El amor en tiempos de crisís El multipremiado cineasta Silvio Soldini regresa a las pantallas con Cosa voglio di più (2010) para retomar el tema de las relaciones de pareja como ya lo hiciera en su anterior trabajo, Sonrisas y lágrimas (Giorni e nuvole, 2007). Ahora vuelve sobre el tema mediante un relato ambientado en la Italia actual con la crisis económica y moral de fondo. Anna (Alba Rohrwacher) es una treintañera bien asentada, con un buen trabajo y una pareja con la que comparte piso. Sin embargo, un día ante su puerta aparece Domenico (Pierfrancesco Favino), casado y con dos hijos pequeños. Este suceso cambiará su vida y desplazará el film hacia el territorio del drama sexual. A partir de ahí, el personaje principal se desdoblará entre el deseo de una pasión desenfrenada y el miedo proveniente de un cierto sentido de responsabilidad por la familia. Estamos por tanto ante una película que se atreve a afrontar el delicado asunto de la crisis del matrimonio dentro de la recesión del propio país transalpino, algo a destacar, sobre todo si tenemos en cuenta que el cine, como cualquier arte, siempre debe servir como reflejo de la realidad. Sin embargo, una cosa son las intenciones y otra bien distinta los resultados. Los deseos de Soldini son nobles, pero el encuentro entre los dos personajes primordiales apenas roza el interés, y la explosión amorosa entre ambos, es difícilmente comprensible. Nos encontramos, pues, ante un guión con pretensiones de complejidad pero de escritura simple, lo que le impide a la película dirigirse de forma contundente y veraz a la raíz de los problemas tanto individuales como sociales. Al cineasta italiano le pierde querer ‘contar su historia’, y para ello decide mostrar todas las acciones llevadas a cabo por la protagonista para que así el espectador comprenda sus motivaciones en todo momento. Un hábito dentro del cine mediterráneo más comercial que limita la capacidad de sugestión del film y que provoca un exhibicionismo que tan solo encuentra una coherencia en las escenas de sexo. Sin embargo, la película tiene algunos puntos de interés. La incertidumbre ante el futuro, tanto de la pareja protagonista como del propio país, es reflejado a través de la lente mediante planos cortos en espacios cerrados cuyos fondos son desenfocados y que eliminan cualquier referencia espacial y, por tanto, cualquier ‘asidero’ al cual los personajes pudieran agarrarse durante su caída. Cosa voglio di più navega, pues, entre la crónica social y el drama moral/sexual, pero es incapaz de asombrar porque carece de una mirada y una escritura lo suficientemente complejas como para bucear hacia el fondo de los problemas tanto éticos como económicos.
Ojalá te Hubiera Conocido Antes Drama que parte de la idea del premiado director Silvio Soldini de contar la historia de dos amantes inspirado en un relato real y siguiendo muy de cerca a los protagonistas que a medida que avanza el film van pasando los diferentes estadios: deseo, enamoramiento, bronca, etc siempre expuesto de una manera franca y frontal. Anna, la hermosa Alba Rohrwacher, es una mujer que convive con su pareja y trabaja, tiene una hermana que da a luz al comenzar el film y esto hace que se pregunte que tanto le gustaría formar una familia. Movilizada por esto (o tal vez no) se topa con Domenico, un correcto Pier Francesco Favino, con el que con solo volver a encontrarse se da cuenta que este genera en ella una pasión desenfrenada. Comienzan a verse, él es casado y tiene dos hijos, algunos problemas financieros, se supone que bucea los miércoles por las noches y se lo reconoce como buen padre. Anna parece aburrida, no se anima a tomar la decisión de formar una familia con su actual pareja y es la que lleva las riendas en la relación secreta, es ella quien avanza a paso firme, propone y concreta: es así que comienza a distraerse en el trabajo, descuida a su pareja y siempre parece a punto de contar todo. Es en el espacio entre los encuentros fogosos que el film transmite al espectador un sentir combinación de enamoramiento juvenil con acalorado amor, libre de escenas acarameladas y halagos huecos. Son ambos sinceros, entre ellos, hasta el final. Soldini apuesta a una historia que podría decirse corriente, pero con una mirada más íntima, evidenciando muy en primer plano la pasión a cada momento.
La fractura en el cristal No son tiempos auspiciosos para Italia en lo económico y social. En la incertidumbre diaria se mueven Anna (Alba Rohrwacher) y Alessio (Giuseppe Batiston), una joven pareja de moderado éxito que convive en un piso cosmopolita en relativa armonía. Hasta que aparece Domenico (Pier Francesco Favino) y la estructura aparentemente estable se resquebraja. Anna pronto manifiesta ser el punto de fuga obvio, cuando la gana la pasión por este hombre casado y con dos hijos, dispuesto a su vez a arriesgar a su propia familia en pos de una pasión que no los llevará a buen puerto. Es de destacar la cuidadosa puesta en escena y el gran trabajo de Alba Rohrwacher en la piel de una protagonista en la que, por momentos, se enfoca demasiado la atención en detrimento de otros personajes y situaciones que merecían ser mejor explotados, como el de Alessio (Batiston), que es de una calidad notable y suficiente, que le permite remar en secciones turbulentas de la trama. Con esta película sucede algo curioso cuando se pone en perspectiva. Si nos remontamos a "Mi familia", por ejemplo, notamos que el abordaje de ambos directores apunta a la revelación de determinadas pautas de comportamiento sociales, morales, sexuales y familiares. Sin embargo, la cinta de Lisa Cholodenko no falla prácticamente en su registro e intenciones, en cambio la de Soldini sí lo hace. ¿Por qué? Por un exceso de confianza en el espectador, quizá, o por la pretensión implícita en las escenas de sexo, en los conflictos filmados de forma tal que deja poco lugar a la sutileza o la reflexión. Algo que era más esperable, en definitiva, y que constituye la gran flaqueza del filme.
Cuando la razón gana a la pasión De manera intimista el director se mete en la piel de Anna, la protagonista de una historia pasional que habla de insatisfacción personal y falta de motivación. Con una vida normal, un trabajo estable y un compañero de vida ideal –comprensivo hasta en los momentos más difíciles- Anna se da cuenta de que algo le falta. Puede ser un hijo (o las ganas de agrandar su familia); o quizás la pasión propia de los comienzos de cualquier relación, perdida en su caso luego de un largo tiempo de convivencia. El vacío lleva a la inconformidad y sale a la luz cuando se cruza en su camino un hombre cualquiera –Favino interpretando a Doménico, un hombre casado con dos hijos- que logra despertar en ella el enardecimiento que tenía olvidado. A partir del momento en que la protagonista se anima a cruzar la barrera de los límites nada vuelve a ser igual. El nerviosismo al mentir para tener tiempo extra con su amante, el miedo a ser descubierta y los sentimientos encontrados que se debaten en su interior y no le permiten tener la mente clara se notan en su rostro y su cuerpo. Rohrwacher lleva a su propia piel lo que le pasa a su personaje; parece sufrir en carne propia la angustia que le causa la situación y todo queda plasmado en los planos medios que dominan el film. Cosa Voglio di più es un enredo frecuente –de hecho, basada en una historia real- enfocado en el punto de vista de una mujer que quizás nunca se hubiera imaginado a sí misma en semejante situación. Justamente es ese punto lo que la hace más interesante: todo lo que ella vive, siente, se cuestiona y lo que descubre de sí misma; su manera de ver y vivir cada paso que va dando y, finalmente, la decisión que toma. El film está lleno de detalles que se descubren en las tomas de ciertos momentos en la vida cotidiana de la protagonista. Hay silencios que hablan por sí mismos y diálogos que en pocas líneas dicen mucho. Por otro lado, la situación socio económica italiana está siempre presente, como un personaje más. La actuación de Rohrwacher es muy buena, al igual que la de Giuseppe Batiston –en el papel de Alessio, el esposo de Anna-; no tan así la de Favino, que si bien interpreta correctamente su papel no está a la altura de su compañera. Sin embargo, el trío funciona.
Amor y remordimientos El problema con Cosa voglio di piu (estrenada en nuestro país con su título italiano original) no es que sea particularmente mala, sino que es simplemente otra más en una larga lista de películas europeas "industriales" que abordan el tema de la infidelidad matrimonial. Parece que Europa se está quedando sin temas y cada pocos meses nos llegan estas "exploraciones de un amor infiel" de distinta nacionalidad pero de características similares: una cámara atenta a los detalles, narración con mucha elipsis, actuaciones que acentúan el "lado interior" del drama de sus personajes, exploración de las complejidades del amor, la lucha con el deber familiar, etc. En octubre de 2010 se estrenó en Argentina, por mencionar uno de los ejemplos más recientes, Une affaire d amour que, en francés y con pueblo chico, seguía más o menos los mismos caminos. Estas películas europeas siempre están bien filmadas. En este caso, Silvio Soldini (director, entre otras, de Pan y tulipanes y Giorni e nuvole) trabaja una cámara "intimista": la cámara se mueve "desprolija" para generar el efecto de realismo, usa muy poca profundidad de campo para tener solo en foco a nuestros personajes (lo que nos interesa es su drama personal, su interioridad), una narración elegante (cargada de elipsis) intenta no subrayar demasiado (aunque no siempre lo logra). Las actuaciones del elenco son buenas, hay escenas de sexo (esta es una historia "sórdida"). Todo es muy prolijo. Hasta hay algún comentario social (el hombre es de "piel oscura"), que siempre da buen tono al cine bienpensante. Pero más allá de la falta de originalidad general de Cosa voglio di piu, su mayor inconveniente es que básicamente no tiene conflicto. La película está centrada (en la mayor parte del metraje) en el personaje de Anna (interpretado por Alba Rohrwacher): una italiana del norte con un buen trabajo, que vive en pareja y al cruzarse con Domenico (que trabaja en una empresa de catering) de pronto descubre que está insatisfecha. Después viene el amorío. Y después viene el largo debate entre este amor pasional y una vida previa que ya estaba armada. Pero Anna no tiene un verdadero problema: más que dejar a su actual pareja (por la cual no siente verdadero amor, con quien se siente cómoda pero claramente hacia el final ya no soporta), nada impide que se entregue a su nueva pasión. ¿A qué vienen entonces tantos interminables minutos de "debate interior", de penas y mentiras, de llantos y locuras? Anna es un personaje torturado pero lo que la tortura son sus propios remordimientos un poco insulsos. La suya no es una situación fácil, pero tampoco hay un verdadero conflicto que pueda filmarse. La película gana (y mucho) cuando decide concentrarse en el personaje de Domenico (Pierfrancesco Favino), un inmigrante, padre de familia, que lucha por poder pagar sus cuentas y tiene que sosportar a una mujer de caracter fuerte sobrepasada por las tareas familiares (uno de sus hijos es un bebé bastante problemático). Este costado (que, lamentablemente, es el que menos ocupa a Cosa voglio di piu) es mucho más interesante porque Domenico sí tiene conflictos: ama a otra mujer pero tiene responsabilidades de padre, su esposa no es una masa informe (como la pareja de Anna) y se da cuenta de que su marido la engaña, tiene que luchar por mantener el trabajo, se pelea con su familia. Los minutos dedicados a Domenico demuestran que cualquier cosa es más entretenida que seguir los devaneos de una mujer de clase media con complejos. Sin embargo, Cosa voglio di piu es fundamentalmente una película sobre Anna y como tal la sigue a ella. Y por eso se estanca. Las escenas en sí no están mal, pero la película no tiene verdadero ritmo, parece siempre estática y aburre. Solo al final, cuando por fin pasa algo, el espectador puede sacudirse un poco, pero después de más de dos horas el daño es irreparable.
Una de pasión desenfrenada Silvio Soldini retoma temas comunes a sus mejores películas, como la soledad, pero esta vez al filme le falta sustancia. Si la situación no es novedosa, el reflejo en la pantalla, tampoco. Sólo queda por saber cuál será el desenlace que Silvio Soldini, el eficaz e incisivo realizador de Pan y tulipanes y Sonrisas y lágrimas le da a esta historia de dos amantes que engañan a sus respectivas parejas. En principio Anna y Domenico no tienen nada en común -como tampoco Anna con su esposo Alessio, ni Domenico con su mujer Miriam-, pero poco a poco los encuentros “casuales” entre la empleada de una empresa de seguros y un mozo que se conocen en una fiesta son más frecuentes, y la pasión se enciende. El título original, que se mantiene en su estreno local, se toma de un diálogo entre Anna y Domenico, plácidamente sentados en un restaurante. “Lo que más me gusta -dice ella, tras la pregunta de él, y enumerar alguna comida- sos vos”. Ante la misma cuestión, él le responde “tus manos acariciándome, estar bajo el agua, tu cara cuando llegás al clímax...” y se lamenta por no haberla encontrado antes. Es que Cosa voglio di piú tiene dos protagonistas que deambulan por una vida tranquila y a los que la rutina los cansa. Cada uno tendrá -y ofertará al otro, llegado el momento- una salida o solución a la situación que viven. Los tópicos de la película son similares a los anteriores filmes de Soldini -la crítica situación social y la falta de trabajo, pero también el temor a relacionarse en serio con quien se comparte la vida, o la soledad-, pero esta vez le falta más sustancia a la historia, que recorre lugares comunes al género, como las peleas entre los amantes y la infinidad de puertas que se abren de los departamentos luego de sus encuentros, con los infieles temiendo que los descubran. Y es que si los personajes protagónicos no ofrecen mucha tela para cortar, los esposos engañados, menos, en especial Miriam (Teresa Saponangelo, que se las tiene que ver con la mujer traicionada y madre de hijos gritones). Hay personajes satélites (Bruno y su esposa, Bianca, amigos de Anna y Alessio) que ayudan a descargar muchos de los abundantes diálogos. Alba Rohrwacher y Pierfrancesco Favino dan todo de sí, pero queda la impresión de que un montaje más preciso hubiera ayudado, amén de un guión menos esquemático, para que la película nos hubiera gustado más...
Una pasión que revela cierto vacío existencial Silvio Soldini y el adulterio en Cosa voglio di più Cineasta sensible, fino examinador de lo que sucede bajo la superficie de la realidad, Silvio Soldini aborda aquí un tema -el del adulterio- que de tan frecuentado ofrece pocos flancos para un acercamiento original y parece estar siempre a un paso del cliché. Con su mirada distante, casi documental, y su aspiración a cierta objetividad, Cosa voglio di più expone el caso de una pasión repentina e incontrolable que altera la vida de dos matrimonios de clase media, pero también procura echar alguna luz sobre los síntomas de una vaga insatisfacción, cierta desazón existencial propia de nuestro tiempo. Anna y Domenico (Alba Rohrwacher y Pierfrancesco Favino, ambos excelentes) son treintañeros y viven en una urbanización de los alrededores de Milán. Ella está casada con el bonachón Alessio, manso y siempre bien dispuesto; ambos trabajan y viven modesta pero cómodamente, rodeados de familia y amistades; están empezando a pensar en tener un hijo. Doménico, calabrés de origen, empleado de un servicio de catering, también está casado y en dificultades para mantener a su esposa y sus dos hijos. De todos modos, puede decirse que ambos, Anna y Domenico, llevan una vida razonablemente feliz. Quizás el problema esté ahí, en ese adverbio. Porque cuando Anna y Domenico se conocen -en una fiesta donde ella es invitada y él, camarero-, se enciende una primera chispa. La pasión está empezando a manifestarse y de poco sirve que el azar les dé la chance de detenerse una vez y pensar en el complejo futuro que se les avecina. Pueden más el deseo y la tentación de abandonarse a él, pero también pesan las mentiras, las culpas, el temor a ser descubiertos y a tomar decisiones definitivas. Tampoco pueden borrarse las obligaciones hacia seres queridos a los que no se quiere abandonar, el miedo a hacerles (y hacerse) daño. Y está también el problema del dinero, ya que sostener una doble vida no es para bolsillos flacos. El apetito por vivir una vida más intensa y más emocionante, en tales condiciones, es un espejismo que se agota en el breve paraíso de una visita a Túnez. El caso de los amantes adúlteros no se cierra sobre ellos: Soldini lo expone desde varios ángulos dibujando el perfil de casi todos los personajes afectados, mirándolos con fría lucidez, del modo más objetivo. ¿Hay responsables? ¿Hay víctimas? ¿Será que siguiendo el ritmo que impone el mercado, siempre hay una nueva necesidad por satisfacer? ¿O será que es tan frágil esa suerte de confortable infelicidad cotidiana a que la vida contemporánea nos ha habituado? Son interrogantes que se deslizan sin hacerse explícitos, y es en ellos donde reside el principal interés del film, narrado con la solvencia habitual de Soldini aunque quizá con algún metraje de más. Los actores compensan con su convicción el tono neutro que Soldini eligió para su obra, que está magníficamente fotografiada por el argentino Ramiro Civita.
¿Qué más se le puede pedir a la vida? Si en su película anterior, Sonrisas y lágrimas, Soldini hacía de un tema social un problema de alcoba, en Cosa voglio di più, por el contrario, es capaz de insinuar en un asunto pasional algunos conflictos latentes de dinero, de cultura y de origen. Gran esperanza blanca del cine italiano de alcance masivo, el milanés Silvio Soldini (n.1958) tuvo su primer gran éxito internacional con Pan y tulipanes (2000), con la que también desembarcó en Argentina, donde el año pasado se conoció en una retrospectiva la totalidad de su obra, signada por personajes de todos los días envueltos en problemas cotidianos. Cosa voglio di più –su film más reciente, lanzado en febrero pasado en la Berlinale– transita en esa misma línea, pero a diferencia de sus trabajos anteriores, que tendían a asegurar al espectador en un cómodo conformismo, aquí Soldini se arriesga a plantear un problema sencillo pero para el cual no da por sentada ninguna solución. Es más, se diría que si en su película anterior, Sonrisas y lágrimas, hacía de un tema social (el desempleo en las clases medias) casi un problema de alcoba, en Cosa voglio di più, por el contrario, es capaz de insinuar en un asunto pasional algunos conflictos latentes de dinero, de cultura y de origen. ¿Qué más puedo pedir? se pregunta desde el título mismo de la película la joven Anna (Alba Rohrwacher). Como empleada de un estudio contable, tiene un empleo modesto pero seguro y cuenta con la confianza de su jefe, que la valora y considera. Es querida tanto por su familia como por sus amigos y parece llevar una feliz relación de pareja con Alessio (Giuseppe Battiston), con quien comparte las rutinas de una apacible vida en común. Pero a poco de andar, el film empieza a exhibir cierta insatisfacción en Anna, a exponer su presunción de que afecto y ternura para ella –a diferencia de lo que le sucede a Alessio– no son lo mismo que amor. La irrupción de Domenico (Pierfrancesco Favino), capataz de una agencia de catering, casado y padre de dos hijos, provocará en Anna el despertar de una pasión que la sorprende a ella misma. Oriundo de “Calabria saudita” como él mismo se burla, Domenico sin embargo ya no es uno de los tantos inmigrantes del sur perdidos en Milán, a la manera de otros tiempos (recordar aquí Rocco y sus hermanos parece una exageración). Está bien instalado en la ciudad, aunque el color de su piel es bastante más oscuro que el de la pálida rubia del norte que es Anna. Y tiene más problemas de dinero que ella. Quizá porque ella todavía no tiene hijos... En Cosa voglio di più se habla de hipotecas, de deudas, de préstamos y se aprende, por ejemplo, que en la Italia de Berlusconi darle una inyección a un hijo sale 67 euros. El dinero es una constante en el film y no deja de determinar conductas. “Mi patrón ya se casó tres veces”, se ríe Anna, en uno de sus encuentros secretos con Domenico. A lo que él le contesta: “Y claro, así es fácil, tiene plata”. Si esos encuentros íntimos lucen en la película de Soldini algo irreales (la escenografía levemente kitsch del hotel alojamiento, el modesto exotismo de la fugaz escapada turística a Túnez) debe considerarse un mérito de la puesta en escena, que parece querer marcar la diferencia entre la asfixiante rutina de todos los días de ambos en sus respectivas casas –con las presiones familiares y sociales siempre encima– y el ambiente de fantasía dannunziana (degradada por la televisión) que parece ser el único en el cual Anna y Domenico pueden vivir su amor, dos horas a la semana. No todos los personajes están desarrollados con la misma precisión y algunos, como el pueril Alessio, parecen determinados por el guión hasta acercarse peligrosamente al estereotipo. La película es también reiterativa y sus 126 minutos quizás excesivos para lo que tiene para contar. Pero las sólidas actuaciones de Rohrwacher y Favino y el excelente trabajo de cámara del argentino Ramiro Civita contribuyen para que Cosa voglio di più se convierta en el film más maduro y menos complaciente de Soldini.
El gris desencanto de la burguesía Otra entrega de Silvio Soldini en la que vuelve a demostrar sus virtudes como cronista de los costados más agobiantes de la vida ordinaria, por medio de la historia de un amor clandestino entre un hombre y una mujer casados. Silvio Soldini es uno de los pocos directores italianos contemporáneos que hicieron pie y lograron presencia en las salas argentinas. De él se conocieron Pan y tulipanes (2000) y Sonrisas y lágrimas (2007). A juzgar por estos dos films, Soldini es una suerte de cronista de la clase media y sus frustraciones, que el estreno de Cosa voglio di piú, viene a confirmar. Anna (Alba Rohrwacher) tiene un buen empleo, en el que está bien considerada, un buen pasar económico, un marido comprensivo y simpático, y una familia en la que participa como miembro activo. Todo pinta aparentemente bien, pero lo cierto es que su empleo es bastante aburrido, su marido es un gordo bonachón con el que hace rato no hay pasión, en fin, se estancó en una monotonía de la que no la salvan ni las clases de pintura que parece haber tomado como salida creativa. Es en este panorama que conoce a Domenico (Pierfrancesco Favino) y su vida dará un vuelco, reencontrándose con la pasión perdida. Entre ambos surgirá un amor clandestino (Domenico también está casado y además tiene dos hijos) pero, incapaces de abandonar a sus parejas y seguir adelante juntos, sólo tendrán encuentros esporádicos en hoteles. Y claro, una relación de estas características, con sus pequeñas trampas, ocultamientos y mentiras, se hace difícil de mantener. Soldini condensa aquí dos de los intereses desplegados en sus películas previas: las parejas en crisis (como en Sonrisas y lágrimas) y el agobio de una existencia gris (como en Pan y tulipanes), y sigue demostrando que es un buen cronista de la vida ordinaria. La descripción de la cotidianidad de los protagonistas es minuciosa y creíble, como lo es también el retrato de los personajes. El título, Cosa voglio di piú (cuya traducción sería Qué quiero más) hace alusión a esos deseos y proyectos que los protagonistas anhelan pero no se animan a concretar y sólo abordan a medias. El relato mantiene el interés durante la primera mitad, pero luego se estanca, estirándose como la indecisión de los protagonistas y volviéndose repetitivo como sus estrategias. Se nota que Soldini conoce el objeto que describe, pero ha mostrado mejor puntería en ocasiones anteriores. El film cae en una trampa frecuente que es la de ser víctima de la misma monotonía que pretende retratar
La vida te da sorpresas El milanés Silvio Soldini es -quizás con Gabriele Muccino, ya "importado" por Hollywood- el director de cine "serio" más exitoso y exportable de Italia. Sus películas son intensas, emotivas, solventes, "universales", bien actuadas. El problema con Cosa voglio di più -más allá de cierto esquematismo en su guión y en la pintura de algunos personajes- es que aborda un tema bastante más transitado (casi al borde del lugar común) que Pan y tulipanes o Sonrisas y lágrimas: el adulterio y la pasión entre casados. Anna y Domenico (Alba Rohrwacher y Pierfrancesco Favino) rondan los 40 años y viven en las cercanías de Milán. Ella es una rubia bien "europea" y él, un calabrés morochazo. Ambos están casados desde hace tiempo y son aparentemente felices, pero se conocen en una fiesta (ella como invitada y él, como empleado del servicio de catering) y allí empieza el fogoso, imparable romance. Será, por lo tanto, el tiempo de las tentaciones, pero también de las mentiras hacia sus familiares para las sucesivas escapadas (incluída una a Túnez), las inseguridades, las contradicciones, los reproches, la culpa. Como se verá, no hay nada demasiado novedoso en esta propuesta de Soldini, pero el director lleva el relato (de excesivos 126 minutos y fotografiado por el talentoso DF argentino Ramiro Civita) a un razonable buen puerto gracias a su indudable capacidad narrativa y a la exposición de ese sustrato de vacío existencial, de ese estado de confusión (casi de negación) que domina a buena parte de la sociedad italiana berlusconiana. Un film menor, pero en varios sentidos bastante disfrutable.
Sin encontrarnos frente a un gran melodrama italiano, es justo decir que esta historia de infidelidades que pone el ojo en el desgaste de la pareja y la necesidad del cambio, mantiene el ritmo y la tensión suficiente como para no agotar al espectador porque dosifica inteligentemente situaciones cotidianas y diálogos que no resultan forzados ni explicativos, todo ello sostenido en gran parte por una prolija dirección y un elenco a la altura del convite...
Hace unos meses se estrenaba en Argentina el film francés “Partir” (2009) de la directora Catherine Corsini, que se centraba en el mundo intimo de la mujer, en este punto es que tiene varias aristas en común “Cosa voglio di piú”. Al igual que otro filme, magnifico, estrenado recientemente, “Une Affaire de amor” (2009), de Stephane Brize pero que la mirada estaba más puesta en el mundo masculino que en el femenino. Los temas son repetitivos, el amor, la confianza, el deseo, la mentira, el engaño, la insatisfacción, etc. El multigalardonado director Silvio Soldini, responsable de “Pan y Tulipanes” (2000), se centra en el mundo de una mujer (Anna) que parece tenerlo todo resuelto, en pareja hace varios años con Allessio, con quien no parece tener nada en común, pero que siempre está atento a la demanda de su mujer. Anna conoce en una fiesta de la empresa en que trabaja a Domenico, que es el “maître” de la empresa de eventos que han contratado en la oficina. Las miradas cruzadas, el deseo puesto en juego, de ahí a la pasión desenfrenada, un paso. Si bien en el filme francés “Partir” planteaba una subtrama de suspenso, con disparo incluido y flashback como recurso narrativo, aquí sólo hay una historia dramática, pasional, lineal y progresiva Por supuesto que Soldini utiliza otros elementos para construir su relato, en principio todos (digo los espectadores y los personajes que rodean a Anna) sabemos todo, de su vida, su familia, sus amigos, su trabajo, y nada o muy poco de Domenico. Luego del primer encuentro clandestino y frustrado entre Anna y Domenico, el relato hace un corte tangencial respecto del personaje actante, nos dejan de lado el mundo de Anna y nos empiezan a mostrar el mundo de su posible futuro amante. Este salto promueve un gran riesgo y moviliza al espectador, lo atrapa, instala el placer por saber más, y esto parece darle un plus a la estructura narrativa. Pero rápidamente, y por desgracia, una vez de constituido el mundo de Domenico, el director vuelve a la historia inicial. Es en este momento, más o menos sobre la mitad del filme, es que el recorrido deja de interesar, si bien la historia no era muy original, la forma era un tanto subyugante. Se torna previsible, más allá de las técnicas de construcción que utilice, las elipsis temporales, el manejo virtuoso de una cámara, por momentos en mano, pegada a los personajes para darle mas tinte intimista, a la vez que acentúa un posible realismo que no logra plasmar adecuadamente. En relación a la construcción de los personajes, los principales si bien muestran distintas facetas, no terminan de ser del todo creíbles, lo mismo sucede con las personajes secundarios, la esposa de Domenico reacciona, con una respuesta más cercana a la realidad. El marido de Anna, no, pero no es sólo que no, sino que lo plantean, lo construyen, como más ciego e ingenuo que Antonia, el personaje quien recién después de muerto su marido en un accidente descubre que éste tenía una doble vida matrimonial, pero su otra pareja era homosexual. Además, al marido de Anna, por si fuera poco, lo pintan más bueno que la Madre Teresa de Calcuta, esto termina con todo tipo de credibilidad. En “Cosa Voglio di Piu”, que significa “¿Qué más quiero”, pregunta neurótica si las hay, todo termina siendo ya visto, hasta el intento de vuelta de tuerca sobre el final de la narración.
Silvio Soldini posee una particular preocupación, por las relaciones humanas entre hombres y mujeres y sus sueños. Constante, que se da en toda su filmografía, desde Un´anima divisa in due (1993), donde Fabrizio Bentivoglio obtuviera el premio al mejor actor en el Festival de Venecia. Su reconocimiento internacional lo obtuvo con Pan y Tulipanes (2000), su primera comedia, donde Rosalba, una ama de casa de Pesara, que queda olvidada en un área de servicio, se encuentra de repente yendo hacia Venecia (su sueño), quien se atreve a hacer una aventura de su vida, concentrándose en el ahora, tomando una decisión a la cual se animan unos pocos. Tobías, en Brucio nel vento (2002) quien desde una depresión, se refugia en la escritura, mientras sueña con una mujer imaginaria, que luego se materializa en Carolina, una amiga de la infancia, cuyo amor, en un pasado imposible, se transforma en su única razón para vivir. Ágata e la tempesta (2004) donde una mujer de 44 años establece una relación pasional inesperada, con un hombre mucho menor que ella. O la más reciente Giorni e Nuvole, estrenada como Sonrisas y Lágrimas (2007), un drama familiar donde el marido pierde su trabajo, ella acaba de graduarse, su hija acaba de cumplir 20 años y ve la oportunidad de dedicarse a lo que siempre soñó… La tensión reside en que la pareja subsista o se descalabre…finalmente el amor vence a la adversidad. En Cosa voglio di piu esta preocupación y su trabajo crecen. Soldini acentúa la mirada hacia sus personajes, no con fines ni sicológicos, ni sociológicos, sino con una participación afectiva más íntima. Hay muchas maneras de contar una historia de amor. Soldini elige la cercanía de una cámara fija o móvil, en un estrecho contacto, con las caras, los gestos, las miradas, las respiraciones. Dando cuenta de cada una de sus reacciones y acciones; de sus miedos; y de esa fuerza, que siempre se mueve entre el miedo el sexo, que es la Pasión. Una fuerza que arrasa con el sentido común y que contiene una violencia irreprimible, casi como el nacimiento del hijo de la hermana de Anna, la protagonista del film y la segunda escena del mismo. El conflicto económico planteado en Giorni e Nuvole (2007), allí determinante. Acá aparece lentamente, va in crescendo, y está presente no sólo en ellos, sino en el contexto familiar de ambos. El amor es la pulsión fundamental del ser, la libido que empuja toda existencia a realizarse en la acción. El tema es que muchas veces este aparece de improviso, como un juego, una curiosidad hacia ese objeto donde luego se posa el Deseo, imposible de mover. Territorio, que se parece a un puente que todos quieren cruzar, donde se puede perder el alma o encontrarla. Es que los puentes unen y a la vez separan. Y los límites, no son sólo los límites de nuestros cuerpos y de nuestras almas. ¿Y cómo son esas almas? Algunas veces armonía de los contarios y otras, unión de los semejantes, pero siempre y en todos los casos deseo de la unidad. Lo cierto es que esto que podría analizarse desde la metafísica, pasando por la sicología, hacia la física. Es algo que felizmente les ocurre a los mortales, que es enamorarse. El inconveniente de este sentimiento, que muchas veces se parece a una enfermedad, por el grado de obsesividad que genera, puede lastimar a los que los rodean. Las relaciones amorosas paralelas, suelen ser difíciles, más aún cuando se tienen problemas económicos. Caída brusca hacia una realidad, que muchas veces los determina. Anna es una buena persona, que vive con su pareja en una cálida armonía, hasta que aparece Doménico, un hombre casado con dos hijos pequeños y con una apretada situación económica. Ambos se debaten entre la pasión y la tortura que genera la culpa. Acontece, que aquello con lo que se ha fantaseado toda una vida irrumpe de pronto… y no siempre es el tiempo adecuado y los amantes no se juegan del mismo modo. Anna y Doménico atraviesan una profunda crisis, donde las certezas de sus vidas tambalean. Sus vidas juntas son dos horas por semana en un hotel, y la angustia de ambos crece, hasta que Anna decide que se merece algo más… Cosa voglio di piu es un film bello y conmovedor, sobre un universo pequeño y cotidiano, que habla y muestra la intimidad de una pareja en ese momento mágico, que es conocerse y reconocerse en el otro. Pero da cuenta también del dolor, que causa precisamente en los amantes, cuando ambos se corren, de lo que suponen es el centro de sus vidas, al mismo tiempo que reconocen la imposibilidad de dar curso a sus sentimientos, porque no pueden armar un proyecto común. Porque el verdadero drama lo viven sus protagonistas con su estremecimiento; exaltación; pasión y su deseo de fusión imposible, de catástrofe y contradicciones. Dos excelentes actuaciones para destacar, y dos instantes, dos miradas para subrayar, que prefiguran el final, (en todo caso siempre es la mirada, la que determina el giro del personaje) la de Domenico (Pier Francesso Favino) cuando emerge del agua en la pileta y mira a Anna, que lo observa desde la grada. Y Anna (Alba Rohrwacher) en el balcón mirando a dos mujeres sacudiendo unas alfombras, pasando de la tristeza, al recuerdo, luego esbozando una sonrisa, mientras sus ojos se corren lentos y seguros hacia el horizonte. “Fui inspirado a hacer este film por dos cosas diferentes: “El deseo de tener una mirada real de las personas, y relatarlo desde el interior, desde un ángulo acerca de lo que puede sucederle a la gente común; y el deseo de taclear la historia de un amor apasionado en el sentido más directo posible, siguiendo a los personajes ensu viaje emocional, estar bien cerca de la verdad en cada momento.” “Todo comenzó cuando una amiga mía,que trabajaba de secretaria me contó acerca de lo que estaba viviendo, por primera vez en su vida”.
Historia de amantes que se animaron Como lo supieron hacer Ettore Scola y Mario Monicelli, el film pone el amor y la vida cotidiana en un contexto político y social opresivo, como el que vive Italia. Ese amor prohibido abre la puerta para redescubrir el erotismo. Para quien escribe esta nota, y ciertamente para muchos más, el reencuentro con el cine italiano de hoy es todo un hallazgo y un hecho particularmente inusual en nuestra alicaída y poco ocurrente cartelera de estrenos cinematográficos. A pocos meses de su estreno en Italia, y de su presentación oficial en el Festival de Berlín, el estreno de Cosa voglio di piú nos lleva una vez más a reencontrarnos con cierto tipo de cine, de otras latitudes, en este caso Italia, que a partir de algunos realizadores ubica al cine en un espacio de reflexión en el que reconocemos algunos problemas de nuestro tiempo. De Silvio Soldini, realizador milanés nacido en el '58 que dio a conocer su primer largometraje a sus treinta años, ya hemos conocido dos de sus más aplaudidos films: Pan y tulipanes, del 2000, itinerario geográfico-sentimental de una ama de casa del sur que un día, un poco por equívoco y otro por destino, llegará a Venecia y allí conocerá a un sensible mozo de hotel que le ayudará a vivir otras emociones; y en el 2008, Sonrisas y lágrimas, retrato de una familia acomodada que ante la pérdida del trabajo de uno de sus miembros deberá adaptarse ahora a las nuevas necesidades económicas. El primero de ellos se estrenó en la sala de El Cairo estando en cartelera más de cinco semanas, mientras que el segundo se dio a conocer en una de las salas del complejo Del Siglo, cuyas puertas esperamos ver reabrir a la brevedad. ¿Será tal vez ese regalo de Navidad que esperamos los que amamos al cine? Si el lector de esta nota es un seguidor del cine europeo, la sugerencia es no esperar esa incierta segunda semana para acercarse a verla. Sabemos, por experiencia, que films como estos sólo permanecen no más de siete días en cartelera. Esperemos que continúe en cartel, y esto podría llegar a ser posible si la concurrencia lo habilita. Al volver sobre este más que recomendable film, señalemos que su título original, que afortunadamente no fue traducido en nuestro país, responde a uno de los versos que se repiten en una canción muy exitosa de fines de los 60 de Lucio Battisti, Anna. Y en la misma ya están planteados algunos aspectos que se pueden seguir en este film que redescubre un modo hoy un tanto ausente del erotismo, a partir de una historia de adulterio (preferiría llamarla de "loca pasión" para evitar todo tinte moralista) en un medio social y económico en crisis. Ambientada en su Milán natal, el film de Silvio Soldini explora el universo cotidiano, desde lo que está reglado, desde lo que va marcando ese repetirse de los días que no permite que (tal como el cine de Ferzan Ozpetek) cada uno exprese lo que realmente llega a desear. Desde esta caracterización inicial y a partir de un encuentro ocasional que se da en el propio ámbito laboral de ella, algo entre Domenico y Anna, más allá de la relación de ambos con sus respectivos cónyuges, Alessio y Miriam, esté por acontecer. Y al volver sobre el título, ya focalizando lo que se juega en el film, el mismo nos lleva a cierta pregunta retórica: ¿Qué más puedo pedir? Y esto es lo que ahora atraviesa particularmente a Anna, quien, junto a Domenico, en la escapada que él hace todos los miércoles, comenzará a vivir un mundo de matices cálidos y de ensoñación. La cita será en el motel, ese espacio en el que los cuerpos ardientes y entregados se reflejarán en fulgurantes espejos y en donde la palabra se vuelve hechizo y captura. Cada miércoles, Anna y Domenico ensayarán un nuevo acercamiento mientras el vínculo familiar de ambos se tiñe de tensiones y de mandatos de reconciliación. El film despierta interrogantes, marca cierta línea de intriga y nos aproxima a problemas que competen a las migraciones internas en una Italia en la que hoy observamos una pérdida de valores y principios; regenteada por un premier que participa de su condición de sultán y empresario corrupto, que desprecia las instituciones democráticas y humilla al ciudadano. El mismo que Nanni Moretti retrató en Il Caimano y que buscará un cínico "voto de confianza" en las cámaras parlamentarias el próximo martes 14. Algunos considerarán estas observaciones un tanto alejadas del comentario del film; pero en tal caso simplemente señalo que afortunadamente hoy (lamentablemente Ettore Scola no volverá a filmar y Mario Monicelli falleció semanas atrás) contados realizadores ubican ciertas temáticas familiares en el contexto de una sociedad que ve día tras día (como en tantos otros países europeos que marcan un viraje hacia políticas conservadoras) cómo se naturalizan ciertas perversiones gubernamentales. El encierro, aquel primer encuentro entre Anna y Domenico abre puertas hacia espacios que se dibujan entre escapadas y una fuga a Túnez. Será un nuevo itinerario que ambos recorrerán y que pondrán sobre el tapete de los sueños, dudas y temores. La composición actoral de ambos, Pierfrancesco Favino y Alba Rohrwacher, hoy reconocidos por su trayectoria profesional, otorgan al film una fuerza dramática plena de matices, que permiten captar las variables emociones. En Italia, al día siguiente del estreno, una de las críticas llevaba por título "Un film que se puede pensar como un sismógrafo de los sentimientos" y en notas centrales, otro titular destacaba "Nueva crónica de pobres amantes".
A partir del éxito internacional de Pan y tulipanes, Silvio Soldini se convirtió en el director italiano más popular de su generación. Sus películas son dramas amables, previsibles, bien filmados y cargados de nobles sentimientos. Cosa voglio di piú no es la excepción. El director intenta inscribir una historia de adulterio demasiado transitada en un contexto realista, pero sólo logra estirar la película, deteniéndose en un sinfín de problemas domésticos intrascendentes. Soldini ubica rápidamente a cada personaje en el lugar que indican las convenciones, subrayando los defectos físicos o de carácter de los cónyuges que están de más para facilitar la simpatía hacia los amantes. Una joven empleada contable, encantadora y aplicada es la compañera de un hombre barrigón de anteojos, mañoso y retraído. El simpático encargado de una empresa de catering está casado con una mujer que vive malhumorada. No es difícil imaginar quienes serán los engañados. El pretendido realismo se diluye en tórridas escenas de sexo poco convincentes, filmadas de manera cruda y sin cortes para forzar el contraste con la vida sexual de las parejas legítimas, que merece apenas una mención. Soldini se pierde intentando conferir a su drama alguna relación con el mundo real. Coquetea con el registro documental en los pasajes que se desarrollan en los inmensos centros comerciales o en los trenes que comunican las viviendas de los suburbios con las oficinas céntricas. El mundo del trabajo está descripto con precisión para evidenciar la vida profesional poco estimulante y las dificultades económicas que apremian a los dos amantes. Pero estas observaciones no constituyen un verdadero punto de vista y sirven únicamente para alimentar la vacilación de los tortolitos. Cada vez que alguno pretende hacer evolucionar la relación, el dinero oficia de triste regulador de los impulsos. El adulterio cuesta caro, parece decirnos Soldini. La relación extramarital vista como un lujo es una idea discutible pero muy atractiva, que el director sólo utiliza como un ingrediente más del guión.
Cuanto me cuesta amarte Anna está casada, tiene un trabajo estable de contadora con ingresos medios, su marido Alessio trabaja en un negocio de valijas, son una pareja de clase media sin nada extraordinario: compran, pagan, trabajan, pagan. Los fines de semana visitan la familia, recorren los centros comerciales buscando un nuevo accesorio para agregar a su casa y a sus vidas, para sentirse más “cómodos”, los siguientes 20 años seguirán pagando la hipoteca del departamento pero tienen una vida estable, una rutina fija y monótona. Domenico tiene mujer y dos hijos, un trabajo precario, no es profesional, no sabe como llegar a fin de mes sin tener un ataque de nervios por stress familiar, para pagar sus deudas, cumplir con su rol paterno y pagar las clases de ballet de su niña. En una gran ciudad italiana en la cual la crisis económica es evidente, Anna y Domenico se conocen de casualidad, se enredan casi a la fuerza para escapar de la rutina y ahí quedan atrapados entre y el ideal de familia y matrimonio que están destruyendo y sus verdaderos deseos. Íntima y despojada, la película muestra las dificultades de sus protagonistas para concretar sus encuentros, las confusiones entre los dos amantes, los engaños a sus respectivas parejas y la tácita aceptación de la traición por parte de estos. Su director, Silvio Soldini, fue conocido por películas como Giorni e nuvole, Agata e la tempesta, Brucio nel vento, o Pane e tulipani. Esta última, al igual que su última película, fue otra coproducción Italia-Suiza que contó con la actuación de Bruno Ganz y que también tenía como argumento principal las relaciones de pareja y el amor fuera del matrimonio, temáticas recurrentes en su filmografía. En Cosa voglio di più, la fuente de inspiración para Soldini surgió del relato de una amiga que estaba viviendo una relación extramatrimonial y del deseo del director de retratar la simple cotidianeidad de las personas. Esto aflorará en la cantidad de detalles a simple vista triviales como la rutina de desmaquillarse de Anna, los precios de los productos, las ofertas, el costo del albergue transitorio y la dificultad para afrontar este gasto. La realización del amor o al menos de los encuentros pasionales de ambos se verán limitados por un mundo en el cual para ser libre hay que tener dinero y los pobres o la gente de clase media no puede ni siquiera permitirse el divorcio.
Con una trama llana y despojada de psicologismos y alegorías, el excelente cineasta milanés Silvio Soldini (Pan y tulipanes) ofrece su mejor obra en esta última y notable realización suya. Presentada con su título original, sin traducción o “adaptación” alguna, Cosa voglio di più (algo así como Qué más yo podría desear), se interna profundamente en la temática de la infidelidad y la pulsión contra viento y marea de dos amantes que redescubren la pasión. El director, como en la magnífica Sonrisas y lágrimas, se vuelve a ocupar de los vínculos de pareja, pero en este caso de dos relaciones, y de una tercera que se conforma a partir de éstas. Una empleada contable que acaba de acordar tener un bebé con su novio conoce a un hombre casado con dos niños con el que establece una desatada y estremecida relación amorosa, que modifica radicalmente la rutina de la vida de ambos. Con una magistral observación de la vida cotidiana, un registro conmovedor del amor pasional y clandestino, unos sutiles pero significativos trazos acerca de la crisis económica y moral que atraviesa Italia, Cosa voglio di piu cuenta además con un elenco inmejorable. Imposible no mencionar a la camaleónica protagonista Alba Rohrwacher, la adolescente feúcha y perturbada de El papá de Giovanna, aquí transformada en una bellísima mujer. Un film simple y a la vez extraordinario.