Botones, Whisky y periodismo Cracks de nácar (2011) es un documental sobre un inusual deporte: el fútbol de botones. Pero también es la posibilidad de ver a Rómulo Berruti y Alfredo Serra, reconocidos periodistas del medio, protagonizar una película y exponer sus carismáticas personalidades. El fútbol de botones es un deporte con varios practicantes. Lo que nadie se imagina es que entre sus aficionados se encuentran nada menos que el co-conductor de “Función Privada” Rómulo Berruti y el corresponsal de guerra Alfredo Serra. Dos personajes tanto en la pantalla como en su vida privada, donde el whisky y el hobby de botones son cosa seria. Los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, encuentran un extraño tema, digno de una película, y a los personajes que la narren, dignos de una catarata de anécdotas propias de los cuentos asombrosos de Steven Spielberg. Con ese material, consiguen un documental ficcionalizado magnífico, creando un tono desopilante acorde a sus protagonistas. La fusión entre documental y ficción se desprende del tema mismo del film: Dos tipos reales que consideran a sus botones craks de fútbol, incluso inventándoles biografías extraordinarias, no es más que la ficcionalización de una realidad. Justificado por una frase del poeta argentino Raúl González Tuñón, lo fantástico no deja de ser increíble pero necesario para el universo de estos periodistas que hacen del juego una utopía sumamente atractiva. Además de contar con dos personajes de una oralidad encantadora, que bien pueden sostener el ritmo de un relato y hacerlo interesante, los directores contaron también con tres elementos fundamentales para convertir su idea en una muy buena propuesta: La música, compuesta casi en su totalidad originalmente para el film, las animaciones de las distintas secciones del relato, que le dan ritmo y frescura a lo narrado y un montaje preciso y dinámico que no permite caer nunca en la saturación. Cracks de nácar sigue de esta manera la línea de documentales que coquetea con la ficción para darle ilusión al tema representado, promoviendo la gracia y el tono justo para descubrir, conocer y hacerse amigo de todo ese universo extraordinariamente real que plantea.
Con espíritu lúdico Algunos buenos estrenos argentinos siguen colándose por los pequeños resquicios de una cartelera comercial coptada por la inminencia del Oscar. Casualidad o no, la semana pasada fue el turno de El fruto y ahora llega Cracks de nácar, simpatiquísimo documental de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke (visto en el BAFICI 2011) acerca de (el entrecruzamiento de) la amistad y la pasión protagonizado por dos setentones con varias aficiones en común: el whisky, los diálogos compartidos y... el fútbol con botones. ¿Fútbol con botones? Claro, de allí el título del film: la dupla recorre mercerías y tiendas especializadas auscultando las pequeñas piezas para quedarse únicamente con aquellas realizadas con ese material, las únicas aptas para disputar los cotejos. Después le seguirá un riguroso proceso de pulido y ajustes con el fin de dotarlas de diversas “habilidades”. Así, los habrá más rápidos, más aplomados pero seguros, otros robustos e infranqueables. Por si no fuera suficiente con las particularidades de ese deporte, los amigos no son otros que los periodistas Rómulo Berruti (sí, el de Función privada) y Alfredo Serra, que en cada plano desparraman esa química que sólo el conocimiento mutuo a lo largo de más de medio siglo puede generar. Casabé y Dieleke alternan fragmentos de anécdotas compartidas y situaciones de sus vidas cotidianas con los enfrentamientos botoneros entre ambos, todo narrado con un tono lúdico cuyo principal efecto es una bienvenida liviandad. Quizá así se entienda por qué Cracks Fde nácar transmite la sensación de que nada del todo malo puede pasar. Documental tan disfrutable como sus protagonistas, el film cae en su parte final, cuando apuesta a un cambio de registro para mostrar un encuentro con dos jugadores brasileños y el posterior partido entre ambas duplas. Es un momento forzado que quiebra la organicidad de lo anterior, que amenaza con sacudir los cimientos de un mundo al que, sin embargo, da ganas de quedarse por un buen rato.
No toca botón Este singular y extraordinario documental ficcionalizado de los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, Cracks de nácar, hace culto del aspecto lúdico como una celebración de un ritual que jamás debería perderse en la vida porque la conexión hacia un mundo de fantasía -o una realidad diferente a la más acuciante- forma parte de una de las riquezas del alma. Pero por otra parte, el trabajo y la aproximación que los realizadores hacen tanto de sus personajes, en este caso nada menos que los periodistas Rómulo Berruti y Alfredo Serra, el primero reconocido como crítico de teatro y cine, conductor del legendario ciclo televisivo Función privada, el segundo, corresponsal de guerra de los grandes diarios, se entrelaza de manera casi mágica con el hobby y pasión que los hermana: el fútbol con botones, juego que trasciende fronteras y reúne ligas y aficionados por todo el planeta, entre ellos, los particulares Rómulo y Alfredo, que se han aggiornado a los cambios tácticos del futbol moderno para adaptar las estrategias de ubicación de sus botones en la cancha de vidrio en la que disputan religiosamente partidos memorables de noventa minutos cuando se enfrentan sus gloriosos equipos Newbery y El pampero cada vez que se encuentran a jugar. Ambos se prestan al código y juego propuesto por los realizadores tanto como protagonistas absolutos de este ritual maravilloso que cosecha anécdotas, hazañas e incluso una dedicación casi exclusiva al trabajo artesanal sobre cada botón, que también tiene su historia e identidad como si se tratara de un jugador que ha resistido al paso del tiempo; a las marcas, defectos y el desgaste en el material o sencillamente como protagonistas de partidos imborrables. Así, la biografía deportiva del botón Bordenave en el caso de Alfredo o Santiago para el jugador Rómulo Berruti se integra con absoluta coherencia en la dimensión lúdica que prevalece en este relato. Lo increíble entonces se mezcla de manera inteligente con lo verosímil y de allí simplemente a la creencia de que todo lo que se ve en pantalla, en ese pseudo registro espontáneo, existe. Ese logro con mayúsculas hacen de este singular film una rara avis dentro del mismo género que apela al humor, a la auto parodia y a la frescura narrativa como tres pilares que sostienen con justeza la película, estructurado en viñetas como uno de los recursos más interesantes para evitar el desgaste, la repetición, en lo anecdótico. A lo que debe sumarse un interesante aporte de la animación y la insustituible banda sonora con canciones, cuyas letras repasan la historia de estos dos amigos que en sus épocas de juventud compartieron su pasión por el periodismo, su desencanto por la carrera de abogacía y su niñez interminable (que aún hoy perdura) en el juego de futbol con botones para coronarse Cracks en el manejo de los minúsculos gladiadores de Baquelita, hueso, plástico o el preciado nácar, que hace más fácil el desplazamiento en el campo de juego.
No toca botón Como artesanos de una batalla de soldaditos de nácar, los veteranos periodistas Rómulo Berruti (del recordado ciclo Función privada) y Alfredo Serra (redactor jefe de Gente) despuntan una singular pasión: el fútbol con botones. Un submundo al que nutren con recorridas por mercerías, botonerías y ¡cuidado! algunas prendas de cuyos dueños estén distraídos. Los realizadores Daniel Casabe y Edgardo Dieleke reflejan didácticamente cómo unos redonditos privilegiados necesitan un retoque especial para pasar al césped vidriado: lijarlos, rellenar los agujeros con cera, agregarle una pasta cerámica o metal en la base, etc. Es un verdadero arte. “Los de madera, cuero y metal no sirven sino hueso, baquelita, nácar, plástico, esos sí”, dicen. La dupla se ríe con la confianza que dan los años aunque muchas veces se atropellan con sus anécdotas (algunas se desdibujan) mientras se acodan en una barra de tragos casera donde pasa el buen whisky. Sobre una mesa de comedor está la cancha de fútbol, delimitada con todas sus zonas reglamentarias. Y encima un vidrio para que se deslicen los players. Con una ficha de póker pellizcan cada botón en busca de golpear a la “pelota”, un botoncito metálico. ¿Cuántas jugadas habrán registrado los realizadores para lograr goles de corner y de tiro libre con barrera? Cada botón parece tener vida propia, con nombres (el “Pícaro” Bordenave, un lindo caso), habilidades (los que hacen saltar la pelota y los que no) y la fidelidad por cada uno, divididos en dos equipos: el Newbery de Berruti, el Pampero, de Serra. La vista fija en la cancha, la estrategia de juego lista, el debate sobre quien está para atacar o defender. Toda esa neurosis botonera se describe en Cracks de nácar intercalado con amplias anécdotas sobre la trayectoria periodística de la dupla. Para el final, dos brasileños son desafiados a un encuentro. Pero la escena no se amplía, queda trunca y queda la duda cómo salió el partido y el ida y vuelta de las anécdotas. Menos entrevistas y más visión de juego para ese caso. Porque nada es al divino botón.
Un señor, concentrado, lija botones. Su mujer, al teléfono, comenta esa situación y la define como recurrente. El señor es Alfredo Serra. Él y Rómulo Berruti son los protagonistas de este documental. Serra y Berruti son periodistas veteranos, con muchos viajes hechos y que han conocido a muchos personajes importantes. Su amistad es más que veterana, hasta se hace mentira que haya tenido un principio, aunque ellos lo relatan. Serra y Berruti relatan todo (todo lo que quieren), son maestros en el arte de convertir toda vivencia -y han vivido- en anécdota bien contada, bien pausada, bien condimentada. Y bien regada, porque el whisky de calidad es compañero permanente en las reuniones entre los dos amigos. ¿Y los botones? Los botones son la gran pasión de estos amigos: el fútbol con botones. Los botones son los de la ropa, seleccionados especialmente por sus condiciones. El fútbol es fútbol con todas sus reglas, sus tiempos, su folklore, sus obsesiones, sus análisis. La disposición de los botones en la cancha puede ser clásica (4-3-3), pero también puede ser más "bilardista". La película dirigida por Daniel Casabé y Edgardo Dielekese destaca con nitidez entre los muchos documentales argentinos que se han estrenado en los últimos años. Y no solamente por el nada menor mérito de encontrar dos retratados de gran carisma y elocuencia y con una pasión estrafalaria (aunque, a fin de cuentas, Internet parece indicar que no lo es tanto). Cracks de nácar se desmarca, además, del dominio temático político-social que aqueja a tantos documentales locales en busca de financiación. Y se interna en el mundo del juego, la pasión, la bebida disfrutada, la amistad, la fantasía: ejes mucho más perdurables que las ruidosas y en muchas ocasiones acomodaticias reverencias ante la coyuntura política. Además, la estructura de Cracks de nácar no carece de méritos: hay una línea narrativa acerca la preparación para un desafío inminente, un clásico sudamericano por acontecer. Y bajo el paraguas de ese distractor se da forma a lo que prevalece: la amistad y las anécdotas compartidas e individuales de Serra y Berruti. Detrás de eso se dibuja un modo de ser porteño: un modo de hablar, un modo de ver la vida en la ciudad, un modo de entender el humor y el asombro. Un modo en extinción del cual estos dos amigos son representantes cabales. Con buen criterio, Casabé y Dieleke entendieron que éste no era un documental para ser presentado con estilo crudo y áspero, o con montaje veloz, o con sonido defectuoso. Pero Cracks de nácar necesitaba ir más allá de la plácida prolijidad, requería cierta etiqueta en la forma, efectivamente provista por certeros detalles como los segmentos en los que se presentan a los jugadores -con tipografía y lenguaje de noticieros antiguos- y por una secuencia de apertura notable. La estética de los títulos nos anuncia la entrada al mundo amable y socarrón que habitan Serra y Berruti o, mejor dicho, al mundo que ellos crean con su amistad y su pasión por el fútbol con botones.
En general, debo reconocer que "Cracks de nácar" me sorprendió. Me costó encontrarle la vuelta, y debo reconocer que sin la presencia mágica de sus protagonistas y anécdotas, seguramente el film no sería lo interesante que es. Hablo de Alfredo Serra y Rómulo Berruti, dos veteranos periodistas de espectáculos que los mayores de 35 recordamos con mucho afecto. (Descubrí que estudiaron periodismo en la misma casa de estudios que yo!!!) . En principio, el documental habla de un "fútbol" jugado con botones, sobre una superficie de vidrio. Lo cual, a priori, parece poco interesante. Sin embargo lo rico es el enfoque que proponen para contar la anécdota, Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, los responsables del film. Si bien el planteo es el juego en sí, contado con muchos recursos y colores, lo cierto es que donde "Cracks de nácar" se hace fuerte es en el relato de las anécdotas personales de Serra y Berruti. Creo que de lo contrario, hasta sería un corto (muy bueno, por cierto), simpático. Pero con ellos como narradores de episodios muy jugosos de su vida íntima y profesional, el film, despega, se vuelve atractivo y nos dan ganas de probar, sobre la mesa de vidrio, nuestras capacidades como equipo (contando con los botones correctos, por supuesto). Hay una minuciosa descripción de todos los elementos que integran el juego y el trabajo que los periodistas hacen para pulir, lustrar y preparar cada botón (jugador) y su incidencia en el juego, así como también se los "personaliza", presentándolos como reales "cracks", con cualidades únicas para este tipo de fútbol. El relato está bien cuidado, hay deliciosos detalles como los cuadros que presentan (con estilo retro), cada player y sus características y ficha técnica (incluyendo el año que se iniciaron en el equipo incluso!). Además, en el medio, hay un desafío contra un equipo brasileño que enmarca la espera y nos hace conocer a fondo la táctica y estrategia de nuestros representantes, quienes develan secretos increíbles de este... deporte? juego? con gran detalle y pericia. Ya escuchar y ver el archivo de fotos y recuerdos que trae Rómulo Berruti, vale la pena el precio de la entrada, sin dudas. Un documental, singular, inclasificable, pero, interesante. Si les gusta el cine, las anécdotas de la personalidad de Morelli no son para dejar pasar.
Curiosos deportistas con anécdotas gozosas Esta película habla de 22 jugadores, amén de suplentes y colegas de otros equipos, y dos amigos. Los dos amigos son los directores técnicos de cada equipo en juego, y además son dueños de todos los equipos, la cancha, los arcos, los vasos y el whisky. A cada jugador lo eligen detenidamente, lo pulen, lo hacen rendir, lo conservan. En cajas. Se trata de botones de varias clases y tamaños, cuidadosamente lijados para responder mejor a la presión de la tarjeta que los impulsa, según su ubicación en la cancha, peso y tamaño. Los grandotes en la defensa, los de desplazamiento más ligero en el ataque. Con sus respectivos nombres, que evocan nombres de antiguos futbolistas. Antes los niños jugaban de esa forma, tirados a la siesta sobre pisos de portland o cerámica. Después se acabó la infancia, pero algunos siguieron jugando, ya sobre una mesa. En ciertos países hasta hay asociaciones locales (Esplugues Futbol Associació de Cataluña, Futmesa Brasil, donde además está oficialmente reconocido como deporte, etc.) y por acá también existe La Argentina de Fulbotón. Los dos hombres ya grandes que acá vemos tienen su propia asociación: una amistad de medio siglo y la yapa. Tienen también un similar sentido del humor, paladares cultivados, y el don, que también cultivan, de la conversación afable y la narración graciosa. Da gusto escuchar sus anécdotas y observaciones. Sin ellos no habría película, ni público: los conocidos periodistas Romulo Berruti y Alfredo Serra. Brillantes, distendidos, verlos y escucharlos es un regocijo, aumentado por la buena onda de los dos muchachos que hicieron la película, Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, que agregaron separadores tipo "La cabalgata deportiva" y otros chistes y, sobre el final, se trajeron otros dos jugadores, de Brasil nada menos. ¡El clásico sudamericano reeditado en jugadores de nácar, madrepérola y galalita, salidos de los potreros de Perramus y Los 49 Auténticos! ¿Y el árbitro será el Botón Tolón? Un deleite.
Confesiones para melancólicos El filme permite acercarse a rasgos de carácter del argentino bohemio a través de sabrosas anécdotas, la picardía de Berruti saltando la barrera que prohibía el contacto del cronista, con los premiados por el Oscar en Hollywood, o la curiosidad y ternura de la relacin de Serra con la pequeña rusa del mítico tren Transiberiano. Unos son fanáticos del ajedrez, otros del Go o el mahong. También hay devotos de los juegos de azar. Y algunos como Alfredo Serra y Rómulo Berruti, periodistas veteranos, "mueren" por el fútbol de botones. Ese que nos explican a cámara, se juega con once fichas, representadas por botones, que cada uno le dio el rostro de cracks futboleros, que martirizan arcos de acrílico. Y estos veteranos son tan fanáticos que lo juegan desde hace cuarenta y cinco años, creyendo que eran los únicos, pero que internet les informó que existen competidores en España y Brasil de un fútbol de mesa, sí, pero con fichas. DEPORTE ORIGINAL Si el partido semanal habla de intereses comunes, el filme toma de pretexto el deporte de mesa, para testimoniar los particulares lazos de la amistad. Los directores Daniel Casabé y Edgardo Dieleke no pasan los treinta, también son amigos y saben lo que significa. Será por eso que lograron un espacio original y refrescante, donde se mezclan el pasado de los amigos, los dos periodistas, uno vinculado a la realidad de las corresponsalías en el exterior, el otro a la virtualidad del cine. Efímeros momentos de botones con personalidad, que pueden unir a dos seres en búsquedas interminables por ferias botoneras, o desasosiegos ante la desaparición de alguno de ellos, en el laberinto callejero. FICCION Y REALIDAD Película que logra mezclar, con criterio lúdico, ficción y realidad con llamativa fluidez. Y donde asoma, un desconocido Buenos Aires, capaz de albergar un Parque Retiro de faquires alucinados con pretensiones de rock o mujeres diminutas sobrevivientes de Hiroshima. Una Buenos Aires, que como bien dice Alfredo Serra remite a Raúl González Tuñon, el poeta y los melancólicos tranvías, o a las primeras películas de Alberto Fischerman y Edgardo Cozarinski. "Cracks de nácar" permite acercarse a rasgos de carácter del argentino bohemio a través de sabrosas anécdotas, la picardía de Berruti saltando la barrera que prohibía el contacto del cronista, con los premiados por el Oscar en Hollywood, o la curiosidad y ternura de la relacin de Serra con la pequeña rusa del mítico tren Transiberiano. El documental de Daniel Casabé y Edgardo Dieleke registra todo eso y mucho más, a la vez que deja en claro, la originalidad de dos noveles directores.
Sin transpirar la camiseta Dos hombres grandes, con reconocidas carreras, exitosos en lo suyo, que andan en algo raro. Estos dos veteranos encienden la mirada ante el montón de botones que se ofrecen en una feria. Sí, botones, los que bien pueden estar en un saco o en una desabillé, o un fino tapado. Botones que ya no tendrán cita con ningún ojal, sino que luego de ser prolijamente pulidos y sellados pasarán a formar parte de un equipo de fútbol, con la posibilidad de ser, tal vez, un crack. Rómulo Berruti y Alfredo "el pingüino" Serra comparten desde la infancia la pasión del fútbol de botones. Cada semana se juntan para jugar un partidito, en el que cada uno comanda su equipo de once jugadores formado por botones cuidadosamente seleccionados, algunos de ellos con décadas de antigüedad. Este documental muestra con gracia y buen ritmo, además de en forma muy didáctica, en qué consiste este juego, además de dar una pincelada sobre la vida de estos dos exponentes del periodismo argentino. Hacia el final se plantea un desafío intercontinental, el que lamentablemente no tiene resolución para el público, dejándolo con las ganas de un resultado y la resolución de un misterio.
Dos conocidos periodistas, Alfredo Serra y Romulo Berruti, fanáticos del juego del futbol de mesa realizado con botones. Sobre el juego construyen el mito y de paso cuentan sabrosas anécdotas y experiencias de su profesión.
A perfect day for mother-of-pearl buttons Endearing documentary-cum-comedy straddles the line between friendship and streetsmart philosophy Even before it begins to unfold, there’s two or three things about the film Cracks de nácar that strike viewers as mesmerizingly beautiful if somewhat odd. The epigram that follows the title, though not without a modicum of charming wit, does not help clarify matters: “Some buttons, since the moment of inception, are destined to end up as button clothes. Only a few are born to shine on a soccer pitch.” Mother-of-pearl-buttons, decades ago seen on everyday clothing items from shirts to dresses and overcoats, are a rarity these days, replaced by plastic, more affordable replicas. Original mother-of-pearl buttons may be found on true vintage garments, and when missing or broken they are replaced with similar plastic buttons, but the real thing is almost never found in the market. Haberdashers, the barrio type, are by far the easiest solution when it comes to replacing a missing button, but snapping up a “twin” button is as infrequent as striking oil in your backyard. The new film Cracks de nácar, which premieres today at handful of theatres in Argentina after a few screenings at the BAFICI festival in 2011, is the kind of mother-of-pearl button your grandma or auntie may have been trying for years to find a replacement for before settling for a cheap, plastic substitute. The “cracks” in the title are neither crevices nor a reference to illegal substances: it’s an allusion to soccer champs. Are soccer champs made of mother of pearl? It’s a hardly contestable assertion which may prove right, but the material normally associated with outstanding players is gold — guffaws would have been inevitable if organizers had come up with the idea of awarding mother-of-pearl balloons to outstanding soccer players. Associations with soccer are not out of place when discussing Cracks de nácar, because the movie deals with a scarcely-known hobby-addiction: table football (sort of) played with buttons standing for players. The table, of course, stands for the soccer field, and two cardboard contraptions stand for the goals at each end. The button-players, need we say this, are not autonomous, however great the footballers they are named after. The button players are manipulated by table football practitioners, one or two a-side. Now that things are, hopefully, a bit much clearer vocabulary-wise, it’s time to delve into the real substance of Cracks de nácar, an endearing movie about the game but, above all, about friendship and bonding between two players-collectors who are equally passionate about a good read, good writing (they’re both journalists), and, to while away a game’s idle moments or to cap off a perfect evening, a shot or two of good whisky. The two leads in Cracks de nácar are rather unlikely and could have never come out of a casting call: film critic Rómulo Berrutti and journalist Alfredo Serra, two revered veterans in their own fields. Now in their 70s but still typing away news reports and reviews, both kick off the ball in Cracks de nácar, which plays out like a soccer game from the moment the whistle blows. Written and directed by Daniel Casabé and Edgardo Dieleke, Cracks de nácar is both a game and a biopic, an endearing portrait of two colleagues and friends bound by the same passion, and an analytical piece on what it is that really draws humans closer together. Thoughtful, humorous and enlightening in its own charming way, Cracks de nácar is beautifully constructed as a picture of the present and sweet remembrance of a near past -- not so distant really -- when things were much simpler and you met your friends over a cup of coffee or a game of billiards or, unknown to many, for a “button football” game, away from computers and cyberspace, where there’s no room for buttons -- only for unconducive Internet links.
Botones para un clásico de otras infancias Desde hace más de 50 años, los “equipos” Newbery y Pampero se enfrentan todas las semanas sobre una mesa de living. Los protagonistas de este cálido documental son dos periodistas, Rómulo Berruti y Alfredo Serra, que recrean su pasión lúdica ante la cámara. “Bordenave es un crack”, afirma con irrefutable convicción Alfredo Serra. “Un goleador nato. Llegó a hacer más de mil goles. Fue transferido hace años de Newbery a Pampero, un error del que más tarde Newbery no dejaría de arrepentirse: hace décadas es el principal baluarte de Pampero.” ¿Newbery, Pampero? ¿Qué equipos son ésos? ¿Un jugador que hizo más de mil goles? Newbery es el equipo que dirige (y acciona) Rómulo Berruti; Pampero, el de Serra. Bordenave es chatito, agujereado y marrón: lo que Serra y Berruti practican es fútbol de botones. Un clásico de otras infancias, hoy arqueología pura. Desde hace más de cincuenta años, Newbery y Pampero se enfrentan todas las semanas, sobre la mesa del living de la casa de Serra. ¿Están locos Serra y Berruti? ¿Son grandulones, ludópatas o alguna otra clase no descripta de freaks inofensivos? Lo que muestra Cracks de nácar es a dos tipos tan entregados a una pasión que pueden recordar con precisión el día de 1958 (’57, tal vez) en que esa pasión se inició, para ya nunca más cesar. Tan obsesivos como para salir en busca de botones y después entalcarlos, lijarlos y encerarlos, cuestión de “mejorar su rendimiento”. Tan confiados en el simulacro como para ponerle nombre y apellido a cada “jugador” y reconocer en ellos una característica distintiva, un talento, un estilo de juego. ¿No se aburren de jugar siempre entre ellos? Por lo visto, no. ¿Son dos misóginos solitarios, agarrados a sus chiches de varón? La mujer de Serra, que parece observar la manía del marido con divertida resignación (“¿qué puede estar haciendo?”, le dice a alguien del otro lado de la línea telefónica, mientras Alfredo moja meticulosamente una lija extendida sobre la mesa) demuestra que no. Setentones, Berruti y Serra son periodistas muy conocidos, que siguen en la profesión. De Berruti se recordará su paso por la sección Espectáculos de Clarín, algún programa de radio más reciente o, sobre todo, aquel dúo televisivo junto a Carlos Morelli, en el clásico Función privada, cuando solían rematar la presentación de una película con alguna libación. Las libaciones siguen, ahora junto a Serra, que en su casa tiene instalado un minibar llamado, como el de Casablanca, Rick’s Café. Serra es dueño de una larga trayectoria, que lo llevó de las postrimerías de Crítica al diario Crónica y de allí a editorial Atlántida, donde desde hace años es, sí, redactor jefe de la revista Gente. Pero está claro, por más que recuerden sus años del Instituto Grafotécnico o repasen su vida profesional en fotos frente a cámara, que lo que de veras los apasiona son los botones. O lo que más les interesa de ellos a Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, directores de este documental cálido, íntimo, lúdico, tal vez melancólico, que un par de años atrás se vio primero en el Festival de Mar del Plata, después en el Bafici. Directores y protagonistas parecen compartir algunas cosas. El sentido del humor, por ejemplo. Serra y Berruti recuerdan, tentados de risa, al faquir que a la vez hacía de bailarín de rock and roll en el viejo Parque Retiro. Casabé y Dieleke intercalan, a intervalos regulares, unos “micros” llamados “Glorias de ayer y de hoy”, dedicados a repasar las trayectorias de Nicasio Bordenave y sus colegas. Bien ritmado, bien filmado y bien montado (la visita al anticuario botonero es ejemplar), Cracks de nácar es la clase de documental que se alía con sus protagonistas, permitiendo al espectador hacer lo propio. Si algo no necesitaba Cracks de nácar era ficción, porque dos personajes como Serra y Berruti en buena medida lo son. Por eso hacen ruido, desentonan, tanto la escena en que uno de ellos entra a una habitación a robar botones como el presunto extravío de Bordenave, justo antes de un partido decisivo. Para no hablar de ese clásico Argentina-Brasil en versión botón, tan forzado que a la hora del clímax se disuelve y desaparece, justo cuando nos aprestábamos a disfrutar de él.
No se la pierda, en serio. Es la historia (real) de dos periodistas y amigos (Alfredo Serra y Rómulo Berrutti, seguro que los conoce) adictos al fútbol de botones, que juegan en una cancha hermosa. O sea, un film raro pero también deportivo, sobre la alegría de vivir, de tener un hobby, y de conversaciones increíbles sobre las capacidades y habilidades de los “jugadores”. Sí, suena raro pero no, nada que ver: hay pocas películas tan alegres, distendidas y reales como ésta como para dejarla pasar.
Inusual y sorprendente en su semblanza, Cracks de nácar se ocupa de una suerte de deporte de salón prácticamente desconocido pero que quizás en la infancia de muchos estuvo presente inadvertidamente. Nos referimos a la singular habilidad de apelar de botones de costura para simular en una mesa de vidrio un partido de fútbol, en este caso hecho y derecho y con todas sus reglas casi intactas. El aún reconocido para el público Rómulo Berruti, fundamentalmente por Función privada, aquel inolvidable ciclo de cine que conducía junto a Carlos Morelli, y Alfredo Serra, periodista, entrevistador y editorialista de gran trayectoria profesional, llevan adelante desde la adolescencia la práctica del Fútbol de botones, un hobby convertido con el tiempo en una actividad obligatoria, en un absoluto ritual. Un juego tan absurdo como fascinante que no sólo es la pasión de dos colegas y amigos entrañables, sino que tiene fervientes cultores en otras partes del mundo, como en España y Brasil. Precisamente de este último país arriba una pareja de jugadores para enfrentarse a la dupla argentina, en un duelo imperdible. Este es el punto culminante de un film sencillo pero atrapante, que no sólo indaga en las insólitas peculiaridades de esa disciplina sino que se enriquece –con buenos recursos expresivos de los cineastas Casabé y Dieleke- con las historias, anécdotas personales e imágenes de otros tiempos de estos dos histriónicos representantes de un periodismo de raza en extinción.
Dos amigos con alma de niños “Cracks de nácar” tiene varios aditamentos que la hacen interesante: no es un documental sobre fútbol de botones, no es una historia en donde estos dos amigos estén guionados y no es una película que se centre en la amistad como eje principal. Sin embargo, Cracks habla de todo eso y mucho más, hasta sus directores nos trampean y el espectador se queda con una intriga. Rómulo Berruti y Alfredo Serra son dos veteranos periodistas que se conocieron hace más de 50 años mientras estudiaban periodismo en el Institutto Grafotécnico. Ya para ese entonces, además de estudiar se reunían para jugar al fútbol de botones. En Cracks de botones se aprecia una trastienda muy familiar, donde el whisky es otro de los protagonistas que extienden esa velada de dos amigos con alma de niños que hasta son capaces de pelearse o de enojarse por una jugada. En “Cracks de nácar” Rómulo demuestra su histrionismo periodístico-actoral espontáneo y Serra acompaña con su naturalidad cómplice. Hasta por momentos parece una comedia delirante en donde Mara, esposa de Serra y la artesana que se ocupa de reparar y de hacer la comida con que se coronará el final del partido, les sigue el tren a estos dos amigos que son como hermanos. Daniel Casabé y Edgardo Dieleke, sus realizadores, tenían muy claro lo que querían y se nota, quizás los que no tenían en claro hacia dónde iba esta peli eran sus protagonistas que pensaban que era un ejercicio solamente. Chapeau para estos jóvenes que no sólo hicieron una película original sino que homenajearon la amistad de amigos con mayúsculas y códigos, como los de antes.
Fútbol con botones Documental sobre dos viejos ex-periodistas amigos desde la escuela de periodismo que comparten coloridas anécdotas y un hobby tan singular como es el del fútbol con botones. Una película simple y divertida en la que se narran viejas historias y se enseña los detalles particulares del juego. Sin embargo, a pesar de ser correcto, los recursos narrativos comienzan a repetirse entorno al fútbol haciendo que rápidamente se agote y termine aburriendo. No obstante, los protagonistas rescatan al documental derrochando simpatía en cada uno de sus relatos mientras son acompañados con muy buena naturalidad por los realizadores. Rómulo Berruti y Alfredo Serra son dos personas carismáticas con mucha experiencia en su materia quienes mientras el relato avanza van narrando historias bien interesantes y apasionantes con una habilidad enorme, probablemente perfeccionada con sus años de oficio. Anécdotas como las picardías de Berruti en los premios Oscar o la curiosa y tierna relación de Serra con una pequeña rusa en el mítico tren Transiberiano, engrandecen de manera fantástica la trama del juego de los botones. Un juego de los botones que en primera instancia es entretenido por como uno van enterándose de las distintas reglas o sucesos en el juego. Sin embargo, los realizadores agotan el tema al presentar casi todas las peculiaridades del juego en la primera mitad, lo cual ya para el final solo queda repetir recursos o invitar a unos jugadores brasileros para que compitan. Momentos que lamentablemente no logran funcionar ya que las referencias a los botones se van volviendo cada vez más agotadoras y el encuentro entre naciones se ve muy forzado al entrometer dos personajes nuevos en el círculo íntimo de los protagonistas. Incluso, la trama del documental se ve comprometida con la intrusión de un supuesta perdida del botón Bordenave donde si bien en un principio pudo haber pasado por verdadero, el seguimiento del jugador brasileño al baño revela el engaño rápidamente. Lo cual si en un documental hay indicios de falsedad, la credibilidad del mismo se cuestiona profundamente al no saber en que otras cosas nos pudieron haber timado. "Cracks de nácar" es una película de tono festiva y cálida, donde se celebran los hobbys y la amistad. Un documental simple, pero bastante limitado y que ya para al final termina totalmente agotado. No obstante, es sumamente disfrutable.
Publicada en la edición digital #248 de la revista.