Debería haberlo sabido Y efectivamente Cadáver (The Possession of Hannah Grace, 2018) es una versión hiper mainstream y volcada a los exorcismos de The Autopsy of Jane Doe (2016), aquella pequeña maravilla dirigida por el gran cineasta noruego André Øvredal, responsable de la genial Trollhunter (Trolljegeren, 2010): mucho más cerca de la iconografía satánica estándar, esa que el Hollywood de las últimas décadas parece disfrutar tanto, que de la vertiente más terrenal y mugrosa de esas otras “cosillas” que pueden ocurrir en una morgue, representadas por ejemplo en la necrofilia de El Cadáver de Anna Fritz (2015), el film que nos ocupa de Diederik Van Rooijen juega con el suspenso y los reglamentarios jump scares sin demasiada imaginación y en especial haciendo énfasis en el estereotipo del protagonista atribulado que debe enfrentarse a algo bastante más amenazante que su trauma psicológico. Aquí el desarrollo se acerca a lo que sería una suerte de slasher de hospital -sobre todo en sintonía con Visiting Hours (1982) y Halloween II (1981)- aunque bajo el típico andamiaje paranormal de nuestros días y con un núcleo narrativo centrado en una ex policía llamada Megan (Shay Mitchell) adicta a las pastillas, debido a que su pasividad desencadenó la muerte de su compañero cuando un loquito disparó contra ellos. Apenas empezando en su flamante trabajo como asistente de entrega de cadáveres de un mega hospital de Boston, la mujer tendrá que lidiar con el cuerpo de una tal Hannah Grace (Kirby Johnson), quien viene de padecer un exorcismo y en esencia se niega a morir porque al demonio de turno le sobra iniciativa homicida y con cada nuevo asesinato cometido se cura un poco más de heridas sufridas pasadas, lo que deriva en el inefable fallecimiento de distintos empleados del lugar. Si bien al guión de Brian Sieve no se le cae ni una bendita idea novedosa, por lo menos hay que concederle que es menos pueril/ bobalicón que el promedio contemporáneo del rubro y que el ardid de ir mechando algunos encuentros varios de Megan con su ex pareja, el también oficial de policía Andrew (Grey Damon), y con el padre de Grace, Grainger (Louis Herthum), logra dinamizar el relato y compensar los latiguillos remanidos que desde el vamos enmarcan al film en materia de puertas que se abren solas, un abuso del bus effect de tanto en tanto, la presencia de un ente reptante símil espectro vengador del J-Horror, personajes secundarios que no escapan de lo meramente decorativo y diversos engranajes gastados en esa línea. Tampoco es de extrañar la ausencia de desnudos en consonancia con la obsesión infantiloide del mainstream, a pesar de que hablamos de terror 100% morboso. De todas formas la propuesta no llega a ser mala ya que consigue algunos momentos de genuino espanto apelando más a la sinceridad y el minimalismo que a la pomposidad light de fórmulas destiladas de la sensación de verdadero peligro de antaño, lo que nos deja con un producto ameno y relativamente potable aunque en simultáneo preso de una medianía bien olvidable que en su conjunto termina volcando la balanza hacia esa mediocridad paradigmática de tiempos como estos, en los que las “malas decisiones” del protagonista en cuestión, como por ejemplo la de trabajar en una morgue luego de la linda eclosión de un trauma vía homicidio (Megan debería haberlo sabido…), no se transforman en los viajes freaks de otras épocas fundamentalmente porque el cine actual -en todas sus variantes y procedencias- se toma demasiado en serio a sí mismo y casi nunca pasa del esquema rancio.
Indignarse por las traducciones que las películas extranjeras reciben al ser estrenadas en nuestro país es una suerte de hábito, en la mayoría de los casos entendible –aunque no por ello menos fútil–, de la crítica y cinefilia local. Dicho esto, existen ocasiones excepcionales (intentar recordarlas puede resultar un entretenido, aunque breve, ejercicio mental) en las que el título traducido no sólo prueba ser “mejor” que el original, sino que además, en su desfase, nos ofrece una perspectiva atípica desde la cual estudiar al objeto en cuestión. The Possession of Hannah Grace, la primera película protagonizada por Shay Mitchell (de la serie Pretty Little Liars), es una de ellas. En efecto, su título original la emparenta con todo un subgénero de películas de exorcismos y posesiones al cual, por fuera de su potente secuencia inicial, no pertenece. Asimismo, aquel refiere meramente al trágico incidente que dispara la trama del film: la joven Hannah Grace es asesinada durante un exorcismo y su cadáver es enviado al Hospital Metropolitano de Boston, donde la desafortunada Megan Reed acaba de empezar a trabajar. A priori, convengamos que el cargo de asistente nocturno de una morgue está lejos de ser atractivo, pero la ex-policía encarnada por Mitchell está convencida de que será un eficaz paliativo para su nueva vida libre de medicamentos y alcohol; adicciones que el film, muy torpemente, nos da a entender que surgieron tras un error fatal cometido como oficial de la Ley. Sin embargo, será precisamente este nuevo empleo el que la tentará a sucumbir nuevamente ante sus adicciones, a cuestionarse su filosofía de vida derrotista (“cuando te mueres, te mueres”) y, sobre todo, a poner en duda su cordura. De hecho, su propio jefe le anticipa que, dada la naturaleza del puesto y el inquietante lugar de trabajo, no tardará en imaginar cosas. Una advertencia profética que, sumada a la inestable salud mental de Megan, provee el escenario ideal para el juego de ambigüedades que propone el film, en el que hasta el sonido más anodino puede volverse una mortal amenaza y donde los límites entre realidad e imaginación, a los ojos de la protagonista, se tornan difusos. Es en esta instancia cuando la película alcanza su punto de mayor interés dramático: mediante la conjunción de la presencia sobrenatural (el cadáver de la joven deviene zombie poseido) y la adicción de Megan (el impulso por ingerir psicofármacos) se produce un solapamiento de líneas narrativas que, si bien demora la epifanía (la amenaza es real), entretiene con algunos logrados momentos de suspenso –la mayoría de ellos silenciosos y construidos a partir de lo que ocurre en el fondo del plano o su fuera de campo–, pero también con numerosos, sumamente innecesarios y mal orquestados jump scares. Por otro lado, y a diferencia de un film contemporáneo y con varios puntos en común como The Autopsy of Jane Doe (2016), Cadáver denota una cierta incapacidad para retratar los “poderes” de su occiso maldito sin acudir a un sinnúmero de personajes secundarios desechables, cuya única función en la historia parece ser la de oficiar de víctimas de turno. Contrariamente, La morgue (aquí la traducción local claramente no estuvo a la altura del título original), una película mucho más contenida y económica, prescinde de ellos y evita así que las pocas muertes del relato se vuelvan previsibles o carezcan de peso dramático como las del film de Diederik Van Rooijen. Lamentablemente, y a fin de cuentas, este tipo de falencias del guión, así como también ciertos descuidos narrativos –como el insatisfactorio intento de justificación de por qué Hannah no asesina a Megan inmediatamente, su clímax de rápida resolución y escasa emoción, y un fallido final que apela a una voz en off ¡nunca antes usada!–, son los que hacen al debut del director holandés en Hollywood uno no muy auspicioso. Para concluir, y retomando lo dicho al inicio sobre el contraste entre los dos títulos del film, notarán que el hispano resulta, sin dudas, mucho más pertinente: tanto como síntesis de la trama, llevada adelante por el accionar del cadáver, como caracterización del producto final; es decir, una película que desde su comienzo, y al igual que Hannah, capta nuestra atención con sus inesperados movimientos pero que, en el fondo, carece de vida.
Un exorcismo en la escena inicial (una chica que “vence” a dos curas y a su propio padre hasta que este decide asfixiarla con un almohadón), una locación que sirve para casi todo el resto de la película (la morgue de un hospital de Boston), un presupuesto limitado (menos de 10 millones de dólares), una protagonista con algo de notoriedad como la canadiense Shay Mitchell (vista en series como Pretty Little Liars y You), un guión elemental, un director del montón (el holandés Diederik Van Rooijen) y... a recaudar. Apelar a lugares comunes del género, filmar rápido y aprovechar que el terror casi siempre garpa (para los productores, pero muchas veces no para los espectadores). Mitchell es Megan Reed, una ex policía que (tras un error en un operativo) se queda sin trabajo y debe reciclarse como empleada en la apuntada morgue. Sola y de noche, su tarea (sacar fotos de los cadáveres, por ejemplo) es por demás lúgubre. En uno de los habituales deliveries nocturnos que trae la ambulancia le llega el cuerpo mutilado y quemado de la joven vista en la escena de apertura y, claro, desde entonces las cosas ya no serán tranquilas como antes. Lo que sigue es un festival de efectos visuales para construir situaciones paranormales con el diabólico cadáver del título moviéndose por todas partes y generando el caos (y algunos sustos). En definitiva, un producto concebido a pura fórmula. Poco, muy poco como para justificar el pago de una entrada. Por suerte, en los últimos tiempos el terror nos regaló unos cuantos exponentes bastante más audaces, creativos y provocadores. A esperar, entonces, algo superador.
Empieza como un muestrario de todos los tópicos del exorcismo para desembocar en una lógica de amenaza y persecución, más propia del terror de asesinos seriales que del satánico. Es en esa indefinición y en la precaria resolución de algunas escenas donde se ponen en evidencia sus debilidades. La puesta en escena es austera, concentrada casi en un decorado, aunque plagada de guiños al cine que ya conocemos. A partir de la explosión del conflicto y la omnipresencia de la posesión, se resuelven con desprolijidad y sin tensión situaciones claves, repite con insistencia motivos visuales y descuida el uso del espacio que era lo que mejor había aprovechado hasta entonces.
Fantasmas en la mente Cadáver (The Possession of Hannah Grace, 2018) se presenta como una propuesta televisiva, de esas que en el binge watching, los millenials devoran en menos de un fin de semana. Series con imágenes perfectas y giros constantes como para dar la sensación de sorpresa y novedad, que en poco tiempo comenzaron a transformarse en productos cinematográficos, convirtiéndose en algo parecido al cine pero con un lenguaje televisivo. A Megan (Shay Mitchell), la protagonista de Cadáver (inexplicable título local), le han pasado muchas cosas, y como resultado de éstas, las alucinaciones la persiguen esté donde esté. Para complicarle todo, la única chance que tiene para salir adelante y seguir con su vida es emplearse como administrativa en la morgue de un hospital, donde, obviamente todo se descontrolará en parte por sus delirios y en parte por un misterio. Así, entre la serie de horror, el drama hospitalario y la narración de género, Cadáver de Diederik Van Rooijen, apuesta por algo que no dista mucho de una infinidad de propuestas anteriores que han tenido en hospitales, morgues y lúgubres espacios, escenarios para contar historias de miedo sobre muertos que reviven, cadáveres que caminan y asesinatos sin explicación que amenazan a los personajes. Pero en Cadáver el principal conflicto es su intención de dotar de cierto realismo y profundidad a la protagonista a partir de un pasado reciente que la acecha. El guion de Brian Sieve pretende confundir al espectador con lecciones sobre psicología y autoayuda de bolsillo en eternos diálogos en los que Megan debe probar que aquello que ha comenzado a vivir en su trabajo nocturno no es otra cosa que la aparición de un extraño cuerpo que toma vida de la muerte de otras personas. Para matizar un poco la cosa, el realizador intenta abrir los espacios con tomas que dan amplitud al techo de la morgue, jugando con la luz y primeros planos para componer una propuesta distinta, pero en el constante apelar al fuera de campo y a la banda sonora para efectuar cambios y transiciones, la fórmula se resiente. En algún momento se incorpora la religión y el exorcismo para justificar las muertes que comienzan a sucederse delante o a espaldas de Megan, algo que demuestra la construcción tipo Frankenstein del guion, un híbrido que no sabe hacia dónde avanzar en su relato y en su progresión. Cadáver podría haber sido una potente vuelta a un subgénero que tiene varios adeptos dentro del terror, pero en el débil desarrollo de los conflictos y en las endebles actuaciones secundarias se terminan por resentir todo aquello que emulando a series olvidables podría haberla distinguido y elevado.
La muerta que se movía “Cadáver” (The Possession of Hannah Grace, 2018) es una película de terror dirigida por Diederik Van Rooijen y escrita por Brian Sieve. Protagonizada por Shay Mitchell, actriz reconocida por la serie adolescente “Pretty Little Liars” (2010-2017), el reparto se completa con Kirby Johnson, Grey Damon, Maximillian McNamara, Louis Herthum (Westworld), Nick Thune y Stana Katic. Durante un exorcismo a la poseída Hannah Grace (Kirby Johnson), la fuerza de la joven es tal que todo termina saliéndose de control por lo que su padre Grainger (Louis Herthum) toma la decisión de asfixiarla con la almohada. Tres meses después, la ex policía Megan Reed (Shay Mitchell) comienza a trabajar en el horario nocturno de una morgue en Boston gracias al contacto de su amiga Lisa (Stana Katic). Su labor consiste en recibir las entregas de los cadáveres y sacar las respectivas fotografías de las heridas así como tomar las huellas dactilares. Cuando Randy (Nick Thune) llega con el cuerpo de Hannah, lo que menos se imagina Megan es que vivirá la noche más terrorífica de su vida. Llega a la cartelera otra historia de terror ambientada en la morgue, la cual inevitablemente recuerda a “La Autopsia de Jane Doe” (The Autopsy of Jane Doe, 2016). En esta ocasión tenemos un precario guión, cero ideas nuevas y efectos que dejan mucho que desear, sin embargo la película no logra ser extremadamente mala gracias a su corta duración (86 minutos) y la correcta labor protagónica. Luces que se prenden y apagan, objetos que se caen al piso, puertas que se abren solas, máquinas que no funcionan y sombras en las cámaras de seguridad son todos elementos que ya conocemos y están presentes aquí sin llegar a fastidiarnos: la cinta es una más del montón. Sin conseguir asustar en ningún momento debido al aumento abrupto del sonido al que ya estamos acostumbrados, lo que destaca de “Cadáver” es justamente la actriz que encarna a Hannah Grace. Kirby Johnson es gimnasta y contorsionista, por lo que para la mayoría de sus escenas no se necesitó utilizar efectos especiales. Sus movimientos corporales junto al sonar de sus huesos ayudan a crear una atmósfera enrarecida que contrasta con el ultra silencio de la morgue. Con el agregado de un trasfondo traumático en la vida de la protagonista y personajes que van muriendo a medida que pasan los minutos, el desenlace de “Cadáver” se vuelve bastante patético al querer demostrar el crecimiento de Megan ante una situación límite. Sin pretender quedar en el recuerdo de nadie, la película se deja ver y puede llegar a disfrutarse si no se va a la sala de cine con grandes expectativas.
Dirigida por Diederik Van Rooijen y escrita por Brian Sieve (escritor de algunos capítulos de la desapercibida serie Scream para MTV), Cadáver es una película de terror con un personaje poseído y una morgue como escenario. Un exorcismo que sale mal y no encuentra otro final que la muerte de la poseída funciona como prólogo de Cadáver. Luego se presentará a la verdadera protagonista (Shay Mitchell), una ex policía que perdió su trabajo después de una operación fallida que terminó con un compañero muerto. Recién salida de rehabilitación, intenta volver a tener una vida normal y el trabajo que consigue le parece ideal para hacerlo: en una morgue, sola, de noche. “Este trabajo no es para cualquiera”. Pero esa tranquilidad (una tranquilidad que al menos al espectador y a casi cualquier persona en general no deja de sonarle inquietante, no así a la protagonista, en primera instancia, quien cree que es el trabajo ideal para la situación en la que se encuentra) se ve pronto irrumpida con la llegada de un cuerpo: el de la joven Hannah Grace. La rutina propia de su nuevo trabajo ya se rompe desde el primer instante en que este cadáver llega, con el que nada funciona como lo hacía hasta ahora. Como estamos ante una protagonista algo turbada, es fácil para ella creer que lo que ve o escucha no es real, que son fantasmas que la acechan en su cabeza. No obstante, a partir de ese momento y después de generar un par de detalles que llaman la atención, el terror se va tornando cada vez más presente pero en una forma repetitiva, abusando de los mismos golpes de efectos. La trama intenta combinar el desarrollo psicológico de su protagonista -que además arrastra una pareja que se rompió a causa de sus problemas pero que todavía está presente-, con la propia historia de terror sobrenatural. Aunque en principio la premisa se parezca bastante a la de la película del noruego André Øvredal, La autopsia de Jane Doe, estamos ante un film bastante menos inspirado y, por lo tanto, menos logrado. Una vez presentada la problemática, se presentan un conjunto de situaciones reiterativas que cada vez sorprenden e impactan menos. Y todo esto para llegar a una resolución apresurada y fácil.
Sin aportarle nada nuevo al género, "Cadáver", de Diederik Van Rooijen, es una película de terror que falla en su objetivo principal, asustar a su público. Cada género tiene sus expectativas propias. Las del terror, serán asustar, sugestionar, o al menos tensionar en algún tramo de la película. Por menos que se le pida a una película, ese elemento básico del género, tiene que estar. "Cadáver" es la primer película en Hollywood del holandés Diederik Van Rooijen, un film por encargo que debería funcionar como carta de presentación hacia el futuro. A vista de los resultados, el modo de presentarse no ha sido el más auspicioso. Con muchos elementos en común con la exquisita "La morgue", o "The Autopsy of Jane Doe", se plantea una película de terror en la que un cadáver en el depositario de cuerpos será el desencadenante de todos los males. Sin embargo, allí en donde el film de André Øvredal brillaba por su originalidad y frescura; "Cadáver" se limita a repetir de modo cansino, todos y cada uno de los lugares comunes esperados, menos el fundamental, el crear el susto. Megan Reed (Shay Mitchell) es una alcohólica en recuperación, con un pasado oscuro, que consigue gracias a su padrino en la AA, un trabajo en una morgue. En esa primera noche en el lugar cae un cuerpo, el de una joven rubia, la Hannah Grace del título local (Kirby Johnson). Ya en una secuencia inicial vimos que Hannah era una joven poseída por un demonio, que fue sometida a un exorcismo que resultó fallido, y su padre tuve que encargarse de ahogarla para que la cosa no se saliera más de cauce. Por lo tanto, desde el momento en que vemos que su cuerpo llega a ahí, tres meses después del exorcismo, sabemos qué es lo que pasará. Hannah se despierta, o hace una transmutación de su cuerpo, no se entiende, es confuso, pero no importa, y se irá cargando a distintos personajes para ir reconstruyéndose, o sanando su cuerpo, con cada muerte. Por supuesto, Megan será la encargada de detenerla. Pero no estará sola, recibirá una ayuda extra, que no revelaremos, pero que no resulta para nada creíble. Aquí hay muchísimas cosas que no cierran, sin explicación, baches, y hasta elementos muy obvios que le escapan a toda lógica. La resolución de lo que plantea sería realmente sencilla, y sin embargo, a ningún personaje se le ocurre; y al momento de arribar al final, por la necesidad de dar el enganche, termina traicionando toda su escasa premisa. Aun así, nada de esto sería tan grave si hubiesen construido un sólido entretenimiento. "Cadáver" es un compendio de todos los elementos que algo de terror debería tener. La escena previa (aunque de no haberla tenido se hubiese ganado en suspenso); la protagonista con un pasado oscuro, alcohólica, y en recuperación; el primer día de trabajo; los secundarios que son simples peones y que tienen el comportamiento más estúpido posible; la superación personal para arribar a resolver el enigma; y un mal con la sola explicación de ser demoníaco. A todos los problemas del guion, y los lugares comunes poco estimulantes, se le suma el peor error de todos, no generar ningún tipo de susto o clima. Hay algún jump scare, muy mal hecho, que no asusta, no coordina bien el golpe con el impacto de la imagen; y en lo general las muertes son poco creativas, escasas de sangre, y fuera de cualquier tensión. En cada una, desde que arranca la escena, antes de que aparezca Hannah, sabemos que ese personaje va a morir ahí. No hay atmósfera, no hay crescendo, todo es plano; menos hablar de construcción dramática, ni lo intenta. Shay Mitchell tiene en sus manos un personaje poco elaborado, y ella tampoco hace demasiado por mejorarlo. No llegamos a odiarlo, ni a quererlo, no nos importa demasiado. Kirby Johnson, como el cadáver, maneja un buen movimiento corporal, pero obviamente, si el film no asusta, ella no puede hacer mucho. "Cadáver" parece ser una película de esas que hay de a miles circulando online, en DVD, o en cualquier plataforma streaming como relleno; salvo que tiene el detalle de verse prolija por tener la banca de un estudio detrás. Diederik Van Rooijen no hace demasiado en su ópera prima, y se nota que está trabajando con un material que no es suyo, hace de piloto automático, o de quien trabaja a reglamento, cumple la función que le encargan, y abandona sin ningún plus. "Cadáver" no es un film incómodo, tampoco es una propuesta que vayamos a odiar, y ni siquiera ofrecerá algo que se transforme en la comidilla de los comentarios negativos: Es, ni más ni menos, que una de terror, muy, muy olvidable.
Hay varios resortes dramáticos conocidos en esta película de terror no especialmente original, pero que al menos sabe cómo combinar razonablemente sus ingredientes. Hay una expolicía con problemas de adicciones que sólo consigue trabajo en una morgue de Boston, justo donde está el cadáver de una chica que meses atrás murió sin que unos curas pudieran terminar de exorcizarla por completo. La premisa da para situaciones obvias, como una protagonista poco creíble como testigo de situaciones sobrenaturales horripilantes. En este último sentido hay que reconocer que el director holandés Diederik van Rooijen, en su debut hollywoodense, sabe cómo dosificar bien los sustos y lograr que el cadáver de la Hanna Grace del título original se las arregle para lucir más tremendo a medida que avanza la proyección. Shay Mitchell es convincente como la espantada protagonista, no así el resto del elenco, que no resulta sólido en su conjunto. Con la cantidad de sustos, y la intensidad de algunos de las más logradas secuencias de acción, más allá de los reparos ya mencionados se puede recomendar este “Cadáver”.
Un exorcismo se sale de control y causa la muerte de una adolescente. Meses después, la ex-policía Megan Reed (Shay Mitchell) intenta recuperar su propia vida después de haber sido incapaz de impedir el asesinato de su compañero y de haberse vuelto alcohólica y drogadicta a causa del dolor. Mientras trabaja en el turno nocturno de la morgue del hospital Boston, en el cual ha logrado mantenerse sobria, Megan descubre una paz inusual en la soledad extrema de las instalaciones cavernosas. Sin embargo, una noche, después de recibir un cuerpo horriblemente desfigurado, su vida cambia. Sola y encerrada en los corredores del sótano de la morgue en compañía de ese cadáver, Megan experimenta visiones espeluznantes. Mientras pone en entredicho su propia cordura, teme que el cadáver esté posesionado por una fuerza demoníaca despiadada y que pueda resucitar… para matar. Este 6 de diciembre estará en la cartelera cinematográfica argentina este filme que tiene el objetivo de aterrorizar a los espectadores. La pregunta es ¿Lo logrará? Desde mi visión considero que “Cadáver” es una película que comienza con buen pie pero que a medida que transcurre los 35 min de proyección se desploma por su mala postproducción o montaje, deficiente guion y lo repetitivo de las secuencias y acciones del personaje de Hannah Grace. El género del terror tiene la gran complicación y dificultad que pareciera que las formulas preestablecidas para un filme de este estilo están desgastadas. El público se conoce los trucos hasta el cansancio. Por algo “El Exorcismo” sigue siendo la máxima referencia en cuanto a filme con posesiones diabólicas. “Cadáver” Es una cinta que a pesar de tener una buena atmósfera cinematográfica en su arte para causar miedo, se vuelve monótona y hace que en vez de provocar gritos te cause risas. Totalmente olvidable. Pienso que no causa el terror que debería. Una buena idea que se va perdiendo a medida que vamos descubriendo la historia.
Cadáver es una película de terror dirigida por el holandés Diederik Van Roojien, y protagonizada por Shay Mitchell, una actriz de larga trayectoria televisiva, que interpreta a Megan Reed, una ex policía que consigue trabajo en el turno nocturno de la morgue de un hospital. Y en sus primeros días de trabajo debe enfrentar a una entidad demoníaca alojada en el cuerpo de una joven. Lo que tiene de novedoso esta película es que utiliza una morgue como locación principal, curiosamente no muy empleada en el cine de terror, siendo que es ideal para la construcción de climas de suspenso. Y Diederik Van Roojien la aprovecha al máximo, generando tensión en el espectador desde la primera escena, en la que muestra que Hannah falleció durante un exorcismo, para dejar de lado el misterio y centrarse en la confrontación entre un demonio que no quiere abandonar el cuerpo que poseyó y Megan, una joven que recién comienza en su trabajo. Pero esta tensión no se transforma en aburrimiento, sino que se libera en pocas, pero eficaces escenas de violencia, donde hay asesinatos surrealistas que recuerdan a los cometidos por el personaje de Freddy Krugger en la serie de películas que comenzó con Pesadilla en lo profundo de la noche. Desde el punto de vista técnico vale la pena destacar el excelente trabajo de fotografía, a cargo de Lennert Hillege, que se basa en tonos fríos que se logran con una iluminación artificial, ya que la oscuridad existe por descarte. Esto se debe a que la película transcurre casi en su totalidad en los interiores de un lugar que funciona como purgatorio, tanto para Hannah que debe expulsar el demonio de su cuerpo, como para Megan, que encuentra en ese trabajo sórdido la posibilidad de redimirse y empezar de nuevo. Lo que hace que la película funcione es eso, que tenemos a una protagonista con la que nos podemos sentir identificados. Porque un error que le costó la vida a un compañero suyo la llevó a refugiarse en la adicción a los psicofármacos y perder por eso su trabajo y su pareja. Y la cercanía con la muerte hace que se aferre a la vida, y no se convierta en presa de este demonio que busca retener el cuerpo de la persona a la que poseyó asesinando gente. En conclusión, Cadáver se encuentra lejos de ser una obra maestra, pero es una película de género sumamente efectiva, que atrapa al espectador con una puesta en escena eficaz. Y eso la convierte en una propuesta ideal para pasar un buen rato, especialmente si se la ve utilizando alguno de estos medios de transmisión de películas en streaming.
Una película de terror sobrenatural ambientada en una morgue puede provocar escalofríos y, más aún, cuando el cuerpo que ingresa parece estar a "medio exorcizar". En Cadáver, el director Diederik Van Rooijen debuta en el cine norteamericano con el guión de Brian Sieve -de la serie Scream- y muestra que el límite entre la vida y la muerte es muy delgado, explotando los recursos de un subgénero que siempre dio buenos réditos en boleterías. Megan Reed -Shay Mitchell- es una ex-policía que arrastra las culpas de un caso e ingresa, a través de una amiga, a trabajar en la morgue del Boston Memorial Hospital en el turno nocturno. Lo más interesante del filme ocurre al principio con el exorcismo que se le practica a la joven Hannah Grace -Kirby Johnson- y cuando su cuerpo es trasladado luego al sótano del establecimiento. Entre luces parpadeantes, un clima sombrío y un tono sobrenatural de exorcismo, el relato juega con los sonidos extraños, el escozor que produce estar en contacto con los muertos y con una presencia que altera la percepción de realidad de la protagonista. La trama incluye una galería de personajes secundarios episódicos que se convierten en víctimas de la presencia demoníaca pero va perdiendo el clima claustrofóbico, amenazante y pesadillesco que logra al comienzo, dejando lugar al suspenso y al impacto visual de los efectos -bien logrados pero vistos hasta el hartazgo-. En comparación con La morgue-2017-, de Andre Ovredal, y en la que padre e hijo realizaban autopsias y descubrían un secreto aterrador, Cadáver pierde la oportunidad de helar la sangre como prometía.
El debut del holandés Diederik Van Rooijen en EEUU tiene aciertos y “homenajes”. Primero es una buena decisión el titulo de estreno en muestro país, ya que en el original hablaba de una posesión que se resuelve en los minutos previos a los títulos. Después es acertada la elección como escenario casi único de la morgue enorme y gris, oscura y amenazante donde ha elegido trabajar una ex policía con “problemitas”. Todo bien hasta que llega el cadáver en cuestión mutilado y quemado y con un ojo de impresionante color zafiro abierto. Un cuerpo con malas costumbres donde el demonio se siente cómodo y se desplaza al estilo “caminata de la araña” de Linda Blair .Una entidad malvada inquieta La película no pasará a la historia del género por innovadora, pero mantiene al espectador en vilo durante casi todo el tiempo, con efectos de sonido, silencios y buenas luces. Un aspecto llama la atención en un filme que parece enfocado en el entretenimiento: el señalar las depresiones y adicciones como el verdadero terror de la época. Después de verla podemos analizar algunos deslices del argumento, que los tiene. Y preguntas para futuros filmes: ¿por qué los exorcistas insisten si siempre pierden?, ¿por qué el demonio mata pero no pude desatarse de la cama? Y así seguir para entretenerse con guionista rutinarios. Este cadáver no apesta y eso es bastante.
De exorcismo y adicciones. Cadáver es una película, se podría decir, de doble lectura. ¿En qué sentido? utiliza el horror como excusa para ahondar en los demonios personales que le toca atravesar a una mujer que está superando su adicción a las drogas. Todo comienza con el exorcismo de una joven, de esos donde la poseída tiene una fuerza inconmensurable, pero que en un momento de debilidad del diablo, el padre de la chica (que está presente en el rito), la asfixia para así poder liberarla del calvario. Fundido a negro, pasan tres meses y nos encontramos con una mujer haciendo footing. Es Megan Reed (Shay Mitchell), una ex agente de la policía que se encuentra en plena recuperación de su adicción. Por lo que su tutora, le consigue un trabajo nocturno en la morgue de un hospital, donde deber recibir cadáveres. Solitaria, indomable… Megan se siente culpable por la muerte de su compañero, y a la vez perdió a su novio. En medio de estas luchas internas, recibe el cuerpo de la joven exorcizada. De más está decir que a partir de allí comenzarán a ocurrir cosas extrañas en el subsuelo del hospital. Ella comenzará a experimentar visiones, y escuchar ruidos de todo tipo. La historia se toma su tiempo para entrar en modo horror. La primera parte se centra en el personaje de Megan, el realizador lo explora, inclusive da cuenta de cómo lucha con su demonio personal: la adicción a las pastillas. El dolor aún está en carne viva, y el duelo en pleno proceso. Cuando el cadáver de la joven poseída ingrese en la morgue, la historia comenzará a virar de drama a horror. El diablo se manifestará en sus formas más terribles, alimentándose de la sangre de inocentes para restituirse físicamente. Es así que Megan se pondrá a luchar cuerpo a cuerpo con el demonio… y con sus demonios. Quizá lo fantástico es una excusa. Shay Mitchell actúa bien y hace algo verosímil la cuota de terror que es bastante endeble y tan poco sugerente que le cuesta alcanzar clima: de posesiones remanidas y clichés. Lo más interesante es la evolución del personaje femenino, su resiliencia; pero lamentablemente, en este cruce de géneros, la ejecución de la idea falla y las buenas intenciones no alcanzan.
Cadáver: Un fantasma viene a verme. Luego de ver una película como “Cadáver (The Possession of Hannah Grace, 2018)”, uno se queda pensando en cómo son las modas, las épocas, las rachas en el cine de género por estos tiempos. Y éste en particular – el subgénero sobre las morgues, las autopsias y los cuerpos inertes que nos regaló exponentes interesantes en los últimos años- corre con la misma suerte. Pertenece, ni más ni menos, a una moda. Y tal es así que películas como la española “El cadáver de Anna Fritz (2015)” y la inglesa “La Morgue (The autopsy of Jane Doe, 2016)” marcaron el advenimiento de otro tipo de films dedicados a los fenómenos paranormales. Pegaron fuerte, gustaron y todos especulaban con que representarían el inicio de una serie de películas similares. Pasaron los años, no aparecieron en un buen momento (por lo menos no en términos comerciales), pero hoy somos testigos del estreno de un nuevo exponente. Megan -la actriz canadiense Shay Mitchell, vista ya en varias series- quedó desempleada en la policía debido a un incidente con su compañero, del cual es responsable. Buscando un nuevo trabajo acorde a su profesión, no tiene mejor idea que comenzar en la enorme morgue de un hospital, cumpliendo el turno nocturno totalmente sola. En una nueva entrega, a Megan le llega un cadáver extraño (debido a su rostro, su postura y sus antecedentes). Y allí la película del holandés Diederik Van Rooijen comienza a crecer a pasos agigantados. Lo interesante de “Cadáver” es que se parece a otras pero no es igual a ninguna. Desde su inicio poco sorpresivo (un ritual de exorcismo a una joven con muy buenos momentos), dejando pasar tres meses en la cronología de la película, hasta llegar a la morgue en cuestión, nada parece salirse de lo habitual dentro de los cánones del género. El film despliega su fuerza a partir de los hechos misteriosos que le ocurren a su personaje protagonista, que conocemos luego. Su potencial es justamente ese: con un presupuesto limitado logra tensión, drama y un definido crescendo en los hechos. Sumado a eso, el film opta por algunos recursos nuevos para los sustos, tiene escenas ocurrentes y visualmente es increíble. Aunque por momentos puede resultar un poco “televisiva” en su estructura, indaga correctamente en el drama de la protagonista –ni mucho ni poco, correctamente- y crea un mundillo de pequeñas historias: la de la exorcizada y su padre, la de la médica amiga, la del policía ex novio. Así, la película puede pecar de caótica, sin embargo nada queda librado al azar y va construyendo una atmósfera propia de suspenso que coquetea con otros géneros diferentes. “Cadáver” es otro buen exponen del género –quizá no el mejor dentro de su temática- que los amantes del cine de terror disfrutarán, e incluso hasta puede que le perdonen algunos detalles predecibles. En definitiva, tiene todo lo que tiene que tener como película de horror y lo importante es que se sostiene hasta el final.
UNA MUERTA BELLA PERO SIN VIDA En Cadáver, muchas veces el terror está relacionado con los problemas psicológicos que sufren los personajes. En este caso se vinculan y le dan contenido, pero pierden fuerza por la inverosimilitud que provoca la inmunidad alargada de la protagonista. Megan es una ex policía que ha quedado con algunos traumas psicológicos luego de haber visto cómo mataban a su compañero de servicio sin ella poder reaccionar. La película presenta a un personaje que suponemos estuvo un tiempo en crisis (ha pasado por un centro de adicciones) y que empieza un nuevo trabajo, en la recepción de los cadáveres de una morgue. Ya que la protagonista trabaja de noche, el film aprovecha al máximo el espacio para generar suspenso e impacto. Es así como toda la primera parte de Cadáver explora algunos recursos muy utilizados como las apariciones repentinas y el juego con la oscuridad y las luces. Pero también la estética que se elige funciona muy bien, por lo menos al principio. Por un lado tenemos el lugar, que tiene varias características a favor: la extensión, la pulcritud, los instrumentos quirúrgicos. El sonido de los aparatos para tomar fotografía a los muertos es sumamente importante tras aparecer en un entorno de silencio. Los muertos también le dan una gran impronta, aun sabiendo que están en los cubículos. Y esto toma más énfasis tras la soledad del lugar, son más los muertos que los vivos. Megan es la única moradora de la zona. Hay dos guardias de seguridad pero bastante distanciados de ella. Por otro lado, es importante la fotografía tanto del cadáver tanto como de los objetos del lugar. Estéticamente, tiene mucho impacto ese cuerpo que se encuentra en posición fetal y lleno de moretones. Pero todos estos aspectos se van perdiendo a medida que el film avanza. El pasado de Megan nos deja entender sus reacciones, comprendemos que dude de lo que pasa, que se enfrente a situaciones bastante terroríficas sin miedo y que recorra el lugar sin casi tener dudas. El film muestra desde el comienzo a un personaje inestable, en recuperación. Y toma este punto para hacernos entender por qué este ser sobrenatural que aparece mata a todos pero a ella la esquiva. Sin embargo, este aspecto no termina de convencer. Es poco creíble que la protagonista esté siempre al borde de ser atacada y logre escaparse, no se entiende el porqué de la espera. Y como para redondear esto, en el medio van cayendo algunas víctimas con un fin un tanto contradictorio al que propone el final. Cadáver también utiliza recursos ya bastante vistos como revisar los videos de las cámaras de seguridad para observar movimientos extraños y las escenas en las que se practica el exorcismo. No hay grandes innovaciones en el film, pero sí marca una estética a partir de la exhibición del cuerpo deteriorado. El cadáver en sí tiene un gran potencial visual y es notable cómo se lo explora y profundiza, desde la iluminación y los diferentes ángulos.
El director holandés Diederik van Rooijen debuta en Hollywood, con esta película de terror. Comienza con un prólogo donde a la joven Hannah Grace (interpretada por la actriz, modelo, gimnasta y contorsionista, Kirby Johnson. Casualmente Ella es una admiradora de la película “El exorcista”) dos sacerdotes y el padre de la víctima, le están haciendo un exorcismo pero el mismo se sale de control. Tres meses después, la joven Megan Reed (canadiense Shay Mitchell) una ex policía que viene de vivir situaciones traumáticas, decide volver a sus actividades elige realizar tareas en un lugar tan lúgubre como es la morgue y a través de algunos flashbacks conocemos su pasado. Cuando el llega el cuerpo Hannah Grace, la mayoría de los espectadores sabemos que vamos a vivir situaciones sobrenaturales. La actriz Shay Mitchell es más conocida por su papeles en televisión, este es su debut cinematográfico como protagonista, está bien pero el pánico no te lo transmite, el caso Kirby Johnson se luce únicamente en su expresión corporal ya tiene dotes naturales. Dentro de los roles secundarios: Stana Katic, Grey Damon, Louis Herthum, Nick Thune, Jacob Ming-Trent y Maximillian McNamara no logran destacarse no tienen grandes roles. Si bien cuenta con una buena locación, con una iluminación apropiada, te ofrece una buena paleta de colores, se van generando buenos climas, tiene el trabajo de un buen equipo de maquillaje por Adrien Morot para posesiones demoniacas y generar tensión. Pero su contenido termina siendo mediocre, predecible y a sus personajes podemos saber que les va a pasar. Tiene algún punto similar al film “La morgue” (2016) de André Øvredal.
Introducción. Dos curas desparraman agua bendita sobre el cuerpo de Hannah (Kirby Johnson) cuyo inquilino demoníaco se niega abandonar. También está el padre, quien al intuir un posible fracaso interviene nomás. Se mete en el medio. Para que las cosas salgan bien mejor hacerlas uno y sanseacabó. Pero el tipo no anda con vueltas, caza una almohada y (mil perdones por la referencia) al mejor estilo “Jefe” en “Atrapado sin salida” (Milos Forman, 1975) mata a ambos. De todos modos no habrá “chau pinela” porque un plano detalle de la mano de los occisos indica que al menos uno de los dos no se murió. Ahora sí, títulos mediantes, la acción se mueve a tres meses después (tiempo nunca justificado en el guión por cierto). La historia es la de Megan (Shay Mitchell), una ex policía con problemas de adicción, producto de un trauma profesional reciente que al salir de rehabilitación decide largar todo y empezar un trabajo en la morgue de un hospital. Prepárese el espectador para ver, por primera vez en la historia del cine, un edificio que invita más a pensarlo como una cárcel o el estacionamiento de un shopping que el de un nosocomio. No hay luz, ni paredes blancas, ni nada. Una manipulación visual cuya credibilidad depende exclusivamente del recorrido inicial que el director del área realiza con la protagonista cuya impronta está lejos de la realidad a la cual pretende hacer referencia. No es sólo responsabilidad de un mal casting (la actriz nunca logra sostener el personaje), sino de un maquillaje como mínimo contradictorio respecto de la situación actual que pretende contarse del personaje, en contraste con una base facial pulcra y casi libre de arrugas, o al menos signos de estragos emocionales. Cuestión que llega el famoso cadáver, famoso porque es la nena que vimos perecer minutos atrás. A partir de este momento una tarea interesante a realizar por el aburrido espectador será contar cuantas veces se abre y se cierra la cámara frigorífica en la cual se aloja satán, o la suma de visiones que la heroína (sin eufemismos) tiene a partir de su llegada. Al no poder cumplir con las reglas mínimas del género, “Cadáver” se apoya en las adicciones como eje dramático primordial, pero también esto es tirado por la borda cuando por virtud de la imagen se transforma en un panfleto aleccionador sobre los excesos. Donde debería haber una introspección hacia los infiernos, provocados por el dolor y extrapolados por la presencia demoníaca, hay un sinfín de torpezas narrativas por parte del director Diederik Van Rooijen que atentan contra toda verosimilitud. Adicionalmente el guión olvida por completo la construcción del personaje central, atentando contra la empatía del espectador por el mismo. Hay un ex que no hace fuerza como subtrama, y un supuesto vagabundo que desde su aparición sabemos quién es por lo cual tampoco ofrece un giro argumental. Notable poder de contorsión de la actriz que personifica a Hannah. Notable además porque lo hace atada de pies y manos a un catre o en los pasillos y paredes del hospital. Es todo lo rescatable. Suena a poco ¿no? Y sí, es poco.
Una morgue lúgubre, un cuerpo que no está tan muerto como parece. Sí, esto ya se ha visto. Entre todas las buenas historias de terror que nos llegan año tras año -por ejemplo, 2018 nos dejó “Un Lugar en Silencio”, “El Legado del Diablo”, “Halloween”-, siempre se cuelan películas tan genéricas como sus títulos engalanados con “Posesiones” y “Exorcismos” que, a pesar de cierto éxito local (acá funcionan muy bien todos los relatos de horror), no aportan nada desde los narrativo o visual a un género que ya demostró que es muchísimo más que sustos y fantasmas en las manos adecuadas. Para simplificar un poco las cosas (y tornarlas más evidentes), “The Possession of Hannah Grace” nos llega con el mote de “Cadáver”, primera incursión hollywoodense del realizador holandés Diederik Van Rooijen, quien trata de asimilar cierto estilo visual europeo con las narrativas norteamericanas, dando como resultado una historia que ya hemos visto demasiadas veces. El depósito de cadáveres, la difunta que no está tan difunta… en seguida nos recuerda a “La Morgue” (The Autopsy of Jane Doe, 2016), una historia mucho más interesante desde su concepción y sus climas. En cambio, “Cadáver” termina cayendo en los típicos ‘jump scares’ y lugares comunes del terror, sin dar demasiadas explicaciones sobre la “posesión” de Hannah Grace. La historia se concentra en Megan Reed (Shay Mitchell), ex oficial de policía que, tras un incidente con su compañero de patrulla, se aparta de la fuerza debido a sus problemas con las drogas y el alcohol. Ahora, en pleno proceso de recuperación, la chica emprende un nuevo trabajo como recepcionista de cadáveres en la morgue de un hospital de Boston. Es durante el turno nocturno y una tarea bastante solitaria, pero un ejercicio que le viene muy bien para empezar a reconstruir su vida y sus relaciones. El trabajo de Megan consiste en recibir los cuerpos, sacarles fotos, tomar sus huellas y archivar todo para que el forense se haga cargo al día siguiente. La primera semana viene bastante tranquila, hasta que una noche llega el cadáver de Hannah Grace, una víctima maltrecha que no puede ser identificada fácilmente. Los instrumentos fallan, el ambiente se pone más turbio y comienzan los ruidos extraños y las sombras por los rincones. El espíritu detectivesco de Reed la obliga a investigar un poquito más sobre esta NN, pero sus propios fantasmas internos y la oscuridad de los excesos amenaza con convertir sus “alucinaciones” en algo más real. En un punto, todo se trata de si Megan se imagina cosas o estas están ocurriendo de verdad, pero “Cadáver” no deja mucho lugar a la imaginación ni las ambigüedades, y queda claro desde el principio que la muerta, tal vez, no lo está tanto. Pronto sabemos que Hannah Grace murió tres meses antes durante un exorcismo que, obviamente, no salió muy bien que digamos. Ahora, el cadáver se comporta de formas extrañas y parece ir curando sus “heridas” con el correr de las horas. “Cadáver” es, básicamente, la odisea de Megan durante una larguísima noche donde las luces de la morgue se prenden y apagan, ocurren sucesos inexplicables y alguien trata desesperadamente de deshacerse de este cuerpo que parece ser el responsable de todo lo malo. No hay mucho más para analizar porque la misma historia no indaga demasiado, solo se remite a la “supervivencia” de la protagonista que debe enfrentar sus propios demonios y, al parecer, los ajenos. Diederik Van Rooijen trata de crear un clima claustrofóbico y terrorífico, de entrada, a través de esta morgue muy de “película de terror” (je) y bastante alejada de lo que uno tiene en mente cuando piensa en un hospital. La fría y futurista estructura del Boston City Hall -que acá se hace pasar por el Boston Metropolitan Hospital- le viene como anillo al dedo, pero el recurso se siente forzado, casi desde ese primer momento en que Reed traspasa sus puertas. El guión de Brian Sieve es sobre explicativo cuando se trata de cuestiones mundanas que, sabemos, van a tener “relevancia” en la historia (ejemplo, cómo funcionan las puertas), pero poco y nada le dedica a la trama de terror y a meternos en la piel de la pobre Hannah y su huésped indeseado. “Cadáver” es una historia chiquita que podría aprovechar su atmósfera lúgubre y de suspenso, además del drama personal de su protagonista, para meter algunos puntos a favor. En cambio, arranca con un exorcismo violento de esos que venimos viendo desde que Regan se enfrentó al padre Karras en 1973, suma todos los clichés de ‘cuerpos poseídos’ -¿siempre son minitas lindas y propensas, nunca muchachos que caen bajo la influencia del demonio?-, y se queda en el camino con un relato que ni llega a asustar lo suficiente. En realidad, no hay un argumento muy basto para desarrollar, ni personajes más allá de Reed; de ahí los grandes problemas narrativos de la película que cree que puede triunfar sólo a través de sus climas predecibles y un cadáver que se contorsiona. Rooijen sabe crear la atmósfera necesaria con su cámara, pero se queda estancado en planos elaborados y juegos de luces y sombras, olvidándose de que nos tiene que contar una historia que nos atrape. Todo bien con la pobre Megan y con Hannah, pero esto ya lo hemos visto señoras y señores. PUNTAJE: 4.0 LO MEJOR: - Logra crear la atmósfera ideal, pero ahí se nos queda. - Intenta mezclar demonios personales con entidades más tangibles. LO PEOR: - Nos escapa de los lugares comunes y los sustos de manual. - Es tan obvia que asusta. Oh, wait a minute.
Una historia sobre exorcismo que sale mal. Dios está cansado: tanto le han pedido que venga a ayudar en un exorcismo que probablemente esté de vacaciones. Esta historia sobre exorcismo que sale mal/cadáver desfigurado/extraños y terribles incidentes/ sustos realizados con sonido estridente e imágenes/flash requeriría también un tratamiento que la exorcice de lugares comunes, esa materia en la que el Diablo sigue metiendo impunemente la cola.
Critica emitida por radio