Criminales de medio pelo Es sabido que es más difícil hacer reír que hacer llorar, pero a pesar de ese desafío, suele considerarse a la comedia como un género inferior al drama. Al cine argentino de las últimas décadas le ha costado, en general, encontrar el ritmo, las situaciones y los actores para hacer buenas comedias. Los ejemplos son escasos. Es por eso que un producto como "Ni un Hombre Más" brinda una doble satisfacción: no sólo se pasa un buen rato en el cine, sino que se siente que no todo está perdido en lo que al género respecta. Todo comienza con el cobro de un rescate. Ricky (Juan Minujín), y su novia Karla “con K” (Valeria Bertucelli) festejan que el plan salió a la perfección, y sólo les queda liberar al rehén del secuestro. Sin embargo el hombre muere accidentalmente y deben huir para deshacerse del cuerpo. Se pierden en una ruta de Misiones, y así terminan en la hostería Del Cielo, atendida por Charly (Martín Piroyansky). Ricky supuestamente llama a la grúa, pero cuando Karla descubre a quién llamó en realidad tienen una discusión que termina mal, y así se comienza a complicar toda la historia. A partir de ese momento, la trama se desarrollará como un in crescendo de situaciones disparatadamente trágicas. Esta comedia negra se apoya en las excelentes actuaciones de sus tres actores principales, Bertucelli, Piroyansky y Luis Ziembrowski, que manejan el género con una naturalidad indispensable para que situaciones bastante escabrosas resulten verdaderamente graciosas. Filmada íntegramente en la provincia de Misiones, el guión logra hacer del entorno un integrante más, aprovechando la selva, su fauna, y las distancias, que hacen que la hostería se convierta en el escenario único de toda la acción. Con un guión casi teatral en ese sentido, todos los personajes convergen allí, siguiendo un ritmo parejo que no deja baches a lo largo del filme. Martín Salinas, director y guionista, logra con su primer largometraje como director, una historia fresca, a pesar de su buena dosis de humor negro, con personajes simpáticos en manos de grandes actores, y un excelente ritmo. Una película que divierte y sorprende mediante giros bien ubicados en el guión, y no decae hasta el final, muy bien resuelto.
Retrato de un joven capitalista En el principio de este nuevo filme de David Cronenberg se cita un poema de Zbigniew Herbert que dice que en un futuro la moneda de cambio no será el dinero, sino las ratas, y hacia allí va la reflexión de la película que, basada en la novela homónima de Don DeLillo, explora los extremos de la sociedad capitalista. Eric (Robert Pattinson) es un joven brillante, un visionario de las finanzas que ha logrado un sistema para analizar divisas que lo llevó a amasar una gran fortuna. Está recientemente casado con la heredera de otro emporio millonario, aunque la relación es tan distante y fría que no se comprende qué los unió. Si bien él tiene una importante oficina, ese día decide que quiere cortarse el pelo, pero para llegar a su peluquero hace falta atravesar toda la ciudad, una Manhattan de un futuro no muy lejano, a paso de hombre. En ese trayecto diferentes personajes irán acudiendo a citas con él en su limosina, que se convertirá en la escenografía de casi toda la película. Con un tono tedioso, claustrofóbico e hiperverborrágico, Cronenberg expone el vacío existencial de su personaje central, la frialdad que lo caracteriza (y que parece diseñada a medida para Pattinson), su búsqueda de situaciones que lo hagan sentir algo, la falta de sentido de su vida. A pesar de su juventud (una de las obsesiones de la sociedad en la que vive, junto con el dinero), vive sumergido en una apatía profunda, con pánico de morir; y del fracaso, otra forma de muerte, ya que implica la exclusión. Es un filme difícil de abordar por sus diálogos intrincados, pero que va tomando forma a partir de la mitad del relato, hasta cobrar verdadero sentido en la escena de la peluquería. Desde la historia de este personaje, "Cosmópolis" retrata un mundo en apariencia perfecto que va viniéndose abajo por un simple error, como metáfora de un sistema en decadencia.
Conspiración de mujeres Un pequeño pueblo del Líbano, aislado del mundo por caminos en los que hay minas antipersonales, a pesar de las dificultades y carencias, vive en paz. Sus habitantes son la mitad cristianos, y la mitad musulmanes. Hace un tiempo, no muy lejano, hubo un enfrentamiento entre ambos bandos en el que murieron muchos hombres del lugar. Hijos, esposos, hermanos, todos siguen siendo llorados por sus mujeres, que mantienen una hermandad que tiene ese dolor como punto de encuentro, y que las convierte en una fortaleza que luchará por mantener la paz. Cueste lo que cueste. Esta película es inclasificable en cuanto a género, ya que, si bien el marco general es el de una comedia, hay escenas de mucho dramatismo, y otras que se acercan al musical. Esta mezcla de géneros logra ilustrar el universo interior de estas mujeres, quizás de todas las mujeres, en el que conviven el dolor, el duelo, la alegría, la fuerza, la picardía, el romance, el coraje, la esperanza. Ellas están dispuestas a todo para preservar la paz del pueblo, y por ende, la vida de sus seres queridos. De sus hombres queridos. Es un filme que, sin fanatismos ni banderas feministas, exalta lo mejor del género femenino: ubica la figura de la mujer como el ser inteligente, reflexivo, capaz de un amor que trasciende el vínculo de sangre. La directora y co-guionista, Nadine Labaki, resalta la amistad, la solidaridad entre las mujeres (incluso las que llegan de fuera del pueblo), y cómo esos sentimientos pueden ser guías para una comunidad. Los hombres, en cambio, son viscerales, actúan en base a pura reacción, sin pensar en el sacrificio que eso implica. Si hay equilibrio, es claro, es gracias al acuerdo tácito entre las damas. Un film encantador, en el que se cuela una profunda reflexión sobre las diferencias culturales y religiosas, y la violencia que pueden llegar a generar. Con inteligencia y humor, Labaki aborda el tema: al fin y al cabo, la línea entre las religiones es tan fina como el caminito que separa el cementerio cristiano del musulmán.
El reciclador ataca de nuevo Un poco de contexto: en sus comienzos como cineasta, exactamente en 1984, y antes de filmar su primer largometraje, Tim Burton dirigió un corto de 25 minutos llamado "Frankenweenie". Interpretado por actores reales, y filmado en blanco y negro, la historia era una versión libre del clásico de Mary Schelley, "Frankenstein". En el corto, un niño, Víctor, resucita a su perro Sparky mediante la aplicación de electricidad al cadáver del animalito. En 2012, Burton vuelve sobre sus pasos, y recrea aquella idea, sólo que esta vez en una versión animada con la técnica insignia de este director, el stop-motion. La oscuridad habitual del universo Burton se mantiene en este filme que conserva el blanco y negro; impecable en los rubros técnicos, como la fotografía, la iluminación -que trasmite un ambiente algo tenebroso- y el agregado del 3D. El filme es tan fiel al cortometraje original que funciona mucho mejor en aquellos que no lo hayan visto. Tiene buen ritmo, y algunos guiños como homenaje a clásicos monstruos de la historia de la ficción (desde Drácula hasta los Gremlins, pasando por Godzilla y la película La novia de Frankenstein), pero no logra sorprender. Y no sólo por sus deudas creativas con el corto, sino por sus similitudes con el libro de Schelley. La idea es la misma, en otra versión: Víctor y la re-creación de la vida, a partir del cadáver de su amada mascota, su único amigo, y el rechazo del resto de la sociedad, a quienes Burton muestra como muy tercos e ignorantes. Se agregan personajes, y de paso, aprovechando su extensión, la película desarrolla un tema casi ético que son los límites y uso correcto de la ciencia, y en cierto sentido intenta dejar un mensaje sobre la responsabilidad de los científicos. De las salas dependerá si estrenan la versión subtitulada o la doblada, aunque considerando que es sólo apta para mayores de 13 años (pueden perfectamente verla niños algo menores, pero no los más chiquitos), sería interesante que aprovechen a proyectar la subtitulada. En ella, Burton exhibe nuevamente su marca registrada al utilizar actores como Martin Landau o Winona Ryder para hacer algunas de las voces. Una película muy bien realizada, que entretiene por su ritmo pero no sorprende, y que renueva la pregunta que dejó abierta "Sombras Tenebrosas": ¿es que acaso Tim Burton tiene algo realmente nuevo que mostrar?
Medidas desesperadas Mariano (Alan Sabbagh) está a punto de mudarse con su novia, Jackie (Paula Grinzspan). Todavía les faltan muchas cosas para la casa por eso el cuñado le sugiere un plan, en apariencia infalible: usar la tarjeta de crédito de manera fraudulenta para hacerse de algunos objetos sin tener que pagarlos. Pero la cosa se complica, y Mariano debe sacrificar su venerado automóvil -un Siam Di Tella impecable- utilizado durante el trámite, para evitar ser ubicado. Lo abandona entonces al costado de una vía y denuncia el robo, con la esperanza de que pronto la policía lo encuentre, y todo se resuelva. Sin embargo, lo que parece evitar son los problemas legales, ya que los personales recién comienzan a aflorar. Tras la crisis del auto surgen las dudas de su pareja, las presiones de los suegros, la particular relación con sus compañeros de trabajo. La insatisfacción de Mariano, que está cada vez más distante e irritable, se hace ver y nadie le cree que esa actitud tenga que ver con el auto. La película resulta novedosa desde su propuesta visual al utilizar planos con encuadres distintos a lo habitual, y una cámara bastante inquieta, que colabora a darle agilidad al relato. El universo interno y la evolución del personaje de Mariano están reforzados por el uso de los mensajitos que él mismo arma con letras en la puerta de su heladera, y que a veces alguien que los lee le responde. Una buena comedia de enredos y confusiones, con situaciones y personajes creíbles, imperfectos, y una dirección artística que suma para hacer de "Masterplan" una película muy interesante.
El miedo en 8 mm. La película empieza como tantas otras de su género (es más, igual que la reciente "La casa de al Lado"): familia que se muda a casa nueva, cerca de donde poco antes se cometió un crimen (en este caso, a la misma casa donde se cometió un crimen), en zona boscosa y de vecinos lejanos. Ellison (Ethan Hawke) es un escritor que se dedica a investigar crímenes no resueltos por la policía. Unos cuantos años antes escribió un best-seller, y desde entonces no para de buscar otra historia que lo lleve al éxito. Esa obsesión hizo que terminara en esta casa, junto a su esposa y sus hijos, para analizar el cuádruple crimen que allí se cometió. Apenas llegado, lleva unas cosas al ático (ambiente indispensable del género), y encuentra una caja verde, con un proyector y varias películas caseras en Super 8. Cuando compara ese ático con las fotos de los forenses, se da cuenta de que la caja fue colocada allí después de las investigaciones correspondientes, y piensa que quien las dejó no puede haber sido otro que el asesino. Comienza a verlas, y encuentra no sólo la filmación del asesinato de la familia de ese domicilio, sino también las de otros crímenes, de muchos años anteriores. En las filmaciones se ve una extraña figura, con el rostro que parece una máscara que ya se debe estar vendiendo para Halloween, observando las muertes. A partir de ese momento empiezan a ocurrir “cosas raras” en la casa: ruidos de origen inexplicable, objetos que se accionan por cuenta propia, y otras que no conviene adelantar. El guión no profundiza en dos aspectos que se insinúan, pero no se desarrollan. Por un lado, el horror del protagonista al darse cuenta de que él es en cierto modo el causante de los males que pueden sobrevenir a su familia; después de todo fueron su testarudez y egoísmo los que los llevaron a ese lugar. Y el otro punto es el temor a que algo malo, algo horrible, pueda sucederle a los seres queridos. Sin embargo la trama se queda en lo superficial, con explicaciones bastante inverosímiles para la mayoría de las cosas, y no logra atemorizar al espectador. Parecía una película de terror prometedora, protagonizada por un actor reconocido, y con un argumento que auguraba un buen momento en la sala de cine. Sin embargo, "Sinister" no cumple. Apenas si llega a sobresaltar por momentos con las clásicas “falsas alarmas”, se repite mucho, y toma demasiados clichés del género como para resultar un producto interesante.
La espera trágica En su debut como guionista y directora, Marcela Balza propone un sórdido film noir, que desemboca en una suerte de tragedia griega. Fernanda (Erica Rivas), y su mamá Regina (Marilú Marini) viven en el hotel que administran en una localidad del interior de la provincia de Buenos Aires. Por alguna razón parecen depender de los hombres: esperan que algún día regrese Miguel (Rafael Spregelburd), el hermano e hijo, respectivamente, que se embarcó hace 20 años y nunca volvió. Le dieron un poder a un primo acaudalado, que no resultó ser tan prometedor como parecía. En cada hombre ven la posibilidad de la salvación, como si fueran decadentes princesas esperando al rescatador en lo alto de la torre. Una noche la solución parece estar más cerca de lo habitual; un extraño se registró en el hotel, y trae mucho dinero consigo. El plan será sacar “sólo lo necesario” para cubrir algunas deudas, aunque las cosas pueden complicarse. Bastante. A pesar de transcurrir en la actualidad, la atmósfera de la película es opresiva, y remite a los años ´50. Los vestidos por debajo de la rodilla y ceñidos a la cintura que usan estas mujeres, los peinados, la decoración del hotel, su iluminación, todo remite al pasado. Incluso el trabajo de costura y bordado que hacen madre e hija no condice, al menos, con la edad de la más joven de ellas. Balza encara la historia focalizando en la especial relación entre madre e hija, simbiótica y claustrofóbica, y muy bien interpretada por Rivas y Marini. Los perfiles psicológicos están bien construidos, y los aspectos estéticos del filme están muy cuidados para generar este clima que la película logra transmitir. El ritmo por momentos es algo lento, y hacia el final hay un exceso de cortes y fundidos a negro, que entorpecen la narración. A pesar de esto, es una ópera prima bien realizada, un trabajo respetable.
Historia de chicos enamorados A cierta edad se comienza a cuestionar a los adultos. Padres, maestros, guías, dejan de ser esas personas admirables de la infancia. Se empiezan a ver sus defectos, sus errores. Es el tiempo también de los primeros amores, los primeros deseos. En "Moonrise Kingdom", el director y coguionista Wes Anderson celebra esa libertad, la independencia, la rebeldía de la preadolescencia. La historia en realidad es muy simple: el romance entre el scout huérfano Sam (Jared Gilman), y Suzie (Kara Hayward), la hija mayor de una familia en silenciosa crisis, que se ponen de acuerdo a través de escuetas cartas para huir juntos, y la búsqueda desesperada de los adultos a cargo. Esta temática, que podría hasta ser trágica en otro contexto, es abordada por el habitual humor de Anderson, que elimina cualquier atisbo de gravedad en el asunto, y por el contrario la enmarca en un sinfín de situaciones cercanas al ridículo, de tan alocadas. Sam y Suzie no son muy conscientes de los percances que pueden sobrevenir, ellos sólo buscan un universo propio, donde ellos sean los reyes, y nadie los moleste. La revolución que su huida generará en la isla en la que viven demostrará también que a veces los niños son mucho más maduros que los adultos, e incluso capaces de defender un amor con mayor convicción que aquellos. Las actuaciones de los chicos, hasta el modo de hablar de Gilman y las expresivas miradas de Hayward, son impecables. El elenco adulto tiene menor participación, pero los nombres suenan fuerte. Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances Mc Dormand, Tilda Swinton, y hasta una pequeña aparición de Harvey Keitel, todos, excepto tal vez Murray que tiene mucho Anderson en su haber, participan con un tipo de rol poco frecuente en sus carreras. El trabajo estético es un tema muy elaborado y cuidado al detalle. Desde los fuertes colores en todas las escenas, incluso las que transcurren en la oscuridad, los colores luminosos y hasta algo saturados de los paisajes, todo remite a una concepción pictórica de la imagen. En los créditos finales incluso se reconoce a los autores de cada una de las tapas de los libros de Suzie. Anderson logra así un filme muy bello visualmente, más accesible desde la interpretación que otros de su factoría, y que combina la ternura de su historia principal con el humor ácido habitual en este director. Poesía, romance, humor, elementos magistralmente combinados, en un filme que vale la pena ver.
Lo suyo es puro teatro Margaret (Sigourney Weaver), doctora en psicología, y su asistente, Tom (Cillian Murphy), investigan fenómenos paranormales. Aunque en realidad su trabajo los ha convertido en detectores de fraudes, ya que en toda su carrera no han encontrado un solo caso de “poderes” reales. Cuando ya están algo aburridos de enfrentar siempre los mismos casos, llega a la ciudad Simon Silver (Robert De Niro), un ciego célebre por sus dones sobrenaturales, que se retiró hace treinta años, sospechado de haber provocado la muerte de uno de sus detractores en su última presentación. Tom comienza a obsesionarse con él, y quiere investigarlo a toda costa, pero Margaret se niega ya que lo considera una persona muy peligrosa. A pesar de todo, no logra controlar a Tom, que va a insistir, sin importarle las consecuencias. Rodrigo Cortés, guionista y director, crea una atmósfera sórdida para enmarcar su historia. La lluvia, y el tono predominantemente gris de la ciudad, el trabajo en el sótano de la Universidad, todo colabora dándole este tono ideal para película de suspenso con algo de thriller, en la que el espectador puede esperar que pase cualquier cosa, en cualquier momento. Cortés sabe trabajar muy bien el suspenso, y ese es el gran logro del filme. El manejo de la tensión a lo largo de toda la película es atrapante, incluso en los momentos en los que queda claro que se están enfrentando a farsantes, y no a fenómenos de otras dimensiones. Bien actuado (aunque De Niro por alguna razón ya no es lo que supo ser), especialmente por el ascendente Murphy, la resolución, si bien no es brillante, es interesante, y coherente.
Indicios del pasado Al volver a la Argentina por primera vez desde su infancia, Ernesto (Sergio Surraco) trae consigo una vieja foto familiar sacada en una chacra lanera llamada Schafhaus, y el borroso recuerdo de un adiós confuso. Criado por sus abuelos en Alemania, el joven viene no sólo a hacerse cargo de la empresa familiar, sino que también necesita resolver ciertas dudas, llenar los vacíos que sus abuelos pensaron que era mejor dejar intactos. Así comienza la búsqueda de la chacra, que es el eje de esta película dirigida por Alberto Masliah. En el camino conoce algunas personas. Uno de ellos, Martín (Guido Massri), es un adolescente a quien su madre separó de su papá por motivos que a él tampoco le quedan muy claros. A pesar de las diferencias, los dos se encuentran en ese punto: necesitan esclarecer sus pasados. Sin golpes bajos ni resoluciones idílicas, y con una gran factura técnica, Masliah aborda el tema de la identidad, desde el lugar más personal posible: la necesidad del personaje de aclarar esos recuerdos turbios, de reconciliarse con su pasado para poder emprender el camino que indique su propia historia. En un filme realizado íntegramente en la provincia de Chubut, el trabajo de fotografía resalta la aridez del paisaje, esa misma desolación interna que sufre Ernesto. En lo actoral se destaca Sergio Surraco, que además de la composición de su personaje, logra un muy creíble español con acento alemán, y María Fiorentino, en una aparición breve pero clave, y muy conmovedora. Una propuesta válida, bien realizada y musicalizada, que cabe esperar no se pierda entre el aluvión de estrenos de la semana, sobre todo considerando que sólo se estrena en una sala. Se merecía un poco más.