Un hombre contra el sistema Como Carancho, El hijo buscado es la historia del enfrentamiento entre un hombre y el sistema. Al igual que Pablo Trapero, Daniel Gaglianó construye un thriller tenso y ominoso partiendo de un drama social, en este caso los infinitos vericuetos de la burocracia para adoptar un nene a los que son sometidos los integrantes de una pareja (Rafael Ferro y María Ucedo). Ante la enésima negativa, él decide sortear los procesos legales y viajar a Misiones para comprar un bebé recién nacido sin saber las infinitas sorpresas que le esperan en el camino. Filmada con aplomo y precisión, con más disposición a acompañar a su protagonista antes que a establecer un juicio valorativo de su accionar y con el notable aporte de un fotógrafo como Fernando Lockett, El hijo buscado construye una tensión creciente que hace de la Triple Frontera una zona donde impera la sordidez y lo ilegal.
Malparido El director Daniel Gaglianó desarrolla a través de esta ficción la salida clandestina hacia un problema que hoy tienen muchas parejas: la dificultad para adoptar un hijo. El realizador utiliza recursos del thriller para este relato que, aunque ficticio, está inspirado en muchísimas historias reales. Un film que logra el justo dramatismo para el tema tratado a través de una narración cinematográfica más que interesante. Álvaro (Rafael Ferro) y Ana (María Ucedo) hace más de dos años que esperan conseguir que salga finalmente su trámite de adopción, pero todos los intentos resultan fallidos. Por eso Álvaro sale en búsqueda de un bebé hacia Misiones para comprarlo en el mercado clandestino. El protagonista no tiene otra opción más que introducirse en ese mundo oscuro, violento y cruel de la trata de personas, donde las adolescentes por muy poca plata deben entregar a sus hijos a una mafia que controla un siniestro mercado al que llegan muchas parejas deseosas de formar una familia. La dirección hacia el thriller que adquiere el film termina siendo intrínseca a ese universo que empieza a descubrir de a poco Gaglianó. En ese submundo de ilegalidad, el extraño es marcado como peligroso, alguien que puede poner en riesgo ese sistema perverso. Esto no detendrá a Álvaro, pues su necesidad y desesperación para poder darle a su mujer un hijo es su principal motor. Y quizás esta fuerza de voluntad es lo que hace crecer dramáticamente el film y lo aporta gran verosimilitud. El hijo buscado (2014) se apoya en un sólido y atrapante guión, pero es también la elección formal la que termina por otorgarle al film su valor artístico. La cámara en mano siguiendo de cerca a Álvaro aumenta el suspenso, pero también es un recurso para penetrar en su cabeza. La película no juzga pero sí abre un debate ético: ¿qué se está dispuesto a hacer y a perder para conseguir un hijo? No necesita de grandes diálogos la película, porque el director consigue que el sonido, las actuaciones y su cámara hablen por sí solos. Más allá de su calidad técnica y estética, películas como esta son también necesarias para generar debates que todavía están ocultos o que a cierta gente no le conviene que salgan a la luz. No hay trata sin clientes, claro está. Pero esta situación es también responsabilidad del Estado que incrementa cada vez más la burocracia para las adopciones, favoreciendo un sistema paralelo, ilegal y peligroso pero que cada día es más demandado.
Las decisiones y sus consecuencias ¿Qué puede implicar tomar el camino de la adopción ilegal cuando el Estado se convierte más en una barrera que una ayuda para concretar el sueño de adoptar? El hijo buscado se zambulle en esta premisa casi enseguida, con sólo unos minutos de introducción, centrándose en un matrimonio que frente a todos los obstáculos burocráticos, decide adoptar ilegalmente un bebé. Será el esposo el encargado de viajar hasta un pueblo en Misiones, donde se irá topando con todo un entramado de corrupción y abusos, con una salida cada vez más dificultosa de encontrar y la creciente sensación de que el hijo que ansía junto a su mujer le costará mucho más que diez mil dólares. El reducir el protagonismo a sólo un individuo, a la mitad de esa pareja, en este caso el hombre, le suma al relato cohesión y fluidez, aunque le quita dualidad y, especialmente la perspectiva femenina. Lo cierto es que tanto las virtudes como los defectos se potencian y restan entre sí, porque la historia está contada un poco a los tropezones, con algunas arbitrariedades del guión -hay ciertas decisiones del protagonista o de los miembros de la organización criminal que no terminan de entenderse- y tiempos muertos donde la narración se estanca. Pero a la vez la película tiene para ofrecer un puñado de secuencias donde se delinean climas asfixiantes y hasta paranoicos; un aprovechamiento del espacio (incluso el que está fuera de campo, como en la escena del nacimiento) bastante efectivo, que aporta a la compenetración del espectador con lo que se está narrando; y una digna interpretación de Rafael Ferro, quien carga con el protagónico aplicando el tono justo, con un rostro que en sus expresiones dice mucho más que sus palabras. Es cierto que sobre el final El hijo buscado se muerde un poco la cola y cae en cierta moralina innecesaria, que a la vez termina disolviendo un poco uno de los aspectos más terribles que tiene el negocio de las adopciones ilegales: para que haya una oferta tiene que existir una demanda, es decir, un vendedor para un comprador. Aún así, no deja de ser un ejercicio interesante, que se atreve a combinar las herramientas narrativas del thriller con un tema claramente vinculado al imaginario socio-cultural de nuestro país. El director Daniel Gagliano, en su primer largometraje de ficción, muestra talento y arrojo, aunque eso no quita que deba seguir perfeccionando su mirada sobre el mundo y la forma de contarlo.
Rafael Ferro y María Ucedo dan vida a un matrimonio ya bastante desgastado que ha intentado durante muchos años y por todos los medios adoptar un niño. Entre resignado y enfurecido frente a la fría burocracia administrativa, él decide partir hacia la frontera con Paraguay y Brasil en busca de un recién nacido que pueda llenar ese vacío, esa angustia existencial. El camino, claro, no será nada sencillo, sobre todo cuando se tope con las mafias que manejan cerca de la Triple Frontera ese "comercio" a todas luces ilegal e inhumano. Más allá de exponer la corrupción y la sordidez de esos lugares, este thriller de Gaglianó (Solo de guitarra) sobre un hombre enfrentado al sistema jamás cae en la manipulación, en el subrayado, en la bajada de línea aleccionadora, y mantiene un tono tenso y seco, cercano al film noir (con otro notable aporte del talentoso director de fotografía Fernando Lockett), que lo hace casi siempre atractivo.
Largo y sinuoso camino La primera escena es magnífica debido a las interpretaciones de Ucedo y Ferro pero también por el clima inquietante que se transmite en esos cinco minutos. Allí Gaglianó entrega solo la información necesaria para describir a un matrimonio al que se le niega un hijo en adopción. De ahí en más, el esposo se convertirá en un personaje-frontera, como el paisaje que deberá recorrer, la provincia de Misiones y sus bordes con otros países limítrofes, a la búsqueda del hijo tan deseado. Selva, naturaleza, prostíbulos, marginalidad, violencia a flor de piel, articulan un discurso refractario a cualquier explicación innecesaria: las imágenes valen por sí solas para reflejar la contundencia del tema y la obsesión del personaje que hará lo posible para cumplir el objetivo. Una chica embarazada, rostros adustos que sospechan del invasor de un territorio ajeno, un único hotel como morada, un bar-prostíbulo de alto riesgo, una mujer que parece ser el contacto ideal para que un bebé llegue a buenas manos. El hijo buscado, sin alzar la voz altisonante del cine de denuncia pero sí profundizando la incansable búsqueda del personaje central como si se tratara de un thriller selvático, en donde el hombre se fusiona con la geografía, construye un relato doloroso que bordea la piel y que invita a la contemplación desde la tristeza, sin caer jamás en una visión miserable del asunto. Un par de llamados telefónicos, diálogos secos y eficaces, un cadáver, una esposa que mira a un bebé en la habitación de un hotel: con muy pocos elementos, El hijo buscado, desde su brutal honestidad estética y formal, se convierte en una agradable sorpresa de fin de año del cine argentino.
Un descenso a los infiernos Ambientado en la provincia de Misiones, el primer largo de ficción de Gaglianó alude a uno de los problemas más complejos y preocupantes de la actualidad, no sólo en la Argentina, sino a nivel global: la trata de personas en sus muchas variantes. Recién llegada del 29 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, donde participó de la Competencia Argentina, El hijo buscado, primer largo de ficción de Daniel Gaglianó, representa un intento por hacer un cine decididamente narrativo y hasta con cierta proximidad a los géneros, pero con el interés de referir de manera deliberada a una realidad de profundos alcances sociales. De un modo manifiesto, la película alude a uno de los problemas más complejos y preocupantes de la actualidad, no sólo en la Argentina sino a nivel global: la trata de personas en sus diferentes variantes. Ese vínculo con la realidad se extiende a una ubicación geográfica precisa, trasladando la acción a la provincia de Misiones, uno de los puntos del país en donde la explotación de vientres, el comercio de bebés y el tráfico de mujeres destinadas a la prostitución clandestina son parte de la vida y las preocupaciones cotidianas.Partiendo de un lugar que por real y repetido no deja de ser común, El hijo buscado toma como protagonista excluyente a Alvaro, un hombre que luego de fracasar reiteradamente en su intento por adoptar un hijo, viaja a Misiones presionado por su mujer. Ahí tratará de conseguir un hijo de un modo que supone más sencillo que la engorrosa vía legal: comprándolo. Ese viaje a la tierra en donde el país se borronea en la vecindad con el Brasil y el Paraguay, representará para Alvaro, interpretado con la eficacia habitual por Rafael Ferro, un descenso al infierno. Una imagen que no sólo tiene que ver con el contacto que el protagonista iniciará con los bajos fondos y la marginalidad, sino con un clima y un entorno agobiantes que la fotografía de Fernando Lockett se encarga de replicar con precisión. La cámara sigue a Alvaro hasta casi meterse dentro de él, ilustrando las diferentes etapas que el personaje atraviesa en el vaivén ético y moral de su recorrido y, al mismo tiempo, transmite al espectador una sensación de creciente angustia y sofoco. Como en un cuento de Horacio Quiroga, la selva y la conciencia van consumiendo a Alvaro de a poco.Aunque todo el tiempo acecha el temor de que el relato decante para el lado de la moralina admonitoria, Gaglianó consigue que el suspenso y la trama policial mantengan el equilibrio la mayor parte del tiempo. Pero El hijo buscado es una película que esconde la trampa de un final con doble fondo, que cede al temor de cerrar aquello que en principio resultaba más potente dejar abierto. Es así que el director, quien también se desempeñó como guionista, decide extender el relato con una larga secuencia en la que las cosas se acomodan a la manera de una fábula, impartiendo moralejas y castigos a manos llenas. En el camino pierde la oportunidad de demostrar que la ficción puede ser la herramienta más poderosa y eficiente para aludir a la realidad, escogiendo en cambio debilitar la estructura ficcional en pos de fortalecer el mecanismo aleccionador. De ese modo confirma que cuando los temas se vuelven más importantes que las películas, el primer y gran perjudicado es el cine.
Drama tenso, pero con personajes monolíticos Tenso, inquietante, pero con unos personajes monolíticos, sin variaciones, "El hijo buscado" combina con fuerza la denuncia contra la malintencionada burocracia, la callada negociación entre madres solteras y matrimonios ansiosos de adoptar, el negocio de ciertas enfermeras, el drama prostibulario y la angustia de las chicas vigiladas para un negocio perverso en algún lugar de la selva misionera, vecino al rio. Basta citar esos elementos para que el lector se haga una idea del tema y el ambiente. Hacia allá concurre nuestro protagonista, empujado por la esposa. No hay mayores datos sobre ambos, salvo que están realmente hartos de esperar, que en vez de firmar una nota en disconformidad la mujer estalla contra el mundo, representado por la empleada pública que nunca tiene la culpa y el marido que nunca estalla con la misma fuerza, y que es el tipo menos indicado para negociar la compra de un bebé. No por decente, sino por antipático. Poco canchero, nada amistoso, pisando terreno de gente que no parece nada gente, el tipo aterriza en un puticlub de quinta categoría, donde por casualidad hay una panzona en baby doll atendiendo a la clientela. No corresponde contar nada más. Solo diremos que hay gente armada, momentos de persecución bastante bien provocados, sensación que se transmite al público, y algunas actitudes que van enj contra de la lógica y a favor de los nervios. Rafael Ferro y María Ucedo forman la pareja ansiosa de adoptar, y aunque aparezca menos tiempo la actriz tiene mejor posibilidad de lucimiento que el hombre. Sofia Brito, en papel difícil, lleva adelante una hermosa expresión de animalito irritado. Lali González, la del film paraguayo "7 cajas", aparece hermosa como es en la vida real, pero un tanto desperdiciada. Y la cámara necesita un trípode. Autor, Daniel Gagliano, el de "Solo de guitarra", sobre el recordado Walter Malosetti. Coguionista, Fernanda Ramondo. Otra película sobre la compra de bebés en el litoral, "Nordeste", de Juan Solanas, con Carole Bouquet buscando diplomáticamente una recién nacida para criar en Francia.
En su segunda película Daniel Gaglianó (Solo con guitarra), en competencia argentina en el reciente Festival de Mar del Plata, aborda en El hijo buscado el tema de la adopción ilegal y la compra de bebés. De tono eminentemente masculino, el guión escrito por Gaglianó y Fernanda Ramondo elige para el centro de su narración a un padre que, pese a todos sus prejuicios éticos y tras 10 años de trámites infructuosos por la via legal, emprende un viaje inhóspito a una de las provincias fronterizas de la Argentina en busca de un bebé. Un film de punto de vista, Alvaro llega al hotel Irupé, en un poblado misionero, cerca de la triple frontera: la relación es directa, de ahí al hospital y la complicidad de algunas enfermeras, de ahí al prostíbulo, los proxenetas y la trata de mujeres. No hay voluntad de trabajar simbólicamente en ese sentido, la pelicula de Gaglianó es llana y concreta. Lo que sí, todas esas zonas de ilegalidad es claro que desaparecerían con una ley de adopción más moderna y menos kafkiana. No por nadacomienza con una escena en el juzgado y un nuevo rechazo del expediente. Lo que sigue es consecuencia de esa primera escena, y la película no podrá escaparse de esa valoración: lo que se presenta como drama personal, es en realidad un flagelo social y en su claridad, no se esconde esa intención. El hijo buscado es una película delicada desde lo visual y ajustada en el guión. De diseño cuidado, sus personajes no están expuestos a golpes bajos o lugares comunes. En el camino de la sutileza El hijo buscado gana potencia crítica y maneja bien los tiempos de la desesperación, la duda, el arrepentimiento, la crueldad y la ternura.
VideoComentario (ver link).
El hijo buscado aborda el tema de la adopción ilegal y la compra de bebés en las provincias fronterizas de nuestro país, retratando con naturalidad una realidad a la que inexorablemente los habitantes de la región se ven expuestos, y donde las redes de ilegalidad, corrupción y complicidades son moneda corriente. Con una escena en el juzgado que comprueba los obstáculos burocráticos imposibles de sortear para la adopción, comienza este relato que expone con claridad y sencillez una realidad que existe, de la cual muchos saben y pocos se ocupan. Con la verosimilitud de un documental, pero en clave de ficción, el protagonista emprenderá un viaje hacia tierras del norte de Argentina para tratar de volver con el hijo buscado. Una historia sencilla, expuesta con sobriedad, donde D. Gaglianó opta por una puesta que insiste con la cámara en mano, que en algunas situaciones dramáticas (sin suspenso ni acción) terminan distanciando al espectador de los personajes. Las buenas actuaciones de Rafael Ferro, Sofía Brito (ganadora del premio Mejor actriz revelación de película argentina en el reciente Festival Int. De Cine de Mar Del Plata), y elenco secundario contribuyen a un film, que a pesar de contener algunas escenas que solo suman minutos al relato e incluso restan verosimilitud en dichas acciones, logra mantener un buen ritmo y cierra con un acertado final el circulo de una peripecia tan real como cotidiana por esos pagos.
Una pareja busca infructuosamente adoptar un niño pero la tarea parece burocráticamente imposible. Cuando tienen la impresión de que se les acaban las opciones legales toman una decisión un tanto drástica: participar de un mercado negro de adopción de bebés, en Misiones, cerca de la frontera con Brasil. El hombre (Rafael Ferro, la mujer encarnada por María Ucedo se queda en Buenos Aires) viaja hacia allí a tratar de conectarse con ese mundo que incluye mafiosos, prostitutas que trabajan para ellos, parteras enganchadas en esas entregas ilegales y otra serie de personajes de baja calaña. Pero el filme no intenta ir por el camino más obvio de la denuncia –es evidente en cada plano, no hay nada que subrayar– sino en el viaje emocional de este hombre, seco y poco afecto a las palabras, que se va enredando en una situación que evidentemente es mucho más densa y compleja de lo pensado. Lo peor sucede –un hecho casi esperable, bien de cine negro, tono que la película mantiene hasta el final– cuando el hombre de alguna manera se engancha con la prostituta embarazada que supuestamente debe venderle a su hijo (Sofía Brito). Un muy buen elenco (incluyendo a los actores secundarios), la siempre notable fotografía de Fernando Lockett y el ya citado tono noir del filme lo transforman en una interesante y tensa experiencia cinematográfica, si bien esa tensión decae un poco en la última parte, en la que el guión parece perder un poco los rumbos y la intensidad de la narración decae. Pero más allá de esas debilidades, la opera prima de ficción de Gaglianó es una propuesta bastante sólida dentro de una algo despareja sección.
Cuando el trámite definitivo para adoptar un hijo vuelve a fallar por cuestiones de papeles, Álvaro (Rafael Ferro) y Ana (María Ucedo) optan por una alternativa: buscar un bebé en la provincia de Misiones. Hacia allí viajará él, y sabe que no será una tarea sencilla. En un mundo diferente al de Buenos Aires, con otras leyes -o sin leyes-, logrará dar con Anahí (Sofía Brito), una joven a punto de dar a luz, que incluso en ese estado trabaja en un cabaret y no cuida su salud. Será la mejor oportunidad para que Álvaro pueda conseguir lo que tanto anhela. Pero alrededor de la muchacha merodea gente peligrosa, no dispuesta a dejarla escapar. Con el documental Solo de Guitarra -sobre el músico Walter Malosetti- como único antecedente, Daniel Gaglianó presenta, en su primer largometraje de ficción, una historia sobre el amor y la esperanza en un contexto de corrupción, mafias, miseria y muerte. La película se mete con temas delicados: la trata de mujeres, la venta de bebés, la adopción ilegal. Sin embargo, lejos de elegir el camino del drama de denuncia social o de recurrir a golpes bajos, está contada como un thriller y desde el punto de vista de Álvaro, de modo que el público también lo acompaña en esta riesgosa iniciativa y se identifica con su objetivo. Se sabe que está procediendo de una manera clandestina, por afuera de lo que debería ser correcto, pero resulta imposible juzgarlo. La empatía que genera el protagonista se debe principalmente al trabajo de Rafael Ferro, en otro papel arriesgado. Sin duda, un actor tan convincente desde lo físico como a nivel introspectivo. No se queda atrás la joven Sofía Brito, en su segunda participación cinematográfica luego de Los Salvajes, de Alejandro Fadel; un personaje que también podrá encontrar una manera de escapar de su triste destino. El Hijo Buscado es un drama sórdido contado como una de suspenso, con una intensidad e ideas que por momentos remiten a Niños del Hombre, obra cumbre de Alfonso Cuarón. Pero, ante todo, es una historia sobre la búsqueda de la felicidad y cómo es preciso jugarse entero por ella.
Más allá de la entrada en vigencia de la nueva Ley de Adopción, lo cierto es que las trabas burocráticas que propone la justicia para acercar a las personas que desean iniciar y tener la posibilidad de ser padres, son enormes. No es el tema de una crítica cinematográfica, plantearse la incongruencia mayúscula de un sistema que parece obstinado en bloquear la posibilidad de un encuentro entre necesidades: un adoptante y una criatura o niño que necesita familia. Pero si no tenés este concepto presente, "El hijo buscado" corre el riesgo de parecerte un thriller común, cuando su realidad está íntimamente basada en hechos reales. La situación que plantea Daniel Gaglianó (en su primer largo de ficción) es la de muchas parejas que en Argentina quieren adoptar hijos y la justicia no facilita ni agiliza los medios para que eso suceda. Eligen tomar una decisión al margen de la ley. La historia nos presenta a Alvaro (Rafael Ferro), quien cansado de la situación, decide tomar un camino distinto, viajar al Norte para resolver el problema: encontrar allí en la vía ilegal, la posibilidad de encontrar un hijo para satisfacer sus ansias de ser padre. Para un hombre de ciudad, la realidad rural no es sencilla, más cuando lo que se busca es tan específico. Gagliano trabajó mucho el guión y eso se nota en los pequeños detalles, esos que hacen la diferencia cuando el relato avanza. En esta búsqueda que nuestro protagonista encara, no tiene idea de lo que va a enfrentar. Alvaro la pasará mal y deberá resolver cuestiones para las que no parece estar preparado, moviéndose en terreno hostil. Recordemos que la zona de la Triple Frontera, donde el film fue rodado, es un espacio donde la trata de personas está arraigada con fuerza. "El hijo buscado" está filmada con oficio, hay en ella un minucioso trabajo de investigación que lo transforman en un drama social con la estructura de thriller clásico. Ferro hace una gran composición y el espectador se adentra en la trama, de forma natural e inmediata. María Ucedo, la esposa del protagonista, también regala una gran actuación, aunque su participación sea menor. En el debe, quizás el desarrollo de algunos planteos morales que la cinta abre, no alcanzan una dimensión importante por la falta de profundidad de quienes acompañan al personaje principal. Por otra parte, el tema de la cámara cenital que sigue a Alvaro, a veces no nos parece un buen recurso para acompañarlo durante tanto tiempo (aunque entendemos el porqué) y los secundarios terminan siendo, más fondo que forma. Pero "El hijo buscado" es un gran hallazgo para el cine nacional. Trae una problemática real y la ficcionaliza con personalidad. Aprobadísima.
En el Hijo Buscado, una pareja que fracasa en el intento de contentar la burocracia detrás del sistema de adopción del país, se informa sobre las posibles alternativas fuera de lo legal. Es así como Alvaro, interpretado por Rafael Ferro, se embarca en un viaje a Misiones para comprar el bebe que tanto ansia la pareja. Y con esa trama, el director nos lleva de viaje con el personaje, en una película que pasa del drama al thriller, cargado con un clima agobiante. La (como siempre) excelente actuación de Ferro, y un director de fotografía que se pone la cámara al hombro y lo sigue desde una distancia que casi desafía el concepto usual de la palabra intimista, lleva al espectador en un viaje donde mafias, corrupción y desesperación se cargan contra un solo personaje.