Mamá está con los gusanos La franquicia Evil Dead abarca en primera instancia la trilogía original dirigida por Sam Raimi y protagonizada por Bruce Campbell en el rol de Ash Williams, léase Diabólico (The Evil Dead, 1981), Noche Alucinante (Evil Dead II, 1987) y El Ejército de las Tinieblas (Army of Darkness, 1992), la segunda sin duda la mejor del lote y las otras dos asimismo muy disfrutables, combo a su vez precedido por un corto muy poco conocido incluso entre la fauna cinéfila que se dice devota, Dentro del Bosque (Within the Woods, 1978), primera verdadera incursión del equipo de Raimi y Campbell en el satanismo bucólico polirubro, y en segundo lugar vienen el excelente y algo tardío reboot Posesión Infernal (Evil Dead, 2013), del uruguayo Fede Álvarez, y la simpática serie Ash vs. Evil Dead (2015-2018), desarrollada a lo largo de tres temporadas para Starz por Tom Spezialy, el chiflado de Sam y su hermano mayor Ivan Raimi, por supuesto con Campbell regresando como Williams. Evil Dead: El Despertar (Evil Dead Rise, 2023), nuevo capítulo de la retahíla del espanto que se propone independiente pero retoma a nivel conceptual lo hecho por Álvarez en Posesión Infernal, es el segundo largometraje del cineasta irlandés Lee Cronin, aquel de la interesante y remotamente similar El Bosque Maldito (The Hole in the Ground, 2019), esa cruza entre La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), de Don Siegel, La Mala Semilla (The Bad Seed, 1956), de Mervyn LeRoy, El Otro (The Other, 1972), de Robert Mulligan, El Resplandor (The Shining, 1980), de Stanley Kubrick, y The Babadook (2014), gran obra de Jennifer Kent acerca de la histeria familiar. Cronin, que también participó con un segmento titulado Tren Fantasma (Ghost Train) en la antología Minutos Después de la Medianoche (Minutes Past Midnight, 2016), de la que además formaron parte otros ocho realizadores, aquí recupera latiguillos históricos de la franquicia como el aislamiento, el pulso narrativo furioso, la posesión del ser querido, la andanada de víctimas, el gore a caudales, los travellings subjetivos desde el punto de vista de los demonios y por supuesto un volumen literario eternamente maldito que desencadena nuestra masacre, hablamos del tenebroso Naturom Demonto alias El Libro de los Muertos alias Necronomicon Ex-Mortis alias simplemente el Necronomicón, inmemorial grimorio creado por H.P. Lovecraft, no obstante vale aclarar que el director y guionista deja de lado el tono cómico desaforado de la trilogía original y de Ash vs. Evil Dead y opta en cambio por recuperar aquella maternidad más que conflictuada de su ópera prima aunque en esta ocasión invirtiendo la polaridad envilecida porque si en El Bosque Maldito era la madre, Sarah O’Neill (Seána Kerslake), la que debía padecer a su hijito a priori inocentón, Chris (James Quinn Markey), hoy es la “progenitora estrella” la que se convierte en un juguete de las fuerzas maléficas que van más allá de su control, la horrorosa Ellie (Alyssa Sutherland), quien en pantalla se enfrenta a su hermana menor, Beth (Lily Sullivan): mientras que la primera acumula en su haber nada menos que tres críos, los adolescentes Bridget (Gabrielle Echols) y Danny (Morgan Davies) y la jovencita Kassie (Nell Fisher), la segunda es una embarazada primeriza que acaba de enterarse de la situación, por cierto para nada buscada. A posteriori de un típico prólogo de la saga con el travelling marca registrada en medio del bosque y una cabaña ocupada por tres burgueses de vacaciones que conocen a la parca de primera mano, Teresa (Mirabai Pease), Caleb (Richard Crouchley) y Jessica (Anna-Maree Thomas), Cronin incorpora la única verdadera novedad con respecto al canon de siempre moviendo la acción a una coyuntura metropolitana, específicamente a Los Ángeles y un día antes a la carnicería introductoria, para volver a sopesar los sacrificios de la maternidad -y las pesadillas que esconden- mediante primero la “mamá gallina” en crisis, esa Ellie que se separó de su marido y debe abandonar su departamento en un edificio derruido que para colmo padece un terremoto de mediana intensidad, y segundo su opuesto exacto o espejo invertido, una Beth que trabaja de “técnica de guitarras” -léase plomo o roadie- para bandas de rock y ve caerse su mundo cuando debe hacerse cargo no sólo del hijo que lleva en su vientre sino de los tres de su hermana porque efectivamente la señora termina poseída por los espíritus malévolos que todos conocemos de sobra cuando Danny se mete en un agujero en el estacionamiento, fruto del temblor, y rescata de una misteriosa bóveda subterránea tres vinilos y el mentado Naturom Demonto, combinación que resulta mortal debido a que el libro pronto se abre con unas gotitas accidentales de sangre, revelando una colección de dibujos de simpáticas atrocidades, y las grabaciones de hecho abarcan la lectura de pasajes por parte de una figura religiosa que invoca la debacle y provoca el contagio general entre todos los habitantes del edificio, con Beth ocupando el lugar de la “final girl” de la odisea. Sinceramente Evil Dead: El Despertar no es una maravilla del cine de género ni mucho menos aunque cumple bastante bien en eso de seguir el ejemplo del aggiornamiento modelo Álvarez con la meta de privilegiar los litros y litros de sangre por sobre el otro componente central de la trilogía primigenia, la comedia caricaturesca y fantástica símil Looney Tunes, sustrato delirante que se extraña pero tampoco se puede desconocer el hecho de que en manos menos capaces -o con menos cariño hacia la saga en sí- toda la faena podría mutar en una catarata de chistecitos para necios o descerebrados en línea con Marvel o Disney o los productos inofensivos para púberes. Cronin, de todos modos, compensa la ausencia de aquella magia neurótica del primer Raimi a través del surrealismo tácito en lo que atañe al acecho de los demonios, sus frasecitas irónicas y la seguidilla de asesinatos o cuerpos mancillados, un planteo que en el cine del Siglo XXI resulta muy bienvenido porque agrega un poco de vitalidad a un horror sobrenatural pauperizado que vive girando alrededor de fantasmas, exorcismos y una acepción muy burda y solemne de estos mismos posesos en cadena, siempre cercanos a unos zombies potenciados. Las actuaciones dejan bastante que desear pero el clima de angustia familiar salva las papas al igual que la movida ideológica de cargarse a los dos wokes lelos del relato, la lesbiana feminazi de Bridget y el pollerudo andrógino de Danny, amén de un homenaje al ascensor sangriento de El Resplandor y la presencia de un monstruo final heterogéneo -conformado por partes de los cadáveres con vida- que recuerda a las bellas criaturas que nos regalaron Stuart Gordon y Brian Yuzna…
Un verdadero baño de sangre para sus protagonistas y para el espectador también. Tenso relato en donde una madre hará lo imposible para proteger a sus hijos hasta que, claro, se lo permitan. A los fanáticos de la saga avisarles que no tiene conexión con la original (excepto guiños), pero, claro, no por eso, debe dejar de verse. Se disfruta de principio a fin.
Evil Dead: El Despertar multiplica los efectos gore y proporciona criaturas cada vez más repulsivas y agresivas que luchan contra los vivos. Es una propuesta splatter que va directo al hueso y que no se contiene en lo más mínimo a la hora de desplegar su arsenal más violento
Por fin puedo decir que una película del género terror está muy bien! "Evil Dead, el Despertar" dirigida por Sam Raimi (creador de la saga que incluye películas y una serie) se desarrolla en Los Angeles, principalmente en la casa familiar con algunas escenas en el resto del edificio, ascensor, garage y pasillo y eso es extraordinario ya que le imprime el sello de asfixia y claustrofobia necesarios para la historia que nos ocupa. La familia está compuesta por Ellie (Alyssa Sutherland) la madre recientemente abandonada por su marido y sus tres hijos, Bridget (Gabrielle Echols), Danny (Morgan Davies), y Kassie (Nell Fisher). Al hogar llega Beth (Lily Sullivan), la hermana de Ellie después de una gira con bandas de rock con las que trabaja y con algunas cuestiones personales que no conviene develar. Cuando deciden festejar el encuentro familiar con pizzas, un terremoto leve pero suficiente como para abrir un hoyo en el piso que invita a que Danny encuentre un libro que se lleva a su casa y que, al abrirlo desate un demonio que posee a su madre. A partir de allí, la película entra en un ritmo vertiginoso y ofrece todo lo que vamos a buscar, una alta dosis de violencia que se traduce en sonidos inquietantes, mucha sangre, vómitos, desmembramientos y una seguidilla de locura y muerte que los apasionados del terror van a disfrutar. Los efectos visuales son impecables y excelentes, como el maquillaje, muy bien logrado al igual que las actuaciones, ninguno desentona y la protagonista y su hija menor se llevan mis más sinceros aplausos. Maravillosa.
Aceptémoslo: no le exigimos tanto a las películas de terror como si lo hacemos con las de otros géneros. Tanto así, que el criterio para separar una buena historia de horror de una mala está más anclada en lo subjetivo que en formalidades cinematográficas. Casi podría decirse que hay una trama hecha a medida para cada fanático. Seguramente, así lo entendió Sam Raimi en 1981, cuando entregó al mundo una historia que era un poco (mucho) de sangre, otro poco de comedia, algo de absurdo y bastante contenido paranormal. Esa trama, tan deforme como los cuerpos muertos de su franquicia, fue furor y marcó un hito en la historia del cine sanguinario. Es por eso que la noticia sobre la vuelta de Evil Dead fue tomada con un trago de curiosidad y otro de miedo. Y más aún cuando el tráiler no mostró la mítica cabaña, el bosque maldito que la rodea y al final boy definitivo, Ash Williams. Todo lo contrario, nos presentó a una familia disfuncional, dos protagonistas femeninas y un edificio en ruinas. Pero tranquilos: los aspectos tradicionales que todos amamos de esta franquicia están intactos en Evil Dead Rise. Solo que ahora son más oscuros, ruines y grotescos que nunca. En la película, las hermanas Beth y Ellie se reencuentran luego de no haberse visto por un largo tiempo. Antes de que tengan tiempo para ponerse al día, una entidad maligna recorre cada metro del edificio en el que se encuentran y las arrincona contra la pared. Primero que todo y lo más importante: la película da miedo, y mucho. Normalmente, los no fanáticos del terror van al cine a ver producciones del género solo para asustarse con los jumpscares, y los adeptos van porque le tienen un gran cariño a lo que vuelve o curiosidad por lo nuevo. Pero pocos acuden a encontrarse con algo que prolongue el miedo durante dos horas. Afortunadamente, Evil Dead Rise es igual de terrorífica para todos: los que aman la franquicia, los que solo vieron la serie, y los que descubren el retorcido mundo de Sam Raimi por primera vez. La nueva entrega hace lo que deberían hacer todas las reversiones de clásicos, que es demostrar que son lo suficientemente sólidos como para adaptarse a cualquier entorno. Así, lo primero que Evil Dead Rise modifica es la estética. Todos esos cuerpos desmembrados y sangre que antes se mostraba a plena luz del día o sin tapujos bajo una lámpara, ahora se mueve en la oscuridad. Sabemos bien que Sam Raimi nunca la necesitó, pero no sabíamos lo bien que le haría. Ahora, el mal se escurre en la noche, por las paredes de un edificio en ruinas, abandonado a la suerte de sus inquilinos y sin luz. El aspecto gore cobra un sentido más cercano y real, ya que ahora no es solo un tema aparte, sino un elemento que se funde con la putrefacción del lugar en el que se encuentra. Y, para los que van a ver sangre, hay sangre. Muchos dirán que a veces más de la necesaria, pero eso es porque la última entrega carga con cuidado y respeto la antorcha de sus predecesoras. No es para menos, si la película usó 6.500 litros de sangre falsa para crear la película. Otra vez, hay un poco para todos: gore para los que no conocen el universo de Sam Raimi, y gore para los que lo adoran y encontrarán referencias incluso en la brutalidad de los cuerpos que se corrompen. Por último, el gran plato principal de Evil Dead Rise son sus personajes. No son descartables, como suelen serlo en las películas de este tipo e, incluso, en las primeras entregas de la franquicia. Cada uno tiene una trama personal que nos acerca a ellos, a sus miedos y sus anhelos. Pero no se confundan. La característica fundamental de Evil Dead que se basa en descuartizar de la forma más grotesca hasta al más querido de los personajes, sigue intacta, por lo que recomendamos no encariñarse tanto. Si lo que buscan es una gran película de terror, corran a ver Evil Dead Rise. No importa si lo hacen porque les gusta la franquicia, quieren ver sangre brutalmente desparramada o buscan una buena historia. La película cumple con todo lo que tiene que cumplir una buena producción del género, por lo que no tiene puntos ciegos.
Luego de la ya mítica trilogía original de Sam Raimi con Bruce Campbell, conformada por The Evil Dead: Diabólico (1981), Evil Dead II: Noche alucinante (1987) y Evil Dead III: El ejército de las tinieblas (1992); y de la remake Posesión infernal (Evil Dead) que el uruguayo Fede Alvarez estrenó en 2013, llega esta nueva entrega de la franquicia ahora escrita y dirigida por Lee Cronin (The Hole in the Ground), quien concibió un ejercicio de gore puro y duro, tan limitado en sus horizontes como eficaz en su concreción. La trilogía original de Evil Dead, rodada con más ingenio que presupuesto, se ha convertido en objeto de culto por parte de varias generaciones de adoradores del género de terror. Hace exactamente una década (se estrenó en abril de 2013), se produjo el primer reciclaje de la franquicia con Fede Alvarez al mando y ahora es el turno de esta propuesta que no pasará a la historia por su originalidad, pero tampoco por mancillar la veneración que existe por la saga. En esta quinta entrega se produce en determinado momento un sismo en el centro de Los Angeles y dentro de un crater que se abre en un decadente edificio próximo a ser demolido un adolescente encuentra El Libro de los Muertos junto a unas grabaciones en vinilo de 1923 en el que un clérigo advierte sobre las fuerzas malignas que se pueden desatar si se abre ese Necronomicón. Pero el muchacho no puede con su curiosidad y así comienza un baño de sangre de enormes dimensiones y proporciones. Y eso (el splatter) es lo único que verdaderamente importa en Evil Dead: El despertar, ya que más allá de las referencias, citas, homenajes, guiños e ironías respecto de la historia de la saga, los personajes, conflictos y actuaciones son más bien elementales. Pero vayamos al planteo inicial, como para dar una idea de la excusa argumental: Ellie (Alyssa Sutherland), una mujer abandonada por su marido, cría a sus tres hijos: Bridget (Gabrielle Echols), Danny (Morgan Davies) y Kassie (Nell Fisher). Un día aparece sin aviso en la puerta del departamento Beth (Lily Sullivan), hermana menor de Ellie que es una experta en guitarras, muchos desprecian con el término de groupie y acaba de descubrir que está embarazada. Como podrán inferir tenemos a cuatro mujeres entre los cinco personajes principales porque -va quedando claro- son tiempos de protagonismo y empoderamiento femeninos también dentro del cine de terror. Cronin, en su doble función de guionista y director, no es demasiado sutil en exponer las diversas facetas de los personajes, pero junto al diseñador Nick Bassett y el director de fotografía Dave Garbett logran crear y sostener la tensión durante la hora y media de relato. La profusión de efectos visuales no solo no conspira sino que le da cierta espectacularidad a una propuesta en principio bastante claustrofóbica, ya que buena parte de la narración transcurre dentro del departamento, en los pasillos, el ascensor o el estacionamiento del desatartalado edificio con escenas que incluyen tijeras, cuchillos, vidrios, elementos punzantes varios y -como verán en la foto que ilustra esta reseña- hasta una motosierra. Sí, todo servido entonces para un festival de la vertiente más explítica e impactante del género de terror.
En los últimos años, varias franquicias del cine de terror han ensayado una necesaria resurrección. Algunas con más suerte como Halloween o Scream, otra con algo de desgracia como La masacre de Texas. El gesto es siempre el mismo, volver al original para despojar sus virtudes –abundantes o exiguas- de la hojarasca acumulada por sus secuelas, la mayoría de ellas retorcidas en el clisé y el efectismo. La franquicia de Evil Dead, que forjó la identidad de Sam Raimi en el género, no escapa a esa búsqueda, curiosa en las exploración de nuevas variantes para el infierno desatado por el Necronomicón, pero afirmada en sus dos pilares: la posesión demoníaca y el reino del splatter. La última actualización de 2013, de la mano del uruguayo Fede Álvarez, si bien resultó bastante efectiva, eludió esa sensación de reinvención que sí consigue el irlandés Lee Cronin al apropiarse de los mismos recursos de siempre pero con una cuota de inasible desparpajo que la eleva por encima de aquella antecesora. La trilogía original iniciada en 1981 forjó el culto que hoy la consagra no tanto en los méritos de un terror de bajo presupuesto como en el revuelvo que despertaron sus escenas más perturbadoras, a menudo mutiladas en ediciones de video. La profusión de sangre que definió al splatter encontró límites extendidos en los ríos de melaza roja que pintaban la estadía de cinco jóvenes universitarios en una cabaña de la región de Tennessee. Adolescentes y sangre eran los tópicos del terror de esos años y el hallazgo del Necronomicón o Libro de los Muertos reavivaba la vieja tradición satánica de décadas anteriores, desde El bebé de Rosemary y El exorcista hasta La profecía. Tradiciones del género que se amalgamaban en busca de nueva vida y expansión. La idea que define a esta nueva película escrita y dirigida por Cronin ofrece una interesante deriva, una premisa casi calcada de aquella historia original que resulta un falso comienzo, una excusa de pocos minutos para ir hacia atrás, apenas un día antes en el corazón más oscuro de la ciudad de Los Ángeles. Lo que desata el despertar de los demonios es nuevamente la curiosidad juvenil, en un caprichoso descenso a una bóveda bancaria donde se alberga aquel libro cosido con piel humana y escrito con sangre. El conjuro anida en un viejo vinilo grabado en 1923 por un cura –también curioso de aquello que su religión censura- y alojado entre insectos repugnantes bajo décadas de miedo y silencio. El Necronomicón es menos un objeto hereje que una pieza ejemplar de la codicia humana, alojada en el alma negra de una entidad financiera. Si el varón adolescente es el torpe anfitrión de la pesadilla más terrorífica, será un coro de mujeres el que conduzca la acción. Beth (Lily Sullivan) es una ingeniera de sonido que regresa a la casa de su hermana mayor luego de extensas giras con una banda de rock y con la noticia de su reciente embarazo. Allí encuentra a Elle (Alyssa Sutherland) y sus tres hijos, sobreviviendo luego del abandono del padre y con el colapso progresivo del viejo edificio en el que habitan como marco decadente. Cronin elabora en el vínculo de las dos hermanas la tensa dinámica de su infierno: una madre agotada por el abandono y la solitaria crianza; otra envuelta en la incertidumbre de una responsabilidad no deseada. Madres e hijas, como en El exorcista o El conjuro, exponen tras los vómitos de sangre y las mutilaciones más extravagantes, una verdadera disputa por la supervivencia. Sin la grandeza de William Friedkin ni su rigor católico en esa lucha entre razón y fe, Cronin sí se acerca a la exploración malsana de los contornos familiares que ha definido al cine de James Wan, donde el poder del demonio se confirma en el gobierno de ese amor que siempre se promovió como intocable. Evil Dead: El despertar se nutre de las citas más evidentes, desde el ascensor de El resplandor y la motosierra de La masacre de Texas hasta el virtuosismo de esa cámara histérica que Raimi convirtió en una marca registrada. Pero lo que subyace a su iracunda carnicería es el intento de forjar una identidad propia sobre materiales apropiados, conjurar una posesión dolorosa y divertida sin que la tentación de la parodia la hunda en la procacidad del cinismo y la indulgencia. Feroz y sanguinaria, la película afirma su nihilismo menos en la fuerza sobrenatural del demonio y en la lucha desigual de quienes intentan detenerlo, que en la reflexión subyacente sobre quiénes son, en definitiva, los que ceden a su ardiente influencia. Después de todo ya sabemos que madre no hay una sola.
La crítica inventó un concepto para aceptar ciertas películas del género como forma de arte: el elevated terror. Evil Dead: El Despertar podría calificarse de elevated fan service, porque Cronin no solo pone en escena el espíritu de la franquicia, la satura de referencias y micro remakes, sino que le inyecta su propia personalidad con una atmósfera infecta, buenas actuaciones e ironía postmoderna que expanden la capacidad infecciosa de Evil Dead con una versión elaborada y pulida que acepta alegremente su limitaciones.
Evil Dead: El despertar arranca de cero, con guiños a El resplandor y La masacre de Texas La saga se renueva. Ya sin Sam Raimi en la dirección, pero sí como productor, es sangrienta, brutal y divertida. La saga de terror, originalmente debida a Sam Raimi, el que sigue pegado a ella, aunque ya no como realizador, parece tener lugar para más y más películas. O habrá que decir para más y más muertes, guiños, sangre, humor y descalabros. Ahora nos llega no una secuela, sino una película que renueva todo, Evil Dead: El despertar, que le pondrá los pelos de punta a más de uno. No por los desmembramientos y la posesión diabólica, sino porque se centra en que, todo eso, ocurra en el seno de una familia. Y cuando uno de los miembros del clan se infecte, muera, pero no muera y empiece a atacar al resto, sean sus hijos o su hermana, bueno, a prepararse, porque acá todos se defienden y si una niña se ve en una situación extrema, pongamos, en la que tuviera que empalar a un pariente cercano, ¿por qué no habría de hacerlo? No hay que haber visto ninguna de las Evil Dead para entender este El despertar, precisamente porque es el inicio, se cuenta el origen. Hay una suerte de prólogo, que luego se verá cómo interactúa o no con el centro del relato, en el que en una cabaña cercana a un lago ocurre alguna que otra muerte espeluznante. Así que, no entren tarde a la sala de cine. Vuelta de hoja, y estamos en Los Angeles, en un edificio de departamentos muy próximo a demoler. Tanto, que quedan pocas familias viviendo allí. Así que la inesperada visita de Beth (Lily Sullivan) no es bien vista por Ellie (Alyssa Sutherland, sin parentesco con Donald o Kiefer, y vista en Vikingos), madre de tres hijos, dos adolescentes y una niña, y hermana de la recién llegada. Beth viene con un test de embarazo positivo, pero no deseado, y se ve que la relación con su hermana fue buena, hasta que dejó de serlo. No abran El libro de los muertos No importa aquí tanto el por qué, sino que cuando Ellie se encuentre poseída por un demonio que escapa de El libro de los muertos -sí, ése con páginas de piel humana-, que no adelantaremos como aparece, Beth bien podría ser la única que pueda defender a sus sobrinitos de una madre que los quiere mal. Por supuesto que, aunque no aparezca Bruce Campbell (!), protagonista de la trilogía de Raimi, en toda película que lleve en su título Evil Dead debe haber un personaje capaz de enfrentar lo que haga falta. Y hacer lo necesario para, al menos, intentar triunfar. A diferencia, entonces, de la trilogía de Sam Raimi, y mientras que el renacimiento de la franquicia en 2013 dirigida por Fede Alvarez tenía fuertes efectos, de impacto, aquí el director Lee Cronin (El bosque maldito) va introduciéndonos de a poco, pero a paso apresurado, en un auténtico infierno. Es una película con apuntes de humor, pero totalmente gore, con guiños a La masacre de Texas y El resplandor. Las muertes son espeluznantes, gastaron más en maquillaje y en efectos que en actores o locaciones: casi todo transcurre en ese edificio maldito.
"Evil Dead: El despertar", una grata sorpresa La película es felizmente revulsiva, caótica, anárquica y muy pero muy sanguinaria, sin dejar de cultivar un humor negrísimo. Evil Dead: El despertar es una muestra de cómo una premisa ultra gastada puede, contra casi todo pronóstico, servir de puntapié para una muy buena película. Nadie a estas alturas puede sorprenderse demasiado ante la idea de que el diablo –esa criatura que vaya uno a saber si existe, pero que merecería algún Oscar honorario por su encomiable voluntad de “trabajar” en nueve de cada diez producciones de terror contemporáneo– se materialice en la Tierra utilizando como vehículo un cuerpo humano ajeno. Más aún si ocurre en una película perteneciente a saga con más de cuatro décadas de historia. Vale que recordar que Evid Dead fue originalmente una trilogía comandada por Sam Raimi e integrada por The Evil Dead: Diabólico (1981), Evil Dead II: Noche alucinante (1987) y Evil Dead III: El ejército de las tinieblas (1992). A eso le siguió una remake, Posesión infernal, con el uruguayo Fede Álvarez ocupando la silla de director. Y ahora llega el turno de una nueva entrega que opera en simultáneo como remake, secuela y reboot. Si en sus comienzos el ingenio de Reimi suplió con creces la escasez de recursos, es evidente que el realizador y guionista Lee Cronin (The Hole in the Ground) tuvo a su disposición una cantidad de recursos más que suficientes para despacharse con un ejercicio de gore puro y duro, al punto que debe ser la película con más cantidad de sangre en pantalla en mucho tiempo. Esto genera impacto, sí, pero El despertar tiene muchas más ideas que teñir de rojo la pantalla. Empezando por un relato concentradísimo en tiempo y espacio: todo transcurre en una noche y en un edificio, dejando fuera del área de interés lo que ocurre puertas afuera. En el subsuelo de ese edificio de la ciudad de Los Angeles a punto de ser demolido, y tras un terremoto que resquebraja el piso, un adolescente encuentra El Libro de los Muertos y unos vinilos grabados hace un siglo en los que un clérigo advierte sobre las fuerzas malignas que pueden desatarse si se abre ese Necronomicón. Lejos de percibir ese material como una advertencia, el muchacho lo toma como un desafío que no está dispuesto a rechazar. ¿Qué ocurre? Abre el libro y desata un caos. No es un caos cualquiera. Dado que diablo anda suelto por el edificio, El despertar puede leerse tanto como una película de terror como una de asalto a casas, ese subgénero en el que usualmente una familia tranquila recibe la visita hogareña inesperada de un grupo de malechores con intenciones de destruirlo todo. Y sin motivo aparente, un factor clave en el desarrollo narrativo de este film que prioriza la acción por sobre las explicaciones, el intento de supervivencia más vital antes que las teorías, dándole así un aura inquietante. A eso se suma un Mal que se convierte en un ente ubicuo y peligroso, siempre listo para atacar cuando menos se lo espera. Especialmente a Ellie (Alyssa Sutherland), una mujer abandonada por su marido que cría como puede a sus tres hijos Bridget (Gabrielle Echols), Danny (Morgan Davies) y Kassie (Nell Fisher). Mamá empieza a portarse raro, después le salen marcas en la piel, se le inyectan los ojos de sangre y, desde ya, su dulce voz muta por una gutural de ultratumba. Lo que hay en El despertar, además de referencias y guiños de todo tipo, incluyendo uno muy bueno a El resplandor, no es tanto un intento de hacer un control de daños sobre las acciones del diablo sino escapar a como dé lugar de sus poderosísimos tentáculos. Siempre dentro de una construcción cuyos vecinos irán cayendo como moscas. Asfixiante y claustrofóbica en su puesta en escena, y nerviosa y jadeante en su ritmo, la película se permite también algunos momentos humor negrísimo en las interacciones entre la mamá poseída y los hijos. Un humor que no necesita gritar que es un gracioso ni buscar la complicidad canchera del espectador, sino uno que está perfectamente enraizado a un universo felizmente revulsivo, caótico, anárquico y muy pero muy sanguinario.
Y por fin llega a la gran pantalla la esperada Evil Dead: El Renacer, la nueva película de la franquicia creada en 1981 por el gran Sam Raimi. Con producción del propio creador y el gran protagonista de la serie Bruce Campbell, Evil Dead: El Renacer, es dirigida por Lee Cronin y protagonizada por Lily Sullivan, Alysaa Sutherland, Richard Crouchley, Gabrielle Echols y la pequeña Nell Fisher. La película sigue a Beth, una técnica de sonido que luego de enterarse de su embarazo va al reencuentro con su hermana y su familia, luego de que un violento terremoto sacudiera el edificio abriendo camino a lugares ocultos, sus sobrinos encuentran un extraño libro que desencadenará el horror para todos ellos. Lo primero que tenemos para decirles es que la sensación a la salida del cine es sentirse empapado en sangre, Evil Dead: El Renacer, tiene litros y litros de hemoglobina. Por lo tanto, si son asiduos al género de terror no se van a sentir decepcionados. Evil Dead: El Renacer es una buena película que mantiene la esencia de sus antecesoras, aunque posee algunas falencias. Vayamos por los puntos fuertes del film. Sin dudas, Evil Dead: El Renacer, se toma el género enserio sin ser pretencioso y, esto, es de agradecer porque el resultado final es una fuerte dosis de sangre y mutilaciones. En este sentido, uno de los grandes problemas que tienen muchas películas de género es que el espectador no empatice con los personajes, acá se nota que gracias al guion y a la labor actoral, podés comprender a cada uno de los personajes que salen y sufrir con ellos. Aunque claro, peca de usar bastante scarejumps, pero por suerte no llega a abusar de ellos. Además de destacar las actuaciones y el trabajo de dirección, hay que hacer lo propio con el apartado sonoro cuya realización encaja muy bien con las escenas de terror y, también, hay que aplaudir que los efectos prácticos predominen por sobre el CGI (el cual casi ni se nota, por suerte). Ahora bien, Evil Dead: El Renacer, ¿es una película de Evil Dead? La respuesta sí, tiene todo lo que venía destacando la saga y se siente el espíritu de Raimi en el film. Sin embargo, el problema es cómo catalogarla, ¿es secuela, es remake, es recuela? Esto es algo que no queda del todo claro y, tal vez, esto sea un punto en contra ya que no tenemos referencias a los otros films ni nos llevamos la sorpresa de ver nuevamente al querido Ash Williams. A gusto personal, creo que le faltó un poco más de humor negro, que ojo, lo tiene, pero ni de cerca con el de las dirigidas por Raimi o la serie de televisión. Evil Dead: El Renacer es una película obligada para los fanáticos del cine de terror y para aquellos amantes de la franquicia. Es brutal, grotesca y completamente divertida.
Para aquellos que fueron seguidores y recuerdan la franquicia de Sam Raimi encontraran en este film escrito y dirigido por Lee Cronin un compromiso, un homenaje grandilocuente y suficientemente siniestro para todos. Una película corta, para los tiempos de hoy, intensa, donde la sangre rebalsa, literalmente, y celebra la inolvidable escena de “El resplandor” de Stanley Kubrick. Aquí el horror y la posesión demoníaca se apodera de una mamá divorciada, que habita un edificio antiguo próximo a ser demolido, con sus tres hijos muy diferentes: Un DJ en gestación, una adolescente que participa de protestas por la ecología y una niña que decapita muñecas para protegerse de fantasmas. Y además la visita de una tía en problemas. Cuando un terremoto libera lo peor, comienza el show: Horror claustrofóbico, como un drama de cámara que se desarrolla en poco espacio, y una exploración por los terrores de la maternidad que se manipulan para lo peor, igual que la siempre conflictiva relación entre hermanas. El demonio sabe herir y dañar sensibilidades además de descuartizar cuerpos sin respiro. La acción explota desde los primeros segundos y no se detiene nunca en intensidad hasta que termina la película disfrutable para los amantes del género. Las dos heroínas para el bien y el mal se lucen: Alyssa Sutherland y Lily Sullivan. Plata fuerte, redondo, sanguíneo, carnicero y muy bien construido.
Diabólicamente vigente. Comenzando la década de los años ’80s y justo en un momento donde el género del cine de terror pasaba por una época de esplendor, principalmente gracias al subgénero slasher y de películas tan notorias como Halloween y Martes 13, un joven y astuto realizador norteamericano llamado Sam Raimi, decide filmar su propia versión de una historia de horror, pero dándole una ingeniosa vuelta de tuerca. Su película de 1981 Evil Dead (estrenada tardíamente en Argentina allá por 1987 con el título de Diabólico), filmada con un acotado presupuesto y con la ayuda de familiares y amigos, mezclaba en parte iguales el terror más puro y sangriento, junto con pasajes de neto humor negro. La historia tenía como protagonista a Ash, interpretado por el actor de culto Bruce Campbell (Bubba Ho-tep), quien decide pasar unos días de descanso, junto con su novia y tres amigos más, en una apartada cabaña en el medio de bosque. Una vez en el lugar los jóvenes encuentran en el sótano un antiguo y extraño libro, el Necronomicon, que despierta a un espíritu maligno que irá poseyendo uno por uno a los incrédulos visitantes. Entre los aciertos de la cinta se encuentran el excelente uso de inesperados y bruscos movimientos de cámara, de un logrado travelling, junto a planos subjetivos (que representaban a esa fuerza oscura que vivía y latía en las profundidades de ese bosque). Pero también se podía apreciar una plasticidad y viscosidad en las escenas más brutales y explícitas que no era tan normal en las películas de género de ese momento. Aquí el terror más agresivo, gracias a simples, caseros y mejor aplicados efectos especiales, se complementaban a la perfección con el humor, llegando al punto de un cartoon (dibujo animado cómico). El cine de terror ya no sería el mismo. Luego del inesperado éxito de Diabólico, también conocida por los cinéfilos como Posesión infernal, vendrían las secuelas Noche alucinante (1987), dónde Ash volvía a la cabaña maldita para seguir luchando contra las fuerzas del mal; El ejército de las tinieblas (1992), con Ash en papel de guerrero y viajando al pasado, ambas dirigidas nuevamente por Sam Raimi, quien subía mucho más la apuesta de terror gore, humor y toques fantásticos. Bastante tiempo después, el realizador uruguayo Federico Álvarez decide hacer una remake de la original, Posesión infernal (2013), que repetía la misma historia de forma correcta, pero con un extraño tono serio y ni un mínimo del lúdico implementado por Raimi. Finalmente, este abril de 2023 llega a las salas de cines argentinos la recuela Evil Dead: El despertar, un gran retorno al espíritu de la saga, dirigida y escrita por el realizador Lee Cronin y protagonizada por Lily Sullivan, Alyssa Sutherland, Gabrielle Echols y elenco. En esta oportunidad la historia se desarrolla en un decadente edificio en Los Ángeles, donde habita Ellie (Sutherland), una madre soltera con tres hijos de diferentes edades, que sobrevive como puede. Un día recibe la visita de su hermana Beth (Sullivan), una joven experta en guitarras y bastante problemática que le pide asilo por un tiempo. Ambas mujeres tienen sus diferencias y bastante empoderamiento, característica que será clave para poder enfrentarse a todo el horror que vendrá. Un sismo se produce en el lugar, rompiendo parte del mismo. Allí un adolescente encontrará un Necronomicon (Libro de los muertos), liberando otra vez a temibles espíritus malignos. El resto es historia. Evil Dead: El despertar funciona por dónde se la mire. Es efectiva, directa y brutal, tal como lo fue aquella versión de 1981, desde ya obviamente salvando las diferencias temporales y estéticas que acontecen. El papel de Ash es aquí representado en la figura de Beth, una joven mujer astuta que hará hasta lo imposible para salvar a su familia y se proveerá de diferentes elementos (vidrios, tijeras, motosierra) para la brutal defensa. El cambio de locación de la acción, del bosque profundo a un edificio de departamentos, le da a la saga un aire de renovación, pero también de claustrofobia que consigue mantener la tensión y la angustia a lo largo de los 97 minutos de metraje. El impacto está a la orden del día con los modernos efectos de CGI, que intentan parecerse a los analógicos del pasado, con un resultado muy satisfactorio. Se nota que su director Lee Cronin vio la saga y entendió perfectamente su concepto. Aterrar y espantar al espectador con escenas sangrientas y brutales, sí, pero también llevar las cosas al extremo de lo autoconsciente, llegando al punto de la parodia y la comicidad. Los fans del cine de terror, me incluyo, agradecidos.
Esta nueva entrega de la franquicia instalada por el director, guionista y productor Sam Raimi, es como su titulo lo anticipa una “precuela”. El prólogo con el que empieza ya nos instala en lo que veremos, solo festejado por los seguidores fanáticos de la trilogía, no creo que el espectador común y corriente termine por disfrutarlo. Tres personajes en un espacio natural, pasando un día de descanso, en una cabaña al lado de un lago. La introducción es a partir de el uso de un dron, con imágenes casi cenitales, dando cuenta del espacio físico, sin embargo el dron se hace presente en el relato, con otro uso, para dar cuenta del cierre de la secuencia. Fundido a negro y nos avisan que estamos el día anterior. Ahora la historia se centra en Beth (Lily Sullivan) de paso por
Sam Raimi escribió y dirigió las dos primeras Evil Dead en la década de 1980 y en 1992 estrenó El ejército de las tinieblas, tercera parte camuflada de una saga con personalidad y algunas características particulares, como la prioridad del humor, la cámara subjetiva hiperquinética y las miradas desorbitadas de Ash, el personaje de Bruce Campbell. Eran comedias de terror que reunían la desfachatez, el desenfado y la libertad que la época y el bajo presupuesto permitían. En 2013, el uruguayo Fede Alvarez resucitó la franquicia con un reinicio que ajustaba algunos aspectos técnicos y afinaba las incoherencias que arrastraba la saga bajo el argumento de que los detalles no importan porque lo importante es la sangre empapando el rostro de los personajes mientras cortan cuerpos con una motosierra. Diez años después de aquella incursión rescatista de Alvarez, el director Lee Cronin hace la quinta parte, ya muy alejada de la original de 1981 pero siempre respetando su esencia. Sin embargo, Evil Dead: El despertar no tiene mucho más para ofrecer que el consabido desparramo atolondrando de hemoglobina para contentar a los fanáticos. La película tiene el típico prólogo con matanza ubicado un día posterior a la acción central, desarrollada un día antes para desembocar en el comienzo. La historia tiene como protagonistas a las hermanas Beth (Lily Sullivan) y Ellie (Alyssa Sutherland), quien tiene tres hijos: la pequeña Kassie (Nell Fisher) y los adolescentes Bridget (Gabrielle Echols) y Danny (Morgan Davies), aficionado a pinchar vinilos. Ellie acaba de ser abandonada por su pareja y Beth es plomo de una banda de rock y está embarazada, lo que la lleva a ver a su hermana, quien vive en un edificio enorme que se ve sacudido por un temblor que parte el subsuelo, justo cuando los niños se encuentran en el garaje. Ahí es cuando el joven Danny descubre, en una grieta abierta por el temblor, un misterioso libro y unos discos en los que voces siniestras advierten sobre el peligro del llamado “libro de los muertos”, al que Danny abre sin querer. Por supuesto, el demonio sale y posee a Ellie, quien se va a encargar de perseguir a todos para matarlos. La película se circunscribe a este espacio (el departamento de Ellie y el edificio), en el que los personajes corren por pasillos y ascensores con poca luz (lograda y terrorífica fotografía a cargo de Dave Garbett). Lo mejor del filme es el subtexto. Beth está embarazada y es como si la película nos dijera que eso significa el advenimiento de una posesión infernal. Sin embargo, la acción, los sustos, las matanzas tapan esa línea secundaria, que no llega a quedar del todo clara. Escudada en el supuesto respeto al espíritu libre de las originales, Evil Dead: El despertar se permite ciertas inconsistencias lógicas que molestan, aunque se entiende que es parte del juego y del sentido de estas películas, en las que la abundancia de sangre y las mutilaciones tienen que ser la prioridad. El filme de Cronin hace del idiotismo la convención de la saga que hay que homenajear. Y hace del “qué me importa” el guiño para los amantes del terror con espíritu clase B. Es un entretenimiento ideal para ver en cine con amigos porque tiene mucho de fiesta cinéfila de género. Pero es una fiesta cansina y de fórmula, a la que ya asistimos cientos de veces.
DIABOLUS EX MACHINA Esperando en un baño de algún antro de esos donde tocan grupos musicales, Beth, que labura de plomo para bandas de rock, se hace un test de embarazo y este, para su desgracia, da positivo. Por su reacción entendemos entonces que no estaba en sus planes ser madre. Desesperada, acude a Ellie, hermana mayor y madre soltera de tres hijos con la que no tiene una relación muy estrecha y que vive en un viejo y pintoresco edificio de Los Ángeles. El lazo de sangre une, pero los rencores persisten y Ellie, sentida por su pasado, hace reproches a su hermana de su ausencia cuando más la necesitaba y que se relacionan al abandono de su esposo. Beth, entonces, no hace más que aceptar su lejanía. Las escenas previas a la irrupción de Beth en la vida de Ellie deja ver el mundo que la rodea: una glamorosa teñida de pelo rojo -marca que alerta al espectador dónde estará el peligro- y su relación con sus hijos, Bridget, una joven y rebelde feminista, Danny, un pibe despreocupado que oficia de DJ y la pequeña Kessie que juega con un palo al que le clavó la cabeza de un bebé de goma y con el que golpea todo lo que se encuentra a su paso, se lamenta porque Bridget lo termina rompiendo. Esa presentación y exploración de lo mundano, es también la primera mitad del relato que expande su construcción narrativa de lo meramente material y ordinario (unas tijeras escondidas, el juguete roto de Kessie, el oficio de Beth, el equipo de DJ de Danny, etc.) hacia la revelación de lo simbólico, polarizando su verdadera funcionalidad a herramientas para despertar y/o enfrentar el mal y que se saben simétricas; por ende perfectas. Danny, que halló unos viejos discos y un libro de aspecto extraño, no hace más que caer en la trampa de quien no puede resistir el impulso de ser curioso. Abre el libro y reproduce los discos en su bandeja y el resto es historia. Esos objetos, una vez que sus contenidos salen a la luz, liberan un mal demoníaco y devastador. La primera en caer es Ellie, que en el ascensor del edificio es alcanzada por una entidad que la transforma en un aterrador monstruo con sed de caos y destrucción. Encerrados y sin posibilidades de escape, Beth, sus tres sobrinos y un puñado de vecinos deberán enfrentar todo tipo de terrores durante la lluviosa noche. En Evil Dead Rise las hermanas son forzadas a transformarse en modelos especulares en su rol maternal: mientras una es la Mater Monstrum, la otra debe utilizar esa adversidad diabólica y caótica como camino hacia la redención. Una vez que Ellie es poseída, es expulsada del departamento y queda condicionada al pasillo del piso donde residen, esta forma inteligente de “expulsar” a esa madre que abandonó todo rastro de humanidad e identidad maternalista (con todo lo que esto puede acarrear) es entonces reemplazada por Beth, que toma su rol de fémina protectora. Ese paso hacia la maternidad es también una forma de confrontar la oscuridad desatada en la película, que desde el momento cero está marcada por la presencia del mal (tanto por la primera secuencia, en apariencia sin contexto con los hechos narrados acá arriba así como los dramas de sus protagonistas) y que este personaje que dará a “luz” (palabra clave) batallará sin tregua. Así lo especular o si se quiere, el doble, son coherentes tanto en su función meramente narrativa como simbólica. Mientras que Ellie, la Mater Monstrum engendra muerte, oscuridad, Beth, es una recién iniciada que engendra vida, luz y puede relacionarse a lo divino (recordemos que el lugar donde sucede todo se llama, causalmente, Los Ángeles, lo que confieren al relato de la lucha del “bien contra el mal” un juego ingenioso en su representación y de la manera más tradicional y clásica posible). Así Evil Dead Rise utiliza la posesión de forma mucho más inteligente que el resto del cine actual que toma esta temática de la manera más ligera y superficial posible. Acá el horror a que el cuerpo albergue otra identidad, más teniendo en cuenta que ese envase material es sometido a los peores y más violentos flagelos, es la simbólica para hablar del estado del mundo actual: un mundo que cada vez alberga más y más narcisistas pendientes de que su identidad sea reconocida por el clamor del éxito inmediato. Si hoy en día hay tanta demanda e inflación por este subgénero, es claramente un síntoma de la sociedad a la que hace referencia (no hace falta más que meterse en cualquier red social para corroborarlo), algo que el cine de horror siempre tiene presente (un género que injustamente es bastardeado y que curiosamente es el más camaleónico en cuanto a contexto político, social y cultural). Que Bridget, la joven feminista, sea incendiada en una escena (presten atención a los carteles de su habitación y las alusiones a dicho movimiento) dan fe del riesgo al que se expone la obra además de que dicho acto sea coherente con una muerte poética de quien puede percibirse una Juana de Arco o mismo una bruja de nuestros tiempos (por su costado simbólico de mujer liberal y poderosa). Ergo, el mal es parte de la destrucción de los lazos familiares y si se quiere, de ese desprendimiento, o desplazamiento del individuo. Desde el vamos, los niños fueron abandonados por su padre, no sabemos quién dejó embarazada a Beth, Ellie tira algún diálogo refiriéndose de mala manera a la madre de ambas y así, hasta llegar a la representación absoluta de la cuestión, la Mater Monstrum. Todo con un pulso narrativo imparable, impecable, salvaje, sin intermitencias, sin el lenguaje lúdico de la saga original pero con una apabullante organización simbólica por detrás, disfrazada de película sencilla y en apariencia superficial.
Con el correr de las décadas, “Evil Dead” fue cimentando su legado y poblando su universo de secuelas que constituyen el mítico cuerpo de una de las creaciones cinematográficas más preponderantes en la historia del cine de terror. Títulos como “Posesión Infernal”, “Terroríficamente Muertos” y “Ejército de Tinieblas” hicieron la delicia de una horda de fans ávidos de incesantes baños de sangre, quienes conservan en un lugar especial de la memoria cinéfila al mítico Bruce Campbell, en el papel de Ash. En 2013, en busca de su enésimo resurgir, el realizador Fede Álvarez reelaboró, a ojos de las nuevas generaciones, el concepto de la trilogía original de Sam Raimi, estrenadas en 1981, 1987 y 1992, respectivamente. El sentido lúdico de maridar comedia con horror, de modo salvaje y brutal, hizo un auténtico culto de esta clase de films de explotaition dentro del cine de terror. Años después, cómics y videojuegos se revelaron como nuevas formas de vida para este referente popular. El summum de lo sanguinario nacido del misterio que hospedaba una cabaña en medio del bosque, y que se traslada, para su reciente estreno en salas, a un apartamento emplazado en un decadente edificio sito en un marginal barrio urbano. Un libro secular trae consigo la maldición: el ángel caído invade cuerpos y utiliza armas de tortura en igual medida que epítetos bastante ocurrentes para atormentar y persuadir. La piedad se ausenta de la suerte que correrán inocentes niños que integran un núcleo familiar con absoluta ausencia paternal. El propio Raimi funge como productor ejecutivo, legando la tarea de director al irlandés Lee Cronin (autor del cortometraje “Ghost Train”), para esta flamante continuación de la saga, originalmente pensada para plataformas de streaming y producida por Warner Bros. No existe mejor lugar que la gran pantalla para disfrutar de suculentos homenajes a clásicos del cine de terror, y es de apreciar el buen gusto a la hora de recurrir a un trabajo analógico del maquillaje y sus efectos especiales correspondientes. Una estética cuidadísima, refinada y funcional, se aleja del realismo para contemplar la locura que estalla en pantalla ante nuestros ojos, sin pudor alguno. Orgiástica y endemoniada fiesta para los incondicionales de esta variante genérica que no cesa en encontrar una vuelta de tuerca más a la hora de atraparnos. No despojada de clichés y elementos random propios del tipo de impacto que vamos a buscar, “Evil Dead: El Despertar” sabe bien cómo utilizar el aspecto claustrofóbico que ahoga las esperanzas de salir con vida del edificio a esta familia. Cronin se muestra como en experto en narrar la descomunal pesadilla: una variada lección de lentes, angulaciones y perspectivas en cada plano vuelven al film impecable, inventivo y atractivo desde lo visual, mientras dos apartados técnicos como música incidental y edición de sonido resultan pilares fundamentales para conseguir el principal cometido de abrazar lo excéntrico al alcance de la mano y lo exageradamente descabellado. La devastación satánica desencadena la barbarie en modo ultra gore y no discrimina lazos sanguíneos. Peca de ambiciosa a su desenlace y un desaforado reguero de vísceras nos acaba bañando, apretujados a la butaca y debatiéndonos entre la carcajada y el escalofrío.
Simplemente sangre La película retoma la franquicia clase B inaugurada por Sam Raimi en los años ochenta con más sangre y oscuridad que ideas. El libro de los muertos regresa o, mejor dicho, reaparece en una película que busca contar los orígenes de las posesiones infernales. Sam Raimi y Bruce Campbell ofician de productores ejecutivos en una franquicia que no termina de encontrar el nivel de la trilogía original compuesta por Diabólico (The Evil Dead, 1981), Noche alucinante (Evil Dead II, 1987) y El ejército de las tinieblas (Evil Dead III, 1992), y la remake, Posesión infernal (Evil Dead, 2013), dirigida por el uruguayo Fede Álvarez. Algo que sí lograba la serie Ash vs Evil Dead (2015) creada por los mismos responsables -actor y director- de la saga original en busca de mostrar el camino a las nuevas producciones. “Por ahí va la cosa”, sugerían con desparpajo, con desarrollo de personajes malditos, pendencieros, con un antihéroe genial que uno disfrutaba verlo desangrarse en cada pelea cuerpo a cuerpo con un espíritu maligno. Nada de eso sucede aquí, con personajes víctimas que inspiran lástima y un tono fantástico que se diluye después del prólogo inicial, justo cuando la cámara, punto de vista del mal, se detiene para siempre. De aquella saga de humor gore de los ochenta sólo quedó en pie la sangre “de a montones” y una carnicería feroz para masacrar a una familia en el film del irlandés Lee Cronin, quien juega con la idea de “la madre” protectora que puede convertirse en la madre de todos los males, mientras la motosierra y la escopeta tienen su presentación con mayor fuerza dramática que los protagonistas. En esta película, la acción se desarrolla en una sola noche en un edificio de Los Ángeles que está a punto de ser demolido. En el subsuelo, un adolescente encuentra un libro llamado Necronomicon con las fuerzas malignas en sus páginas a punto de ser liberadas. El adolescente abre el libro y provoca un caos en el edificio. Una maldición que acecha a Ellie (Alyssa Sutherland), una madre soltera y a sus tres hijos Bridget (Gabrielle Echols), Danny (Morgan Davies) y Kassie (Nell Fisher). Beth (Lily Sullivan), la tía de la familia, desciende a los infiernos para transformarse en la heroína de este relato. Evil Dead: El despertar (Evil Dead Rise, 2023) no respeta el tono de la saga fundadora: lo subvierte en una carnicería cinematográfica. Los excesos le roban el lugar al humor negro que funciona a cuentagotas y los litros de sangre desparramados por los sets no son suficientes para contrarrestar una historia que no tiene otro condimento que la cacería indiscriminada de espíritus malignos hacia los miembros de la familia. Hay una toma calcada de El resplandor (The Shining, 1980) con un ascensor inundado literalmente de sangre que se desangra al abrir sus puertas, y algún que otro guiño cinéfilo para el amante del cine de terror con sabor a poco. Lo que redunda son los descuartizamientos de cuerpos, y las laceraciones varias. Lo mejor de Evil Dead: El despertar es su promesa de lo que vendrá, augurando una continuación donde posiblemente conecte con el personaje de Bruce Campbell en una versión 2.0 de aquel terrorífico recuerdo.
Diez años después del reboot fallido dirigido por el director uruguayo Fede Álvarez, que quedó en la nada, los creadores de esta franquicia vuelven a tropezar con la misma piedra. Según los créditos finales la producción ejecutiva de este film corrió por cuenta de Sam Raimi, Rob Tapert y Bruce Campbell pero queda la impresión que son menciones testimoniales y no tuvieron ninguna participación en el contenido. Cobraron su cheque y le dieron luz verde al estudio Warner para que hicieran lo que se les antojara sin comprometerse con el proyecto. La jerarquía de Evil Dead dentro de su género responde a la combinación perfecta que Raimi consiguió construir entre el terror sobrenatural y la comedia disparatada de humor negro. Los primeros dos filmes evadieron los estereotipos habituales del cine de comienzos de los ´80 para hacer algo diferente y tuvieron una enorme influencia en numerosas comedias de horror que vinieron después. House (1985) de Steve Miner y Night of the Demons (1988) son dos claros ejemplos que tomaron esa herencia. En lugar de la trillada final girl como protagonista Raimi además presentaba a un anti-héroe estúpido como Ash que generaba empatía a raíz de su torpeza. Cuando a una propuesta de Evil Dead se la despoja del contenido humorístico y esa identidad especial que tuvo la serie original lo que queda es un film genérico de posesiones demoníacas como los que llegan casi todas las semanas a la cartelera. Eso es exactamente lo que ofrece este estreno. Alguien me podría objetar que si tenemos en cuenta la decadencia que atraviesa actualmente la comedia en Hollywood, dominada por el humor idiota de Marvel, el mejor destino para el reboot es que tuviera un tono más serio y tendría que darle la razón. No obstante, a una entrega de esta saga se le puede pedir un poco más y por eso la nueva propuesta termina siendo decepcionante El director irlandés Lee Cronin no hace el mínimo esfuerzo por expandir la mitología de la saga en algo interesante dentro del tono serio que escoge para su narración y todo el espectáculo queda reducido a un cuento de posesiones demoniacas trillado y predecible que sólo apuesta al retrato tonto de la violencia extrema y el gore. Pensaron que por incluir al libro del Necromicón y una motosierra el reboot estaba completo y no alcanza. Lo único que vincula a este film con Evil Dead es el título ya que después se presenta un fan fiction construido a base de robo de escenas que vimos en títulos del pasado. Cronin presenta “referencias”, con la sutileza de una topadora, que se vinculan con El resplandor y clásicos del cine italiano como Beyond the Door (1974) y Demons, de Lamberto Lava, que también fue otra discípula espiritual de la obra de Raimi. Los homenajes pueden ser simpáticos y hasta divertidos de identificar para el público más fan, pero no deja de ser un film sin alma ni personalidad que no transmite ningún entusiasmo por esperar futuras continuaciones. La impronta artística de Evil Dead brilla por su ausencia y lo único que rescata a esta propuesta del desastre es que el director al menos presenta una labor competente en los campos técnicos. En esta ocasión el tradicional escenario de la cabaña fue modificado por un edificio decadente en una ciudad. Si bien el cambio es obsoleto desde el diseño de producción y la fotografía consiguieron crear ambientaciones efectivas que le ponen onda a la desidia creativa del argumento. El espectáculo sangriento contiene una buena combinación de efectos prácticos y digitales y dentro del reparto al menos las interpretaciones son decentes. El tema con la violencia extrema es que termina siendo boba porque no tienen ningún impacto emocional, debido a que Cronin no trabaja con personajes humanos sino con roles acartonados que están al servicio del gore. Por suerte la narración va al grano y en 97 minutos el asunto queda cerrado. En síntesis, como propuesta de Evil Dead el nuevo reboot es otro fiasco olvidable pero aquellos que se engancharon con los baños de sangre de Terrifier y busquen algo de ese estilo pueden llegar a disfrutarla con más interés.
Lo primero que hay que aclarar en cuanto a este estreno es que no hay prácticamente nada que lo vincule con las Evil Dead originales. Solo algún detalle de la historia y que Sam Raimi figura como Productor Ejecutivo, nada más. Dicho esto, dejo por sentado que la pasé muy bien. Es una buena película de terror y me generó pequeños sobresaltos. No escatima con nada. Luego de una buena introducción (corta) pasa directamente a la "acción". No es de esas películas de terror que te van mostrando de a poco, aquí no hay misterio. El elenco de no-famosos e ignotos es muy bueno. Se destaca de manera impresionante la actriz Alyssa Sutherland (muchos la conocemos de la serie Vikings), por la magnífica interpretación que hace, incluso antes del maquillaje y las prótesis. El director Lee Cronin viene del palo del terror. Su ópera prima The hole in the ground (2019) fue un buen debut dentro del género, pero pasó medio desapercibido para el gran público. Aquí hace un muy buen laburo en puesta y construcción de climas, pero nada innovador. Mantiene algunos de los planos de Raimi a modo homenaje, pero no mucho más. En definitiva, es una película que sale muy airosa dentro de un mercado saturado en ese género. Si te gusta el terror, la vas a pasar bien.
LA PREGUNTA SOBRE EL MIEDO Tiendo a la respuesta corta e ingeniosa. Es un mecanismo de defensa, un rasgo de personalidad o una bananeada sin sustento, pero es algo que hago y que sirve para salir airoso de unas cuántas situaciones sociales. Pero para responder la pregunta sobre el miedo, siento que tengo que elaborar un poco más. Personas de toda índole, cercanas y no tanto, que no son público del cine de terror, alguna vez me han llegado a preguntar por qué miro eso que produce, cuanto menos, sensaciones negativas, por no decir ganas de llorar y votar a Milei. Puede llegar a ser una pregunta difícil de responder, en principio porque no lo sé, y luego porque, que no se enojen mis interlocutores, es lo mismo que preguntar a alguien que fuma por qué lo hace si sabe que es un hábito molesto y potencialmente mortal, y también es probable que la respuesta sea más bien simple, cualquier cosa que hacemos porque nos gusta le gana a la racionalidad y a cualquier lista de aburridos argumentos en contra. La cuestión es que, luego de los explosivos 97 minutos de Evil dead: El despertar (en adelante, y para olvidarnos del subtítulo genérico, sólo la llamaremos Evil dead), me vi obligado a preguntarme, “¿por qué te hacés esto? ¿Por qué no quedarse en casa a rever Spiderman o algo así?”. Por primera vez en décadas que no salía del cine tan exaltado y nervioso, desde que vi por primera vez El exorcista, creo que fue en 2001 ó 2002, una noche lluviosa en el centro de Tandil. A ver si puedo articularlo mejor. Esta última iteración de la franquicia de Evil dead es el resultado de 40 años de pulir una fórmula única que podemos decir que, a nivel argumental, cambia un poco en la tercera parte, El ejército de las tinieblas (1992), pero que siempre se ha movido en los límites de la comedia, el terror cósmico lovecraftiano, el cine de terror juvenil norteamericano y el gore. De todos toma prestado, pero construye algo propio siempre, de tal forma que hay una estética Evil dead, un montaje Evil dead (que Raimi ha utilizado muchas veces, recordar el nacimiento del Doctor Octopus en Spiderman 2) y lo más importante, hay una puesta en escena Evil dead. Todo esto se mantiene pero está pulido a la perfección en esta quinta iteración. Tiene la intensidad de la remake de 2013 (película de Fede Alvarez que defendemos y amamos desde siempre) pero nos da lugar a la risa nerviosa y medio cínica de la película original de Raimi; tiene el diseño brutal de los monstruos de la 2 y la 3 y hasta se permite un héroe canchero a lo Bruce Campbell, sin llegar a ese nivel de histrionismo y locura por supuesto. Y si me preguntan, podría decir que es una película de encierro carpenteriana, y hasta tiene cosas de La cosa valga la redundancia. También hay un uso exagerado de motosierra y sangre a montones si no, no sería Evil dead. En resumen, esta película es una experiencia aterradora y absolutamente disfrutable, nadie podría acusarla de abusar de los jumpscare porque con ella la vida es un jumpscare. Hasta ahora la mejor manera que encontré para describirla es, piensen en la imagen más aterradora que recuerden que hayan visto, alguna de El exorcista o Hereditary, o piensen en la psiquis del “Gato” Gaudio. Evil dead es eso mismo, pero por 97 minutos sin parar. Que el terror elevado y Ari Aster la saquen del ángulo.
La serie Evil Dead, creada hace tres décadas por Sam Raimi (y no poca ayuda de sus amigos los hermanos Coen así como del alocado Bruce Campbell) nació como una mezcla de horror sobrenatural absolutamente sangriento y comedia disparatada. Las versiones de Raimi llegaron más cerca de Los tres chiflados que de Lovecraft, mientras que estos “reboots” (este es el segundo film sobre el libro maldito de nueva generación) se concentran más en el horror y en que se aplique el tema como metáfora de otra cosa. Aquí el asunto es la maternidad y el libro maldito desencadena una aparición de monstruosidades que otorgan velocidad -casi hasta el vértigo- al desarrollo de la acción. En ese punto, la película se acerca a sus orígenes: de hecho, es notable que el realizador Lee Cronin comprenda qué es lo que funcionó siempre alrededor de esta franquicia y lo actualice con elementos que son propios del lenguaje de este tiempo. Aunque allí hay otro detalle que vale la pena subrayar: el hecho de que lo novedoso de Evil Dead (que le dio un giro al género que duró bastante tiempo) ya no lo es tanto. Y entramos, entonces, en esa tendencia actual de “fan service”: quedar bien con los fanáticos para poder proponer algo nuevo. El cine “de franquicias”, hoy dominante, parece requerir de ese pacto no tan de caballeros.
Desde que Sam Raimi estrenó en 1981 The Evil Dead (en Argentina Diabólico) la franquicia, que por entonces no era tal, ni en sueños, tuvo la suerte de tener títulos interesantes para mantener viva la llama. Evil Dead: el despertar (Evil Dead Rise, 2023) es la quinta película de The Evil Dead. En el año 2013 se realizó la remake de aquella primera película y llevó cómo título Posesión infernal (Evil Dead, 2013). Su director, el uruguayo Fede Álvarez, logró reinventar el concepto y el éxito fue tanto de público como de crítica. Este nuevo largometraje confirma el éxito y la calidad, todo indica que hay Evil Dead para rato. Evil Dead: el despertar no es una secuela de la película del 2013 ni tampoco una remake de los títulos anteriores. Funciona de manera independiente, como si fuera la primera película sobre El libro de los muertos y las fuerzas que este libera. Sin embargo, y con inteligencia, el director y guionista Lee Cronin, realiza muchos guiños y referencias a Evil Dead 2 (1987) para que los fans estén a gusto. No toma el sentido del humor de las películas de Sam Raimi, porque el drama se impone, pero igual les rinde homenaje. Se autodefine, por las citas, como el segundo largometraje de la nueva era. Luego de un prólogo con cabaña en el bosque, incluida la mejor aparición de título en la pantalla que se haya visto en años, la película pasa a la ciudad, algo que representa un cambio para la franquicia. Ya no estamos en la cabaña, aunque la historia transcurre en un edificio a punto de ser demolido, aislado del mundo exterior. Las protagonistas son dos hermanas, Ellie y Beth. Ellie (Alyssa Sutherland) es una madre de tres hijos, dos adolescentes y una pequeña, y se ha divorciado recientemente. Beth (Lilly Sullivan) es la hermana menor, la rebelde que vive en el mundo del rock. Beth viaja a reencontrarse con Ellie cuando descubre que está embarazada. La hermana mayor está a punto de mudarse, la demolición es inminente y sólo quedan un par de vecinos en el edificio. En la noche del reencuentro entre dos hermanas ocurre un terremoto y bajo el estacionamiento del edificio descubren un misterioso libro que desatará el mal. Las hermanas, los niños y los pocos vecinos se enfrentarán a fuerzas más allá de cualquier cosa conocida. Hay que destacar el hecho de que la película, a pesar de formar parte de una franquicia, es bastante original y logra entretener de forma muy efectiva. Tiene una buena dosis de sangre y momentos escalofriantes, de esos que desafían los corazones de los fans. Si alguien que no está acostumbrado al cine de terror se cruza con esta película la va a pasar mal. No es un largometraje para tener pesadillas, sino para impresionarse mientras uno la ve. El tema de las hermanas y sus problemas personales le da una fuerza extra a la trama y permite una identificación y una emoción que no siempre es fácil de conseguir en el género. A pesar de su violencia, locura y ritmo, la historia tiene espacio para desarrollar personajes. El guión no tiene el rigor máximo de las obras maestras del género, pero sabe imponerse por la potencia del relato y las dos grandes actrices principales. Aunque hay momentos difíciles, se pasa volando la película. La mejor noticia es que la película abre el juego para que Evil Dead tenga más películas sin la necesidad de que estén conectadas directamente.