De cómo enrarecer los recuerdos Quienes conozcan a Ricardo Piglia más allá de sus libros, en su faceta oral como disertante o dialoguista, podrían imaginar que hacer una película con él como personaje no debería ser un trabajo muy difícil. Que alcanzaría con ponerle la cámara delante e ir dándole charla. Es posible que el resultado de tal experimento fuera interesante desde el contenido, pero muy pobre en lo formal. Y, vamos: ni siquiera sería una película, sino Piglia hablándole a una cámara nomás. Cuando el director Andrés Di Tella coincide con él en Princeton casi por casualidad –según él mismo cuenta en los primeros minutos de su último trabajo, 327 cuadernos–, en el preciso momento en que el escritor decide volver a instalarse definitivamente en Buenos Aires, sabe que está en uno de esos pocos momentos en los que la historia se atraviesa justo en medio de su vida. Un concepto al que el propio Piglia volverá sobre el final de la película. Se trata de uno de los tres o cuatro autores más importantes de la literatura argentina en la actualidad y el cineasta decide registrar el instante en que desmonta la oficina universitaria donde trabajó durante quince años. Ahí también se entera de que, ya de regreso, el escritor planea avanzar en la ardua tarea de releer los diarios personales que viene escribiendo sin pausa desde que tenía 16 años. Di Tella no lo duda y le propone filmar el proceso. El resultado es justamente 327 cuadernos, título que precisa el volumen exacto de esas memorias que el escritor a veces fantasea con editar y otras con quemar.Piglia comenzó a escribirlos en 1957, cuando su familia se muda de Adrogué a Mar del Plata, luego de que su padre pasara casi un año preso por haber salido a defender a Perón tras el golpe de Estado ocurrido dos años antes. En ese momento la escritura está lejos de ser un oficio para él; más bien parece cumplir la función de cualquier otro diario adolescente: un refugio, un lugar íntimo en donde transitar el duelo de tener que dejar la casa en que nació. Sin embargo, escribirlo se convirtió en una obsesión y en mucho más: “Estoy convencido de que si no lo hubiera empezado, jamás hubiera escrito otra cosa”, afirma Piglia en tren de imaginar qué hubiese pasado si Perón no hubiera sido derrocado, si su padre no hubiera ido preso y su familia hubiera continuado con su vida en Adrogué.Piglia lee y rebusca en sus cuadernos, pero lo sorprende la dificultad para identificarse con mucho de lo escrito. Llega a decir que quien aparece en los diarios muchas veces le resulta un desconocido. Lejos de limitarse a sentarlo a leer fragmentos sueltos frente a cámara, Di Tella teje un relato que intenta traducir la memoria del escritor en imágenes. Una tarea compleja que resuelve intercalando entre diálogos y lecturas una serie de registros fílmicos extraordinarios, cuyo ecléctico contenido, sin dejar de ser funcional al relato, tampoco se ata a él de manera torpe y estricta. Las imágenes van desde fragmentos que retratan a la multitud enfervorizada que en 1955 desborda la Plaza de Mayo para celebrar el derrocamiento de Perón a una entrevista televisiva con Roberto Guevara, hermano del Che, justo antes de subirse al avión que lo llevará a Bolivia para ver qué pasó con Ernesto. O un increíble diario-filmado de Enrique Amorim, en el que el escritor retrató a muchos de sus colegas amigos, consiguiendo estupendas imágenes de Horacio Quiroga preparando un asado, de un Borges jovencísimo tomando mate o de García Lorca durante su paso por Buenos Aires. Pero además de estos registros históricos vinculados de diferentes maneras a la vida y a los diarios de Piglia, Di Tella incluye una serie de imágenes anónimas que utiliza para enrarecer el clima en torno de los recuerdos del escritor, haciendo que el cine se convierta por un rato también en memoria y sueño.327 cuadernos está atravesada por un tono elegíaco que se corresponde con ese regreso a sus vidas pasadas, que Piglia se impone a sus más de 70 años. Un carácter que se acentúa cuando en medio del rodaje al escritor se le declara la enfermedad que actualmente lo aqueja, que le impide, entre otras cosas, seguir escribiendo por sí mismo. Luego de dudar sobre qué hacer con sus cuadernos, el final de la película retrata a Piglia como un chamán oficiando un elocuente ritual funerario que tiene algo del dolor, pero también la calma de las despedidas.
Crítica y ficción Ricardo Piglia se define como un escritor, y probablemente sea uno de los escritores más autoconscientes de la literatura argentina. Pero antes que nada es un crítico, por lo menos sus mecanismos son los de un crítico, casi que no puede evitar tomar distancia y teorizar sobre su obra y la de los demás. Parece tener la necesidad de comprender los mecanismos intrínsecos de todo lo que le interesa. Andrés Di Tella le propone con 327 cuadernos registrar el momento de reencuentro con sus diarios. Un registro vital que arranca en 1957, sin cuya existencia, el mismo Piglia reconoce, no hubiera escrito nada más. Vemos al escritor en su regreso a Argentina desde Princeton, muy rápidamente empieza a elaborar conceptos que son los múltiples disparadores de la película. Como todo gran escritor, tiene una serie de ideas acerca de sus escritos pero casi nunca lo vemos trabajar sobre ellos, incluso en esta película que en principio debería tratar de la lectura y el reencuentro con sus diarios. Di Tella estructura su película como si fuera Piglia el que dirige. Entonces, como en cualquiera de las obras del escritor, 327 cuadernos dialoga con la política, la literatura, el cine, su propia biografía y el espectador. Piglia dice en algún momento -entre risas- que él no es peronista pero que se volvió escritor para ser un escritor peronista. Finalmente termina afirmando que los acontecimientos políticos argentinos suelen afectar la vida cotidiana. En su caso: la Revolución Libertadora, un padre peronista, el golpe del 66, la muerte del Che, son hitos que irán apareciendo durante el metraje de 327 cuadernos como el contendedor de lo que se narra en los diarios. REALIDAD Y FICCION En el comienzo de la película, Piglia habla de la idea de utilizar el género documental en sus diarios para construir algo más, concretamente: “…trabajar la verdad del género para construir una ficción, una ficción imperceptible…”. Vemos cómo esa ficción comienza a florecer, Piglia vuelve a tomar distancia, pasa los textos a la tercera persona, el libro con sus diarios se titulará Los diarios de Emilio Renzi, su alter ego literario. Pero la realidad interrumpe los juegos de la ficción: durante la filmación de 327 cuadernos Piglia descubre que tiene una enfermedad que va deteriorando su motricidad y su capacidad de expresarse. Todo se acelera o se deforma ahora que su tiempo tiene un límite. Empieza a trabajar más rápido, la película se termina de alguna manera, o mejor dicho se parte en dos. Piglia ha sido un crítico de dicotomías, que ve al menos dos partes en todo: recordamos ese texto de su libro Formas breves acerca de que un cuento es siempre dos cuentos, uno explícito y otro que se sugiere. De repente los 327 cuadernos parecen 654 y una tarea imposible; sin embargo ya nos enteramos con alivio que Anagrama lanza la primera parte de Los diarios de Emilio Renzi. Al final Ricardo Piglia sonríe, tiene un gran sentido del humor.
Vida y ficción “Un diario de la lectura de un diario” es la propuesta del realizador Andres Di Tella, enunciada durante los primeros minutos; afortunadamente, esta descripción no agota los lugares hasta los que logra llegar esta película. 327 son los cuadernos que llevan el diario personal del escritor Ricardo Piglia, que se propone releerlos al volver a Buenos Aires luego de haber estado viviendo en Princeton. Si el diario es un lugar de experimentación para el escritor, este film se convierte en un lugar de experimentación también para el realizador. Abundan en la actualidad films documentales con tinte reflexivo, que nos hablan de la realización. En muchos de los casos actuales esta inclusión parece nacer de una búsqueda por darle “más interés” al documental -búsqueda que suele quedar trunca, como la inclusión de Salgado hijo en la reciente La sal de la tierra(2014) codirigida por Wim Wenders-, 327 cuadernos se propone explorar las relaciones entre diario, documental, memoria, historia personal y política, narrador y narración. Se hace imposible pensar una forma alternativa en la que esta historia podría haber sido contada: en ella es central la convivencia de los distintos formatos tanto del fílmico como del video digital, que representan distintos tiempos, distintos espacios de la memoria. Así, el film, aunque interrogue“¿cuál es el tiempo del diario personal?”, nos pone a pensar también cuál será el tiempo del cine. La cámara encuentra la manera de reverlarnos progresivamente a Piglia, sin ser invasora pero alcanzando una intimidad particular. Si bien se evidencia el dispositivo, hay una tendencia a ocultar la puesta en escena que podría vivirse como una traición pero que la propia lógica del film hace necesaria. Sin destacarse, precisamente por su inteligente sutileza, el diseño de sonido también es clave para construir el clima indicado, con un uso reducido pero preciso de la música. Claro está además que el propio Piglia es una fuente de material interesantísimo, ya que la belleza del film está en prescindir de los hechos biográficos en sí mismos, para revelarnos obsesiones del escritor, que son a fin de cuentas las que más hablan de él. Si efectivamente el documental nació de una casualidad, Di Tella encontró en ella una reflexión atrapante precisamente por sus dimensiones históricas e íntimas, por entremezclar vida y ficción, quizás encontrando verdad. Por Laura García Lombardi
PRISIÓN DE PAPEL “No hay nada más ridículo que registrar la propia vida, uno parece un clown. Sin embargo, estoy convencido de que si no hubiera empezado esa tarde a escribirlo, jamás habría escrito otra cosa”. La frase de Ricardo Piglia es determinante y paradójica, como si se tratara de la antesala de la acción que busca llevar a cabo: la lectura de su diario íntimo, un registro de 327 cuadernos iniciado a los 16 años, luego de abandonar su casa de Adrogué. Pero como bien indica el escritor y crítico literario argentino, volver sobre su escritura implica un doble pasaje de la experiencia de vida, un recorrido hacia un pasado por momentos borroso o, en ocasiones, muy nítido; un rejunte de fotos, listados, recortes, anotaciones o materiales, algunos poéticos y otros más vergonzosos. La propuesta del director Andrés Di Tella es “hacer un diario de la lectura de un diario”. Para esto, no sólo utiliza los testimonios del protagonista (articulación entre lo escrito y lo oral) o la exhibición de sus múltiples registros, sino también la incorporación del material de archivo para contextualizar el inicio de los diarios, una cierta poética de las imágenes y algunos rasgos de cotidianidad. Pero pareciera ser que el desafío del director se presenta en la forma de captar esa lectura, en la manera de devolver al recuerdo su enmarcación presente. Por eso introduce también algunos fragmentos de una película donde aparece Horacio Quiroga, entre otros escritores, como precedente de aquello que busca producir o también la comparación entre dos grabaciones del mismo sitio con una diferencia de varios años. El formato con el que presenta 327 cuadernos tiene un poco que ver con la idea esbozada por Piglia: por un lado está la ficción mientras que por el otro se encuentra la experiencia personal. En el medio surge la experimentación, la idea de “un como si” o de un laboratorio que sondea con el material de descarte (como todos los papeles que Piglia no recuerda por qué anotó o conservó). A pesar de lo interesante de la idea, esa analogía de recolección y puesta en conjunto de objetos disímiles para producir un nuevo significado, como si el mismo documental fuera un diario mayor de ese recorte en papel, se vuelve saturación, un pastiche inconexo que va diluyendo su frescura inicial. Ya no hay un aprovechamiento de esa libertad del diario, de la letra no entendida o de los nombres de personas que sólo existen en el papel; la lente de la cámara, por el contrario, simula clausurarse sobre sí misma hacia el abarrotamiento y el desgaste. Entonces, pareciera que tanto la recuperación de cada diario en su singularidad como el trabajo de registro de dicha reposición quedan sepultados bajo una muralla, un pastiche de 327 cuadernos que, en lugar de permitir el recorrido fluido sobre el pasado o su aprehensión, lo encierra en una combinatoria de elementos sin dejarlo salir del papel. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Todo lo que leo no me gusta “¿Hay una historia?…Me parece una pregunta muy seria. Mientras estás haciendo un documental, todo el tiempo pensás si algo de ese registro vale convertirse en una historia” Respiración Artificial A pocos instantes de comenzado el film resulta imposible no pensar en Respiración Artificial, (1980) la primera novela de Ricardo Piglia, probablemente una de sus obras más relevantes: Porque acá va a ficcionalizar todas sus obsesiones, y presenta al que será su alter ego, Emilio Renzi. Anticipo a su vez de Critica y Ficción (1986), un lúcido ensayo sobre su pasión por la literatura, y sus relaciones con la crítica, la política, el cine, el sicoanálisis…la historia. Veinte años después, luego de haber compartido con Ricardo Piglia su trabajo en Macedonio Fernández (1995), Andrés Di Tella regresa a hablar de Literatura, y de las relaciones implícitas entre la realidad, la ficción, y la política, tan características de la Historia Argentina, tanto, que muchas veces nos lleva a preguntarnos: ¿Si esta no posee un modo específico de usar la ficción? Claro, la ficción como un contra relato, cuya narrativa esta pensada para socavar al discurso hegemónico. Esta vez no se hablará de una novela que dura toda la vida de un hombre, que escribe en una habitación del Once…ni de la valija de cuero vieja donde otro hombre lleva toda su obra, que es toda su vida…Esta vez Di Tella se propone filmar los diarios de un escritor, 327 cuadernos escritos a lo largo de 50 años. Aunque de hecho su autor haya escrito, quizá profético e irónico: “Que no hay nada más ridículo que filmar su propia vida”. El film comienza con una voz en off, y con imágenes de archivo del derrocamiento del General Perón en el 55, para luego pasar a una encuesta sobre el regreso del General. Es allí donde se inicia el registro de un proceso….el de hacer un diario de la lectura de un diario. El cual parte del exilio de la familia a Mar del Plata, a los 16 años. De allí en más, Piglia será quien mire la escena oculto entre los recuerdos, en primera persona (como lo hace Renzi en Respiración Artificial cuando nos retrotrae al pasado por medio de una carta y una fotografía). Y Di Tella será quien se pregunte: ¿Como hacer para filmar el diario de un escritor?, -que es el eje de Respiración Artificial, es decir: ¿Cómo narrar los hechos reales?-. Por lo que el tema pasa inicialmente por reflexionar sobre ¿cual es el presente de un diario?, y en consecuencia cuestionar su estatuto. Para a posteriori acercarse a esa zona de experimentación que se mueve imperceptible entre la vida real y la ficción. Al diario como laboratorio… al lugar del encuentro entre el narrador y la historia que se cuenta. Porque Hay una historia, y porque con ella se hace un documental. Hay un escritor y un cineasta, que escriben- textos literarios y fílmicos- para saber que es la literatura, el cine, la vida, e indagar sobre sus relaciones con la política, la crítica, eccetera, para finalmente poder reconstruir sus propias autobiografías. Aunque en su camino todo cambie… y se sume el dolor al relato, y se necesite de otro para escribir . Y por lo tanto, se decida pasar de una 1era a una 3era persona para regresar a lo no dicho. Un modo de intentar -enmanciparse de los imposibles-. Y en este sentido creo que tanto Piglia, como Di Tella, incluso Gustavo Fontán –que ha colaborado en el guión- han demostrado ser capaces de narrar con el arte de la elusión. A un importante material de archivo fílmico, se suma el material de video casero, que da cuenta de otro tipo de relación entre el que registra y lo registrado. O el presente, que muchas veces es sólo paisaje, mera topografía, o el ruido de las pisadas sobre las hojas secas, o el agua que cae y golpea sobre los árboles o sobre los objetos, o las viejas paredes…mudos testigos cotidianos del día y la noche. Porque tanto este registro, como su recuerdo son las materias con las que se alimenta la Historia. Princeton, Buenos Aires, Mar del Plata y Punta Colorada son los espacios que guardan los secretos, donde en estos dos años de filmación han aparecido de a poco los mensajes cifrados en la memoria. Casi toda una vida. Beba Eguía, Roberto Jacoby y Gerardo Gandini participan con sus miradas y relatos a la re-de-construcción de 50 años en la vida de alguien que ocupa un lugar importante en sus afectos. En los últimos minutos, Piglia, mira el fuego que arde consumiendo hoja por hoja sus cuadernos, mientras la luz se cuela reflejándose en los cristales de sus lentes, metáfora del inevitable espejo al cual se sometió cuando aceptó mostrar un pequeño recorte de su extenso diario. El suficiente para mostrar un proceso donde se han conservado las experiencias, los sueños, los recuerdos, los sentimientos… Porque sabemos que en toda instancia los resultados siempre se subordinan a los procesos. Porque de ellos se aprende. 327 Cuadernos obliga al espectador a relacionar fragmentos, pedazos sin sentido, conscientes de que no van hacia la búsqueda de una verdad, sino en todo caso a encontrarse con versiones, que se superponen y contradicen. Pero son justamente esas contradicciones las que enriquecen este documental. ¿ O no es esa la consigna?: Ser una especie de lector-espectador detective, que se sume a este proceso de experimentación poética, que nos emociona con su arte de narrar.
La ficción imperceptible El espejo y la imagen no son la misma cosa, lo material y lo intangible, aunque perceptible generan la incertidumbre y ponen en riesgo el estatuto irrestricto de La Verdad. Entonces, qué pensar cuando se esboza, a veces con rigor otras con desesperación, la aproximación intuitiva a la Historia. ¿Historia o interpretación de hechos? 327 cuadernos (2015) es el nombre de un documental de Andrés Di Tella, que participa de manera explícita del registro de un proceso y de formas implícitas de la narración a partir de las imágenes, los silencios y la puesta en escena, con una poética propia, de ese proceso atravesado por la realidad. El pretexto o detonante ya plantea un problema de difícil resolución: cómo se filma el encuentro de un escritor, el crítico Ricardo Piglia, con los diarios personales que recopilan cincuenta años de reflexiones, ideas, contradicciones, deseos, miedos, plasmadas en papel y con una letra manuscrita que muchas veces se niega a revelar su secreto. Tomada la decisión por parte del autor de Respiración Artificial (1980), quien a sus 70 años deja su lugar en Princeton para regresar al país, de releer sus escritos como ejercicio crítico y así determinar cuál será el destino de ellos, la idea de recordar a partir de la lectura abre una suerte de espacio difuso entre la realidad y la ficción, algo que el documental de Di Tella explora desde una distancia necesaria para apelar a recursos cinematográficos y así construir un reflejo de aquel espejo en el que se mira. Di Tella y Piglia marcan dos puntos de vista en constante tensión, algo más que la simple dialéctica entre observador y observado, porque ninguno de los dos tiene realmente claro qué hacer con el material de los recuerdos; ambos dudan -enhorabuena- sobre la veracidad de la memoria pero nunca de la construcción de esa propia historia recordada, despojada de todo valor de verdad y mucho más concentrada en el proceso por el que la memoria transita. Nuevamente la idea de espejo deformante o reflejo distorsionado aparece con la selección no antojadiza del material de archivo, entre ellos el registro de un diario filmado por Enrique Amorim en el que puede verse al escritor Horacio Quiroga de entrecasa como ensayo de intimidad que en el propio marco de 327 cuadernos genera un efecto paradojal en el espectador. Amorim filma a un Quiroga silente y Di Tella a un Piglia que narra con la habilidad de un escritor, que sabe las palabras para expresar con mayor contundencia aquello que el silencio oculta cuando la cámara lo persigue en la intimidad de una charla. A las palabras, a esa catarsis irrefrenable que comenzaba a los 16 en el caos de sensaciones provocadas por el destierro y la mudanza forzada de Adrogué a Mar Del Plata, se suma el juego de las vidas posibles y los interrogantes que no tienen respuesta. Quizás allí se encuentren cineasta y escritor, en la aventura de la ficción imperceptible para abolir el desarraigo de la propia finitud o el temor a la hoja en blanco cuando ya no quedan palabras por decir.
El hombre que pudo recordar sus vidas pasadas Tanto en cine como en TV se podrá apreciar este riguroso y emotivo film en el que el director de Fotografías logra transmitir un doloroso y bello proceso íntimo por el que atraviesa el notable escritor Ricardo Piglia. Ricardo Piglia comenzó a escribir sus diarios personales cuando tenía 16 años. Con casi 75, cuando una enfermedad degenerativa va minando progresivamente su salud, decide que es tiempo de renunciar a su puesto en la universidad de Princeton y regresar a la Argentina. El director Andrés Di Tella -amigo personal del autor de Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata quemada y Blanco nocturno desde hace mucho tiempo- registra ese doloroso proceso que incluye desempolvar las 40 cajas con los más de 300 cuadernos idénticos que recuperan no sólo esas casi seis décadas de vida sino también de la historia (tragedia) argentina y que sirven además para bucear en el origen de muchas de sus obras literarias. El realizador de La televisión y yo, Fotografías y Hachazos se enfrenta a numerosos dilemas y riesgos artísticos (y humanos). La primera disyuntiva, claro, es cómo ser honesto con la situación por la que atraviesa Piglia sin caer en el golpe bajo o la manipulación, ni tampoco en el sentimentalismo o la exaltación testamentaria. Así, si bien cede buena parte del punto de vista y de la narración al escritor, también se interroga sobre cómo abordar el relato y a qué recursos apelar. En un momento, cuando Piglia está incapacitado de comunicarse, recurre a sus amigos (Gerardo Gandini, Germán García, Roberto Jacoby, el Tata Cedrón). En otro, cumplen un deseo largamente reprimido, una tentación propia de todo escritor, y juntos queman algunos de los cuadernos. Uno de los principales hallazgos del film es la excelente utilización de los materiales de archivo (con énfasis en la caída de Perón en el ’55, la muerte del Che en Bolivia y el accionar del ERP en plena dictadura militar) que acompañan a y “dialogan” con las propias experiencias de vida de Piglia. Intimo y político, emotivo y descontracturado, sobrio y desgarrador, fascinante e incómodo a la vez, 327 cuadernos es un documental de autor que indaga en un proceso creativo, un ensayo sobre el arte y la vida, una película familiar y un regalo a un amigo que se está yendo. Por todo eso, se trata de un film decididamente valioso, que -con una salida poco habitual- se puede apreciar tanto en la pantalla chica como en la gigante.
Mi sombra y yo 327 cuadernos (2014), documental dirigido por Andrés Di Tella, es un diario fílmico y a la vez un autorretrato sobre el gran escritor Ricardo Piglia. Una interesante propuesta sobre el hecho de traer a la luz los diarios que el escritor anduvo almacenando a lo largo de la vida en cuadernos que fueron quedando en olvidadas cajas de cartón, y como se genera el eterno problema entre el autor y su creación, ya que resultan figuras fantasmales. ¿Quién era ese Ricardo Piglia que escribió sobre sí mismo?¿En qué tiempo sucede cuando se habla del pasado, presente y futuro? ¿Dónde esta esa voz? Desde los 16 años Ricardo Piglia escribía los sucesos de vida en un diario. Eran los años 50-60s cuando comenzó a redactar lo que sentía y durante esa época nunca dejo de hacerlo. Todo comenzó debido a la dedicación política de su padre, quien debido al contexto político del país, tuvo que mudarse con toda la familia a Mar del Plata. Un viaje que necesitaba liberarse en forma de lenguaje escrito. El mismo Piglia señala que escribir su diario lo condujo a la escritura y a su profesión de escritor. Poco a poco se fueron acumulando los cuadernos y hoy en día ya son 327 de distintas formas y empastes. Con 73 años, Ricardo Piglia ha decidido dejar su mundo de docencia en Princeton y volver a Buenos Aires. Su reencuentro con su ciudad natal es también el regreso de toda su vida acumulada en papel. Esos cuadernos comenzarán a releerse pues es tiempo de pasarlos en limpio Andrés Di Tella se encarga de cubrir el evento de la apertura de esos cuadernos. Se mantiene junto a él, lo sigue mientras busca distintas maneras de aproximarse a la representación de un tiempo fantasmal del pasado. Organizado en fragmentos, el documental está marcado por la estrecha relación de convertirse a la par en un diario fílmico. Lo interesante está en cómo se prueban distintos modelos de otros diarios fílmicos de otros escritores para ver si funciona y después seguir otras formas. Dejando en claro la combinación de subjetividades. Por un lado el director que intenta narrar el evento, y del otro, la subjetividad real del personaje autorretratado. Así se ve lo complicado que es mostrar el tiempo creativo, más si fue en el pasado y solo existe la relación el escritor y su propio texto. Con vergüenza y nostalgia, Ricardo lee los cuadernos a cámara, los acomoda y toca, en ciertos momentos no comprende su letra, y nunca faltan el encuentro de papeles sueltos y fotos muy antiguas de niño. Es decir, es una reflexión constante, si bien sobre el tiempo, también sobre la memoria. Ricardo es entrevistado y menciona a Emilio Renzi: el personaje que ha sido su alter-ego a lo largo de sus libros. Y asi aparece la idea del doble, el haber tenido otra vida, incluso la misma Buenos Aires deja de tener una sola posibilidad y se vuelve presente y pasado, Piglia es joven y ya mayor, entonces todo gana capas fantasmagóricas sobre el autor, y el resultado se va enriqueciendo. En esa difícil aproximación visual hacia lo vivido en los diarios, 327 cuadernos utiliza innumerable material de archivo. Con ello logra darle un anclaje de realidad a lo leído frente a cámara y hacerle un marco histórico para provocar un efecto de cercanía con la subjetividad de aquel joven que escribía sobre si mismo y; sin embargo, resulta atractivo como al mismo tiempo, si uno lo ve de otra manera y extiende la idea del párrafo anterior, se abren aún más las posibilidades y aumentan los fantasmas e incluso aparece la sombra de la ficción, pues la voz de Ricardo Piglia de fondo junto con las imágenes de otras vidas construyen de efecto inmediato, nuevas vidas y nuevas historias, nuevas voces, que casi podría decirse que los diarios hablan de la vida de una tercera persona, casi una persona inventada.
Cálido y melancólico registro de una vida Ricardo Piglia y Andrés Di Tella se conocen desde hace años y han coincidido en la Universidad de Princeton, uno como profesor emérito, otro como director del festival de cine documental. Un día el primero se plantea repasar y quizás editar sus diarios íntimos. O tal vez quemarlos. El otro se pregunta entonces cómo filmar a manera de un diario cinematográfico la lectura de esos diarios. Y los vaivenes que esa lectura provoca en la memoria. Se trata de 327 cuadernos de igual tamaño prolijamente conservados en 40 cajas de cartón, escritos a lo largo de medio siglo. Cuando los empezó, el escritor era apenas adolescente, y la Historia Nacional habia entrado en su historia personal, con la Plaza llena de contreras agitando pañuelos blancos, y su padre encarcelado por peronista. Ahora, como en cualquier evocación, unas cosas resurgen con todo detalle, otras se borronean, se entremezclan, se confunden. Y pasa inesperado a primer plano "lo que no estaba escrito. Hechos mínimos que misteriosamente habían sobrevivido a la noche del olvido". A veces el autor siente que algunas páginas fueron escritas por otra persona. Casualmente, tiempo atrás él decidió contar a través de un personaje ciertos episodios suyos, o de gente conocida suya. Así nació una versión ficcionada de sus recuerdos: "Los diarios de Emilio Renzi". ¿Y si acaso esas ficciones fueran más ciertas que el registro anotado en alguno de esos diarios? Nunca lo sabremos. Quizás a veces ni siquiera lo sepa el propio novelista. La memoria y la desmemoria suelen jugarnos esas trampas. Ahora, ¿cómo representar eso en la pantalla? Lo que sigue es un registro recatadamente cálido, melancólico y bastante suelto del hombre al que vemos repasando su vida, y de las imágenes que pueden ilustrar, no estrictamente ese repaso, sino las asociaciones que acompañan al hombre, o a quien lo sigue, tal como nos ocurre muchas veces ante cualquier reflexión o cualquier historia que escuchamos. Hay asociaciones de un preciso sentido metafórico, y otras extrañamente libres, y hasta contradictorias. El agua que fluye por conductos subterráneos, la bruma en el camino, perros paracaidistas en la Antártida, una doma en blanco y negro, tomas familiares de una chiquilina parada de pie sobre un caballo, que casi nos distraen de lo que está contando el narrador acerca de otra chiquilina también con ganas de lucirse, el noticiero donde Roberto Guevara dice que las fotos del muerto en La Higuera no le aseguran que ése sea su hermano, porque él recuerda de otro modo su rostro y sus orejas. O el cuento, si es del todo cuento, de una guerrillera cuyo nombre nunca sabremos con certeza, asociado al registro noticioso del destacamento policial de Ingeniero Maschwitz, minutos antes copado por dos hombres y una mujer que tampoco fueron reconocidos. Atractivas como siempre las imágenes que Enrique Amorin tomaba de sus colegas escritores allá por los años 30, dulcemente tristes las últimas imagenes de Gerardo Gandini, que se fue antes de lo previsto, ¿qué quedará de todo eso en la propia memoria del espectador? Buena exposición que hace pensar sobre balances y memorias, vale la pena.
Retrato del escritor como elegía Apenas superada la mitad de 327 cuadernos, la voz de Ricardo Piglia, en tercera persona, habla de un momento aparentemente trivial, pero que se le quedó fijado. Ocurrió en un viaje, el viaje clave, la mudanza de Adrogué a Mar del Plata en 1957. Y define así ese tipo de momentos: "Son como esquirlas, flashes, luminosos, perfectos, sin ilación, así habría que escribir, pienso a veces". Acto seguido, en paso de montaje directo, un extraordinario fragmento de archivo con Roberto Guevara de la Serna, hermano de Ernesto Che, ante un viaje urgente a Bolivia con los resultados históricos que ya conocemos. Andrés Di Tella, desde la voz de Piglia, refrenda la inserción, apuntala su modo de trabajo, en línea con buena parte de su filmografía: el ensayo enjundioso con frecuentes hallazgos en modo de reflexión, de iluminación (auto)biográfica y/o histórica. 327 cuadernos parte desde otra mudanza de Piglia, más cercana: luego de muchos años regresa de Princeton a Buenos Aires. El escritor tiene el propósito de revisar sus diarios, sus cuadernos, sus registros de décadas. Íntimos e intimidantes, los cuadernos suman la cantidad que da título a la película y están dispuestos en 40 cajas. Allí se encuentra la vida del escritor desde cuando todavía no era tal -o lo era en potencia-, su vida personal y su historia argentina conectadas. Esa conexión es enfatizada por Di Tella con una selección notable de imágenes, tanto las de archivo como las nuevas, generadas desde y en la búsqueda de climas, en diversos sentidos del término. Mientras transcurre el rodaje, Piglia enferma, y 327 cuadernos se descentra aún más, con imposibilidades, con otros rodeos. Y el tono elegíaco y la relación entre vida, literatura e historia se refuerzan con una decisión fundamental: en la musicalización del film se hace cada vez más dominante la sonata D.959 de Franz Schubert, la misma que se utilizó en El desencanto, de Jaime Chávarri, la también elegíaca historia de los Panero, una familia atravesada fuertemente por la literatura y también por la historia de su país. El piano de la sonata liga de forma explícita una película con otra. En una escala menor, con mayor lentitud y menos salvajismo emocional para la disección de vidas, 327 cuadernos dispone -sobre todo cuando Piglia lanza idea destiladas y concentradas sobre la literatura, o en alguna escasa confesión comparativa con otros derroteros vitales- unos cuantos méritos para sostener la osadía de remitir a El desencanto, una de las películas más extraordinarias de la historia del cine.
327 CUADERNOS 327_Cuadernos-645488903-large Por Marcela Gamberini Me permitirá el lector que empiece este comentario con una experiencia personal, que en definitiva de eso se trata el documental de Andrés Di Tella sobre Ricardo Piglia, del relato de una fructífera experiencia interpersonal. De los pocos papeles y apuntes que guardo de mis épocas de facultad, atesoro dos cuadernos, de tamaño mediano, con espiral, rayados. Sobre las tapas unas artesanales etiquetas escritas a mano dicen “Seminario Piglia”. Los abro, las hojas un poco amarillentas anuncian algunos años, el primero, sin orden, dice: “La ficción paranoica y el segundo Macedonio Fernández, Historia de la novela argentina”. Tal vez, ya no recuerdo si esos fueron los nombres institucionales de los seminarios pero yo los inscribí en mi memoria y en mis cuadernos –que no siempre es lo mismo, o si- de esa manera. No voy a extenderme sobre el contenido de esos cuadernos, escritos con lapicera a pluma, de ésa que raya un poco el papel, con una letra que casi ni reconozco, por la prolijidad y su tamaño pequeño. Lo que si recuerdo a la perfección – el mecanismo de la memoria es inexacto e inefable- es que esos seminarios, junto con las clases de literatura argentina de Beatriz Sarlo y las inolvidables de David Viñas incrementaron mi pasión, mi goce, mi disfrute por la literatura. Cuando las clases terminaban, ya entrada la noche y volviendo a casa en colectivo, resonaban en mi cabeza palabras como: complot, ficción, Borges, intriga, tradición, Macedonio, género, Amalia, tensión, Facundo, enigma, policial, Onetti, delirio, Los adioses, crímenes. Así, todo mezclado y fundido a la vez, enganchado a la memoria, colgando de los ojos, las yemas de los dedos coloradas de tanto escribir, con el asombro y el descubrimiento que me provocaban esas fascinantes lecturas. Muchos años después, me encuentro a Piglia en el aeropuerto; él iba a unas charlas sobre literatura, yo al Festival de cine de Mar del Plata y no puedo reprimirme: me acerco y le digo que fue mi profesor, mejor digo mi maestro. Él, amable y sonriendo, me preguntó en qué andaba y le dije que iba al festival y sin pensar me recomendó una película que yo ya tenía marcada en mi grilla, La forma exacta de las islas de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke. Me dio un beso y me pidió que, en un próximo encuentro casual, le contara acerca de la película. Cuando vi la película y charlé con sus directores me contaron que Piglia había sido un componente esencial. 327 cuadernos, Andrés Di Tella, Argentina, 2015 327 cuadernos es más que un documental, es el registro de una amistad entre Di Tella y Piglia, amistad y afecto que ya van por los 30 años. Di Tella es cuidadoso, la película destila ternura y respeto por el retratado y por la película misma, porque es ella en sí misma un diario de lectura, de memorias, de una amistad, del recorrido de un escritor, de una vida, de una pasión. La película se vertebra sobre la idea de los viajes y sus retornos. Reales o ficcionales. El viaje iniciático de Adrogué, el lugar de origen de Piglia, a Mar del Plata donde el joven empieza con sus cuadernos. El viaje como destierro, como exilio por parte de su padre, como origen de la escritura (esta idea es central en la literatura en general). Ese viaje le infunde a Piglia la necesidad de relatar su propia vida. En la película el escritor se burla un poco de esta idea pretenciosa. Mientras cuenta el origen y el trayecto de la escritura de sus diarios, aparecen imágenes de archivo. La historia argentina en sus momentos cruciales, el Perón del 55, el del regreso del 17 de noviembre, la muerte del Che Guevara; más adelante se devela que esos hechos conmovieron a Piglia dándole al documental una mirada política que pareciera ser más del director que del retratado. La violencia irracional que siempre domino al país es lo que opina Piglia de esos hechos. La esfera privada, siempre íntima, es invalidada por la esfera pública, siempre política. Su vida misma está anclada en lo político. Su padre fue militante y fue preso. Mientras habla de su él aparecen las imágenes de Perón tal vez como la figura de un padre sustituto y eterno. Casi medio siglo de historia argentina palpita en los cuadernos y en la vida del escritor. Los viajes a Princeton y sus clases allí, las imágenes de la ruta que Di Tella inserta para afianzar la idea de recorrido, de trayecto son coherentes con lo que se cuenta. La memoria de Piglia repone aquello que no está en los diarios y que sin embargo recuerda, como una idea de escritura infinita, una escritura ficcional, una recreación de lo vivido donde la memoria no llega, no alcanza. “Empezar desde los restos”, “rescatar del tumulto lo que se puede” dice el escritor y también dice que hay cosas que lee – su propia letra a veces ilegible- que no recuerda y hay recuerdos vívidos que no están. La memoria y la vida, los recuerdos y la realidad, lo real y lo ficcional, lo verdadero y lo imaginario. El valor de la letra escrita, su caligrafía que marca también el paso inexorable de los años. Mientras trascurre el documental las preguntas que suscita son inquietantes: ¿Qué es lo real? ¿Se puede contar una vida? ¿Cuál es la idea de una autobiografía? ¿Es posible? El secreto y el enigma son dos de los conceptos centrales que Piglia aplica a su lectura de la literatura y son dos de las ideas con las que trabaja el documental. En algún momento es necesario trasladar la primera persona a la tercera y Piglia se transforma en su personaje de toda la vida, Emilio Renzi: “La literatura es el lugar donde siempre es otro el que habla”. Objetivar, despegarse en el travestismo de la tercera persona ,es en definitiva poder empezar a contar y dar a luz (en todos los sentidos) los diarios, ya no tan privados. Sospechamos (como sospecha siempre Piglia de la literatura) que contar la vida del escritor en fragmentos, desde los restos es también contar la vida / experiencia de Di Tella. Ese documentalista que siempre trabajó sus materiales de manera pasional; la televisión, la figura de Macedonio Fernández (que comparte con Piglia buscándolo en las calles de Buenos Aires), la pertenencia política de los montoneros, su afecto por el genio y la figura de Claudio Caldini. Di Tella retrata a sus personajes con la cercanía justa y la distancia exacta que hacen de sus obras hechos conmovedores y comprometidos. Con 237 cuadernos Di Tella se pregunta acerca de los límites del documental como género, tal como Piglia se pregunta acerca de los Diarios íntimos como género. ¿Cuánto se puede contar y / o filmar? ¿Cómo objetivar la memoria y el recuerdo? ¿Cuándo y qué dejar fuera de campo? ¿Cómo contar y filmar el pasado, qué recuperar? ¿Cómo filmar el dolor de este complejo presente? En ese sentido, los diarios del escritor son también los diarios del director, como un dibujo simétrico y asimétrico a la vez que tensa los límites del documental como género y a la vez de la literatura. Andrés Di Tella habla de él mismo a través de la figura de Piglia en ese travestismo espejado del que hablábamos en el cruce de la primera a la tercera persona elastizando el gran problema de la enunciación en el cine. 327 cuadernos interpela la vida del espectador, así como lo hizo conmigo al remover los escombros de la memoria de mis felices años en la facultad. Interroga la propia vida y la propia experiencia, mientras surgen imágenes de la lluvia goteando sobre el follaje verde, rayos de sol sobre las hojas de los arbustos, pasos sobre la tierra que son los nuestros, los del director, los del escritor. La enunciación es ficcional, cambia, se transforma en otro o en otros. El hombre y sus hazañas, revoleando una bola, sosteniendo un tren con su abdomen; sin embargo la hazaña es otra: convertir la propia vida en una ficción, contarla, relatarla o al revés. Ya no importa- sólo importa contar, sólo queda el cine, la literatura, el arte que nos antecede y que nos precede, al que no podremos captar en su presente inmediato de tan esquivo que es. El secreto y el enigma sobrevuelan todo en documental y la pregunta es justamente ¿qué es un escritor? ¿Qué es un director? Estas preguntas que de tan eternas se vuelven cada vez más actual se puede resumir en una sola: ¿qué es un autor? Sin dudas, sea cual fuere su definición, tanto Ricardo Piglia como Andrés Di Tella lo son, de un modo íntimo, personal y a la vez público. Como esas fotos que se resbalan de las páginas de los cuadernos, los autores hacen resbalar las interrogaciones fundamentales para el cine y la literatura, tal vez para las artes en general. Bienvenida sea siempre la interrogación que disparan las neuronas y el sentimiento, la razón y la emoción. Marcela Gamberini / Copyleft 2015
Un documental con forma de video diario, donde Ricardo Piglia repasa los 327 cuadernos que escribió a modo de biografía a lo largo de su vida Injusto homenaje Luego de vivir en Estados Unidos, el reconocido historiador Ricardo Piglia, vuelve a Argentina y hace un repaso de sus 327 cuadernos, que llenó de pensamientos y reflexiones vividas en el día al día desde los dieciseises años; tiempo en el que se tuvo que mudar debido al momento político que estaba viviendo el país a mediados de 1955. Así es como el director nos muestra a Piglia releyendo nuevamente sus escritos luego de mucho tiempo, mientras nos explica porqué paso tanto sin re leerlos, o porqué nunca se decidió a publicar sus notas; a la vez que reflexiona sobre lo que había escrito por aquellos días pero con la mirada de un adulto que ya vivió toda una vida llena de experiencias; mientras todos estos relatos se intercalan con imágenes de archivos. Es una pena que esta idea de recrear los momentos escritos en sus cuadernos, se quede a medias y nunca veamos en acciones lo que se nos relata, o por ejemplo, conocer lo que seguramente es la interesante vida de Piglia, con él contando anécdotas que lo marcaron a fuego. En cambio, estamos ante un documental que está lleno de momentos muertos, donde no solo que a nivel imágenes no pasa nada (entiendo que se quisiera filmar gente reflexionando, pero se falla estrepitosamente y solo vemos a Piglia y sus allegados mirando a la nada sin hacer, precisamente, nada), sino que además las reflexiones que se nos narra no llevan a ningún lado en concreto, son en su mayoría frases sueltas sin alguna conexión en particular, sacándole el necesario hilo conductor que necesita todo buen documental. Por un momento se intenta hacer un paralelismo con un video diario anteriormente filmado, y compararlo y/u homenajearlo con 327 Cuadernos. Sin haber visto el primer documental, tampoco se logra emocionar, ni concientizar al espectador sobre nada en particular, y mucho menos se logra sacar algo en claro imitando su estilo. De hecho para quienes no sepan quién es Piglia, seguramente no entenderán prácticamente nada de lo que se está hablando. Quienes no lo conozcan, tampoco se engancharán demasiado con el historiador, porque en ningún momento se nos muestra algo de su trabajo o porque es considerado uno de los mejores en su ámbito. Conclusión 327 Cuadernos es un flojo documental, que claramente quienes conozcan el trabajo y vida de Ricardo Piglia llegaran a disfrutar. Pero para quienes el personaje es un desconocido, quedaran fuera de todo lo que se muestra, y seguramente se desconectarán rápidamente de la historia.
El realizador parte de la idea “Un diario de la lectura de un diario”, y por fortuna para Piglia, Di Tella y los espectadores, se encontró con los 327 Cuadernos que son el diario de vida del escritor, a lo largo de casi durante 60 años. Pero no sólo eso, sino que utilizó el testimonio del protagonista y sus escritos a través de la cámara, es decir su propia mirada sobre el tema. Nos revela la intimidad del escritor utilizando filmaciones familiares, fotos e imágenes de él, al momento de la filmación, intercalando material de archivo para subrayar la época, como el derrocamiento del presidente J.D.Peron en 1955, al mostrar una Plaza de Mayo colmada de gente celebrando el golpe de Estado, en la plaza que siempre han considerado propia los peronistas, o la muerte del Che Guevara, con un reportaje televisivo realizado al hermano de Guevara, en la partida de su viaje a Bolivia para saber sobre la realidad de lo ocurrido. También la utilización de un diario filmado por Enrique Amorin, con imágenes de Horacio Quiroga preparando un asado, un joven Jorge Luís Borges tomando mate, o ¿de esta filmación?. La banda de sonido es importante para lograr el clima necesario con una utilización precisa, sin distraer la atención de las imágenes. Qué nos dice Di Tella sobre su obra: “No es un documental, y que hace con esa memoria... Es sobre un hombre que tiene encerrado su pasado en 327 Cuadernos. Es un símbolo de alguien que pelea con memoria”
El diario de un escritor. En simultaneo con la edición de Los Diarios de Emilio Renzi: Los Años de Formación, la última novela de Ricardo Piglia editada por Anagrama y primera parte de la trilogía basada en los diarios que el escritor redactó durante más de cincuenta años, se estrena 327 Cuadernos, el último documental de Andrés Di Tella sobre el regreso de Piglia a la Argentina y la revisión, edición y rememoración de los cuadernos, que contienen la clave de la interpretación de algunos de los momentos más importantes de su vida. El documental se centra en dos cuestiones que se relacionan: por un lado podemos encontrar los apuntes sobre los episodios más significativos de la vida del escritor, y por otro, los de los acontecimientos políticos que marcaron su vida y la historia argentina. La amistad de Di Tella con Piglia le permite seguir el derrotero del escritor en su regreso de Estados Unidos a la Argentina, incluida la revisión de sus diarios y el encuentro con distintos personajes. En este viaje el espectador es llamado a revivir desde la caída de Perón y la muerte del Che Guevara hasta las reflexiones respecto del diario como legado literario. Las entrevistas articulan toda la narración para construir un relato que supera la realidad de la vida de Piglia hasta convertirse en parte de una ficción autobiográfica. Para pensar esta dualidad, Piglia recurre nuevamente a su álter ego y protagonista de varias de sus novelas más conocidas, Emilio Renzi, construido a partir del segundo nombre y apellido de Piglia. Di Tella intenta a su vez darle esta misma dualidad a su documental a nivel estético, construyendo un diario cinematográfico junto a Piglia de los dos años en los que el escritor revisó sus cuadernos, apuntalando una bitácora que dé cuenta del recorrido y se convierta en una brújula y un mapa sobre el cual trazar la edición de los ajados diarios de este álter ego que alguna vez redactó su vida. Las imágenes, tanto del material histórico como las metafóricas que simbolizan sensaciones, espacios y emociones, acompañan el relato de Piglia y buscan llevar al espectador hacia el mundo del escritor y sus fantasmas, para reflexionar sobre el paso de la vida, la necesidad de reencontrarse con el pasado y recorrerlo y revivirlo desde la ficción de los diarios. 327 Cuadernos funciona como una puerta para entrar al mundo de Ricardo Piglia y comprender al escritor y al hombre como seres también ficcionales: Piglia y Renzi se confunden e intercambian adrede para que esto suceda. El documental se torna hipérbole de una vida literaria, de una carrera que simboliza los últimos cincuenta años de la historia de un país. Solo el espectador avezado puede sopesar y ver dónde termina el hombre y empieza el mito del escritor.
“There’s no doubt about the testimonial value that documenting a certain time in the life of a great writer has. And we’re talking about a very special time period, meaning the revision of a writer’s own life by reading a diary he’s kept for 50 years. First, a personal document comes out of that and at the same time there’s also ‘a time capsule,’ which contains half a century of Argentine life,” says filmmaker Andrés Di Tella (La televisión y yo, Fotografías, Hachazos, Máquina de sueños) about his new documentary 327 cuadernos (327 Notebooks), which provides a lot more than an insightful gaze into the life of Ricardo Piglia, one of Argentina’s great contemporary writers. Di Tella could not have chosen a more appropriate time for his project: the return of Piglia to Argentina after having lived abroad for several years. Among other things, Piglia comes back with a very important goal: to review, for the first time, the 327 notebooks that make up his 50-year-old personal diary, a document that also speaks eloquently of key aspects of Argentina’s social and political life. This way, 327 cuadernos, the film, comes across as an inspired film diary of the reading of a multifaceted diary. As in many of his previous films, Di Tella shows once again he has a knack for interviewing well-known personalities who still have much to say, despite having been interviewed many times before by an endless number of journalists. That’s why it’s the filmmaker’s ability to establish a rich conversation what triggers apparently lost memories, secrets, and an occasional confession. As Piglia is interviewed — with Di Tella rightly keeping out of the frame — the topics he tackles and the observations he makes are sometimes accompanied by archive footage from both his personal life and Argentina’s politics. So in some cases they do attain a larger scope, whereas other times short silences and pauses allow the writer’s words to linger in viewers’ minds on a more personal note. Never solemn or preachy, 327 cuadernos is not keen on providing mere information you can get anywhere. Instead, it probes deep in the writer’s soul in a very effective and nonchalant manner. And while the use of a voice-over to glue the account together usually is not a very interesting technique because it’s so overworked, in this particular case the result is the exact opposite. Piglia’s voice, with its soft inflexions and rephrasing, is more of an emotional vehicle than an informative one. In short, Di Tella’s documentary is a fine auteur work with many singularities that turn into a brief study of a man whose writings have been enjoyed by many generations, here and abroad. Where and when Gaumont Movie Theatre (Rivadavia 1635), Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415). Saturday 10pm, Sunday 6pm Production notes 327 cuadernos (Andrés Di Tella, 2015) Cinematography: Guillermo Ueno, Gastón Girod. Editing: Valeria Racioppi, Felipe Guerrero. Running time: 78 minutes.