Otro debut en largometraje, Nadia Benedicto se acerca a una madre que debe lidiar con sus propios problemas y los de sus hijas mientras afronta una inesperada separación. La decisión de ir a la costa por unos días abrirá la posibilidad de una transformación que permitirá superar el momento de profundo dolor que ciñe todo. Benedicto esboza sus personajes con timidez, a la vez que recurre constantemente a la música como elemento transitivo sin mediar siquiera la posibilidad de evitar la estética publicitaria para presentar esas secuencias, y ahí es donde justamente el film falla, escapándose de sus personajes y buscando un efecto que nunca llega.
Borrón y cuenta nueva Apenas si alcanza la mirada a configurarse el primer plano de este opus de Nadia Benedicto para compenetrarse en la desdicha de Sofía, la protagonista adulta y madre de dos hijas, traicionada por su pareja y además por enterarse que a él le gustan los hombres y no las mujeres como ella. A partir de ese momento traumático, el Interludio funciona como un espacio cinematográfico entre el pasado presente y el futuro o el después. Y ese después parece negarse en medio de la crisis de la propia Sofía, para quien el escape vacacional con destino de playa y mar o de tiempo ganado para estar con las hijas -Pachi la menor e Iri la mayor- no es otra cosa que la consagración de lo que ya no está. Claro que como todo proceso de duelo, hay un antes y también la aceptación para hacer borrón y cuenta nueva. En ese mientras tanto, las hijas de Sofía, la menor e imaginativa pero a la vez vital y demandante Pachi, que a veces contrasta con la mayorIri en plena pre adolescencia y en búsqueda de su identidad sexual, con un cuerpo inquieto que busca en la calma del mar un espacio único alejado del mundanal letargo. Todo esto concatenado en el derrotero cotidiano de unas vacaciones de una madre con sus dos hijas en algún paraje de la costa argentina, reconocible postal cuando se aleja la mirada aunque cuando se enfoca en alguno de los detalles es donde se hacen visibles las heridas del alma. La directora Nadia Benedicto, tal como lo hiciese con su cortometraje Como una guerrera, construye personajes femeninos sólidos como es el caso de Sofía y su sutil arco de transformación, así como logra que ella transite en su propio mundo interior. Para ello es destacable la presencia de una banda sonora que aporta buenas atmósferas y climas, a veces cercanos a zonas de ensoñación para despegar de un naturalismo que propone depor sí el paisaje con su tentadora invitación a la contemplación. En Interludio queda marcada la transición cuando en el juego de las relaciones todo lleva a barajar y dar de nuevo.
Vientos de cambio en una familia Más allá de lo estrictamente musical, un interludio también puede marcar un cambio, una suerte de paréntesis; el fin de una etapa, la oportunidad de inaugurar otra o, al menos, de intentarlo. Las tres mujeres que en este caso están viviendo tres etapas bien diferentes de sus vidas atraviesan ahora momentos que las colocan en situaciones similares. La madre acaba de sufrir una dolorosa ruptura y como suele suceder en estos casos, ha decidido poner distancia con el pasado: un viaje con sus hijas a una playa de la costa, aunque aún estamos en septiembre -se supone-, facilitará las cosas. Sin proponérselo, quizá llevadas por las circunstancias, las tres ensayan algunos cambios: no hace falta que lo reflexionen, pero de algún modo perciben que está próxima la posibilidad de algo nuevo. La joven madre se atreverá a afrontar sus miedos e intentará dejar a un lado el llanto que ya le ha dejado visibles marcas en el rostro: la más pequeña, juguetona y muy dada a las fantasías, por fin se las permitirá, aunque con su travesura termine generando un enorme susto en la familia. Y quien irá más lejos será la adolescente, cuando se atreva a vivir una aventura romántica con otra chica de su edad. El tema de la preferencia sexual es abordado con especial delicadeza y sensibilidad por Nadia Benedicto, de quien también hay que destacar la belleza de las imágenes que obtiene de los exteriores de Lucila del Mar, donde se rodó todo el film.
El otro cambio (las que se fueron) En Interludio (2016), la novel realizadora Nadia Benedicto trabaja sobre la transformación interior que sufren tres mujeres de diferentes generaciones (y de una misma familia) a través de una ruptura que las marcará para siempre. Un interludio es una pieza o pasaje musical que se interpreta entre dos partes o secciones de una misma obra. Es una transición entre dos momentos. Ese momento entre la muerte y el nacimiento, metafóricamente hablando. Y ese recorrido es el que propone Nadia Benedicto en Interludio. Transitar ese tiempo de crisis dando origen a una nueva etapa y que dependiendo como se lo atraviese podrá ser mejor o peor. Sofía (Leticia Mazur) está en una conflictiva separación con el padre de sus hijas: Pachi (Lucía Frittayón) e Irina (Sofía del Tuffo). Para distanciarse de los problemas parten las tres hacia la costa a pasar unas improvisadas vacaciones. Irina, entrada en la adolescencia, se encuentra en pleno descubrimiento de su orientación sexual, mientras que Pachi, la menor y aún una niña, vive atormentada por el miedo a los extraterrestres (o a lo desconocido). Esos días que pasarán junto al mar les servirán para redescubrirse, superarse y poder enfrentar los cambios que se avecinan. Benedicto trabaja una película de personajes, con especial atención al desarrollo psicológico y como van mutando a lo largo de la historia. Para hacerlo recurre a tres interesantes actrices a las que sumerge en una puesta en escena minimalista, donde el paisaje cumple un rol secundario, haciendo hincapié en la utilización de una banda de sonido ambient para resaltar algunas situaciones y marcar los cambios de climas. Un logro no menor es que la música no llega a molestar como sucede muchas veces en cierto tipo de cine. Interludio está filmada con elegancia, planos trabajados y logrados encuadres, aunque algunas veces la estética del video clip se apodera de la imagen. Pero por sobre todo está interpretada por tres actrices que logran transmitir ese cambio interno que sufren a lo largo de los 80 minutos que transcurre la historia.
MOMENTOS DE DECISIÓN Con guión y dirección de Nadia Benedicto, con tres actrices llamativas como lo son Leticia Mazur, Sofía del Tuffo y Lucia Frihayon este intermedio en la vida de esas mujeres esta bien logrado. Una madre que se acaba de separar porque su marido es gay. Una adolescente que no le tiene miedo a su elección sexual con otra chica. Una niña que se refugia en su imaginación desorbitada. Las tres exploran ese tiempo intermedio que les toco vivir en un lugar de veraneo que les permite experimentar antes de las etapas importantes y de las consecuencias de sus actos.
Mudar la piel Los cambios son una constante en las etapas de la vida. Vivimos cambiando más de lo que creemos. Más allá que la palabra haya tomado un matiz político-partidario, es cierto que vivimos adaptándonos a diferentes situaciones, a veces a la fuerza y otras veces forzándolas. En Interludio, cada personaje muestra ese pasaje de una forma distinta en 3 etapas completamente diferentes. Sofía (Leticia Mazur) en la separación de su marido, Irina (Sofía del Tuffo) en el descubrimiento de su sexualidad y Pachi (Lucía Frittayón) en conocer un nuevo mundo. Las 3 mujeres encaran esta misión en el destino favorito para buscar el reencuentro con uno mismo, la costa en invierno. Más precisamente, La Lucila del Mar. Allí con su fotografía y la puesta de cámaras, el film le da una belleza especial a un ambiente tan sombrío y reflexivo. También la música ayuda a dotar de más personalidad a las 3 protagonistas y a potenciar el viaje que cada una va experimentando. Sobre todo en esos viajes mentales de Sofía o en la simpática actitud de Pachi, en una gran interpretación de Lucía Frittayón. Tan querible como insoportable, muy propio de la edad, un buen papel hecho por la menor de la familia. Interludio es un film tierno y optimista, más allá de las diferentes etapas y las resoluciones que se desarrollan. En definitiva, es un viaje a una intimidad no tan íntima, también a la distancia que el entorno familiar impone y las cosas que no se pueden decir. Porque si bien cada una de las chicas avanza independientemente de la otra, por decirlo de alguna forma, no caretea una unión familiar que se muestra distante, a pesar del amor y el cariño que se tienen. En eso el film entiende las distancias entre las partes. Quizás la parte más floja parezca la resolución, porque en definitiva termina con el drama ocasional y no resuelve un gran problema. Pero también es parte del mensaje del film. El viaje y la introspección no solucionan nada, solamente sirve para hallar parte de la respuesta. Y eso demanda tiempo. Se trata de una película que ayuda a curar las heridas y a disfrutar con las protagonistas. No hace falta buscar credibilidad en cuestiones menores, se trata de un viaje de puro goce y fantasía, sin ser fantástico. Ahonda en los sueños personales, sin ser onírica. Buscar verosimilitud en lo que sucede no tiene sentido porque, aún cuando la película se torna un drama por la momentánea desaparición de Pachi, intuimos todo el tiempo que el objetivo es la felicidad de las protagonistas. Y en días como estos, es más que necesario. La búsqueda de la felicidad en medio de los conflictos.
Dirigida por Nadia Benedicto, Interludio es una pequeña película sobre la transición y el autodescubrimiento al que puede llevar. En Interludio, Sofia y sus dos hijas hacen un viaje a la costa. El destino es Lucila del Mar. No es verano y apenas hay gente en esa playa, en esos días fríos. Sofía viaja escapando de una separación que le resultó repentina y, claro, es definitiva: su ahora ex marido es homosexual. Mientras las dos niñas, en realidad una es pequeña y la otra adolescente, congenian y pelean, Sofía se encuentra en una especie de trance. Es joven y está perdida. La película de Nadia Benedicto sigue a estos tres personajes, en conjunto y por separado, y así va retratando cómo enfrenta cada una sus miedos. La más chica, a los extraterrestres, a los que cree ver en un par de mellizos que recogen basura en la playa. La adolescente, que empieza a descubrir quién es y conoce a una chica con la cual empieza a relacionarse. Y la madre, que llora a escondidas e intenta reprimir los deseos que un joven técnico que va a su casa para intentar arreglar el televisor le provoca. Así, las tres de a poco van descubriéndose a sí mismas, cada una desde el lugar y en especial en el momento de la vida en que se encuentra. Ese momento de transición entre una etapa y la que viene. “¿No sabés lo que significa normal?”, le preguntan a Sofía cuando intenta estacionar de la mano contraria. Y mientras ellas en su momento dudan, y quizás se crean raras, o incomprendidas (o teman sentirse así), lo cierto es que los conflictos y el modo que tienen o encuentran de enfrentarse a ellos son sumamente identificables. A veces no se trata más que de tirarse o no tirarse a la pileta, o al mar, aunque sea invierno. Porque muchas veces las cosas que más queremos, son también las que más miedo dan. Hay además en Interludio un gran uso de la banda sonora, y la directora hasta se permite bucear en escenas más surrealistas que terminan de reflejar el estado emocional en el que se encuentra su protagonista. Interludio es una pequeña película filmada de manera bella y con una historia tan simple como efectiva. Tres sensibles y simpáticos retratos femeninos que se tornan uno.
CRECIMIENTOS La ópera prima de Nadia Benedicto aborda la temática que no por remanida deja de ser interesante; ¿qué hacer después de una separación dolorosa? ¿Cómo afrontar los propios deseos? ¿Cómo hacerse cargo de los propios miedos? Frente a esto tres mujeres, la madre Sofía, la hija adolescente Irina y la pequeña Pachi enfrentarán a cada una a su manera esta nueva etapa. Sobre el comienzo se plantea la situación que hará que las mujeres emprendan un viaje a la costa argentina. Y es “situación” no conflicto ya que la película no trabaja atravesada por la resolución de este nudo sino que se desarrolla paralelo a él. La madre se entera que su marido y padre de sus hijas es gay y decide dejarlo. Un vacío de dolor y de culpa se abre inconmensurable y profundo. Pero tal vez, el verdadero tema de la película sea como afrontar el propio crecimiento, como plantearse ante el futuro. De hecho la película no revisa conductas anteriores, ni las justifica, ni las culpa; sólo las plantea. Un interludio no es solo una pieza musical que se intercala entre otras de mayor importancia, también significa jugar de a ratos, entretanto. Y eso es lo que hace Nadia Benedicto con su primera película; frente a una situación dolorosa, juega de a ratos, mientras cada una de estas mujeres resuelve su conflicto interior como puede, exorciza sus miedos como pueden. La madre se enfrenta varias veces con su hija adolescente, como corresponde, porque la película también habla de eso. De las diferentes generaciones, de su parada en el mundo, de sus intereses. La adolescente encuentra su primer amor en otra chica de la playa. La pequeña Pachi se esconde de los extraterrestres que la llaman y a la vez la atemorizan, los miedos infantiles aparecen de la manera más extraña. La madre encuentra un nuevo amor en ese hombre que le arregla el televisor. Tal vez algunas decisiones formales aparecen como arbitrarias, no suman a la trama de la película como algunas cámaras que se lentifican y también algunas escenas no resultan inherentes al desarrollo de la película, como el baile de la madre en el bosque. A veces la película se torna un poco subrayada, como cuando se habla de “lo normal” o de “esto no tiene arreglo”. A veces se torna un poco onírica y a veces demasiado terrenal y sobre explicada; hubiera sido interesante buscar un equilibrio entre estos dos extremos. Sin duda lo mejor de Interludio es la actuación de la adolescente que rebosa espontaneidad. En este punto la directora se destaca, resuelve la elección de Irina con naturalidad y sensibilidad. De hecho, las mejores escenas de la película son aquellas en las que la Irina se funde con la libertad que supone la playa y la inconmensurabilidad del mar. INTERLUDIO Interludio. Argentina, 2016. Dirección y guión: Nadia Benedicto. Fotografía: Matías Quinzio. Edición: Clelio Benevento. Música: Wolly von Foerster. Intérpretes: Leticia Mazur, Sofía del Tuffo, Lucía Frittabon, Patricio Aramburu. Duración: 80 minutos.
Tiempo interrumpido y punto de partida. La ópera prima en el largometraje de Nadia Benedicto parte de una crisis personal para construir una pequeña fábula de crecimiento y cambio concentrada en tres personajes, una madre y sus dos hijas, durante un viaje intempestivo a un pequeño pueblo de la Costa Atlántica. La separación de Sofía de su marido ocupa los primeros dos minutos de Interludio, aunque nunca se verá a ese personaje masculino. “Es puto. No sabés lo claro que lo tenía”, le confiesa Sofía entre llantos a una amiga a través del teléfono, detalle que anticipa, tal vez innecesariamente, el tema central de una de las tres subtramas que sobrevendrán (el espectador tiene la sospecha de que ese divorcio podría haberse dado por cualquier otra circunstancia). Y es así que hacia esas playas frías y solitarias de temporada baja parten Sofía (Leticia Mazur), su hija adolescente Irina (Sofía del Tuffo) y la pequeña Pachi (Lucía Frittayón), arrastradas por algo que las supera, a la espera de que ese tiempo interrumpido se transforme en el punto de partida para una nueva etapa. Benedicto plantea el relato a partir de la tensión entre aquellos momentos en los cuales los tres personajes coinciden en un mismo ámbito y aquellos otros en los cuales cada una de las mujeres transita un derrotero en solitario. Aquejada por el llanto en cualquier momento y lugar, Sofía atraviesa el luto con amargura y rencor, pero intenta aparentar una calma inexistente ante la presencia de sus hijas; Pachi comienza a fantasear con la posibilidad de que una pareja de hermanos gemelos no sean otra cosa que extraterrestres de visita en la Tierra; Irina, finalmente, comienza tibiamente a acercarse a una lugareña de su misma edad, dando inicio a la que, puede suponerse, es la primera relación sentimental de su vida. De esas tres historias particulares, la de Irina se revela como la de mayor sensibilidad y potencia dramática: la realizadora encuentra varias maneras de transmitir el terremoto íntimo que está sacudiendo a la chica a partir de escenas aparentemente (mentirosamente) triviales, como un paseo por un restaurante abandonado o una conversación a la luz de la Luna. El de Sofía tal vez sea el menos interesante de los trayectos, no ayudado precisamente por un par de interludios de danza contemporánea que sólo pueden explicarse por el hecho de que la actriz que la interpreta es bailarina (nunca se aclara si ese es también el oficio o hobby del personaje). La súbita relación que establece con un técnico electrónico que viene a reparar un televisor y, casualmente, vive enfrente de su casa de “veraneo”, es otro de los elementos del guión que se sienten algo forzados, una excusa algo torpe para hacer avanzar la trama. Interludio aporta frescura en su retrato multigeneracional cuando logra registrar ciertos pequeños detalles en la relación entre los personajes, algunas miradas no del todo claras, las inevitables frases que lastiman. Pierde fuerza, en cambio, cuando siente que debe elevar la apuesta emocional o cerrar cada bifurcación de la historia con un calce perfecto.
En una playa junto al mar El guión de la película no termina de decidir a qué público apuntar. La película Interludio se centra en tres mujeres, por lo que sondea el universo femenino, pero al abrir tanto su panorama no termina de profundizar en ninguno. “Es puto”, le dice Sofía por teléfono a su amiga Ana. Sofía (Leticia Mazur) acaba de separarse y marcha a la costa con sus dos hijas, la adolescente Irina (Sofía del Tuffo) y la más chica Pachi (Lucía Frittayón). Cada una enfrentará como pueda la nueva situación familiar, pero casi sin hacer referencia a la separación. Sofía buscará el amor en un técnico de TV, Irina en otra joven y Pachi expondrá sus miedos en la playa. La película de Nadia Benedicto no define a quién seguir, aunque Sofía es el personaje con más protagonismo. Pero algunos apuntes al acompañar a Pachi tienen una ingenuidad que no permite saber a qué público apunta la realización, como la aparición de gemelos que juntan la basura y que ella y su hermana denominan los extraterrestres.. Hay buenos encuadres y una La Lucila del mar en septiembre que sigue rindiendo estéticamente.
Familia disfuncional, ese vicio argentino Una madre de familia en plena crisis de nervios le cuenta a alguien por teléfono que el hombre elegido para su vida no era tan hombre que digamos, razón por la cual acaban de separarse. Está tan "histérica mal" que uno se alegra por el marido que se mandó a mudar. La hija preadolescente dirá que la madre no entiende nada. Ella la tiene clara, y apenas vea la ocasión tomará la iniciativa con otra chica. Mientras, la hija menor, todavía niña, tiene sus propias preocupaciones. Por ejemplo, la presencia de extraterrestres en las cercanías. En fin, cada una vive en su mundo, y así las muestra la debutante Nadia Benedicto, con buena pintura de caracteres, buenas intérpretes, algunos recursos de fantasía, sencillos y viejos pero eficaces, nivel general medio amateur, y un simple eje argumental: las tres se van de vacaciones para ventilarse un poco en una casucha de la playa bonaerense, justo en setiembre. Paisaje ideal para representar los estados del alma. Pero también para cambiarlos. Quizás el drama planteado al comienzo tenga un desenlace naif, donde cada miembro de la familia se descubra en una etapa mejor de su vida. Todo puede ser.
La música del cambio Nadia Benedicto se estrena en el mundo del largometraje con un film que denota el paso del tiempo luego de una separación. Como bien lo dice el título, un interludio en la banda sonora de su vida y la de sus hijas será retratado con versatilidad estética y lúdica. Sofía (Leticia Mazur) descubre que el padre de sus hijas Pachi (Lucía Frittayón) e Irina (Sofía del Tuffo) ya no estará más en sus vidas, y decide emprender un viaje con ellas hacia la costa de Argentina. Todo viaje implica siempre una transformación, representada con efectividad en la psicología de estos tres personajes que dejarán atrás su vieja vida para encarar una más acorde con sus sentimientos más profundos. La clave de este film estará en la musicalización que acompañará momentos oníricos y surrealistas donde sus personajes parecen estar por instantes atrapados entre sus pensamientos, lo que sienten y lo que efectivamente realizan. En Interludio, unas simples vacaciones familiares dan cuenta de algo que está más allá de las imágenes, y del guion, que si bien no sorprende, acompaña estos momentos de encuentro consigo mismas: una adolescente y sus primeras vivencias de amor, una niña inocente que se aparta de sus miedos y una madre ahora soltera que no teme fundirse en la pasión de un encuentro fortuito. Con acercamientos de cámara en momentos claves y encuadres maravillosos, Nadia Benedicto describe la versión femenina del desencanto amoroso, pero a la vez de la necesidad de encontrar consuelo en el seno familiar, dejando un mensaje optimista acerca del cambio y la necesidad de adaptación en un mundo que, si bien parece hostil (basta recordar a Sofía mirando con desasosiego sus antiguas fotos en pareja o a Pachi escuchando a su madre llorar tras la puerta), se transforma en uno posible de andar , por lo menos en esta sección de la composición mayor de sus vidas.
Una mujer se separa y se va a vivir a la costa con sus dos hijas. Interludio es de alguna forma una crónica de cómo cada una de ellas, tres generaciones, se va adaptando como puede al tremendo cambio. Con una mirada atenta, sensible, la directora suma los momentos de soledad de las hermanas, los caprichos de la menor -irritante por momentos-, la soledad de la madre, su voluntad por mantener una armonía y una normalidad, el nacimiento de una posible relación nueva, con un personaje del lugar. Así se va armando este retrato grupal de un momento de cambio con mirada femenina. A pesar de los problemas de interpretación, con sobreactuados que chirrían un poco; a pesar de ciertas líneas de diálogo poco trabajadas, Interludio consigue redondear una propuesta que mantiene el interés. Un digno ejemplo de un cine argentino modesto -sin estrellas, gran presupuesto ni pretensión- pero dedicado.
Otra película nacional con buenas locaciones, protagonistas empáticos y el tipo de trama no pasa nada pero está todo bien. El título es apto: Interludio; el pasaje entre una separación y una nueva vida. Y quizá sea eso, la posibilidad de que todo siga bien, los simpáticos y disfuncionales personajes a lo Little Miss Sunshine, lo que hace que la película funcione un poco por encima de otro filme nacional de 70 a 80 minutos simplemente ok. Sofía tiene una rabieta de mil demonios. Acaba de descubrir que su marido es gay, así que hizo las valijas, subió al auto a sus dos hijas y se fue a pasar septiembre en una casi fantasmagórica locación atlántica (los títulos luego acreditan las locaciones en San Bernardo y Mar de las Pampas). Así que Interludio es un poco como los tiempos muertos de Balnearios, de Mariano Llinás (aquellos sin barquilleros ni salas de videojuegos que explotan), pero poblados de personajes estrambóticos. Al parecer, Sofía es la más normal, pero no. Irina está cansada de los bajones y los raptos neura de su madre y traba relación con una chica local; por su parte, Pachi, la más chica (una especie de Chilindrina mansa y juguetona), desconfía de los locales, en especial de dos hermanos gemelos, que ve como extraterrestres. Sofía sueña, y uno de los juegos de la directora, Nadia Benedicto, es entrever cuáles de los sueños son reales. Hay una escena especialmente evocativa de las vacaciones costeras, y ocurre cuando Sofía invita a sus hijas a cenar fuera de casa. Todas coinciden en pedir rabas, pero en el restaurante rabas no hay, y terminan cenando pizza y coca, contentas de todos modos. Simple como suena, ésta es la clase de pequeña anécdota inevitable en cualquier escapada costera, y la simpleza misma con que se retrata mueve nervios especiales. De este tipo de azar, acertado cuando ocurre, se nutre lo mejor del cine argentino independiente.
UNA GRAN FIESTA DE TRES PERSONAS Hay una frase de Alejandra Pizarnik que aparece en una de las conversaciones de las adolescentes y que recorre toda la película. Esta dice que “las verdaderas fiestas tienen lugar en los cuerpos y en los sueños”. Interludio explora a cada uno de sus personajes, dándole un brillo especial a cada uno. La fiesta es expresada desde la plenitud y el acercamiento sincero a cada una de las mujeres de esta familia. Explotando el significado de la palabra “interludio”, el film es en sí una pieza de intervalo en la vida de estos tres personajes. Pero también representa la introducción a una nueva forma de afrontarla. Para esto, desde un primer momento, se expone a estas mujeres a mostrar lo más cotidiano y representativo de cada una mediante la vida misma. Siendo que las conversaciones y los diálogos no varían demasiado de los que puede llegar a tener una familia, la tensión está puesta principalmente en las actuaciones. Sin embargo, hablar de tensión es sólo una forma de decir porque cada escena surge con mucha naturalidad. Las buenas actuaciones hacen que la conexión con el espectador esté dada con más facilidad. A su vez, preparan el terreno para que se pueda construir significado en un nivel más alto que el terrenal. Cada una de las mujeres se eleva hacia la plenitud de su ser, encontrándose con sus deseos y emociones, al igual que desafían sus miedos. Esta fiesta de los cuerpos es entendida por el buen trabajo que se les da a los personajes. Interludio muestra cómo muchas veces lo sencillo esconde a lo complejo. No hay una gran producción, son pocos los personajes y las escenas se desarrollan en unos pocos lugares. Pero ese “poco” está explotado de tal forma que parece mucho. Por eso la frase de Pizanik retumba tanto cuando termina el film. No es tanto lo que pasa sino qué representa. Son trabajadas tres etapas etarias: la niñez, la adolescencia y la adultez. En cada una de ellas hay momentos más vinculados a la razón y otros a la pasión que se mezcla con la ensoñación. La fantasía de la niñez está muy bien trabajada y cuidada. La madurez y fragilidad de la adolescencia explora los extremos que confluyen en esta etapa. Mientras que la estabilidad, los riesgos y los tabú parecen mostrar a una adulta en crisis. Más allá de las particularidades estas tres mujeres muestran o representan a muchas otras, por eso resulta muy interesante que cada una encuentre la liberación de sí misma.
Cuando uno piensa en el término que define esta cinta, encuentra rápidamente una explicación correcta sin necesidad de relacionarla con la acepción musical: el interludio es un tiempo entre fase y fase, de presunta inactividad pero donde muchas cosas suceden, sin ser estridentes ni visibles. Pero están. Esa sería la definición más adecuada para la ópera prima de Nadia Benedicto, la construcción de una historia donde lo central, es transcional. La trama nos presennta a Sofía (Leticia Mazur) , una mujer sola con dos hijas que decide hacer un corte e el proceso que vive y partir a una playa fuera de temporada (fue rodada en la Lucila del Mar). Allí, vivirán algunos días de descanso y reflexión, que las harán crecer como familia. El universo discursivo es el de una separación dolorosa (el de la mamá), en sintonía con la curiosidad y el despertar sexual de la hija mayor (una adolescente) y las travesuras que puede desplegar la más chiquita. No hay demasiado misterio en esta historia simple, de silencios y mar que Benedicto utiliza como vehículo para mostrar algunas de las ideas que la atraviesan en este tiempo.cción de actores es correcta y el trabajo de Mazur es destacado, en un escenario desprovisto de emociones fuertes, mediado por algunos anécdotas pequeñas y cierta tendencia a la evasión de lo que expresar lo que subyace y tiene fuerza, pero que debe permanecer oculto en la dinámica familiar. Correcta y simple, "Interludio" es otra de las alternativas con los que el indie nacional se renueva en esta semana.