Tras las melodramáticas Contra la pared y Al otro lado, Akin decidió dar el salto al cine “feel good” con la efervescente e inofensiva Soul Kitchen, una fábula urbana, mestiza y gastronómica llena de personajes pintorescos, humor grueso y atmósferas super-cool. En realidad, el director alemán de origen turco utiliza la vieja historia del buen hombre arrastrado por el hermano descarriado para construir un cuento de hadas que remite al cine temperamental y efectista de Guy Ritchie, aunque el referente principal es Danny Boyle. Ganó el Premio Especial del Jurado en Venecia 2009.
A esta altura, Fatih Akin, es un director consagrado apenas con dos films importantes, quien ya tiene la posibilidad de dirigir lo que se le plazca. Con Soul Kitchen, lejos de sus proyectos anteriores, deseó jugar con otro género, la comedia. La historia es sencilla, un restaurant de comidas rapidas al servicio del publico trabajador de la zona, está a punto de cerrar, perseguido por el fisco y salubridad, Zinos no tiene otra alternativa que dar un vuelvo a su negocio. Su novia, una ricachona que debe viajar por trabajo insiste en que deje todo y la acompañe, pero Zinos, fiel a sus excusas, quiere valerse por sí mismo, desacelerando su relación, e invirtiendo su poco dinero y tiempo en generar cambios. Cuando todo corria sobre rieles, llega de visita su hermano, recien salido de prision, debiendo demostrar que trabaja en su tiempo fuera de la libertad condicional que le fuese brindada. El hermano, es un bueno para atraer problemas a lo que se suma un chef de elaboración de calidad quien dá el golpe final a la busqueda de Zinos. El cambio es rotundo, la cocina de Soul Kitchen (nombre del restaurant) ha cambiado por completo, las comidas, los clientes, el ambiente… Con un soundtrack apabullante, el film entra en un clima de comedia y marginalidad tal que se logra una agil movilidad en el relato devenido en una experiencia “cool”. No ha sido lo mejor de Akin hasta el momento, pero sí un cambio radical.
Fast Food Comedy Fatih Akim se adentra en el terreno de la comedia para narrar las desventuras de un personaje aventurero, algo perdedor pero siempre entrañable, que lucha para sacar adelante su restaurante y todas las almas errantes que lo frecuentan. Zinos Kasantzakis (Adam Bousdoukos) es un joven alemán de origen griego que posee un restaurante de mala muerte llamado Soul Kitchen, título original del film. El sabor de sus platos está muy alejado de la ‘alta gastronomía’ y más emparentado con la góndola de congelados de cualquier supermercado de una gran ciudad. Su hermano, sus empleados y amigos llevan una vida casi tan desprolija como la de su dueño, y los problemas financieros, edilicios y románticos no tardarán en aparecer. Así puede resumirse Cocina del alma (Soul Kitchen, 2009) del prolífico director alemán de origen turco, Fatih Akim, de quien se vieron entre otros títulos, Contra la pared (Gegen die Wand, 2004), Al otro lado (Auf der anderen Seite, 2007), o una de las historias de New York, I love you (2009). Con un relato ágil y llevadero, el film arranca con una variada paleta de raros personajes, que incluyen un hermano presidiario, una novia esquiva, una camarera algo osca y un viejo inquilino gruñón. Cada uno de ellos complica la vida del protagonista, que deambula siempre a los tumbos por una Hamburgo moderna y algo lumpen. Tantos contratiempos hacen que todo en la vida de Zinos parezca perdido, hasta que finalmente los problemas empiezan a caer por su propio peso y las soluciones, por más inesperadas, comienzan a emerger. El guión de la película fue coescrito por el propio Akim y el protagonista del film, Bousdoukos, que ciertamente conoce bien el personaje que interpreta. Resulta interesante que comedias europeas como ésta lleguen a los cines argentinos, pero también es cierto que la comedia suele tener muchos guiños idiosincráticos locales que no siempre son fácilmente interpretados por públicos de otras nacionalidades. Si bien Cocina del alma es una película rápida y que no suelta un minuto al espectador, tampoco logra divertir a su platea. El espectador tendrá quizás una incipiente sonrisa, pero nunca una carcajada.
Sabroso y picante Comedia alemana que crece y crece hasta comprar al espectador. Premiada en Venecia, Cocina del alma es la película menos dura y más divertida de Fatih Akin. El tema sigue siendo el mismo de sus más viscerales Contra la pared y Al otro lado , con el mestizaje cultural atravesando las acciones. Aquí Zinos (Adam Bous- doukos) regentea un restaurante de comida más bien rápida, con lo más sencillo que pueden digerir sus habitués, operarios de esa zona de Hamburgo: salchicas, hamburguesas, pizzas. Pero al presenciar en otro restaurante cómo es despedido un chef, éste terminará cambiándole no sólo la carta al Soul Kitchen (soul en verdad entendido como ritmo musical, aunque la traducción permita la doble interpretación de alma) sino también su fisonomía. Habrá otro público, otros ingresos y también otros riesgos. Algún ex compañero del colegio de Zinos verá la oportunidad de emprender un negocio inmobiliario allí, quiere comprar el establecimiento para erigir un condominio y hará lo que sea -literalmente- para arruinar a Zinos y los suyos. Precisamente allí, en quienes rodean al simpático y bonachón Zinos, está lo mejor que Akin supo retratar, ahora decidido a largarse a la comedia con tintes sociales. Desde la presentación de su hermano (preso, que sale con permiso, muy jugador) al chef o la mesera Lucía, más un marino inquilino, los músicos que ensayan y zapan allí gratis, o Nadine, la novia de Zinos que se cansa de sus postergaciones y se va a trabajar a Shanghai. Lo que logra Akin es consustanciarnos con este perdedor de Zinos, a quien le pasa de todo, pero saca fuerzas de donde sea. Los diálogos tienen ritmo, la trama va creciendo a medida que conocemos más y mejor a los protagonistas, el humor pica alto: Cocina del alma tiene todo para ser un éxito, salvo las pocas salas en que se estrena. Los actores Adam Bousdoukos y Moritz Bleibtreu (los hermanos) están un peldaño más arriba en esta comedia en el que los buenos, como antes, siempre ganan.
Fatih Akin cambia de registro con un film sabroso e inteligente Después de la sombría Contra la pared y de la conmovedora Al otro lado , Fatih Akin cambia de registro, lo que no quiere decir que abandone del todo algunos de sus temas. Aquí también hay quienes buscan definir su identidad y encontrar su lugar en el mundo (o más bien defenderlo); quienes aprenden a reconocerse entre sus pares para desechar la soledad y sobreponerse a la hostilidad de afuera; quienes conviven como pueden en la mezcolanza de nacionalidades, lenguas y culturas típica del mundo globalizado. El tono, claro, es mucho más ligero; tanto que las dificultades, que se presentan a cada paso, no conducen al drama sino a la risa, y el ánimo con que se abordan las cuestiones de cada día es siempre celebratorio, aunque a veces lo que pase sea tan grave como la ruina económica, un desalojo intempestivo o la deserción de una novia que se fue a China por trabajo y terminó cambiando de pareja. Nadie dirá que Cocina del alma es la mejor película del talentoso realizador germano-turco. Pero sí es posible afirmar que es la más divertida. Que a pesar de su apariencia caótica (un caos cómico, se entiende) está concebida con tanta escrupulosidad como sus obras anteriores. Que mezcla en sabias proporciones la gracia alocada, el calor humano, los personajes extravagantes, el ánimo optimista y la vitalidad de una screwball comedy . Y que buena parte de su encanto reside en la sensibilidad con que Akin recrea un modo de vida que conoció de cerca cuando, de joven, fue camarero, portero o disc jockey en locales nocturnos. Soul Kitchen es un boliche-galpón de la zona portuaria de Hamburgo, en torno de cuyo dueño -un inmigrante griego- se concentra una tribu heterogénea en la que caben desde una novia políglota hasta un chef fundamentalista y un hermano jugador que está en libertad condicional y al que conviene vigilar de cerca, además de una clientela que va y viene según se lo sugiera el menú y o el responsable de la música. El problema -uno de los muchos que tienen al protagonista siempre al borde del ataque de nervios- es que el futuro del local tambalea por culpa de la especulación inmobiliaria y de algún ex compañero rápido para los negocios y para aprovecharse de la credulidad ajena. El tema le da a Akin para bromear un poco con el suspenso y el policial. Pero basta detenerse un poco en cada incidente de los muchos que mantienen la marcha de la historia para entender que no son apenas excusas para el chiste y que están estrechamente ligados a los sentimientos de los personajes. Se repare o no en ese espesor que el film -felizmente- se exime de subrayar, Cocina del alma brindará lo mismo una hora y media de sabroso (e inteligente) entretenimiento, música seductora (con predominio del soul) y la no tan frecuente experiencia de disfrutar de un elenco que siempre acierta con el tono justo de la farsa y sabe divertirse tanto como divertir a los demás.
Un plato con demasiados ingredientes Proyecto de larga data, el de Cocina del alma respondió, en su origen, al deseo, por parte de Fatih Akin (Hamburgo, 1973), de rendir homenaje a lo real. Un amigo actor tenía una taberna en un viejo barrio industrial de su ciudad natal, adonde solían ir Akin y su grupo de amigos. El realizador de Contra la pared y Al otro lado decidió, en un momento dado, reconstruir el clima de desprolija libertad, de imprevisto, de informalidad que solía reinar allí, haciendo con todo eso una película. Para ello convocó a su amigo como protagonista y coguionista, y de allí surgió Soul Kitchen. Por el camino, sin embargo, esa voluntad de embeberse de lo real, de ese clima y esa libertad, terminó cediendo paso a lo contrario. El resultado es una película preformateada, regida por el cálculo, en la que todo parece puesto para complacer el gusto medio de su majestad, el espectador. Todo son frituras y embutidos en Soul Kitchen, el boliche que Zinos Kazantsakis (Adam Bousdoukos) administra, atiende y donde también se ocupa de la cocina, junto con un par de asistentes. Hasta que una noche descubre, en un restaurante gourmet, las exquisiteces que prepara Shayn (Birol Ünek, recordado protagonista de Contra la pared). Típico cocinero gruñón, de esos que por cualquier cosa revolean platos y cuchillos (demasiado típico, en verdad), a Shayn lo echan a la calle esa misma noche, culpa de un purismo que le impide complacer a comensales cuyo gusto desprecia. No parece una idea demasiado práctica la de Zinos, la de llevarse a Shayn con él: el público de Soul Kitchen quiere salchichas, no una sucursal germana de la nouveaux cuisine. El otro al que el bueno de Zinos hace lugar en el restaurante es su hermano Illias (Moritz Bleibtreu, de Corre Lola corre y Munich, entre muchas otras), que consiguió una licencia diaria por buena conducta en la cárcel donde cumple una pena. Película de sumas –como la previa y ya recalentada Al otro lado–, a ese fondo de cocción Akin le va añadiendo pilas de ingredientes: un yuppie inescrupuloso, deseoso de quedarse con el restaurante, una novia abandónica que se fue a Shanghai, una love story entre Illias y una camarera linda, una banda de rock... De tal modo que lo que empezó aspirando a plato sencillo se convierte en recocido de fórmulas, clichés, estereotipos, idas, vueltas y circunvoluciones narrativas. Y, cómo no, una bestial misoginia (que ya asomaba en Contra la pared) en la figura de la novia rubia y de plata, que no contenta con haberse ido hasta la otra punta del planeta y engaña al buenazo de Zinos con un chino y le corta la señal de Skype, justo cuando lo único con lo que él sueña es dejar todos los negocios e irse detrás de ella.
Alemanes funkys Desde el inicio del filme, donde vemos cómo el lavavajillas le rompe los platos, tenemos claro que a Zinos las cosas no le salen todo lo bien que desearía. Dueño de un bodegón sin estilo donde sirve minutas y platos poco elaborados, el muchacho ahora está preocupado por el viaje de su novia a China, pero también debe cuidarse de los controles del fisco, de un hermano ladrón que sale en libertad condicional, de un cocinero fundamentalista y de un ex compañero de colegio que quiere quedarse con el terreno donde tiene el local. Como una bola de nieve, el protagonista sufre cada embate del destino que de yapa le obsequia una hernia de disco. Desopilante, tragicómica, con algo de farsa, así puede describirse esta historia que el alemán Fatih Akin nos cuenta de manera expresiva y dinámica, con buen ritmo de comedia y buenas actuaciones, dotando a la trama con acertados roles secundarios y una banda de sonido que va del funk al rock, pasando obviamente por el soul. Hacia el final, trastablilla Akin en la resolución, dejando un remate caprichoso, sin ingenio, poco merecedor de todo lo expuesto anteriormente durante el metraje. Sin embargo el resultado final es bueno, como un plato al que sólo puede criticársele la falta de un poco de sal.
Comedia liviana con ingredientes serios Paradoja del conocimiento: quien nunca ha visto un film de Faith Akin ya «sabe» cómo termina éste. Pero quien vio «Contra la pared» o «Al otro lado», no se anima a esperar un final feliz. Se trata de una comedia liviana, es cierto, pero tiene componentes bastante serios, hay un trasfondo realista, el autor tiene mala fama de serio, y eso le pone suspenso a la resolución. ¿Las vicisitudes de nuestro protagonista y sus amigos llegarán a buen puerto? A propósito, la acción transcurre en Hamburgo, pero lejos del puerto, en un barrio de depósitos venido a menos. Allí, un joven greco-alemán ha instalado un restaurante obrero de mala muerte. De cómo el mismo se convierte en lugar de moda para la muchachada bohemia, amante de las marchas y el machaqueo con afrodisíacos (hay una escena bastante risueña sobre esto, aunque los conocedores dicen que pudo ser todavía más loca), eso es apenas la parte del medio en esta historia. Porque el pequeño empresario tiene su pequeño éxito, pero sufre mal de amores, dolor de espalda, exceso de confianza, y sobre todo acoso de Rentas, Salud Pública y mafia inmobiliaria. El confía en los músicos y el inquilino que se aprovechan de su bondad, en su hermano delincuente con permisos de salida, en su cocinero lanzador de cuchillos, y sobre todo en su novia rubiecita, adineradita, y como diez centímetros más alta que él. Y enfrenta, con eterna cara de perplejidad, a los inspectores municipales y al exitoso ex compañero de escuela que, con malas artes, quiere comprarle el local para demolerlo. No diremos cómo se resuelve el asunto, pero sí que se pasa un buen rato, hay música variada, y los personajes son casi todos simpáticos, incluso casi todos los malos, y, eso sí, todos los malos tienen inocultable pinta de alemanes. Para rúbrica, el actor que hace de mafioso inmobiliario se llama Wotan Wilke Mohring. Símbolos de la nueva Europa, Akin es hamburgués de ascendencia turca y el protagonista y coguionista, Adam Bousdoukos, hamburgués de ascendencia griega. El resto se completa con gente variada, igual que la música, donde sobresalen temas del soul americano de los 70 y una canción que suena justo cuando parece que nuestro héroe ha tocado fondo, algo así como «la última camisa ni siquiera tiene bolsillo», en registro de archivo de Hans Albers, famoso y querido comediante que atravesó los peores tiempos siempre con buen ánimo. Hamburgués también él, dicho sea de paso.
Zinos tiene dos cosas importantes en su vida; la primera es su restaurante, un antro espectral llamado Soul Kitchen y la segunda es su novia, una muchacha de clase alta llamada Nadine. Zinos vive para su restaurante, y cuando su novia le anuncia su partida a Tokio por trabajo el se encuentra entre la espada y la pared. No sabe que hacer con su negocio, si bien su novia lo necesitaba; el tenía que trabajar. Ante este panorama gris aparecen tres personas que definen el futuro de Zinos; el primer personaje es un ex compañero de primaria que le quiere comprar el terreno donde esta su restaurante y para eso decide mandarle un comité de higiene del gobierno que le pone un plazo incoherente para un monton de obras que debe realizar si quiere mantener abierto el negocio; fruto de ello y para ganar más dinero y clientes decide contratar a un chef de un restaurante de autor; este es el segundo personaje que entra en juego. Ante toda una mar de problemas y con su relación amorosa pendiendo de un hilo, Zinos decide dejarle la fonda a su hermano para que este la dirija mientras el viaja a Oriente, he aquí el tercero en cuestión. De esa base surgen las más curiosas variaciones; los cruces más insospechados se producen, dejando al espectador atónito. La primera parte de la película pasa sin pena ni gloria, pero desde la mitad hasta el final, se vuelve muy graciosa y llevadera. Es un film ligero pero llevado a cabo con sencillez, sin necesidad de recurrir a chistes obvios, escatologicos o sexuales; de esos que estamos demasiado acostumbrados a ver en el cine.
Comedia pasada de cocción El director turco-alemán Fatih Akin incursiona en el terreno de la comedia liviana quizá con el doble objetivo de alejarse por un tiempo de los pesados dramas que acostumbra desarrollar y por otro para reencontrarse con su Hamburgo natal y con el arte culinario, tradición familiar. Cocina del alma funciona a medias como comedia coral y muy poco como película que pretende esquivar ciertos tópicos para introducir otros porque en definitiva recae en los lugares comunes más habituales y por decirlo de alguna manera es una comedia pasada de cocción. Su galería de personajes variopintos apenas aportan algo de sal y pimienta a un plato rancio y mal aderezado por utilizar otra metáfora culinaria que se ajuste al film. Dentro del derrotero de perdedores consuetudinarios, el protagonista de la trama es un griego llamado Zinos (Adam Bousdoukos), dueño de un restaurante a quien la crisis económica amenaza con dejarlo de patitas en la calle además de ser un acérrimo defensor de la buena comida que en tiempos de fast food le alejan clientela. La contratación de un chef gitano para elevar el nivel abre cierta esperanza, así como la llegada inesperada de un hermano Illias (Moritz Bleibtreu), medio rebelde que rápidamente transformará el lugar pero traerá aparejada una serie de contratiempos para la tranquila vida de Zinos, quien acaba de perder a su novia Nadine (Pheline Roggan) e intentará hacer lo posible para reconquistarla, pese a que su nuevo amor, una enfermera que trata su dolencia en el cuello, se interpone en el camino. Sin dudas, se trata del film menos personal del realizador de Contra la pared, con un exagerado reconocimiento en el festival de Venecia 2009 y que por esas incomprensibles decisiones de las distribuidoras locales se estrena comercialmente cuando su destino más adecuado hubiese sido el formato DVD. Esperamos –o por lo menos quien escribe espera- que este episodio de frivolidad del director de Al otro lado haya sido pasajero y que no se vuelva una costumbre para ganar mercado internacional.
atih Akin cambia de registro. El director alemán de origen turco que logró transmitir con rigor los dramas de una minoría silenciosa y poner en cuestión su identidad, apuesta por una comedia ligera, fresca y emotiva, sin descuidar la mirada amarga sobre el contexto socioeconómico de su país. El Soul Kitchen es un bodegón popular de Hamburgo que funciona como centro emblemático alrededor del cual se construye la trama de la película. Zinos, su joven propietario, es el antihéroe absoluto que acumula problemas, injusticias y equívocos. Su pareja decide irse trabajar a Shangai, su nuevo chef auyenta a los habitués y el fisco le reclama una pesada deuda. Todo se complica aún más cuando Zinos decide ir en busca de su mujer, confiando el restaurante a su hermano Illias, recién salido de prisión. El protagonista genera una profunda empatía y nos conduce, al compás de sus calamidades, por una galería de personajes extravagantes, entre los que encontramos a Birol Ünel, el gran protagonista de Contra la pared, personificando a un cocinero lunático que intenta en vano imponer sus platos a los clientes del Soul Kitchen, acostumbrados a la comida chatarra. La música juega un papel preponderante, como en toda la filmografía de Akin. Los standards de funk y soul forman el esqueleto de varias secuencias, los bailes se integran a la narración con naturalidad y la cámara adopta sus ritmos siguiendo el desplazamiento de los personajes. La cadencia del montaje refuerza el dinamismo de los gags. La tipografía y la estética demodé del restaurant confirman a nivel visual la voluntad de hacer referencia a la escena negra americana de los años setenta. Sin embargo, el director no abusa de los códigos y favorece una puesta en escena sobria que evita caer en la parodia y conserva su arraigo con lo cotidiano. El uso de cámara en mano aporta una perspectiva documental que consolida la comedia sobre una realidad tangible. Como buena parte del mejor cine contemporáneo, la película también describe las profundas convulsiones que viven numerosas ciudades, cuyos barrios populares son demolidos y sustituidos por nuevos complejos inmobiliarios que relegan a sus antiguos moradores a la periferia. Fatih Akin, como Pedro Costa, José Luis Guerin o Jia Zhang-ke, retrata el alma del barrio y de sus habitantes antes de que desaparezcan definitivamente.
Comedia menor, que se resuelve del modo más conciliador posible y evita dar sentido al menos a algunas de las muchas líneas temáticas que abre en su desarrollo. En Argentina hemos conocido a Fatih Akin por dos de sus tres películas anteriores a Cocina del alma, y ambas han tenido buen eco en la crítica de nuestro país. En esta película, el realizador da un giro en el tipo de relato, pasando del drama con tintes sociales a una comedia que, si bien no deja de abrevar en sus principales tópicos (el presente del capitalismo especulativo europeo, la otredad étnica en Alemania), se resuelve en la plena búsqueda del humor y la felicidad de sus personajes. Zinos, un joven de origen griego, se enfrenta al viaje de su novia – de quien está perdidamente enamorado - a China por cuestiones laborales, mientras apenas puede sostener su restaurant marginal y regularmente concurrido. Salvar su relación amorosa, su negocio o a su hermano, que está a punto de quedar en libertad, preso por hurtos menores. Acuciado por un terrible dolor de espaldas, perseguido por las oficinas de impuestos y salubridad, ahogado por un comprador con mucho poder, Zinos deberá resolver todas las cuestiones juntas. La película no es más que una comedia de enredos tradicional, con personajes conocidos y generalmente agradables, situaciones con algo de gracia y un par de actuaciones convincentes. Cocina del alma es una comedia menor, que se resuelve del modo más conciliador con el personaje protagónico y el público y que evita dar sentido al menos a algunas de las muchas líneas temáticas que abre en su desarrollo. Akin deja de lado toda sutileza y todos los silencios con los que construyó sus anteriores películas. Es una pena, el paso a la comedia de enredos tradicional no le sentó bien.
Inmigración y desempleo 'a la carte' con el sello de Fatih Akin Para quienes no conocen el cine de Fatih Akin, debemos decir que es un cineasta alemán de los más talentosos de su generación. Su ascendencia turca lo ha atravesado de manera que sus films giran en relación a la inmigración que recibe Europa del este, en especial, el país germano. Su bien ganado prestigio lo ha conseguido con dos enormes trabajos ("Heads on" y "The edge of heaven") que parecen difíciles de repetir, en cuanto a profunidad y complejidad emocional. Digamos que sus películas son en general, fuertes, emotivas (sus personajes sufren situaciones extremas y están atravesados por esta cuestión cultural que funciona como obstáculo y a la vez como desafío) y han ganado muchos premios a lo largo de la última década. Nos llega su último trabajo a la cartelera, "Soul Kitchen", cinta interesante, divertida y amigable (León de Plata en Venecia 2009, Premio especial del Jurado) que, sin ser de los puntos altos de la carrera de este director, cumple en su objetivo de entretener y mostrar una visión actual de cierto sector de la sociedad alemana, el que sufre el drama de la inmigración y el desempleo. Para quienes amamos el mundo de la gastronomía, "Soul kitchen" tiene un sabor distinto, debo decir. Y eso se debe al enorme trabajo de Akin para decodificar un mundo que no es el que él domina (en su making of reconoce no ser un conocedor del tema) y mostrarlo con clara y meridiana precisión. Hay una visión en él para mostrarnos en otro ambiente, su leiv motiv habitual (ser inmigrante y estar enfrentado a fuerzas superiores a tus posibilidades a la hora de arraigarte en una tierra) y no dotarlo del dramatismo de anteriores trabajos, sino conectarnos con la situación desde la actitud positiva para hacerle frente. En ese sentido, "Soul kitchen" se parece mucho a la vida misma y esa faceta es exclusivo mérito de un guión que escribió en compañía de Adam Bousdoukos, nada menos que el actor principal de la cinta. El espíritu del libro no deja de lado el habitual tema de la inmigración en esta nueva Alemania integrada y multirracial pero lo presenta de una manera cercana y cristalina, donde reconocemos en los rostros de cada protagonista, algo de nosotros mismos, en aquellos momentos donde damos lucha para conseguir nuestros sueños a cualquier precio. O sea, no crean que esta "cocina del alma" es una película sobre restaurantes, porque no lo es. Al menos, no en su esencia. Digamos que la acción tiene como eje este tema del establecimiento y la transformación de un comedero barato en un lugar exótico y exclusivo, pero las diferentes subtramas que se juegan por debajo, tienen buen sabor y no son inocentes, cada una aporta a que el film no sea "No reservations" sino algo genuino y lógico, dentro de una línea que no desborda en ningún momento (lo cual hubiese sido delicioso, pero no se da) pero tampoco nos deja vacíos. Es probable que si no han visto el cine de Akin hasta esta película, cuando salgan del cine buscarán las anteriores para conocerlo en profundidad. Y eso, es definitivamente, una buena idea Eso si, no se dejen guiar mucho por el trailer, porque parece en su versión americana, un avance de "Kitchen Nightmares" de Gordon Ramsay. A ver, tenemos a un inmigrante griego de nombre Zinos (Bousdoukos), quien tiene un galpón en el que sirve comida, llamado "Soul kitchen". No sabemos muy bien como logró comprarlo, está entre una vía férrea y un río, en Hamburgo, pero es su lugar en el mundo. El es el cocinero del lugar, y sus habilidades no son de lo mejor. Su clientela no es adicta a las excentricidades y él solo se dedica a fogonear lo básico, sin ninguna sofisticación. Cuando arranca la cinta, está en crisis con su pareja, ya que su novia, Nadine (Pheline Roggan) parte a China a seguir su carrera de periodista. Ella es una chica de clase alta y trata de convencer a Zinos que viaje con ella y abandone su restaurant. Nuestro amigo se niega y la fortuna lo pone de cara a un genial chef desocupado (la escena donde renuncia a su trabajo con el incidente del gazpacho caliente es imperdible!), Shayn (Birol Unel en una composición fantástica) quien pasará a ser su empleado de la noche a la mañana. Obviamente, su óptica sobre la comida es diamentralmente distinta a la de Zinos, así que por ese lado tendremos espectáculo garantizado. Pero eso no es todo, el hermano del dueño de "Soul kitchen" es un convicto que sale en libertad condicionada y desea incorporarse al staff, para poder gozar de ese beneficio en forma permanente con lo que el personal del lugar se modificará dando lugar a situaciones interesantes... Hay muchas historias pequeñas que se cruzan y todas se degustan con calma, como un buen plato se merece. En ese sentido, la comida dispara muchas líneas donde Akin volverá a los temas que lo atraviesan pero presentados desde una atmósfera más positiva, lo cual es otra faceta de su cine. Podría escribir mucho más sobre "Soul kitchen", su cuidada y escénica banda de sonido y el tratamiento visual para encuadrar lo que pasa en el restaurant, pero sería innecesario. Es una buena película. Nada del otro mundo, no es de las comedias en las que las butacas tiemblan y las carcajadas estallan a cada instante, no, no es su marca distintiva, pero es un producto noble y atractivo, a la luz de las 10 películas que renueva la cartelera esta semana... Diez estrenos, no será mucho?
Fatih Akin ahora se mete en la cocina Hace algunos BAFICI, algunos cuántos para ser más exacto, en la proyección de "Im Juli" quedé cautivado por la manera de narrar de Fatih Akin, quien demostraba en ese film, poder mezclar extraña pero virtuosamente, una extraña mezcla de road movie, comedia romántica y cine social. Luego, y en función a sus estrenos comerciales, pudimos apreciar su narrativa, ya más sumergida en el drama y el compromiso testimonial de lo que sucede en Europa en estos días, sobre todo en lo que tiene que ver con conflictos sociales provenientes de las olas inmigratorias. Asi nos ha brindado dos joyas como fueron "Contra la Pared" y "Al otro lado" donde el público de Buenos Aires conoció y degustó su obra. Es justamente por el éxito de crítica y de público que tuvieron sus dos obras anteriores, que no se entiende porqué el estreno comercial de "Soul Kitchen" es posible solamente limitada a copias en DVD. Akin vuelve, pero ahora demostrando su enorme versatilidad para moverse de género en género y regresar con una muy buena comedia. Esto no quiere decir que abandone sus temas y obsesiones dentro de su cine, todo por el contrario, aparecen, pero con un tono completamente diferente de sus películas anteriores, y quizás radique ahí justamente el punto más interesante de este estreno. Con ritmo de comedia, sin dejar de lado los conflictos familiares, amores contrariados y discriminaciones étnicas, Akin nos presenta algunas historias que terminan confluyendo en el restaurant que Zinos (Adam Bousdoukos) maneja en Hamburgo. Nuestro protagonista conflictuado por el viaje de su novia a Shangai, la necesidad de sacar adelante su restaurant con un nuevo chef (que ha reclutado mientras lo ve renunciar en un restaurant top donde se desarrolla una cena familiar) y la libertad condicional de su hermano que requiere de una inserción laboral urgente. Todo esto adicionado con el encuentro casual con un compañero de secundaria, ahora devenido en broker de bienes raices, que hará todo lo imposible para comprarle el predio donde funciona su restaurant (la "Soul Kitchen" del título) y hacer un brillante negocio inmobiliario, situación a la que Zinos se resiste por más que el agente inmobiliario le juegue muy sucio. Con todas estas líneas argumentales, Fatih Akin arma una comedia gastronómica muy entretenida, con mucho ritmo y una banda de sonido que es un adicional para los amantes de la buena música. Sabe darle espacio a algunas lineas argumentales más dramáticas sin caer con esto en ningún tipo de solemnidad ni abandonar el entretenimiento que propone la película. Es por eso que quizás, haya que contemplar algunos rasgos de sus personajes que se ajustan más al ritmo de la comedia que al fresco tan realista con el que imprimió a los personajes de sus obras anteriores. Lo acompaña en su tarea un elenco sin fisuras, los dos hermanos a cargo del ya nombrado Bousdoukos y de la estrella del cine alemán Moritz Bleibtreu (a quien vimos en "Munich" "El Experimento" pero será siempre recordado como el novio de "Corre, Lola, corre") y Birol Ünel (asiduo colaborador de Akin quien ha trabajado también en "Im Juli" y en "Contra la pared") como el chef recién llegado con su objetivo personal de darle un toque gourmet al restaurant de Ziros, por más que los clientes lo rechacen en un primer momento. Sencillamente liviana respecto de la otra filmografía del director, pero igualmente sólida en el manejo de las diferentes puntas narrativas de la historia y de la fluida manera de contar que maneja Akin a la perfección para cualquiera de los géneros que se proponga, "Cocina del Alma" fue ganadora del Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia de 2009 y se constituye como un excelente exponente del cine alemán actual, pocas veces disfrutable y difundido en Buenos Aires, más allá de alguna semana especial donde se muestran las últimas realizaciones. Sería bueno que entre tantas peliculas con tanto aparato de propaganda y publicidad, al que le gusta el buen cine, logre rescatar esta perlita de un director notable, sumamente entretenida y con un relato eficaz sostenido por un elenco de primer nivel y con el enorme plus de una heterogénea banda de sonido que nos pasea por el mejor blues, jazz, música electrónica, funk y reggae en donde brillan entre otros: Quincy Jones, Curtis Mayfield, Louis Armstrong o Kool and the Gang.