La épica de un padre en busca de justicia es el eje de un perturbador thriller francés basado en un caso real. El 10 de julio de 1982 Kalinka Bamberski, una chica francesa de 14 años, fue encontrada muerta en la casa de su madre en Alemania, quien -ya divorciada de André Bamberski- había armado una nueva pareja con un médico prestigioso y seductor llamado Dieter Krombach. Lo que en principio parecía un típico caso de accidente entró luego en una zona de duda y fue el padre (interpretado con la solvencia habitual por esa suerte de “Ricardo Darín” francés que es Daniel Auteuil) quien dedicó 30 años de su vida a luchar para que se hiciera justicia. Esa guerra de un solo hombre contra la burocracia francesa y alemana, contra el sistema legal, contra sus seres cercanos y contra su propios fantasmas tiene una innegable impronta épica que el director y coguionista Vincent Garenq y, sobre todo, Auteuil manejan con sobriedad e inteligencia. Muchos creen que Bamberski está loco, que el dolor de la tragedia ha cegado su capacidad raciocinio, pero él continuará -incluso con el riesgo concreto de destruir su vida personal- hasta llegar a su objetivo. Los años pasan, la situación judicial va cambiando una y otra vez, los personajes envejecen, pero la convicción de no darse por vencido permanece inalterable. Más allá de que la película está concebida en función del lucimiento de Auteuil -motor y emblema del relato-, Sebastian Koch (como Krombach) y Marie-Josée Croze (como la ex esposa de Bamberski y luego pareja del alemán) tienen sus pasajes de lucimiento en esta crónica de una obsesión que se sigue con interés. Lo que podía haber sido un telefilm aleccionador y a puro golpe bajo se convierte en una más que digna y perturbadora película sobre conspiraciones y pactos de silencio que exponen las peores miserias y las profundas contradicciones de la Europa de las últimas tres décadas.
LA LUCHA POR JUSTICIA DE UN PADRE CONMOVEDOR Esta basado en un hecho real absolutamente conmovedor. La historia de un padre que luchó contra la burocracia de su país, Francia y con la de otros estados europeos, en su empeño por esclarecer la muerte de su hija. Un hombre común, un contador, que en su batalla legal llevada a cabo durante 30 años, contra todos, pero especialmente contra el manejo hipócrita de los poderes. Separado de su esposa cuando comprueba una infidelidad, la hija de ambos va a Alemania a visitar a su madre y su pareja. Allí muere en circunstancias que para su padre son sospechosas y para su progenitora todo lo contrario. Con pericia el director y coguionista Vincent Garenq desarrolla con minuciosidad y sin golpes bajos o sentimentaloides, el largo proceso de ese padre que encuentra pruebas irrefutables pero que sin embargo devenido en un verdadero experto legal, lograra su objetivo con mucho retraso. Un gran trabajo de Daniel Auteuil que construye el carácter del verdadero Andre Bambersiki y su obsesión con sutilezas.
Un policial con todas las de la ley en un universo de gente común. Pocas cosas son tan desgarradoras como perder un hijo, ni hablar si dicha perdida fue de una forma violenta. Los padres depositan toda su fé en la justicia para que esta obre de oficio, más la pregunta que se cuece es: ¿Qué ocurre cuando esta falla y los perpetradores no reciben su merecido? El Secreto de Kalinka responde a esta pregunta, y lo hace en la forma de una narración con todo el ropaje imaginable del genero policial, pero inscrito en un universo de gente como vos y como yo. Un detective de clase trabajadora. André Bamberski es un sencillo contador que un buen día ve su vida hecha añicos al enterarse que su hija falleció en circunstancias misteriosas estando en la casa de su padrastro. Bamberski duda de la versión oficial; esta convencido que la muerte de misteriosa no tuvo nada y quien la perpetró fue el padrastro en cuestión, apañado por unas oscuras figuras del poder político. La determinación de Bamberski de demostrar su teoría lo consumirá durante décadas, incluso bordeando la ilegalidad para que se haga justicia. El guión de El Secreto de Kalinka es uno impecable de punta a punta. Una narración con un claro sentido del ritmo y la progresión dramática. En menos de 90 minutos, somos testigos de una pesquisa que dura tres décadas, y en ningún momento se siente forzada o hay alguna escena que esté de más; todas y cada una contribuyen en un obstáculo o una victoria de la búsqueda del personaje. Como si esto fuera poco, y con la misma sutileza, el guión encuentra la manera de retratar el saldo emocional e interpersonal que pesa sobre este personaje a causa de esta investigación. Pasándoselos en limpio: este guión funciona, lisa y sencillamente, porque adscribe a uno de los mas viejos principios del guion cinematográfico: un personaje que desea algo y no parará ante nada hasta conseguirlo. Daniel Auteuil entrega un sólido protagónico que sabe responder a todos los estímulos que le caen encima al personaje. Los matices de tristeza, felicidad, e incluso de la locura son comunicadas por el actor de una manera tan vívida que conmueve y hace sentir identificado al espectador. Sebastian Koch, como el padrastro en cuestión, y Marie-Josée Croze, como la ex-esposa del protagonista, ofrecen dignas actuaciones que complementan en lo justo y necesario a la labor de Auteuil. En materia técnica, la contrastada fotografía sabe crear una diferencia notoria en el mundo de Bamberski antes y después del fallecimiento de su hija; una oscuridad que se vuelve más y más turbia conforme pasan los años y avanza la pesquisa. Todo esto es complementado por un montaje sin vueltas y al punto que sigue sin fisuras la genética narrativa del guión. Conclusión: A fuerza de un guion sólido, un ritmo filosamente eficiente desde la narrativa audiovisual y una labor interpretativa que conmueve cada vez que la cámara le dedica un plano, El Secreto de Kalinka es un thriller que agarra al espectador y no lo suelta. Un título altamente recomendable.
Justicia ciega El secreto de Kalinka (Au nom de ma fille, 2015) narra la historia de un padre que pierde a su hija y lucha contra el mal funcionamiento de la justicia francesa para que se encierre al asesino. Un hombre, avanzado en edad, recibe a policías en su casa. A primera impresión, parece ser un sujeto sin nada que ocultar, un profesional en la materia que desarrolla o un digno ciudadano francés. Buscando el impacto, el hombre es detenido. El film busca la sorpresa en el espectador y la clásica pregunta de guion ¿Qué habrá hecho este señor para que se lo lleven arrestado? se presenta. La duda queda latente y a partir de ahí comienza el viaje para tratar de desmenuzar que le sucedió. El secreto de Kalinka es un film francés que se desarrolla priorizando el golpe de efecto en el público. Primero y principal con la detención de André Bamberski interpretado por el magistral Daniel Auteuil. Luego, ubicándose años atrás, con el trágico fallecimiento de su hija Kalinka. Y por último, con un vendaval de situaciones en las cuales la moral se discute y nos plantea que el protagonista en cualquier momento puede optar en hacer justicia por mano propia. El relato que plantea el director Vincent Garenq es crítico sobre la justicia francesa, ubicándose como detractor de este sistema. Garenq realiza una obra dinámica, explorando treinta años en la vida de este hombre que, tras semejante desgracia, no baja los brazos. Este año, tuvimos el estreno de un film desarrollado en Francia que, pese a no brindar un relato dramático profundo, nos indicaba que tanto la policía como la justicia de este país europeo se encuentra en un estado de contaminación. Este film se trata de Atentado en Paris (Bastille day, 2016) y, por más de que sea una obra de acción, su postura crítica al país es notoria. El secreto de Kalinka no se queda atrás y ataca a toda la estructura de justicia por no condenar efectivamente a este asesino llevado a cabo por Sebastian Koch. Rememorándonos a El Secreto de sus Ojos (2009) y su estructura de “historia de la no justicia a lo largo de años”, el film francés enmarca un sufrimiento insostenible y admirable. El guion da en el clavo al ubicarnos en cada uno de los años en los cuales transcurre la historia y, en vez de quedar confuso, clarifica gracias al aspecto físico y psíquico de los protagonistas. Sin ambicionar ni pecar de arriesgado, Vincent Garenq desarrolla una correcta obra que se sostiene a lo largo de sus casi noventa minutos de duración. El film es prolijo, los diálogos son contundentes y dejan poco a la libre interpretación del espectador. La película no busca generar suspenso con lo sucedido por la muerte de Kalinka, si no que hace hincapié directo en el drama que vive André Bamberski. El interrogante ahora es otro: ¿Cómo hizo André para sobrellevar tanta injusticia? Acomódense con un par de pañuelos descartables y aprecien los agujeros del sistema judicial mundial.
El secreto de Kalinka, la nueva película de Vincent Garenq con Daniel Auteuil. André Bamberski se entera de la muerte de su hija Kalinka, de 14 años, acaecida, en extrañas circunstancias, mientras estaba de vacaciones con su madre y su padrastro el Dr. Krombach. Un hecho sembrado de dudas y desconfianza hacía Krombach harán que André inicie una larga batalla legal para encontrar al verdadero culpable. La película condensa la odisea de un hombre común, un contador que por circunstancias extraordinarias se convirtió en una suerte de investigador, abogado, especialista en tratados internacionales de extradición, forense y casi delincuente, para sacar a la luz las extrañas circunstancias de la muerte de su hija adolescente. El secreto de Kalinka (En nombre de mi hija, es la traducción de su título original) es un caso verdadero, que en la realidad llevó casi un cuarto de siglo en ser resuelto y que el guion de Julien Rappeneau y Vincent Garenq tiene la inteligencia en reflejar los hechos de manera trepidante en menos de una hora y media. Resalta lo importante de un complicado entramado judicial, sin perder de vista a sus personajes principales. Una historia épica que es una lección de cómo contar un largo proceso de lucha burocrática sin que le sobre un solo minuto. Y llevado a cabo por monumentales interpretes como el todo terreno Daniel Auteuil como André Bamberski, Sebastian Koch como Dieter Krombach y Marie-Josée Croze como la madre de Kalinka. Una búsqueda de justicia, convertida en una obsesión, que por el camino se lleva puesta la disolución de varios lazos familiares. El secreto de Kalinka no ahorra ninguna crudeza en pos de reflejar un calvario en búsqueda de la verdad. Aunque para eso deba suplir con métodos ilegales, deficiencias de la justicia.
Cómo estimular el morbo del espectador. La coproducción franco-alemana El secreto de Kalinka, del francés Vincent Garenq, sirve para constatar ciertos mecanismos que median a la hora de elegir el título con que las películas llegan a su estreno local. Bautizado en su país de origen En el nombre de mi hija, el film reconstruye con prolijidad el caso de Andrè Bamberski, un contador francés que dedicó 27 años de esfuerzo legal y jurídico en contra de la burocracia y los intereses de las instituciones judiciales de Francia y Alemania, para que se investigara y juzgara el supuesto asesinato y violación de su hija Kalinka, de 14 años, a manos de la nueva pareja de su ex mujer, el cardiólogo alemán Dieter Krombach. Es cierto que el título original no tiene nada de “original”, en tanto representa una de esas fórmulas a las que no pocas veces se recurre suponiendo que funcionan como un anzuelo para pescar espectadores. Pero el que se ha elegido para estrenarla remite de manera directa a El secreto de sus ojos, la película de Juan José Campanella, y la decisión no es caprichosa. Todo arranca en 1974 cuando la mujer de Bamberski lo deja por Krombach, padre de una amiguita del colegio de Kalinka. Ocho años más tarde, durante unas vacaciones de los hijos ya adolescentes en la nueva casa de su madre y el cardiólogo en Alemania, Kalinka muere durante la noche por motivos poco claros y con una desprolija participación de Krombach. La autopsia confirma que el médico inyectó a la niña una solución ferrosa antes de morir y revela la presencia de una sustancia blancuzca y viscosa en la cavidad vaginal, sin que tampoco quede claro de qué se trata. Bamberski se convence de que Krombach pudo haber drogado a su hija para violarla cuando estaba inconsciente, provocándole involuntariamente la muerte. Lo que sigue es el relato kafkiano de las distintas instancias que el protagonista debe atravesar en el intento de que las justicias de Alemania y Francia se pongan de acuerdo para esclarecer el caso de su hija. La película no le esquiva el bulto a mostrar el paulatino deterioro de Bamberski, para quien la cosa se va convirtiendo en una obsesión, llegando a intervenir de manera directa ahí donde los procedimientos legales paralizaban el proceso. En esa intervención se juega una mirada ética respecto de las acciones parajudiciales de un particular en busca de remendar los agujeros del sistema. Como ocurría en la de Campanella, acá también uno de los personajes toma en sus manos el rol que la justicia no llega a cumplir (aunque con diferencias sensibles en su objetivo final) y ahí reside el gran nudo ético que propone El secreto de Kalinka. Más allá de eso, la nota disonante de la película de Garenq la dan ciertos detalles, sobre todo en el uso de los flashbacks, dedicados a ilustrar lo innecesario y cuyo objetivo parece ser solamente el de pinchar la sensibilidad (o el morbo) del espectador. De ese modo la película pone en paralelo las decisiones del cineasta y de su personaje, para quienes el fin parece justificar los medios.
Famoso caso policial francés Era de suponer que el caso de Kalinka Bamberski, que ocupó los titulares de los diarios franceses en especial y europeos en general desde 1982 y que diera origen a varios films, quizá no tanto por el trágico fin de la adolescente en sí mismo sino por la obstinada y obsesiva búsqueda de justicia (que más justamente correspondería entender como sed de venganza) manifestada por el padre de la chica, convencido como estaba, casi desde el principio, de que la responsabilidad de esa muerte (y quizá también de la previa intoxicación que sufrió y de su presunta violación) era el prestigioso médico alemán a quien había conocido durante unas vacaciones en Marruecos y que algún tiempo después lo había sucedido como pareja de su ex esposa. Con ellos convivía Kalinka en Alemania, en la época de su muerte. La lenta y sostenida persecución se prolongó por cerca de tres décadas, en las que Bamberski invirtió mucho de su tiempo y de su dinero y sólo concluyó cuando el acusado, al que también apuntaban antecedentes y alguna reincidencia, terminó procesado y encarcelado. Después de tantas tentativas ante la Justicia alemana y francesa, el obstinado padre, terminó tomando a su cargo la causa, como abogado de sí mismo. Fue su autobiografía la que Vincent Garenq tomó como punto de partida del film, lo que explica que su prolija ilustración del caso confiera rasgos de héroe al protagonista, un vengador en el que Daniel Auteuil deposita toda su potencia y su convicción.
Justicia, justicia perseguirás Protagonizada por Daniel Auteuil, esta película cuenta la historia real de un padre que durante 27 años trató de llevar a juicio al asesino de su hija. En 1982, la adolescente francesa Kalinka Bamberski apareció muerta en Alemania, en la casa donde pasaba las vacaciones junto a su hermano, su madre y su padrastro. Las autoridades alemanas trataron al caso como una muerte accidental. Pero André Bamberski, su padre, sospechó que había algo más y dedicó su vida a averiguar qué había ocurrido y a perseguir al supuesto asesino de su hija: el médico alemán Dieter Krombach, padrastro de Kalinka. Por eso es que el título original de El secreto de Kalinka es En el nombre de mi hija: lo que se muestra es el via crucis de Bamberski a través de los años. Desde la década del ‘70 -cuando Krombach apareció en su vida, seduciendo a su esposa-, hasta los 2000, pasando por los ‘80 y ‘90, los años de mayor intensidad en su cruzada. El encargado de ponerle el cuerpo a este padre justiciero es el siempre cumplidor Daniel Auteuil, sostén fundamental de la película. En estas historias basadas en hechos reales a menudo ocurre que, en el afán por mostrar con rigor los acontecimientos, se pierde la profundidad de los personajes. Vincent Garenq, director y coguionista, se las ingenia para que en este caso eso no ocurra y logra, además, narrar los sucesos con gran suspenso. Pero se nota que sólo cuenta la versión de Bamberski: quizá un contrapeso habría enriquecido al relato con algún claroscuro, de modo de no presentar a este tenaz contador como un héroe inmaculado.
Adaptación libre de un caso real que conmovió a la sociedad francesa, El secreto de Kalinka narra la obstinación de un hombre en esclarecer la muerte de su hija adolescente (la Kalinka del título). El hecho ocurrió en 1982, y si bien en principio las causas no estuvieron claras, las sospechas recayeron en el padrastro de Kalinka, quien la habría drogado y abusado de ella antes de matarla. Durante casi cuarenta años, André Bamberski, el padre biológico, se enfrentó a todo tipo de trabas estatales, empezando por una autopsia irregular y continuando con una intrincada serie de recovecos judiciales que siempre terminaban favoreciendo al acusado. Pero el tesón de Bamberski pudo más.
EL DESENCANTO FRANCES Francia vive en un raro estado de ebullición, generalmente oculto bajo la superficie reluciente de la civilización europea, y cuyos síntomas obvios son los atentados que se acumulan desde 2015: Charlie Hebdo, Bataclan, Niza. La cultura mainstream se ha hecho eco de este estado de las cosas, ahí está la novela oportunista de Houellebeq (Sumisión, 2015), la demasiado canchera e interesante Nocturama (Bertrand Bonello, 2016), y hasta los derivados norteamericanos medio chantas como Atentado en París (James Watkins, 2016). Sin embargo, el desencanto, y sobre todo la desconfianza de la clase media burguesa de Francia con respecto a las instituciones ha sido expresada en buena parte por revisiones del pasado como Conexión Marsella (Cédric Jimenez, 2014) remake de la obra maestra de William Friedkin Contacto en Francia (1971) que está basada en hechos reales y que marca la línea por la cual transita también El secreto de Kalinka: el drama policial que sirve para abordar el tema de la justicia como concepto relativo, y la crítica aguda a las instituciones encargadas de administrar esa justicia. El hecho real en cuestión en esta película dirigida por Vincent Garenq es la sospechosa muerte de Kalinka, la hija del protagonista André Bamberski, que ocurre mientras pasaba sus vacaciones en Alemania en la casa de su madre y de su padrastro el doctor Krombach. Bamberski comienza a dudar y a sospechar de Krombach, pero a medida que investiga las extrañas circunstancias de la muerte se encontrará con el obstáculo constante de la corrupción institucional, la ineficiencia y la presión política. Si hay algo que hace bien Garenq al contar este relato, que aunque sea real es bastante genérico, es narrar con precisión y economía. Nada sobra ni falta, todo se cuenta en relación al hecho principal sin monotonía y logrando mantener cierto relieve de humanidad. La obsesión de Bamberski se vuelve la nuestra, y su tenacidad nos puede parecer insoportable aunque sepamos que es necesaria. Un policial que logre la empatía que logra El secreto de Kalinka tiene allanado gran parte del camino para ser considerada una buena película. Es también interesante el abordaje que se hace de las cuestiones como la justicia, y sobre todo la llamada justicia por mano propia. Hablábamos al principio del descreimiento que siente parte de la burguesía francesa con respecto las instituciones, y está claro que la justicia no sólo es relativa al punto de vista, es un instrumento del poder que es injusto por definición. Sin embargo, los jueces, la pantomima del juicio y los abogados tienen un poder simbólico al que Bamberski se aferra con obstinación; para un asesinato la condena es el comienzo del duelo. El otro camino es la negación hiperbólica, lo que en este caso le sucede a la ex mujer del protagonista, Dany la madre de Kalinka. Es curioso también cómo esta historia resignifica en su resolución la idea de justicia por mano propia, ni Bamberski ni la realidad claudican en este caso, y es el otro triunfo de Garenq no dejarse llevar por el deseo de venganza tan fácil de satisfacer en el cine. Porque, por suerte, Bamberski ha decidido no ser Charles Bronson en El vengador anónimo.
Sobre víctimas, victimarios y falacias judiciales París, 2013. Un hombre ya septuagenario es detenido bajo graves acusaciones, y él se excusa diciendo que lo que hizo fue para facilitarle el trabajo a la Justicia. Tanger, 1974. El hombre, entonces joven, es contador. Su esposa se engancha con un médico fachero y decidido. El hace intervenir a la Justicia para constatar el adulterio. Lindau, 1982. La hija adolescente de ambos muere "por un golpe de calor". El padre sospecha otro motivo y actúa en consecuencia.¿Lo acompañará esta vez la Justicia? He aquí la historia de André Bamberski, el tipo común que luchó 31 años, contra viento y marea, hasta que pudo ver en la cárcel al asesino de su hija. La historia es real, y muy actual. Habla de psicópatas sueltos, inteligentes y, peor aun, bien relacionados. De mujeres desvalidas y de esposas obcecadas (¿cuántas hay que se niegan a ver la clase de varón que eligieron como segunda pareja?). Habla de cosas que no habrían pasado si los jueces hubieran actuado a tiempo, sin tantas vueltas ni miramientos ni resguardos diplomáticos. Y de un padre que no supo tener otra pareja, perdió casi todo, se jubiló mal, pero cumplió su promesa y ayudó a la sociedad como corresponde. ¿Hemos contado el final? Para nada. La historia es todavía más rica de lo que decimos, tiene un remate inesperado, y sobre todo varias similitudes con lo que pasa entre nosotros. Y eso que abrevia algunas cosas, y unifica en unos pocos personajes (un traductor judicial, un abogado, una policía austríaca) la ayuda que Bamberski habrá recibido de varios. Se formó inclusive Justice pour Kalinka, una asociación civil que aún existe, porque, aunque parezca mentira, allá también la Justicia pone en la mirilla a la víctima, y el victimario tiene la caradurez de recurrir a la Comisión de Derechos Humanos. Ya dijimos que hay similitudes. E igual que acá, también hay grandes ejemplos de lucha. Este es uno, y vale la pena conocerlo. Daniel Auteuil, actorazo, está a la altura de su personaje, y su personaje está casi todo el tiempo presente. Marie-Josée Croze, Sebastian Koch y Cristian Kmiotek lo acompañan debidamente. Autor, Vincent Garenq, narrador de pulso firme, ágil, que así cierra una trilogía inspirada en hechos reales del mundo judicial francés. Las obras anteriores son "Présumé coupable" (sobre alguien que perdió trabajo, ahorros y honor por una falsa acusación) y "L'enquete" (el triunfo de un denunciante sobre la empresa que lo acusó de difamación). Algunos lo comparan con André Cayatte, el abogado cineasta de otros
THRILLER A PRUEBA DE BOBOS Au nom de ma fille es una versión inspirada en el libro de André Bamborski Pour que justice te soit rendue. En uno y otro caso, Bamborski narra una historia basada en su perturbadora experiencia personal: las oscuras circunstancias que dieron muerte a su hija Kalinka en 1982 y la batalla que tuvo que afrontar contra el sistema legal francés y alemán para esclarecer el caso. El film de Vicent Garenq está configurado como un flashback cuyo momento cero de la narración es 2009, año en el que Bamborski (Daniel Autteuil) contrata a unos criminales para secuestrar a Dieter Krombach (Sebastian Koch) y así trasladarlo a terreno francés para su efectivo arresto. De ahí en más el film se remonta a 1974, año en que el matrimonio Bamborski conoce a Dieter, un prestigioso médico quien rápidamente enamora a la mujer casada. No pasa mucho tiempo hasta que este adulterio se asienta en un matrimonio establecido. La nueva pareja vive en Alemania mientras que André Bamborski parece haber continuado una nueva vida en su Francia natal. Cuando el espectador cree estar asistiendo a un culebrón mexicano de parejas y ex parejas en construcción, deviene la muerte de Kalinka, hija mayor de los Bamborski. Todo parece indicar que el actual marido de su ex esposa está implicado en esa circunstancias, sin embargo, André tarda tres décadas en lograr que Dieter Krombach cumpla una condena por ese hecho. El film es un relato épico basado en una historia real cuyo propósito es difundir el caso legal y conmover al espectador. Difícil no lograr estos objetivos, particularmente con Auteuil como actor principal. Au nom de ma fille es una historia con una estructura que se asemeja a un reloj suizo. Todas las piezas encajan a la perfección y no posee fallas de guión pero lo cierto es que es una estructura familiar para el público a prueba de bobos. De todas maneras, y por este mismo motivo, el film puede disfrutarse. Lo que comienza siendo una historia con un foco más personal termina siendo el relato de las contradicciones de un sistema legal europeo, corrupto y burocrático. EL SECRETO DE KALINKA Au nom de ma fille, Francia, 2016. Dirección: Vincent Garenq. Guión: Vincent Garenq, Julien Rappeneau. Fotografía: Renaud Chassaing. Montaje: Valérie Deseine. Música: Nicolas Errèra. Intérpretes: Daniel Auteuil, Sebastian Koch, Marie-Josée Croze, Christelle Cornill, Lila-Rose Gilberti y Emma Besson. Duración: 88 minutos.
La traducción debería haber sido “En nombre de mi hija” y hubiese quedado mejor. Su desarrollo contiene bastante suspenso, tensión, buenos climas e iluminación que al igual que la paleta de colores le dan mayor intensidad a las distintas situaciones que van apareciendo. Quien se pone la película al hombro es Auteuil, en un soberbio trabajo en el que una vez más nos ofrece una clase magistral de actuación. Tiene momentos desgarradores algo similar a las interpretaciones de Sean Penn en “Río místico” o Susan Sarandon en “La conspiración” o Julia Roberts en "El secreto de una obsesión”. La historia pierde fuerza cuando se detiene en explicar algunas situaciones que son innecesarias. Basada en una historia real. Le llevó 30 años de lucha a este hombre poner a la luz que paso con la muerte de su hija y todo su proceso fue impactante mundialmente.
Sin aliento La inevitable conjetura semántica llevaría a pensar en la película de Juan José Campanella ganadora del Oscar, gracias al título elegido, quizás con esa intención por las distribuidoras locales. Pero no es el caso de este policial con tintes de denuncia sobre la corrupción judicial en europa. Es que Au nom de ma fille (2016) pone de manifiesto y desde la contundencia de estar basada en un hecho real, la dialéctica perversa entre el ciudadano de a pie, sea de la clase que fuere, y el sistema institucional donde transita en un absoluto desamparo. Lo que en un principio podría determinar un relato de venganza con una vuelta de tuerca a la idea de justicia por mano propia, siempre que se siga a rajatabla la motivación primaria que lleva al protagonista a sumergirse en una desigual lucha de 27 años para lograr condenar al supuesto asesino de su hija de 14, en realidad somete a la propia historia y a todo ese sistema empañado de corrupción y poder en el banquillo de los acusados. Para ese juicio de carácter ético y moral, que trasciende el hecho en sí, no hay defensa o argumento posible, teniendo presente las peripecias por las que tuvo que pasar André Bamborski, contador francés que al enterarse de la dudosa muerte de su hija Kalinka durante unas vacaciones en Alemania, en la casa de su madre y su nueva pareja, un cardiólogo, recoge una gran cantidad de pruebas para llevarlo a juicio bajo la acusación de violación. La muerte involuntaria de Kalinka forma parte del modus operandi del supuesto violador y desde ese territorio difuso lo legal comienza a transparentar la suciedad del sistema jurídico francés y alemán. El realizador Vincent Garenq estructura su relato acumulando elipsis y flashbacks durante el largo proceso que comprende décadas de periodos de juicio, apelaciones, rechazos, burocracia, manejo oscuro del poder y una tenacidad que a veces se torna insalubre, tanto para el espectador como para el propio protagonista. La necesidad del melodrama llega no como golpe bajo, sino como principio rector de una identificación primaria para generar esa empatía necesaria con Bamborski y su trepidante descenso a los infiernos. En ese sentido, el comienzo en 2009 actúa en términos narrativos como un nexo, donde para utilizar un concepto jurídico se invierte la carga de la prueba y a partir de ese detalle, la inteligente conexión de etapas hacen del relato una plataforma de despegue mucho más entretenida y entendible que si hubiese optado por un relato cronológico y lineal.
El caso de Kalinska Bamberski -una adolescente de 16 años que muere, aparentemente, sin causa, pero cuyo padrastro podría haberla dopado y violado- es un calvario de 30 años de búsqueda de justicia por parte de un padre (en el film Daniel Auteuil) contra la burocracia paneuropea. La película expone el asunto con precisión -no dura más de lo necesario- y con los golpes de efecto justos. Aunque el caso real es mucho más interesante que el film.
Un crimen y varias intrigas El secreto de Kalinka cuenta el proceso de investigación que emprende un padre tras la muerte de su hija adolescente. El caso de Kalinka Bamberski es tan aterrador como apasionante. Aterrador no sólo por el hecho de que detrás de la muerte de la niña haya habido un responsable perverso, sino también por el indignante accionar de la justicia (francesa y alemana), que siempre quiso tapar el caso. Y apasionante por cómo el padre de la niña se obstina en investigar por cuenta propia la causa de su muerte. Dirigida por Vincent Garenq y protagonizada por Daniel Auteuil, El secreto de Kalinka está inspirada libremente en el libro de André Bamberski, testimonio de su batalla por la verdad. Si bien la película cuenta con la típica puesta en escena de los dramones europeos para la televisión, el director logra esquivar los golpes bajos y consigue un digno resultado cinematográfico. Contada con flashbacks que van y vienen en el tiempo, la película tiene una primera parte ambientada en Marruecos en 1974, donde se cuenta la infidelidad de la mujer de André con el doctor Dieter Krombach. Luego el filme se va a 1982, año de la misteriosa muerte de la adolescente. Hay una autopsia poco clara. Las declaraciones de Dieter sobre lo sucedido el día de la muerte de Kalinka son confusas. André empieza a sospechar del doctor. A partir de allí, la película se detendrá en cada año importante del largo camino que recorrió André por los distintos tribunales para pedir justicia. El secreto de Kalinka es la demostración de que cuando hay una buena historia de intriga, cuando los personajes están bien interpretados y el guión es sólido, el resultado siempre es positivo. La fuerza de una buena historia siempre se impondrá sobre la forma. Las actuaciones de los tres actores principales son admirables. La de Daniel Auteuil, por cómo de a poco se va convirtiendo en el prisionero de su obsesión por la verdad: la de la actriz Marie-Josée Croze, en el papel de la madre de la niña, por hacer de una mujer convencida de la inocencia de su segundo marido y único sospechoso; y la de Sebastian Koch, como Dieter Krombach, por su capacidad para hacer de un Don Juan oscuro. La trama logra atrapar, la narración es dinámica y simple, va siempre al hueso y no aburre nunca. Y el director tiene, además, la gran virtud de contar 30 años de una obstinada búsqueda personal de la verdad en menos de una hora y media.
Muchos filmes han podido narrar hechos reales con una fidelidad que se ubica básicamente en aquellos recuerdos sobre los cuales el dato termina fundando un verosímil. Recientemente nuestra producción cinematográfica ha encontrado en “El Clan” (2015) de Pablo Trapero, el ejemplo de poder contar hechos del pasado para, de alguna manera, sumar una visión sobre el futuro y la identidad. El caso de la realización francesa “El secreto de Kalinka” (2015) de Vincent Garenq, va por esa línea, un relato atrapante sobre la desesperada búsqueda de un padre intentando saber la verdad de los misteriosos sucesos en los que su hija Kalinka murió. Basada en el libro de André Bamberski (Daniel Auteuil), un contador que ve cómo sus rutinas cambian de un momento a otro al descubrir el adulterio que su mujer (Marie-Josée Croze) viene teniendo con un médico allegado a la familia (Sebastian Koch), quien aprovechando el poco tiempo que éste está con los suyos pudo conseguir avanzar con ella. Tras la separación, un abismo en la pareja, hará que también el contacto con sus hijos sea menor y cada uno ya con una nueva vida una llamada lo hará salir de sus nuevas estructuras, Kalinka falleció mientras dormía. Garenq cuenta ésta desesperada y dramática historia sobre un padre que no puede concebir la noticia a través de flashbacks y forwards, privilegiando el sentido dramático que cada intervención de Auteuil propone en la pantalla. Tras la noticia, el shock, el no poder comprender como una pre adolescente pudo haber muerto sin ningún antecedente de nada, excepto un accidente años antes, por lo que decidirá realizar una investigación personal para conocer la verdad sobre los hechos. Aciertos que van sumando a la tensión, a la dolorosa misión de saber qué pasó con Kalinka y si detrás de su muerte se encuentra el misterioso galán con el que su ex mujer decidió quedarse, el sonido. El tratamiento del mismo, con momentos en los que un largo y eterno silbido satura aquello que las personas le dicen a Bamberski, sirven como ejemplo para demostrar que el cine, cuando lo desea, se puede acercar a las sensaciones más verosímiles. “Usted quiere la verdad, pero será insoportable” le dice un médico forense amigo al hombre, y el acepta conocerla, porque sabe que detrás de cualquier revelación que le hagan habrá una chance más de acercarse a su hija, a aquella niña que vio por última vez al subirse en un avión. “El secreto de Kalinka” es un filme de procedimientos, clásico, que se basa en hechos reales, y en el propio libro que escribió Bamberski, para construir el desgarrador relato de una búsqueda desesperada por conocer la verdad.
El secreto de Kalinka: padre coraje a la francesa La recreación de un caso real de abuso y asesinato que tomó 30 en resolverse es una de los mejores trabajos de Daniel Auteuil hasta la fecha. El Secreto de Kalinka tiene un título digno de una película infanto juvenil, pero nada más lejos de la realidad. Se trata de la épica de un hombre que pierde a su hija de forma trágica y se decide a esclarecer su muerte, que en un principio parece ser de índole natural. André Bamberski (Auteuil) es un contador que vive en Marruecos con su esposa Daniele y sus dos hijos hasta que aparece en sus vidas Dieter Krombach, un médico que trabaja en el consulado alemán en ese país y que inicia un amorío con la mujer. Abandonado por su esposa, André se traslada a Francia mientras que ella y Krombach se llevan a los niños a Alemania. En 1982, Kalinka, la hija de André aparece muerta en su cama y ahí comienza el drama de este hombre que cree que el resultado de la autopsia ha sido alterado por Krombach que desea encubrir un abuso. Pero Daniele no le cree y apoya a su nuevo esposo, al tiempo que el sistema legal francés demuestra ser incompetente para pedir una investigación y luego una extradición del sospechoso. La película comprende una cronología que se extiende a lo largo de casi 40 años y muestra a ese genial actor que es Auteuil en su mejor forma, interpretando a un padre que ha jurado develar qué mató a su hija a cualquier costo, incluso el personal. El elenco que completan Sebastian Koch y Marie Josée Croze es de lo más sólido que se ha visto en los últimos tiempos y todos trabajan para construir un relato sólido, que no pierde el interés en ningún momento de su hora y media de duración. Esto ocurre también por mérito del director Vincent Garenq, que se aleja de los procesos judiciales, los toca de taquito y realiza pases maravillosos que se centran en las acciones que llevan a cabo los personajes, tanto los principales como los secundarios. En una semana en la que la película para ir a ver es Rogue One, los que quieren algo "más tranqui" tienen esta gran, gran película que no puede decepcionar a nadie.