Torrentes de amor. Desmadre, fragmentos de una relación es un documental sobre madres e hijas. Pero aunque como tal es realmente muy bueno, su verdadera gracia radica en que parece una ficción por lo gracioso y emocionante que llega a ser por momentos. Reírse como en una comedia, emocionarse hasta las lágrimas, cosas que los guionistas buscan desde el nacimiento del cine y que Desmadre logra con una absoluta naturalidad. Sí, es un documental, pero trabaja en diferentes niveles, lo que le permite entrar y salir de las reglas del documental y por momentos ver todo como una ficción. La historia es la de la directora Sabrina Farji, sus dos hijas y su madre. Tres generaciones de mujeres que sirven para tratar el vínculo entre madres e hijas. Desmadre es un documental que narra la historia de cómo se filma dicha documental, lo que aporta un constante metalenguaje que llega incluso a discutir la naturaleza del documental, no el que se está haciendo, sino todo el documental. Pero siempre con una transparencia absoluta, siempre de forma entretenida e interesante. Con lo que describí hasta acá queda claro que es una película muy compleja y profunda, aun cuando jamás se vuelva pomposa o se tome a sí mismo como algo importante. A lo mencionado hay que agregarle testimonios a cámara de muchas madres de diferentes edades, de diferentes características, todas ellas contando con emoción, sin emoción, con tonos muy variados, su experiencia con la maternidad y el vínculo con sus hijas. Y hay más, claro, porque la película suma más capas cuando agrega videos caseros, esa forma amateur de documental que aquí cobra una importancia fundamental para el sentido de la película. La película no es una oda a la maternidad ni una bajada de línea que busca idealizar la condición de madre. Tampoco lo demoniza, simplemente lo describe con todos sus detalles. Así como también el deseo de no ser madre, llegado el caso. También se percibe como cambian los roles de la mujer en la sociedad generación tras generación. No lo hace solo con los testimonios, sino con todo lo que vemos en la pantalla. Siempre, que quede claro, con un brillante y lúcido sentido del humor y la capacidad de la directora de reírse de sí misma. Con las peleas, las charlas, las historias, los paseos, los chistes, los reclamos, las dudas, las contradicciones, las cuatro mujeres protagonistas terminan armando una reflexión sobre los vínculos entre madres e hijas que tiene la potencia y la profundidad de un biblioteca sobre el tema, pero a la vez es la más lúcida y simpática de las comedias que uno pueda imaginar sobre esta temática. Es más, las comedias sobre este tema resultan poco absurdas y graciosas, comparado con esta película. Pero también, y que quede claro, todo el film está atravesado por el amor que esas mujeres se tienen. Qué el film tenga el atrevimiento de mostrar momentos más oscuros o menos simpáticos de los personajes, no hace más que hacer que nos encariñemos más con ellas. La ficción tienen sus métodos para contar historias, pero de tanto en tanto el documental nos recuerda que la verdad es muchas veces más graciosa y disparatada de lo que puede escribir un guionista. Desmadre es una maravilla que nadie debería perderse, más allá del vínculo que tenga con su madre, porque tiene todos los ingredientes de una excelente película.
Sabrina Farji analiza uno de los vínculos más esenciales de la vida en familia, exponiendo y exponiéndose a la mirada ajena sobre su propia maternidad. Por momentos el descarnado relato genera tensión sobre el recorte que ha decidido hacer sobre ella y los suyos. Para alivianar un poco ese conflicto, incorpora entrevistas y testimonios de mujeres que han decidido asumir su maternidad sin preconceptos y mucho menos manuales. Farji, su madre y sus hijas configuran un relato honesto sobre el amor incondicional.
Hijas y Madres Lo fragmentario implica siempre disolución, ruptura de algo consolidado. Una familia pasa por tantas etapas de fragmentación como de unidad y de ahí la pregunta sobre los vínculos, las relaciones de madres con hijas y el cine desde su espacio privilegiado para recortar la mirada. Motivos más que interesantes para tratar de reflexionar desde el registro documental y con el cuerpo sobre los propios vínculos y roles de hija, madre, directora de cine y mujer. Desmadre… es un desmadre porque hace del caos de los afectos su espacio cinematográfico. Sabrina Farji con una cámara y la necesidad de documentar su viaje alrededor de su familia, su hija mayor Zoe con otra cámara para plantear las preguntas que más molestan y una tercera cámara para dejar en claro que cuando el riesgo se asume desde lo estético y la imperfección forma parte de la insistencia de querer registrar momentos de verdad todo se vuelve impredecible y fascinante, como las relaciones humanas y el amor que pese a las crisis y a los cambios de piel o humores terminan por sostenerlas.
Una familia normal La realizadora argentina Sabrina Farji (Eva & Lola, 2010] explora con su primera película documental en la relación entre madres e hijas a través de un retrato familiar con una honestidad brutal como pocas veces el cine mostró. Leonor Schlimovich, Zoe Trilnick Farji, Joelle Levy Farji y Sabrina Farji son las cuatro mujeres que componen el núcleo familiar femenino. Abuela, madre e hijas. Tres generaciones que emprenden un viaje juntas a la ciudad de Paraná para la realización de un documental será el eje de esta road movie que le servirá a Farji para reflexionar sobre un vínculo que se nutre de un amor-odio incondicional. Desmadre, fragmentos de una relación (2017) como su nombre lo indica está hecha con fragmentos de la propia vida pero también con testimonios de madres e hijas que sirven como nexo entre cada uno de esos fragmentos. Desmadre, fragmentos de una relación tiene varias aristas interesantes desde donde abordarlo. Es documental en primera persona, es una road movie, es cine dentro de cine y también es la forma catártica que eligió una familia para sanear la relación. Una directora está haciendo un documental sobre madres e hijas y empieza a investigar con las que tiene más cerca: su madre y sus dos hijas. Sin ningún prurito se exponen todos los choques que la relación provoca. Pero también la incondicionalidad de un vínculo imposible de romper. El guion implica un viaje a la ciudad de Paraná en Entre Ríos, ciudad donde nació Leonor, la mayor de toda la familia. Serán unos cuantos días donde las cuatro deberán convivir, con el plus de estar en medio del stress de una filmación y donde habrá más tiempo para las peleas, las demandas, los reproches y también las reconciliaciones. Farji construye una película sensible tan personal como honesta, donde parece no existir el miedo a la exhibición de una parte de la vida que muchos tratarían de ocultar. Y no porque esté mal mostrar la intimidad familiar sino porque en la mayoría de los casos se prefiere esconder lo malo. Relaciones en la que los negros y grises no existen. Desmadre, fragmentos de una relación no es eso, sino la vida misma.
El vínculo madre-hija suele figurar entre las tramas más populares. Se lo romantiza, estamos acostumbrados a ver relaciones inalterables que pueden superar cualquier obstáculo. Madres que dan todo por sus hijos, finales felices llenos de abrazos y comprensión de los roles. Lo cierto es que la realidad es mucho más compleja. Sabrina Farji recorre la relación con su madre mientras es acompañada por sus hijas. Un documental sencillo que conecta inmediatamente con las vivencias de cada una de nosotras.
La directora de Cielo azul, cielo negro, Cuando ella saltó y Eva y Lola incursiona en el documental con esta película sobre relaciones entre madres e hijas. En verdad, no se trata de un documental puro, sino de un híbrido que incluye elementos ficcionales con una suerte de road movie que registra el viaje que la propia directora emprende junto a su mamá, Leonor, y a sus hijas, Zoe y Joelle, rumbo a la ciudad de Paraná. Tres generaciones de una familia que intenta sanar ciertas heridas (léase rencores y reproches acumulados) en una experiencia casi catártica. El film es muy descarnado y emotivo cuando apela a lo autobiográfico, pero pierde parte de su fuerza y frescura cuando apela a testimonios de otras mujeres que hablan de sus experiencias como madres e hijas. Es decir, la dimensión íntima (que incluye fragmentos de viejas home-movies) resulta más valiosa que cuando la realizadora apuesta por una veta intelectual o el ensayo sociológico. "En este momento soy la madre de mi madre", dice una de las tantas mujeres que hablan a cámara. Es que Desmadre: fragmentos de una relación es, también, una reflexión sobre el paso del tiempo, sobre cómo van modificándose los lugares, las responsabilidades y hasta los mandatos familiares. Una película de una honestidad brutal a la hora de (re)pensar el lugar de la mujer y que sintoniza con estos tiempos de profundos cambios y replanteos.
Es el primer largometraje documental de una creadora multidisciplinaría como Sabrina Farji, que se atreve a hablar, con honestidad brutal y sorprendente, del vínculo materno en crisis, el suyo con sus hijas y con su madre, en un momento de cambio que pone todo en movimiento, sentimientos, competencias y recuerdos. Asistimos así al armado del documental, con un interesante detrás de escena. Pero también a un sinceramiento profundo del vínculo de la realizadora con su madre, a quien acompaña a un viaje de reencuentro con vivencias, a situaciones emotivas, a negativas al sinceramiento que sin embargo aflora con una autenticidad única. Y también están las jijas de la directora, asistentes y colaboradoras de la película, pero personales y severas, especialmente la mayor, en juzgar sin concesiones a su progenitora. Y no faltan opiniones de profesionales y testimonios de otras mujeres con sus niños para terminar de redondear un mundo complejo, atrayente y revelador. Un trabajo redondo, complejo, atrayente e inteligente.
Una mujer en la doble línea de fuego En su autodocumental, Farji expone la conflictiva relación con su madre, por un lado, y sus dos hijas, por el otro. Y a ese eje le suma otros hilos narrativos: unos flashes en los que mujeres anónimas definen su relación con madre e hija y otros con psicólogas y biólogos. Tomando prestado el título de un film previo, dirigido por Juan Pablo Martínez y Jazmín Stuart en 2011, en Desmadre la realizadora Sabrina Farji (Cielo azul, cielo negro; Eva y Lola) se pregunta por la relación entre madres e hijas. Lo hace, tal como indica el subtítulo, de modo deliberadamente fragmentario. El eje es un autodocumental, como suele llamarse a los docs en los que los realizadores se incluyen como protagonistas. En él, Farji expone la conflictiva relación con su madre y dos hijas. A ese eje se suman otros dos hilos narrativos: una serie de flashes en los que mujeres anónimas definen su relación con madre e hija, y otra serie, en la que la realizadora entrevista brevemente a especialistas en el tema, que van desde psicólogas y estudiosas de género hasta biólogos, que se refieren al rol de madres y crías en el reino animal. No es que estas líneas narrativas perturben, pero la pregunta es si no hubiera sido preferible dedicar el total del metraje al autodocumental, que contiene algo de lo que los otros fragmentos carecen: drama en vivo. “De 100 veces que te llamo por teléfono, 99 no atendés”, reprocha Leonor Schlimovich, alias Chochi, a su hija Sabrina, ante el estupor de ésta, que ríe de asombro. Lo de abuela Chochi es un reproche permanente, hasta el punto de que está siempre trompuda. Imperdible la escena en que durante unos cinco minutos le impugna, a una señora a la que el cronista no pudo identificar, cada palabra emitida. Los padres como espectáculo cómico son una tradición de este subgénero: recordar a los de Woody Allen en Wild Man Blues (1997) y a los de Martin Scorsese en Italianamerican (1974). Más atribulada que cómica se la ve en cambio a la realizadora, en su papel de mamá de la veinteañera Zoe y la teenager Joelle (¿no se le trabará la lengua a Sabrina Farji cuando quiere llamar a sus hijas a la mesa?). Está todo bien con Joelle, que en alguna escena abraza fuerte a su madre. El conflicto es con Zoe, que discute, refuta o se burla de todo lo que su madre hace o dice. Otra buena escena: una en la que ambas concurren a un tarotista, para ver si pueden destrabar un poco la relación. No pueden. PUBLICIDAD En su rol de hija, Farji decide llevar a todo el grupo familiar (padre no hay, como en nueve de cada diez películas contemporáneas) a Paraná, Entre Ríos, donde Leonor nació y vivió su infancia. En otro sketch involuntario, la realizadora intenta pescar en el Paraná y no puede ni desenredar el hilo sisal. Lo cual dará ocasión a Zoe, claro, de sugerir que mamá no hace nada bien. Sabrina Farji: una mujer en la línea de fuego del doble reproche. “En casa es distinta a como se muestra en público”, advierte su mejor hija-enemiga, abriendo el juego a otra clase de relaciones –entre lo visible y lo verdadero, entre el campo y el fuera de campo, entre lo documental y lo ficticio– que Desmadre también trata. A su turno, las entrevistas a especialistas no van más allá de las teorizaciones esperables, mientras que la de los testimonios es seguramente la zona más endeble del documental. Sentadas frente a cámara sobre fondo negro, las mujeres anónimas que definen en una o dos frases su relación con madres o hijas se parecen demasiado a esos “tipos” y generalizaciones con las que suele trabajar la televisión, no el cine.
En general, cuando uno elige ver un documental, lo hace por dos razones: le interesa la temática, o hay alguna característica puntual (el director, algún comentario previo, un amigo que trabaja ahí, etc) que nos impulsa a verlo. Y convengamos ademásque el relato documental en Argentina es costoso. Hay pocos recursos para financiarlos (no es que no existan pero sus presupuestos son exiguos), muy poco mercado y casi nada de dinero para una distribución inteligente. Y además, sabemos por experiencia que al público mainstream, le cuesta elegir este género. Prefiere, naturalmente, el balde de pochoclo y el entretemiento asegurado. No existe una cultura que convoque a este tipo de propuesta (y creo que esto es un tema global, con seguridad)... ¿Por qué inicio una review así? Bueno, esta introducción es sólo para decirles que "Desmadre", de Sabrina Farji, es una propuesta que muestra como podés explorar un campo del conocimiento (en este caso, la maternidad a la luz de las diferentes generaciones) con frescura, de manera original, divertida, amena y a la vez, profunda y reflexiva. Con recursos modestos pero sólidos y atractivos. Todos hemos pasado por los debates familiares sobre el vínculo madre-hija y se han escrito inconmesurables ríos de tinta sobre ellos. Farji, elige posicionarnos en su propio núcleo. Su mamá, la mamá de su mamá. Y su hija mayor, Zoe. Pone en cada cruce de personajes, registro a través de una cámara e investiga en cómo se van estructurando, las interacciones diarias, mediadas por lo vincular. Es decir, vemos como funciona cada relación (los reproches, cuánto lugar!) y cómo se despliega el campo de expresiones en ese recorrido. Y les garantizo que es muy divertido. Casi que me atrevo a decir que parece guionado. Pero no. Un viaje a Paraná une a las generaciones de mujeres y saca a relucir, cuanto se quieren y cuanto les cuesta aceptar las diferentes perspectivas de la vida, más que nada por temas de la edad y la experiencia. "Desmadre, fragmentos de una relación" es un buen vehículo para actualizar nuestras visiones sobre la relación madre-hija de una manera poco convencional y efectiva. Una gran película y en formato documental, gran oportunidad para hacer visible al género. Muy buena.
Para reflexionar sobre los vínculos familiares, en especial los de madres e hijas, una directora de cine decide organizar un paseo con su propia madre y sus dos hijas a la ciudad natal de aquella, que ya hace uso y abuso de la impunidad de los veteranos para decir lo que se le canta. Y las nietas no se quedan atrás. El resultado: días de convivencia forzada, de confesiones, acusaciones y reconciliaciones, donde todas se sacan chispas, cometen sincericidios tremendos, se turnan para mufarse, o se bancan. Y se quieren. Aun en medio de los rezongos, los reproches y las burlas, se quieren. A fin de cuentas, eso es una familia. Y esto es algo así como una comedia, a veces disparatada, a veces medio sentimental. Pero no una comedia con actrices profesionales que recitan un libreto. Es un documental. La directora Sabrina Farji, pone la cara y carga con sus dos hijas, Zoe Trilnick y Joelle Levy, y con la madre, impunible, regocijante, lúcida y mezquina doña Leonor Schlimovich. Se filman, las filman y, para mayor interés, la edición final se enriquece con testimonios intercalados de algunos especialistas y, sobre todo, muchas madres e hijas con las más diversas experiencias y opiniones.
Todo comienza con un grupo de mujeres hablando a cámara, nos van ubicando de que se trata este film, como se obtuvo el subsidio del INCAA, su relato contiene con un corte familiar y están las relaciones entre madres e hijas, madre, abuela e hijas y nietas (Leonor Schlimovich, Zoe Trilnick Farji, Joelle Levy Farji y Sabrina Farji). Dentro de su desarrollo vemos los vínculos, distintas madres, testimonios de varias mujeres como las que no quieren tener hijos y las que dicen que es maravilloso ser madre. En este film se pueden ver: los mandatos de la vida, ser madre es un amor incondicional, lo que significaba ser divorciado en una época, los que callan, el aborto, el recuentro con familiares, entre otros. La cámara es una protagonista más, va siguiendo a cada personaje, las intérpretes juntas realizan un viaje al Paraná, las relaciones toman su intensidad, entre el viaje, la convivencia, surgen recuerdos, reproches, antipatías del pasado, entre otras situaciones. Cada una tiene sus sueños, anhelos y deseos, estos fragmentos de vida resultan emotivos, divertidos y en varios de ellos algunos espectadores se pueden sentir identificados.
“Desmadre”, de Jazmín Stuart y Juan Pablo Martínez Por Ricardo Ottone Sabrina Farji debutó en el largometraje de ficción con Cielo Azul, Cielo Negro (2003), co-dirigido con Paula de Luque, y continúo su carrera ya en solitario con Cuando ella saltó (2007) y Eva & Lola (2010). Desmadre, fragmentos de una relación es su debut en el largo documental aunque aplica también recursos del cine de ficción que en este caso enriquecen la propuesta. El tema del documental es la maternidad o más precisamente las relaciones entre madres e hijas, pero lo interesante es que Farji no lo encara desde un punto de vista abstracto o genérico sino que lo que decide es poner el cuerpo. En consonancia con el auge de documental en primera persona, que dio algunos de los mejores ejemplos del género en el cine argentino de los últimos años, la realizadora pone en juego su propia subjetividad, se coloca a sí misma en el centro no solo como narradora sino como protagonista y comparte además ese protagonismo con su propia madre y sus dos hijas. Para encarar el tema la realizadora va de lo particular a lo general para, desde la puesta en escena de sus propios vínculos, entender mejor lo que puede haber de universal en los mismos. Y si hablamos de puesta en escena es porque efectivamente algo del cine de ficción también entra en juego. Las cuatro mujeres viajan a Paraná, la ciudad de origen de la madre y viven allí diferentes situaciones como la visita a parientes, a la casa de niñez de la madre o una excursión de pesca a orillas del río. Situaciones planteadas que tienen algo de puesta en escena al punto que en un momento se genera la discusión entre Farji y una de sus hijas acerca de cuánto de los que están haciendo es realmente documental o ficción y en qué medida todo no es en realidad ficción. Al mismo tiempo entra en juego el azar y lo imprevisible, algo que no sorprende tratándose de las relaciones. Allí toma sentido el juego de palabras implícito en el título: el film se desmadra, adquiere vida propia más allá de las intenciones iniciales y de la voluntad de control o no de su autora. Pero Farji no retrocede ante ello porque una vez planteada la dirección a seguir y más o menos clara la premisa decide seguirla hacia donde está la dirija. Ante la emergencia de la tensión y el conflicto no le rehúye y deja que este hable con todo lo lindo, feo, gracioso o incómodo que tenga para decir. En su compromiso como realizadora no teme exponerse o quedar mal parada, o incluso ceder la voz. Así es como una de sus hijas, la que más le discute y la cuestiona, es la encargada de la segunda cámara y sale a filmar y decir lo que tiene que decir sin ninguna diplomacia, con lo cual el film pasa a convertirse en un documental en primera persona pero del plural. Justamente el conflicto es todo lo problemático que uno puede Cielo Azul Cielo Negro, Paula de Luque, Cuando ella saltó, Eva & Lola, Desmadre fragmentos de una relación, DESMADRE FRAGMENTOS DE UNA RELACIÓN, Sabrina Farji, Leonor Schlimovich, Zoe Trilnick Farji, Joelle Levy Farji, Sabrina Farji, Sabrina Farji, Connie Martin, Karina Camporino, Ezequiel Brizuela, María Vacas reconocer en la vida cotidiana pero también es una de las bases de un buen relato y rinde muy bien en pantalla. Las escenas de conflicto, discusión y palos sutiles o enfrentamientos directos entre Farji y su madre e hijas pueden ser embarazosas pero también muy divertidas alcanzando a veces ribetes desopilantes. De ahí el otro elemento que hace interesante el film es la presencia del humor, que aunque no se lo esté buscando en el momento del rodaje, la realizadora tuvo el buen criterio de reconocer su valor y aprovecharlo. A favor de este resultado están los personajes, si cabe llamarlos así, ya que la madre y las hijas tienen una riqueza y un protagonismo que rivaliza y por momento supera el de la directora. Hay algunos recursos más propios del documental más clásico, como entrevistas a varias mujeres que responden a preguntas acerca de sus propios vínculos como madres e hijas como una forma de abarcar o completar el tema para terminar dando cuenta precisamente de lo inabarcable del asunto. En el mismo sentido están las entrevistas a profesionales varios, entre otros un biólogo, una pediatra, una psicóloga, y hasta un terapeuta transpersonal. Pero donde este recurso mejor funciona es cuando se lo refiere a los vínculos particulares como cuando al terapeuta transpersonal, que ya es un personaje de por sí, analiza la relación entre Sabrina y su hija. “No sabes en lo que te metes” se ve que le dicen a Farji cuando habla del proyecto. Si no sabía dónde se metía, en todo caso demuestra que supo qué hacer con ello. No se avergüenza ni se amilana (o por lo menos no lo demuestra) y va de frente ante lo que le surge. Así es cómo logra uno de los documentales más originales y frescos del reciente cine argentino. DESMADRE, FRAGMENTOS DE UNA RELACIÓN Desmadre, fragmentos de una relación. Argentina, 2017. Dirección: Sabrina Farji. Intérpretes: Leonor Schlimovich, Zoe Trilnick Farji, Joelle Levy Farji, Sabrina Farji. Guión: Sabrina Farji. Fotografía: Connie Martin. Música: Karina Camporino. Edición: Ezequiel Brizuela. Producción: sabrina Farji. Producción Ejecutiva. María Vacas. Duración: 73 minutos.
La maternidad se ha convertido en un asunto crucial por estos días. Y el documental, como género, en una posibilidad terapéutica, a tal punto que es muy frecuente hallar numerosas reflexiones, deconstrucciones y tejidos discursivos sobre lo íntimo, lo privado, lo familiar. La película de Sabrina Farji se encuadra dentro de esta vertiente, en la cual la catarsis enunciativa de las imágenes parece compensar situaciones al borde del estallido. Tres generaciones de mujeres comparten un viaje y esa experiencia se intercala con otras mujeres hablando a cámara sobre los vínculos maternos. No se trata de una celebración precisamente sino de voces en primera persona que pueden ser disidentes y contundentes en torno a las relaciones madre/hija, incluidas las de profesionales. En esta lógica, y como en toda familia, el documental contiene altibajos. Hay zonas de interés y otras poco factibles de involucrar demasiado al espectador, dada su naturaleza narcisista. Es el riesgo al que están sometidas este tipo de propuestas donde lo privado ocupa todo el dominio de la pantalla. Ciertas tensiones entre las mujeres captan la atención, al igual que algunos testimonios incluidos, sin embargo, la representación insistente de momentos cotidianos hace ingresar a la película en un terreno de banalidad y esquematismo no siempre empático. Por ello, la historia fragmentada levanta vuelo durante el viaje, porque allí hay una exploración hacia lo indeterminado que no solo pone en jaque los estereotipos en torno a la identidad de las mujeres y los roles familiares, sino a la idea misma de realización. Tal movimiento se desenvuelve frente a cámara con fricciones y afectos despojados de espectacularidad. El mismo concepto de actuación queda subvertido a favor de una naturalidad a la que hay que acostumbrar la mirada. Puede haber una premisa, puede haber un objetivo, pero lo que muestra en forma permanente Desmadre. Fragmentos de una relación es que lo que prevalece es la búsqueda y que el camino se hace andando. De allí la naturaleza ensayística, imperfecta y despareja de la película, un signo que no debe verse como algo negativo. Por el contrario, es una productividad que funciona por tramos, pero que no deja de ser estimulante. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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Las relaciones humanas de cualquier tipo son un tema complejo de tratar, porque cada uno tiene su carácter, personalidad, modo de pensar, etc., distintos. Y no se trata sólo de que las diferencias provengan de personas más o menos conocidas entre sí, sino que abarca cualquier grado de parentesco, como es el caso de las madres e hijas que es tratado en éste documental. A Sabrina Farji le surgió esta idea de abordar el universo femenino, desde el punto de vista de la maternidad, con sus cosas buenas y malas, porque ella tiene una madre llamada Leonor y, a la vez, tiene dos hijas, Zoe y Joelle, con las consecuencias lógicas de que se ocasione rispidez en cualquier momento. Para intentar comprender y recomponer ciertas aristas complicadas que deterioran el nexo familiar, la directora decide llevar a cabo una película donde las cuatro, en mayor o menor medida, buscarán limar asperezas. Con algunas charlas en Buenos Aires, que se dan entre ellas, más las entrevistas a mujeres desconocidas que son hijas o madres y, para darle más seriedad al asunto, algunas profesionales de distintas ramas, vuelcan sus testimonios, opinando y expresando sus sentimientos con respecto a este tema, la narración se traslada a la ciudad de Paraná, lugar de nacimiento de Leonor. Allí estarán unos días alojándose en un hotel, reencontrándose con parientes y viendo fotos viejas, o visitando sitios que fueron muy importantes para la madre de la realizadora, Durante la compaginación va mezclando antiguos videos caseros con imágenes actuales todo sin música, la que recién aparece al final. La prioridad es la palabra, la cualidad que tiene la mujer para verbalizar todo lo que le pasa aquí lo vemos en su máxima expresión. Mantener una convivencia estable entre las cuatro es una tarea desgastante. Frente a cámara intentan sanar las heridas, pero ponerse de acuerdo es una tarea titánica. El relato, con un ritmo que entretiene porque en su mayor tiempo se preocupa en resaltar los aspectos más importantes para Sabrina, bordea momentos calmos, otros de discusiones, reproches, críticas, reflexiones, y también los emotivos, pero sin permitirse profundizarlos, pues no busca la lágrima fácil, ya que no pretende desnudar el alma familiar, simplemente utiliza la filmación como una herramienta valedera para mejorar lo malo, reafirmar lo bueno y crear una nueva estructura vincular, pero mucho más sólida de lo que estaba, dejando las confrontaciones de lado
La directora Sabrina Farji (Eva y Lola y Cuando ella saltó) presenta Desmadre, fragmentos de una relación, un documental autobiográfico que profundiza en la relación entre madres e hijas. Con su núcleo familiar como punto de partida, Sabrina Farji ahonda en la relación entre madres e hijas. Junto a su madre y a sus dos hijas, la cineasta emprende un viaje a Paraná (Entre Ríos), provincia natal de la mayor de las cuatro. La cámara, como si fuese un espectador más, sigue el recorrido que realiza este grupo de mujeres. A lo largo de la película se las verá reír, discutir, conversar de cosas serias y de cosas mundanas. En síntesis: se verá, de una forma completamente natural y directa, la relación que la cineasta mantiene tanto con su madre como con sus hijas. A pesar de que el foco está puesto en su propio núcleo familiar, Farji también incluirá el testimonio de otras personas. Con un fondo completamente negro y mediante la utilización de primeros planos, mujeres posarán frente a la cámara para hablar de su propia experiencia personal. Ellas contarán la relación con sus madres, pero también hablarán de la relación que mantienen con sus hijas. Esto permite ver las similitudes que se repiten en los diferentes casos, pero también muestra que “cada familia es un mundo”. Para darle otro punto de vista al documental -ya que la mayoría de los testimonios se dan desde un lado emocional/sentimental-, Desmadre… también cuenta con las opiniones de diferentes especialistas. Una psicóloga explicará, desde el punto de vista académico, este vínculo que algunos llaman “incondicional”. Como otra voz extra, Sabrina Farji también acude a un tarotista para que reflexione sobre el vínculo madre-hija, en donde se focalizará principalmente la relación que la cineasta mantiene con su hija mayor. Un error de Desmadre… es que por momentos peca por glorificar este tipo de relación. Más allá de que se muestran algunas peleas, todos los testimonios que se muestran en pantalla son de mujeres que, pese a algún que otro inconveniente (mamá testaruda, mamá gritona), tienen una relación perfecta con su progenitora, cuestión que en muchos casos dista de la realidad.
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