Conéctame a Internet y verás… No hay duda de que esta película nos resultará muy familiar de principio a fin (y con sólo leer de qué se trata ya damos por descubierta gran parte de su trama). Transcendence: Identidad Virtual tiene como protagonista al Dr. Will Caster (Johnny Depp), que recuerda a aquel pequeño niño robot de Inteligencia Artificial, el film de Steven Spielberg que no fue precisamente el mejor de su carrera. En este caso, sucede lo mismo con Depp y más aún con el primerizo director Wally Pfister (responsable de fotografía de varias películas de Christopher Nolan). Aunque Caster no es un robot, sino el investigador más destacado en su campo, sí se transforma en una inteligencia superior con un poder increíble cuando su organismo muere debido a que una bala radiactiva impacta en su cuerpo en un atentado contra su laboratorio. El objetivo de estos “terroristas” es que Caster no lleve a la práctica su teoría de crear un ser artificial con pensamientos y emociones, una suerte de ser perfecto que todo lo puede. El planteo de este personaje es válido aunque no nuevo. “¿Quién alguna vez no jugó con ser Dios?”, se pregunta. La película así va desentramando una lucha de poderes: el de la moral y la ética, y el de salirse un poco de ambos para ir más allá y lograr cosas nuevas. Este último aspecto será el más difícil de comprender tanto por sus colegas como por los propios espectadores. Este es el momento en que uno debe tomar una postura frente a lo que ve. La idea de base entonces -que lleva un excelente nombre, por cierto- es justamente eso. Trascender, dejar una huella en el mundo y que todos lo recuerden, pero no con cualquier acción, sino con aquella que realmente sirva para el futuro de la humanidad. Aquí yace lo novedoso del argumento que en ocasiones dejará boquiabierto al público por su gran cantidad de efectos visuales. En cuento a Johnny Depp, está bien acompañado por Rebecca Hall, Morgan Freeman y Paul Bettany, pero individualmente quizá le sientan mejor otro tipo de papeles. La ciencia ficción pura no es un género para todos los actores, y él se luce más en roles cómicos e incluso más dramáticos (aunque aquí atraviesa pequeños momentos conmovedores). Hay que reconocer que Transcendence hace una buena lectura sobre las bondades y los contras de Internet (y todo lo que ello implica), las relaciones virtuales que son cada vez más recurrentes, las parejas a la distancia y su comunicación a través de una computadora, y en especial sobre cómo la concepción de vida privada se va desdibujando. El film llega a lucirse en estas cuestiones, pero no alcanza. Si por ejemplo lo comparáramos con Ella de Spike Jonze, en donde Scarlet Johansson y Joaquin Phoenix hacen de pareja virtual perfecta con una inocencia y una carga emocional muy fuerte, en Transcendence nos quedamos cortos porque faltó exploración y profundidad. Ya lo vimos mil veces. Una pena.
La otra cara de la misma moneda. Un villano nace por algo, una causa o factor desencadenante. Un villano tiene su origen, su motivo, su por qué en el mundo (en nuestro mundo también). Con esta premisa nace Maléfica, una nueva versión de Disney muy alejada de la película animada, dirigida por Robert Stromberg y protagonizada por una Angelina Jolie que estremece. Había una vez un hada buena y protectora de su hermoso reino, El Páramo, plagado de criaturas mágicas y exóticas, como ella. Un día los humanos se proponen conquistarlo, invadirlo. Y allí aparece Maléfica con todo su ejército de aliados. Este es sólo el principio de una historia de traiciones, desamor y dolor, mucho más parecida a la vida real de lo que imaginamos. Es habitual por estos tiempos que el cine nos vuelva a traer aquellos cuentos clásicos de los hermanos Grimm. Se hizo con Blancanieves (con dos films hollywoodenses fallidos), pero esta resulta ser una película con guión más sólido y cuyas vueltas de tuerca y sorpresas no disgustan al espectador ni borran las imágenes del cuento original; todo lo contrario, proponen una renovación total del personaje de la villana y lo adecuan a una versión más adulta, profunda y completa. Es por esta razón que no me parece del todo adecuado afirmar que esta película es ideal para el público infantil. Sin embargo, ¿es un cuento de hadas? Sí. ¿Es tradicionalista en algunos aspectos? También. Pero aquí sorprendentemente -y para regocijo de muchos- la historia de amor no es para con el príncipe en cuestión sino que se optó por representarla de otra forma. Tendrán que verla, ya que adelantar cualquier detalle sobre este punto ya diría demasiado. Lo que sí se podría agregar acerca de Maléfica es que verán mucha magia, toques de humor sutiles, batallas épicas algo cortas pero efectivas, un trabajo de fotografía, vestuario y maquillaje formidables, y una actriz que demuestra una vez más que puede ser el foco de atención durante todo el film y que su belleza le permite a su vez ser sumamente versátil en diferentes papeles. Un pequeño adelanto: su personaje aquí es muy emocional y menos monstruoso, bien alejado de la “bruja” de La Bella Durmiente de Disney, y atraviesa varios estadios. Una construcción muy acertada. La Maléfica del 2014 (que en ocasiones, debo admitirlo, me recordó a Gatúbela por su atuendo) tiene la fuerza de las grandes producciones norteamericanas. Un tanque, un reboot certero cuando quizá pensábamos que nos encontraríamos con un insulto a la historia tradicional. Se disfruta muchísimo en 3D aunque en algunos momentos al ojo humano le cueste un poco seguir algunos travellings. Mágica por donde se la mire.
Gigantes llenos de nada. ¿Qué ocurre cuando el hombre cree que puede dominar a la naturaleza? En otras palabras… ¿qué ocurre cuando cree ser Dios? Acontecen en el cine entonces cosas como Jurassic Park (1993), por ejemplo, y -a pesar de contar con algunos toques caricaturescos- Godzilla; ofreciendo esta última una buena lectura de los desastres naturales y, mejor aún, un pantallazo sobre la guerra nuclear. Godzilla se relaciona tanto con la cultura e idiosincrasia japonesa que en sus dos remakes norteamericanas (más bien diría que la última funciona como un reboot), fue necesario respetar esas características, conservarlas. Este personaje ficticio, no sólo del cine sino también del videojuego, del cómic y de varias series, vendría a ser una suerte de antihéroe que termina salvando a la ciudad de los verdaderos monstruos. Es decir, en esta cinta de Gareth Edwards, un monstruo bueno (suerte de protagonista) tiene su razón de ser en combatir a los monstruos malos; y lo que sobra es la parafernalia, el ruido y la exageración todo el tiempo. El resultado es una película demasiado larga, rebuscada y que por momentos da risa. Una verdadera lástima porque seguramente el espectador esperaba algo diferente.
El jueves 13 de marzo llega al cine Gaumont La segunda muerte, una película de Santiago Fernández Calvete. La vi en BAFICI 2012 y ahora llega al cine un poco más comercial. La propuesta es bastante interesante: la oficial de policía Alba Aiello (interpretada por Agustina Lecouna, a quien vi por primera vez en la serie Verano del '98), tiene que investigar extraños casos de combustión espontánea sin ninguna explicación científica razonable, vinculados aparentemente con un aspecto religioso de las víctimas, principalmente porque mueren arrodillados, como rezando. ¿A qué?. Allí se encuentra la clave, en los elementos fantásticos que tocan cuestiones de fe, la iglesia, Dios y hasta el mismo demonio. En este contexto, esta mujer escéptica, fría, seria comienza a involucrarse con un caso que mezcla flashes de su pasado: un traumático episodio con su pareja y un recuerdo que no la deja dormir. Todo lo que ve Alba está intensamente relacionado con todo aquello que trae arrastrando de su pasado. Al fin y al cabo, todos llevamos una mochila sobre nuestros hombros. En este camino, Alba además conoce a un niño mago. Un chico que trabaja como vidente (del pasado) y que apenas recién llega al pueblo para empezar a ganar su dinero... bah, suyo no... tiene a su "tutor" soplándole el cuello en una suerte de explotación laboral. Este pequeño mago también estará íntegramente ligado con estos hechos paranormales y, para solucionar estos casos, tendrá que lograr convencer a Alba de que existen aspectos de nuestra realidad que desconocemos y que no todos podemos ver, sólo unos pocos tiene la suerte (o la desdicha) de toparse con personajes del más allá. Recalco que esta película es argentina. ¿Por qué me paro en este punto?, porque lo interesante de ella, además de su relato, es su estética e impronta marcada que muchos toman del cine norteamericano. Abundan los tonos amarronados, dando esa sensación de algo avejentado, turbio, lleno de humedad, como si se pudiera oler. Una sensación comparable a - siendo lo más gráfica posible- cuando abrimos un libro antiguo y llegamos a sentir el olor de sus amarillas páginas; o cuando vemos una foto tomada hace décadas. Esa sensación tan personal que nos brinda el cine no tiene precio. La segunda muerte también es dueña de una estética propia del cine negro, aquel que disfrutábamos en los años 40 y 50 con Humphrey Bogart por ejemplo, y con el que fantaseábamos con que éramos detectives que luchaban contra una sociedad corrupta, llena de poder y ambiciones. La película de Fernández Calvete no está alejada de este aspecto, dado que nos acerca a varios personajes con estas características: un cura escondedor y un intendente de pueblo que vive ocultando por conveniencia las cosas que pasan allí. Las luces y las sombras también juegan un papel primordial en el cine negro, y aquí están perfectamente delimitadas; pero la raíz, la piedra angular y el punto fuerte del film radican en el sonido, en los golpes de efecto que más de una vez hacen saltar al espectador de su butaca. Ni hablar de todas aquellas imágenes religiosas con las que nos topamos a lo largo de la película. Un thriller con tintes típicos del cine de terror también, en el que el director puso toda la carne al asador para brindarnos un contenido efectivo, interesante por donde se lo mire, una película que juega con los sentidos, nos engaña, nos atrapa en sus redes y no nos deja escapar. Me ha pasado de haberla visto en BAFICI, como dije antes, y al volver a verla ahora y refrescarla, no pude despegarme de la historia de ese pueblo, y mucho menos de la de Alba. Excelente actriz Agustina Lecouna, y excelente también Mauricio Dayub que con un papel más chico acompaña muy bien a la protagonista. Aunque con algunos aspectos que me hicieron ruido en cuanto a la continuidad, La segunda muerte merece ser disfrutada en la pantalla grande en sus 91 minutos de duración. Impresionantemente narrada, con buenos saltos temporales. De género casi extinto por estos días, supo sacarle el jugo y caminar con la frente bien en alto. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Santiago Fernández Calvete Guión: Santiago Fernández Calvete País de origen: Argentina Año: 2011 Estreno(Argentina): 13 de marzo de 2013 Duración: 84 minutos Género: Drama Distribuidora: Magma Cine
Escribir su propio guión… Alguna vez nos dijeron que hay cosas que el dinero no puede comprar. Se referían precisamente a que, además de los bienes materiales, hay otros que son inmateriales, todo aquello que el ser humano anhela en pos de una vida perfecta: amor, compañía, felicidad, hijos, etc., por sólo mencionar algunos ejemplos. Se puede decir que La Corporación de Fabián Forte explora la psiquis de un hombre que no está en sus cabales, planteando todas estas cuestiones antes mencionadas a partir de un relato basado en la superficialidad y los vínculos. Felipe Mentor (Osmar Núñez) es un empresario detallista y un poco obsesivo con gran parte de los aspectos de su vida. Si bien le gusta tener el control de absolutamente todo, de a poco irá descubriendo que su existencia no tiene el orden que él predica, en especial en lo referido a determinadas situaciones que “se le van de las manos” con su encantadora mujer Luz (Moro Anghilieri), quien presta sus servicios para cumplir los deseos de un marido exigente. En el relato encontraremos infinidad de conceptos que apuntan a la frivolidad. Justamente la palabra “servicio” está a la orden del día y tiene que ver con una gran y antigua corporación que le brinda a sus clientes variadas prestaciones para que puedan hacer realidad sus anhelos. Sólo hay un pequeño detalle: esos servicios se traducen en personas bien pagas cuya profesión es la de aparentar todo el tiempo para satisfacer a otros.
Confortablemente adormecido Con altos y bajos pero armoniosa al fin, y con excelentes recursos cinematográficos que la enriquecen minuto a minuto, La Grande Bellezza, del director italiano Paolo Sorrentino, es una obra maestra que sin duda merece ser recordada como tal dentro del cine europeo. Un hombre. Jep Gambardella (Toni Servillo), un novelista que desde hace tiempo no escribe aunque -en apariencia- atraviesa una etapa de satisfacciones variadas y excesos en su vida. Este es el mismo hombre que a lo largo de la película descubre que no está siendo del todo feliz y que está rodeado de la mismísima nada. Con una impecable y cautivadora fotografía de la mano de Luca Bigazzi, La Grande Bellezza comienza vertiginosa, un poco confusa y bulliciosa para luego dar lugar a la hermosa y triste historia de base. Sorrentino ya nos venía acostumbrando a tremendas tramas existencialistas y un claro ejemplo de ello es la maravillosa Este es mi Lugar. La superficialidad en la vida y en la profesión, el miedo a la muerte a la edad de 65 años, la consecuente lucha contra la vejez y el drama del desamor son los elementos que marcan la vida de este -ahora- periodista. La mayor parte de estos momentos son acompañados con música, por lo que la banda sonora es extensa y variada. En ocasiones el film nos recuerda a las cintas del neoyorquino Woody Allen por sus tomas panorámicas y generales, bien turísticas, de la ciudad de Roma y sus principales atracciones, con tintes de videoclip al inicio. En resumen, el film de Sorrentino propone un gran drama sobre la existencia humana y sus contratiempos con toques de humor y actuaciones notables, al principio con historias que parecen inconexas para luego deleitarnos con un final no sólo correcto sino estupendo. Una “gran belleza” del cine italiano.
Una canción para ella Esta no será la primera vez que una historia sobre la importancia de la música en la vida llegue a los cines. La esencia del amor (Song for Marion, 2012) es una de esas películas que puede parecerse a otras, pero que logra el objetivo de compenetrar al espectador con el plus de un elenco formidable. La trama se centra exclusivamente en la personalidad de Arthur (Terence Stamp), un jubilado gruñón a quien le cuesta disfrutar de las pequeñas cosas de la vida hace ya mucho tiempo, y quien se emperra en hacerle entender a su mujer, enferma de cáncer, que no hay nada más tonto que cantar en un coro (y más a su edad). Sobre esa premisa, el film dirigido por Paul Andrew Williams es lacrimógeno y lleno de golpes bajos pero su punto fuerte radica en su sensibilidad y respeto hacia la etapa de la vejez. Tal es así que en ocasiones recuerda a la película de Michael Haneke, Amour (2012). A pesar de esto, La esencia del amor no es sólo una cinta sobre y para la tercera edad. La música juega un papel muy importante, casi principal. En una época en la que los tiempos nos corren, las horas pasan rápido y rara vez puede uno sentarse a disfrutar de alguna melodía, el cineasta inglés viene a rescatar el arte musical. ¿Y el amor?. Como indica su nombre, la película relata las manías de una pareja de compañeros de casi toda la vida y el difícil momento cuando uno de ellos abandona este mundo. La excelente actriz Vanessa Redgrave, muy bien caracterizada para su papel, siempre sorprende con su talento y combina a la perfección con el personaje malhumorado de Terence Stamp. La perseverancia, la lucha y la soledad son los sentimientos que más se encontrarán en esta obra solemne. A pesar de sus muchos elementos positivos, hay que reconocer que la película de Williams, a pesar de su mensaje esperanzador, es de esos dramas duros. Además de la enfermedad, la muerte y el después, el espectador tendrá que pelear contra emociones encontradas todo el tiempo. Con un desenlace algo previsible, el film brilla por su esencia.
La supervivencia del más bello Otra saga juvenil. Otra película basada en una novela que vendió millones de copias. Comparable con Crepúsculo (Twilight, 2008), Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (The Mortal Instruments: City of Bones, 2013) o La huésped (The Host, 2013), Los juegos del hambre: En llamas de Francis Lawrence es una segunda parte que no arriesga mucho más de lo que ya se vio en su antecesora. Luego de ganar la edición nº74 de los peligrosos Juegos del Hambre junto a su pareja de competición Peeta Mellark (Josh Hutcherson), Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence) vuelve a su casa junto a su mamá y su hermana. Pero el sufrimiento no culmina al regresar. Ahora Katniss es obligada a embarcarse en la Gira de los Vendedores, un recorrido por los distintos distritos, mientras que se va engendrando una rebelión y mientras el malvado presidente Snow (Donald Sutherland) organiza la edición nº75. Lo que parecía ser una lectura novedosa sobre una dictadura futurista, el hambre de los pueblos y el control político de las transmisiones en los medios de comunicación en la primera parte, ahora se muestra de la misma manera sin adicionar nada interesante en el relato, sólo algunos nuevos personajes, nuevas alianzas y más amenazas. La realidad es que no se percibe ningún elemento que reflote la historia sino hasta el final. Resulta lógico que se haya querido enfatizar la innegable belleza de Jennifer Lawrence a través de reiteradísimos cambios de vestuario, peinado y maquillaje exuberantes, opacando a los personajes de su alrededor. Pero este recurso no siempre es positivo, dado que puede desconcentrar al espectador y desvirtuar la razón de ser de la trama, si es que la hay verdaderamente en esta segunda entrega. Por su parte, algunos errores de continuidad y lógica parecerían tomar por tonto al público. Un ejemplo de ello son las escenas en las que Katniss se enfrenta a torbellinos furiosos de agua, caídas violentas y otras situaciones sin perder nunca una sola flecha del estuche que lleva en su espalda. Por el contrario milagrosamente siempre tiene más. A pesar de los aspectos poco felices, sobresale la actuación de Jennifer Lawrence, ganadora del Oscar como Mejor Actriz por El lado luminoso de la vida (Silver Lining Playbook, 2012) de David O. Russell. En esta segunda etapa, su personaje ingresa en un territorio aun más emocional en el que la constante toma de decisiones difíciles está a la orden del día. Para ello se recurrió a temas musicales de Coldplay para brindar un poco más de fuerza al relato. Destacables también, aunque no en su máximo esplendor, Philip Seymour Hoffman y Woody Harrelson. Disponible también en versión doblada, Los juegos del hambre: En llamas cuenta una historia atrayente para el público juvenil pero deja gusto a poco a pesar de su parafernalia. Sin embargo quien desee deleitarse con una estrella reciente talentosa y hermosa en uno de sus papeles más importantes, quedará más que satisfecho.
Sangre, sudor y celulares Muchos alguna vez se preguntaron ¿Por qué filmar dos veces la misma historia?. La respuesta puede ser muy amplia y abarca varios aspectos. Lo cierto es que algunas remakes se entierran en la antipatía de los espectadores para siempre. Otras, en cambio, se renuevan o renacen airosas como esta nueva versión del clásico de Brian De Palma. Carrie White (Chloe Grace Moretz) es una adolescente “especial” que se descubre portadora de poderes telequinéticos que se activan cuando se enfada. A su vez, esta chica introvertida y solitaria le debe mucho de su personalidad a su esquizofrénica madre (ahora Julianne Moore) que además es una fanática religiosa. La vida de Carrie es un infierno tanto en su casa como en el colegio entre soportar a su mamá y los tormentos de sus compañeros de escuela. No sabemos qué es de la vida de Sissy Spacek hoy en día, pero sí sabemos que su papel en la película de 1976 la consagró junto a Piper Laurie (quien encarnó a su madre) a una nominación al Oscar como mejor actriz de reparto. Por su parte, Moretz no tiene nada que envidiarle a Spacek: su Carrie es el doble de terrorífica, al parecer el doble de poderosa y, por supuesto, más moderna debido a que la nueva versión no está ambientada en el año de estreno de su antecesora, como quizá muchos inferían. Para construir su visión de la vieja Carrie (1976), la directora Kimberly Peirce dobla la apuesta de la historia y decide adicionar escenas, construir un relato mucho más crudo en sus imágenes, focalizarse en los efectos visuales e incluso extender los tramos más famosos de la película de antaño como si hubieran sido eliminados de la trama original. Si alguien pensaba que era difícil que una actriz como Julianne Moore transmitiera miedo, al ver su maquillado deterioro físico y su desempeño en el papel de la madre trastornada de Carrie, cambiará de opinión. De hecho es dueña y señora de una excelente escena que recuerda al Jack Nicholson de El resplandor (The Shining, 1980). Algo sumamente destacable además es que la gloriosa toma en la que le cae un balde con sangre animal a Carrie en su baile de graduación se extiende varios minutos más y no tiene desperdicio para el que disfrute de ver imágenes a lo Destino final (Final Destination, 2000). Conviene pensar en ambos films por separado. El film de Peirce dista mucho del de Brian De Palma y probablemente sea un híbrido de varios géneros. La Carrie de 1976 se adentraba más en el suspense y la ciencia ficción originarios del libro homónimo de Stephen King. La actual arriesga más en cuanto al sexo, el cuerpo, la sangre y la maldad, y se regodea en un final algo descolocado. A pesar de ello, los amantes del terror y la tensión estarán más que conformes.
Hay muchísimos tipos de films de ciencia ficción, y hay sólo dos clases de películas sobre invasiones alienígenas: la primera se corresponde a la premisa de que los seres de otro planeta son buenos y quieren hacer contacto con nosotros de una manera pacífica. El especialista en retratar esta cuestión es el gran Steven Spielberg con su Encuentros cercanos del tercer tipo (Close Encounters of the Third Kind, 1977) y E.T (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982). Pero hay otra clase de films sobre la temática que sostienen que “los marcianos”, tal como los conocíamos de pequeños, en realidad son hostiles y nos invaden para extraer nuestros recursos naturales, o para abducirnos y estudiarnos cual ratas de laboratorio. Los elegidos (Dark Skies, 2013) de Scott Charles Stewart es de la segunda especie de películas, pero si la comparamos con Día de la independencia (Independence Day) de Roland Emmerich, por ejemplo, no es una cinta sólo de ciencia ficción con héroes del ejército que los combaten con toda su artillería, sino que más bien vendría a tener un argumento más terrorífico, en el sentido positivo de la palabra; y lo interesante es que mezcla distintos géneros. Como su nombre en inglés lo indica, Dark Skies abunda no sólo en la oscuridad de los cielos que albergan muchos misterios para la raza humana, sino que además juega con lo más oscuro y profundo de nuestra mente, que son nuestros miedos y fobias. ¿Quién no se despertó alguna vez pensando haber oído un ruido inquietante en su casa?, ¿quién no se imaginó que venían los alienígenas a secuestrarnos?, ¿quién no creyó en algún momento que no estamos solos en el universo?. Todas estas preguntas se responden por sí solas cuando hacia la mitad del film nos damos cuenta de que lo que estamos viendo no es lo que parecía ser al principio. El efectisismo del argumento está justamente en eso. Comienza de una manera y todo nos parece predecible. Pero a medida que nos vamos adentrando cada vez más en la trama, terminamos por saber que en realidad la película va hacia otro lado. Los elegidos juega con nosotros y con nuestro escepticismo de la misma manera que sus protagonistas son sometidos al engaño una y otra vez. Su casa es el escenario para que comiencen a experimentar cosas extrañas, casi sin explicación ni lógica aparente. Y es tal el suspenso y la tensión que propone la película que terminamos aferrándonos a su premisa. De escenas cautivantes y un guión aparentemente repetido varias veces en la historia del cine de ciencia ficción –recordemos Contactos de cuarto tipo (The fourth kind, 2010), basada en hechos reales y sumamente perturbadora- Los elegidos se anima a ir un poco más allá. Hace de la ficción el campo privilegiado para centrarse en los miedos y la posibilidad de la profanación de nuestro hogar, el cual a partir de ahora ya no es seguro para nadie. La película de Stewart nos pone los pelos de punta, nos paraliza frente al peligro, nos esclaviza y, sobre todo, nos hace preguntarnos… ¿Qué haríamos si nuestro hogar es irrumpido por extraterrestres hostiles?. O peor aun… de repente nos enteramos que nos observaron durante años sin que nos diéramos cuenta. Para pensarlo. Terror psicológico y del mejor! 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Scott Stewart Guión: Scott Stewart País de origen: Estados Unidos Año: 2013 Género: Acción, Ciencia Ficción, Terror Distribuidora: Distribution Company Estreno(Argentina):10 de octubre de 2013 Reparto: Keri Russell, J.K. Simmons, Dakota Goyo, Josh Hamilton, Michael Patrick McGill