Esa eterna adolescente que trabaja sus películas sobre una etapa eterna de maduración vital llamada Inés Barrionuevo, cordobesa del barrio Cofico, hoy, prácticamente establecida como realizadora porteña, es la actual y manifiesta representante del coming of age del cine argentino. ¿“Coming of age”? Es meramente un anglicismo que está de moda entre los críticos de cine para sepultar el viejo y denominativo “cine de iniciación”. También es un subgénero del que se hace abuso para ajustar cuentas personales con el pasado en detrimento de un probablemente más eficaz tratamiento terapéutico (y en detrimento del espectador). Esto último no es el caso del cine de Barrionuevo. En la escena inicial de Camila saldrá esta noche, en la que Camila y un grupo de amigos y amigas de la escuela visitan las maravillas ofrecidas por las ciencias naturales que exhibe el Museo de La Plata, el imponente edificio neoclásico construido a fines del siglo 19 en el bellísimo Paseo del Bosque de aquella ciudad, están claramente mentados algunos conceptos que desarrollará Barrionuevo en el argumento, como el machismo sistémico y la siempre presente connivencia pequeñoburguesa de la institución familiar, una entidad afectiva totalmente resquebrajada en el mejor de los casos y mediocre hasta la náusea en el peor, representada en todas las películas de largo y corto metraje de Barrionuevo por el mundo de los adultos, o por la ausencia de los mismos. Por ejemplo, y descartando todo ápice de ingenuidad en el montaje, cuando se nos muestra un plano de dos aves disecadas, se eligen dos aves en las que debajo un cartelito aclara: “Macho”; el macho disecado, seco, sin función, paralizado; el macho infértil, en suma, o ausente, que es lo mismo. La toma siguiente es la de un felino argentino –probablemente un yaguareté, sepan disculpar la ignorancia– que muestra sus colmillos en clara actitud agresiva, o depredatoria. La siguiente, la de un águila, cuyo sexo no podemos discernir, pero se trata de otro animal depredador. Varón y depredación bajo la óptica del montaje creado por los soviéticos. Otro concepto que expone Barrionuevo es el de la asfixia social. Sus protagonistas son mujeres y deben escapar del destino que impone la fuerza centrífuga de la vida familiar, o la del pueblo, o la del barrio, o la de algún centro de gravedad metafísico que las ata, como la memoria genética de los muertos, que persiste como polvo ambiental que se deposita en los muebles. Respecto a esto, el campo sonoro de la escena en el museo que mencionamos arriba es copado por la voz de una guía –de la escuela o del museo, es irrelevante–, que relata la historia de Damiana Kryygi, la infaustamente famosa niña paraguaya de la etnia Aché que cobró aura mítica con el tiempo al ser finalmente reconocida como víctima brutal del biologicismo (al respecto, ver el documental de Alejandro Fernández Mouján Damiana, de 2015) que, en 1896, cuando tenía tres años, luego de la matanza de su familia es esclavizada como única sobreviviente por unos colonos. “Y”, prosigue la guía, “a los 16 años es internada en un psiquiátrico por lo que llamaron ‘impulsos sexuales incontrolables’, donde murió al poco tiempo”. Como punto final de su relato, de la voz de la guía reaparece un defecto habitual en los diálogos del cine de Barrionuevo, que es también un defecto en los diálogos del cine de algunos de sus contemporáneos: la escasez de confianza en los recursos expresivos del lenguaje cinematográfico; en este caso, la palabra. “La verdad”, acota la guía muy informalmente, “le gustaba el sexo, nada más”, una canchereada progre que cualquiera que hubiera escuchado el diagnóstico previo y lo relacionara con la época y el trato inhumano coyuntural podía deducir; un subrayado innecesario que, al ser tal, desgrana la solidez de la discreta proclama de Barrionuevo en contra de la humillación de los pueblos originarios y, al tratarse de una niña, puntualmente en contra de la opresión de la Mujer. Esta escena termina con un signo de puntuación que marca el vía crucis anímico al que se someterá Camila, sofocada por la imposibilidad de torcer la ruta que la llevará a terminar con sus huesos en un instituto patriarcal de enseñanza “de cuello duro” y modales antiprogresistas, por decirlo de modo elíptico: un primer plano de su rostro se sobreimprime al rostro de Damiana exhibido en una foto de la época del museo. Si bien la comparación martirológica entre Camila y Damiana es a todas luces exagerada, sirve a sus propósitos como recurso visual y marca una pauta concreta de elocuencia gráfica que desvaloriza la redundancia explicativa que señalamos previamente. Este –el de la preponderancia de la imagen ante la palabra– es afortunadamente el camino que elige la realizadora para completar su relato. Por último, volvamos al inicio, sobre las huellas de la representación de Barrionuevo del cine de iniciación que postulaba, para instalar la idea de que la insistencia de esta directora en recurrir al mismo manantial –la adolescencia– no es por limitación reiterativa, sino por expansión dialéctica. A lo largo de su filmografía Barrionuevo ha sostenido sus argumentaciones contra el machismo bajo la premisa de restarle peso por su ausencia o por su inocuidad. Como cuando el Mal se permite por ausencia del Bien. Este camino también permite que irrumpa más fluidamente el maniqueísmo en la construcción de los varones de su cine. Salvo, quizás, en el personaje que retrató Guillermo Pfening en Atlántida. Hay una expansión, decíamos, en la mirada de Barrionuevo, ya que la que vierte sobre la adolescencia en Atlántida no es la misma que la vierte en Camila saldrá esta noche. Las amigas de la infancia de aquel debut directorial eran adolescentes que apenas habían abandonado la preadolescencia. Las adolescentes de su nueva película están por abandonar la adolescencia (si usáramos “preadultez”, serían preadultas), si no la abandonaron ya, porque se mueven por la vida con la sofisticación –nunca con la solemnidad– de los adultos, a los que poco menos que detestan, cuando no ningunean. El adulto es en la poética de Barrionuevo un pedazo de escombro que se arrastra como recuerdo de la ruina en que quedaron las expectativas de la juventud. Un símbolo de la decadencia. Salvo en Julia y el zorro, en la que la adultez es un enigma irresuelto atado a la infancia. Las protagonistas de su cine son agonistas autoconscientes, por lo tanto, reparan en este detalle y se embarcan en evitar a toda costa la circularidad hereditaria mediante una herramienta propia de su edad: la rebeldía. Otra de las expansiones que marca Camila saldrá esta noche en la obra de Barrionuevo surge de un mejor dominio del aspecto visual, dado probablemente por la experiencia, y de éste surge otro, el erotismo. Del primero podemos decir que su prueba está en la resolución visual, sin diálogos, que Barrionuevo oficia en todas las escenas colectivas, gregarias, es impecable y su presencia no es meramente hedonista porque agiliza el movimiento interior de la protagonista. Camila es una experimentadora desprejuiciada –una típica adolescente de nuestra época– que no exterioriza lo suficiente el hervidero que son sus venas. Es feminista militante pero no odia a los hombres, a pesar de correr peligro de ser ultrajada en un baño por un rubio estereotipado y sus secuaces, imbéciles que parecen salidos de un ejemplar de la revista Archie más que de la realidad. Cuando abandona el campo de la declamación de principios –no cuando deja de decir lo que piensa, sino cuando deja de decirlo en voz alta–, Barrionuevo crea imágenes de puro cine, deudor de un espíritu de época concreto; éste, en el que las sexualidades se revierten y se mezclan y se hibridan para crear nuevas sexualidades, escisiones más atinadas, como cuando la música desobedece el canon y se desvía de un género para crear otro(s). Después de las hermanas Wachowski, Inés Barrionuevo ha filmado las mejores escenas de fiestas nocturnas de los últimos años, tomando como patrón de valoración la rienda suelta a la exposición indistinta que se efectúa de los cuerpos, mostrados como un amasijo de humanidades hermanadas por la carne y el calor, por el sudor salobre y ritual, por la mancomunada visión de futuro, un futuro que incluye la abolición de los sexos, o la abolición de algo tan vulgar como la elección de los sexos, hacia una suerte de neo-anarquismo biológico.
Camila (Nina Dziembrowski) es una adolescente que debe mudarse, desde La Plata a Buenos Aires, Junto a su hermana menor y su madre (Adriana Ferrer), a la casa de su abuela, quién permanece internada por un grave cuadro de salud. Dicha situación traerá cambios significativos para la protagonista, que deberá adaptarse a un colegio religioso y a nuevos compañeros.
Las dudas, inquietudes e impulsos de esa etapa fermental que es la adolescencia son temas habituales en el cine de Inés Barrionuevo, pero es en ésta, su cuarta película, donde la directora cordobesa los aborda en un aquí y ahora contundente. Se trata de Camila saldrá esta noche, que integra la Competencia Latinoamericana del Festival de Mar del Plata.
Camila es retobada, desafiante: está en pleno motín existencial contra su madre y las momias de la sociedad. Su nuevo colegio -religioso- le impone sus políticas reglas antipolíticas, sus compañeres hacen el resto: la escuela se transforma en un territorio hostil, donde las sugerencias tienen tono de amenaza, el maquillaje para las chicas es casi parte del uniforme y un pañuelo verde es considerado una provocación.
A la hora de encontrarse con una película que toque temas actuales, surge una doble responsabilidad. La primera se encuentra en el realizador, el cual tiene que trabajar con el sumo de los cuidados para que se entienda su mensaje sin recurrir a métodos no tan éticos. La segunda se encuentra en el espectador. El cual tiene que elegir si dudar de lo que vio o aceptarlo y seguir adelante. La nueva película de Inés Barrionuevo, ‘Camila saldrá esta noche’, es un claro ejemplo de esa doble responsabilidad. ‘Camila saldrá esta noche’ cuenta la historia de Camila. Una joven que debe mudarse de La Plata a la Ciudad de Buenos Aires obligatoriamente, debido a la mala salud de su abuela. Es así como ella, su hermana menor y su madre, empiezan a habitar la casa de su abuela, momentáneamente. Esto representa un enorme cambio en la vida de la protagonista. Tiene que empezar de cero el último año de la secundaria, adaptarse a la ciudad, hacer nuevas amistades y enfrentarse a un colegio religioso, que va en contra de sus ideales y su militancia feminista. Es allí donde Camila refuerza sus creencias y principios, y decide revelarse cada vez más. Se generan en ella conflictos personales e internos a los que se debe enfrentar ella misma. La directora captura la adolescencia en su totalidad. Sobre todo lo que ésta conlleva: cambios, revelaciones, pruebas, nuevas experiencias, amores y búsqueda personal. Barrionuevo presenta un largometraje actual en todos los sentidos. Principalmente, se centra en temáticas sociales del presente, cuyos sucesos relacionados todavía son noticia y siguen configurando una agenda. El filme trata temas aún vigentes, y que lo continuarán siendo con el paso del tiempo. ‘Camila saldrá esta noche’ presenta una excelente construcción del relato en general. Donde se retrata la juventud y la adolescencia con el trasfondo de una época de grandes movilizaciones sociales. Como lo es el feminismo. Movimiento del cual Camila forma parte, y que bajo ningún punto de vista se traicionará a sí misma. Ni en los peores momentos.
A diferencia de otros «coming of age», evita endulzarnos y deja en segundo plano los primeros desengaños románticos y la iniciación sexual de la protagonista. En ese plano, la película transcurre por estas cualidades con absoluta naturalidad, pero hacia el final toma fuerza en su emponderación sin caer en golpes bajos ni sobrecargar de drama las escenas, pero dando un claro mensaje político sobre la luchas feministas.
Inés Barrionuevo indaga sobre el aborto y el bullying en una coming of age comprometida políticamente La cineasta cordobesa continúa explorando, con su habitual sensibilidad y clara línea ideología, la problemática de una adolescencia inmersa en la fragilidad de un sistema de reglas y creencias anacrónico. La directora de Atlántida (2013), Julia y el zorro (2018) y Las motitos (2020), codirigida con María Gabriela Vidal, vuelve a trabajar con todos los elementos que caracterizan al coming of age, ese género que refleja el paso de la adolescencia a la madurez, pero no desde un costado banal, sino a través de una mirada comprometida políticamente y con una línea ideológica tan clara como potente. La historia se centra en Camila (brilante Nina Dziembrowski), una adolescente que cursa el último tramo del colegio secundario en la ciudad de La Plata y que ante una situación familiar extrema debe mudarse a Buenos Aires donde la espera no solo una nueva casa sino también otra vida. La escena inicial, en la que Camila y sus amigos visitan un museo, contiene de entrada toda la información que más tarde se irá desarrollando en toda la trama. Con fluidez y sensibilidad, Barrionuevo coloca al espectador frente a la historia, tomando una clara posición ideológica que mantendrá a lo largo de todo el metraje. Camila saldrá está noche (2021), que tuvo su premier en la Competencia Oficial del Festival de Cine de San Sebastián, trabaja con fluídez y sin forcejeos narrativos todos los elementos clásicos que identifican al género -la amistad, el enfrentamiento con los adultos, la iniciación y experimentación sexual, el miedo al futuro- pero no sólo con una naturalidad y frescura atípica, sino que además reflejando el cambio de paradigma sociocultural que se apoderó de la juventud en los últimos tiempos. Temas como el aborto, el patriarcado, el compromiso social, el acoso, el abuso, la iglesia y el resurgimiento del fascismo entre la juventud, son solo algunos de los planteos con los que Barrionuevo interpela al espectador. Y lo hace parándose con firmeza en el lugar que le corresponde y defendiendo con capa y espada aquellas ideas políticas (no partidarias) que su cine profesa.
Para el resultado de esta muy buena película fue necesaria la unión de muchos talentos. El de la directora Inés Barrionuevo (Julia y el zorro, Atlántida), el impecable equipo técnico, con Constanza Sandoval como directora de fotografía y María Eugenia Suerio como directora de arte, que amalgamaron su visión para este retrato de crecimiento de una adolescente. Camila pierde su mundo de pertenencia y se ve obligada habitar un ámbito hostil donde lo menos que le dicen es “feminazi” y la obligan a ocultar su pañuelo verde que siempre llevaba atado a su mochila. En el libro escrito por la directora y Andrés Aloi interesa tanto el recorrido como los climas de ensueño y realidad que logra la realizadora, la paleta de colores de cada situación, los momentos de libertad con situaciones muy logradas, la brutalidad machista amenazante. Pero también esa frescura, amasada en la potencia y la fragilidad al mismo tiempo, lograda por la atención puesta en la actuación, con una protagonista brillante como Nina Dziembrowski ( hija de Luis Ziembroski) muy bien acompañada por Laura Daniela Visconti, Federico Sack, Diego Sánchez y Mite Valero. Las tensiones y avatares de un camino de derroche de deseo e impotencia, con un final conmovedor.
Enmarcada en un contexto socio/político/cultural de cambios, y en donde las nuevas juventudes e identidades fluyen a la par que buscan conquistar nuevos espacios, la propuesta habla de cómo el pedido de libertad sobre los cuerpos y decisiones se proyecta en uno de los personajes protagónicos más interesantes del reciente cine nacional.
Este filme de la directora Ines Barrionuevo, la responsable de “Atlantida” (2014) y “Julia y el Zorro” (2018) intenta ser una radiografía de la adolescencia en una ámbito donde esta expresión etaria es censurada. Sin embargo a partir de la forma en que presenta el material se queda en solo un simple retrato de una joven que se ve forzada por las circunstancias a sobrevivir en un medio que
Luego de haber realizado «Julia y el Zorro» (2018) y «Las Motitos» (2020) junto a María Gabriela Vidal, la directora argentina Inés Barrionuevo estrena «Camila Saldrá Esta Noche», que al igual que su film anterior nos ofrece un coming of age interesante pero más aggiornado a los tiempos que corren. «Camila Saldrá Esta Noche» se centra en Camila, una joven platense que debe mudarse a la Ciudad de Buenos Aires con su familia cuando su abuela enferma gravemente. Su personalidad fuerte y su militancia feminista chocará con el colegio religioso al que está obligada a asistir, mientras su madre le pide que se acople a esta nueva vida. Sin embargo, no le será fácil ocultar sus deseos ni opiniones. La película logra retratar a la perfección la juventud actual, con sus curiosidades, preocupaciones, diversidad, bullying y participación activa en los temas que los rodean, como el aborto o el acoso. La directora, quien también escribe el guion junto a Andrés Aloi, es una mera espectadora de las distintas situaciones que atraviesa la protagonista, sin juzgar ninguna decisión que toma, sino dándole la libertad de que sea ella misma con sus aciertos y errores. Por momentos también la empodera pero no por eso deja de mostrar las consecuencias que debe afrontar por ser honesta y alzar su voz frente a las injusticias. En este sentido debemos destacar la labor de Nina Dziembrowski, una joven que logra transmitir de forma natural que, a pesar de la confusión que se acarrea de manera inherente durante la adolescencia, tiene bien en claro lo que quiere y no le importa que nadie opine al respecto. Es una chica segura de sí misma que viene a revolucionar un espacio donde nada se cuestiona. El resto del elenco juvenil también se encuentra muy bien en sus roles, encarnando a distintas personalidades que retratan un abanico amplio e inclusivo. En síntesis, «Camila Saldrá Esta Noche» es un retrato generacional sólido e interesante, que nos acerca a la juventud actual con todas sus características y modos de vida. La directora presenta a sus personajes de una manera natural, sin tapujos ni prejuicios y el elenco hace un trabajo muy creíble para interpretarlos.
Presentada en la última edición del Festival de San Sebastián, Camila saldrá esta noche es el cuarto largometraje de Inés Barrionuevo, una directora que cada tanto se acerca a las jóvenes generaciones a través de una cámara siempre un poco impertinente e inquisitiva. Camila, interpretada por Nina Dziembrowski, cursa el último año del secundario en la ciudad de La Plata. En la primera escena vemos a un grupo de amigos escapar de una aparente marcha e ingresar al inconfundible museo de la ciudad. El ímpetu y energía de Camila contrasta con la cantidad de animales embalsamados de ese espacio. Una historia particular le llama la atención; se trata del caso de Damiana Kryygui, una joven de la comunidad aché de la selva paraguaya cuyo cuerpo fue estudio de observaciones raciales y luego devuelto –muy tardiamente- a la comunidad para que sus retos descansen con dignidad. Según lo que escucha Camila, la niña fue usurpada a los 4 años de edad y luego a los 15 fue internada en un psiquiátrico producto de un inusual “instinto sexual”. Damiana muere poco tiempo después. Por supuesto, a este temprano punto, el espectador ya puede percibir que entre la fotografía de la joven aché y Camila hay un recorrido y que esta película de Inés Barrionuevo es ni más ni menos que ese sendero que enlaza mujeres y sus contextos. Tal vez, entre ellas dos, el guion monta sus extremos, pero hay otras estaciones como la que dibujan la abuela, madre y hermana menor de Camila. Como una suerte de juegos de espejos, este espacio del museo o de cuerpos muertos contrasta con el tipo de cuerpo que el #Niunamenos pone en marcha y que es el que a Camila ha interpelado en su corta vida. Hasta aquí asistimos a estas primeras escenas como un prólogo contundente que, con pocos recursos, logra generar cierta tensión y misterio. Luego deviene el traslado. Camila, su madre y hermana deben mudarse a Buenos Aires porque su distante abuela está internada. Las tres se acomodan en la casa de esta figura, que apenas vemos tendida en una cama de hospital, pero que Camila va descubriendo de a poco a través de pequeños objetos de la casa y fotografías de su juventud en la que reconoce en ellas no solo a su abuela sino también a la vecina. Al igual que le sucede con la historia y fotografía de la joven aché, Camila encuentra en su imaginario una antagonista y referente. Una vez más su carácter –decidido, impetuoso – se recorta sobre figuras que han vivido de manera silenciosa. El montaje acompaña de manera inusual los trayectos de Camila con una cámara por momentos sigilosa y tímida y por otros, impertinente y haciéndose presente en la composición del cuadro. En tales circunstancias, la mirada parece ocupar todo el espacio de la pantalla. En este nuevo contexto urbano, Camila debe adaptarse a una nueva institución educativa, de perfil católico, y a nuevos compañeros. En el transcurso hace algunas amistades, entabla relaciones afectivas y, por supuesto, se hace algunos enemigos. Por momentos puede parecer que Camila saldrá esta noche trata sobre los intereses de una sola generación, pero se trata más sobre el diálogo que puede establecerse entre las jóvenes generaciones y las anteriores, entre algunos innegables silencios de antaño y las voces audibles actuales. Desde esta perspectiva, su historia debería interesar a todas las generaciones. Es decir, a todos, a todas, a todxs y todes. CAMILA SALDRÁ ESTA NOCHE Camila saldrá esta noche, 2022. Dirección: Inés Barrionuevo. Guion: Inés Barrionuevo, Andrés Aloi. Música: Rivera Música. Montaje: Sebastían Schajaer, Inés Barrionuevo. Dirección de fotografía: Constanza Sandoval. Intérpretes: Nina Dziembrowski, Diego Sanchez, Adriana Ferrer, Carolina Rojas, Maite Valero. Distribuidora: Cinetren. Duración: 103 minutos.
"Camila saldrá esta noche", un retrato generacional La película formó parte de la competencia oficial del último Festival de San Sebastián. Un grupo de adolescentes escapa de lo que parece una represión policial durante una marcha. Mientras corren y se ayudan entre sí, sin dejar de reír, los estruendos de fondo comienzan a sonar cada vez más lejanos. La inconfundible arquitectura del Museo de La Plata los recibe con sus altas escalinatas y, luego de un paseo por el sector de animales embalsamados, la historia de la joven de la etnia aché Damiana Kryygi –narrada en detalle en el documental de Alejandro Fernández Mouján que lleva su nombre– llama la atención de Camila. Ella todavía no lo sabe, pero la protagonista del cuarto largometraje de la cordobesa Inés Barrionuevo está a punto de dejar la ciudad de las diagonales para instalarse en Buenos Aires. La razón central está ligada a la enfermedad terminal de su abuela, pero tal vez haya otros justificativos, de índole económico. A pesar de ello, la mudanza es a un barrio bastante acomodado de la capital, y la institución elegida para seguir los estudios no parece de las más económicas. Lo cierto es que la muchacha, que cursa el último año de la secundaria, se ve de pronto transportada a un universo desconocido: un colegio privado religioso en el cual la despierta Camila, atenta a las luchas por los derechos individuales y colectivos y orgullosa portadora de un pañuelo verde, comienza a moverse como pez fuera del agua. Aunque… las cosas no siempre son como parecen. La directora de Atlántida, Julia y el zorro y Las motitos, esta última codirigida junto a Gabriela Vidal, continúa buceando en la vida de los jóvenes en un film de factura más ambiciosa, pero no por ello más efectiva o profunda. Eso sí: en la casi debutante Nina Dziembrowski –cuyo pequeño papel en Emilia, de César Sodero, merece volver a destacarse–, Barrionuevo encuentra el rostro ideal para plasmar esa etapa de la vida en la cual todo o casi todo se reviste de vehemencia. Camila hace “algunes amigues” dentro del grupo menos popular de alumnos y conoce a un chico con el cual comienza una relación sin etiquetas a la vista, antes de fluir y dejarse llevar por la atracción hacia una compañera de curso. En casa, mientras tanto, la relación con mamá no deja de ser compleja y tirante, con cierta incomprensión generacional y emocional que corre en ambas direcciones. Camila sale los fines de semana, va a recitales, baila, encuentra y se acerca a otros cuerpos, registrados por la cámara con una distancia justa entre la simple observación y el aguafuerte estilizado. A diferencia de Atlántida y, en particular, Las motitos, en las cuales el registro de los diálogos resultaba absolutamente natural, hay algo en la escritura de las líneas y en la dirección actoral que, por momentos, se siente un tanto afectado. Es una señal del carácter enfático que Camila saldrá esta noche, que formó parte de la competencia oficial del último Festival de San Sebastián, termina adquiriendo durante el último tercio de metraje. A partir de cierto momento, cuando un hecho del pasado abre las puertas del chantaje y la traición, el pequeño relato de Camila y su entorno (una aldea que, como cualquier otra, es capaz de ofrecer una pintura del mundo) es absorbido casi por completo por la intencionalidad programática del guion. La película deja de proponerse como una historia mínima pero relevante y se encarama en la vidriera del tratado generacional. Al mismo tiempo, y por esa misma razón, deja de lado cualquier complejidad en la construcción de los personajes y su lugar en el mundo ideológico, dividiendo las aguas en los unos y los otros. Casi, casi entre buenos y malos. Es en ese momento cuando la reflexión ingenua de la hermanita de Camila –“Cristobal Colón era racista, Jesús no”– corre el peligro de dejar de ser la simple descripción de un personaje para presentarse como tesis revisionista.
La foto de Damiana Kryygi asoma como una de las últimas imágenes de Camila (Nina Dziembrowski) en la ciudad de La Plata. Mientras recorre el Museo de Ciencias Naturales con un grupo de amigos descubre la historia de la niña aché convertida en sirvienta de los colonos blancos y luego en curiosidad morbosa de la ciencia. La imagen conservada para siempre en una fotografía, cristal de su calvario pero también de su memoria, ofrece un temprano espejo para Camila que va a aventurarse a su propia mudanza geográfica y cultural, por cierto mucho menos trágica. Sus días en La Plata concluyen con la repentina enfermedad de su abuela, que obliga al traslado a Buenos Aires junto a su madre y su hermana, a un cambio de colegio, un cambio de escenario. Desde su fascinante Atlántida, Inés Barrionuevo ha sabido recorrer las emociones de sus personajes en una etapa crucial de sus vidas, aquella que implica crisis, cambios: en esa historia de adolescentes en Córdoba, dos hermanas se enfrentaban al deseo y la responsabilidad durante un verano caluroso antes de descubrirse adultas; en Julia y el zorro, una actriz y su hija viajaban a Unquillo en el tránsito de un duelo que adquiría los aires de una fábula. En la reciente Las motitos, codirigida junto a la escritora y autora del guion María Gabriela Vidal, Barrionuevo posa su cámara en ese mundo adolescente que define sus dilemas e identidades entre las calles de tierra y polvo, las angustias cotidianas, las pequeñas luchas emprendidas. Su cercanía con ese tiempo de vértigo y encrucijadas le da a sus películas la tensión necesaria, el humor justo, la profundidad esquiva a las grandes espectacularidades. Camila navega sus días en Buenos Aires con la insistencia en sus ideas políticas, en su militancia feminista, como una forma de prevalecer frente a las hostilidades. En el nuevo colegio, religioso y conservador, Camila descubre la firmeza de su propia voz, el hallazgo de amores y aliados, los límites de sus propias certezas. Pero también en los rastros de su desconocido pasado, en las fotografías de esa abuela que detesta, lejana y autoritaria, asoman las mismas represiones e hipocresías que aún no se han extinguido. Barrionuevo profundiza su mirada ahora en un cosmos más amplio que el de sus anteriores películas, más urbano en sus dimensiones, más ambicioso en sus búsquedas. Quizás ese mismo pulso la torne algo más intensa y declarativa, ya que sus contornos presentes exigen otro posicionamiento. “Soy como un extraterrestre para mis viejos”, le cuenta a Camila su amigo Pablo, maquillado desde la fiesta de anoche, sumido en los interrogantes que no siempre hermanan a una generación. Es ese mundo a veces visto de lejos por los adultos, bajo el prisma de una falsa homogeneidad, de prejuicios o malentendidos, el que Barrionuevo revela sin categorías ni encasillamientos. Las relaciones entre madres e hijas, la exploración de la sexualidad y la afirmación de las ideas adquieren potencia y espesura en las imágenes, en la notable y enigmática actuación de Nina Dziembrowski, en ese camino por el mundo que recién empieza.
Camila (Nina Dziembrowski) disfruta de los últimos momentos de su adolescencia y de su militancia feminista con sus amigas y amigos de un colegio público de La Plata (muy linda la primera escena en el Museo de Ciencias Naturales). Sin embargo, su vida da un vuelco profundo cuando Victoria (Adriana Ferrer), su madre ya divorciada, las lleva a ella y a su hermana menor Martina (Carolina Rojas) a vivir a la casa de la abuela (que está internada en grave estado a causa de una neumonía) y las inscribe en un secundario privado, de esos con mucha religión e inglés, en plena ciudad de Buenos Aires. No es solo que ha perdido a su grupo de referencia y contención: el nuevo ámbito será bastante hostil. Mientras el director (Guillermo Pfening) le dice con buenos modos y espíritu burocrático que mejor se saque el pañuelo verde mientras está en las instalaciones, otros directamente le escriben feminazi en su locker. Pero Camila está muy lejos de amilanarse. Pese a su corta edad, sabe bastante bien lo que quiere, pero sobre todo lo que no quiere. Y hará todo lo que esté a su alcance para lograrlo, así se le vengan el bullying y las suspensiones encima. Más allá de esas tensiones que derivan en hostigamientos, Camila encontrará pronto dos compinches en Lourdes (Laura Daniela Visconti) y un chico gay llamado Pablo (Federico Sack), aunque en el terreno sexual su interés se posará primero en Bruno (Diego Sánchez) y luego en Clara (Maite Valero). Natación, skate, citas por Tinder, cuerpos transpirados que se rozan en una disco, perreo al ritmo de canciones de La Valenti con SAGA o de SassyGirl con El Plvybxy. El universo de la película de Barrionuevo es el de un coming of age, una historia de iniciaciones y descrubrimiento no exenta de erotismo y lirismo, y ya en esos terrenos sintoniza a la perfección con estos tiempos en los que los jóvenes rehúyen de los encasillamientos y estereotipos para una experiencia menos dogmática, más fluida. Hay, sí, disociaciones, esciciones, confusiones propias de la búsqueda de la identidad a esa edad, pero Camila y la película rompen con los esquemas y cánones tradicionales. En ese derrotero íntimo, en ese transitar, en esa deriva va apareciendo cada vez con mayor fuerza una dimensión política. Hay, claro, profundas diferencias generacionales con su madre (hasta que se permiten encontrarse en una hermosa charla confesional) y también de clase (ella está completamente alejada del mundillo de “chetos” rugbiers y de los rituales religiosos que imperan en una institución privada como esa), pero afortunadamente (salvo en un par de momentos) Barrionuevo evita caer en la bajada de línea y la denuncia obvia. En medio de una narración sobria y muy cuidada (todos los rubros técnicos son impecables) y un elenco juvenil que transmite con naturalidad tanto las contradicciones de sus personajes como las características de la dinámica grupal, sobresale el trabajo de Nina Dziembrowski. La hija del actor Luis Ziembowski y la música Carmen Baliero había tenido hasta el momento solo una breve participación en Emilia, de Cesar Sodero, y aquí tiene la responsabilidad de cargar con el peso casi absoluto de la narración. Su Camila no está solo en el título, es el corazón, la esencia, el alma y la heroína de una película sobre los nuevos códigos, las nuevas luchas (la marea verde), el empoderamiento, la sororidad, sobre saber adaptarse, perder los miedos, saber pedir perdón y vivir sin culpas. Una película sobre su tiempo. Un logrado retrato generacional.
Centennials en la búsqueda de su identidad El cuarto filme de la directora Inés Barrionuevo es sobrio, aunque también es demasiado reiterativo en los ejes que hacen a su temática de contenido político feminista. La historia de Camila, la joven protagonista de Camila saldrá esta noche -cuarto largometraje de Inés Barrionuevo- guarda semejanza con las vidas y realidades escolares de muchos jóvenes centennials, que viven en un mundo híper conectado y atravesado por luchas y conquistas sociales. La cineasta propone una historia sobria y construye una protagonista fuerte que lleva adelante la trama de coming of age que -por momentos- se vuelve reiterativa. Camila (Nina Dziembrowski) se ve obligada a mudarse a Buenos Aires cuando su abuela enferma gravemente. Deja atrás a sus amigos y una escuela secundaria pública liberal por una institución privada tradicional. Mientras transita la instancia de adaptación a un sistema opresivo que no representa sus ideales, trata de camuflarse en los poquísimos aliados que encuentra en el camino. Falsedades, miradas torcidas de sus compañeros de estudio y un director que en un fingido acto de camaradería le "pide" no usar el pañuelo verde en el instituto, son algunas de las pruebas con las que se topa mientras define su propia identidad. Muy correcta en su eje -el retrato de una generación de adolescentes que bien podría ser la actual- Camila saldrá esta noche no toma el vuelo necesario que le permita salirse de una historia mínima. Algo poco frecuente en el cine de Barrionuevo -Atlántida, Julia y el zorro- siempre cubierto por una bruma de misterio y con historias que complejizan la exploración del descubrimiento y los alcances del deseo. La naturalidad de los jóvenes actores para acoplarse al universo de Camila y el cuidadísimo trabajo de montaje, iluminación y ambientación, son puntos determinantes a la hora de evaluar el filme y hacen la diferencia. Hay una energía de encorsetamiento que no termina de estallar conforme pasan los minutos, pero no la hace una película cuanto menos interesante y con una búsqueda atractiva en la representación de a las nuevas generaciones, con menos prejuicios y estereotipos en materia de descubrimientos corporales y definiciones de identidad.
nés Barrionuevo ostenta un entendimiento de la vida adolescente incuestionable: de las dos hermanas protagonistas de Atlántida a la joven Camila de su nueva película han pasado algunos años; la cineasta no es exactamente la misma y las jóvenes que retrata tampoco. En esta ocasión su atención reposa en una adolescente que está a punto de terminar la secundaria y pasa su último año en una nueva escuela debido a una mudanza abrupta de La Plata a Buenos Aires.
Camila saldrá esta noche: sólido drama centrado en las vivencias de una adolescente Gran elenco integra la nueva película de Inés Barrionuevo Inés Barrionuevo, realizadora de Atlántida, Julia y el zorro y Las motitos (en co-dirección con Gabriela Vidal) ofrece en su último filme un retrato íntimo pero de profunda raigambre social. Gran trabajo de su protagonista, Nina Dziembrowski. Camila vive en La Plata, la “ciudad de las diagonales”. Su abuela, con la que no parece tener una buena relación, está gravemente enferma. La madre de Camila decide, entonces, ocupar su departamento junto a ella y su hermana menor. Por más que los kilómetros no sean tantos, esa mudanza a la Ciudad de Buenos Aires le genera a Camila un cimbronazo. Nuevo ámbito, distancia con sus amigos y un colegio distinto. Una escuela privada, católica, con un perfil de clase media / media alta. Ya desde su ingreso, el director le pide –con impostada cordialidad- que guarde su pañuelo verde; primera señal de alarma. Camila saldrá esta noche ingresa de lleno al universo de los adolescentes urbanos, de un modo diametralmente opuesto al que suele hacerlo la televisión. Hay una aproximación que no es pudorosa ni subrayada, aderezada con una banda sonora pertinente y una fotografía que recorta lo micro de lo macro. Porque, ¿qué es la secundaria, sino una comunidad en donde se ensayan los modos de vivir “allí afuera”? Espacio que espeja las tendencias y tensiones de la sociedad, en esa escuela –en especial- se deja entrever el machirulaje, las opresiones y las injusticias contra las que Camila impone su militancia feminista. En ese marco, ella tendrá su grupo, claro: otra chica que la recibe bien de inmediato, un compañero gay, otro con el que entabla un vínculo amoroso, y otra compañera (ex del anterior) con la que también habrá una relación sexoafectiva. Barrionuevo dosifica de forma sutil las secuencias más dialógicas con aquellas concentradas en las corporalidades. A medida que el derrotero de la protagonista avanza, marcado por el calendario escolar y la inminente muerte de la abuela (a la que no vemos, pero que tiñe inexorablemente el clima familiar), la película se hace más sensorial, más palpable. Tal vez, ese sea su norte: el cuerpo y sus múltiples devenires y deseos. Cuando el relato hace foco de forma más directa en la agenda de género, hacia el desenlace, nada parece precipitado: el estallido final –consecuente con la consigna “lo personal es político”- es el que vimos gestarse, aún en la dubitaciones propias de un personaje rico en matices, en medio de una época de la vida en donde todo se siente mejor. Y lo que duele, con frecuencia, duele más.
ESO QUE TÚ DICES Camila se muda con su madre y su hermana, se va de La Plata y llega a Capital Federal. Nueva casa -la de su abuela que está internada-, nuevo colegio -religioso y estricto con respecto a ideologías de todo tipo- y nuevos compañeros/amigos. La película de Inés Barrionuevo tiene el problema que muchos títulos actuales suelen tener, el anteponer un tema o varios por sobre la historia. La carga ideológica de Camila saldrá esta noche hace que en cada diálogo se quiera decir algo importante, llevando todo al terreno de lo subrayado. Nunca se descansa en la narración, los personajes parecen solemnes todo el tiempo, todos quieren opinar sobre temas relevantes, como en la escena que entran al edificio las dos hermanas y la menor le está hablando de racismo. Los estereotipos que representan cada uno de los jóvenes no hacen ruido, es algo que el cine tiende a hacer en muchas películas. El problema es lo artificial de algunos textos que parecen frases sacadas de panfletos. La escena más libre de la película, es el despertar sexual de Camila con otra joven; está bien filmada y la excusa de cubrirse con un plástico mientras tienen sexo porque la abuela de Camila no quiere que le usen la cama, le da credibilidad. Destacar la actuación de Nina Dziembrowski, una actriz a tener en cuenta.
Hay momentos en Camila..., la historia de una chica que se traslada forzosamente de La Plata a Buenos Aires y de un contexto escolar más libre a otro más controlado, que parecen bajar línea. Pero en realidad lo que muestra, es el retrato cabal de una parte de los adolescentes de hoy. Al hacerlo desde adentro, todo lo que vemos suena auténtico y el trabajo de Nina Dziembrowksi nos conquista. Film de crecimiento, con todo lo que implica.
Mudanza relámpago, nueva escuela, nuevxs amigxs, nuevos amores, noches de joda, madre estirada en familia y trabajo. Entre tantas cosas, Camila tiene algo claro: esta noche sale.
La realizadora cordobesa Inés Barrionuevo (Atlántida y Julia y el zorro; co-directora de Las motitos) estrenó su última película en la Competencia Oficial del Festival de Cine de San Sebastián antes de ser parte de la Competencia Latinoamericana del Festival de Cine de Mar del Plata y ahora llega a la cartelera local. Escrita junto a Andrés Aloi y protagonizada por Nina Dziembrowski, la historia gira en torno a su mudanza obligatoria desde La Plata a la Ciudad de Buenos Aires para quedarse en la casa que es de su abuela. En ese cambio de hogar, de ciudad y de escuela (encima de una pública a una religiosa), Camila no sólo recorre un camino de autodescubrimiento sino que alza la voz para poner su granito de arena para un mundo un poco más igualitario y menos injusto para las mujeres. Como casi toda adolescente, Camila es rebelde, impulsiva, curiosa y no se entiende con los mayores, en especial con su madre. Como si no fuese suficiente con los cambios y emociones propios de esa etapa que todxs transitamos con un remolino de sensaciones intensas, la mudanza y el cambio de colegio y por lo tanto de grupo, deja a su protagonista en un lugar de aparente vulnerabilidad, en medio de una sociedad que también empieza a cuestionarse. Sin embargo ella se muestra segura y no teme enfrentarse ni a sus compañeros varones que la tildan de feminazi ni a las autoridades de la escuela que le piden que no vaya a la escuela con el pañuelo verde. Uno de los grandes aciertos de Barrionuevo en esta película es el modo en que filma los cuerpos, femeninos especialmente. Ya sea en una fiesta nocturna o en la intimidad de la casa, Barrionuevo la capta a Dziembrowski con un poético erotismo. Desde los aspectos técnicos, estamos ante una película muy lograda, prolija sin parecer fría o demasiado calculada, donde la banda sonora también toma protagonismo. Pero mientras allí es sutil, lo es un poco menos en el guion, con un desarrollo de personajes desparejos y algunas líneas de diálogo filosas. Con la ola verde como marco, es un retrato de lo que es ser adolescente hoy, con una visión actual y fresca sobre temas como el bullying, el aborto, el abuso, las diferencias de clase, los vínculos, la sexualidad, etc. Una coming of age con color local y una mirada feminista que opta siempre por la perspectiva de la adolescente protagonista, quien va creciendo a medida que la película lo hace y pone en discusión un montón de temas para pensar y seguir repensando. Es cierto que a la hora de pintar este cuadro la película a veces no puede evitar caer en el subrayado o recopila muchos tópicos y se sobrecarga pero no llega a ser superficial y panfletaria como Moxie de Amy Poehler, una película que tiene un arco parecido con su protagonista adolescente también. Una historia generacional contada con mucho respeto y empatía. Camila saldrá esta noche y su realizadora Inés Barrionuevo apuestan por el compromiso político y deciden alzar la voz.
La adolescencia, entre el deseo y el empoderamiento Lo único permanente es el cambio para Camila. De sus días distendidos en La Plata, de golpe tendrá que ir a vivir a Ciudad de Buenos Aires. Otra casa, otras amistades, otro colegio, otra adolescencia. La Plata es “el interior” para los porteños, una denominación bien conocida para la directora cordobesa Inés Barrionuevo, quien en su cuarto largometraje alcanza su film más logrado. “Camila saldrá esta noche” es una película que pinta de maravillas un retrato generacional para los y las jóvenes que están entre los 16 y los 18 años. Se termina la secundaria, se viene la vida adulta, parece que todo vuelve a comenzar y nada se termina de aprender del todo. La abuela de Camila se está muriendo y su mamá necesita estar cerca para cuidarla. Allí se dispara el cambio de planes. Pero todo se le complica a esta joven de carácter fuerte, que no se calla nada, que defiende los derechos de las mujeres y encima le toca un colegio privado donde lo primero que le piden es que saque el pañuelo verde de la mochila. Con un cuidado trabajo de fotografía y diseño de arte, Barrionuevo cuenta una historia donde los colores mandan. La vida de Camila cambió de matices, hay otra luz en su vida y también en su casa, en la escuela, en su mirada. Con ojos que se encienden cuando aparece el deseo, que no sabe de prejuicios. Y en ese camino de búsqueda se topará con un compañero perverso que la obligará a otro desafío por afrontar. La película de Barrionuevo muestra cómo los adolescentes viven sorteando obstáculos propios y ajenos para encontrar su yo y también de qué modo se vinculan con la familia y sus mandatos, con las instituciones y el poder. Y también hace foco en las amistades reales, esas que saben poner el cuerpo cuando más se las necesita.
Agonía y rebelión “Camila saldrá esta noche”, de Inés Barrionuevo, retrata el despertar feminista de una joven en clave generacional. El discurrir de un personaje femenino en edad crítica se tiñe de conciencia colectiva en Camila saldrá esta noche, cuarta película de la directora cordobesa Inés Barrionuevo. La película sigue a la Camila adolescente del título, encarnada con magnética solidez por la debutante Nina Dziembrowski, quien se muda con su familia de mujeres a Buenos Aires con motivo de la enfermedad de su abuela. El escenario doméstico en que la escoltan su madre (Adriana Ferrer) y su hermana menor (Carolina Rojas) hace de contrapunto de los espacios y las rutinas de colegio secundario, donde Camila vive experiencias iniciáticas ligadas a la política y el deseo. El pañuelo verde es el ícono en que se superponen la atemporalidad y la actualidad del drama, en tanto el feminismo aparece como el ideal capaz de dotar a la vida de Camila de una identificación generacional y un sentido de lucha personal. Esa síntesis tiene lugar al final, luego de un encadenamiento de episodios de baile, pileta y clases en que la protagonista oscila entre la relación con un chico (Diego Sánchez) y una chica (Maite Valero), padece un ataque masculino y se levanta en grupo contra la institución educativa. De manera un tanto esquemática, la posición conservadora está sostenida por el director de la escuela religiosa (Guillermo Pfening), quien limita desde su escritorio oficial todo cuestionamiento al orden, y por la ausente y agonizante abuela de Camila. Este último enfrentamiento es más interesante, ya que entabla un diálogo de género distanciado en el espacio y en el tiempo. “Una vieja gorila”, “las reglas de una vieja chota que se está por morir”, “nunca fue una mujer libre”, son expresiones fuertes que juzgan el pasado y el carácter de la mujer moribunda, a la vez que Camila se prueba ropas de la abuela y mira por la ventana a una anciana que podría ser su antepasada. Aquí el filme instala una ambigüedad, ya que Camila bien podría estar reproduciendo un destino atávico o de clase sin saberlo, aunque se entrevé asimismo el margen de posibilidad de estar rompiendo con él. Lo mejor de Camila saldrá esta noche es esa mirada en desplazamiento, tan contundente en la cámara naturalista de Barrionuevo y no siempre acompañada por el guion, en que Camila conjuga el llamado de época con la existencia a flor de piel, la acción sin cálculos y el estallido rebelde en un presente siempre abierto.
Las primeras escenas de la película parecen anunciar una bajada de línea permanente, un discurso que se impone por encima del lenguaje cinematográfico y que no logra ser acompañado por este. Camila es una adolescente que vive en la ciudad de La Plata y debe mudarse de forma urgente a Buenos Aires junto a su madre por los problemas de salud de su abuela. De la libertad de la escuela que tenía pasa a un colegio religioso conservador. Deja atrás a sus amigos pero conoce nuevos, aunque el entorno es hostil en muchos aspectos y a Camila le cuesta adaptarse, si acaso eso fuera posible. La bajada de línea se mantiene, pero se van desarrollando los personajes y la película parece cobrar vida y ganar autenticidad. La directora no confía en que las acciones sean más fuertes que las palabras y su evidente falta de cariño por el lenguaje cinematográfico se acentúa nuevamente al final, cuando todo es discurso, subrayado y discurso. La realizadora tiene establecido lo que quiere decirnos y fuerza el mundo para eso. Se podría decir que todos los cineastas hacen eso, pero los buenos son los que además entregan una película que valga la pena ver. No es el caso de Camila saldrá esta noche la propuesta más demagógica y complaciente para quedar bien y acomodarse con los tiempos que corren. El final de la película es directamente un papelón.