[REVIEW] Dragon Ball Super: Broly. El otrora super saiyajin legendario vuelve a atacar, pero esta vez como parte del canon de Dragon Ball. Cuando en julio de 2018 se anunciaba que Broly sería el villano de la nueva película de Dragon Ball (y la primera en la franquicia de Dragon Ball Super), muchos fieles seguidores de las aventuras de Goku y compañía tuvieron sentimientos encontrados. Por un lado, había un gran entusiasmo por volver a ver al antagonista más destacado de los films estrenados en la década del 90, pero por el otro, era casi inevitable pensar que Akira Toriyama simplemente había sucumbido al fanservice. Porque después de todo, ¿qué podría aportar un personaje así a la historia cuando incluso ya habíamos tenido su “equivalente femenino” durante la saga del Torneo de la Fuerza? El primer acto de la cinta contribuye con creces a despejar todas las dudas que se pudieran tener al respecto. Aquí afortunadamente estamos lejos de la ya clásica fórmula donde somos testigos de una actividad común y corriente (campamentos, picnics, cumpleaños, etc) involucrando a nuestros personajes favoritos hasta que por fin aparece el contrincante a vencer, para que luego todos los guerreros luchen contra él sin siquiera hacerle un rasguño, y Goku lo venza con un golpe o técnica especial. Nada de eso, ya que en esta oportunidad la película inicia con un extenso prólogo que indaga en la historia de los saiyajin y la conexión que existe entre los protagonistas a partir de lo sucedido con los padres de cada uno. Hablando de protagonistas, más allá de unos cuantos cameos, esta película también se beneficia por poseer un número reducido de personajes, permitiendo que cada uno tenga su momento y debido desarrollo en función de lo que requiera la trama. Y tal y como ocurriera en Avengers: Infinity War con Thanos, aquí todo gira en torno a Broly, quien esta vez posee una personalidad más definida (y mucho más diálogo que en todas sus participaciones previas) con la cual nos es posible empatizar pero sin dejar de lado ese poder arrollador y actitud bestial en el campo de batalla que siempre lo caracterizó. Por el lado de la animación, nos complace observar que se optó por una “fusión” entre lo clásico y lo moderno. En ocasiones se percibían trazos y tonos de colores característicos del estilo tradicional utilizado a fines del siglo XX, por momentos haciéndonos sentir que estábamos viendo un viejo episodio de Dragon Ball Z. Y si bien el uso del CGI por medio de la técnica del cel shading (o sombreado plano) aun no alcanzó a perfeccionarse, su implementación durante las peleas fue muy lograda debido al dinamismo que le aportaban a las mismas, haciendo que percibiéramos con nitidez qué era lo que estaba sucediendo en medio de tantos ataques y movimientos fluidos. Sin embargo, no todo es perfecto en este film. Entre tantos aciertos y sorpresas (a pesar de la más que reveladora campaña de marketing), hay que admitir que, si bien no arruinan la experiencia, algunas partes de la canción “Blizzard” interpretada por Daichi Miura, despojan de impacto emocional las escenas clave en las que está presente y las convierten en situaciones que rozan lo risible. Es aquí donde se extraña a un artista como Hironobu Kageyama, creador de temas como “Cha-La Head-Cha-La”, que ha llegado a convertirse en un himno para la franquicia y está presente hasta el día de hoy. En síntesis, Dragon Ball Super: Broly puede definirse como una dudosa idea que fue ejecutada a la perfección, otorgándonos no solo una gran película, sino la más destacada en toda la historia de Dragon Ball. El super saiyajin legendario ha regresado, y lo ha hecho mejor que nunc
Dragon Ball Super: Broly es una mezcla de elementos ya vistos en la historia del anime, con una vuelta de tuerca que no termina de funcionar a la perfección, aunque entretiene y brinda una excelente batalla. Una franquicia que no deja de generar ganancias y obviamente, nuevos seguidores alrededor del mundo, eso es Dragon Ball. Su creador Akira Toriyama luego de una emocionante temporada en la serie Dragon Ball Super, se encargó de escribir el guión de esta nueva película y el desarrollo de personajes conocidos por los fans como Broly, Paragus y Bardock, guerreros de la raza Saiyajin que fueron adaptados por Toei Animation en películas de los 90s, pero sin el control creativo del mangaka. Mezclando varios elementos que se unen entre la breve adaptación del manga especial escrito e ilustrado por Toriyama (Dragon Ball Minus), el exterminio del Planeta Vegeta por Freezer y la continuación del torneo de poder en DB Super, esta película no se anda con muchas vueltas y es básicamente un espectáculo visual de Goku y Vegeta luchando contra Broly. El inicio del film es de lo más raro o poco inusual en Dragon Ball, ya que se cuenta finalmente el verdadero origen de la llegada de Goku a la Tierra. Sí, rompiendo y barriendo con todo lo que se ha visto hace más de 30 años, Toriyama presenta lo que para él es el verdadero origen de Kakaroto. Lo masticas y lo digerís o simplemente te cae mal. No hay grises e intentar cambiar algo que ya se encuentra en el inconsciente colectivo de los seguidores, es una jugada arriesgada. Aunque a estas alturas del partido, cualquier cosa se puede esperar. Los personajes principales y los más conocidos están muy bien, respetando su identidad y generando ese sentimiento de amor por todo este tiempo sin verlos. Goku, Vegeta y Bulma se lucen obviamente, mientras que lo de Freezer ya roza lo ridículo. Sus motivaciones y el odio hacía la raza sigue estando, pero la manera que fueron tratando al que supo ser el mejor villano de la historia, da pena, bronca y tristeza. La estrella y quien lleva su nombre en el título es Broly. Su personaje, finalmente cae en manos de Akira Toriyama y como la mayoría de sus creaciones, recibe un poco más de trasfondo a diferencia del monstruo gigante que solo gritaba Kakaroto. Su origen es de lo más interesante y desde ya, resulta más lógico para la historia, las razones de su odio y fuerza ilimitada que haber nacido al lado de un bebé (Goku) que no paraba de llorar. El diseño del personaje presenta algunas diferencias con el “viejo Broly” y hasta podemos ver un lado sentimental que nunca se había conocido. Su padre, Paragus, sigue siendo ese villano con intenciones oscuras que se hace odiar muy fácilmente, aunque al mismo tiempo, se entienden sus motivaciones. Sin dudas, lo más importante de este largometraje son las peleas y claramente no hay lugar para la lógica. Cuando vean el film, las piñas ocurrirán de un segundo para el otro y a nadie le parecerá extraño, todo lo contrario, será una satisfacción por encontrarse con lo que uno fue a buscar. El espectador que sigue la serie actual, se encontrará con un nivel altísimo de animación como suelen ocurrir en los episodios más determinantes de Dragon Ball Super, pero llevado a niveles extremos. Una mezcla perfecta entre trazos simples con escenarios 3D que literalmente te vuelan la peluca. Las líneas definidas y dibujos de Toyotarō, uno de los súbditos favoritos de Toriyama, son de las cosas más hermosas que se han visto en la historia de Dragon Ball. Retomando el aspecto clásico de los dibujos y llevándolo a otro nivel, así se presentan los personajes de esta producción que maneja unas coreografías de peleas exquisitas, planos, fotografías y secuencias que nunca logran repetirse. Todo va a una velocidad aumentada, con una música digna de película, por lo que deberán estar muy atentos para seguir esta vibrante batalla. El final, como viene sucediendo con las últimas movies de Dragon Ball, deja la puerta abierta para seguir avanzando con los nuevos personajes y no cierran de manera definitiva al argumento como solía suceder con las pelis de antes. Sin embargo, Dragon Ball Super: Broly cumple su objetivo de entretener y hacer vibrar por varios minutos a los fans con peleas y momentos de gran nivel, utilizando y combinando recursos nuevos con fórmulas que triunfaron en el pasado.
Broly 2.0. Antes que nada y para evitar confusiones olviden las películas previas de Dragon Ball a excepción de La Batalla de los dioses en adelante que siguen el canon de la serie. Dicho esto, puedo ahondarme en la estrella del filme, ni Goku ni Vegeta, sino su villano: Broly. Si bien el personaje hizo su debut previamente en 1993 con la película El poder invencible, el hecho de haber sido un villano con pocas palabras y un poder abrumador le fue suficiente para ganar popularidad en todo el mundo. Con dos secuelas olvidables y un especial emitido exclusivamente en Japón, además de numerosas apariciones en videojuegos, el villano resultó de sumo interés para que Toriyama hiciera sus arreglos. Con un rediseño visual que apenas varía del original, este nuevo Broly me gustó por el hecho que tuvo una mayor profundidad y de paso Toriyama también introdujo el concepto del origen de los Saiyan. Los primeros minutos exploraron, por primera vez en la historia del animé, la vida en el Planeta Vegeta antes del nacimiento de Goku, incluyendo a su padre Barduck (otro de los grandes personajes aclamados por el público) y Gine, la madre que tuvo un debut reciente en el manga. Pasando por la destrucción del planeta en cuestión. Ok, sí, sabemos que el origen es muy Superman, pero a estas alturas no hay nada que objetar. La acción luego se traslada al presente donde el nudo inicial es la desaparición de las esferas del dragón en manos de Freezer, quien no estará solo. No voy a contarles la película, pero si repasar y alabar el desarrollo de Broly porque si Toei fue el borrador del personaje, Toriyama lo pasó en limpio. Darle humanidad a una bestia sin control y de una fuerza descomunal eclipsó por completo a los protagonistas y el resto de los conflictos. Las secuencias de lucha me parecieron brillantes, pese a ese 3D en algunas secuencias que no me terminaron de convencer. Como objeción agrego también que siempre todo recae en Goku y Vegeta. Me hubiese gustado ver al resto de los personajes, pero entiendo que la historia hubiese estado sobrecargada. Más allá del “villano”, lo que me viene gustando de la película es que como pasó con La Batalla de los Dioses el malo no es tan malo y sumando La resurrección de Freezer de alguna forma el patrón de las transformaciones continúa vigente. Dragon Ball Super: Broly es una película para disfrutar sin prejuicios y recuerden que como siempre a veces Toriyama se contradice o no tiene reparos en alterar aspectos.
El mito se hizo realidad En una época marcada por lo vintage, donde lo pasado vuelve a tomar relevancia llegando a los primeros planos, Dragon Ball no podía dejar pasar la oportunidad y lanzó en 2013 Dragon Ball Z: La Batalla de los dioses, una nueva película que continuaba con la historia que había terminado tras Dragon Ball Z -sacando del canon oficial a GT-. Tras la buena recepción de la vuelta de Dragon Ball a las pantallas, se dio rienda suelta a una serie de televisión que corrió la misma suerte y así llegó Dragon Ball Z: la resurrección de Freezer (2015) la segunda película que siguió la corriente del nuevo DB pero sin proponer algo nuevo, tanto en la animación como su historia. Con pasos cortos y medidos, Dragon Ball volvió a instalarse en la lista de los viejos fans como los de las nuevas generaciones, pero sin dejarse llevar en contar algo más de su historia o jugarse con otro estilo de animación. Finalmente, con Dragon Ball Super: Broly (2019) esa deuda parece estar saldada. Sin embargo, el personaje y villano principal de la película no es alguien nuevo dentro de lo que es la serie: fuera del canon oficial y en formato de OVA, TOEI presentó a Broly en tres películas en los años ’90 (Dragon Ball Z II: Broly, el legendario Super Saiyajin (1993), El Regreso del Guerrero Legendario (1994) y El combate final (1994)junto a su historia como a la de su padre, Paragus. Así mismo, una primera adaptación en la última serie Dragon Ball Super llegó con Kale, la versión femenina de Broly que existe en el universo 6. Sin confirmación oficial para una continuación televisa, Dragon Ball Super: Broly se presentó con una animación renovada en torno a lo que se conoce en relación a la serie y las películas mientras enriqueció el mito de los personajes de Dragon Ball. El foco se puso en cuestiones de las que el público no tenía conocimiento certero, como fue la sociedad Saiyajin, el planeta Vegetta, la niñez de Vegeta como la historia detrás de su padre y su relación con Paragus. A su vez, se profundiza sobre la leyenda del Saiyan legendario y nos presenta al padre de Goku, Bardock (quien tuvo su OVA fuera del kanon) y a su madre Gine, en su primera participación en el animé. Desde el vamos, no menos que ambicioso fue el panorama que planteó DBS: Broly terminando de producir una de las mejores películas de la franquicia. Desde su guión, la película nos retrotrae a los primeros momentos de Freezer como también a los últimos del planeta Vegetta, abriéndo juego por la lucha de poder, ego y resentimiento que existía entre los protagonistas. Más allá de que los primeros actos no son los más entretenidos relacionados a la acción, expone y comienza a moldear a Broly para entender su comportamiento. La readaptación del personaje terminó por ser mucho más reflexiva, interna y cercana a estos tiempos, marcado por el abuso y la falta de afecto. A pesar de demorarse en desarrollar estos tópicos, la película se prepara para el gran combate, tal vez el más impactante que vimos hasta ahora de toda la saga. En este punto, Toei Animation pateó el tablero desde una animación dinámica, intensa y renovada desde su dirección en escenas de peleas y coreografías de combate. Después de 20 años, innovar con un producto tan claro y eficaz se torna muy problemático y difícil, algo que en Broly es lo más disfrutable de toda la película. Dragon Ball Super: Broly es una experiencia abrumadora para percibir las peleas y combates de los personajes. También es relevante comentar como la animación se nutrió e influenció de los últimos videojuegos de la franquicia, cada vez más cercanos a la esencia y las sensaciones de la serie. Sí, Dragon Ball Super: Broly tiene errores en su intensidad a lo largo de toda la película, en el guion y hasta en su insustancial resolución final, pero no quita ni desmerece el paso adelante que es el film en todo su entorno. Bajo el guión de Akira Toriyama, Dragon Ball Super: Broly (2019) llegó para traer aire fresco a la franquicia que pedía una renovación del 2013 a esta parte, demostrando que todavía hay mucho para conocer y descubrir de todo el universo de Dragon Ball sin caer en interpretaciones simples y mediocres.
Goku y Vegeta Vs. Freezer y Broly Y finalmente llega a los cines Dragon Ball Super: Broly, la primera película canónica del anime japonés creado por Akira Toriyama. Seguro te estarás preguntando: pero ¿cómo? ¿Acaso no existen una decena de películas de Dragon Ball? ¿Incluso no aparece Broly en varias de esas? La respuesta es sí. Existen casi 20 películas de esta serie, pero ninguna ha sido canónica hasta ahora. Para entenderlo mejor hay que pensar en dos líneas temporales diferentes: en una ocurren todos los hechos vistos en la serie, pero nada de lo sucede en las películas ni los personajes exclusivo de estas son tenidos en cuenta. En la otra línea sí ocurren los hechos de las películas, así como también algunos de la propia serie. Esta nueva película ocurre inmediatamente después de la saga de El Torneo de la Fuerza, es decir, al finalizar el animé de Dragon Ball Super, por lo cual se considera dentro de la primera línea temporal mencionada. Es por eso que el personaje de Broly, a pesar de que ya lo hayamos visto en tres oportunidades, esta debe considerarse la primera vez que se encuentra con Goku, obviando todo lo anterior. Tampoco puede ser considerada una remake de El poder invencible (199) ya que además de presentarnos una historia completamente nueva también la personalidad del villano es completamente distinta. La película puede dividirse en dos parte. La primera nos ubica 40 años atrás y nos permite explorar aún mas en profundidad los últimos días del planeta Vegeto y el fin de la raza Saiyan. Allí vemos a un joven Freezer que recién asciende al trono de emperador del universo, unos muy pequeños Vegeta, Goku y Radditz (hermano de Goku), volvemos a ver a Bardock (padre de Goku) y se hace presente por primera vez en el animé Gine, la madre de Goku, que tuvo su debut en el manga hace apenas unos 5 años. En esta época Broly y su padre son exiliados por el Rey Vegeta por lo cual sobreviven a la destrucción del planeta. Si bien esta parte suma muchos datos importantes a la mitología del anime, por momentos se torna un tanto aburrida y repetitiva. La segunda parte ya se ubica en la actualidad en la cual Freezer intenta construir un nuevo imperio para, por fin, derrotar a Goku y Vegeta y es así como tras descubrir la existencia de Broly lo recluta y se dirige con él a la Tierra. A partir de allí comienza una increíble batalla que hará deleitar a todos los fanáticos con una impresionante animación que por momentos se torna un poco surrealista. Dragon Ball Super: Brolly suma nuevos personajes (algunos nuevos pero viejos conocidos a la vez), nuevas transformaciones y fusiones. Es una película exclusiva para los fanáticos de este animé, por lo cual a aquellas personas que se encuentran ajenas a la serie se le recomienda que no intenten entrar acá.
De padres e hijos No hay que ser un experto y fanático de la saga Dragon Ball para comprender y meterse de lleno en la nueva incursión cinematográfica: Dragon Ball Super: Broly (2018), un apasionante relato sobre linajes e identidad que potencia algunas de las tramas, ya vistas en los episodios televisivos, sumando la majestuosidad de la pantalla grande pero manteniendo su animación tradicional. Para aquellos que no saben nada de nada de este manga, publicado originalmente en 1984 y que ha atravesado generaciones, en Dragon Ball, una infinidad de guerreros saiyajin se enfrentan y perfeccionan para demostrar cuál es el verdadero y más grande de todos. El bien y el mal entran en conflicto cuando algunos de estos saiyajin deciden que es preferible estar del lado “oscuro”, y asociarse con algunos seres nefastos que sólo buscan su bien y no el comunitario como el resto, entonces la guerra y la pelea se plantea como única opción para sobrevivir y relacionarse. Justamente allí radica la clave de Dragon Ball, y en este caso, Dragon Ball Super: Broly avanza como un potente viaje por toda la saga, deteniéndose en la particular lucha de Vegeta y Goku por mantener al margen de toda batalla y presión a sus familiares e intentando destruir a Broly, un super saiyajin, que se mantuvo en el exilio durante años y de manera casi ermitaña. Controlado ahora por el malvado Freezer, quien a pesar de haber colaborado con Vegeta cree que lo mejor es enfrentarlo y recuperar las esferas de dragón (fuente inagotable de poder y uno de los puntos más importantes del envío) para su propio beneficio, Broly buscará venganza por la vida en solitario que le tocó. Con una estructura clásica, que privilegia la presentación de sucesos, escenarios y -obviamente- personajes, el realizador Tatsuya Nagamine, explora los complejos temas asociados a la identidad de los protagonistas y cómo éstos determinan los comportamientos y acciones de cada uno en la película. El melodrama se hace presente en un relato que tiene momentos que la acercan a clásicos de la dramaturgia, con proliferación de situaciones que ponen en evidencia la disputa por el poder, la necesidad de identificarse con figuras parentales, la construcción de cadenas de complicidad y solidaridad, y la exploración de la fantasía para hablar de cuestiones terrenales. Cuando Dragon Ball Super: Broly avanza en estos puntos, los subraya y enfatiza desde la acción, la dinámica de la historia supera su origen y fundamento, trascendiendo la animación y posicionando la propuesta en la mejor línea de narraciones fantásticas, que apelan a recursos de ciencia ficción para anclar aún más la “verdad” que se quiere decir y que la presentan como una propuesta dramática más. Si por momentos la ida y venida en el tiempo marea y confunde, la parsimonia y la progresión lenta con la que luego se desarrollan los hechos, no hacen otra cosa que reafirmar las puntas de un guion que subraya algunos acontecimientos particulares para superar la anécdota puntual y, de esta manera, recuperar la nostalgia de la educación animada en los espectadores para satisfacerlos en su necesidad de necesitar más y más de Dragon Ball.
Primero que todo: si sos fan de la serie esta es una historia nueva y todo lo que se sabe de Broly nunca existió en el universo de Dragon Ball. El rey Vegeta es el gobernador del planeta Vegita. En este contexto, los guerreros Sayain deben trabajar para el malvado Frezzer, buscando planetas para vender. Vegeta quiere que su hijo sea el más poderoso de todos, pero el hijo de uno de sus comandantes tiene un registro más imponente de poder. Es ahí donde comienza esta historia. Broly es expulsado de su planeta por el rey, su padre decide seguirlo cayendo en un planeta inhóspito, ahí Broly entrenará y se convertirá en una máquina de pelear. Mientras tanto, Goku y Vegeta se encuentran entrenando para combatir en distintos universos. Es allí donde se enterarán de que Frezzer robó las esferas del dragón y los Sayain irán detrás de éste, pero sin saber que Frezzer sumó a su ejército para la batalla. Y todo lo que conocían hasta ahora cambiará para siempre. Basado en un manga de 2013 que cuenta el porqué de Goku en la Tierra, esta película es canónica, ya que está escrita por Akira Toriyama (autor del manga y serie). Para empezar, si alguien es muy fan de “Dragon Ball” y “Dragon Ball Z”, aunque ésta sea la historia “original” es un poco más de lo mismo. Es el mismo relato de siempre y no cambia mucho a lo que hace la serie, diría que si sos fan de la serie la película se hace un poco pesada. Los personajes no varían mucho y me parece que es una película hecha más por un tema comercial que por amor a la serie. Lamentablemente, la franquicia de DB y DBZ sufrió varios cambios a lo largo de estos años, con la serie nueva “Dragon Ball Super”. Se siente que a veces fuerzan demasiado todo y esta película realmente deja mucho que desear. Como persona que vio la serie desde su comienzo, en este caso no pude conectar con la historia como otras veces. Se me hizo pesada y por momentos aburre, hay algunos agujeros en el relato. Y Frezzer de ser un villano temible se convirtió poco a poco en un chiste que ya no causa el mismo impacto que antes. En conclusión, “Dragon Ball Super: Broly” es una película para fans o para alguien que no conoce las historias anteriores de Broly. Las escenas de pelea están bien pero no aporta mucho más que eso.
“En arte no hay progreso”, reza un viejo axioma que podría aplicarse al animé o, al menos, a esta Dragon Ball Super: Broly. Porque aunque la saga está próxima a cumplir 35 años, el adulto neófito que tenga aquí su bautismo de Dragon Ball no percibirá muchas diferencias entre las aventuras de Goku y aquellas ochentosas de Mazinger Z en cuanto a estética y animación. El doblaje al español neutro contribuye a la analogía. El argumento, en cambio, sí es un poco más complejo. Como en las dos películas anteriores de la franquicia -hay, en total, veinte medio o largometrajes- en este aspecto estuvo involucrado el mismísimo creador de Dragon Ball, Akira Toriyama, que escribió el guión y diseñó los personajes. Con elementos tomados de diversas mitologías, cuentos de hadas, Superman y Star Wars, entre las fuentes más reconocibles, la acción empieza en el pasado y repasa algunos de los hitos de esta historia, de modo de hacerla accesible a los no iniciados. Así, se muestra la llegada de Freezer al poder, cómo este villano destruyó el planeta de los saiyajin y cómo se salvaron de esa aniquilación Goku y el príncipe Vegeta, entre otros. Uno de ellos fue Broly, el personaje novedoso de esta película, que ya había aparecido en otras películas, pero sin la bendición canónica de Toriyama, que ahora lo remozó. Aquí, Broly es un saiyajin que de bebé fue desterrado por el rey Vegeta por temor a que le hiciera sombra a su hijo. Creció entrenado por su padre en un planeta lejano: Freezer lo descubre y lo usa para sus fines, como reunir las siete esferas del dragón. Todo es un largo prólogo para llegar al clímax característico de Dragon Ball: un combate. En este caso, entre Goku y Vegeta contra Broly, el poderoso saiyajin convertido en una suerte de Danny The Dog al servicio de su padre. Esta pelea se lleva un tercio de la película y es un bombardeo de sonidos, colores y luces capaz de dejar al borde de la epilepsia al más indiferente. Los padres sobrevivientes a esa batalla pueden sentirse orgullosos de haber superado otra prueba de amor por sus hijos.
La piña legendaria ¿Qué es una buena piña? ¿Esa que destroza quijadas y desparrama dientes, o acaso es esa de carácter silencioso, de las que duelen menos por el impacto recibido que por el propio hecho de proferirlas? Una buena piña debe valerlo todo. Es una cesura, un corte fortuitito con lo que se golpea, un “yo soy esto y no lo otro”, una buena piña es un acto político. Jamás voy a olvidar la piña perfecta que McLagen le lanza a Wayne en El hombre quieto, un K.O. instantáneo que deja al Duke tragando polvo irlandés. De todas formas, esta piña viene acompañada de otra, su gemela y predecesora, la piña que en su oscuro pasado Wayne le atinaba a un anónimo boxeador sobre el cuadrilátero, matándolo. El contraste entre estas piñas siempre me cautivó; mientras que la primera es una piña confinada al pasado, carente de sentido y destinatario concreto, la segunda es clave en la oposición raigal de la película: el materialismo monetario que Mclagen suele interpretar en los films de Ford (v.g. El informante) versus el idealismo acérrimo del Wayne fordiano. En la sucesión de estos estados (en El hombre quieto, puestos en escena mediante estos diversos tipos de piñas) se encuentra todo el ideario fordiano, aunque nos falta identificar un tercer estado, último y superador. Del hacer carente de sentido y enmarcado en el pasado (la susodicha piña profesional en el ring, el caballero del sur confinado al limbo de las apuestas en La diligencia o la misión perdida de Siete mujeres) se parte a una disputa privada. Aquí entra en escena la pelea entre el idealismo usualmente interpretado por Wayne(1), contra el materialismo más férreo (monetario, legal y político -según el film-). En Ford, estas visiones de mundo chocan, se enfrentan y marcan el devenir de acciones y personajes, por eso, hay piñas. Pero una vez que este estado dual/individual, privado, se resuelve, se arriba a un estado superior. Ya las piñas no se dirigen a la nada, ni mucho menos a un opuesto ideológico, en cambio, se tornan un asunto ético-social, global y plenamente fundacional. El inciso fundamental es: para que haya piñas, primero debe haber sentido. Esa piña del pasado, recordada a medias y puramente mortífera, debe ser dejada de lado (y no por nada invitan al autoexilio de Wayne a esa Irlanda irreal), mientras que esa serie de piñas encontradas, finales y vueltas asunto local y enraizadas en el juego (ya no en el deporte) es la que elije Ford para curar el sinsentido originario de la piña por la piña, y de la eventual piña como asunto privado e individual. En Ford siempre hay algo que se une para dejar fuera otra cosa, lo paradójico es que lo que aquí se deja afuera es una modalidad del mismo proceder. Las piñas que dividen acaban por unir, convertidas en un juego legendario entre cuñados y ciudadanos. Si una buena piña se amprara contra el sinsentido y transforma un gancho mortífero en un apretón de manos, ¿Qué sería una mala piña? Concurso de belleza Una mala piña no vale nada, puede ser un único golpe endiablado como el que le atinaba Wayne a ese don nadie, o una sarta de cachetadas perpetuas, como la mayoría de golpes que vemos en Dragon Ball Super: Broly. Hay razones para las piñas: el padre de uno destierra al hijo del otro, uno quiere ser el mejor luchador de todos, etc. Pero estas razones son más excusas que otra cosa. Las peleas, siendo el plato fuerte de esta película, son terriblemente ordinarias, no porque estén mal coreografiadas o animadas, el problema reside en que cada piña vale menos que su inmediata antecesora. Los luchadores no evidencian un cambio en su trayecto, en su devenir, por lo que sus piñas e intenciones se desdibujan con el correr de los minutos. Y lo que es peor, las mínimas variaciones que sí atestiguamos están confinadas a propósitos únicamente cosméticos. Las piñas lanzadas no cambian a los personajes ni a las relaciones entre estos, en cambio, el único tipo de variación que aquí observamos es a través de diferentes tinturas de cabello, la aplicación de aritos especiales y la utilización de coreografías específicamente ensayadas, ¡Un verdadero concurso de belleza! De todas formas, la película funcionaría si estos aditamentos sirviesen para algo, si al cambiar el pelo color rubio a negro descubriéramos algo diferente (mal que bien con este simple cambio opera Vértigo), pero las peleas permanecen inmutables. Uno adquiere una nueva tintura, golpea a otro varias veces, se rompe un poco el escenario de batalla (para esta película se eligió el polo norte) hasta que se aparece una nueva variación cosmética (que supuestamente le daría mayor poder al otro luchador), para volver a intercambiar una nueva ristra de indiscernibles golpes, y así sucesivamente. A pesar de todo, el mundo retratado tiene un carisma particular que resulta difícil dejar de lado. Ese despliegue cosmético, tan vacuo como excesivo, logra un valor icónico innegable, y hay un par de momentos memorables. Por ejemplo, cuando nos enteramos de que uno de los protagonistas desea las esferas que cumplen cualquier tipo de deseo imaginable y este personaje, para las risas de la platea, las busca únicamente con fines rejuvenecedores. Luego nos dirigimos al cuartel de los malos y se nos cuenta para qué el más malo de todos quiere las susodichas esferas, ¿Para ser inmortal? ¿Para ser el más poderoso? No, nada de eso. Él las desea para volverse cinco centímetros más alto. Qué son estos ridículos y jocosos deseos rejuvenecedores y propios de la apariencia, sino sendos cambios cosméticos, simétricos a los que componen la totalidad de la película. Qué bocanada de aire fresco que son estos ingeniosos chistes, pero lo que más me maravilla es que estas humoradas se basan plenamente en el contraste más primigenio, en la capacidad para ironizar sobre lo que se ha hecho hasta ese punto. Aquí, las meras repeticiones cosméticas que caracterizaban para su detrimento a esta saga/serie/película son curadas con la sana perspectiva que da la ironía, al fin y al cabo, la capacidad de reírse de lo que se ha hecho hasta ese punto. Qué lástima que este despliegue resulte tan exiguo, y que las batallas intrascendentes sean la norma, porque ese pasaje de la mera cosmética a la cosmética ironizada hace entrever el espíritu fordiano de El hombre quieto en su pasaje de la piña vacía a la piña privada e individual, y culminando en la legendaria piña fundacional. En el trayecto entre estas reside algo más, ya no son solo piñas, sino mucho más. Y por unos breves momentos, esos chistes cosméticos hicieron del film otra cosa. Algo mayor y superior.
Como ha ocurrido con la mayoría de las historias de superhéroes, Dragon Ball también ha decidido contar el origen. En este caso de uno de los villanos populares de la serie que hizo furor en los 80 y 90 y que ahora regresa con algo de nostalgia y mucho de renovación. El creador Akira Tokoyama ha optado por narrar el injusto destierro de Broly a un lejano planeta, motivado por la extraordinaria grandeza que el destino le asignaba a su futuro. La ambición y el temor del rey Vegeta lo condenan a un viaje y a una venganza que se convierten en el corazón de este relato de lealtades y cuentas pendientes. Mientras la primera mitad se dedica al recuerdo de la estirpe de los guerreros Saiyan, al trazado del humor impredecible que siempre definió a la franquicia, y a deslizar sucesivos guiños a los fans que esperan ver satisfechas sus expectativas, la segunda se concentra en la acción más estridente, guiada por un ingenio notable en la composición y un inteligente uso de las sombras para crear el vértigo de las peleas. Tokoyama y su equipo sostienen los colores tradicionales que han dado vida a su mundo, combinados con el trazado preciso que ofrece el digital contemporáneo. Padres e hijos, maestros y discípulos, amos y esclavos: este reboot de la emblemática serie de animación japonesa consigue evocar sus viejos tópicos con una mirada moderna, hermanando al héroe Goku y su némesis Broly, y haciendo de esa disputa el verdadero corazón de la aventura.
Crecí en los 90s y como parte de esa generación, fui gran fan de Dragon Ball. Pero a diferencia de otras manías, esta se fue diluyendo. Solo vi las últimas películas, pero no la nueva serie (Dragon Ball: Super), de la cual los fans hablan maravillas. Este estreno se encuentra en concordancia con la serie, centrándose en un personaje clásico como antagonista, y revistando parte de la mitología. Subrayo el tema mitológico porque fue lo que más me gustó. Se toman unos cuantos minutos para hacer un repaso por la historia de los Saiyajin, su planeta natal, Freezer, y su ocaso. Algo que ya habíamos visto con anterioridad, pero aquí se explora mejor y más extendido. Le da sentido a los personajes y sus motivaciones. Luego lo de siempre: secuencias de peleas muy largas, humor típico de anime y una identidad muy propia, en donde no hay punto medio. O te gusta o lo odias. De las películas que se estrenaron en los últimos años esta fue la que más me gustó. Sentí mucho de la serie original en ella. De hecho, Akira Toriyama, creador de este universo e ídolo máximo, es el que estuvo detrás de la historia. En síntesis, es una buena película, pero para fans. Bajo ningún término es apta para espectadores ocasionales.
Quizás haya sido un gesto de rebeldía o de necesidad de llevar la contraría, pero nunca me aventuré a ver DRAGON BALL en mí vida. Todos hablan de este animé con una pasión que siempre envidié pero que no me llegaba a causar la suficiente curiosidad para instruirme al respecto, mis gustos siempre se fueron mas para el lado de lo americano. Fue una experiencia muy loca, ir a un cine a ver una película sobre personajes tan característicos de los cuales escuché hablar tanto pero nunca me atreví a conocer. Honestamente despues de ver la nueva película de Goku y compañía mí interes no se incrementó mucho que digamos, les paso a hablar un poco de lo que vi de esta película como película en sí. Freezer llega a la tierra con la intención de destruir a Goku. En su haber tiene el apoyo de un antiguo guerrero desertor del planeta Vegeta padre de un joven Saiayin que parece ser el mas poderoso del universo. El heroe unirá fuerzas con su rival Vegeta para detener a éste poderoso e inestable personaje. Como inexperto en este universo tuve la suerte de cruzarme con un film que cuenta con mucha historia de origen, por lo que acostumbrarme a estos personajes fue bastante rápido y no me sentí como pez fuera del agua. La animación es increíble y las escenas en el espacio fueron hermosas y gigantes, los diseños y los dibujos (excluyendo las caras histéricas que siempre me alejaron de esta cultura) son una obra de arte. Argumentalmente estamos ante un film con exceso de flashbacks, la historia se nivela pésimo entre pasado y presente. Todo lo que este relacionado con el espacio, los origenes de Goku, Broly y Vegeta es genial de ver pero cuando el guión vuelve al presente la película se pone chillona y poco interesante. Hay una batalla muy bien animada pero excesivamente larga, los personajes secundarios se pierden en un quilombo sin descanso que deja al personaje de Broly sin un desarrollo claro, lo único que sabemos de el es que un ser extremadamente poderoso pero dependiente de su perverso y rencoroso padre, lo demás que se habla de el son solo suposiciones de personajes ajenos a su vida personal por lo que sus aportes son muy pura exposición berreta que no deja nada muy claro con respecto al sufrido guerrero. Tengo entendido que el personaje ya había aparecido en la franquicia pero en historias alejadas del canon, por lo que esta introducción del poderoso saiayin a la historia oficial fue bastante pobre y sin pulir. La animación es objetivamente sobresaliente, es fluida, creativa, fresca y colorida … pero en lo personal se me hace demasiado histerica, los gritos y los personajes son demasiado chillones para mi gusto. Si son fans de este universo probablemente se emocionen un rato viendo a sus personajes luchar otra vez, pero dudo que la historia les brinde algo novedoso al respecto.
Apenas a un mes de haberse estrenado en Japón, ya está aquí la nueva cinta de super peleas, super transformaciones y super griterío de la factoría “Dragon Ball”, un suceso nacido en 1984 que no tiene visos de terminar. Para sus seguidores, esto es un deleite. El resto de la humanidad puede abstenerse. Todo ese mamporro cósmico y enredo de mitologías es solo para fanáticos que crecieron con la serie. Pero atención, la cosa viene más sencilla que otras veces, e incluye todo un prólogo explicativo. Aparecen menos personajes secundarios, hay menos vueltas, cuando las cosas se ponen peliagudas la unión hace la fuerza, y en el fondo, y a diferencia de películas anteriores, el guerrero más temible está mejor desarrollado y es un buen tipo, sólo que el padre quiere hacerlo malo (la culpa siempre es de los padres). El diseño de la imagen también es sencillo, remitiendo a la serie original. Deplorable, en cambio, la música que acompaña las peleas. Dato interesante, ésta es una de las cuatro (sólo cuatro) películas con guión del propio Akira Toriyama, el padre de las criaturas. En el doblaje para Latinoamérica, como siempre, el mexicano Mario Castañeda hace la voz de Goku, el guerrero protagónico. En Japón, quién diría, lo dobla una señora medio gordita, Masako Nozawa.
Es la numero veinte de la franquicia Dragón Ball, dirigida por Tatsuya Nagamine y escrita por Akira Toriyama. La película cuenta el destino de los protagonistas Goku y Vegeta, cuando se encuentran con un nuevo y superpoderoso saiyan, llamado Broly. La acción comienza 41 años atrás cuando el planeta Vegeta pierda su independencia a manos de un dictador joven e impiadoso. El rey del lugar pone todas las esperanzas del futuro en su hijo, el futuro príncipe y a quien su padre sueña como el más poderoso del universo. Pero cuando se entera que otro bebe, Broly demuestra supercualidades y tal vez responda a las características de una leyenda, lo exilia a un planeta inhóspito y despoblado. Su padre lo sigue para salvarlo y para comenzar una venganza, que transforma a su hijo en una herramienta de sus deseos. Ya adultos padre e hijo por fin serán llevados por el dictador a un enfrentamiento que hará temblar al universo. Con esta base y ese estilo de animación, con personajes reconocibles y otros nuevos permite un despliegue de acción que suma a fanáticos adeptos en todo el mundo y que provoca una nueva generación de seguidores.
Un arranque formidable ¡Qué lindo poder arrancar el año cinéfilo con este espectáculo hermoso! Dragon Ball Super: Broly no es perfecta pero, para los estándares de la franquicia, es de lo mejor que se vio alguna vez. La película la está rompiendo en todo el mundo (lo que implica que tendremos Dragon Ball para rato) y le fue especialmente bien en nuestros cines locales, quedando primera en taquilla con más de 100.000 espectadores. Una locura si comparamos con La Resurrección de Freezer, que había tenido la mitad en su estreno allá por 2015. Desde que se anunció esta película (a finales de 2017) la emoción invadió a todos los fans que veníamos golpeados por el venidero final de “Dragon Ball Super”. Personalmente no me volvía loco que trajeran a Broly al canon, pero igual tenía muchas expectativas por esta nueva historia. Especialmente porque el material promocional se veía increíble. El resultado, afortunadamente, es muy satisfactorio. La trama se divide en dos partes muy marcadas. La primera (de unos 40 minutos) es más un exposition dump de cosas que ya vimos antes, pero reimaginadas y reinterpretadas. Un nuevo origen para Broly, la relación entre Freezer y los saiyajins, el final del planeta Vegeta, etc. Los fans pueden identificar varios guiños y es un buen refresco para aquellos que no estaban tan al día con la serie. Acción y experimentación a pleno Luego llega la parte de los bifes que todos queremos ver y ahí ya no da respiro. Durante los próximos 60 minutos (es la película más larga hasta ahora), hay toda una seguidilla de secuencias de acción impresionantes, varios momentos experimentales (que no pienso comentar acá porque deben disfrutarse en el cine), técnicas novedosas y muchas transformaciones. La animación realmente alcanzó un nuevo pico de excelencia. De nuevo: no todo funciona y tengo varias críticas que van desde cosas importantes de la trama hasta detallecitos tontos que me molestaron por mi naturaleza nerd. Pero Akira Toriyama y el director Tatsuya Nagamine sabían qué querían los fans y lo brindaron servido en bandeja. Particularmente me gustó que los momentos dramáticos no fueran cortados con algún chiste innecesario. El drama tiene fuerza y peso emocional… algo que no esperaba de este tipo de producción. Esto sí vale aclararlo: si bien hay numerosos cameos de personajes icónicos (y un par de sorpresas para el final) se notaron algunas ausencias importantes. Por suerte tenemos la dinámica entre Goku y Vegeta (que es maravillosa) y a un Freezer en lo más alto de su juego. La reinterpretación de Broly La nueva versión de Broly es mucho mejor tanto en su diseño como en sus motivaciones. Disfruté que su papel no se redujera a ser una especie de Hulk imparable. En la trama funciona como una especie de antihéroe traumado por su pasado y los abusos de su padre. Todavía no me puedo sacar de la cabeza sus molestos gritos, pero es mucho más sencillo conectar con su personaje en esta reinterpretación. Indudablemente, el punto fuerte de Dragon Ball Super: Broly es su animación, por lo que es necesario vivirla en la mejor pantalla posible. Cuando Broly comienza a repartir piñas, la acción se vuelve intensa y no decepciona. Luego de que Toei Animation dejó mucho que desear en los primeros arcos de Dragon Ball Super, acá demostró que puede tener calidad de imágenes y movimientos fluidos cuando realmente se lo propone (y hay presupuesto, claro). El estilo combinado de dibujos tradicionales con el 3D CGI no desentona. Las batallas están todas muy cuidadas. A pesar de que la acción es rápida y desenfrenada, todo el tiempo podés entender lo que está pasando. Tengo ganas de volver a ver esta película tranquilo en casa solo para disfrutar de las peleas una vez más. Un punto llamativo a mencionar es el soundtrack. Para bien o para mal, la franquicia de Dragon Ball nunca fue musicalizada de esta forma. Los momentos instrumentales me parecieron fantásticos, aunque no me convencieron para nada los temas musicales que tienen como a un anunciador gritando los nombres de quienes están peleando. Quedó bastante descolgado. Atentos a la sorpresa del final, que recupera a uno de los personajes más emblemáticos que únicamente habíamos visto en la que quizás fue la mejor película de Dragon Ball Z.
Llega Dragon Ball Super: Broly, reboot en el nuevo universo de Dragon Ball de uno de los adversarios más poderosos de Goku y compañía. La serie de Dragon Ball nace allá por los años ochenta adaptando del manga la historia de Goku y sus aventuras. Luego vino Dragon Ball Z, Dragon Ball GT, Dragon Ball Z Kai y, finalmente, en 2015 llegó la nueva Dragon Ball Super (que continúa las historias desde Dragon Ball Z). Quien escribe -y vale la pena la aclaración- vio todas las películas y episodios de la saga Dragon Ball. Una constante de todos los enfrentamientos que tienen los protagonistas, y en particular Goku, es que siempre tienen algo más para dar en las peleas, siempre se superan llevando las cosas a una escala desorbitante de luchas y luces de colores. Habiendo dicho eso, Dragon Ball Super: Broly no tiene sorpresas en ese sentido. Las sorpresas (o novedades) son más para los seguidores de la saga que para el público en general. La primera media hora de película nos muestra hechos que los seguidores ya conocen, pero no habían visto en detalle o son mostrados desde otro ángulo (explosión del planeta Vegita, ascenso de Freezer, etc). No es una película de animación para todos, como pueden ser las de Disney, Pixar o Sony. Estas películas están dirigidas para el público que ya las está esperando, lo que hará que estas palabras probablemente no cambien para bien o mal su deseo de ir a verla. Dragon Ball Super: Broly tiene la presentación de Broly (aunque ya lo conocíamos en otras películas, acá tiene su reboot como personaje dentro de DBS). Las escenas de pelea son, como en la serie animada donde suelen durar de 3 a 6 capítulos (donde transcurren sólo 15 minutos), largas, rápidas, con canción de fondo, luces de colores y todo lo que quieren ver. La animación combina nuevas técnicas con la clásica estética de la serie, lo cual es un acierto para aportar algo nuevo de verdad.
Tres años después del último lanzamiento de la saga Dragon Ball es cierto que no hay nada nuevo bajo el sol, pero al menos algo de coherencia se ha recuperado para esta nueva entrega luego del fiasco “Dragon Ball: la resurrección de Freezer”, (crítica puede encontrar en http://www.elrincondelcinefilo.com.ar/critica.php?id=51113) Esta vez, pensando siempre en los deseos de los millones de fanáticos, los productores de la franquicia creada en la década del ochenta por Akira Toriyama, decidieron ir a por un personaje emblemático y de culto, con poca aparición a lo largo de más de treinta años, pero dueño de una mística especial dentro de este universo. Así se justifica el estreno de “Dragon Ball Súper: Broly” Hace muchos años, el Rey Vegeta desterró injustamente a Broly, cuando era chico, conminándolo a un planeta lejano. Rescatado por Frieza, el villano insólitamente resucitado en la entrega anterior, Broly es entrenado como un arma super-rencontra-cósmica-mortal-letal y que, por supuesto, ha de enfrentarse al guerrero Goku y al propio Rey Vegeta. Como siempre, las leyes de la física no aplican aquí y el imaginario del animé, sólo pasa por el guión ya que, excepto por las mejoras técnicas a lo largo de los años, la estética permanece intacta La película de Tatsuya Nagamine tiene, respecto de su inmediata antecesora, el decoro para tomarse unos diez, doce minutos, para hacer un resumen concreto y conciso sobre el universo de éste manga japonés como para que ningún espectador se quede afuera. Máxime considerando la gigantesca producción, hasta hoy día con más de 20 producciones no necesariamente concatenadas. Y así como esta virtud se puede agradecer, tal vez resulte empalagosa la gigantesca parafernalia desplegada en la batalla que todos quieren ver. Casi treinta minutos de combate final con destellos brillantes y efectos sonoros que seguramente dividirán las aguas entre los fanáticos ortodoxos y los iniciados que puedan sentir, no sin razón, que es demasiado.
EL CIELO RESPLANDECE Dragon Ball demuestra que no necesita las esferas del dragón para revivir la franquicia. ¿Qué tiene Goku?¿Por qué nos pasa lo que nos pasa cuando vemos a Goku?¿Es su humildad y su inocencia?¿Es la naturalidad con la que le salen las cosas?¿Es por ser la prueba que aún en el peor de los contextos, llevando el mal en el código genético y siendo un ejemplar magistral de una especie depredadora, logra ser también una prueba de que el humano puede ser un ser de bien? No lo se. Probablemente el lomo esculpido con precisión japonesa, la melena radioactiva de león extraterrestre y tirar rayos de las manos también tenga algo que ver. En todo caso, esos principios básicos no dejan de ser el ABC de la creación de Akira Toriyama y Dragon Ball Super: Broly los homenajea en cada cuadro de animación durante la extensión de la película. Personalmente, abandoné Dragon Ball sin terminar de ver GT. Sin hacer un juicio de su calidad, simplemente mis intereses fueron variando a determinada edad y por más que todavía podía reflejar mi fantasía de poder en Kakaroto, no me sentía identificado en su inocencia. Para cuando llegaron las películas modernas y Super, todo tipo de empatía hacia el producto se había disuelto. Pero tenía que aparecer Broly. No se si tengo la capacidad, pero si tengo la paciencia como para sostener que Broly es el mejor personaje de este universo. Más allá de que es aún otro robo de Toriyama a Superman - literalmente Broly es a Goku lo que Doomsday a Superman... y las fechas cierran - todo lo chato y cabeza que es, resulta una contraposición perfecta a los tropos del Shonen convencional. Broly no tiene una sed de aventura, un ego sobredimensionado o una misión en la vida. Broly es una máquina de matar. No tiene una personalidad que lo defina, no tiene momentos de alivio cómico y en una suerte de conciencia meta, no tiene intención alguna de tener más protagonismo en la historia. Es un asesino por naturaleza o, por definición, el Saiyajin perfecto. Incluyendo la vibra políticamente negativa que siempre giró alrededor de ese concepto. Yendo ahora de fondo a esta nueva película - gracias por bancarse el preámbulo - todo esto comienza a cambiar esta vez, pero en una dirección más que interesante. Dragon Ball Super: Broly comienza unos 40 años atrás, antes de la llegada de Goku a la Tierra, recordándonos que el extraterrestre tiene más de 40 pirulos. Teniendo como setting el planeta natal de esta raza colonizadora, se nos pone en un contexto político donde los Saiyajins viven sometidos al yugo de Freezer, al tiempo que son maltratados por sus propios monarcas, quienes explotan a su pueblo desviando su impotencia. En dicho contexto social poco explorado para este anime de peleas, vemos la historia de Broly desde su nacimiento hasta el cruel destino que le espera y acto seguido, recordamos sin mucha pompa la historia de origen de Kakaroto, hasta el momento que es enviado a nuestro planeta. Bardock. Mi único héroe en este lio. De vuelta en el presente y sacándose de encima la mayor cantidad de chistes posibles durante una sesión de sparring entre Gokú y Vegeta, vemos a los personajes que más amamos conversar de trivialidades, haciendo tiempo hasta que se desate el conflicto. Y de ahí en más, el todo y la nada. Tomándose libertades que ni Michael Bay se atrevería con la peor de las Transformers, el resto de la película es una pelea constante en la que los actores de voz se llevaron un cheque por gritar vocales en distintos tonos durante cincuenta minutos. Y antes de que dejen la nota acá para ir a insultarme por Twitter, déjenme decirles que no creo que haya nada malo en esto. La animación es uno de los puntos fuertes de esta película pero ni aún sabiéndolo podría haberme adelantado a que todo el largometraje es un deleite de experiencias audiovisuales. Las coreografías de las peleas son armoniosas, ingeniosas y violentas. La mezcla de animación tradicional y moderna contrasta positivamente en su gran mayoría y la vibrante musicalización original complementa todo, haciendo sudar energía a la pantalla y dando la sensación de que la película se quiere adueñar del espíritu de los videos .flv de Dragon Ball Z. Por momentos las proporciones de los combates se vuelven tan ridículas que todo toma dimensiones bíblicas y ahí, en ese momento, algo hace click dentro tuyo y te das cuenta que Dragon Ball nunca se vio así, pero siempre se sintió como lo estás viendo ahora. El resto es subirse a esta montaña rusa y aplaudir fuerte al final. El Principe y el mendigo. Ahora bien, que haya disfrutado su exacerbada propuesta y su bienintencionada ridiculez, no evita que la juzgue formalmente como película. La decisión de mostrar otro génesis luego del primero en lugar de tratarlos en paralelo, hace que uno como espectador sienta que lo hicieron retroceder un casillero, teniendo que ver la película empezar de vuelta. Personajes como Bulma o Bills solo están para cumplir con el fan, sin tener ningún tipo de función particular en la historia, arruinando un relato muy prolijo en su minimalismo. Gran parte del planeta se destruye y ni siquiera pudieron tener la cortesía de que algún personaje rellenara vagamente el agujero en la trama diciendo “Todo bien, después le pedimos a Shenlong que lo arregle”. Pero mientras todas estas cosas son detalles, el verdadero y único pecado de esta película es que nunca se plantea que algo esté en juego. La pelea de los protagonistas no es a muerte. Nadie está buscando activamente conquistar el planeta. No hay cuentas regresivas, promesas ocultas o vueltas de tuerca inesperadas. Estos dos dioses guerreros se trenzan en combate durante el sesenta por ciento del film sin ninguna dirección aparente. Nadie jamás está ni a punto de perder ni ganar y, sabiendo ya desde hace años que estas personas se arrojan supernovas en la cara diariamente porque lo consideran divertido, este combate no deja de sentirse como tan solo un día más en la vida de Goku y sus amigos. El verdadero Saiyajin legendario. Por su propio bien, esto no termina de hundir a la película. Todo lo bueno de su arte, su humor, su acción y su musicalización, termina demostrando que desde un principio esto siempre buscó ser un espectáculo más sensorial que narrativo. El guión no es más que una excusa y mal que nos pese, a veces las excusas son muy buenas y no se les puede discutir. Dragon Ball Super: Broly es una peli para todo fan de la saga. Tiene la suficiente cantidad de elementos nostálgicos y modernos, conoce sus fuertes, sabe lo que el público quiere y por encima de todas las cosas, se anima a seducirnos con aires de cambios, al canonizar al personaje que le da nombre a la película. Diría, de todos modos, que lo que más me gusto fue como este personaje cuyos valores eran un conjunto de falencias, pudo tomar todo otro color al ser dotado de humanidad. Hasta me animé a ver en los ojos de Goku el momento donde lo reconoce como un digno sucesor. No soy tan inocente como pensar que eso podría pasar, pero hace años que Dragon Ball no me hacía plantearme teorías conspirativas como si habláramos de Westworld o de Game of Thrones. Y si eso no es volver a enamorarse de una ficción, yo no se que es.
Dragon Ball Super: Broly demuestra la vigencia absoluta del manga creado por Akira Toriyama, convertido en uno de los animé más famosos del planeta. Con Dragon Ball Super Toriyama volvió al ruedo con nuevas historias y estas se extendieron inmediatamente a la animación. Esta película estrenada ahora responde a estas obras recientes. La respuesta en taquilla de este nuevo estreno deja en claro que no necesita hacer un gran esfuerzo por conseguir que sus seguidores sigan siendo fieles, solo restaría saber si alguien que jamás escuchó hablar de Dragon Ball se acerca al cine. Tal vez el culto le alcanza y le sobra, pero aun así, esta película está hecha con la suficiente habilidad como para ser entendida por cualquier espectador que nunca antes haya visto una sola imagen de estos personajes y su universo. Claro que entender la historia no es entender todo. El humor es lo más difícil de entender, por ejemplo. Aunque hay muy buenos momentos de humor, hay chistes que solo pueden ser entendidos por los que conocen en serio a los personajes y su mundo. Pero hay que insistir en que los buenos chistes están y son universales. Incluso mi consejo es que para aquel que nunca haya visto un animé en su vida, esta película puede llegar a ser una fiesta. Entre la confusión que puede generar ese verosímil no solo de la animación japonesa, sino de Dragon Ball en particular. El animé en general es tan enorme y abarcador que hay que dedicarle muchísimo tiempo para poder entenderlo y disfrutarlo a pleno. Una vez más, la película que se estrena hoy es de las más generosas que se hayan hecho en lo que respecta a su vínculo con el espectador. Y si alguien quisiera ponerse al día, la mala noticia es que le puede llevar mucho tiempo, así que mejor agradecer esta narración más abierta. La película cuenta el origen de sus protagonistas, bien al uso del cine actual con los superhéroes. Este relato está bien construido, es muy didáctico y también sirve para comprender mejor a los personajes. Esta primera parte de la película permite que el espectador se familiarice con el universo y sus características, lo que le permitirá luego comprender mucho más la segunda parte, un festival de peleas espectaculares y momentos de muy logrado humor. Es posible que no cambie el mundo de aquellos que siguen a Dragon Ball desde siempre ni que tampoco se acerque alguien nuevo, pero para los que quieran saber. Goku, Vegeta y Broly no defraudan, e incluso sorprenden. El éxito de la película augura Dragon Ball para rato.
Estamos ante una nueva manifestación cinematográfica de la popular historieta Dragon Ball, creada por el dibujante y escritor japonés Akira Toriyama, gestor de una verdadera ola de novelas, sagas, videojuegos y merchandising, derivados del manga oriental. Con un éxito netamente popular, fue aceptado por todo el mundo en la década de los "80 y "90 teniendo como antecedente histórico el Astroboy de Osama Tezuka. Con dos partes bien definidas, la primera desde el pasado remoza la destrucción del planeta por Vegeta, de la dinastía sayajin, retoma la figura real que impone al bebé Friza o Freezer, que vemos en una incubadora como heredero, mientras el sayajin Paragus centra su ambición en su hijo, al que también se observa en una incubadora y que lleva por nombre Broly. El rey envía al niño al espacio presumiendo su poder y su padre lo descubre y viaja para acompañarlo hasta un planeta de escarabajos gigantes (símil vaquitas de San Antonio). El tiempo hace que Friza (o Freezer) destruya el planeta, pero Goku (también llamado Kakaroto) se salva y así continúa la saga. Años después, cuando reaparece Broly convertido en un niño poderoso pero conflictivo de gran fuerza física que sólo su padre puede dominar, se llevará a cabo el enfrentamiento. Habrá complicidades porque las famosas esferas del Dragon, algo así como el "Vellocino de Oro" de toda historia, aparecen como nuevo motivo de pelea con intervención de un dragon real que protege a Broly. HISTORIA VIOLENTA En síntesis, la clásica saga de superhéroes que enfrenta el Bien y el Mal en una lucha mortal, que dura varios minutos en el filme. Filme en el que aparecen nuevos personajes como Chelye, Kókono y Lemo. Los fanáticos del género se regodean con la feroz pelea de la historia; los que no lo somos la vemos como una clásica saga mitológica de raíz oriental, con dibujos bien logrados, efectos especiales asombrosos, enfrentamientos de poderes universales por la conquista de objetivos variados y un despliegue de violencia inusual.
Luego del revival “oficial” que tuvo la franquicia Dragon Ball con las exitosas “La batalla de los dioses” (2013) y “La Resurrección de Freezer” (2015) (que a su vez dieron pie a una serie nueva de casi 150 capítulos que terminó el año pasado) nos llega la vigésima película, nada menos. Dragon Ball Super: Broly (2018) transcurre luego del final de la serie animada que también finalizo el año pasado, en donde se nos presenta como Goku y Vegeta siguen entrenando bajo la supervisión de Wiss y Beerus. Sin embargo, antes tenemos un extenso prólogo donde se nos presenta al que será el enemigo a derrotar en esta historia: Broly. Allí se nos cuenta como es que Broly, aún siendo un niño pequeño, se salva de la destrucción del planeta natal de los Saiyajins.
Tengo mis sensaciones encontradas con Dragon Ball Super: Broly. ¿Hay que escribir sobre ella por lo que es como película o por lo que representa para los fanáticos? Supongo que tiene que ser más por el lado de la segunda opción, dado que es para quienes está destinada. En lo personal, Dragon Ball y Dragon Ball Z marcaron a fuego cierta etapa de mi vida, precisamente durante el colegio primario y secundario, que hace tiempo quedó atrás. En su momento también vi Dragon Ball GT, mucho no importó siendo chico que Akira Toriyama no estuviera a bordo, y varias de las películas que salían en video y no formaban parte del canon, entendiendo por esto último la continuidad del animé. A pesar de la insistencia de amigos, no vi Dragon Ball Super. Quizás debería hacerlo, pero lo cierto es que a esta altura del partido me da fatiga. Viéndola con ojos objetivos, no puedo decir que esta nueva película me haya gustado. Hay quienes hablan de nostalgia… ¿Dónde queda la añoranza si la nueva etapa de la serie se emitió hasta el año pasado? Además se trata, después de todo, de la tercera película en estrenarse en la pantalla grande en el último lustro. Pero hay un nuevo orden de las cosas con Akira a bordo y la inclusión de este antagonista -aquí de un diseño más sobrio-, que no formó parte de la serie original y sin embargo se volvió un gran favorito del público, ameritaba otro paso al cine. Uno que, básicamente, se propone eliminar lo hecho previamente y dar un cauce diferente a la historia que se sabe, sumando cierta confusión en el proceso. Desde el principio se viaja a un pasado conocido, al tiempo del nacimiento y posterior exilio de Broly por decreto monárquico. Aquello sienta las bases de la futura venganza contra la raza saiyan. Como es bien sabido, la destrucción del planeta a manos de Freezer depura a la galaxia de la mayoría de estos poderosos guerreros, con lo que la represalia por parte del incontrolable luchador y su progenitor Paragus se correrá hacia el descendiente del Rey Vegeta, el orgulloso príncipe homónimo. Toda la primera etapa del film es bien rescatable, con la animación a punto y con la paternidad como un tópico que sobresale. Hay varios padres en acción, cada uno haciendo lo que considera mejor por su hijo. King Cold cede el mando del ejército a su hijo Freezer, el Rey Vegeta toma una decisión cruel y despiadada para mantener el futuro mandato de su descendiente, el Coronel Paragus renuncia a su planeta para salvar a Broly, Bardock envía a Goku a la Tierra para protegerlo de la destrucción de Vegita. Esta larga introducción da pie a la historia, con una nueva vuelta de Freezer que ve en Broly a la herramienta para finalmente destruir a Goku. Lo que sigue es una larga batalla entre este y Vegeta contra el imparable guerrero, de un poder inconmensurable. Hay que poner énfasis en la extensión del combate, que se siente como unos 40 minutos de piñas, patadas, muchos gritos, poderes sin nombre y transformaciones intrascendentes. Es que la fuerza del guerrero legendario es inimaginable y no hay supersaiyajin, con pelo rojo o azul, que se le pueda comparar. El combate es intenso, pero las apuestas son bajas. La ausencia de otros personajes por fuera de los guerreros mantiene la acción contenida, y lejos de alcanzar el nivel épico de peleas del pasado. El mayor logro de Dragon Ball Super: Broly es el de humanizar al personaje del título, a quien se le da una historia de origen y se justifican sus acciones como parte de una dura crianza de su padre. Es una máquina de combate desquiciada, pero no el sádico de las versiones previas. No puede dominar su vasto poder y en batalla pierde por completo el control, pero ahora posee rasgos de bondad. Es un ser con una fuerza bestial, pero que esconde un gran corazón, y ahí es que puede conectar con ese enorme personaje que es Goku. En caso de que se decidiera continuar la serie, bien podría seguirse su historia. No hay mucho más que decir respecto a esta nueva película, que mantiene la tendencia de reescribir lo hecho previamente y solo preservar algunos elementos que funcionan mejor. Los fanáticos tendrán suficiente con que emocionarse, incluso hay algunos cameos de personajes poco justificados que pueden despertar entusiasmo, ni hablar de las voces originales que están siempre dispuestas a volver. Pero en líneas generales se percibe como una producción apresurada, que desarrolló a su antagonista hasta cierto punto y de ahí en adelante lo soltó para pelear. Ese apremio se nota. Lejos de los cinco minutos eternos previo a la explosión de Namek, aquí una hora de batalla transcurre en segundos y con ello se pierde cierta contundencia en varios aspectos. Como sea, servirá como una digna introducción de Broly para las nuevas generaciones y no mucho más que eso.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.