El 17 de octubre llegó a las salas argentinas Capitán Phillips (2013), dirigida por Paul Greengrass y protagonizada por el talentoso Tom Hanks a quien recuerdo mucho en sus mejores papeles en el cine: en Philadelphia (1993), Forrest Gump (1994), Milagros inesperados (1999), Náufrago (2000) y La Terminal (2004), entre otros. Este año se espera el estreno de El sueño de Walt Disney, donde interpreta ni más ni menos al genio de los dibujos animados. Esta película está llena de tensión. Tom Hanks interpreta a Richard Phillips, el encargado de comandar un buque de carga que se dirige hacia las costas de África, más precisamente a Somalía, una zona muy peligrosa por estar plagada de piratas. La suerte no estará de su lado porque luego de varias horas tratando de evadir a unos asaltantes acuáticos, éstos finalmente alcanzan el barco tomándolo a él como rehén. Por supuesto que el resto de la tripulación está escondida y estos ladrones desconocen dónde. Obviamente Hanks será el héroe que arriesgue su vida por salvar al resto, saliéndose un poco de sus papeles tradicionales de tipo común. Más allá de todo, el film soslaya una idea presente en la mayoría de las cintas de Hollywood desde hace varios años: las fuerzas del orden- la policía, el ejército, la armada e incluso el gobierno- siempre llegan tarde a todos lados o toman malas decisiones; los protagonistas de la historia son los que tienen que arreglárselas como pueden frente a una situación problemática. Ya está por demás comprobado este aspecto. Sólo basta con ver algunas películas norteamericanas actuales para deleitarse con las hazañas de los protagonistas totalmente desprotegidos. Pero no seamos ilusos; hay que entender además que si estas fuerzas del orden estuvieran presentes siempre y oportunamente, no existiría de ninguna manera dicha película. Lo más atractivo para el cine más conocido como "de acción" es justamente este elemento; tomar el conflicto, llevarlo a su máxima expresión y que la policía siempre quede como imbécil, inservible o corrupta. Aquí también se da esta ecuación y Dios sabrá por qué el cine estadounidense decide darnos constantemente este mensaje. Esto, señores, es otro motivo de discusión. Nos hemos topado también con el extremo opuesto: aquellas famosas películas norteamericanas cuyas tramas enfatizan la idea de que Estados Unidos siempre tiene el control sobre todo. Un ejemplo de ello es Día de la Independencia (1996) de Roland Emmerich, donde vemos que el ejército actúa rápidamente con toda su artillería, hecho que haría las veces de Tercera Guerra Mundial. Una parodia muy buena de este film es Marte Ataca, también de 1996, dirigida por Tim Burton. Otra punta bien clara y visible en Capitán Phillips la encontramos en una escena gloriosa: cuando uno de los piratas somalíes decide llamar "Yanqui" al capitán. Luego de un rato, el mismo sujeto le dice que no le gusta ese apodo, que mejor lo va a llamar "Irlandés", para luego terminar por ratificar su concepto sobre los Estados Unidos con un "I love America" ("Amo a América"). Basada en un hecho real, la película de Greengrass tiene un relato sólido, coherente y una buena cuota de tensión, hecho que la hace sumamente atractiva en sus 134 minutos de duración. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Paul Greengrass Guión: Billy Ray Duración: 134 minutos Género: Drama País de origen: Estados Unidos Año: 2013 Estreno(Argentina): 17 de octubre de 2013 Distribuidora: Sony Pictures
Viejos fantasmas En medio de tanta trama paranormal, tanto fantasma y tanta casa embrujada, y –más aun- en un contexto de largas discusiones sobre si el género desapareció o no, surge la segunda entrega de La noche del demonio (Insidious, 2011), que vuelve a poner sobre la mesa esta cuestión más bien subjetiva. Las apariciones y visiones de la familia Lambert continúan, y el pequeño hijo del matrimonio sigue teniendo pesadillas luego de volver de un profundo estado de coma debido a un incidente. Todo parece tranquilo cuando el pequeño está de vuelta en casa, pero al regresar trae consigo una fuerza oscura que potencia aun más el mal. Bajo la misma premisa que en la primera parte (“No es la casa la que está embrujada”), La noche del demonio: Capítulo 2 (Insidious: Chapter 2, 2013) viene a refrescarnos la memoria sobre la historia de este grupo familiar poseído con sólo algunos elementos novedosos en un argumento convencional. El director malayo James Wan, responsable de El juego del miedo (Saw, 2004) y El conjuro (The Conjuring, 2013), es sin dudas un referente del cine de terror paranormal, sumado a que ya eligió a su actor fetiche, Patrick Wilson, para encarar este tipo de proyectos. El cineasta es toda una figura de un nuevo subgénero que viene pisando fuerte desde hace unos años, junto con el israelí Oren Peli, director y productor de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007). Cuestionable o no en su modo de realización, Wan es un especialista en la temática y es evidente que no se despegará (al menos por ahora) de lo que mejor sabe hacer, aunque de una entrega a la otra se pueden ver cambios mínimos: entre otras cosas, el problema planteado en ambas películas ahora resulta ser aun más antiguo y lleva generaciones sin resolverse. La fotografía, la banda sonora y la presentación del nombre del film nos remiten automáticamente a las marcas del cine clase B, lo que puede gratificar un poco al espectador nostálgico. Sin embargo, frente a esta lógica aparentemente “ordenada” de Wan, el recurso de algunos hechos y diálogos cómicos desentona con el resto de la película y hace que se pierda la verdadera esencia de los momentos dramáticos. La noche del demonio: Capítulo 2 es una oda a todo lo visto en el género y con las contradicciones clásicas que se plantea una película como esta: el espectador se asusta y lo disfruta, pero al mismo tiempo se queja de que el film carece de originalidad.
Las malas decisiones Un ensayo de 85 minutos de duración sobre la problemática de una sociedad enferma se nos presenta crudamente en La noche de la expiación (The Purge, 2013), de la mano del talentoso guionista James DeMonaco, responsable de reconocidas comedias y thrillers para la pantalla chica y el cine. En el contexto de un Estados Unidos devastado por el delito, la inseguridad y las cárceles colapsadas, dentro de la casa de la familia Sandin parece ser todo perfecto, como si fuera un microuniverso apartado de todo mal. Esta ilusión se ve truncada cuando una noche un grupo de jóvenes disfrazados irrumpe en el lugar burlando los más sofisticados métodos de seguridad del mundo. Aquí, por primera vez en la historia, el gobierno estadounidense sanciona una ley que habilita a toda persona a desatar su furia durante 12 horas sólo una vez al año, día en el cual todo es legal. De esta manera durante el resto del año, se controla todo hecho ilícito. Luego de una jornada fatal, todo volvería a la normalidad. Lo efectivo del argumento que construye James DeMonaco es que se basa en un hecho posible. La identificación del espectador para con lo que ve es casi inevitable. Además resulta una trama convenientemente original que nos aleja de todo lo ya visto del género, recurriendo al terror y jugando con lo psicológico. El elemento que atraviesa a todo el film es la lucha de esta familia por decidir hasta dónde están dispuestos a llegar cuando se enfrenten a un hecho traumático. La película no se anda con rodeos pero adiciona una buena cuota de misterio y deja al espectador petrificado en su silla. Más allá de su mensaje, la cinta resulta porque sabe cómo mantener el interés y la tensión. La noche de la expiación o "La purga", como lo indica su nombre en inglés, quizá haga alusión también a una mala decisión por parte del estado que deja a la ciudadanía expuesta y sola. La violencia es la verdadera protagonista y las altas dosis de suspenso culminan en un desenlace que sorprende.
Mientras tanto, en el asilo La sublevación (2012) del director brasileño Raphael Aguinaga está muy lejos de relacionarse a un concepto político o histórico específico. Es más bien una fusión acertada de comedia y drama, cuyo argumento va mucho más allá de una simple visión sobre la tercera edad. La tranquila vida de los abuelos del asilo La Milagrosa se ve afectada cuando su enfermera decide tomarse sus merecidas vacaciones y dejar en reemplazo a su hijo, un joven opresor al que los ancianos llaman “La Bruja”. Ellos harán hasta lo imposible para hacerle frente a este maltratador y es allí donde se dan las situaciones más alocadas. El término “sublevación” hace referencia a la rebelión de una persona o grupo de personas contra una autoridad o poder establecido al que se niegan a seguir obedeciendo, utilizando la fuerza o las armas. De tinte costumbrista, aunque también con toques bizarros, el film de Raphael Aguinaga es mucho más pacífico que aquello; es un claro reflejo de cómo un grupo de personas que atraviesan la tercera edad pueden hacer cosas realmente interesantes si se juntan con un mismo propósito. Y “El Brujo”, la figura de poder, constituye sólo una excusa para salir de la aburrida rutina de todos los días. Aquí no hay críticas a un sistema político ni reclamos de ningún tipo. El director construye la figura de la vejez (y todo lo que ello implica) de un modo no lacrimógeno sino mediante un relato más liviano, aunque no carente de emotividad y profundidad. Los simbolismos son su as bajo la manga y conforman un guión dinámico que no se encasilla en ningún género. Quizá ello sea lo más acertado del film: no precisa de reflexiones demasiado técnicas, pero a su vez son visibles los diferentes temas y subtemas que van incentivando el interés del espectador. Con impecables actuaciones, La sublevación- que recuerda en ocasiones a Rigoletto en apuros (Quartet, 2012)- deja abierta cada historia de sus protagonistas y subraya el efectisismo de trabajar una temática “gastada” con ingenio.
El héroe camuflado Cuchillos y navajas en exceso, chorros de sangre, muchos ninjas y un despilfarro de violencia. Esto es El hombre con los puños de hierro (The man with the iron fists, 2012), una epifanía recomendable para los aficionados al estilo "tarantinesco". En off se escucha la voz de Blacksmith (RZA, debutante como actor principal y director) contando su historia. Es un herrero independiente en la China del siglo XIX que trabaja para cualquier bando dentro de Pueblo Selva. Su objetivo es ahorrar una buena cantidad de dinero para escapar con su amada hacia un lugar mejor. Y cuanta razón tiene. Pueblo Selva es la contienda sangrienta entre el clan que traicionó a León de Oro y aquellos encargados de cuidar y transportar el dinero del emperador hacia un sitio seguro, misión complicada cuando hay demasiados interesados merodeando. El lenguaje y estética de Quentin Tarantino, que aquí es nada más ni nada menos que el productor ejecutivo, ya se volvieron un clásico: violencia extrema, una banda sonora impecable y perfecta para cada toma, colores saturados y, en este caso, claras reminiscencias a sus adoradas Kill Bill: Vol. 1 (2003) y Kill Bill: Vol. 2 (2004), evidenciadas en las excelentes secuencias de Kung-Fu. Esto parece haber empapado a RZA para éste, quizá su proyecto más ambicioso. Por su parte, además asoma Eli Roth, a quien se vio compartiendo la producción de uno de los últimos fracasos del terror, El último exorcismo Parte II (The Last Exorcism Part II, 2013). Ahora también se acopla como productor de este proyecto de acción como fiel colaborador de Tarantino. El hombre con los puños de hierro traerá al espectador la nostalgia de aquellas películas de artes marciales (confesa influencia de Tarantino) y se regocijará con un sólido y atractivo argumento con momentos celebres de la mano de Russell Crowe. Se destaca también Lucy Liu aunque no se despega demasiado de su papel en Kill Bill: Vol. 1. Uno de esos films que cualquiera disfruta por el mero hecho de ser una mezcla de muchos, con una impronta estética y una marca personal que siempre se recuerdan con entusiasmo.
Los héroes son ahora adolescentes Luego del boom Crepúsculo (Twilight, 2008) y la recientemente estrenada La huésped (The host, 2013) desembarca en los cines Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (The Mortal Instruments: City of Bones, 2013) de Harald Zwart, otra película que seguramente se convertirá en una exitosa saga juvenil sin tener demasiado que ofrecer más que buenos efectos especiales. Clary Fray (Lily Collins) es una adolescente que vive tranquilamente con su madre soltera en Brooklyn. Su vida normal se ve truncada por recuerdos de un pasado que ella desconoce y que la llevarán directamente a involucrarse con el clan de los Cazadores de Sombras, seres mitad ángeles mitad humanos que durante siglos han protegido a la humanidad de las oscuras fuerzas del mal. Ya entrado el 2000 comenzaron a gestarse dos tendencias predominantes en la cinematografía estadounidense: por un lado, la de filmar cada vez más películas (o sagas) destinadas a un nicho de audiencia juvenil con personajes demasiado estereotipados; y por el otro, la de “refritar” (por no decir humillar) a los grandes y memorables personajes del cine de terror clásico de los años ’30. Nuevos hombres lobo, Drácula en forma de vampiros adolescentes y demás seres sobrenaturales reducidos a ser vistos por un público que ni siquiera conoce sus verdaderos orígenes en la historia del cine. Caso aparte fue la serie Buffy, la cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer) allá por 1997, que se constituyó como la pionera en revivir un clásico del cine de terror y enlazarlo con iconos más contemporáneos; y que, además de no apuntar solamente a los adolescentes, evocaba aspectos mucho más profundos: las relaciones amorosas muy conflictivas y un fuerte feminismo, entre muchos otros. Se puede decir que en Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso, basada en la novela de Cassandra Clare, éxito en ventas en los Estados Unidos y la primera de una saga de seis libros, está presente la homosexualidad, el camino del héroe y el sacrificio (si se la coloca a la altura de Buffy), pero no deja de ser una película con muchas escenas predecibles y que se va volviendo cada vez más absurda hacia el final. Se destaca Jamie Campbell Bower, a quien se vio cantando al estilo ópera en Sweeney Todd: el barbero demoníaco de la calle Fleet (Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street, 2007) y también en la saga Crepúsculo. No así Lily Collins (Espejito, Espejito, 2012), cuyo rostro seguramente ya está catapultado a los films llamados “juveniles”. La película de Zwart no es otra cosa que un puñado de escenas visualmente atractivas que no aburren y un reparto actoral notable. Sin embargo no ofrece nada novedoso, por lo que no se diferencia de otros films de su tipo. Por supuesto que surtirá efecto en el público al cual parece querer llegar.
Lo que tengo para decir Sip'ohi - El lugar del manduré (2011) del director argentino Sebastián Lingiardi, conserva la mística de un documental etnopoético que sabe mezclar las inmensas geografías naturales del Chaco Impenetrable con diferentes usos de lo oral: la radio, los diálogos y las leyendas contadas por sus habitantes. Todo un acierto audiovisual. En esta historia Gustavo Salvatierra es un wichi original que hace varios años vive en la ciudad. Agobiado de ella decide volver a su tierra y documentar (tanto en forma sonora como visual) la problemática del reconocimiento de la comunidad a la que pertenece de una manera particular: a través de leyendas y cuentos que los propios wichis le relatan, los cuales son emitidos en una radio local en la que trabaja temporalmente. Esta peculiar retroalimentación que se da en el documental de Lingiardi (el pueblo escucha lo que el propio pueblo siempre tuvo para contar) radica en el valor de la palabra más que en las imágenes, que igualmente acompañan a la perfección. Aquí el sonido del habla, es decir, las voces, se va fundiendo con los pocos ruidos que producen los instrumentos artesanales que conforman la totalidad de la banda sonora. Esta película de planos largos y generales, con un gran trabajo de fotografía, a su vez da cuenta de una profunda (y antigua) crítica social bien camuflada con distintos temas y subtemas conformando un entretejido que va nutriendo el argumento cada vez más a medida que pasan los minutos. Un tópico del que no se acostumbra hablar y un cine que algunos no están acostumbrados a ver. Sin embargo vale la pena destinar una hora a comprender no sólo el mensaje, sino todo lo que- cinematográficamente hablando- circula a su alrededor de la mano de sus propios protagonistas. Sin dudas un documental enriquecedor.
Lejos, muy lejos está aquella obra maestra de Pedro Almodóvar todavía cercana, La piel que habito (2011) de ésta, su última película, Los amantes pasajeros (2013), que cuenta con un elenco de primera que se prestó para lo efímero. En La piel que habito, Almodóvar parecía recalcar fuertemente la razón de ser de toda su filmografía. Extremadamente profunda y perversa, logró cautivar a un gran número de personas y fue muy bien recibida por la crítica. Y tenían razón. Esa fue la película más cruda y visceral de Almodóvar y, analizándola al derecho y al revés, su lenguaje no se presta para interpretaciones simples, sino que hay que hilar muy fino para sacarle el jugo. En el caso de Los amantes pasajeros, el cineasta oriundo de Ciudad Real no supo aprovecharse de un elenco de notables. Cecilia Roth encarnando el papel de una prostituta de nivel con una peluca que la favorece mucho, Antonio Banderas y Penélope Cruz en roles menores -casi aislados del argumento-; Carlos Areces y Antonio de la Torre, célebres protagonistas de la trágica Balada triste de trompeta (2010) de Alex de la Iglesia; y Paz Vega que ya trabajó con Almodóvar en otra oportunidad. Todo parece no combinar con las expectativas del público “almodovariano” y, por el contrario, dejó mucho que desear. Si bien el argumento puede resultar atractivo en principio- los pasajeros de un avión que se dirige a México poco a poco irán sacando sus secretos más íntimos al verse al borde de la muerte-, con varias historias que se cruzan en un punto, diálogos algo inteligentes y cómicos y los colores pastel que le dan un sentido bien definido al film; a Los amantes pasajeros le falta mucho para llegar a ser una buena película. Este argumento ronda en temas como la infidelidad, el destino, las relaciones amorosas (y sexuales), la homosexualidad, las drogas y el alcohol. Tópicos importantes que Almodóvar banaliza para terminar “pariendo” una comedia liviana al mejor estilo norteamericano. La película es alocada, si; y contiene varias escenas que no tienen desperdicio, pero todo se esfuma cuando miramos de lejos la totalidad de la cinta y nos damos cuenta de que ésta es una “rareza” en la filmografía de Almodóvar y que está muy alejada de la solidez que suelen tener sus films. ¿Pero qué quiso hacer aquí?. En realidad no queda muy claro. ¿Intenta darnos una moraleja sobre cómo sobrellevar con humor grandes inconvenientes de la vida?. ¿Intenta decirnos que hay que tomar todo a la ligera en un avión con problemas?. Verdaderamente es bastante complicado de descifrar. Partiendo de su evidente simplicidad, tampoco se sabe qué llevo a un director como Almodóvar a caer en una comedia tan superficial que no sabe transmitirnos absolutamente nada. “Un film de Almodóvar”, cita cada una de sus películas marcando territorio. Ésta más bien parece haber sido rodada por un par de estudiantes de cine que desearon experimentar con el humor a modo de comedia yanqui y que además intentaron darle un toque “fellinezco” (por Fellini). Cada uno sabrá evaluar si ésta película es de su agrado. En lo que a mí concierne, he caído en la decepción. 2/5 NE Ficha técnica: Título en inglés: I'm so excited Dirección: Pedro Almodóvar Guión: Pedro Almodóvar Género: Comedia Estreno en Argentina: 8 de agosto de 2013 País de origen: España Año: 2013 Distribuidora: Diamond Films Reparto: Javier Cámara, Cecilia Roth, Lola Dueñas, Paz Vega, Carlos Areces, Antonio de la Torre, Antonio Banderas, Penélope Cruz
El arte de engañarte Cada comedia tiene sus particularidades aunque Hollywood sea dueño de un discurso y estilo repetido y, en ocasiones, poco inteligente. Ladrona de identidades (Identity Thief, 2013) dirigida por Seth Gordon (Quiero matar a mi jefe, 2011), cumple con esta regla y por eso no tiene mucho para ofrecer. Diana o Margie (Melissa McCarthy), como gusten llamarla, sufre de una compulsión por robar identidades a otras personas y así poder disfrutar del dinero de sus cuentas bancarias para darse los gustos. Sandy Patterson (Jason Bateman) es un hombre de familia que cae en el engaño y debe dar con la impostora antes de perder su trabajo. Para ello emprende un largo y alocado viaje hacia Miami. Dichos nombres vienen sonando mucho últimamente en lo que a comedias estadounidenses se refiere. Melissa McCarthy fue nominada al Oscar en 2012 a Mejor Actriz por Damas en guerra (Bridesmaids, 2011) y se la vio también en ¿Qué pasó ayer? Parte III (The Hangover Part III, 2013). Por su parte, Jason Bateman (quien además produce esta película) es famoso por su participación en la serie Arrested Development y por su papel en Quiero matar a mi jefe (Horrible Bosses, 2011), entre otras. Ambos con un prontuario fílmico interesante, pero que en conjunto no llegan a conformar un dúo prometedor. Éxito de taquilla en su país de origen (logró recaudar $135 millones de dólares en Estados Unidos), la película fuerza situaciones y exagera chistes a lo largo de la trama; algo que lamentable recae sobre los hombros de estos dos actores talentosos. Ladrona de identidades ofrece en principio (por lo menos “de oído”) un argumento bastante atractivo y funcional a la pareja protagonista, pero que en los hechos no se disfruta como tal. Tal vez funcione mejor verla en casa en una tarde lluviosa y sin nada mejor que hacer.
Para un monstruo de estas características que encierra mucho más que simplemente un género cinematográfico, lo mejor que se puede hacer es no encasillarlo en ningún lugar específico. Guerra Mundial Z (World War Z, 2013), la tan esperada película de Marc Forster protagonizada por Brad Pitt, que tuvo muchísima difusión previa no sólo aquí sino en el resto del mundo, habla de muchas cosas sin cerrar ninguna del todo. En primer lugar hay que referirse a su protagonista, un actor que de alguna manera nunca dejó de representar al héroe si nos remontamos a sus últimos roles. En Bastardos sin gloria (Inglorious Basterds, 2009) por ejemplo, era el jefe de una organización que liquidaba nazis a modo de “venganza judía”. ¿Quién no tuvo ganas de matar a un nazi alguna vez y hacer justicia?. De alguna manera Brad Pitt y su famosa cara son además sinónimos de versatilidad. Cabe recordarlo en El club de la pelea (Fight Club, 1999) o Snatch, Cerdos y Diamantes (Snatch, 2000). Aquí es un padre de familia ejemplar con una esposa perfecta, un retirado miembro de la ONU con una casa y un auto grandes; al parecer una vida que quisieran tener muchos. Esa perfección se ve truncada por el llamado de un ex compañero que lo convoca para colaborar en una tragedia de consecuencias mayores: la llegada y expansión de una plaga que se cobró miles de víctimas animales y que ahora va por los humanos. Desde el inicio la película es caótica, vertiginosa y todo ocurre con extrema rapidez (todo un proceso viral). El espectador no sabe muy bien qué está viendo ni tampoco se logran distinguir las figuras con claridad, aunque ya se sepa de antemano el tipo de película que uno va a ver. A pesar de ello, en medio de este caos, en los créditos iniciales disfrutamos del inconfundible toque sonoro de Muse y su tema “Isolated System”, que ofrece un crescendo en la presentación del film a modo de anticipo de lo que se verá en el relato. Por más que la película no infunda un profundo mensaje, no hay que negar que es un film tremendamente dramático y agónico que no da respiro. Imposible aburrirse con Brad Pitt matando zombies; y ya que lo menciono, estoy en condiciones de sostener que esta producción es ideal para los fanáticos de dicho subgénero. Es como si fuera una mezcla de varias (o muchas) películas en un guión que aborda siempre la misma temática desde hace varios años como marca de un cine típico de Hollywood: la amenaza no es el zombie (el muerto resucitado) sino más bien el hombre contra el hombre y sus malas decisiones a la hora de afrontar una situación de desorden social. O quizá también un análisis pormenorizado de la histeria colectiva que provocan en la gente determinados hechos. Algo parecido a la llegada de los alienígenas a la Tierra. Interesante cinta desde este punto de vista. Otro punto jugoso para los amantes del cine de zombies es que esta película va un poco más allá de lo que se animaron a ir otras: en este caso la figura del muerto viviente es construida y tratada de una forma inusual, plasmando una cierta originalidad en dicha figura. A su vez, resulta ser un poco menos pesimista aunque la trama entraría perfectamente en la lista de producciones del famoso "cine catástrofe". Aunque con un guión algo trillado y llevado al cine millones de veces, Guerra Mundial Z tiene todo lo que debe tener una buena película de zombies. Quizá un poco de algún video juego, gran cantidad de efectos especiales y actuaciones satisfactorias con la peculiaridad de contar con un actor protagonista a quien nunca se lo vio en este tipo de papeles. ¿Cayó muy bajo Brad Pitt al producir y participar de una trama de estas características o este papel lo enaltece?. Eso constituye un debate aparte, así que lo mejor que se puede hacer es relajarse bien en la butaca y disfrutar de una muy buena super producción de zombies. 4/5 SI Ficha técnica: Dirección: Marc Forster Guión: J. Michael Straczynski, Matthew Michael Carnahan Duración: 116 minutos Género: Acción, Drama, Terror Origen: Estados Unidos Distribuidora: UIP Reparto: Brad Pitt, James Badge Dale, David Morse, Matthew Fox, Mireille Enos