Menos de lo mismo Alcanzar la originalidad es algo difícil en todos los ámbitos, pero más aún en el campo de la animación. La tentación de repetir fórmulas estéticas, narrativas y temáticas (con alguna mirada irónica como para justificar cierto guiño cómplice hacia el espectador) termina siendo demasiado fuerte para muchos guionistas y directores. Una semana atrás se estrenó en los cines argentinos Planet 51, un intento europeo sub-Shrek por reciclar los tópicos de la animación hollywoodense. Similar es ahora el caso de Igor, un sub-Tim Burton/Henry Selick que resulta ya no sólo demasiado derivativo de El extraño mundo de Jack sino también Frankenstein, El jorobado de Notre Dame, Robots y El Hombre Elefante. Igor es un... Igor, una suerte de casta de jorobados desclasados que se desempeñan como asistentes de despiadados cienfíticos en el Reino de Malaria (no es traducción). Pero la trágica existencia del Igor protagónico cambia por completo cuando su amo muerte y puede dar rienda suelta a sus ansias de inventor y dar vida a su gran creación: una mujer gigantesca con cierto parecido a Betty Boop que se convertirá también en su objeto del deseo. Hay reyes malvados que se burlan de su pueblo, competidores crueles y dispuestos a todos, exóticas mascotas y laderos que intentan sin suerte convertirse en comic-relief y una Feria de Ciencias para el final. Entre la comedia y el terror (sin divertir ni aterrorizar demasiado), Igor resulta, apenas, una discreta historia que entrega un trabajo de animación correcto pero sin grandes hallazgos. Una película más.
La historia, si bien es entretenida, tiene el problema que por momentos tiene unos matices de comedia negra o de terror que pueden asustar o confundir a los más pequeños, pero estas mismas características no son....
Los chicos quieren monstruos Dirigida por Anthony Leondis y con un elenco reconocido como John Cusack, Steve Buscemi y John Cleese que pone las voces a personajes animados, esta realización se enmarca como una más de esas que generan expectativas en el público joven. Con la influencia marcada de mundos clásicos de la animación como lo fue La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 1991) y un aire más que notorio con los personajes de la historia símilares a Frankenstein, el film intenta humanizar a sus personajes y encerrar cierta enseñanza moral defendiendo a los más débiles, a las minorías y a los distintos dentro de una sociedad.
Un gran inventor Gracioso y entretenido filme de animación, con influencias de "Frankenstein" y "El extraño mundo de Jack". De Shrek a esta parte los intentos de la animación para renovarse -y renovar también su vínculo con el espectador adulto que acompaña a los niños- no para. Pero si abundaron referencias a otros clásicos de manera explícita como búsqueda del gag o el guiño, en Igor la frescura del relato, aunque se base en personajes ya creados, le abre un crédito, y no conviene dejarla pasar. Como el ogro de aspecto verde, Igor no es esbelto ni mucho menos. Pertenece a una casta -los Igor, suerte de esclavos que acompañan a maléficos científicos, sí, por Frankenstein- y que escuchan "jala el interruptor" cada hora de por medio. Vive en Malaria, donde el Rey ha hecho que sus habitantes crean que sólo a través del Mal pueden sobrevivir a las inclemencias del tiempo que los azota. Pero Igor sabe más que su amo, el Dr. Glickenstein, y cuando éste muere a causa de una invención propia, nuestro héroe se abocará a la creación de Eva, una mujer de proporciones desproporcionadas, que no tiene nada de malvada (en el original Eva juega con el término Evil), por lo que Igor trata de que el hueso de la maldad que le colocó se active, para ganar en la Feria de las ciencias del mal. Pero no lo logra. Hablábamos de referencias, y en Igor hay muchísimas, que van desde lo estético a El extraño mundo de Jack y El cadáver de la novia, de lo temático por El Jorobado de Notre Dame, y la parodia, sí, a Annie, La naranja mecánica y ciertamente Frankenstein. Realizada para los chicos y los grandes con corazón de niño, el mensaje de la no violencia -aunque haya escenas en que los golpes no faltan- y en el que el Bien debe estar por sobre el Mal, y el amor verdadero sobre la mezquindad, el robo y la mentira, están en un primer plano. La película ofrece escenas y diálogos divertidos, con una parejita de inventos -Brian o Brain (cerebro, precisamente un descerebrado) y un gato con intentos de suicidio que no puede morir- que funcionan muy bien como comic relief, acompañando a Igor y a Eva, el amor de su vida. Hay un inventor aplaudido por el pueblo que no hace otra cosa que robar ideas ajenas, y una mujer que tiene mil caras, de acuerdo a lo que necesite, para balancear la historia. "Cuando vean de lo que soy capaz, mi vida cambiará", dice Igor. Al director Anthony Leondis (egresado de DreamWorks y Disney) le podría suceder lo mismo, porque muestra tanto talento como Igor. Porque aunque digan que lo esencial es invisible a los ojos, en el cine mejor que se vea y se note.
Igor, un genio escondido Hay personajes que nacieron para protagonizar y otros creados para acompañar. Claro que como premisa para un relato resulta muy divertido pensar en lo que pasaría si la criatura en las sombras tomara un lugar en el centro del escenario. Esta es la historia que impulsa a Igor . El film animado transcurre en el reino de Malaria, una tierra que luego de una supuesta tragedia que oscureció el sol encontró que la más lucrativa forma de sobrevivir era exportar maldades. Así, sus mayores productores son un grupo de científicos locos que fabrican extraños aparatos con gran capacidad para hacer el mal. Todos con nombres de sonoridad germánica, los inventores siempre tienen intenciones nefastas y un ayudante a mano, Igor, para bajar la palanca y darle vida al monstruo. Las referencias a Frankenstein dan el puntapié inicial de una catarata de guiños a la cultura popular -especialmente la norteamericana-, muy graciosos para los padres jóvenes pero que probablemente excedan los conocimientos y los intereses de los chicos a los que supuestamente está dirigido el film. Si en Shrek la idea de invertir los roles del héroe y el villano típico de los cuentos de hadas fue acompañado por un guión inspirado, aquí la intención de subvertir los papeles al imaginar al científico como un mediocre y a su ayudante como el verdadero genio desesperado por crear vida no va más allá de la buena idea inicial. Con una estética que le debe mucho al imaginario de Tim Burton (especialmente a El extraño mundo de Jack y El cadá ver de la novia), Igor intenta abarcar, con ironía, muchos aspectos de la vida moderna. Especialmente de la vida según Hollywood. Así, el monstruo creado por Igor resulta ser una mujer que por una serie de malentendidos cree ser una actriz a punto de triunfar. La criatura llamada Eva canta canciones del musical Annie y tiene en su lista de cosas para hacer tomar clases de yoga y adoptar chicos del mundo entero. Por momentos muy graciosa, en un estilo irónico y sorprendentemente incorrecto políticamente, la película funciona mejor como homenaje -merecidísimo- a El joven Frankenstein de Mel Brooks que como film para que disfrute el público infantil.
El jorobadito La premisa es atractiva y esta bien planteada en el comienzo: Un jorobado, de esos que trabajan en un castillo al servicio de un científico loco, tiene aspiraciones de pasar a ser él mismo un científico malvado, inventor de monstruos aterradores y maquinas diabólicas… Y además tiene el talento que su jefe no tiene. No obstante sus conocimientos e inventiva, dos circunstancias le juegan en contra: Por un lado, la rígida estratificación de la aldea donde transcurre la historia, dependiente de las invenciones de los científicos para sobrevivir chantajeando al resto del mundo, pero que no permite que quien nació jorobado pase a otro estrato que el de asistente retardado que baja una palanca, por más pasta que tenga para otra cosa. Por otro lado, que por más malvado que finja ser este Igor, es en realidad más bueno que Quasimodo (el otro jorobado celebre, el de buena prensa) y sus ambiciones están más del lado del reconocimiento y de la consideración de los demás que del dominio del mundo. Básicamente, solo quiere que lo quieran. Sin embargo, con el accidente que se cobra la vida de su jefe, le surge la oportunidad de pasar al frente, participando con una criatura símil Frankenstein en versión femenina, en el concurso anual de inventos diabólicos patrocinado por el Intendente del pueblo. Hay varias ideas interesantes, como la reivindicación del Jorobado Asistente, personaje-estereotipo que alcanzó celebridad con las películas de horror de la Universal de los 30 y 40, pero que siempre ocupó un lugar subsidiario y marginal dentro del panteón de los monstruos clásicos. Apelando a esta marginalidad, el film plantea con originalidad la difícil movilidad social en ese universo de reglas y roles rígidos, y juega con bastante frescura con los clichés del género en ese período: hay muchos jorobados pero todos se llaman Igor y todos tienen la obligación de hablar tartamudeando aunque su dicción sea impecable, todos los científicos son megalómanos y siempre trabajan desde un castillo con maquinaria colosal y electricidad para crear monstruos y armas terribles, además siempre es de noche y siempre está nublado y tormentoso. El film apunta en un principio a un público mixto de grandes y chicos. Los más disfrutable para los primeros, además de los gags, es el reconocimiento de los elementos paródicos de cine de terror clásico y los múltiples guiños a películas como Frankenstein, La novia de Frankenstein, El hombre invisible, La mosca o El cerebro de Donovan, y también a clásicos de otro origen como Annie o Sunset Boulevard. Pero, conforme avanza, el relato se queda solo con los chicos, los gags se hacen más sosos y los guiños se van perdiendo. Si al principio uno podía empatizar con el protagonista y su ambición, obstaculizada por su torpeza y mala suerte, al tiempo este va abandonando sus aspiraciones de villano, volviéndose tan bueno que resulta ñoño. El humor del film pasa a las manos de las otras dos criaturas inventadas por el jorobado, un cerebro en un frasco, pura mente pero no muy brillante, y un conejo resucitado, con tendencias suicidas pero constitución inmortal. Los mejores gags son proferidos por esta dupla, y es curioso (o tal vez precisamente no) que en un film que plantea que los segundones pasen al frente, los personajes más logrados sean los secundarios. Así, el relato se va desinflando, y la oscuridad del principio (naif, pero oscuridad al fin) va dando paso a una empalagosa búsqueda de luminosidad. Igor es un una película chica en el contexto de los film de animación, producida por un estudio independiente de los monstruos como Disney-Pixar, y si su animación digital no alcanza la sofisticación técnica de estos, se beneficia de un planteo ingenioso, y esos monstruos feos pero lindos, con un atractivo diseño de personajes deudor de la estética Burton-Selick de El extraño mundo de Jack 3D (pero mucho menos dark). Si bien queda la sensación de que el asunto daba para más, quedando a medio camino de lo que prometía, es de todos modos un film simpático y agradable de ver.
Jugar y divertirse con monstruos Cuando una película de animación tiene libertad y juego, existe la posibilidad de que la pasemos bien. Igor es de esa clase: aunque tiene un presupuesto generoso y voces famosas (en inglés, no en las copias que veremos en nuestro país), lo que importa aquí es la cantidad de inventos visuales y cómicos que, en una historia que carece de puerilidades, nos regalan un mundo. La historia gira alrededor del personaje que da título a la película, ni más ni menos un ayudante de científico loco que no tiene en realidad vocación para la perversión y quiere crear cosas propias, en un mundo donde lo que prima es el interés económico y la competencia desaforada. Todo el universo de Igor es el de las películas de terror, pero transformadas merced a un diseño muy creativo en cuentos de hadas: después de todo, son lo mismo. Lo que cuenta en esta película de enorme inteligencia es que el rigor narrativo no conspira en ningún momento contra la capacidad de invención. En efecto: los realizadores parecen haber jugado con todos los elementos que podían e incluso con algunos más. Hay tanto (buen) humor en las imágenes que amenazan con distraernos de la trama. Que –y aquí es donde aparece el gran mérito- nunca pierde su rumbo ni su peso. En ese punto todo se combina: qué mejor para contar la historia de unos inventores locos y desaforados que los inventos locos y desaforados generados por los realizadores, consiguiendo el paradójico efecto de un mundo libre y al mismo tiempo riguroso, donde hasta el más pequeño de los gags tiene su peso narrativo. Y hay a patadas: cada personaje, cada aspecto del ambiente juega un rol humorístico y hace que el universo creado para el film parezca mucho más grande que lo que se ve en la pantalla. Por supuesto, como suele pasar en esta clase de films, hay algunas enseñanzas y moralejas que no se alejan de la corrección política. Sin embargo, es lo que menos importa porque, por un lado, no está subrayado (no es un film “para chicos que aprenden en el cine”) y, por otro, porque el placer de mirar y el goce de la comedia son suficientes como para que cualquier ripio deje de tener importancia. Un film riguroso y divertido: es decir, una excepción a la regla.
Igor es un espíritu inquieto y, aunque su suerte haya sido echada mucho antes de su nacimiento, no está dispuesto a rendirse. Vive en Malaria, un reino donde los jorobados están condenados a vivir en un segundo plano. Las estrellas, que acaparan los flashes de las cámaras, son los científicos, locos, que pergeñan planes maquiavélicos para conquistar el mundo, vencer a la muerte o conquistar corazones. No importa. Son ellos quienes con sus locuras y sus experimentos demenciales tienen al mundo en un puño. Sin embargo, hay quienes se atreven a desafiarlos. A cuestionar sus normas. A reclamar su lugar en el mundo. Igor es uno de ellos. Dueño de un coraje singular y de una inteligencia envidiable, decide demostrarles a los científicos en su propio terreno que es capaz de mucho más. Su gesto, que entusiasma y asusta a sus semejantes, tiene el valor de una revolución. Con sus aciertos y errores. Claro está. Su entusiasmo es contagioso, tanto que después de su triunfo, si es que el triunfo es posible para aquellos a los que la sociedad les impone el fracaso, es inspirador. Ese carácter, el de Igor y el de la película que cuenta su historia, es aleccionador. Acaso más que las miles de horas que pasan en la escuela. Y es así porque para aprender la lección no hace falta estudiar, con ser libre es suficiente.
OSCURA CONFUSIÓN Producida por Exodus Films Group en Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Vietnam, Tailandia y Bulgaria, entre otros países, Igor es un film de animación que intenta diferenciarse del común de las historias de este género, sin lograr alcanzar el objetivo propuesto. Esta cinta cuenta la historia de Igor, ayudante de un malvado científico loco, que vive en Malaria, la tierra de las invenciones que ponen en peligro al mundo. A este bondadoso jorobado no le gustan los otros de su clase, que también ayudan a otros catedráticos. Él sueña con transformarse en un gran investigador o en ganar el premio de la ciencia, y quizás ese anhelo pueda cambiar su mundo para siempre. Con una estética semejante a El extraño mundo de Jack, esta producción busca contar una trama infantil con algunos guiños para los adultos. Principalmente su aspecto oscuro, extraño y gótico, es lo que hace comparar a este producto con la creación de Tim Burton. Sin embargo, esta apariencia no encaja con un estilo infantil, ya que los personajes no son atractivos visualmente, más allá de su desproporción y rareza. Pero a su vez, la narración nunca alcanza la contundencia necesaria como para poder atraer al adulto y entretenerlo, a pesar de algunos buenos chistes. Es decir, para ser infantil es un poco adulta y para adulta es demasiado infantil. Se debe destacar el aspecto visual, ya que el mismo se encuentra brillantemente realizado con un gran trabajo en detalles, contrastes y colores. Además, hay una atractiva elección musical en las canciones elegidas para acompañar a la trama, no obstante, las mismas quizás no concuerdan mucho con el espíritu y la narración del film. Con algunos buenos chistes y momentos de ironía, hacia el final la cinta deja entrever cierto toque político dentro de su argumento. Un rey malvado que le hizo creer a su pueblo que mediante el miedo y la oscuridad podían subsistir, y la llegada de un rey extraño que busca la luz y el reconocimiento de los desprotegidos, suena bastante semejante a lo que ha sido la historia de los Estados Unidos de los últimos años, con el gobierno de Bush y el arribo de Obama. Tal vez estas conclusiones sean un delirante análisis de quien escribe, pero quizás puede llegar a tomarse de esta manera. Mas allá del gran trabajo visual, Igor falla en definir al público que va destinada, ya que esta confusión provoca que sus personajes nunca generen demasiada empatía, resultando fríos y lejanos. Hubiera sido atractivo haber realizado un historia oscura y gótica destinada directamente a los niños, pero no todo el mundo tiene el talento de Burton para hacerlo.
Igor, el bueno El nombre Igor está asociado en el imaginario popular a la figura del ayudante de los científicos maléficos. La vuelta de tuerca en esta película es que ese personaje secundario pasa a ocupar el centro de la escena, cuando descubre que tiene talento para abandonar la servidumbre y competir en una Feria de Ciencias. Es una coproducción animada franco estadounidense en la que la influencia de los europeos aflora en el hecho de que los personajes son un poco sofisticados para el entendimiento de los niños. Pero nunca se sabe. El diseño visual es una delicia, y es cierto que se parece ligeramente al estilo de Tim Burton. Sin embargo, la propuesta es encantadora. Igor, el bueno, tiene un formato que recuerda el empleo de marionetas para contar historias, y es un homenaje a las películas clásicas de monstruos, en especial a Frankenstein, en virtud de lo cual tiene un toque de “romanticismo gótico” De hecho, el relato de cómo Igor lucha por ser reconocido como un auténtico científico, sigue adelante con éste tratando de crear un monstruo intimidante, y así captar la atención del jurado encargado de premiar a los participantes de la Feria de Ciencias. Pero lo que sale del experimento de cuerpos cosidos y electrificados es una adorable mujerona incapaz de hacer daño a nadie, y por la cual el protagonista empieza a sentir un cariño entrañable. Según los creadores de Igor, el bueno, ésta pretende ser una pequeña película independiente, a ser descubierta por los espectadores, y sin la ambición de competir con gigantes de la animación como Pixar, Disney o el estudio con el que Steven Spielberg creó a Shrek. Pese a ello, esta producción no es una aventura improvisada y desvalida, sino que ha sabido armar su revuelo en Norteamérica y Francia, principalmente gracias a la contratación de grandes estrellas (como John Cusack, Steve Buscemi, John Cleese o Christian Slater) para poner las voces en la versión original. A su vez, el director es un veterano del género, ganador del Oscar por filmes como Lilo & Stitch 2. La galería de seres que desfilan por el filme es imperdible. Sobresalen los dos aliados de Igor, un cerebro encerrado en una esfera de cristal, y un conejo un poco demasiado irónico, así como el rey de Malaria, el país donde transcurren los hechos. Mucho humor, buena música y cantidad de acción, son las directrices de Igor, el bueno. Una virtud: las canciones incluidas en la banda sonora, cantadas todas por Louis Prima. Un pecado: puede resultar un tanto “rara” para los niños.
Hace varios días que vi Igor, creo que cinco o seis, quizás más, quizás menos, y hoy me enfrento a ese mal que aterroriza a todos los que en mayor o menor medida ejercemos el noble oficio del periodismo: la hoja en blanco. Confieso que la génesis de este texto me encuentra rezándole a la Divina Providencia para que ilumine mis dedos y me permita construir un texto cohesivo y coherente. Ya di todo de mí, entregué la totalidad de mis sentidos a la búsqueda de un enfoque atinado donde medianamente se haga un juicio valorativo acerca de la última película de este tal Anthony Leondis, anteriormente director de la secuela directo a DVD de Lilo & Stitch. Pero nada, no le encuentro la vuelta: pienso en el punto de vista que propone, y no. Pongo el ojo en la animación, normalita y correctita, y las ideas siguen de franco. Rememoro la visualidad de las imágenes, pero ese árbol hermoso y oscuro de reciente reestreno en 3D que es El extraño mundo de Jack tapa la totalidad del bosque cinematográfico y me impide vincularla con un dispositivo audiovisual previo. Analizo los personajes, la visión del mundo (y la ciencia) que Igor propone a través de ellos, pero el grillo sigue ocupando la sonoridad de mi cabeza. Relaciono la construcción de una criatura a imagen y semejanza de su creador, un pequeño Igor de abundante bonhomía que estuvo durante la totalidad de su vida bajo la sombras de un malvado científico, y las referencias no sobrepasan la obviedad de Frankenstein. Si es una comedia, debería pensarla como tal. ¿Es cómica? No demasiado, apenas algún que otro personaje secundario gana cuando apuesta al slapstick y al one-liner. ¿Es irónica? ¿Tiene la suficiente grandeza para dar una visión cosmopolita acerca de…no sé, algo? No al cuadrado. Quizás deba hacer una análisis ontológico del meollo. ¿Por qué siento este vacío creativo?¿Es inoperancia del redactor o ineptitud de Igor? Quizás no es una buena película, pero tampoco es mala. Simplemente es. Su metraje discurre indiferente: da lo mismo quien muere y quien vive; quien ama y quien no. Y eso es peor: no existe mayor pesar para el cinéfilo avezado que una película no despierte absolutamente nada, que ver una historia no como tal sino como una sucesión de cuadros inconexos, que los protagonistas espeten los diálogos, que la llegada de los créditos sea sólo el paso previo para el retorno la cotidianidad de nuestras vidas. Amén.
Igor es una película de animación que tiene algo de El extraño mundo de Jack: humor en un mundo de monstruos y científicos locos, pero con mucho menos romanticismo. A cambio, ofrece no pocos chistes construidos de forma cinematográfica, con movimiento y confianza en la imagen, y la comprensión de que cuando se narran mundos fantásticos hay que creer en esos mundos (y no vivir guiñando el ojo con referencias obvias y yermas, como en la insoportable Planet 51).
Igor tiene más inteligencia que la media del cine animado habitual, logra que su fondo se convierta en forma y son las creaciones de Igor las que movilizan la historia. Me preparo para los ladrillazos que lloverán y lo digo sin anestesia: El extraño mundo de Jack me parece una película sobrevalorada. Me gusta, pero no termino de conectar con ella: será que me pesan algunas canciones, que me parece mal elaborada la relación de amor entre Jack y Sally, que su final se me hace precipitado, como si le faltara algo. Claro que no puedo negar su inventiva, esa forma de sacar ideas de la nada y construir un mundo totalmente original y autónomo. Precisamente esos aciertos se le pueden aplicar a Igor, el film de Anthony Leondis que desde su estética parece deudora de la obra de Henry Selick, pero que logra ser todo lo divertida y graciosa que aquella nunca pudo por ser, en cierta forma, demasiado consciente de su importancia. El punto de inicio de Igor, el film de Anthony Leondis, es por demás original y funciona a puro cliché del universo del cine de terror clásico: la tierra de Malaria está repleta de científicos locos y cada uno tiene su Igor, su asistente que sólo se dedica a bajar la palanca cuando se necesita alumbrar un nuevo invento. Uno de estos igores tiene aires de inventor y aprovechará la muerte de su jefe para convertirse, finalmente, en un creador. Si en este comienzo se luce el poder de observación sobre el género, aplicado al mundo del cine de animación, el relato le hace honor con una sucesión de eventos que tienen a la inventiva y el juego con el género como faros. A lo que vamos: este Igor quiere crear vida, la criatura más mala sobre la faz de la tierra. Y en su lugar lo que crea es una mujer brutal, gigante, pero bondadosa y carismática. Es más, su cerebro fue lavado y adoctrinado por James Lipton y el personaje de Blanche DuBois. Mela, como se llamará esta gigantona que recuerda un poco a El gigante de hierro, tendrá veleidades de actriz y creerá estar predestinada a la actuación. El cine se entronca entonces con la ficción, pero las referencias no son al estilo Dreamworks: aquí lo que se hace es un abordaje sobre los géneros y la autoconsciencia de saberse un relato cinematográfico -de hecho, se burla de aquellos que creen que actuar es crear monstruos a lo Actor’s Studio-. La estética visual, además, está sostenida por una banda sonora con grandes canciones de Louis Prima, todo un anacronismo. Igor tiene más inteligencia que la media del cine animado habitual, y sin llegar a la locura desenfrenada de Lluvia de hamburguesas, como aquella logra que su fondo se convierta en forma: precisamente son las creaciones de Igor las que movilizan la historia y las que aportan aquellos momentos disfrutables -punto máximo el conejo inmortal que tiene conducta suicida-. Esto tiene doble mérito: por un lado le da al film una coherencia significativa y por el otro hace preciso y justificable cada elemento que aparece. Y último hallazgo de Leondis y los suyos, nunca poner esta creatividad por delante del cuento: Igor no se pasa de lista, tiene su ritmo propio y no parece intoxicada por el resto del cine animado que se hace hoy día. El film no se sostiene exclusivamente en los chistes, tiene referencias culturales que se vinculan estéticamente con el relato, y la inteligencia y la creatividad son sus mayores apuestas. Mantener 90 minutos de relato con esta premisa habla de gente con algo para decir, que no cree en el arte como una mercancía y que piensa cada elemento como necesario. Tal vez en eso se parezca aún más al cine de Henry Selick: una deliberada libertad para trabajar es pos del entretenimiento. Que Igor traiga a la mente a Selick, a James Whale, a Tim Burton, a Brad Bird es otro gesto de genialidad: no se copia o imita, sino que se muestran referencias como forma de pertenencia a una parte del mundo que cree en crear como principal virtud del cine.
Jorobado el chiquitín Entre truenos y relámpagos, surje la figura encorvada de Igor, el personaje central de esta película de animación, que en otros tiempos también sirvió al Dr. Frankenstein en sus macabros inventos. Sólo responde “Sí, amo” y está obligado sólo a obedecer. Pero la oportunidad se le presenta cuando el Dr. Glickenstein desaparece misteriosamente y decide preparar su “invento” para la Feria del Mal. Ya no tendrá que servir más a genios dedicados a crear maldad. Esta coproducción entre Estados Unidos y Francia se exhibe en nuestro país en su versión doblada al castellano, y no permite apreciar la voz original de John Cusack animando al personaje central. Igor resulta atractiva al comienzo, por el cruce de climas oscuros, sus referencias a La novia de Frankenstein, El extraño mundo de Jack y guiños para el público adulto, pero con eso no basta. La trama pierde fuerza y el film apenas encuentra algunos hallazgos como la inclusión de fragmentos de películas en blanco y negro. El desfile constante -y algo exagerado- de extrañas criaturas y los intentos de Igor por presentar su gran invención luego de la desaparición del Dr. Glickenstein, se tornan reiterativos. Una lástima, porque la animación es del mejor cuño. La perlita de la película es Heidi, una monstruosidad creada con partes de otros cuerpos (¿que diría Boris Karloff?), de andar pesado, y con sueños de convertirse en actriz. No en vano canta “Mañana”, el tema central del musical Annie. Sólo para los más chiquitos...
A más de un año de su estreno en Estados Unidos y luego de haberse visto por primera vez en nuestro país en la sección BAFICITO, dedicada al cine infantil en la última edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, finalmente llega a las salas Igor, este adorable monstruo que, aunque se empeñe en ser malo, en el fondo tiene un corazón noble. Cuenta la historia que en Malaria, la tierra que habita Igor, todos los jorobados son los lacayos, los “Igores” de los inventores, científicos desquiciados que trabajan en pos del mal. Un detalle particular en Malaria es que la economía de este lugar se mantiene en base al dinero que reciben del resto de los países, a cambio de no liberar a todos los maléficos inventos que podrían acabar con el mundo… ¿no les suena conocida esta historia? ¿Acaso no es una inteligente metáfora del desequilibrio que reina el mundo, del terror que insuflan los grandes sobre los más pequeños y desprotegidos? Volviendo al argumento de la peli, nuestro Igor es inteligente y quiere ser inventor, pero el defecto físico de su espalda se lo impide. Cierto día un experimento fallido de su amo, el doctor Glickenstein, le da la oportunidad a Igor de darle vida a su máximo invento: Mela, una monstruo mezcla de Hulk y Sally, la novia de Jack. Con la ayuda de otros dos de sus inventos con vida –un conejo inmortal y un “cerebro”– que Igor tiene escondidos, intentará ganar el Concurso Anual de Ciencia de Malaria, pero los problemas no tardarán en llegar cuando el más malvado (y fracasado) de los inventores le quiera robar su creación. Las similitudes a nivel estético y argumental con El extraño mundo de Jack saltan a la vista desde el primer minuto del film, aunque la calidad con la que está realizada en ambos aspectos la deja lejos de poder competir con este clásico. Pero aún así, Igor no deja de ser una historia original, con profundos valores de camaradería y un gran sentido de la bondad. Porque, por supuesto, en un mundo donde reina la maldad, finalmente triunfa el bien, demostrando que con el poder del corazón se puede cambiar el mundo. Los chistes pueden ser poco efectivos por momentos, pero la película tiene el timming justo para no terminar aburriendo. Además, la acompaña un soundtrack que los grandes disfrutarán de principio a fin, de esos que dan ganas de saltar como un niño sobre la butaca y ponerse a bailar. Igor es una película que merece ser vista, porque estamos viviendo en un mundo que no dista demasiado de la caricatura planteada en Malaria, y necesitamos historias con finales felices, con el amor triunfando sobre el mal, y con personajes que, a pesar de tener todas las de perder, no dejan de luchar por sus ideales. Un mensaje claro y puro para los niños y por qué no, para los grandes, porque un poquito de esperanza nunca viene mal…
Igor, el impacto visual del año. “Prefiero ser un bueno desconocido que un malvado famoso”. Hay Films que impactan desde lo argumental con sus escenas, sus diálogos y sus mensajes; otros nos impactan desde lo visual por su colorido y sus impecables detalles. Otras películas impactan por todo esto y si consideramos que entramos a la sala sin expectativa alguna, sin tener idea de qué va lo que veremos el efecto puede aún ser mejor. Así, Igor, dirigida porAnthony Leondis, es un film de animación que lo tiene todo. Si bien argumentalmente tiene un par de insignificancias criticables, lo cierto es que raramente salga uno de la función como si nada. Igor, como tantos otros en Malaria, es un ayudante de uno de los tantos científicos malvados que está abocado a la tarea de inventar la genialidad más grande de la maldad para ganar el Feria de ciencia maligna anual. Pero como es obvio él no quiere ser un mero “Igor” sino un científico malvado, cosa que logra creando un ser al mejor estilo Frankenstein, un ser que por las torpezas del personaje tonto de turno está lejos de la satánica actitud asesina que el proyecto original buscaba. Tenemos los elementos ya siempre vistos: los malos, los buenos, los torpes, los inteligentes, los avaros, los generosos, pero todo presentado de una manera dignamente original y correctamente efectiva. Los gags quizá no son hiper hilarantes, quizá no haya escenas que arranquen lagrimitas (como sí en Up, por ejemplo) pero nada de eso deja huecos en el alma del espectador cuyos ojos realmente vivirán un festín de colores, detalles pulcramente presentados, una música pegadiza y escenas para el recuerdo. La factura visual de este film es increíble, plásticamente maravillosa y perfectamente desarrollada. Imposible no sentirse atraído todo el tiempo hacia la pantalla que irradia colores de todas las tonalidades. Semejante a una mezcla de ilustración de cuentos y la animación más eximia del género, esta película se las trae en claras competencias con Coraline y Up. ¡Vaya tarea para el jurado decidir ahora! ¿Con qué me quedé?: con el efecto visual impecable y los enternecedores ojos de ese monstruo querendón.
Más que bueno, buenudo Hasta hace unos días, si alguien me preguntaba “¿Qué te viene a la mente si menciono la palabra ‘Igor’?”, automáticamente habría exclamado “¡Marty Feldman en ‘El Joven Frankenstein’!”. Ahora, lamentablemente, me viene a la mente una película animada en 3D, con algunas buenas intenciones, un par de gags divertidos y mucho aburrimiento. Por lo menos hasta que se me pase el mal sabor de boca. Es muy evidente que tomaron una buena dosis de Tim Burton, cosecha “El Extraño mundo de Jack” y “El Cadáver de la novia”, le metieron unas cuantas referencias obvias al “Frankenstein” de Boris Karloff y a “El Joven Frankenstein” de Mel Brooks (cortadas en juliana, para saltear con algunos chistes obvios), sazonaron con un par de actores conocidos (y a nosotros ni es nos quedó) y la mandaron al horno del 3D, para sacarla antes de tiempo, bastante cruda la verdad. Se deja ver demasiado que buscaron una fórmula de antemano, al estilo “charla entre directores de departamento comercial”, que para ellos funcionaría o que por lo menos llamaría la atención. Pero se olvidaron que hay que poner otras cosas para que el resultado final funcione. El más malo de todos A ver, la premisa no es mala. Tenemos el país de Malaria, que hace años se encuentra sumido en las tinieblas, lo cual provocó que su economía virara de la agricultura a la fabricación de invenciones científicas maléficas con las cuales aterrorizar al mundo. “¡Excelente, debe haber miles de referencias a los clásicos del cine de terror!”, pensará algún inocente lector. Nop, no es para ese lado hacia donde se va la película. A pesar de que es posible encontrar algunas reminiscencias extremadamente obvias a films del género, la historia está centrada en “Igor”, el histórico ayudante jorobado de todo científico loco que se precie como tal. En este universo, todo niño nacido con joroba es denominado automáticamente “Igor” y es asignado a un inventor malévolo para servirlo en sus experimentos. De esta forma podríamos encontrar una lucha de clases con una clara referencia al proletariado (los Igor) vs la clase dominante dueña de los medios de producción (científicos). Ok, si, es mucho para lo que esta película propone, dejémoslo en el muchacho pobre que quiere triunfar. Si Igor, sos un boludo, te salió bailarina y cantante el monstruo Si Igor, sos un boludo, te salió bailarina y cantante el monstruo Así es, el Igor protagonista de la película quiere ser famoso, quiere convertirse en el científico más malvado y desquiciado de todo Malaria. Tiene la imaginación, los conocimientos necesarios, pero una contra: es un bonachón consumado. Entonces, por más que lo intenta, no puede ser malvado. Y esto constituye, tal vez, el único punto original de la película: el protagonista es bueno, pero quiere triunfar como malvado. El problema con esto es que el diseño del personaje de Igor es tan… inepto, que esta dicotomía no es capitalizada en lo más mínimo. En lugar de buscar un personaje histriónico, chocante pero adorable a la vez, que verdaderamente jugara con la dualidad malo por fuera / bueno por dentro, terminaron con un jorobado soso, insípido, anodino y cualquier otro adjetivo que denote falta de interés o sustancia. Entonces, lo que logran es que Igor te caiga mal. Si, es así nomás, Igor me cayó mal. A medida que la película iba avanzando quería que las cosas le fallaran, que lo descubrieran, que lo desmembraran, algo por el estilo. Tranquilamente podrían haber dejado de lado a este muchacho y haber dejado como protagonistas a sus compañeros, sobre todo a Scamper, uno de los primeros experimentos de Igor, que resulta en un conejo inmortal con tendencias suicidas. Si a esta premisa le sumamos la voz de Steve Buscemi, el resultado es monumental. O así lo sería, si no tuviéramos que padecer el doblaje al castellano, que es todavía MÁS insípido y anodino que Igor!! Lo ideal es escucharse varias veces los trailers norteamericanos en Youtube y después imaginarse los diálogos con las voces originales. Menos la de John Cusack, que… así es, adivinaron, es tan falta de gracia como casi toda la película. Prefiero mil veces los doblajes argentinos medio experimentales de “Los Increíbles” y “Cars”, gracias. Scamper, quien hubiera podido escucharte con la voz de Steve Buscemi Scamper, quien hubiera podido escucharte con la voz de Steve Buscemi Los pibes no comen vidrio Ah, pero que decir del famoso justificativo para este tipo de películas: “Lo que pasa es que es para chicos. Los chicos no son tan quisquillosos, la disfrutan igual”. Minga la disfrutan igual. No voy a contar ninguna anécdota sobre mi paladar infantil para el cine porque no viene al caso, pero lo pibes no son tontos. Saben reconocer la bosta cuando la ven. Y no, tampoco quiero decir que esta película sea una bosta porque hay muchas peores, pero los mismos pibes se dan cuenta de que acá no hay nada interesante. Tal vez serviría para apaciguar las mentes en desarrollo de niños de corta edad, pero en ese caso ya deberíamos poner en duda si es una película dirigida a esa franja. El tono general es bastante oscuro desde la premisa, y tiene algunas cosillas un tanto macabras, como el conejo que busca constantemente una nueva manera de terminar con su vida, solo para fracasar y volver a intentarlo. No es el mejor mensaje para los niños. En fin, una más del montón, de la cual a lo mejor te llevas un par de chistes que te hagan esbozar una leve mueca de sonrisa y, en el mejor de los casos, no se te hará eterna y aburrida como a mí. Lo único que me pregunto es lo siguiente: ¿Por qué será que en estas películas berretongas, los sidekicks siempre son más interesantes que el personaje principal?