Como en la tele El filme con Katherine Heigl tiene un planteo de sitcom. El inicio de Bajo el mismo techo deja tan en evidencia casi todo lo que va a suceder en el resto de la película que, pese a que las circunstancias se alteren y no sean tan amables como el espectador imagina que serán, todo conduce a un destino ineludible. Es normal -forma parte de la lógica del género- que las parejas de las comedias románticas no parezcan, de entrada, hechas a medida. Pero lo que sucede aquí es tan exagerado que cualquier solución a ese problema parece muy forzada. Holly (Katherine Heigl) es una chica que tiene una tienda de comidas, bastante seria y nerviosa, a la que no le cae nada bien que el hombre con el que le arman una cita, un amigo de amigos, llegue una hora tarde, venga en moto y no en auto, no haya hecho reservas en ningún restaurante y que, encima, reciba llamadas telefónicas con un “Plan B” en caso de que la noche no vaya por el camino esperado. Messer (Josh Duhamel) es también, misterios de la naturaleza, amigo de la misma pareja que ella, y pese a que la primera cita termina siendo un desastre (de hecho, ni siquiera arranca), se seguirán topando a lo largo de años por los amigos en común, que se casan y tienen una beba. Hasta que un día, esa pareja que integran Peter y Alison (Hayes MacArthur y Christina Hendricks, la bella secretaria Joan de la serie Mad Men ) sufre un accidente y mueren ambos, dejándoles la criatura a cargo a ambos sin haberse tomado el trabajo de preguntarles ni de avisarles. Tras ese golpe bajísimo, la dupla deberá, de un día para otro, decidir qué hacer con la niñita (y con la enorme casa), y la opción de convivir Bajo el mismo techo y cuidar de Sophie aparecerá como una posibilidad antes que dejarla al cuidado del Estado. Y, pese a que ambos se llevan mal, no se entienden en casi nada y son, digamos, “el agua y el aceite”, las circunstancias y la criatura harán que las cosas empiecen a cambiar. Como es de esperar, con dos personas que ni siquiera soñaban días antes con ser “padres”, abundan los chistes de bebés indomables en una película que bien podría ser el planteo de una sitcom televisiva (se recomienda, desde acá, que la muerte de los padres de la criatura suceda antes del inicio de la narración en ese caso). De hecho, tanto el director Greg Berlanti (productor de Brothers & Sisters ), como Heigl ( Grey’s Anatomy ) y Duhamel ( Las Vegas ) han comenzado sus carreras allí. En estos tiempos raros en el que muchas series de TV tienen calidad cinematográfica (y hasta son mejores que mucho de lo que sale en pantalla grande), resulta raro toparse con una película que remeda a una serie de las que ya casi no se hacen. Tal vez el panorama esté cambiando y, cada día más, uno encuentre “cine” en la TV y “televisión” en el cine.
Queríamos tanto a Seth Rogen Llámenlo deja vú o como quieran, pero el que no vea en Bajo el mismo techo (Life as We Know It, 2010) y Ligeramente embarazada (Knocked Up, 2007) dos películas fichadas por la misma matriz que tire la primera piedra. Premisa similar (dos seres opuestos unidos por una eventualidad) y misma actriz (Katherine Heigll) soplan hacia esa dirección. Pero he aquí dos menudas problemáticas: el fino contorno y pulso de Judd Apatow detrás de cámara fue reemplazado por el ignoto Greg Berlanti, y a Josh Duhamel le falta mucha pero mucha sopa cómica para semejarse al enorme Seth Rogen. El film comienza con Messer y Holly encontrándose para una cita que siquiera es tal: no llegan ni encender el auto. Mejores amigos de una pareja felizmente casada e inevitables padrinos de la primogénita, serán los encargados de educarla cuando el malvado Dios de Hollywood se empecina con los tortolitos y el auto “se voltea”, tal como dice el subtítulo. La historia de dos personajes opuestos obligados a conciliar posiciones por razones de fuerza mayor cuyo desenlace los encuentra enamorados es casi tan vieja como el cine mismo, y resultaría imposible determinar un culpable de plagio cuando difícilmente quede posibilidad argumental por transitar. Porque a priori eso era la historia Ligeramente Embarazada, la del gordito desocupado Rogen y la hermosa presentadora televisiva con un futuro más que promisorio que era Heigl, embarazada luego de un encuentro casual motorizado por una incuantificable cantidad de bebidas blancas. Conciente de la imposibilidad de evadir el lugar común, Apatow decidió recorrerlo seguro de sus armas, personajes magnéticos y un guión férrico, con un timing admirable. Todo eso le falta al film de Berlanti, guionista de algunos capítulos de esa bobaliconada catódica que era Beverly Hills 90210. Ya el quiebre argumental habla no sólo de un crueldad inusitada para una comedia familiar sino de un profundo desapego por los personajes. Luego un tercio de hora donde el film ruega por la empatía del espectador hacia los padres de Sophie, la película los elimina en un auto “volteado”. Afortunadamente se soslayan imágenes del hecho. Más increíble resulta la voltereta legal para que sean los infortunados amigos los tutores legales del vástago. Pero eso quedará un sitio sobre derecho y asuntos legales. Sigamos con el cine. Bajo el mismo techo es también un buen caso de análisis de Marketing. El póster muestra al torneado Duhamel corriendo cerveza en mano y semidesnudo por un gigantesco comedor al lado de la pequeña protagonista, ambos perseguidos por la enfermera de Grey´s Anatomy. Es una imagen descontrolada y libertina, algo así como una virtual secuela de ¿Qué pasó ayer? (The Hangover, 2009). Se promete una incorrección ausente en el corte final. Porque Bajo el mismo techo es una comedia plástica, lavada, de innegables ribetes igual de consumistas que sus protagonistas (hay no menos de 5 escenas con comidas dignas de banquetes palaciegos). En la película de Apatow todo exuda realismo. Desde el contexto socio-económico donde se desarrolla la trama hasta el suave discurrir de la relación central pasando por su accionar ante la incertidumbre de lo no deseado, se respira una empatía no generada a fuerza de música sino como premio al trazo cercano y reconocible de esas criaturas. Ligeramente embarazada tomaba la premisa periodística de “un dato por palabra” para traducirla a “un chiste por línea”. Sí, es fácil hacerlo cuando se tiene una tropilla de secundarios como Paul Rudd, Jonah Hill y Jay Baruchel. Eso hace aún más notable la ausencia de personajes destinados a insuflarle frescura a los protagonistas. ¿El médico que flirtea con Heigl? Un muñeco de torta ABC1. ¿La asistente social? Apenas un fusible transitorio que explota al final de cada escena. La previsibilidad de trama resulta apenas una minucia al lado del humor al que apela Berlanti, talibán de lo simplón y obsoleto que aún cree un pañal y la palabra “popo” dan gracia. Bajo el mismo techo sirve para certificar el physique du rol casi patológico de Heigl, que repite por enésima vez el personaje de soltera-buenuda-desafortunada-con-los-hombres (la mencionada Ligeramente embarazada, 27 bodas, Asesinos con estilo, La cruda verdad). Y también para darnos cuenta cuánto amamos a Seth Rogen y sus inefables amigos.
La cruda verdad Se supone que una primera cita debe ser prometedora, pero las cosas no salen como estaban planificadas cuando el encuentro lo arregla un tercero. Esto es lo que les sucede a Holly (Katherine Heigl), la dueña de un negocio de comidas, y a Eric Messer (Josh Duhamel), el director de televisión de un canal deportivo. El título original (Life as we kwow it) es más abarcativo que la traducción local Bajo el miso techo, la comedia romántica que coloca a Katherine Heigl en un lugar privilegiado dentro del género luego de sus participaciones en 27 bodas y La cruda verdad. Los protagonistas son muy diferentes (Holly no quiere viajar en la moto de él y Eric tampoco está cómodo en el pequeño automóvil de ella) y la trama les depara una nueva vida. Con un toque lacrimógeno que no es habitual en este tipo de películas, el relato los obligará a convivir bajo el mismo techo (ajeno) y deberán hacerse cargo de Sophie, la ahijada de ambos. La película de Greg Berlanti (The Broken Hearts Club: A Romantic Comedy y dos episodios de la serie No ordinary family) es el realizador indicado para narrar una historia de desencuentros amorosos que se desarrolla entre cambio de pañales, noches de insomnio, vecinos festivos que parecen tener una vida mejor y la constante presencia de una visitadora social. En Bajo el mismo techo, el foco está puesto en el atractivo de los opuestos y funciona. El resultado es entretenido y estimulante gracias a la presencia de un elenco sólido: Josh Duhamel (a quien veremos en Transformers 3) y Josh Lucas (Poseidón), como el pediatra que revolotea sobre la protagonista.
Comedia a la que una sitcom le queda grande Katherine Heigl no salva Bajo un mismo techo Al referirse a esta película, que se estrena aquí en simultáneo con los Estados Unidos, varios críticos coincidieron en que Bajo un mismo techo se parece demasiado al piloto de una serie televisiva y hablaron de la historia (dos solteros carilindos y neuróticos que -fruto del destino y del azar- quedan a cargo de la crianza de una beba) como la premisa perfecta para una sitcom. El problema es que para muchos de esos expertos en cine la comparación con un producto de la TV conlleva un dejo despectivo (como si se tratara de un género menor), pero, apreciando la discreta calidad de una buena parte de las películas de Hollywood y el notable nivel actual de no pocas series norteamericanas podemos llegar a la conclusión exactamente opuesta: Bajo un mismo techo es una versión alargada (dura casi dos horas) y bastante menos lograda (incluso desde lo narrativo y lo estético) que cualquier episodio de Mad Men, Boardwalk Empire, Glee o Modern Family, por nombrar cuatro títulos bien disímiles. ¿Por qué semejante comparación? Porque, más allá de que tanto Katherine Heigl como Josh Duhamel se consagraron en la pantalla chica (ella en Grey´s Anatomy , él en Las Vegas ), este film de Greg Berlanti (cuyos antecedentes, claro, son como productor de media docena de series) tiene ya no sólo un tono sino directamente una puesta en escena y unos diálogos más televisivos que cinematográficos. El principal problema de Bajo un mismo techo , de todas maneras, ni siquiera es que sus personajes luzcan estereotipados o que apele de manera recurrente y facilista a la fórmula más trillada sino que nunca se decide si quiere coquetear con el absurdo (el planteo es absolutamente inverosímil), si prefiere concentrarse en lo romántico (los protagonistas pasan del odio al amor sin que haya ningún esfuerzo por trabajar semejante evolución) o si -como ocurre en varios pasajes- se apela al sentimentalismo más torpe y subrayado. Trillado y previsible Así, entre previsibles situaciones escatológicas (cambio de pañales, vómitos), personajes secundarios sin sustento (como el pediatra divorciado que interpreta Josh Lucas), múltiples secuencias de montaje con fondo musical, detalles gastronómicos (ella es dueña de una pastelería) y pasajes deportivos (él participa en la televisación de los partidos de la NBA), la película sólo trasciende una medianía alarmante cuando Heigl -una actriz de enorme versatilidad y simpatía- puede imponer su naturalidad por sobre las limitaciones de la trama y el esquematismo de unos diálogos demasiado calculados. El film -sobre todo en su arranque- tiene algunos chispazos de negrura e incorrección política, pero al poco tiempo abandona cualquier atisbo de provocación para quedarse en una historia previsible (se adivina sin dificultad cada paso siguiente) y, sobre todo, complaciente. Una pena. Heigl -aquí, además, productora- merece mejores vehículos para lucir su indudable talento.
Otra vez sopa De nuevo Katherine Heigl en pantalla, decidida a quedarse con el trono de reina de la comedia pasatista. Y esta vez con el control total al asegurarse el cargo de productora ejecutiva del fime. Ahora es una treintañera soltera y desesperada por encontrar una pareja que debe convivir a la fuerza con un soltero mujeriego y despreocupado con quien no se lleva nada bien, especialmente desde una cita fallida hace un tiempo atrás, pergeñada por una pareja amiga de ambos. Esa pareja tuvo una bebé y al poco tiempo murieron en un accidente de tránsito. Su deseo, plasmado en un testamento, fue que sus amigos se hicieran cargo de la niña. Y ahí están, ella y él, sin tener la menor idea sobre como cuidar a una criatura de un año y viviendo bajo el mismo techo. El chiste es viejo y remanido. Situaciones ya vistas donde un crío vomita sobre el adulto inútil, o llora porque no dan en el clavo con la comida indicada. Nada nuevo. En medio de todo el enredo propuesto queda la relación amorosa entre la pareja despareja, cuadro también hartamente visto en la pantalla. Y como es previsible, el final será el adecuado para quienes decidan ver esta comedia intrascendente, algo extensa, aunque digna. Sólo para mujeres ñoñas, parejas acarameladas y mártires decididos a inmolarse en una primera cita.
Bajo el mismo techo es de esta camada de películas con toques dramáticos más fuertes de lo habitual en el género. No llega a ser una Marley y yo, pero tiene lo suyo dosificado en toda la historia. La película se sostiene por el carisma de los dos, y hace tiempo he perdido la objetividad con Katherine Heigl. Creo que es maravillosa y veremos si le gana a Jennifer Aniston en la permanencia de papeles así, que tanto demanda Hollywood. La parte de comedia en cierto punto es sectaria, porque chistes como los del percentil solo nos reimos en la sala 8 personas, por lo que indudablemente había pocos "padres" presentes. Y a mi me parece bien que se arriesguen con estas comedias para llevarlas un poco más allá y salir de la historia clásica. En esto está bien balanceada. Luego las partes de comedia "normal", logra muy buenos momentos, aunque en muchos casos con recursos copiados del manual de "comedias clásicas de hollywood en 10 minutos y sin horno". El balance es positivo por pasar un buen rato mezclado con emociones y sonrisas. Y si son padres, la van a sentir aun más.
Cada vez el terreno de la televisión avanza más sobre el campo cinematográfico. (Y mientras podamos usemos las palabras “cinematógrafo”, “fílmico”, “filmar” antes de que los rollos mueran definitivamente en manos del digital y tengamos que inventar otras palabras)En este caso el productor de series Greg Berlanti (Everwood, Eli Stone) nos entrega la comedia romántica Bajo el mismo techo donde realiza su segunda producción para el cine, luego de su opera prima The Broken Hearts Club: A Romantic Comedy del año 2000. Katherine Heigl y Josh Duhamel son la pareja de esta comedia romántica “de niño huérfano que es dejado por los padres en manos de sus mejores amigos”. Claro que la narración comienza tres años antes de la muerte de los padres del niño, donde Heigl y Duhamel tienen una no cita y comienzan una relación de odio siempre alrededor de su pareja de amigos. El director, mediante la utilización de elipsis, muestra a los personajes como polos opuestos, jugándose bromas uno con el otro (generalmente chistes misóginos del personaje de Duhamel, con tocadas de culo incluidas) hasta el casamiento de sus amigos y el nacimiento de la hija. En el momento que se desencadena la tragedia, los personajes centrales están ya constituidos; Heigl, soltera a los treinta, es dueña de un negocio gastronomico, mientras que Duhamel es un playboy con estirpe de duro que trabaja como técnico televisivo en los partidos de los Atlanta Hawks en la NBA. Ambos tienen una buena vida, ella comienza a coquetear con un cliente y el sale con muchas mujeres. La lectura del testamento de sus amigos por parte del abogado le cae como una bomba tanto a ellos como a la película. Es el momento que comienza el festival de clichés, lugares comunes y gags televisivos (incluso escatológicos, con caca de bebe en la cara de Heigl o mas caca en la gorra de Duhamel).Al hacerse cargo del bebe ambos viven los rebotes de una vida que no eligieron, pero Berlanti, lejos de reflexionar (como si hacia John Ford en Tres Padrinos, un niño huérfano adoptado por tres hombres, toda una oda a la importancia de la familia, la amistad, el valor de la palabra y el compromiso del ser humano) plantea la situación desde la confusión de los protagonistas, de manera repetitiva y estereotipada. Ese plano de Duhamel cuando agarra su moto y su campera de cuero y para en un puente entre “el ruido de la ciudad” y “el suburbio familiar” es del manual de colección de momentos obvios y es un fiel reflejo de lo que representa la película a lo largo de su metraje. El film tiene poca comedia y es poco romántico, no se define nunca, los personajes secundarios son fofos, casi inexistentes y el director no logra nunca hacer un plano cinematográfico en toda la película (¿sabrá que esta permitido mover la cámara?), la narración avanza con todos los signos inequívocos de la televisión y termina siendo una pésima novelita de sábado a la tarde en Hallmark Channel.
Los sinuosos caminos de la vida El film no le escapa a la búsqueda de nuevos ingredientes para renovar la clásica comedia romántica, pero naufraga en los cambios de climas. Lo más transgresor reside en evitar la reivindicación del matrimonio y la procreación. Bajo el mismo techo es una comedia romántica protagonizada por Katharine Heigl y Josh Duhamel. El conflicto que narra es el de una pareja imposible, cuyo único nexo es el tener un matrimonio amigo en común. Estas dos personalidades opuestas, nacidas para odiarse, terminarán haciéndose cargo del pequeño bebé de esta pareja en circunstancias que no es necesario explicar. De todas maneras, esta tarea conjunta está anunciada desde el afiche de la película. El motor principal de toda comedia romántica siempre ha sido la atracción de los apuestos y lo que cautiva al espectador es la sospecha de que todos, menos los personajes, saben que el sentimiento romántico surgirá entre ambas partes. Claro que, a la vez, las comedias románticas han tenido que encontrar otras formas para producir renovado y genuino interés en los espectadores. Algunas optan por cambiar el humor naïf por uno más crudo –algo de eso tenemos aquí– o por momentos muy dramáticos –también presente en este caso– o por encontrar puntos de partida originales. De esos puntos originales, el tener hijos se ha vuelto la nueva moda. Hijos adoptados, fecundados, heredados o lo que sea, el convertirse en padres es parte de la nueva iconografía de la nueva comedia romántica. Bajo el mismo techo tiene que lidiar con estas innovaciones en contraposición a lo menos moderno u original del género, a lo cual también se aferra frente al riesgo de ser una comedia demasiado diferente. Tal vez lo más transgresor del film es que realmente no dice nada bueno del matrimonio o de la paternidad por procreación. Salvo los protagonistas, nadie más parece vivir ese espacio con alegría o esperanza y en esa contradicción también reside uno de los encantos de la película. Lo que resulta raro de esta comedia es que los momentos dramáticos son difíciles de sobrellevar y el director no tiene el oficio para saltar de la tragedia con la rapidez necesaria para evitar que el espectador se sienta mal. Ese malestar se extiende también al haber demasiados planos de un bebé llorando que –haya pasado o no– nos llevan a pensar en un equipo de rodaje filmando docenas de llantos, lo que tampoco parece muy simpático. No será lo único que inquietará al espectador con respecto a eso, y si bien el film se esfuerza en demostrar las medidas de seguridad que la casa ofrece para el cuidado del niño, la verdad es que luego hace humor de momentos de violencia que pueden confundir a los espectadores más sensibles y que, para el resto, no dejan de ser momentos fallidos. El film, más que gracia, produce enojo con un guión incapaz de hacer reír con mejores herramientas o un director –otro que proviene de filmar en televisión y ya van…– que conozca lo que significa el pudor o la sutileza. Nadie pide corrección política, sólo que sepan cómo hacer su trabajo sin golpes bajos.
Comedia romántica protagonizada por Katherine Heigl y Josh Duhamel que relata la historia de dos padrinos que deben convivir a la fuerza luego de que sus mejores amigos sufren un accidente dejándolos a cargo de su adorada bebe Sophie Una fórmula conocida, dos que se detestan, en el fondo se quieren pero no lo saben que a la larga terminan juntos y durante el film el espectador sólo espera sorprenderse con alguna secuencia graciosa y tal vez algún video clip con música melosa. Se desarrollará al ritmo de las estaciones, Holly (la bella Heigl nombrada Estrella Femenina del Año en la Convención Showest en Texas 2010) es una repostera exitosa que sueña con agrandar su negocio, Eric Messer (Transformers) se desempeña como técnico operador de juegos en un canal de deportes y espera su oportunidad para dirigir toda una transmisión. Ambos son buenos en sus trabajos y se conocen de la peor manera, en una cita a ciegas pactada por sus mejores amigos que no llega a buen puerto. Sin embargo, el destino los une bajo el mismo techo para cuidar a la bebe de sus ahora ausentes amigos. No tenían planeado ser padres y sus proyectos comienzan a verse afectados por este cambio de vida. Entonces, primero los veremos tratando de adaptarse a la vida que llevaban sus amados Peter y Alison, luego se darán por vencidos y tratarán de llevar a cabo su propio plan…. La pareja es efectiva pero es Heigl la que lleva adelante la trama, más que nada porque es una fanática de las comedias románticas además de conocer el terreno y tiene un aire sencillo del tipo look girl next door. No hay personajes secundarios, se podría decir que son tres los protagonistas, no hay amigos ni parientes, y eso tal vez fue un tanto arriesgado, ya que por momentos la historia se torna algo densa. La disfrutarán sin duda los amantes de films tales como Ligeramente Embarazada (2007) o Conviviendo con mi Ex (2006) ya que posee características de ambas. No es completamente comedia, aunque se esforzaron, tampoco es un drama que deja escapar alguna lágrima: se sitúa en medio de ambas películas citadas.
Te amo, te odio, dame más… La premisa que pone en marcha esta dignísima comedia romántica, por más improbable que parezca, no deja de ser ingeniosa y con un interesante potencial para fusionarse con la clásica formulita hollywoodense de siempre. Con la enorme cantidad de títulos acumulados en el género –sin dudas uno de los más perjudicados por la falta de autores/directores talentosos- es prácticamente imposible encontrar algún vestigio de originalidad o frescura en los mediocres exponentes que llegan a las salas de cine. Bajo el mismo techo no logra escaparse del todo de esa restricción porque si bien la idea rectora es un hallazgo, el desarrollo y el tono general del relato responde a los cánones habituales en los cuales la rutina es el común denominador. ¿Por dónde pasan, entonces, las virtudes de esta película de Grez Barlanti (el creador de las series televisivas Everwood y Eli Stone)? Fácil: la química entre Katherine Heigl y el sorprendente Josh Duhamel es tan potente como para minimizar los defectos de un guión por otra parte superior a la media. Luego de varios fiascos al hilo -27 bodas, La cruda verdad y Asesinos con estilo- resulta un alegrón que por fin la bella y carismática actriz de Ligeramente embarazada haya dado con un vehículo acorde a su capacidad. Uno que sigue su carrera desde Mi papá es un héroe (la remake de 1994 co-protagonizada por Gérard Depardieu y una Heigl adorable de apenas 15 años) sabe lo que ella puede dar y por eso le exige en consecuencia. Josh Duhamel para mi es una revelación porque sólo lo tenía visto en su rol de militar inexpresivo en la saga Transformers. La dupla se complementa a la perfección animando con excelentes recursos a los mejores amigos de un matrimonio que fallece en un accidente dejándolos como tutores de su beba Sophie. Opuestos y desavenidos en todas las facetas habidas y por haber, la conservadora Holly y el irresponsable mujeriego Messer se ven de pronto superados por las circunstancias, y compelidos por la última voluntad de la pareja fenecida a tratar de superar sus irreconciliables diferencias en aras del bien de la pequeña. Que de a poco surja una corriente de simpatía –y luego algo más- entre ellos es parte del ABC de la comedia romántica típica que Hollywood viene produciendo desde tiempos remotos. Ante esta decisión de guión quedan dos caminos por seguir: aceptarla de buen grado y disfrutar de las chispas que brotan cada vez que se cruzan estos personajes tan contrastados o, por el contrario, resentir la convención que horada el verosímil forzando una relación amorosa prácticamente irrealizable en la vida real. ¿Podría Bajo el mismo techo haberse alejado de este previsible devenir para ensayar algo diferente? Sí, seguro. Pero para eso faltan ejecutivos con cojones dispuestos a arriesgar su cabeza si las cosas no salen como es dable esperar en un producto de estas características… El mayor mérito de esta propuesta está relacionado con la minuciosa dosificación del arco de transformación de los dos personajes principales. Los cambios que operan en Holly y Messer debido a la imprevista paternidad se plasman progresivamente y sin apresuramientos. Dentro de este contexto genérico la obra se sostiene con gracia, no abusa de los momentos sentimentales (aunque tampoco los rehuye) y da en la diana cada vez que la beba aporta sus travesuras. Los secundarios no están tan cuidados pero se agradece el fenomenal desempeño de Sarah Burns como una algo excéntrica asistente social que carece de filtro para expresar con palabras lo que se le cruza por la cabeza. La participación de Josh Lucas como un médico divorciado que corteja a Holly sólo puede calificarse como funcional: su presencia responde más a una necesidad de guión –el tercero en discordia- que a otra cosa… Con varios detalles que recuerdan sin exagerar a Enamorándome de mi ex (la secuencia con la droga, el trabajo de ambas mujeres, el triángulo amoroso, el candidato profesional, etc.), Bajo el mismo techo fluye con amenidad hasta configurar un combo nada despreciable si la comparamos con otras producciones de similar tenor. Y sí, la modestia es parte de su encanto...
Este es el claro ejemplo en el que una cinta cinematográfica se asemeja completamente en su desarrollo a una sitcom televisiva común y corriente, olvidándose de los códigos y principalmente de esa profundidad y escencia que posee el cine.
Sobresaltos de amor. Holly y Eric, interpretados por Katherine Heigl y Josh Duhamel, no podían ser más opuestos. El, descortés; ella, una chica que espera que su caballero no la haga sentir una cita, al menos no la primera vez que se encuentran. Pero ambos, contra todas las previsiones, terminarán conviviendo bajo el mismo techo. Y además tienen que hacerse cargo de un bebé, hijo de unos amigos que fallecen. A medida que avanza, el filme se va encauzando en los caminos conocidos, con diálogos precisos, un humor no siempre correcto y apelaciones a los incidentes, alegrías y sorpresas que podría reconocer cualquier padre o madre primeriza. Aunque “Bajo el mismo techo” es un filme correcto, el resultado es por momentos previsible, con dos personas que, pese a todo, descubren que la atracción puede esconderse en las diferencias.
El experimento. Como si se tratara de un negativo de la comedia clásica norteamericana, donde muchas veces los protagonistas tenían resuelta su vida económica y familiar para poder dedicarse de lleno a las aventuras románticas, Bajo el mismo techo no les permite a sus personajes sentirse plenos en el interior de una pareja pero igual les revolea por la cabeza todas las responsabilidades que conlleva formar una familia: mantener una casa, criar hijos, pagar las cuentas. Una especie de El cubo en tono de comedia, la película de Greg Berlanti arranca de manera violenta a sus dos personajes de su apacible vida cotidiana y los introduce brutalmente y sin mucha justificación en una rutina familiar que les es hostil y para la que no están preparados. El hecho que desata el conflicto principal es arbitrario, inesperado y traicionero. Peter, Alison y su hijita Sophie vienen a ser una especie de familia perfecta, sobre todo en comparación con sus amigos Holly (una solterona linda, obsesiva y un poco hinchapelotas) y Eric (un eterno picaflor que rechaza sistemáticamente cualquier tipo de compromiso). El matrimonio feliz sufre un accidente fatal del que solamente se salva Sophie. Holly y Eric, que desde que padecieron una pésima cita arreglada por Peter y Alison no se soportan, deciden cuidar por unos días de Sophie, hasta que el abogado de la familia les informa que el testamento de sus amigos estipula que, en caso de pasarles algo, su última voluntad es que ellos dos se hagan cargo permanentemente de Sophie. La solemnidad con que está tratada la muerte de la pareja y las escenas que siguen son el signo más evidente de la debilidad de la premisa: a Holly y Eric se los está sometiendo, ni más ni menos, a la tarea de ser padres contra su voluntad, y el clima forzadamente grave viene a ser un intento burdo de legitimar ese sometimiento. Aunque del brete Holly no sale tan mal parada, porque ella parecía aspirar desde el principio a formar una familia. Sin novio y teniéndoselo que bancar al pesado de Eric y sus conquistas ocasionales, su nueva vida familiar no es la soñada, pero es mejor que nada. El que de verdad sufre la imposición del relato es él, que ahora tiene que hacerse cargo de una familia y una casa enorme con un sueldo que no les alcanza. Justo al revés de lo que pasaba en muchas comedias clásicas, en Bajo el mismo techo los números y las cuentas terminan siendo uno de los grandes temas de la película, como si un cierto sentir de época se filtrara en la historia y hablara del cine y la pareja de hoy: el signo de los tiempos (de los nuestros) parece cifrarse en una existencia trágica y achacosa sujeta para siempre al sueldo, al trabajo, a los aumentos, a la plata (¿alguna vez se vio a algún personaje de Cary Grant preocupado por llegar a fin de mes?). Después, la película se va a ir toda en los desajustes y balanceos de la relación de Eric y Holly: que a uno le empieza a gustar el otro, que el otro no se interesa, que cambian los roles y el deseado es el que desea, etc. Y, obvio, esto tenía que ocurrir, si los tipos se encuentran de golpe y porrazo con una familia a cuestas y conviviendo como si fueran marido y mujer; o se enamoran, o se terminan matando en cualquier momento. Víctimas los dos de un experimento cruel y gratuito pero que en realidad se pretende un fresco fidedigno de la actualidad (el título original es algo así como “La vida como la conocemos”), a Holly y a Eric no les queda otra que el romance, pero, eso sí, se trata de un romance forzado, a punta de pistola, que no contempla la libertad y la elección de los personajes. Después de todo, al principio de la historia, luego de su primera (y última) cita, los dos ya habían elegido no estar juntos nunca más. Pero la película no respeta esa decisión, sino que se deleita mostrando cómo los dos chocan y se sacan chispas en el escenario de un living o una cocina familiar. Dejando de lado la gracia y la simpatía de Katherine Heigl (probablemente la primera mujer que se perfila como figura de peso dentro de la llamada Nueva Comedia Americana), Bajo el mismo techo se parece a un experimento de laboratorio: “hagamos que dos personajes diametralmente opuestos se odien mutuamente, y después, de un momento a otro, cuando menos se lo esperen ¡obliguémoslos a formar una familia! ¡A ver qué pasa!”. Así puede resumirse la premisa de esta película que se divierte a costa de sus personajes, que torna miserables a sus criaturas para después señalarlas con el dedo y burlarse, y que para colmo muestra aspiraciones de comentario profundo sobre los sinsabores y recompensas de la vida en familia.
La mayoría de las personas planean su vida, pero el destino siempre esta al pie de cañón para entrometerse. Esto es lo que le sucede a Holly Benenson y Eric Messer . El plan de Holly era poder expandir su pequeño y elegante café boutique y convertirlo en un restaurante y, tal vez, algún día, abrir varias sucursales. Para Eric, su plan es ascender y dejar de ser un técnico de televisión para convertirse, en todo el sentido de la palabra, en director de la televisión deportiva a nivel nacional. Pero nada saldrá como lo planearon. Vemos a una linda chica sentada leyendo una revista, esta esperando a un muchacho muy guapo con el cual tendrá una cita arreglada por sus amigos. La cita nunca se llega a concretar; él llega una hora tarde, su trasporte es una moto muy cool pero muy poco adecuada para la vestimenta de una dama, ella prefiere ir en su auto nuevo, se suben al cuatro ruedas, suena el teléfono celular y él concreta una cita con otra muchacha, aquí se da por terminada esta cita y cada uno se va por su camino. Estas son las primeras imágenes que vemos de “Bajo el mismo techo”, marcándonos desde un principio lo poco que se agradan estos muchachos. Pero luego de que sus amigos sufren un trágico accidente se ven obligados a hacerse cargo, por decisión testamentaria de las víctimas, más allá de todas sus diferencias, y por la amistad que nos unía, de una beba, debiendo vivir ambos con la criatura en la misma casa Durante toda la narración se van desgranando situaciones e incidentes para Holly y Eric en el intento por ir adaptándose a ser padres primerizos, sin siquiera haberlo planeado, y de una criatura que no engendraron. “Bajo el mismo techo” es una comedia dramática en donde estamos todo el tiempo al borde del llanto de los actores, desbordados por la situación. Buen elenco, apropiada realización técnica y, como toda producción hollywoodense, esta no va a ser la excepción, tenemos el gusto en su cierre con el consabido Happy ending.
Cosas del destino No sé si esta especie de telefilm romántico divierte a todo el mundo, o tiene posibilidades de mantener entretenido a todos los espectadores, pero debo reconocer que es honesto. Si vieron el trailer, si escucharon la sinopsis, saben a que tipo de honestidad me refiero: es una comedia melodramática previsible, con personajes que se desplazan entre climas calculados y sin sorpresas, con actuaciones que sin brillar son correctas y aparecen empapeladas con el celofán más coloreado, como para que nos olvidemos de la tragedia. O al menos para que permanezca en un segundo plano. Esto no logra ocultar un film al que por momentos le falta ritmo y que por otros se torna demasiado largo, intentando resolver situaciones que ya están perdidas desde su planteo. En definitiva se trata de una película que está entre los límites de la comedia conservadora que un determinado público espera, sin traicionarse ni ser inconsecuente con los personajes, además de lograr un par de momentos divertidos que hacen que podamos llegar a definirla como simpática. Una feliz pareja con una hija tiene dos amigos solteros que tienen una cita, resulta que la cita no funciona demasiado bien pero se ven obligados a vivir en el mismo círculo debido a la estrecha amistad que los une. Un día sus amigos mueren en un accidente y el bebe queda huérfano, con el detalle de que son Eric y Holly, sus mejores amigos, los que quedan indicados en el testamento para hacerse cargo de Sophie. O sea, la historia es que el golpe bajo, la tragedia, aparece al comienzo y el film es el desarrollo de una relación en base a esa tragedia. Por eso los momentos más cómicos van a estar en la introducción y el drama irá lentamente ganando terreno, sin opacar del todo el tono ligero que pretende tener la película dirigida por Greg Berlanti. La cuestión termina feliz, a pesar de que Holly (Katherine Heigl) y Eric (Josh Duhamel) se llevaban como el diablo lograran hacerse cargo de un bebe e instituirse como una familia normal (o normalizada). El destino los puso en esa situación y las cosas salen como si estuvieran destinados a seguir ese camino, lo cual si bien parece cuestionable (porque hace ruido, porque resulta forzado inicialmente), no es deshonesto con el planteo del film. Lo que permite que aceptemos algo que nos hace fruncir el ceño de solo pensarlo, por lo inconsistente, idílico y conservador que aparece, es el desarrollo de los personajes: la pareja tiene una evolución con contradicciones y desencuentros que no aparecen completamente forzados y la relación con Sophie, el bebé que aceptan debido al testamento de sus amigos, resulta natural, sin baches. Quizá lo que más ruido nos haga sea hacia el final esa discusión salida de la nada que va a llevar a una resolución donde luchan en el personaje de Eric la vocación y la responsabilidad aceptada sobre Sophie. Ustedes ya se imaginan el happy ending, por lo tanto me ahorraré los detalles pero después de haber visto películas como Sin reservas, hay que decir que esta bastante mejor resuelto. Se trata de una comedia con personajes creíbles en una situación en la que no se imaginaban estar, y allí es donde la película gana terreno, donde logra conectarse con el público sin mayor ambición que la de pasar un buen rato, en parte gracias a que Josh Duhamel y Katherine Heigl logran mostrar su faceta cómica y dramática sin resultar toscos o sobreactuar. Lo que sucede para afirmar la relación y las instituciones es otro cuento más forzado que termina arrojando un resultado tan irregular como la poca creatividad que asoma de manera alarmante por momentos desde lo visual y el guión. En definitiva, es una de esa películas con buena vibra que siendo pasatistas hacen un producto decente sin mayores pretensiones, tómelo o déjelo.
Del destino nadie huye Comedia romántica que cuenta con los personajes de Holly (Katherine Heigl) que es dueña de una panadería y Eric Messer (Josh Duhamel) quien es un ayudante de dirección en un canal televisivo de deportes. Luego de una desastrosa primera cita, lo único que tienen en común es el rechazo de mutuo y el amor por su ahijada, Sophie, una pequeña bebé hija de una pareja de amigos en común. Pero el destino los pondrá a prueba, cuando luego de un terrible accidente se convierten en lo único que Sophie tiene en su vida. Holly y Eric se ven obligados a dejar sus diferencias a un lado, en beneficio de la felicidad de Sophie. Obviamente no será fácil, en el medio sucederán cosas como tener que soportar a las parejas ocasionales del otro y los desplantes de cada quien, con discusiones incluidas. Situaciones varias, llevan a los dos protagonistas a lo impensado, el amor, si se enamoran, se juntan, crean un hogar feliz, pero… ¿durará? ¿Lograran saltar el abismo que los separaba en un principio? Con un buen acompañamiento de los personajes secundarios menores entre los que se destaca el de la “asistente social” esta comedia lograr pasajes de buen humor a partir de una historia bastante original para el género, buenas actuaciones y gags sobre la vida cotidiana y el cuidado de bebés.
La pareja de Katherine Heigl y Josh Duhamel ya producen buena química desde la primera escena, y enseguida el espectador siente empatía por los dos personajes. Los que sean padres, sobre todo primerizos, van a disfrutarla mucho más ya que se van a sentir bastante identificados. Pero ya les aviso de antemano que...
Holly Berenson está en sus treinta, sigue soletera y administra su propio negocio de venta de tortas y delicatessen gourmet. Eric Messer tiene más o menos la misma edad, también sigue soltero y es el switch master de una cadena deportiva de televisión. El problema es que el factor matrimonio que a ella tanto le pesa a él ni siquiera lo mosquea: de ahí que la “cita a ciegas” organizada por una pareja de amigos fracase incluso antes de comenzar. Lo único que compartirán estos polos opuestos será el amor que sienten por su ahijada Sophie. Cuando ellos dos se conviertan en lo único que la bebé tenga en el mundo, deberán aprender a convivir bajo el mismo techo si no quieren que Sophie termine en un orfanato. A pesar de que el film respeta la estructura archiconocida de las comedias románticas, “Life as we know it” tiene momentos de autentica alegría y otros pasajes que no apelan al golpe bajo pero que son necesarios para la evolución de la historia. Es innegable que la química entre sus protagonistas Katherine Heigl (totalmente alejada de la serie Grey’s anatomy) y Josh Duhamel (protagonista de la reciente “Portadores” y marido de Fergie) es gran merecedora del disfrute que esta película produce, aunque el mismo se estire unos quince minutos más de lo necesario.