LA ATRACCIÓN DE LA MUERTE Un ejercicio fílmico en un lugar cerrado, un depósito de cadáveres donde tres amigos, el que trabaja en el lugar y dos compinches se fascinan con el cuerpo de una actriz famosa, la del titulo. Y allí dan rienda suelta a sus perversiones. Según el director y responsable del guión Héctor Fernández Vicens, un articulo periodístico sobre necrofilia. Los personajes nunca sospechan lo que les espera con la vuelta de tuerca del argumento que los enfrenta a peores situaciones, violencia, acción frenética, suspenso para mantener en vilo al espectador .Con recursos que van desde la grosería a la impiedad, de la ferocidad desatada a la sumisión, los personajes se debaten entre el miedo y la pulsión por la vida, acumulando golpes de genero. En ese sentido y sin pretensiones el film cumple con sus objetivos de entretener y utilizar a todos los recursos del género.
Pau, el celador nocturno de un hospital, recibe el cadaver de la joven actriz Anna Fritz. Sorprendido por la belleza de la mujer, decide tomar una foto e invitar a dos amigos al hospital. Los tres deciden violarla aunque algo impredecible sucede en aquella sala del hospital. En "El Cadaver de Anna Fritz", el desarrollo narrativo lo marca la joven Fritz y sus intentos por escapar del hospital. Entre las dudas, discrepancias y conflictos, Fritz trata de confundir a los celadores para encontrar una nueva salida para una situación tan conflictiva. Está sintonía disfuncional entre el grupo, en contraste con la joven que desea escapar, es el motor que mueve a la película. Sin grandes pretensiones ni un argumento muy elaborado, El Cadaver de Ana Fritz resulta una película entretenida y llevadera en sus 72 minutos de duración. La película en sí, no necesitó mucho más. El director hace una película entretenida sin arriesgar demasiado, con ánimos de hacer un producto aceptable pero para nada diferente que lo lleve a salir de lo común del género. Con una producción modesta, el punto fuerte recae en el rol protagónico de Ana (Alba Ribas), que a través de su lenguaje corporal y la expresividad en sus gestos, recrea una interpretación creíble. El cadaver de Anna Fritz es una película corriente, sin grandes actuaciones, pero ameniza en su corto lapso de duración, con algunos momentos de suspenso que no aportan demasiado más.
Paseo inmoral Es innegable que en el cine el famoso subgénero de la violencia y el acoso sexual no es para todos lo públicos, pero también es innegable que, por más desagradable que parezca, no lo dejamos de consumir. En los últimos años se popularizó aun más este estilo de películas y se constituyó en dos vertientes muy claras: la que aspira más a lo detectivesco, la figura de la criminalidad y la culpabilidad ante la justicia; y aquella que refleja lo psicológico, lo primitivo e instintivo, que puede ir desde el snuff (videos caseros reales de asesinatos, violaciones, torturas y hasta necrofilia) hasta historias completamente ficcionalizadas. Cuando hablamos de El Cadáver de Anna Fritz (2015) nos referimos al segundo aspecto. La mujer en cuestión (una muy correcta Alba Ribas) es una bella y conocida actriz que un día es hallada muerta en la suite de un hotel. Su cuerpo es llevado a la morgue donde trabaja Pau (Albert Carbó), quien se nos presenta como un ferviente admirador de los cuerpos desnudos de las mujeres fallecidas que entran al lugar. Cuando Pau descubre que Anna Fritz es ingresada a su lugar de trabajo, convoca a sus amigos para darles la buena nueva: una de las artistas más famosas y sexies del momento se encuentra a entera disposición para ellos. Y aquí es donde comienza un camino que no tendrá retorno para los amigos. Después de abusar sexualmente de ella, una serie de hechos desafortunados serán los verdaderos protagonistas de esta historia. Poco más de 70 minutos es la duración ideal para éste, el primer largometraje de Héctor Hernández Vicens, un realizador más fogueado en series para TV. Los aciertos de su película son varios: una producción artesanal que se rodó casi en su totalidad en un único set (la morgue de un hospital) y con sólo cuatro actores en escena, que se vuelven cada vez más ínfimos en un entorno tenso y angustiante, en el que la muerte les pisa los talones constantemente. Tres personajes representando a un “villano” particular; aquel que ejerce la maldad incluso sin querer hacerlo del todo; para el caso un perfil muy diferente al del violador serial. Para lograr ese tipo de maldad (simple y básica), Vicens eligió a unos personajes del mismo calibre: clase media-baja, nivel cultural medio-bajo, nivel ético medio-bajo. Salvo por la inverosimilitud de algunas escenas de pleno acoso sexual al cuerpo, El Cadáver de Anna Fritz nos podría recordar perfectamente a Deadgirl (2009) o a Escupiré sobre tu Tumba (I Spit on Your Grave, 2010). El film de Vicens está en el medio de ambas, entre el encuentro con un cuerpo casi muerto y el abuso como elemento de poder hacia el otro hasta dejarlo al borde de la muerte. En una película de estas características, hay una delgada línea entre la inmadurez de sus personajes masculinos y sus niveles de perversión. Después de haber recorrido importantes festivales internacionales y de haberse proyectado en Argentina este año en Espanoramas (muestra de cine que reúne lo mejor de las producciones españolas), El Cadáver de Anna Fritz es un ejemplo de que, al menos para los consumidores del subgénero, lo desagradable se puede convertir en algo magníficamente contado.
Una velada burguesa Si tenemos presente que la mayoría de los exponentes de horror de nuestros días opta por invocar la misma colección de recursos retóricos una y otra vez, a decir verdad El Cadáver de Anna Fritz (2015) constituye un soplo de aire fresco, quizás uno un tanto maltrecho aunque atractivo de todos modos… El terror es el único género que puede ofrecernos obras como El Cadáver de Anna Fritz (2015), una película que hace agua en innumerables apartados y sin embargo arroja -a fin de cuentas- un saldo positivo, fundamentalmente porque sacude el marasmo en el que suele caer el género en cuanto a la repetición de escenarios y premisas básicas narrativas. El film se vale del viejo morbo del ser humano alrededor de la necrofilia con el objetivo de utilizarlo como catalizador para una historia de suspenso bastante tradicional, que a su vez se sustenta en la podredumbre moral de la burguesía y el fetichismo malsano para con las figuras públicas. La muerte de la mujer del título y el traslado de su cuerpo a la morgue de un hospital ignoto son los disparadores de un relato que carga con diversos problemas pero también con la astucia de saber explotar un tópico clásico del catálogo de las perversiones. Por supuesto que el atolladero de la corrupción cíclica y la complicidad no tarda en darse cita: uno de los celadores nocturnos del lugar, Pau (Albert Carbó), se topa con el cadáver de Anna Fritz (Alba Ribas), una actriz muy famosa que fue encontrada sin vida en el contexto de una fiesta privada, y no tiene mejor idea que sacarle una foto y mandársela a un amigo, Iván (Cristian Valencia), quien se aparece en el hospital con otro “compinche”, Javi (Bernat Saumell), con la firme intención de ver a la susodicha. Rápidamente Iván y Pau deciden violar el cuerpo desnudo de Fritz y de este modo el segundo descubre que la joven no estaba tan muerta como parecía, lo que desencadena primero una discusión -acerca de qué hacer a continuación- y luego el asesinato de Javi producto de una escaramuza con Iván, el partidario de ultimar definitivamente a Fritz y borrar todas las huellas en pos de impunidad. La ópera prima de Héctor Hernández Vicens tiene inscripto el signo del amateurismo por todos lados: el guión cuenta con varios baches, hay errores de continuidad entre las escenas, los clichés están a la orden del día, los personajes son un tanto esquemáticos y para colmo las actuaciones dejan mucho que desear (salvo la de Valencia, el más experimentado del trío masculino). La inocencia desde la cual está encarada la obra tampoco entrega un desarrollo en verdad interesante para Fritz/ Ribas, ese pivote de la trama que prácticamente no conocemos, tanto por lo acotado de los 76 minutos del metraje como por el nulo espacio concedido para que la señorita autojustifique las pasiones que despierta en estos burguesitos aborrecibles que la confinan a una camilla. Incluso con estos inconvenientes, el film logra entretener y hasta analizar sutilmente los recodos de las fantasías sexuales y la degradación. Tan lejos de la sátira de la extraordinaria Re-Animator (1985) como de la efervescencia de Angst (1983) y las barrabasadas de la impresentable Nekromantik (1987), El Cadáver de Anna Fritz trabaja la necrofilia de manera tangencial porque decide concentrarse en una historia de encubrimiento a la Malos Pensamientos (Very Bad Things, 1998), aunque sin los detalles de comedia negra y enfatizando la sucesión de tragedias. Desde ya que la propuesta podría haber aprovechado mucho más el trasfondo principal, no obstante resulta bienvenida una película que retoma una temática algo olvidada de la clase B en medio de un panorama cinematográfico en el que hasta los exponentes más luminosos del horror recurren a los mismos latiguillos y fórmulas de siempre. El opus de Hernández Vicens posee el encanto del shock en versión light: hablamos de una anomalía loable que busca patear el tablero…
La sub-trama del film es muy profunda, algo que tenemos en carne viva y que por estos días subyace nuestro día a día: la mujer como objeto de deseo. O como objeto lisa y llanamente.
La venganza de la muerta. El Cadáver de Anna Fritz, dirigida por el español Hèctor Hernández Vicens, sigue a tres jóvenes que se escabullen en la morgue donde yace el cuerpo sin vida de la súper-estrella Anna Fritz. ¿Por que hacen esto? Podríamos decir que, en un primer momento, el morbo los lleva a simplemente querer observar el cuerpo sin vida de la hermosa actriz, lo cual ya es bastante enfermizo. Sin embargo, pasados algunos minutos, deciden cruzar una linea atroz de la cual no podrán regresar. Los primeros minutos de El Cadáver de Anna Fritz son realmente difíciles de ver. Si bien la dirección de Vicencs es precisa y contundente, y logra dotar de cierta elegancia los actos retratados, la naturaleza de los mismo es intolerable. La dirección de actores también contribuye a la impotencia y malestar que despierta lo que estamos viendo. Las actitudes de los personajes son tan viles y despreciables como el hecho mismo. Lejos estoy de ser un espectador sensible, pero hay una secuencia en particular que es insoportable. Una vez que sale de ese espantoso pero necesario momento, la película avanza como un claustrofóbico thriller que no da respiro. Cada escena aporta a la construcción de tensión, que tan bien logra manejar el director durante todo el metraje. Por supuesto, la intensidad que se alcanza durante los primeros y más crueles minutos disminuye bastante; no obstante siempre está sucediendo algo, lo que mantiene a la trama en constante movimiento, El suspenso se instala en el primer plano y no abandona la pantalla. La historia que se cuenta es compacta y limitada a unas pocas locaciones, características que están muy bien aprovechada. Las actuaciones son correctas en lineas generales. El personaje que interpreta Albert Carbó -el joven que trabaja en la morgue e invita a sus amigos a entrar- es un poco contradictorio y sus motivaciones son, por momentos, no del todo claras. ¡Dios mio! ¡cuanto hace que no odiaba tanto a un personaje como al que interpreta Cristian Valencia!. Totalmente desagradable. Durante toda la película sentí la necesidad de reventarle la cabeza a patadas, por lo que creo que este sentimiento que despertó en mí habla muy bien de su trabajo. También dedo destacar la labor de Alba Ribas, otra de las grandes interpretaciones que tiene para ofrecer el film. El es guión tan sólido como sencillo. Nada negativo que remarcar, más allá del desliz con alguno de los personajes, como ya mencionamos anteriormente. Algo que resalta sobre todo al ser una historia compacta que depende en demasía de sus personajes e interpretaciones. Por otro lado película se ve muy bien a pesar de ser una producción independiente, con una cuidada fotografía donde abundan los colores fríos. Conclusión: El Cadáver de Anna Fritz es un thriller intenso y atrapante que no da respiro. Con un guión solido y original y un gran trabajo de dirección, las probabilidades de que te aburras son muy pocas. Eso sí, si tenes pensado ir al cine con tu madre, tía o abuela, o pasar un ameno y relajado momento con tu novia, quizás no sea la mejor opción. De otra forma, no dudes en darle una oportunidad.
Levántate y anda La película de Hèctor Hernández Vicens se concentra en qué sucede cuando una estrella de cine dada por muerta (la Anna Fritz del título) se manifiesta viva. El Cadáver de Anna Fritz (2015) se estrena con algo de retraso en Argentina. Presentada en el Festival de Cine de Sitges, esta película podrá rememorarle al espectador aquel ciclo de unitarios llamado Tiempo final, en donde en tiempo real se narraba algún suceso oscilante entre el suspenso y el terror. Si no fuera porque el esquema dramático ya fue muy transitado, se podría decir que la película de Hèctor Hernández Vicens tiene la vocación de experimentar con el tiempo y el espacio, en este caso muy reducido: la morgue, y las dependencias hospitalarias que la rodean. Pau (Albert Carbó) es el empleado de la morgue a la que llega el cuerpo de la megaestrella Anna Fritz (Alba Ribas), a quien una serie de voces extraídas de segmentos periodísticos la describen como una suerte de Penélope Cruz (por dar un ejemplo). Un dato que la prensa ignora es a dónde fueron a parar sus restos (el primer punto débil del guion); pero Pau lo sabe y no tarda en decírselo a sus dos amigotes de juerga, quienes antes de ir a bolichear deciden ir a ver ese “tesoro mortal” al que, claro, desean encontrar desnudo. Pero ese cuerpo muerto captura algo más que una simple atención en los tres jóvenes. ¿Qué sucedería si se la “tiraran”? ¿Qué tan mal estaría? La idea prende mecha en dos de ellos (el guión se reserva un punto de vista moral en uno de los muchachos), quienes se turnan para cometer el acto necrófilo. Lo que sigue es bastante predecible: Anna Fritz no estaba muerta y, una vez que ponga en evidencia su condición vital, generará un dilema: ¿dejarla viva y afrontar la denuncia, o asesinarla pues, total, todo el mundo la dio por muerta? El film de Hernández Vicens luce tan esquemático como la distribución de miradas que se suscita en los hombres, a partir del ultraje de ese cuerpo: la mirada egoísta, la culpógena, la “criminalizadora”. Las actuaciones son correctas, y el personaje de Iván está muy bien encarnado por Cristian Valencia; su criatura hegemoniza buena parte de las tensiones por ser el más revulsivo e inmoral de todos, cualidades que el actor transmite con convicción. Más allá de esa dialéctica, el guion no es demasiado inspirado y tiene varios puntos débiles. No obstante, en sus compactos setenta y pico de minutos, la propuesta consigue generar buenos climas, y si el resultado final se resiente un poco es por la escasa inventiva de la puesta en escena, que encuentra su momento de mayor impacto recién hacia el final.
Turbadora belleza en una morgue El atrevimiento que el director español Héctor Hernández Vicens expone al llevar su cámara a una morgue de hospital donde el cuerpo de una estrella sexy recién fallecida yace a la espera de autopsia y ambientar allí dos escenas de necrofilia -más las derivaciones de tales acciones- se diluye pronto. Hasta ahí parece haber llegado la imaginación del cineasta: lo que sigue tiene poco de sorpresa, casi nada de suspenso y menos aún de congruencia. Todo es bastante básico: tal como están presentados los necrófilos del caso no admitirían mayor desarrollo. El flojo argumento apenas daba para poco más de un corto y por eso quizá la decisión más atinada de los realizadores haya sido rematar la historia en sus escuetos 74 minutos.
Rigor mortis El Cadáver de Anna Fritz (The Corpse of Anna Fritz) llega a nuestras carteleras a casi tres meses de haberse estrenado en su país natal. El punto de partida genera la atracción incomoda que cualquier film que pretenda ser un buen thriller debería: Una exitosa actriz (la que da título al film) muere y es llevada a la morgue donde trabaja Pau, quien junto con dos amigos deciden tener sexo con su cadáver. El thrill, el estremecimiento que funciona como gancho en ese contexto, es simple, mientras lo están haciendo, Anna (Alba Ribas) despierta. La premisa entonces puede recordar tanto a la película Deadgirl (2008) como al cortometraje Aftermath (1994), sin embargo, no es del género de la primera ni tiene el gore gratuito del segundo. El Cadáver de Anna Fritz vuelve comercial un tabú tratado con mayor amplitud en los bordes del cine B pero no por eso resulta menos inquietante. Su duración de 72 minutos sumada a una narración que se desarrolla prácticamente en una única locación son las decisiones más acertadas del film ya que le permiten mantener la tensión a pesar de las notorias fallas en el guión y la continuidad. Pese a este acierto y a la demostración de parte de su director, Hèctor Hernández Vicens, de tener un interesante control de la puesta en escena la película abusa de la repetición de la formula plan/discusión/contraplan y tiene un desarrollo muy pobre del fuera de campo por lo que la tensión respecto a las consecuencias del exterior se diluye. El Cadaver de Anna Fritz confía su funcionamiento en el combustible que le ofrece su premisa inicial, aportándole luego un débil crecimiento a esa idea. Lamentablemente El Cadáver de Anna Fritz va soltando temas que no termina de explotar del todo y quedan ideas sueltas sobre la cosificación de la mujer, la fama y la necrofilia (entre otras tantas) que parecen no haberse tenido en cuenta nunca como organizadores del film. El Cadaver de Anna Fritz tiene un potente puntapié pero prefiere quedarse, luego de la primera media hora, en un lugar que le queda cómodo para ser un entretenimiento pasajero y mínimamente funcional.
Apuesta española por el cine de género, El cadáver propone también una lectura sobre la cultura del famoseo. Una actriz célebre muere y su cuerpo espera trámite, cubierto por una sábana, en la morgue de un hospital. Un joven que trabaja ahí invita a dos amigotes a verla así, muerta y desnuda. No conviene contar mucho, excepto que lo que en principio parece curiosidad morbosa termina muy mal y con no pocas sorpresas. Cuesta creer, sin embargo, que estos tres chicos pasen a comportarse como lo hacen y luego, por qué toman las estúpidas decisiones que van tomando, excepto por seguir las condiciones de un guión arbitrario.
La mente humana, a veces, es intrínsecamente perversa. El disparador de El cadáver de Anna Fritz, primer largometraje de Hèctor Hernández Vicens, juega con ese vil límite en su interesante primer acto, pero va perdiendo fuerza poco a poco conforme avance la trama. Hay algo de morboso en todos los seres humanos. Al mirar las noticias y sorprendernos con los detalles escabrosos de ciertos eventos, al frenar frente al lugar de un accidente para presenciar algún cuerpo, todos somos partícipes hasta cierto punto en el juego del morbo. El trío de amigos que se cuelan a ver el cuerpo de la célebre actriz Anna Fritz antes de su descanso mortal es afín a este juego, pero llevan su propia curiosidad hacia un límite sospechado, pero nunca expresado en voz alta. ¿Que se siente tener relaciones carnales con una persona muerta? Ese planteamiento, por demás incómodo, puebla las primeras escenas con el vicioso Iván, el sosegado Javi y el cuidador Pau, quienes tienen frente a ellos la oportunidad de ver a una figura estelar de la pantalla como Dios la trajo al mundo. Ante la extraña situación a la que se ven expuestos, los muchachos no dudan en aprovecharse, algunos con más reticencia que otros. La culminación de este atroz acto es el punto álgido de la película, un ejercicio de estiramiento de lo que perfectamente podría haber sido un cortometraje en un largometraje de 70 minutos al que, claro, se lo ha rellenado para saldar su estreno comercial. Más thriller que horror, el guión de Hernández Vicens e Isaac P. Creus juega sus cartas de una manera predecible, apuntando a impactar a la audiencia en sus primeros momentos para devenir en suspenso estándar que no termina de cuajar ni satisfacer una vez que la cortina desciende en los momentos finales. Parte de que el encanto se pierda es su falta de respuestas a interrogantes muy básicos. Detrás de una muerte mediática tiene que haber un manto de silencio y protección extremadamente elevadas, lo cual no se condice con tres jóvenes entrando como si nada en la morgue del hospital a hacer de las suyas. ¿Qué tan grande era Anna Fritz? Sólo lo sabemos por un voiceover al comienzo de la película, que no vale de mucho para pintar un cuadro dimensional de la actriz, que encarna con mucho tino y fuerza -sin soslayar la exposición corporal- Alba Rivas. Y eso sin cuestionar las cualidades lazarescas de la difunta, aunque eso sería entrar en territorio de spoilers. El trío que componen Cristian Valencia, Bernat Saumell y Albert Carbó salen bien parados como el grupo lanzado a una pesadilla de su propia creación, a veces sobreactuados, otras muy sentidos en sus expresiones faciales y corporales. La economía narrativa con la que cuenta El cadáver de Anna Fritz es admirable. El suspenso en una sola locación funciona de vez en cuando, y acá el director se ve beneficiado de esos lúgubres pasillos con iluminación austera. Es una pena que el incomodísimo primer acto vaya diluyendo su carga moral y termine muy lejos de lo que en principio establecía, pero su ajustada duración impide que todo se vaya al garete, terminando sin mucha pena y un poco de gloria.
CADÁVER EXQUISITO Algunas películas arrancan de una premisa muy simple que se puede resumir en pocas líneas. Ideas que a veces apelan al impacto y por eso resultan llamativas y seductoras, aunque el riesgo ahí es que la idea se agote en sí misma y en su formulación ruidosa. En su opera prima el español Héctor Hernández Vicens sortea ese riesgo con gracia y demuestra habilidad para sacarle el jugo a una de esas premisas aparentemente tan simples. El planteo es el siguiente: Tres amigos jóvenes se reúnen en el hospital donde uno de ellos trabaja como empleado de la morgue para arrancar la previa a la parranda del fin de semana. Pero esa noche y en ese lugar ocurre un hecho que lo convierte en una suerte de polo magnético. Acaba de llegar el cadáver de Anna Fritz, una diva que murió ante circunstancias no aclaradas pero que no dejaron huellas visibles en su cuerpo. Y mientras el resto del país lo duela y no deja de hablar de ella, los tres muchachos disfrutan del raro privilegio de tener ahí ante sus ojos a la estrella que siguió la regla de morir joven y dejar un cadáver bien parecido. Ahí surge la pregunta, primero como broma, “¿y si nos la cogemos?” (“nos al follamos” dicen, claro). Ayudados por el evidente morbo, el desafío de la masculinidad, el uso de estimulantes y una versión desmedida del culto a la personalidad, la propuesta pasa rápidamente del dicho al hecho. Si la situación ya era complicada de por sí, se pone peor cuando en medio de la faena se viene a descubrir que la declaración de defunción fue un poco apresurada y que el cadáver no era tal. Ahora ellos tienen un problema. Y ella tiene otro, no menos grave. El truco está en que en el preciso instante en que parece que la cosa se agota, surge el elemento (está viva) que dispara la trama hacia adelante. El cadáver de Anna Fritz no es una película de terror, pese al uso de algunos de sus componentes, sino una película de suspenso. Y es a partir de ese momento en que eso se hace más evidente, en ese ¿y ahora qué hacemos? Lo importante entonces pasa a ser el manejo de la tensión (que está muy bien lograda), y la necesidad de no caer en la previsibilidad (que a veces se logra y otras no tanto). La cuestión pasa ahora ya no por la explotación del morbo inherente a la propuesta sino la puesta en marcha de un mecanismo que tiene que ser (y por suerte es) preciso. Otro punto a favor es la capacidad de alternar naturalmente con el punto de vista y, a la vez, con las identificaciones. Todos tienen algo que perder. Ellos ven la posibilidad de que, al descubrirse su acto monstruoso, su vida se arruine para siempre. Ella, en su indefensión, comprende con obvio terror la posibilidad cierta de que su segunda oportunidad de vivir dure lo que un suspiro. Se trata de una película a pequeña escala, de esas que se suelen llamar minimalistas. Duración acotada, cuatro personajes, un solo lugar y un espacio de tiempo limitado. Hernández Vicens plantea el tablero y mueve las fichas con habilidad. Y es con esa economía de recursos que construye un relato conciso y atrapante. EL CADÁVER DE ANNA FRITZ El cadáver de Anna Fritz. España. 2015. Dirección: Hèctor Hernández Vicens. Intérpretes: Alba Ribas, Cristian Valencia, Bernat Saumell, Albert Carbó. Guión: Hèctor Hernández Vicens, Isaac P. Creus. Fotografía: Ricard Canyellas. Edición: Alberto Bernad. Música: Tolo Prats. Duración: 71 minutos.
Un estreno español que daba más para un cortometraje que para un largo. La idea de El cadáver de Anna Fritz es lo suficientemente perversa como para llamar la atención: la chica del título es una hermosa actriz española que acaba de morir en la picota de su éxito, y su cuerpo ahora está en una morgue a la espera de una autopsia. Uno de los empleados del lugar y dos conocidos de él no tienen mejor idea que entrar para tener sexo con ella, sin saber que, en realidad, ¡está viva! No hay explicaciones ni motivos que justifiquen tamaña quiebre argumental y, a partir de ese momento, el film del español Héctor Hernández Vicens se vuelve un típico juego de poder entre ellos tres, con la mujer en pleno regreso al mundo de los vivos como botín. Los personajes repiten parlamentos y el relato gira sobre su propio eje una y otra vez, coqueteando así con el absurdo y marcando que el ínfimo suspenso de esta propuesta hubiera funcionado mejor en un cortometraje que en un largo de 75 minutos.
CUANDO LA MUERTE GOLPEA LOS TALONES No sé si a alguien más le pasó, pero ¿nadie nunca tuvo miedo a que lo declaren muerto y despertarse en el interín del proceso funerario de nuestra ya acabada existencia? Quien escribe tira la primera piedra y reconoce que durante su infancia tal hecho representó uno de sus miedos más recurrentes. De dicha condición de excepción se trata la película española El cadáver de Anna Fritz, thriller de suspenso que conjuga los tópicos de la muerte, la enajenación sexual, el individualismo y la desesperación en una hora y media de suspense bien concretado. El film se centra en la dinámica de un cuarteto algo perverso: Paulo, un joven que trabaja en la morgue y dos amigos (Javi e Iván) que le insisten en ver el cadáver de una bella actriz recientemente fallecida: Anna Fritz. Los más bajos instintos surgen al momento de enfrentarse cara a cara con el cadáver de la famosa, quien despojada de todos los beneficios que su fama le concedió y de los derechos de cualquier ser humano, es ultrajada de la forma más vil por dos de los integrantes del cuarteto. Tal hecho aberrante desata lo que será el conflicto central del film: Anna no está muerta. Ante esta inesperada situación la individualidad, el instituto de supervivencia, la enajenación que en si misma conlleva dicha escena, hace que de manera escalonada la intriga y el suspenso del film vayan in crescendo hasta el desenlace. La puesta en escena es escueta, la mayor parte del film transcurre en el depósito de una morgue, las actuaciones son correctas y la historia ya es conocida en el mundo del cine. Sin embargo, la película logra entretener. A modo de cierre de esta brevísima nota de opinión, sería interesante destacar que si bien la historia en si misma ya ha sido vista tantísimas veces en la ficción, este film en particular me ha habilitado a pensar qué hacen los sujetos cuando se encuentran en una situación de poder: cómo actuó Paulo, el trabajador de la morgue, con el poder que dicha labor le confiere sobre los cuerpos allí depositados; Iván, con el poder que creyó tener sobre el cuerpo de una muerta, etcétera; efectivizando que ciertos modos de accionar o bien pueden denostar la peor clase de ser humano o la sensibilidad de empatizar y ponerse en el lugar del otro.
Como espectadores, se supone que necesitamos una explicación para todo, y esto ocurre especialmente en el cine de género, en donde las reglas son más rígidas. Hay personajes fantásticos más fuertes que el acero por venir de otro planeta, en el western hay buenos y malos en extremo, en el policial siempre hay un agente corrupto, los zombis reviven por una epidemia, etcétera. ¿Pero qué pasa cuando Anna Fritz resucita porque se le da en gana? Podría ser catalepsia, pero el director mallorquín Héctor Hernández Vicens no pone mucho esfuerzo en explicar por qué pasa lo que pasa. Y en ese desinterés por dar el plato servido a la audiencia está lo interesante y lo bueno del film, aquello que atrapa, sorprende, y sí, deja con las ganas de una explicación. Anna Fritz es una celebridad de figura perfecta, y la película empieza cuando Anna Fritz ya está muerta. Dos reporteros gráficos tienen un amigo en la morgue adonde fue a parar el cadáver de Anna, y con la excusa de pasar a buscarlo para ir a una fiesta lo convencen para pasar a ver el cuerpo de la actriz. En principio iba a ser una sesión fotográfica para un medio amarillento, pero uno de los fotógrafos, al destapar del cuerpo, decide que mejor idea es violar a la occisa. Al fotógrafo se suma Pau, el asistente de la morgue, pero en algún momento Ana despierta del sueño que no era tan eterno. Con la renuencia del segundo reportero gráfico, la duda es qué hacer respecto a la actriz, consciente de su violación; y cuando la decisión es asesinarla empieza un desparejo derrotero de suspenso y acción. Pero no será fácil: ¿Anna es cataléptica, es un vampiro? Pese a actuaciones flojas y a la falta de una atmósfera apropiada, El cadáver de Anna Fritz convence y atrapa hasta los minutos finales.
BLANCURA TENTADORA ¿Qué pasaría si existiera la posibilidad de tener un encuentro casi íntimo con una estrella de cine, de contemplarla en todo su esplendor y en toda su desnudez? Lo más probable es que no hubiera límites ¿Pero si se tratara del cadáver de la persona famosa? ¿Habría en ese caso algún reparo? El primer largometraje del español Hèctor Hernández Vicens despliega diferentes impresiones del tema a través de los puntos de vista de Pau, Iván y Javi, los tres amigos y protagonistas del filme. El primero es el encargado de realizar las autopsias del hospital, mientras que los otros dos lo van a visitar al trabajo para invitarlo a una fiesta y comprobar por sí mismos la belleza de Anna Fritz. El exceso, entonces, se convierte en el leitmotiv de la película ya sea como aspecto narrativo (motor de la trama) o descriptivo (parámetros del carácter de cada uno de los hombres). Es interesante pensar en las similitudes y diferencias entre El cadáver de Anna Fritz y La sombra de la noche (Nightwatch en la versión original) del danés Ole Bornedal. Ambas se desarrollan en la morgue de un hospital durante la noche y muestran, de diversas formas, el exceso de cuerpos femeninos. Pero la construcción del suspenso es la que las torna disímiles. Mientras que en la danesa la tensión se concibe desde el movimiento de un mundo exterior hacia la quietud y el silencio de cada una de las rondas solitarias del estudiante de derecho (Ewan McGregor), cuyo punto máximo son los cuerpos recientes de las mujeres asesinadas por un psicópata y la naciente sospecha sobre él, en la española se trabaja con una lógica inversa. El afuera es un detalle que sólo contextualiza y el suspenso oscila entre la morgue del hospital, el cuerpo inerte de Fritz y la moral/acción de cada uno de los hombres. El viraje de enfoque por un hecho radical no sólo altera este pasaje, sino que las dudas y recelos envuelven las relaciones de los protagonistas. Una sábana blanca cubre su cuerpo y sólo se perciben los antebrazos del enfermero que arrastra la camilla. Anna Fritz es bella, joven y famosa tanto en vida como en la muerte; tal vez, mucho más en ésta última. Por Brenda Caletti @117Brenn
El Cadáver de Anna Fritz cuenta justamente la triste historia del cadáver de Anna Fritz, una popular y recientemente fallecida actriz (y ficticia, claro está). Durante una noche entera, su cadáver se encuentra atrapado en una morgue junto a Iván, Javi y Pau, éste último el celador de la morgue. Los tres, empujados por el instinto masculino violento, comienzan a toquetear el cuerpo desnudo de Anna y... bueno, "una cosa lleva a la otra". O sea, se violan el cuerpo sin vida. Dos de ellos lo hacen, creyendo que está todo bien porque está muerta. Sólo que (¡chan chan!) no lo está (¡¡chan chan!!). La película de Héctor Hernández Vicens nunca se molesta en explicar qué fue lo que le pasó a la joven ni por qué revive durante su violación (sí, así es). En vez de eso, la historia se enfoca en el trío de necrófilos que tienen que buscar alguna manera de evitar que los descubran. Así comienza una sucesión de secuencias que mantienen al espectador pegado a su asiento, mientras que los tres enfermitos discuten sobre qué hacer y la resucitada Anna Fritz trata de escapar. Es innegable que el film es un triunfo en lo que a cine de suspenso/terror se refiere. Pero creo que hay que preguntarse por qué es tan efectiva, y si lo es de la manera correcta. El director ha dicho que se inspiró en una historia real, sobre un celador de morgue que, violando a un cadáver, terminó reviviéndolo. El celador inmediatamente fue a avisar que la chica seguía viva. Según Hernández Vicens, se preguntó qué pasaría por la cabeza del celador al saber que todo el mundo iba a enterarse que era un enfermo levanta-muertos (¿chiste feo?). En la película, pasa exactamente lo opuesto. Lo cual quiere decir que aquí, lo que más le interesa al director es la historia de los tres violadores. Toda la parte sobre Anna reviviendo es algo añadido para que la película no sea tan corta, y claramente no es el principal interés del realizador. De hecho, la mujer pasa la mayor parte del filme en una camilla, desnuda, casi siempre a merced de los tres protagonistas masculinos. Alba Ribas, quien la interpreta, hace un trabajo excelente con el pobre rol que le dan. Es una pena ver a una actriz tan talentosa desperdiciada en una película tan baja como ésta. Aclaro: no es mala, es baja. Toda la tensión del filme surge de varias escenas perturbadoras de violencia contra la mujer. Hernández Vicens no juzga a los hombres, aunque sí les da el final que se merecen. Pero el punto es que el truco de crear miedo en la audiencia poniendo a una mujer en peligro ya es visto como la objetivización sexista que es (por más efectiva que sea). El director se ha defendido de críticas feministas diciendo que "tener sexo con un cadáver no tiene nada que ver con el machismo o el feminismo". En realidad, sí tiene que ver cuando se trata del cadáver de una mujer. En esta época en la que hay mayor conciencia sobre los argumentos feministas, también hay que observar cuidadosamente el arte que admiramos. ¿Por qué este filme me causa tanta impresión? ¿Lo está haciendo de la manera correcta? ¿No estará dejando de lado a alguien? ¿En qué punto la manipulación emocional, tan necesaria para las artes narrativas como el cine, se convierte en abuso emocional? VEREDICTO: 4.0 - NI UNA MENOS No podemos mentir: El Cadáver de Anna Fritz es escalofriante. Pero las razones por las que lo es son preocupantes, así que hay que incluirla en la lista de películas de terror degradantes hacia la mujer (una lista, vale decir, bastante extensa).
Anna Fritz es una reconocida y talentosa actriz, que logró triunfar alrededor del mundo. Está permanentemente en el foco y en boca de todos. Y entonces fallece, y esa fascinación que logró generar en su público se multiplica en un trío de jóvenes en el que uno de ellos trabaja en el hospital que recibe su cadáver, al que él tiene acceso. De repente, no tienen mejor idea que divertirse con ella, observarla, tocarla y finalmente poseerla. Hasta que sucede algo que es mejor no adelantar. De esta idea tan morbosa como atractiva para el cine surge una película que empieza con esta idea de la posibilidad de estar, aunque sea en esta circunstancia tan extraña e incorrecta, con la adorada estrella de cine. El problema principal que tiene esta película radica en la construcción de sus personajes. Escrita y dirigida por Héctor Hernández Vicens, en El cadáver de Anna Fritz hay una intención de incluir en su trío masculino protagonista al personaje que cuestiona y reflexiona sobre la barbaridad que están cometiendo, pero uno no llega nunca a terminar de creerle. A la larga, no sólo son tres pervertidos sino tres idiotas. El personaje de Anna Fritz, el más limitado, tampoco logra destacarse. No se puede empatizar con nadie acá. Cuatro actores, un solo escenario y su jugada premisa son los elementos de los que se sirve esta película que no termina generando ni mucho debate, ni mucho morbo, ni mucho terror, ni mucho entretenimiento al fin y al cabo. Es que el guion con el que cuenta no sólo no presenta personajes ricos e interesantes, sino que tampoco funciona en su desarrollo a la hora de crear las diferentes dificultades que se le van presentando a sus protagonistas, muchas ridículas. Todo se siente forzado, y las actuaciones no ayudan. La necrofilia es un tema difícil, repulsivo (al menos para la mayoría de la gente), y eso puede dar lugar a todo un abanico de posibilidades. Sin embargo, al final, esta idea retorcida y perturbadora termina sintiéndose desaprovechada. El resultado es bastante más liviano de lo que uno imaginaría, no se profundiza en nada y no es arriesgada tampoco a nivel visual, aunque sí está bien dirigida y manejado el tema del suspenso.