A pesar de un arranque sólido y conciso, la película no logra dar un salto de calidad y queda toda la sensación de que algo más se podría haber hecho cómo para no sólo ser una obra pasajera y quedar rápidamente en el olvido. Basada en la saga de libros juveniles de nombre homónimo escrita por Alvin Shwartz, Historias de Miedo para Contar en la Oscuridad (Scary Stories To Tell in the Dark, 2019) llega a los cines de todo el mundo de la mano en la dirección de André Øvredal (The Autopsy of Jane Doe, 2016) y con un guion escrito por Dan y Kevin Hageman, con la participación del propio Guillermo del Toro que al mismo tiempo que aportó en el desarrollo de la historia, también fue uno de los productores más significativos a la hora de concretar ésta adaptación. Situada en los años 80s en un pueblo ficticio, la película se centra en Stella Nicholls (Zoe Colletti) una joven con aires de escritora que pasa la mayor parte de sus días con sus dos amigos Auggie (Gabriel Rush) y Chuck (Austin Zajur) quienes constantemente sufren el acoso de los bullies de la escuela. Todo cambiará para ellos luego de que en Halloween se encuentren con un extraño diario que supo pertenecer a Sarah Bellows (Kathleen Pollard), una joven que sufrió una extraña desaparición largo tiempo atrás y que ahora pareciera manifestarse en el diario de una forma por demás extraña y peligrosa, atentando con la vida de los protagonistas. Al mismo tiempo que los tres jóvenes intentarán detener ésta amenaza embrujada, Ramón Morales (Michael Garza) -un aliado inesperado- se sumará a su misión mientras lidia con los maltratos constantes del pueblo para con él. En una aventura que los hará enfrentarse a sus peores miedos, estos jóvenes deberán descubrir cómo parar la amenaza de Sarah Bellows sin padecer en el intento. A lo largo de las casi dos hora de duración (111 minutos) André Øvredal logra construir un relato eficaz que sabe combinar aventura y terror en partes iguales. A pesar de la simpleza del guion, la película se las rebusca para poder generar sustos y emoción en partes iguales sin perder de vista el único propósito real del film que es el entretenimiento. Aunque está muy bien elaborada y desarrollada, Historias de Miedo… no puede dar un salto de calidad para poder trascender en ningún género estrictamente y al andar entre dos tipos de películas diferentes, pareciera no explotar en ningún momento y el entretenimiento se transforma en pasajero y a futuro inmediato olvidable. La construcción de los sustos es la correcta pero no por su sorpresa, de hecho es bastante obvio todo, sino por su ejecución con efectos prácticos, maquillajes, juegos de luces y puesta en escena en conjunto con movimientos de cámara. La trama en sí es simple y viene un poco de la mano de todo lo que se viene viendo, de hecho se puede comparar bastante a las dos películas de Escalofríos (2015, 2018) pero con un plus terrorífico en donde sin dudas se ve la mano de Guillermo del Toro. Las actuaciones de parte de todo el elenco son correctas pero si alguien logra destacarse del resto es Zoe Colletti quién se carga en la espalda todo el peso de la importancia de la historia y de la sensación de que es la única con la que el espectador puede crear un lazo o empatizar un poco y teniendo en cuenta que es su primer papel protagónico es más que destacable su labor. Después el resto acompaña y si bien por momentos las relaciones entre personajes parecieran forzadas, así como sus ideas y venidas en cuanto a desarrollo, cada quién logra tener un momento en donde el protagonismo les queda muy bien. Scary Stories To Tell in the Dark termina redondeando una buena labor pero con escaso poder de repercusión en un futuro cercano. De más a menos a lo largo de todo el filme, la combinación de estilos y géneros pareciera jugarle a favor en un primer vistazo, pero que quizás no lo haga tanto en un segundo visionado. Lo que más logra destacarse es su protagonista y un par de construcciones de sustos que claramente vienen de la mente de Guillermo del Toro.
Ad Astra logra cautivar al espectador desde el momento inicial gracias a un despliegue visual de calidad suprema y a una implementación de recursos dramáticos que van de menor a mayor, pero que nunca merma en la intensidad. Ad Astra es una película dramática y de ciencia ficción dirigida y co-guionada por James Gray, un autor reconocido por películas cómo The Lost City of Z (2016) y The Immigrant (2013). En esta oportunidad el director americano se encarga de configurar un drama familiar con tintes de opera espacial y se da el lujo de tener a un actor como Brad Pitt en el papel principal. Ad Astra: Hacia las Estrellas, está seteada en un futuro no muy lejano y cuenta la historia de Roy McBride (Pitt) un astronauta cuyo padre Clifford (Tommy Lee Jones), astronauta también, desapareció en el espacio exterior en la búsqueda de vida por fuera de la Tierra. Ahora 20 años después, extraños sucesos empiezan a ocurrir en las cercanías a la Tierra y los estudios que realiza la NASA parecen indicar que todo proviene desde las afueras de Neptuno, el último lugar de donde se supo que Clifford estaba vivo. Es por eso que Roy es seleccionado de parte de los organismos espaciales para encabezar la búsqueda de su padre y determinar que causa estas anomalías y terminar con ellas. A lo largo de poco más de dos horas de duración James Gray en conjunto con Ethan Gross, co-guionista, logran establecer un drama emocional que va mucho más lejos que cualquier otra película dramática “clásica”. Utilizando como entorno el espacio. El director se encarga de combinar de manera categórica todo lo que una película espacial puede ofrecer junto con drama personal y familiar de lo más simple, que aunque parezca una contradicción no es nada fácil. La banda sonora, la fotografía y el guion conviven armoniosamente durante toda la película y van rotando permanentemente en nivel muy alto a lo largo de todo el film. En todos los aspectos visuales, Gray logra desarrollar un viaje espacial de un realismo increíble al mejor estilo Interstellar (2014) gracias, entre otras cosas, al aporte fotográfico de la NASA y obviamente a la utilización de efectos especiales de una gran valía. A lo largo que avanza el metraje y los protagonistas van cambiando de escenario, el trabajo de los encargados de manejar la cinematografía y fotografía dan una clase de cómo construir paisajes de una manera hiperrealista, sin caer en los recursos que suelen ser habitué en este tipo de películas. A nivel guion, el film bien podría haber tratado problemas más terrenales pero explorar la soledad y la desazón en el medio del espacio sirve como una clara pero no menos valiosa metáfora sobre la vida. La actuación de Brad Pitt en el rol principal es realmente brillante y concreta un año excelente para el actor luego de haber sido una de las estrellas en Había Una Vez… En Hollywood (2019). Gracias a miradas, silencios y postura corporal, él logra demostrar que está mas vigente que nunca y que es uno de los grandes candidatos a por lo menos encabezar todas las encuestas de cara a la temporada de premios que se viene. Brad Pitt demuestra que puede hacerse cargo de un papel totalmente profundo sin problemas y casi que completamente solo, ya que sólo él es protagonista y todo el resto del elenco cumple un rol completamente secundario. Tommy Lee Jones aprovecha al máximo cada uno de sus minutos en pantalla y si bien ha estado fuera del panorama en los últimos años, demuestra que aún está para las producciones importantes. Después hay varios personajes que insinúan importancia pero que luego pareciera que se esfuman y no se vuelve a saber de ellos, incluso hay algunos que tienen una relevancia preponderante en la trama que luego terminan sin siquiera volverse a nombrar desdibujando bastante todo el desarrollo de la historia. Ad Astra: Hacia las Estrellas demuestra que es más que una película espacial y más que un simple drama. Una brillante actuación de su estrella protagónica y un despliegue visual de alto vuela logran teletransportar al espectador directamente al espacio apenas comienza la película. La pantalla más grande que se encuentre con el mejor sonido posible completaran una experiencia que lo llevará fuera de este mundo.
Aburrida y golpe bajista por demás, El Jilguero es la clara muestra de como no adaptar un best seller a la gran pantalla. John Crowley, director reconocido por su trabajo en Brooklyn (2015), es el encargado de llevar a la gran pantalla una historia que supo ser escrita por la novelista Donna Tart y que cuyo libro se consolidó como el número uno en ventas en diferentes partes del mundo y además ganó el Premio Pulitzer a Obra Literaria de Ficción en 2013. Ahora esa historia que supo conmover a millones de personas llega al cine con un elenco de lujo y con aspiraciones concretas de figurar en la temporada de premios. Theodore Decker (Oakes Fegley) era un joven de no más de 13 años cuando en un día de paseo con su madre, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York fue bombardeado en un acto terrorista con ellos dentro, perdiendo así a su madre. Este evento repercutió permanentemente en la vida del joven y en los constantes cambios de domicilio que tuvo que tener, primero con la familia Barbour con Samantha (Nicole Kidman) a la cabeza, luego con el regreso de su padre biológico Larry (Luke Wilson) y más tarde con Hobie (Jeffrey Wright), un hombre que le ensañará un oficio para lograr dejar de lado y para siempre el evento que lo marcó tanto. Pero a lo largo de todos los años Theodore ha mantenido un secreto muy importante y es que desde el día del atentado él se quedó con un cuadro que aún no se había quemado y que jamás devolvió. Ese cuadro es El Jilguero y casi una década después del incidente, el ahora adulto Theodore (Ansel Elgort) se encontrará con problemas que nunca se hubiese imaginado. Cuando se dice que mayoritariamente las adaptaciones de libros a la gran pantalla suelen ser fiascos, quizás una de las mayores razones es que la estructura de un formato literario a otro no puede darse de la misma manera. Y ahí está el mayor problema de El Jilguero (The Goldfinch, 2019), una película que no sólo se apega concretamente al material original sino que transmite una solemnidad no propia del libro. El guion, escrito por Peter Straughan, demuestra la manera equivocada de mostrar flashbacks y flashforwards haciendo el relato muy tedioso, por demás aburrido y sobre todo repetitivo, dándole un esquema más rígido de lo que debería ser. En cada uno de estos segmentos, tanto en el pasado como en el presente, el guion busca permanentemente conmover al espectador y fracasa estrepitosamente escena a escena. A su vez los aspectos propios de la dirección están muy bien llevados a cabo. Ya sea por lo movimientos de cámara, la iluminación, la fotografía y hasta la música dan a cuenta de que John Crowley es un director que sabe generar clima a través de las cámaras. Si bien el elenco está constituido por un grupo de actores y actrices de primerísimo nivel con nombres como Ansel Elgort, Nicole Kidman, Sarah Paulson, Luke Wilson y Jeffrey Wright entre otros, las mejores actuaciones las llevan a cabo dos actores que están haciendo sus primeras armas en el cine a pesar de ya llevar varios años figurando en series y en películas menores. Finn Wolfhard (Stranger Things, IT) y Oakes Fegley (Mi Amigo el Dragón, 2016) son los que decididamente se llevan todos los elogios y demuestran que son actores que ya tienen las armas suficientes como para figurar en películas con otro perfil, más similares a ésta, donde pueden demostrar todas sus capacidades. Por otra parte los actores más conocidos y de más renombre no logran demostrar todo lo que sus pergaminos dicen y el gran motivo es la floja estructura y desarrollo en cada uno de sus personajes. El Jilguero termina siendo una mediocre película teniendo en cuenta el material original de la obra y el elenco con el que cuenta. Un guion aburrido, solemne, repetitivo y que busca constantemente el golpe bajo termina arruinando la buenas decisiones del director y no logran consolidar este film cómo uno de los mejores del año.
Un despliegue técnico de primer nivel no logra sacar a flote una historia mediocre con un guion redundante y que si bien tiene buenos actores, sus personajes tienen un desarrollo poco consistente. Escrita y dirigida por Rania Attieh y Daniel Garcia, Inciales S.G. (2019) es una película protagonizada por Diego Peretti en donde el ex simulador interpreta a Sergio Garcés, un actor en decadencia al que las propuestas de trabajo no le abundan y aquellas que logra conseguir son para películas porno de bastante bajo presupuesto. En sus ansías de querer sobreponerse del mal momento que lo persigue también en su vida personal, Sergio conocerá a Jane (Julianne Nicholson), la organizadora de un festival de cine que se está llevando en Buenos Aires y que se le es presentada a Sergio por su representante. Esta incipiente relación los llevará a ambos a transitar caminos a los que no están acostumbrados y terminarán siendo participes de un crimen que luego los atormentará bastante. A pesar de llevar adelante una propuesta arriesgada por parte de sus directores, Iniciales S.G termina quedando a mitad de camino en cuanto a donde quiere llegar. El guion da vueltas sobre sí mismo y en la búsqueda de querer generar intriga a la hora de la resolución, sólo termina alargando de manera poco redituable para con el espectador una trama que parecía agotada. El gran problema de ese aspecto es que la película es corta (93 minutos) y el desarrollo del segundo acto se hace eterno, bastante monótono y muy poco gracioso. Un aspecto en donde este filme sí se destaca es en cuanto a la resolución técnica. Con un gran uso de luces, sombras, efectos especiales y movimientos de cámara, la fotografía y la cinematografía constituyen un salto de calidad por sobre otras películas argentinas del mismo género, o similares, que si bien intentan parecerse más a filmes foráneos no logran acertar. En cuanto a la performance de los actores, sólo Peretti y Nicholson pueden tenerse en cuenta para evaluar ese aspecto y mucho más él que ella. Si bien la estadounidense logra desenvolverse de una manera casi natural, incluso hablando español en un 90% de sus diálogos, el mayor problema que tiene su personaje es la falta de desarrollo y la mera y simple utilización del guion para con ella para ser una leve motivación del protagonista. Por el lado de Peretti, su papel si tiene una construcción eficaz y concreta pero al mismo tiempo simple y por momentos insulsa. Sólo gracias a él, algunos pasajes de la cinta se pueden considerar divertidos y graciosos y aún así allí no se ve su mejor versión. Cuando mejor se lo ve a Peretti es cuando se aferra al drama y logra con la postura corporal transmitir desazón y hartazgo. Inciales S.G. termina quedando a mitad de camino en cuanto a lo que quiere mostrar y cómo es transmitido. Un gran despliegue técnico no logra tapar las falencias de guion e historia y ninguno de los géneros que quiere abarcar terminan siendo explotados de manera correcta, decretando así una película insulsa y olvidable.
Sr. Link no será la más recordada de los Estudios Laika ni mucho menos, aún así su historia simple y convencional regalará un lindo momento al verla. Después de tres años, Laika vuelve a hacerse presente en la cartelera con su última película Sr. Link (Missing Link, 2019). En esta nueva aventura animada, los responsables de Coraline (2009) y Kubo (2016) se encargarán de llevarnos a una aventura que relevará una incógnita que ha mantenido al ser humano desde hace décadas: la existencia o no de Pie Grande, mejor conocido como el eslabón perdido o Sasquatch. Esta nueva película estará situada en Inglaterra y tendrá como protagonista al aventurero Lionel Frost (Hugh Jackman), un joven con muchas ganas de trascender en la historia. Tras recibir una misteriosa carta en su despacho con una prueba de la existencia de Pie Grande, Lionel deberá aprovechar al máximo esta oportunidad ya que depende de su éxito entrar o no a la Sociedad de los Grandes Hombres, el club presidido por Lord Piggot-Dunceby (Stephen Fry). Luego de haber dirigido ParaNorman (2012), otra de las películas de Laika, y de haber desarrollado el guión de Kubo, el realizador Chris Butler es el encargado de dirigir y escribir esta nueva aventura animada en stop motion, que no abunda en formas novedosas de narrar una historia sino que se abraza a la calidad técnica del estudio para marcar una diferencia para con las otras compañías de animación. Si bien la película tiene un subtexto bastante claro, amistoso y conmovedor, las formas que el director elige para desarrollarlas terminan quedando a mitad de camino en cuanto a la atención y al interés que se puede generar en el espectador. A los largo de poco más de una hora y media de metraje la estructura del film no permite que se genere una sorpresa, o un giro o algún mínimo traspié que pueda hacer peligrar a los protagonistas y hace que el viaje a la aventura y a lo desconocido termine resultando algo previsible, por momentos aburrido y hasta desganado. Obviamente que en cuanto a las cuestiones técnicas, ningún estudio de animación puede seguirle el paso a Laika, ya que película a película han logrado mejorar lo que parecía inmejorable desde El Cadáver de la Novia (2005), su primera gran participación mainstream. La calidad del detalle es algo alucinante y las expresiones faciales de los personajes es cada vez más real. Pero a la hora del diseño de éstos, el estudio parecería haber dado un paso atrás con respecto a lo realizado con Kubo, no así sus expresiones y movimientos donde el realismo conseguido si es mejor que en su última producción, pero no hay un nuevo corte corporal, por decirlo de alguna manera, sino que es bastante más convencional de lo que Laika tiene acostumbrado a su público. Las voces del casting seleccionado están realmente muy bien. Hugh Jackman, Zach Galifianakis, Zoe Saldana y Emma Thompson están magistrales en sus roles y crean un lazo perfecto entre lo que se ve y lo que se escuche. Sr. Link puede que no sea la mejor película de los Estudios Laika, pero sin dudas que cada vez que estos genios de la animación estrenan una película vale la pena ir a verla. A pesar de su poca inventiva narrativa y a un “retroceso” en cuanto al diseño de los personajes, Sr. Link termina siendo una película disfrutable pero de igual medida olvidable.
El poco desarrollo de personajes secundarios y los incontables diálogos que rozan lo ridículo, terminan conduciendo una buena idea con una muy buena protagonista a un caos narrativo absoluto. Dirigido por Marcelo Páez Cubells y escrito por Matías Caruso llega a los cines de Argentina Bruja (2019), un thriller sobrenatural como nunca se había visto en la industria de cine local. En ella se presenta a Selena (Érica Rivas) una mujer que desde joven ha convivido con la magia y gracias a eso ha sido casi que excluida y maltratada por toda la gente del pueblo en donde vive. Ya con su hija Belén (Miranda de la Serna) siendo una adolescente y con una fama ganada, bastante mala por cierto, Selena debe enfrentarse a los “problemas” lógicos que mantiene en el día a día con su hija mientras recibe el hostigamiento permanente de los integrantes del pueblo. Pero de repente, una red de trata de personas y prostitución liderada por una proxeneta llamada Marisa (Leticia Brédice) terminará secuestrando a Belén y a otras jóvenes del pueblo y allí es donde Selena deberá recurrir a todos sus poderes para poder recuperar a las chicas. Con la ayuda de Ricardo (Pablo Rago), padre de una de las chicas secuestradas, Selena encontrará un aliado para llegar hasta el final de todo esto cueste lo que cueste. A pesar de que la trama es a priori llamativa y el elenco puede generar algún tipo de entusiasmo, el resultado final de esta producción nacional (de muy bajo presupuesto), no logra alcanzar las expectativas y termina quedando en el debe en más de un aspecto. Desde el desarrollo del guion en el cuál hay escenas de más, otras con muy poco despliegue narrativo y otras con poco sentido argumental. Diálogos irrisorios y situaciones totalmente sin sentido y poco creíbles, también abundan en una película que solo tiene breves momentos serios, pese a que el tema que se lleva a cabo es lo suficientemente rico cómo para desarrollarse mejor. Esto provoca una sensación extraña en el espectador y es normal que sienta un letargo propio de la re-utilización de escenas y de un montaje muy malo. A la película bien podrían sacarle media hora de metraje y teniendo en cuenta que el corte final dura apenas un poco más de una hora y media, eso deja mucho que desear del film. Lo destacable, dentro de todo, es el tono de la película y la estética con la juega la puesta en escena permanentemente. Y, a pesar de que su ejecución puede dejar dudas, la utilización de lo sobrenatural está ejecutada de manera convincente y teniendo en cuenta lo extraño que es que esto suceda en producciones locales merece ser destacado. Las actuaciones rozan lo bochornoso salvo por Érica Rivas, quién muestra que el papel de bruja le queda a la perfección y agradado a eso, ella demuestra ser una actriz a la que los desafíos como estos no le pesan en lo más mínimo. A ella sí que el guion la ayuda, ya que éste le da un propósito, un background necesario y un sentido a todo lo que hace y que encima lo puede relacionar con su pasado. El resto del elenco no muestra ninguna de las cualidades que sus pergaminos presuponen y, sumado a que el guion no los ayuda demasiado al darles diálogos increíblemente ridículos, nadie del cast logra estar a la altura de las circunstancias. A pesar de una buena premisa inicial, una estética un y tono que van de la mano con el género, Bruja termina haciendo agua por todos lados y su protagonista no logra hacer que la película pueda pasar por satisfactoria.
Danny Boyle logra de manera satisfactoria combinar un relato amoroso sencillo pero concreto, con una dosis justa de fantasía y un despliegue artístico de alta calidad. Después de haber finalizado la cruzada lisérgica de Renton y compañía en Trainspotting 2 (2017), Danny Boyle regresa a la dirección en una comedia romántica con tintes de fábula fantasiosa que plantea un escenario en donde el mundo ha olvidado la existencia de The Beatles y hay sólo una persona que los recuerda. Jack (Himesh Patel) es un músico under con muchas pretensiones y talento pero con poco éxito a pesar del constante apoyo de su mánager Ellie (Lily James) y sus amigos. Luego de varios intentos de ella para que él pueda seguir intentando tener una carrera estable, Jack decide de buenas a primeras abandonar su carrera de músico debido a los continuos fracasos que lo atormentan. Pero luego de que él sufra un accidente y quede internado por unos días, Jack empezará a notar que algo no anda bien y ese algo es ni más ni menos que la inexistencia de Los Beatles y es solo él quién los recuerda. Ahí Jack, fanático de la banda, empezará a tocar las fantásticas canciones que sólo él recuerda y su carrera empezará a tomar una relevancia preponderante a nivel global sin precedentes. ¿Podrá lidiar Jack con las presiones de la industria musical y cargar el peso de ser el único que recuerda a Los Beatles? Para empezar hay que tener en cuenta que esta película no es un musical, ni tampoco pretende serlo. Con un guion perteneciente a la pluma de Richard Curtis y Jack Barth, Danny Boyle se encarga de alinear a la perfección su visión a la hora de mover las cámaras con la trama creada por los guionistas y termina formando una película que derrocha amor por la música de Los Beatles y su influencia en las personas, al mismo tiempo que lo combina con una dosis de romance que si bien por momentos es bastante reiterativo, termina siendo efectivo. A lo largo de las casi dos horas de metraje Yesterday (2019) logra su cometido que es el de estrictamente entretener y por momentos emocionar. Utilizando de manera correcta el poder que conlleva entonar las canciones de Los Beatles, los diferentes segmentos musicalizados no pasan desapercibidos y la música juega un rol determinante a la hora de contextualizar sentimientos y situaciones. Aunque la trama por momentos termine quedando chata y el tercer acto carece de fuerza teniendo un clímax bastante pobre e inconsistente, el camino por el cual los personajes llegan al final es satisfactorio. Quizás uno de los mayores aciertos de la trama es que su punto clave no termina siendo sobre explicado y tampoco el guion da un vuelco de 360 grados para deshacerse de lo construido, sino que abraza conscientemente su particularidad. La mano de Boyle a la hora de narrar la película es incuestionable y su ojo de director se logra ver en cada toma y cada escena de la película gracias a la calidad artística con la que supo acostumbrar a lo largo de su filmografía. Las actuaciones cumplen con su cometido a la perfección. Tanto Himesh Patel como Lily James (Mamma Mia 2, 2018) no dan lugar a ningún tipo de recriminaciones ni dudas y ambos brillan en sus roles. Él, teniendo más participación que ella por motivos obvios, redondea un primer papel protagónico sin fisuras y encima le aporta al personaje su talento para cantar y ser él quién toca los instrumentos e interpreta cada canción. Los actores secundarios son un gran alivio para la trama ya que todos aportan a la causa y hacen que el relato y la historia fluyan de una manera más que natural. Desde la participación de Ed Sheeran hasta Kate McKinnon cada uno acepta el rol que le toca y dan lo mejor de sí. Yesterday es una convincente y satisfactoria historia de amor que utiliza la música como vía para transmitir un subtexto claro. Para quienes sean fanáticos de Los Beatles el viaje será de disfrute total en donde durante toda la película, y luego de ella, las canciones perduraran durante horas en la mente del espectador y para quienes no lo sean, la trama y su desarrollo convencerá y divertirá de igual manera.
Andy Muschietti regresa a Derry para el desenlace de su visión de IT. Con un guion que alterna buenas y malas, los mejores aspectos del film salen a relucir cuando la trama explora el terror, el lugar que mejor le sienta al director argentino. Luego de que Andy Muschietti lograra convertir su versión de IT: Capítulo Uno (2017) en la película de terror más taquillera de todos los tiempos en Estados Unidos, durante estos dos años se ha ido generando una burbuja de HYPE gigante con respecto a la conclusión definitiva de la historia creada por Stephen King. Algunos de los grandes motivos por los cuales los fanáticos están eufóricos de cara al estreno, es que el propio director tiene el visto bueno de King y teniendo en cuenta que el escritor no suele apoyar a quienes adaptan sus novelas al cine, ese es un buen indicador de lo que se puede esperar de la película. Además el director argentino, confeso amante de la novela, tiene una forma de concretar su visión del libro combinando aspectos del cine de terror más surrealistas que terminan generando un producto satisfactorio tanto para los fanáticos del libro como también a los consumidores más recurrentes cine de terror. Dentro de los muchos aspectos positivos que tuvo la primera parte de esta revisionada historia, el más notorio y significativo fue la unión que mostró el elenco y su buena química frente y detrás de las cámaras, pero ahora esos niños ya no serán quienes sean los protagonistas per se y es por eso que la búsqueda de actores maduros para la conformación de un elenco que debía ser más “serio” pero al mismo tiempo mantener la esencia de los niños, sería el punta pie por donde el director debía comenzar a planificar su secuela. Para ponerle el cuerpo a personajes tan conocidos, actores de la talla de James McAvoy, Jessica Chastain y Bill Hader, entre otros, deberán enfrentarse al temible Bill Skarsgård y su Pennywise de una vez y para siempre. Luego de los acontecimientos vistos en la peli del 2017, el grupo de “Perdedores” se ha dispersado y poco a poco han ido olvidando de aquel verano en el que se enfrentaron a sus miedos y a Eso. Pero 27 años después, extraños sucesos volverán a ocurrir en Derry y todo indica que el payaso más malo de todos está detrás. Siendo Mike (Isaiah Mustafa) el único del grupo que se quedó en el pueblo, de él dependerá hacer que todos los Perdedores regresen para honrar su pacto de sangre y prevenir nuevos incidentes en su hogar. De ésta manera Bill (James McAvoy), Beverly (Jessica Chastain), Ben (Jay Ryan), Richie (Bill Hader), Eddie (James Ransone) y Stanley (Andy Bean), deberán reunirse para volver a enfrentar sus miedos y para intentar terminar de una vez y para siempre con el tormento de Pennywise. Andy Muschietti demuestra una vez más por qué es uno de los realizadores más solicitados de los últimos tiempos. El director vuelve a explotar lo que más le gusta del género y en ésta oportunidad lo desarrolla muchos más momentos y con un nivel más elevado que el visto en la primera película. Si bien la estructura que propone el guion, nuevamente desarrollado por Gary Dauberman, es básicamente igual que en el film previo, en ésta oportunidad todos aquellos condimentos que supieron hacer brillar a la película anterior ahora también están y redoblan la apuesta para llevar cada escena a una calidad superlativa. La mezcla de sonido, la fotografía y los movimientos de cámara son otros de los grandes aciertos en cuanto a la dirección y ahí es donde la habilidad de Muschietti brilla para conformar un relato que fluye, pese a la duración de la película. Pero de la misma manera, lo negativo también se hace presente y por momentos hace bajar demasiado el nivel de la película. El desarrollo de algunos personajes y sus trasfondos están sobre explotados y en otros muy poco explorados, no hay una línea media en cuanto a la repartición de tiempo y desglose de situaciones y da la sensación de que todo el guion está enfocado en 4 personajes y los demás acompañan. En continuado con esto, la química entre los protagonistas no parece sincera y siendo ese el aspecto que más supo convencer al público en IT: Capítulo Uno, aquí parece forzado el intento por asemejarlo. Las actuaciones son variadas. Por un lado están Bill Hader, James Ransone y Bill Skarsgård que se roban cada escena en la que participan y demuestran por qué fueron convocados para semejante participación. De la vereda de enfrente están James McAvoy y Jessica Chastain como los mayores referentes de la completa inexpresión, salvo por un momento clave para cada uno. Después, las situaciones ya mencionadas vuelven a repetirse. Sobreexplotan la participación de estos personajes para más de lo que dan y otros que deberían tener más preponderancia quedan en el olvido. Algo que comparten todos entre sí para con el cast anterior es que increíblemente todos comparten similitudes físicas, en mayor o menor medida dependiendo el caso, y eso logra que el paso del tiempo parezca mucho más creíble en comparación por ejemplo con la película/mini serie de 1990. IT: Capítulo Dos es una justa continuación y desenlace de la terrorífica historia de Stephen King, ahora en manos de Andy Muschietti. A pesar de tener sus desniveles en cuanto al desarrollo de personajes y una extensión demasiado larga para lo que se quiere contar, la explotación del terror está mucho mejor y los sustos están garantizados.
Una Coming of Age que parece seguir los parámetros normales de éste sub-género da un salto de calidad cuando la impronta de su directora se ve plasmada en la trama y cuando sus protagonistas transmiten emociones reales totalmente identificables para con el espectador. La música de mi vida (Blinded by the Light) es una coming of age dirigida por la inglesa con raíces indias Gurinder Chadha junto a un grupo de escritores compuesto por la propia directora, Sarfraz Manzoor, quién hace su debut, y Paul Mayeda Berges, usual coautor en los trabajos de la británica. En esta nueva película, el contexto será establecido en Luton, un pequeño pueblo en las afueras de Londres a fines de la década de los 80’s en donde viven Javed (Viveik Kalra) y su familia. Estos, de ascendencia Pakistaní pero ya establecidos hace rato en el Reino Unido, viven bajo un régimen estrictamente patriarcal en donde todos se comportan de acuerdo a lo que diga Malik (Kulvinder Ghir) el jefe de la familia. Ante semejante panorama y con una situación económica que incomoda a todos por la situación financiera que atravesaba Inglaterra en aquel entonces, Javed se encuentra permanentemente en la dicotomía de perseguir sus sueños de ser escritor e irse para siempre de Luton o ser lo más funcional a su familia posible y dejar sus ilusiones de lado. De una manera inesperada, el camino se le irá aclarando a Javed cuando se haga amigo de Roops (Aaron Phagura) otro joven pakistaní que le hará conocer un artista que gracias a sus canciones harán que la perspectiva de Javed cambie por completo. Éste artista es Bruce Springsteen, el símbolo del rock y del famoso “sueño americano”. Una vez que Javed se interioriza con respecto al artista, su perspectiva de la vida cambiará por completo y las decisiones que tendrá que empezar a tomar harán que su futuro sea una incógnita. A pesar de que la trama tiende a sonar como si no hubiese nada ingenioso en la película, los grandes logros que se pueden ver en la obra de la directora se notan en la forma y el estilo que le impuso a su historia. Este tipo de films suelen tener siempre la misma estructura e incluso el conflicto casi siempre es el mismo, pero el camino tomado aquí hace que se torne un film sumamente diferente a los otros. Para empezar la representación de una minoría tan maltratada como la pakistaní en los años 80, una época en donde el Partido Nacionalista británico de extrema derecha era un acosador permanente de los extranjeros a tal punto de mantener comportamientos totalmente fascistas, no es algo que se vea todos los días y obviamente la directora puede materializar esas experiencias que seguramente supo tener que soportar. Pero si bien cuenta todo desde una perspectiva social bastante marginada, logra ampliar el umbral de empatía a cualquier otro punto de la sociedad, sean inmigrantes o no, gracias a la música y a como ésta se la ve representada. Cada canción seleccionada y el momento en el que suena tiene un propósito y funciona de manera incidental dentro del film logrando una empatía total de tal manera que las emociones logran traspasar la pantalla. Si bien la película no es para nada difícil de descifrar, quizás el desconocimiento del espectador para con Bruce Springsteen pueda generar menos empatía que la que se logra con alguien que dentro de todo sepa quien es él y lo que sus canciones significan. Al mismo tiempo la película da la impresión que se termina extendiendo un poco más de lo necesario y lo peor de todo es que en esos minutos que pueden tener de sobra (no más de 15) nada nuevo se explora, sino que solo están para repetir efectos visuales (que son muy pintorescos) pero que al verse tres o cuatro veces el efecto se pierde. Las actuaciones de todo el elenco tienen un nivel bastante parejo a lo largo de toda la película pero quién logra marcar un salto de calidad es Viveik Kalra, el debutante en largometrajes tiene una magnifica primera interpretación protagónica. El segundo que mejor entiende como llevar a cabo su personaje es Kulvinder Ghir en su rol de padre exigente y para nada contemplativo y que al igual que Kalra, logra reflejar en su postura poco flexible todo lo que en su momento la cultura oriental pensaba e iba traspasando generación a generación. Si bien el resto del reparto logra tener un nivel parejo en todo el desarrollo del film, ningún otro personaje necesita de más minutos en pantalla como para tener un arco argumental y eso provoca que no terminen explotando sus buenas calidades. La música de mi vida puede no ser inventiva en cuanto a su guion o a lo que quiere transmitir, sin embargo, logra dar un salto de calidad en cuanto a las formas que le imprime su directora y a las actuaciones de sus protagonistas que hacen que las emociones traspasen la pantalla sean o no fanáticos del canta autor estadounidense.
La biopic que muestra la historia del femicida más conocido de Estados Unidos logra prevalecer por sus actores y por el buen reflejo de la época, no así tanto por lo estrictamente cinematográfico. La historia de Ted Bundy ha sido llevada a la gran pantalla en más de una oportunidad gracias a los llamativos condimentos que ésta tiene. El principal de ellos es la presencia del propio Theodore Robert Cowell Bundy, Ted. Un personaje que supo dividir las aguas cuando su caso por múltiples homicidios, violaciones y secuestros fuese elevado a juicio oral y público a toda la comunidad estadounidense. Ahora gracias a los conocimientos del director Joe Berlinger, conocido por haber realizado el documental de Netflix Conversaciones con Asesinos: Las cintas de Ted Bundy (2019), el mismo cineasta decide ampliar su visión haciendo una dramatización del caso con lujo de detalles. En Ted Bundy: Durmiendo con el asesino (Extremely Wicked, Shockingly Evil, and Vile) Zac Efron interpreta a Ted Bundy, un estudiante de derecho y aparentemente perfecto, que logra establecerse en pareja con Liz Kendall (Lily Collins), una secretaria divorciada que vive sola con su pequeña hija. A medida que la relación entre ambos se afianza, Liz empezará a notar un comportamiento extraño en Ted y junto con esto, él comenzará a verse perseguido constantemente por las autoridades debido a que su descripción coincide con la búsqueda de un sospechoso al que se le atribuyen varios cargos de violación y homicidio. De esta manera, Ted comenzará a escapar de las autoridades en más de una oportunidad convirtiéndose en prófugo, mientras lucha por demostrar su inocencia y por seguir manteniendo su relación con Liz de la mejor manera posible. Al contrario de las otras representaciones que ha tenido esta historia en la pantalla grande, en donde siempre se hizo foco en la relación entre Liz y Ted, en ésta oportunidad y si bien sí se tiene en cuenta dicha relación, lo más interesante que el director logra mostrar es como a partir de la mediatización del hecho, los personajes involucrados en el caso van cambiando posturas y pareceres dependiendo de como se van sucediendo los hechos. Ahora bien, en lo puntualmente cinematográfico los puntos altos de este film tienen que ver con el montaje entre las escenas filmadas con actores y las imágenes que lograron ser rescatas de archivo, creando así una ilusión casi perfecta de la época de los eventos que se mencionan. De la mano con esto, toda la ambientación es perfecta, los outfits y escenarios están reflejados de una manera excelente y producen un viaje a la época de manera efectiva. Narrativamente la película tiene bastantes fallas, por momentos se vuelve tediosa y bastante previsible aún cuando el espectador pueda o no conocer la historia verídica. Zac Efron y Lily Collins están realmente bien en sus papeles pero el que más se luce en sin lugar a dudas el ex High School Musical. Atrás quedaron los días en donde el actor era encasillado como un actor del montón y en al que solo se le podían entregar papeles menores sin importancia. Aquí demuestra que su crecimiento actoral no tiene techo y tiene toda la capacidad para afrontar papeles completamente maduros. Si bien Collins demuestra estar hecha para el drama, da la sensación de que el único interés del guion para con su personaje es solo el de transmitir el sentimentalismo y la desazón. Al margen de éstas dos figuras, hay otros miembros del elenco que si bien no tienen un papel del todo preponderante, hacen que el relato fluya con total normalidad y no se vean siempre las mismas caras. La inclusión de Kaya Scodelario, John Malkovich, Jim Parsons y Haley Joel Osment completan un cast que le daría envidia a cualquier otra producción a pesar de sus pequeños papeles. Más allá que narrativamente la película no parece despegar en casi ningún momento, el retrato de un caso que conmovió a todo un país, está hecho de manera casi perfecta y resulta entretenida para quienes no tienen idea de lo que ocurrió cómo para quienes que sí.