Nacida en Alemania, pero radicada en Argentina, la co-realizadora de Ricardo Bär debutó en solitario con esta historia de Xiaobin, una china de 17 años que llega a Buenos Aires sin hablar una palabra de español y debe luchar contra los prejuicios de su familia y del entorno para poder adaptarse. Este notable film -lúdico y ligero- tuvo su estreno mundial en Locarno 2016 y luego recorrió más de 50 festivales para convertirse, en definitiva, en una de las revelaciones de la última temporada. Wohlatz alguna vez fue una extranjera que llegó a la Argentina con mínimos conocimientos de castellano. Con el tiempo, se convirtió en profesora en el Centro Universitario de Idiomas y allí conoció la historia de Zhang Xiaobin, una adolescente china de 17 años que arribó al país sin hablar nada de español y recién aquí conoció a sus hermanos, ya que sus padres -que viven recluidos en su lavandería/tintorería- la habían dejado sola en su lugar de origen. La directora decidió hacer una película sobre ella o, como bien definió, con ella. Aprovechó las aulas en el CUI para montar allí un taller de actuación con los estudiantes chinos y ese fue el germen de una de los ejes del El futuro perfecto: la filmación de las clases en las que los jóvenes van practicando situaciones cotidianas en su precario castellano. La propia Xiaobin pasa de balbucear y no entender prácticamente nada (excelente la escena en un restaurante del que se va frustrada al no poder leer el menú) a hablar cada vez mejor en el lapso de pocos meses. Ella también desoye el mandato familiar de no mezclarse con los argentinos. Al contrario, ella es independiente y valiente, quiere ahorrar plata (otro momento notable es cuando tiene que aprenderse los nombres de los fiambres para trabajar en el supermercado de los tíos), estudiar, conocer gente (tiene una relación un poco absurda con un joven indio llamado Vijay): integrarse y romper con la endogamia de la comunidad china (sus padres, claro, prefieren un candidato de ese origen).
Hablando se entiende la gente Un buen trabajo sobre los escollos idiomáticos que dificultan la integración de los extranjeros. El tema es el problema de comunicación que tienen miembros de varias comunidades que llegan como inmigrantes a nuestro país. Xiabon es una adolescente china que quiere forjarse un futuro en la Argentina, pero se topa, invariablemente, con la barrera del idioma. No será la única. Vijay es un joven indio que tampoco habla bien el castellano, que se enamora de ella. Los diálogos y situaciones que se crean entre ambos, en base a esa incomunicación, son más que toques pintorescos, y están narrados con la sencillez necesaria. Están allí los escollos culturales, la necesidad de adaptarse a una cultura que le es extraña y hasta a veces contrapuesta, buscar su propia identidad entre extraños. El aislamiento que se choca con el deseo de pertenecer, y la falta de comunicación puede derivar inclusive en inestabilidad laboral y hasta para alimentarse (en una escena, Xiabon va a un restaurante y como lo único que sabe decir es asado, y no encuentra la palabra en el menú, decide retirarse). Nele Wohlatz es una realizadora alemana de documentales, con experiencia en un centro de aprendizaje de español en nuestro país. La mayoría de los “intérpretes” del filme son estudiantes de allí. Con todo, El futuro perfecto es una suerte de ensayo cinematográfico, o bosquejo que conjuga el documental con escenas ficcionalizadas. No sólo suma el aporte de Nahuel Pérez Biscayart, quien entabla un diálogo con un joven chino en el que hablan, entre otras cosas, de cómo actuar, “que es lo que estamos haciendo”.
ELOGIO DE LA PEQUEÑEZ “Es una película chiquita, está bien.” Se trata de una de las tantas sentencias lógicamente apresuradas que se escuchan en el contexto de un Festival de Cine y fue la que yo escuché de dos o tres amigos muy confiables. Por supuesto, siempre existe la bendita posibilidad de revisar un filme y poner a prueba en todo caso qué connotación adquiere la palabra chiquita y desde qué lugar la usamos. Para unos puede representar algo intrascendente; para otros (como se escribió en algunos sitios), un ejercicio sin premisa ni orientación narrativa. Bueno, se podría discutir largamente sobre los supuestos valores trascendentales y narrativos de un filme y si el cine debe remitirse a eso exclusivamente para asegurarse un certificado de aptitud. Pero afortunadamente existen películas que escapan a esas ataduras y que, aún en su imperfección contraria al título, contienen elementos que son más estimulantes y emocionales que varios productos salidos de la fábrica festivalera de ladrillos. El futuro perfecto goza de una libertad infrecuente, no se atribuye aires de importancia ni busca esa escena alterada que la ponga en la consideración del crítico ávido de audacias sexuales. Es ante todo la plasmación de una experiencia de desarraigo despojada de dramatismo y con un desarrollo tan azaroso como el destino de una joven china de 17 años anclada en Bs.As., abierto a múltiples caminos. No son grandes acontecimientos los que marquen el rumbo porque lo que importa principalmente son esas unidades que se acercan a la poesía y están logradas en la inteligente y cálida aproximación de la cámara a la protagonista, Xiaobin. En esa mirada y en ese cuerpo está la película, y detrás está Wohlatz para darle la materialidad necesaria. Hay miles de planos vacuos sobre rostros y personas paseando, pero son pocos los que han demostrado a través del tiempo la importancia de tales actos en pantalla. Cuando Xiaobin mirá a cámara, se pierde en el vacío de un café desolado o intenta comunicarse, no son simples actitudes. Hay una carga emotiva contenida que solo el silencio y sus ojos pueden comunicar, más efectivos que miles de palabras imposibles. La primera imagen es el río y un horizonte apenas distinguible. Será el único plano inconmensurable. Se puede caer en el facilismo interpretativo de la metáfora de la incomunicación hiperbolizada, pero la película propone otra cosa. En todo caso, será el único signo visible de un espacio abierto que pueda dar cuenta de la sensación de ser otro, una criatura foránea inserta en un contexto cultural y lingüístico a la manera de una alienígena. Y si bien esta dificultad con el idioma tiene al principio ribetes que rozan la tragedia (ya lo decía Dylan en Like a Rolling Stone, “How does it feel?/How does it feel?/To be without a home/Like a complete unknown/Like a rolling Stone”), luego derivan delicadamente en situaciones de comedia siempre vistas desde la naturalidad del aprendizaje y nunca desde la típica mirada narcisista del argentino medio tinellizado. El viaje urbano, la exploración de Xiaobin, la experiencia delirante con un hindú (que es en cierta medida su espejo), las clases que toma, son mostradas sin perder nunca al personaje ni a su fotogenia. Si la película se construye mediante retazos líricos, deja un lugar privilegiado para un segmento final más ligado (irónicamente) al título en el cual la joven imagina destinos posibles al mismo tiempo que vemos las historias. Es otra forma de apertura que se conecta con la imagen inicial pero desde lo verbal, donde la fantasía y el deseo se ponen en juego para apaciguar un presente que parece eterno pero que empieza a dar sus primeras luces (Xiaobin ya puede contar una historia). Y cuando el dominio de lo narrativo se impone, el filme se termina. Estaba claro que su terreno era el de la poesía y el de la pequeñez. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Identidad en plena mutación. El primer opus en solitario de Nele Wohlatz, tan sencillo como transparente, aborda la historia cotidiana de Xiaobin, una joven china recién llegada a la Argentina. Pero el aspecto ingenuo del film, incluido su melodrama, se asienta en una estructura sofisticada. Basta ver un ideograma y compararlo con una palabra occidental, o escuchar hablar a dos cajeros de un súper chino, para comprender en segundos el abismo que separa ambos mundos, ambas lenguas. Sobre ese abismo trata en parte El futuro perfecto, primer film en solitario de Nele Wohlatz. Sobre ése, que podría llamarse “abismo externo”, y sobre otro, interno, sobre el cual suelen hablar muchas películas asiáticas: el generacional, en el que una férrea tradición suele imponerse sobre el deseo de independencia de los más jóvenes. Llegados a este punto se hace necesaria una aclaración: la palabra “abismo” tiene, por las fantasías de caída que conlleva, connotaciones dramáticas, trágicas incluso. Ese pathos no se corresponde en absoluto con el mood de El futuro..., película tan sencilla como transparente, cuya forma –aspecto ingenuo, estructura sofisticada– parece reflejar el trabajo en colaboración (ver entrevista) de fuerzas disímiles y complementarias: la de la realizadora y la de Xiaobin Zhang, su protagonista. El primer plano es, con perdón por la aparente redundancia, un primer plano. En este caso, la referencia no es a su orden cronológico sino a su tamaño. Alguien interroga a Xiaobin (Xiaobin Zhang) desde fuera de cuadro, y Xiaobin responde, en un plano-secuencia fijo. La escena transmite una sensación de acoso que no es tal: no se trata de un interrogatorio policial sino, se entenderá más tarde, de la entrevista de admisión a un curso de español para extranjeros. Y si es un acierto por eso, más lo es por dar a conocer a la protagonista en forma frontal y directa. Imposible no encariñarse con esta chica de 18 años, de expresión dispuesta y físico tan magro como suele serlo el “tipo” oriental, cuando la entrevistadora (voz de la actriz Elisa Carricajo) le pregunta qué fue lo primero que hizo cuando llegó a la Argentina y ella contesta, en el más dificultoso castellano: “Primero dormí”. O cuando va a comer un asado a un bolichito y, como no lo encuentra en el menú y no conoce el resto de los platos, se sienta, mira el menú, se para y se va. El “argumento” de El futuro... es tan magro como el físico de Xiaobin, que en algún momento occidentaliza su nombre, pasando a llamarse Beatriz. Más tarde, Sabrina, a instancias de alguien que le comenta que suena más parecido a Xiaobin. Cifras de una identidad en proceso de mutación. Xiaobin tiene aquí a sus padres, que trabajan en un lavadero, y a dos hermanos a los que, como nacieron acá, no conocía. Para aprender el idioma, empieza a trabajar en la fiambrería de un súper y a la vez comienza a tomar clases en un instituto, incorporándose a un grupo al que van otras chicas y muchachos chinos, más avanzados que ella. La estructura de la película alterna entre el “afuera” de Xiaobin y el “adentro” en el instituto, donde se realizan algunos juegos de representación. Esta última palabra tal vez justifique la inclusión de estos fragmentos: Ricardo Bär (2013) también trataba sobre vida cotidiana y representación, individuo y máscara. De hecho, ¿qué fragmentos de El futuro... son documentales y cuáles puestos en escena, si es que hay de los primeros? En su funcionamiento, la película deja la cuestión de lado. Da lo mismo, lo que importa es lo que le pasa a Xiaobin y lo que ella hace con lo que le pasa. Aparece un nativo indio que la corteja y que es como su otro yo. “¿Usted ser chino?”, le pregunta (él a ella). Ella se deja cortejar y ése es su problema (con sus padres, que quieren un marido chino para ella). Expresión de la idea de que el idioma y el mundo son la misma cosa, casi al mismo tiempo surgen dos cosas en El futuro perfecto: el melodrama y el tiempo condicional, al que parecería igualarse al futuro perfecto (de allí el título). El melodrama, que es posterior a una ida al cine de Xiaobin y Veejay, aparta a la película del documental y la empuja hacia la ficción. ¿O no? ¿No hay acaso historias de melodrama en la vida real? Más allá de la discutible interpretación gramatical, el aprendizaje del condicional en clase permite a Xiaobin imaginar otros futuros , que incluyen, en correspondencia con el aire naïf de la película, un happy end a toda orquesta. Allí la ficción se autoconfiesa, de una manera tan desarmante como podía serlo en las primeras películas de Godard: mediante uno u otro par de anteojitos (¡distintos según el género!) que Xiaobin se coloca antes de cada escena. ¿Naïf? Sí, pero también lo suficientemente sofisticada como para que su sofisticación no sea ostentosa.
Pluscuamperfecto Escrita y dirigida por Nele Wohlatz, El futuro perfecto (2016) es una de varias películas argentinas recientes en tratar el tema de la inmigración como una problemática interna más que social, un tanto como La Salada (Juan Martín Hsu, 2014) y Mi último fracaso (Cecilia Kang, 2016). Estelarizada por no-actores - o en su defecto intérpretes que comparten el nombre de pila de sus personajes - la protagonista es la china Xiaobin Zhang, bautizada Beatriz a su arribo en Buenos Aires. La película está enmarcada por una entrevista (¿interrogación?) en la que Xiaobin va explicando los gajes de asimilarse en una sociedad extranjera y la presión familiar de apegarse a su cultura original. El punto de vista es enteramente el de Xiaobin, y a modo de subrayar la distancia que siente entre sí misma y el resto de la sociedad, casi todos los personajes que se cruzan en su vida están fotografiados de espaldas, fuera de foco o totalmente ausentes del plano. La imagen recurrente de la película es la de una Xiaobin confundida por voces incorpóreas y condescendientes. A efectos de integrarse, comienza a tomar clases de español, buscar trabajo en supermercados y noviar con un inmigrante indio. Todo esto a pesar de los regaños de sus padres, que no le ven la gracia al español, trabajar fuera del negocio familiar (una lavandería) o relacionarse con personas que no sean chinas. La familia de Xiaobin recibe el mismo tratamiento que los demás extraños de su vida: un retrato difuso y esquivo. El estudio del español y en particular del condicional imperfecto se convierte en el símbolo y bastión de su voluntad de armar su propio futuro. El futuro perfecto dura unos 65 minutos y es duración suficiente para el retrato que hace. Gozamos de las actuaciones artificiosas como si estuvieran filtradas por la oblicua perspectiva de la protagonista, pero Xiaobin nunca logra ser interesante como persona, sólo un ejemplo al que las cosas le pasan. Su relato es tan efectivo como anémico, dando vueltas a una única cuestión y acabando de una forma que logra ser a la vez esperanzadora y anti-climática.
Perspicaz estudio sobre la construcción de la identidad La propia Nele Wohlatz, nacida en Hannover en 1982, tuvo que enfrentar el siempre arduo proceso de adaptación a un nuevo entorno cuando se instaló, hace ya unos cuantos años, en Buenos Aires. Esa experiencia la impulsó entonces a contar la historia de Xiaobin, una joven inmigrante china que, como miles de sus compatriotas, llegó a esta ciudad en busca de las oportunidades de trabajo y desarrollo económico que no pudo encontrar en su país. Y la manera que eligió la directora alemana es indudablemente original, un mérito que le permitió quedarse con el premio destinado a la mejor ópera prima del prestigioso Festival de Locarno y circular también con buena recepción por los de Viena, Rotterdam y Macao. La gramática de esta película atípica y desafiante tiene una lógica rigurosa: mientras la protagonista debe lidiar con un idioma que le resulta completamente desconocido, la puesta en escena es más austera y esquemática; pero a medida que lo empieza a dominar, el film abandona ese límite autoimpuesto y levanta vuelo con una soltura que también empieza a notarse en el cuerpo y el temperamento de Xiaobin. Mientras teje una rebelión secreta a espaldas de sus padres, decididos a protegerse de la hostilidad de un territorio ajeno con una innegociable estrategia de reclusión, la jovencita china deambula tensa e insegura por un circuito limitado de la ciudad (la escuela para aprender español, un bar para comer o tomar algo, el supermercado donde trabaja) y hasta se enreda en una relación de futuro enigmático con un joven programador indio. Su derrotero porteño tiene algunos matices humorísticos, pero el trasfondo es mucho más denso: queda claro que Xiaobin intenta construirse una identidad casi en soledad y con poquísimos recursos. Wolhatz enfoca ese drama íntimo con una lógica muy particular: El futuro perfecto es, en definitiva, una película que impone tenazmente su singularidad. Filmada con un presupuesto módico a lo largo de cuatro meses y casi desprovista de actores profesionales (salvo por una breve participación de Nahuel Pérez Biscayart), consigue perfilarse como una ficción exótica y cautivante que, a la vez que discute sin titubeos con los sistemas narrativos más tradicionales, funciona como perspicaz ensayo sociológico sobre los problemas de adaptación que suelen sufrir los expatriados.
El futuro perfecto de Nele Wohlatz es un retrato sobre la migración que entrelaza ficción y documental. La ópera prima de la realizadora alemana Nele Wohlatz, su primer trabajo en solitario, es una película rodada en Buenos Aires sobre una joven china que, como ella en algún momento, migra e intenta armarse un futuro en una ciudad que le es ajena. Xiaobin hace de ella misma en una película que intercala entre el documental y la ficción. Con sólo 18 años llega a Buenos Aires sin hablar español e intentando hacerse un lugar. El eje principal del relato van a ser las clases de español que rápidamente se decidirá a tomar, pero también influye una relación que empieza con un joven que tampoco es de acá, en este caso un indio, que se enamora perdidamente de ella. “Estoy perdida sola en medio de la ciudad”, supo cantar Fabiana Cantilo y así se siente rápidamente Xiaobin al llegar, sin ser capaz de algo tan básico como ordenar algo para comer en un restaurante. Xiaobin desnuda su alma a través de las clases de español, donde a veces actúa y a veces es ella. A medida que va desenvolviéndose mejor con el idioma, también lo va haciendo con su vida en este nuevo lugar. Otro tema importante en la película es el de las decisiones. Esas decisiones que hay que tomar en la vida, de las que hay que hacerse responsables y que podrían llevar a diferentes resultados, diferentes posibles futuros, como los condicionales que aprende en las clases de español. ¿Qué pasaría si se queda con este joven indio? ¿Qué pasaría si les dijese a sus padres que no quiere casarse con un chino al que no conoce?
Crítica publicada en la edición impresa.
El lenguaje del cine El título aparece a los diez minutos de comenzada la película como una suerte de ironía para la protagonista: una joven china desarraigada en Buenos Aires. El futuro perfecto es también uno de los tiempos verbales que ella intenta aprender. El lenguaje es una cuestión de supervivencia, una forma de habitar la ciudad y construir una identidad. Nele Wohlatz se aleja del drama social y se aventura hacia una comedia emotiva, sutil y minimalista sobre la lengua. La forma original que elige en un comienzo sugiere una extraña similitud entre una lección en la que se deben repetir frases para aprender un idioma y un ensayo teatral donde el actor tiene un papel escrito que debe memorizar. Apropiarse de un lenguaje es aprender un guion. Detrás del distanciamiento formal emerge poco a poco la profundidad de la heroína. Xiaobin parece caída del cielo. Buenos Aires se muestra filtrada por sus sensaciones: la ciudad desde el punto de vista de una persona que no comparte nada con ella. La protagonista intenta crear una historia propia con sus espacios y caminos. La película se instala en un número limitado de lugares con sus funciones básicas. La puesta en escena concentra la información visual dejando sólo los elementos más característicos: la idea de una escuela, de una calle, de un supermercado o de un restaurante. La apuesta formal se potencia con el uso del sonido que es, esencialmente, el tráfico de una gran ciudad. A medida que avanza la película, la narración se asimila a las nuevas posibilidades que ofrece el lenguaje. Los saltos temporales obedecen a un juego lúdico con los tiempos verbales. Los nuevos espacios aparecen a medida que Xiaobin avanza con sus estudios. Finalmente, la protagonista percibe que el uso del condicional es más complejo, pero esencial para expresar sus deseos.
La primera película en solitario de la realizadora alemana radicada en la Argentina, premiada en Festival de Locarno, es a la vez un documental, una ficción, una comedia romántica, un drama sobre choques culturales y una lúdica reflexión sobre el lenguaje cinematográfico. La primera película en solitario de Nele Wohlatz es un aparentemente simple pero finalmente prodigioso ejercicio en el que la noción del juego –del cine como puerta abierta hacia lo lúdico– queda expuesta como la manera más inteligente y audaz de pensar la creación cinematográfica. Hay algo central a la idea de EL FUTURO PERFECTO que tiene que ver con entender al cine como una forma un tanto más “profesional” de lo que habitualmente llamamos “juego de roles”. ¿Qué es la ficción cinematográfica sino la reunión de un grupo de personas que juegan a ser otros, parecidos o no a ellos mismos? Este filme surgió de ensayos y experiencias que la directora, quien daba clases de alemán en un instituto, tuvo con algunos alumnos que estudiaban español en ese mismo lugar, la mayoría de ellos chinos. De todas esas historias de vida que se cruzaron por el camino de Wohlatz –también una inmigrante alemana en Argentina, algo que la ponía en pie de igualdad con sus personajes–, el eje principal pasa por la de Zhang Xiaobin, una joven china que (en la realidad y/o en la ficción, no se sabe y no importa) ha llegado hace poco tiempo a Buenos Aires y que, al tener muy poco manejo del castellano, se ve muy limitada tanto a la hora de conseguir trabajo como de conectarse con gente por fuera de su familia y su comunidad. Con Xiaobin como cocreadora de la ficción que cuenta este documental (o del documental que cuenta esta ficción), Wohlatz crea una suerte de híbrido que funciona, a la vez, como una historia de vida, una lúdica trama amorosa y –como su título lo deja entrever– una suerte de ensayo semiótico acerca de las posibilidades que se abren a partir del manejo del lenguaje. Xiaobin va a clases de castellano y el ir aprendiendo el idioma le abre el panorama en más de un sentido. Por un lado, de un modo práctico, ya que logra manejarse lo suficientemente bien como para tomar trabajos fuera de su comunidad y abrirse al mundo exterior. Esa apertura también le trae la posibilidad de un romance con un chico de la India que no es fácil de concretar por motivos familiares de ambas partes. Y, por otro, ese manejo idiomático le permite al filme incorporar nuevos elementos en el devenir narrativo, como si la capacidad de los protagonistas (y de la directora) de entender más el idioma le permitiera a la película complejizar más su estructura hacia el “potencial”, algo que hace desde su propia narrativa de una manera muy lograda. Manejar un idioma estructurado de una manera tan distinta como lo es el castellano del chino (tanto el mandarín como el cantonés) le permite a Xiaobin pensar y pensarse de otras maneras. A mejor manejo del lenguaje –pareciera decir la película–, más son las opciones y las puertas que se abren. Y eso, que le sirve en su vida personal, también funciona como una reflexión sobre el acto de hacer cine. Todo esto, que podría generar un filme complejo, denso y teórico, es lo opuesto en la práctica. La película es liviana, lúdica, amable, casi como una rejtmaniana comedia cuyos diálogos, ritmos y curiosos silencios están marcados por las limitaciones de los protagonistas tanto con el idioma como con la “actuación” en un sentido tradicional. Pero lejos está la directora de burlarse de sus protagonistas. Al contrario, comparte su viaje, su evolución y sus problemas como si revisitara gracias a ellos su propia experiencia, la de una mujer joven que llegó a la Argentina sin conocer casi a nadie y con mínimo manejo del lenguaje. Viendo EL FUTURO PERFECTO uno tiene la impresión que aprender un lenguaje que no es el propio es también una forma de jugar a ser otra persona, de reinventarse en otro lugar, con otras palabras. Y divertirse en el viaje.
Un cuento chino En El futuro perfecto, la alemana residente en Argentina Nele Wohlatz cuenta la historia de una inmigrante china y su relación con el lenguaje. Una de las formas de definir la identidad es a través del lenguaje. Somos seres sociales porque compartimos un lenguaje, una forma de hablar. Con esta idea como norte, la alemana que vive en la Argentina Nele Wohlatz cuenta la historia de Xiaobin (Xiaobin Zhang), una inmigrante china, y su improbable relación con Vijay (Saroj Kumar Malik), un indio que también llegó al país hace poco y no domina el castellano. El futuro perfecto es una película de ficción, aunque los elementos que la componen forman parte de la realidad más prosaica: Wohlatz conoció a Xiaobin en un curso de castellano y si bien la puesta es artificial, recrea la vida de su protagonista con cierta fidelidad. Al comienzo, una mujer fuera de campo le hace preguntas de su vida a Xiaobin, que las contesta en un castellano muy deficiente. Ese es el punto de partida del relato, que luego alterna escenas cotidianas de la joven intentando sobrevivir en los diferentes trabajos o relacionándose con distintas personas, y escenas del curso de castellano. Es bastante interesante el resultado porque si bien la historia tiene cierta melancolía (los padres de Xiaobin no quieren que ella se integre a la comunidad porteña, la echan de algunos trabajos, la relación con Vijay no es la que espera), el tono es de un humor seco y tierno a la vez, despojado de toda clase de melodrama. Creo que ayuda a eso el hecho de que toda la película esté hablada en un castellano extraño, en esa media lengua que usan Xiaobin y Vijay para comunicarse entre sí y con el resto. Como esos diálogos de Martín Rejtman que parecen mal actuados pero que, por el contrario, están pensados con un tempo y una entonación precisos. El relato avanza y lo que parecía una historia cotidiana adquiere cierto vuelo narrativo, cuando la relación entre Xiaobin y Vijay da un vuelco inesperado. Lo que sucede al final termina de plasmar una extrañeza que estaba desde el comienzo, como adormecida, y seguramente dividirá aguas. Por un lado, puede parecer un artificio para extender el metraje a un poco más de una hora. Pero por el otro, transforma a la película en un objeto diferente, un poco más ambicioso, y sin dudas fascinante.
El futuro perfecto El verbo y su conjugación aluden ni más ni menos que al potencial o la chance de un cambio y desde allí el presente de los protagonistas llegados a Buenos Aires desde sus respectivos lugares de origen genera todo tipo de futuros perfectos cuando se supera la barrera idiomática. Saber comunicarse con el otro no es simplemente conocer las palabras, sino exponerse como persona en la interacción y en la diversidad de costumbres, pensamientos, emociones y por qué no sueños. Sea China, India o Argentina, no hay barrera para soñar y proyectar. Xiaobin, protagonista de esta experiencia, se anima a compartir su propia aventura con final incierto y la mirada de Wohlatz se compenetra en su búsqueda pero intenta desde el vamos comprenderla, más allá de las palabras, del desarraigo o los balbuceos que se interponen en la interacción cotidiana.
El futuro perfecto” (2016), de Nele Wohlatz, es una película que permite conocer personajes para luego construir una mirada lúcida y fehaciente sobre el multiculturalismo que converge en las capitales. Aquí a partir de Zhang Xiaobin, una joven china que deambula en una ciudad, en este caso Buenos Aires pero que bien podría ser cualquier cosmópolis del mundo, en busca de ser comprendida por los otros, se trazan ideas sobre la convivencia y la comprensión. En el tratar de encontrar aceptación, amor, afecto, Xiaobin termina por encontrarse a sí misma en una historia que ya no le pertenece y que quiebra su pasado, un pasado lejano no sólo por distancia, sino porque ya no es la misma. “El futuro perfecto” desarrolla con habilidad planteos sobre la vida en las grandes ciudades y en espacios en dónde las individualidades se pierden y todo se homogeniza. Es una película urbana, por el recorrido que hace en ella sobre sus personajes, pero también íntima por lo que se cuenta. Por eso el futuro perfecto, no es sólo un tiempo verbal, y mucho menos una posibilidad aún inasible, es una metáfora de aquello que aún no se tiene y que puede venir para cambiar un estadio o momento particular. La película no sólo toma el idioma cómo lugar de reparo entre los individuos, sino también como la posibilidad de construcción de los mismos desde aquello que se enuncia o aquello que se deja de decir. La principal virtud, y a la vez capacidad de la realizadora alemana consiste en jugar todo el tiempo con el límite entre ficción y documental, y también con los tiempos que envuelven el relato. Y en ese juego y en ese desandar los caminos de la joven protagonista se comienza a trazar una historia sobre la palabra como fundadora de sentido y como posibilidad. Hay un juego que evidencia la construcción de algunas escenas, pero así y todo, se pierde en esa misma construcción y en las eternas escenas de clases de las niñas orientales que intentan aprender un lenguaje que, en realidad, desde otro lugar ellas también lo hablan. La traducción no sólo implica el original y una nueva obra, en “El futuro perfecto” la traducción posibilita la creación de un nuevo sentido a partir de un estado anterior del que aún no sabemos o queremos saber nada. Lo anecdótico comienza a generalizarse y lo general termina por particularizarse, este doble mecanismo está presente todo el relato, y más aún cuando Xiaobin comienza a presentarse con sus verdades y con las intenciones de tomar partido sobre su futuro. Justamente es ahí en donde la existencia de una película como “El futuro perfecto” permite bucear la vida desde las pequeñas cosas y rutinas de un grupo para hablarnos de algo más, algo que trasciende su propuesta. Xiaobin es sólo una parte de los cientos de miles de inmigrantes que circulan por las ciudades y en esa circulación yenes errabundeo y búsqueda de sentido no hay más que la vida misma exponiéndose ante los ojos de los demás. Grata sorpresa de la cartelera.
A través de un libro de texto, descubrimos la vida en Buenos Aires de una chica que llega de China buscando una vida mejor, el futuro perfecto que el título menciona. La cineasta de origen alemán Nele Wohlatz no sólo es creativa en cuanto a sistema: es sobre todo delicada y precisa a la hora de acercarse a sus personajes y mostrar sinsabores y pequeñas victorias con humor y empatía. Un film diferente de lo que atosiga las pantallas argentinas cada semana. Diferente y mejor.
Un filme sencillo, pero no naif Al igual que en una clase de idioma, el mundo no empieza a conocerse desde su amplitud, sino desde sus elementos y prácticas más aprehensibles. Para Zhang Xiaobin, la adolescente recién llegada a Buenos Aires desde China que protagoniza El futuro perfecto, el universo porteño-español comienza a cobrar forma a partir de la mercadería de la fiambrería en la que obtiene trabajo: “Jamón crudo, lomito, salame, panceta, mortadela”, son las palabras que debe memorizar. Pero el aula es también parte del filme de Nele Wohlatz, y así Zhang asiste a la enseñanza propiamente dicha frente a cámara, repitiendo términos en voz alta e interactuando con otros. En su doble juego de realidad y reconstrucción, El futuro perfecto parece en principio un híbrido más de ficción documental en el que Zhang representa su vida iniciática en la gran ciudad a la vez que responde a las preguntas antropológicas de la directora frente al pizarrón. Pero ahí donde el filme rompe la cuarta pared levanta una quinta, la que connota el sentido ensayístico y condicional del título, donde se refleja el artificio complejo del cine, un lenguaje de reglas tan rigurosas y misteriosas como las de cualquier idioma. Por eso a medida que Zhang aprende el castellano la cinta pierde inocencia y esquematismo y se va volviendo naturalista, lo que explica que el intercambio monosilábico entre ella y su novio indio que deja dos jugos sin tomar derive más adelante en un diálogo fluido en el que beben sus sopas. Lo mejor de El futuro perfecto es que más allá de sus sagaces juegos cinematográficos el telón de fondo permanece inalterable: el filme es sencillo como una maqueta abstracta de delicadeza oriental, una narración migrante que toma su riqueza de la frontera lúdica que habita. Lo que no quiere decir que sea naíf: su planteo exigente y provocativo hace quedar a la torpe Un cuento chino como un filme rodado en épocas de la Gran Muralla.