“Cruella”. Crítica La nueva película de Disney llega para darle un rumbo diferente a la conocida villana de 101 Dálmatas. Cruella nos muestra una faceta nunca vista de la villana N°1 de Disney, en la cual se revelan secretos nunca vistos y cambia la forma en la que fue este personaje en 101 Dálmatas Dirigida por Craig Gillespie, conocido por haber dirigido Yo, Tonya (2017) y producida por Glenn Close, Kristin Burr, Andrew Gunn, Aline Brosh MacKenna y Marc E. Platt. EL guion fue escrito por Dana Fox y Tony McNamara, basado en la película de 1961, 101 Dálmatas. El elenco está compuesto por Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, Mark Strong, Emily Beecham, Kirby Howell-Baptiste, John McCrea y Kayvan Novak. Ambientada en los años 70 en Londres y en medio de la revolución del punk rock, la película sigue a una joven estafadora llamada Estella, una chica inteligente y creativa decidida a hacerse un lugar en la moda con sus diseños de ropa. Cuando se hace amiga de un par de jóvenes ladrones y juntos, desde pequeños, logran construir una vida en las calles de Londres. Un día, el talento de Estella llama la atención de la Baronesa von Hellman, la aterradoramente elegante y sofisticada leyenda de la moda. Pero su relación pone en marcha un curso de eventos y revelaciones que harán que Estella abrace su lado perverso y se convierta en la disonante, vanguardista y ávida de venganza Cruella. La nueva película de Disney nos muestra el inicio de la villana, pero en este caso, toma un rumbo diferente, desde su origen, el cual se desconocía, hasta su faceta final. Aunque a muchos le venga a la memoria Maléfica, vale que aclarar que, en este caso, no se justifica el origen de la villana, Cruella es totalmente diferente y es la única protagonista en esta historia, ya que solo trata sobre ella, el resultado de la misma y como tomará un camino diferente al que ya vimos. Con un intenso aire a Joker (2019) y El Diablo viste a la moda (2006), Cruella muestra una variedad extraordinaria de diseños, efectos, una magnifica ambientación en los años ´70, una impresionante musicalización y por, sobre todo, la gran actuación desatada e increíble por parte de Emma Stone, también acompañada por una gran interpretación de Emma Thompson. Soy mejor El origen de Cruella es mostrado por primera vez en esta película, pero hay una gran diferencia en la manera que la protagonista va moldeando su forma de ser y en como ella no es en realidad, la villana en cuestión, sino que, va a adquiriendo su personalidad, pero también, hay un gran secreto detrás de esa excéntrica, vanidosa, inteligente y malvada forma de ser. El secreto oculto, cambia el rumbo de la desalmada villana que podría haber sido, pero la película es sumamente inteligente para no jugarse las cartas de que todos los villanos, tienen que sufrir de alguna forma, para transformarse en tales figuras. Sino que hay veces, que se nace de esa manera, o que realmente su maldad está injustificada por naturaleza. Lo intento, pero… Soy Cruella En el cine, libros, series, etc., siempre tiene que haber un héroe y un villano, pero últimamente, se comenzó a mostrar que, en una historia mal contada, o depende de quien lo relate, siempre alguien es el malo del cuento. La película, desde un principio, parece apelar a la lastima del espectador, pero en realidad no, ella crea su propio camino hasta toparse con ciertos conflictos que provocan que cambie de rumbo, más allá de su origen, causa o consecuencia, ella no puede pelear contra lo que es naturalmente y lo que siempre deseo ser. El punto más llamativo de la película, es que Estella siempre soñó con ser una vanguardista en el mundo de la moda y su yo natural, provoca que pueda llegar a él, de la forma en la que es ella misma. Hell Hall De principio a fin, Cruella es muy atrapante e interesante, no deja de ser una película al estilo Disney, pero es lo suficientemente atractiva para captar la atención. Desde la forma en la muestran a nuestra protagonista, hasta como la moda de los años ´70 se va revolucionando y evolucionando. No esperen ver a la maniática, desquiciada y amante de las pieles manchadas Cruella de Vil, de 101 Dálmatas, esta vez, muestran un personaje diferente y un camino destinito que tomará Estella para finalmente, transformase en la diseñadora más poderosa de todas, mediante la venganza y con su gran talento, y no en la figura temible que odiaba a todos los seres vivos, dándole una vuelta de rosca muy interesante a Cruella. Cruella Dirección - 100% Actuación - 100% Guion - 90% Musicalización - 90% Fotografía - 100% 96% Con un tono increíblemente excéntrico y de manera muy ingeniosa, Disney nos trae a Cruella, para disfrutar de un personaje que nos lleva al mundo de la moda, la venganza y muestra una faceta totalmente diferente de lo visto hasta hoy. User Rating: Be the first one ! Etiquetas101 Dálmatas2021CineCraig GillespiecríticaCruelladisneyEmily Beechamemma stoneEmma ThompsonestrenoGlen CloseJoel FryJohn McCreaKayvan NovakKirby Howell-BaptisteMark StrongPaul Walter Hauserpelícula FacebookTwitterGoogle+LinkedInCompartir por correo electrónico Rodrigo Rivas "Chico ventana también quisiera tener un submarino" de Alex Piperno. Crítica.
El revisionismo de Disney contra Disney es una de las ideas más insólitas de la historia del cine. Sumergidos en la corrección política, la generación woke y la venganza contra su propio patrimonio, Disney realiza en Cruella la más absurda y cruel destrucción de su propio patrimonio. 101 dálmatas, uno de los clásicos más queridos del estudio ya había sufrido desviaciones en su versión con actores, pero acá el disparate alcanza límites inimaginables. Pero en todo caso ese es solo el comienzo de las calamidades. La película se olvida del público infantil y hace una larga y tediosa narración sobre moda para un público adulto pero aniñado, dejando a la historia en un híbrido que no sirve a ningún público. Da vergüenza ajena que un film tan fallido se de el lujo de creerse brillante al jugar el juego de la competencia entre diseñadoras. Un reality de televisión con una banda de sonido cara pero forzada. Nos intentan convencer qué una de las más memorables villanas de Disney era en realidad una pobre chica sufrida y menospreciada por la clase alta, traumada por la muerte de su madre a manos de tres dálmatas. ¡Dálmatas! Y ahora ella vuelve en formato punk, burlándose de la vieja escuela al mismo tiempo que busca venganza contra la culpable de la muerte de su madre. Una ecuación al estilo Guasón (2019) pero sin absolutamente nada de coherencia. Por supuesto que hay vueltas de tuerca, al menos dos. Era obvio que el guión no iba a avanzar en su estigmatización de los dálmatas, porque a Cruella no le queda finalmente ni el odio por los perros. La película se inclina hacia explicaciones psicoanalíticas, burdas, subrayadas a niveles que si las contáramos acá el lector no podría creerlo. Más de dos horas de un espectáculo de moda y no una película. Y un remate que busca aclarar de un plumazo la diferencia entre esta historia y lo que luego se convertirá en el clásico de Disney. Film que en Argentina se llamó La noche de las narices frías, posiblemente el más absurdo y bello cambio de título jamás realizado. Qué alguien le saque a Disney su propio catálogo urgente, porque lo está destruyendo.
Disney sigue con su tendencia de rebootear, remakear, pasar a live-action o incluso hacer precuelas/secuelas de productos y fórmulas ya probadas con anterioridad. Algunas son directamente de películas o, en este caso, de personajes salidos de producciones cinematográficas. «Cruella», contra todo pronóstico, resulta ser una película bastante digna más allá de que si nos ponemos a pensar fríamente resulta innecesaria desde su concepción. Lo cierto es que, así como Warner decidió retratar los orígenes del «Joker», en el film de 2019 dirigido por Todd Philips (a modo de ejemplo análogo), Disney decidió probar un camino similar con una de las villanas más icónicas de las producciones animadas de la compañía del ratón. El largometraje se centra en el personaje del título y en cómo fue que se convirtió en la despiadada villana de «101 Dalmatians». Para ello, el film se centra en la trágica infancia de Estella (nombre verdadero del personaje) y en como a temprana edad queda huérfana, teniendo que aliarse con dos chicos, Jasper y Horace, con los cuales subsiste realizando pequeños robos y estafas en la Londres de los años ’60. Luego la acción se traslada a los años ’70 donde Estella (interpretada por la histriónica Emma Stone) junto a sus dos compañeros (Joel Fry y Paul Walter Hauser) continúan con los desfalcos y los timos de poca monta en los cuales utilizan disfraces y el vestuario para pasar desapercibidos, confeccionados y diseñados por ella. Estella tiene el sueño de ser una diseñadora de alta costura y consigue un trabajo en un negocio bastante moderno de Londres, el problema es que nadie repara en ella y en su talento hasta que un día aparece la diseñadora más importante de la ciudad, la Baronesa (Emma Thompson), en el lugar y se ve deslumbrada por su enorme potencial. Inmediatamente, le ofrece a Estella un empleo como diseñadora en su taller y así comienza a hacerse realidad el sueño de la joven huérfana. No obstante, la Baronesa tiene planes malvados y esconde oscuros secretos que llevarán a Estella a convertirse en Cruella para enfrentar a esta antagonista implacable que demuestra ser despiadada debajo de su disfraz de falsa modestia, narcisismo y arrogancia. En esa lucha entre ambas es donde el film juega una especie de paralelismo con «The Devil Wears Prada» (2006), que desemboca en un duelo actoral inspirado entre Thompson y Stone. Asimismo, no es de extrañar que la dirección haya caído en manos de Craig Gillespie («I, Tonya») que le imprime un estilo similar a la narración al que empleó en la biopic de Tonya Harding. Gillespie demuestra su pericia para retratar a esta anti-heroína, humanizando su aproximación, pero sin condescendencia. El problema del film recae principalmente en su larga duración (134 minutos) con un segundo acto innecesariamente extenso que hace que la obra entera tenga un problema de ritmo, aun cuando en líneas generales termina funcionando y llegando a buen puerto. Una de las cuestiones más atractivas del relato es su calificación PG-13, lo cual resulta peculiar para un film de estas características, cuya justificación radica en que es bastante más oscura, violenta y osada de lo que uno puede a llegar a esperar de una película de Disney. Esto no es necesariamente negativo, sino todo lo contrario ya que el largometraje tiene un tono más audaz que otras producciones de la compañía. Por otro lado, cabe destacar su extraordinario diseño de producción y también el vestuario que posee la película, la cual elevan su look visual dos o tres escalones por sobre la media de este tipo de productos. A nivel sonoro, también acompaña estupendamente el soundtrack no original del film que incluye canciones de los Rolling Stones, The Clash, Queen, Deep Purple, entre varios otros, que sirven para subrayar tanto el tono rebelde como aggiornado y diverso que abraza el opus de Gillespie. «Cruella» es una película que, a pesar de no ser realmente novedosa, logra contar una historia atractiva, con buenas interpretaciones y una estética visual alucinante. Un film que se sobrepone a sus fallas por una cantidad igual o mayor de inesperados aciertos.
Punk, anárquica y glamorosa. Los malos no se hacen solos, este es el concepto que está utilizando Disney para hablar de sus clásicos villanos. Ya lo vimos con Maléfica, que su rebeldía tenía un porqué, además de a veces dejar vislumbrar su corazoncito tierno, sobre todo cuando jugaba un papel materno, de protectora. Y Cruella (una magnifica Emma Stone) recorre un camino parecido, indagando sus orígenes y su devenir en villana, consecuencia de su ADN y el contexto social. O sea que la maldad surja por la maldad misma, queda excluida a personajes sumamente narcisistas, a punto extremo. Estella, es una pequeña niña que vive solo con su madre, y se nota que posee una personalidad fuera de lo común, más para los años 60´. Además de tener un gran talento, su rebeldía asoma en sus comportamientos indóciles y desafiantes. El destino, y ser expulsada de la escuela, hace que su madre tome la decisión de mudarse a Londres, teniendo ella en claro de tan pequeña su amor por el diseño y la ropa. Una parada en el camino, será el detonante para que cambie radicalmente su vida. Su mamá muere al ser empujada por dálmatas en un acantilado, ella conoce a la despótica Baronesa von Hellan (también amamos a Emma Thompson), y deberá sobrevivir con dos pequeños ladrones en la capital de Inglaterra. Ya de grande, rebelde y desenfrenada, las circunstancias la llevarán a dejar de ser una carterista experta, para convertirse en una experta e innovadora diseñadora de modas trabajando para la exigente Baronesa. De allí en más, un derrotero que por supuesto en esta nota no vamos a develar. Cruella, la clásica historia basada en 101 Dálmatas, deja a un lado el protagonismo de estos hermosos perritos para centrarse en la génesis de nuestra villana. El pelo de doble color, como su personalidad escindida entre la dulce Estella y la atrevida Cruella, los planos vertiginosos (en movimiento permanente) así como un rockero soundtrack, acompañan el temperamento arrollador de nuestra (anti)heroína. Que entre canciones de los Rolling y un mejor amigo que tributa a David Bowie, llevará a cabo las mejores performances no solo de moda, sino también como filosofía de vida. Una vida en busca de un lugar de pertenencia, que tarde o temprano la determinará. Cruella es hipnótica como sus dos notables figuras femeninas que le dan carnadura a una narración bastante precisa y ágil; y a un universo visual potente que tiene todo para alcanzar estatus de culto. Déjate poseer por el espíritu de los Pistols, y sintoniza Disney Plus para disfrutar de esta historia tan libre, inclusiva y anárquica como su protagonista
LA EXTRAÑA DAMA Ya no se trata tanto de remake en el universo Disney, si no de reescritura. Y si no de reescritura, sí al menos de agregar un apéndice a algún personaje conocido -especialmente villano- como para adosarle un drama psicológico que justifique la maldad. En el cine del presente, y muy particularmente en el que va destinado a niños y adolescentes, la maldad por la maldad misma ya no tiene mucho lugar y los villanos suelen redimirse. Si bien el movimiento parece anterior, Disney entendió que esta generación extremadamente sensible, que igualmente no tiene problemas en cancelar y censurar más cosas que el stalinismo, no acepta que haya personajes decididamente malos. Y para ellos creó Maléfica, película que resulta más central en el debate actual de lo que parece y que fue la punta de lanza de este revisionismo en el que no solo se rehacen viejas historias sino que además hasta se busca intervenir obras del pasado, como ocurrió con Dumbo o Blancanieves (¿se acuerdan de Spielberg interviniendo ET? ¡Ay Steven!). Cruella -entonces- retoma a Cruella de Vil, aquella emblemática villana de La noche de las narices frías que ya tuvo su versión de carne y hueso con Glenn Close en los 90’s. Y si bien se podría decir que esta película encaja en la lógica de Maléfica, lo cierto es que resulta mucho más coherente con el personaje y con la tradición de los cuentos de hadas. En definitiva que no termine de encajar en esa lógica también es coherente con la película misma, que de tan ambiciosa se reproduce y muta constantemente con un espíritu medio punk, propio del personaje, cayendo en algunas instancias de un barroquismo demasiado confuso en el que no se termina de adivinar el tono. Pero la película de Craig Gillespie no tiene miedo de avanzar sobre múltiples ideas narrativas y visuales, que se amontonan y atragantan pero que no dejan de ser un estímulo para el espectador y una demostración de que hay algo que vibra ahí dentro, que es básicamente lo que la distingue entre tanto tanque planificado y soporífero. Tal vez para Gillespie la historia de Estella/Cruella (porque la película nos cuenta que antes de la villana hubo una niña que quedó huérfana cuando a su madre la atacaron unos dálmatas malvados -psicologismo de manual- y eso la llevó a luchar contra su demonio interior, que estaba y al que solo le faltaba representarse) resulta bastante personal, porque él mismo es un director con múltiples personalidades, algunos dirán hasta ecléctico: puede ser parte de la Nueva Comedia Americana (Enemigo en casa), un director indie (Lars y la chica real), uno furiosamente clásico (Horas contadas) y hasta uno medio scorseseano (Yo soy Tonya), aunque en esta última también había algo de los Coen. Bueno, de hecho la primera hora de Cruella es un cuento scorseseano superficial, como scorseseana era en su superficie Joker: en el uso de la música, en el montaje, en la construcción de personajes algo rotos que buscan recomponerse mientras luchan con sus demonios interiores. Si los directores de los 80’s miraban los 50’s con nostalgia, pareciera que los directores actuales están revisitando los 70’s pero aplicando esa estética a historias ambientadas tal vez en otros tiempos. De ahí que todo luzca como un pastiche extraño, acompañado en este caso por una banda sonora atravesada por temas que son de la época, pero también otros que son totalmente anacrónicos, pasando por The Clash, The Rolling Stones, Connie Francis, Blondie o Ike & Tina reversionando Come together de The Beatles. Hay que decir que este espíritu caótico le funciona a la película durante un buen rato, cuando es bastante cómica y la actitud de los personajes no tiene un plan definido y son pura experiencia. Ya cuando Estella/Cruella pone en marcha su venganza contra la Baronesa (una Emma Thompson jugando de taquito su villana villanísima) la película se enreda en una serie de giros incómodos que alargan el último acto de una forma anticlimática. Es entonces en esa primera hora donde Cruella luce más libre y apuesta por repensarse como una historia Disney, poniendo en crisis no tanto el discurso histórico de las películas de la compañía sino más bien su actualidad de corrección política: los personajes pueden ser detestables, incluso emborracharse, ser explícitamente violentos y la película puede acompañarlos en ese camino sin juzgarlos demasiado. Ahora bien, era clave observar de qué manera la película construía el camino de reivindicación de Cruella de Vil, que es en definitiva lo que la podía hacer trastabillar. Digamos que hay una apuesta por darle motivaciones a esa maldad, incluso se limpia bastante el vínculo del personaje con los perros (tal vez es el mayor grado de corrección que maneja el film), pero por un lado el viraje de la protagonista (una Emma Stone moviéndose a sus anchas entre lo angelical y la maldad irredimible) ingresa en los códigos de los cuentos de hada tradicionales y luce lógico y poco culpógeno y, por otro, sutilmente se dice que la maldad en Estella era una posibilidad, un camino a tomar, y solo faltaba la chispa que la encendiera. Más allá de los lazos forzados que la película pretende tirar hacia La noche de las narices frías, Cruella es una película mucho más interesante por lo que propone que por cómo lo ejecuta, y aunque parezca mentira eso es algo poco habitual en un cine actual donde las apuestas son a lo seguro y la distinción se da en la habilidad del narrador. La pregunta final es cuánto podrá interesarle a un niño esta película, aunque eso sería dar por hecho que ese es su público potencial y, sinceramente, no estoy demasiado seguro; lo que le agrega otro plus de interés a esta película decididamente extraña.
¡Derelicte! Es falso que nunca haya sido sencillo ser crítico de cine. Cuando las películas eran “difíciles”, era más fácil: quedaba espacio para imaginar sentidos. De hecho, había mucho cine hecho para eso, de manera programática. Claro que, en ocasiones, caía en el campo de la criptografía: esto es símbolo de aquello, y ya está. El film se volvía no un misterio sino algo más trivial: un enigma, un juego de ingenio cuya solución era sencilla. Y listo, pasábamos a otra cosa. En esos mismos tiempos (remotos, nebulosos, con mezcla de décadas), Hollywood era también sencillo: películas abiertas, claras en sus intenciones y paisajes, en sus personajes y motivos. Ventanas a otros mundos que solían parecerse a este. El cine era un arte, por supuesto, pero en secreto: no hacía falta considerarlo siempre como tal para poder acercarse a él. De hecho, era mejor no considerarlo “arte” para que el discurso académico no lo contaminara, para que todavía fuera (incluso el cine “difícil”) un espacio de libertad donde hasta el crítico (más conocedor, más avezado, más entrenado en el mirar) tuviera cómo ejercer su escritura creativa. Olvídense, ya pasó. Hoy es más difícil que nunca escribir sobre cine porque las películas se muesrran en dos anaqueles: el de la exposición didáctica utilitaria y el de la sensación primaria inmediata. En el medio hay muy, pero muy poco. Es en ese “lugar del medio” donde el crítico realmente se siente con ganas de escribir y de ser leído, de comunicarse con el lector/espectador que está del otro lado. De ahí que muchas veces zapemos en los blockbusters gigantescos en busca de escenas más o menos humanas que les otorguen sentido. Pongo un ejemplo totalmente personal: para mí, la secuencia de Scarlett Johansson, Chris Evans y Paul Rudd más el sándwich en Avengers-Endgame, o la del almuerzo con Tony Stark, es lo que le da peso y gracia a todo lo que pasa. Algo así dice Quintín en el librito que editamos, “La vuelta al cine en 40 días”, que en el cine de acción, antes, las escenas de diálogo eran el descanso entre las aventuras que movían la trama, y hoy es al revés: las escenas de acción desaforadas son la excusa para que los diálogos y la calma puedan decir algo que valga la pena. Bueno, eso es consecuencia de aquello de lo que hablamos más arriba. Pero incluso hoy hay raras ocasiones, rarísimas realmente, donde el crítico se ve incómodo. A la repetida pregunta “qué estoy viendo” se la responde con muchas proposiciones diferentes a la vez, o no se la puede responder. Esto puede suceder con películas -uf- “difíciles”. La cosa es más interesante cuando sucede con las películas “fáciles”. Esto es lo que pasa con Cruella, de Craig Gillespie, un objeto audiovisual de los más raros que ha dado el mainstream en estos años de desconcierto y fórmula. En principio, responde a la moda Disney de revisitar sus clásicos animados. A veces se hace desde la remake (la genial El libro de la selva, la excretable La Bella y la Bestia), a veces, desde el “relato de orígenes” (Maléfica). Aquí estamos en la segunda estrategia: vemos de dónde viene Cruella DeVil, la villana de 101 Dálmatas (perdonen, soy grupo de riesgo: para mí se llamaba La noche de las narices frías). El film combina -y lo hace bien- tres elementos: el duelo cómico entre dos personajes (Emma Stone y Emma Thompson), el melodrama de venganza y el film de robos y planes locos. El tono parece de comedia sarcástica y tiene momentos que efectivamente lo son. Otros, no. Cruella tiene otro punto: la joven Estella (Stone) se transforma en Cruella a la manera de Batman o Superman. Como Batman, busca vengar la muerte de su madre (o de quien cree su madre); como Superman, descubrirá que sus “superpoderes” (su genialidad como diseñadora de modas y su inteligencia prodigiosa) viene del más inesperado de los orígenes. Solo sus secuaces (ahí todo parece un episodio de la serie Batman del 66, volveremos) saben de la doble vida. Finalmente, Estella asumirá una única personalidad. Dicho de otro modo, la película suma a los elementos que describimos el del que domina hoy la taquilla: el del superhéroe. ¿Y Cruella quién es? Bueno, el alter ego de Estella es una diseñadora pop y punk que viene a romper con la tradición que representa su antagonista, la Baronesa, que Emma Thompson modela como una parodia de la Meryl Streep de El diablo viste a la moda (que ya era una sátira, digamos todo). Cada vez que la Baronesa presenta un evento chic y haute coûture, viene Cruella y le monta una performance que recuerda un poco a Mugatu. Suenan en esas secuencias Bowie, Ike & Tina Turner cantando a Zeppelin, The Clash e Iggy Pop. Hay que ver a Cruella un poco borracha (sí, se bebe, y Estella se emborracha un par de veces) cantando “I wanna be your dog”. Aunque no debería, les recuerdo que esta es una película de Disney. Pero por muy disruptivo que parezca, no lo es. No, no, para nada. Finalmente habrá un secreto familiar, un plan maquiavélico de venganza y un final feliz, o algo así. El secreto familiar, les cuento, viene directamente del cuento de hadas, pero no de las versiones Disney sino del puro Grimm o Perrault, o incluso del mito griego: una madre que manda a matar a su vástago, vástago al que la piedad rescata. No es madrastra contra niña adolescente sometida a servidumbre, sino pedido monstruoso que desmiente el “instinto maternal”. Todo esto, sigue diciendo el crítico, es muy extraño: ¿sigue siendo una película de Disney? Sí, amigos: ES una película de Disney. En Disney, el mundo donde transcurre el cuento es una sumatoria-resumen de la imaginación sobre un tipo dado. Por ejemplo: el mundo de la Bella Durmiente es una Francia medieval idealizada; la Italia de Pinocho, lo que alguien imaginaría que era un pueblito piamontés del siglo XIX. La Londres de Cruella es un promedio que va de 1965 a 1976, de los Beatles (se escucha “Come Together”) y los Stones (la última canción es -¡en una película de Disney!- “Simpathy for the Devil”, no por previsible menos perfecta) a Joe Strummer (“Should I Stay or Should I Go”). Es decir, lo que alguien imaginaría que podría ser ese mundo “promedio”, transformado por la magia de la distancia temporal en una tierra del “había una vez”. Claro que es, también, el mundo de la liberación sexual, de la ruptura de muchos conceptos tradicionales (como, sustancial, el de “familia”) y de música aliada al ruido. Así que incluso con todas sus rarezas, el mundo de Cruella es consistente con la manera en que Disney crea sus universos ligados -pero no miméticos- al real. Y además, dado que tenemos que tener simpatía por Cruella, voy a espoilearles algo: nunca hace un tapado con dálmatas, sino que copia sus manchas en una prenda. De hecho, se hace amiga de ellos, aunque son prima facie los culpables de la muerte de su ¿madre? Ahí es donde el Alto Comisariado Para la Corrección Política funcionó bien. Una madre puede mandar a asesinar a su hijo, pero guay de matar un perrito. Con todo esto, el lector pensará que la película no me gustó ni medio. Al contrario, me gustó mucho. Como ven, estoy escribiendo bastante, porque cada vez que pienso en un detalle, aparece algo que me parece que vale la pena decir. Dijimos que volveríamos al Batman de Adam West. Pues bien: Cruella hace con las “nuevas adaptaciones para nuevos públicos y ¡con personas!” de los cuentos de Disney lo que aquella serie, de intención ostensible y literalmente humorística, le hizo a los superhéroes: mostrar lo ridículo de la reescritura. Más allá de que, probablemente, el realizador no se haya dado del todo cuenta (igual hay que seguirlo: ya trató el tema de rivalidad madre-hija en I, Tonya, de la que Cruella parece un avatar), el asunto funciona como si ya los mecanismos de control fueran tan absurdos que la realidad, la rebeldía, la necesidad de crear algo se le escurriera por entre las costuras. Hay un momento clave en el film: cuando un vestido que parece de canutillos de oro se convierte en un mar de polillas que devoran los modelos mejor y más fríamente diseñados. Exactamente lo mismo pasa con Cruella, una película finalmente punk por el absurdo. Como diría el mencionado y gran Mugatu, un film ¡Derelicte!
¡VOLVIÓ LA VILLANA MÁS EXCÉNTRICA DE DISNEY! En la vorágine de la compañía por realizar remakes, precuelas y live action de películas que ya vimos, la semana pasada llegó una nueva versión de Cruella de Vil protagonizada por Emma Stone y dirigida por Craig Gillespie. Estella es una joven huérfana que desea triunfar en el mundo de la moda. Para lograr sus objetivos hará todo lo posible por estudiar y trabajar con la Baronesa (Emma Thompson). Allí descubre su pasión y también la verdad sobre su pasado. Este film funciona como precuela de la Cruella que interpretó Glenn Close en los años ´90. Lo primero que hay que destacar de esta nueva película de Disney es que el diseño de producción es extraordinario. Desde los maquillajes hasta los vestuarios, todo es excelente. Se utiliza una gama de colores sumamente particular, con una selección de tonalidad que condice muy bien con la época en que está ambientada la historia (años ‘60). Cada vez que aparece el personaje de Cruella en escena todos los ambientes se modifican, dando a entender que ella llega con lo último de la moda y con una predisposición total de mirar hacia el futuro. Nuevamente Emma Stone logra interpretar un papel grandioso, incluso medianamente entrañable (dependiendo de cada espectador). No me parecería justo que se la compare con la antigua interpretación de Glenn Close ya que aquella quedó en la historia grande del cine infantil. Lo que me costó mucho es relacionar aquel personaje de Cruella con esta nueva versión, no encuentro grandes hilos conductores más allá de alguna sutil e interesante referencia. El resto del cast cumple con sus roles correctamente. Emma Thompson jamás decepciona y eleva la acción con su oficio y humor. La historia es sumamente dinámica. Son muy pocos los momentos donde la trama deja de avanzar, hay diferentes planos secuencia, pasos del tiempo que suman ligereza e incluso los personajes progresan en sus personalidades a un ritmo adecuado. Me gustó mucho este rasgo de la película ya que aporta al espectador cierto placer de ver y estar atento a lo que está sucediendo en pantalla. El mayor problema es el aspecto visual de los efectos especiales. Por momentos ver a los perros con un CGI tan abrupto genera que le prestes mucha atención a ello y te saca de la historia, creo que en este punto se podría haber apelado a la vieja usanza, con perros más realistas. La musicalización tiene su encanto. Una de las mejores cosas de la película es el soundtrack “Call Me Cruella” de Florence + The Machine, es realmente una exquisitez, muy pegadiza y sumamente recordable. Sin embargo, esto tiene un contrapunto, porque creo que ha sido desaprovechado. Cuando una producción tan importante encuentra un soundtrack de esta envergadura debería usarlo en más pasajes de la historia. Concluyendo esta review podría decir que es una película muy entretenida, que cumple con las expectativas de lo que prometía. Siento que es una de las mejores live action de Disney del último tiempo, pero me cuesta hacerla encajar en el mismo mundo que “101 Dálmatas” y eso le resta mucho porque se supone que es una historia de origen de aquella Cruella de Glenn Close, pero nos encontramos con un personaje completamente diferente. Es intrépida y me sorprendió, pero tiene algunas cuestiones inverosímiles. De todos modos, es una gran producción, con condimentos sumamente interesantes. Por Leandro Gioia
Cruella, el origen del mal Ha llegado Cruella, que se estrena mundialmente de forma simultánea en la plataforma de streaming Disney plus (con premier Access) y en las salas de cine que se encuentran abiertas. En esta ocasión Cruella es una precuela, es decir una película de génesis de la villana y diseñadora de modas. Por Denise Pieniazek Esta crítica está dedicada a la memoria de Anahí García, mi querida profesora de Vestuario (UNA, Artes Visuales). Se ha estrenado una de las películas más esperadas de los Disney Studios para este año, Cruella (2021) protagonizada por la joven y talentosa Emma Stone. Cruella es una precuela que narra la génesis de una de las villanas más destacadas de Disney, Cruella de Vil. Por esta razón es pertinente recordar las relaciones intertextuales que posee con algunas obras previas. En primer lugar, la adorable animación de Walt Disney Animation Studios, La noche de las narices frías (One Hundred and One Dalmatians, 1961), es una transposición de la novela de Dodie Smith The Hundred and One Dalmatians (1956). En los´90 Disney Studios comenzó con las versiones live action de sus añoradas animaciones que han formado parte de la niñez de múltiples generaciones, así se realizó posteriormente 101 Dalmatas (101 Dalmatians, 1996) y su secuela 102 Dalmatas (102 Dalmatians, 2000), ambas protagonizadas por la magnífica Glenn Close en el papel de Cruella de Vil, quien en la versión actual participó como productora ejecutiva del filme. Respecto a Cruella hay que reconocer que a diferencia de otras live action de Disney recientes que son una réplica plano a plano de las animaciones, esta versión cuenta algo distinto de sus predecesoras, justamente porque ya existían versiones live action de este relato y tenía que llevar a la pantalla algo distinto. En consecuencia, el largometraje en cuestión, es un viaje de autoconocimiento de la joven Estella devenida en Cruella, que logra construir el estatuto del personaje que se definirá a sí misma como “brillante, malvada y loca”. La película comienza con la voz off de Cruella (Emma Stone) quien narrará en primera persona los acontecimientos, es decir, que todo será bajo su punto de vista. La ambientación de la película se sitúa en Inglaterra, respecto al periodo podría pensarse que, si bien comienza en 1964, es atemporal ya que hay una gran mezcla de estilos y objetos de distintas épocas como los automóviles o cámaras fotográficas, decorados, y lo más relevante aquí: el vestuario. Este hibrido resulta interesante, puesto que según avanza el relato encontraremos que algunos personajes poseen elementos sobresalientes de una determinada década histórica de acuerdo con la psicología de cada uno de ellos. De ese modo, mediante la secuencia casi inicial que presenta el conflicto del filme, en la mansión de La Baronesa (interpretada por la convincente Emma Thompson) la pequeña Estella/Cruella, una niña representada como rebelde con su look punk y calzada con unas All Star, se inmiscuye en un evento de élite ambientado como el rococó europeo. Contraste de estéticas que, salvando las distancias, remite a María Antonieta, la reina adolescente (Marie Antoinette, 2006), en la cual Sofía Coppola astuta y sutilmente colaba como transgresión unas zapatillas All Star color pastel entre los zapatos barrocos, para representar la juventud y el espíritu por fuera de la norma de la protagonista. Esta cuestión de la irreverencia y rebeldía de Cruella será sostenida durante toda la película, así como también la idea clásica del “artista-genio” a la par de la locura creativa concerniente a la tradición artística occidental. Asimismo, un aspecto interesante de Cruella es incorporar al relato la representación de una familia compuesta por una “madre soltera” y su hija. Y también la expresión del no deseo de la maternidad por parte de otros personajes femeninos. Es decir que Cruella realiza una crítica a la institución familiar tradicional, proponiendo distintos modelos de familia, cuestión que cobrará fuerza en el desenlace del filme. Por otro lado, en sintonía con el recurso del cine clásico de utilizar un objeto que se destaca a través de planos detalle, un lujoso collar, trabajará por acumulación condensando todo el sentido dramático del largometraje y develando un gran secreto. Dicho elemento trabaja en sintonía con la carga dramática de la pérdida maternal, lo cual es propio del estilo melodramático de los clásicos de Disney Studios. La película posee varias referencias directas a sus predecesoras tanto animadas como live action, que no resultan para nada forzadas, sino que se resignifican e integran de forma orgánica. Por ejemplo, el disfraz al pequeño perro de mapache que molesta al personaje antagónico, al igual que lo hacía un verdadero mapache al personaje de Glenn Close. Así mismo, la escena en que Cruella (Stone) maneja como loca, igual que las versiones previas o el justificar la presencia de los ladrones y secuaces de Cruella o incluir personajes como Anita y Roger. Al respecto, Anita en esta ocasión es interpretada por una actriz afroamericana con una caracterización propia del “black power” de los ´60/´70 (en contraste con los cánones de belleza blancos y rubios de las anteriores), en sintonía con el actual mensaje superfluo y supuestamente inclusivo que vienen reiterando los Disney Studios en sus producciones. En adición, la “corrección política” actual también se evidencia en Cruella en el descarte de poner en escena el maltrato animal por parte de la protagonista. Incluso, una frase que era pronunciada por Glenn Close (1996) con malicia acerca de convertir a los dálmatas en prendas, aquí es pronunciada por Emma Stone como un chiste explicitado, que pone distancia de toda crueldad hacia los perros posible. Aquí los perros tienen un lugar especial que evidencia que los ideales y costumbres han cambiado. En sintonía con lo mencionado anteriormente, hay que por fin mencionar cual es el problema entonces de Cruella a pesar de resultar una película muy entretenida que supera nuestras expectativas iniciales. La paradoja es que Cruella es una película de génesis sobre la villana, pero donde ella no es la malvada de la narración. La villana en Cruella es La Baronesa (Thompson), quien sí ha nacido mala y sin justificación aparente. Porque parece que en el cine actual hay una tendencia constante a justificar el accionar maligno de los personajes, cuya maldad radica o en una historia traumática previa o en la sociedad que los vulnera y empuja a eso. Esto es justamente lo que se construye de Estella/Cruella en esta película, al igual que se lo hizo previamente en Maléfica (Maleficent, 2014), incluso desde el diseño de los posters promocionales de ambas películas en donde preponderan el blanco, el negro y un poco de rojo. En consecuencia, parece que hay una tendencia de los Disney Studios de volver “buenas” a sus villanas más legendarias. Finalmente, otra cuestión que se considera desafortunada de la película es la evidente y predecible utilización de las canciones de su soundtrack. Si bien son excelentes canciones que están colocadas acorde con los momentos que se desea enaltecer, este recurso constante resulta muy evidente. Incluso la poca originalidad al utilizar el tema “Smile” que es leitmotiv de Joker (2019) lo cual a estas alturas resulta en un cliché. En conclusión,Cruella es una película recreativa y dinámica, con un gran despliegue visual en donde sobre todo se destaca el vestuario diseñado por Jenny Beavan (Mad Max: Fury Road, Anna and the King, Sense and Sensibility,Gosford Park, A Room with a View). Al respecto hay que mencionar que algunas prendas utilizadas por el personaje de La Baronesa remiten a atuendos que ha vestido Glenn Close en las dos versiones live action que protagonizó. Por último, atención espectadores en el desenlace, porque hay una escena extra en los créditos finales que funciona como gag, pero quizás también como enlace hacia una próxima entrega. Posiblemente por esta misma razón, la películade forma injustificada no termina de explotar el potencial maligno de la protagonista, que termina por dejar al filme como una carta de presentación de un personaje.
Sobredosis de cool. Es cierto: no todo lo que hay en Cruella tiene sentido – mucho menos, no encastra ni con la mitología asociada a la icónica villana ni con la historia de 101 Dálmatas -, hay problemas de ritmo y a veces la banda sonora desborda de canciones pero, rayos, ésto está hecho con gusto. El elenco es delicioso, las protagonistas devoran sus papeles con placer, el diseño de arte es genial, la reconstrucción de época es impecable… y todo es una gozada. No, no va a revolucionar ni la historia del cine ni es el filme mas original del mundo – este es un pastiche que podría resumirse como Harley Quinn se viste de Prada – pero, así como está, es glorioso. Lo de la Stone y la Thompson es digno de un aplauso de pie y, para Disney, es lo mejor que ha hecho desde que comenzó la pandemia. No, no soy un iconoclasta; de hecho, creo que solo vi una vez en mi vida la versión animada de La Noche de las Narices Frías (otro tanto con la versión live action con Glenn Close) y ni siquiera recuerdo tanto de qué va la historia – algo sobre una loca despellejando dálmatas para hacerse un abrigo fashion -. Es por eso que, si Cruella me miente en la cara, no me siento ofendido ni me rasgo las vestiduras. A esta altura sólo quiero un buen espectáculo y Cruella me lo da. Ok, ahora la moda viene por el lado de redimir a las villanas Disney como anti heroínas – con Maléfica me llevé una enorme sorpresa – y ahora es el turno de la sicópata bi color. Y como ocurría con Maléfica y la Jolie, acá la Stone se devora el rol con fritas y aderezo a gusto. Es obvio: ¿cuántas veces en la vida te toca interpretar a un personaje mas grande que la vida misma?. Pero lo de Stone no es simplemente una caricatura: es la Stone gozando con los tics, las manías, los razonamientos retorcidos y las locuras de su personaje. Ella, la gran diva de ojos enormes, pelo rojo y voz aguardentosa, se regodea como loca yendo de víctima a victimaria, pasando por todos los estadios posibles y, sí, cayendo de vez en cuando en la caricatura pero… ¿qué otra cosa esperábamos?. ¿Acaso una interpretación tibia o sutil de un personaje famoso por su icónico desquicio?. La manera para transformar a Cruella en anti heroína es simplemente darle una historia trágica de origen. En la típica tradición Disney, la madre de Cruella muere en los minutos iniciales. La chica – que nació pasada de rosca y con el pelo bi color – se ve obligada a convertirse en una vagabunda y sólo evita la segura muerte en las calles al asociarse con un par de ladrones palurdos mas inofensivos que el pan. La química de los tres es gigante (Joel Fry es una especie de hermano mayor / amor platónico que devuelve la chica al mundo real mientras Paul Walter Hauser es el comic relief de corazón de oro). Esta familia improvisada apoya los sueños de la chica, así que le consiguen una oportunidad en una casa de moda ya que el diseño de alta costura es su pasión. Claro, esto la lleva a toparse con la Baronesa (Emma Thompson en modo Miranda Priestly a full – no es de extrañar ya que ésto viene de la misma guionista de El Diablo se Viste de Prada -) y pronto descubre que la muerte de su madre está vinculada con la mala leche de la Baronesa. Lo que es una guerra por un recuerdo familiar pronto se transforma en la revelación de una conspiración de consecuencias insospechadas. Cruella es un filme excesivo pero demos gracias a Dios por ello. Es lo que precisa para funcionar. Así como los vestidos kilométricos de la Stone (en modo Cruella a full) te dejan con la boca abierta, este es un filme pensado para no parar nunca y deslumbrar siempre. Y por esa dinámica es que a veces agarra baches y pega repingos – como cuando la Stone entra en modo Cruella y empieza a portarse como una perra con los dos buenazos de sus hermanos de la vida, dos tipos que la apoyan a sol y sombra a pesar de los planes disparatados que pretende ejecutar -. O como encastran al final la versión terminada de Cruella con la historia de los 101 dálmatas que no tiene mucho sentido – es como si fueran dos personas realmente diferentes; una, vengadora y antiheroína y la otra una sicópata sangrienta y desalmada -. Idem con la venganza que concreta Cruella contra la Baronesa, la cual tiene tan poco sustento que mas vale verlo como un accidente del libreto para poder darle un cierre a la historia. Aún con sus patinadas menores, Cruella es un espectáculo excitante. La Stone desborda de gracia en la comedia física – por momentos parece un cartoon de los Looney Tunes – y la Thompson, que parece mas recatada, tiene su cuota de momentos brillantes en la segunda mitad. Oh, si, éste es un filme que disfruté con ganas y que recomiendo con ganas porque su energía es contagiosa. Y si hacen una segunda parte – que no tiene lógica ni manera de encastrar ni siquiera con calzador entre esto y Los 101 Dálmatas – igual me gustaría verla, simplemente por regresar a pasar un rato en compañía de esta troupe de locos deliciosos, ladrones de buen corazón y sirvientes nobles, personajes atrapantes que sobresalen en una historia que podría haber sido lisa y llanamente un fiasco.
Una duración de nada menos que 134 minutos (con escena incluida entre los créditos finales), una calificación que no es apta para todo público sino para mayores de 13 años, una imponente banda de sonido que incluye éxitos de los '60 y los '70 de Nina Simone, Blondie, Bee Gees, Electric Light Orchestra, The Doors, Ike & Tina Turner, The Stooges, The Clash, Queen, Deep Purple, Doris Day y Nancy Sinatra, más dos temas que no están en el soundtrack oficial pero sí suenan en la película como Time of the Season, de The Zombies; y Sympathy for the Devil, de los Rolling Stones, y una canción nueva de Florence & the Machine; personajes abiertamente gays y otros travestidos... Para ser una película live-action de Disney Cruella es bastante audaz y exigente. Características que seguramente celebrarán algunos cinéfilos más curtidos y padecerá el público familiar más familiarizado con narraciones más clásicas y concisas. Con algo de El diablo viste a la moda (The Devil Wears Prada) y bastantes elementos en común con Guasón (una precuela en la que conocemos cómo se “construye” un/a malvado/a), Cruella resulta una versión mucho más oscura que sus predecesoras tanto animadas (1961) como con actores (1996) y funciona como preámbulo a las historias de La noche de las narices frías / 101 dálmatas. El prolífico y en general eficaz director australiano Craig Gillespie (Lars y la chica real, Noche de miedo, Un golpe de talento, Horas contadas, Yo soy Tonya) dedica la primera parte a narrar la historia de la pequeña Estella, de cómo queda huérfana y se convierte en ladrona de la mano de dos chicos llamados Jasper y Horace en la Londres de los años '60. La transición hacia los '70 no es particularmente inspirada, pero a los pocos minutos Estella tendrá el look de Emma Stone, siempre acompañada por el flaco Jasper (Joel Fry) y el regordete Horace (Paul Walter Hauser, protagonista de El caso de Richard Jewell). El sueño de nuestra (anti)heroína es dedicarse a la moda y empieza a trabajar en el lugar más cool de Londres, pero... lavando los baños. Hasta que un día aparece por allí la Baronesa (otra Emma, en este caso Thompson) y le ofrece empleo como diseñadora de alta costura en su taller en el West End londinense. La Baronesa es la malvada perfecta (narcisista, insufrible, despótica, arrogante, presuntuosa, irritante, egocéntrica) y Estella se convertirá primero en su asistenta y creativa perfecta; y luego en su antagonista, su némesis. Es que Cruella es una historia de venganza, con una huérfana devenida en villana con ínfulas, y el enfrentamiento despiadado entre dos mujeres unidas por el talento, los celos, la hipercompetitividad y unos cuantos secretos que evitaremos spoilear. Aunque innecesariamente extendida (Gillespie parece estar contando una nuenva película del MCU de Marvel antes que una historia del sello Disney), Cruella tiene más escenas logradas que de las otras: hay un McGuffin (un collar) para una subtrama de robos; humor físico en una escena que remite a La fiesta inolvidable, de Blake Edwards; y unos duelos de miradas penetrantes y diálogos que se disparan como dagas entre las dos Emmas. Pero más allá de las psicópatas a-la-Guasón o del imponente despliegue visual (el vestuario es extraordinario) y sonoro con la apuntada selección musical, lo que seguramente generará mayor despliegue mediático es la presencia de Artie (John McCrea ), un personaje gay con cierto look andrógino propio de alguna de las tantas etapas de David Bowie, que se convierte en ladero de Estella / Cruella. Los tiempos cambian y Disney (alguna vez el estudio más conservador de Hollywood) se adapta a esta época de aperturas y diversidades.
En otro intento de Hollywood por rehabilitar a algunos de sus villanos más emblemáticos y darle al público una explicación sobre el origen de su maldad, ahora le llegó el turno a Cruella De Vil, la fantástica malvada de 101 dálmatas, el clásico de animación de Disney, que hace unos años tuvo también su versión de carne, hueso y deliciosa irreverencia a cargo de Glenn Close. Ahora es el turno de la talentosa Emma Stone de personificar a la mujer del pelo bicolor y pasión por los abrigos de piel. Si con Maléfica la mala del cuento ganó espesura y justificación para sus caprichos y desplantes, y en Guasón se le asignó al enemigo de Batman una historia de enfermedad mental, Cruella toma prestado algo de cada uno para retratar a un personaje y, lejos de sumarle interés genuino, la película termina por negar las características más salientes de Cruella ¿Eso de que mata perritos para hacerse abrigos? Un malentendido. ¿Aquello de que sus secuaces eran dos tontos sin sentimientos ni conciencia? Nada que ver. Cada vez que el film dirigido por Craig Gillespie (Yo soy Tonya), hace referencia a algún elemento de 101 dálmatas, lo único que consigue es un levísimo reconocimiento y extender su exagerada duración. El relato, que comienza a mitad de los años 60 y se desarrolla en el Londres de los 70, utiliza la música e iconografía de esa época y el incipiente movimiento punk como telón de fondo de la historia de Stella, una joven que desde la infancia hace esfuerzos por encajar sin lograrlo y quien incluso desde niña es consciente de tener un alter ego tan cruel que su madre la bautiza como Cruella. Decidida a sobrevivir luego de quedar huérfana y traumatizada por la violenta muerte de su madre –lo que justificaría su odio por los dálmatas– Stella se une a un dúo de ladrones con los que crece cometiendo pequeños robos por la ciudad. Claro que su sueño es ser diseñadora de modas, una carrera que por fin podrá poner en marcha cuando se cruce en el camino de la exitosa Baronesa (Emma Thompson), una ambiciosa dictadora de la moda. En el enfrentamiento entre la joven dispuesta a volar el status quo por los aires y la convicción de la veterana de que nadie podrá superarla reside el lado más interesante del cuento, que por momentos se torna más oscuro de lo que se suele esperar de una producción de Disney. Para darle ese filo, la película cuenta con las fantásticas interpretaciones de Emma Stone y Emma Thompson: juntas y por separado le sacan todo el provecho imaginable a dos personajes delineados con cierto esquematismo con el que ellas arrasan en cada escena. Con el cambio casi imperceptible pero fundamental que consigue Stone cada vez que “su lado Cruella” le gana la partida a la más bondadosa Stella, hasta el verdadero festín de frases tajantes y cejas enarcadas que reparte Thompson, la película gana la vitalidad que la segunda mitad de la narración necesita con desesperación. Sin ellas ni el prodigioso diseño de vestuario a cargo de la ganadora del Oscar Jenny Beavan, que resulta en un homenaje a la industria de la moda británica, Cruella se desdibuja entre innecesarios giros del guion y demasiadas referencias a su historia de origen que, como demuestra la película, puede causar más problemas de los necesarios.
En tiempos como los actuales, en los que reciclar está más que de moda, Disney lo hizo con una de sus villanas favoritas, Cruella de Vil. Y si el director Craig Gillespie la ambientó, también, en el mundo de la moda, la aromatizó con el perfume preferido de la época: la venganza. Imaginaron una historia en la que la llenaron de traumas a la futura amante de los tapados de piel de dálmatas. Estella queda huérfana de pequeña, conoce a los ladrones Gaspar y Horacio -sus secuaces en 101 dálmatas- en Londres y, creativa y genial, tiene un don con el diseño de vestuario. Y, ya joven y con el rostro y los mohínes de Emma Stone, termina trabajando en la compañía de la Baronesa (Emma Thompson, que está impagable). Cruella es una vanguardista e igualmente transgresora. Cruella, el filme, tal vez no sea lo primero, pero sí lo segundo. Para Cruella Disney apostó a un viejo conocido como Craig Gillespie (Un golpe de talento, Horas contadas, pero que venía de Yo soy Tonya) y cambió sobre la marcha guionista (entró Tony McNamara, candidato al Oscar por el libreto de La favorita). Tal vez a la mirada de Gillespie se sumó la de McNamara para impulsar ciertas características salientes y agresivas de las protagonistas. Pienso en Tonya, que manda un sicario contra su competidora, y más en la reina Anne y hasta Abigail, el personaje de Emma Stone en La favorita. Y le dieron trasfondos psicológicos, digamos, fuertes. Pesados. Cruella y su némesis la Baronesa, que tienen algo que las une, son malvadas, villanas, cínicas, despiadadas, crueles. Una peor que la otra. Se aman, se odian, hasta que no dan más. Lo que hizo Gillespie fue olvidar a la señora De Vil del dibujo animado de hace 60 años y pensar o repensarla en su juventud en la Londres de los ’70, en plena rebelión punk. Y verla desde una perspectiva presente, planteando otros asuntos o problemáticas. “Tenés el talento, si tenés el instinto asesino es la gran pregunta”, le escupe la Baronesa a una Cruella todavía vestida de Estella, y se traga la aceituna de su cocktail en la escena del restaurante que tanto le gusta al director. El diablo, como Cruella, y como la venganza, visten a la moda. Cruellaes bien, pero bien oscura, y en cuanto abre el filme, el logo de Disney, con el castillo de La Bella durmiente, la imagen es en blanco y negro. La villana del pelo bicolor viene con traumas desde la infancia, con o sin bullying. Es un espíritu libre, una mujer indomable a la que la guerra que le plantea con su jefa será a pura pasión, y a puro modelaje. Los combates de la guerra desatada son con vestidos de estética jugada, como si Cruella hubiera creado el movimiento punk. La película tiene a su favor que se aleja de la fórmula Disney, no solo apartándose de la película que le da origen. Eso ya es algo que sucedía en Maléfica, otra malvada que arrastra traumas. Craig Gillespie, ya lo dijo, pedía en el set que se olvidaran de que era una película de Disney, así que la hizo más sombría y misteriosa, y le dio a la Cruella de Stone una vida y un andar propios. El diseño visual, y no hablo solamente de los decorados y el vestuario reconstruyendo la Londres de los años ’70, y la selección en la banda sonora son espectaculares. Hay suficientes guiños al largometraje animado de 1961, que pasan por homenajear alguna imagen (Cruella manejando su automóvil) y por personajes. Iba a pedir que no se fueran del cine, pero como están las cosas por aquí, no pongan pausa en el streaming, porque pasan cosas en los títulos finales. Que auguran una secuela de Cruella, o una remake de 101 dálmatas. Al margen. Si la nueva La Sirenita también es un éxito, ¿habrá película en solitario de Ursula?
Cuando uno ve Cruella es inevitable pensar en la moda, pero no porque la pelicula trate de dos diseñadoras que compiten entre sí o haya vestidos exuberantes. Me refiero a la tendencia actual que existe en el cine de ubicar a villanos de comics o cuentos con un traje o vestido vistoso y combinado para reversionar sus historias y hacerlos más queribles. Cruella o el mismo Joker y Harley Quinn, personajes que, con sus respectivas intensiones, ya eran y son muy queridos por el público acérrimo. Se menciona en gran porcentaje de público que Cruella tiene mucho del Joker, como si fuera que esto la haga menos disfrutable. Pero aquí uno no se encuentra con una misma historia ni mucho menos con una misma dirección al film de 2019. Cruella es autoconsciente del Joker y elige el reversionar una historia ya conocida, pero arriesgándose más que su comparativa. Cosa que en el film de Phillips la idea de la hermandad entre el payaso y Bruce Wayne hubiese sido interesante y aportado otras lecturas. El film toma la misma postura rebelde de su protagonista y decide romper con lo ya conocido. Otro elemento que comparte con el Joker es su vistosidad en los vestidos y maquillajes de la protagonista; los traumas pasados que aportan un sentido de comprensión en un alma podrida y abandonada como lo es Cruella. El hacer de la basura algo atractivo, moderno y admirable sabiendo que la protagonista vive y se cría en las calles o lugares sucios de Londres. Nótese en la escena donde la protagonista surge del camión de basura con un vestido que impresiona al público. Escena que, por cierto, tambien parodia a la escena final del Joker, al prenderse las luces en los edificios con su nombre generando un disturbio y acaparando la mirada de todos los fotógrafos. Tanto esta escena de Cruella como la del Joker, pueden ser pensadas como testimonios apartes en el film. Para ser más claro, pareciera que indirectamente nos quisieran decir que esta es la era en donde los villanos tomaran el poder y nuestra atención de ahora en más. Con un público alrededor que podríamos ser nosotros (escena donde Cruella tiene escrito “The future” en el rostro otro ejemplo). ¿No les parece una casualidad? Que ese caos final que provoca el Joker en su final haya anticipado un año antes de la pandemia, además del mismo caos, el estreno o elevación de otro film de villanos. En este caso de una villana, que nace en un caos y de la suciedad como dijimos. Siendo Cruella el primer estreno mas atractivo en lo que va del año reviviendo a los cines en estado de situación crítica. Pero Cruella no solo es autoconsciente de “Joker” o de “El diablo viste a la moda”. En “La La Land”, igual que aquí, Emma Stone es un personaje que tiene el sueño de convertirse en artista, pero no sin antes hacer tareas o trabajos que no desea. Esto es interesante porque Cruella tiene bastantes momentos que podría verse como un musical, donde no hay necesidad de cantar para sentirlo. Sino de crear una coreografía entretenida junto a la musica seleccionada, como, por ejemplo: el desfile ilegal que ejecuta Cruella en un momento o las escenas de robos. Banda sonora que tambien fue muy alabada y criticada, pero la presencia casi continua del Soundtrack hace a esto. Esquivando con mucha eficacia al videoclip, porque las canciones no están aisladas, sino que todas en conjunto tienen una sonoridad armoniosa al ser reversiones de las originales, formando un sentido si hablamos de reversiones de historias de villanos. Siendo la única excepción el final, donde la canción original de los Rolling Stones nos muestra ya, justamente a Cruella de Vil ya definida y autentica. Esta última palabra podría aplicarse tambien al director Craig Gillespie, que, en films anteriores utilizo recursos o formas de narrar disimiles a lo que uno nota en Cruella. Por ejemplo: en “Lars and the Real Girl” los planos sostenidos de larga duración, ausencia musical y silencios; creaban emociones interesantes en uno. Sin embargo, Gillespie vuelve con un film que tiene una relacion madre e hija particular como demostró en “I, Tonya”, pero esta vez, siendo lo central en la trama. Aquí en Cruella el montaje es mas secuencial yendo al ritmo de la banda sonora deteniéndose solo en momentos cruciales como, por ejemplo: la charla a solas en el café entre Estella y The Baroness. Y este ritmo con ya la camara moviéndose constantemente de izquierda a derecha, acercándose o alejándose. Se combina eficientemente con la narración cuentista de la trama. Porque Cruella no se detiene en detalles o explicaciones, tiene un ritmo dinámico casi de inicio a fin haciéndome acordar a los momentos en los que uno volvía a leer libros muy primarios ya con siete años. De hecho, en el film, la ubicación del hogar de The Baroness o el poder que esta tiene, hace a uno olvidarse por completo de la realidad y del Londres original, ese Londres existe en el mundo real. Aquí The Baroness es la que realmente parece tener de todo, el de decidir que es lo legal y que no, hasta inclusive hasta llamar a toda la policía de la ciudad en pocos segundos. Esto sumado a algunas incoherencias temporales en algunos elementos o vestimentas en la historia, hacen de Cruella un film cuentista, vistoso e interesante, pero no oscuro para mí. Sino una combinación de tonos y estados armoniosos que paradójicamente se desafían a la vez como las dos protagonistas, dos que hacen una.
Reseña emitida en la radio
Emma Stone y Emma Thompson se sacan chispas El realizador Craig Gillespie (Yo, Tonya) pone a jugar, a medirse, a divertirse, a brillar, a Emma Stone y Emma Thompson en una nueva adaptación del clásico e icónico personaje Cruella De Vil. Cruella (2021) impulsa hacia los extremos la plasticidad de la pantalla e impone una narrativa lúdica, ecléctica, que potencia sus premisas y su espíritu de videoclip. En el arranque conoceremos a una joven Estella (Tipper Seifert-Cleveland), sufriendo algunos contratiempos por ser “diferente”. Pero rápidamente la acción nos la muestra empoderándose y sufriendo, únicamente, por la pérdida de su madre. Luego el Londres de los años sesenta, trepidante, un hervidero de gente, en donde conoce a sus leales amigos Horacio y Jasper, con los que formará una nueva familia con el hampa como fundamento. Corte a, Estella adulta, asumiendo su nueva y más particular personalidad, la de Cruella (Stone), encarando el sueño de su vida, dedicarse a la moda, diseñando vestidos y trajes de alta costura. Pero como claro, hay que explicarle al espectador que ese camino siempre está plagado de obstáculos, lo primero que consigue es un puesto en una gran tienda departamental, esas en donde los escaparates ofrecen objetos inaccesibles y la pulcritud del lugar debe ser primordial. Y claro está que allí se desempeñará como empleada de mantenimiento, limpiando baños, pisos, fregando y fregando. Porque Cruella es un cuento de hadas, el cuento de hadas de una villana, por lo que en un momento de rebeldía y harta de las indicaciones de su jefe, destruye e interviene una vidriera, la que llamará la atención de la temible y vanidosa Baronesa (Thompson), quien la reclutará para sumarla a su ejército de diseñadores a Estella/Cruella, como asistente. Lo que sigue, un sinfín de situaciones que expondrán lúdicamente el espíritu de cada uno de los personajes, de las capas psicológicas, de sus deseos, sus miedos, hasta que determinadas revelaciones potencien a Cruella hacia el lugar esperado por el público, una mujer segura de sí misma, decidida a ir hacia lo suyo, sin saber que el destino trágico, una vez más golpeará a su puerta para generar un giro vital para que este personaje tome más vuelo. Gillespie, hábil, acompaña el derrotero de Estella/Cruella, con un espíritu punk anárquico flotando en la pantalla, con una potente y “colorida” banda sonora, que posiciona el relato y que desde las melodías también cuenta su parte y que entiende que su principal virtud radica en la plasticidad y expresión visual que pueda trascender el mero hecho de revisitar al personaje creado por Walt Disney. Así, ofrece todo para que Stone y Thompson brillen, se debatan a un duelo mortal, en donde la moda, el glamour, la pirotecnia visual, son sólo la excusa para hablar de un vínculo clave en la vida, como lo es el de madre e hija, imperfecto muchas veces, inexistente otras, y que exige por parte de la sociedad bondad y cuidados, pero que cuando esto no se presenta como se le pide apunta con el dedo y reclama otra cosa. Alejada de la versión de 1996 de 101 Dálmatas, en donde Glenn Close se apropiaba de Cruella De Vil con una caricatura que supo devolverle potencia al personaje, aquí Stone hace algo completamente diferente, logrando empatizar con sus raíces, sus motivaciones, sus miedos, y, principalmente, sus deseos, acompañada de un gran elenco de intérpretes (Joel Fry, Paul Walter Hauser, Mark Strong,Kirby Howell-Baptiste) que, junto a Thompson, proponen un juego entretenido, único y, principalmente, diferente.
Una villana pasteurizada Con Cruella (2021) Disney arremete nuevamente con una franquicia exitosa que comenzó con la adaptación de la novela infantil de la escritora inglesa Dodie Smith, Ciento un Dálmatas (One Hundred and One Dalmatians, 1956), llevada al cine cinco años después por Clyde Geronimi, Hamilton Luske, y Wolfgang Reitherman en la película animada homónima que tendría varias adaptaciones, las más recientes en el formato de live-action con Glenn Close en el papel protagónico de Cruella de Vil. La nueva Cruella es en realidad una precuela de una nueva saga protagonizada por Emma Stone como Estella, una huérfana que narra su conflictiva infancia durante la década del sesenta en la campiña inglesa y la traumática muerte de su madre (Emily Beecham) a manos de una jauría de perros dálmatas, para transformarse paulatinamente en Cruella tras descubrir que en realidad los perros respondían al llamado de su empleadora, la Baronesa (Emma Thompson), con quien su madre estaba discutiendo justo antes de morir. Al llegar a Londres, Estella conoce a dos pequeños delincuentes, huérfanos como ella, que viven en un edificio abandonado y que se convierten en su única familia. Diez años después los tres jóvenes, Jasper (Joel Fry), Horace (Paul Walter Hauser) y Estella, se dedican a diversos robos y estafas como medio de supervivencia hasta que Jasper le consigue a Estella un puesto en la boutique de la Baronesa, una diseñadora de modas de gran fama, donde deslumbra a la prestigiosa diseñadora con un escaparate innovador tras una noche de borrachera. Con sus ideas, Estella rápidamente se convierte en la mano derecha de la Baronesa, una mujer fría e insolente, con un instinto asesino para los negocios, que se vale de todos los recursos para sobresalir y triunfar, y que tiene una carrera impresionante en el mundo de la moda británica. Cuando Estella descubre que la muerte de su madre no ha sido un accidente causado por su espíritu rebelde jura destruir a la Baronesa, para lo cual crea el personaje de Cruella, una mujer segura de sí misma, con una visión transformadora del mundo de la moda basado en las ideas del kitsch y el punk de moda en la segunda mitad de la década del setenta. A medida que la guerra declarada entre Cruella y la Baronesa avanza, la segunda comienza a sospechar de Estella y su investigación da sus frutos pero Cruella planea su venganza poética cuidadosamente, que completa su transformación de Estella a Cruella. En un cine muy apegado a las formulas Cruella es una saltimbanqui de fórmulas que se entrecruzan y se enmarañan. Si por un lado hay una transformación de una joven en heroína, aunque debería ser en villana, por otro lado está la comedia de enredos, de planes absurdos y además una venganza, urdida de forma delirante. Todo esto se mezcla con la cuestión de la moda, un relato en sí mismo. Pero lo que podría ser un cocoliche sin sentido funciona, da vida a un film con alma propia que hace enfrentarse a Emma Thompson y Emma Stone en un duelo generacional, del que ambas salen bien paradas en su competencia de exageraciones. El film dirigido por el australiano Craig Gillespie, que venía de realizar Yo, Tonya (I, Tonya, 2017), la biopic sobre la patinadora artística norteamericana Tonya Harding, está escrito por el guionista Tony McNamara, que trabajó anteriormente en el guión de La Favorita (The Favourite, 2018), el film del griego Yorgos Lanthimos, y la experta en comedias Dana Fox, quienes unen sus fuerzas en una comedia que se ubica lejos de la visión anterior de la icónica villana y más cerca del glam y el punk de la década del setenta en Inglaterra y las ideas actuales sobre el trato animal. Cruella cambia completamente el conocido y maléfico personaje por un carácter rebelde que se asemeja en algunos puntos a la subcultura punk y a las ideas de moda de la precursora del punk en el ámbito de la moda, Vivian Westwood. De hecho la película entera parece un homenaje al trabajo de Westwood en la construcción del punk con escenas de rock, aunque por momentos parezca más pop que punk. La música del compositor neoyorkino Nicholas Britell, responsable de las bandas sonoras de Luz de Luna (Moonlight, 2016), La Gran Apuesta (The Big Short, 2015) y El Vice (Vice, 2018), se combina con éxitos de Queen, Blondie, The Clash, The Doors, Electric Light Orchestra, Nina Simone y Supertramp, temas consagrados de bandas como The Stooges, I Wanna be your Dog, interpretado por el cantante y actor John McCrea, que compone aquí al dueño de una tienda de moda y fanático de David Bowie, Artie, y hasta una canción original de Florence and the Machine, en una variopinta selección nostálgica que se funde con las escenas del film. A medida que Estella, una okupa que vive en un edificio abandonado y que sueña con destacarse en el mundo de la moda da paso a Cruella, la joven comienza a cumplir sus sueños sin percatarse del malestar de sus compañeros, reclutando para su emprendimiento a Artie. El rol de la villana es aquí el de la Baronesa, interpretada ampulosa y extravagantemente por Emma Thompson, la némesis de Cruella. La Baronesa es una mujer dispuesta a todo, incluso a matar, pero que ama a sus perros dálmatas, que son secuestrados por Jasper y Horace bajo órdenes de Cruella para recuperar una joya que su madre le regala siendo una niña. En esta versión Cruella no tiene ningún interés en dañar a perro alguno, menos aún a los dálmatas de la Baronesa, a los que utiliza para su venganza, y que viven a sus anchas junto al perro de Cruella, Buddy, y el perro chihuahua tuerto de Horace, Wink, en la casa tomada de los delincuentes. Aquí hay muchos recursos tipográficos, mucha moda, secuencias graciosas y muchas escenas cautivadoras de los perros en una propuesta más destinada a un público mayor que a la típica audiencia infantil a la que apela la historia original. El personaje del guardaespaldas y asesor que interpreta Mark Strong y la resolución del relato, que se pretende como una precuela para el desarrollo de varias películas más, no funcionan demasiado bien y no cuadran con la propuesta, que apela a los cuentos de hadas y hasta al mito del hijo sacrificado y salvado para dar un giro bastante esperado que no sorprende para nada. También hay una intensión de pasteurizar los aspectos políticos y rebeldes del punk y de diluir las consignas más agresivas y los slogans más negativos de esta subcultura por frases más aceptables, como No Future por The Future, un pequeño cambio que trastoca todo el espíritu filosófico del punk en una idea de cambio cultural más cercana a la indiferencia posmoderna del pop que a la beligerante respuesta punk a la desigualdad. Más allá de esto, Cruella es un film de altibajos que por momentos abusa de los gags, lleva a personajes hasta el absurdo como Gerald (Jamie Demetriou) o Jeffrey (Andrew Leung), convierte a Emma Thompson es una psicópata asesina que disfruta de cualquier situación de crueldad y cuenta con una aparición breve pero consistente de John McCrea. Aquí se pueden encontrar diálogos ocurrentes, buenas interpretaciones a medida de Joel Fry y Paul Walter Hauser, los queridos personajes de la saga siempre listos para aparecer, como Anita Darling, aquí compuesta por Kirby Howell-Baptiste, y una batería de secundarios que van conduciendo al espectador en la transformación de Estella en Cruella de Vil, un personaje odiado y amado a la vez. Cruella es un film infantil para toda la familia sin ser una película para niños, una apuesta riesgosa para los conservadores directores de Disney, que vienen revisitando los clásicos más modernos de la década del noventa de la mega firma sin demasiado éxito. Tal vez con Cruella un aire de mayor libertad asome de entre los anquilosados comités de marketing de las productoras para entender de una vez por todas que el cine como todo arte es un negocio que necesita más inspiración y menos burócratas.
Estella es huérfana, bueno en realidad la madre de Stella murió trágicamente en un accidente provocado por la inquieta Estella. Antes de llegar a ese momento, la película nos muestra la vida de esa madre soltera y su hija con una cabellera mitad blanca y mitad morena. Cuando la nena con serios problemas de conducta se convertía en un demonio la madre le pedía que no dejara que ese personaje oscuro al que llamaba Cruella saliera a la luz. Pero la chica no era fácil de manejar y así fue como madre e hija tuvieron que irse del pueblo donde vivían y si bien el destino era Londres, en el camino pasa lo del accidente y ahí la vida de Estela cambió para siempre. La niña terminó formando parte de un trío de pequeños delincuentes y así se hizo grande. Pero ya desde pequeña Estella mostraba una impronta que la marcaría, su buen gusto y la habilidad para el diseño, así que en cuanto puede se consigue un trabajo en “La Baronesa de la Moda” pero… muestra su talento limpiando baños. Hasta este punto la película parece un vehículo pensado para el lucimiento absoluto de Emma Stone pero aparece su némesis y eso hace de Cruella algo más que un live action de un villano clásico del mundo Disney. Porque la archienemiga de Cruella será la Baronesa que interpreta Emma Thompson. Una vez que llega la villana invitada, la película cobra otra dimensión. Estella trabaja para la Baronesa pero de noche Cruella trama destruirla, porque fue justamente en la noche de muerte de su madre cuando la Baronesa tuvo un papel que Cruella no está dispuesta a perdonar. La Baronesa resulta ser más cruel que Cruella, la historia familiar se vuelve más y más retorcida, el ritmo de la película va acompañado de una banda de sonido con algunos toques muy sutiles y de repente lo que uno esperaba que fuera un producto más de Disney se transforma en El diablo viste a la moda meets Joker. La película resulta toda una sorpresa y la expectativa que despertó fue justificada y superada ampliamente. CRUELLA Cruella. Estados Unidos / Reino Unido, 2021. Dirección: Craig Gillespie. Intérpretes: Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, John McCrea, Emily Beecham y Mark Strong. Guion: Dana Fox y Tony McNamara, basado en la novela Los 101 dálmatas, de Dodie Smith. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Música: Nicholas Britell. Edición: Tatiana S. Riegel. Duración: 134 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Critica emitida en radio. Escuchar en link.
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Disney insiste con sus espantosas adaptaciones en formato live action. El contraste que quisieron darle al personaje le quita toda la gracia y la banda sonora no podía ser más evidente. Emma Thompson se roba el show como la verdadera villana.
En la nueva incursión de Disney sobre un personaje nacido de la literatura pero inmortalizado por los dibujos animados, la trama evidente se circunscribe al móvil predilecto de la industria cinematográfica, en absoluto ajeno a la casa matriz del ratón Mickey: la venganza.
Cruella es una película audaz, eso no puede ponerse en duda, ni siquiera por sus detractores. Revisionar un clásico de hace 60 años, en formato live action y haciendo foco en los orígenes de la villana es ir más allá de lo esperado. Es cierto que ya se hizo con Maléfica y funcionó, y que ya hubo un live action de "101 dálmatas", pero no deja de ser sorprendente la insistencia de Disney en esta búsqueda. De todas formas, hay que tener en claro que se filma lo que la época y el sentido común dan por válidos. Y cuando el revisionismo parece ser la regla, profundizar en la genealogía de la maldad desde una mirada más compleja parece ser un camino tan viable como interesante. Todo villano es víctima antes que victimario sentencia Disney y nos obliga a prestar acuerdo. Quien sabe si en 50 años analizaremos los clásicos desde un abordaje radicalmente distinto. • Pero cómo es Cruella como película entonces. Es un poco difícil de responder, ya que por más que se intente presentar como precuela de la original, no pareciera formar parte del mismo universo. Es más, es probable que Cruella sea una película más sólida si se la extrae de allí y se la valora aislada, como un relato con nombre propio. Tiene los mimbres para valerse sola, sin dudas. No quizás por su guión, lleno de resoluciones forzadas e infantiles, sino por su capacidad de brindar una historia repleta de entretenimiento. Todo lo que representa el camino de Estella, desde haber perdido a su madre hasta transformarse en diseñadora punk disruptiva, son momentos ágiles, con imágenes visualmente imponentes. Su venganza hacia la baronesa Von Hellman (brillante Emma Thompson), su relación con Gaspar y Horacio, y su metamorfosis en Cruella son ejes bien narrados en una historia que cuando menos fino se hila, más se permite disfrutar. • Se le podrá pedir más a la película, profundizar en la transformación del personaje o generar mayores climas de tensión. Pero no es eso lo que Disney puede hoy brindar cinematográficamente. Sí puede garantizar espectáculo, y eso con Cruella, lo consigue.
Crítica publicada en Youtube
El ejemplo de cómo NO contar una historia de origen Los clásicos de Disney siguen sufriendo la expansión de sus universos. De un tiempo a esta parte se ha vuelto muy difícil que ninguna película, por más chata que sea, se quede en una sola pieza de consumo audiovisual. Esto provocó, para bien y para mal, que constantemente y año a año el público consuma una y otra vez las mismas estructuras pero con los cambios de trama pertinentes de cada historia. Eso es a grandes rasgos lo que sucede en Cruella (2021), la precuela e historia de origen de la clásica villana de los 101 Dálmatas (clásico animado de 1961 y que luego tuvo su live action en 1996), que cuenta los primeros pasos en el mundo delictivo de Cruella De Vil (Emma Stone) y cómo se termina afianzando en la cúspide de la moda y las razones de por qué tiene tantas mañas para con los pichichos manchaditos. Esa es la trama principal de la nueva película de Craig Gillespie, director de muy buenas películas cómo Lars and the Real Girl (2007) y la premiada I, Tonya (2017), pero que en esta oportunidad no logra estar a la altura de lo que uno se podía imaginar. Las razones son muy puntuales; Para empezar es una película que cuenta con cinco guionistas, algo que viene sucediendo en el último tiempo en la casa del ratón Mickey, y eso produce que la historia tenga muchas idas y venidas en cuanto a la calidad de lo que se está contando y no sea una narración amalgamada con un motivo, camino y final claro, y sobre todo, convincente y verídico. El juego de géneros nunca viene mal, pero siempre y cuando estén bien desarrollados. En esta película se juega mucho sobre las influencias, incluso dicho por el propio director, y las referencias son clave pero hay que entender y saber apreciar que NO siempre está bueno jugar con, sobre todo, tantos estilos diferentes porque a fin de cuentas siempre va a haber uno que no cuadre, que se note exagerado y que sólo sirva de relleno. LEER Jungle Cruise: Disney en piloto automático Ahora bien, ésta característica principal e insoslayable podría haberse maquillado un poco mejor si el resto de los elementos que se necesitan para hacer una película fueran, de mínima, regulares. Lastimosamente la narrativa está acompañada en un 90% por canciones hit de los años 70 totalmente anti climáticas y fuera de contexto con lo que está sucediendo en pantalla, tiene una sobre implicación constante de temas que no lo precisan, recursos literarios como la voz en off que acompañan el relato sin ningún tipo de propósito y una falta de sentimiento inexplicable para lo que Disney dice ser de sí mismo. Es una película que no propone nada nuevo en ningún aspecto y que está sólo para pasar el rato. Otro aspecto cuanto menos cuestionable es la duración ya que las más de dos horas de metraje se hacen excesivos y si bien nunca llega a aburrir, junto con el vestuario y diseño de producción quizás sus mayores virtudes, se termina haciendo bastante pesada. Por supuesto que el film cuenta con un suculento elenco de estrellas como la propia Emma Stone acompañada de Emma Thompson, Mark Strong y Paul Walter Hauser, y su calidad como artistas está fuera de discusión pero que terminan siendo atraídos por un guion escrito con los codos por más esfuerzos que hagan y onda que le pongan, no hay un sólo personaje que no termine, por lo menos, generando exasperación en el espectador. Cruella seguramente quede en el recuerdo cómo la película que quiso ser más de lo que podía otorgar e intentó marcar un impacto desde lo estético. También es la que se olvidó de aquello que las buenas películas se destacan: Saber cómo contar una historia, hacerlo de forma interesante y generar interés por los personajes.
Cruella es un paso adelante en el tratamiento de los villanos y sus orígenes en las películas de Disney, que bien podría tener un poco más de decisión pero que no adolesce de garra. Por mi parte y sin lugar a dudas pasa a ser mi favorita de estos remake y solo pienso en la experiencia que pudo haber sido en una pantalla grande de cine.
Esta entretenida película acerca de los orígenes de una de las villanas más famosas de Disney es una historia de amor-odio entre dos divas que se pelean por triunfar en el mundo de la moda en la Londres de los años ’70. Con Emma Stone y Emma Thompson. Como bien decía el filósofo uruguayo contemporáneo Jorge Drexler, «nada se pierde, todo se transforma». Ese concepto cíclico del tiempo, esa especie de versión industrial del budismo en el que últimamente se ha especializado Disney, tiene su más reciente ejemplar en CRUELLA. El film es uno de los más ambiciosos, además, dentro de los que trabajan en esta idea del reciclado y remixado que propone la empresa: tomar personajes clásicos de sus propias películas, reformatearlos, reubicarlos en momentos específicos de la historia real y hasta dentro de la historia del cine. Supermercado del refrito, relectura de la relectura, películas como la de Craig Gillespie funcionan como un «mezcladito» de referencias infinitas. «Todo tiene que ver con todo«, como decía Pancho Ibáñez, otro filósofo contemporáneo de ideas no tan audaces como su clásico bigote. Uno puede discutir esta filosofía industrial como principio, pero está claro que no hay forma de evitarla: llegó para quedarse. Resta ignorarla o considerar a cada película dentro de lo que proponen esos parámetros. Y en ese sentido, la película de Gillespie (I, TONYA) cumple con la mayoría de los requisitos del caso: se parece a mil cosas y a la vez logra tener algo de entidad propia, de gracia, de algo parecido a la vida. Cruella De Vil –tal su nombre completo luego de, bueno, ya verán– se suma a la línea de precuelas, «origin stories» de villanos clásicos, la nueva bolsa de reciclado de la cual sacar protagonistas cuando los héroes ya se agotaron. Como pasó con MALEFICA o JOKER, las películas que cuentan el «trauma originario» que convirtió a alguien en una malvada criatura siempre se permiten ser un poco más oscuras que las de los más ejemplares héroes, por más perturbados que estos vengan. Pero no hay nada aquí que no existiera en los viejos cuentos de hadas en los que historias como estas se apoyan. Quizás en estos tiempos tan descafeinados algunos pueden tener la impresión de que hay cierta «densidad» en lo que aquí se cuenta, pero cualquiera que haya sobrevivido a BAMBI sabe que esto es, literalmente, un juego de niños. Mezcla rara de Siouxsie, Blondie, Lady Gaga y Vivianne Westwood, la protagonista de esta historia es una niña intensa y un tanto desaforada con pelo bicolor que responde al nombre de Estella y que, como corresponde al género fairy tale, es hija de una amable y esforzada madre que se sacrifica por ella. La voz en off de Emma Stone (que la encarna de adulta) va narrando los inicios de su historia, sus problemas en el colegio y (SPOILER ALERT si no quieren saber NADA DE NADA) el viaje a Londres de ambas que termina con su madre asesinada por un trío de entrenados y violentos dálmatas en una fiesta que tiene lugar en un lujoso caserón. La pequeña se culpa a sí misma de esa muerte y, una vez en Londres, termina viviendo con un par de ladronzuelos callejeros en plan Dickens de la década del ’70 (Joel Fry y Paul Walter Hauser). Los tres se dedican a robar billeteras y joyas pero la pasión de Estella es la moda y, mediante una de estas trampas, consigue entrar en ese universo. Su estilo arriesgado y callejero (la película transcurre en un universo similar al de VELVET GOLDMINE aunque procesado para toda la familia y sus referencias estilísticas son el glam y el punk británico de los ’70) convence a la llamada Baronesa Von Hellman (Emma Thompson) de darle una oportunidad en su prestigiosa casa de modas. Y la relación entre ellas pasa de la admiración al odio en menos de lo que dura una canción de David Bowie. La Baronesa es una versión extrema de lo que Estella puede llegar a ser y lo que, sabemos, será en el futuro (bah, pasado en realidad) dentro del mundo Disney. Cínica, talentosa, despiadada y, claro, cruel, la madama de la moda funciona como espejo y reflejo del personaje de Estella, su versión veterana y consagrada, a lo Anna Wintour. Y si bien las dos actrices están perfectas en sus respectivos roles, uno podría pensar que las contrataron porque el hecho de que ambas se llamen Emma le daba a la trama una resonancia –y un guiño cómplice– aún mayor. En algún momento, Estella dará rienda suelta a ese alter-ego más brutal suyo por el que se la conoce mundialmente. Se dejará su color de pelo natural a lo Charly García y hasta cambiará su forma de hablar para, de algún modo misterioso, tornarse irreconocible para la siempre muy despabilada Baronesa. Allí ya lo que le importará no será tanto triunfar en el mundo de la moda (algo que de todos modos hace gracias a sus situacionistas performances callejeras) sino arruinarle la vida a su némesis favorita, algo que también funcionará al revés. Y están los perros, claro, que siempre andan por ahí para recordarles a los espectadores que esto, amigos, es parte del Disney Cinematic Universe. En un ritmo de permanente movimiento scorseseano de cámara que además imita –y hasta exagera– la costumbre del maestro de coleccionar grandes éxitos del rock de la época en la que transcurren sus películas, CRUELLA propone un cóctel de referencias que incluye también la comedia negra británica de ladronzuelos (toda una especialidad de la casa Ealing), los más oscuros cuentos góticos llenos de personajes tenebrosos y la comedia de enredos clásica en la que se lucen especialmente las dos protagonistas. Se sacan chispas, dirían los antiguos comentaristas del gremio. CRUELLA es un producto bastante efectivo –aunque excesivamente largo y con algunas escenas incomprensibles– dentro de esta factoría de remezclas disneyficadas de la cultura contemporánea. Para muchos será raro escuchar clásicos de The Clash, Bowie o Iggy Pop usados como leit motifs (sí, «I Wanna be Your Dog» se usa para lo que imaginan) de un personaje famoso por un dibujo animado de Disney. Pero convengamos que el glam y el punk son hoy una industria como cualquier otra y todo ese mundo ya funciona más por sus referencias audiovisuales (canciones, moda, diseño) que por los conceptos que los vieron nacer. Hoy es solo un gesto corporativo: entretenido, fugaz, tan revulsivo como la camiseta de God Save the Queen publicada en una historia de Instagram. O como esta película sobre una chica punk que, en lugar de No Future, se pinta en la cara exactamente lo contrario.
Revisionismo fresco y audaz de la icónica villana de Disney Ante el cierre de las salas de cine por la pandemia, Disney+ estrenó Cruella vía streaming. El nuevo live action dirigido por Craig Gillespie y liderado por Emma Stone cuenta la historia de origen de la malvada antagonista de 101 dálmatas. Efectiva y con interesantes giros argumentales -que la asemejan a la aclamada Joker, de Todd Phillips- el realizador australiano Craig Gillespie da en la tecla con Cruella gracias al fantástico dueto actoral entre Emma Stone y Emma Thompson, protagonistas de una buena historia que no teme ingresar en zonas oscuras y traspasar la barrera de películas aptas para todo público. Estella (Emma Stone) es más bien una antiheroína: una joven inteligente de niñez traumática, delincuente pero encantadora, que sueña con aprovechar su potencia creativa para convertirse en diseñadora de moda. La verdadera villana es la Baronesa von Hellman encarnada por la brillante Emma Thompson; la inescrupulosa reina de la alta costura del ambiente londinense. Internándose en una trama de engaños y sabotajes para vengar su pasado, Estella muta lentamente en su Cruella de Vil interior. Tal como en la cinta animada los secuaces de Cruella, Horacio (Paul Walter Hauser) y Gaspar (Joel Fry) terminan siendo arrastrados hacía la oscuridad por la joven con tendencias maníacas y obsesionada con la piel de los perros dálmata. Alejada de la fórmula de La noche de las narices frías (1961) y 101 dálmatas (1996), Cruella toma un camino arriesgado con resultados más que aceptables y una estética punk que le sienta a la perfección. Oración aparte merece el excelente soundtrack que acompaña a la historia de origen con clásicos del rock de los '70. Emma Stone entrega cuerpo y alma en una Cruella que lucha contra su maldad y carga con una dolorosa historia personal. Un personaje humanizado y perdedor, capaz de generar empatía y cariño sin caer en lugares comunes de sensiblería molesta. En la contracara, la experimentada Emma Thompson carga con el rol villanístico y sarcástico: su nombre es sinónimo de calidad y esta no es la excepción. Para sorpresa de los más escépticos, Cruella es atrevida y refresca un historial de tropiezos en la cruzada de Disney por revivir todos sus clásicos acercándolos a las nuevas generaciones.
Cruella: blanco sobre negro En menos de diez minutos, Cruella -artefactonto a niveles dementes- prueba ser científicamente mala. Cine acomodaticio, obsceno, de lenguaje prefabricado, hecho para un mundo en el que ofrecen “campamentos virtuales para toda la familia”, para un mundo en el que la rebeldía y lo extraordinario son reprimidos a diario -también desde los diarios- en aras de “defender la diversidad”. Un mundo en el que los niños son abollados impunemente, también mediante estas películas abominables, estos insultos a la inteligencia, estos intentos de pasar por punks. Corte, cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento, otro corte, otra vez cámara estabilizada en movimiento. Y así y así y así. Lenguaje prefabricado, adaptado a “los tiempos”, comandado por un director que ya tenía antecedentes pésimos e inanes como Lars y la chica real. A veces la cámara se detiene un poco para que se diga alguna obviedad sobre filiación robada a Star Wars y al manual de psicología más básico. Y a veces hay música y caminatas para copiar a Velvet Goldmine (todo degradado, claro). Y copias a El diablo viste a la moda y a Zoolander; así “toda la familia” tiene algo de qué agarrarse, no sea cosa que Largo y el Tío Cosa se quejen, o Dedos o Morticia. Emma Thompson acierta mayormente los tonos de su personaje, y también Mark Strong: ambos parecen actuar en otra película distinta a la que se entrega absurdamente el resto del elenco; o quizás Thompson y Strong sean los que estén mal y el resto bien, si total esto es un detrito de todo, también de modos actorales. Con frecuencia hartante hay obscenidad para mostrar todas las canciones -ya usadas muchas veces antes y mejor- que se les ocurrió comprar -y son muchas y muy caras- y embaucar a unos cuantos. Y a veces hay digitalitis en modo de módicas dosis (los dálmatas) o en modo diarrea (los murciélagos), o en modo de explicación del twist final (hay varios twists y nada de dicha en movimiento). Y hay explicaciones laterales con flashbacks concebidos en lo más profundo de los infiernos explicativos. Los dálmatas son malvados pero salvados... por favor, hay que ser mercenario para decirle que sí a cada uno de los vientos (los pedos) que hacen así de fétido a este cine. Hay que justificar a los villanos de siempre: bueno, dale, hagamos Maléfica y también Cruella, unos mamotretos colorinches psicologistas para que las marcas que ya están probadas y explotadas y extenuadas tengan una sobrevida. Ah, mirá vos, Maléfica era mala porque tal cosa. Ah, che, Cruella era mala porque tal otra. Copado, dale, hagamos que vaya al lugar del trauma, creo que eso no se hizo nunca. ¿Y si hacen cine? ¿Y si prueban con que les guste el cine antes de meterse en él? Parece que Cruella es buena porque es inusual y oscura para Disney. ¿No vieron La bella durmiente? ¿No vieron Fantasía? Y en todo caso ¿no vieron Velvet Goldmine? ¿Y Sunset Boulevard? Vean cine y no este artefactonto. Bah, hagan lo que quieran, yo me voy a patear tachos de basura.
Audacia, humor negro y terrorismo fashion con una Emma Stone encantadoramente punk.