Françoise “Frankie” Crémont (Isabelle Huppert) reúne a toda su familia e un viaje a Sintra, Portugal en una suerte de “despedida”. No estoy spoileando nada porque esto se sabe desde siempre. De eso se trata. La película de Ira Sachs mezcla los sentimientos de cada uno de los integrantes de ésta familia ensamblada, desde el dolor, la tristeza, el amor y la indiferencia de la integrante más joven. Frankie es una actriz híper famosa, acostumbrada al asedio y a ser adulada, todavía sigue trabajando y su sobrina Maya (Sennia Nanua) le advierte sobre la presencia de fotógrafos cuando nada desnuda, pero no parece importarle, le contesta que es “fotogénica”. Al principio no se entiende bien por qué ésta familia interracial y tan particular se ha juntado en éste paradisíaco lugar, y no sólo ellos se están allí, también le pide a Irene (Marisa Tomei) que se acople a ellos para la despedida y con un propósito secreto. Es un drama, con toques de comedia, muy pocos...donde Isabelle Huppert brilla, igual que su marido Jimmy (Brendan Gleeson) tan desesperado y contenedor. Su escena en la cama con Frankie es la más emotiva del film. El elenco cuenta también con Greg Kinnear en el rol de Gary, el novio de Irene, un dulce hombre que trabaja en la industria y quiere a su novia de una manera que no es recíproca. Frankie quiere dejar todo cubierto y arreglado, a su hijo Paul (Jérémie Renier) y su inestabilidad sentimental, los problemas financieros de su hijastra Sylvia (Vinette Robinson), y hasta las cuestiones de su primer marido Michel (Pascal Greggory). Se sabe que el drama personal de un amigo inspiró al director a escribir el guión junto a Mauricio Zacharias. Un film que trata un tema difícil pero también abre otras aristas como un divorcio, que quedan inconclusas. Es raro que haya sido seleccionada para el festival de Cannes, ya que es una película pequeña, salvo por su gran elenco. ---> https://www.youtube.com/watch?v=Uqgp2wtiLEA DIRECCIÓN: Ira Sachs. ACTORES: Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Marisa Tomei. ACTORES SECUNDARIOS: Greg Kinnear, Jérémie Renier. GUION: Ira Sachs. FOTOGRAFIA: Rui Pocas. MÚSICA: Dickon Hinchliffe. GENERO: Drama . ORIGEN: Portugal, Francia. DURACION: 100 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años DISTRIBUIDORA: BF + Paris Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 28 de Noviembre de 2019
Ira Sachs retorna a la pantalla con un relato coral entorno a Frankie, una mujer que ha conquistado todo lo que se imaginó y más, y un grupo de sujetos que la circundan diariamente y la transitan. Verosímil cuento sobre aquello que se desea, las postergaciones, y la particular saña con la que la mirada del otro puede terminar destruyendo relaciones y personas, tiempo y espacio y además, su propia identidad. Un elenco de lujo para una historia profunda y dolorosa sobre la vida, el estrellato y la muerte.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Hay quienes van al cine y pagan su entrada para ver una película motivados, llevados por uno de los intérpretes que encabezan el elenco. En Frankie hay varios talentosos, empezando por Isabelle Huppert, y siguiendo por Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Greg Kinnear, Jérémie Rénier. Tamaña decepción, entonces, se lleva el espectador ya al promediar la proyección del filme de Ira Sachs (el de Por siempre amigos), que hizo su primera aparición en el Festival de Cannes con este melodrama en la edición de este año. Ni siquiera la presencia de la actriz de La profesora de piano y Elle: abuso y seducción merece la atención. Huppert es Françoise Crémont, una mujer que decide llevar de vacaciones a Sintra, un pueblito pintoresco de Portugal, a miembros de su familia y/o amigos y hasta a su ex marido. Si queda claro el motivo -Frankie padece una enfermedad terminal, y la reunión obedece más a una despedida que a otra cosa-, no queda claro cuáles son las intenciones. Porque en los diálogos, insípidos, hay algo de reproches al margen del tono de adiós. Lo que también desaprovecha el realizador estadounidense, además de a los actores que ha reunido, son las situaciones que plantea, tanto en el tronco de la historia como en sus ramificaciones. La relación, por ejemplo, entre Ilene (Tomei) y Gary (Kinnear), el reencuentro con Jimmy, su ex. Todo es más que pintado, enchastrado con una pátina entre trágica y patética. Eso sí, con unos paisajes pintorescos que el director de fotografía portugués Rui Poças (Zama) sabe iluminar y una toma final, un plano que debería decir mucho, pero que resulta bastante simple y desabrido.
Nueve historias de familia Frankie (2019), de Ira Sachs posee el encanto de contar con un seleccionado de grandes actores encabezado por las incombustibles Isabelle Huppert y Marisa Tomei, del que también forman parte Greg Kinnear, Brendan Gleeson y Jérémie Renier). No sé si las expectativas eran muy altas de mi parte, pero el resultado está muy por debajo de la hermosa Por siempre amigos (2016), también con Greg Kinnear y la gran actriz chilena Paulina García (pequeño milagro para tener en cuenta: se estrenó comercialmente en Argentina). En la ficción, la Huppert es una gran actriz francesa, matriarca de una familia extendida (con marido y ex maridos, hijos de los distintos matrimonios) que, aquejada por una enfermedad terminal, junta a todo el grupo para pasar un tiempo juntos (y despedirse) en la hermosa ciudad de Sintra, en Portugal. La mater familia tiene hasta la fuerza de tratar de ubicar a su hijo que está solo con una amiga. Y esas es una de las nueve historias que se entrelazan con amabilidad, un poco imbuidas de la belleza de un pasaje que se admira pero no llega a integrar la trama. Pasa como casi todo en la película: el ritmo, el tono y la profundidad es la de un leve sobrevolar sobre los temas, como el turista interesado pero con poco tiempo para conocer de veras un sitio determinado.
Texto publicado en edición impresa.
El mundo continuará “Frankie” (2019) es una película dramática dirigida y co-escrita por Ira Sachs. Coproducida entre Estados Unidos, Francia, Portugal y Bélgica, la obra está protagonizada por Isabelle Huppert. Completan el reparto Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Greg Kinnear, Vinette Robinson, Ariyon Bakare, Sennia Nanua, Jérémie Renier, Pascal Greggory, Carloto Cotta, entre otros. Tuvo su premiere mundial en el Festival de Cannes. Luego de estar dos años libre de cáncer, la actriz Frankie (Isabelle Huppert) vuelve a estar enferma. Sabiendo que ya no le queda mucho tiempo por vivir, ella decide reunir a su familia en unas últimas vacaciones idílicas. En la ciudad de Sintra, ubicada en Portugal, los distintos seres queridos lidiarán con la melancolía y sus propios problemas. Sin gritos ni grandes discusiones, la nueva cinta de Ira Sachs se vuelca más para el lado contemplativo. Con una historia exclusivamente de personajes, a medida que avanza el metraje iremos conociendo a cada uno de los que se embarcaron en estas vacaciones. Tenemos a Jimmy (Brendan Gleeson), esposo de Frankie que no puede imaginar el futuro sin ella; a Michel (Pascal Greggory), primer amor de la actriz y padre de su hijo Paul (Jérémie Renier); a Sylvia (Vinette Robinson), hija de Jimmy que no está pasando un buen momento con su marido Ian (Ariyon Bakare); a la adolescente Maya (Sennia Nanua), nieta de Jimmy que prefiere tomar el transporte público sola e irse a la playa; a la estilista Irene (Marisa Tomei), una de las grandes amigas de Frankie; y por último a Gary (Greg Kinnear), director de fotografía que desea que Irene se case y viva con él. Con algunas subtramas más interesantes que otras, la película resulta amena principalmente porque los personajes no lucen como tales, llegando a pensar como espectador en que tranquilamente estas personas podrían existir en la vida real. A pesar de estar juntos en un mismo lugar, desde afuera se puede ver cómo cada grupo se desempeña por sí mismo, aspecto que queda perfectamente reflejado en el plano final del filme, dando la pauta de que la muerte del humano es inevitable pero la vida de los demás no se detendrá. En cuanto a la fotografía, el trabajo del portugués Rui Poças (Zama) es uno de los grandes aciertos de Frankie. Caminatas llenas de vegetación a los costados, azulejos con colores vívidos, el caer de la lluvia, una playa bellísima y hasta el ferrocarril turístico genera que quedemos visualmente maravillados por la armoniosa ciudad de Sintra. Solo por sus imágenes, la película merece ser vista en pantalla grande. Simple, bien actuada y con un vestuario veraniego donde abundan los verdes, violetas, naranjas y azules, “Frankie” es un dramón distinto por no apelar a los diálogos edulcorados ni clichés. De esta manera, la película aporta frescura al género y uno disfruta viéndola por más que no quede en el recuerdo.
Con películas como Forty Shades of Blue, Keep the Lights On, Love is Strange y Por siempre amigos, Ira Sachs se convirtió en uno de los directores más venerados del cine independiente estadounidense. Con Frankie -que compitió por la Palma de Oro en el último Festival de Cannes- dio un giro en su filmografía al rodar en la bellísima ciudad portuguesa de Sintra y alrededores con un auténtico seleccionado del cine mundial: Isabelle Huppert, Marisa Tomei, Brendan Gleeson, Greg Kinnear, Pascal Greggory y Jérémie Renier. Aunque el título en singular remite al personaje de una exitosa actriz que interpreta con la ductilidad de siempre Huppert, estamos ante una película coral que transcurre durante una jornada veraniega en ese paradisíaco enclave. Allí se reúne la conflictuada protagonista con familiares, colaboradores y amigos en un relato que abordará amores, separaciones, reconciliaciones, enfermedades, despedidas, redenciones y hasta algún milagro (Sintra es famosa además por sus aguas curativas). El film se inscribe en esa suerte de subgénero de "extranjeros que viajan por Europa". Hay algo de pintoresquismo y de ciertos lugares comunes burgueses en esta propuesta, que alterna drama y comedia, costumbrismo y lirismo (hermoso el plano final también con ínfulas de Kiarostami), pero Sachs termina saliendo airoso del desafío con los aportes sustanciales del brillante fotógrafo portugués Rui Poças ( Tabú, Zama) y de sus talentosos intérpretes.
Frankie lleva a toda su familia de vacaciones a Portugal, hay algo de melancolía en ese viaje. También invita a una amiga para que conozca a su hijo, no quiere que vaya solo a Nueva York. Está intentando que todo quede en orden antes de partir. Frankie es la nueva película de Ira Sachs (Little Men) protagonizada por una genial Isabelle Huppert, una historia pequeña, personal, que parece quedarse a mitad de camino en varios arcos pero que emociona y sorprende.
"Frankie": una matriarca muy especial El director estadounidense Ira Sachs propone un relato coral siempre centrado en la estrella francesa, a quien rodea de un gran elenco y un paradisíaco paisaje portugués. Casualmente, en el transcurso de este año dos de los principales festivales internacionales de cine exhibieron sendos largometrajes en los cuales un par de célebres actrices (interpretadas en ambos casos por estrellas famosas) se transforman en el centro de atención de una reunión familiar. En Venecia tuvo lugar el estreno mundial de la aún inédita en nuestro país La verité, película francesa del japonés Hirokazu Koreeda; allí, Catherine Deneuve encarna a una matriarca (en el cine y en la vida) al borde de un ataque de muchas cosas. Algunos meses antes, en Cannes, el último largometraje del estadounidense Ira Sachs presentaba a Isabelle Huppert en el rol de otra intérprete de cine reuniendo a gran parte de su familia –y a una amiga entrañable– en un idílico paraje portugués. Esta nueva entrada en el subgénero “Huppert de viaje por el mundo” –que incluye más de una maravilla cinematográfica de la mano del coreano Hong Sang-soo– llega a las pantallas locales apoyada por un reparto internacional de fuste: Marisa Tomei, Brendan Gleeson, Greg Kinnear, entre otros. Obligaciones y lujos de la coproducción, Frankie fue rodada en las bellísimas locaciones costeras de Sintra, en el departamento de Lisboa. Françoise Crémont, a quien todos llaman cariñosamente Frankie, batalla contra una enfermedad severa y la cita vacacional tiene el tono de una despedida final, que nadie puede dejar de sentir en el cuerpo o el espíritu. La familia allí reunida es un ensamble complejo y variopinto: primer y actual marido, hijo e hijastra, nieta adoptiva, a quienes se les suman una vieja amistad, la estilista interpretada por Marisa Tomei, y su novio, ambos dedicados al negocio del cine. Si bien el foco nunca abandona la figura de Frankie (ya la primera escena la muestra haciendo de las suyas, nadando en topless en la piscina del hotel, sin rendir cuentas a nadie), la película de Sachs adopta la configuración del relato coral, entrando y saliendo de sub tramas que comienzan a pintar pequeñas aldeas para intentar describir todo un mundo. Los conflictos matrimoniales, la posibilidad de un amor de juventud veraniego, las discusiones por la herencia y la inevitable cercanía de la muerte son algunos de los temas que el director de Por siempre amigos y Married Life aborda con sutileza, pero también con una notoria falta de potencia dramática. Las escenas entre Huppert y Tomei son la gran excepción. En un par de caminatas por el lugar, fotografiado sin aspavientos por el gran Rui Poças, las conversaciones entre ambas –pero también los silencios– logran transmitir bastante con escasos diálogos expositivos, demostrando momentáneamente que Frankiepudo haber sido otra película, más profunda, emotiva y significativa. El homenaje a Abbas Kiarostami en el plano final no es otra cosa que un guiño cinéfilo sin demasiada importancia; lo que queda en el recuerdo son esas miradas entre Tomei y Huppert, cuando las palabras ya no alcanzan, y un par de instancias en las cuales Brendan Gleeson transmite, con su gran cuerpo y mirada triste, una intensa desolación por la inminente y definitiva separación.
El titulo de la película ya determina quien está en el medio de la acción, la fabulosa Isabelle Huppert, que encarna a una actriz que, muy pronto se revela, está enferma, que quizás no celebre otro año, y que por eso reúne en un lugar soñado, Sintra, en Portugal, a su familia, ex esposo, amiga, hijos, para un último verano donde intenta diseñar un futuro para sus seres queridos. Junto a la magnética francesa, su personaje es una intérprete famosa que hace gala de un humor seco, una determinación, una aceptación del destino, pero también una vulnerabilidad absolutamente conmovedora que impregna todo el film. No hay golpes bajos, pero si una infinita tristeza tiñe tanta belleza, tanta sensibilidad en un elenco magnífico. Los cinéfilos descubrirán rastros de Rohmer, de Kiarostami. Lo mejor del Ira Sach, que no llega al nivel de otras de sus películas (“Love is strange” o “Siempre amigos”) es que en el guión que escribió con su habitual co-equiper Mauricio Zacharías, es que no hay grandes discursos, sino mínimos comentarios para adivinar la intención de la protagonista y ver cómo reaccionan los que saben que se quedaran sin ella. Hay momentos de lucimiento para otro talentoso como Brendan Gleeson y otra grande, Marisa Tomei. La labor de el fotógrafo Rui Pocas (Zama) es eximia y resalta no solo el lugar sino a cada uno de los personajes en su mundo de dolores y resignación, marcados por el carácter de la protagonista, conscientes de un futuro marcado por la pérdida. Un film para disfrutar.
Liviandad por sobre todo. El estadounidense Ira Sachs dirige este melodrama más apropiado para la televisión que para la pantalla grande. El film está protagonizado por Isabelle Huppert, quien interpreta a Françoise Crémont —Frankie—, una famosa actriz francesa con una enfermedad terminal que decide tomarse unas vacaciones con su familia y una amiga en un paradisíaco pueblo de Portugal. La presencia de una figura consagrada como Huppert y el hecho de que la película haya formado parte de la competencia oficial del Festival de Cannes 2019 harían suponer que la calidad está garantizada y que nos disponemos a ver un gran film. Lamentablemente, no es así. Frankie presenta un argumento insulso, carente de relevancia. Los diálogos son superficiales, obvios, no hay el mínimo esmero en contar una historia coherente, sustancial. La película no encuentra el rumbo en ningún momento. Lo más grave es que esa apatía se contagia a la propia Huppert y al resto de los actores, figuras de la talla de Brendan Gleeson, Jérémie Renier, Marisa Tomei y Greg Kinnear. Resulta frustrante ver cómo un reparto estelar como éste se desperdicia a más no poder. Por momentos hay destellos de Huppert —con esa tristeza que atraviesa su rostro durante todo el filme—, Gleeson —el esposo de Frankie— y sobre todo Tomei —como la estilista hollywoodense amiga de Frankie— pero en general todos sucumben a la banalidad de la trama. La proximidad de la muerte, los desencuentros amorosos, la pena ante el ser querido que sabemos pronto partirá, la tensa relación entre una madre y su hijo, la soledad, la frustración son todos temas tratados muy por encima, sin la rigurosidad y la profundidad que requerirían. La subtrama de la pareja conformada por Gary (Greg Kinnear) y Ilene (Marisa Tomei) es abordada con una precariedad que asombra. Lo mismo puede decirse del dolor que experimenta Paul (Jérémie Renier) —hijo de Frankie— frente a una vida que no lo satisface, en definitiva, frente a la infelicidad. No se alcanza a dilucidar qué quisieron decir y contar Ira Sachs y Mauricio Zacharias con este pobre guion. Sabemos que el tópico de los enfermos terminales es un género cinematográfico en sí mismo que a veces puede resultar trillado, pero eso no quita que haya maneras originales, inteligentes, conmovedoras para encararlo. Evidentemente, Frankie no es el caso.
Isabelle Huppert es “FRANKIE” en este conmovedor drama francés. Tres generaciones luchan contra una experiencia que les cambiará las vidas durante un día de vacaciones en Sintra, histórica ciudad portuguesa conocida por sus jardines, villas y palacios de ensueño. Ira Sachs (“LOVE IS STRANGE”, “KEEP THE LIGHTS ON”) crea una hermosa película con tintes corales retratando las conversaciones sobre situaciones y realidades que atraviesan estos personajes completando la historia desde varios puntos de vista. Está hermosamente filmada con una gran cinematografía y fotografía que se encarga de enmarcar con belleza los diálogos y por supuesto aprovecha también los idílicos paisajes que la ciudad portuguesa de Sintra tiene para brindar. Toma particulares y acertadas decisiones sobre determinados planos (sobre todo al final donde todos los personajes convergen en una montaña) que resultan realmente memorables. Definitivamente se destacan las actuaciones en un film que contiene mucho diálogo. Isabelle Huppert (“LA VIUDA”, “THE ROMANOFFS”), Marisa Tomei (“SPIDER-MAN: LEJOS DE CASA”, “ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE ESTÁS MUERTO”), Greg Kinnear (“HOUSE OF CARDS”, “THE TWILIGHT ZONE”) y Jérémie Renier (“EL AMANTE DOBLE”, “LA CHICA DESCONOCIDA”). Todos ellos brindan muy buenas interpretaciones que realmente te hacen creer estar viendo a amigos y familiares que no se ven en años desplegando interesantes dinámicas de personajes. Siempre se agradece la presencia de Isabelle Huppert en pantalla otorgandonos una diva de cierta arrogancia, sagaz inteligencia y peculiar sentido del humor que atraviesa un complejo estado emocional. El guión por su parte quizás no resulte tan contundente para un film que, como ya hemos mencionado, se sostiene tanto en las conversaciones (como puede ser el caso de la saga “BEFORE” de Richard Linklater donde el mayor fuerte del film está en los extensos diálogos entre los dos protagonistas que funcionan de forma atrapante). El film nos presenta un drama que aborda muchos temas como el amor, la pérdida, la familia, el matrimonio, entre otros. Temas tan humanos y cotidianos para cualquiera que por momentos se sintiera como si ya hubiésemos visto esta película pero que aun así será igual de disfrutable como cada vez que vemos el mar a pesar de haberlo visto tantas veces. “FRANKIE” no va a acaparar demasiado la atención en la taquilla de los cines y probablemente tampoco sea ampliamente galardonada en festivales pero que sin dudas es una gran cinta que merece su lugar para ser vista. Por Matías Asenjo
Verano eterno Frankie es una muestra de algunas cosas que no es necesario o no son tan convenientes en el cine: crear un universo en el que algunas de las reglas se hayan visto pero sean tan poco sutiles en su reutilización, y en el medio de ello la asistencia se vea entre abrumada y aturdida por el melodrama que pretende generar simpatía sin lograrlo, que es casi lo peor que puede pasar para quien entra a una sala de cine a ver una película con un gran elenco, pensando que puede ser una idea satisfactoria. Es mi humilde opinión, claro, pero Isabelle Huppert no para de hacer una película tras otra en las que no promete nada, y sin embargo, defrauda. No puedo entender la lógica a la hora de elegir sus guiones, siendo la máxima expresión de ello Blanche comme neige (Blanca como la nieve) una película que podría tranquilamente pasar por una porno soft y ser exhibida en las funciones “para oficinistas” de las salas de la calle Lavalle de los 80s. Ira Sachs, director de, entre otras películas, El amor es extraño (Love is strange, 2014) y Verano en Brooklyn (Little men, 2016), hace todo para construir con gracia, junto a Mauricio Zacharias, la historia de este melodrama sobre una exitosa actriz que reúne a su familia y seres queridos más cercanos con una motivación especial, y en paralelo, lograr modificar las vidas de algunos de ellos, y por desgracia lo hace mal. Claro, es muy probable que la armonía narrativa, las emociones mal fingidas y las circunstancias de bache que aburren más de lo que es posible hayan sido planificadas de ese modo. Y eso es lo más terrible. Ni que hablar de un elenco secundario (Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Greg Kinnear, Jérémie Rénier) con muchas posibilidades, desaprovechado en su totalidad. En definitiva, para no hacer más larga mi expresión de la opinión general sobre la película que nos trae aquí, (tan larga como la película se vuelve) si tienen, como hay hoy en día, algo mejor que ver, ni lo intenten. Es tiempo que no se recupera. Frankie es una película fallida, intento de copia de otras fórmulas que tienen mejor finalización, con una muy buena actriz que no acierta en el último tiempo en la elección de los papeles que encarna.
Después de la estupenda Verano en Brooklyn/Little men, el director de Love is Strange, Ira Sachs viaja con su estupendo elenco a Portugal. Allí es donde Frankie (Huppert), que es una famosa actriz, ha convocado a su familia ampliada. Hijos, cuñada, nieta, amiga, marido, exmarido, amigo con derechos. Un elenco que será público para las malas noticias de su salud, como en una especie de viaje colectivo de despedida. Pero, con la belleza de la ciudad de Sintra como marco, también escenario de los distintos conflictos entre varios de esos personajes. Con puntos en común con algunas películas del Woody Allen europeo, el de los últimos tiempos, Sachs consigue una película de fuerte tono melancólico que, en sus mejores pasajes, los que tienen a la estupenda Marisa Tomei como figura central, alcanza momentos de belleza y compromiso. Aunque cierta dispersión o, acaso, la resolución algo banal de conflictos que se insinúan como más profundos, impide que Frankie llegue a conmover como parece proponerse.
PERDIDOS EN SINTRA Nunca viene mal que un director pegue un volantazo en su carrera, pero lo hecho por Ira Sachs en Frankie demuestra que a veces ese cambio de rumbo merece, al menos, cierta autorreflexión que lo justifique. Lejos de sus historias urbanas con los códigos del indie norteamericano, el director de la enorme Por siempre amigos retoma algunos de sus temas habituales pero lo hace no sólo con un cambio geográfico sino con una apuesta que huele a cine festivalero con elenco internacional (Isabelle Huppert, Brendan Gleeson, Greg Kinnear, Marisa Tomei, Jérémie Rénier, Pascal Greggory): tanto es así que Frankie compitió en la última edición del Festival de Cannes. Pero lo cierto es que en ese pasaje, algo se perdió y algo no se terminó de aprehender, más allá de que el talento del director y sus intérpretes terminen por conformar un producto aceptable. El relato es coral y se mueve alrededor de Frankie, la actriz que interpreta Isabelle Huppert. Es ella quien, con cierto dejo de capricho (luego se conocerá el sentido de esa actitud imperativa de la protagonista), ha convocado a unas vacaciones en el pueblito portugués de Sintra, donde se reúnen el marido, el ex marido, los hijos, el yerno, la nieta y alguna amiga a la que quiere relacionar con su hijo. La película se construye de diálogos y largas charlas, muchas de ellas registradas en virtuosos planos secuencia, que ponen el eje en cuestiones afectivas y sentimentales, pero fundamentalmente en el paso del tiempo y en aquello que pudimos hacer con él. Sachs, desde la puesta en escena, construye una suerte de presente suspendido que le aporta algo diáfano a cada momento. Los personajes, entonces, se cruzan, se relacionan, se vinculan, se descubren, mientras pasean por las calles y los bosques de Sintra. Frankie, como suele ocurrir en buena parte de la filmografía de Sachs, no se construye sobre los grandes giros o los conflictos excesivos, es más bien un tono melancólico el que conduce las acciones. No hay nada malo en eso y es parte de la apuesta del director que uno puede tomar o dejar. El inconveniente en Frankie es que, llegado determinado momento, todo se vuelve repetido y similar. Los diálogos amagan con profundizar en los conflictos, pero se quedan en el amague, siempre atentos a una explosión que termina contenida. Es como si ese pasear turístico de los personajes se transmitiera a una suerte de turismo del espectador por las emociones de los personajes. Y entre referencias evidentes que Sachs parece querer vampirizar con su cámara, algo de Rohmer, algo de Kiarostami (y donde también se queda en el acercamiento turístico), la película termina finalmente condenada al encanto o no de sus interpretaciones. La melancolía corporal y gestual de Gleeson, cierto monólogo de Rénier y los momentos que comparten Huppert y Tomei sobresalen en una película que se pasa de levedad y se vuelve algo insípida. Sachs construye una historia de personajes perdidos y termina perdiendo el rumbo de su narración.
Ira Sachs explora en 100 minutos la celebración de despedida que organiza Françoise Crémont aka Frankie (Isabelle Huppert), una actriz con cancer terminal, para sus seres queridos. Frankie se da el lujo de ser pasajera, no es una película que recurre al lamento sobre la muerte. Sachs busca continuidad de vida buscando resoluciones que pueden o no ser efectivas en un futuro sin la actriz titular; pero esas mismas resoluciones posiblemente no terminen siendo del agrado personal de la actriz. En Frankie la vida sigue su paso. Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Jerémie Renier, Greg Kinnear y Vinette Robinson acompañan a Huppert en su día de despedida correctamente. Tomei y Gleeson dan un plus al asunto, marcan presencia y funcionan en cuanto a química con Huppert en pantalla; Renier se destaca como la amenaza, personificando al hijo de Frankie de manera insolente y caprichosa, el actor Belga da lo necesario para desarrollar el conflicto y pone el film donde corresponde con escenas críticas de situaciones pactadas. Eso si, Greg Kinnear pasa sin pena ni gloria como un mero medio de nombrar a Star Wars. Huppert, inmensa, es una protagonista total indudable. La película lleva el nombre de su personaje y Isabelle hace honores a ello; cada escena gira en torno a Frankie y ella misma es el centro de atención en todo, directa o indirectamente. Los manerismos son naturales y los diálogos conectan exitosamente gracias a la dirección de Sachs, acompañado en labores de guión por Mauricio Zacharias; todo este film es un simple día de descubrimiento, inspiración, tragedia y celebración. Puede que sus puntos principales se sientan distantes, pero por más lejos que estén, se ven claramente. Frankie es una muestra de como las personas tendrían que disfrutar momentos y no preocuparse demasiado por el futuro, ya que muchas cosas no dependen de nosotros y como todo… la vida va y viene. Valoración: Buena.
Para captar la potencia emocional de Frankie, detengámonos en los últimos cuatro planos de la coproducción de Ira Sachs. Son estos hacia donde nos estaban llevando los reencuentros y vueltas de los personajes. Isabelle Huppert, quien interpreta a la protagonista que da nombre a la película, se da dos vueltas en un plano medio para detallar a quienes ha convocado. Su vestuario, una chaqueta negra y un vestido largo y naranja, nos sugiere un indicio de luto luminoso. Su familia y amigos más cercanos caminan hacia ella para ver un lugar paradisíaco. La imagen siguiente es un plano cenital de una tierra (que parece) arrasada, de tonalidades casi negras, y el mar reflejando un atardecer paulatino. Si creemos que esto basta como cierre, es por contraste al resto de la historia. Los tonos marrones, el mar casi blanquecino y el sol que solo podemos ver por el reflejo nos asoman una muerte próxima sin necesidad de caer en golpes bajos. Y estos tonos casi se oponen a los múltiples verdores vistos previamente en este pueblo de Portugal. Sachs capta la complejidades y tristezas de esta estrella de cine y su familia sin necesidad de primeros planos ni otras tomas de cerca que interrumpan la contención. La puesta en escena de la película nos va componiendo momentos casi exclusivamente en planos medios y americanos donde los actores están de espaldas a la cámara varias veces. Si nos extraña esta decisión es porque el director y co-guionista pone su confianza en las intimidades de los actores para que sus entonaciones sugieran lo que ignoramos de su gestualidad facial en esas escenas. Y porque sabe que los cortes del típico plano/contraplano interrumpirían la fluidez buscada. Personaje y paisaje están imbricados aquí, pero no para embellecer la experiencia sino para resistirse a lo que se viene. Descubrimos de a poco que Frankie ha orquestado este encuentro a modo de despedida pero aquí no hay lástima, ni llantos excesivos. La contención a veces es necesaria a fin de retratar dolores. Para ello, los muros, las paredes, los mosaicos y las rejas de fondo arman un diálogo entre lo que esconden ellos, sobre todo Frankie, y las desnudeces que ocurren a nivel simbólico. En su novena película, Sachs tiene a disposición un elenco de actores confiables, que además interpretan a técnicos de la industria. No se trata de que son conocidos o recurrentes en su filmografía (ya antes ha trabajado con Marisa y con Greg), sino de una complicidad dejada casi a lo fortuito y la intuición. Ira toma decisiones en el plano que parecen incómodas (por ejemplo, una bandada de turistas entorpece el fondo de la imagen en una escena con los mencionados actores), pero que a la vez nos tienen el propósito de advertirnos dificultades que el ser humano siempre planifica (como estos reencuentros) y casi nunca funcionan por los imprevistos y caprichos. De todas maneras, esta no es una película de fracasos absolutos. En una familia compuesta por hermanastros, amigos y ex esposos, son los adolescentes quienes tienen oportunidad de vivir un momento idílico. Qué importa si este resulta efímero e irrecuperable: Sintra es el lugar-excusa para encontrar antes de buscar, como le aconseja Frankie a Vivi según una cita de Valéry… ¿o era de Breton?
Françoise Crémont (Isabelle Huppert), alias Frankie, sufre una enfermedad terminal y comienza a atravesar sus últimas fases. Pero ella se siente con ganas de compartir un espacio y tiempo (vacaciones, en este caso), con sus seres cercanos. Su ex, su actual marido, hijo (Paul, by Jérémie Renier) , hijastra, estilista (Marisa Tomei), novio de peluquera (Gary, aka Greg Kinnear), etc... ¿Qué se ve rápidamente? Que Ira Sachs (un director indie americano prestigioso), decidió sumergirnos en una de esas películas que yo definiría como un "crossover". Un mix. Por un lado, siento esta constelación de actores de primera línea (¿nombré a Brendan Gleeson con su pareja del presente?) prepara una historia coral familiar irónica, dramática, donde temas como la muerte y los vínculos se expondrían a la orden del día. Por el otro, como el espacio físico es un hermoso pueblo en Portugal, uno no puede dejar de pensar en Huppert en modo "viajera". ¿Qué sería esto? Exuberante, transgresora, con mucho candor y desparpajo en sus diálogos. Divertida y oscura, a la vez. Amamos a Isabelle. Desde ya. No queda duda de eso. Le hemos perdonado todo. También tenemos en alta consideración a Glesson, y bancamos a Marisita Tomei. Pero debemos decirles que "Frankie" es una comedia dramática, pseudo coral, donde Huppert es Messi, pero en esos días en que baja la cabeza, y no acierta una. Que todo el equipo se desluce y que no hay conducción. Ese es el problema. Huppert es encantadora. Y hasta cuando nos aburre, nos encanta. Ella es totalmente luminosa, y tiene un gran sentido del humor. Pero aquí, nunca llegamos al cinismo desaforado de los personajes de Cate Blanchett en solitario. Hay una pátina de intelectualismo snob que resbala en los protagonistas y hace que las interacciones no generen chispas, sino indiferencia. Sí, Frankie se enoja con unos y otros, regala sonrisas, se pone seria y reflexiva y nos regala mohines y demás. El resto hace lo que puede, con lo que tiene (muy tierno Gleeson, flojísimo Kinnear, como siempre), que es jugar al juego que Sachs marca, en el que entendemos que es rendir una especie de homenaje a aquellas personas que pueden darse el gusto, de despedirse bien de la vida (?). O no. No nos queda muy claro. Porque si la idea era mostrar una actriz famosa, en modo neurótico, que se resiste a dejar este mundo, tampoco funciona. Eso es lo que gobierna a la película, la falta de objetivos claros. El cast es muy variado, la protagonista es una señora actriz, pero la magia, no se produce. Frankie alternará charlas, enredos, discusiones y tratará de traer unidad para los suyos durante su estadía en Sintra (la fotografía del lugar impresiona, de verdad). El resultado, no deja de ser lejos de lo esperado. Por debajo de los últimos trabajos de esta gran luminaria del cine francés. Sólo para sus fans, me atrevería a decir.
El porvenir Una famosa actriz decide reunir a sus seres queridos durante un viaje familiar muy particular al que asisten su actual marido y su ex, sus hijos de diferentes matrimonios, su nieta y una amiga estadounidense para disfrutar los idílicos paisajes costeros de Sintra. Con el tono agridulce de un relato veraniego de Rohmer, y con la maestría de Ozu para capturar la belleza trascendental de los pequeños gestos, Ira Sachs elabora un contenido y emotivo acercamiento a un instante de la existencia y todas sus vicisitudes: la complejidad de las relaciones humanas y cómo la acumulación de ínfimos pero significativos momentos influyen en la formación de un individuo, algo que Sachs y su coguionista Mauricio Zacharias ya habían abordado en Por siempre amigos, película que revela un costado humano con un nivel de sutileza pocas veces visto en cine. Probablemente no exista una actriz que sea capaz de trasmitir el desprecio y la indiferencia con tanto encanto como Huppert. Esto, sumado al tono de despedida que revolotea en toda la película, y a esa ciudad de ensueño con sus bosques y fuentes con aguas milagrosas, hacen de Frankie y de su estreno en salas un milagro en sí mismo. Huppert está tocando el piano mientras su esposo la escucha pero sin que ella se percate, luego se sienta a su lado sin poder contener el llanto; esa escena es uno de los momentos más emotivos y desoladores de la película, junto al plano general del final, que alumbra a la distancia con heroica serenidad los misterios de la existencia humana, del fluir inagotable de la vida, la belleza de cada instante compartido.
Una familia un tanto cuantiosa, y de lazos diversos, se reúne durante un día de sus vacaciones en la ciudad de Sintra, Portugal. El nexo que los mantiene ligados son sus respectivos vínculos personales y/o profesionales con la artista Françoise Crémont (Isabelle Huppert) o, como todos la identifican, Frankie, quien se percibe a sí misma en el ocaso de su vida y decide fructificar cada minuto previo a la luminosidad lunar, ya sea acompañada o por cuenta propia. ‘Frankie’, co escrita y dirigida por el estadounidense Ira Sachs, es un film transitado por “paisanajes”, es decir, por paisajes con roles esencialmente protagónicos, ya sean piscinas, paredes de azulejos, plazas abundantemente transitadas o jardines desérticos. La llegada de cada protagonista a cada uno de ellos tendrá una consonancia particular con respecto a sus alivios y angustias, y esto se ejecutará con eficacia en gran parte debido a la disposición de un elenco talentoso; entre ellos: Marisa Tomei, Brendan Gleeson, Greg Kinnear y Jérémie Renier.
Para contemplar y considerar "Frankie" hace alusión al apodo de la actriz Françoise Crémont, interpretada por la espectacular Isabelle Huppert. A pesar de que la protagonista le dé el nombre a la cinta del director Ira Sachs, ésta se basa más en un elenco coral, conformado por grandes artistas como Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Greg Kinnear y Jéremie Rennier. Sachs, uno de los nombres más importantes del cine independiente en Estados Unidos, dirige y co escribe esta historia que sigue a Frankie pero que hace hincapié a las ramas de relaciones familiares, afectivas y profesionales que la rodean. Todo comienza cuando el personaje encarnado por Isabelle Huppert reúne a sus seres queridos en la idílica ciudad de Sintra, en Portugal, para unas vacaciones especiales. Poco a poco, los demás van descubriendo el porqué de la invitación. En un tono melancólico, con sensaciones en el aire de enfermedad, desamor, muerte y vida, el filme avanza en una historia donde los paisajes y locaciones tienen su propio protagonismo. Después de todo, esta ciudad portuguesa pareciera ser mágica, tal como indica el guía turístico; y mucho tiene que ver el gran trabajo del director de fotografía, Rui Poças ("Tabú", "Zama"). A raíz de los diálogos y los paseos de los personajes, se da espacio a la contemplación y reflexión, aunque éstos casi no cuentan con arcos narrativos o conflictos que se vayan a resolver, de hecho, todo lo contrario. En ese sentido, la cinta de Sachs nos recuerda en algún modo a la trilogía de "Antes del Amanecer", de Richard Linklater, especialmente a las primeras dos. En definitiva, una película sensible, excelentemente actuada y cuya factura técnica repercute en la intencionalidad para contar una historia en la cual a su director le cuesta enganchar al espectador. Puntaje: 6/10 Por Federico Perez Vecchio
Un drama inmobiliario En Frankie, la primera película que filma fuera de Estados Unidos, Ira Sachs vuelve a poner en escena un cambio de domicilio. “Uno no ama menos un lugar por haber sufrido en él”, escribió Jane Austen en Persuasión, en 1816. En el cine de Ira Sachs los espacios definen a los personajes. No para siempre, porque en las películas de este director estadounidense de 54 años nada es eterno, y menos un contrato de alquiler. Todo es temporal: el goce, pero también el sufrimiento. Sus relatos son dramas inmobiliarios que no excluyen los conflictos vinculares. En el universo de Sachs las personas también son lugares. Ambientes en los que uno quiere quedarse a vivir por mucho tiempo. El amor es un refugio, un techo que nos protege de las tragedias sin razón. Aquellas que irrumpen en la cena como si una enorme y pesada araña colgante se desplomara sobre la mesa familiar. El dolor es ineludible, las mudanzas también. En Love is Strange, estrenada en 2014, un matrimonio gay debe abandonar su hogar donde vivieron por más de veinte años. Hallar el departamento que puedan pagar no es sencillo, y hasta entonces deben dormir separados, lejos uno del otro, habitando casas prestadas. “Cuando vives con las personas, acabas conociéndolas más de lo que quisieras”, le dice Ben (John Lithgow) a George (Alfred Molina), agotado de convivir con sus sobrinos. Incómodo de estar no solo a kilómetros de su marido, sino del ritmo del hogar que perdieron. En cada película que filma, y co-guiona en dupla con Mauricio Zacharias, Ira Sachs parece hacer la misma pregunta: ¿cuánto dura la espera? En Little Men, estrenada en Argentina en 2016 con el título Por siempre amigos, dos familias se relacionan bajo la tensión de una propiedad. La muerte del propietario de una tienda arrincona a una comerciante latina de bajos recursos a renegociar las condiciones de alquiler del local con los nuevos dueños. Un contrato que triplica el valor que ella puede afrontar. Al igual que el cine de Nicole Holofcener, en la películas de Ira Sachs el dinero condiciona a los personajes en sus relaciones. Entre el deseo y la frustración hay un corto camino. Los hijos de ambas familias edifican una amistad cómplice, intensa como la de dos amantes. Un amor inclasificable que se ensombrece con la amenaza de desalojo. Dos personas que son separadas a causa del enfrentamiento de sus padres. Una posible versión contemporánea de Romeo y Julieta, con monopatines y patinetas, donde la lucha por permanecer juntos reside en una huelga del habla. Recordando la estrategia de ese par de niños protagonista de Buenos días (1959), una de las últimas películas de Yasujiro Ozu. Jordan Frankie quiere ser una despedida alegre En su noveno largometraje, Frankie, la primera película que filma fuera de Estados Unidos, Sachs vuelve a poner en escena un cambio de domicilio: una familia de tres generaciones se traslada a una ciudad de Portugal, Sintra. No son vacaciones, es un viaje de despedida. Es la última vez que convivirán como clan. En pocos meses, Frankie, la matriarca de esta familia, interpretada por una intimidante Isabelle Huppert, ya no estará de cuerpo presente en las discusiones inmobiliarias. Esta madre, abuela, esposa y ex esposa debe planificar con frialdad, pero no por eso con poco amor, cómo serán sus últimos recuerdos. Cuáles serán las postales que elija antes de morir para apretujarlas contra el pecho adentro de su tumba. ¿De qué manera se organiza una despedida? Como una mudanza: la fusión equilibrada entre emoción y practicidad. Frankie necesita dejar a su familia en orden, tener la certeza de que sabrán ser felices sin ella. Al igual que cuando uno cambia de casa, la protagonista guarda los sentimientos en cajas de cartón. No es represión, es preservar la intimidad de sus pertenencias. Y en el cine de Sachs los personajes solo son dueños de su pasado. Un ayer que, en oposición a otros directores, no los ancla sino que funciona como una catapulta que los lanza con envión a un futuro habitable. Mirar el bosque Todavía no se han inventado las despedidas alegres. Frankie intenta ser la primera en hacerlo, pero la cercanía de su muerte desorienta la seguridad de las personas que la aman. Sin embargo, en el cine de Sachs, la muerte nunca es una tragedia. Es parte de la vida. Como acostumbrarse a un nuevo código postal o empapelar las paredes del living. Cuando Frankie habla de su enfermedad, el director de fotografía encuadra a la protagonista en un fondo de mosaicos hipnóticos. No es un plano al azar: hay en esa imagen compuesta por el portugués Rui Poças, quien tatuó estampas de época en Zama (2017) y Tabú (2012), la esencia del director indie. Ubicar una situación angustiante en un paisaje luminoso. Nada es lo suficientemente triste como para no ver la belleza que nos rodea. Sea tangible o metafórica. Cuando en Love is Strange Ben muere antes de poder volver a dormir en la misma cama con su marido George, Sachs le regala a esa pareja serena una última noche feliz. Al despedirse en la entrada del subte, Ben baja las escaleras y George se queda solo viéndolo ir. Si en la secuencia de una película un personaje desciende la muerte no tardará en llegar. Sin embargo, la escena posterior no es el velorio ni el funeral. Porque esa ceremonia formal pesa mucho menos que la inolvidable velada que pudieron compartir luego de elegirse durante 39 años. El cine de Sachs está hecho de gestos. De esas pequeñas cosas que le dan sentido a sobrevivir al dolor. Envejecer es no morir Al igual que en Love is Strange, en Frankie el director pone el foco en los cuerpos arrugados. No es común apreciar en el cine estadounidense la vida sexual de los viejos. Salvo en las películas de Sachs, donde envejecer no es una condena sino otra forma de mutar. De conocerse de nuevo. Cambia el cuerpo como cambiamos de casa. Como afirmó Emily Dickinson: “La vejez aparece de repente, y no gradualmente como se piensa”. Los personajes reciben la vejez como los reptiles cambian la piel. No es un desenlace, es otro otro comienzo. Rui Poças resume la historia de amor madura de Frankie y su marido, Jimmy (Brendan Gleeson), en un largo plano secuencia sin diálogos. Retrata con suma cercanía, con luz de día y sin adornos, cómo se relacionan sus pieles. Aquellas que dejaron de ser tirantes hace años. Una escena tan íntima que hasta podemos sentir la textura de las sábanas de hotel. Los viejos también se calientan, cogen, porque son cuerpos deseantes. Ese es uno de los manifiestos más revolucionarios del cine de Sachs: con sus sutilezas es capaz de mostrarnos una nueva casa donde vivir. Lejos de prejuicios y certezas. En sus películas la incertidumbre se apropia del relato: los personajes no se casan con una identidad sexual. No importan los rotulos sino las experiencias. Nadie sabe si Tony y Jake, los adolescentes de Little Men, están enamorados o solo son amigos. O, tal vez, ambas cosas a la vez. No hay una única definición de amor, por eso Sachs se ocupa siempre de mostrar cómo se atraviesa una relación, estable o recién inaugurada, a partir de personajes con edades distantes. Refundar el final feliz A diferencia de sus anteriores películas, Frankie no narra la mayoría de las escenas en interiores, en habitaciones o cocinas, sino en paisajes arbolados y playas turísticas. Los personajes caminan sin pausa como si estuvieran siendo perseguidos. La quietud no fue invitada a ese viaje donde las valijas están repletas de miedo y nostalgia. Si en una comedia romántica el objetivo es el esperado beso de la pareja protagonista, en Frankie el fin es la unión de una familia que no sabe cómo funcionará sin la mujer líder. Y Sachs es generoso en su mirada esperanzadora, un maestro para equilibrar la alegría con el dolor. Tal como lo hizo en Love is Strange con esa última noche, y en Little Men con la unión secreta que seguirán teniendo los adolescentes, en Frankie hay una escena de pensamientos silenciosos que logra contener tanta tristeza. Jane Austen falleció 180 años antes de que Ira Sachs filme su primera película. Sin embargo, esta frase de su autoría describe a su cine como si lo hubiera conocido: “Cuando el dolor ha pasado, muchas veces su recuerdo produce placer”.