Retrato de situación. Asuntos de familia es una nueva propuesta del cine israelí que llega a las salas argentinas para retratar los conflictos internos de una familia diversa y con problemas de comunicación. De qué se trata Asuntos de familia Una matrimonio de ancianos vive en Nazaret sin sobresaltos: ella teje, cocina y mira la novela, él lee Wikipedia y habla por Skype. Su hijo mayor quiere que sus padres viajen a Suecia, donde vive hace años. Mientras tanto, el hijo menor de la familia es mecánico y sueña con conocer el mar. Su mujer, con un embarazo avanzado, lidia con la abuela. Asuntos de familia, retrato de situación Lo que te conté en el párrafo anterior es la película. O sea, no es el punto de partida a raíz del cual las historias van desenvolviéndose, sino lo único que se muestra. Ese es el problema. Asuntos de familia es un retrato de situación que se queda en lo descriptivo y casi carece de acción. Se trate de una película de cine arte, del último tanque de Hollywood o de la nueva serie de Netflix, las historias funcionan cuando entretienen. Buscamos, en mayor o menor medida, que el relato nos tenga atrapados para ver qué pasa. Asuntos de familia falla en esto y no logra salir a flote. Los personajes, en especial el matrimonio mayor, son lo más atractivo de la historia, sobre todo cuando exasperan en su inacción. El resto de los personajes no aportan demasiado más que dilatar el metraje. Asuntos de familia, ópera prima de la directora israelí Maha Haj, plantea un conflicto vago que nunca termina de convencer y se queda en las buenas intenciones. Puntaje: 5.5/10 Título original: Omor shakhsiya Duración: 90 minutos País: Ismael Año: 2016
Padres, hijos y novios. La directora de origen árabe propone, con un costumbrismo moderado, un retrato multigeneracional de una familia que habita en distintos lugares del territorio israelí-palestino. La dedicatoria a Elia Suleiman en los títulos de cierre de Asuntos de familia no es casual ni caprichosa: la realizadora Maha Haj supo oficiar como diseñadora de escenografías en El tiempo que queda –el último largometraje del gran cineasta palestino– y no resulta difícil imaginar una suerte de padrinazgo artístico. Presentada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes hace un par de ediciones, la ópera prima de Haj –de origen árabe y nacida en la ciudad de Nazaret– revela muy velozmente el entrenamiento de su creadora en esas lides: los planos equilibrados, casi simétricos, de las habitaciones de la casa de un matrimonio de cierta edad, amuebladas y ornamentadas de manera meticulosa, son elementos del diseño de arte que hacen las veces de metáfora de la rigurosa distancia emocional entre ambos. Esa trampa visual es uno de los caminos sin salida con los que se topa la película, retrato multi generacional de una misma familia; padres, hijos, cuñadas, novias y amistades que habitan en distintos lugares del territorio israelí/palestino, con la notable excepción de un personaje, exiliado en Suecia por decisión propia (y no precisamente por cuestiones políticas). En Nazaret, la mujer teje y teje sin parar; el hombre, en tanto, navega constantemente en Wikipedia leyendo datos, casos y cosas, en su mayoría triviales. Apenas si se hablan, casi no se miran. Las décadas de la pareja parecen pesarles a ambos hasta el punto de la alienación mutua. En Ramala, Cisjordania, el hijo menor del matrimonio sobrelleva una relación incipiente con una bella joven de costumbres aparentemente conservadoras. “Es muy rigurosa, no hay locura, no hay un ¡guau!”, le dice a su hermana, que ha hecho las veces de casamentera. Embarazada de varios meses, esta última ayuda a su esposo –mecánico de profesión– con la preparación de un fugaz viaje a Haifa para presentarse al casting de una producción cinematográfica estadounidense. Mientras tanto, el tercer hijo del matrimonio espera en Europa la visita de sus padres. Asuntos de familia entrelaza esos relatos individuales, aunque unidos por una misma sangre y por eventos circunstanciales, navegando las aguas del drama ligero y la comedia de tonos pálidos. La estructura y el formato son, nuevamente, deudores del cine de Suleiman, aunque aquí no tengan demasiada cabida la fuerza evocadora de Intervención divina o el genial aguafuerte irónico de la citada El tiempo que queda. La película de Haj ofrece, sin embargo, varios momentos inspirados: cerca del final, cuando la pareja de no-novios es detenida por soldados israelíes en un típico checkpoint rutero, la directora y guionista acierta con la posibilidad del absurdo controlado; el recuerdo de infancia de una anciana, que nadie parece querer escuchar, termina siendo muy emotivo a pesar de su aparente simpleza. En otras instancias, el tropezón sobre el lugar común atenta contra la posibilidad de la emoción genuina: ¿es posible todavía contar sin sarcasmo una historia en la cual un personaje nunca vio el mar y su mayor impulso vital es precisamente caminar sobre la arena mojada? Condimentada con especias agridulces, Asuntos de familia es un ejemplo acabado de la práctica del costumbrismo moderado, con pocos gritos y más de un silencio como forma de (in)comunicación.
Cotidianidad Asuntos de familia (Omor Shakhsiya, 2016) es una comedia dramática israelí que tiene como debut en su dirección a Maha Haj, que también escribió el guion. El reparto incluye a Amer Hlehel, Mahmoud Shawahdeh, Maisa Abd Elhadi, Ziad Bakri, Jihan Dermelkonian, Hanan Hillo, Doraid Liddawi y Saana Shawahdeh. Una pareja de ancianos vive al ritmo de la rutina diaria en la ciudad de Nazaret. En Ramala, al otro lado de la frontera, su hijo Tarek se empeña en ser el eterno soltero; su hija está a punto de dar a luz; el esposo de ésta -que es mecánico-, obtiene un papel en una película; y la abuela pierde la cabeza. En Suecia, el hijo mayor de la familia espera la visita de sus padres. Cotidianidad es la palabra que mejor define a esta película ya que eso es precisamente lo que se nos muestra. Parece que el amor se extinguió entre Salah (Mahmoud Shawahdeh) y Nabila (Saana Shawahdeh): después de tantos años de casados ya ni se comunican entre sí. Él se la pasa sentado con la notebook en su regazo, ella mirando telenovelas, tejiendo o cocinando. El silencio reina en el hogar, salvo cuando aparece la vecina charlatana por afuera de la ventana. Por otro lado tenemos a su hijo Tarek (Doraid Liddawi), que a pesar de ya estar saliendo con Maisa (Maisa Abd Elhadi) hace tres meses, la sigue considerando una amiga. La joven no podrá guardarse su enojo y esto ocasionará algunos problemas. La película transcurre sin mayores sobresaltos tornándose demasiado aburrida en su conjunto. Si analizamos las escenas por separado, algunas llegan a ser muy buenas, como por ejemplo la que uno de los hijos va a ser cenar con sus padres, agarra el celular y él solo se ríe de un chiste que lee, dejando de lado a los ancianos. Pero que el ritmo adoptado sea tan lento hace que la atención vaya poco a poco decayendo. Situaciones graciosas en las cuales nos podemos sentir identificados las hay, como también otras que no suceden todos los días (que los que llegan en auto al mecánico decidan que éste sea perfecto por sus rasgos físicos para actuar en un film). El guion resalta por su simplicidad, tan natural que nos parece estar viendo la vida misma pasar ante nuestros ojos. Asuntos de familia puede tornarse eterna a pesar de su hora y media de duración por lo que no es recomendada para los que busquen una historia con dinamismo en la que haya giros sorprendentes. Sin embargo, si querés ver un relato pacífico bien actuado sobre las relaciones humanas, probablemente la disfrutes.
La soledad de la era digital en dos comedias melancólicas Distinto es el sentido del humor en "Asuntos de familia", de Maha Haj, comedia minimalista a lo Suleiman sobre dos viejos incomunicados, él con su internet y ella con la televisión. ¿Cambiará algo, cuando vayan a visitar al hijo mayor en Suecia? El resto de la familia también tiene lo suyo, y por ahí anda la abuela con un solo recuerdo que nadie escucha. Y los amigos del yerno, inquietos por la imagen que él puede dejar en un film norteamericano. Mientras, como un plus nada virtual, el menor y su impulsiva aspirante a novia ofrecerán a los soldados israelíes la imagen menos imaginable (y más porteña) de una pareja palestina. Una rareza.
Es la opera prima de un director de arte, Maha Haj, que elige mostrar a una familia Palestina numerosa y sus relaciones, con distintas generaciones en conflicto. Los padres y un matrimonio que sobrellevan infinita rutina con resignación y silencio. Una hija que esta a punto de parir con dos conflictos en puerta, su esposo consigue trabajo como actor, “de terrorista” y su hermano se niega a formalizar con “una chica que le conviene”. Mientras tanto, un tercer hijo vive en Suecia y espera la visita de sus padres, mientras su novia lo planta. Lo que tienen todos en común son conflictos que se cuecen lentamente para explotar, con una mirada humana por momentos mordaz, irónica, con algunos toques surrealistas. Y tampoco se pierde los momentos que reflejan de que manera los israelíes tratan a los palestinos. Muchos ingredientes que sirven para indagar profundamente en la humanidad de los personajes encerrados en su propio lugar común, temerosos de cambios. Aunque estos le den momentos impensados de felicidad: ver el mar por primera vez, el gesto primer gesto cariñoso en años de los ancianos, el tango en la cárcel de la pareja detenida porque el se niega a llamarla novia, no vaya a ser que se comprometa de más…Nada es demasiado trágico, porque se ve con un humor socarrón, con equilibrio entre lo irónico e indulgente. Buenos actores, la mayoría no profesionales.
Ópera prima israelí que sigue a una pareja mayor en Nazaret y a sus tres hijos, repartidos por distintos lugares. Con tono de comedia social y familiar, no esconde las asperezas del contexto pero tampoco sale a buscarlas, prefiriendo el humor y una mirada tierna y cómplice sobre la vida cotidiana de sus personajes.
Tres etapas de la pareja La opera prima de la directora israelí -de ascendencia palestina- Maha Haj cuenta las relaciones amorosas con humor. De nacionalidad israelí pero sangre palestina, en su opera prima Maha Haj entrelaza tres historias (y media) de pareja, con las relaciones personales en primer plano y el conflicto árabe-israelí como telón de fondo. Con simpatía y sentido del humor, la directora muestra tres etapas temporales del vínculo amoroso entre hombres y mujeres: los primeros meses -con el hombre reticente al compromiso y la mujer pidiéndole definiciones-; los casados recientemente, en espera de su primer hijo; y el matrimonio con décadas de duración, ya desgastado por el paso del tiempo. Con un tono liviano pero no por eso superficial, Haj logra captar algunos de los comportamientos más adorablemente absurdos de los seres humanos en las relaciones de pareja. Sobre todo en esos ancianos que ya criaron a sus hijos, ya se jubilaron y ahora tienen un vínculo más fraternal que otra cosa, sostenido más por la costumbre que por el amor. En segundo plano queda el polvorín político de la región, con una lección fundamental: un control militar no es el mejor lugar para tener una discusión de pareja.
Esta valiosa ópera prima israelí llega a los cines argentinos tras su estreno en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2016. Las vivencias de tres generaciones de una familia palestina son el centro narrativo del buen debut en la realización de la hasta ahora diseñadora de vestuario (trabajó con Elia Suleiman, entre otros) Maha Haj. Los protagonistas de Asuntos de familia son una pareja de ancianos de Nazaret con décadas de matrimonio a cuestas y un evidente hastío mutuo, y la madre de uno de ellos. El escenario lo completan tres hijos en etapas distintas de la vida. Uno vive en Ramallah y aspira a permanecer soltero, el otro en Suecia y mantiene una relación distante con su lugar de origen, y la tercera está embarazada de su actual pareja, quien inesperadamente se convierte en actor de cine. Estrenada en el Festival de Cannes del año pasado, la ópera prima de Haj circunscribe el deseo y los anhelos de sus personajes a un terreno en conflicto permanente como Palestina. No obstante, el film evita recargar las tintas sobre la coyuntura apelando a un solapado humor absurdo en los momentos más abiertamente políticos (el cruce del checkpoint, por ejemplo). Sucede que a Asuntos de familia le interesa más explorar cómo ese entorno condiciona a esos hombres y mujeres, jóvenes y viejos, con las mismas dudas y temores. El resultado es un retrato multigeneracional íntimo y sensible, pero no sensiblero hecho por una directora para tener en cuenta.
Maha Haj, directora de este filme, es de origen israelí y nació en Nazareth hace 47 años. Este, su primer largometraje, participó de la sección Un certain regard en el Festival de Cannes 2016. Si algo distingue a Asuntos de familia de otras producciones de Israel o países limítrofes que hemos visto es el tono o género particular que elige la directora para narrarlo: una mezcla de comedia con melodrama, o como dirían algunos un “melocomic”. La historia se instala en la ciudad de Nazareth donde un matrimonio de casi 70 años: Saleh y Nabila, llevan décadas de vida conyugal y obviamente décadas de desgaste, rutina, problemas de comunicación y los vaivenes de la vida misma, ahora parecen entrar en una suerte de meseta donde la abulia y la poca tolerancia se imponen en la cotidianeidad. Pero no son los únicos protagonistas de esta trama, a ellos se le suman sus hijos y las parejas de estos: Hisham el “solitario” que vive en Suecia, Samar la “concienzuda” embarazada y su marido George el “mecánico estrella”, Tareq el “soltero empedernido” que arrastra tras sus pasos a Maisa una joven enamorada que lo quiere hacer poner los pies en la tierra, y para rematar el personaje más disparatado del filme : “la abuela diabética” que vive obsesionada solo con una cosa, comer galletitas dulces. En un principio los conflictos que la historia desarrolla parecieran ser netamente vinculares, emocionales, del núcleo familiar en sí y sin implicaturas morales o políticas como la mayor parte de los filmes del medio oriente suelen presentar. Pero por el contrario la familia funciona como la misma Palestina, caótica y en permanente tensión, como una máquina que no se detiene por nada ni nadie. Parece una asociación algo subtextual, pero cuando en la escena en la que una de las parejas se pelea frente al paso de control, y discuten cuerpo a cuerpo rodeados de gendarmes, el subtexto queda a la vista y se hace una referencia directa la relación entre la moral y la política coyuntural de Israel, algo que enmarca a estos personajes y sus mundos a través de todo el filme. La misma directora afirma en una entrevista que la película habla de la política actual de su país, que era su intención directa que esto llegara al espectador, pero que no fuera de una manera muy explícita sino a través de ciertos diálogos, algunas situaciones, o relaciones entre los acontecimientos unidos a través del drama y la comedia al mismo tiempo. En cuanto a la factura puramente visual la película es prolija y sin pretensiones insostenibles para una ópera prima y una directora en construcción. Los encuadres son simples y armónicos, la luz es suave y sin efectismos no hay tensiones de altos contrastes, y todo queda enmarcando de manera equilibrada y amable a la vista. La música es un condimento atractivo, ya que mixtura los ritmos autóctonos con otras melodías creando un clima más variopinto. Las actuaciones están plantadas en ese pendular de la comedia al melodrama, unos tocan más un extremo, otros otro, algunos hacen un vaivén según las circunstancias, pero el elenco es parejo más allá de los roles o el tiempo en pantalla. Es explícito que la película quiere despegar de la media del estilo de las producciones Israelíes, eso la pone en cierto lugar de evidente ambición de diferenciarse que se nota y no le suma nada al relato, es como si nos avisara que se quiere diferenciar pero nos lo dice un poco “a los gritos”. El resultado no deja de ser atractivo para una ópera prima, con una historia que tiene matices de género y de contenido. Por Victoria Leven @victorialeven
Haj, quien trabajara con Elia Suleiman y se nutriera de su cine, desde lo conceptual, muestra cuáles son las inquietudes de los cineastas de su espacio, un lugar donde la historia y política afectan decididamente la vida de las personas. Estamos en Nazareth, y tenemos a un matrimonio de edad, con problemas de comunicación. Ella pasa el tiempo tejiendo y su marido, mirando su notebook y leyendo Wikipedia. Si bien hay algún intento por establecer lazos, parecen dos extraños. Están entrando en una etapa donde el silencioso contrato comienza a necesitar una modificación, de cara al final de la vida de ámbos. Tienen tres hijos y cada uno de ellos está en una circunstancia distinta. Dos estás en su tierra, otro en Suecia y tienen preocupaciones acorde a sus expectativas. No está resuelta la vida de ninguno, y sus parejas, influyen en qué cosa esperar de su medio y sus afectos. "Asuntos de familia" presenta un escenario donde cada hijo tiene algo que decir y cuando se los convoca desde lo emocional, muestran cómo se articulan sus necesidades emocionales, con sus rasgos culturales (en Cisjordania, el más chico de los hijos intenta llevar adelante una incipiente relación con una mujer bastante tradicional, lo que le cuesta bastante) y sus proyectos de vida. Todos, mediatizados por esos papás que están envejeciendo y que también necesitan cuidados y proyectos, por más que parezcan apacibles y estáticos. Haja intenta explorar el humor, pero no ofrecer una comedia de tonos beligerantes. No. Juega con los vínculos y los expone en forma natural, tratando de que articulen las expectativas culturales y personales, con quienes son, en realidad. Y lo logra. La película es chiquita pero entretenida y si bien sentí que su clima era cuasi teatral, lo cierto es que su atravesamiento político sutil (innegable aunque no definitivo para el destino de la obra), interesa. Esa capa invisible que define la naturaleza intrínseca de los personajes en torno a su espacio físico vital, negado y presente a la vez. "Asuntos de familia", una agradable sorpresa para la cartelera porteña en esta semana. Poco cine de estas latitudes tienen estreno comercial así que a tener en cuenta.
Tierno retrato cotidiano Lo más llamativo de este film que marca el debut como realizadora de la palestina Maja Haj, hasta aquí solo conocida como escenógrafa del israelí Elia Suleiman (Intervención divina) es que no se propone sumar otro punto de vista sobre el conflicto árabe-israelí sino el simple retrato de la vida cotidiana de una familia palestina de clase media residente en Nazaret, precisamente la ciudad donde ella nació, y de una familia como cualquier otra, con los problemas, el desgaste, los sueños y las pequeñas alegrías de tantas similares, no necesariamente del mismo origen. La verdad que transmiten sus personajes es, justamente, uno de los méritos del film, que triunfó en el Festival de Haifa, ganó premios en otras muestras y fue presentado en Cannes. Es un debut auspicioso, pues, sobre todo por la humanidad que ellos transmiten. Son personajes reconocibles los que integran estas tres generaciones de la familia, tanto como lo son las experiencias que ellos viven y que Haj retrata con sensibilidad, ternura y humor. Los iniciadores de la estirpe, que con los años han perdido el diálogo, dedicaron la mayor parte de su tiempo a los hijos, dos de los cuales han dejado Nazaret. Hoy uno, el más próspero, vive en Suecia. Otro, empecinado en conservar su soltería contra los deseos de su madre, está en Ramala. La tercera es mujer y está casada con un mecánico cuyo sueño es conocer el mar. Sólo algunos, como suele suceder, lograrán concretarlos.
Conectándose con el otro Este año hemos visto en la cartelera local varias producciones israelíes que presentan una mirada crítica sobre la familia. Desde el duelo (Una semana y un día), desde el conflicto con Palestina (Entre dos mundos) o desde la mirada existencial (Personas que no son yo). Asuntos de familia (Omor shakhsiya - Personal Affairs, 2016) retoma todos estos temas desde una mirada generacional. Una pareja de ancianos de Nazaret no está nada bien: él parece obsesionado con la internet buscando información en su notebook mientras que ella se evade con las telenovelas. Los discursos esbozados en la TV o en la web repercuten en su vínculo sentimental en crisis. Por otro lado están sus hijos: Uno vive en Suecia y espera ser visitado, mientras que el otro vive en Ramala, al otro lado de la frontera. Su nombre es Tarek, es director de teatro y está en crisis con su novia por las mismas carencias afectivas que sus padres. También tienen una hija embarazada mientras que su marido es tentado a protagonizar un film. El problema antes todos es el mismo: la rígida estructura social que espera conductas de ellos que no van con sus anhelos personales. Esta película que participó de la sección Una cierta mirada en el festival de Cannes, es de esos films en donde absolutamente todo lo que sucede funciona como un espejo de las relaciones entre los personajes. Tanto es así, que aquello qué pasa en la obra de teatro, en la película que va a protagonizar el yerno, en la anécdota que cuenta la abuela o en la frontera, pone en evidencia conflictos de índole internos de la trama. La guionista y directora Maha Haj utiliza en su ópera prima planos simétricos para encuadrar a sus personajes. Esta composición geométricamente perfecta expresa la rígida estructura social que contiene las libertades de los individuos. Una manera de trabajar desde la forma el contenido. Asuntos de familia no se presenta original en la visión desesperanzada de los ciudadanos israelíes, hecho que hemos visto representado en otras películas. Sin embargo, es esa mirada abúlica e incisivamente crítica sobre su falta de conexión con la felicidad aquello que genera un reflejo en el espectador en constante insatisfacción existencial.
La película se toma muy bien los tiempos para mostrar a cada uno de los personajes, tiene sus momentos divertidos, como así también dramáticos en las distintas situaciones familiares que van aconteciendo. Los espectadores van conociendo los problemas de territorio, políticos y religiosos, contiene diálogos interesantes, hay tensión, mezcla bien lo tradicional, la tecnología, a través del Skype y teléfonos móviles, pero por momentos algunas situaciones se vuelven repetitivas y finalmente termina siendo un film para reflexionar.
Maha Haj, sugestiva directora israelí-palestina, muestra en su opera prima una visión poco frecuente de la clase media palestina, con sus problemas, amores y fracasos. “Asuntos de familia” (“Personal Affaire, en árabe “Omor Saskia”) es un melodrama con algunas notas cómicas, absurdo, y humor negro, donde en algunos momentos sus personajes se sumergen en la incomprensión y el egoísmo. Maha Haj, hasta su incursión en la realización, había sido directora artística en películas de los directores palestinos-israelies: Elia Suleiman, (“The Times That Remains: Chronicle of a Present Absentee” – “El tiempo que queda: crónica de un ausente presente”, 2009) y Ziad Doueiri (“El atentado” – “The Attack”, 2012). En “Asuntos de familia” logra abrir un camino hacia el exterior y hacer comprender una realidad interna que, a pesar de apariencia leve, contiene un profundo drama social y familiar en el que están involucradas tres generaciones. A pesar que no profundiza en temas trascendentes como lo político o lo religioso, la guerra o las rivalidades entre israelíes y palestinos, no deja de dar una cierta pincelada de color sobre los mismos, lo que le permite referenciar hechos concretos sin caer en la obviedad. Trata sobre la ruptura de la rutina y la renovación de una realidad que agobia por ser tan conflictiva. Pero también es la historia de una misma familia, repartida a ambos lados de la frontera con Israel y Suecia, a la que la realizadora divide en capítulos que remiten al universo personal de cada miembro. En esas secuencias el espectador podrá conocer primero a los padres (los personajes Saleh y Nabeela, (Sanaa y Mahmoud Shawahdeh, actores no profesionales) que interpretan a una pareja de mediana edad en Nazaret, silenciosamente infeliz, y cuyos actores transmiten la resignación y el descontento que ha consumido su matrimonio. Con sus caras inexpresivas y fuertemente controladas, tienen el mismo tipo de fantasía inexpresiva que uno encuentra en una película de Roy Andersson: “Giliap” (1975), “Canciones desde el segundo piso” (2000), Du, levande (“La comedia de la vida”, 2007, y “Una historia de amor sueca”, 1970). Tareq (Doraid Liddawi), uno de los hijos, que vive en Cisjordania, intenta seguir con su vida de soltero y no desea ningún tipo de compromiso; Maisa (Maisa Abd Elhadi), en vano, busca una y otra vez atraer el interés de este último, Hisham (Ziad Bakri) el otro hijo, lleva una vida solitaria y fría en Suecia, y busca por todo los medios llevar a sus padres a Estocolmo. Samar (Hanan Hillo), la única mujer del grupo de hermanos, a punto de dar a luz, es la que percibe la realidad de modo diferente y la que sostiene a su abuela (Jihan Dermelkonian), que padece cierta demencia senil y diabetes, cuya única obsesión era correr los muebles para ver las baldosas que había comprado su padre en Nabluz. George (Amer Hlehel), el marido de Samar, con un golpe de suerte pasa de ser un simple mecánico de coches palestino a un actor de Hollywood, aunque él lo que anhela realmente es otra cosa mucho más sencilla; conocer el Mediterráneo y bañarse en él. Mediante planos fijos, para permitir que sus personajes se luzcan de modo natural, y casi sin banda sonora, sólo utilizando algunos elementos de melodía latinas (“Quizás, quizás, quizás”, 1947, del cubano Osvaldo Farrés) combinados con otros ritmos autóctonos, dan el tono justo a su propuesta. Maha Haj también despliega su talento para el encuadre, y de esa forma cuenta de modo diferente una realidad escarnecida geopolíticamente. En su relato muestra la grieta que provoca la incomunicación generacional e intergeneracional a las que trata con gran sutileza, y que remite a “Cuentos de Tokio” (Yasujiro Ozu, 1953). Asuntos de familia en su primera mitad deja de lado el constante conflicto político de la zona, en favor de un simbolismo carcelario, remitido al modo de vida de los protagonistas. Pero que se hace visible cuando, casi en el final del filme, la prisión interna a la que están sometidos, es tan palpable como el cuarto de interrogatorios al que son llevados Tareq y Maisa, y cuyo escape virtual es bailar un tango. Construida sobre una serie de diálogos, por momentos irónicos, otros satíricos, y situaciones absurdas y pintorescas, pero muy creíbles “Asuntos de familia” es una pieza sin mayor pretensión que la de mostrar una cotidianeidad que se concentra en lo domestico y evita lo político, pero que nos recuerda que detrás de las barreras y fronteras culturales, sociales, raciales, familiares, existen individuos que buscan la felicidad y desean vivir en paz.
En su ópera prima, Asuntos de familia, la cineasta israelí, Maha Haj, se distancia de la eterna crisis política entre Israel y Palestina para mostrar la vida cotidiana entre sus gentes a través de diferentes escenarios y núcleos familiares. Al pensar en Israel y Palestina, lo primero que surge es la tensión perpetua que muestran a diario los medios de comunicación, pero más allá de eso hay otra realidad: la de la vida diaria de sus habitantes. Donde hay rutina, obligaciones, problemas comunes, frustraciones e ilusiones que van más allá del eterno conflicto entre los países. Ese es el enfoque que Maha Haj quizá plasmar en su primera película. A través de un humor perceptivo, Haj retrata el día a día de una familia de clase media compuesta por personajes muy particulares con circunstancias que cualquiera puede tener a lo largo de su existencia. Abuela, padre, hijos, vecinos, novias conforman un colectivo humano lleno de vivencias que en el fondo encierran puntos de encuentro, solidaridad, entendimiento y escucha. Encabezado por el matrimonio de Nabeela y Saleh que vive en Nazaret, sin apenas una mínima comunicación o algún acto de afecto, y que con el correr de los días se ven sumergidos en una triste monotonía. Sus hijos, ya lejos del núcleo familiar, atraviesan diversas situaciones: Hisham es médico exiliado en Suecia, un país completamente diferente que el suyo y que a pesar de la distancia es consciente de la situación de sus padres e intenta ayudarlos; La única hija mujer, Samar está embarazada y vive con su marido George y su abuela que sufre demencia senil en Ramala; y por último el menor Tarek, indeciso ante seguir soltero o comprometerse con Maysa, una amiga de su hermana. A través de las diversas historias de los personajes, se construyen sus miedos, fracasos, inquietudes y anhelos que se entrecruzan constantemente con el correr de los minutos. Unidos por un humor tan sutil e inteligente para reflejar hábitos comunes, situaciones surrealistas y graciosas que logran una empatía profunda. También se observa la contraposición de generaciones, la relación entre ellas y la involución de la comunicación. El film no obvia la situación política de los dos pueblos sino que le quita peso para potenciar el lugar común de las sociedades como lo son las relaciones familiares. Pero llega un punto donde es imposible escapar de la política, más que nada en un contexto con una dura realidad visible en cada esquina y en cada puesto de control. El clima de tensión e infelicidad que transitan los personajes se puede interpretar como emblema de la situación de los palestinos en su tierra arrebatada.
Entre tres mundos La familia de Maisa, uno de los personajes protagonistas de “Asuntos de familia”, se divide en varios mundos. El grupo -de origen palestino y parte de ellos viviendo en Israel- está fragmentado, no en sus afectos, sino territorialmente. Ella vive en Ramallah con su marido; uno de los hermanos en Suecia y el otro en Ramallah. Los kilómetros que los separan son una metáfora de la incomunicación que los invade, empezando por los padres de Maisa que ya casi no se hablan. El hijo que vive en Suecia intenta un acercamiento y los invita a pasar unos días, pero cuando llegan repiten el mismo ritual, solo que en lugar de hacerlo frente al televisor lo hacen frente a un lago. El hermano de Ramallah es un artista que no termina de convencerse si merece la pena sacrificar su soltería por más que la candidata parezca la mujer perfecta para él. El conflicto entre palestinos e israelíes no está ausente, pero no se transforma en el tema central, sino que funciona como un condicionante capaz de generar tensiones en una pareja inestable por naturaleza. La directora Maha Haj, premiada en el Festival de Cannes por este filme que marca su debut en el cine, intentó encarar los temas que la preocupan con una cuidada fotografía, un guión dinámico y un humor sensible a los pequeños dramas.