Con dientes de leche Película basada en la primera entrega de una serie de libros escritos por Richelle Mead que focaliza en una historia sobre la amistad y el amor pero en tono fantástico. Academia de vampiros intenta ocupar el espacio que dejaron vacante sagas como Crepúsculo, Harry Potter o incluso la más reciente Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso. En la historia, Rose Hathaway (Zoey Deutch) y Lissa Dragomir (Lucy Fry) son chicas de 17 años que asisten a una escuela para Moroi (vampiros mortales y pacíficos) y Dhampir (guardianes, mitad vampiros, mitad humanos, encargados de proteger a los Moroi). Rose se entrena para convertirse en una guardiana pero en su camino se enfrenta con los salvajes y amenazantes Strigoi, una raza de vampiros violentos y peligrosos. La acción tiene lugar en un instituto con menos magia y encanto que el de Hogwarts, plagado de ambiciones, traiciones, atracciones románticas que parecen imposibles y con un Gabriel Byrne en el rol de director y Olga Kurylenko como la rectora de la escuela de turno. Los Hermanos Mark y Daniel Waters llevan esta nueva saga a la pantalla grande (el primero como realizador y el segundo como guionista) pero los resultados tienen menos eficacia que en la pelìcula para adolescentes Chicas pesadas, que Mark filmó con Lindsay Lohan. Entre luchas entre tres clases de vampiros, la presencia de los mortìferos Strigoi, que buscan acabar con los Moroi y absorber su fortaleza, la película no escapa a los conflictos adolescentes pero con el agregado fantástico que se reduce a un par de enfrentamientos entre chupasangres y lobos creados digitalmente. Quizás el peor de los pecados en este tipo de relatos es que los dientes son de leche, y la intriga y la emoción sólo aparecen de a ratos. Todo ocurre frente a un espectador que -inevitablemente- va a comparar con productos de similares características. Aun así, el film deja un final abierto para su continuación.
Seguramente habrán leído o escuchado algún anticipo acerca de "Vampire Academy" (en fílmico), a instalarla como un mix entre "Twilight" y "Harry Potter", con algunos elementos de "Mean Girls" y "Underworld". Bien. Todo eso es cierto. Lo cual implicaría, que si alguno de esos títulos te gustaron, serías el público potencial para ver este nuevo trabajo de Mark Waters. Claro, no todo es tan simple porque si bien el eje se nutre de estas influencias, lo cierto es que el resultado final está un poco lejos de todos ellos, en busca de un universo propio, más complejo que los anteriores. Aunque, como te das cuenta (excepto la saga de Vampiros que estelarizaba Kate Beckinsale), el punto común es la vida en la secundaria, los amores (correspondidos o no), los problemas con la autoridad y la amenaza exterior fuerte y cruel. Hora entonces de un nuevo intento de la industria para crear una franquicia frondosa y taquillera que captara esa esencia. Recordemos que "Vampire Academy" es una serie de seis libros exitosos de Richelle Mead (entre 2007 y 2010), en las que apuntaba a seducir al público joven americano. Incluso hay un spin-off de la misma, "Bloodlines", de otros cuatro más con la misma temática. Y esta, es su llegada a la pantalla grande en una adaptación escrita por el hermano del director, Daniel Waters. Rose (Zoey Deutch) y Lissa (Lucy Fry) abren la película vagando por el mundo real. Se escaparon de la Academia Vladimir (una secundaria un poco especial!)y tratan de vivir una vida normal como adolescentes. No lo son, desde ya. El guión en tres pasos (más o menos), nos explica como funciona su mundo: hay tres clases de criaturas en él, los Moroi, vampiros simpáticos con poderes mágicos y potencialmente "buenos", los sanguinarios Strigoi, malos e insaciables, cercanos a la tradición donde son lo oscuro de ese universo y los Dhampir, protectores de los primeros. Esta última "raza" es lo extraño de la historia. Son una especie de guardianes personales de los Moroi. Cada uno desarrolla un "lazo" y protege con su propia vida la seguridad de la casta más elevada de la etnia. Son entrenados para dejar la vida, literalmente, por sus asignados. Un sistema de castas, cuanto menos, particular. La cuestión es que las vacaciones por el mundo exterior se les termina rápido a las chicas y son traídas de vuelta a un instituto muy parecido a Hogwards (más de lo que nos gustaría) por el más hábil de los cuidadores, Dimitri (Danila Kozlovsky). Luego del reto por haber huído de manera tan imprudente, vuelven a su vida dentro de los claustros. Allí, todos estudian para progresar en sus habilidades. Los Moroi y los Dhampir, los Strigoi recordemos que no tienen vacantes aquí. La trama, una vez que se instala allí, nos traerá historias simples de affairs adolescentes, bullying, amistad y duro entrenamiento (mágico y físico). En ese sentido, el conocimiento de los hermanos Waters sobre esta edad, ofrece simpáticos momentos apoyados en el gran carisma de Deutch, quien es el centro neurálgico de la historia: hace mohínes, grita y gesticula para ganarnos por cansancio. Pero hay una amenaza externa e interna sobre la Academia y las chicas deberán resolverla si no quieren que termine con la vida de Lissa, quien es el objetivo de los acosadores. "Academia de vampiros" sigue bastante lineal a su libro original y en su versión cinematográfica, explora con mayor detenimiento las emociones a la hora de relacionarse con el sexo opuesto y lo condimenta con algo de sangre y vampiros sexies y jóvenes. Deutch y Fry tienen cierto entendimiento que funciona, aunque todos los secundarios (mal elegidos Gabriel Byrne y Olga Kurylenko, en dos roles que no les sientan) conspiran para que la tensión se sostenga. Al no haber "química" entre dos amantes en el borde (al estilo "Twilight") ni un enemigo de fuste como Lord Voldermort (trademark de "Harry Potter"), sólo queda el espíritu de rebeldía que emana de una estudiantina clásica y previsible. Eso si, habrá escenas de acción, alguna secuencia hot (aunque casi como humorada) y la mirada habitual de los Waters sobre el mundo teen: camaradería, traición, envidia, celos. Es mucho más digerible que otros productos de su especie. Entrega un rato divertido si no tenés mayores expectativas y sube un punto si tus sagas favoritas son de este tipo. Discreta pero quizás, con ganas, vale una mordida.
Los vampiros están muertos. O al menos de momento. Una de las oleadas de seres fantásticos más icónica de los últimos años finalmente ha llegado a la temida etapa del cansancio y cada nueva película que se lanza al mercado es una estaca al corazón del espectador que alguna vez supo apoyar con fervor a los seres sensibles a la luz. Al ver el trailer de Vampire Academy, fueron los nombres de Mark Waters y su hermano Daniel Waters los que llamaron la atención al instante. El primero, director de la archireconocida Mean Girls, y su hermano, el guionista de la comedia negra Heathers a quien -gran sorpresa- se le atribuye la historia de Batman Returns. Con semejante currículum y tras ver la oleada de pop chicloso visto en el avance, tenía bastantes esperanzas de que al menos resultara una iteración vampírica decente. Por desgracia, el resultado final es un film que oscila entre lo mediocre y lo ingenioso, con un tono que no termina de consolidarse y que se apoya bastante en la camada importante de fanáticos de la saga de libros de la autora Richelle Mead, a los que claramente está dirigida esta propuesta. Desde la escena inicial ya se nota que algo va mal. La cantidad de información expositoria que debe presentar el guión a los neófitos de la saga es casi abrumadora. Sí, quizás haber dejado varios detalles a interpretación del espectador hubiese sido mejor, pero nunca hay que olvidar que es una película masticada y sobreexplicada para una platea joven y de carne fresca, por lo que la ingesta visual de nuevos datos se vuelve una catarata importante para otro sector demográfico más entrado en años. Una vez que el carro de la exposición haya partido, lo que queda es un refrito poco vistoso de alguna de las tramas que supieron fascinar en la saga Harry Potter -peligro en la escuela, donde el enemigo está operando desde muy cerca-. Varios personajes son sospechosos y las dos protagonistas deben surfear una marea de viejos conocidos para intentar esclarecer quién o quiénes les quieren hacer daño. En medio de la tibieza narrativa, de idas y vueltas amorosas y escaramuzas estudiantiles, surgen la historia de amor para nuestras féminas -una con un musculoso y adusto instructor/guardaespaldas de la academia, la otra con un misterioso y herido compañero de clase- y escuetas escenas de acción, donde la mano del director claramente demuestra que no está a la altura de las circunstancias. Los efectos por computadora tampoco ayudan a crear un ambiente sugerente y tiran abajo la atmósfera de la que, mayormente, se vale el film. No todo está perdido, ya que el hallazgo que resulta ser Zoey Deutch -la hija de Lea Thompson, la eterna mamá de Marty McFly- se carga la película al hombro con su rapidez para captar el diálogo lleno de bromas y referencias culturales escrito por Waters, y entregarlo en la pantalla grande en un flirteo constante con la cámara y con los secundarios que la rodean. Me gustaría decir que el resto del elenco le juega a la par, pero su compañera Lucy Fry es una cara bonita y no mucho más, Sarah Hyland de Modern Family juega muy bien su papel de nerd casi insufrible y el ceñudo Danila Kozlovsky cubre con creces el papel de galán escandinavo. Los adultos vinieron por el cheque y el catering, ya que al ver al alguna vez glorioso Gabriel Byrne y a la belleza de Olga Kurylenko actuar, dejan en claro lo incómodos que están en este mundo ficticio. De haberse adaptado inmediatamente cuando el primer libro de la saga vio la luz del día -el año 2007, antes de la locura Twilight- Vampire Academy quizás hubiera podido tener una chance de captar una audiencia mucho más amplia. Lamentablemente, estamos en 2014, y ya con un esfuerzo básico no es suficiente cuando el subgénero está tan vapuleado por sucesivas oleadas de seres pálidos con colmillos. Mitad entretenida, mitad soporífera, no es extremadamente mala pero tampoco es lo genial que prometía su interesante avance.
Locademia de vampiros Nacida directamente de la orfandad comercial generada por el fin de las sagas Crepúsculo y de Harry Pottter llega a nuestras pantallas la nueva “apuesta” de Marks Water, que toma como base la saga editorial creada por Richelle Mead y adaptada cinematográficamente por Daniel Waters. El film resulta ser un híbrido que intenta mixturar las insatisfechas necesidades carnales de los vampiros teen con las anécdotas que pueden generarse dentro de una academia de entrenamiento de poderes especiales. Con una intencionalidad que de tan manifiesta resulta irritante, la propuesta es simple: lograr un relato que contenga todos los tópicos que el público adolescente consume como jóvenes atractivos, pulsión sexual desbordante, satisfacción carnal inexistente, léxico propio que genere sensación de pertenencia y posibilidades de proyección en caso de ser bien aceptado por el nicho etario al cual está dirigido. Estos son los elementos en los que se cimenta el relato de Mead para transpolar la esencia del vampirismo y morigerarla a través de situarla en un marco adolescente y más aún en una Academia de Vampiros. Los vampiros son divididos entre diversas castas en base a su peligrosidad: así estarán los moroi, situados como los más inofensivos y pacíficos; los Dhampir que son los guardianes de estos y por último los letales Strigoi, auténticas máquinas de matar. La historia se centrará en su inicio en la relación trabada entre una joven princesa moroi (Vasilisa Dragomir) y su fiel guardiana y compañera Rose Hathaway. Ambas han tratado de evadir los doctrinantes destinos de la Academia, huyendo, pero son recapturadas y obligadas a permanecer en las instalaciones institucionales vampíricas. Allí, Rose tendrá su objeto romántico y no será otro que Dimitri Belikov, su fornido instructor en las artes del combate cuerpo a cuerpo. En medio de los conflictos típicos de cualquier adolescente (inclusión, identidad, pulsiones sexuales y deseos) ambas jóvenes deberán también combatir contra una amenaza externa que se cierne sobre ellas atentando contra su estabilidad. El relato de Richelle Mead nos ofrece un universo que atenta contra la esencia misma del vampirismo. La visceralidad, la voracidad o como en su momento Ridley Scott nos enseñara el ansia se encuentran fuera de la fuerza motora de estas jóvenes. ¿Y qué es un vampiro, sino un ser signado por la desgracia de destruir aquello que más ama y no poder saciar ni su sed ni su amor? Todos estos elementos que enriquecen el relato de estos maravillosos seres se encuentran ausentes en el film de Waters, que se muestra apenas un poco más elaborada del universo de Crepúsculo. Quizás los amantes de aquella saga no se sientan defraudados con el film, pero para el público en general comete el peor de los pecados en una historia de vampiros: no tener sangre y bien sabemos que sin ella no puede sobrevivir. Tal vez sea hora que tanto autores como directores dejen de subestimar al público adolescente y comiencen a realizar historias que sean interesantes y vívidas, con pulso, con sangre y con latidos . Caso contrario estaremos frente a la terrible realidad de generaciones enteras que tendrán como referente a Crepúsculo, Cazadores de Sombras o films como éste. Por suerte siempre tendremos los clásicos que como los auténticos vampiros son eternos
Basada en la novela para jóvenes-adultos escrita por Richelle Mead, Academia de Vampiros es un mero rejunte de otros films del género. Rose Hathaway (Zoey Deutch) es una Dhampir (mitad humano, mitad vampiro) quien entrena para ser guardián y está al cuidado de Lissa Dragomir (Lucy Fry), la última descendiente de la familia real Dragomir. Lissa es una Moroi, una clase de vampiro que posee la habilidad de controlar los cuatro elementos (tierra, agua, fuego, viento) y que co-existe tranquilamente con los humanos bebiendo sangre de donantes. También existen los Strigoi, una raza de vampiros que matan y beben la sangre de sus victimas. Cuando la vida de Lissa se ve amenazada Rose deberá protegerla, aunque eso implique ir en contra de la Academia. Vampiros eran los de antes The-Vampire-Academy-movieAcademia de Vampiros está basada en la novela homónima escrita por Richelle Mead. Esta es la primera parte de una saga compuesta por otras cinco secuelas que, con algo de suerte (o no), tambien será adaptadas a la pantalla grande. Son tiempos difíciles para ser vampiro. Como diría un famoso personaje de la TV argentina: “Como te ven te tratan, y si te ven mal: te maltratan”. Y es así nomas, Crepúsculo desató una oleada de vampiros cool que ya no parecen vampiros y amor paranormal que parece estar lejos de extinguirse. Academia de Vampiros es una nueva entrada en este ya sub-genero de adaptaciones de novelas para jóvenes adultos que, poco a poco y película tras película, decae en calidad y en originalidad. En los últimos años vimos otras adaptaciones morder el polvo como fueron Hermosas Criaturas o mas reciente en el tiempo Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso. Todas ellas no lograron siquiera a acercarse a cumplir sus expectativas mínimas, dejando sus ya planeadas secuelas en la nada. Si por algo funcionaron films como los de Harry Potter, Los Juegos del Hambre o incluso la mismísima Crepúsculo con todo lo malo que podemos decir sobre ella, es porque tenían una importante cuota de originalidad (algunas mas y algunas menos) en su relato. Todas las películas que vinieron después (y por consiguiente sus novelas) parecieran ser meras copias que toman prestados elementos de algunas de estas novelas y los tuercen un poco para parecer una obra original. vampire-academy-film-2-1024x682Academia de Vampiros está dirigido por Mark Waters, un hombre con una carrera sumamente intermitente que llegó a su pico máximo con la fantástica Chicas Pesadas. Aquella película con Lindsay Lohan y Rachel McAdams se transformó en algo así como un clásico de culto y le dio al director chapa en lo que relatos centrados en colegios secundarios (o universidad en este caso) respecta. Si bien podríamos decir que Waters fue una buena e interesante elección por parte de los productores para encargarse del proyecto, lamentablemente la falta de originalidad del material termina por jugarle en contra. El director usa todos sus trucos y logra algunos buenos momentos cómicos, pero no mucho mas que eso. Academia de Vampiros es un film que todo el tiempo nos recuerda a otras películas. Es inevitable que los “vampiros” nos hagan acordar a Crepúsculo aunque la película intente alejarnos todo el tiempo de aquella saga con chistes de una linea como “nosotros no brillamos bajo el sol”. O que la Academia del título nos recuerde a Hoghwarts de Harry Potter. Las comparaciones son interminables e inevitables. Los papeles principales recayeron sobre las actrices Zoey Deutch y Lucy Fry. Y mientras que podemos decir que Deutch hace un trabajo decente y es una digna protagonista que le proporciona frescura al relato, nada de eso podemos decir sobre Fry, quien pareciera vagar por la película sin ningún tipo de expresión o sentimiento. Conclusión Academia de Vampiros es una película que, imagino, disfrutarán mas aquellos que estén familiarizados con la novela, ya que no tiene ningún tipo de atractivo o novedad para el resto del público. A pesar de contar con una protagonista carismática y algunos momentos divertidos, la película nos recuerda constantemente a otras películas del genero.
Hace un tiempo, cuando se empezaba a leer acerca de Academia de Vampiros, las notas hacían énfasis en que era como la “versión sexy” de la Saga Crepúsculo y se le volvería a dar vigor a los chupasangre con una mitología que los iba a acercar al universo de Harry Potter. Habiendo visto la película uno puede pensar: que ganas de insultar el buen nombre de Harry e incluso el de Edward Cullen, porque nos encontramos ante la peor película de vampiros (mainstream) de la historia. Al momento de analizar el film, este o cualquiera, hay que repasar todos los elementos que la componen: la dirección, la puesta en escena, el guión, las actuaciones, los efectos, etc. Bueno, resulta que en Academia de Vampiros no se puede destacar nada en alguno de esos departamentos. Aquí nos encontramos con otro intento de los grandes estudios para capitalizar el espacio vacante que dejó Crepúsculo, y tal como sucedió con Hermosas Criaturas (2013) y Cazadores de sombras (2013), solo por nombrar las más recientes adaptaciones de novelas sobrenaturales para jóvenes adultos, se volvió a fracasar. Pasa que esta vez se puede hacer más hincapié porque tenemos a vampiros como protagonistas, lo que da indicio a que el género parece que está llegando a su fin, aunque sea en el cine. ¿Sexy y vigorizante? Eso se puede encontrar en la serie True Blood o incluso en el melodrama The Vampire Diaries, porque aquí no hay nada de eso, el director Mark Stephen Waters, quien había hecho un gran trabajo con la genial Mean Girls (2004) no genera climas ni intriga ni logra que el espectador se pueda conectar con alguno de los insoportables personajes en lo que es, tal vez, el peor casting del cine reciente. A las pobres e ignotas actrices Zoey Deutch y Lucy Fry les tocó encarnar los nefastos roles principales y se siembra la duda de que si son ellas pésimas actuando o si el guión es tan malo que no pudieron remarla ni un poco. Sus futuros papeles lo determinarán. Y hablando de guión, no solo es inconexo y con giros inexplicables sino también desde el minuto uno bombardea al espectador con tanta información sobre ese universo que a no ser que se haya leído los libros es imposible procesar rápido como para meterte en la historia. Todo esto sumado a unos efectos especiales muy cuestionables, hacen que el espectador no quiera visitar nunca más esta versión infame de un (muy falso) Hogwarts y extrañar en demasía a Robert Pattinson y Kristen Stewart, y eso es decir demasiado.
Vampiros en un colegio parecido al de Harry Potter, en la primera entrega de lo que promete ser una serie de películas basada en una serie de libros best seller de la autora estadounidense Richelle Mead (pelirroja, menos de 40 años, ex maestra). En cuanto a la operación comercial, es evidente y descarada: adolescentes, amistad, amor, atracción, traiciones, misterio y, claro, vampiros, una moda a la que aparentemente nunca le llega su hora crepuscular. Aquí tenemos tres clases de vampiros: los de linaje real (Moroi, frágiles y con poderes mágicos), los que cuidan a los de linaje real (Dhampir, fuertes y mitad humanos) y los malos (Strigoi, malos e inmortales, más tradicionales), que amenazan a todos. La película explica eso y más -un accidente, la vida y las reglas del colegio, misterios varios, etc.- con muchos detalles. Y presenta pilas de personajes, entre ellos a las chicas protagonistas: rubia y morocha, una Moroi y una Dhampir. La primera media hora abruma en cantidad de información: diálogos, voz en off, aclaraciones en primer plano, flashbacks. En manos de muchos otros directores, esto podría haber sido un desastre, un desconcierto irremontable, un caos ruidoso y hormonal. Y hay ruido y hormonas, pero el comando es de Mark Waters (oriundo de Michigan, como Richelle Mead). Mark Waters tiene autoridad cinematográfica en películas de chicas adolescentes en el colegio secundario: su película previa más notable, Mean Girls (2004, aquí titulada Chicas pesadas ), no sólo es muy buena, sino que ha adquirido un notable y merecido estatus de culto. En medio de las celebraciones por los diez años de esa película, las comparaciones con Academia de vampiros tal vez vengan al caso. Las protagonistas de Chicas pesadas fueron Lindsay Lohan y Rachel McAdams, un dúo superior al de las más televisivas -en el gesto, en el énfasis- Zoey Deutch y Lucy Fry, de pálida fotogenia. Ambas son adaptaciones de libros preexistentes: el guión de Chicas pesadas era de Tina Fey, que parecía haber nacido para escribir ese guión; el de Academia de vampiros , de Daniel Waters, hermano del director y que fue guionista de Batman vuelve . En Academia de vampiros, los hermanos Waters ordenan y presentan un mundo ficcional con personajes y peripecias en cantidades de novela. Y, sin el brillo de sus carreras pasadas, apuntan a la solvencia con resultados dispares: fracasan en los segmentos de acción y aventura -de exposición atolondrada- y mantienen la gracia, la fluidez y la comedia en los diálogos y en la circulación de energía adolescente, en la sangre vampira en ebullición.
Rara contienda en una escuela El ritmo de la película se mantiene, no hay nada original, los personajes son chatos y hay muchos clisés. Es una película ideal para adolescentes sin demasiadas pretensiones. Parece que los vampiros que conocemos por las películas o los libros, están tan divididos como cualquier familia, o grupo político. Hay unos que son descendientes de reyes o aristócratas. Pueden morir, se alimentan de sorbitos de sangre, son muy blancos y odian la luz. Estos pertenecen a la categoría Moroi y son pelirrubios, muy pacíficos y sensibles. Pero también están los Dhampir, que ni son vampiros ni son humanos. En realidad, son una mezcla de los dos. Y por último también están los Strigoi y estos sí que son malos. Pertenecen a la nocturnidad, son inmortales y tienen el mayor poder y fuerza que los otros. La película "Academia de vampiros", basada en la primera parte de la saga de Richelle Mead, trata la historia de dos adolescentes, Rose (Zoey Deutch) y Lissa (Lucy Fry), que son amigas y asisten a la Academia St. Vladimir, escuela tipo Hogwarts, en la que estudiaba Harry Potter, con una población juvenil de vampiros de todo tipo y edad. AMIGAS EN PELIGRO Como Rose es Dhampir, que protege a los Moroi y Lissa (Lucy Fry) es una princesa Moroi, la primera protege a la segunda. Pero las cosas se complican en una escuela donde hay tanto tipo de vampiraje. En consecuencia, las chicas deciden irse de la escuela pero, atrapadas, deben regresar y enfrentar a sus opositores con los fuegos artificiales de sus poderes. Hay romance (entre Rose y su instructor), luchas por el poder, celos y muchas persecuciones. El caso es que la Academia se convierte en campo de batalla, donde cada uno muestra sus poderes y los Strigoi, vampiros malísimos se agrupan para hacer que triunfe el mal. El filme está dirigido al público juvenil. Imaginen que hay seis libros que integran la saga vampírica y de ellos se vendieron ya ocho millones, así que no alcanzan los dedos de una mano para contar las películas basadas en libros que nos esperan. Por ahí, entre vampiro y vampiro asoman actores como Gabriel Byrne, o la bella Olga Kurylenko, que supo estar en "Quantum of Solance", como la chica Bond, pero, bueno, hay que vivir y debieron aceptar papeles que quizás no les gusten demasiado. El ritmo de la película se mantiene, no hay nada original, los personajes son chatos y hay muchos clisés. Es una película ideal para adolescentes sin demasiadas pretensiones.
Fusionando sagas exitosas como la de CREPUSCULO o incluso HARRY POTTER, ACADEMIA DE VAMPIROS nos presenta un nuevo universo ideado y pergeñado para los espectadores adolescentes. Más cerca de las telenovelas que de los filmes de género, la cinta cuenta con un elenco con poco ángel, y efectos especiales rudimentarios, que no ayudan a sacar a flote un filme claramente destinado a los incondicionales de las históricas vampíricas color rosa.
Se terminó la exitosa saga de “Crepúsculo” y llega la primera entrega del best seller de Richelle Mead donde los vampiros (¿se lo habra imaginado alguna vez Bram Stoker?) tienen una realeza y tres categorías: Moroi, Dhampir y Strigoi, nobles, mitad humanos y malísimos. Acción, poco romance, almas gemelas. Dedicada a un público adolescente que se supone está sediento de este género.
Otra de vampiros juveniles No es novedad que toda fórmula que funciona en Hollywood se exprima hasta el hartazgo. Sin ningún rastro de originalidad ni intenciones de realizar un mejor producto del género, y con el único fin de explotar otra serie de libros sobre vampiros juveniles. Ahora le tocó el turno a Academia de vampiros (Vampire Academy, 2014) la saga literaria de Richelle Mead que plantea un universo atractivo pero que el film aquí citado no le hace ningún honor. La acción se centra en dos amigas adolescentes. Rose Hathaway (Zoey Deutch) y Lissa Dragomir (Lucy Fry), dos chicas de 17 años que asisten a una escuela para Moroi (vampiros mortales y pacíficos) y Dhampir (guardianes, mitad vampiros, mitad humanos, encargados de proteger a los Moroi). Los Dhampir se entrenan y tienen visiones de los Moroi para poder anticiparse en el supuesto ataque de un Strigoi (vampiros malvados e inmortales). En esta primera parte que ya anuncia una continuación, vemos a Rose y Lissa, Dhampir y Moroi respectivamente, ingresando a la academia de vampiros St. Vladimir, una universidad símil a la de cualquier film de preparatoria con el que Academia de vampiros juega. De ahí en más la película transita por todos los lugares comunes de este subgénero adolescente: las fiestas, el sexo, la atracción por el sexo opuesto, el alcohol (aquí sangre por supuesto), los grupos sectarios de adolescentes y el valor de la amistad. Siendo este último el tema que rodea la película. Pero claro, también hay un actor de renombre para darle un poco de credibilidad al relato: Gabriel Byrne es el padre vampiro, algo así como un rector honorario de la universidad de las chicas. Nada de esto alcanza para salvar a Academia de vampiros de la calificación de film intrascendente. ¿Por qué? Porque parece no interesarse jamás en la calidad de su producto. Los efectos especiales son berretas (los lobos son terribles), el maquillaje es espantoso (Gabriel Byrne pálido para demostrar que es vampiro) y la insistencia en los conflictos adolescentes (quien gusta de quien, que vestido le queda mejor a la amiga), no hacen más que subestimar al espectador. Academia de vampiros, a nivel interés, repite el mismo y esquemático planteo que Crepúsculo (Twilight, 2008) que además tiene un personaje muy parecido a Robert Pattinson. Un film realizado de manera precaria, que roza lo berreta, para llevar a la pantalla grande otra saga juvenil de vampiros.
Otra de amor adolescente y colmillos La receta es simple: mezclamos un poco de "Crepúsculo" y bastante de Harry Potter, le agregamos un poco de humor adolescente, y tenemos esta floja "Academia de Vampiros", el último subproducto del fenómeno de taquilla de la fantasía teenager. Basada en las novelas para jóvenes de Rachelle Mead, el argumento describe una compleja mitología vampírica que no es muy feliz ni tampoco comprensible del todo. Básicamente, el asunto es que en este universo imaginario hay tres tipos de vampiros diferentes. Unos son algo así como vampiros light, otros son mestizos con algo de humanos y algo de vampiros, y por último están los ciento por ciento vampiros pertenecientes a una antigua y mítica raza, algo así como la aristocracia de los chupasangres, que suelen contar con la protección y el cuidado de los anteriores. El centro de la historia tiene que ver con la relación entre Zoey Deutch amiga y protectora de su amiga de sangre real, Lucy Fry, con quien viene intentando escaparle al al establishment vampírico, que de todos modos logra llevarlas a la Academia a la que se refiere el título. En ese lugar se desarrolla la mayor parte de las obvias situaciones, casi sacadas de un catálogo de viejas comedias fantástico-adolescentes. Sin embargo hay que reconocer que el film tiene al menos algunos puntos fuertes. Para empezar, la protagonista lleva adelante la historia con carisma y talento, lamentablemente mucho más talento que el de la mayor parte de los integrantes del elenco, y cada tanto aparece un buen gag, o una divertida escena de acción sobrenatural. Lo que llama la atención es la decadencia de un buen actor como Gabriel Byrne, quien más allá de interpretar a un vampiro demasiado añejo aun para los estándares de inmortalidad del caso, luce destruido y ofrece una de las peores performances de su carrera.
"Crepúsculo" (que no la aplaudo, obvio), al lado de "Academia de Vampiros", es un lujazo. Si prestan atención al poster, no es muy tentador que digamos... ok, la película menos. Una idea hecha 80 veces, pero con la vuelta de tuerca de una escuela para vampiros (vampiros denominados Moroi, que son los pacíficos, mientras que los Dhampir, son los encargados de proteger a los Moroi, estos mitad humanos, mitad vampiros... ahhh, y claro, están los malos, si no no tenemos película, que se los llama Strigoi). Película con problemas adolescentes, vampiros, lobos, luchas, mucho efecto especial y poco guión. Abramos un paréntesis y dejame recomendarte una gran película de la misma temática, pero hecha seriamente... buscá "Let me in", y disfruta de una buena de vampiros. Es excelente. Igual si queres ir al cine a ver "Academia..." sabé que yo te avisé.
VideoComentario (ver link).
Tibio examen de sangre Otra película -light- que reúne colmillos, amor y magia para público adolescente. Las protagonistas son dos chicas de 17 años. Como si fuese el Colegio Hogwarts, de la saga Harry Potter, pero en versión vampírica, llega otro filme de colmillazos, amor, magia... bah, más de lo mismo para el público adolescente, pero con la diferencia de darle un marco académico. ¿A la facu? ¿Qué enseñan? No se aprecia mucho en este filme de Mark Waters (Chicas pesadas), aunque se sabe que en la Academia St. Vladimir hay que quemarse las pestañas para acumular poderes y derrotar a los strigoi, upires inmortales y de gran potencia. Los de verdad. Los chupasangres “light” llegan con los dhampir, guardianes mitad humano-mitad vampiro, que deberán velar por la seguridad de los moroi, la raza más pacífica. Sin fuego, ni ganas, los vampiros estudiantiles se alimentan del fluido humano de donantes que colocan su brazo en mesas de extracciones Ni luchan por el vil fluido. ¡Qué herejía! El filme gira alrededor de dos jovencitas de 17 años, la morocha, Rose Hathaway (Zoey Deutch), quien verá a través de los ojos de la princesa Lissa Dragomir (la blonda Lucy Fry) cuando ella esté en peligro. Y buscará protegerla. Comparar este filme con Crepúsculo es una falta de respeto. La saga creada por Stephenie Meyer se toma en serio -o al menos eso aparenta- el argumento. Sus personajes tienen una identidad definida y roles bien marcados. No hay confusión. En Academia... hay una amalgama de personajes tibios, similares, que pelean confundiéndose entre ellos. Hasta los muchachos son delicados y luchan de igual a igual con las chicas. En esta película hay varios pasajes en los que los protagonistas parecen reírse de sus actuaciones (sobre todo entre Rose y Lissa), como si fuese una pseudoparodia embebida en un filme “serio”. Si se lo ve como un recurso descontracturado, se puede perdonar, pero si se toma a rajatabla y hay que desmenuzar las ideas del filme, Academia... se hunde sin piedad por su vacío de ideas. Las chicas podrán embobarse con el imperturbable porte del ruso Dimitri Belikov (Danila Kozlovsky) y los muchachos aullar por los pronunciados escotes de Rose. Y, aunque usted no lo crea, habrá segunda parte que promete más colmillazos, poderes y oscuridad. Así que a cuidar esos cuellos. Y ojos.
Imaginemos un grupo de febriles creativos de Hollywood tratando de encontrar una nueva serie de películas que sostenga el sistema -ya nocivo- del mega tanque. “Probemos con chicas de high-school”; “probemos con algo de magia”, “probemos con vampiros, pero buenos”. Pues bien, incluso así el cóctel podría ser bueno si se realizara con humor y simpatía, y lo primero es lo que falta definitivamente -o falla el golpe- en este film demasiado pequeño.
La película Academia de Vampiros recrea con buenas armas el primer volumen de una saga literaria para adolescentes. "Corriéndose al fondo, que hay lugar...". Eso parece decir la película Academia de vampiros, de Daniel Waters que busca acomodarse justo allí donde parecía que Crepúsculo se encontraba tan a gusto, repantigada a todo lo largo del sofá. Y es que los anaqueles de literatura fantástica para adolescentes desbordan de sagas que no fueron llevadas aún al cine. Parece que llegó el turno de la novelista Rychelle Mead, autora de un serial de seis partes de las cuales la primera fue tomada para hacer este largometraje. En las contratapas de los volúmenes está su foto, una chica de unos 30 años, piel blanca, ojos azules y cabello muy colorado. Ella es la autora retocada por el Photoshop, o mordida por uno de sus personajes que no pudo robarle la belleza. ¿Y la película, qué tal? Está bien. Tiene personalidad y no le teme al éxito de Crepúsculo. Es más, la nombra (con una mezcla de burla y celos). Las protagonistas son dos adolescentes, Rose y Lissa, que se reinsertan en una academia para vampiros después de cometer una travesura que casi les cuesta caro: explorar solas el mundo de los humanos. De vuelta en la institución, las dos son reprendidas y aleccionadas sobre la trascendencia general de sus conductas. Lissa, una vampira de sangre noble, está en línea sucesora para convertirse en reina de una dinastía, y Rose es por mandato milenario una guardiana enviada para cuidarla. Cuidarla sobre todo de sus congéneres, porque hay dos razas de bebedores de sangre: los que la sorben por necesidad, sin maldad, y los que lo hacen con el deleite extra de matar. Menos acción y terror que romance e imaginación tiene esta historia, que aborda algo del "drama" de la escuela secundaria, uno de los temas favoritos del cine norteamericano para adolescentes. La película indaga también en la relación de amistad femenina, un terreno fértil para el cine y los libros, que aquí no evade las sugestiones eróticas, sino todo lo contrario. De todo ello resulta una película que propone 100 minutos de una atmósfera inquietante, muy conversada, pero con líneas de diálogo atractivas y dinámicos pases de situaciones. Junto al joven elenco, que tanto en los protagónicos como en los secundarios cumplen muy bien con su tarea, se destacan dos veteranos acostumbrados a brindar aportes ricos y útiles. Joely Richardson y Gabriel Byrne interpretan a la reina Tatiana y a Víctor Dashkov, el rector de la academia. También tiene una participación Olga Kirilenko, la supermodelo rusa que se pasó al cine y que adorna más todavía esta pintura de colores escarlatas.
Luego del lugar vacante dejado por la insufrible saga de “Crepúsculo”, surgieron varias películas tratando de ocuparlo. Estamos ahora frente al intento más cercano en tanto y en cuanto a personajes principales se refiere, pero funcionando en otro espacio físico y agregando personajes de otras series. Lo que hasta podría determinarse, aunque se queda en el intento, es emular la escenografía de esa otra saga, no muy agraciada por cierto, como lo fue la de Harry Potter. Ya al comenzar “Academia de vampiros” nos percatamos de que nos estamos enfrentando a lo peor que se pudo haber visto en años, y si las mencionadas antes son un insulto a la inteligencia y sensibilidad de los adolescentes, al menos los que circulan por estos lares, esta última producción exacerba la falta de respeto hacia ellos. De modo que para poder instalar como tal una mitología inexistente, el filme se presente, desarrolle y finalice excesivamente discursivo, sobre todo en el primer tercio. Voz en off mediante, es tanta la información que entrega de manera oral que, además de ser inconmensurable, se vuelve ininteligible, por no decir confuso. Claro que con el transcurrir de los minutos, siendo esta una película de formula, y como tal poseedora de todos los ingredientes necesarios para este subgénero (en términos peyorativos), termina siendo construida como un gran catalogo de lugares comunes, por lo que todo empieza a ser entendido, situación que no va a favor de la producción sino que sólo confirma la atroz mediocridad presentada desde un principio. Hay otro intento para despegarse de la comparación, que es el tomarse en solfa sus antecesoras, pero esta variable también transita por la vía de lo previsible, con juegos, guiños y bromas ya visto infinidad de veces mejor instalados y resueltos, por lo cual no genera ninguna sorpresa, meno aun expectativas Todo esto ocurre en la Academia St. Vladimir. Alejada de todo, la Academia es un lugar donde los vampiros Moroi estudian las artes de la magia, en tanto los Dhampir, mitad humanos, aprenden a protegerlos. El punto de vista y el relato se instala desde Rose Hathaway (Zoey Deutch), una veinteañera Dhampir que nos va a narrar, literalmente hablando, todo el filme. Los de su género no tienen la necesidad de enamorarse, son exclusivamente guardianes y están obligados a protegerse continuamente de las mortales amenazas de los malvado Strigoi, los únicos vampiros a la antigua. Su conflicto personal se presenta cuando descubre que su tutor en la Academia de vampiros va a ser Dimitri (Danila Kozlovisky, no hay error de teclado, es un galancito ruso), por quien Rose se siente más que embelesada. Además, el único rival a su medida es también el único que puede ayudarla a salvar a su mejor amiga y princesa Moroi, Lissa Dragomir (Lucy Fry) Pero como esto se puede resolver en pocos fotogramas se debe avanzar en un conflicto superior, ese que debería servir para que los personajes accionen, pero la mayor parte del tiempo se pierde en peleas, muchas veces injustificadas y siempre mal coreografiadas, así lo que correspondería que llevara a un estado de tensión mueve a sonreír. Los efectos especiales son del mismo orden, la palabra más usada en mi barrio seria berreta. Los lobos que aparecen, como por arte del destino, pueden ser catalogados como de lo peor realizado en ese rubro en muchos años, tal es así que George Melies (1861- 1938) estaría avergonzado, mire usted. Pero como debe ser un producto vendible no alcanzaba con la trouppe de actores salidos de la serie de TV, por lo que los encargados de hacerlo y promoverlo debieron recurrir a nombres conocidos y buenos actores, como Gabriel Byrne (“Los sospechosos de Siempre”, 1995), quien personifica a Victor Dashlov, el director de la escuela. Si algún rubro aún quedaba pendiente para destruir encontramos el maquillaje que para hacerlo aparentar como un vampiro octogenario enfermo de muerte lo logra, claro que su personaje es importante para el desarrollo del guión, si lo hubiera, que para la historia. Por allí, y de manera totalmente injustificada, aparece Joely Richardson como la Reina Tatiana. ¿Qué hace una reina en una escuela?. Realmente sobra. La platea femenina podrá ser atrapada por la estirpe del actor ruso, en mi caso eso lo produjo la pr le pida buenas actuaciones. Éste es el primero de los seis libros de Michelle Mead, por si esta información no alcanzare, el filme, y supongo que el texto de origen también, apuesta a temas como la amistad, la lealtad, el amor, la traición, la lucha entre el bien y el mal, y cierra con lo que seguramente será el principio de la segunda entrega, siempre y cuando las arcas de la productora se vean beneficiadas. Dios no lo quiera, por el bien de nuestros jóvenes.
Adaptando vampiros El hecho de que sean una de las criaturas fantásticas más interesantes de la literatura gracias, principalmente, a la magistral obra de Bram Stoker, garantiza que veamos vampiros por doquier, con una mitología ampliada que se adapta a las necesidades de cada momento. Es decir, las variantes son infinitas: podríamos tener vampiros científicos bajo el complot de los iluminati, vampiros que viajen en el tiempo, vampiros románticos vegetarianos (ah, no, ese ya lo hicieron), vampiros con armas de destrucción masiva y poderes infinitos… en fin, el vampiro y el vampirismo se transforman en un objeto fetiche que se puede adaptar a cualquier formato. Es así que vemos series como The vampire diaries, True blood o, hace no tanto tiempo, Buffy la cazavampiros, además de películas como Crepúsculo (esa telenovela conservadora con vampiros) o Blade (acción con vampiros). Las variantes y el mercado le han dado a estas criaturas el aire que no han obtenido los hombres lobos (pero sí para secundarios), los ogros o los fantasmas. En este marco, la adaptación de Academia de vampiros se puede definir con notable facilidad: imagínense Gossip girl + Crepúsculo + las últimas tres películas de Harry Potter y tendrán el producto en cuestión. Nada novedoso bajo el sol, tan sólo una variante que se pretende ingeniosa a partir de formatos exitosos actuales. El nombre de Mark Waters hacía sospechar o desear que quizá haya algo de comedia para darle aire fresco a esta película; sin embargo, cuando se observa que es la consecuencia de una nueva saga de best sellers, se pierde toda esperanza. Es lógico que sea un producto industrial lo más fiel posible al texto en cuestión, con el aliciente de lo que pueda hacer Waters detrás de la cámara que, más allá de tratarse de un director irregular, ha entregado buenos trabajos como Las crónicas de Spiderwick o la sobresaliente Chicas pesadas, y por lo tanto el tono sería épico, lejos de la comedia. Bueno, entonces lo que tenemos en cuestión es una historia adolescente en una academia bastante particular donde los alumnos viven pendientes de la popularidad que alcancen, preparándose (aprendiendo artes marciales y magia) para un mundo donde los strigoi acechan en búsqueda de la sangre de morois, dhampires o humanos. Todo esto parece bastante confuso pero en la película está bien explicado, así que no hay un problema de guión en este aspecto. El papel que cumple cada clase está sujeta al linaje, así por ejemplo nuestra protagonista, Rose (Zoey Deutch), es una moroi que tiene la tarea de proteger a la dhampir Lissa (Lucy Fry), una princesa destinada a ser la líder de la academia, a raíz de un incidente donde sus lazos fueron afirmados tras un choque donde Lissa tuvo que usar sus poderes curativos para salvar a Rose. Pero más allá de este mejunje de razas y poderes el problema central de esta película no está aquí. El problema está en cómo la narración alterna inexplicablemente puntos de vista, en cómo no fluye porque en la edición se comete inexplicablemente el error grosero de pasar de música subjetiva a ambiental sin ningún tipo de transición, en las flojas actuaciones del elenco, con un Gabriel Byrne que no estaba tan sobreactuado desde El día final, y la falta de solidez de la trama para conectar personajes secundarios con primarios y situaciones dramáticas con la frivolidad de “la vida en preparatoria”. Es una película fragmentada en innumerables secuencias que nunca fluyen, salvo quizá en el romance de Rose con su profesor Dimitri (Danila Kozlovsky). Incluso su núcleo, el suspenso que moviliza la trama con su cuento detectivesco que se asemeja a los complots internos de Harry Potter, se termina disolviendo hacia el final con resoluciones forzadas. Insulsa y mediocre; entretenida aunque más no sea para ver cómo se conectan las piezas del enigma, Academia de vampiros es otro producto del marketing vampírico, bastante alejado de las bases de su mitología.
Las chicas solo quieren divertirse Uno está tentado de decir que hay aquí una película pálida, una cosa minúscula, ciertamente una nimiedad. Una película que es como un programa de televisión, volátil, a veces un poco engorrosa, que cae en la trampa de su propio palabrerío y que, de a ratos, tiende incluso a excusarse a sí misma de no ser más que una especie de vacío sin fondo, donde la letra de un libro nacido para ser best-seller (faltaba más) va a inscribirse, casi como una pirueta inevitable. La gracia de todo el asunto es que dentro de la película asoma una historia de chicas: la rubia es una suerte de vampiro, una princesa de una casta extraña a la que hay que cuidar y que se disputa una “tribu” enemiga. La chica morocha, su mejor amiga, tiene poderes sobrenaturales y asiste por la fuerza a la academia del título, institución centenaria en la que, mientras se instruye sobre las materias propias de su condición y se prepara para sobrevivir junto a otros jóvenes congéneres que participan de su misma naturaleza, aprovecha para encandilarse soñadoramente con su entrenador, un guardaspaldas adusto y taciturno que prácticamente la dobla en edad. Academia de vampiros podría ser un destilado de Harry Potter y de Crepúsculo aderezado de a ratos, no siempre orgánicamente, con algo de slapstick y de comedia de enredos. Lamentablemente, estas dos últimas líneas no llegan nunca a hacerse visibles del todo, porque es evidente que los responsables de la película están mucho más interesados en explotar el filón que se les ofrece al mimetizarse en la estela de la saga de vampiros hormonales de la señora Stephanie Meyer. Si embargo –hay verdades que no son del todo concluyentes– por momentos la película nos dice como en susurros que no estamos ante un espectáculo completamente desestimable. Hay que oír los diálogos que la película dispone con precisión y suficiencia en cada escena, disparados como fuegos artificiales en los duelos verbales en los que se embarcan los personajes, siempre midiéndose y retándose unos a otros, con el brillo de una elegancia isabelina que viene a contrastar cómicamente con las figuras de esas chicas que parecen salidas de algún show tipo America´s Next Top Model. O verlas si no asistir a una fiesta, mediante una bella entrada en ralenti llena de color, que sugiere el tono de síntesis emocional que el director Mark Waters parece querer colar sutilmente, casi como un esbozo de marca autoral, en la uniformidad un poco desoladora del conjunto. Así las cosas, no es difícil advertir que la estrategia del espectador feliz debería ser la de dedicarse, perversamente, a desestimar todo clímax, toda vuelta de tuerca de la trama –¿a quién le importa, en realidad, quién cambia de signo en esta historia, quién parece bueno y al final no lo es?– , pero también todo posible happy ending o final abierto (ese signo de interrogación que las franquicias de su clase dejan flotando en el último plano), y concentrarse, en cambio, en los desvíos milimétricos, en las imprudencias, las breves oscilaciones que la película regala en cuenta gotas, como si fueran el testimonio de un orgulloso secreto.
“Academia de vampiros”: SHOPPINGS, CELULARES Y UN POCO DE SANGRE Con el correr de los años, las grandes transformaciones en la comunicación y los avances tecnológicos se fueron haciendo cada vez más partícipes en la vida cotidiana de las personas. Lo material como necesidad, la mujer como objeto de deseo y el teléfono celular como una extensión del cuerpo humano, son algunos de los conceptos que giran en torno a este contexto. Pero a pesar de todo eso, nadie iba a pensar que este mundo podría trasladarse al mismo de los vampiros, ese antiguo personaje mítico que causaba temor y miedo en la mayoría de la gente. A partir de la saga “Crepúsculo”, esta criatura logró renacer y sumergirse en el siglo XXI y en el corazón de todas las mujeres adolescentes. Aparentemente, es por esa razón que los estudios volvieron a incurrir sobre este método y ahora nos traen “Academia de vampiros”, un nuevo film teñido por el estilo de vida universitario estadounidense y los ya conocidos mitos vampíricos. La película, dirigida por Mark Waters, quien llevó en dos ocasiones a Lindsay Lohan hasta el estrado de los MTV Movie Awards, relata la historia de Lissa (Lucy Fry) y Rose (Zoey Deutch), dos amigas que asisten a una escuela exclusiva para seres de su especie. La primera de ellas es una princesa Moroi (vampiros mortales y pacíficos), mientras que la segunda es una rebelde Dhampir (guardianes, mitad vampiros, mitad humanos, encargados de proteger a los Moroi). Luego de escaparse de la academia, son obligadas a volver a los peligros de la misma, en donde merodean los Strigoi (malvados vampiros inmortales), quienes quieren terminar con las 12 familias reales de los Moroi con el fin de dominar la sociedad. A partir de allí, los protagonistas y antagonistas comienzan a revelarse haciendo que las acciones transcurran a tal punto que la tensión va aumentando a medida que el final se acerca. De esta manera, bailes, reinas, grupos de amigos que se odian, shoppings, escotes, algo de bullying, y un poco de sexo, se fusionan en una misma historia con sangre, colmillos, estacas, noches peligrosas y seres inmortales. Del mismo modo se hacen aquí presentes algunas mujeres detestables, los mayores entrometidos, muchos cuerpos esbeltos y varias caras bonitas, que son las que intervienen en el sentimiento de amor-odio del público expectante. Un reparto con poco renombre, música pop a la moda y algunas ideas o escenas que nos recuerdan mucho a “Chicas Pesadas” (2004) o a las películas de Harry Potter, son las que terminan de redondear un film aceptable que no provoca dudas pero sí deja algunos cabos sueltos que dan espacio a pensar que una futura secuela es posible. A pesar de que uno pueda ser fanático o no de este cine meramente comercial y de que seguramente Drácula esté revolcándose en su tumba, no caben dudas de que estas fórmulas nunca fallan ya que presentan una temporalidad y espacialidad clara, hechos sumamente entendibles y un ritmo acelerado que da como resultado una película rápida y divertida. Las niñas saldrán de la sala contentas y creyendo que alguno de estos personajes se pueden esconder entre los nuestros, mientras que los acompañantes quedarán satisfechos por haber cubierto entretenidamente su tiempo.
Publicada en la edición digital #260 de la revista.