y disfrutable. El guion hace que todo esto sea posible gracias a la combinación casi perfecta de elementos dramático-familiares, comedia, terror, acción y suspenso. A lo largo de su poco más de hora y media, la película no deja de ser entretenida ni divertida pero si es verdad que hay algunos lapsos en donde esa “liviandad” argumental se ve alargada en cuanto a desarrollo por motivos que poco tienen que ver con la esencia de la historia. También el punto que puede considerarse más flojo es cuando deja de lado el ridículo e intenta tomarse el terror como género preponderante, da la sensación de que cuanto más en serio se toma un aspecto peor le sale. A pesar de esas únicas “manchas” la película no demuestra muchas más falencias y todo lo que bien se construye en el relato toma su punto máximo de delirio en los últimos 15 minutos con una escena tanto memorable e increíble como delirante. Ya es hora de que a Samara Weaving se la considere como a una de las grandes actrices de su generación. Esta película logra demostrar que el papel protagónico le sienta de maravilla y se nota que a ella le gustan éstas obras. Samara está impecable en su papel y en su rol, pasando de perseguida a perseguidora y su mejor cara se ve cuando ya todo es un desquicio y cuando el caos abunda (algo que repite de sus trabajos anteriores). El resto del elenco acompaña de la mejor manera a la protagonista pero ninguno logra estar al mismo nivel que ella, de hecho llega un punto que la cantidad de personajes es demasiada y hay algunos que sólo están de relleno, con diálogos que poco aportan salvo alguna pequeña interacción. En éstas películas a veces la coralidad del elenco suele ser perjudicial para el guion por la necesidad implícita de darle participación a todo el cast. Boda Sangrienta termina siendo una de esas películas en donde es imposible pasarla mal. Gracias a su poca solemnidad y al aprovechamiento total de la versatilidad de su actriz protagónica, se logra consolidar una obra que demuestra que el cine no tiene porque abocarse a géneros puntuales sino también jugar entre ellos y concretar historias para que el espectador logre pasar un rato de diversión y entretenimiento absolutos.
Con un guion lamentable y con ideas narrativas que brillan por su ausencia, este reboot de Los Ángeles de Charlie queda en el debe total y la convierten en una de las peores películas del año. “Los Ángeles de Charlie” supo ser una serie de TV que tuvo su época de esplendor desde mediados de los 70 hasta los primeros años de los 80. Usando los elementos más clásicos de las películas como James Bond y combinándolos con la moda y la seducción, este grupo supo ganarse miles de adeptos a lo largo de todo el mundo y su irrupción en la cultura seriéfila fue inmediata y total a tal punto que hoy en las pantallas de Estados Unidos se sigue transmitiendo la serie. Casi 20 años después de la finalización del show televisivo, llegó a todo el mundo la película de Los Ángeles para intentar ganarse una vez más al público. Si bien esa obra, junto con su secuela de 2003, no fueron grandes películas, su propósito se cumplió y gracias a las interpretaciones de Drew Barrimore, Lucy Liu y Cameron Díaz el público reaccionó de la mejor manera y pudo acercarse, de una manera bastante fiel, a lo que fue la serie original. Pero como Hollywood sigue haciendo de las suyas, ahora le llegó el turno de tener a ésta saga un nuevo re-lanzamiento cinematográfico del trío femenino de espías más conocido de la cultura popular a manos de Elizabeth Banks, quien escribe, dirige y co-protagoniza el film. En esta oportunidad, Los Ángeles de Charlie (Charlie´s Angels) se encargará de contar cómo se conoce el nuevo trío de protagonistas, en contrapunto de cómo fue siempre enfocado el grupo. En éste trío ya hay dos miembros que trabajan juntas: Sabina (Kristen Stewart) y Jane (Ella Baliska). Ambas trabajan para la corporación Townsend, una empresa que se dedica a resolver crímenes utilizando métodos poco ortodoxos. Esta compañía está liderada por el enigmático Charlie, quién sólo se comunica por mensajes de voz pero que a lo largo de todo el mundo, las diferentes “sucursales” de la empresa están sub-dirigidas por un Bosley. Nuestro dúo protagonista entrará en juego cuando la vida de Elena (Naomi Scott), una ingeniera que está diseñando un prototipo de inteligencia artificial que puede controlar múltiples sistemas tecnológicos, se ponga en peligro. Con Elena en pleno riesgo, Sabina y Jane deberán lidiar con sus diferencias y junto con su Bosley (Elizabeth Banks) proteger a Elena y porqué no, prepararla para que se convierta en un Ángel. Este re-lanzamiento de Los Ángeles de Charlie está muy lejos de ser y provocar lo que la serie de TV o incluso las películas del 2000 supieron lograr. El principal motivo por el que la película hace agua desde el arranque, literalmente, es por la pobre escritura de un guion que no sólo se basa en los lugares comunes sino que también se abusa de querer transmitir un mensaje, bastante claro, pero que sólo tiene a representarlo de la manera más superficial que se le pueda imaginar. La película deambula en su totalidad por diferentes locaciones sin ningún tipo de sentido argumental o narrativo, es la típica producción que sirve más como gacetilla de viajes que cómo obra que quiere contar una historia. El montaje es realmente vergonzoso a tal punto que en los cortes de plano se ven las discontinuidades temporales, sin contar claro los cortes sin sentido que sólo funcionan, a priori, para las escenas de acción pero que sólo están de relleno y que en ninguno de esos momentos se logran distinguir que sucede, a quienes le suceden o cómo suceden. El argumento y cómo es llevado a cabo puede analizarse desde dos aspectos: Principalmente hay que decir que la trama general no es nada novedosa, de hecho bastante se asemeja a la primera película de McG del 2000. Por los lugares por donde transita, personajes complementarios y vestuarios incluidos. Básicamente la trama y su resolución, plot twist (previsibles) mediante, son extrañamente similares. Por otro lado y a pesar de todo esto, la película no se torna aburrida y si bien es pasajera, olvidable y superficial, es entretenida al fin. Quizás el error más grave en esta obra no tenga que ver con lo argumental o con los caminos por donde transita la historia, sino con algo que es incluso más palpable o perceptible que algo analizable. Ese algo es la química entre las protagonistas, un elemento clave que acá se ve ausente en todo momento y por más escenas que pretendan ser conmovedoras y quieran hacer ver que hay algún tipo de lazo entre personajes, dicho vínculo es inexistente. Esa sensación merece la pena ser mencionada ya que uno de los grandes aciertos de las películas anteriores era la gran química que había entre las actrices y realmente parecía que eran “hermanas”, algo que está película quiere transmitir desde el discurso pero que en los hechos queda muy lejos. Otro motivo, de menor valía pero igual de importante, es el hecho de querer transformar algo “local”, pequeño y secreto a todo lo contrario. Las actuaciones se ven perjudicadas por el guion y a pesar de contar con un elenco de actrices con buenos pergaminos, nadie en toda la película puede concretar un trabajo concreto como para ser destacable. Quizás, por una cuestión más de ganas que de trabajo concreto, Naomi Scott sea quién más intenta salvar la producción. A ella se la nota comprometida con la causa e incluso hasta “sobre comprometida” porque esa intensidad que demuestra a veces le juega en contra. Las otras dos actrices principales se muestran más sobrias en su labor pero menos comprometidas con la causa. Ni siquiera la propia Elizabeth Banks logra transponer sus ganas para tener un personaje concreto y sin fisuras. Este re-lanzamiento de Los Ángeles de Charlie está muy lejos de ser una fiel representación de la idea original de la serie y a su vez también es un muy floja película per se. Un guion mediocre, actuaciones que no están a la altura y un subtexto claro y con fuerza pero superficial son las principales fallas de una película que hace agua por todos lados.
Huérfanos de Brooklyn logra ser una gran película que, para los más veteranos será un viaje nostálgico instantáneo y para los más novatos una muestra de que el cine no se reduce en dos o tres géneros, que hay algo más allá y que en ésta oportunidad Edward Norton lo hizo de muy buena manera. Huérfanos de Brooklyn (Motherless Brooklyn, 2019) es una película que cuenta la vida de Lionel Esrrog (Edward Norton), un detective privado que parece bastante inocente y que posee tics y cuanto trastorno obsesivo compulsivo se les ocurra, que se encuentra con la repentina muerte de su jefe, mentor y mejor amigo mientras investigaba un caso. Como quién no quiere la cosa, Lionel empezará a investigar que fue lo que produjo que su viejo amigo sea asesinado a sangre fría y empezará a notar algunos cabos sueltos en su muerte. Eso hará que Lionel termine involucrado en el mismo caso que su jefe pero con mucho más peligro ya que se paso a paso se irá relacionando con los diferentes involucrados en la investigación y hará que su nombre empiece a escucharse cada vez más desde el bajo mundo hasta la Alcaldía de Brooklyn. Quizás el mejor acierto que tenga esta segunda cinta dirigida por Norton es que se la juega por “revivir” un tipo de película que cada vez se ve menos y que los diferentes estudios ya casi que no apuestan a tener. En una época en donde las historias de terror, las películas de superhéroes y las comedias (en mayor medida olvidables) abarcan un gran porcentaje de la cantidad de salas disponibles, Huérfanos de Brooklyn es una bocanada de aire fresco para el público y sobre todo una óptima chance para rememorar un género que parecía haberse acabado hace años atrás. Con un guion escrito por el propio Norton pero basado en una novela escrita por Jonathan Lethem, la película logra construir en sus largos 144 minutos un relato convincente, eficaz y entretenido sobre una investigación que se toma su tiempo para establecer lazos entre sus personajes, para crear una representación fidedigna de la época entre los vestuarios, música y locaciones y para generar suspenso e intriga de una forma mucho más artesanal a la que estamos acostumbrados. Claro que esto puede ser perjudicial para el espectador que no está familiarizado a este tipo de obras y el ritmo cansino, la cantidad de diálogos y la falta de “acción” puede llevarlo al aburrimiento. Obviamente que la película lejos está de ser una maravilla y mucho tiene que ver algunas decisiones de guion que parecieran subestimar al espectador y algunos plot twist que sólo parecieran estar para agregarle algún condimento dramático extra. Todo el elenco logra desenvolverse de la mejor manera y eso era algo que era de esperarse por los nombres de éste. Willem Dafoe, Alec Baldwin, Gugu Mbatha-Raw y Bruce Willis, entre otros, logran explotar sus minutos en pantalla y ninguno falla. Pero claro que todos también tienen que cumplir un rol complementario para que la estrella de la cinta, Edward Norton, pueda lucirse y vaya que lo hace. La intensidad en sus interpretaciones es quizás el rasgo distintivo más notorio que posee Norton y en ésta oportunidad no pasa desapercibido. Haciendo cualquier cantidad de movimientos, gestos y comentarios su actuación logra dar una interpretación convincente de alguien que padece tantos trastornos obsesivos compulsivos desde el primer momento que aparece en escena y eso es un gran detalle que pudo haber perjudicado totalmente el filme si otro hubiera sido el protagonista. También hay que decir que dada la naturaleza propia de esa patología, la repetición de gestos y demás puede llegar a ser cansador. Huérfanos de Brooklyn llega a los cines de todo el mundo para dar una bocanada de aire fresco ante tanta repetición de géneros y películas que son segundas o terceras partes de otras. La mezcla efectiva de un filme de cine negro junto con las calidades cinematográficas modernas y un elenco que da lo mejor de sí para enaltecer a su gran protagonista.
Reflejos Siniestros cuenta con una premisa potable pero que termina tirando todo a la basura por un guion pésimo y una dirección no acorde a la trama. Reflejos Siniestros (Queen of Spades: Through the Looking Glass, 2019) es una película de terror rusa dirigida por Alexandr Domogarov Jr. y escrita, junto a él, por Masha Ogneva, Ivan Kapitonov, Nikolay Mitropolsky y Anna Nasedkina que sirve cómo una segunda entrega de una saga de tres películas que retratan un mundo espectral detrás de un espejo y que dicho universo esta gobernado por “La Reina de las Espadas”. En esta segunda entrega, conocemos a Olga (Angelina Strechina) y Artyom (Daniil Izotov), un par de hermanos que tras un trágico accidente de auto y la muerte de su madre, son mandados a un internado a las afueras de un pueblo en donde su relación se verá dañada luego del trágico accidente que sufrieron. En dicha escuela, encontrarán algunos aliados y al mismo tiempo una “rival” mucho más peligrosa de lo que se imaginaban ya que una noche, pelea de hermanos de por medio, Artyom encontrará un lugar oculto en el instituto y junto a su hermana y sus amigos terminaran invocando a un ente llamado “La Reina de las Espadas” que les proporcionará a cada uno un deseo pero que a forma de pago deberán dejar algo más que sólo suplicas, sino también quizás sus vidas. A pesar de tener posters que pueden llegar a despertar algún interés, esta película demuestra que no todo lo que brilla es oro y la cinta termina siendo un completo y total desastre. Con un guion completamente absurdo en donde los estereotipos abundan y los sustos no se dan en ningún momento, Reflejos Siniestros da la pauta de que con una fotografía lúgubre y una trama “terrorífica” no es suficiente y los trabajos de sonido, la argumentación, los trasfondos de personajes y la puesta en escena son cada vez más necesarios para que el espectador logre conectar con lo que está viendo. Todo esto brilla por su ausencia en esta obra y lo único que produce es hartazgo, ni siquiera el director puede sacarle provecho a la corta duración (83 minutos) ya que promediando la mitad de la película el impacto y la atención ya están perdidos y de ahí es muy difícil volver. La cinta ni siquiera apunta al susto fácil y mucho menos a una explotación de gore o a recursos prácticos. Lo único rescatable son cinco minutos del último cuarto de hora en donde los guionistas decidieron explorar un mundo paralelo pero tan desacertada fue su ejecución que termina quedando en el olvido inmediatamente. Ni siquiera la buena voluntad de los niños protagonistas lograr levantar un poco esta producción ya que la gran mayoría están haciendo su debut y otros tenían papeles menores en películas locales. El gran problema de cada uno de ellos es el poco desarrollo que tienen sus personajes, no hay un camino que transcurrir, no se divisan posibilidades de cambios ni nada, todo se reduce a realizar acciones porque los personajes ahí están y algo tienen que hacer. Reflejos Siniestros demuestra que el terror no es fácil de lograr, hoy por hoy con producciones como las de Ari Aster o Jordan Peele dan la pauta de que se necesita un salto creativo en el guion antes de querer asustar al público con alguna bruja o espejismo. ¿Podrá la tercera parte llegar a nuestros cines? Por las dudas no se lo pidan a la Reina de las Espadas.
Proyecto Géminis no logra establecerse como una película de acción ni de ciencia ficción. El despliegue técnico no logra ocultar las fallas críticas que tiene un guion construido con muy pocas ganas. El revolucionario director Ang Lee (Una Aventura Extraordinaria, 2012), su junta a los guionistas David Benioff (Game Of Thrones), Billy Ray (Los Juegos del Hambre) y Darren Lemke (Shazam!) para crear una película de ciencia ficción y acción en donde se experimentará un nuevo proceso creativo a la hora de filmar. La obra en cuestión llega a los cines de todo el mundo con el nombre de Proyecto Géminis (Gemini Man) y cuenta la historia de Henry Bogen (Will Smith), un asesino a sueldo que trabaja para una agencia gubernamental y que decide retirarse de su labor para poder descansar su mente. Pero dicha agencia no aceptará tan alegremente que Henry, su mejor asesino, se marche y es por eso que él deberá aliarse con los pocos efectivos con los que mantiene relación para que lo ayuden a sobrevivir a los intentos de la agencia para acabar con él. A lo largo de todo el mundo, Henry deberá mantenerse en las sombras, intentar pasar desapercibido y luchar contra él mismo, ya que un soldado genéticamente construido por la agencia aparecerá en su camino y no es nada más ni nada menos que su propio clon. Técnicamente la película es innovadora, de eso no hay duda. La implementación de tecnología HFR (High Frame Rate) se nota a simple vista y es alucinante como la nitidez de la imagen y la amplitud del cuadro se muestran de manera tan clara. Ahora bien, si dicha forma de filmar hubiese sido acompañada con un guion a la altura de las circunstancias, se podría estar hablando de una película trasgresora pero lamentablemente termina siendo todo lo contrario. A lo largo de toda la trama la cinta juega todo el tiempo a sólo causar impacto visual pero dicho impacto y al verse extremadamente detallista pierde todo tipo de lazo veraz que se pueda generar con el espectador. Por muchos pasajes del filme, éste logra asemejarse más a los famosos gameplays de los videojuegos que a una película propiamente dicha. También semejante realismo se pone en duda cuando los movimientos de cámara quieren lograr tomas impresionantes, que logra, pero que luego termina creando un panorama muy poco verídico. Siendo la premisa del filme algo mucho más que interesante, el principal problema que tiene la película es la forma por la cual quiere contarse la historia. El guion se va desinflando mientras van pasando los minutos y todo el panorama establecido, de bastante buena manera al principio, se ve arruinado cuando la película promedia su clímax y ni hablar a la hora de finalizar el tercer acto cuando directamente todo se torna demasiado poco creíble. A su vez hay algunos aspectos que sí sobresalen, por ejemplo las coreografías de acción, el despliegue de efectos especiales y las grandes vistas a las diferentes locaciones. Es una pena que a ese gran último aspecto la trama lo utilice de una manera paupérrima y que esos lugares seleccionados sólo funcionen como propaganda turística y no cómo algo relevante a la historia. El elenco está compuesto por varias estrellas. Will Smith, Clive Owen, Benedict Wong y Mary Winstead son los nombres más rutilantes y todos con grandes obras en su haber pero en ésta oportunidad ninguno puede plasmar lo mejor de sí debido al poco desarrollo de cada uno de sus personajes. Para el espectador es muy difícil lograr empatizar con ellos ya que son muy poco creíbles las cosas que dicen, las cosas que les suceden y las cosas que hacen. Quizás los únicos dos que logran destacarse un poco más que el resto son Will Smith y Clive Owen pero no porque tengan un trabajo asombroso sino porque son aquellos personajes que tienen un poco más de trasfondo y los que pueden tener un motivo para hacer las cosas. Un aspecto que hay que tocar es el hecho de la “creación” del rostro joven de Will Smith en el cuerpo del actor brasileño Victor Hugo, una rareza digital que se viene utilizando cada vez mas y de manera peligrosa se está volviendo costumbre en la industria desde aquel fatídico accidente de Paul Walker previo a Rápido y Furioso 7 (2015) en donde sus hermanos pusieron el cuerpo y con computadora su cara se vio impresa en el corte final; A pesar de que estéticamente esa técnica está bastante bien utilizada, porque básicamente se está viendo al Will Smith de 25 años, el impacto es demasiado poco creíble y cuando el personaje tiene que hablar o moverse demasiado rápido ahí la imagen no queda para nada clara. A pesar de querer ser innovadora y trasgresora, Proyecto Géminis quedará en el más profundo olvido por su limitado vuelo narrativo y por la poca invención de sus guionistas a la hora de desarrollar la historia. El enfoque casi total en destacar la nueva forma de filmar hace que se pierdan de vista los componentes claves a la hora de querer contar una historia.
Contra Lo Imposible se consolida como una de las mejores películas del año en donde su dúo protagonista y las formas para contar una historia superan al hecho en sí y logran ser trasversales a un público determinado. Bajo la dirección de James Mangold (Logan) y con guion de los hermanos Jez y John-Henry Butterorth (Edge of Tomorrow) llega a las pantallas de todo el mundo la dramatización de una de las historias que cambiaron para siempre la historia del automovilismo: la famosa carrera de las 24 horas de Lemans en 1966 cuando un grupo de ingenieros y pilotos lograron terminar con la hegemonía de victorias de Ferrari ante todas las otras compañías automotrices. La empresa que logró terminar con ese reinado fue la de Ford Motor Company gracias a un trabajo exhaustivo de ingenieros y pilotos que trabajando a contrarreloj y contra la fuerza de la empresa italiana y que ahora Mangold viene a poner en foco con Contra Lo Imposible (Ford v Ferrari). En esta película se nos presenta a Caroll Shelby (Matt Damon) un ex corredor de autos y campeón que logró imponerse en Lemans previo a que el dominio de Ferrari iniciara pero que tuvo que dejar de competir debido a diferentes problemas de salud. Un tiempo después ya establecido como ingeniero automotor y en pleno momento de victoria constante de la empresa italiana, los empresarios más importantes de Ford se dan cuenta de que en el mercado ellos deberían tener un auto compitiendo y es por eso que recurren a Shelby para que los asesore sobre cómo construir el auto perfecto para empezar a ser conocidos en todo el mundo. Luego de muchas pruebas y pocos resultados, Shelby deberá recurrir a Ken Miles (Christian Bale), un ex compañero suyo en la guerra y que al mismo tiempo es aficionado a los autos y a las carreras, para que le de una mano como mecánico y luego cómo piloto principal. Ambos deberán lidiar contra las constantes presiones de la empresa y sus estrictas reglas para crear el auto perfecto y así terminar de una vez con las victorias de Ferrari. El acierto principal de Mangold a la hora de encarar esta película era el de poder crear un relato que no sólo fuese efectivo y convincente para aquellos que son frecuentes de las carreras y de quienes le gustan los autos. Para su fortuna, su labor no podría haber sido mejor ya que ha logrado construir el reflejo de una historia que logra ser más inclusiva en cuanto al público que lo que pudo haber sido la realidad. Habiendo logrado ese primer y fundamental ítem, la película lo tiene todo; Grandes escenas de acción en donde la tensión aumenta y la adrenalina está a flor de piel, dramatismo por el desarrollo de cada uno de sus personajes, la música que ayuda a la hora de generar ambientación, la fotografía y su cinematografía que hacen de cada plano estático y de cada cuadro una belleza visual y una puesta en escena que arroja en cada toma una respuesta. Algo que también está implementado de manera brillante es el sentido que se le da al “sueño americano” muchas veces utilizado de manera equivocada y sin un contexto en donde hacer base, está película comparte ese sentimiento que tan bien logró despertar Rocky (1976) en la que se demuestra que alguien al que nadie apuesta, puede lograr vencer al más poderoso si se rodea de la gente adecuada y deja todo de si para conseguirlo. El guion no se queda atrás ya que el mismo aborda todos los frentes posibles que esta historia podía tener y así se cuida de no dejar ningún hueco argumental que pueda atentar contra la historia. A lo largo de las más de dos horas y media de duración de la cinta la intensidad nunca para y eso logra que la atención del público esté siempre presente y hasta el menos “fierrero” pueda verse representado en la pantalla. El único reproche que se le puede hacer al guion es con la poca fuerza que termina la cinta, ya que el clímax se da promediando la hora cuarenta y en el final no se vuelve a producir una emoción de la misma manera y queda con gusto a poco. Las actuaciones están al nivel de los actores protagonistas pero sobre todo Christian Bale, quién después de haber aumentado de peso para protagonizar Vice (2018) vuelve a bajar una cantidad sustancial de kilos para ponerse a tono con el personaje, pero lo bueno de su labor es que no sólo termina ahí lo que puede destacarse de él ya que con cada frase pronunciada, cada postura corporal tomada y cada mirada lanzada, Bale logra hacer una de las mejores actuaciones del año. Simpático y dramático por partes iguales, su papel pareciera ser “sencillo” de lograr pero una vez que se lo ve encarándolo es imposible poder asemejar ese personaje a otro actor. Matt Damon también logra tener una labor convincente pero en otro tipo de papel, en donde su personaje tiene muchas menos responsabilidades físicas pero si desde lo discursivo y ese rol le queda de maravilla. Haciendo de un tipo canchero y que se las sabe todas, un trabajo en el que pocas veces se lo ve, Damon puede construir un personaje que se lo puede querer y entender desde el primer plano en el que participa. El resto del elenco logra acompañar de la mejor manera; Jon Bernthal, Tracy Letts, Caitriona Balfe, Josh Lucas y Noah Jupe hacen que sus personajes, secundarios y hasta de tercera linea en algunos casos, logren darle a la obra lo necesario para que todo el tiempo sea una película que se disfruta y en ningún momento decae. A simple vista Contra Lo Imposible (2019) parecería ser una película sólo de autos, pero esa afirmación está lejos de ser verdad a tal punto que la parte del deporte podría cambiarse y aún así ser efectiva. Una propuesta sobre la amistad, los lazos, el poder de convencimiento y el famoso “sueño americano” viven en armonía con las formas de un director que hay que darle más oportunidades para que siga haciendo películas como ésta. Directo a lo mejor del año, esta película va a lograr sacar el lado más “fierrero” hasta del más reacio de los espectadores.