Aunque las pesadillas se maquillen de rosa, pesadillas van a seguir siendo, y cuanto más se maquillen, peor van a ser. Sabrina Farji, co directora de Cielo Azul, Cielo Negro, y directora de Cuando Ella Saltó, le ha dado colores a la página más oscura de la historia argentina, y aún cuando sus intenciones sean honorables, este pastiche kitch y pop sobre dos jóvenes lidiando con los fantasmas de la última dictadura militar termina siendo un mamarracho cinematográfico y una confusa administración didáctica de información, acerca de los hijos de desaparecidos, nietos de Las Abuelas de Plaza de Mayo. Trato de luchar con mi conciencia que me pide que no sea tan duro, pero es que si al menos, el propósito final de la película sea legítimo, novedoso e imprescindible lo podría tolerar. Pero no es así. Las Abuelas de Plaza de Mayo auspician esta película que en la última escena, sin revelar detalles, parece banalizar su lucha de tres décadas en un diálogo paupérrimo y dramáticamente insulso y ausente de emoción, aun arriesgándose a caer en el sensibilísmo y lo cursi, esta solución hubiese sido más apropiada que la resultante. El padre de Lola (Emme, en una interpretación pobre y forzada a comparación de la soberbia actuación en El Niño Pez), el Oso (Jorge D’Elia desaprovechado) se intenta suicidar. En los ‘70s fue un militar represor de la dictadura, y se sospecha que Lola es hija de desaparecidos. Ella prepara un show circense – erótico junto a Eva, su amiga (Celeste Cid, que no derrapa pero está en el borde), cuyo padre fue torturado y asesinado. Ella quiere convencer a Lola de que se haga un análisis de ADN para descubrir su verdadera identidad. Ambas comparten otra incertidumbre que las deprime: la falta de un amor. Mientras que Lola trata de defender a su padre, Eva se enamora de Lucas (el paralelismo no es muy coherente), el chico que atiende el bar de la esquina. En el medio está la historia de Alma, la hija biológica de El Oso, quién tiene la carta de la supuesta “verdadera” madre de Lola, que prueba la culpabilidad de su padre. Ella también es una mujer solitaria, quien encontrará en Daniel (Awada, lo mejor del elenco junto con Willy Lemos) un alma gemela en quien refugiarse. Historia coral, donde el drama histórico, se mezcla con la comedia romántica, por así decirlo, y algunos números musicales aislados, Eva y Lola propone ser un híbrido didáctico, con discurso obvio y directo, pero información errónea. Porque a los graves y notorios errores cinematográficos, se le suman errores de datos (no hay 300 hijos de desaparecidos sino más de 500, y esto queda aclarado con un cartel en el final. Ahora bien, ¿por qué Farji si lo sabía no lo puso durante la película? Para decir que 100 años después de que terminó la dictadura se encontrarían todos. Es inaudito). Y más allá de eso, el guión hace agua por todas partes. Las intenciones dramáticas no quedan claras. El humor es forzado, torpe. La estética no se justifica con el relato. La fotografía de Marcelo Iaccarino, uno de los mejores directores de fotografía del país, no le aporta emoción a la historia. En cambio, parece como si Fito Paez, hubiese querido filmar una historia de desaparecidos… o peor aún, Diego Rafecas. Y estoy más que seguro, que ambos hubiesen hecho películas mejores. No, esto no tiene remedio. No se salva ni la veterana Claudia Lapacó. ¿Una publicidad… un video clip… un especial de televisión abierta sobre los hijos de desaparecidos? Honestamente no puedo definir yo que quiso hacer Farji: si tomarse el tema en solfa, de forma más liviana… si dar esperanzas… No entiendo. Lo único que queda claro, es que esto cine no es, y que en vez de ayudar a encontrar personas, las termina confudiendo.
Resistiré (para seguir viviendo) ¿Cómo abordar desde el cine de hoy temas muy complejos, arduos, controvertidos y a la vez ya bastante transitados en el pasado? ¿Cómo construir una película que genere empatía sin caer en lo banal o lo superficial a la hora de elaborar conflictos psicológicos de una dimensión y una profundidad casi extremas? Sobre estas peligrosas aguas se mueve esta nueva película de Farji y -aún con sus problemas, con sus desniveles, con algunas decisiones artísticas que seguramente generarán polémica- la directora de Cielo azul cielo negro y Cuando ella saltó logra sacarla a flote cuando muchos podían intuir un seguro hundimiento. A partir de un guión basado muy libremente en el caso real de la hoy diputada nacional (y nieta restituida) Victoria Donda, Eva y Lola se arriesga con una doble historia: la de Eva (Celeste Cid), una joven artista que sigue conviviendo con el fantasma (todavía demasiado presente) de su padre desaparecido; y la de su amiga y colega Lola (Emme), que se debate entre conocer la verdad o seguir bajo la sombra de un militar apropiador (Jorge D´Elía) con el que ha crecido. En una apuesta que a mí no me convence del todo, Farji y su coguionista Victoria Grigera Dupuy deciden abrir otras subtramas (como la que protagonizan dos seres solitarios, temerosos y hambrientos de amor encarnados por Alejandro Awada y Victoria Carreras) y esa coralidad es la que a mi gusto desvía la atención y no permite profundizar del todo en las múltiples facetas y aristas de las dos historias centrales. La película tiene algunas escenas tan bellas como superfluas (generalmente vinculadas a la relación amorosa entre Cid y el talentoso Juan Minujín, cuyo tono parece de otro film) y unas cuantas de enorme solvencia y caudal emotivo (como la cena navideña en la que Eva escucha las anécdotas sobre su padre). Celeste Cid -tal como ya lo había demostrado en una comedia romántica como Motivos para no enamorarse- ratifica su "romance" con la pantalla grande: su belleza, su carisma y su ligereza para sobrellevar incluso los momentos más pesados en términos melodramáticos hacen disfrutable cada una de sus apariciones. Esa "chispa", ese brillo, es el que en la comparación disminuye el lucimiento de Emme (la gran revelación de El niño pez), que de todas formas sale bastante airosa de un personaje difícil en todos los terrenos. Con la ayuda de sus actrices y el aporte de un verdadero dream team técnico, Farji concreta una película que está lejos de ser redonda, pero que tiene unos cuantos buenos pasajes, un acabado visual muy logrado y una honesta propuesta destinada a la discusión sana, profunda y descarnada.
Las sombras del pasado Después de Cuando ella saltó, la realizadora Sabrina Farji aborda un tema complejo relacionado con el pasado negro de la Argentina, pero lo hace de manera diferente y a partir de la relación de las amigas que dan nombre al título del film. Eva (Celeste Cid), una joven hija de padre desaparecido, se entera que su compañera Lola (Emme) es una hija apropiada, y la acompañarla para averiguar sobre su verdadera identidad. Dos almas que se necesitan para correr los velos del pasado. El relato despliega diversas aristas dramáticas y personajes secundarios acertados como el de Sammy (otra vez más que oportuna la elección de Willy Lemos), el tío "chupado" por la ESMA o de Alma (una notable Victoria Carreras). Para descomprimir la tensión que ofrece la trama, el film ofrece momentos cotidianos (las reuniones amenas que rodean a Eva previas a la Navidad) y los musicales que tienen que ver con el Kabaret De Luxe, el espacio artístico que comparten las protagonistas. Es cierto también que el personaje encarnado por Claudia Lapacó merecía un mayor desarrollo, pero Eva & Lola corre el riesgo de contar una historia conocida por todos y llevada al cine en innumerables oportunidades por el cine nacional. La búsqueda de la identidad y del bienestar personal son los motores de esta película que se apoya en una Celeste Cid de gran presencia y belleza física en la pantalla con un papel que le va como anillo al dedo. Emme también hace lo suyo (sobre todo en la escena final) en un complejo entramado que tiene un buen broche.
Sabrina Farji, directora de Cuando Ella Saltó y también guionista de Felicitas, cuenta en Eva y Lola la historia de dos amigas bien diferentes entre sí, pero con un pasado en común. Ambas son hijas de desaparecidos; Eva lo sabe, vive con un tío sobreviviente de la ESMA, y busca saber más sobre su origen. Lola en cambio, creció en una familia apropiadora y en medio de mentiras. Ambas se esconden en un mundo de fantasías que ellas mismas crearon; pero la verdad no tardará en salir a la luz. Eva lucha por lograr que su amiga asuma su verdadera historia y se haga cargo de su propia identidad. La felicidad, el amor y el saber quién es cada uno las llevará por un difícil camino, en el que se cruzarán antiguos rencores, sentimientos, reencuentros. A medida que la trama avanza, la directora deja bien claro que el olvido de los años recientes no es una opción, y que reunir nuevamente a los hijos y nietos de los desaparecidos debe estar entre las prioridades de la sociedad argentina. Tanto Celeste Cid –la Julia de Resistiré- como Emme –que en cine trabajó en El Niño Pez- en su papel de Lola, logran unos personajes tan creíbles como queribles. Eva es una chica sensible pero fuerte a la vez; sabe lo que quiere y no para hasta lograrlo. Lola también es susceptible y la verdad la aturde; se siente sola y su amiga es para ella una hermana. Eva y Lola tiene una estética muy cuidada, especialmente las escenas del circo en donde los personajes principales dejan volar su imaginación y se sumergen en el ensueño. La música que acompaña al film, sobre todo a los números circenses en los que las mismas protagonistas cantan, tienen una fuerza movilizadora. La historia es buena; sin embargo y sin soslayar su importancia, el tema de los hijos y nietos podría haber sido abordado desde otro punto de vista, más creativo, para evitar caer en una historia más entre tantas.
Verdad / Consecuencia El cine aparte de ser industria y entretenimiento, también debe tener una función social y Eva & Lola (2010) la tiene. La nueva película de Sabrina Farji (Cuando ella saltó, 2007) cuenta una historia que puede servir a que muchos jóvenes, expropiados de niños, por la última dictadura puedan encontrarse con su verdadera identidad. Y eso ya es un logro. Lola (Emme) y Eva (Celeste Cid) son amigas de toda una vida. Eva es hija de desaparecidos y fue criada por su tío (Willy Lemos). Los padres de Lola son militares y le ocultaron su propia identidad. Eva descubrirá la mentira y hará lo imposible para que Lola acepte la verdad. Para narrar esta historia Sabrina Farji eligió contarla con una estructura narrativa más lineal que lo que había demostrado en sus anteriores trabajos, a pesar de imprimirle ciertos toques estéticos que definen su identidad como cineasta. El film cuenta una historia trágica pero corriéndose del lugar solemne en el que podría haber caído y nutriéndose de elementos que le imprimen frescura. Los colores, la ropa, la música, el montaje fragmentado o las historias paralelas que nada tienen que ver con el conflicto pero que hacen a la vida misma de los protagonistas, logran un film comprometido y entretenido a la vez. Que a Celeste Cid la cámara la ama no es ninguna novedad. Dueña de una fotogenia increíble la joven actriz demuestra cómo es ponerse una película al hombro y sostener una historia de principio a fin con una actuación cargada de carisma. Su Eva es tan increíblemente bella como natural, cada aparición en cuadro, cada parlamento, cada instante en el que está se convierte en un momento memorable capaz de transformar lo más trivial en sublime. Celeste Cid demuestra que además de ser bella es una gran actriz y que con solo su presencia la magia del cine pasa a ser real. Junto a la extraordinaria actuación de Celeste Cid se destaca un elenco conformado por Emme (El Niño Pez, 2009), Juan Minujín (Cordero de Dios, 2008), los siempre correctos Alejandro Awada y Claudia Lapacó junto a Victoria Carreras en un personaje que el cine le debía. Uno de los puntos fuertes del film es el de la dirección actoral que pone a cada personaje en el lugar correcto sin sobreactuaciones ni clichés, cuando todo podría haberse dado para que así sucediera, la maestría de Farji supo poner los límites necesarios justo a tiempo. Eva & Lola pone sobre el centro de la escena a la Identidad, pero no solo de los que la perdieron o a los que se les ocultó sino la de la identidad en toda su extensión, abarcando desde el quiénes somos como personas, como familia, como institución y como país. Identidad que estaría bueno recuperar de la misma manera que las abuelas puedan recuperar a sus nietos y esos nietos puedan saber quiénes son, para así entendernos a nosotros como nación. Hace años en Argentina hubo un ciclo llamado Teatro por la Identidad, más tarde nació Televisión por la Identidad y ahora llego el turno de Cine por la Identidad, una apuesta que movilizará nuestro interior, mostrándonos una verdad a pesar de las consecuencias. Vale la pena.
Cuando la (mala) publicidad se disfraza de (peor) cine Dos chicas súper cool, alocadas ellas, son muy amigas entre sí y comparten cada una un secreto de la otra. Eva tiene a su padre desaparecido y Lola es una hija apropiada cuyo padrastro es un ex represor de la ESMA. Ninguna de ellas tiene un trabajo visible, no están doce horas en la caja de un supermecado ni marcando tarjeta en alguna fábrica, son muy bohemias y hasta estudian "circo". Todo muy acorde a la estética palermojolivuiana que la directora le imprime al filme. Lola quiere a sus apropiadores y Eva busca convencerla acerca de la conveniencia de enfrentar los hechos y poner las cosas en su lugar. Interesante el tema central, lástima la banalización que Sabrina Farji hace de un tema tan delicado como doloroso. No hay ni un atisbo de inspiración en el guión que parece hecho para lo que finalmente es esta película: un spot publicitario de una hora y media. Los pocos momentos de cierto interés interpretativo lo aportan Alejandro Awada y Victoria Carreras, como personajes secundarios. Emme carece de la hondura dramática que su personaje requiere y Celeste Cid hace lo que puede con un texto imposible. La falta de rigor cinematográfico es absoluta. Está tan ocupada la directora en su discurso que comete gruesos errores de continuidad y ambientación en general. Es una pena que se malgasten dineros públicos en obras de tan poco vuelo artístico, que hasta atentan contra aquello a lo que pretenden aportar. Valga la recomendación de buscar "Cautiva", del año 2006 y dirigida por Gastón Biraben, que sin ser una maravilla al menos demuestra respeto por el tema, lejos de cualquier intención marketinera, además de ofrecernos uno de los últimos trabajos en el cine de Susana Campos. Para peor, "Eva y Lola" no disimula su intención publicitaria, evidente en la escena final, pero evita, inexplicablemente, aportar datos ciertos acerca del tema que trata, por ejemplo la cantidad de nietos recuperados. Paradoja de un filme que se nutre, oportunamente, de la realidad pero le escapa al dato concreto. Tal vez no servía, marketineramente hablando.
Por la identidad Una mirada generacional juvenil sobre la apropiación de niños durante la dictadura. Es cierto que Eva y Lola trata sin solemnidad un tema muy, muy serio. Como también que cae en tópicos comunes, muy comunes. Es cierto que la trama, basada en la historia de una alumna de guión de Sabrina Farji -realizadora de este filme-, parece increíble pero es real. Como también que ciertos giros del guión de la película -escrito por Farji y su alumna, Victoria Grigera- son totalmente inverosímiles. Así de ambiguo es el resultado de este filme centrado en la restitución de la identidad de los niños (hoy jóvenes) apropiados por represores durante la última dictadura. Celeste Cid -desenvuelta y eficaz frente a cámara- interpreta al personaje que le otorga el punto de vista a la historia: la desenfadada Eva que, aun con su padre desaparecido (con el que finge o cree hablar por teléfono), busca el amor, la luminosidad, el camino propio. Emme, en el papel de su amiga Lola, en cambio, está anclada en la vida que le impusieron un padre apropiador y una madre negadora. "Yo soy muy feliz con mi familia. Nadie tiene derecho a sacármela", le dice a Eva. Eva contesta: "Ya te la sacaron". Y Lola: "Me adoptaron, nada más". Y Eva: "Te apropiaron". Este es el núcleo de una trama que luego girará con extrema, poco creíble, simpleza. Farji acierta al apostar al prisma juvenil, al cambio del punto de vista generacional sobre un tema tan abordado como angustiante. Así le aporta alivio y ligereza a la historia, cierta extravagancia e incluso algunas dosis de humor. Eva y Luna bailan en una suerte de cabaret naif (Cid y Emme se lucen en estas coloridas secuencias musicales) y no aparecen como seres atormentados sino frescos y vitales. La fotografía de Marcelo Iaccarino y la música de Christian Basso son impecables, como otros rubros técnicos. Pero también hay subtramas que no aportan mucho, subrayados innecesarios y personajes secundarios esquemáticos. Finalmente, el filme se destaca más por su perfil didáctico y estético que por su delicadeza narrativa.
Buena idea, pero algo despareja Dos mujeres jóvenes (Celeste Cid y Emme) convergen en un mismo lugar, un circo-cabaret donde hacen sus números circenses con canciones. Fuera de allí comparten iguales inquietudes frente a la vida, una como asumida hija de desaparecidos durante la dictadura militar, en busca de una identidad definitiva, la otra, con esa misma marca de origen, recién liberada de la venda que durante más de dos décadas le impidió, como a su amiga, hacerle frente a la cruel verdad. A su alrededor, se mueve un mundo por resolver, entre quienes las ayudan, los que sufren al descubrir que de alguna forma también fueron víctimas de lo que ocurrió durante tanta oscuridad, y los que a su vez deben reconocer la verdadera culpa de aquellos crímenes, tal como hayan en verdad compartido responsabilidades. El planteo es, a simple vista, más que interesante, todo un desafío que Sabrina Farji debe sortear, con cintura, la altura de las circunstancias. De por sí es valioso. La línea inicial trazada sobre la tela en blanco promete una pintura valiosa, pero los problemas aparecen de a poco, y no son pocos. Comienza a diluirse el dibujo de cada personaje, y solo un puñado consigue definirse por completo. Las ideas también aparecen, pero muchas se disipan en encuentros que apenas trascienden, y si lo hacen, lograrán emocionar siempre y cuando quienes les ponen el cuerpo respondan con talento propio, es decir con sus propias herramientas. Es evidente que Eva & Lola tiene una idea de partida más que interesante y por cierto transgresora con respecto a los muchas -buenas y no tanto- historias que abordaron el tema de los hijos de desaparecidos, a los que les han quitado la identidad y necesitan recuperarla, pero no es suficiente para lograr un todo sobresaliente. Sí, y de eso no quedan dudas, hay mano en su directora para captar algunas de esas situaciones con talento, pero no todas, con mucha vena y convicción, visible en los desempeños de Celeste Cid y Emme, así como buenos aportes de Willy Lemos, Victoria Carreras y Alejandro Awada, también de Claudia Lapacó y Jorge D´Elia, que pujan con esa sensación de que en la receta no todos los ingredientes están calibrados y en ese sentido, el cine suele ser impiadoso. En suma, Eva & Lola tiene fortalezas genuinas pero, y allí surge una cuestión clave, solo un puñado son aprovechadas al máximo de su potencial.
Generación robada El nuevo opus de Sabrina Farji arranca con una versión rabiosa de un tema de la autora Liliana Felipe mientras las protagonistas, Eva (Celeste Cid, impecable) y Lola (Emme, convincente) se cuelgan de unas telas y danzan provocativamente. La verborragia arrolladora de la letra, un verdadero trabalenguas interpretado con gran exactitud por las actrices, avanza en un increscendo vibrante que poco a poco se adueña de la pantalla hasta atragantar. Y de la madeja de palabras que entorpecen también se vislumbran aquellas que expresan sentimientos o recuerdos; que aparecen en un agotador ejercicio de la memoria, obstinada en llegar inoportuna a la cita con el pasado, nada menos que en vísperas de las fiestas donde la costumbre dicta la reunión familiar incluso para aquellos que no tienen familia o la arman y desarman en otro cínico trabalenguas amparados en el silencio y la impunidad. Esa rabia y desenfado atraviesa la vida de estas dos jóvenes. Uno no tarda en descubrir en ellas los lazos invisibles de la amistad, aunque hay algo más profundo que las vincula: la época de la dictadura militar y la constante persistencia en definirse frente al mundo, tanto desde la identidad despedazada y desgarrada como desde la historia oscura y trágica que las precede igual que una generación completa que hoy bordea los treinta y pico y arrastra, ya sea por acción o por omisión, los fantasmas del pasado de sus padres. Y así, sutilmente y sin eufemismos (igual que sucediera en Cautiva) se va construyendo, a partir del punto de vista de Eva, este relato que aborda el tópico de los hijos de desaparecidos a partir de un enfoque novedoso, poco solemne y evitando -en la medida de lo posible- el trazo grueso desde el guión, adoptando una distancia superadora por parte de la directora que no contamine las subtramas para ceñirse en la anécdota que se quiere narrar. Sencillamente, Lola fue apropiada ilegalmente de su madre -que la dio a luz en el centro clandestino de la Esma en el año 1977- por un militar apodado el Oso (Jorge D Elía), quien en el presente es denunciado por su hija biológica Alma (Victoria Carreras, conmovedora) tras muchos años de ausencia de su familia. La que toma la iniciativa de contactarse con ella es Eva, hija de un desaparecido que encontró en los amigos sobrevivientes a su familia del corazón. Presas de la rabia y la confusión, ambas amigas confrontan por la necesidad de conocer el pasado para despejar dudas sobre el presente: en el caso de Lola crece la sensación ambigua de no traicionar a su familia apropiadora, que la crió imposibilitándole reconstruir su pasado con su abuela que la sigue buscando; y para Eva se trata de clausurar un capítulo crucial y nefasto que todavía la ata a su padre, con quien mantiene charlas imaginarias por celular. Sabrina Farji se cuida de recurrir a los lugares comunes a pesar de que muchas de las situaciones que se presentan a lo largo del film resultan familiares o cotidianas a los ojos del espectador; se apoya con absoluta confianza en un elenco sólido que se adapta a las exigencias de diálogos concisos y poco altisonantes en donde la labor de Celeste Cid, mezcla de niña rebelde y mujer aniñada, descolla frente al resto. La apuesta a la estética fresca concentrada en la intensidad con acercamientos rabiosos para corregir el encuadre, reforzada en una cámara pegada a los personajes para participar de su intimidad, son los puntos fuertes de un film distinto que refleja solamente algunas debilidades y desaciertos en la construcción narrativa quizá por el mismo peso de una historia originada a partir de un hecho verídico.
Quiere hacer el bien, pero le sale mal Eva (Celeste Cid) es militante, a Lola (Emme) parece importarle poco la causa y Alma (Victoria Carreras), casualmente, está rota por dentro. No está mal que en una película que habla de la identidad, los nombres sean algo fundamental. Lo que está mal es que las cosas sean tan lineales y obvias, y algunos diálogos y situaciones parezcan sacados del peor cine de la década del 80: ese que tiraba verdades a 100 kilómetros por segundo. Eva y Lola, de Sabrina Farji, es un film tan políticamente correcto como cinematográfico inepto. Apoyado por Abuelas de Plaza de Mayo y realizado en un momento clave de la pelea por la reivindicación de las causas relacionadas con los crímenes de lesa humanidad, Eva y Lola necesitaba una mayor depuración de su argumento como para convertirse en un serio referente de su tiempo. Este cine renuncia a varias cuestiones formales y cree que sólo el tema puede hacer interesante a una película. Más allá de las buenas intenciones, el arte precisa otros elementos que aquí brillan por su ausencia. Eva sabe que su padre estuvo desaparecido y que su amiga, Lola, fue apropiada por un militar. Lo que cuenta el film es la lucha de una por convencer a la otra de que el pasado que le contaron, no es el real. No está mal la apuesta de Farji: le quita la ideología al asunto, lo despolitiza para evitar suspicacias, y lo que deja es la lucha de dos jóvenes por hacer que les reconozcan un deseo tan fundamental como el de saber quiénes fueron en el pasado. Es más, hasta los personajes se salen del lugar común de este tipo de películas sobre el pasado reciente. Además de ese pasado que se comienza a esclarecer, ambas chicas son un presente donde la necesidad del amor se hace imperiosa. El tema es cómo construir un hoy si no hubo un ayer. El inconveniente es que la forma de construir ese hoy que muestra el film, casi sin ripios dramáticos y con una liviandad asombrosa, no se corresponde con la realidad a la que dice suscribir. Si bien las actuaciones son desparejas (sólo Alejandro Awada y Juan Minujín aportan algo de talento y gracia), el mayor problema de Eva y Lola es un guión que se debate entre lo políticamente correcto y lo didáctico. Así, sus personajes son planos o previsibles, cuando no irritantes como la Eva de Cid. Y, para colmo de males, el empeño de Farji y su guionista Victoria Grigera en hablar de los desaparecidos es tal, que no hay momento donde el tema no se imponga a la narración. Así, una agradable cena navideña se tiñe de la importancia del asunto central, como si esos personajes no pudieran escapar ni siquiera dos segundos, ni respirar sin acordarse de que antes que personas son símbolos del pasado. Con tanta simbología, el film termina por banalizar el asunto con un final en el que la cifra de hijos apropiados es tergiversada por vaya a saber uno qué decisión argumental. Queriendo hacer el bien, Eva y Lola comete varios males. Un film que impone el peso de su tema para disimular todas sus falencias, que son demasiadas como para dejarlas pasar en nombre del ciudadano bienpensante.
Abordando con cierta audacia formal y expresiva la temática de los chicos apropiados durante los años de plomo, Eva & Lola propone un valioso ejemplar de cine revisionista que descree de la densidad y el melodramatismo. A través de la nada simple amistad entre las dos chicas del título, este tercer film de Sabrina Farji ofrece una reivindicatoria y aún imprescindible mirada sobre la memoria y la identidad, apelando a recursos diferentes y creativos. Dos singulares y jóvenes artistas que hacen performances en un denominado circo cabaret punk, poco a poco deberán enfrentar sus respectivas y desoladoras realidades familiares, vinculadas con la represión ilegal. Eva busca sobrellevar su duro pasado a través de fantasiosas llamadas a un padre ausente, mientras que Lola se niega a aceptar su carácter de nieta que busca ser recuperada. Pero no sólo eso las emparenta, también la presencia de una tercera mujer llamada Alma, entre otros pormenores que las obligarán a comprometerse y crecer de golpe. Más allá de algún desequilibrio, Eva & Lola atrae y emociona, sustentada por buenos diálogos y situaciones, el talento y la belleza de Celeste Cid y Emme y un buen elenco en el que se destacan Victoria Carreras, Willy Lemos y Alejandro Awada.
De eso sí se habla Humor, música, búsqueda estética y buenas actuaciones en un film arriesgado, bien logrado y con personajes de carne y hueso. Dos lindas chicas protagonizando un film sobre apropiación de bebés, con cuadros musicales incluidos y una pizca de humor negro podría haber sido un coctel fatal. Sin embargo, son justamente esos los condimentos que hacen de Eva y Lola una película inteligente, distinta, única. Basada en la vida de Victoria Grigera (coguionista y con un pequeño papel en la película), Eva y Lola está lejos de correr por los caminos de lo previsible. Y es en el trazado de los personajes donde se nota la intención de Sabrina Farji de construir un universo posible con seres en los que el dolor y el humor conviven, al igual que las esperanzas y la melancolía. Eva (Celeste Cid) es huérfana. Su vida es casi caótica: no trabaja, no está en pareja, extraña muchísimo a su madre que murió hace un tiempo, añora a su padre desaparecido y va por la vida con la emoción a flor de piel y sin freno. Lola (Emme) es su amiga. Juntas realizan shows de cabaret posmoderno con toques circenses. Son muy distintas. O no tanto. Lola es la hija apropiada por un represor –ahora internado y acorralado por la Justicia- y se debate entre enfrentarse a un examen de ADN que le restituya su identidad o preservar de un posible castigo a quienes la criaron. En ese ir y venir de Lola es donde la película gana. Para ella esa pareja son sus padres. Esa es su realidad, ese es su mundo y le da pánico reconocer que toda su vida fue una cruel mentira. Emme supo cómo mostrar, con pequeños gestos, los distintos estados de su personaje. Cid, por su parte, logró imprimir a Lola de la frescura y la sensibilidad necesaria para que no se convierta en el cliché de esas chicas un poquito snob y otro poquito comprometidas. La cámara parece amarla despiadadamente, aunque ella se muestre huidiza, ajena y hasta atemorizada por momentos. Pero si bien las dos protagonistas logran con creces su cometido, Victoria Carreras -en el rol de Alma, la hermana adoptiva de Lola- es quien logra el mayor lucimiento, tocando las cuerdas necesarias para que se entienda el tránsito, la culpa y la soledad de su personaje. El rol de Alma es fundamental (tanto que su nombre podría, de hecho, haber sido incluido en el título). Es ella quien tiene la clave para que la verdad salga a la luz y, además, el coraje necesario para soportar el caos que eso podría significar para su entorno. Todos los personajes de la película son humanos, contradictorios y hasta traidores en mayor o menor medida. Porque Farji no solo elegió no mostrar a ese matrimonio de apropiadores interpretado por Jorge D’Elía y Claudia Lapacó como dos monstruos de manual, sino que tampoco hizo de los demás personajes héroes lineales y sin recovecos. Willy Lemos, en el rol del tío postizo de Eva y Alejandro Awada -Daniel, otro traidor que vive un inesperado y tierno encuentro con Alma- muestran una gran variedad de matices y vuelven a sus personajes seres algo oscuros pero también luminosos a su manera. Los cuadros musicales, finalmente, son dos. A no asustarse. No es que de la nada las chicas comienzan a cantar, en el medio de una escena. No. Están estratégicamente colocados de manera que constituyen un aporte -estético y dramático- a la trama. Podría decirse, en realidad, que hay una especie de bonus track, una escena en la que el personaje de Juan Minujín – Lucas, un chico de barrio avasallado por Lola- dedica a su pretendiente una graciosa coreografía. Eva y Lola no es un musical. Tampoco es una película revisionista ni aleccionadora. Mucho menos un intento de echar mano a un tema candente para asegurarse un éxito cargado de polémica. Es una película sobre seres humanos que transitan, como pueden, la vida que les tocó en suerte. Es ni más ni menos que la confirmación de que asumir riesgos puede ser el camino más honorable para lograr un buen producto artístico.
La realizadora de “Cielo azul, Cielo negro” y “Cuando ella saltó” nos presenta su tercera película, protagonizada por Celeste Cid y Emme. Sabrina Farji dicta clases de guión en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en el 2004 participó de su taller Victoria Grigera, hija de padre desaparecido durante la última dictadura militar, quien le contó la historia de una hija de desaparecidos que se hacía amiga de una chica que había sido apropiada durante el proceso y la ayudaba en la recuperación de su verdadera identidad. Este sería el punto de partida para filmar “Eva & Lola” y de Grigera como guionista. “Eva y Lola” narra la historia de dos amigas hijas de desaparecidos. Eva (Celeste Cid) con el intento de la aceptación de su historia, inventando un mundo fantástico creyendo que se comunica con su padre desaparecido por teléfono, y Lola (Emme) descubre que sus padres son sus expropiadores y va a ir intentando buscar el camino hacia su verdadera historia. El film relata una historia trágica que intenta no caer en lugares comunes. Se trata de una historia de amor de Eva con su vecino de enfrente Lucas (Juan Minujin); en tanto la hermana de mayor de Lola, Alma (Victoria Carreras), denuncia a sus padres al darse cuenta que habían apropiado a su hermanita menor alejándose de su familia. Estas historias no suman mucho, pero forman parte de los subtramas, los cuales crean una pausa en la trama principal. Sin duda la identidad es el tema central. La realizadora propone una mirada luminosa y esperanzadora a temáticas universales como la memoria y la identidad. Es un tema difícil de contar, pero bello en cuanto al relato de una parte nefasta de nuestra historia reciente, la cual nunca hay que olvidar, y mucho menos repetir. En los últimos años se realizaron ciclos de Teatro por la Identidad, más tarde nació Televisión por la Identidad y también le toco el turno del cinematografía, como buenos recursos para mantener presente nuestras memorias. Con sus más y sus menos esta producción se suma a los títulos que en los últimos años han planteado, desde distintos ángulos y resultado final, aspectos que hacen a las heridas abiertas en el período 1976-1983 las que se mantiene vigente en la sociedad argentina.