Sus entrañas se ennegrecieron En una época en la que una y otra vez el cine de género tradicional parece condenado a la muerte -o a lo sumo a un estado terminal perpetuo sin posibilidades de mejora en el corto o mediano plazo- a raíz del enorme volumen de películas horrendas o desastrosas cortesía de realizadores que ya no saben narrar con imágenes y sobreexplican todo con diálogos o locuciones en off para el público de pocas luces, sin que en realidad importe el origen de los susodichos porque hay tantos mediocres en el mainstream pomposo como en la comarca independiente, Scott Cooper por suerte continúa cortándose solo y abriéndose paso como uno de los pocos cineastas con sutileza, personalidad propia, inteligencia y sobre todo una inmaculada destreza para esos relatos simples que pueden llegar a complicarse de manera pronunciada cuando estamos frente a un experto en serio en la construcción de personajes y en el desarrollo dramático de vieja escuela, uno que avanza en función de las necesidades de la propia trama y no según los postulados del marketing, la corrección política y/ o esa pose canchera anodina del Hollywood actual masivo o chatarra para descerebrados. El señor, en esencia un actor que se convirtió en director bajo la tutela de su amigo Robert Duvall, hasta la fecha contaba con un díptico criminal muy bueno y otro un poco menos interesante y de cadencia dramática estándar, el primero está conformado por La Ley del más Fuerte (Out of the Furnace, 2013), parábola sobre la conjunción de familia, pobreza y delito protagonizada por Christian Bale y Casey Affleck, y Pacto Criminal (Black Mass, 2015), genial biopic sobre James “Whitey” Bulger (Johnny Depp), informante del FBI y capomafia de Boston, y el segundo por Loco Corazón (Crazy Heart, 2009), propuesta otoñal sobre un cantante veterano y autodestructivo de country en la piel de Jeff Bridges, y Hostiles (2017), western revisionista con maravillosas actuaciones de Bale y Wes Studi acerca del ciclo del odio ciego en un contexto de conquista de territorios y limpieza étnica. Si bien el guión de Espíritus Oscuros (Antlers, 2021), responsabilidad de Cooper, Henry Chaisson y Nick Antosca, está basado en un cuento corto de este último que fue publicado en 2019 en la revista on line Guernica, un guionista bastante desparejo -artífice de las olvidables La Cabaña (The Cottage, 2012), de Chris Jaymes, y El Bosque Siniestro (The Forest, 2016), de Jason Zada, aunque también cocreador junto a Michelle Dean de una extraordinaria serie para Hulu, El Acto (The Act, 2019)- que aquí se beneficia mucho de la presencia del colega Scott y de la estupenda producción de Guillermo del Toro, lo cierto es que la propuesta en su conjunto significa para el realizador una vuelta prosaica y brutal al ecosistema social mísero norteamericano ya explorado en La Ley del más Fuerte, para colmo con todas aquellas complejidades y superposiciones éticas de índole familiar. Como decíamos antes, la historia es muy sencilla y se centra en dos clanes de un pequeño pueblo boscoso del Estado de Oregón, primero el de Lucas Weaver (Jeremy T. Thomas), un niño que alimenta con animales muertos a su padre, el fabricante de metanfetamina Frank (Scott Haze), y a su hermano incluso menor, Aiden (Sawyer Jones), luego de que ambos fueran infectados por un wendigo, una criatura mitológica vinculada al canibalismo imparable cuyo origen se remonta a los pueblos indígenas de Estados Unidos, y segundo el de Julia Meadows (Keri Russell), una bella maestra de escuela primaria, y su hermano Paul (Jesse Plemons), el sheriff vernáculo, ambos habiendo sufrido maltrato y abuso sexual por parte de su padre, ya fallecido, y la mujer específicamente haciendo lo posible para no recaer en el alcoholismo, una tentación constante. A pesar de que es Frank quien lleva en su interior la presencia maléfica corruptora, a la que conoció en una mina abandonada que utilizaba de laboratorio, Aiden arrastra en parte la voracidad y metamorfosis corporal del progenitor y así provoca la angustia y desnutrición de Lucas, un huérfano de madre y alumno de Julia. La película no esquiva para nada el bulto ni utiliza los típicos detalles seudo cómicos del mainstream para lelos para aligerar la tensión dramática o hacer que el espectador retrasado mental de hoy en día, ese que sufre de déficit de atención y quiere ver mil veces lo mismo, se sienta cómodo, más bien todo lo contrario porque Cooper en esta oportunidad vuelve a echar mano de su tono lúgubre y pausado marca registrada con el objetivo de meterse con temáticas muy pesadas como el abuso doméstico, la pobreza estructural, el olvido absoluto por parte del Estado, la orfandad, el bullying en el colegio, el hambre más lisa y llana, las adicciones, la lenta desmembración de la parentela, los miedos atávicos de la infancia, las vejaciones naturalizadas, el fluir narco, la resiliencia pueril y hasta los viejos crímenes perpetrados contra las tribus que solían poblar el país, masacradas sistemáticamente bajo la excusa de la edificación de una nación moderna que definitivamente no trajo el progreso ni el bienestar general para sus habitantes. Mediante el ardid retórico de hacer que Frank se autoencierre en su precario hogar cual cuarentena, reclusión a la que después se suma su vástago menor, y la estrategia narrativa complementaria de remarcar el hecho de que Julia pudo escapar de la morada del tormento paterno pero sin llevarse consigo a su hermano, quien se quedó soportando el calvario y sin hacer del susodicho un espectáculo símil histeria autovictimizante femenina, el film piensa tanto la dialéctica de la convivencia en las clases populares, una forzada por falta de recursos que lleva a enfrentamientos diarios aunque también a una solidaridad en pantalla simbolizada en el gesto de Lucas de buscarles comida a su padre y su hermano mientras él mismo comienza a pasar hambre, como la lógica de la pronta separación de las familias burguesas cuando los problemas aparecen, un sustrato decididamente llevado al extremo porque en lugar de fugarse con su hermano, otra evidente víctima, Julia se fue sola de la casa familiar y así lo dejó a merced del progenitor. Sin embargo Espíritus Oscuros asimismo equipara el apoyo mutuo de los clanes proletarios con la posibilidad de redención que anida en sus homólogos burgueses, de allí se desprende toda la trama del convite ya que Julia no sólo regresa para reconstituir la relación con su hermano sino que incluso se propone como campeona de Lucas y su gran protectora, suerte de madre sustituta que pretende salvarlo de la reconversión del padre en un monstruo con esa cornamenta del título original en inglés, en sí la representación visual más clásica del wendigo. Con un majestuoso desempeño del elenco, más lo hecho por Florian Hoffmeister en fotografía y por Javier Navarrete en música incidental, la película resulta en simultáneo hiper adictiva y plagada de suspenso, por un lado, y un muy buen resumen de cómo se deberían trabajar todos los latiguillos de los relatos apesadumbrados de raigambre comunal, por el otro lado, pensemos en este sentido que Cooper narra el derrotero de los personajes con una precisión digna del mejor cine indie impiadoso y del mejor J-Horror de antaño y además no teme recurrir a clichés del formato sobrenatural y estudiantil hollywoodense como la presencia de abusones escolares que molestan al purrete protagonista, posesiones en cadena a lo virus muy contagioso o hasta una figura de autoridad que les explica a los investigadores tácitos o explícitos lo que está ocurriendo, en este caso un aborigen entrado en años, Warren Stokes (el insuperable Graham Greene). El realismo seco y siempre adusto del film, correspondiente a situaciones e intercambios verbales, sinceramente es un tesoro invaluable en la coyuntura cultural contemporánea y aunque la realización no sea en suma revolucionaria o siquiera vaya a abrir nuevo terreno discursivo dentro del terror bucólico de desmantelamiento de los lazos colectivos, por lo menos desparrama sabiduría narrativa y constituye un excelente retrato del proceso de ennegrecimiento psicológico de las personas, cuyas entrañas y cuyo odio terminan a la vista de todo el mundo de un momento a otro…
Espíritus Oscuros" (Antlers, 2021) se estrena con demora, pero llega justo para Halloween 2021. La historia cuenta con la dirección de Scott Cooper, y el guión de Cooper, Henry Chaisson y Nick Antosca, pero está basado en el cuento corto "The Quiet Boy" de este último publicado en 2019 en la revista on line Guernica. La producción impecable es de Guillermo del Toro, nombre convocante para los fanáticos del género. El film de terror fantástico se desarrolla en un pequeño pueblo maderero de Oregon, donde comienza a haber personas desaparecidas que luego aparecen desmembradas. Allí vive Lucas Weaver (excelente actuación de Jeremy T. Thomas) de 12 años, quien al comienzo espera a su padre Frank (Scott Haze) afuera de una mina miestras éste trabaja. Lo que el niño no sabe es que su padre no saldrá de la misma manera en la que entró, ya que será víctima de un Wendigo, criatura mitológica vinculada al canibalismo. Su hermano menor Aiden (Sawyer Jones), también sufrirá las consecuencias del horror. Por otro lado, existe Julia Meadows (Keri Russell), maestra de escuela de Lucas, quien empieza a notar un comportamiento extraño en el joven a través de dibujos espeluznantes, que son un grito de socorro. Julia vive con su hermano menor, el sheriff Paul (Jesse Plemons). Ambos fueron víctimas de un padre abusivo y por esta coincidencia, Julia siente empatía por su vulnerable alumno, al que decide proteger de la soledad, la violencia y el hambre, aunque para ella signifique revivir sus traumas. El elenco es maravilloso, la historia es lúgubre y poderosa, los rubros técnicos son impecables, se nota la mano de Del Toro. Está tan bien filmada que es un placer a la vista. Se destacan también la fotografía de Florian Hoffmeister y la música de Javier Navarrete.
Espíritus Oscuros: No quiero asustarte, pero el Coco está en la casa Guillermo del Toro presenta: una película que parece un episodio de X-Files Existen varias figuras mitológicas actuales que se basan en la monstruosidad para hablar de otros temas. Aquí, un niño de bajos recursos tiene que lidiar con un padre y un hermano en transformación. Esto es Espíritus Oscuros. ¿De qué va? En un aislado pueblo de Oregón, una maestra de escuela secundaria (Keri Russell) y su hermano (Jesse Plemons), el sheriff del pueblo, se involucran con un enigmático alumno de ella (Jeremy T. Thomas) cuyos oscuros secretos conducen a aterradores encuentros con una legendaria criatura ancestral. Basado en el cuento “The Quiet Boy”, de Nick Antosa, el guion fue escrito por C. Henry Chaisson & Nick Antosca y Scott Cooper. La película es una producción de Guillermo del Toro, David S. Goyer y J. Miles Dale. Dirgida por Scott Cooper (Corazón rebelde, Hostiles) y y producida por Guillermo del Toro, Espíritus Oscuros retrata la lucha de una profesora por salvar a un alumno. En un pueblo cuasi-abandonado, en donde todo es gris y húmedo… dónde el trabajo es poco y esclavo, y las desigualdades evidentes, Julia Meadows (Keri Russell) intenta dejar atrás una vida de adicciones para dar clases en un colegio. Con una historia de abusos en su espalda, vive momentáneamente con su hermano Paul Meadows (Jesse Plemons) que resulta ser el sheriff del lugar. Mientras, en una mina, dos operarios descubren algo en las sombras que cambiará la vida de uno de ellos para siempre. La historia se basa en la figura del Wendigo, algo muy arraigado a Estados Unidos y sus pueblos originarios. Un monstruo que tiene muchas características similares al Hombre Lobo, pero no. La diferencia radica en que la historia se cuenta entre dos puntos de vista: la profesora y un alumno. Ese alumno es Lucas Weaver (Jeremy T. Thomas) un niño taciturno e introspectivo que ve su vida desmoronarse cuando su abusivo padre comienza a convertirse en otra cosa, necesitando carne cruda y secuestrando al hermano menor. Cuando Julia se da cuenta que algo anda mal decide tomar cartas en el asunto, pero en un pueblo chico en donde nunca ocurren cosas demasiado espectaculares… va a ser difícil que le crean. Por lo menos, hasta que es demasiado tarde. A nivel realizativo, la película tiene un mood medio televisivo. Con su casi eterno gris, su poca saturación, movimientos de cámara escasos… se siente más como un episodio más largo de series como X-Files o Supernatural, que un largometraje. Sin embargo, tiene momentos de gore muy bien logrados que siendo tan pocos se diluyen y olvidan con facilidad. El buen hacer actoral de Rusell (Felicity) y Plemons (Breaking Bad) lleva adelante la trama, aunque hacia el final todo se desarma con una resolución poco satisfactoria, y una coda un tanto previsible. Espíritus Oscuros funciona bien en su génesis: contar una historia de monstruos amparándose en las diferencias de clase y culturales en un pueblito de Estados Unidos. Sin embargo, la puesta algo oscura, falta de personalidad y un final previsible hacen que sea de esas experiencias que se olvidan con mucha facilidad.
El director de Loco corazón (2009), La ley del más fuerte (2013), Pacto criminal (2015) y Hostiles (2017) incursiona por primera vez en el folk horror con esta historia acerca de una particular familia afectada por una maldición indígena luego de ingresar a una mina de carbón hoy abandonada y que en su momento supo ser el principal sustento económico del pueblo de Oregón donde transcurre la acción. No toda la familia, en realidad, ya que el hijo menor, Lucas (Jeremy T. Thomas), logra mantenerse a salvo. El problema es que ha quedado solo al cuidado de su padre y hermano, a quienes mantiene encerrados en un cuarto de la casa por pedido del padre, que en sus últimos momentos de lucidez le pidió que, pase lo que pasare, no lo deje salir. Lucas carga una valija de soledad y angustia que nadie parece notar, salvo su profesora Julia (Keri Russell), cuyo hermano (Jesse Plemons) no es otro que el sheriff del pueblo. Desde ya que cada uno arrastra sus propios traumas infantiles, los mismos que vuelven cuando empiezan a aparecer varios cadáveres en la zona. Pero la película no pone tanto el foco en lo terrorífico –quienes esperan una sumatoria de sustos, que por favor pasen de largo– como en el dolor tanto de Lucas como de su familia. Son criaturas monstruosas que sufren y padecen una maldición a conciencia. No por nada el productor es Guillermo del Toro, todo un especialista en dotar de carnadura a sus “monstruos”. Cooper intenta continuar esa línea, aunque con resultados dispares: hay una impronta gélida en su aproximación a lo que narra que termina confabulando contra el torrente de emotividad que circula por el interior de la película.
En cine, el resultado no siempre es igual a la suma de sus partes. Espíritus oscuros es un ejemplo de cómo una idea inicial atractiva, actores talentosos y una buena construcción de un mundo pueden quedarse a mitad de camino. Por qué sucede eso es más difícil de reconstruir, debido a la complejidad que implica la producción de una película, y solo se puede sugerir una hipótesis. En este caso, el obstáculo mayor parece ser una insistencia en que se note que la película está contando “algo importante”. La ambición es un buen motor en el cine y querer que un film sea más que un entretenimiento o un producto comercial puede ser un buen aliciente para realizar una búsqueda narrativa y estética más profunda. Lo que sucede en Espíritus oscuros es que el tema central, propio de un drama familiar, termina poniéndose en un primer plano por encima del elemento fantástico y de terror. Sin embargo, son justamente las escenas pensadas para crear suspenso y las revelaciones del horror las que resultan más fascinantes, gracias a una puesta efectiva y efectos visuales potentes. Keri Russell interpreta en la película a una maestra que volvió a vivir con su hermano, encarnado por Jesse Plemons, a su pueblo del noroeste de los Estados Unidos, tras años de vivir en California. La inmensa belleza de las montañas y los pinos de Oregon contrastan con la decadencia económica, social y de infraestructura en la que está sumergido el pueblo, que tuvo explotación minera en el pasado y ahora su población sufre el desempleo y muchos buscan una salida en el comercio y consumo de drogas sintéticas. La maestra comienza a preocuparse por un alumno que muestra signos de trauma y parece tener problemas familiares, que le recuerdan a los que ella y su hermano padecieron. Esta descripción parece la de un drama de los que suelen surgir de la escena del cine independiente norteamericano, con los abusos que el ser humano inflige sobre otros y sobre la naturaleza como tema principal sobre el que trabaja la película. El diferencial de Espíritus oscuros son los elementos sobrenaturales que forman parte de la historia y que están bien construidos. Lo que resulta decepcionante es la sensación de que el equipo creativo detrás de la película no confió del todo en el histórico poder alegórico del género para revelar dramas humanos, sin tener que llevarlo a la superficie para demostrar que se trata de “algo más serio” que una película de terror.
Furia ancestral. Con un tono tan lúgubre como su título transcurre Espíritus Oscuros (Antlers), una película producida por Guillermo del Toro que se sitúa en una pequeña ciudad de Estados Unidos, lugar al que regresa Julia (Keri Russell) tras la muerte de su padre, para sanar algo de un pasado intenso atestado de abusos tanto físicos como psicológicos. En esta etapa de reparación espiritual, Julia convive con su hermano (Jesse Plemons) el sheriff del pueblo, y se dedica a dar clases en el colegio del lugar. En este ámbito educativo conoce al pequeño Lucas (Jeremy T. Thomas), y de pronto se da cuenta que algo le sucede. Él es distante y callado, algo descuidado en su aspecto; un combo de situaciones que llevan a Julia a querer hablar con sus padres. Y aquí comienzan los problemas, en esa dificultad de poder establecer conexión con la familia, porque es evidente que el niño oculta algo… algo terrible y monstruoso. Con un prólogo en una vieja mina, que no solo deja vislumbrar a qué se enfrentan los protagonistas de esta historia, sino también desnuda un contexto social árido, la película avanza hacia un universo fantástico que involucra a seres míticos del folclore propiamente dicho del lugar. La cinta logra generar un clima tenso, que es tenso más por la emocionalidad y el dolor de sus personajes, que por el terror como tópico mismo. Personajes con psicologías bien delineadas, que se identifican en el sufrimiento. Personajes atrapados en un espiral de maltrato que parece no tener fin; que tienen el corazón lastimado. Por este motivo ya no importa tanto cuando se revela la apariencia del monstruo, porque el horror fantástico aquí es una gran excusa para mostrar otro tipo de horrores, los íntimos, los cotidianos y a su vez universales.
Aunque parecidas, las películas de terror no son todas iguales, o al menos no todas inyectan o fomentan el mismo tipo de temor al espectador. Están las de las cuchilladas, los empalamientos, las decapitaciones, están las del horror psicológico -que, como El resplandor, suelen ser las más efectivas: su impacto perdura en nuestra mente- y las que buscan en algún comportamiento social las bases del espanto. Espíritus oscuros, que es la película de terror de la semana, como podríamos definir a esta seguidilla del género que estrenan jueves tras jueves, tiene a Guillermo del Toro, ganador del Oscar no precisamente por un filme de terror, aunque La forma del agua tenía elementos del clásico género del horror, o al menos “un monstruo”. Es un filme de terror u horror sobrenatural, basada en una leyenda de los nativos norteamericanos, la de los wendigos. Un espíritu maligno posee a ciertas personas, transformándolas en monstruos con cuernos que comen a otras personas. La primera escena es para pegarse un buen susto, algo con lo que el director Scott Cooper (Loco corazón, con Jeff Bridges) volverá a sacudirnos mucho más adelante en el filme. Pero no es una producción meramente de asesinatos crueles. Aunque los haya. No seas tan cruel Bastante más cruel, aunque sobre gustos está todo dicho, es la vida el pequeño Lucas. Cuando Julia, su maestra, le pide que cuente una historia, la misma es bastante oscura. Y ni que hablar que provenga de un niño de su edad. No vamos a spoilear absolutamente nada. Julia ve en Lucas algo en común con su pasado, así que como buena maestra está alerta -no, esto igualmente no es Matilda- y los dibujos de Lucas grafican, exponen y sacan a la luz lo que nadie sabe. También, digámoslo todo, en el pueblito de Oregon hay una deuda pendiente entre los nativos y los ciudadanos. Julia Meadows es Keri Russell (Elizabeth Jennings, la protagonista de la serie The Americans), su hermano policía es Jesse Plemons (El irlandés, Breaking Bad, Fargo) y hay más rostros conocidos -Amy Madigan, Scott Haze, Graham Greene-, pero quien se gana nuestra atención es el pequeños Jeremy T. Thomas. Lucas tiene que sobrellevar un peso en su hogar mucho más terrible que el que ustedes puedan imaginar, y el actor es naturalidad pura: transmite con sus gestos cada emoción que lo inunda. Es cierto, la corporización del espíritu oscuro de la que habla el título no es para asombrarse. Pasaba algo similar cuando se veía al extraterrestre de Señales, de M. Night Shyamalan: mucha expectativa. Así que mejor vayan a ver la película de terror de la semana sin saber tanto de su trama, y déjense llevar. Quienes busquen una carnicería, en algún momento la tendrán. Y quienes deseen disfrutar de un filme con situaciones de muy buen suspenso, también.
Este jueves se estrena “Espíritus Oscuros”, la nueva producción de Guillermo Del Toro, y trae todo el terror de Halloween bajo el brazo. La película es sobre una maestra de escuela (Keri Russell) que vuelve a Oregon después de varios años fuera. Luchando contra sus propios demonios, y enfocándose en su trabajo, nota que uno de sus alumnos, Lucas, no sólo es tímido, sino que parece ocultar algo. Sus dibujos perturbadores y la forma en que participa de la clase la hace buscar e indagar al respecto. Por otro lado, su hermano, el Sheriff de la ciudad, conduce una investigación debido a varios hallazgos extraños: algo terrible está pasando. Lo que no saben es que el niño tiene un secreto incontenible que puede arrasar con todo el pueblo. Este film tiene buen guion, y se hace notar enseguida. No sólo capta nuestro interés en los primeros minutos, sino que lo mantiene e incrementa en todos los momentos de tensión. La dirección (por Scott Cooper), el casting, todo lo mencionado, integran la trama con el storytelling audiovisual adecuado, dando como resultado una pieza realmente memorable. Lo único que una podría corregir es la falla de lógica en un par de escenas de la protagonista y otro personaje femenino en donde pecan de excesiva ingenuidad que no parece acorde a ellas… Típico de guion escrito por hombres, pero se la dejaremos pasar, porque el producto es de extrema calidad. El ritmo del montaje, las actuaciones, los efectos especiales, la psicología detrás de cada susto, son elegantes y manejados con cintura. El terror de “Espíritus Oscuros” no sólo son jumpscares vacíos, sino que encuentra la forma de que el espectador empatice con todos y cada uno de los personajes, de esta manera adentrándolo en la historia, viviéndola como propia. Es muy interesante el hecho de que no haya sustos traicioneros e irrelevantes por doquier, porque esto hace que confiemos en el ojo del director y en su narración de la trama. Acceder a esa confianza logra que, en las escenas en que hay horror, no tengamos miedo de mirar, y la vuelve un film terrorífico muy disfrutable, desde muchos puntos de vista. Uno de esos puntos de vista disfrutables es el técnico. La fotografía es absolutamente espectacular, y bien explotada, tanto artística como narrativamente. Las imágenes que se generan tienen contrastes altos y, por momentos, son casi monocromáticas, haciendo recordar bastante a la vanguardia expresionista de principios y mitad del siglo XX, que Tim Burton sigue usando hasta el día de hoy (aunque con mucha más fantasía). Los paisajes que se muestran en “Espíritus Oscuros” hacen que sea una pieza para ver obligatoriamente en pantalla grande. La dirección de arte no se queda atrás; explora muchas texturas, que el director sabe mostrar, y hasta puede sentirse a través de la pantalla el olor a muerte y putrefacción que se intenta transmitir. En mi opinión, no por nada se lo apoda a Guillermo Del Toro “Maestro de los Monstruos”. Me pareció profundamente perturbadora, con imágenes bellas y aberrantes. Una de las mejores películas de terror que vi este año y que tiene una oscuridad y elegancia dignas de destacar. ¡Ampliamente recomendada para este fin de semana! Por Carole Sang
Silencioso y malnutrido, Lucas Waver (Jeremy T. Thomas) muestra señales que muchos ignoran pero que no se escapan a la mirada de Julia (Keri Russell, de nuestra amada The Americans), su nueva maestra en la escuela: es evidente que algo malo sucede en su casa. Aunque se crio en este pequeño pueblo de Oregon, Julia escapó en cuanto pudo de su propio hogar abusivo y no volvió hasta después de la muerte de su padre. Aún la aquejan los traumáticos recuerdos de esos años, pero tomó un trabajo de maestra porque desea reconectar con su hermano Paul (Jesse Plemons), hoy el sheriff del pueblo, pero a quien por momentos Julia aún ve como a ese niño al que en su desesperación abandonó con un padre violento. Pasaron veinte años desde que Julia escapó de su casa hacia California, por lo que al regresar le cuesta reconocer a su aislado pueblo azotado por el desempleo y el consumo problemático de sustancias. Lo que sí reconoce fácilmente son las señales que emite Lucas, pues hablan de una situación similar a la que ella misma vivió. No puede evitar querer ayudarlo, pero no tiene forma de sospechar qué es lo que realmente sucede en esa casa donde el niño es forzado a convivir con espíritus oscuros que nadie más parece querer ver. Ancestrales y siempre modernos espíritus oscuros Basada en el cuento breve The Quiet Boy de Nick Antosca (a su vez uno de los guionistas de la película), Espíritus Oscuros (Antlers) a grandes rasgos cuenta la misma historia pero profundizando en el desarrollo de los personajes principales, para enfocarse más en el contenido dramático y metafórico de lo que está narrando. Contrariamente a lo que parecen indicar los avances promocionales (aunque no faltan las escenas de tensión y violencia explícita que le valen la calificación de edad que tiene), Espíritus Oscuros no está centrada en torno a una criatura que se dedica a atacar en secuencia a un elenco desechable, al que matar de formas originales y entretenidas para disfrute del público, con un par de jumpscares intermedios para mantener alto el estado de alerta porque no está sucediendo mucho más. No. En Espíritus Oscuros lo sobrenatural es metáfora y excusa para hablar de cuestiones mundanas. En su crítica social menciona cuestiones coyunturales como las crisis de opioides y habitacionales que vienen golpeando hace años a poblaciones como esta, y al mismo tiempo otras más sistémicas que atraviesan generaciones, como el abuso intrafamiliar. Una problemática tan compleja que muchas veces el resto de la sociedad parece preferir hacer de cuenta que no puede verla, evitando así tener que lidiar con ella. Espíritus Oscuros no pretende dar ninguna respuesta pero plantea algunas preguntas necesarias, como la idea de que amor, miedo y odio pueden coexistir en un vínculo o que puede llegar el momento donde sea inevitable tener que defenderse de alguien amado. Por eso es que el vínculo que se genera entre Lucas y Julia no solo es lógico, además surge de forma orgánica y no se apoya en los estereotipos habituales; si Julia se interesa por Lucas no es desde un lugar de madre o maestra, se acerca a él por identificación con su propia historia y también intentando ser la persona que ella hubiera querido o necesitado cerca suyo cuando tenía esa edad. Ambos hacen un trabajo interpretativo excepcional, pero llama aún más la atención de parte del joven actor, que logra mostrarse de forma verosímil como el niño crecido de golpe que necesita ser su personaje, expresando con el cuerpo y los ojos todo el peso que carga. El discurso y las metáforas de Espíritus Oscuros no están ocultos, pero otro de los aciertos del director Scott Cooper es lograr mantener claro su relato al mismo tiempo que evita -siempre que puede- hacerlo explícito. El terror sucede mayormente tan a plena luz como el terror real que se denuncia. Los encuadres insinúan más de lo que muestran, pero no esconden ni siquiera cuando cae la noche y Lucas debe encontrar el valor para convivir con los Espíritus Oscuros que habitan su casa. Cooper confía en el poder de las imágenes para no poner en boca de los personajes palabras que ellos no necesitan decir, algo que otras películas explicitarían solo para que nosotros podamos seguirle el hilo.
El horror aquí está convocado por una leyenda nativa norteamericana, que alude a un ser vengativo, pero también está presente en ese pueblo oscuro de Oregón, donde temas tan terribles como la droga, el alcohol, los abusos intrafamiliares y una gran crisis económica hacen estragos. Un niño retraído, víctima de bullying, desprolijo, desnutrido llama la atención de una maestra que recién ha regresado al pueblo. Lo que le ocurre al niño parece haber sido naturalizado por los demás. Lo cierto es que el padre de ese pequeño, un gran trabajo de Jeremy T. Thomas, ha sido sorprendido en una mina abandonada, donde cocinaba anfetaminas, por un ser monstruoso, una suerte de ciervo y humano (de ahí el título original “Cuernos”). El ataque significa transformarse en esa criatura infernal. En sus momentos de lucidez le pide a su hijo que lo mantenga encerrado y que lo alimente con animales. Pero claro, todo se desmadra. Entre los hermanos adultos del argumento y los más pequeños, casi en un deforme juego de espejos, se juegan los datos para entender sociedad de la Norteamérica profunda. Sobre un cuento corto de Nick Antosca, que es uno de los guionistas, el director Scott Cooper (que escribió también junto a con C. Henry Chaisson) le imprime su sello, con una fotografía oscura y adecuada y un buen trabajo de los actores Jesse Plemons y Keri Russell. La película tiene también el estilo de uno de los productores, Guillermo del Toro. Terror de muy buen nivel.
Nuevamente el problema de una película de terror norteamericana no reside en el desarrollo de la trama ni en la utilización de sus elementos, sino en la imposibilidad de hacer algo más con eso, algo que la saque de la mera fórmula industrial que cumple con un manejo prolijo del suspenso, buenas actuaciones y una atmósfera bien construida. Espíritus oscuros, la película dirigida por Scott Cooper y producida por Guillermo del Toro, cumple con la cuota de profesionalismo y hace todo bien desde el aspecto técnico, pero ese ejercicio correcto de puesta en escena, incapaz de asumir algún riesgo, es también lo que la condena a ser una película más del montón. Al comienzo vemos al niño Lucas (Jeremy T. Thomas) que le dice unas palabras enigmáticas a su padre, Frank Weaver (Scott Haze), antes de que este entre a una mina de carbón en un pueblo de Oregón. Frank y un compañero de trabajo escuchan un extraño ruido de adentro del túnel, en el que son atacados por una especie de monstruo gigantesco. Semanas después, la maestra Julia (Keri Russell) observa el comportamiento retraído de Lucas en clase, y le llama la atención unos dibujos bastante raros del niño. Julia vive con su hermano Paul (Jesse Plemons), el sheriff del pueblo, a quien lo une un pasado culposo, en el que ella no supo cuidar de él cuando el padre y la madre de ambos murieron. El trauma de Julia nunca queda del todo claro, algo que a la película parece no importarle en explicar. Cuando Julia empieza a seguir a Lucas, descubre cosas espeluznantes, como por ejemplo, que el menor tiene encerrados en una habitación a su hermano pequeño y a su padre, ya que el progenitor fue poseído por Wendigo, ese espíritu monstruoso y malévolo del folclore de las tribus Algonquin. Todo lo que sucede en el pueblo (incluido los cadáveres devorados con saña caníbal) está cocido a fuego lento. El director construye una pausada narración que se centra en el comportamiento de sus personajes, con la adición obligatoria de golpes de efectos que ayudan a que el relato no decaiga, dando como resultado una suerte de thriller psicológico intimista enmarcado en el folk horror, en el que los mitos y leyendas de un pueblo cobran vida para aportarle terror a la historia. Sin embargo, es justamente lo que el director hace con el género de terror folclórico y sobrenatural lo que no ayuda a que Espíritus oscuros sea una gran película, ya que no no dice nada nuevo de las mitologías y leyendas y de su repercusión en la vida de los habitantes de un lugar. El filme esboza una leve interpretación en clave fantástica del sistema tradicional de creencias del pueblo, pero se contenta con cerrar la historia en piloto automático, con posible continuación del mal. Cooper no profundiza en el tema ni indaga en las consecuencias de los mitos populares cuando se hacen carne en la gente, y se limita a desarrollar un thriller atmosférico de ritmo pausado y pulso sostenible para cumplir con los requisitos del cine mainstream. Eso sí, Jesse Plemons y Keri Russell se desempeñan con convicción en sus roles, casi como si lo hicieran de taquito, ya que son dos grandes profesionales de la actuación.
UN CIERVO ENOJADO Espíritus oscuros (título local bastante genérico, lo que a esta altura parece ser una norma) es la nueva película de Scott Cooper, un director con cierto prestigio desde que realizó Loco corazón en 2009. Su película anterior, Hostiles (2017), era un western sobre un capitán del ejército con la misión de escoltar a una familia cheyenne a través de Nuevo México, y en esta ocasión vuelve sobre el mismo tema de fondo -la tensión entre blancos y nativos americanos-, pero desde un lugar inédito para su carrera: el terror. Ahí aparecen los nombres de Guillermo del Toro como productor, y de Nick Antosca como guionista, adaptando su cuento The quiet boy. Aunque en varios lados se hable de esta película como “la nueva de Del Toro”, lo cierto es que es el universo de Antosca el que tiene mayor presencia: el retrato del pueblo y de la clase trabajadora como contexto del horror es algo que el escritor viene trabajando desde su serie antológica Channel Zero, pasando por The act e incluso en la nueva Chucky, en la que oficia de productor. Un espacio temático y estético que no es ajeno a la obra de Cooper (las tensiones sociales y económicas eran el centro de La ley del más fuerte), y que en definitiva tampoco es ajeno al terror en sí, con la América profunda como un escenario recurrente. Lo que termina de unir a Espíritus oscuros con las producciones previas de Antosca es la manera de entender el género, con la base de un espíritu Clase B arrastrado por una seriedad densa y terminal. Una aproximación que elude la autoimportancia que pueden tener películas de terror actuales (a la manera de Jordan Peele o Ari Aster), pero que busca construir un terror serio y adulto, cargado de drama y gravedad. De hecho, si no fuera por la criatura mitológica con cuernos que aparece (de ahí el título original, Antlers), la película podría pasar por un drama familiar sobre el abuso y sus consecuencias. Julia (Keri Rusell) vuelva a su pueblo natal en Oregon, del que se fue hace muchos años escapando de su padre, y se instala en la casa de su hermano Paul (Jesse Plemmons). El rencor de Paul por haberlo abandonado en su momento, dejándolo a merced de ese padre monstruoso, es evidente, aunque intenta solaparlo con un trato cordial y distante. Julia parece estar recuperándose de su adicción a la bebida, y trata de llenar ese vacío con su trabajo de docente. Se involucra con sus alumnos, y en particular con uno: Lucas (Jeremy T. Thomas), un niño que siempre luce andrajoso y desnutrido, abatido por un secreto familiar. A medida que Julia trata de descubrir la verdad, los crímenes se suceden y tanto ella como su hermano se ven enfrentados a una antigua leyenda indígena conocida como Wendigo. A pesar de que logra generar un clima opresivo bastante efectivo, al menos en la primera mitad de la película, a Cooper se lo nota incómodo en el género. En cambio, cuando aborda los conflictos personales, el drama familiar hecho y derecho que mencionábamos, se muestra como un narrador sutil, más atento a lo que puedan decir las actitudes de sus personajes que a lo que expresan hablando. Con el terror le ocurre lo opuesto: la falta de sutileza se convierte en torpeza, algo que va escalando hacia un final tan genérico como perezoso. Para peor, el monstruo tampoco ayuda; cuando existe la consciencia de que no es demasiado bueno, lo mejor es mostrarlo poco, sugerirlo en lugar de explicitarlo. Otra vez, la sutileza. Pero después de hacer eso, Cooper desecha las sombras y tira un ciervo mutante a la cara del espectador. Terrorífico en primera instancia, pero paulatinamente intrascendente. Para ser justos, hay algunas secuencias de horror bastante logradas, como aquella en la que el Wendigo rompe desde adentro el cuerpo de uno de los personajes, pero el relato nunca consigue que sus partes funcionen a la par. El drama, que podría corresponderse con el terror e incluso actuar como espejo, termina careciendo de justificación. Un ejemplo: en un par de escenas vemos a Julia tentada de comprar alcohol, combatiendo con su propia adicción, pero eso no tiene ningún peso en la historia. La situación de Lucas y su padre drogadicto podría rebotar en la historia de Julia y Paul con su padre, y de hecho Paul lo menciona (“no proyectes nuestro pasado en él”), pero la realidad es que no sucede. Los hermanos, el niño y el Wendigo son tramas que corren paralelas sin poder integrarse. Y ni hablar del costado de denuncia que la película pretende tener (dicho por su director en algunas entrevistas). La leyenda dice que el Wendigo se manifiesta como venganza por la explotación del medio ambiente, y sí, hay un pueblo minero y una cocina de drogas instalada en una vieja mina, pero una vez más: no hay una justificación que lo sostenga. Aún con Del Toro y Antosca involucrados, el estreno de Scott Cooper en el terror es otro punto bajo de un año difícil para el género (podríamos decir “en una época”, lo que sería cierto, pero también fatalista). Narrativamente fallida, saludable en su desinterés por ser más que una película de género (si hay una ambición ecologista, o una búsqueda por retratar la realidad de los nativos americanos, todo está tan lavado que no se nota demasiado), Espíritus oscuros termina siendo una película olvidable, que no hace ruido ni tampoco molesta. Con el anuncio de que su próximo proyecto va a ser la adaptación de una novela de Paul Tremblay, una de las nuevas estrellas de la literatura de terror, podemos decir que Cooper la pasó mejor que nosotros en su paso por el género. Ojalá que en esa película futura se acuerde de nosotros.
De la mano de Scott Cooper en la dirección, siendo su primera vez en el género de terror, y Guillermo del Toro en la producción, con su basta experiencia en el rubro, llega a los cines una nueva y escalofriante historia bajo el nombre de “Espíritus Oscuros” o “Antlers” en su idioma original. La historia se centra en Julia (Keri Russell), una maestra de escuela primaria que vive junto a su hermano Paul (Jesse Plemons) en un sombrío pueblo de Oregón y Lucas (Jeremy T. Thomas), un alumno de comportamiento extraño que expresa, a través de sus dibujos, el infierno en el que vive junto a su familia mientras una serie de desapariciones y hallazgos de restos humanos en el bosque comienzan a ser atribuidas a una criatura mitológica que asecha al pueblo, usando cuerpos humanos como huésped. Julia, que ya tiene un pasado perturbador a raíz de abusos en su infancia, comienza a seguirle los pasos a Lucas convirtiéndose en su protectora de la bestia amorfa que amenaza y se encuentra más cerca de lo que ellos creen. La película se toma su tiempo, no me parece hecha para complacer al espectador promedio que está acostumbrado a recibir demasiada información por segundo. Igualmente no ahonda en la historia de los personajes, motivo que me dejó con ganas de saber más acerca de temas particulares que no diré para evitar spoilers. “Menos es más” me parece una cita oportuna en este film ya que no sobran los momentos de gore; sin embargo, cuando hay que mostrar algo impresionante, los resultados son buenos y algunas escenas me hicieron saltar del susto. Reniego un poco con la traducción del titulo en Latinoamérica pues de espíritus oscuros no hay nada más que estrategias comerciales para atraer la atención de la audiencia. La película nos trae una nueva historia sobre los Wendigos, unas criaturas ancestrales vinculadas al canibalismo que infectan a los habitantes, de características amorfas, lo que nos obliga a usar la imaginación para encontrarle sentido y su origen se remonta a los pueblos indígenas de Estados Unidos. Me gustan las películas que se basan en leyendas porque habilitan a una continuación de la cual compro una segunda parte.
Una criatura ancestral aterroriza a un aislado pueblo de Oregón, y una maestra de escuela secundaria, junto a su hermano, serán parte del mito o terminarán consumidos por éste.
Si bien Guillermo del Toro no la dirige, su firma y estilo desde la producción, está presente en esta claustrofóbica historia en la que, independientemente del horror que atraviesan sus protagonistas, hay un profundo trabajo de descripción de personajes y climas que elevan la apuesta con una potente propuesta. Keri Russell y Jesse Piemons al frente de una historia que escapa a lugares comunes.
La nueva película del director Scott Cooper (Crazy Heart, Out of Furnace) está basada en un cuento de terror escrito por Nick Antosca y escrita junto a él y a Henry Chaisson. Este cuento llamó la atención de Guillermo Del Toro y fue así que decidió producir la adaptación. Al verla se entiende inmediatamente por qué al realizador mexicano le interesó la historia; a la larga a él siempre le gustaron los monstruos y aunque a veces siente cariño por ellos también los teme porque comprende que son reales. En el prólogo a su antología de Cuentos de Terror, el escritor argentino Alberto Laiseca escribía: «La vieja pregunta es ¿por qué seguimos leyendo (o pidiendo que nos cuenten) historias terroríficas? En primer lugar porque nos divierten mucho. Es cosa clara. Todo lo que ‘abre puertas’ gratifica. Pero hay todavía una razón más profunda: los monstruos existen en serio y todos los sabemos…». En Espíritus oscuros, que empieza con un prólogo intrigante y terrorífico en el que un niño es testigo de algo que ataca a su padre, los monstruos no siempre tienen una apariencia estrafalaria y sobrenatural, a veces se encuentran bajo la piel de vínculos cercanos. La protagonista es una joven maestra interpretada por Keri Russell, una mujer que recientemente volvió al pueblo y a la casa en la que vivió y ahora lo hace junto a su hermano convertido en sheriff. En la escuela enseña sobre mitos y leyendas y le llama la atención un estudiante que además de ser maltratado por el resto de sus compañeros, permanece siempre solo, parece desnutrido y aunque no sabe leer llena sus cuadernos de dibujos aterradores que cuentan historias. Julia, la mujer en cuestión, no tarda en intuir que algo sucede en la casa de ese niño e intenta acercarse a él. Es que su historia familiar la hace sensible a este tipo de situaciones. Lo que no imagina es que en la casa de este nene su padre convive transformado en una criatura salida de la mitología de los nativos. La trama no tiene grandes sorpresas y las metáforas pueden ser demasiado claras pero eso no hace al relato menos efectivo. Porque Cooper consigue crear climas ominosos y sugerentes, de hecho siempre decide mostrar lo justo y necesario y así se mueve de manera lograda entre la tensión y el misterio. Aunque esté protagonizado por un niño no estamos ante un film de tono liviano casi familiar como podrían serlo Un monstruo viene a verme o Historias de miedo para contar en la oscuridad, por mencionar historias que conjugan drama y terror sobrenatural protagonizada por niños. El director no teme en sus dosis justas apostar por el gore, que a veces desentona un poco con la parte más emocional. Por un lado está a cuenta gotas, contando lo justo y necesario porque sobre ciertos temas no hace falta decir mucho, la historia pasada de esa profesora que se escapó de su casa y no pudo volver hasta que su padre hubiese muerto. Por el otro, la del niño transformado a la fuerza en cuidador en una situación que lo pone siempre en peligro. Quizás Espíritus oscuros no termine de explorar la atractiva mitología nativa que gira sobre la historia que se cuenta, el Wendigo que aparecía en la novela de Stephen King «Cementerio de Animales», pero es que su corazón radica en la mencionada idea que se tiene sobre el monstruo. Una pequeña y aterradora película que nos enfrenta ante la horrible pero evidente noción de que los monstruos existen y pueden estar más cerca de lo que pensamos
Hoy nos toca hablar de Espíritus Oscuros, un film dirigido por Scott Cooper, producido por Guillermo del Toro y protagonizado por Kery Russell, Jesse Plemons, Jeremy T. Thomas y Graham Greene. Espíritus Oscuros cuenta la historia Julia Meadows, una maestra de un aislado pueblo de Oregón. Ella y su hermano, el sheriff del pueblo, se enredan con un enigmático alumno, este pequeño tiene oscuros secretos que los conducen a encuentros aterradores con una criatura ancestral y legendaria. Lo primero que tenemos para decirles es que Espíritus Oscuros es una buena cinta de terror, pero no es maravillosa ni va a convertirse en clásico, aunque sí estamos ante un producto bien llevado acabo. Como película de horror funciona y es de agradecer que la narrativa sea más bien atmosférica y con pocos sustos fáciles, el ambiente, la criatura y las actitudes del joven Lucas, son quienes nos llevan de la mano a este descenso a los infiernos. Aunque, seamos sinceros, los personajes ya viven en su propio infierno. En Espíritus Oscuros no existe sólo el terror paranormal, sino el humano, ese pueblo olvidado lleno de pobreza, abusos y drogadicción es el territorio de Scott Cooper (esta es su primera película de terror), que venía de hacer films más bien con tintes dramáticos y esto se nota acá, también se nota la mano de Guillermo del Toro, principalmente en el excelente diseño de la criatura. Sin entrar en spoilers, la criatura tiene mucha impronta en la cultura norteamericana, principalmente entre los pueblos nativos. Tal vez el error de Espíritus Oscuros es estar en el límite entre el drama y el horror, esto no es una falla en sí, pero siempre es mejor tirarse para un lado u otro. La historia está basada en un relato de Nic Antosca, quien también ejerce como guionista, esto se nota por la calidad narrativa. Las actuaciones son otro punto a favor, no se notan forzadas y el pequeño Jeremy T. Thomas destaca por su corta edad. En fin, para quienes les gusten las películas de terror con toques de drama o los dramas con toque de terror, Espíritus Oscuros es una muy buena opción, eso sí no esperen sustos fáciles
Todo el juego de un buen film de terror consiste en lo que rodea al momento mismo del terror. Los espectadores son sensibilizados para llegar vulnerables a lo irracional, lo insólito, lo inverosímil. Cuando la película consigue eso, tiene la mitad de la batalla negada, aunque no toda la victoria. Espíritus oscuros logra que la historia entre. En una pequeña ciudad de Oregón llamada Antlers, una profesora llamada Julia Meadows (Keri Russel) y su hermano Paul (Jesse Plemons), el sheriff de la localidad, se empiezan a interesar por un estudiante misterioso y raro. Algo de su propio pasado los conecta con él e intentan ayudarlo. Pero mientras que ellos creen que se trata de un caso de violencia doméstica o abuso, la realidad es que hay algo mucho más oscuro y peligroso detrás de esa historia. Algo sobrenatural que pondrá en riesgo a todos. El espectador podrá imaginar que no hay algo peor que un niño maltratado y ese es el truco del film. Aludir a la vulnerabilidad del menor, pero también de los dos protagonistas, en lo que sin duda es un coqueteo del film con temas muy complejos y angustiantes. Si después no todo llega a funcionar como debería, es otro tema. La calidad actoral es aprovechada para darle aun más fuerza a la historia que finalmente choca con sus propios límites. El director, Scott Cooper, tiene una filmografía fuera del género y varios trabajos muy destacables, lo que ha hecho que Espíritus oscuros sea observada con ojos más atentos que el promedio del género. Y sí, está un poco por encima de la media, pero muy lejos de los grandes títulos del terror.