Hace poquito más de un mes se estrenó la mediocre y previsible Lo mejor de mi. ¿Qué comparte con El viaje más largo? Pues se trata de otra (¡Si, otra!) adaptación de una novela de Nicholas Sparks. En esa crítica hice una breve explicación de cómo este señor había ganado su prestigio y el tipo de historias que escribe. Destaqué que salvo las dos primeras adaptaciones que hicieron de su obra - A walk to remember (2002) y The notebook (2004)- el resto fue un completo fiasco, y este estreno no es la excepción. Una pregunta obvia para hacer es el por qué se siguen haciendo estas películas basadas en novelas tan pobres y la respuesta es porque son baratas y les va relativamente bien. Es un negocio que cierra. Pero aún así sería genial que ese negocio crezca con adaptaciones de autores ignotos o se apueste en grande a películas románticas chicas. Un gran ejemplo es el film Copenhagen (2014), espectacular película romántica que no se va a estrenar en argentina. Volviendo a El viaje más largo, el gran dato para destacar es que Sparks rompe su fórmula y no hay enfermedades terminales en el final. Aún así mantiene su estilo y el desfile de clichés es interminable. Seguro que las chicas van a delirar con los abdominales bien marcados de Scott Eastwood (el hijo de Clint), quien empieza a pisar fuerte en Hollywood pero que aquí no demuestra ninguna dote magnífica. Aunque también vale aclarar que el guión no se lo permitió. Lo mismo sucede con su partener Britt Roberston, otra joven promesa que aquí cumple su rol de chica dulce y centrada. En cuanto a lo cinematográfico, el director George Tillman Jr ha demostrado que puede contar historias con elocuencia tal como hizo con Hombres de honor (2000), lo que deja más en evidencia el pobre guión porque desde el aspecto técnico la película está bien e incluso su fotografía llama la atención con lindos planos. En definitiva, El viaje más largo es una trillada película romántica pero no tan mala como su antecesora. Un sector del público femenino la disfrutará, pero no mucho más que eso.
Un Sparks que perdió la chispa Desde el estreno de Diario de una pasión (The notebook 2004), el escritor Nicholas Sparks logró convertirse en una marca dentro del terreno del drama romántico en el cine. Con El viaje más largo (The longest ride, 2015), reafirmamos una vez más que el novelista no logra reinventarse, y que el espectador va a encontrarse con la misma temática que aborda siempre. Los protagonistas de nuestra nueva repetida historia son Luke Collins (Scott Eastwood, hijo de Clint), un joven domador de Toros y rasgos cuasi perfectos, que conoce a Sophia (Britt Robertson), una estudiante cuyo sueño consiste en salir de Carolina del Norte para realizar una pasantía de arte en Nueva York. La química entre ambos es instantánea y comienzan una relación. ¿A pesar de qué? ¡Adivinaron! De formar parte de mundos completamente distintos. Por otro lado, hay un tercer personaje que cobrará una importancia in crescendo en la película. Se trata de Alan Alda, un hombre al que Luke salva de un accidente y que posee una serie de cartas que la protagonista le irá leyendo en voz alta mientras se recupera. Cartas que nos trasladarán en el tiempo a la historia de amor entre este y su fallecida esposa que, por supuesto, mantendrá similitudes con la de los jóvenes amantes. En fin, como mencionamos antes, los temas favoritos del autor se repiten una vez más: en primer lugar personajes que vienen de mundos diferentes y por el otro, la fuerte presencia del tiempo (a veces a través de historias paralelas como en este caso y en otras, el paso del tiempo para los mismos protagonistas). De hecho, si repasamos algunas de las adaptaciones que vimos hasta el momento, Querido John (Dear John, 2007), Cuando te encuentre (The Lucky One, 2012), Un lugar donde refugiarse (Safe Heaven, 2013) y Diario de una pasión (2004), todas comparten las mismas premisas. Aún así, la última mencionada se destaca ampliamente por sobre las otras al contar con una superior construcción y desarrollo en sus personajes, inmensamente más complejos que los que podemos ver en El viaje más largo, en donde lo único que los define, además de ser ambos muy bellos y buenos, es que cada uno tiene un sueño concreto: En el caso de Sofía, abrir su propia galería de arte, y en el de Luke, convertirse en el mejor domador de toros. Esta vez, el escenario toma lugar en Carolina del Norte, y puede que la onda texana, con las botas, el sombrero cowboy, y un deporte peculiar como es la doma, le brinde a este film un valor agregado por sobre otros. De todos modos, con excepción de una nota de color al final que genera una minúscula vuelta de tuerca en una estructura dramática que cuelga de un hilo, junto a una estética agradable y un soundtrack que (con la inclusión del algún hit del momento) logra exitosamente acompañar las escenas pasionales, El viaje más largo se convierte en otra de la colección de películas monotemáticas del sello Nicholas Sparks.
Los muchos vicios (y pocas virtudes) del universo Sparks Apenas un mes después de la desastrosa Lo mejor de mí, llega otra película basada en un best seller del inefable Nicholas Sparks, confirmando así que su pluma melosa y siempre dispuesta a la generación de lágrimas fáciles está más activa que nunca, al menos para los grandes estudios de Hollywood. Poseedora de todas y cada una de las variables habituales en el universo sparksiano, El viaje más largo es más de lo mismo. La cuestión arranca con un jinete de rodeos un poco bruto pero hermoso (Scott Eastwood, el hijo de Clint) que conoce a una chica (Britt Robertson) que, salvo por su belleza, es un opuesto perfecto: responsable, prolija, amante del arte y estudiosa ¿Alguien duda del flechazo mutuo? Pero el film de George Tillman Jr. (el mismo de la fábula de superación Hombres de honor) tiene un poco más para ofrecer, al menos argumentalmente. Sucede que los chicos rescatan a un anciano de su auto incendiado. A él y también a sus cartas, que narran una historia de amor propia que, como en todas las historias Sparks, ha atravesado décadas y mil y un contratiempos. Aunque honesta en su propuesta, la trama despuntará las situaciones vividas en dos tiempos por las parejas, trazando paralelismos obvios y metáforas entre amor y arte mediante parlamentos cargados de tremendismo. El viaje más largo, entonces, es un Sparks clásico. Con todo lo (poco) bueno y lo (mucho) malo que esto implica.
Dos historias, la que cuenta Alan Alda de su pasado, y el presente de una pareja joven, ella amante del arte, él, jinete de toros. Recuerdos, encuentros, equívocos y muchos lugares comunes para el amor, con enredos dignos de un teleteatro meloso.
Ese asunto recurrente llamado amor A esta altura, las películas basadas en libros de Nicholas Sparks son un subgénero que hace pocos honores al cine: El viaje más largo se suma a una larga serie de melodramas románticos cuyo bajo costo de producción le garantiza a Hollywood una ganancia fácil. Los estrenos de Lo mejor de mí y El viaje más largo separados por poco más de un mes certifican algo que hasta ahora había sido una sensación: las películas basadas en libros de Nicholas Sparks son un subgénero aparte dentro del melodrama romántico. Negocio redondo para la industria por su bajo costo de producción y la consecuente facilidad para recuperar la inversión, la filmografía Sparks, con la mojapañuelos Diario de una pasión como buque insignia, está hilada por una propensión a las historias de largo aliento temporal; núcleos narrativos trágicos y lacrimógenos centrados en amores contrariados e imposibilitados por los contextos sociales y/o personales de sus protagonistas, normalmente interpretados por actrices y actores de madera aunque invariablemente peinados, hermosos, curveados y fotogénicos. Además, siempre, más temprano o más tarde, ellos se romperán la boca bajo la lluvia –deben ser las películas con más precipitaciones de la historia del cine– aun cuando la escena comience con un sol que raja la tierra, como si Estados Unidos estuviera atravesado, de Norte a Sur, de Este a Oeste, por un clima tropical digno de una ficción de García Márquez.El viaje más largo no es la excepción a ninguna regla; más bien lo contrario, una validación perfecta que opera desde la sobrecarga de todos sus componentes fundamentales. Y es justamente esa conciencia de sus alcances y limitaciones, su apuesta deliberada por el inverosímil y la exageración ilustrada por su puesta en escena, su tonalidad fotográfica y esos parlamentos imposibles cargados de absolutismos (este cronista contó nueve veces la palabra “amor” o alguno de sus derivados en noventa segundos), la que le insufla un aire de honestidad a un film que no será bueno, pero al menos sabe lo que quiere contar y cómo. Sobre todo si se la compara con Lo mejor de mí, una ridiculez involuntariamente cómica de tan mala.Protagonizada por Britt Robertson y Scott Eastwood (sí, el hijo de Clint, con rostro anguloso y expresiones recias calcados de papá), y filmada como casi siempre por un director con ciertos pergaminos en el desarrollo de historias clásicas (en este caso George Tillman Jr., el mismo de la fábula de superación Hombres de honor), la historia es más o menos la de siempre. En este caso, un chico de publicidad de Marlboro medio bruto, campesino y jinete de rodeos con un pasado reciente del que mucho no habla –y que a la larga se le volverá en contra, obvio– que le tira los galgos –o los toros– a una rubia facultativa tan linda como responsable, amante del arte y en vísperas de una pasantía laboral. Parafraseando el título de otro de los estrenos de esta semana, la bella y la bestia... también bella. Flirteo de rigor, histeriqueos mutuos y los chicos están enamorados.Pero para el besazo lluvioso faltará bastante, tanto como la mitad de la película que transcurre dentro de la película y que comienza cuando la parejita vuelve de su primera cita y salva de una muerte segura a un anciano accidentado. A él y también a una caja con cartas fechadas hace 70 años en las que se narra una historia amorosa iniciada en las vísperas de la Segunda Guerra. A partir de ahí, El viaje más largo seguirá el derrotero emocional de ambas parejas, alternando pasado y presente (otra marca Sparks) y tirando por la cabeza del espectador moralejas, paralelismos y un par de escenas de alcoba en penumbras y cámara lenta, cuestión de que se entienda que se trata de amor y no calentura. 5-EL VIAJE MAS LARGO (The Longest Ride /Estados Unidos, 2015)Dirección: George Tillman Jr.Guión: Craig Bolotin, sobre una novela de Nicholas Sparks.Duración: 138 minutos.Intérpretes: Scott Eastwood, Britt Robertson, Melissa Benoist, Jack Huston, Oona Chaplin, Alan Alda.
"Amor desde polos opuestos" El escritor Nicholas Sparks sigue con su racha de llevar sus novelas románticas y empalagosas al cine. Poco después de “Lo mejor de mí”, ahora nos llega “El viaje más largo” bajo la dirección de George Tillman Jr.,(“Hombres de Honor”). Protagonizada por Scott Eastwood -sí, el hijo de Clint-, esta película cuenta la historia de Luke Collins, un vaquero del siglo XXI que se gana la vida domando toros. Su contraparte es Sophia, interpretada por Britt Robertson, que en el otro extremo de los gustos estudia arte moderno. Es una historia de amor a primera vista, donde deben aprender a congeniar estilos de vida prácticamente opuestos. Este planteo no es muy diferente a otras películas románticas a las que estamos acostumbrados, y es extremadamente fiel al estilo de Sparks como hemos visto en “Diario de una pasión”. Para añadir un poco más de dulzura a este cóctel, la pareja salva la vida de un anciano luego de un accidente de tránsito. Este le contará a Sophia, a través de cartas antiguas que él tiene guardadas, su propia historia de amor. Con flashbacks mechados en forma de episodios con el arco de Luke y Sophia, la narración sobre el anciano Ira y su esposa Ruth se convertirá en la historia dentro de la historia. Estos dos arcos muestran obvios paralelismos y acabarán uniéndose. La interpretación de Scott Eastwood sorprende para bien. Muchas veces, en casos como estos nos encontramos con una cara bonita y portación de apellido (podríamos citar el caso de Dakota Johnson y su infame Anastasia en “Cincuenta Sombras de Grey“). Pero el joven Eastwood sorprende con una buena interpretación, mezclando momentos de dulzura y caballerosidad con otros de chico malo; siempre atravesado por un gran nacionalismo. Una buena herencia paterna, eso seguro. Por otro lado, Britt Robertson, que viene de la serie “Under the Dome” y está a punto de protagonizar “Tomorrowland“, está a un nivel actoral aceptable pero no tan destacado. Aun así, debemos tomarnos un momento para hablar sobre el guión. Para las fanáticas de este tipo de películas, está muy bien. Pero si vamos a hilar más fino, más de lo mismo en el género romántico súper empalagoso. No sólo es una historia trillada, sino que repite una y otra vez el recurso conocido como deus ex machina. Esto es un elemento externo que aparece como por arte de magia y resuelve todo oportunamente, pero rompiendo la coherencia interna de la historia. Pasa en casi todos los guiones alguna que otra vez, pero cuando se usa en forma abusiva, la historia se vuelve predecible hasta lo incómodo. Una película que se queda a mitad de camino, con buenos actores pero un guión que no termina de cumplir. De todos modos, ¿A quién no le gusta una historia bien dulce y feliz alguna vez? Aunque sea una historia bastante irreal, por cierto; para ver entre mujeres y disfrutar de las vistas del joven actor. Y quizá con algún chocolate ahora que empezó el otoño. Agustina Tajtelbaum
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De cowboys y amores insulsos El Viaje más Largo es la décima adaptación para la pantalla grande de una obra de Nicholas Sparks, y demuestra una vez más cómo el autor bestseller romántico se mantiene constante en su afán perenne de escribir historias predecibles con amores y amantes más monótonos que apasionados. A quien le toca esta vez darle vida a la narrativa de Sparks es al director George Tillman, Jr. (Men of Honor), quien traspasa a la pantalla grande la historia de dos jóvenes que se enamoran a pesar de pertenecer a mundos completamente distintos: Luke (Scott Eastwood) es un jinete de toros que sufrió un accidente y no entiende los peligros que le depara el deporte que ama, y Sophia (Britt Robertson) es una hija de inmigrantes polacos apasionada del arte. A punto de partir para Nueva York para una pasantía soñada, Sophia comienza a vacilar sobre su futuro cuando conoce a Luke –todo un cowboy americano, de la manera más ridícula posible- y se enamora perdidamente, a pesar de todas las diferencias que los separan y sus divergentes objetivos de sus vidas. Y mientras tratan de resolver sus sentimientos y definir su futuro, los dos conocen a Ira (Alan Alda), un anciano que les contará la historia del amor de su vida, y que les cambiará a los jóvenes la vida para siempre. De esta manera, dos historias se entrecruzan para tratar de mostrar el significado del amor, los sacrificios y los caminos olvidados que no tomamos para luchar por alguien más importante que uno mismo. Sin embargo, El Viaje más Largo intenta darle algo de profundidad a una trama insulsa y desabrida, con dos actores que no logran tener química por más esfuerzos que hagan, y un guion tan predecible y sensiblero que da vergüenza ajena.
El código Sparks: chispazos de melodrama. Nicholas Sparks es un escritor responsable de una larga lista de novelones dramáticos, muchos de los cuales tuvieron una transposición al formato cinematográfico como Un Amor para Recordar (Something to Remember, 2002), Diario de una Pasión (The Notebook, 2004) y Querido John (Dear John, 2010), entre otras de similar calibre lacrimógeno. Su fórmula es tan eficiente dentro del target joven/ adulto que prácticamente tiene asegurada una adaptación fílmica de alguna de sus obras cada dos años promedio. En esta ocasión llega El Viaje más Largo (The Longest Ride, 2015) para refregarnos en la cara ese dicho según el cual no hay que arreglar lo que no está roto. Sí, inclusive tratándose de una película con un esquema que atrasa unos 65 años. La historia se situa en Carolina del Norte, donde Sophia (Britt Robertson) no hace otra cosa más que estudiar y prepararse para su futuro profesional hasta que una amiga la lleva a ver una jineteada de toros, porque aparentemente es una actividad que rankea al mismo nivel que ir a bailar o juntarse en un bar dentro del versosimil que plantea el film. Oh casualidad, Sophia conocerá a Luke (Scott Eastwood), un jinete que busca llegar a la cima de la disciplina y con quien no podría tener nada en común. Pero dentro del universo Sparks los opuestos se atraen más que en cualquier otra región, por ende lo que se narra es esta historia de un amor que lucha contra obstáculos propios y ajenos a pesar de tener todo en su contra. Y por si esta historia no es lo suficientemente dramática y melosa también se agrega una subtrama de un anciano, el cual se hace amigo de Sophia y Luke, a quienes les cuenta su derrotero sentimental tras conseguir y perder a la mujer que amó toda su vida. Es poco sutil la intención de que esta historia funcione como un paralelismo con el romance de los dos jóvenes. El director George Tillman Jr. aprovecha para poner a Scott Eastwood -si, el hijo del legendario Clint- con su torso desnudo en la mayor cantidad de escenas posibles y así saturar la pantalla de abdominales perfectos y pectorales enormes. Los largos primeros planos de Eastwood por momentos parecen tener como objetivo que todos quedemos tan embelados por la belleza del hombre tal como lo hace Sophia, por momentos de forma excesiva. Toros, ranchos, sombreros y botas vaqueras, todo con la música country más popera que puedan llegar a imaginarse. Porque este es un drama de un chico de campo y una chica de ciudad, que nunca se les olvide. Seguramente será una producción que complazca a quienes gustan de las novelas de Sparks y su universo melodramático, pero sus 139 minutos serán probablemente excesivos para todo aquel que espere una trama menos rosa y personajes con un poco más de profundidad.
Si te gustan las pelis románticas, con lindo mensaje, buena fotografía y una historia más que atractiva, "El Viaje Más Largo" es tu película. Aunque está dirigida a mujeres extremadamente románticas (y bueno, para nosotros ya se estrenó "Rápidos y Furiosos 7), la peli calza para todos. Las chicas van a morir de locura con el hijo de Clint, Scott Eastwood, y los chicos van a volverse locos con Britt Robertson... o sea, los protagonistas atraen y eso ya funciona desde el vamos. ¿Qué pasa en la historia? Lo que tiene que pasar en una peli de amor... de todooo. Te admito y tengo que ser sincero que tiene sus fallas y hasta quizás dura demasiado, pero banco mucho el trayecto de los acontecimientos y la forma en que está contada (muy Sparks). Te aseguro que te va a emocionar, que vas a salir del cine pensando en lo que viste y si vas con tu pareja, inevitablemente vas a terminar hablando del amor, porque de eso se trata: del amor hoy y del amor en el tiempo; del amor para tomar decisiones y del amor para dejar libre a alguien para que sea feliz. Una peli que me gustó, que me tuvo enganchado y que seguramente, si seguís las novelas de Nicholas Sparks, vas a disfrutar.
Un viaje muy largo, para el espectador La chica de New Jersey, estudiante de arte y con buenas posibilidades de engancharse en una galería de arte de Manhattan, se enamora del chico de Carolina del Norte, vaquero de por vida y con buenas posibilidades de romperse la crisma en la final de un rodeo de toros en Las Vegas, si es que llega. Cada uno tiene un largo camino hacia su meta, y otro más largo hacia el entendimiento y la convivencia con el ser amado. Como espejo y modelo, surge el recuerdo de otro amor, vivido por una maestra que viajó desde Europa huyendo del nazismo, ella también amante del arte, y un muchacho tendero que viajó a Europa sólo para pelear en la guerra y volver en malas condiciones. También ellos tuvieron sus problemas. Quien alimenta ese recuerdo y contribuye a la moraleja es el tendero, ya anciano. A su lado, junto al volante, lleva una caja inagotable de cartas y fotos. No diremos en qué circunstancia lo conocen los chicos. Sólo que es una de las pocas partes donde el espectador puede despertarse un poco. Las otras están relacionadas con los espectáculos de rodeos nocturnos, bien hechas, pero muy breves. Debe ser lo único breve de esta película. En síntesis, el viaje es largo, y la película es más larga todavía, y eso que, según dicen, llega un poquito abreviada. Es que se basa en una novela de Nicholas Parks, el mismo de "Cuando te encuentre", "Lo mejor de mí, y otros productos no aptos para diabéticos, que ya de por sí es larguero, vueltero, y encima irremediablemente sensiblero. Por suerte la adaptación reduce un poco tantas vueltas y sensiblerías. Al viejo no lo encuentran delirando en medio de la nieve como dice el libro sino ahí nomás, sus recuerdos han sido bastante "seleccionados", la piba no tiene ningún novio que la persiga antes de conocer al vaquero, etcétera. Eso significa unas cuantas páginas eliminadas. También se eliminan unos cuantos violines. Pero igual cansa. Quien deba acompañar a su novia, puede consolarse con unos bonitos paisajes junto al camino, unas imágenes del estudiantado femenino de la Wake Forest University (parece la escuela de Pancho Dotto), y las referidas tomas de rodeo, que abrevan en el "Hijo del torbellino", de Sam Peckimpah. Otra distracción es ver cómo van creciendo los hijos. El protagonista, Scott Eastwood, tiene algunos gestos propios del padre, más masa muscular, menos carisma, y dientes de leche. Oona Chaplin, que hace el papel de chica escapada de los nazis, tiene la sonrisa, el brillo y el porte de su abuela y su madre, pero es muy distinta. Su partenaire, Jack Huston, sonríe como el abuelo, el gran John Huston, pero por las mejillas y los ojos saltones más parece el nieto del cómico Aldo Fabrizi. Como sea, en nada se corresponde con el veterano Alan Alda (ambos interpretan distintas etapas de un mismo personaje). En cuanto a la rubiecita Britt Robertson, no conocemos su familia, pero sería buenísimo si alguien nos presenta a su madre.
Un eficaz romance con el sello Sparks El camino más largo corre con ventaja: es otra película basada en un libro de Nicholas Sparks y difícilmente podría llegar a ser peor que Lo mejor de mí, estrenada localmente hace sólo cinco semanas. A pesar de esa ayuda comparativa, su afiche -digno de una publicidad de cigarrillos de los ochenta- y su duración -más de dos horas- hacían temer otra catástrofe. Pero no. La película empieza con un jaripeo, es decir, una monta de toros. Y, como en el recomendable documental de graduación mexicano La palomilla salvaje, entramos en la lógica y en la adrenalina del rodeo. El jinete es Scott Eastwood (hijo de Clint), quien por momentos es exhibido como en una publicidad de calzoncillos. Con la herencia genética recibida, presente en la sonrisa y en la firmeza del gesto, no necesitaba más adornos ni tantos planos de aviso de perfume en un loft. La historia (esto es Sparks) es otra vez doble: una pareja del presente en Carolina del Norte -el country boy y la estudiante de arte contemporáneo- y una pareja judía del pasado (ella, inmigrante vienesa, también apasionada por el arte contemporáneo). Hay diversos problemas, impedimentos, casualidades, vueltas para encontrarse definitivamente, música que puede llenarnos de miel y dejarnos los oídos pegoteados, frases de un romanticismo entre épico y aplastante, y toda la maquinaria aceitada en automático para mantener un ritmo eficiente y lograr un relato que, más que adocenado, podría decirse que es de una feliz inocencia narrativa. El camino más largo festeja su absoluta incapacidad para innovar y celebra con orgullo sus clisés. Así, sin apartarse de su camino, llega a un final coherente con su desarrollo. Más allá de algunos méritos y curiosidades actorales y de vibrantes y tensionantes momentos de rodeo (puestos en escena con claridad), lo más destacable de la película es la convicción con la que se asume como golosina industrial sin querer ser jamás un plato sofisticado ni traicionar las expectativas. A veces, saber ubicarse es un mérito nada desdeñable. ACTORES Y FAMILIAS En El camino más largo no sólo actúa Scott, uno de los hijos de Clint Eastwood. En el elenco, hay más parientes de grandes nombres del cine: Oona Chaplin es la hija de Geraldine Chaplin y nieta de Charles (su abuela, también llamada Oona, era hija del dramaturgo Eugene O'Neill). Por su parte, Jack Huston es el nieto del legendario director John Huston (El tesoro de Sierra Madre, La reina africana, El juez del patíbulo), y sobrino de los también actores Anjelica y Danny Huston. Su padre Tony adaptó como guionista a James Joyce para la que sería la última película del director, Desde ahora y para siempre. Y como si todo esto fuera poco, la protagonista, Britt Robertson, es prima lejana de Elvis Presley.
Romanticismo ramplón adaptado. Los seguidores de Nicholas Sparks no se decepcionarán. Al resto le espera la historia de una pareja que cambia repentinamente su curso cuando se encuentra a un anciano. Las novelas de Nicholas Sparks son best sellers que han terminado en la pantalla de muchas ocasiones. En mayor o menor medida, todas se han convertido en películas insufribles, en productos que combinan lugares comunes, con una melosidad algo molesta y con golpes bajos que sorprenden por su mal gusto y falta de ética cinematográfica. Cuando salen bien esas películas, alcanzan el nivel –bajo– de Diario de una pasión, cuando las cosas no salen bien, aparecen films terriblemente malos y malvados como Cuando te encuentre y Lo mejor de mí. Hay que decir, sin dar más vueltas, que El viaje más largo repite el universo de Nicholas Parks, algo que no es para nada una buena noticia. Hay un intento de emular Diario de una pasión pero no hay con que empezar a comparar. Los seguidores de Sparks no se verán decepcionados, aunque hay que insistir en que deben ser seguidores muy pero muy fieles. La joven pareja protagónica de esta historia –o tal vez debamos decir historias– es un lugar común tras otro. Cuando una noche encuentran a un anciano que ha tenido un accidente al costado de la ruta, lo rescatan y con él aparece una serie de flash backs con el pasado del anciano (interpretado por Alan Alada) y su propia historia de amor. Así que la joven leerá las cartas de amor que cuentan aquella historia del pasado del anciano en el hospital. El amor, el compromiso, las decisiones que oponen entre los proyectos individuales y los de pareja. Ese es el universo del novelista y el de las películas que lo adaptan. Como dato de color, la terriblemente estereotipada pareja protagónica tiene como galán a Scott Eastwood, el hijo de la leyenda cinematográfica Clint Eastwood. Scott tiene impronta de galán pero todavía le falta algo de camino para llegar a parecerse al padre en su juventud. Es inevitable, al citar a Clint, que uno piense en Los puentes de Madison. El cine romántico, el verdadero cine romántico tiene grandes ejemplos en la historia del cine y en las últimas décadas también. No hay nada de malo en los films románticos, no hay nada malo en contar una historia en dos tiempos, el problema es el modo en el cual se cuenta. El viaje más largo es muchas cosas, pero en un sentido estricto del término, es un film que carece de cualquier forma de romanticismo. El cine masivo para público juvenil aun tiene cuenta pendiente con su público, en particular en estos últimos años.
Qué bella es la mierda La perfección no siempre es buena o atractiva. Si bien, a simple vista, puede parecer tentadora, suele ser abúlica, aburrida, sin gracia. Aquellos que aspIran a la perfección (física, de espíritu, vincular, cinematográfica) suelen caer en esa abulia y convertirse en personas poco interesantes, con una cosmovisión acotada y perezosa. Embarrarse un poco en la mierda (no precisamente la mierda de un pequeño charco en una enorme chacra que luego justifique el desnudo y la posterior fornicación, si no la mierda que alguien dejó en la calle y que vos pisaste, patinando y cayendo al piso sobre ella y sobre el charco de agua podrida de la bocacalle) es necesario para forjar un carácter, una mIrada interesante sobre el mundo. Nicholas Sparks suele dividir sus historias en dos. A veces se trata de la misma historia en dos tiempos distintos (Diario de una Pasión), otras veces, de dos historias que se espejan, se reflectan y se alimentan mutuamente (El Viaje más Largo). En cualquier caso, hay un ir y venir de y hacia el presente y el pasado, mostrando el tiempo pretérito como una suerte de fresco, de fotografía amarillenta amarronada, con ese aire de paso del tiempo, de nostalgia y felicidad por lo vivido. Pero ambos tiempos se juntan, se tocan, como dos líneas paralelas que en el infinito se terminan encontrando y creando algo nuevo, casi perfecto. El Viaje más Largo (The Longest Ride) tiene como protagonistas de sus historias a Luke (Scott Eastwood), Sophia (Britt Robertson) y Ira (Alan Alda), por un lado, y a Ira joven (Jack Huston) y Ruth (Oona Chaplin), por el otro. El mensaje, en ambos tramos, es más o menos el mismo: para construir una pareja hay que ser tolerante, comprensivo, no intentar cambiar al otro, ceder y amarse con locura. Ambas historias comparten algunos puntos: los integrantes de las parejas provienen de mundos distintos; a las chicas les gusta el arte y vienen de familias más bien acomodadas; los muchachos son más pueblerinos o campechanos, sin ningún interés en el arte más que la fascinación de verlas a ellas admIrando esas piezas. Un poco lo que pasaba con Diario de una Pasión. Chica medio adinerada, culta, de clase media-alta meets chico simplón, trabajador y sacrificado. Y las historias se tocan cuando Ira grande, viejo y cansado (tener a Alan Alda es como tener un ancla bien clavada en arena firme; Alda aporta esa serenidad y ese toque humorístico que reconforta a la vez que hace que la película se mueva en aguas confortables y sosiegas) conoce a Luke y Sophia, quienes lo salvan de un accidente de auto. Lo que se da a partir de ese momento es la lectura de las cartas que Ira le escribió a Ruth (y la vuelta al pasado), estando ella viva, con el solo pretexto de narrar su amor, su historia, sus vicisitudes, la vida compartida. Y, por qué no, para acercar a la nueva parejita que aún no está del todo afianzada. La historia de Ruth y Ira funciona como correlato en tiempo pasado de la historia de Luke y Sophia, ambas signadas por alguna pequeña falla (por decirlo de alguna forma) de alguno de los integrantes y la aceptación de esa situación por parte del otro. Sin embargo, hay una idea de perfección que la película instala y que se contradice con esa moralina que intenta construir relacionada con la aceptación del otro, la tolerancia y el ceder. Porque ninguna de las dos historias presenta un conflicto demasiado complejo como para justificar la premisa. Tal vez sí lo presente la pareja número 1, la de Ira y Ruth, que no pueden tener un hijo (Ira fue herido durante la guerra y la lesión le causó algún tipo de daño a nivel reproductivo), lo cual le provoca a Ruth una gran frustración. Nicholas Sparks suele dividir sus historias dos tiempos distintos (Diario de una Pasión) u otras veces en de dos historias que se espejan, se reflectan y se alimentan mutuamente (El Viaje más Largo). Ahora bien, la parejita número 2 solo destila perfección. Si bien hay uno o dos obstáculos a superar, ninguno de ellos es sustancial y ambos se terminan resolviendo solos, casi sin conflicto. No hay nada malo o desafortunado que tolerar, no hay concesiones que hacer, no hay mierda que fumarse del otro. Luke y Sophia son amantes perfectos: se aman, se cuidan, se respetan, cogen en los graneros, en la ducha. No hay peligro ni nada que sacuda la relación. Luke monta toros, vive de eso y ella lo acepta, porque sabe que es su pasión. Hasta que un día se da cuenta de que la vida de Luke corre peligro y ahí le pide que deje de hacerlo; él, al principio, se niega, pero un día tiene una súbita toma de conciencia (luego de un accidente) y abandona el rodeo, con la certeza inequívoca de que lo único que le importa es pasar la vida con ella (8 segundos que dura un rodeo versus toda una vida, como le dice su madre). Lo mismo con Sophia; antes de iniciar la relación ella planeaba mudarse a Nueva York, donde ya tenía un trabajo asegurado en una galería, la posibilidad soñada para el despegue de su carrera. Pero, con el correr de los meses (o semanas), se da cuenta de que no puede irse y dejar a Luke y así es cómo decide quedarse. Lo que Alan Alda le dice en el hospital a Sophia (el amor requiere sacrificio, entrega, ceder) no aplica en este caso. Ambos se aceptan como son y eso implica aceptarse en toda su maravillosa perfección, retratados incluso (a diferencia de la primera pareja) como arquetipos perfectos en su estirpe: ella, rubia de ojos celestes, hermosa, flaca pero con algunas curvas, de pelo perfecto, hermosos labios, voz suave, relativamente inteligente, con cierto sentido del humor, fresca, espontánea (recordemos que cae en un charco de mierda del cual sale aún más sexy y que le sirve como excusa para ponerse en bolas e iniciar el primer contacto carnal) . Él, absoluta y devastadoramente hermoso (hijo de Clint Eastwood y fiel heredero de sus ojos, su sonrisa, sus patas de gallo, con un parecido apabullante), cowboy, o sea, con jeans ajustados, camisa a cuadros, botas y sombrero texanos, caballero, dulce, inteligente, también con cierto sentido del humor (el suficiente para decir que en una galería de arte hay más mierda que la que él ve a diario en su establo), y con esos hermosos ojos eastwoodianos solo para ella. ¿Qué conflicto hay ahí? ¿qué hay para aceptar, para ceder, para negociar, para tolerar? La escena final, cuando él la pasa a buscar por su trabajo soñado con su 4×4 soñada (además de ser hermosos y perfectos, ahora son millonarios), es la rotunda confirmación de esa perfección impoluta. La película pareciera decirnos que los errores o los conflictos de la relación de Ira y Ruth fueron procesados y depurados y ahora Luke y Sophia son una especie de versión mejorada (vincular y físicamente) de la relación, producto de una suerte de proceso de extrapolación y experimento genético y conductista. Dos caminos, dos líneas paralelas que, allá en el infinito se terminan uniendo, creando así una nueva línea, una línea que desemboca en la perfección, en esa perfección abúlica que solo puede gustarle a determinado tipo de gente. Por suerte, para el resto de nosotros existe la mierda.
El juego de las lágrimas Es un dramón con malas actuaciones que intenta hacernos llorar por todos los medios posibles. El verdadero responsable de El viaje más largo no es George Tillman Jr., el director, sino Nicholas Sparks, guionista, productor y autor de la novela en la que está basada la película. Sparks es un exitoso escritor de best sellers, dramas románticos que buscan tanto emocionar como dejar enseñanzas de vida. Este es el noveno de sus libros que es llevado al cine y sigue la misma línea: cuenta las historias de amor de dos parejas, una en la actualidad y otra en los años ‘40, que deben sortear obstáculos aparentemente insalvables para mantenerse unidas. La película, claramente orientada a un público femenino, consiste en una sucesión de golpes de efecto que tienen como único objetivo provocar las lágrimas de la espectadora. Hay enfermedad, injusticia y heroísmo en dosis parejas: cada giro de la trama parece una renovada oportunidad para soltar el llanto. Pero hay varios inconvenientes que conspiran contra esa intención lacrimógena. Uno es la escasa credibilidad de los actores: el casi octogenario Alan Alda y Oona Chaplin -nieta de Charles- son los únicos rescatables entre los actores principales, en un elenco que completan el tan carilindo como inexpresivo Scott Eastwood, hijo de Clint, y la insulsa Britt Robertson. Otro es la banalidad de los conflictos, sobre todo en la historia que transcurre en el presente. Y un guión digno de esta clase de productos, que aspiran a la masividad ante todo y terminan subestimando al espectador. Es totalmente explicativo, sin ambigüedades, sin lugar para que el público saque sus propias conclusiones. Todo queda verbalmente expuesto, siempre. La explícita moraleja de la historia es: “El amor requiere sacrificios. Siempre”. Una verdad inapelable para los hombres que acompañen al cine a sus amadas.
Chico apuesto y chica linda, ambos muy diferentes, se encuentran en la encrucijada de sus vidas: o siguen sus vocaciones y se separan o alguno renuncia por el otro. Y entonces escuchan un cuento romántico con final triste que los decide. Una película a reglamento cuyo mayor problema no es lo remanido del tema (desde Homero no hay “historias originales”) sino la falta de carácter y de estilo. Todo parece chato como una publicidad.
Dos historias de amor que se cruzan en distintas etapas, pero que poseen un denominador común. Esta película se encuentra basada en la novela de Nicholas Sparks y tiene casi la misma estructura narrativa que “Diario de una pasión” (2004) protagonizada por: Rachel McAdams y Gena Rowlands, fantásticamente filmada por Nick Cassavetes (“La decisión más difícil”) que se desarrolla en dos tiempos, con cartas de un amor que se mantiene vivo a través de los años. En “El viaje más largo” cuenta la vida de una pareja que aprende de un hombre mayor, a partir de su pasado, a repasar y aprender a vivir su presente. Todo comienza mostrando los días de Luke Collins (Scott Eastwood, es hijo del aclamado director Clint Eastwood) un vaquero que vive montando toros salvajes y participando en competencias hasta que sufre un accidente. Cuando pasa un año vuelve al ruedo en Carolina del Norte y una noche conoce a una dulce y angelical joven estudiante que pronto viajará Nueva York para comenzar su carrera en el mundo del arte Sophia Danko (Britt Robertson), es bien previsible entre encuentro y desencuentros nace el amor. Después de una noche super romántica y de regreso, se encuentran en la ruta con un vehículo chocado, salvan a un hombre mayor llamado: Ira Levinson (Alan Alda, “Robo en las alturas”) quien lleva una pequeña caja de mimbre llena de cartas que son parte de su vida, es como su herencia. A partir de este instante entre Ira y Sophia surge una linda amistad y la historia comienza a transcurrir en dos tiempos: ella leyendo esas cartas de amor va reviviendo el amor del pasado entre Ira (de joven interpretado por Jack Huston, "Escándalo americano") y su amada Ruth (Oona Chaplin, "007 Quatum of solace"), lleno de momentos hermosos y no tantos, y les dará a Sophia y Luke, una importante lección de vida. Resulta ser un buen pasatiempo y entretiene, con escenas bien filmadas como: las de rodeos, dos épocas diferentes, el amor a primera vista, los encuentros y desencuentros, entre otros elementos. Para enamorase e ir en pareja, es bien melosa y tiene todos los clichés románticos, chicas hermosas y varios sponsor. La pareja protagonista muestra poca química, él muestra sus buenos abdominales y ambos tienen buenos planos son bellos y viven un amor de telenovelas. Cuenta con una buena fotografía, pero no así con un gran guión a pesar de la vuelta de tuerca que le dan al final.
Los sacrificios del amor. Doblete afortunado para los seguidores de Nicholas Sparks (Diario de una pasión) y sus historias de amor llevadas al cine. Hace pocas semanas se estrenaba en Córdoba, con atraso, Lo mejor de mí y ahora se puede ver en las salas El viaje más largo, la más reciente adaptación cinematográfica del chico de oro de la novela rosa hollywoodense. Ambientada en una agreste Carolina del Norte, la nueva historia gira alrededor de una joven pareja de enamorados, Sophia (interpretada por la bella Britt Robertson) y Luke (interpretado por el guapísimo Scott Eastwood, hijo de Clint) que se conocen poco antes de que ella termine sus estudios y parta a la gran ciudad para emprender una prometedora carrera profesional. Él, por su parte, es un ranchero, criado al estilo galante, que intenta volver a destacarse en el rodeo de toros luego de una lesión. Como ya es costumbre en los relatos edulcorados y melodramáticos de Sparks, el destino les tendrá una carta guardada que será determinante para su futuro. Esto se materializa en la piel de un anciano (Alan Alda), que se cruza en su camino con la tarea de poner todo en perspectiva a través de la invocación de algunos recuerdos. A partir de allí, se bifurca el filme hacia una historia paralela en versión flashback que involucra a otra pareja con similares desafíos. Ambas relaciones tendrán sus puntos en común: una proyectada hacia el pasado y otra hacia adelante, una con sus decisiones ya tomadas, otra con todo por hacer. ¿Cuáles son los obstáculos esta vez? El choque de intereses y el arte del sacrificio son las dificultades clave que enfrenta el amor eterno que se propone en este tipo de filme de género, dirigido por George Tillman Jr. ¿La pasión lo consigue todo? ¿Puede perdurar una pareja cuando no hay intereses en común? ¿Cuánto estamos dispuestos a resignar para estar con alguien? Sin muchas pretensiones, El viaje más largo es tal vez una de las películas más indiferentes que ha dado el pincel del novelista. Cargada de los lugares comunes del romance, no pierde el ritmo, no deja de emocionar ni de entretener (sobresalen las excelentes escenas en el rodeo y los paisajes), pero no es una de las propuestas más jugadas ni más complejas del autor para el cine, aunque se reconoce su sello por todas partes.
Pudo ser peor Hace poco más de un mes se estrenaba Lo mejor de mí, enésima adaptación del universo literario de Nicholas Sparks al cine. Uno puede preguntarse qué ha hecho la cartelera de cine para merecer esto, pero yo puedo preguntarme, encima, qué he hecho para merecerme cubrir las dos películas para Fancinema. Sí, acá estoy, contándoles sobre El viaje más largo. Sin embargo, ese amargo sabor de boca reciente termina favoreciendo a esta nueva producción, ya que -no debería ser, pero es- aquella era tan mala que las fallas de esta nueva cita romántica dirigida por George Tillman Jr. y protagonizada por Scott Eastwood y Britt Robertson terminan siendo bastante leves, y la película funciona a medias sin convertirse en un desastre absoluto. No se puede decir que Sparks no sea consecuente con su propio universo. Aquí no falta nada que no haya estado antes: la música excesiva, el romanticismo de manual, la pasión edulcorada, los dos tiempos narrativos que se unen en algún momento, la lluvia que revela pezones, las resoluciones arbitrarias, la lagunita y el pueblito lindo, florido (esta enumeración se parece a la ya hecha en ocasión de Lo mejor de mí, lo cual es totalmente consciente dada la repetición del conjunto). Y lo que vuelve aquí es el viejo con una historia del pasado, algo que convierte a El viaje más largo en una especie de reescritura de Diario de una pasión. Por lo visto, al bueno de Sparks se le empiezan a agotar los recursos. Pero -y esta vez hay un pero, porque no siempre-, algo resulta menos irritante en esta ocasión. Tal vez sea que Tillman Jr. filma todo el melodrama con una falta de intensidad galopante, lo que hace que en definitiva los excesos se aminoren y el error se convierta en virtud. Y también que el director tenga un buen pulso para las atractivas escenas de rodeo, donde mínimamente hay un suspenso bien construido acerca de lo que ocurrirá con nuestro héroe. Por otra parte es verdad que Eastwood y Robertson son una parejita bastante relajada y agradable de ver, y que por ahí anda el notable Alan Alda, como un viejo mejo hosco y medio piola, que juega su rol funcional dentro del plan mayor de romance eterno de los protagonistas con bastante honestidad y mesura. Seguramente en el melodrama jugado a baja intensidad está el secreto de una película que no es recomendable por sus aciertos, sino por lo acotado de sus fallas. Uno adivina que en otras manos las cosas podrían haber sido peores.
Hay un dato ineludible al momento de reseñar el estreno del film ” El viaje más largo” , el film está basado en una novela homónima de Nicholas Spark. Es necesario realizar esta salvedad porque el mencionado autor tiene tantos detractores como fervientes seguidores.Más allá de la opinión que cada uno tenga sobre su particular estilo lo cierto es que el mismo es tan innegable como repetido en cada uno de los films que se basan en su producción literaria. Sus personajes( siempre bellos ) se encuentran en una situación azarosa, se enamoran intensamente hasta que algún momento algo los separa ( la enfermedad,la guerra o un tercero) siempre existirá una escena romántica que incluya agua ( ya sea en forma de lagos, lluvia o rios). El viaje más largo, dirigido por George Tillman Jr, no se despega ni un milímetro de la fórmula exitosa del director y nos narra la historia de Luke Collins (interpretado por Scott Eastwood el hijo de Clint) ,un experimentado vaquero que se gana su vida en el rodeo y vive en una granja con su madre. Por otro lado Sophia,Britt Robertson, es una estudiante universitaria de arte moderno que sueña con trabajar en una galeria en la gran ciudad. Casualmente sus vidas se cruzan y la atracción hará su magia ( aunque con un Eastwood de por medio la ecuación es más que obvia). Luego de una primer cita ( donde no puede faltar el elemento agua) se darán cuenta que posiblemente sus destinos no sean los mismos, pero en el viaje de regreso un auto con un anciano al borde la carretera cambiará muchas cosas en sus vidas.El Viaje Más LargoEste hombre (el gran Alan Alda) les contará su propia historia de amor a través de diversas cartas que guarda desde hace años.Sophia oficiará de voluntaria lectora de esas misivas logrando así reconectar al anciano con la vida.Cada una de sus visitas servirá para recordar y reconectar con la maravillosa historia de amor que vivió Con una estructura narrativa similar a Diario de una pasión el relato transcurrirá en dos ejes temporales y seremos así testigos de un amor contemporáneo y de un amor en los años de la segunda guerra mundial ( este último interpretado por Oona Chaplin y Jack Huston). DF-01754r (Copiar) (Medium) Para la platea femenina el film les brindará todos los planos que requieran para apreciar la belleza del protagonista y el innegable parecido con su padre (existiendo incluso escenas de desnudo totalmente injustificadas) y aquellas frases que tanto endulzan el oído femenino y Sparks conoce tan bien. Sin lugar a dudas El viaje más largo es un producto concebido para el público amante de las novelas de Spark, ese que ya conoce sus convencionalismos, sus lugares comunes y no solo los acepta,sino que los disfruta. Dentro de este paradigma el film cumple lo que se propone y nos brinda una historia de amor previsible, pero efectiva donde el encanto de Eastwood juega un rol preponderante.
Supongo que no lo podemos culpar del todo a Nicholas Sparks. El autor sigue recaudando de lo lindo y los derechos de sus libros son comprados incluso antes de que él mismo termine de escribirlos. Supongo entonces que hay un público que se sienta a ver esta película. Supongo que suspiran y lloran. Lo supongo, porque me cuesta entenderlo. Es incluso raro hablar de Sparks como si fuera él el dueño de toda esa filmografía, que en realidad presenta todo un abanico de realizadores. Pero lo cierto es que son sus novelas casi los guiones de una serie de películas que tienen en común muchos rasgos: una historia de amor entre dos personas muy marcadamente distintas, clichés varios y golpes bajos en cantidad. Siempre lluvia en las escenas más importantes y pósters que sólo necesitan mostrar a sus dos bellos personajes. En “El viaje más largo”, los protagonistas son dos rostros más bien desconocidos para nuestro público, pero acá les tiro "EL" dato: Scott Eastwood es el hijo, sí, como su nombre lo indica, de Clint Eastwood (A que ahora se dan cuenta de que se le parece bastante!). Luke sólo se considera jinete de toros de rodeo aunque hace un año que no ejerce a causa de un terrible accidente que casi le cuesta la vida. Sophia es una estudiante universitaria que en breve se mudará a Nueva York para trabajar en una galería de arte. Sin embargo se conocen, se miran, se hablan y no pueden dejar de pensar uno en el otro. Y si bien todo se da de un lindo modo al principio, saber que va a durar poco los insta a no querer entregarse demasiado. Hasta que un accidente del que son testigos, donde Luke es el héroe que rescata a un hombre que se estrelló con su auto, los une más de lo que esperaban. El accidentado es Ira, interpretado por Alan Alda y Jack Huston en su juventud. Y la historia de amor que él vivió y lleva escrita en cartas que ya ni con anteojos puede leer y Sophia se ofrece a leerle, refleja mucho la de los dos jóvenes. Es que no se es sutil en ningún momento. Luke e Ira son humildes, poco cultos, pero llenos de corazón. Sophia y Ruth (Oona Chaplin), el amor de Ira, vienen de otro lado y son amantes del arte. Parejas que se aman pero que para estar juntas tienen que hacer sacrificios. Y mientras Sophia no va a Nueva York para quedarse con Luke, él no quiere por nada del mundo perder la oportunidad de convertirse en el mejor del mundo aunque eso le cueste más que la relación con Sophia. Pero por el otro lado, la historia de Ira y Ruth es mucho más grande que la de dos pendejos que no terminan de saber qué quieren. Sparks y el director George Tillman Jr. intentan emular "Diarios de una pasión", la mejor película de las basadas en sus novelas sin dudas, pero no le sale de manera espontánea. Si a eso le sumamos escenas que de tan románticas que pretenden ser terminan siendo ridículas y hasta graciosas (encima la química entre sus dos protagonistas no se parece en nada a la que había entre Rachel McAdams y Ryan Gosling), llegamos a una resolución muy poco inspirada, pero que al menos no ofrecerá el golpe bajo que cada dos por tres le gusta agregar a esta clásico autor a la hora del cierre. Supongo que “El viaje más largo” (que también es la película más larga, dura más de dos horas) sólo puede ser disfrutada por alguien a quien le guste ver cada cliché del género romántico en una sola película. Ni siquiera funciona como placer culposo, porque se torna exasperante en su tono forzado.
El viaje más largo es una película para disfrutar siempre y cuando te gusten este tipo de historias blancas de narración y estética más cercanas al telefilm que a un producto pensado para la pantalla grande. Lo que si, no se puede dejar de admitir que el desenlace es agradable y de lo más inesperado, y estoy segura que ningún espectador lo....