Para no pedir deseos No es una nueva moda en Hollywood esto de los grandes fortachones protagonizando películas para niños. Así como Vin Diesel dejo sus músculos y el cine de acción para Niñera a Prueba de Balas (The Pacifier, 2005), a comienzos de los ’90 fue Arnold Schwarzenegger quien incursionara como pionero en estas temáticas: Un Detective en el Kinder (Kindergarten Cop, 1990), Junior (1994) y El Regalo Prometido (Jingle All the Ways, 1996) le permitieron afianzarse en un target de publico mucho mas juvenil. Similar camino parece buscar Dwayne The Rock Johnson quien luego de La Montaña Embrujada (Race to Witch Mountain, 2008) no tuvo peor idea que hacer sufrir a grandes y chicos con este despropósito. Dwayne Johnson es Derek Thompson, es un otrora figura de hockey que vive de su popularidad y éxito pasado, mientras toma conciencia que sus días como jugador están llegando a su fin. Un hecho infortuito con un niño cambiara su vida y lo verá de repente, reconvertido en hada y envuelto en situaciones que le harán cambiar su forma de ser y pensar. Dwayne The Rock Johnson fue hace unos años una prometedora aparición en el cine de acción y muchos lo compararon con el ex Terminator. Lo cierto es que esta antigua estrella de lucha libre desde sus comienzos cinematográficos, dejo bien en claro sus limitaciones actorales. La tendencia se repite con este producto destinado a la platea infantil, como lo son tantos que invaden la cartelera veraniega por estos tiempos donde los chicos buscan entretenimiento. Cuesta ver a secundarios de la talla de Billy Cristal, Ashley Judd o Julie Andrews como anexos secundarios al elenco de este tipo de films tan elementales. Y conociendo los antecedentes mencionados no será para nada una sorpresa lo que el film nos deparara. Nos encontraremos con el gigantón de Johnson sufriendo a los mas pequeños de los que luego -y de la forma mas inverosímil- se ganara su cariño. Resumiendo, una comedia familiar con aspecto de cuento de hadas dentro de un mundo mágico repleto de moralejas y lecciones del buen obrar. Si los films citados de Schwarzenegger llevaban consigo algo de fantasía y entretenimiento, justamente aquí tales virtudes brillan por su ausencia. Una constante inalterable: todo muy predecible y sin imaginación; chistes recurrentes y enseñanzas muy básicas sobre la importancia de creer en los sueños y conservar la inocencia. Todo este combo condecorado en un final con sabor a edulcorante donde se ponen de manifiesto los mecanismos hollywoodenses para un happy ending muy empalagoso, con su interminable decálogo de enseñanzas y buenas intenciones para los más pequeños. Hada por accidente, un auténtico accidente cinematográfico.
Creo que los pequeñitos se van a entretener más con lo visual, que con el tema que es bastante monótono. Los actores trabajan en forma sobreactuada, como dije anteriormente, para...
Las alas de la familia Desde el comienzo es claro cuál es el juego que quiere jugar Hada por accidente: el de "película para toda la familia". Ese juego supone una serie de reglas que, por supuesto, son respetadas. Si a la hora de elegir, el espectador está buscando un tema controversial, una puesta en escena arriesgada o una apuesta fuerte, esta no es la mejor opción, claro. Si lo que busca es una película para ver con los chicos, de esas que todos pueden mirar con una sonrisa, Hada por accidente tiene mucho para ofrecer. El jugador de hockey sobre hielo Derek Thompson (interpretado por el gran Dwayne "The Rock" Johnson) mata, con su cinismo de adulto desilusionado, los sueños de dos niños. Por ese crímen, es condenado a servir dos semanas como hada de los dientes en el mundo mágico de Hadalandia. Tendrá alas, varita mágica y una serie de artefactos que lo ayudarán en su tarea de llevarse los dientes que se le cayeron a los niños. En el camino, descubrirá la importancia que tienen los sueños en la vida y consolidará su relación con la mujer con la que está saliendo, que tiene dos hijos. El humor surge del choque entre la inmensa masa de músculos que es Johnson (quien, con su gran histrionismo, se ríe a su vez de su propia figura) y el mundo de las hadas. La primera vez que lo convocan, Thompson queda vestido, por error, con un tutú rosado. En esa misma línea siguen los chistes que, si bien un poco previsibles, son amables y sinceros. Por otro lado, el director Michael Lembeck maneja con notable sobriedad su historia. Sin evitar el infaltable plano final de reconciliación familiar, esquiva sin embargo los costados más melodramáticos. Por ejemplo, no se menciona ni explica la ausencia del padre de esos hijos que tiene la mujer con la que sale Thompson (una irreconocible Ashley Judd). Sin grandes pretensiones pero con un buen trabajo de industria (sustentado por Johnson y, entre otros, Julie Andrews y Billy Crystal), Hada por accidente se construye como una amable película familiar, de esas que los chicos quieren ver una y otra vez.
Con alas, pero poco vuelo Historia de un deportista convertido en hada. Muchas veces es difícil evaluar un filme para chicos. Pero Hada por accidente parece, en realidad, un filme escrito por chicos. Perdón: por chicos poco imaginativos, repetitivos. Chicos sólo capaces de armar una seguidilla de gags previsibles con elementos demasiado sencillos: una crema que achica a las personas, un polvillo que hace olvidar los instantes previos, un aerosol que torna invisible al que lo usa ... Ay. Para que fuera apta para varoncitos y niñitas, la película combina hockey sobre hielo y, como su nombre lo indica, hadas celestiales. Principalmente, un hada masculina: musculosa, ruda, pragmática, por momentos violenta y vulgar. ¿Cómo? En realidad, se trata de Derek Thompson (el nada dúctil Dwayne Johnson), un jugador de hockey, en presunto ocaso, que lleva ese apodo. Está de novio con una mujer con dos hijos: un nene, que no lo quiere, y una nena, a la que Derek le roba el dinero de un dientito de leche para apostarlo con sus amigotes... Desde entonces, una suerte de corporación divina lo convierte en un hada verdadera y lo obliga a cometer buenas acciones. Con secundarios desaprovechados, como los de Julie Andrews y Ashley Judd, poca creatividad y muchísimas lecciones en favor de la familia unida, y la importancia de ser un soñador y no un frío calculador, la película nunca levanta vuelo, ni siquiera en las partes humorísticas. Su secuencia de apertura incluye un primer plano de una marca de gaseosas. Ojo, es sólo publicidad de la cancha: no una contradicción en un filme blanquísimo.
El Ratón Pérez juega al hockey y tiene alas También los chicos de habla inglesa dejan los dientes que acaban de perder debajo de la almohada. Allá no hay Ratón Pérez pero sí un Hada de los Dientes ( Tooth Fairy, en el título original) que se lleva la pieza caída y la cambia por billetes de dólar. A partir de esa tradición infantil y adhiriendo a la fórmula que inauguró Schwarzenegger con Un detective en el kinder , Michael Lembeck y un equipo de seis libretistas (!) han ideado (de algún modo hay que decirlo) esta rutinaria comedia para chicos con el propósito de demostrar que Dwayne Johnson, el artista antes conocido como The Rock, puede ser el forzudo más tierno de Hollywood. La cuestión es así: un veterano crack del hockey que lleva el apodo de "hada de los dientes" (por la frecuencia con que hacía saltar las dentaduras de los equipos rivales), está en decadencia. Ha perdido la confianza en sí mismo y la capacidad de soñar, se ha vuelto un descreído y esparce a su alrededor esa especie de realismo implacable. Pero tendrá su castigo y no vendrá del Tribunal de Disciplina sino del reino de las hadas. Por quebrar la ilusión de un chico que sueña con ser estrella del hockey y peor, por atreverse a revelar a la hija menor de su novia el secreto de los dientes bajo la almohada, lo condenan a pasar una temporada yendo de casa en casa como Hada de los Dientes. Dispondrá de los mil y un artilugios que ellas les proveen, varita mágica incluida, y, claro, llevará alas. De esa transformación derivarán las imágenes grotescas (el grandulón alado con tutú de bailarina) y los enredos que, se supone, harán reír a la platea menuda. La parte tierna vendrá de la relación entre el deportista/hada con los dos hijos de su novia; la didáctica, de los reiterativos mensajes puestos casi siempre en boca de Julie Andrews, reina de Hadalandia. Dos breves intervenciones de Billy Crystal resultan lo más simpático del film. Johnson luce más sonrisa que músculos y Lembeck dirige sin esforzarse. Se trata de hadas, pero falta vuelo y la fantasía está ausente.
Cómo perder una hora y media Como si al ex luchador Dwayne “The Rock” Johnson le faltara algo para patinar en el mundo del celuloide, ahora le han puesto traje celeste y alitas para hacerlo pasar por el “Hada de los Dientes” (sucedánea norteamericana de nuestro “Ratón Pérez”). Sucede que el actor es aquí Derek Thompson, un jugador de hockey sobre hielo ya en las últimas, más rompehuesos que habilidoso, que con su sobrenombre (el “Hada de los Dientes”, ganado a fuerza de estrolar jugadores contra las barandas) usurpa el buen nombre de aquellos seres que cambian caninos por billetes en el dorso de las almohadas de los niños desdentados; y que, según la película, sí existen. Pero como además es un descreído –de esos a los que las palabras “sueños” y “esperanza” les dan urticaria– la combustión ofende de tal modo a la directiva de las Hadas (cuya jefa es Julie Andrews) que es conminado a servir como una de ellas por dos semanas. Con el público infantil como claro destinatario (la película se estrena doblada al castellano), vemos cómo Thompson –que tampoco la tiene muy fácil con su novia ni con el hijo mayor de ésta– cumple paso tras paso su misión hasta comprender el sentido de creer en algo que supuestamente no existe. Pero todo pasa demasiado rápido, con el veterano Michael Lembeck apretujando sucesos, más preocupado en la lustrosa foto final y en plagar el camino de sentencias cursis que en divertir sin preocupaciones como en algún momento –sobre todo por la prestación de Stephen Merchant y el cameo de Billy Cristal– parece amagar. Lo que es decir cine con dientes de leche.
Hada por accidente es una película entretenida, de fácil acceso para niños y adolescentes, que llegó a Córdoba únicamente en versiones dobladas al castellano. El argumento: un sujeto que hace trizas las ilusiones de una pequeña es reclutado por un ejército de hadas que le obliga a realizar una “probation” durante dos semanas, tratando de reparar su error, y de paso dándole la oportunidad de que revise su incredulidad. Esto es lo mínimo que necesita saber un espectador para decdir si ir a ver este filme o no. Pero a veces algo de información extra ayuda a inclinar la balanza. A este respecto, pareciera que existen algunos roles fijos en la industria de Hollywood, y que sólo los rostros de las personas que los ocupan van cambiando. Así luce la presencia en pantalla de Dwayne “La Roca” Johnson (La momia, El rey escorpión), en un papel que durante años estuvo en la mira de Arnold Schwarzenegger. Modelo afín para similar molde: dos actores que erigieron su fama como héroes de acción y de aventuras (Johnson con una carrera mucho más corta) y que se “jubilan” anticipadamente a la vez que lavan su imagen de tipos insensibles y de posible tendencia conservadora en política. Maniobra esta última que Schwarzenegger ha descartado luego de asumir la gobernación de California. Hada por accidente es el desarrollo de un proyecto que andaba dando vueltas por los pasillos de la industria de cine norteamericana desde 1992. Fue hasta 2006 que la reflotaron y contrataron al equipo definitivo de guionistas y al director, para hacer una película de receta para toda la familia. La fórmula es una que ya muchas veces ha dado resultados: tomar un cuento de hadas tradicional y volver a narrarlo desde un punto de vista original; en esta oportunidad eligieron el mito de las hadas que cambian los dientes caídos de los niños por dinero, la versión anglosajona del Ratón Pérez latino, y le dieron algunas vueltas de tuerca para ajustarlo a la estrella principal. De modo que es Johnson el centro del relato, un relato que sin embargo se amplifica y ofrece un mensaje universal: nunca se debe dejar de soñar. Un lema que después hay que trasladar a la realidad. Para los que gustan del combo familia, deportes, música y fantasía. Una virtud: montar un relato entretenido con algo que podría sonar abiertamente moralizador. Un pecado: se le va un poco la mano en el edulcorante.
Dereck es una estrella del hockey sobre hielo y está muy cómodo en esa posición. Tanto que ha perdido sus sueños. Hasta que recibe un llamado obligado para convertirse en un hada madrina, de esas que reemplazan al Ratón Pérez en el hemisferio norte cambiando dientes por dinero. Así se construye una comedia llana, ingenua y sin dobles mensajes ideal para los más chicos.
Con hadas como ésta... Fallida película de corte familiar que trae nuevamente a Dawyne “The Rock” Johnson (El regreso a la montaña embrujada y Entrenando a papá) como un jugador de hockey que ha hecho perder los dientes a más de un contrincante. Ahora, recibe una invitación que lo obliga a convertirse en un hada durante una semana (nada más ridículo que verlo con tutú y varita mágica) por confesarle a su pequeña hija que las hadas de los dientes no existen. Acá sería El Ratón Pérez... El film cuenta con la participación desaprovechada de Julie Andrews, como la reina de las hadas y de Ashley Judd, como la novia del protagonista (¿que le paso?: parece otra actriz), en un verdadero compendio de lugares comunes, escenas deportivas de corto vuelo, polvos mágicos entregados por Billy Crystal y concursos de música. Todo contado sin gracia y poca imaginación, y con el obligado toque melodramático sobre el desenlace, que recompone la situación familiar: la relación con los dos hijos pequeños de su novia.
Dream Police. Hada por accidente no se cansa de recordarnos la importancia de soñar y aspirar a lo imposible. Tanto el hada jefa Lily (que encarna una encogida Julie Andrews), el inventor Jerry (Billy Crystal) o el asistente Tracy (interpretado por el gran Stephen Merchant; véanlo en Extras, serie de la cual también es guionista) se pasan la película discurseando acerca de las bondades de la imaginación y de cómo la humanidad ya no cree en lo fantástico. Pero lo cierto es que Hada… tampoco hace mucho por cambiar ese estado de cosas que dice criticar: el reino de la hadas de los dientes (nada de Ratón Pérez, en Estados Unidos la que te lleva el diente y deja un billetín es un hada) se parece bastante a una oficina de correo sobredecorada en la que se realizan trabajos por demás terráqueos, donde las hadas empleados se mueven agitadamente de un lado para otro con papeles. Hay ventanillas de madera como las de los bancos viejos, una escala jerárquica, una división del trabajo precisa y discriminatoria (los administrativos, por ejemplo, nunca pueden llegar a conseguir las alas de hada) y un tablero con horarios de despacho como los de un aeropuerto. El único lugar que pareciera conservar un leve aire de magia es la biblioteca en la que trabaja Jerry: el resto puede verse en cualquier oficina medio pelo de nuestra ciudad. ¿Cómo creerle a una película que predica sobre las bondades de los sueños, la infancia y la imaginación, cuando su mundo fantástico es apenas una reflejo desganado de lo más aburrido que tiene para ofrecer el nuestro? Para colmo, el reino de las hadas tiene la maldita costumbre de andar vigilando a los que dicen no creer en esas cosas, y cuando los cachan, los obligan a trabajar de hadas durante un tiempo. O sea, además de burocrático, gris y poco imaginativo, el mundo de las hadas también cumple la función de policía moral, que secuestra e impone trabajos forzados cuando alguien profesa un credo diferente al de ellos. Es lo que le pasa a Derek Thompson (Dwayne Johnson), una víctima de la persecución del otro mundo, cuando casi le dice a la hijita de su novia que las hadas no existen. El guión (escrito a ¡diez manos!) cuenta la historia de la resistencia de Derek a las misiones que le asignan Lily y Tracy, y de cómo entre amenazas de trabajo eterno lo van ablandando hasta quebrarlo y hacerlo uno de los suyos. No deja de ser un poco perturbador, pero los mejores momentos de la película son aquellos en los que se entrena/tortura a Derek, como cuando le arrojan pelotitas de tenis o Jerry le tira en la cara un polvo amnésico muchas veces repitiéndole siempre la misma pregunta. La crueldad de estas escenas resulta muy cómica a la vez que tensa los límites éticos de la película: la violencia institucional, planificada y calibrada que exhibe el mundo de las hadas dispara conexiones en muchas direcciones diferentes que no vale la pena clarificar ahora pero que pueden adivinarse con facilidad solamente leyendo estas líneas. Nos reímos porque los suplicios los padece el enorme e indestructible Dwayne Johnson y porque las hadas visten calzas, alas y usan varitas mágicas, pero un leve cambio en el vesturario o la víctima de turno sería sufiente para desdibujar todas las sonrisas de la sala. Por eso, una vez más, el título local es terriblemente inexacto: no hay accidente en la película de Michael Lembeck, “Hada por castigo” o “por persecución” habría sido mucho más pertinente.
Dwayne Johnson tiene una historia particular sobre su amplia espalda. Nació hace 37 años en California con un destino bastante marcado. Su padre, un jugador de lucha libre conocido bajo el seudónimo “Soulman”, lo fue introduciendo en el mundo del cuadrilátero desde pequeño. Cerca de la adultez, formó parte del equipo de basketball de su colegio y comenzó a acercarse a los clubes juveniles de artes marciales impulsado por su familia. Durante la segunda mitad de la década de los noventa, “The Rock”, su nombre deportivo, ganó una serie de peleas y renombre en el ambiente. El tiempo pasó y esa etapa se cerró paulatinamente, con importantes y continuos eventos, y luego con sus shows de despedida. Paralelamente al desenlace de su oficio anterior, en 2001 arrancó su carrera cinematográfica con una breve aparición como el Rey Escorpión en La Momia Regresa. Debido al éxito de taquilla de esta secuela, decidieron darle una película propia a ese personaje, lo que le otorgaba su primer protagónico. Su cuerpo formado y su impronta agresiva pero carismática le sirvieron para encarar proyectos de acción y crimen como Doom, Pisando Fuerte y La Vida en Juego. Siguiendo los pasos de otros personajes icónicos de estos géneros, como Arnold Schwarzenegger (Un Detective en el Kinder) y Vin Diesel (The Pacifier), Jonhson dio una vuelta al timón para acercarse a un público familiar y libretos más puros. Éste el camino que nos lleva a Hada por Accidente, su tercer film ATP tras La Montaña Embrujada y Súper Agente 86. Su personaje se llama Derek Thompson, un veterano jugador de jockey sobre hielo al que apodan “ángel de los dientes” que no se luce en la pista desde hace varios años. Está en pareja con una madre soltera con dos hijos y, por un desliz, casi le cuenta a la niña de su mujer la verdad sobre quién pone la plata debajo de la almohada cada vez que se cae un pieza odontológica. Como castigo, es trasladado por un inocente asistente al departamento que se encarga de la tarea y es penado con un trabajo comunitario: servir de hada por un par de semanas. La tarea no le será fácil por su escepticismo ante la magia de esta tradición y el descuido de su novia que esta inesperada labor le implicará. Para romper todos los moldes del machismo y quemar las hojas del “manual del macho de acción hollywoodense”, la primera vez que “The Rock” aparece vez con la vestimenta laboral es con un tutú rosado con una remera del mismo color, obviamente por equivocación, y un par de alas de utilería que jamás se moverán durante las casi dos horas de duración. El elenco incluye personalidades de alto nivel, como Ashley Judd, Julie Andrews y hasta un cameo de Billy Crystal. La “novicia rebelde”, experta en historias infantiles, aporta su cosecha y brinda unos escalones de jerarquía a la cinta, sin salir de sus protocolares perfomances. Johnson, por su parte, se muestra fresco y apela a su comicidad, que sirve eficazmente. La química entre ambas figuras es inexistente, pero termina resultando debido al vínculo que los une en la historia. La narración combina los ingredientes clásicos de las factorías norteamericanas destinas a la audiencia más joven. Magia, moralejas, reivindicación de la fe, personajes imposibles de no querer, un poco de acción, situaciones desopilantes, etc. El producto final es una entretenida película para menores y un tanto densa para los adultos.
Comedia infantil protagonizada por Dwayne “The Rock” Johnson. Quien nuevamente apuesta a dejar atrás su faceta de “hombre rudo” y hace otra película infantil luego de “Entrenando a papá” En estas oportunidad personifica al jugador de hockey sobre hielo Derek Thompson, un veterano de este deporte que es apodado “el hada de los dientes” ya que con sus golpes suele arrancarles los dientes a sus rivales, pero también por esta rudeza es rebajado de la liga profesional a la liga amateur y todos lo tratan como una ex -estrella y como que ya pasó su hora de fama. Aparte de esto tiene que lidiar con los hijos de su novia Carly, que son una niña de 6 años llamada Tess y un adolescente de unos 13 años llamado Randy; y pretende hacer buena letra con ellos para que su novia lo acepte definitivamente. Un día, la pequeña Tess pierde su diente y lo deja debajo de la almohada, entonces Derek queda encargado de depositar el billete en lugar del diente, pero se queda jugando al póker con sus amigotes y lo olvida. A la mañana siguiente Tess no encuentra el dinero y Derek comete el gravísimo error de casi decirle a la niña que no existe el “hada de los dientes” pero es interrumpido por la madre de la niña quien hace aparecer un billete de su cartera. Esa misma noche, Derek tiene un extraño sueño, le salen alas en sus espalda y usa un vestido rosa y se transforma una verdadera “hada de los dientes” encargada de buscar lo dientes y dejar el correspondiente dinero. Luego despierta y cree que todo fue una extraña pesadilla pero pronto descubrirá que no fue así y tendrá que aprender a ser hada, a volar, hacer magia y todo lo que concierne a este trabajo mientras intenta seguir su vida normal. Idea bastante original, buen humor familiar y una buena moraleja completan esta aceptable comedia.
El cine para niños en Hollywood se divide en tres tipos de películas: El cine de animación, las comedias o aventuras protagonizadas por niños (y/o algún animal), y las comedias familiares, generalmente con algún adulto que corrige su camino en pos del bienestar de la familia. Mientras las películas animadas se encuentra entre los géneros más originales del cine americano actual, las no animadas suelen apelar a fórmulas gastadas, sin ningún ánimo de actualizarlas o de mostrar un mínimo de originalidad. Aquí tenemos a un jugador de hockey que a la hora de dialogar con los niños que lo idolatran, o con los que conforman su familia, suele derribar las ilusiones de estos con una violencia aplastante. Esto hace que sea introducido a la fuerza en el universo imaginario de las hadas de los dientes, donde es obligado a trabajar recolectando los dientes de los niños. La sola idea de ver a Dwayne Johnson disfrazado de hada parece ser motivo suficiente para justificar esta comedia, y es verdad, el ridículo disfraz le sirve para demostrar sus dotes como comediante. Claro que una película no se puede sostener con un hombre musculoso vestido de hada, por más que lo intente, y los chistes derivados de la torpeza del personaje para ejercer su rol de hada agotan su gracia en pocos minutos. Tampoco ayuda que la película se detenga en efectos especiales baratos, originados por los poderes que adquiere el protagonista en calidad de hada, ni las participaciones de Julie Andrews, que suele aparecer en películas infantiles sólo para recordarnos que estamos ante eso, una película infantil, y Billy Crystal, que justifica su breve papel con la única escena realmente graciosa de toda la película. El resto, especialmente el discurso moralista, podemos pasarlo por alto, ya que al haber sido visto demasiadas veces en esta clase de películas importa muy poco. Podemos quedarnos con un Dwayne Johnson que, aunque preso de la ridiculización de su personaje, parece estar entrenándose para protagonizar alguna buena comedia que explote su cada vez más pronunciado talento cómico. Tooth fairy es prueba de ello, el único interés de la película radica en verlo reirse de sí mismo, algo que parece estar llevándolo por una senda transitada alguna vez por Arnold Schwarzenegger, aunque Johnson parece poseer una disposición más natural para la comedia que el actual gobernador de California. De todas maneras, si su hijo o hija le pide ver alguna película infantil protagonizada por el ex “The Rock”, mejor alquílele Race to Witch Mountain, que sin ser original, es mucho más entretenida.