El plan divino: Una agradable historia. Que una persona tan importante y conocedora del cine nacional como el celebre actor Víctor Laplace se siente en la silla del director como es en el caso de esta película no sucede todos los días. Es quizás ese conocimiento y esa experiencia en el mundo lo que le ayudan a dar ese siguiente paso que muchas películas nacionales del mismo estilo no logran dar. ¿Qué hace que «El plan divino» sea mejor que la comedia promedio? El plan divino cuenta la historia de Eustaquio (Gastón Pauls) y Heriberto (Javier Lester), dos monaguillos que al servicio del Padre Roberto (Víctor Laplace), un anciano sacerdote que parecería estar en el último tramo de su vida. Los dos monaguillos deben cuidar del Padre, pero por otro lado están hartos de seguir con la misma rutina de estar detrás de una persona mayor. Eso hará que ambos personajes entren en un viaje que de la mano de la comedia, irá entre lo moral y lo inmoral para que cumplan sus objetivos. Es cierto que la premisa puede resultar algo curiosa pero de antemano avisamos que estará casi siempre más cerca de una comedia banal que de una intención mayor. Se agradece la decisión de Laplace en quedarse casi siempre del mismo lado del género, facilitando muchísimo más el ritmo de una ya de por sí corta duración. Sus momentos dramáticos por el final de la trama funcionan con menor eficacia, sobre todo en algunos momentos que resultan demasiado forzados y donde el guion demuestra que se va quedando sin ideas. Lo disparatado de algunas situaciones humorísticas del principio lleva a la historia a lugares donde realmente se le complica ser cerrada, y la resolución puede no contentar a todos los espectadores. A eso también se le suma que al principio el tipo de humor y el tono parecería ser mucho más familiar y básico, difiriendo un poco de algunas escenas que veremos en la resolución y generando una sensación rara. Aún así, se agradece la atención al ritmo que tuvo el directo para el film, ya que como aclaramos anteriormente, en ningún momento la película resulta densa o difícil de ver. Gastón Pauls y Javier Lester cargan muy bien con los roles protagonistas del film. Su interpretación siempre está en el tono adecuado, sobre todo sorprendiendo en algunos momentos dramáticos de Lester, donde le vemos con un personaje complejo y bien desarrollado. En la comedia es quizás donde ambos tienen un nivel un poco más promedio, logrando la risa fácil en algunas ocasiones, pero sin sobresaltar o demostrar un nivel superior. Paula Sartor, quien interpreta a María, la damisela que quiere conquistar Heriberto, es quizás la que peor terminó quedando con una interpretación un poco vaga; aunque con mayor culpa de una construcción de personaje desde el guion que ya era flojo, a las habilidades existentes o no de la actriz. Su personaje está planteado como una herramienta con pocos elementos a destacar y mucho a criticar, siendo prescindible como personaje secundario en la historia más que como un objetivo. Y aunque fuera un poco obvio, vale la pena remarcar la enorme habilidad de Víctor Laplace con su personaje secundario, el Padre Roberto. Probablemente muchas risas salgan de sus pocos minutos en escena, ya que con pocos gestos y mucha personificación veremos la total eficacia del actor y su experiencia. En cambio sorprende la habilidad de Laplace como director, generando planos bastante cuidados y una estética que para lo que se suele esperar de este tipo de películas, está muy bien. Vemos en la cinematografía unas intenciones bastante positivas y que se agradecen y felicitan. En conclusión, «El plan divino» es una agradable historia. No van a volar de sus butacas, y tampoco verán esa historia impresionante que pocas veces han visto en su vida, pero gracias a la habilidad de Victor Laplace en frente y detrás de cámara, logra dar ese paso diferencial para destacarse del resto. El dúo actoral de Gastón Pauls y Javier Lester logra construir una química sólida y el ritmo bien controlado hacen que, pese a sus clichés y sus traspiés, la película termine funcionando y sea divertida de ver.
Matar al padre La nueva película del actor y director Víctor Laplace utiliza el concepto freudiano de “matar al padre” para contar la historia de dos monaguillos cuarentones en búsqueda de la libertad. En la primera escena, un hombre y una mujer corren agarrados de la mano y atraviesan una jungla húmeda y pantanosa. La ropa que ambos llevan puesta desentona. Parecen huir de algo hasta que, de repente, encuentran el paraíso. “Sabía que lo ibas a conseguir. Estamos salvados”, dice ella. Todo es un sueño. Heriberto (Javier Lester) despierta y se da cuenta de que quiere dejar los hábitos para estar con María (Paula Sartor). Eustaquio (Gastón Pauls) y Heriberto son dos monaguillos de mediana edad que viven en una parroquia a orillas de un río de la selva misionera. Desde muy chicos crecieron al resguardo del Padre Roberto (Víctor Laplace), quien, a pesar de su vejez, sigue a cargo de oficiar la misa; en él está concentrado todo el poder parroquial, aunque necesite de la asistencia de uno de sus ayudantes hasta para hacer pis. Esta falta de autoridad simbólica de Eustaquio y Heriberto sobre sus propias vidas es la causa principal de la crisis de los protagonistas. En tono de comedia, la película muestra la angustia de estos dos adultos al querer independizarse del cura y asumir lo que cada uno quiere: en el caso de Heriberto, su deseo está centrado en María –que no es la Virgen, sino una chica del pueblo- mientras que a Eustaquio solo parece interesarle dejar de ser un monaguillo para convertirse en el nuevo párroco de esa misma iglesia. Pero detrás de los deseos de independencia, hay otro motivo mucho más angustiante: y allí es donde la película adquiere relevancia. Sigmund Freud se vale de la metáfora del padre muerto para explicar aquella etapa en la que un sujeto logra soltarse de las creencias y los valores heredados de la sociedad –y encarnados en la figura paterna- para acceder a lo que desea de verdad y poder, así, valerse por sí mismo: es el descubrimiento de saberse un otro independiente, con pensamientos y deseos propios. Entonces, para ser libres, hay que “matar al padre”. En El Plan Divino (2019), la pretensión de matar al padre se vuelve una literalidad. Basada en el libro Niños expósitos de Rafael Bruza, la película tiene momentos de humor negro con el que intenta ironizar acerca de la solemnidad, la culpa cristiana y la castidad. Hay una idea de opresión en esa parroquia en el medio de la selva: por fuera, la belleza del paisaje y los sonidos de la naturaleza representan un edén posible; adentro, un asesinato, mentiras y confabulaciones macabras son perpetrados por los personajes que la habitan. Se deja entrever que alguna vez, ahí mismo, también existieron el abuso y la pedofilia. Pero qué importa si todo eso lleva a la consagración del gran proyecto que el mismísimo Dios tiene para cada uno de los seres de esta tierra, ¿no? Sólo quienes vindican el pensamiento mágico podrán decir que, al final, todo salió acorde a un plan divino.
La sinopsis del film dice lo siguiente: En una pequeña iglesia aislada en la selva misionera, viven dos monaguillos cuarentones: Eustaquio y Heriberto. Ambos fueron abandonados siendo niños y crecieron como hermanos, bajo la tutela del Padre Roberto, un anciano sacerdote que fue el mentor de ambos y al que ahora, en el final de su vida, deben cuidar y proteger. Eustaquio pretende quedar al mando de la Iglesia y Heriberto piensa sólo en María, una hermosa y enigmática joven, que apenas repara en él. Ambos enfrentan su primer gran crisis existencial que los lleva a poner en marcha un riesgoso plan, un plan divino. Ahora imaginemos que uno de los mencionados monaguillos es Gastón Pauls y el otro es Javier Lester (a quien no conocemos, pero es justo mencionar al actor). Pauls es capaz de generar una de las actuaciones más terribles que se hayan visto en la pantalla. Cansado, molesto, distraído, a desgano todo el tiempo, parece estar resistiendo cada escena pidiendo que lo salve la campana. Víctor Laplace, en su doble condición de director y actor, compite contra sí mismo en saber cuál de las dos tareas realiza peor. El veredicto es que peor dirige, porque como actor al menos hace un rol secundario, el del anciano Padre Roberto. La película se plantea como una comedia negra que luego pierde en comedia y gana en negrura, pero todo con un tono tan opaco y fuera de tono que a la película se le deben adivinar las intenciones que apenas si consigue mostrar en una narración llamativamente torpe. Cómo llegó a hacer una película así y como aparece con respaldo del INCAA es un misterio. La película está por debajo de mediocre, es abiertamente pésima e irremediablemente insufrible. Mérito conjunto entre dirección, guión y actuación. Esta película, con constantes referencias a Dios y a la vida religiosa, es una verdadera proeza atea en el sentido de que si Dios existe: ¿Por qué permite la existencia de esta clase de películas?
"El plan divino": entre el costumbrismo y la farsa A medio camino entre el costumbrismo y la farsa (o entre la inocencia y el absurdo), El plan divino traza un recorrido de comedia por encima de una historia que podría haber sido narrada como drama. Se trata de un nuevo trabajo como director del actorVíctor Laplace, quien debutó en este rol hace 20 años con El mar de Lucas y cuya última ficción fue Puerta de Hierro, el exilio de Perón(2012), donde transitaba los últimos años de proscripción del líder justicialista, personaje que además se encargó de interpretar. Lejos del perfil dramático de dichos antecedentes, acá Laplace se atreve a penetrar en los laberintos de la comedia y para ello ha elegido una historia compleja que representa un auténtico desafío a la hora de abordarlo desde el humor. Eustaquio y Heriberto son aspirantes a cura que asisten al anciano y maltrecho padre Roberto, párroco a cargo de una iglesia en un pueblito en la provincia de Misiones. Ambos son además ex niños expósitos, huérfanos que fueron criados allí por el propio cura al que ahora deben cuidar. A pesar de esa vida compartida, Heriberto y Eustaquio están lejos de sentir cariño por quien a priori aparece como su benefactor. De hecho acaban de recibir una notificación del obispado en donde se les anuncia que muy pronto serán ordenados sacerdotes, pero en lugar de alegrarlos el anuncio los angustia. En el caso de Heriberto (Javier Lester) porque su vocación está en crisis, luego de que un sueño húmedo le confirmara que está enamorado de una feligresa y que el sacerdocio no es para él. En el de Eustaquio (Gastón Pauls) porque la ordenación representaría tener que ser trasladado a otra parroquia, ya que mientras el padre Roberto esté con vida ese lugar le pertenece. Si bien la situación los afecta a ambos, Eustaquio es el más conmovido. A tal punto, que poco después aparece diciendo que Dios se le apareció transfigurado en tucán y le dio un mensaje que él interpreta de manera unívoca: deben asesinar al padre Roberto para así poder cumplir cada uno con su sueño. El tono elegido para desarrollar la historia demanda el corrimiento hacia la sobreactuación como recurso humorístico, rasgo que junto al costumbrismo le dan a El plan divinoun aire anacrónico, a contramano de buena parte del cine argentino actual. Pero al mismo tiempo el guión no teme meterse con temas complejos como la pedofilia o el asesinato, evitando una gravedad que hubiera representado un golpe mortal para el relato. A diferencia de eso juega a fondo las cartas del humor negro y si bien no siempre obtiene los resultados deseados, aun así la decisión representa una muestra de valor en tiempos en los que la corrección política ha causado estragos en el sentido común. Es que lo mejor de El plan divino emerge cuando no teme combinar el gag físico con la sangre o se permite abordar el tabú desde el humor. El recurso vuelve a mostrarse como una herramienta narrativa válida tanto para poner en escena temas incómodos, como para combatir a cierto neopuritanismo imperante que signa el clima de época.
Basada en la obra "Niños Expósitos" de Rafael Bruza, "El plan divino", dirigida por Victor Laplace, es una comedia con un tono no del todo certero pero valiosa por la osadía temática que aborda. De eso no se habla. Aún hay cuestiones que el cine más perteneciente al establishment evita. Es cierto que en los últimos años hubo una apertura temática favorable, se derribaron varios clichés, y se pueden ver películas o escenas con una mirada que antes parecía impensada. Pero el conservadurismo todavía existe, y más cuando se trata de plantear un producto liviano y pasatista como "El plan divino"… o por lo menos eso es lo que parecería ser. No hay dudas que estamos frente a una comedia, que tiene entre sus productores a Artear, filmada en una Misiones colorida, con un elenco que cuenta con figuras reconocidas, y en sus casi 80 minutos la tónica es ágil y (cuasi) alegre – ya veremos el por qué de ese cuasi – . Sin embargo, la nueva película de Victor Laplace como director, que adapta una obra del off uruguayo, no teme meterse de pleno con algunos planteos con los que no cualquiera se animaría a exponer así, sin disimulo. Los abusos por parte de la Iglesia Católica a los niños que les son confiados a su cuidado es algo que ya fue tratado tanto en thrillers como dramas, muchos de ellos en un válido ejercicio de despertar polémica para abrir el debate. Hablemos de "Philomena", "En primera plana", y hasta la local y reciente "Hombres de piel dura". Lo llamativo de "El plan divino" es que se trate de una comedia ligera, y lo ubique en el núcleo propio de la historia. La sensación es la de una extraña ¿y placentera? Incomodidad. Heriberto (Javier Lester) y Eustaquio (Gastón Pauls) son dos monaguillos y seminaristas que en una pequeña parroquia de la selva misionera aguardan sus nombramientos como sacerdotes. Mientras tanto, cuidan del párroco de la comunidad, el senil Padre Roberto (Victor Laplace) que no puede valerse por sí mismo, y mediante una irritante campanita exige a sus dos súbditos que, no solo se encarguen de todo en la Iglesia (ya ofician extra oficialmente como curas), sino de él mismo en las cuestiones más básicas como darle de comer, asearlo, ayudarlo a hace sus necesidades, y… Eustaquio y Heriberto son dos niños huérfanos (llevan por apellido el genérico Expósito otorgado a quienes nacen en un orfanato) entregados desde muy chico a la guardia de Roberto, por lo que no conocen otra realidad, y sus destinos parecen estar marcados, lamentablemente muy marcados. Todo comienza con una crisis de fe de Heriberto, enamorado de la fiel María (Paula Sartor), que encima está en pareja. Su idea es abandonar los hábitos y declararle su amor a María. Eustaquio, de apariencia mucho más condescendiente, primero pone el grito en el cielo, pero inmediatamente ve la oportunidad de matar (justamente) dos pájaros de un tiro. Mientras que el padre Roberto viva, Heriberto no va a poder abandonar la iglesia, y Eustaquio no será nombrado sacerdote; y la verdad que ya están cansados… Bastará un mensaje divino vía tucán, para que Eustaquio pergeñe un plan que incluye envenenar al Padre. "El plan divino" pone en marcha una comedia ágil, haciendo pie en la complicidad de sus dos protagonistas. Con personalidades diferentes, Eustaquio y Heriberto comparten un infierno que callaron durante mucho tiempo, probablemente no asumiéndolo, y por las circunstancias actuales está por explotar. El guion de Leonel D’Agostino que airea perfectamente la obra teatral al punto de no advertirnos de este sino es buscando información, acierta al ir al choque; pero a su vez, por la misma razón, se siente como un híbrido. Monaguillos que quieren asesinar al cura, deseos libidinosos, muertes involuntarias, un pasado de violación y actualidad de abuso. Cuestiones muy escabrosas que serían bien asimiladas en un drama, y "El plan divino" presenta en abierto formato de comedia. Por otro lado, se creería que el tono más acertado sería el del humor negro, ácido, punzante, molesto; y no. "El plan divino" es una comedia de formato popular, costumbrista, ligera y liviana, de colores estridentes, resoluciones fáciles, remates que apelan al humor típico, música de sketch alegre, que hasta podría ser consumida por un público amplio. Tampoco se adentra en el desparpajo del grotesco, o lo rupturista de Almodóvar. No, logra una mezcla equilibrada entre lo amable y lo perturbador. Como si guionista y director hubiesen querido hacer una comedia de manual, no menor, que escondiera en su centro algo inquietante. De este modo, rompe los moldes y se convierte en algo bastante atípico que puede sorprender a más de uno. Gastón Pauls, y sobre todo Javier Lester despliegan buen timing para el humor, se meten en sus personajes y logran momentos bastante graciosos. La química entre ambos también era fundamental para que la cosa funcione, y es muy lograda. Victor Laplace en un rol muy patético logra lo que se propone, profundo desagrado. La labor como director del Perón del cine viene creando una filmografía ecléctica en cuanto a temáticas, géneros, y estilo, pero siempre eficaz y cumplidora, poniendo el acento en la emotividad. Frases como “no quiero que otros chicos pasen por lo mismo que nosotros” alcanzan para describir un horror y empatizar con los homicidas dolientes, y dichas en el medio de la comedia. La producción se nota controlada, sin un gran despliegue que no necesite, haciendo un muy correcto uso de los exteriores para que luzca más grande de lo que es. Todos méritos de un director con criterio. En el último tercio, el film muestra pinceladas de drama y se inclina más a una cierta condescendencia, entendible en su idea de no ser una película corrosiva. A "El plan divino" se le pueden criticar varios puntos. Trazos de humor grueso, un tono que puede parecer indefinido (según como se lo entienda y mire esto puede agradar o no), y no ser más punzante en determinadas cuestiones. Pero su sola osadía de animarse a plantear abiertamente que podemos reírnos de cualquier cosa, y desde el humor generar concientización, ya la convierte en un producto destacado al que hay que prestarle atención. Como mínimo, es toda una curiosidad.
Singular, divertido y bastante arriesgado, este nuevo film de Víctor Laplace como director juega con el absurdo y el humor negro para combinar –y lo consigue- el chiste más directo con la reflexión más discreta. Todo, gracias a la adaptación, bien aireada y enriquecida, de una obra de Rafael Bruza, “Niños expósitos”, donde dos grandulones siguen siendo monaguillos como cuando eran huerfanitos recogidos por el cura de una parroquia perdida. Ahora el cura está más que viejo y ellos, para poder independizarse, deciden sacárselo de encima, dándole con la cruz del altar, con una hostia envenenada, lo que sea. Por supuesto, el viejo parece más indestructible que la vieja que hacía Pepe Soriano en “La nona”. Así, por el camino del absurdo, el crimen imperfecto, los sentimientos culposos y la pintura medianamente sutil de pecados y anquilosamientos clericales, se va llegando a la redención de los dos personajes, el logro de propósitos más nobles, como abrir las puertas de la iglesia en todo sentido, y el final feliz. Ciertas reflexiones quedan para la salida. Gastón Pauls y el tandilense Javier Lester (atención a la escena en un banco de plaza con Paula Sartor) son los monaguillos, Laplace es el cura decrépito farfullando latinajos, Puerto Esperanza y la capilla de Puerto Bemberg, allá en Misiones, son los lugares paradisíacos donde todo transcurre. Muy agradable la música de Damián Laplace, con predominio del arpa, y digna de elogio la adaptación de Leonel D’Agostino, con la colaboración de Dieguillo Fernández.
No era fácil la apuesta de Víctor Laplace en esta película, pequeña en términos de producción, correcta en su factura técnica y errática en su enfoque de algunos temas espinosos (la ambición desmedida, el manejo discrecional de poder y sobre todo los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia Católica). Sobre todo porque esos problemas, que aborda este largometraje filmado íntegramente en la imponente selva misionera, admiten un tratamiento sin ademanes solemnes, pero aun así demandan una profundidad que realmente El plan divino, ligera por vocación, no consigue. Los protagonistas de la historia son un sacerdote anciano y de salud desgastada (Laplace, en el doble rol de actor y director, como en El mar de Lucas y La mina) y dos monaguillos (Gastón Pauls y Javier Lester) que se postulan como posibles sucesores. Uno de ellos con menos convicción que el otro, porque está enamorado de una joven feligresa con la que tiene sueños recurrentes. De arranque, el tono deliberadamente exacerbado de las actuaciones (particularmente la de Pauls) plantea el clima prototípico de la comedia. Pero a medida que el relato avanza, lo que se insinuaba liviano e irónico pretende volverse más denso. Y es justamente esa transición notoriamente fallida la que provoca más inconvenientes.
Eustaquio (Gastón Pauls) y Heriberto (Javier Lester) son dos acólitos que ya andan por la cuarentena y siguen viviendo en el convento en el que crecieron, criados por el padre Roberto (Víctor Laplace), al que ahora cuidan. Se supone que el anciano cura está en los años finales de su vida, pero no muere. De modo que sus protegidos están estancados: no pueden hacerse cargo de la iglesia. Entonces deciden tomar el asunto en sus manos. Basada en una obra de teatro (Niños expósitos, de Rafael Bruza), El plan divino empieza como una comedia inocente, con un humor casi infantil. Al estilo del Coyote con el Correcaminos, los jóvenes van urdiendo tretas para deshacerse del viejo, pero por uno u otro motivo sus proyectos fracasan. A estos tropezones se suman los de Heriberto con María (Paula Sartor), una feligresa por la que quiere dejar la vida religiosa. Hasta ahí, nada extraño: una película más que naufraga en su intento de causar gracia, merced a sus gags antiguos y actuaciones caricaturescas. Pero a medida que transcurre, el tono se va oscureciendo: resulta que detrás de este afán asesino de Eustaquio se esconde algo más que el deseo de quedarse al frente de la iglesia. Y entonces lo que hasta ese momento era una comedia fallida se convierte en algo revulsivo en el peor sentido. A la remanida pregunta acerca de cuál es el límite del humor, la respuesta es que no existen tales límites. Pero la letra chica debería decir que para abordar temas delicados hay que tener un talento al borde de la genialidad. Si no, como un chiste desagradable en un velorio, la broma se transforma en exabrupto.
Una película de Víctor Laplace en tono jocoso y delirante sobre temas tan serios y acuciantes como la sabiduría religiosa, las perversiones y las ambiciones personales desatadas. El guión de Leonel D´Agostino, basado en la obra “Niños expósitos” de Rafael Bruzza, es una pintura de antihéroes ya grandes que sufren una crisis existencial a destiempo. Dos monaguillos cuarentones, que se criaron con un cura ya envejecido y aparentemente cerca de la muerte, que deben decidir si cumplen con sus deseos, “ayudan” los desenlaces y se adelantan a un plan divino bastante misterioso. Laplace guía con mano segura el delirio desatado entre el trio de personajes que lo incluye como actor, junto a Gaston Pals, Javier Lester que poseen la química justa para los razonamientos locos y los actos pretendidamente heroicos. Utilizar el humor para temas tan complejos como las enfermedades, perversiones, creencias religiosas, temas incómodos y complejos, es una apuesta arriesgada que llega a buen puerto. La risa como elemento de reflexión.
¿Se van a quedar para vestir santos?. Crítica El plan divino. La Iglesia abrió sus puertas al humor con los intérpretes Gastón Pauls y Javier Lester. El guión sacó viejos lemas para convertirlos en ingeniosos chistes sobre las anticuadas líneas del evangelio. La dirección y actuación de Víctor Laplace continúa una mirada risueña de la institución espiritual ya sea por la insinuación y sus contradicciones. Por. Florencia Fico. El argumento del filme “El plan divino”, se traslada a una iglesia chica en la selva misionera, residen dos monaguillos Eustaquio (Gastón Pauls) y Heriberto( Javier Lester). A ellos los dejaron de pequeños y tuvieron su crianza como hermanos con el apadrinamiento del Padre Roberto(Víctor Laplace), un adulto mayor quien los motivó a los dos y en éste momento está complicado de salud, tienen que asistirlo y resguardar. Eustaquio tiene como fin ser el próximo líder de la Iglesia y Heriberto se enamoró de María(Paula Sartor), una bella e intrigante muchacha, que ni lo registra. Ellos confrontarán uno de los primeros conflictos existenciales que los conducirán a hacer un peligroso plan, “un plan divino”. Claro que lo ideado no sale como quieren, y el destino abajara resultados inesperados para éstos “antihéroes”. La dupla dinámica Gastón Pauls y Javier Lester rememoran el clown en sus papeles como Eustaquio y Heriberto sacan sus payasos internos con juegos de manos, el cuerpo como vía para dar comedia absurda y grotesca sin la carga peyorativa si no en el amplio espectro en la expresión corporal. Los dos personajes que componen al reparto son Víctor Laplace casi irreconocible también se une al clan de la risa un párroco insolente y contestatario encaja perfecto para obtener un humor ácido y agridulce. Paula Sartor como María porta la madurez como actriz, una joven de pueblo pero con actitud incitante. La dirección de Víctor Laplace se ancló en el texto de Rafael Bruza “Niños expósitos” recreando un ambiente sacro y comicidad negra. En la obra de Burza los monaguillos tienen el proyecto de matar al cura que los sujeta a su disposición y en las últimas aunque sobrevive el pensamiento de la supervivencia de la fe. El guión de Leonel D`agostino hace analogías con la Biblia la figura de Judas como figuración de Eustaquió, la “culpa” como cómplice del crimen en “Heriberto”, la “procesión” que vive el Padre Roberto, la “Virgen María” y “Dios” como personificación de ciertos personajes en tono chistoso, “sodoma y gomorra” como sinónimo de las situaciones perversas en la trama y para justificarlas usa ocurrente la historia de Juan y Abraham. La fotografía de Agustín Alvarez empieza con un plano aéreo de la naturaleza, la cual se incorpora como un protagonista más. Emplea el contrapicado en un entierro de forma impecable con un mensaje que subyace el poderío del cristianismo envestido de su jerarquía sobre el hombre asimismo el tratamiento especial de la iluminación con luz natural, tenue a veces sombreada a la vez se genera un efecto visual con el uso de velas una forma de narrar más pictórica casi de época. La música de Damián Laplace toma los sonidos autóctonos del lugar; un estilo floclórico con violines, arpas, palillos y bombos no hacen la tradicional melodía de Iglesia se amalgama al paisaje. Alberto Ponce encargado del montaje se destacó con la puesta en escena austera, el vestuario típico con sotanas verdes o violetas simbólicas de la religiosidad. Los contrastes con las de los monaguillos blancas y rojas. Y la indumentaria utilizada por Paula hizo sentir que el filme tenía una moda de los años 60′. La película con producción de Víctor Laplace y Luis Sartor engloba distintos mensajes cuestionables como los delitos cometidos en nombre de la religión, el abuso, las formas pederastas, la ambición al poder supremo, la promiscuidad que rompe con el celibato constantemente, la figura de la mujer como María Magdalena( tercera en discordia) en éste caso el personaje de Paula Sartor. Sin embargo en una propicia medida la comedia tamiza estos temas tan polémicos y dialogan sobre el doble discurso moralista de la institución y sus autoridades; con una embestidura profética aunque puede entreverse su hipocresía y el perdón. Puntaje:70.
“El plan divino”, dirigida por Víctor Laplace, con guion de Leonel D’Agostino, basado en la obra de Rafael Bruza “Niños expósitos”, es una comedia costumbrista ambientada en un pueblo de Misiones, a orillas del Paraná. Muy divertida desde el inicio, con un ritmo ágil que no decae en ningún momento, y consigue que el espectador pase un rato divertido. Víctor Laplace, tal vez sin proponérselo, intentó mostrar un tipo de personajes grotescos que viven titubeantes entre realidad e irrealidad, pero que están intrínsecamente ligados a nuestra identidad. El grotesco criollo reveló una forma de percepción, una categoría de la concepción del mundo y de su configuración, por momentos carentes de sentido y tan absurdo como para provocar la risa espontánea. En “El plan divino” contiene esos elementos, juega con ellos, y también con cierto humor negro e irreverente. Los personajes de su ficción son dos asistentes de un viejo cura párroco que no tiene intenciones de abandonar este mundo y hay que ayudarlo a subir a la barca de Caronte, no para ir por el río Estigia, sino para navegar por el Paraná y caer por un salto de las Cataratas del Iguazú. “El plan divino” posee una estructura clásica, con un sonido ambiental muy bien concebido, una factura técnica impecable, con fotografía de Agustín Álvarez, edición de Alberto Ponce y la música original de Damián Laplace (“Puerta de hierro”, 2012, “La prisa del hielo”: 2012, “La mina”, 2003, y El mar de Lucas”. 1999), excelente en su fusión de chamamé y guarañias, con espacios para intercalar el sonido del arpa. Las esporádicas actuaciones de los figurantes, que eran parroquianos del pueblo, donde se filmó la película, fueron muy interesantes ya que otorgan al filme un pintoresquismo muy particular. Gastón Pauls, Javier Lester, Víctor Laplace (muy histriónico), Paula Sator conforma un cuarteto muy bien equilibrado ente exacerbaciones y serenidades. Es un filme sin otra pretensión que hacer reír y a la vez, como al descuido, tocar temas como el poder, la ambición desmedida, pero sobre todo señalar los abusos sexuales a menores perpetrados por sacerdotes de la Iglesia Católica.