Dura y emocionante película sobre la enfermedad que logra convertirse en una entretenida y profunda propuesta gracias al maravilloso trabajo de Joseph Gordon-Levitt en el papel protagónico y al guión, el cual con inteligencia y dramatismo, pero con algunos excesos en un particular personaje secundario, logra brindarle al espectador una interesante historia sobre los imprevisibles obstáculos de la vida.
El guión es muy sólido y está muy bien escrito, ya que a pesar de contar una historia tan fuerte no cae en el dramón denso, no se regodea en el dolor ni busca la lágrima fácil. Todo lo que vemos fluye con naturalidad y es sumamente creíble. Altamente recomendable, siempre y cuando no seas de aquellos que salen mal del cine cuando ven una película que trata sobre...
Después de hacer un papel lamentable y patético en la impresentable adaptación del Avispón Verde, Seth Rogen logró redimirse con esta producción personal que ofrece una gran historia de amistad que merece ser recomendada. En este caso decidió llevar al cine la experiencia personal que vivió su amigo y escritor Will Reiser cuando le diagnosticaron un cáncer espinal que le daba un 50 por ciento de probabilidades de sobrevivir. 50/ 50 es una muy buena película cuya máxima virtud es que logra hacer reír al espectador con una temática delicada, que en este caso fue trabajada con inteligencia y ofrece un mensaje inspirador sobre como llevar adelante este tipo de situaciones. El propio Reiser fue el guionista del film y Seth Rogen prácticamente se interpretó a si mismo, ya que fue el amigo que acompañó al escritor durante el proceso de su enfermedad. Joseph Gordon-Levitt en este último tiempo se convirtió en una garantía de buen cine. Inclusive si la película no es gran cosa el tipo siempre queda bien parado y ofrece muy buenas actuaciones. En 50 /50 está brillante y junto con Rogen representa el alma de esta producción, cuyas mejores escenas son las que comparten juntos los dos actores. Otro punto a favor de la película es la dirección de Jonathan Levine, quien supo encontrar el balance adecuado entre la comedia y el drama y como resultado obtuvo, más allá de los momentos graciosos, una historia muy emotiva que sin caer en golpes bajos y sentimentalismos forzados explora con realismo el tema del cáncer a través de una película muy entretenida. Los seguidores de Gordon-Levitt, especialmente, no deberían dejar pasar este estreno, ya que en este caso presentó uno de los mejores trabajos de su filmografía.
50 de drama, 50 de comedia. Quienes son habitué al genero de la comedia dramática, estarán acostumbrados a ver usualmente películas donde tanto la comedia como el drama están tratados con liviandad, sin arriesgarse a tocar temas profundos, o usando recursos humorísticos ya vistos, que funcionan mas por costumbre que por originalidad. Es de agradecer cuando cada tanto los productores se animan a financiar proyectos un poco mas arriesgados, y mas aun, sin la necesidad de recurrir a actores que no son estrellas...
A reir que se acaba el mundo 50/50 es una tragicomedia. Aborda un tema muy duro (el cáncer) pero con bromas y diálogos subidos de tono propios de la factoría de Judd Apatow o incluso de los hermanos Farrelly. Esta combinación entre el melodrama que intenta arrancarnos lágrimas (¡cómo están en Hollywood con el tema del cáncer entre los jóvenes!), la comedia guarra y el inevitable romance “salvador/redentor” es bastante digno, no hace “ruido”, no incomoda, pero para mi gusto está lejos de ser la película “audaz” que varios colegas estadounidenses (no todos) reivindicaron con entusiasmo “políticamente correcto”. En esta línea, me quedo mil veces con The Big C, la notable serie con Laura Linney que he podido disfrutar por HBO. El protagonista de 50/50 es Adam (el ascendente y siempre convincente Joseph Gordon-Levitt), un muchacho de 27 años que trabaja como productor de noticias de la radio pública de Seattle y que convive con su bella novia Rachael (Bryce Dallas Howard). Pero a los 10 minutos de película Adam recibe un diagnostico demoledor: un extraño tumor maligno en la médula espinal ¿Sus chances? 50/50, claro. Mientras su chica se aleja de la peor manera, su principal sostén es su mejor amigo Kyle (Seth Rogen haciendo el mismo show de siempre con chistes vulgares y su obsesión sexual), ya que la relación con su madre (la gran Anjelica Huston) nunca ha sido fácil. No contaremos más, sólo que ya en los primeros minutos aparece en escena Katherine (Anna Kendrick, la revelación Amor sin escalas), una terapeuta de apenas 24 años (Kyle es su tercer paciente) y esa presencia será fundamental en la resolución del film. El guión de 50/50 pertenece a Will Reiser, quien pasó por una experiencia similar a la del personaje protagónico (Reiser y Rogen se hicieron muy amigos cuando trabajaron en el show satírico Da Ali G Show). El film destila bastante nobleza, está construido con no poca sensibilidad y se sigue con interés hasta cerca del final (muy concesivo y convencional para mi gusto). Es una historia que te hace sentir bien (las feel-good movies conforman un género en sí mismo), aunque no por eso la convierte en una gran película.
La lucha de Adam Pocas veces uno se puede encontrar con un film que combine tan bien las emociones y el sentido común, en medio de una trama que conmueve y, a la vez, tiene un espacio para el humor. La película narra como un joven enfermo de cáncer, Joseph Gordon-Levitt, (500 días con ella) intenta sobrellevar el difícil momento junto a su mejor amigo, interpretado por Seth Rogen (El Avispón Verde, Zack y Miri hacen una porno). Ambos son los protagonistas de esta comedia dramática que narrara el devenir de Adam y su enfermedad, emprendiendo la lucha de una manera muy especial. La historia está basada en la autobiografía de Will Reiser, quien como dice el nombre del film, tuvo solo el 50% de las posibilidades de vida. Y con ese porcentaje a cuestas se basó en el amor de su amigo, una madre neurótica (Anjelica Huston), un padre enfermo y una psicóloga como sostén (Anna Kendrick). Nominada al Globo de Oro como Mejor Comedia o Musical y Mejor Actor en Comedia o Musical a Joseph Gordon-Levitt, la película se posiciona como uno de los mejores estrenos de la semana.
Solo cuando me rio Adam Lerner (Joseph Gordon-Levitt quien cada vez apuesta a roles más interesantes a partir de "(500) días con ella" o "El origen") tiene 25 años y una vida tranquila: un trabajo que le gusta, una novia que ama, amigos y hasta una familia de origen completamente disfuncional con una madre antológica y un padre que ha perdido conexión con el mundo hace ya un tiempo. El golpe de timón de la historia será cuando a Adam le diagnostiquen un tipo de cáncer muy raro, sobre todo considerando que es muy joven y que lleva un estilo de vida saludable. Asi todo, por más inconcebible que fuese la noticia, el cáncer se hace presente y a partir de ese momento, Adam deberá sobrellevar un tratamiento de quimioterapia sustentado por un seguimiento terapéutico y con ayuda de su terapeuta, empezar a internalizar que esta enfermedad ya forma parte de su vida... Basado en un hecho real, el director Jonathan Levine (primer título de este director que se conoce en las pantallas argentinas) construye una comedia dramática con un estructura típica, pero excelentemente bien resuelta: logra sostener el hilo dramático de la historia sin caer en ningún momento en golpes bajos y se esmera ayudado por el guión, en tratar de esquivar todos los lugares comunes que un film de este tipo podría presuponer. Gran parte del mérito, es además, la inteligente construcción del guión de Will Reiser nutrido de diálogos reales, sin impostaciones estridencias y con una galería de personajes secundarios que nutren la historia de una manera armónica y bien sintonizada al no perder de vista, el eje de la historia en manos de su protagonista. Este guión ya ha sido ganador del mejor guión original en el National Board of Review y en el Washington Film Critics Awards y está nominado en el Independent Spirit Awards y el Critics Choice Awards. Levine ha logrado rodearse de un elenco de primer nivel, construyendo con cada uno de sus actores, un personaje que fue modelando a su medida. Una vez más Joseph Gordon-Levitt demuestra que puede tener el peso de la película en sus espaldas y logra transmitir todas las contradicciones de un jóven que cree tenerlo todo y que tiene que atravesar un proceso de aceptación de una enfermedad dificil, codearse con la muerte en las charlas con sus compañeros de tratamiento (un buen complemento a cargo de Philip Baker Hall y Andrew Airlie), comunicárselo a sus amigos y a su familia, y ver como toda su red de relaciones va modificándose con la noticia tan inesperada como impactante. En el papel de su amigo, compinche y "confesor", despunta las líneas más divertidas e ingeniosas del guión, un Seth Rogen que ha encontrado un espacio en la "nueva" comedia americana -como lo ha hecho en las producciones de Judd Apatow en las que ha participado ("Ligeramente Embarazada" "Super Cool")- o también prestando su voz para producciones animadas como las taquilleras "Kung Fu Panda" "Monster vs. Aliens" y "Shrek Tercero" y la super recomendable: "Paul". Bryce Dallas Howard como la novia de Adam, tendrá que atravesar junto con él, este proceso de incluir la enfermedad en sus vidas (que a cada uno lo irá llevando por caminos diferentes dentro del proceso) y Anna Kendrick (quien ya había brillado en "Amor sin Escalas" junto a George Clooney) como una psicóloga jovencísima, recién recibida, que deberá ayudar a Adam para sobreponerse a la noticia; son las dos presencias femeninas que acompañan al protagonista. Y sin lugar a dudas, la crispada intervención de una Anjelica Huston sobresaliente en el papel de la madre de Adam, robando la pantalla en cada uno de los momentos que aparece es la cereza de la torta. Huston la dota de una enorme, que va del amor desmedido al desinterés, del egocentrismo a la necesidad de demostrarle todo su afecto, sufre y a la vez niega la dimensión del problema. Ella es uno de los grandes motivos, entre otros tantos, para no perderse esta comedia agridulce que se constituye en una perlita dentro de lo que el alícaído panorama de la cartelera actual viene ofreciendo. Con muchos puntos en común con otra deliciosa comedia agridulce como "It's a kind of funny story" (Ver reseña) "50/50" logra plantear una historia conmovedora, sin perder el buen humor y haciendo gala de un guión que pone la inteligencia de los diálogos al servicio del espectador.
En continuación con las muy buenas comedias que llegaron el año pasado, 50/50 viene a demostrar que este 2012 puede seguir por el mismo camino. Adam es un joven de unos 27 años que se desempeña como productor en una radio y que ve como su sana vida se trastoca cuando se le detecta un tumor maligno en la columna. Lamentablemente para él el pronóstico no es alentador, ya que tiene las mismas probabilidades de curarse como de morir a causa del raro cáncer que tiene. Allí comienza un largo viaje hacía la recuperación, que incluirá quimioterapia, decepciones amorosas, amistades inquebrantables y distintas experiencias que lo harán sobrellevar de mejor y peor manera su terrible y devastadora enfermedad. La premisa de 50/50 era bastante arriesgada, porque no era sencillo contar la historia (en tono de comedia dramática) de un muchacho con un mortal y extraño cáncer, sin caer en golpes bajos o banalizando la enfermedad. Aquí Jonathan Levine se encarga de mostrarnos la peligrosidad del cáncer y la cercanía a la muerte del protagonista, pero sin dejar de lado el humor que posee la película contra la enfermedad e inclusive hasta dejando un mensaje hermosamente superador y esperanzador sobre cómo afrontar un padecimiento así. Hay una escena que ejemplifica perfectamente el tono del film y es cuando Adam decide cortarse su pelo para no tener que perderlo en las sesiones de quimioterapia. Esa escena podría haber sido narrada como un ritual terriblemente tortuoso y duro, mientras que en 50/50 fue contada con una total naturalidad y simpleza cómica que termina teniendo un resultado altamente gracioso. Incluso tiene momentos dramáticos muy potentes, logrados, conmovedores y honestos que jamás traicionan la tonalidad bienintencionada de la obra cayendo en el accesible sentimentalismo forzado y barato. Por otra parte, además de la gran labor narrativa de Levine, Joseph Gordon-Levitt sigue demostrando que es un actor con mucha actualidad y con más futuro. En muchos momentos 50/50 se acomoda totalmente en su figura dejándose estar sobre sus hombros el peso cómico y dramático del film, algo que el actor de la esperada The Dark Knight Rises sortea con soltura y naturalidad. También tenemos como acompañantes en distintos momentos a un gracioso Seth Rogen, haciendo nuevamente de Seth Rogen, a una inspirada Anna Kendrick que demuestra que la comedia le cae perfecto y a la madura Anjelica Huston que se luce en cada aparición. Por su naturalidad, gracia y su honestidad sentimental 50/50 es un gran estreno que levanta la vara para las comedias que vayan llegando a lo largo de este año que recién comienza.
Amigos en las buenas, y en las malas mucho más. Hacer humor utilizando una enfermedad como el cáncer como disparador puede ser o muy fácil o muy difícil. Podemos agarrarnos de la incorrección, reírnos de la tragedia y no buscar mucho más que escandalizar al espectador con el humor más negro que podamos hacer. O, por el contrario, podemos hablarnos a la cara y decir y contar las cosas como son. Claro, es mucho más difícil y por supuesto que es más duro, pero el producto final es algo real y tangible. Eso es lo que vemos en 50/50, una historia ligeramente basada en la vida de Will Reiser, el escritor de la película. Adam (Joseph Gordon-Levitt) es un joven que vive una vida normal, tiene un trabajo decente, en donde -lamentablemente- tiene que tolerar al bobo de Kyle (Seth Rogen) y una novia hermosa (Bryce Dallas Howard). Pero su mundo quedará patas para arriba cuando le anuncien que tiene un extraño caso de cáncer en las vértebras, que lo deja con un 50% de posibilidades de sobrevivir. A partír de allí, todo cambiará. Su madre (Anjelica Huston) querrá estar con él todo el tiempo, su novia se irá alejando de a poco, y Kyle, su psicóloga (Anna Kendrick) y sus veteranos compañeros de quimio se convertirán en sus mejores aliados para enfrentar a la enfermedad. Narrada con delicadeza y con acidez, con ternura y con crueldad, 50/50 es una pequeña obra maestra contemporánea en la que el director Jonathan Levine demuestra que, cuando la historia es buena, la simpleza y los recursos accesibles son la mejor herramienta para llevarla a cabo. La amistad y las relaciones humanas (familia, pareja, etc) son los ejes fundamentales de esta obra en donde se analiza la reacción de los demás ante una tragedia propia: la solemnidad, la sobreactuación, el oportunismo y, sobre todo, el distanciamiento. Mirar para otro lado, se asegura, siempre, siempre, es lo más fácil de hacer. Joseph Gordon-Levitt ya no sorprende como actor, ya que no necesita seguir demostrando que merece un lugar entre los grandes, pero su interpretación, tan agridulce, desesperada, llena de amor y de odio reprimido, resulta irresistible. Recién empezamos el año, y de hecho 50/50 viene en la primera tanda de estrenos de 2012, pero no me tiembla el pulso en asegurar que, sin dudas, esta película será una de las más destacadas el próximo diciembre en los balances de fin de año. @JuanCampos85
Entre el drama y la comedia Hablar de una enfermedad terminal como el cáncer en un registro diferente a lo convencional es lo que propone 50/50 (2011). El punto de vista del film es el de una comedia dramática inspirada en la propia experiencia de Will Reiser (guionista del film) y su amigo Seth Rogen, quien interpreta al amigo del protagonista en la ficción. ¿Cómo sobrellevar una enfermedad? ¿Cómo asumirla? Esos son algunos de los temas que se abordan. Adam es (Joseph Gordon-Levitt) un joven de 27 años que se entera imprevistamente que tiene cáncer. A partir de ahí debe reconocerse como una persona enferma. Lo interesante es la mirada que sugiere, pasando por todos aquellos lugares comunes que envuelven a una enfermedad: la reacción del entorno, la familia, la amistad, los hospitales, la ayuda y el rechazo. Que el film se base en la experiencia de Will Reiser no es un dato menor y le da al guión una naturalidad muy particular reforzado por la buena interpretación de Joseph Gordon-Levitt. Y hacerlo no sólo por medio del drama sino también de la comedia lejos de cualquier ofensa desdramatiza el tema mostrando actitudes cotidianas y meramente humanas. Si bien en algunos momentos de la trama el ritmo del film decae un poco los dos registros se amalgaman muy bien, sin golpes bajos y con los toques justos de comedia. Seth Rogen interpreta en la ficción al amigo de Adam, no muy lejano a varios de los papeles que interpretó en más de una comedia. Aun así, logra una buena dupla con Joseph Gordon-Levitt y Anjelica Huston, que se luce con su pequeña participación como la madre del protagonista. 50/50 propone una mirada diferente sobre el cáncer y logra un punto en común entre el drama y comedia, desdramatizando el tema y plasmándolo con gran naturalidad.
How I learned nothing from cancer (De cómo no aprendí nada del cáncer) fue el título que Will Reiser eligió para coronar el primer borrador de esta película. Unas pocas palabras condensan toda la frustración, el enojo y el alivio de superar una enfermedad terrible, a la vez que dan cuenta de una mirada egoísta sobre la historia, un punto de vista situado en forma exclusiva en su protagonista. Es precisamente el abandono de este único enfoque lo que hace de 50/50 un muy buen film. No solo debe destacarse el hecho de despertar algunas risas a partir de lo que es una de las situaciones más difíciles que se puede atravesar, sino también el hecho de no hacerlo solo. Si hay algo que la Nueva Comedia Americana ha hecho pisar fuerte en los últimos años, con o sin bromance, es el valor de la amistad. En las buenas, siempre, pero más que nunca en las malas, allí están los amigos de todas las producciones de la escudería Apatow (quien no intervino en esta), así como este Kyle de Seth Rogen. Puede pasar como colgado y ventajero, pero en realidad es un tipo que no sabe lidiar con lo que ocurre con su compañero, pero sabe que dará todo por él. El universo de relaciones de Adam cambia radicalmente a partir de su diagnóstico, con su madre (gran pequeño papel interpretado muy bien por Anjelica Huston), con su novia (Bryce Dallas Howard es la bitch del año, por esta y por The Help), en terapia, en el trabajo y con sus nuevos compañeros de tratamiento. Solo hay una constante, Kyle. Es probable que Will Reiser no haya sacado nada de su enfermedad y, en caliente, haya escrito un guión que mostraba ese sentir. Ahí está la mano de Rogen y Evan Goldberg, para hacerle notar lo cerca que estaba de su experiencia como para notar que hubo un aprendizaje real, tanto de él como de aquellos que lo rodeaban. Y con ellos, nosotros, más allá de que no haya rastros de solemnidad o discurso en el desarrollo. Joseph Gordon-Levitt, quien sigue disfrutando de su mejor momento, lleva adelante una muy lograda interpretación, pasando con fluidez por el manual de texto que supone este camino de la aceptación. En él habrá momentos para reír y llorar en justa medida, todos como parte de un relato sincero que, si bien toca las cuerdas sensibles, no cae en el golpe bajo. Y así concluye este muy buen trabajo de Jonathan Levine que es 50/50, una comedia dramática con todos los números.
Casi sin caer en sensiblerías, el film sobre dos amigos se convierte en una sorpresa Demostración cabal de que el arte no se define por temas sino por formas, tonos, combinaciones y acercamientos, 50/50 es una de esas películas que encienden alarmas a partir de su premisa, pero que llegan a término con dignidad y no pocos logros. El título se refiere a las posibilidades que tiene el protagonista, un joven de 27 años con un trabajo no demasiado excitante en una radio, de curarse de un cáncer que, sin mucho aviso, aparece con gravedad y urgencia. Y que conmocionará su vida sana, sin grandes pasiones y sin excesos. "Si hasta reciclo", dice Adam, en uno de los tantos chistes que abre el guión autobiográfico de Will Reiser. Adam (Joseph Gordon-Levitt) es el "enfermo grave" de la noche a la mañana, el que no sabe manejar, el que tiene una novia que su amigo no aprecia en absoluto. Su amigo es Kyle, esquina fundamental de esta película. Kyle está interpretado por Seth Rogen ( El avispón verde , Ligeramente embarazada ), que otra vez -y otra vez con gracia, prestancia, naturalidad y su reconocible voz que combina grosería y calidez- hace de eterno adolescente sardónico y de buen corazón y, como en la magistral Funny People , de compañero del protagonista enfermo. Para esos menesteres, Rogen es un recurso natural por ahora lejos de agotarse. La interacción entre el enfermo preocupado -que ya era preocupado y obsesivo antes de saber de su enfermedad- y el amigo chanta, relajado, simpático y leal es la base del funcionamiento de 50/50 en tanto comedia bromantic , término que designa cierto tipo de películas sobre la amistad masculina, con varios exponentes recientes, como Te amo hermano , Todo un parto y las ¿Qué pasó ayer? Pero 50/50 también es una película romántica. Y un drama personal y familiar. El padre de Adam tiene Alzheimer, enfermedad irreversible, de la que no hay 50% de probabilidades de curarse (que no es una mala chance si uno la tiene en el casino, según le dice Kyle a Adam). Pero el drama familiar no es ése, el Alzheimer no funciona como conflicto sino como algo dado, fijo, que se contrapone al devenir del tratamiento del cáncer de Adam. La madre de Adam está interpretada nada menos que por Anjelica Huston, una actriz fundamental, sobria aún en tempestades emocionales, sabia (al igual que Philip Baker Hall, aquí en un papel breve). 50/50 evade casi todas las sensiblerías y lágrimas fáciles y se convierte, mediante la osadía de violentar la combinatoria de géneros y tonos esperables, en una pequeña y bienvenida sorpresa. Aunque quizá la sorpresa no sea tanta si uno le presta atención a un dato: la música es de Michael Giacchino, habitual de Pixar y de J. J. Abrams, cuyo nombre suele estar asociado a buenas películas. O a extraordinarias, como es el caso de otro estreno del día que tiene su música: Misión: imposible. Protocolo fantasma.
Sobre la enfermedad y sus metáforas Hay un momento en que esta película estimable se torna horrible. El mejor amigo del protagonista –que acaba de enterarse de que tiene un cáncer– ve a la novia de éste besándose con un desconocido. En la escena siguiente, la chica llega a casa del novio y, aunque de entrada niega todo, el amigo la presiona como un torturador de entrecasa, obligándola a confesar que es una traidora y convenciendo al novio de que debe echarla para siempre. Hasta ese momento y después del exabrupto, el tema de esta película que suma tres nominaciones a los Independent Spirit Awards (los Oscar del cine indie, para decirlo de un plumazo) es el modo –tentativo, falible, incierto– en que el protagonista lidia con la enfermedad. Lo hace sin golpes bajos ni sensiblerías, sin épica individual ni aleccionamiento. No es poco. Pero tampoco es poco ese rapto de maltrato y abuso, que no es sólo del amigo, sino de la película, que le da la razón, al mostrar a la novia como monstruo hecho y derecho. Que el episodio sea brutal pero puntual permite tomarlo, si sirve de consuelo, con la punta de los dedos, como quien agarra de las antenas a una cucaracha muerta, para tirarla lejos. Con perdón por la redundancia, un cáncer suele ser un cáncer para cualquier película. Sin embargo y como bien se sabe –desde hace días no hay argentino que lo ignore–, a esta altura de la medicina la lucha contra el cáncer tiene buenas posibilidades de éxito. Lo mismo corre para los tumores dramáticos. Basada en la experiencia personal del guionista y productor ejecutivo Will Reiser, 50/50 incrementa su porcentaje de riesgo teniendo en cuenta que el paciente tiene aquí sólo 27 años. Unos días después de que Adam (Joseph Gordon-Levitt) sienta un fuerte dolor en la espalda, un médico está grabando, delante de él (como si no fuera el paciente, sino un testigo ocasional), un diagnóstico de melanoma, cuyas probabilidades de cura son las que indica el título. “El suyo es un caso fascinante”, dice el tipo, con repulsivo entusiasmo. Tratamiento: quimioterapia urgente y muy invasiva. Si no resulta habrá que operar, con un porcentaje de éxito bastante menor que el 50/50. Todo servido, en suma, para uno de esos festivales del golpe bajo que Hollywood sabe producir como nadie. Y sin embargo, no. El guión de 50/50 no apunta, como en nueve de cada diez casos, a la lástima o la piedad. Hasta la mínima empatía se ve dificultada aquí, por obra del actor protagónico. Conocido por 500 días con ella, si algo caracteriza a Joseph Gordon-Levitt es el hieratismo, la expresión impenetrable, el amarretismo emocional incluso. Basta que en una de las primeras sesiones la psicóloga le ponga la mano en el hombro para que el tipo la fulmine con la mirada. Por otra parte, nada de reflexiones en off, diarios íntimos ni ninguna otra forma de confesionalismo para él. Apenas algún amague de quiebre, rápidamente sofocado. Además, todo lo que rodea a Adam es de comedia. Empezando por el amigo, la típica bestia peluda que Seth Rogen suele encarnar (recordar Virgen a los 40, Ligeramente embarazada, Zack y Miri hacen una porno) y que por mucho que haga reír adquiere aquí un matiz más siniestro. Siguiendo por la psicóloga inexperta de Anna Kendrick (que hacía de ejecutiva despiadada en Amor en las alturas) y los papás de Adam. El papá no entiende nada, culpa del Alzheimer. La mamá, por su parte (se agradece la reaparición con vida de la gran Anjelica Huston), es uno de esos pulpos capaces de retar al hijo porque no le dijo que tenía un cáncer. Así rodeado, Adam está a salvo. La película también.
Vaso lleno, vaso vacío Las películas sobre enfermedades terminales son productos que se agotan en sí mismos, eso en un principio no significa que no puedan ser interesantes o conmovedoras pero sí que es inevitable el grado de predictibilidad. El derrotero de todo enfermo de cáncer como el del protagonista de esta historia atraviesa los estadios de un proceso que tiene sus etapas definidas con un final incierto en algún sentido pero que se resume en dos opciones: o sobrevive a la enfermedad o muere vencido por ella. No hay nada más ni nada menos que eso y tampoco se puede pretender un relato reflexivo, profundo e inteligente cuando todo se vuelve una carrera contra el tiempo; una pulseada desigual contra el deterioro físico por los estragos de la quimioterapia; un distanciamiento con la mayoría de las personas que tratan de acompañar al enfermo sin saber qué hacer para animarlo o que depositan sus propios temores pensando que de esa forma entablan cierta empatía cuando la brecha entre los sanos y aquel es concreta, tangible e insondable. Por lo general, el proceso de identificación con este tipo de personajes se genera por partida doble: si la actuación es convincente uno como espectador se involucra el tiempo que dura la película o se retrotrae a historias personales que lo conducen a una situación similar de empatía. Esa fórmula también gana Óscares y tanto los productores como Joseph Gordon-Levitt, en lo que quizás pueda considerarse el papel de su vida hasta ahora, lo saben. 50/50 es otro film correcto sobre el día después en que un hombre común, joven, entusiasta, educado y políticamente correcto se entera que padece de un tumor maligno alojado en su espina dorsal. A partir de ese momento, se sumerge en un camino introspectivo que lo lleva a replantearse hacia dónde condujo su vida en ese corto periodo con una novia a la cual no ama y que está con él por conveniencia (Bryce Dallas Howard); salidas con un amigo drogón pero de buen corazón que trata de hacerle el tránsito más divertido asumiendo su propia banalidad e impotencia (Seth Rogen); conoce a una estudiante de psicología (Anna Kendrick) que intentará aplicar todas las técnicas de autoayuda existentes para contenerlo al igual que su madre culpógena (Anjelica Huston) porque su padre padece de alzheimer y no lo reconoce. Sin caer en solemnidades y buscando siempre una cuota de cinismo saludable –paradójico en una película que trata sobre enfermedades- el realizador Jonathan Levine (The Wackness) filma con corrección; planifica las escenas con el tiempo correcto para la decantación emocional y los climas, que acompañados por una banda sonora funcional acomodan las fichas en los casilleros correspondientes. Pero quizá ese orden y esa estructura de manual de autoayuda le quite sorpresa o fuerza a la trama para terminar concluyendo que se trata de otra nueva película sobre la lucha individual de un enfermo terminal para lo que podría haber sido algo más arriesgado como por ejemplo la serie The Big C.
Un drama encarado con humor e ingenio Superelogiada por su guión original (Will Reiser, basado en su propia experiencia clínica), que ya está recibiendo premios, y ganadora del público en el Festival de Aspen, esta comedia dramática también pinta como favorita para las nominaciones de los próximos Oscar. Ya tiene tres, para los Independent Spirit Awards, en los rubros de mejor film, guión y actriz de reparto (Anjelica Huston, en rol de madre). ¿Es para tanto? En este momento, si. La historia nos plantea el caso de un joven de 27 años que descubre tener un cáncer en su médula espinal. Siendo una película norteamericana, cabía esperarse un melodrama bien lloroso con información médica y farmacológica y larga función de abrazos con la frasecita «nunca te dije cuánto te quiero» y demás items. Los norteamericanos son casi fanáticos de este tipo de historias. Pero esta vez la historia tiene una diferencia interesante: abundan las risas. Ya había hecho reír el veterano español Antonio Mercero con «Planta 4ª», donde los internos de un hospital viven haciéndose bromas y travesuras propias de niños, pese al estado semiterminal en que se encuentran. Con un detalle: son verdaderos niños, y saben que casi todos van a morirse. Acá es distinto, comparativamente «light». Por empezar, este muchacho recibe un pronóstico 50% favorable. Está el otro 50%, no lo olvidemos, pero hay que pensar en positivo, y de eso se trata. La novia lo abandona como rata por tirante, pero el mundo está lleno de chicas, y el amigo que le hace el aguante lo empuja a buscarlas. La relación con la madre ha sido medio compleja, pero éste es un buen momento para resolver ciertos asuntos. Y así cada cosa. Pensada precisamente para público joven, la película tiene una equilibrada organización de momentos gratos, chistes ordinarios, escenas sentimentales y algunas muy emotivas, y un reparto bien armado con Joseph Gordon-Levitt luciendo su enclenque figura, Anjélica Huston, que aparece demasiado poco, el cómico Seth Rogen, que aparece demasiado (pero es quien impulsó la producción) y las flacuchas Bryce Dallas Howard y Anna Kendrick, esta última como una psicóloga fresquita, sin experiencia pero ya autorizada para llevarnos al diván. En resumen, un drama distentido, o una comedia de trasfondo serio, según se la vea, que deja a su público contento y con el pañuelo en la mano.
¿Qué he hecho yo para merecer esto? En tono de comedia dramática, un joven pelea contra una enfermedad. No, no puede ser.” Adam le responde al médico que, casi impasible, le dice que el diagnóstico que tiene que darle es el de un cáncer, extraño y fascinante. ¿Fascinante para quién? “No fumo, no bebo... Reciclo”, se defiende el joven productor de radio, que a los 27 años siente que ese dolor de espalda se está transformando en la mochila más pesada que se hubiera podido imaginar. Adam ya no escucha más. 50/50 es una comedia dramática, algo no demasiado habitual con un tema de fondo como el que tiene. Los apuntes humorísticos de la historia -que está basada en un hecho real que le sucedió al guionista Will Reiser- los aporta más Kyle, el amigo de Adam, que interpretado por Seth Rogen ( Ligeramente embarazada , El avispón verde ) uno sabe que tendrá un chiste cada vez que abra su bocota. Así, 50/50 es mitad comedia, mitad drama, además del porcentaje que tiene Adam de curarse. O no. La película plantea otra dicotomía: parece estructurada a partir de enfrentamientos. Tomemos a la terapeuta inexperta a la que cae Adam (Anna Kendrick, de Amor sin escalas ). Ambos son inexpertos en lo que están viviendo, pero hasta parecen contrapuestos ante la enfermedad. O Kyle y Rachael, la novia de Adam (Bryce Dallas Howard). Todo esto, sobre todo la aparición de gags y sonrisas donde uno imaginaría lágrimas, descontractura al filme. A medida que Adam vaya avanzando en su tratamiento (“parezco Voldemort”, dirá ya pelado) y tratando de alejarse de una operación, conocerá otros personajes que están atravesando como él la quimioterapia, y el director Jonathan Levine continuará apelando al humor. Scons de marihuana, sexo ocasional, y más. Pero no todo podía seguir así hasta el desenlace. Esperen a los últimos veinte, veinticinco minutos, y verán cómo 50/5 0 se transforma en lo que finalmente quedará en el recuerdo del espectador. Joseph Gordon-Levitt ( 500 días con ella , Arthur en El origen ) ofrece todas las aristas que el personaje le permite, hasta la eclosión cercana al final. Es un rol difícil y sabe cómo congeniar el dolor, la (des)esperanza y la sorpresa ante cada cambio que experimenta Adam. Algún personaje muy macchietado (el de la madre, de Anjelica Huston) y ciertas frases célebres (“vive el presente”, “no puedes cambiar a tus padres, pero sí tu actitud”) son el contrapeso de una película en la que las emociones fluctúan, pero no por indecisión, sino por elección.
Una historia real con amigos Si a usted le dicen que va a ver la historia real de un chico de veintisiete años, con un cáncer terminal detectado al principio del filme, puede reaccionar de varias maneras. Una de ellas, no entrar al cine; otra, presentir que va a sufrir durante todo la proyección. Pero nunca se puede imaginar que tendrá varios momentos de humor, escuchará verdades duras pero necesarias y saldrá del cine satisfecho, con optimismo. Y eso lo logra un guión humano y sólido, un director que huye de las lágrimas y el melodrama y un tríptico de actores estupendos. Se trata del canadiense Joseph Gordon Levitt en el protagónico, Seth Rogen, dúctil actor, guionista, productor y locutor, más la trabajadora compulsiva de "Amor sin escalas", Anna Kendrick.SIN PREJUICIOS Filme directo y franco, con gags humorísticos, reflexiones adultas y un interesante desarrollo de los personajes principales (los amigos Kyle y Adam)."50/50" es una aproximación sin prejuicios al tema de las enfermedades terminales, hecha con valentía y sentido común. Con un ritmo ascendente y diálogos atractivos se asiste al desarrollo de una amistad entre seres totalmente opuestos en los que la enfermedad terminal de uno de ellos refuerza la relación y hace madurar al más infantil.La gran Anjelica Houston como la madre del chico enfermo, con el que nunca se llevó demasiado bien, hace una breve y notable intervención para enfatizar el concepto de ""no hay pequeños papeles para grandes actores"", mientras se desenvuelve en un filme de impecables diseño de producción y atractiva música. Si los jóvenes actores se destacan por sus estilo interpretativos antagónicos, Gordon Levitt es austero, de medidos gestos y Seth Rogen al borde del desborde en cualquier momento; la Kendricks se gana todas las simpatías del público con su sensible terapeuta que se inicia en su carrera con el caso de Adam. Este es un filme que, a pesar de su final convencional, atrapa.
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Yo soy tu amigo fiel… Si Ud. es virgen, le diagnostican cáncer, ha perdido a su familia, queda embarazada o busca aventuras en el área 51, debe llamar a Seth Rogen, para que sea su amigo, su compañero de aventuras, o le consiga, al menos una pareja para tener sexo.
“50/50? hizo mucho ruido en la critica internacional por su temática y por el trabajo de sus actores, ademas ha recibido nominaciones a diferentes premios. El film, inspirado en un caso real, tiene una forma particular de contar la historia de su personaje principal, as así que a los pocos minutos de haber comenzado a verla te sentis atrapado por saber que va a ser de la vida de este joven de 27 años. Adam (Joseph Gordon-Levitt), luego de realizarse un estudio medico debido a dolores crónicos en su espalda, descubre que tiene una extraña variación de cáncer pocas veces vista y altamente peligrosa para su salud. Las posibilidades de vida son del 50% (de ahí el titulo) siempre y cuando se someta a una operación. A partir de ese momento la vida de Adam cambia y todo comienza a girar respecto a su enfermedad. Es así que vemos al personaje vivir su vida de una forma particular para alguien con tal condición. Por momentos vive al cien por ciento como si fueran sus últimos días, en otros parece sucumbir antes la presión de la poca expectativa de vida. Sus relaciones afectivas, tanto familiares como amistades, se ven afectadas por su condición que parece afectarlos mas a ellos que al mismo Adam. Justo a su amigo Kyle (Seth Rogen) se emprende en una aventura para re descubrir su vida, mientras que al mismo tiempo la inexperta psicóloga asignada por el hospital, Katherine (Anna Kendrick), lo prepara para aceptar su destino en caso de que la operación no tenga éxito. Con estas dos personas es con quienes se darán las situaciones mas particulares e interesantes del film. La historia es simplemente interesante y me sorprendió mucho la forma de contarla. En este caso no es sobre lo que sucede mientras se presenta la enfermedad, sino que el film intenta reflejar como Adam vive de primera mano cada situación que se ve ligada a su presente condición. Las actuaciones son buenas, tando de Joseph Gordon-Levitt como de Seth Rogen, pero en mi caso me gusto mucho la interpretación realizada por Anna Kendrick como la psicologa perdida en sus estudios, sin experiencia, que de repente se ve forzada a ejercer sin realmente saber como hacerlo. Tambien vabe destacar, aunque sea un papel pequeño, el de Anjelica Huston como la insoportable madre sobre protectoda que siempre tiene algo para decir. En general el film tiene bastantes cosas para dar, tanto en actuaciones, historia y desarrollo. Es una muy buena opción si a ustedes les gustan los dramas. De ser así, con “50/50? tienen garantizada una buena función de cine de la que seguramente saldrán bastante satisfechos.
No, no es excelente: hay una película con premisa parecida (Hazme reír, no estrenada aquí) que es mejor. Sin embargo, esta “tiene algo”. La historia es la de un joven que tiene que pelearle a un cáncer, y del amigo que lo ayuda. Entre los dos protagonistas -Joseph Gordon-Levitt y Seth Rogen- hay una química especial y el guión usa el humor para pelearle a la tragedia. Le gana por puntos, pero basta para que uno disfrute de la película y se le ría en la cara a la muerte.
Extraña pareja 50/50 es una película sobre parejas extrañas, parejas que pueden ser dos unidades (Adam y su amigo Kyle) o unidades que se dividen en dos partes, como en el título (el porcentaje de sobrevida que tiene el protagonista luego de contraer un peculiar cáncer en su espalda). Pero esas parejas pueden ser entendidas como partes que chocan, se complementan, se invaden, se mezclan con el fin de ser otras en el proceso: los dos amigos mencionados antes, pero también Adam y su madre, Adam y su novia, Adam y su terapeuta; e incluso la comedia y el drama, lo independiente y lo convencional. Todas estas posibilidades, que el director Jonathan Levine y sus dos protagonistas Joseph Gordon-Levitt y Seth Rogen exploran, construyen un film por demás interesante que encuentra en esa confrontación cincuenta y cincuenta parte de su encanto, y que se sintetiza en cómo la comicidad invade el drama, a la vez que el drama torna incómoda la comicidad, en un proceso de relaciones bastante complejo. Adam es un joven que no llega a los 30 años y que no bebe en demasía, no hace nada “malo”, sale a correr y se cuida de no ser atropellado mientras hace deportes. Si hasta recicla, como le dice al médico cuando este le anuncia que tiene un extraño tumor en su espalda, de nombre impronunciable, y que tiene un 50 por ciento de posibilidades de sobrevivir a la enfermedad. Bien, la premisa de esta película no es especialmente seductora y tal vez lo único que genere curiosidad es ver cómo pueden Gordon Levitt y, especialmente, Seth Rogen, subvertir de alguna manera el clásico camino de estas películas con enfermedades terminales. En primera instancia, ellos y el guionista Will Reiser -en cuya experiencia personal se basa el film- hacen un movimiento inteligente: el cáncer es aquí un McGuffin, un elemento distractor, que sirve para hablar, como en buena parte de la comedia moderna norteamericana, de la amistad masculina. 50/50 es, efectivamente, una bromantic movie, como la excelente I love you, man -por poner un ejemplo-, una película en la que el vínculo entre dos amigos se pone en crisis aquí por una enfermedad terminal. Y en esto resulta fundamental el dúo protagónico: Gordon Levitt logra salirse del papel de víctima, le escapa bastante a los lugares comunes, y compone un personaje incómodo, tenso, que desconfía continuamente del mundo y a quien el cáncer no modifica demasiado; Rogen, redobla la apuesta de su habitual compinche guarro, y por momentos avanza de manera algo desagradable, con un egoísmo típicamente masculino, nunca explicitado como tal pero sí manifestado de manera casi adolescente. Juntos componen una extraña pareja, que puntúa sus notas entre el registro de la comedia moderna americana y el drama con cáncer: la cima en este sentido es cuando Adam le tiene que explicar a su madre que tiene cáncer y le dice “¿viste La fuerza del cariño?”. Precisamente algo particular en 50/50 es cómo se encuentra el tono adecuado para mostrar la enfermedad y sus consecuencias y circunstancias, y hablar de ello: sincero es el proceso que enfrenta Adam, también son muy precisas y dolorosas las charlas con sus compañeros de quimioterapia, la manera en que se muestra al padre de Adam enfermo de Alzheimer o la forma en que se va dando el vínculo con su madre: sabias elecciones de elenco, con dos veteranos brillantes como Phillip Baker Hall y Anjelica Huston en pequeñas y claves apariciones. En la elección de estos actores, queda demostrado además un cuidado muy especial por alejar a la película del film aleccionador o del drama lacrimógeno más básico. Por todo esto, también, es que resulta particularmente fallida la subtrama entre Adam y su novia Rachael (Bryce Dallas Howard), o al menos la forma en que se resuelve el conflicto, con un maltrato excesivo hacia el personaje femenino: para una película que tiene una particular sutileza para construir lazos, lo que ocurre en una escena es muy feo, indigno, y sirve para sostener algunos argumentos de machismo que suelen batirse sobre la comedia norteamericana y sobre las bromantic en especial. Que esa subtrama termine siendo menor dentro del film, no minimiza su potencia maligna. Es el cáncer, dentro de la película, que amenaza con comerse todo lo demás: es llamativo cómo en la película se hace bien lo más complicado y mal lo que habitualmente sale bien. Menos mal que antes y después de esa situación, todo está más o menos bien, y que hasta algunos convencionalismos (la relación de Adam con su psicóloga) son vistos con simpatía. Más allá de ese paso en falso, 50/50 es una película que nunca suelta el humor negro, que es cruda sin caer en lo sórdido y que avanza de la manera brutal y a los golpes como las buenas relaciones de amistad masculinas: un juego de a dos que nunca intentan ser uno, sino que pretenden ser uno mirando en el otro aquello que los puede reconfortar.
Me gustaron siempre las grandes historias de Hollywood en las que la gente es mucho más valiente que yo y más inteligente que yo. Tiene un encanto de fantasía eso de que a lo mejor uno llegue a eso. Pero también es un escape porque pensar que todo eso está lejos de tu alcance hace que se te borren los pequeños detalles de la vida cotidiana. Esta película es el reflejo de lo que podría pasarle a cualquiera, de lo que cualquiera podría ver a su alrededor como un combo de reacciones de risa y llanto sin saber qué hacer o para dónde correr. ¿Qué les pasaría a ustedes si un día se levantan con un cáncer del que la mitad no sale? ¿Cómo se lo dicen a su madre? ¿Cómo se vive con un enfermo? Todo esto pasa por la vida de Adam (Joseph Gordon Levitt) cuando tiene la noticia. Con licencia por enfermedad no va al trabajo pero tiene que enfrentar la quimio, la posibilidad de la muerte, le tocan médicos fríos y una terapeuta sin experiencia (una adorable Anna Kendrick). La sucesión de cosas tienen un sabor a real también: de repente todos leen cosas para poder sacarlo del pozo, traen perros, se convierten en expertos. Mientras Adam los rechaza porque lo interpreta como lástima, es una forma de amor, es un intento desesperado por ayudar. Pero vamos viendo otros guiños interesantes como los que aporta Kyle (Seth Rogen) cuando se aprovecha del cáncer de su amigo para levantarse chicas o que aparece el personaje de la terapeuta y los parientes empiezan a justificar lo que creen que Adam ha dicho de ellos. La película tiene una utilización particular de la música que la hacen un partícipe más. Por más que se usen pocas, tiene un efecto casi videoclip por momentos y una cámara que se mueve lentamente entre los personajes. La secuencia en la que sale de la primera sesión de quimio te arranca carcajadas y lágrimas al mismo tiempo. Qué decir de Joseph Gordon Levitt. Es brillante lo que ha hecho con este papel. Es tu vecino, el tipo más normal del mundo, con poquísimos gestos y una construcción consistente. Sólo Anna Kendrik le podría hacer más frente en pantalla. Jonathan Levine es un nuevo director para tener en cuenta en el mundo indie del cine. Ha logrado una atmósfera cercana, un film construido como si estuviéramos espiando la vida de alguien más. No hay elecciones grandilocuentes, sino de seres humanos. Desde que la casa en la que vive el personaje no es despampanante hasta que no hay soluciones mágicas. El resultado es un film tierno, cercano y para no perderse.
Hay ciertos temas en el cine difíciles de plantear sin caer en el melodrama lacrimógeno; por ello se agradece cuando de pronto aparece un film aparentemente pequeño, de tintes casi indies que dejan un buen sabor de boca por su sano equilibrio entre el drama y la comedia sin caer desmesuradamente en la lágrima fácil o la irreverencia desubicada. Siempre doloroso, sobre todo cuando compete a personas jóvenes, el cáncer parecería quedar fuera de toda broma, incapaz aparentemente de hacer reír. Sin embargo Will Reiser, guionista de este film y primo del legendario protagonista y productor de la serie televisiva Mad About You, Paul Reiser, tras ser diagnosticado con cáncer cuando apenas tendría veintipico de años y convencido por su mejor amigo, el comediante Seth Rogen, para que escribiera su historia, nos narra en forma terrenal, cotidiana, casi sobria por momentos, su triste experiencia en un film impecablemente dirigido por Jonathan Levine. En carrera por el Globo de oro en dos nominaciones, esta película enfrenta en forma modesta pero nunca superficial la crisis de un joven que intenta lidiar con la idea de la muerte mientras sus relaciones personales, amigos, novia, padres, se reacomodan totalmente provocándole por momentos el vacío inevitable de la soledad e impotencia. Aun cuando en su título varios han interpretado la famosa alegoría del vaso medio lleno, medio vacío, este es un film que pone de manifiesto la importancia de las relaciones humanas y cómo estas juegan un papel preponderante para aferrarnos a la vida. Incluso cuando la historia se sirve de algún que otro cliché nunca cae en lo banal o ridículo demostrando que es posible hablar de la muerte sin la necesidad del golpe bajo o de la manipulación emocional para que el espectador se identifique, se emocione. 50/50 despliega en un reparto sorprendente, un continuo equilibrio entre la comicidad y el drama donde cada personaje cumple una función precisa. Nadie sobra en esta historia y cada escena está efectivamente planteada para llevarnos a un final sencillo pero encomiable. Gran parte de esta efectividad viene dada por la excelente química entre Joseph Gordon-Levitt y Seth Rogen quienes guardan prácticamente todo el peso del film balanceándolo entre la lágrimilla y la risa franca. La clave en toda la historia está justamente en el tono que utiliza para contar algo tan dramático como el cáncer. Allí donde pareciera que se nos forma un nudo en la garganta de pronto aparece una línea de diálogo mordaz que nos suelta una risotada, donde pareciera que la comedia se despliega entera, se nos ofrece una reflexión evidente. Demasiado comedida para algunos, quizá, el film constantemente demuestra que no todos precisamos rasgarnos vestiduras ni llorar gritando para enfrentar adversidades en la vida. La vida como tal transcurre día a día, a veces más luminosa, otras más oscura pero es gracias a quiénes nos rodean lo que verdaderamente nos hace vivir o morir. Film pequeño pero intenso con grandes posibilidades de cara a las temporadas de premios.
La importancia de llamarse Seth No es sencillo enfrentarse a cualquier película que tenga como tema principal alguna enfermedad grave o terminal: tienden al golpe bajo, a forzar la lágrima fácil a puro golpe de violín, a la lección de vida (por lo general se nos dice que aprendamos a disfrutarla porque en cualquier momento nos podemos morir, como si hasta el instante en que nos sentamos en la sala de cine creyéramos en algún tipo de inmortalidad). En el tope del ranking de dolencias atractivas para el cine están las enfermedades degenerativas, el virus del HIV y el cáncer. Esta última es particularmente seductora porque tiene muchos vaivenes, tratamientos largos y penosos y un sinfín de posibilidades y porcentajes de sobrevida, quizá te morís, quizá no; es una lucha cuerpo a cuerpo y de ahí viene lo de “darle pelea a una enfermedad grave” que no es otra cosa que un eufemismo bastante pavote. Cáncer es la peor palabra que un médico puede soltarle a un paciente; cáncer significa muerte, el acabóse. Aunque, claramente, no siempre sea así. 50/50 recorre todo eso, los vaivenes, los tratamientos, los médicos. Sin embargo, cuatro elementos hacen que 50/50 sea una película cuyo protagonista es un chico con cáncer, pero no una historia sobre una enfermedad que bien puede ser terminal. Cuatro características que la paran en la vereda contraria de aquellas historias horribles que pretenden conmovernos con mecanismos que deberían ser considerados antirreglamentarios. Cuatro hallazgos para dar al argumento una forma –y un contenido– diferente: 1) Joseph Gordon-Levitt. El personaje de Adam es aséptico. La película acierta en describirlo en una breve secuencia, al comienzo: Adam sale a correr por una ciudad semivacía, lo que nos indica que es muy temprano, es una persona que resigna horas de sueño para hacer actividad física, para cuidarse. Y además es un pibe que nunca transgrede una norma; una persona que trota en la vereda a la espera de que el semáforo se ponga en verde aunque no haya un alma por la calle. Es una persona responsable, ordenada, metódica, aparentemente inescrutable, de aspecto frío y sereno. Es ideal para no transmitir falsa emotividad, para no necesitar forzar la cara de tragedia, para no mirar al horizonte con expresión de cachorrito desvalido. La noticia de su enfermedad siempre parece estar en proceso de digestión, como si presenciara su propia vida desde afuera. Como si todo lo que le pasa no fuera otra cosa que un nuevo aprendizaje, hay que saber llevar una enfermedad larga y a estar enfermo también se aprende. Se aprende a esperar, y Adam tiene aspecto de estar esperando. 2) Los roles secundarios. Desde la novia que no sabe cómo lidiar con el enfermo y mucho menos con la enfermedad, pasando por la madre que tampoco sabe, pero lo aparenta por el mandato de su rol con una gran dosis de naturalidad y cariño, por un padre con Alzheimer al que se presenta con adultez, respeto y mucho afecto y por los compañeros de quimioterapia, hasta el gran personaje de Anna Kendrik, la joven terapeuta que está aprendiendo a lidiar con enfermos a fuerza de espontaneidad y frescura. El postulado principal de 50/50 parece girar alrededor de la idea de que todo se puede contar sin dramatismo, con naturalidad y con humor, y todos los personajes funcionan alrededor de esa regla. 3) El montaje. El armado de la historia (musicalización incluida) es ágil, sobrio y conciso. Adam comienza con su tratamiento de quimioterapia, y se da la siguiente escena: Adam se despierta en medio de la noche como si algo lo hubiera atropellado, corre al baño y se vomita la vida sentado en el piso del baño; son apenas unos pocos minutos, la cámara nunca entra al baño y la secuencia se corta cuando la novia le pregunta desde la cama si está bien. No, no está bien, es claro, por eso ni él responde, ni la mujer se levanta. Es información pura, el tratamiento te hace vomitar como si no hubiera un mañana, punto. No hay nada para hacer. La escena es precisa y lacónica. En otro momento y en otro baño, Adam se rapa acompañado de su amigo. Listo, resuelto el tema de la caída del pelo y resuelto además con su amigo diciéndole que le queda feo. De nuevo, humor y sobriedad para zanjar temas que son importantes como para que estén, pero no tanto como para hacer un mundo de eso. 4) Seth Rogen. Lo más importante de la película es todo su ser, su voz ronca, si fisonomía poderosamente abrazable. (¿Hay alguien más abrazable que Seth Rogen?) Es incluso probable que la película no funcionara lo bien que funciona si el rol de Kyle lo tuviera otro actor. Gracias a él 50/50 se transforma en una película sobre la amistad, sobre tos tipos que sobrellevan un mal momento intentando cagarse un poco de risa. Sobre su personaje descansan el humor, el one liner certero, la dosis de realismo sincero y la ligera inverosimilitud de alguna situación. Rogen es el sol alrededor del cual giran los personajes y con él la historia fluye, divierte, enternece, no hace falta recurrir a ningún truco más que al espontáneo magnetismo de Seth. La película se ilumina cuando aparece en pantalla y su Kyle contrarresta la ineludible tristeza ojerosa de Adam. 50/50 es un porcentaje tan caprichoso como incalculable. 50/50 puede ser una película sobre esa odiosa relación entre posibilidades, su tránsito y sus consecuencias. También es sobre dos mitades, inexactas y dispares que hacen un todo.
El humor en lugares inesperados Alejado de las actuales factorías de productos premoldeados para la taquilla, nos llega esta buena película sobre un tema infrecuente y difícil, aunque descomprimido a través de un humor lo suficientemente insistente como para sostener el fuerte y duro núcleo emocional de la historia, basada en la experiencia personal del propio guionista y productor. El argumento cuasi-autobiográfico de Will Reiser nos cuenta una historia, donde el carismático actor Joseph Gordon-Levitt, de tímida expresión adolescente, encarna un personaje con el que es imposible no identificarse: Adam, que tiene 27 años y una vida confortable, con un trabajo que le gusta y una bella novia con la que -ante el asombro de su amigo, para quien el sexo es lo fundamental- afirma tener un feeling “más espiritual que físico”. Sin embargo, un día cualquiera, en que consulta al médico por un simple dolor de espaldas, le diagnostican un tumor maligno para el que tiene apenas el cincuenta por ciento de posibilidad de curarse. Pero aunque todo parezca servido para un festival del golpe bajo, la historia de “50/50” no apunta, como en nueve de cada diez casos, al desborde melodramático. Y aunque hay algunos momentos al borde del desequilibrio, éstos rápidamente son superados por el entorno familiar, amistoso y sentimental. Lecturas sin solemnidad El cáncer es un tema generalmente negado hasta en el vocabulario cotidiano, donde habitualmente se lo sustituye por algún eufemismo atenuante. Por el contrario, aquí los protagonistas naturalizan la inesperada situación, sin desgastantes ocultamientos y logran una extraña combinación al borde de las lágrimas, la comedia de humor por momentos escatológico y sentimientos redentores. El tema es encarado seria, pero no solemnemente y el ritmo nunca decae. Una memorable dupla cinematográfica despareja, al estilo de la encarnada por Gassman-Trintignant en “Il Sorpasso” es ahora la de Adam y Kyle, una pareja de amigos desigual y complementaria, donde Gordon-Levitt transmite una mezcla de ternura, humor y miedo, que necesita en sus momentos de debilidad y derrumbe recostarse en la incansable vitalidad optimista del personaje que interpreta Seth Rogen. Definitivamente la presencia de Kyle como el amigo de Adam hace la diferencia entre la comedia dramática que “50/50” es y el drama apagado que se transformaría sin él. Al modo de las grandes comedias de los setenta (“El graduado”, “El volar es para los pájaros”...) el film da mucho protagonismo a la música, con una excelente banda sonora que no carga las tintas en lo dramático sino en el vuelo poético. Pero probablemente es el elenco actoral donde la película alcanza su punto más fuerte, con Anjelica Huston como madre avasallantemente sobreprotectora y un padre autista, inconsciente de las situaciones que suceden aunque ambos a su manera demuestran su cariño hacia ese hijo en problemas. También lucen las performances en torno de la novia villana y a la joven terapeuta inexperta (Anna Kendrick, conocida por “Amor en las alturas”) quien colaborará decisivamente para sostener al protagonista de los sacudones internos derivados de su situación. Sin duda que una enfermedad grave genera cambios profundos no sólo en el afectado sino en su entorno, lo que también permite una lectura metafórica acerca de un viaje interno y transformador que lleva a valorar los vínculos que aun en su imperfección resisten con afecto cuando la muerte y la enfermedad acechan, porque esta historia sobre la amistad, el amor, la supervivencia y el humor en lugares inesperados es fundamentalmente un viaje de transformación para descubrir y valorar los afectos genuinos que ayudan a atravesar el infierno y salir fortalecido.
Incontables son las veces que el cine se unió con la disciplina médica para llevar a la gran pantalla historias de enfermedades, de gente sufriendo, ambientadas la mayoría en hospitales (Inocencia interrumpida, Patch Adams, Despertares, por nombrar sólo algunas). Y podríamos decir que los films de este tipo han constituido hasta un subgénero que los une. 50/50 (Jonathan Levine, 2011) se suma a este género (o subgénero) pero de una forma bastante particular… Lo primero que pensé al leer el argumento fue: ¿Cómo una película con esta temática me va a hacer reír? Adam (Joseph Gordon-Levitt) es un chico de 27 años al que le diagnostican cáncer. De pronto su vida da un vuelco y junto a su mejor amigo, Kyle (Seth Rogen) lidiará con la enfermedad. Que tu mejor amigo utilice el hecho de que estés enfermo de cáncer para conseguir chicas, eso sí que es bizarro. Pues esa es la forma en la que Adam y Kyle eligen enfrentarse al cáncer de espalda que sufre Adam. Si bien hace terapia, va al médico y fuma marihuana “medicinal”, el comportamiento de la gente a su alrededor va a ser decisivo. El director, Jonathan Levine cuenta con ironía, sarcasmo y con un poco de resignación la historia de su vida a través de Adam. Adam transita todas las etapas del enfermo de cáncer de una forma muy predecible, lo cual hace del ritmo del film algo bastante dinámico: si bien nunca deja de haber pasajes cómicos, nos encontramos con altibajos emocionales, momentos duros, etc. Si hay una escena que nos da la pauta de que éste es un film que trata con el mayor optimismo posible una enfermedad tan dura es la siguiente: Adam está por pelarse porque comienza la quimioterapia (lo cual supondría un hecho traumático), Kyle por detrás le pide que no lo haga, que quedará horrible, hablando sólo de una cuestión estética. Escenas como ésta abundan en el film, y si bien presenta momentos tristes, podemos decir que estamos al frente de una gran comedia. Y gran parte de esto se lo debemos a la impecable actuación de Seth Rogen, quien también aportó experiencias personales, de un amigo con cáncer para formar la película y varias de las escenas más graciosas. La película se centra en mostrar la reacción de un enfermo de cáncer y de la gente a su alrededor, un relato de subjetividades donde todo tiene una previa pincelada de optimismo. Pero resulta un poco paradójico escuchar una canción de Radiohead (“High and Dry“) o canciones de corte indie mientras se supone completo optimismo; se produce un buen contraste. 50/50 se convierte en una parodia de aquellas películas que mencionábamos al principio, que nos hacen llorar por horas, que usan los lugares más comunes para apuñalarnos en el corazón con historias de enfermedades. Ante la condición de enfermo de Adam, lo único que el film despierta son risas; nos compadecemos pero esto queda en un segundo plano. Con escenas maravillosas, gags entrañables, también vale destacar la actuación de la siempre genial Angelica Houston como madre de Adam, bellos ambientes creados y un Gordon-Levitt a la altura de las circunstancias, 50/50 se convierte en un film imprescindible del 2011.
El Amor Cura 50/50 es una comedia que pasó fugazmente por la cartelera argentina y aún más rápido por la cordobesa. Es ese tipo de film muy poco promocionado que en realidad vale muchísimo la pena ver, por su temática, la forma de encarar la comedia y las actuaciones que son realmente divertidas y creíbles. El director Jonathan Levine (junto al escritor Will Reiser) cuenta la historia de Adam, un joven de 27 años que es diagnosticado con un extraño tipo de cáncer en etapa bastante avanzada y sobre como hará para lidiar junto a su familia, su novia y su mejor amigo con esta terrible situación, pasando por momentos super graciosos y por momentos muy dramáticos también. La grandeza de la película radica en mezclar algo tan feo como el cáncer con el género de la comedia y producir un entretenimiento que no sólo te hará pasar un muy buen rato, sino que además te hará reflexionar sobre este tipo de situación, que debo decir en un comentario no tan grato, que nos ha pasado a muchos o nos puede llegar a pasar. Otra cuestión muy buena pasa por los actores, sobre todo Joseph Gordon-Levitt (Adam) y Anna Kendrick (Katherine la terapeuta) que están increíbles. Seth Rogen cumple muy bien con su parte del amigo bruto pero de buen corazón y Anjélica Huston como la madre de Adam cumple con el mismo profesionalismo de siempre. 50/50 es una historia de la vida real, de esas cotidianas que suceden todos los días, pero aquí está contada con buena vibra, con aire de film independiente pero con mucha luz y una idea bien clara sobre lo que se pretende mostrar con una comedia centrada en un enfermo de cáncer. Los diálogos son inteligentes, con mucho picante, además hay miles de cuestiones que se dicen en gestos faciales y corporales, y esta es una cuestión que no todos los directores saben explotar. Muy recomendable para pasar un buen rato de cine entretenido y bien hecho, que te hará reír muchísimo y te va a emocionar también.
Una de las comedias revelación de los últimos meses, que llegó a nuestras carteleras con muy buenas críticas alrededor del planeta fue 50/50, escrita por Will Reiser (productor de varios programas cómicos con poca repercusión aquí, de entre los que se destaca Da Ali G show, con Sacha Baron Cohen) y dirigida por Jonathan Levine (un realizador con cierto renombre por ser responsable de The Wackness, una historia de un psicólogo adicto a la marihuana -Ben Kingsley- y un paciente con el mismo problema), y protagonizada por Joseph Gordon Levitt y Seth Rogen. Kyle tampoco lo puede creer Adam (Gordon Levitt) es un joven de 28 años que no fuma, hace ejercicio y "hasta recicla" como él mismo le aclara a su médico cuando este le informa sin eufemismos que le han detectado un cáncer en el pulmón y sus posibilidades de sobrevivir son, como dice el título, 50 y 50. El filme trata pues de las repercusiones que le genera al muchacho saber que puede morir en poco tiempo. Esta película, basada en la historia real de su escritor Will Reiser tiene otro paralelo con la realidad ya que Seth Rogen -que interpreta a Kyle, el mejor amigo de Adam- es realmente amigo de Will Reiser y lo acompañó durante su enfermedad así como lo hace en el filme. Pese a la seriedad del tema que trata, 50/50 no deja de ser una comedia simple, algo vulgar (Seth Rogen hace casi el mismo personaje de siempre) y en donde toda la comedia pasa por dos lugares: 1) chistes soeces más que nada disparados por situaciones de "levante" (el personaje de Rogen parece tener el único interés de seducir mujeres y trata de distraer a Adam con esos asuntos); y 2) situaciones desafortunadas en las cuales el espectador decidirá reír para no llorar: algo así como reírse de las desgracias. En terapia Gordon Levitt brilla una vez más y se va afianzando como uno de esos intérpretes que nos dan ganas de pagar la entrada de cine para ver. Seth Rogen simplemente sirve de partenaire y Anna Kendrick (Up in the air) está desaprovechada en un personaje demasiado soso (está claro que la psicóloga que interpreta es muy inexperta, pero los diálogos durante las sesiones son realmente pobres y superficiales). Por su parte, Anjelica Huston hace una gran labor como la dolida madre de Adam, dentro de una relación madre-hijo muy particular. También participa la muy ascendente Bryce Dallas Howard en un papel que le sienta bastante bien. Gran vuelta de Anjelica El guión oscila constantemente entre chistes algo zonzos y situaciones dramáticas que los terminan tiñendo. La más lograda de ellas, sobre el final, en la camioneta, es realmente conmovedora. 50/50 es la más dramática de las comedias que han tenido presencia en cartelera en los últimos años. Con un buen elenco, un guión aceptable, pero un tema importante e interesante de tratar (sumado a la conexión obligada con la realidad del autor), esta comedia termina por destacarse mínimamente del promedio de películas que podamos encontrar entre lo que se ofrece usualmente. No brilla, pero vale la pena una mirada.
"EXCELENTE COMEDIA DRAMÁTICA SOBRE LA ENFERMEDAD MÁS TEMIDA" Cuando se habla de salud o, mejor dicho, de enfermedad, una de las palabras que más espanta es “cáncer” o “tumor”. Es típico que los pacientes con este diagnóstico respondan conmocionados e incrédulos, cuando se les avisa por primera vez, en una sala de consulta, con un médico que habla sin parar y con enorme frialdad, sobre la posibilidad de la muerte. De repente, hay una urgencia por distanciarse de lo inimaginable… Eso mismo le sucede al pobre Adam Lerner (brillante y consolidado Joseph Gordon-Levitt), un joven de 27 años que, ni bien arranca el filme, se lo ve saludablemente haciendo footing por la ciudad y deteniéndose prudentemente ante un semáforo, a pesar de que no viene ningún auto. Sin aviso, un severo tumor se ha apoderado de su columna vertebral y la posibilidad de vida está en un 50% (de ahí el título del filme que, originalmente, se iba a llamar “I´m with Cancer”). El transcurrir de la película es la lucha de Adam por sobrellevar su existencia con este nuevo padecimiento, que puede llevarlo inexorablemente a la muerte. Está de novio con una artista plástica algo superficial (Bryce Dallas Howard), su bromista mejor amigo lo insta a que la deje para huir juntos de parranda y su madre lo sobreprotege aún más. El tratamiento del filme lejos está de querer arrancar la lágrima fácil como podría hacerlo, tal vez, un telefilme, dada la característica del conflicto principal. Sus toques de humor están tan equilibradamente incluidos que nos reímos y sufrimos con Adam. No hay subtramas que quiten el foco de lo que verdaderamente importa, que es, ni más ni menos, cómo enfrenta el personaje su imprevista dolencia. Para ello, su médico le sugiere concurrir a una terapia, y su psicóloga resulta ser una jovencita que está haciendo su tesis que lo recibe masticando un sabroso sandwich. Ana Kendrick le aporta a este personaje la autenticidad, inseguridad y dulzura, que hará que Adam intente lidiar con su nuevo presente. Los encuentros entre estos dos personajes son uno de los puntos más altos de esta comedia dramática, por lo natural que resulta el contacto entre ambos y la relación que van construyendo. La sonrisa de Gordon-Levitt al verla entrar a la habitación de la clínica es de una ternura y un cariño que emocionan. Anjelica Huston es la secundaria de lujo de este cast: como madre guardiana y belicosa aporta su enorme carisma en perfecta medida, tanto en el humor como el drama, en las diversas escenas que le toca protagonizar, como cuando se entera de la enfermedad de su hijo o cuando pide que bajen el aire acondicionado del consultorio médico. Seth Rogen acompaña muy bien al protagonista, demostrando que su personaje, a pesar de parecer un borrachín que sólo quiere llevar chicas a la cama, está muy al tanto de cómo acompañar a su par en esta adversidad que atraviesa. Dirigida por Jonathan Levine sobre un guión original (autobiográfico) de Will Reiser, el filme emociona con armas muy válidas, sin caer en sentimentalismos berretas, entrelazando sonrisas y llantos en proporcionadas y pertinentes dosis. Esperanzadora en un 100% (no en un 50), la historia demuestra que el amor, la amistad, la familia y la enfermedad pueden convivir con Adam y, a corto o largo plazo, uno puede encontrarse a sí mismo disfrutando de todo lo que tiene, a pesar de acarrear una enorme cicatriz que atraviese nuestro cuerpo.
Bajo el signo de cáncer Hay noticias que nos toman por sorpresa. Que no las esperamos, que no las vemos venir así se anuncien haciendo señales de humo y a los gritos desde kilómetros. O pisándonos los talones. Las noticias son jodidas y nos agarran por la espalda, descuidados o demasiado alerta como para darnos cuenta que, justo cuando más mirábamos hacia un punto, el resto del universo estaba cambiando. En levantar la cabeza, ver el panorama completo y dejar de focalizar la energía en un par de detalles absurdos, es donde puede radicar la diferencia. Se trata de dejar de ser 100% algo y empezar a combinar porcentajes. Lo ideal sería algo así como 50-50. 50 optimismo, 50 incertidumbre. 50 positivo, 50 negativo. 50 protagonista, 50 lo que lo rodea. Pero siempre todo mezclado, sin divisiones. Quizás ahí se encuentre el encanto que tiene esta película. No es 100% sobre un chico joven al que detectan un extraño cáncer, sino que su centro está dividido y fundido con su alrededor, con lo que le pasa a una novia artista, a una madre, a un amigo y a una novel terapeuta en relación con Adam (Joseph Gordon-Levitt) y su enfermedad. Apenas corridos, por ahí dando vueltas, hay prejuicios y espacios falsamente acogedores. En la casa de Adam y en el pelo de su novia Rachel (Bryce Dallas Howard) hay un tono rojizo anaranjado que da la sensación de calidez. Pero cuando él y sus padres cenan pizza, ella come ensalada, despegándose con un detalle superficial del núcleo de esa familia. Se adivina su inestable compromiso cuando ni siquiera pueden compartir el plano -como si no tuviera la fuerza ni la convicción necesarias para acompañarlo-, y se confirma cuando tarda apenas unos segundos de más en responder que va a ser ella la encargada de los cuidados de Adam. Esa anaranjada claridad que hay en la casa (y en la radio donde él trabaja) intenta transmitir tranquilidad y apoyo, como si el mundo que lo rodea contrarrestase la invasión del blanco y luminoso hospital o el ahogo de sus camisas cerradas casi hasta el cuello. “Yo no tomo, yo no bebo, yo reciclo”. Y Adam además corre, y espera a que el semáforo le permita cruzar por una calle que está desierta. No puede evitar comerse las uñas, pero tampoco puede decirle al descortés médico -que ni siquiera lo saluda con un apretón de manos- que no entiende del todo esos términos que está garabateando en el aire para su grabadora personal. El doctor no tiene el coraje de mirarlo a los ojos cuando le da la noticia, pero los doctores de hoy ven los resultados en su computadora, las fichas médicas son audios en un mp3 y ya ni siquiera existe eso de la contención ante un diagnóstico desfavorable. Para esas cosas están las psicólogas, que se supone deberían tener 65 años y no usar un pullover tan rojo, tan cálida y honestamente pasional. “Se supone”, porque Katherine (Anna Kendrick) es joven y está aprendiendo en la práctica cómo es eso de tratar a un paciente con cáncer. Ella es parte fundamental de la espontaneidad que atraviesa toda la película, sus gestos vitalmente nerviosos evidencian cómo se reacomoda dependiendo de lo que le pasa a Adam, porque van a experimentar juntos (como no lo hace Rachel) que el manual está para ser modificado. Probablemente, como terapeuta no debería acumular basura en el auto y dejar que su paciente se deshaga de los restos de comida, pero la inexperiencia de ambos va a eliminar barreras que nunca fueron del todo lógicas y permitir poner en duda esos pasos tan polémicos en un tratamiento, como tocar emotivamente al paciente. Porque el problema con el contacto es que está establecido que es reconfortante. Quizás no lo sea. Quizás es hora de decir que no nos gusta que cualquiera nos dé una palmada en el hombro, que cualquiera nos abrace, que todos nos pregunten cómo andamos: el contacto es uno de los lenguajes menos plausibles de ser controlados/decorados. Podemos engañar al escribir, al hablar, al mirar a alguien. Podemos esforzarnos en fingir que la pareja funciona, que las preocupaciones no nos afectan, que somos valientes. Pero al tocar al otro, hay algo no sólo en el calor del gesto, sino en su duración, en el movimiento, en el arco de desarrollo que evidencia a los gritos y se despedaza en el aire si es falso. Es por eso que la relación entre Adam y su novia, y los primeros momentos entre Adam y Katherine son tan incómodos: dentro de dos convenciones diferentes (la del noviazgo y la relación analista-paciente) los gestos son pautados, son pasos a seguir. Afortunadamente, en uno de los casos, van a perder autoridad al deshacerse de sus reglas y, como la película, van a correrse de lo esperado. Adam cree que es el único que tiene que lidiar con lo que le pasa, pero todos lo hacen a su manera: escapando, negando, exigiendo, intentando disfrutar, averiguando, aprendiendo. Cuando su mejor amigo Kyle (Seth Rogen, repitiendo sin cansar el papel de bestia adorablemente honesta) se entera de su enfermedad, amenaza con vomitar en el medio de la calle, pero en su tren de pensamiento completa y normalmente anómalo, pide porcentajes y tira datos absurdos. Lo que lo diferencia de Rachel es la honestidad que muestra al no comprender del todo cómo reaccionar, al no saber bien cómo seguir. Es el costado “alegre” del cáncer, es el fumón que colabora con los rituales que se presentan, el que cree que las chances 50-50 son altísimas, que la enfermedad está de moda entre los famosos y que si el tipo de la serie “Dexter” puede seguir laburando y Patrick Swayze también, todo va a estar bien… pese a que Swayze ya esté muerto. 50/50 reacciona con la extraña calma de la incertidumbre, y de a poco evidencia que nunca vamos a saber cómo actuar, que es mejor solamente estar ahí para dejarse sorprender. Y quizás sea eso lo que funciona: compartir lo inesperado, lo espontáneo. Poder pararse y discutir, poder poner en jaque premisas aprendidas de memoria, experimentar juntos que la teoría a veces se equivoca.
Sos joven, haces deporte, no fumas, no tomas, hasta reciclas y asi como si nada te encontras frente a un doctor que te comunica que tenes un cáncer bastante extraño y que, en el mejor de los casos, tenés un 50 % de probabilidades de sobrevivir. Nada… la peli en 15 minutos te pega un cachetazo de lo que es la vida y como nos puede cambiar en 2 segundos . Jonathan Levine logra desde el principio del film conectarte con el personaje del genial Joseph Gorndon-Levitt, te mete en su vida en pocos minutos. La manera en la que el personaje se entera de su enfermedad es atemorizante, no por lo desgarradora sino por lo poco trasendente, me refiero a PUM ! te lo dice el médico y el mundo sigue … sos vos, tu mente hablandote y nada mas … tu vida cambio en un segundo … los demas siguen como si nada, te ven caminar en la calle y piensan que no tenes ningún problema, mientras a vos… ya te cambio la forma de ver el mundo, la vida, las relaciones. De aquí en más el film tiene momentos muy bien llevados con actores de gran calidad que aportan sobre todo naturalidad a sus interpretaciones. Seth Rogen(quien puede caerte bien de entrada o parecerte un pelotudo) está muy bien llevado y logra ser un bálsamo necesario dentro del tema que trata la peli, es más sin el seguramente el film no podría acercarse al género de la comedia. Angelica Houston y Philip Baker Hall tienen una pequeña interpretación pero la llevan de taquito, los demás estan todos muy bien . Es una película chiquita pero muy bien lograda. Eso si, no es fácil de llevar por el tema que trata obviamente. No esperen encontrar una comedia que los haga reir, les sacará una sonrisa por alguna frase ocurrente o por verse reflejado en las conductas de algún personaje, pero de ahi a reirse lo que se llama reirse mmmm…. 50/50 nos muestra como la vida puede cambiarnos de un dia para el otro y como eso lleva a cambiar nuestra relación con quienes nos rodean. Están los que se quedan a tu lado, los que se van, los que llegan y los que estaban incondisionalmente y no valorabas.
Abordar el descubrimiento de sufrir cáncer en alguien muy joven puede dar pie a un film de puro golpe bajo o encontrar con talento un guion inteligente que, sin evitar lo conmovedor, tenga una mirada ácida sobre la amistad, el noviazgo, las relaciones del protagonista con su madre, con otros enfermos. El resultado es para pañuelito, pero con calidad. Se luce Jorseph Gordon Levitt, Seth Rogen y Angelika Houston.
El cáncer en primer plano Un diagnóstico clínico cambia el sentido de la vida de Adam Lerner (Joseph Gordon-Levitt). La rutina en el trabajo, las relaciones con su pareja, padres y amigo se desmoronan cuando el médico anuncia sin anestesia que Adam tiene cáncer. La película 50/50 de Jonathan Levine tematiza la experiencia del guionista Will Reiser, incluido en el 50 por ciento de sobrevida posible. Por eso el tono de los diálogos y sobre todo, la actitud del protagonista, están muy lejos del melodrama, las frases hechas y los golpes bajos. A tal punto que la película no transmite la catástrofe anímica del personaje. Joseph Gordon-Levitt comparte cámara con Seth Rogen, éste en el rol de su amigo Kyle. El micromundo de Adam incluye la novia, Rachael, interpretada por Bryce Dallas Howard (se la vio en el rol de la racista más notable en Vidas cruzadas); Katie, la psicóloga (Anna Kendrick) y la madre, poderosa Anjelica Huston. La descripción del impacto personal de una enfermedad que todavía es tabú en la sociedad cumple los distintos pasos, de la incredulidad al terror, camino que el actor Joseph Gordon-Levitt recorre inexpresivo, como si el personaje no tuviera cuerpo. Justamente el territorio minado por una forma rara de cáncer óseo. 50/50 no cae en el relato lacrimógeno, el problema es que tampoco encuentra el tono para el humor negro (lo mejor del guión) que sugiere extrañamiento interior. Las reacciones son obvias. Quien pone una cuota de humanidad creíble a su personaje es Seth Rogen. El ritmo y el diseño son de telefilme, con permanentes primeros planos del protagonista. Adam se ve debilitado por la quimioterapia pero no hay un trabajo interno del actor. No emociona ni genera la empatía que logran muchos personajes de series como House y otras del montón con temática médica.
Nada más que momentos sensibles Un interés repentino o coincidente ha hecho que varios títulos recientes tuviesen al cáncer como eje temático. Sirvan como ejemplos Amor por siempre -con Gael García Bernal y Kate Hudson-, Cuando el amor es para siempre -el último y bellísimo film de Gus Van Sant, disponible en dvd-, y también 50/50, en clave comedia y con Seth Rogen como factótum. Es decir, Rogen es este comediante grandote y con cara de buenazo, que provoca la producción de películas como El avispón verde o la que ocupa el interés de esta nota. El film no funcionó demasiado bien en Buenos Aires, y en Rosario ni siquiera tuvo su oportunidad. Pero lo cierto es que no está tan mal. Su estreno en dvd, al menos, permite reparar la promesa sin cumplir del trailer cinematográfico. Pensar la temática del cáncer entre dos amigos, de trabajo coincidente (redactores/productores de informes radiales o algo así), maneras sociales diferentes, con/sin novia, con/sin padres, etc., no deja de ser, en última instancia, lo mismo de siempre pero con el aditamento delicado que la enfermedad significa. Lo que equivale a preguntar de qué manera, entonces, poder jugar la buddy?movie habitual pero sin traspasar ciertos límites o afectar la tolerancia. En este sentido, 50/50 sabe cómo pararse en esa línea que separa, justamente, a los dos 50 del título. Línea que significa mitad de posibilidades de vida para este joven de 27 años (Joseph Gordon-Levitt), afectado por un cáncer en su espina dorsal. Allí entonces la contraparte que significa Seth Rogen, bravucón y mujeriego, capaz de dar consejos tales como hacer valer la enfermedad misma como artilugio de seducción. Pero, como se decía, el film nunca transgrede la línea "correcta", conciente en todo momento de que no se trata de cualquier asunto. Entonces, 50/50 es políticamente correcta (tiene golpes bajos, amoríos sosos, una muerte prudente) pero, al menos, posee ciertos momentos de lucidez. Algunos: Gordon-Levitt "confunde" el título original de la pintura de su novia -"Liberación"- por el de "Opresión"; el efecto "mardi?grass" que el paciente sufre entre los pasillo del sanatorio; los diálogos entre los enfermos y sus códigos; el galgo "Skeletor"; el papel de madre de Anjelica Huston; el Alzheimer del padre; la frialdad médica. Si 50/50 no culminara como debiera, sería mejor película. Es decir, hacer de cuenta que puede pedirse lo imposible: que el film no sea lo que se sabe, de antemano, es. Entonces, a no desesperar por su desenlace costumbrista sino, antes bien, ver qué es lo que más o menos mejor se entreteje entre sus costuras. Allí donde anidan momentos de comedia o, casi, de humor negro. Así como cuando, también, aparecen ciertos instantes de sensibilidad. La "nueva comedia americana" no es nada digno de celebrar. Sino, para este cronista, sólo de nominar. 50/50 sería, casi, intrascendente. Pero hay algo que la vuelve, casi, "real". Apenas. Algo es algo.
¿Qué haces cuando al comienzo de tu vida adulta te diagnostican un extraño tipo de cáncer que reduce tus posibilidades de sobrevivir a la mitad? Seguir viviendo. Los problemas con tu pareja no se evaporan, tu mejor amigo sigue siendo un pesado y tus padres, un estorbo. Nada de eso cambia, simplemente le has de añadir una nueva circunstancia que irrumpe de golpe en tu vida y cuyas ramificaciones sólo alcanzas a comprender a base de decepciones, traiciones y una nueva perspectiva sobre las cosas. Pero sigues llorando, sigues riendo y sigues viviendo. Y eso es lo que hace Adam, el protagonista de esta película que no me atrevo a catalogar en ningún género, puesto que hacerlo sería quitarle gran parte del mérito. Lo que sí quiero dejar claro es que ni es un drama, como podría hacernos suponer el argumento, ni tampoco es la comedia que se ha intentado vender al público. Es simplemente un vistazo a la ventana del vecino, de un tipo normal y corriente que tiene que (o mejor dicho, trata de) adaptarse a una importante novedad en su vida. Gran parte de la credibilidad y encanto del film lo tiene su elenco protagonista, encabezado por un Joseph Gordon-Levitt que está fantástico y con el que resulta imposible no conectar. Destacan también una estupenda Bryce Dallas Howard, una irreconocible Angelica Houston o un Seth Rogen que sorprendentemente no resulta insoportable, a pesar de que lo intenta. Lo que más me ha gustado de 50/50 es, vuelvo a insistir, la apuesta por el constumbrismo hasta sus últimas consecuencias. Donde otros creadores suelen caer (pues es lo fácil) en el morbo, lo siniestro, el humor negro o directamente en la pornografía sentimental, la película dirigida por Jonathan Levine evita caer en los tópicos y se limita a hacernos partícipes de la historia de un tipo cualquiera, con una enfermedad posiblemente terminal cualquiera, que sigue viviendo.
Uno de los varemos que utilizo para medir si una película es buena o no es la frecuencia con que la recuerdo después de verla. Si me acuerdo mucho de ella, es que ha dejado una huella en mí. Si la borro de mi mente, es que no ha hecho ningún mérito en mi persona. Hace pocas semanas vimos 50/50, una cinta de la que Pabela ya habló magistralmente en su día y que tenía muchas ganas de ver. Sencilla, pero llegando de una forma natural a lo más elemental del ser humano. No es una gran historia. No tiene grandes sorpresas. No tiene siquiera un argumento original. Pero insiste de forma recurrente una y otra vez en mi memoria. Para los que no la conozcan, se trata de una película sobre el cáncer y sobre cómo una enfermedad grave cambia la vida del enfermo y de quienes le rodean. También trata de las incomodidades sociales y de la necesidad (o el sentimiento estúpido) de “quedar bien” con otro, aún a costa de hacer lo que no queremos. El film dirige perfectamente a los personajes a través de la sorpresa, la aceptación y el no saber qué hacer. ¿Cómo se supone que hay que reaccionar cuando a uno le detectan algo horrible? ¿Cómo deben actuar los demás? ¿Es un diagnóstico de cáncer el principio del fin? ¿Acaso estamos el resto fuera de peligro? ¿De otras enfermedades? ¿De los accidentes? Además de las contingencias habituales, Adam -el protagonista- así como todos los pacientes de cáncer tienen algo que los demás no: la necesidad de salvaguardar su existencia de forma activa, ponerse a cubierto y pelear contra el gran dragón. Las posibilidades de vencerlo para el joven son de 50 entre 100. Otros amigos compañeros de quimioterapia, de mayor edad, también se sitúan frente a los porcentajes, cada cual resolviendo su situación con diferente suerte. Empatizar con Adam fue lo más fácil del mundo. Comprender a Kyle, su mejor amigo, y a Diane, su madre, también. Adentrarse en la evolución lógica de la cotidianidad del joven e involucrarse con él: simplemente inevitable. Sin mucho drama, incluso con un poco de ingenuidad, fue un placer ver esta película.