Miserabilismo mágico El rostro de perplejidad del director, documentalista italiano Danièle Incalcaterra, nuevamente en el Chaco, en ese impenetrable que encontrara su primera parte allá por 2012 es la síntesis de un estado de situación calamitoso y la cara más cruel de la poca defensa de la palabra soberanía cuando mandan intereses ligados al dinero, la codicia y la corrupción en todas las esferas del poder. La historia de este documental, lejos de pertenecer a un relato de realismo mágico para jugar con la idea literaria, obedece lisa y llanamente al miserabilismo que de mágico no tiene nada y que en latinoamérica despierta aún el asombro de algún extranjero que pretende generar conciencia con un proyecto utópico. 5000 hectáreas de un bosque, una tierra heredada al director por su padre durante su actividad de diplomático en Paraguay pero que luego fuera vendida durante la dictadura de Stroessner a un terrateniente uruguayo. El ecosistema de ese bosque ya fue destruido por el avance de la codiciosa soja y el desmalezamiento diario. Los pueblos originarios, Los Ñandevas, completamente apartados de su territorio y una disputa donde existen muy pocas garantías de llegar a un acuerdo sin la vía legal y tras la destitución del presidente democrático Lugo, quien había firmado un decreto para que Incalcaterra pudiera construir una reserva ecológica en su proyecto Arcadia y entregar a los guaraníes el territorio. La idea de Chaco es registrar la visión de un Daniele Incalcaterra mucho más activo que aquel de El impenetrable como si se tratara de la segunda parte de una enorme odisea con características quijotescas por el tipo de molinos con los que debe enfrentarse entre la burocracia, la ausencia absoluta de un Estado Paraguayo que trata de mantener corrección política para no alterar intereses de los poderosos, mientras avanza inexorablemente la destrucción de la naturaleza y se pone en estado de extinción cualquier atisbo de esperanza para que nada cambie, a pesar de los esfuerzos del director italiano, su sentido y sensibilidad cuando debe dialogar con diferentes interlocutores, desde los que luchan en el anonimato, hasta los que se esconden entre grupos de abogados, contactos políticos y toneladas de billetes manchados de sangre mientras se queman 2000 hectáreas por día. Un registro de observación directa, paseos de la desolación en una 4×4 son los elementos narrativos que forman la primera capa para encontrar en otras aristas narrativas la poesía de la imagen, el silencio y la mirada atónita ante tanta desidia.
Chaco: El sufrimiento del nativo. El manejo de las tierras pertenecientes a los indígenas nativos siempre ha sido manejado de formas fraudulentas y complejas. “Chaco” es la encargada de ilustrar y poner bajo lupa una de esas historias tan lamentablemente comunes en latinoamérica, siendo el caso del chaco paraguayo. Aunque el nombre pueda llegar a engañar, la realidad que retrata este film no habla directamente de Argentina y su provincia de Chaco, pese a ser producida en este país. Es algo más triste pensar en realidad que esta situación es común en toda la región, y que aunque el título hable de unas porciones de tierra situadas en algún lugar de Paraguay, podría ser cualquier historia. Tierras tomadas ilegítimamente , corrupción y cajoneo son palabras y frases vistas en reiteradas ocasiones durante esta historia, que pese a ser dura y aparentemente fuerte, como documental no termina de emocionar. Lo que por un momento parece ser una dura crítica social al sistema burocrático se convierte en la burocracia misma y lo que en algún momento son arboles talados y activismo pasional se convierte con el correr de los minutos en política algo aburrida y sobre todo, poco impactante. Esto no significa que la película no se haya filmado con pasión, ya que vemos en la insistencia de Danielé un corazón enorme para y por la causa en la que lucha. Otra cosa distinta es que, quizás por una situación varada o por una ausencia de planificación en lo filmado, la película queda algo trunca a la hora de transmitir y llegar al corazón del espectador. Desde lo visual, la cámara cuenta muy poco, y en numerosas ocasiones solo acompaña al espectador sin mucho que decir. Cuando realmente intenta diferenciarse y alejarse del cliché termina siendo paradójicamente, su peor momento. Sus juegos de cámara ralentizan aún más el ritmo y dificultan aún más su visionado. Es igual de agradecer por otro lado la poca presencia de momentos especialmente clichés o de sensibilidad obligatoria, porque esa frialdad en la mano que filmó el documental resulta en una historia seria y respetuosa. Lo criticable en esta seriedad es quizás su falta de ritmo, su repetitividad en el metraje y su exceso de minutos, que hacen que una historia triste y dura termine en un documental algo aburrido y reiterativo. Obviamente recomendamos este film a cualquier persona que esté interesada en el tema de las tierras nativas y la eterna lucha contra el poder. En cambio, si no hay una intención y unos ánimos del espectador hacia el film, se corre con el riesgo de encontrar una historia algo tediosa y lenta, que puede ser mejor investigada con una búsqueda de Google que con una narrativa audiovisual.
Territorio o propiedad Los directores de El impenetrable (2012) realizan una suerte de continuación con Chaco (2017), un documental que tiene muchos puntos en común con su anterior film, pero que lo tiene de protagonista a Daniele Incalcaterra en un periplo personal. El co director italiano junto a la suiza Fausta Quattrini heredó de su padre 5000 hectáreas de bosque paraguayo. “Soy un terrateniente” dice aunque nunca intentó explotar esas tierras económicamente. En ella viven una infinidad de flora y fauna en peligro de extinción junto con una comunidad de nativos guaraníes ñandevas. El hombre por decreto del entonces presidente Lugo crea la reserva natural Arcadia favoreciendo el ecosistema y permitiendo que la comunidad conserve sus tierras. Pero resulta que hay otro dueño de las tierras, también con título de propiedad: Un uruguayo que una vez destituido Lugo, pretende explotar el territorio e introduce por la fuerza “como en el lejano oeste” dice Incalcaterra, a las topadoras para deforestar. El documental está cargado por infinidad de conflictos que vuelven muy interesante su relato, partiendo del sueño ecológico y luego envuelto en el litigio legal. Chaco expone de esta manera la burocracia de la justicia paraguaya, la corrupción administrativa y los vericuetos legales para un problema, en apariencia, sin solución. En el medio surgen los dilemas del protagonista/realizador, los negociados detrás de la adquisición de tierras ya sean para la agroindustria o para el narcotráfico, y la lucha de los nativos por sus derechos sobre las tierras. Todos pelean por la tierra, entre la propiedad privada y la concepción de territorio. De manera inteligente la película utiliza los espacios, tan relevantes para su relato, de forma simbólica: el piso en donde Daniele recibe escribanos, abogados, y toda serie de intermediarios legales para destrabar la situación, tiene unos ventanales desde donde puede verse la ciudad, y detrás de ella el río que culmina en un interminable bosque. Son esas imágenes -junto a las de las iguanas confrontando o la araña en su telar- las que definen visualmente el conflicto con un sentido poético. Chaco desanda varios caminos, sigue cronológicamente la sucesión de hechos, y plantea las complejidades e incongruencias legales (la misma tierra con 2 títulos de propiedad distintos) al respecto. En el medio prevalece una injusticia, y con ella el destino de infinidad de aves, plantas, animales y seres humanos, en un film que expone y denuncia una situación sin poder resolverla.
Es un minucioso documental militante en contra de la explotación sin límites de la naturaleza, concretamente en el Chaco paraguayo, donde se estafa sin coto en nombre de las grandes corporaciones, se olvidan de los derechos de los pueblo originarios y se destroza sin piedad ni consideración un ecosistema arrasado por la ambición feroz. Daniele Incalcaterra, el director pero también el protagonista, junto a la codirectora Fausta Quatrini ponen en el centro de la escena las 500 hectáreas que el realizador heredó de su padre y que él quiere mantener vírgenes bajo la responsabilidad de los guaraníes Ñandevas, legítimos propietarios del bosque. Una verdadera y literal Arcadia que tiene aliados como el ex presidente Lugo y otros políticos y funcionarios. Pero que se enfrenta a los más poderosos intereses políticos y económicos. La esperanza contra la corrupción. El peligro frente a la utopía. Una realización interesante y poderosa para no perderse.
La tierra será el bien más preciado en breve. Terratenientes que hicieron lo que quisieron durante años verán temblar sus intereses, como en esta lucha en solitario que este film propone y que sirve para evidenciar un estado de las cosas.
En términos formales, Chaco es la secuela de El impenetrable (2012). Pero su protagonista-director, Daniel Incalcaterra, lo transforma a la vez en crónica testimonial, thriller político narrado en primera persona y documental atípico. Incalcaterra es el realizador de este relato, pero también se involucra en él como dueño de 5000 ha en el corazón del Chaco paraguayo que aspira a convertir en una reserva natural en medio de intereses económicos, políticos, sociales y un escenario burocrático casi kafkiano. El extraordinario plano final resume la perplejidad del autor y los dilemas de un conflicto que seguramente tendrá nuevos episodios (incómodos, apasionantes) en el futuro.
Secuela, en cierto modo, de su anterior El impenetrable, el nuevo documental de Incalcaterra y Quattrini sigue la saga del terreno que, en medio del Chaco paraguayo, el director heredó y quiso donar a los pueblos originarios del lugar. Al final del film anterior todo parecía ir por buen camino, ya que los problemas de propiedad se solucionaban por un decreto del entonces presidente Fernando Lugo. Y se ponía en marcha la construcción de la reserva Arcadia. Pero el final feliz no fue tal, ya que Lugo fue depuesto y el asunto se complicó. El film cuenta las kafkianas idas y vueltas del director para poder hacer con su terreno lo que quiere. En este caso, una reserva natural manejada por los verdaderos dueños de la tierra, una suerte de isla de conservación en medio de un territorio cada vez más deforestado por los latifundios y el monocultivo de soja. Las interminables y complejas vueltas legales se le apilan al director: le ocupa la tierra otro hombre con similar título de propiedad, le cierran los caminos, aparece en escena el poder narco, el decreto es incumplido y hasta los propios pueblos originarios tienen sus reparos con el proyecto. Y hay promesas políticas y hasta intervenciones del Papa Francisco, pero nada parece avanzar. Con fotografía de Cobi Migliora, la película trata de observar la belleza y particularidad del lugar, pero la mayor parte de su metraje (que es un tanto excesivo en sus burocráticas complicaciones) está dedicado a seguir la lucha de Incalcaterra por acceder a su propio terreno y decidir qué es lo que quiere hacer con él. Pero eso, al menos aquí en América Latina, es bastante más complicado de lo que parece.
No es frecuente que un documental tenga una secuela, pero a veces la realidad se impone y los cineastas se ven obligados a retomar un hilo que parecía terminado: es lo que les ocurrió al italiano Daniele Incalcaterre y la suiza Fausta Quattrini. En El impenetrable (2012), la dupla de realizadores había contado una historia asombrosa: la de cinco mil hectáreas que Incalcaterre había heredado de su padre en el Chaco paraguayo, y cómo su intento por devolvérselas a los pueblos originarios chocaba con una maraña burocrática y legal poblada por una galería de personajes novelescos. Esa primera parte tenía como final feliz un decreto del entonces presidente Lugo que convertía a las tierras en una reserva natural: Arcadia. Al ser destituido Lugo, el decreto perdió validez y entonces Incalcaterre, cual Sísifo, debe volver a empujar la piedra de sus buenas intenciones hasta la cumbre de la montaña de la burocracia paraguaya. Chaco sigue al director en sus andanzas por Paraguay y sus sucesivas entrevistas con abogados, legisladores, funcionarios y hasta el propio Lugo para conseguir su propósito de que sean los guaraní-ñandeva quienes habiten ese lugar. Arcadia es una isla verde rodeada de un desierto, producto del feroz desmonte que está sufriendo el vecino país a causa de los agronegocios y el modelo sojero, una de sus principales fuentes de divisas. Cualquier parecido con la Argentina no es mera coincidencia. La película denuncia el despojo a los pueblos originarios, la depredación de los recursos naturales y la protección que, por acción u omisión, el Estado les da a quienes están cometiendo esta masacre ecológica. Por momentos, el documental se reitera y pierde fuerza: la narración cae en el mismo laberinto circular en el que está atrapado Incalcaterre. Un intríngulis teñido de realismo mágico, en el que la única certeza es una frase aplicable al capitalismo en general: “La justicia protege un universo de negocios lícitos e ilícitos”.
Cuando en Arcadia el sueño se vuelve pesadilla Después de la experiencia de El impenetrable, los realizadores vuelven a su reserva natural en Paraguay, atacada más que nunca por la corrupción del agronegocio. Danièle Incalcaterra y Fausta Quattrini tienen mucho en común. Son pareja, padres de un niño y una dupla de cineastas con una filmografía conjunta que abarca las películas Contr@site (2003), El impenetrable (2012) y Chaco (2017). Las dos últimas integran un díptico que retrata la epopeya personal que Incalcaterra lleva adelante para preservar una parcela salvaje de cinco mil hectáreas en territorio paraguayo, la cual recibió como herencia de parte de su padre. Un pedazo prácticamente virgen de selva chaqueña que ha quedado aislado en medio de un gigantesco desierto causado por el negocio del desmonte. El impenetrable muestra los obstáculos que se interponen en el camino del director y protagonista a medida que se interna en el Chaco paraguayo. Pero también los que encuentra en el terreno legal de un país cuya legislación sobre la propiedad de la tierra carga con una corrupción histórica. La película tiene a pesar de todo un final feliz: Incalcaterra consigue que el entonces presidente Fernando Lugo firme un decreto que convierte a aquel paraje en una reserva natural, a la que se bautiza con el mítico nombre de Arcadia. El relato de Chaco arranca tras la escandalosa destitución de Lugo, que echa por tierra lo conseguido. Cuando Incalcaterra se disponía a transferir la titularidad de Arcadia a la comunidad guaraní Ñandéva aparece en escena un segundo propietario del mismo pedazo de tierra, detrás de cuyas escrituras asoma la ilegalidad de la dictadura de Stroessner. “¿Qué viene primero, el animal o el vegetal?”, le pregunta Incalcaterra a un amigo conocedor de la flora y fauna del lugar. “El vegetal”, responde el otro y a partir de eso entre los dos concluyen que sin la preservación del bosque nadie tiene garantizada la supervivencia. Incluso el hombre, que para integrarse con éxito debe aportar su mejor versión. El amigo de Incalcaterra habla de un “hombre prístino”, un concepto ideal que choca con la continuidad de maldad, trampa, crimen y negligencia con la que el cineasta se va topando en su empeño por salvar su Arcadia. Por lo que se ve en la película se puede aventurar que no deben quedar muchos hombres prístinos en Paraguay, el país que posee el mayor índice de deforestación en el mundo. La superficie del territorio paraguayo es de poco más de 406 mil km2, pero si hubiera que guiarse por la suma de todos los títulos de propiedad existentes en los registros de catastro, entonces la superficie del territorio paraguayo alcanza los 529 mil km2. Alguien dice con acidez que Paraguay debe ser el único país del mundo de dos o tres pisos. Dos o tres pisos sostenidos por una corrupción de raíces añejas que beneficia a los grandes terratenientes de la producción agrícola y ganadera, al mismo tiempo que avasalla los derechos de los pueblos originarios y hace pedazos el equilibrio biológico. Incalcaterra y Quattrini intercalan escenas sobrecogedoras de la vida en la profundidad del frondoso monte chaqueño, con otras que vuelven visibles las capas de violencia institucional que convierten a esta historia en un abismo que tiene tanto de kafkiano, como de aquellas escenas infernales imaginadas por El Bosco. A medida que la intriga avanza, el protagonista se va quedando sin opciones. Por un lado el estado paraguayo se vuelve una maquinaria inútil, incapaz de actuar sobre sus propios vicios históricos. Por el otro, también pierde el apoyo de la comunidad Ñandéva, que le exige la cesión de las escrituras de aquel oasis cercado por el desmonte como única forma de continuar la lucha. Sobre el final, cuando el cineasta parece empezar a aceptar que quizá no consiga ver su sueño realizado, la película revela su naturaleza real. Chaco es una carta triste de amor, de despedida y de duelo para esa quimera, esa Arcadia imposible que parece haberle dado impulso a al cine y a la vida de Incalcaterra.
Chaco es un documental que requiere algunas informaciones previas. Danièle Incalcaterra, codirector de la película, persigue una tarea titánica: devolver a los nativos guaraníes 5000 hectáreas de bosque paraguayo que heredó de su padre, quien a su vez recibió esas tierras como una cesión del General Stroessner durante la dictadura en Paraguay. El objetivo de Incalcaterra es convertir este espacio en una reserva natural. En su film anterior, El impenetrable, las cosas parecían encaminarse a un final feliz, el presidente Lugo había firmado un decreto que significaba luz verde para el proyecto, pero cuando él dejó el cargo todo el trámite se estancó. Incalcaterra busca la manera de retomar el avance, e incluso la visita del Papa Francisco parece representar una esperanza. La película cuenta una historia ya empezada y termina sin una conclusión. Ver al realizador siguiendo todo como un detective es interesante, otras escenas de documental claramente armadas para la cámara no quedan tan bien y el propio director llorando por un discurso del Papa tampoco parece poseer credibilidad alguna, aun cuando sea completamente auténtica.
El filme de Incalcaterra y Quattrini es una continuación de su anterior documental, "El Impenetrable", donde planteaban la azarosa aventura de heredar 5.000 hectáreas en el Chaco Paraguayo y tratar de donarlo como reserva ecológica. Tanto ésta como aquella revelan la necesidad de tomar medidas para evitar la deforestación que tiene lugar en el continente y los problemas, no sólo burocráticos, que se presentan y pueden postergar los mejores deseos. Paraguay parece tener el récord en cuanto a deforestación, con sus 2.000 hectáreas de bosque destruidos por día. Su situación no difiere demasiado de otros lugares del mundo con temáticas similares, que dejan al descubierto intereses de grandes propietarios, sumados a apoyos estatales conflictivos, indiferencia hacia los derechos ancestrales de las poblaciones indígenas y acciones de bandas contratadas para violar la justicia. El filme, premiado internacionalmente, incluso en el Festival de Mar del Plata, muestra al director que ya concedida la posibilidad de donación de las tierras heredadas con el objetivo de convertirlas en reservorio natural (con intervención del entonces presidente del Paraguay Fernando Lugo), vuelve al punto cero cuando los contratos de posesión de la tierra revelan otro dueño. Una serie de inconvenientes apoyan la elección de ganancia inmediata que hacen grandes empresas y productores independientes con la rentable siembra de soja y utilización de tierra para ganado. La devastación de la tierra, su desertificación con el tiempo, sería una realidad de no tomarse medidas que las reuniones de guaraníes ñandeva, sus verdaderos dueños, apoyan. MOSTRAR EL PROBLEMA "Chaco" se detiene en la zona en litigio mostrando la riqueza de la naturaleza, las reuniones tribales en la zona y las de Daniele Incalcaterra con sus abogados o con políticos en encuentros que incluyen al ex presidente Lugo convertido en senador y apoyando el proyecto "Arcadia". La película, extensa en su desarrollo, abunda en acumulación de conflictos, incluídas las objeciones de los beneficiados guaraníes ñandevas, que no aceptarían lo que ellos consideran "comercialización de la Madre Tierra". Más allá de esto, "Chaco" cumple con su función de alertar sobre los problemas ambientales y visibilizar factores decisivos en la gestación de una catástrofe que puede ser evitable. El futuro dirá si la Arcadia se convertirá en hogar de todos los hombres o sólo será recordada como la mitológica región del Peloponeso, propiedad del Dios del Bosque (Pan), sólo habitada por seres sobrenaturales.
La lucha eterna entre los terratenientes legales que disponen de un terreno, pero que no lo utilizan y los poderosos de turno, que ven una posibilidad de ocuparlo y no dudan en hacerlo gracias al beneplácito de ciertos políticos y jueces que ceden a la tentación del dinero, se ve expresado una vez más, en este documental codirigido por Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini. Ambos le dan vida a una segunda parte de una misma historia. Dentro del rubro documentales, es un tanto infrecuente darle una continuidad a un caso en particular, pero, acá está justificado, pues lo narrado en "El Impenetrable" (2012) por la misma dupla, no concluyó. Porque el italiano Daniele Incalcaterra heredó de su padre, en 1994, 5.000 hectáreas de selva virgen en el Chaco Paraguayo. Esta tierra se encuentra en disputa, porque importantes empresarios quieren tomar posesión de ella, deforestarla y explotarla con la producción de soja. Cuando comenzó el litigio, el heredero encontró la colaboración del entonces presidente Fernando Lugo, que, con un decreto, convirtió esas tierras en una reserva ecológica llamada Arcadia. Pero, como tiempo después, Lugo fue destituido, el decreto fue desestimado, aunque siguió ayudando desde otra posición. De eso se trata Chaco, Daniele frente a cámara y en otros tramos, con su voz en off, cuenta las peripecias que transita día a día, consulta a especialistas entendidos en el tema, a amigos, abogados, políticos, etc. tanto personalmente, como por teléfono o Skype. Siempre está en movimiento, se siente luchando contra los molinos de viento, pero no piensa resignarse. Ni siquiera, cuando supo que la propiedad fue invadida y cercada. La eterna burocracia, con su particular modo de interpretar las leyes y los mapas, es un gran impedimento para que tenga un final feliz. La estrategia por seguir y muchas de las charlas particulares que mantiene Incalcaterra, las elabora en un enorme salón en las alturas, desde donde, a través de amplios ventanales, se puede observar una impactante vista panorámica del río, ya sea de día o de noche. El relato tiene sus altibajos, porque en determinados momentos, se detiene demasiado tiempo en mostrar las reuniones y las largas charlas mantenidas a diario y el ritmo se resiente. Pese a esto, los directores mantienen un criterio narrativo uniforme para retratar un conflicto que causa bronca e indignación, entre dos sectores completamente opuestos, qué, por lo visto hasta aquí, el que cede pierde.
No se comercializa la madre Tierra, se convive con ella. Chaco nunca apresura la sensación de urgencia sentida mientras vemos lo que ocurre. No hay pasos en falso con el ritmo. El proceso de denuncia está precedido por la contextualización de lo que significan estas tierras para el Paraguay y el ecosistema en general. Estamos frente a un documento sobre la importancia de las tierras, sin la necesidad de un tono condescendiente ni manipulador por parte de las realizadoras. La situación por sí sola es compleja: un hombre es dueño de unas tierras en el Chaco que están siendo deforestadas para fines lucrativos. Las convierte en reserva natural para que sea ilegal cualquier intrusión en esas hectáreas. Él además no es el único dueño de esa área. Otro hombre hizo un negocio turbiocon el propietario anterior y adquirió su parte. Lo que se viene es una batalla donde nunca se pierde el norte, aun con la amenaza de que se pierdan las tierras. En cualquier caso, el perjudicado no va a ser el dueño sino la fauna, la flora y los pueblos originarios del Chaco. Es admirable que la película no tenga un discurso pre-escrito sobre la situación. Bastan los pasajes en los que se detiene en la naturaleza de la reserva o en cómo atiende a los diversos intentos de Daniéle por preservar algo que le es propio en la legalidad pero le pertenece al medio ambiente. El documental evita con mucha claridad lo panfletario, si bien da demasiadas vueltas con el proceso judicial para empaparnos de la situación. Por otro lado, hay dos sensaciones que pueden ser contrastantes pero fluyen para tener una perspectiva completa de Daniéle y su búsqueda. Las tomas de desplazamientos grabados desde la parte delantera del auto brindan la impresión de que estamos en un viaje solitario y sin horizonte claro. Y las correspondencias virtuales, por Skype, entre él y sus amigos o conocidos, son un registro de consejos y apoyo a pesar de la distancia. Ambos estados, uno de movimiento y el otro de quietud, trazan un panorama sin certezas en el que podemos identificarnos porque los realizadores están aprovechando las perspectivas básicas de cualquier proceso: quien padece la incertidumbre y quienes lo acompañan. No es azaroso que muchas veces lo veamos a él frente a una computadora: es ahí donde surgen las respuestas de otros amigos o las suyas propias al proceso.La laptop se convierte en una cómplice o una confidente de su situación. Al final, esta es una lucha de un hombre que, aun en las de perder, acude al registro que le permite una película para dar cuenta de, por un lado, los procesos ocurridos en la reserva Arcadia; y por otro, su particular camino de insistencia para salvaguardar lo que a fin de cuentas es su responsabilidad. Hay cierta postura ética que la película bordea delicadamente, sin mencionarla puesto que habría empobrecido al resultado final. Basta el empeño de los realizadores como una manera de hacerse cargo a pequeña escala de una situación grave, todavía cuando sepamos que el destino del mundo está lejos de la perseverancia de un solo hombre.
El quinto largometraje del documentalista Daniéle Incalcaterra, "Chaco", codirigido por Fausta Quattrini, se plantea con una postura política firme en medio de un conflicto con ribetes ancestrales en América. Más que otros géneros, el documental exige compromiso, y eso es lo que se nota en cada cuadro de Chaco. Los guaraníes Ñandevas son una comunidad transfronteriza entre los territorios de Paraguay, Bolivia y Argentina. Una de las más tradicionalistas y originarias que podemos encontrar. Principalmente en Paraguay se ubican en el departamento de Boquerón en el denominado Chaco paraguayo. Daniéle Incalcaterra heredó de su padre unas 5000 hectáreas localizadas en un sector del Chaco paraguayo que pertenece por origen a los Ñandevas; y pretende reparar un error histórico. Pero no es tan sencillo, hay intereses comerciales que se interponen, y lo que debería ser un mero acto volitivo, se convierte en toda una odisea que ya abarca dos trabajos documentales, “habiendo iniciado” con "El impenetrable" (también codirigida por Fausta Quattrini) en 2012, de la cual "Chaco" opera como una suerte de secuela. "Chaco" es ante todo un documental personalísimo. En los pocos momentos en que la cámara abandone a Incalcacaterra, seguiremos sintiendo su figura omnipresente. Es su declaración de principios, y es carta de admiración y respeto a dos seres, su padre, y el ex presidente paraguayo Fernando Lugo. De su padre heredó las tierras en conflicto, y conoceremos el modo en que este se hizo con ese terreno. Daniéle dialoga con su hermano mediante videochat, y el intercambio entre ambos hay enseñanzas, hay respeto, hay complicidad, hay reproches por los manejos, y hay amor fraterno con un espíritu ideológico en común flotando en el aire. Daniéle tiene que terminar con el legado. El presidente Lugo le facilitó mediante un decreto la posibilidad de hacer una reserva natural en ese territorio, lo cual truncaba los planes comerciales de deforestación de los inescrupulosos sojeros. Pero Lugo fue derrocado, e inmediatamente ese decreto fue disuelto; por lo cual, la lucha está lejos de terminar, y menos con un final feliz. En esa lucha, el propio Lugo, ahora desde su rol como legislador, seguirá dando batalla. Chaco realizará un recorrido por la gesta popular de Lugo, es claro el homenaje a su figura, y el por qué el poder económico (el verdadero poder) no lo dejó avanzar al punto de tener que derrocarlo. Incalcaterra y Quattrini van y vienen en su estructura narrativa, si bien no hay capítulos, implícitamente, parecieran abordar mediante viñetas unidas temáticamente. Esto, que puede parecer confuso, en realidad, genera homogeneidad en todo lo que Incalcaterra pretende abordar en su documental. Fácilmente, cada tramo del documental puede relacionarse con el resto, e ir contándose una historia mosaico. Se puede pasar de una curiosa y punzante entrevista al empresario uruguayo, mayor sojero de Paraguay con algunas declaraciones increíbles, a un conjunto de planos en los que se captura la belleza natural de la zona que también peligra en manos del arrase económico. El cambio puede ser abrupto, pero la ligazón entre uno y otro es evidente. El director, y protagonista, también debe discutir con algunos originarios Ñandevas con los que tiene algunas diferencias en el accionar; lo mismo sucede con políticos encargados de llevar la problemática a las cámaras legislativas. En el medio, todo el armado legal, la tierra disputada “por dos dueños”, el barro político, los asuntos legales, y un departamento que asoma como centro de reuniones administrativas en el que se puede ver la naturaleza aflorando por la ventana al finalizar la ciudad. En definitiva, Chaco es un documental sobre la naturaleza y riqueza de un territorio, es un trabajo histórico, un observacional sobre una cultura originaria, un trabajo personal íntimo y familiar; pero sobre todo, es una fuerte ponencia política. No es difícil trazar líneas paralelas entre lo que atraviesa Incalcaterra y los Ñandevas, con otras cuestiones que exceden al Chaco paraguayo y al propio Paraguay, y se extiende por toda Latinoamérica. Alcanza con ver quienes ejercen los cargos ejecutivos actualmente en la región, y los espejos comienzan a desplegarse. "Chaco" es un trabajo opositor contundente. No hablamos de ser opositor a tal o cual gobierno, está claro que el poder los detentan otros, empresas y empresarios con conexiones inimaginables. "Chaco" no es para nada objetiva, es demoledoramente contundente, imposible de refutarla. Fruto de un gran trabajo de armado narrativo y convicción ideológica de parte de su creador. No estamos seguro de la culminación, alguna vez, del conflicto. De lo que sí nos convencen Incalcaterra y Quattrini es de quién tiene la razón, quién(es) es el dueño de esas tierras; y por lo tanto, su visión es obligatoria.
UNA TELARAÑA ADMINISTRATIVA “Paraguay es el único país del mundo que tiene dos o tres pisos”, dice -irónico- uno de los protagonistas de Chaco, nuevo documental de Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini. Es que la cantidad de hectáreas que son reclamadas por personas con título de propiedad en mano supera ampliamente las dimensiones del propio territorio paraguayo. Esta es la cuestión central que denuncia la película, que tiene al mismísimo Incalcaterra como protagonista de un drama kafkiano con puntos de conexión hacia el más reciente cine rumano: heredero de 5.000 hectáreas de bosque virgen que han quedado en medio de tierras “propiedad” de un sojero uruguayo, el objetivo del director es finalmente destinar esa zona como reserva para que la habiten los nativos de la tribu ñandevas. Sin embargo las trabas que encuentra, administrativas o políticas, la mayoría de ellas absurdas, hacen que su sueño nunca se concrete: Paraguay es uno de los países del mundo que más sufren el tema del desmonte y su selva se ve destruida día tras día. De ese tránsito, de las varias entrevistas con funcionarias, abogados y representantes de los nativos consta este documental que es como un callejón sin salida. Chaco es continuación de El Impenetrable, documental de 2012 en el que Incalcaterra contaba sobre la herencia que había recibido y cómo un decreto del por entonces presidente Fernando Lugo parecía clarificar el panorama. Sin embargo, pocos años después aquello será recordado como una mera ilusión y el director se enfrenta nuevamente a una serie de entramados judiciales de difícil resolución. En ese movimiento vano se cruzan la ineptitud de los políticos, la dudosa honestidad de la justicia, la avaricia de los empresarios agrícolas, la peligrosa sombra del negocio del narcotráfico y la razonable desconfianza de los propios nativos. Chaco se construye desde la lucidez de quien conoce bien el tema que aborda y cuáles son las diversas variantes que rondan el asunto: la síntesis, que es la propia trama judicial, le sirve a Incalcaterra para edificar un fresco sobre la situación social en Paraguay, un país que no parece poder escapar del destino pautado originariamente por una inescrupulosa repartición de territorio. Es cierto que hay una repetición en algunos asuntos y que el documental podría durar unos minutos menos, pero sin dudas que ese trazado espiralado se relaciona notablemente como el asunto de fondo, que es la burocracia y el sentimiento de moverse para no ir a ningún lado. Incluso hay honestidad en la mirada de Incalcaterra y Quattrini cuando en determinado momento ponen en duda el propio sentido del documental y cuál es el aprovechamiento que el arte hace de un tema real. Y si hablamos de síntesis, es notable la síntesis a la que arriban los realizadores con su último plano. Si Chaco se asume como una historia sin final feliz, aunque en verdad ni siquiera parece tener un final, la imagen de una araña atrapada en su propia telaraña concluye de manera inmejorable el recorrido de Incalcaterra. Durante el film, es el propio director el que le cuenta a su hijo sobre las viudas negras, sobre insectos que no atacan si nadie los agrede. Pues ahí lo tenemos a Incalcaterra, impávido ante tanto disparate, enroscado en su propia telaraña judicial y siempre atento a las agresiones que no tardarán en llegar.
Se encuentra hablado en qon, pilagá, wichí y otras lenguas, con una realidad que golpea y un planteo sobre la quita de derechos de la tierra, interesante, todo está dicho a través de este documental fuerte, puntual e imponente. Además goza de una estupenda fotografía. Pero tiene algunos momentos en que su narración tiende a ser lenta y demasiado pausada, igualmente merece ser vista.
“Cuando tocas los grandes intereses económicos, la respuesta inmediata es judicial”, dice Incalcaterra. “Chaco”, una coproducción con Italia y Suiza, es un documental que expone los desafíos y problemas relacionados con cinco mil hectáreas de bosque virgen que se encuentra en disputa casi como el lejano oeste. Cada día se destruyen 2000 hectáreas de bosque en el Chaco paraguayo. Luego del “El Impenetrable” (2012), el director Daniele Incalcaterra, con la codirectora Fausta Quattrini, una vez más expone los desafíos y problemas vinculados a sectores de bosque virgen heredadas de su padre. La odisea inicia con el documental “El Impenetrable”, donde el padre de Daniele Incalcaterra era funcionario de la embajada italiana en Paraguay y recibió 5 mil hectáreas, que eran una parte de las que el dictador Alfredo Stroessner repartió de manera irregular bajo su régimen. Esas tierras rompieron la relación de Incalcaterra con su padre. Años después, ese mismo hijo decidió devolverlas a sus dueños originales del Chaco paraguayo: los guaraní ñandeva. Pero cuando presentaba dicho film fuera de concurso en el Festival de Venecia, un llamado telefónico lo puso en alerta: “Me llamaron comentando que había un problema con la reserva Arcadia que hemos creado durante la filmación de ‘El Impenetrable’. Como había un nuevo problema pensé que había que hacer otra película”. De este modo comienza un nuevo rodaje, continuando la lucha. “Chaco” es una secuela sobre la batalla legal del terreno en medio del chaco paraguayo. Incalcaterra, abocado en su conservación natural en todas sus formas y posibilidades, versus otro hombre con similar título de propiedad en que los intereses políticos y económicos son los que prevalecen. El documentalista italiano recurre a todas las vías legales posibles para llevar adelante su objetivo, incluso hasta una carta dirigida al Papa Francisco, y pese a los intentos no se logra avanzar. Vemos el sin fin de una interminable lucha de gran cantidad de vueltas que dilatan una espera que nunca llega, narrado en primera persona, de forma contundente y direccional sin irse de foco del conflicto, con una buena fotografía que capta bien la belleza y particularidad del lugar, con un plano final que resume el desconcierto del cineasta y los dilemas de un conflicto que seguramente tendrá nuevos episodios. Vale agregar que se presentó en el Festival de Mar del Plata 2017 y obtuvo el premio Greenpeace destinado a la película que mejor refleja el cuidado del medioambiente y la no violencia, valores que la organización ambientalista defiende en todo el mundo. En síntesis, “Chaco” es la historia de una lucha casi obsesiva, donde se busca convertir un terreno en reserva natural administrada por indígenas ñandevas, a quienes se los considera que por derecho merecen tener ese lugar, en medio de intereses económicos, políticos, sociales, siempre haciendo hincapié a “sino preservas el bosque y no preservas a nadie”.
La historia de Chaco, de Danièle Incalcaterra y Fausta Quattrini, remite a la gran historia de las apropiaciones de los más fuertes y a la inevitable genealogía por la cual a un territorio cualquiera se lo mide y cerca según un interés particular. 5000 hectáreas en una zona virgen de Paraguay hereda de su padre el cineasta italiano, y sobre este patrimonio toma una decisión: convertir el bosque y toda la vida silverstre en él en una reserva natural, deseo que aún cuenta con el aval jurídico del expresidente Fernando Lugo, aunque rápidamente el cineasta entenderá que un decreto no es una ley y que la contingencia del primero no garantiza absolutamente nada. De esa precariedad jurídica surge la tensión narrativa del film, y el suspenso que puede despertar cualquier forma de lucha por mayor justicia.
Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini dirigen este documental que funciona como una especie de secuela de El Impenetrable y gira en torno a esas tierras que Incalcaterra heredó. “Lo único que puedes hacer es una película”, le dicen en un momento al italiano Daniele Incalcaterra que, además de codirigir junto a la realizadora suiza Fausta Quattrini, se pone en el papel de protagonista. Parte de esta historia había sido expuesta en El Impenetrable, documental previo de Incalcaterra, cuya resolución lo mostraba encaminado en su objetivo. Incalcaterra heredó cinco mil hectáreas de bosque virgen y había logrado llegar a un acuerdo para construir una reserva ecológica y entregar a los nativos el territorio. Devolver tierra a la tierra es su simple intención. Sin embargo sólo encuentra trabas que ponen en foco problemáticas como la deforestación y la corrupción, además de que la tierra aparece ocupada por otro hombre que aparentemente también tiene título de propiedad. “Acá la tierra es de quien toma posesión, como en el Far West”. Es así que nos encontramos ante un Incalcaterra cansado y al mismo tiempo incapaz de bajar los brazos, mientras aparecen promesas políticas e intervenciones del Papa Francisco. Un hombre contra el sistema ya muy cerca de la resignación. ¿Hasta dónde, hasta cuándo vale la pena seguir insistiendo? El documental -que ganó el premio Greenpeace en el Festival de Mar del Plata 2017 por reflejar el cuidado del medioambiente-, tiene algo de thriller político en el modo en que está construido y va exponiendo el mundo que lo rodea. Entre conversaciones, reuniones, seguimientos a través de esas tierras verdes, imágenes desoladoras que ponen en evidencia las dos mil hectáreas de bosque nativo arrasadas por día, es que se va construyendo Chaco, un retrato sobre el lugar que ocupan la naturaleza y el Estado. Por momentos el film pierde un poco de ritmo y se torna algo reiterativo, pero también esto sucede acorde al eje de su protagonista, ya que las cosas nunca salen del modo en que están planeadas, en que uno espera.