El engaño a la orden del día Hace 22 años que Tom Cruise protagoniza a Ethan Hunt. Desde la primera Misión: Imposible de 1996 llevada al cine por Brian De Palma es que vemos a este equipo de espías encaras misiones inverosímiles. ¿Qué es entonces lo que nos lleva a ver cada una de las nuevas películas que estrena? Que cada una se supera a la anterior. La historia parece ser sencilla: mientras Ethan Hunt (Cruise) se encuentra oculto en Belfast, recibe una nueva misión: obtener antes de que llegue a sus manos el plutonio que permitiría a los seguidores de Salomon Lane (Sean Harris), villano de la quinta MI, quienes se hacen llamar Los Apóstoles, el poder ensamblar poderosas armas nucleares que usarían en distintos lugares del planeta para desbaratar el orden mundial. Deberá evitar que la denominada Viuda Blanca (Vanessa Kirby), una elegante contrabandista británica, le entregue los dispositivos de plutonio a Lark Decoy (Liang Yang). Para esto Hunt viajar a París, pero no lo hará solo, ya que se verá obligado a aceptar como compañero de misión a un agente de la CIA: August Walker (Henry Cavill). Una serie de eventos desafortunados hace que Hunt deba hacerse pasar por Decoy y con ayuda de su equipo –Benji Dunn (Simon Pegg) y Luther Stickell (Ving Rhames)- aceptar una de las peticiones de la Viuda Blanca: liberar al anárquico Lane, quien está bajo la custodia de la policía francesa. Y como si no fuera poco, entra en escena Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), quien tiene una misión poco agradable para Hunt. Repercusión es una suma de escenas de acción imperdibles, increíblemente filmadas y editadas. Y si bien los doble de cuerpo pasan debidamente desapercibidos, hay que decir que gran parte de las escenas están llevadas a cabo por el propio Cruise, lo que le da un plus adicional: corre, salta, se arroja, escala, pelea, da vueltas… Tampoco falta el humor y la sorpresa: las vueltas de tuerca ya son una marca registrada en Misión: Imposible. Es retorcida y entretenida. Esta película no hace más que confirmarnos que Tom Cruise para nada está oxidado y que las ideas no se agotan. Es una saga capaz de reciclarse y jugar con elementos narrativos clásicos de los films de espías, utilizando toda la tecnología al alcance como para seguir impresionando al espectador. Misión: Imposible, Repercusión nos trae al James Bond de esta generación y a una de las mejores películas de acción de los últimos años.
Creer o reventar La excusa de investigar al respecto de curanderos y dolencias misteriosas en un lejano pueblo, son utilizadas para bucear en los misterios de las pequeñas miserias de las comunidades alejadas del mundanal ruido. De ello trata El espanto, un documental que logra adentrar al espectador en las vivencias, realidades, miserias de los llamados popularmente “infiernos chicos” de nuestro país; y bueno, imagino, serán en cualquier país del mismo modo, los espacios en que reside escaso número de pobladores y todos se conocen. La herramienta de ejemplificación de las curas por fuera de lo establecido ayuda a que la historia haga buen pie, y las menciones respecto a la falta de importancia de la medicina tradicional frente a cierta idea de superchería muestra el modo en que se cura, o al menos cree hacerlo, la gente de pueblo. La narración es ágil, el corte de edición atractivo y llevadero. Simula ir hacia un lugar y luego nos sorprende con un desvío en la búsqueda en lo que los personajes tienen para contar a través de los diferentes testimonios recogidos. Que no se cierre a una linealidad y deje una sorpresa en el cambio de rumbo suma puntos y, hasta me animo a decir, resulta algo risueño la el intercambio con el misterioso curandero de El espanto; dolencia que en realidad nadie sabe muy bien explicar de qué se trata. En definitiva, El espanto es un documental que se deja ver y muestra realidades más o menos vistas desde una óptica que roza cierta mirada pícara sin dejar de ser veladora de con una mirada distintiva. *Review de Gastón Dufour
Héroes pequeños, problemas grandes Después de Infinity War pensamos que Marvel no nos iba a dar alegrías y era todo tristeza y oscuridad. Pero no fue así… hubo un personaje que no apareció en esa película y ese es el protagonista de este film, donde nos iban a mostrar dónde estuvo todo este tiempo Ant Man and the Wasp, la secuela de Ant-Man (2015), protagonizada por Paul Rudd. La película nos muestra a Hank Pym (Michael Douglas) y Hope Van Dyne (Evangeline Lilly), quienes tienen una misión un tanto difícil: quieren traer a Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) de regreso, quien hace 30 años quedó encerrada en el reino cuántico y no saben si sigue con vida. Y para hacerlo necesitaran la ayuda de Scott Lang (Rudd) quien ya estuvo anteriormente en el reino cuántico y logró salir, aunque no será todo tan fácil ya que Scott tiene prisión domiciliaria luego de lo ocurrido en Civil War (2016) y además hay alguien que quiere impedir que consigan lo que quieren. En esta película vemos por primera vez a Hope Van Dyne como “La Avispa”, con un traje bastante tecnológico que incluye alas y blasters. Evangeline Lilly está genial en su personaje, se nota mucha dinámica con Ant-Man / Paul Rudd y eso es un punto a favor. Además claramente sabe encarnar a una heroína: esta película te deja con muchas ganas de ver más de ella y el hombre hromiga juntos en acción. La película es muy divertida, al igual que la primera. Marvel Studios es el único que pueden pasar de una tragedia a una comedia en un par de meses. En Ant Man and the Wasp tenemos acción, comedia, emoción. Es la perfecta secuela. También tiene una villana, la cual se llama ¨Ghost¨ (Hannah John-Kamen) que a lo largo de la película la vamos conociendo mejor y conociendo sus metas y objetivos. Es la segunda villana femenina del MCU, y podríamos decir que no está nada mal, pero tampoco sorprende. La película tiene 2 escenas post créditos. La primera es para muchos de las escenas post créditos mas increíbles de todo el MCU, nadie se la puede perder… *Review de Álvaro Cañadas
Voy a comenzar hablando de la estética: El motoarrebatador es una película inusual, sobre todo por la construcción de la imagen en cada uno de los cuadros. Y eso es bienvenido porque da gusto disfrutar de ese cuidado en la pantalla. En sí mismos parecen una pintura; la luz es utilizada de manera magnífica y ello se debe al desempeño del director de fotografía, Arauco Hernàndez Holz, con quien el director, Agustìn Toscano, repite dupla. La puesta de cámara en cada escena es inmejorable; así se ve a los personajes en el espacio de la manera más correcta que es posible. El guion se siente bien construido y el delineado de los personajes es tanto real como natural, y en ningún momento se nota fuera de registro o sobreactuado el desempeño de los actores. Entre crítica a la propiedad privada y excelente dibujo social, se trata de una muy buena visión sobre lo que somos y lo que, de alguna manera, pretendemos ser, empujados por la necesidad, en ese camino de la existencia que muestra una sociedad que pone de relieve los privilegios de algunos ciudadanos por sobre otros, y, en ocasiones, termina por enorgullecerse a los dos. Me he sentido sorprendido al encontrar un muy buen trabajo de dirección en lo que refiere al elenco, un uso de las herramientas técnicas más que efectivo, un cuidado en la disposición de los personajes en cuadro en las escenas, sumado a diálogos creíbles. Es necesario destacar la gracia natural de Liliana Juàrez y la excelente química que sostiene con Sergio Prina, explicada seguramente en el hecho que han trabajado juntos y bajo las órdenes del director tanto en cine (en Los dueños, de 2013) como en teatro. Con certeza El motoarrebatador es una opción de cine digno de verse, con una historia lograda y atrapante que logra sacar al espectador de su lugar de comodidad, interpelándolo sin moralizar. Es suficiente en una época en que un tono equivocado termina por lograr que un mensaje bien intencionado haga agua. *Crítica de Gastón Dufour
Oh! Han Solo Dirigida por Ron Howard y protagonizada por Alden Ehrenreich, Emilia Clarke, Donald Glover y Woody Harrelson, llegó finalmente a los cines Han Solo: Una historia de Star Wars. Sin lugar a dudas Star Wars es la saga más famosa de la historia y como sucediera con Rogue One hace dos años, pareciera ser que la práctica es una prueba y error mientras continúan expandiendo el universo con una nueva trilogía. En esta oportunidad la acción está centrada en la historia desconocida de Solo, emblema de la saga. Ehrenreich se pone en la piel de Harrison Ford (digamos todo, mucho de Han Solo es gracias al aporte del veterano actor), y conlleva la gran responsabilidad de pareserse y llevarnos hasta el origen de este rebelde piloto. La historia se va descubriendo de a poco y no es necesario ser fan de Star Wars para entenderla. La película no se vincula demasiado excepto por una escena en particular que ubica al spin-off en tiempo y espacio con el resto de la saga. Pero es como si nos invitara a todos a volver a cero. Vamos a conocer dónde creció, de quiénes se rodeaba, su encuentro con Chewbacca y el conocido jugador Lando Calrissian. La peӀícuӀa se sitúa muchos años antes que Han conociera a Luke Skywalker y a Obi Wan Kenobi en Una nueva esperanza (1977) y mucho antes de los acontecimientos ocurridos en Rogue One (2016). El alejamiento de Phil Lord y Christopher Miller de la dirección de Han Solo, por diferencias creativas con Disney, seguramente marcó un cambio radical en lo que sería el film y lo que llegamos a ver hoy en pantalla grande. El último tercio es el más claro ejemplo de donde se puede llegar a apreciar la mano de Ron Howard: la acción se apodera de la historia y sabemos que definitivamente a Howard le sienta bien la velocidad. Luego de su corte final debió hacer retomas por tres meses y seguramente este haya sido su ingrediente principal. Respecto a las actuaciones, Ehrenreich está muy bien en su personaje y se nota que ha trabajado para simular los movimientos de Harrison Ford (incluso lograron el detalle de la cicatriz en el mentón). También la falta de tanto chiste hace que el actor de Hermosas criaturas (2013) y ¡Ave, César! (2016) pueda lucirse. Emilia Clarke curiosamente también logra llevar bien su personaje de Qi’Ra. Y quizás sea uno de los caracteres más misteriosos del film. El guion de Lawrence Kasdan y Jon Kasdan tiene mucho de “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson, Los imperdonables, de Clint Eastwood, Fuego contra fuego, de Michael Mann y El gran Lebowski, de los hermanos Coen. Aún con estas referencias, le cuesta mucho despegar a la película y se toma su tiempo para otorgarle identidad a los personajes. Tampoco es trascendental el soundtrack, que en la saga es otro personaje principal. Han Solo es un experimento que no llega a decepcionar pero no escapa de la normalidad de una película de aventuras. Mantiene la estructura del western clásico y arranca de forma incómoda, pero finalmente levanta vuelo.
El uno para el otro Las estrellas de cine nunca mueren (Film Stars Don’t Die in Liverpool, 2017) es una película de drama y romance dirigida por Paul McGuigan y escrita por Matt Greenhalgh. Está basada en hechos reales, específicamente en las memorias del actor Peter Turner. El reparto está compuesto por Annette Bening, Jamie Bell (John Rivers en Jane Eyre), Julie Walters, Kenneth Cranham, Leanne Best y Vanessa Redgrave (Claire en Cartas a Julieta). Recibió tres nominaciones a los premios BAFTA (Mejor Actriz por Bening, Mejor Actor por Bell y Mejor Guion Adaptado). La historia se centra en la actriz ganadora del Oscar Gloria Grahame (Annette Bening), una mujer llena de vitalidad, energía y actitud. En 1981, mientras estaba en su camarín preparándose para una obra, Gloria colapsa y se derrumba en el piso. Peter Turner, su ex amante 30 años menor que ella, la llevará a su casa familiar en Liverpool, Inglaterra. Mientras la cuida, ya que Gloria sostiene que solo posee una molestia estomacal y no quiere ir al médico, los dos volverán a conectarse y darse cuenta que nunca dejaron de amarse. Hermosa, dulce y desgarradora. La película no sería lo que es sin las excelentes interpretaciones de la pareja protagónica. Todo el peso recae en ellos y en cada minuto se puede percibir la química que tuvieron. Annette Bening compone a una Gloria que a pesar de su edad a veces parece una niña, ya sea por su forma suave de hablar o por cómo se comporta. No obstante esto nunca se ve forzado, por el contrario al espectador le interesa la vida de esta súperestrella a la que Hollywood con el paso de los años decidió dejar de lado. Jamie Bell gracias a sus expresiones faciales logra expresar al mismo tiempo enojo, impotencia, amor y tristeza. Los dos congenian tan bien y se sienten tan reales al actuar que resulta imposible no involucrarse por lo que atraviesan. Nos ponemos en su lugar y queremos lo mejor para ellos a toda costa. El film está compuesto por el presente de los protagonistas así como por flashbacks combinados de tal forma que nunca dan ni un atisbo de confusión. Gracias a esos recuerdos, donde vemos el inicio de la relación y captamos qué fue lo que dio paso a la separación, nos encariñamos mucho más con los personajes, lo que provoca que en la segunda mitad las lágrimas sean inevitables. Otro de los aciertos del director consiste en mostrarnos una misma escena pero desde diferente punto de vista. En vez de tornarse repetitivo, este recurso consigue hacernos dar cuenta que los dos tenían sus razones para proceder de la manera en la que lo hicieron. La ambientación de época está bien lograda pero lo más destacable definitivamente recae en los vivos colores que se utilizan para representar el amor que florece entre Gloria y Peter. Los paisajes de ensueño contrastan muy bien con la nubosidad actual. A pesar de la diferencia de edad, de que Gloria tuvo cuatro matrimonios y esa misma cantidad de hijos, uno nunca duda que Peter Turner fue una de las personas más importantes en su vida, ya que con sólo intercambiar miradas se notaba el genuino amor que compartían. Julie Walters también hace una gran labor como Bella, madre amorosa y solidaria de Peter. Las estrellas de cine nunca mueren agarra al corazón del espectador, lo estruja y no lo suelta. Gran historia romántica que encima es real, lo que genera que luego de su visionado uno quiera saber más sobre la vida de Gloria Grahame, una mujer que demuestra que para la belleza no hay edad. *Critica de Alina Spicoli
Un evento cinematográfico Prepar durante diez años un crossover de esta magnitud es algo que no vimos nunca en la historia del cine. ¿Esto significa que todo lo que vayamos a ver en Avengers: Infinity War deba perdonarse? No, no debe ser así. Pero ser la primera de esta envergadura, ya le da un mínimo de respeto. Los hermanos Russo tuvieron la misión de unir a todos los personajes en una historia única, con una historia de Jack Kirby y guion de Stephen McFeely y Christopher Markus. Recapitulemos: en Capitán América: Civil War, el Capi y Iron Man rompían a los Vengadores en dos partes. Estaban aquellos de acuerdo con la idea de estar bajo control y aquellos que no. Hulk se retira solito y se encuentra luego con Thor en Ragnarok. También será de la partida Loki, quien es el contacto con Thanos. Este conquistador de mundos, en ayuda de la Black Order, se propone reunir las seis gemas del infinito para portarlas en su guantelete y así poder destruir a la mitad de la población del universo para lograr el equilibrio. Comencemos por las perlas negras de la película: Marvel Studios no parece poder ponerle freno a los gags y el humor, presente, en menos o mayor medida, en todas su películas. Y el intento de llevar a que cada personaje meta aunque sea un hilo de comicidad, hace que en algunas secuencias resulten torpes y no se le de tiempo necesario al drama que ya tenemos un nuevo chiste. Otro mal paso es el exceso de saltos espaciales y línea narrativas, lo cual puede llevar a que no logre el desarrollo esperado en algunas escenas. De repente estamos en Nueva York y pasamos sin tregua a Wakanda, sin indicios previos más que la necesidad de mostrar otros tiempos y paisajes. El mayor problema del film es la ausencia de equilibrio y continuar con el estilo de cada una de las películas anteriores, con algunas excepciones marcadas. Las perlas blancas: vamos a encontrar drama, acción, comedia, romance, nuevos personajes y momentos épicos. Seguramente estemos frente a tres o cuatro de las mejores secuencias de batalla de estos diez años del MCU. Si tuviésemos que especificar quiénes son los que llevan los mayores aplausos, ellos son los Guardianes de la Galaxia (con Mantis incluida), la nueva relación entre Iron-Man y Doctor Strange y el joven Spider-Man (por favor conserven a Tom Holland por muchos años). Otro acierto es el soundtrack compuesto por Alan Silvestri: la banda de sonido suaviza algunos problemas que podemos llegar a encontrar de edición entre escenario y escenario, sobre todo cuando pasamos del chiste al drama, de la angustia a la carcajada. Y por último el manejo de la fotografía es un acierto: se van a encontrar con increíbles espacios a plena luz del día (el escenario de Wakanda vuelve a sorprender aun viendo Black Panther) y cada personaje legendario mantiene claves de color, como el rojo para Wanda, el amarillo para Visión y el azul para Thor. Para algunos Avengers: Infinity War sea la mejor película hasta la fecha del MCU. Debemos decir en principio que no y nos llevaría un largo debate. Sí es la más ambiciosa película de superhéroes de la historia. Sí es arriesgada por mantener tantos personajes al mismo tiempo durante dos horas y media y no parecer un collage inaguantable. Sí es sumamente divertida y entretenida y nos muestra un despliegue visual maravilloso. Y si bien este no es el final, no da la sensación de inconclusa. Quédense luego de los títulos porque tiene una escena postcrédito que vale la espera. Luego de eso será un año para descubrir cuál es el desenlace final de esta historia.
La inquietud que no se disipa Mimic: No sigas las voces (Jang-san-beom, 2017) es una película de terror surcoreana dirigida y escrita por Jung Huh, siendo este su segundo film luego de Hide and Seek (Sum-bakk-og-jil, 2013). El reparto incluye a Yum Jung-ah, Shin Lin-Ah, Jun Hyeok Lee, Hyuk-kwon Park y Jin Heo. En esta ocasión Jung Huh se basó en una leyenda urbana de Corea del Sur llamada “el tigre de Jangsan”, que trata sobre una criatura que vive en las montañas de Busan y atrae a las personas imitando las voces de sus seres queridos para luego devorarlas. Hee-yeon (Yum Jung-ah) es una mujer que convive con su marido, suegra e hija pequeña. Cinco años atrás, Hee-yeon dejó a su hijo al cuidado de su suegra y por un despiste de ella el niño soltó su mano y desapareció. La policía ya no tiene interés en seguir buscando (nunca hubo ni una pista sobre qué fue lo que pasó) e incluso el padre del chico perdió las esperanzas. Sin embargo, Hee-yeon continúa trastornada por lo ocurrido. Así es como decide realizar una mudanza hacia el pueblo natal de su suegra, pensando que allí será más factible que la anciana recuerde algún dato que ayude a los investigadores. En los bosques que están alrededor de su nuevo hogar, Hee-yeon se topará con una nenita que dice tener el mismo nombre que su hija. Al darle asilo sin informar a las autoridades, voces familiares comenzarán a escucharse en la casa. Con una fotografía llena de verdes y colores claros en su primer tramo, el film logra crear una atmósfera particular, en la que nos hace notar que algo raro sucede en lo profundo del bosque. Allí existe una pared de ladrillo, con un hoyo que da cuenta de la oscuridad en su interior. En el comienzo se nos presentan situaciones relacionadas con este hoyo, pero que nunca llegan a comprenderse por la falta de explicaciones. En esta historia son muchos los cabos sueltos, no obstante cuando se decide centrarse en lo que atraviesa la protagonista, el relato se vuelve tan atrapante como interesante. Y ahí es donde recae el acierto de la película: Jung Huh se focalizó en mostrar cómo a Hee-yeon el no saber qué pasó con su hijo la dejó estancada. Con la aparición de Jun-hee (Shin Lin-Ah), la niña en el bosque que por su aspecto y actitudes transmite una desprotección absoluta, la protagonista ve una nueva oportunidad para hacer las cosas bien, cuidarla y ser una buena madre (inevitablemente ella siente que en su momento no lo fue). La película tiene variados jump scares, algunos bien logrados y otros no tanto. Los problemas están cuando se decide copiarse de las tantas producciones fallidas del género: que de la nada aparezca un personaje y brinde toda la información necesaria para captar qué sucede o que la cámara muestre demasiado a la vil criatura, hecho que ya no genera miedo por la notoria falta de presupuesto en cuanto a los efectos especiales. Situaciones inverosímiles las hay, por ejemplo que un personaje mientras se está agarrando con sus manos para no caerse por el precipicio decida atender el celular. Sin embargo, el desenlace es de lo más satisfactorio y lógico, por lo que los errores pasan a un segundo plano. Mimic: No sigas las voces constituye otro buen exponente del cine de terror oriental, que da pie a que otras producciones de Corea del Sur lleguen a nuestras salas. *Crítica de Alina Spicoli.
La última puntada La dupla creativa de P.T.Anderson y Daniel Day Lewis parece despedirse oficialmente del mundo del cine con este film, o al menos así lo manifestó el actor al anunciar su retiro de la industria luego del estreno de El hilo fantasma. La película viene a completar un tríptico conceptual sobre el ejercicio del poder masculino que se conforma con otras dos grandes obras del director: Petróleo sangriento y The Master. En todos los casos mencionados el director ahonda en la psiquis de sus personajes, hombres fuertes y que utilizan su carisma para la consecución de aquello que consideran primordial para sus vidas. El negocio familiar del petróleo, los sistemas de reclutamiento de los grupos sectarios y la obsesión por la perfección de la alta costura parecen reflejar la obsesión de Paul Thomas Anderson por la excelencia como idea rectora. En perfecta simetría con sus propias obsesiones el director nos presenta a Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) un afamado diseñador de la década del cincuenta con un reconocimiento en las altas esferas del mundo de la moda londinense. El nivel de obsesión por la perfección de Reynolds es directamente proporcional con su falta de empatía y conexión con el resto de la humanidad, a quien solo la valora en relación a la consecución de su objetivo de excelencia. Su vida transcurre en un eterno devenir de rutinas repetidas (casi a nivel patológico) que le aseguran que nada se saldrá de los carriles supuestos, logrando que esta previsible cotidianeidad sea la que logre que su labor sea aún más eficiente. En este marco y en un viaje a las afueras de la ciudad conoce a Alma (elección de nombre que no creemos que sea aleatorio), una camarera humilde a la que inmediatamente invita a salir. A partir de entonces ambos se embarcan en una relación tan enfermiza como intensa y que amenaza los cimientos mismos del imperio que Woodcock construyó. La imprevisibilidad del enamoramiento es exactamente lo opuesto a la rutina diaria del diseñador y es por ello que la resistencia del mismo se torna más que interesante. LEÉ MÁS: ¿Por qué puede llevarse el Oscar Paul Thomas Anderson? El guion a cargo de Anderson, con importantes aportes de Daniel Day Lewis, también ahonda en uno de los grandes tópicos de la sociedad moderna: la deconstrucción del ideal de amor romántico tradicional. El ingreso de Alma a la vida de Woodcock es tan caótico como traumático para ambos miembros de la pareja, mostrando los aspectos más ruines, egoístas y desconsiderados por parte del magnate de la industria de la indumentaria. La desidia y desinterés que él muestra a los requerimientos de su esposa son tan fuertes que hasta la mera organización de un cena sorpresa termina siendo la excusa perfecta para una intensa sesión de maltrato marital. Anderson nos brinda, entonces, una mirada descarnada sobre el ideal de las relaciones de pareja, permitiéndonos reflexionar sobre sus cimientos y como la construcción de una posición de poder es primordial para su supervivencia. El film se convierte entonces en una inteligente jugada de ajedrez donde ambos participantes con una frialdad pasmosa mueven sus piezas para lograr poner en jaque al oponente. Woodcock se humaniza y Alma se vuelve desalmada, ambos pierden su esencia sacrificándola en el altar de una relación signada al fracaso. Tal vez la mirada más descarnada y desesperanzadora sobre el amor que se haya visto en mucho tiempo o una magnífica oda a las obsesiones a las que los humanos nos sometemos voluntariamente. Como sea una sola cosa queda en claro: El hilo invisible es una película magistral sobre la obsesión, lo que para algunos puede ser casi un sinónimo de amor. *Crítica de Marisa Cariolo
¡Wakanda para siempre! Pantera Negra es mucho más que una película que profesa la corrección política. Es un film que habla de conflictos dentro de una misma etnia, sus legados políticos y culturales, dentro de una película de superhéroes. Siglos atrás, cuando cinco tribus africanas guerrean por un meteorito formado por el vibranium de metal alienígena , un guerrero ingiere una “hierba en forma de corazón” afectada por el metal y adquiere habilidades sobrehumanas. Al convertirse en la primera “Pantera Negra”, une a las cinco tribus y forma la nación de Wakanda. A medida que pasa el tiempo, los Wakandans utilizan el vibranium para desarrollar una tecnología altamente avanzada y al mismo tiempo aislarse del resto del mundo y hacerse pasar por un país del Tercer Mundo. Toda este relato que se transmite de forma oral de generación en generación, es de la forma que arranca pantera Negra. Un universo desconocido para muchos, y que sirve de puntapié para entrar en la acción. Pantera Negra tiene todo prácticamente a su favor: una historia bien narrada que va saltando en el tiempo y espacio (va de Oakland a Londres, de Viena a Busan y de allí a Wakanda) para contar la asunción de T’Challa (Chadwick Boseman) como rey de la tribu. Luego vendrán los conflictos internos y externos y el dilema si continuar ocultos a los ojos del mundo o no, en una ambientación donde no veremos destruirse ciudades enteras en medio de chistes innecesarios cada diez minutos. Por otro lado mantiene una excelente fotografía y belleza visual, incluso mejor que tantas otras películas del Universo Cinematográfico de Marvel, a lo que se le suma una banda de sonido extraordinaria, curada por el rapero estadounidense Kendrick Lamar, quien junto al director Ryan Coogler, compusieron una serie de canciones originales hechas especialmente para la película. Y por último hay que mencionar al elenco, partiendo desde el mencionado Boseman hasta el villano (según el cristal con el que se lo mire) Erik Killmonger, interpretado gratamente por Michael B. Jordan. Y sin olvidar destacar el trabajo de las mujeres cargadas de independencia y personalidad, dodne nos encontramos con la fiel guardia real comandada por Danai Gugira, la hermana de T’Challa que personifica Letitia Wright, la espía interpretada por Lupita Nyong’o o la madre del Rey, a cargo de Angela Bassett. Todas mujeres de armas a tomar que sacan sus uñas cuando deben hacerlo. Posiblemente el único detalle en contra para Pantera Negra sea la falta de escenas de acción suficientemente espectaculares, si comparamos con lo que hemos visto en sus predecesoras. La ausencia de coreografías destacadas nos dejan con ganas de ver mucho más, sobre todo en las que respectan a enfrentamientos corales, donde pierde la película algunos puntos. Pantera Negra tiene un tratamiento en su dirección para la cual no estamos acostumbrados en una película Marvel. Es pacifista, socialmente relevante y pertinente para estos tiempos. ¡Wakanda para siempre!