Scott Burns logra diagramar de muy buena manera un docudrama sobre uno de los sucesos contemporáneos que más revuelo causó en los Estados Unidos. Gracias a la gran puesta en escena, el vertiginoso montaje y a la selección de la estrella para el rol principal, ésta película logra triunfar y expandir su historia de manera efectiva. Daniel Jones supo ser un investigador del senado de los Estados Unidos que logró saltar a la fama en 2014 luego de que presentará un informe en el que se contaba como la CIA se encargaba de torturar personas en lugares de detención clandestinos con técnicas poco convencionales a quienes tenían algún tipo de vínculo con los eventos relacionados con el 11 de septiembre de 2001 y la destrucción de las Torres Gemelas. Esa investigación le llevó a Daniel casi una década de descifrar y encontrar archivos que el gobierno tenía guardados y escondidos y no conforme con eso también tuvo que lidiar con la interna política estadounidense para que nada de lo que estaban haciendo saliese a la luz. Ese trabajo finalmente fue publicado y tras verse reducido en casi una tercera parte, el informe final de más de 500 páginas sacó a relucir una conspiración que abarcaba más de un sector gubernamental y que incluso llegaba a sectores demasiado cercanos a la Casa Blanca y al despacho del Presidente. Ahora ésta historia logra tener su dramatización a manos de Scott Z. Burns en la dirección y el guion y con Adam Driver en el papel del protagonista. A manos del director estadounidense, Reporte Clasificado (The Report) se encargará de mostrar como fue la rigurosa investigación de Daniel Jones (Adam Driver) en sus primeros momentos como investigador del Senado a las órdenes de la Senadora Estadounidense Dianne Feinstein (Annete Bening). Además de descubrir todo lo que su gobierno ocultó de manera clandestina con relación a la tortura de personas, el reporte de Daniel también dará que hablar puertas a dentro de los diferentes organismos de seguridad de los Estados Unidos y empezarán a que empiecen a desconfiar de todos. The Report es un de esas películas que logran conmover al público estadounidense desde el primer momento por una cuestión coyuntural pero que puertas afuera del gran país del norte el público se encuentra bastante distante y la historia pasa a ser mucho menos relevante. Pero este no es el caso para la nueva película de Scott Burns ya que para suerte de los espectadores de todo el mundo su obra logra asemejarse a películas como The Post (2018), Vice (2018) o The Big Short (2015), películas que pueden parecernos muy ajenas y distantes pero que gracias a un despliegue técnico-artístico por encima de la media logran cautivar, entretener e informar sobre sucesos importantes que pueden parecernos desconocidos. Con un montaje que le da rapidez a un guion con abundantes diálogos, en los que se brinda muchísima información a priori desconocida, la película en ningún momento se torna aburrida y gracias a ese vértigo que se genera, la atención logra estar presente en las casi dos horas de metraje y el espectador puede sentirse involucrado en la historia. Aún así hay una repetición en elementos que hacen un poco pesado el tramite. La transición entre escenas queda muy repetitiva y las decisiones de utilizar flashbacks para crear un relato conciso y que vaya paso a paso, hasta que se termina de establecer un camino a seguir producen que al inicio del film termine confundiendo un poco. En cuanto a lo específicamente relacionado con los actores y sus desempeños, ésta no es una película en donde se pueda destacar a alguien por sobre manera porque es un filme en donde lo que prevalece es la historia y la forma de contarla y no tanto así sus interpretes. Aún así es muy valorable lo que hace Adam Driver ya que demuestra que puede interpretar cualquier papel, en cualquier género y bajo las ordenes del director que se le ponga delante. Como otros puntos altos, la participación de Jon Hamm, Maura Tierney y la ya mencionada Annette Bening logran darle al film la fuerza necesaria para que en los momentos donde el guion baja un poco en calidad narrativa, sus tareas resalten y esos pequeños baches logren ser superados. Reporte Clasificado logra cumplir con su cometido de exteriorizar una problemática muy interna norteamericana y hacerla conocida a lo largo de todo el mundo. Gracias al vértigo producido por el montaje y a la gran puesta en escena y su fotografía, el espectador tiene en su poder la posibilidad de elegir ver una película de las que no abundan y que viene bien que estén en la cartelera.
Woody Allen toma a sus dos grandes amores, la comedia romántica y Nueva York, y crea de manera eficaz un relato entretenido y simple gracias sus aptitudes como director y a la gran elección del elenco. Escrita y dirigida por Woody Allen, Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, 2019) presenta a Gatsby (Timothée Chalamet) y su novia Ashleigh (Elle Fanning), una pareja de jóvenes universitarios que deciden ir a pasar un fin de semana a la Gran Manzana debido a que ella consiguió una oportunidad única de hacer una entrevista a un reconocido director de cine. Gatsby, nacido en Nueva York, planeará una estadía de ensueño para pasar con su novia, pero la ciudad tenía otros planes para ellos. Si hay algo que se le puede reconocer a Woody Allen es que es un gran escritor de comedia, siempre utilizando recursos simples pero efectivos sus películas suelen reconocerse de inmediato en cada uno de sus diálogos cómicos. Otro ítem que también es notablemente reconocible es la estética, una conjunción de música y fotografía logran establecer la puesta en escena perfecta para trasponer la idea del director a la pantalla haciendo y creando una hermosa vista rápida de una ciudad que enamora de inmediato. Ahora, burdamente podríamos decir que todas las películas de Woody Allen son iguales y que siempre hace lo mismo cómo también estaríamos mintiendo si dijésemos que todas son diferentes y es ahí donde el autor, porque su cine es un muy buen ejemplo de cine de autor, logra destacarse hace más de 30 años. Porque es verdad que toda su filmografía presenta características similares y sin embargo logra sorprender, entretener y garantizar una hora y media de disfrute para el espectador sin fisuras ni huecos, sin pretensiones ni sobre exigencias. A nivel guion, la trama y los diálogos construyen una fluidez en el relato propias de su cine y resulta inevitable no sentir simpatía por la historia y engancharse de inmediato con lo que pasa. Si hay algo cuestionable a lo largo de toda la película es que llega un punto que resulta obvia, no tanto por los caminos que transita el film sino por los lugares comunes del propio género y por otro lado, Woody Allen es un cineasta al cual, como director, lo han cuestionado en demasía por temas personales en el último tiempo y a lo largo de la película hay subtextos muy claros donde él se desquita de sus detractores con una bajada de línea bastante clara que termina siendo un poco pesada y repetitiva y que incluso pueden ser tomados como una provocación para quienes lo han criticado. De una manera bastante similar, el director juega con hacerse guiños a sí mismo que resultan simpáticos pero que llega un momento que también parecen forzados y repetitivos. A nivel actuaciones en esta oportunidad el director opta por un elenco con el cual no había trabajado antes y deja sus actores fetiches de lado para trabajar con la nueva generación de intérpretes y allí es donde gran parte de la eficacia de la película tiene su sustento. A los ya mencionados Chalamet y Fanning, quienes tienen un trabajo muy bueno y que con su simpatía y carisma logran convencer al espectador de inmediato, se les suman en roles más secundarios pero que hacen que la historia fluya de la mejor manera: Selena Gomez, quién con su labor hace querer verla mucho más seguido en la gran pantalla, y en papeles mucho menores a Jude Law, Diego Luna, Liev Schreiber. Estos tres últimos si bien no tienen grandes minutos en pantalla, cada una de sus intervenciones le dan el salto de calidad necesario para que la atención no disminuya y el entretenimiento siempre se haga presente. La nueva de Woody Allen está lejos de ser cómo aquellas obras que supieron catapultarlo al estrellato, pero sin dudas es de lo mejor que ha hecho en el último tiempo. Graciosa y efectiva, Un día lluvioso en Nueva York es el tipo de películas que no abundan en el mercado y que hay que aprovechar que ahora llega a la cartelera.
Mike Flanagan construye una transposición fiel e inteligente del libro de King y logra establecer una esencia propia a pesar de los guiños y homenajes que también le brinda, y muy bien, a El Resplandor. En un año plagado de adaptaciones cinematográficas de las historias de Stephen King, entre las que se destacan IT: Capítulo Dos o Cementerio de Animales, ahora llegó el momento de que la secuela de una de sus obras más celebres salte a la gran pantalla. Se vuelve al universo de El Resplandor (The Shining, 1980) para ver qué fue lo que le deparó el futuro a Danny Torrance luego de que su padre fuera poseído por los espíritus malignos del Hotel que se encontraba cuidando durante el largo invierno e intentase matarlo. Por supuesto que esta secuela, como lo hizo el material original, está basada en el libro de nombre homónimo a la cinta y a pesar de que por desgracia el director del Resplandor no puede hacerse cargo de ella (te extrañamos todos los días, Stanley), el encargado de esta transposición será Michael Flanagan alguien que ya trabajó con material de King cuando adaptó para Netflix El juego de Gerald (Gerald’s Game, 2017). Ahora el peso propio de la obra pondrá a prueba al director para ver si la secuela está a la altura de la película del ’80 o sólo será una adaptación más. Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019) cuenta que fue de la vida de Danny Torrance (Ewan McGregor) luego de los eventos vividos en el Hotel Overlook en donde terminó de descubrir sus “habilidades” psíquicas a pesar de su corta edad. Pero poco más de 30 años han pasado en la vida de Danny y ahora se la pasa reprimiendo su don gracias a la bebida y a las drogas. Por otra parte se nos presenta a una joven llamada Abra (Kyliegh Curran) que también “resplandece” como Dan e incluso más que él y pese a su corta edad puede manejar sus dotes de manera perfecta y en alguna oportunidad han podido comunicarse con Dan mediante sus pensamientos. También se introduce a una secta conocida como El nudo verdadero, una comunidad de personas que secuestran y se alimentan de niños que poseen el resplandor y consumiéndolos pueden alcanzar la inmortalidad. Este culto está dirigido por Rose “La chistera” (Rebecca Ferguson) y en cuanto sienten los poderes de Abra se ponen cómo objetivo hacerse de ella para quitarle todo su poder. Ahí es cuando Dan deberá dejar de lado todos sus fantasmas para ayudar a la joven Abra por más de que eso lo lleve a lugares que él pensó había dejado atrás. Difícil trabajo tenía Mike Flanagan a la hora de adaptar esta obra. Más allá de que la transposición de material literario a la gran pantalla siempre deja elementos fuera del metraje final en esta ocasión el director estadounidense también debía lidiar con la comparación obvia y odiosa que se iba a dar con una de las mejores películas de terror de la historia como lo es El Resplandor de Stanley Kubrick. Por suerte para Flanagan, su película logra estar a la altura de las circunstancias y logra hacer una adaptación fiel al libro de Stephen King y terminar concretando una perfecta segunda parte para la película de Kubrick. A pesar de un comienzo engorroso en donde tres arcos argumentales aparecen y desaparecen de golpe casi que con ninguna conexión entre sí y con un montaje bastante vertiginoso con muchos cambios de escenas en momentos que no parecerían ser los indicados, el filme sale airoso cuando el director y guionista logra la estabilidad narrativa como para desarrollar a los personajes y que la historia fluya sin ninguna prisa. La película se toma su tiempo ya que la duración del corte es de casi dos horas y media y si bien esa duración se termina sintiendo, en ningún momento se torna aburrida, ni previsible ni agotadora para el espectador. Un gran acierto del director es la utilización de elementos reconocibles de la película anterior para que el gancho con el espectador sea completamente efectivo. Estos elementos no son utilizados a lo largo de toda la película cómo si fuese un homenaje o mucho menos un refrito corriente, sino que esos momentos se los guarda para aquellos momentos en donde la trama puede llegar a tener un interés menor y entonces la nostalgia sirve para que el nivel de atención nunca decaiga. Ésta maniobra consigue su punto de ebullición en el último acto en donde la película decididamente abraza al pasado en cuanto a puesta en escena pero no así en atmósfera, algo que es casi imposible de lograr dicho sea de paso. El vuelo narrativo que posee esta película fue pocas veces lograda en cualquier otra adaptación de un material de King. Puesta en escena, manejo de cámara y situaciones surrealistas componen un relato que cómo pocos logran reflejar la esencia de las páginas de los libros. También el uso de efectos especiales prácticos logran un toque diferente ante tanto CGI en otras producciones y eso le da un salto de calidad que debe ser reconocido. Algo similar pasa con la banda sonora, que está a cargo de The Newton Brothers, que logra generar un ambiente propio de cara a los eventos que se van presentando y al mismo tiempo hacer una conexión inmediata con El Resplandor, incluso muchas veces se utiliza la canción clásica de aquella película como para establecer una relación directa aunque eso ya esta plasmado desde un primer momento. En relación a las actuaciones, los tres personajes principales tienen a un actor y dos actrices que no dan lugar a reproches. McGregor, Curran y Ferguson hacen que cada uno de sus papeles logren tener una identidad propia desde el primer momento en el que están en plano. Cada uno con responsabilidades diferentes, más McGregor por el trasfondo de su personaje, logran hacer un trabajo impecable y envidiable. La joven Curran logra tener quizás la segunda mejor actuación de toda la película y eso es mucho decir ya que es sólo su segundo trabajo en cine y el primero en el que su protagonismo es real. Ferguson está impecable haciendo el rol de villana y a pesar de que podría tener más minutos en cámara, para poner sobre la mesa un poco mas de contexto sobre su personaje logra transmitir temor y considerarse una verdadera amenaza. Ewan McGregor logra establecer una actuación soberbia, que también consigue su punto máximo en el desarrollo del tercer acto en donde lleva a cabo una actuación más física para lograr una semejanza clave para con otro personaje que realmente sorprende. Doctor Sueño es la justa continuación de una de las películas mejor consideradas del cine y al mismo tiempo una inteligente transposición del material original de Stephen King. Con guiños y homenajes claros en momentos claves, esta película logra construir su propia identidad e incluso los momentos en donde intenta desprenderse de El Resplandor, terminan siendo los mejores.
Ari Aster demuestra en su segunda película que su estilo inmersivo de terror llegó para quedarse y diseña una experiencia sensorial que va mucho más allá de lo que se puede ver en pantalla. Ari Aster es uno de los nombres que más revuelo cinéfilo ha causado en los últimos años gracias al trabajo que realizó al dirigir y escribir Hereditary (2017), su ópera prima en la que el enfoque tan particular que le dio a una historia de terror arrasó con la crítica, con la mayor parte del público e incluso con la opinión de sus colegas; Algo muy similar con lo que paso con Jordan Peele y Get Out (2017). Dos años después de aquel primer vistazo que se pudo tener de la cabeza, un poco perturbada, de Aster llega Midsommar para demostrar que no siempre el miedo tiene que ver con la oscuridad, sino que el día puede ser mucho más tenebroso de lo que pensamos. En esta pesadilla diurna, veremos a Dani (Florence Pugh) y a un grupo de amigos de su novio Christian (Jack Reynor) viajar hasta un pueblo recóndito de Suecia para estudiar una festividad que se da cada 90 años en una comunidad bastante alejada de cualquier otro pueblo, al que la tecnología parecería no haber llegado y al que la noche apenas asoma debido a estar en pleno solsticio de verano. Allí empezarán a notar que las costumbres de esta comunidad son un tanto particulares y cuando logren darse cuenta de que las cosas decantan de la peor manera ya les será demasiado tarde para escapar. Ari Aster ha logrado diseñar una obra maestra del terror sensorial y la vara que él mismo había dejado muy arriba luego de Hereditary la ha alzado aún más. Esta película no puede tomarse como una película de terror clásica, lejos está de serlo y de hecho le quedaría chica esa denominación, está obra confirma todo lo que Aster prometía en su largometraje anterior y en algunos de sus cortos en donde no sólo importa que es lo que se ve en pantalla sino todo el contexto y lo que envuelve a los protagonistas y a las situaciones. En esta oportunidad el guion juega con el espectador, al igual que a los protagonistas, y lo desafía a ver hasta cuando aguanta los eventos que de llevan a cabo. Todo esta “tortura” narrativa que por momentos se hace medio pesada, está perfectamente acompañada con una fotografía alucinante en donde cada plano podría ser un cuadro y con una banda sonora que utiliza música instrumental con violines, contrabajos e instrumentos de cuerdas primordialmente que ayudan a generar un ambiente en el que en cualquier momento puede pasar realmente cualquier cosa. Estas últimas dos características son las columnas en donde la obra de Aster se sostiene y una vez que sus bases son bien establecidas, las situaciones que se suceden toman una fuerza que no se ve seguido. Al mismo tiempo, ya con dos largometrajes en el lomo, se pueden vislumbrar algunos fetiches que tiene el director ya que algunas situaciones de la trama parecen extraídas de su cinta anterior y algunas características en puntos determinados se repiten de una manera bastante clara. En cuestiones actorales Florence Pugh (Fighting with My Family, 2019) es la gran sorpresa de la película y brinda una actuación impresionante de la cuál posiblemente se hable durante mucho tiempo. Con un trasfondo de personaje muy duro y un destino aún más duro, cada mirada demuestra desazón, tristeza y enojo incluso cuando en postura ella está de otro modo. Por supuesto que después tiene que desdoblarse para adaptarse al género y la verdad es que pareciera haberse dedicado desde siempre al horror. Otro de los grandes valores que otorga el filme es Jack Reynor quién en un rol más secundario que Pugh, logra su cometido de una manera satisfactoria y convincente. El resto del elenco tiene tres piezas fundamentales pero que solo cumplen la función de acompañar y son William Jackson (The Good Place), Vilhelm Blomgren y Will Poulter (Black Mirror: Bandersnatch), éste último cumple las veces también de comic relief y le otorga las dosis necesarias de relajación para que el relato no termine sofocando al espectador. Midsommar es una de esas películas que van mucho más allá del terror convencional, acá la experiencia jugará un factor fundamental ya que la cinta busca ser mucho más que un buen montaje o scare jumps efectistas. Las sensaciones que cada espectador vaya a tener serán fundamentales para poder concretar una experiencia de horror totalmente inmersiva que hará retorcerse de incomodidad hasta al espectador más valiente. Ojalá Ari Aster ya este diagramando su próxima pesadilla, porque su carrera sólo va en ascenso.
Previsible, obvia y poco convincente en cuanto a estructura, este relanzamiento de la familia más peculiar de todas no logra para nada hacerle honor al material original. Un entretenimiento garantizado, pero olvidable, para los más chicos y apenas un pequeño abrazo nostálgico para quienes supieron apreciar los buenos momentos de los Addams. Los Locos Addams lograron consolidarse en la cultura popular allá por los sesenta cuando su serie de TV vio la luz y se mantuvo al aire durante dos temporadas y 64 capítulos. Ahí fue la primera vez que el mundo conoció a Homero, Morticia, el Tío Lucas, Morticia y Pericles, sin olvidarnos claro del simpático Dedos, Largo el mayordomo o el Tío Cosa. El impacto que causó esta disfuncional y particular familia en la cultura pop fue inmediato y sus aventuras no tardaron mucho en recorrer el mundo y ganar adeptos y fanáticos a lo largo y ancho del mundo entero. Pero luego de su cancelación, a la familia Addams le costó regresar a los primeros planos pese a semejante clamor popular tanto así que apenas se los lograba ver en cuenta gotas en especiales de la serie de Scooby Doo o algún programa de Halloween especial. Recién en 1991 Los Locos Addams lograrían tener el primer largometraje en su historia y que si bien no logró la misma euforia por parte de los fans que su serie original, esa película sería la primera dentro de una trilogía de filmes que terminaría en 1998 con cambio de elenco mediante e incluso siendo una de las cintas a VHS, típicas de los años 90. Con poco más de 20 años en el freezer y teniendo en cuenta la época que vive la industria cinematográfica, Los Locos Addams (The Addams Family, 2019) tienen su oportunidad de ganarse a una nueva generación en su primer largometraje animado. Dirigida por Conrad Vernon y Greg Tiernan, quienes fueron los directores de La Fiesta de las Salchichas (Sausage Party, 2016), y escrita por Matt Lieberman y Pamela Pettler es que llega a los cines de todo el mundo esta nueva versión de Los Locos Addams, en donde se cuenta como fue que Homero (Oscar Isaac) y Morticia (Charlize Theron) lograron conseguir la famosa mansión que los alberga y también cómo conocieron a algunos de sus clásicos amigos. Con una elipsis de 13 años mediante y ya con Merlina (Chloë Grace Moretz) y Pericles (Finn Wolfhard) en la cúspide de la adolescencia, momentos decisivos se vienen para ambos jóvenes ya que Pericles debe realizar una danza muy peculiar para ganarse la aprobación de su familia y Merlina empezará a cuestionarse qué hay más allá de los muros que la contienen y de las extravagantes costumbres de sus familiares. Pero como si eso fuese poco, los Addams deberán lidiar con Margoux (Allison Janney), una conductora de TV que se dedica a la decoración y remodelación de casas y que quiere hacerse de la mansión Addams para quitarla del barrio en el que ella está trabajando. A pesar de tener una premisa noble y querer bajar un mensaje cada vez más necesario por los tiempos que corren, da la sensación de que esta película no intentó jugársela en ningún momento y decidieron optar por caminos ya transitados en las películas previas de los Locos Addams. El guion es simple y conciso, en donde la mayoría de los personajes atraviesan un camino para llevarlos de un estado a otro en cuanto a convicciones y posturas frente a la vida. Lastimosamente el transcurrir de esos cambios es tan obvio en su génesis como en su resolución, quizás por ahí este el mayor error que tiene la película que es ser totalmente previsible. Otro de los aspectos en donde la película no logra afianzarse o dar la talla es el humor, donde claramente el tono está apuntado a un público especifico combinando muchos chistes efectivos pero pasajeros y una dosis de bastante alta de humor físico que alguna sonrisa puede llegar a provocar, pero nunca una carcajada. La estructura de los personajes en cuanto a su diseño está bien pero poco tiene de innovador. El desarrollo de los personajes, en su mayoría, están muy mal aprovechados y de buenas a primeras cambian de parecer para que el guion tenga sentido, salvo el personaje de Merlina que es el único que cuenta con un desarrollo, un propósito y una resolución convincente y que encima es la encargada de transmitir el subtexto que el resto de la película no logra. Los Locos Addams termina siendo un exponente más sobre cómo no revivir un producto tan memorable e instalado en la cultura pop. Si bien el desarrollo es entretenido y nunca cae en un punto donde no se entretenga al espectador, esa ilusión de satisfacción será pasajera y terminará siendo una película totalmente olvidable.
La secuela de Zombieland hace honor a la película original y por momentos hasta es mejor. La gran actuación de Woody Harrelson y el hecho de abrazar su naturaleza hacen que este film sea un disfrute absoluto de principio a fin. Diez años después de que Ruben Fleischer y su equipo de guionistas le hayan brindado al mundo una película que se transformó inmediatamente en cinta de culto, Zombieland de ese lejano 2009, el mismo equipo -con elenco incluido- regresa a la gran pantalla para aprovechar el momento de la industria y las ganas de sus propios protagonistas de querer seguir indagando en este mundo repleto de zombies y situaciones hilarantes por doquier. Una década ha pasado desde que vimos por última vez a la disfuncional familia conformada por Tallahassee (Woody Harrelson), Columbus (Jesse Eisenberg), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin). Ahora ya más afianzados en cuanto a sus conocimientos con respecto a los zombies, que también han evolucionado peligrosamente, y con Columbus y Wichita establecidos como pareja pero donde predomina la rutina y la monotonía. Si bien se podía esperar que esta secuela fuera a estirar el producto innecesariamente, para fortuna de los fanáticos Zombieland 2: Double Tap está al nivel de la película original y en muchos aspectos incluso está por encima de aquella cinta. Como bien se mencionó antes, el director y los guionistas (Rhett Reese y Paul Wernick, más la nueva inclusión de Dave Callaham) regresan a diagramar esta historia y la sacan a flote de principio a fin haciendo hincapié principalmente en abrazar la esencia de aquella primera película y fortalecer los aspectos más débiles que tuvo el film de 2009. Para empezar el nivel de humor que se maneja en ésta oportunidad es mucho más recurrente, más físico y si bien maneja la ironía muy bien, es menos irónica que aquella primera vez. La trama que atraviesa a los personajes en esta oportunidad tiene mucho más peso que antes y este hace que las situaciones cómicas y de aventura no parezcan sketches individuales. La utilización de efectos prácticos y efectos especiales para generar un detallismo extremo en los zombies vuelve a destacarse pero en donde realmente se nota una vuelta de tuerca es en los momentos en donde se exprime a fondo el gore, un aspecto en donde no habían hondeado o experimentado lo suficiente previamente. Obviamente que el film no es perfecto ni mucho menos, incluso a pesar de garantizar el entretenimiento y de nunca ser aburrida, la trama parece estirada por lo menos diez minutos más de lo que sería un corte ideal. En esos momentos, la película parece divagar lo máximo posible sólo para sacar alguna carcajada más o alguna referencia a la cultura pop. Uno de los aspectos claves que impulsó a la popularidad del film anterior fue su elenco. Por aquel momento los incipientes Eisenberg, Stone y Breslin supieron aprovechar al máximo sus minutos para luego consolidarse en la industria y hoy por hoy ser estrellas establecidas. Todos ellos vuelven a repetir muy buenas interpretaciones usando su simpatía, su seriedad, su ironía y sus miradas fulmines (siempre que son necesarias). Al contrario de ellos, Harrelson utilizó aquel film para lograr que su carrera, que no venía muy bien, vuelva a estar en los planes de la industria y así lo logró, después de un papel que le quedaba justo. Ahora Woody eleva su propia vara y se convierte en la estrella absoluta de este film abrazando por completo su personaje y llevando a “Tallahassee” a ser el mejor personaje por escándalo de esta película. A su vez, Zombieland 2 cuenta con muchos más personajes que la película anterior y todos ellos tienen muy buenos momentos, aunque pasajeros. La que más protagonismo tiene es Zoey Deutch que a pesar de funcionar la mayor cantidad de minutos como un comic relief bastante poco propio de esta época, termina teniendo un papel importante y se vuelve un personaje entrañable y simpático. Luke Wilson, Rosario Dawson y Avan Jogia, son otros actores que tienen participación y aprovechan sus minutos de la mejor manera. Zombieland: Tiro de Gracia hace justicia a su título y a su antecesora, elevando el nivel de aquellos aspectos en donde flaqueaba y profundizando sus aciertos. Más divertida, más sangrienta y con una trama más sólida y llevadera, esta secuela es una continuación a la altura de la original.
Una pésima continuación de una historia que supo sorprender en una primera instancia pero que con esta segunda entrega logra opacar todo lo bueno que se había construido previamente. Cinco años después de los eventos sucedidos en Maléfica (2014), el director Joachim Renning (Piratas del Caribe: La venganza de Salazar, 2017) decide mostrarnos qué sucedió luego del primer encontronazo entre el mundo mágico, liderado por la poderosa y muchas veces incomprendida Maléfica (Angelina Jolie), y el mundo de los hombres. En esta segunda película la trama se terminará de alejar del todo del clásico cuento de La Bella Durmiente para mostrar un lado más oscuro nunca antes visto. Ya con Aurora (Elle Fanning) establecida como reina regente del Páramo y todos sus habitantes, Maléfica sólo se ocupa de los problemas más severos del lugar y en una constante vigilancia de que nada grave suceda con el pueblo de las hadas y criaturas mágicas. Pero todo cambiará para ellas cuando el Príncipe Phillip (Harris Dickinson), el sucesor más próximo al trono del reino de los hombres, le proponga matrimonio a Aurora en fas de poder unificar los dos pueblos. Pero mientras ésta propuesta es llevada a cabo, muchas criaturas empezar a desaparecer de el Páramo empezando a alarmar a todos, Maléfica incluida. Todo ese espeso clima tendrá su clímax cuando Maléfica conozca a la Reina Ingrith (Michelle Pfeiffer), madre de Phillip, quién hará todo lo posible para evitar que la unión se lleve a cabo y de darse, que la Hada Oscura más poderosa de todas quede en el camino. Después de lo que había sido un primer encuentro con esta línea de tiempo alternativa que propuso la primera Maléfica allá por 2014 y que tuvo dentro de todo un resultado positivo, esta secuela profundiza con un énfasis notorio todas las fallas que aquella obra había otorgado. Linda Woolverton, Noah Harpster y Micah Fitzerman-Blu componen el grupo de guionistas que escribieron el desarrollo de esta cinta en la que durante muy pocos pasajes se logra convencer al espectador de que existe una amenaza real y todas las situaciones establecidas tengan un propósito concreto y no sea sólo material marketinero. La dirección que toma la trama durante toda la película roza lo incrédulo por la simple razón de querer agigantar una historia que no lo permite. A veces menos es más y eso bien lo supo entender la primera entrega, aferrándose al material original clásico pero jugando un poco con los orígenes y motivaciones de los personajes. De ésta manera la película termina auto boicoteándose y arruina todo lo bueno que supo plantear en su momento. El vuelo narrativo es demasiado pobre en cuanto a desarrollo de personajes y situaciones pero aún peor es el ritmo con el que transcurren los hechos. Con una parsimonia impropia de las películas que buscan la épica constante, el film aburre casi en su totalidad debido, entre otras cosas, a la terrible obviedad que mantiene el guion. Otro aspecto en donde la película no termina de destacarse es el aspecto visual. Con casi una totalidad de escenarios y personajes creados por computadora, estos no parecen en ningún momento ser reales principalmente porque no juegan ningún papel fundamental a lo largo de toda la trama. Sólo están ahí para el entretenimiento pasajero y para consolidar nuevos productos que vender en el mercado. Ésta como tantas otras películas, son historias en donde el poder pasa por los personajes más que por lo que se quiere contar e increíblemente este es un caso en donde todos los personajes están mal construidos y por supuesto peor desarrollados. Teniendo un elenco de por sí talentoso parece increíble que ninguno de sus integrantes logre destacarse en casi ningún momento. La única que logra destacarse sólo un poco es la joven Elle Fanning que se la nota totalmente comprometida con su rol y papel y que ahora al ser exigida a un despliegue físico mucho más preponderante que la entrega anterior pareciera haberle caído como anillo al dedo por que realmente se la ve muy bien. Tanto Angelina Jolie como Michelle Pfeiffer son actrices que ya desde la postura que puedan tener, logran transmitir sensaciones, pero con eso no alcanza y ambas se ven arrastradas a la actuación olvidable gracias a los pésimos diálogos que se les fueron otorgados. Maléfica 2: Dueña del Mal no logra expandir de buena manera todo lo que su predecesora había propuesto. El pésimo guion que tiene la película es el motivo principal por el cual la trama y los personajes no logran alcanzar ni lo mínimo que se esperaba de ellos.
Rambo: Last Blood es la épica conclusión del personaje de guerra más emblemático en la historia del cine. El despliegue técnico y una última actuación de su protagonista principal están a la altura de las circunstancias. Sylvester Stallone es uno de esos iconos de la cultura pop al que se lo suele emparentar estrictamente con la saga de Rocky. Y si bien ese mote lo tiene más que bien ganado, el bueno de Sly supo ser más que solo un boxeador representando el sueño americano, ya que en 1982 se encargó de co-escribir y protagonizar las desventuras de John Rambo, un ex boina verde y veterano de la guerra de Vietnam al que su país le dio la espalda y a medida fueron pasando los años, tuvo que ir buscando permanentemente un lugar en donde poder erradicarse y permitirse olvidar su tumultuoso pasado. A lo largo de cuatro películas, el mito de Rambo se fue agigantando y a medida que se iban realizando nuevas entregas, el nivel de pólvora y sangre desparramada por doquier, y sin sentido en muchas ocasiones, fue aumentando considerablemente. Como un plus, Stallone no es muy fanático de los efectos visuales por computadora entonces cada una de sus películas fue orquestada de una manera en donde las explosiones y coreografías de acción eran realizadas de la forma más “a la vieja escuela” posible. Pero como toda franquicia merece un cierre digno de lo que fue su historia, Sylvester regresa a interpretar a su mítico personaje 11 años después de lo que ya de por sí se creía era el final de la historia de Rambo. En Rambo: Last Blood (2019) el director Adrian Grunberg (Get the Gringo, 2012) se encargará de mostrar cómo fue la vida de John una vez regresado a su hogar natal en Arizona y ya decididamente retirado de las maniobras militares del gobierno de Estados Unidos. Viviendo lo más tranquilo que puede, a pesar de sus constantes recuerdos de tiempos pasados, Rambo vive con María (Adriana Barraza) y su nieta Gabriela (Yvette Monreal) a quienes les abrió la puerta de su hogar luego de que ambas fueran abandonadas por el padre de la jovencita. Pero la tranquilidad para John y compañía se acabará cuando un impulso lleve a Gabriela a cruzar la frontera con México para reencontrarse con su padre, pese a las advertencias de su abuela y Rambo. Luego de que le tiendan una trampa, un cartel de drogas y que también manejan la trata de personas y prostitución al mando de los hermanos Victor y Hugo Martinez (Óscar Jaenada y Sergio Peris-Mencheta) secuestraran a Gabriela sin saber que su fiel protector irá por ella y no se hará problema en dejar cadáveres a su paso. A la dirección de Grunberg y a la participación de Stallone en el guion, se le suma el guionista Matthew Cirulnick para lograr concretar la última gran historia de John Rambo y el resultado termina siendo positivo. A pesar de que en un primer vistazo ésta entrega pueda ser la más genérica de todas, ya que su trama es para nada original y ya se ha visto en reiteradas oportunidades, la forma tan dura y cruda en la que se lo muestra es lo que la vuelve una película entretenida y con un alto nivel de tensión a lo largo de sus 100 minutos de duración. Obviamente que todo el relato contiene reminiscencias a películas anteriores provocando un gran sentimiento de nostalgia entre los más fans de la franquicia, pero que al mismo tiempo logran hacer funcionar este film como una cinta que puede verse de forma individualmente sin ningún tipo de problemas. A diferencia de las tres primeras partes de la historia de Rambo, en donde la visualización de la sangre era más controlada y teniendo en cuenta que la última del 2008 ya había ido un poco más allá en ese aspecto, ésta última entrega hace una oda al gore de acción y la sangre cómo no se lo había visto antes produciendo las muertes más estrafalarias y violentamente ridículas de toda la saga, de esas que llegado el momento logran robarle una carcajada al espectador. Obviamente que el verosímil en este tipo de películas es fácilmente reconocible y si el espectador no sede en algunos aspectos es muy difícil que el film guste. A diferencia también de los otros films, acá sí se nota la utilización de efectos especiales por computadora ya que el guion busca la forma más épica de lograr el clímax del cinta y lo logra de la mejor manera. Como en toda película de Rambo las actuaciones son dejadas medio de lado, no importa tanto la performance individual de los actores pero sí el desarrollo de los personajes y sus motivaciones. En ésta oportunidad se repiten estos aspectos pero el que una vez más vuelve a encandilar con su actuación y con su prestación física es Stallone, quien ahora con 73 años vuelve a retomar un personaje que supo potenciarlo al cine de acción noventoso trasformándolo en un icono de la época. No sólo en cuestiones físicas es donde logra destacar Sly, sino que cómo viene demostrando hace rato en la duología de Creed (2015-2018) es un actor que tiene una capacidad para el drama que viene en aumento y que de saber aprovecharlo, su carrera podría estirarse por muchos años mas. Rambo: Last Blood es el cierre que merece uno de los personajes con más historia dentro de las sagas de acción. El desempeño titánico de su protagonista y una gran coordinación de efectos prácticos logran que una película que no tiene grandes vueltas argumentales sea un disfrute total y brinde el entretenimiento esperado.
El segundo ataque de Johannes Roberts y sus tiburones no logra convencer a pesar de un gran despliegue técnico y una muy buena puesta en escena. La relación entre el cine y los tiburones podría denominarse cómo mucho más que estrecha. A partir del boom que produjo la hoy clásica Tiburón (1975) hasta Megalodón (2018), por alguna extraña razón que se le es ajeno a casi todo el mundo, las películas que tienen como principal amenaza a estos animales acuáticos suelen ser un atractivo masivo para el público de todas las latitudes del mundo. De más está decir que la calidad de éstas películas, salvo JAWS de Spielberg, no son del todo convincentes. Cómo los ejemplos más claros pueden mencionarse las múltiples secuelas de Sharknado (2013-2018) y aquellas de bajo presupuesto que inundan la programación de los últimos canales de la grilla del cable. Pero en 2017 Johannes Roberts, autor entre otras cosas de Los Extraños: Casería Nocturna, ideó una cinta llamada Terror a 47 Metros (47 Meters Down), en donde se combinaban elementos de terror y home invasion en la que dos turistas quedaban “sepultadas” a 47 metros bajo el nivel del mar y ambas se encontraban rodeadas de tiburones hambrientos. A pesar de que la crítica no tuvo una valoración demasiado positiva, la audiencia le brindo el apoyo suficiente cómo para que aquella película logre tener una segunda parte. Esta secuela denominada Terror a 47 metros: El Segundo Ataque (47 Meters Down: Uncaged, 2019), vuelve a estar escrita y dirigida por Johannes Roberts y Ernest Riera y cuenta una historia totalmente diferente a la original en donde no se repiten protagonistas ni trama, pero si se mantiene la esencia. En esta oportunidad, las protagonistas serán Nicole (Sistine Stallone), Jennifer (Nia Long), Sasha (Corinne Foxx) y Mia (Sophie Nélisse), cuatro jóvenes compañeras de secundaria que terminan por accidente en las ruinas de una antigua ciudad perdida, apenas debajo de las tierras mexicanas que usualmente transitan. Pero en ésta excursión sin programar, las chicas se verán atrapadas en ésta ciudad que hará las veces de laberinto submarino con un agregado extra, la presencia de una antigua raza de tiburones que les presentará una amenaza a la que nunca se habían enfrentado. A pesar de querer evolucionar en cuanto a la escritura de guion y al desarrollo de una trama e historia, esta secuela queda muy lejos de su predecesora y pareciera olvidar por completo aquellos elementos de suspenso que supieron hacerla fuerte. Para empezar la seriedad que requiere un filme de éstas características nunca se ve alcanzada debido a la incontable cantidad de diálogos irrisorios e inverosímiles que llevan a cabo las protagonistas. Ya cuando desde el discurso de los protagonistas es poco creíble la película pierde todo el poder para lograr asemejarse en algo con los espectadores. Al mismo tiempo, el desarrollo de la trama termina siendo más extenso de lo que el propio poder de la historia requiere. Durando apenas 89 minutos, la película termina quedando extensa y por momentos aburre y teniendo en cuenta que la premisa original es la de tener un tiburón como principal amenaza (no debe haber peor miedo terrenal) que la trama se vuelva densa y poco atractiva es un gran fracaso. Pero la película también tiene aspectos positivos, por lo menos algunos. La mayor parte de los aciertos del film tienen que ver con la parte técnica y el desarrollo de la ambientación y la puesta en escena. Los movimientos de cámara son los encargados de generar la poca tensión que se termina generando y junto con la gran fotografía que presenta la cinta, terminan redondeando una gran labor. Las actuaciones de todas las actrices cumplen en sus respectivos roles pero no hay ninguna que pueda llevar la película a un mejor puerto. Ni siquiera las ganas de Sistine Stallone, hija del mismísimo Sylvester, logran contagiar su entusiasmo al espectador debido mayoritariamente a la poca veracidad de los diálogos y a las acciones que su personaje toma. Estas características se encuentran en cada uno de los personajes presentados y no se puede crear ningún tipo de vínculo. Terror a 47 Metros: El segundo Ataque, termina siendo una película más sobre una temática en donde el mercado ofrece posibilidades infinitamente mejores. Pésimo desarrollo de personajes y una trama sin vuelo narrativo alguno terminan concretando una película que dista mucho de su predecesora y de cualquier otro material que tenga como protagonista a un tiburón.
A pesar de un sólido arranque y una premisa más que interesante, las ganas por querer ser más de lo que se puede le termina jugando en contra al film, convirtiéndolo en un calvario que dista mucho de ser una película que da gracia. Escrita y dirigida por el cineasta uruguayo Carlos Ameglio y en colaboración con Leonel D’Agostino, Bruno Cancio y Nicolás Allegro, Porno para Principiantes (2018) es una comedia negra que se centra en la vida de Víctor (Martín Piroyanski) un joven cineasta que al no tener un empleo estable como tal, trabaja en el banco de su suegro y mientras tanto aprovecha su tiempo libre para hacer diferentes cortos junto con su novia Leticia (Nuria Fló). Pero todo cambiará para Víctor cuando de buenas a primeras su buen amigo, y empleado del videoclub que él frecuenta, Anibal (Nicolás Furtado) le deslice una posibilidad de realizar su primera película como profesional. Lo que Victor no sabe es que esa película dista mucho de los clásicos que a él tanto le gustan y el film que deberá dirigir es ni más ni menos que una película porno con Ashley (Carolina Manica), una actriz del mundo xxx reconocida a nivel mundial y con un currículum más que importante. En medio de este contexto Víctor deberá arreglar su agenda para poder hacerse cargo de su película, lidiar para que su familia no se entere y coordinar su casamiento con Leticia. A pesar de tener una premisa interesante y de catalogarse como comedia, la película sólo logra mantener la atención y el entretenimiento durante la mitad del metraje. A lo largo de la historia del cine han habido películas que retratan cómo es manejarse en la industria cinematográfica de menor presupuesto cómo Ed Wood (1994) y Bowfinger (1999), filmes que utilizan la comedia de manera efectiva para reflejar las complejidades que llevan a cabo realizar una película y que si bien tratan de géneros diferentes en sus tramas ambas logran concretar la fiel representación que se proponen. Lamentablemente para la película de Carlos Ameglio esto en su película no se da y en lugar de explotar todos los elementos que les brinda el género, el guion termina pecando de pretencioso y en la búsqueda de querer generar una trama con giros imprevistos, relaciones interpersonales y guiños cinéfilos por doquier, se termina desviando el foco y lo que durante poco más de media hora logró ser una buena comedia termina desinflándose de manera pronunciada y alarmante. En cuanto a cuestiones técnicas la película no de destaca demasiado en ningún aspecto a excepción de la puesta en escena y la fotografía que dan un panorama bastante realista de un Uruguay de fines de los setenta y principios de los ochenta bastante convincente. Las actuaciones van de la mano con la poca solidez del guion y a medida que éste se va desinflando, las diferentes interacciones de los personajes sucumben ante las mismas dificultades. El único que logra sostener durante mayor tiempo su performance es la de Nicolás Furtado y eso se da gracias al rol de comic relief que tiene su personaje. Ni siquiera la preponderancia en escenas que tiene Piroyanski lo ayudan a conformar una actuación totalmente solida y su personaje termina siendo tedioso y bastante insoportable. Porno para principiantes no termina de aprovechar las buenas intenciones de su premisa, principalmente por las pretensiones de un guion que en lugar de aferrarse a la simpleza busca la complejidad en la trama, buscando giros innecesarios y sin lograr conformar personajes que puedan generar alguna conexión con el espectador.