Protagonizada por Ed Helms, Jon Hamm y Jeremy Renner, llega a los cine ¡Te atrapé! La película, dirigida por Jeff Tomsic, está basada en una historia publicada en The Wall Street Journal. El film gira en torno a un grupo de amigos que, luego de más de 30 años de amistad, cada mes de mayo se reúne con la excusa de jugar a la mancha. En ¡Te atrapé! se muestran cinco personajes que, pese a sus diferencias, parecen complementarse entre sí: un veterinario llamado Hoagie (Ed Helms); un drogadicto divorciado, Chilli (Jake Johnson); el CEO de una empresa de seguros Bob Callahan (Jon Hamm); un hombre con estado civil y profesional nunca especificado Sable (Hannibal Burnes) y Jerry, el personaje interpretado Jeremy Renner, quien en todos estos años nunca fue atrapado. ¡Te atrapé! comienza con el personaje de Ed Helms, quien acude a una entrevista laboral para obtener un puesto como conserje en la empresa que dirige Bob Callahan. Con el objetivo de “atraparlo”, Hoagie se disfraza y se infiltra en una sala de conferencias donde una reportera del Wall Street Journal le realiza una entrevista a Bob. A partir de ahí, se dará inicio oficial a una nueva temporada de mancha. En esta ocasión, estos dos personajes unirán fuerzas con Chilli y Sable para atrapar de una vez por todas a Jerry. Con el casamiento de Jerry como punto de partida, los demás personajes inician un viaje a Spokane para poder romper el invicto que éste mantiene. El personaje de Jeremy Renner es presentado como una especie de Sherlock Holmes de este juego. Con toda astucia y arrogancia, Jerry evalúa cada situación posible para escapar de sus amigos. Desde la práctica de artes marciales, hasta su casa convertida en una especie de guarida hacker, este personaje estará en cada mínimo detalle para mantener su título. A pesar de ser una típica comedia yanqui, la historia se detiene, por momentos, en conflictos más profundos. Algunos personajes atraviesan por situaciones como la adicción a las drogas o el alcohol, la desilusión amorosa, e incluso el anuncio de una enfermedad terminal. Estos conflictos nunca se profundizan. Cuando parece que el guion va a ahondar en alguno de estos puntos, todo vuelve a girar y a finalizar con alguna situación cómica. En su debut en pantalla grande, Jeff Tomsic apuesta tanto al slapstick como al humor negro. Si bien logra recrear situaciones divertidas, los momentos realmente graciosos son pocos. Hacia el final, el cineasta busca dar una especie de lección con respecto a la amistad y las conexiones humanas en general. ¡Te atrapé! tampoco evita caer en los tópicos de las comedias contemporáneas realizadas por grandes estudios.
Se estrena La voz del silencio, la tercera película del director André Ristum (Mi país y El otro lado del paraíso). El film transita la vida de ocho habitantes de San Pablo. A través de un montaje frenético al comienzo de la película, André Ristum presenta ocho personajes: una striper que sueña con ser cantante, un locutor de radio con una enfermedad terminal, una bailarina clásica que entra en coma, una señora mayor con problemas de alcoholismo, una madre soltera que no le presta suficiente atención a su hijo, un joven que trabaja en un call center, un hombre con múltiples trabajos (portero durante el día, cocinero durante la noche) y un empresario adicto al sexo y abusador. Si bien parecen ser todas historias particulares (y en parte lo son), se relacionan entre sí. La joven striper es hija de la mujer alcohólica, quien a su vez es madre del joven que trabaja en el call center. El hombre con múltiples trabajos, vive en el mismo edificio que el locutor, quien es el padre de la mujer que presta poca atención a su hijo. El empresario, por su parte, es marido de la bailarina clásica. Además, aquellos que no tengan una relación directa también se cruzarán en algún punto. Con la excusa de un eclipse de sangre como hilo conductor, Ristum logró unificar todas las historias de una manera natural. Los protagonistas parecen piezas de un rompecabezas que, poco a poco, van encajando entre sí, hasta finalmente dar forma a algo concreto. A pesar de esto, las historias particulares resultan inconclusas por momentos. El eclipse de sangre también representa un punto de quiebre para cada protagonista. El cineasta presenta personajes que están atrapados en una monotonía que los consume día a día, hasta que este fenómeno natural rompe el esquema interno de cada uno de ellos. El eclipse indica un nuevo comienzo para que puedan liberarse de aquello que tanto los oprime.
La realizadora colombiana Laura Mora, quien estuvo a cargo de la serie Pablo Escobar: El Patrón del Mal, presenta Matar a Jesús, una película inspirada en su propia historia personal. La película se centra en Paula (Natasha Jaramillo), una joven de 22 años que cursa la carrera de fotografía. Un día su padre, un profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Medellín, es asesinado por un sicario delante de ella. Tras comprobar la ineptitud por parte de la policía local -quienes hasta le habrían robado un reloj al muerto-, la joven se pondrá un objetivo: matar a quien acabó con la vida de su progenitor. Una noche en la que Paula sale a divertirse con sus amigos a un boliche, se encuentra cara a cara con Jesús, el joven responsable por la muerte de su padre. Luego de intercambiar varias miradas, y también sus números de teléfono, la protagonista iniciará una extraña e intensa relación con este chico, aunque su intención continuará puesta en vengar la muerte de su ser amado. Si bien los actores no son profesionales o son noveles, logran conseguir naturalidad y realismo en sus respectivas interpretaciones. Esta elección se debe a una decisión de la directora, quien buscó brindar una mayor autenticidad a la historia con jóvenes que pertenecieran a la zona. Aun así, la falta de experiencia de los actores se deja ver en diferentes partes de la película, sobre todo en las escenas emotivas. La fotografía es uno de los puntos clave de la película. La elección de primeros planos para varias de las escenas intensifica cada emoción por la que atraviesa Paula. Matar a Jesús está contada plenamente desde el punto de vista de la protagonista. La cámara actúa como una extensión para ver a través de los ojos de la joven. Por medio de ella se podrá acceder a los lugares que habita, tales como la universidad y otros lugares de Medellín. Laura Mora realiza Matar a Jesús para contar su historia -su padre fue asesinado por sicarios, aunque no fue delante de ella ni tampoco conoció al asesino-, pero también para mostrar una realidad social. La cineasta deja ver las constantes situaciones de violencia extrema que se viven día a día en Medellín. La película funciona como crítica de la pobreza y de las difíciles situaciones sociales en las que viven los habitantes del lugar.
Con el foco puesto en la adopción tardía, el director y guionista argentino Carlos Sorín (Historias mínimas, Días de pesca) presenta Joel, una película que también aborda la discriminación constante en torno a este tema. Cecilia (Victoria Almeida) y Diego (Diego Gentile) son una pareja de treintañeros que viven en Tolhuin, un pequeño pueblo de Tierra del Fuego. Mientras él se desempeña como técnico forestal, ella da clases de piano en su casa. Debido a la imposibilidad de tener hijos, y con los deseos de formar una familia, comienzan los trámites para adoptar un chico. Luego de recibir un llamado del Juzgado de Menores, dónde los notifican que tienen un nene de ocho años (luego confirmarán que en realidad tiene nueve), la pareja acepta pasar los seis meses de prueba junto al pequeño Joel (Joel Noguera). Cecilia y Diego no sólo deberán hacer frente a los fantasmas que acompañan al menor -un padre que nunca se hizo cargo, una madre adicta que lo abandonó y un tío preso como único familiar directo-, sino que también se encontrarán con un nuevo obstáculo: la discriminación. Los padres de los chicos de la escuela a la que asiste Joel insisten en que el joven puede ser un “peligro” para sus hijos, por lo que comienzan a realizar distintos tipos de amenazas para que éste sea expulsado. Carlos Sorín visibiliza un tema del que poco se habla: la adopción tardía. Sólo el 13 % de las parejas anotadas en los registros de adopción aceptarían un niño mayor a ocho años. El 90 % de los postulantes buscan un nene recién nacido. De hecho, en la primera escena de Joel, Cecilia le manifiesta a Diego su preocupación por la edad del pequeño: “¿Te acordás que en la entrevista habíamos dicho que tenga cuatro o cinco años? Tiene ocho”. Sorín también pone en foco una problemática que parece incrementarse en la sociedad actual: el bullying. En este caso la discriminación que sufre Joel no la originan sus compañeros de clase, sino los padres de éstos. El cineasta realiza una clara denuncia al accionar de este tipo de comunidades conservadoras. El film también visibiliza la ineptitud por parte de los directivos del colegio quienes, pese a mostrar una postura intermedia, terminan aislando a un menor que busca reinsertarse en la sociedad. La película también tiene un gran peso desde lo visual. El contexto en el cual se sitúa la historia impacta de manera directa con el desarrollo de la película y de sus personajes. El paisaje patagónico que parece nunca acabar y su clima frío y por momentos desolador, acentúan las situaciones que ocurren en pantalla, sobre todo el aislamiento al que es sometido Joel.
Luego de cuatro años de investigación, junto al periodista Diego Braude, el director Misael Bustos (El fin del Potemkin) presenta Secreto a voces, un documental que habla sobre la apropiación de bebés en Argentina. A pesar de que la apropiación de bebés parece estar directamente relacionada con la dictadura militar, es una problemática que se extiende más allá de aquella época. Se estima que cerca de tres millones de niños fueron apropiados antes, durante y después del proceso militar. Entre el 2010 y el 2013 las instituciones que se dedican a este tema recibían cerca de cinco llamados por día por consultas al respecto. Secreto a voces se centra en cuatro historias en particular: Norma y Pablo, una madre y un hijo que tratan de encontrar a su hijo/gemelo, a quien robaron apenas nació; Silvana, una mujer que fue apropiada y que sus padres “adoptivos” tenían una clínica donde vendían bebés; Patricia, una joven que inicia un recorrido por el interior del país para visitar los lugares donde estuvo su madre biológica; y Clara Lis, una chica que se animó a denunciar a la partera que la vendió al nacer. Estas cinco personas se abren por completo a la cámara y se animan a contar hasta el último detalle. Allí, se deja en evidencia cómo continuaron siendo víctimas de un sistema que jamás las ayudó. Norma confiesa que un sepulturero le pidió diez mil dólares a cambio de desenterrar el cuerpo de su supuesto hijo para poder realizar una prueba de ADN. Silvana cuenta la experiencia traumática que vivió al ser madre por primera vez. “El médico me dijo que yo no le estaba permitiendo nacer a mi bebé. (…) En el momento de dar a luz a mi hijo, reviví mi propio nacimiento”. A lo largo del documental, se van intercalando las historias de estas personas con testimonios de expertos en el tema. Los relatos también están acompañados con fotografías de los protagonistas (por llamarlos de alguna manera) cuando eran menores. También tendrá suma importancia el material de archivo, como los titulares de los diferentes diarios (Clarín, La Nación, Página/12) donde se ven notas sobre relatos de niños apropiados o sobre las redes ilegales de “adopción”. Secreto a voces no sólo muestra el testimonio de personas que vivieron en carne propia la apropiación, sino que pone en evidencia cómo el Estado nunca se hizo cargo de esta situación. También hace hincapié en el rol que tuvo la Iglesia frente a estos casos. Además, se dejan ver las múltiples excusas que ponen en los hospitales y las clínicas para no entregar archivos a aquellas personas que luchan por conocer su verdadera identidad. La apropiación de bebés es algo que afectó a millones de familias a lo largo de los años. Sin embargo, existe una parte de la sociedad que sostiene que detrás de esa “adopción” hay una “obra de bien”. Secreto a voces muestra la otra cara de la moneda: el dolor que ésto dejó en aquellas personas a las que les robaron su verdadera identidad y que, hoy en día, siguen en la búsqueda de descubrir quiénes son realmente.
El director Xavier Giannoli (Marguerite) presenta La aparición, un drama con tintes de misterio que combina secretos de la iglesia católica con la investigación de un reportero de guerra. Dividida en varios capítulos, la película cuenta la historia de Jacques (Vincent Lindon), un periodista que realiza labores como reportero de guerra. Durante uno de sus trabajos en Medio Oriente, su colega -y también amigo-, quien se encargaba de realizar el registro fotográfico, muere a su lado. En su retorno a Francia, es citado por un cardenal del Vaticano para que viaje a Roma, donde se le propondrá una misión de la cual no puede darle ningún adelanto ni explicación por teléfono. Una vez allí, los miembros de la Iglesia Católica le cuentan los motivos de la reunión. Jacques deberá entrevistar/investigar a Anna (Galatea Bellugi), una joven de 18 años que asegura haber sido testigo de la aparición de la Virgen María en las afueras de una aldea del sur de Francia. La intención de los miembros del Vaticano es que el protagonista realice una investigación a fondo para determinar si tal evento realmente ocurrió o simplemente fue un invento de la adolescente. La película se concentrará principalmente en la relación que se desarrolla entre Jacques y Anna. El periodista se obsesiona con saber cada detalle de la vida de la joven, desde su complicada infancia (huérfana criada en varios hogares temporales), hasta su costado religioso y la supuesta aparición de la Virgen María. El protagonista se verá envuelto en una encrucijada que lo afectará más allá del nivel profesional. El conflicto interno que atraviesa Jacques se ve claramente reflejado cuando comienza a descubrir ciertas anomalías en la historia de Anna. Si bien Xavier Giannoli crea un personaje agnóstico que se muestra escéptico ante cada situación, no cuestiona realmente aquellas cosas que se observan fuera de lugar dentro de la Iglesia. Ni siquiera se hace realmente foco en el claro hecho de corrupción por parte del padre Borrodine, cuya iglesia local se benefició por completo con la presunta aparición religiosa -fieles de todas partes del mundo viajan allí para tratar de presenciar el milagro en persona-. Hasta la imagen de Anna es puesta casi a la par que la de la Virgen María. Si bien la película logra generar intriga en el comienzo -uno no puede anticipar si la historia de Anna es verídica o no-, esto comienza a decaer a medida que avanzan los capítulos. El interés que podía generar La aparición, comienza a desaparecer a medida que la trama se ve envuelta en una encrucijada donde parece no tener idea de cómo seguir. La película se pierde en su intento de ser una historia llena de misterio pero también de drama, algo que en esta ocasión no se logra combinar.
En su ópera prima, el realizador William Oldroyd presenta Lady Macbeth. Lejos de tener relación alguna con la obra de William Shakespeare, esta película está basada en una novela corta del escritor ruso Nikolái Leskov. La historia transcurre en Inglaterra en el año 1865. La joven Katherine (Florence Pugh) es obligada a casarse con Alexander (Paul Hilton), el hijo del dueño de una finca. Éste no sólo le dobla la edad, sino que también la maltrata psicológicamente y la utiliza como un mero objeto. La protagonista no sólo deberá lidiar con los malos tratos de su ahora marido, sino también de los de Boris Lester (Christopher Fairbank), el padre de éste, quien en realidad compró a la joven con un único objetivo: conseguir un heredero. Durante la ausencia de ambos hombres (quienes se fueron unos días por temas de negocios), Katherine conoce a Sebastian (Cosmo Jarvis), un joven que junto a un grupo de compañeros maltrata -y todo indica que iban a violar- a una de las empleadas del hogar. La protagonista, aburrida de su monótona vida, comienza un romance con este joven. Lejos de ser un drama romántico de época, Lady Macbeth muestra la evolución de un personaje que pasó de ser víctima a victimario, de oprimida a opresora. Cansada de las humillaciones y de ser tratada como un objeto, Katherine pasará de ser una mujer sumisa a convertirse en alguien completamente fría y dispuesta a todo con tal de conseguir sus objetivos. Si bien Lady Macbeth toma los elementos básicos del cine de época (el vestuario, la casa, los objetos y hasta la paleta de colores), elimina por completo el romanticismo que suele predominar en este tipo de películas. William Oldroyd, lejos de tratar con un tono romántico aquella época, muestra una realidad diferente a la que suele predominar en estas historias: el maltrato constante, tanto físico como psicológico, al que eran sometidas las mujeres día a día, quienes sólo eran consideradas como objetos que tenían como única finalidad satisfacer/servir al hombre. La casi inexistente utilización de música extradiegética y los pocos diálogos generan un clima de opresión y de tensión constante. Las escenas además suelen tener una larga duración y estar acompañadas por planos fijos. Estas decisiones que toma el director van de la mano con la soledad y el aburrimiento constante que siente la protagonista por el estilo de vida que le quieren imponer.
El director y guionista Luis Bernárdez presenta Los corroboradores, un falso documental que mezcla el thriller con la historia y la arquitectura argentina. La historia gira en torno a una mujer que se presenta a la cámara como Suzzane, una periodista francesa, que llega a Buenos Aires con la intención de investigar la historia de Los corroboradores: una sociedad secreta, fundada por Carlos Pellegrini a finales del siglo XIX y principios del XX, que buscaba transformar la ciudad de Buenos Aires en una nueva París. A su llegada al país la protagonista tenía previsto un encuentro con Martín Dressler, un guía uruguayo que se encargó de enviarle toda la información recopilada sobre esta sociedad. El informante en cuestión no acude a la primera cita que tenían programada, en cambio le deja una serie de mensajes crípticos en postales, para que ella se encargue de seguir adelante con el caso. Suzzane no sólo deberá lidiar con la investigación sobre esta sociedad secreta de la élite política y económica, sino que además también deberá preocuparse por dar con el paradero de este informante anónimo. Será así que la protagonista iniciará un viaje donde recorrerá los diferentes edificios históricos. De este modo, Luis Bernárdez someterá al espectador a una especie de paseo turístico, por lo que uno podrá apreciar a través del lente lo hermosa -y muchas veces menospreciada- que es la Ciudad de Buenos Aires. Bernárdez no sólo construye un falso documental (repleto de material de archivo y múltiples testimonios a cámara), sino que también desarrolla un thriller psicológico (la protagonista se va volviendo cada vez más paranoica, está convencida de que alguien la está persiguiendo y de que algo malo le va a ocurrir). Por momentos también parece que se está frente a una especie de ensayo histórico (abunda en datos sobre la historia política, aunque mezclados con mucha información ficticia). Los diferentes materiales de archivo y las múltiples entrevistas a especialistas (historiadores, sociólogos, arqueólogos) que surgen a lo largo de la película, hacen que la línea entre la realidad y la ficción se torne borrosa. Esto genera en el espectador una sensación de que toda la información que se va descubriendo acerca de Los corroboradores podría ser más que una simple fábula, para transformarse en una historia verídica, aunque algo descabellada.
El cineasta Greg Berlanti, co-creador de series como The Flash y Arrow, presenta Yo soy Simón: una película basada en el best-seller homónimo de Becky Albertalli. Simón es un joven de 17 años que, a simple vista, tiene una vida común y corriente. Tiene una familia de clase media tradicional y comprensiva y un grupo de amigos incondicionales. Todo parece normal en la vida del protagonista pero, como anticipa al comienzo de la trama, “tiene un secreto gigantesco”: es gay y, hasta el momento, no se animó a decírselo a nadie. Todo se modifica cuando intercambia un mail con Blue, un joven de su instituto que, de forma anónima y a través de un blog, comunica que es homosexual. Simón comienza a hablar día tras día con Blue. Le cuenta cómo descubrió su orientación sexual, sus miedos y sus deseos. Por un tiempo todo continúa con la monotonía de siempre, hasta que un día alguien descubre su secreto. Esa persona comienza a chantajearlo y a amenazarlo con contar toda la verdad en caso de que no haga lo que le pide. Simón no sólo tiene miedo de que esta persona cuente todo -ya que es algo que sólo a él le corresponde cómo y cuándo decirlo-, sino que también teme por cómo podría afectar esto a su nuevo amigo/amor virtual. Yo soy Simón logra plantear la diversidad sexual de una manera correcta, focalizándose en el discurso de la igualdad. No cae en los clichés en los que durante muchísimos años fueron encasillados los homosexuales: afeminados, buen gusto en la moda, personalidades extrovertidas. Tampoco se muestra un personaje atormentado por su preferencia sexual -otro lugar común en estos casos–. Simón, tal como dice él al inicio, es un joven común y corriente al que simplemente le gustan los hombres. Si bien la película podría considerarse algo innovadora dentro de lo que es el coming of age (FOX es el primer gran estudio de Hollywood en realizar una producción del género protagonizada por un joven homosexual), el guion cae en casi todos los lugares comunes habidos y por haber: jóvenes con hormonas disparadas, amigos secretamente enamorados, bravucones que se burlan de los más débiles, etcétera.
El realizador de Solar y Años luz, Manuel Abramovich, presenta Soldado: un film documental que recorre la historia de un joven que ingresa al Ejército Argentino. La historia se centra en Juan José González, un joven proveniente del interior que decide alistarte en el Ejército Argentino -en parte por motivos laborales y en parte para contentar a su madre-. Soldado retrata el día a día del joven dentro de la institución. El espectador estará presente desde la primera revisión médica del joven hasta los momentos donde aprende las cosas más básicas: hacer un saludo, tender las camas según el día de la semana o limpiar las botas. González termina incorporado en la banda militar, donde se dedica a tocar el tambor. El foco esta puesto únicamente en Juan José González. Todos los demás parecen ser parte de un decorado lejano al que debe adaptarse este joven. Mientras que la cámara lo muestra en todos los ángulos y planos posibles -sobre todo en planos fijos-, los demás personajes sólo son expuestos mediante planos generales. No se conoce de ellos más que la voz a la hora de entrevistar o dar órdenes. A pesar de ser un documental, Soldado no cuenta con los elementos básicos como entrevistas directas o una voz en off que sitúe al espectador. El film de Abramovich se centra puramente en lo observacional. Todo se basa en captar la experiencia y el día a día de un joven que quiere formar su carrera profesional en el ejército. La cámara sólo busca captar las emociones del protagonista frente a las diferentes situaciones que se le presentan. A diferencia de muchas películas que tienen como base al Ejército Argentino, Soldado no se detiene a realizar juicios de valor sobre la Institución. Aun así, sí deja entrever con mucha facilidad el rol que ocupa cada uno. Si bien los demás personajes básicamente no tienen su lugar frente a la cámara, Abramovich permite reconocer con facilidad quién es un superior y quién un simple aprendiz. El director muestra que dicha institución es un sitio destinado para seguir órdenes.